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Entrevista a Bizizkletan
Habiendo recorrido más de una docena de países, sin más equipaje que aquello que cabe sobre el cuerpo de unas bicicletas, sin más preparación que el viaje en sí mismo, día tras día van avanzando en su viaje, descubriendo el mundo, la hospitalidad de las personas, los ojos de sorpresa de otros canes y la belleza de la naturaleza. Un sueño hecho realidad el de recorrer el mundo junto a su pequeña preciosidad peluda, Larre, que les alegra los días y brinda el apoyo necesario en los momentos más duros. Un viaje cuyo único objetivo es viajar y disfrutar sin límites, viviendo el momento, las experiencias, el presente convertido en eternos recuerdos de felicidad en las mentes de ellos tres y de todas las personas que se encuentran en su camino.
¿Qué es lo más bizarro que os ha pasado en este tiempo de viaje?
Recuerdo un anochecer de invierno en una montaña del interior de Turquía. La subida fue dura a causa del barrizal acumulado en las ruedas. En la cima la sensación era muy rara: mujeres trabajando la tierra en busca de algo mientras los hombres vigilaban el área. Sentimos que no éramos bienvenidos. En la bajada nos vestimos todo lo que teníamos, aun así hacia mucho frío. Llegamos a un pueblecillo de casas blancas con estructura de madera, ya era de noche y el frío era helador. Una mujer nos vio entrar al pueblo, nos paró con cara de susto y nos preguntó si veníamos de la montaña. Le contestamos que sí. Se alteró mucho. Nos dijo algo de cortar piernas y brazos. No sabíamos a lo que se refería, sonreímos y nos despedimos de ella para seguir nuestro camino y encontrar un lugar donde pasar la noche. Entramos al pueblo. Todo estaba muy oscuro. Vimos a un señor vestido de negro en nuestro mismo camino acercándose. Le faltaba un brazo. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. ¡Dónde demonios nos hemos metido!
Fuimos al centro del pueblo y hablamos con el tendero que nos invitó a dormir en una habitación a salvo del frío y la nieve. Nunca sabremos sobre qué nos quiso advertir aquella mujer asustada, pero por suerte aquella noche también fue una buena noche y el susto se quedó en anécdota.
¿Larre prefiere ir suelta o en su transportín?
Larre sin ninguna duda prefiere ir suelta y corriendo delante de las bicis. Todas las mañanas cuando ve que vamos a coger las bicis se vuelve loca de excitación: ladra, salta, corre de un lado para otro… Ella corre muchos kilómetros al día. Normalmente va por delante y obedece al momento todas las órdenes: “quieta”, “ve junto a la bici”, “derecha”,” izquierda”, “al trasportín”. Hay pocos momentos en los que ella prefiere ir en el trasportín: los días de mucho calor y las carreteras de mucho tráfico. Normalmente somos nosotros los que le damos la orden de que entre en él, pero ella también sabe decirnos que quiere ir en el trasportín: para ello, se pone junto a él y lo mira y después nos mira a nosotros pidiéndonos permiso para saltar dentro.
¿El motivo de alguna parada larga?
Hemos hecho dos largas paradas desde que salimos del País Vasco en abril del 2017: una Tbilisi (Georgia) y otra en el Peloponeso (Grecia).
Cuando este viaje empezó no pensábamos llegar tan lejos por lo que no nos pusimos ninguna vacuna recomendada para este tipo de viajes. En Georgia decidimos tomar la vacuna contra la rabia y nos tuvimos que quedar en la ciudad tres semanas para ello. Afortunadamente Tbilisi es una ciudad maravillosa donde pasar una temporada.
La segunda parada la hemos hecho en el sur del Peloponeso, ya cansados de la vida nómada y del frío decidimos pasar el invierno trabajando en una granja en la calidez del Mediterráneo. Hemos estado casi tres meses en el Peloponeso y a finales de abril empezaremos a pedalear otra vez.
¿Os han llamado la atención alguna vez por llevar a Larre suelta?
La verdad es que en todos los países que hemos recorrido la gente ha tenido muchísima aceptación con Larre. Eso es algo que nos ha extrañado en el buen sentido, incluso en los países musulmanes. Solo una única vez nos dijeron que atásemos al perro fue en Francia cerca de la frontera con Alemania.
¿Habéis sentido las leyes de Murphy en alguna ocasión?
La ley de Murphy está presente en todo el camino, pero por suerte solo en los pequeños detalles. Así… el día que menos agua tenemos se nos vuelca la cazuela cuando estamos hirviendo el agua para los macarrones. O el día que no cerramos la cremallera de la tienda de campaña a la hora de la cena y nos alejamos 5 metros para
cenar con los amigos, cuando volvimos a la tienda los perros callejeros se habían comido el queso que teníamos para pasar los siguientes días. O aquel día que ayudamos a un perro a salir de una alambrada y se pasó toda la noche aullando junto a nuestra tienda.
¿Qué reacciones tiene la gente cuando os ven con Larre?
La reacción de la gente al ver a Larre es siempre de sorpresa y alegría. Todos sonríen y nos señalan con el dedo. Larre ha conseguido hacer sonreír a gente que vive en muy tristes condiciones. Esta sonrisa de la gente es una de las mejores cosas del viaje.
Muchos suelen acercarse para tomarnos fotos con Larre subida en el tráiler. Incluso una vez nos paró la policía turca para hacerse una selfie con los tres.
También tenemos que decir que no son las personas las únicas que nos miran extrañados, ¡la cara que algunos perros ponen al ver a Larre viajando en bicicleta es de foto!
¿Cómo se han tomado vuestra decisión de realizar este viaje vuestros amigos y familiares más cercanos?
La gente que nos conoce ya sabe cómo somos. Ya saben que nos gusta la aventura y estar en contacto con la naturaleza por lo que nadie se extrañó mucho al saber que queríamos conocer el mundo pedaleando y a nuestro ritmo. Aunque al principio les parecía una locura (sobre todo por viajar con una perrilla) ahora nos apoyan y animan muchísimo y siempre quieren saber más sobre nuestras rutas.
¿En qué situación o situaciones llevar a un perro ha podido suponer una ventaja o una inconveniente?
No vamos a negar que viajar con un perro tiene sus dificultades: no se pueden hacer tantos kilómetros, no soportan el calor, necesitan mucha agua, tienes que pensar en su comida, duermes más en la calle porque es más difícil encontrar alojamiento, hay que estudiar más los visados, problemas a la hora de coger otros tipos de transporte…
Pero si ponemos en una balanza lo que ganamos viajando sin Larre y lo que nos perderíamos sin ella, la balanza se volcaría… las aventuras vividas se quedarían cojas sin ella.
Recuerdo un anochecer en Turquía: era invierno, paramos en un pueblecillo de casitas de barro. Fuimos hacia la mezquita. Los niños de la aldea nos seguían curiosos, con miedo de Larre. Paramos en una fuente para llenar las botellas y sacamos la pelota de Larre. Enseguida se hizo un círculo alrededor de nosotros para ver cómo jugaba Larre con la pelota. ¡Los niños no se podían creer que Larre les devolviera la pelota cuando se la lanzaban! Era una escena que nunca se nos olvidará.
Después de jugar una media hora y preguntarnos de todo, los niños nos acompañaron a una casita de barro donde nos invitaron a pasar la noche sobre las coloridas alfombras. Muchas veces no hace falta hablar la lengua local para pasar momentos inolvidables con los habitantes de pueblos remotos y a veces Larre es la pieza clave para esas experiencias de cuento.
¿Qué tal lleváis la convivencia entre los tres?
La convivencia entre los tres es mejor de lo que imaginábamos. Aunque en los primeros meses discutíamos más, sobre todo a la hora de acampar, con el tiempo nos hemos ido adaptando a la incertidumbre del nuevo día y hemos asimilado que hay muchas opciones y que somos nosotros los que elegimos qué hacer cada día y lo que más importa es que todos disfrutemos.
¿Qué es lo que le ha hecho más feliz a Larre en el viaje (circunstancia, paisaje, lugar)?
Lo que más feliz le hace a Larre en la ruta es poder dormir sobre la cama de los hoteles tras días de pedaleo y acampada.
¿Qué consejo podríais dar ahora que no se os ocurriría antes de empezar el viaje?
Nuestro consejo es que los nuevos viajeros ¡vayan a por todas! Queremos decir eso porque nosotros no creímos que era posible hacer tantos kilómetros con unas viejas bicis y un perro, por lo que no apuntamos muy lejos. Eso nos hizo dudar y perder mucho tiempo.