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Editorial

Noviembre 2020

La autoridad de la Organización Mundial del Comercio (OMC) como regulador del intercambio global de mercancías y servicios ha sido mermada en los últimos años, al grado de poner en entredicho su capacidad de lograr acuerdos entre sus miembros y responder a los retos y exigencias de un nuevo entorno.

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En los hechos, el mundo parece vivir la reversión de la globalización económica: el Reino Unido abandona a la Unión Europea; Estados Unidos, el que otrora se dijo el más abierto del mundo, se ha tornado proteccionista: incrementa aranceles, inventa restricciones e incita a una guerra comercial con China; muchos países firman convenios regionales que violan instituciones históricas, como el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT), y la propia OMC; nuevas barreras, sobrerregulación, medidas proteccionistas surgen por doquier, de manera descarada o encubierta, disfrazadas de “seguridad nacional”, de “cambios de régimen”, de motivos de salud, so pretexto de la pandemia Covid-19, y de defensa de los Derechos Humanos.

El Sistema Multilateral hace agua ante el abierto incumplimiento de la normatividad internacional vigente.

El Sistema de Solución de Diferencias, mecanismo diplomático-legal para dirimir conflictos, está inoperante. Su Órgano de Apelaciones, que debiera hacer cumplir los acuerdos, está paralizado desde hace 10 meses porque sólo cuenta con uno de sus siete panelistas.

Estamos ante la mayor crisis global que jamás hayamos visto las últimas tres generaciones y el libre flujo de mercancías y servicios, que podría convertirse en la tabla de salvación, luce perdido en la tormenta.

Estas agitadas olas y desconcertantes vientos han golpeado a México. Se vio obligado a renegociar el Tratado de Libre Comercio para América del Norte para convertirlo en el Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) con cambios que, en su mayoría, no son cosméticos. Preocupa la eficiencia de sus nuevas instituciones.

Desde el T-MEC se habrán de regular nuevas materias que tienen que ver con los Derechos Humanos, particularmente de tipo laboral. El debate ha sido amplio, aunque la pandemia lo ha ocultado. Estados Unidos y Canadá pueden castigar a una empresa mexicana que viole la libre asociación, la negociación colectiva, la huelga o la prohibición al trabajo infantil, entre otros.

Por primera vez, se busca regular este tipo de derechos desde un acuerdo comercial. Aquí no cabe la frase “nada está escrito”, porque está asentado en el T-MEC, pero sí es incierta la eficiencia y el futuro de este camino alterno para la defensa de los derechos fundamentales de la persona.

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