TintaSangre IV José Monroy Kobda Rocha José N. Méndez Julio Tavares Yezidi Yffel Roca AFZ Medusa de Noche
Revista digital de Poesía y Prosa
Tomás Meneses Víctor Chávez
Nota editorial: Oscar Guzman
Agosto 2019
El peor pecado cometido es el que no se ha realizado, dijo alguien. Y es que el pecado es la manera en la que solo podemos encontrar nuestra verdad: cada pecado capital es una forma que secretamente anhelamos representar, a la manera de un actor, y después dejar la máscara y ser los virtuosos que pensamos ser. Pero como toda virtud, el pecado exige su ejercicio pleno y consciente: por esto, el pecado es una moral, la que queremos tener. El primer pecado es la pereza, que antes se le asociaba a la melancolía; las letras que siguen (asumen cada cuál su pecado) hacen gala de la soberbia: ¿qué más indecente que mostrar los escritos, que mostrar al mundo un espejo cuya imagen recrea el escritor? Leer, como el comer, puede ser peligroso; recordemos al hidalgo cuya memoria apenas recuerdo… y así, cada pecado encuentra acá su lugar.
El tercer pecado "Ed ella a me: Nessun maggior dolore. Che ricordase del tempo felice Nella miseria; e ciò sa´l tuo Dottore". «Y ella a mí “No hay peor dolor que recordar el tiempo feliz en la miseria; de ello sabe tu maestro”.» Divina Comedia, v. 121-123
El amado por hombres y mujeres llegó a su cuarto, duerme en el camastro rayando el alba, harto de las pieles humanas; aunque ya ha envejecido, su cuerpo carga con las cicatrices
de los cuerpos con corazón frío. Desde la infancia supo del exceso al ver la infidencia parental y replicar lo visto en secreto: amigos, hermanos, maestros, tíos fueron partícipes de sus correrías y lo mismo del lado femenino. De cuerpos mil, placer sin fin; su cuerpo fue tablero de ajedrez pasaron peón, caballo, alfil... Su desnudez de besos cubierta, por abrazos ceñida al solitario amante, estando otros tras tanta puerta, viajó por demasiadas emociones. Pero ahora los extraños se han ido y dejaron gemidos con sudores en el recuerdo de amor perdido. El amado ya no lo será más: es buscado en los otros cuerpos jóvenes mientras sus recuerdos no le dan paz.
¡Muñeco de carne, piel de papel! Antes, juguete de ajena pasión por decisión propia, por querer; Hoy, ignorada figura y memoria de la ingrata lujuria pasajera que añora el pasado en su triste inopia.
José Monroy La única blasfemia permitida para ella
No existe un dios tan odiado, tan temido, tan preciado, que el ingente corazón del infierno enamorado.
Muerte, guerra, pena, hiel: el sazón de la entropía. Fría distopía mía, atiende el clamor del cielo. Un San Pedro en vivo celo, arrojado a la porfía de la eterna salvación a cambio del sexo-hielo.
Divino fruto bendito: prohibido fruto negado: barro y costilla de Adán: mujer, al fin, es pecado.
Ante tus piés yo me humillo, entre tu piel yo me pierdo,
el bel vergel del Edén lo entrego sin reprocharlo. Aullando y mugiendo existo sin paraíso cual cerdo. Cedo el cetro al esperpento y vuelvo a ti sin pensarlo.
No existe un hombre en el mundo que cambie a dios por tu espalda; pero este dios que te canta el cosmos forjó en tu mirada.
Hágase eterna la luz, porque ella habrá de existir. Si es necesaria una cruz para verme allí morir, que traigan pronto los clavos, que llamen pronto al imperio… Mi cuerpo y mi sangre entrego por ti, mi eterno misterio.
Presto abandono mis versos, mi rima, la perfecta métrica y coherencia, destruyo al mundo o invento otro universo, tan sólo por un segundo más de tu existencia.
Kobda Rocha
PECADO Volvió a escuchar los ecos de aquella canción: “Iris”, de Go Go Dolls
La danza se volvía cada vez más vertiginosa, casi violenta; como si todo aquel movimiento fuera a despedazar su cuerpo, él la abrazó con fuerza, pero ya no se sentía protegida.
Se apartó un poco y con la caballerosidad que siempre lo había caracterizado la tomó de las manos, pero estaba sangrando.
Entonces todo fue desvanecido a negro, recordó cómo sucumbió ante la ira y el sendero del pecado la llevó a asesinar al hombre que amaba en un arranque de celos mal infundados, deseó que todo acabara con el filo de la navaja que traspasó sus venas.
Pero no fue así, no lo sería nunca.
Hacía frío, la música sonó nuevamente, también recomenzó la sensación de sentir que su cuerpo estallaría y la contemplación de la sangre en su particular versión del Inframundo.
José N. Méndez PECADO I
Hay pecados que se guardan en silencio, aunque las conciencias los griten, Algunos te lanzan al vacío Y a menudo las penitencias se repiten.
He cometido un pecado Al tenerte y no mirarte, llegando a despreciarte, Creyéndote obsoleta Como el inculto a la obra de arte.
Lentamente mis manos arrojaban la primera piedra, Mientras pensaba en él hubiera, En esa palabra que de la nada se hizo eterna,
Mientras escucho tus pies bajar por la escalera.
Siete veces he pecado, Sin alevosía y sin corazón, Las mismas que te he abandonado Sin un motivo ni razón.
Así como el sol se esconde, en cada rincón husmea la oscuridad, Hay pecados que se envuelven en verdad, Y verdades que pecan de incomodidad.
Te confieso que he pecado mucho De palabra, obra y vocación, Tengo tantas marcas en la frente Que el abismo podría ser mi nación.
Entre letras se escribe tu oración, Desterrando a este maligno amor, Suplicando redención Para un maltrecho corazón. Cuando el alma se rechaza Se guarda en un cajón, Cuando el pecado es tan grande. Que no alcanza olvido ni perdón.
Confieso que entre la soberbia Invocamos al final, En la avaricia Ganamos la mendicidad La lujuria quedó guardada en un cajón. Entre placeres congelados y el cadáver de Una pasión.
Así es como seguimos andando Por el valle de la casualidad, Ahora somos dos extraños jugando a ver el sol, Tan errantes e imperfectos, Huyendo de lo eterno Refugiando en el pecado, Para no decir adiós.
PECADO II ¿Acaso será el pecado lo que nos arrastra al fuego? ¿Cómo aquel ángel, que reniega de su propio cielo? Tal vez puedas limpiar tus culpas en lo que llaman eterno, Abrazándote al perdón en silencio.
Sé que el mar y su sal
Lavarán tus pies Liberándote del pecado de haber amado Y sin piedad haber olvidado.
No hay castigo justo para un pecador Que entre los besos ha perdido un corazón. Dicen que en el pecado se lleva la penitencia, O en el peor de los casos, esperar la muerte con paciencia.
Esta noche un ángel ha quemado sus alas frente al mar, Como naves celestiales, Mientras se funden se subleva ante la luna, Le blasfema, le reclama, La desgracia de haber nacido sin paraíso, Y por ese inmundo destierro, porque Dios así lo quiso.
Tus pecados los llevas en el alma Nadie sabrá que fue, pero espera, Pronto llegará la calma, Porque cuando todo arda, Tú tan solo estarás en esa cama, Atrapada en esta tierra, Añorando ya vestirte de ella, Y al fin postrarte donde todos te vean, para que velen, Y entre sollozos rueguen, por tus pecados, Aunque nadie, pero nadie, los sepa.
Julio Tavares
IRONÍA
EL DEMONIO Me encanta ver a ese dulce ángel, con su piel blanca como la pureza, sus ojos llenos de ternura, su sonrisa inocente como sólo ella misma lo sabe ser y sus grandes alas de libertad. Veo cómo baila y su cuerpo se contonea a la melodía de un violín. Mueve sus manos al son de cada nota, todo pareciera que gira a su alrededor; las hojas de los arboles caen a su camino como agradeciendo su existencia y alegría. La adoro ver desde las profundidades de mi infierno, por ese cielo abierto que me permite ver tan magnifica criatura creada a la perfección.
¿Acaso yo podré ser su protector? ¿Podré subir a ese cielo y violar las reglas? ¿Su piel tan delicada y virginal? ¿Podrá aguantar mis manos ardientes? ¿Su boca podrá aguantar el fuego de mi deseo? ¿Qué se sentirá tocar su piel? ¿Qué habrá detrás de sus bellos ojos? Muero por estar un segundo con ella y ser la oscuridad que la proteja. Tenerla a mi lado sería como tener una bella flor: jamás lastimarla y cuidar tan delicado ser sin violentar su inocencia y pureza. Pero no, no creo que quiera estar con un demonio que baila con las brujas en el aquelarre, bebe sangre y amanecemos mezclados en la orgía de cada luna llena.
EL ÁNGEL Cuando me oculto de mi Creador voy a aquel lugar donde el cielo está roto y puedo ver hacia abajo donde el infierno arde y desde ahí lo observo, aquel demonio único ante los demás. Veo la perfección de sus formas, sus ojos negros como la total oscuridad, sus labios ardientes y deseosos de un beso lleno de lujuria, sus manos creadas para tocar los puntos exactos del placer. Su cabello negro y largo aquel que quiero enredar en mis dedos, su cuerpo es grande y fuerte del cual quiero sentir cerca de mí, quiero que esas manos recorran vulgarmente mis partes.
Que sus labios invadan mi boca, que sus ojos penetren mi inocencia pura, quiero que me haga suya como lo hace con las de su “clase”. ¿Acaso yo le gustare? ¿Se espantará con mi inocencia? Porque quiero gemir de pasión y saber qué es sentirlo dentro de mí, que abra mis piernas y me penetré sin piedad, que desnude mi pecho y con su lengua recorra y pruebe todo mi cuerpo. Huir juntos de todos a un mundo tan lejano y cada noche ante su luna copulemos sin piedad. Quiero que me haga suya y yo ser sólo para él. Violar cuan miles leyes están escritas para que esta unión jamás suceda, pero por él quiero ser hasta lo imposible y sentir su protección rodeados de total oscuridad. Ser ese pecado que los mortales algún día contarán en sus leyendas a la luz de la luna.
YEZIDY
Incrustación Asesinato otra vez. El periódico sirve. Amigos peligrosos. Jerez, olvido, marihuana, olvido. Balazos. Desacuerdos verdaderos con la vida. Los amigos van a rehabilitación. Más jereces, tarde calmada. Fumeteos a lado de militares. Orinando edificios viejos con un olvido adquirido que me engancha, ¿sabes? Adiós tiernos encuentros terrenales.
Alcohol trepado, memoria gelatinosa. Todo en la avenida de mi ensueño. Y cada que entro a un departamento, flashes me hacen olvidarte. Imágenes sobre levedad. Un retrete rojo. El subterráneo vuela. Flashes me hacen olvidarte. Quiero entrar gratis. La torpeza, era encantadora. Y me voy por todo un momento. Garganta rasposa. Esófago de fuego. Algo me hizo enojar. El autobús me adopta, enfermo. La cabeza duele. Duerme, duerme, duerme... Flashes me hacen olvidarte. Bajo. Ando. Llego. Bebo. Fumo. Duermo.
Yffel roca
Alta Gracia.
Amarrada. Llora el alma cuando canta el zopilote. Bruja, Lechuza. Amรกrrate un ojo de venado, carga un billete de dos dรณlares, ve a que te soben de empacho, Vete de rodillas a Chalma.
Ni Dios da ni el diablo quita. Ponte al santo de cabeza. Seguro agarras. No. Ni en rifa sale. Cotorra, vestirás Santos. Se puede más humillación y lo que es peor, soportarla? Altagracia ungida por la sotana del párroco, orillada a cumplir la palabra del señor. Sumisamente estúpida. Llenaba sus pantalones, no era tan fea para ese entonces. Yo simple mortal condenado a la perdición por mi mal pensar y porque odiaba tanto la hora en que automáticamente sonaban las campanas de la iglesia llamando a celebración. Bien decía un tío mío, por supuesto Ateo. Las campanadas y una mentada son lo mismo. El que anda necesitado ya sea de amor invisible o de una putiza, atiende. Alta, como todos le decían salía antes de su casa en cuanto sonaba la primera llamada a Misa. Anacrónica, lenta y con el aura limpia. Nosotros estábamos en lo más intenso de las retas, la segunda llamada era el silbatazo final. De ahí todos a bañarse y vernos en el atrio del templo a escuchar según nosotros la prédica del que para ese entonces le daba la
oportunidad a Alta de ser sacristán y facilitadora de las tareas que el señor cura realizaba en su puesta en escena. Todo bien. Hará ya unos 25 años de eso. No lo vi yo. Es más creo que nadie lo vio nunca. Pero ya ves cómo es la gente de envidiosa cuando alguien ha sido elegida por dios mismo, para entregarse en alma y cuerpo al servicio de la Iglesia. Tal vez nunca ocurrió. Nunca nadie vio pasar eso. Pero aquel Cura tenía aires de Salvador. Tal vez por eso Alta se enamoró. Tal vez quiso un pedazo de Dios en su vida. Solitaria siempre, su única y verdadera diversión era administrar un viaje a la playa cada año. Afuera de su casa se veía el letrero. Viaje parroquial. Informes aquí... Tal vez Altagracia tenía que bajarse un poco y llevarse al infierno a todos los que la criticaban por dormir a un lado de la finca parroquial. Se corría el rumor que dejaba la ventana abierta para que el grandísimo señor cura se brincara cada noche con ella. Tal vez nunca ocurrió. Pero si es verdad, sería una buena noticia para mí. Altagracia.
Nuca dejaste que yo fuera a tu viaje disque por qué era mala influencia para los grupos Unidos en Cristo. Esos del coro. Sería bueno verte aquí. En este hoyo que me estabas negando. Después de esto ya nadie te atacará. Gracias. Te hubiese hecho caso.
AFZ
Y ahí estábamos él y yo, viendo las luces de la ciudad. Envolvió mi cuerpo en sus manos, sus besos empezaron a conocer mi cuello. Sus manos invadieron mi cuerpo y mi sexo ya lo deseaba... Entonces me besó como si fuera la última vez, fue un beso desesperado y calmado, desenfrenado y pausado. Fue así como mi pequeño vestido fue dando lugar a sus manos exploradoras. Con mis manos dejé caer el pequeño hilo negro de encaje ya mojado. Mis senos se asomaron casi angustiados por no recibir sus besos. Pero su lengua era más rápida. Los tomó con sus manos y lamió mis pezones duros, le pedí chuparlos y así lo hizo. Para eso están los amigos, ¿no?
Lo invité a la cama, abrí mis piernas para él y ahí fue donde supe el poder de sus labios y su lengua. Era imposible contener los orgasmos... ¡Su lengua es mi testigo! Era tan potente el catador que me hacía gemir sin parar. Mis dedos se entumecían, mi espalda se arqueaba y mis caderas le entregaban un exquisito baile. Sus dedos dentro de mi hacían sentir cualquier terremoto como poca cosa y así pasamos la noche, intentando sin éxito dormir y probando fluidos hasta ver salir el sol. Hasta un nuevo encuentro.
Medusa de Noche
Perdido Visto desde acá, todo lo que pasó fue estúpido. Creer que no sabrían que fui yo, el asesino de los diamantes, quien se burlaba de las pesquisas y de lo que filtraban en la televisión; fue solo una muestra más de soberbia, la que siempre me acompañó. Por esto escribo en primera persona: no me importa lo que piensen los demás; no es, aparte, una confesión esta: me exhibo, quiero que ustedes se avergüencen de lo que son, o de lo que no pueden ser, ni soñando. Pero así como todo tiene un comienzo, esto también: siempre me sentí privilegiado, y mi educación así lo confirmó: hijo único, buena posición económica, me gustaron siempre las artes, la búsqueda por la perfección. Y cuando se busca la forma perfecta, la moral está lejos: el crimen puede ser una bella arte. Leí, investigué, me hice acompañar de peritos en criminalística y criminología: no hay crimen perfecto, pues siempre el asesino busca ser capturado. Yo quería ser la excepción a la regla. Sin motivos, sin tener un elemento que me ligara a las víctimas, pues podrían ser viejos o jóvenes mujeres, así como prostitutas o niños, mi primer error fue ese: con tal de poner a prueba a los agentes que hurgaban en las escenas del crimen (no sé cuántos crímenes cometí antes de esta brillante idea), se me ocurrió “sembrar” diamantes, de los baratos pero que a primera vista parecen genuinos. La idea, como descubrieron los medios tiempo después, resultó hilarante: pasaron otros 10 crímenes antes de que se hiciera público que los mismos agentes eran los que revisaban la escena del crimen, seguros de encontrar más diamantes y llevárselos. Me reí cuando pasaron eso en la televisión. Sabía que iban a actuar así: me sentí con ventaja. Luego de eso, tomé unas vacaciones; un diplomado en litografía. Pero sentía que al mundo le hacía falta alguien que le descubriera su penosa existencia: yo, el ejecutor, el ángel exterminador. Me erigí como el justiciero de la despreciable existencia humana. Sabía que podía hacer lo que quería con ellos, disponer a mi antojo de los cuerpos de todos; y así lo hice, o creí durante ese año, cuando al final me apresaron. Pero antes, me gustaba jugar con las víctimas: recuerdo a una extraerle un ojo, luego colocárselo en la boca, y le tomé unas fotografías, que después dibujé y con las que monté una exposición: tuve un éxito relativo. La crítica decía que captaba la desaparición y absurdidad del ser humano; yo, solo destazaba y me divertía con ver lo pequeño que es el ser humano. De pronto, me aburrí: no
daban con el asesino, y mi afán de notoriedad crecía. Mi última obra era un work in rogress: me filmaba destazando a un viejo que encontré afuera de las grandes oficinas por el centro de la ciudad, mendigando. Lo llevé a mi estudio, y al darle de comer, él agradecido, yo le asesté un martillazo en la nuca. Prendí la cámara: comencé por separar sus brazos: se los ponía de sombrero, o como bigote, o como alas; las ideas brotaban, no cesaban. Le sacaba fotografías, las cuales luego dibujaba (el hiperrealismo tiene amplias posibilidades…), y hacía bocetos. No sabía cuál era el gran final. Supongo que me aburrí, y aburrirse es lo más estúpido que hay. Supongo que me dio igual ser acusado por uno o cien crímenes. Supongo que me sentí bastante seguro de que no pagaría nada, de que apreciarían el favor que les hice: saqué del anonimato a esas vidas y las hice obra de arte, que perdurarán más que sus simples cuerpos. Ahora, encerrado en esta celda, solo, sin nadie que me vea, me siento perdido. Qué obra maestra sería ahora si me dieran un cuchillo, y comenzara yo a dibujarme, a hacerme sangrar, como aquellas cientos de veces que lo hice como espectador; pero ahora quiero ser yo mi mejor obra de arte…
Tomás Meneses
Soy un pecador
Soy un pecador de los hijos de Adán, hombre y bestia, pecador, portador de dolor a solas.
En la noche espera mi esperanza, la absolución y la condena, nada llega.
Llega la nostalgia que provoca el recuerdo a la memoria de una sonrisa limpia transparente y loca, loca natural.
Creo que el pecado original no es diferente al pecado fingido. Ya que el uno como el otro, engañan a su propio engaño
y se lo creen todo.
El cielo y el infierno, consuelo o tormento, verdad o mentira, nada existe.
Soy un pecador de los hijos de Eva. Amor y odio, semilla de piedra, vida y muerte.
En la mañana espera mi esperanza la respuesta divina, pero, ¿qué es la divinidad? Flor, serpiente, paraíso.
El paraíso es un abismo. La lluvia llora cuando la lágrima llora todos llora por sí mismo.
Él, nacido del barro. Ella, nacida de una costilla. ¿Hijos, padres o hermanos? tal vez todo, o tal vez nada. Ella, Eva, Él, Adán.
Pecado. Estoy enfermo de pecado, soy un pecador, fruto del pecado, de ese pecado inventado por la religión del pecado, de los hijos de Adán, de los hijos de Eva, de los hijos del pecado.
Víctor Chávez
TintaSangre Revista Digital #4
Agosto 2019