Tintero blanco Núm. 6

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Año 3 / Número 6 / Septiembre 2021

Tintero Blanco



Tintero Blanco Héctor Justino Hernández Director General, Selección Narrativa

Contacto Fátima Garrido Directora de Finanzas, Selección Poesía

/Tinteroblanco @TinteroB @tintero_blanco

María Eugenia García Directora de redes sociales, Selección Traducción

Irving Vásquez Director de Relaciones Públicas. Selección Ensayo e Híbridos

Carmen García Escobar Miembro fundador

Xalapa, Veracruz, México

tintero.blanco. revista@gmail.com

REVISTA LITERARIA TINTERO BLANCO, Año 3, Número 6, Septiembre de 2021 es una publicación semestral editada por el Equipo Editorial de Tintero Blanco, Calle Betancourt 56, Colonia Centro, Xalapa, Veracruz, correo: tintero. blanco.revista@gmail. com. Editor responsable: Héctor Justino Hernández Bautista. Maquetación guía: Pablo Rodríguez. REGISTRO EN TRAMITE. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo: En trámite. Las opiniones vertidas por los autores no necesariamente reflejan la opinión de la revista ni de sus miembros.


Editorial Y después de trasnochar durante semanas elaborando la editorial del nuevo número, por fin se dio por satisfecho. El dilema fue que lo escribió en tinta blanca, pensando que sería un buen detalle estético. -Irving ntre despliegues estratégicos y trincheras corroídas llegamos a nuestro tercer año con un sexto número que sigue en busca del objetivo inicial: la apertura de un espacio en donde diversas manifestaciones artísticas y sus autores converjan. Sin embargo, con el paso del tiempo, las labores de selección se han convertido en despliegues bélicos por parte de los diferentes miembros del equipo editorial. De hecho, nos parece sorprendente que todos sigamos con vida .

E

El arte es una experiencia estética individual y si bien tenemos métodos críticos de selección, no se puede negar la importancia de lo subjetivo. En un inicio, esto no era un problema debido a que no teníamos una recepción tan amplia, pero con el paso de los números comenzamos a recibir muchos más textos, lo cual complicó los vericuetos internos del equipo editorial. Seguimos en este viaje llamado mantener una revista independiente a flote. Agradecemos a los autores que en cada convocatoria se animan a mandar sus colaboraciones y sobre todo a nuestros lectores, quienes número a número recorren nuestras páginas. Tintero Blanco es un espacio donde convergen géneros, estéticas, corrientes, visiones del mundo, opiniones y perspectivas que se aúnan a la charla de la literatura. En este sentido, la revista va más allá y encuentra, en la selección, una forma de trasmitir un mensaje: el de nuestra actualidad y vanguardia.


Poesía

Índice Traducción

07 Ivonne Anahí Cázarez 09 10 12 13

Orozco Ausencia Aarón Rueda La noche es un paso interminable hacia la nada Isabel Arias A la sombra Roberto López Hueso triste Víctor Argüelles Poemas

Narrativa 15 Susú Espinosa

Aquella noche 19 Fernando Mendoza

CARTA AL SEÑOR R

41 Isaac Asimov

Un culto a la ignorancia (Trad. Héctor Magaña)

45 Safiya Sinclair

Dos poemas (Trad. Marjha Paulino)

Ensayo 50 Jorge S. Panohaya

Sobre Dancer in the dark y mis mundos de ficción. Armando Gutiérrez Victoria Qué impersonal es tu autobiografía. 54 Oración para salvar a Torres Bodet de Octavio Paz 58 Mauricio Mejía Romero Una historia de fantasmas sin fantasmas

Dramaturgia

21 Betzabe Gonzalez Perez 24 25 26 28

Fóvea 63 Ingrid Monfil Arroyo Paulo Neo Cuenta los minutos Mentiras piadosas ii H íbr idos Ángel Fuentes Balam Paula y yo 67 Yuliana Rivera Édgar Rodríguez López Dos cuerpos frente a frente… y de por medio una entrevista: crónica Señal de partida sobre boxeo Jóse Luis Mejía López Soliloquio desde la bruma

Dossier

Autores

72 Semblanzas

32 La loca del color (Sully Pérez)


Poesía


Ausencia ausencia. (del latín absentia) nombre femenino 1. la ausencia es simbólica re-presenta un espacio que podría ser ocupado por:

Poesía

Ivonne Anahí Cázarez Orozco

el cuerpo de quien se amó las palabras que un día se dijeron una mano sobre la nuestra también se es ausente aunque nunca se haya estado en primer [lugar, es ausente: el cuerpo de quien aún no se ama las palabras que no se han dicho las manos que no nos han tocado

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no se echa de menos lo que no deja espacio, ni dolor no hay ausencia sin dolor cuando el cuerpo se vuelve una cáscara hueca, empieza a consumirse, a ser ausente peor que el dolor, el vacío corporal

Tintero Blanco

2. la ausencia tiene su lugar en el presente, y solo es posible en la medida en la que se echa de menos algo


Poesía

3. la ausencia no es más que la posibilidad de la presencia, es posible seguir sin dolor, por lo menos mitigarlo de la ausencia deviene la espera, esperamos un cuerpo cálido esperamos palabras suaves esperamos manos que no nos suelten vivir esperando a veces es mejor que vivir con dolor 4 la ausencia es cíclica pronto dará paso a cosas mejores, más amables menos crueles

Tintero Blanco

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mientras, conozco pocas ausencias, y las que conozco las tengo siempre en mente, yo espero


La noche es un paso interminable hacia la nada [1] Me cansé de escribir acerca del mar. De ese azul que en su parsimonia arrastra claridades; entonces recordé el exilio en que el parpadeo marca los tiempos del oleaje de camino a la caracola. Los tiempos son los mismos: todo cuelga del recuerdo.

Poesía

Aarón Rueda

[2] Ritmos conservan el viento propio e inconcluso dentro de inesperadas situaciones. Los puertos no son los mismos, ni mujeres curándose las heridas, ni gallaretas suicidas al borde del ocaso y ninguna sirena traga todas las confesiones. Kilómetros pesan sobre la lengua como cien veranos sonando fuerte desde la altura del ritmo.

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[3] Territorios son comidos por el mar, parecieran sonidos de lamentables cercanías a los pies del faro. La marea irrumpe con voraz golpe. Nadie de los presentes se atreve a mencionar la palabra naufragio sujeta a sus artilugios, pues el azul puede encerrarlos dentro de un paraíso inevitable. Sé que el mar aparece en mis ojos. Versan los nudos de la sangre en la coronaria. Diminuto. Los océanos respiran fluidez de corrientes cálidas y al momento anida algún huracán. La sombra lo enfría y el ritmo es un lenguaje fluido que acontece entre las palmas. Nadie explica, pero me he cansado de llevar la verba entre pegajosas figuras de la flora a los pies del faro.

Tintero Blanco

[4]


A la sombra

Poesía

Isabel Arias Somos les de siempre quienes temen forjar el habla oírse en la inmensidad no sabremos curtir la noche los días Y venimos y queremos ser de olvido como madrugada volcando encima

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ex p a n

d

i

d

a

Redimir la hacinación que enterramos en brotes debajo de donde esa vez hubimos fe

Tintero Blanco

Somos éxodes a ras de quien nos tomó entre las manos Derramamos mudez como una sarta de hijos Espantos parimos a la sombra Hacemos vida aquí porque otres nos dejaron


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Tintero Blanco

Otres que nos traen b/ B a l i d o s nos nacerán al cielo

Poesía

Orfandad


Hueso triste Roberto López Poesía

Yes I try to kill myself in small amounts. Anne Sexton Es horrible dejar de estudiar para casarse. ¿No lo sabías? No te culpo. Nadie te lo dijo. Tener hijos no es malo. Lo malo viene después, pero nadie lo entiende (el segundo, el tercero).

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El divorcio es la forma más precisa para dibujar el abandono.

Tintero Blanco

No es horrible tratar de morir (la muerte es un hueso triste): no eres la única persona intentándolo. Procura no hacerlo el día de tu cumpleaños. Vuelve a casa al terminar el almuerzo, déjalo todo en orden: las llaves en su sitio, el libro terminado (es horrible remar hacia Dios, ahora lo sabes). Abrígate, bebe un poco. Enciérrate en el coche y respira, respíralo todo. Puede que esta vez lo logres.


Poemas Víctor Argüelles Toquemos lo que toquemos, así sean los bordes del día o las buenas intenciones en el bosquejo de la agenda,

Poesía

DENSO, MANTO GRIS

será tocar superficies donde se anida la superstición del polvo.

que se extiende sobre nosotros con un manto gris de incertidumbre. SANTUARIO Siempre es un dejarse asaltar, siempre llega poblada del santuario incandescente donde duermen… Mariposas en el dedo, agua en el caída de los ojos. Es mirar, tensar, aproximarse, arrebatarles el aliento. Cualquier intento por salir, será siempre una llamarada.

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Tintero Blanco

Sobre todo en el tiempo presente, en este tiempo congelado en la densidad del aire que no sabe a dónde va,


Narrativa


Aquella noche

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Tintero Blanco

Una semana antes de vacaciones, Sandy me invitó de viaje con su familia. Cuando dije que sí, no había considerado la posibilidad de volver a ver a su hermano y, después de responder su mensaje, deseé haber dicho que no y esconderme hasta que llegara el fin de mis días. Sandy, Nina y yo éramos las más cercanas antes de la universidad y todavía manteníamos contacto suficiente como para que aceptáramos la invitación. Sandy y su familia tenían la costumbre de hacer fiestas grandes y Nina y yo siempre estábamos ahí. Pero también estaba él. Y pensar en verlo me estaba dando un ataque de pánico al recordar lo mal que la pasé antes de que se fuera. Sandy no sabía nada. Su hermano se había ido a estudiar a España y yo no había tenido el valor de contarle y luego, mientras imaginaba que ella dejaría de hablarme de la nada, me di cuenta de que él tampoco le había contado lo sucedido. Llegué a pensar que yo no era tan importante como para eso. Por una parte, fue un alivio. Durante casi cinco años pretendí olvidarme de todo. Como las tres nos veíamos poco, las veces que llegué a visitar a su familia parecía como que él nunca había existido, ya no se aparecía por la sala mientras yo estaba ahí, ya no lo escuchaba reírse en la cocina, ya no veía sus zapatos en la entrada y, sobre todo, ya no tenía que obligarme a no ponerle los ojos encima cada vez que comíamos todos juntos. Cinco días estuve rondando la casa con el celular en la mano pensando en una excusa para decirle a Sandy. El problema era que sí quería ir, porque era en la playa, y el pretexto de Sandy era su cumpleaños. Ella podía ser rencorosa, yo no quería dejarla sola y no iba a permitir que el pasado me hiciera quedar mal. Dos días antes del viaje, Sandy nos videollamó para asegurarse de que teníamos todo listo.

Narrativa

Susú Espinosa


Narrativa

—Espero que lleven suficiente ropa para lucirnos toda la semana, ¡voy a llevarlas a unos lugares hermosos! —nos decía.

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Cuando el día llegó, el trayecto hasta el aeropuerto fue tranquilo, los nervios llegaron una vez que me subí. No podía escaparme, de todas formas. Aventarme del avión no era una opción. La consideré. Estaba tratando de no tener miedo por volver a verlo, y me mantuve bastante bien hasta que, por supuesto, lo vi. Sandy, Nina y yo estábamos tomándonos nuestras bebidas cerca del bar, el resto de su familia estaba dispersa, la primera reunión con todos sería hasta la cena. Ya había sobrevivido a la primera tarde sin verlo, pero sentí su presencia a lo lejos, ya muy cerca del mar. Me estaba mirando, mientras platicaba con sus primos. No disimulaba que me veía, aunque intenté ignorarlo. Nina sabía, aunque apenas una pequeña parte, y no tuve que hacer nada para que se diera cuenta de nuestro reencuentro, mucho menos tuve que pedirle ayuda, ella misma y sin previo aviso decidió ir a buscarlo para tantear el terreno. Otra vez quería esconderme. Para cuando ella venía de vuelta yo me levanté con pretexto de buscar un baño y luego Nina y yo dejamos a Sandy en el bar mientras susurrábamos tras una planta en una maceta. —Quiere verte, no sabía que ibas a venir. —Yo no sé si quiero verlo.

Tintero Blanco

—Mira, vamos a estar aquí toda la semana, si tienen problemas amorosos mejor resuélvanlo. Cuando caminé hacia el mar ya había oscurecido. Miré hacia el horizonte lo más lejos que mis ojos me lo permitieron, con la idea de que la brisa me llevara hasta el fondo y que no tuviera que enfrentarme a nada más. Luego escuché que llamaba mi nombre. —¿Te vas a quedar? —me dijo. —¿Y tú? Lo vi dudar, después de mucho tiempo, vi que no estaba seguro como aquella noche, tal vez de lo que hacía, tal vez de lo que sentía. La despedida había sido en mutuo acuerdo, pero eso no significaba que no me doliera tanto. El resto todavía era complicado.


—Pensé que si volvías no ibas a estar interesado en mí, ¿no rehiciste tu vida en España? Quedamos en no hablarnos. —Y fue lo peor que pudimos decidir. ¿No? Sí, aunque traté de convencerme de lo contrario. —No me hagas esto —le dije y se me acercó lo suficiente para que ya no sintiera la brisa de la noche en el rostro, solamente a él. El cielo de esa noche me estaba recordando a la otra.

Narrativa

—Tenía ganas de verte, si no venías a la fiesta pensaba buscarte — me confesó.

—Debí quedarme contigo, fue injusto. —Claro que lo fue, no estuviste aquí cuando peor me sentía. Allá nadie iba a preguntarte nada, aquí tuve que aprender a mentir. A pretender que no había pasado nada. —Tenía miedo de quedarme. —Y por eso te juzgué, te maldije —solté—. Quise que hubiera sido uno de nosotros.

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—Fue un accidente —dijo y negué. —De eso te convenciste. Él bajó la mirada y yo me atreví a acercarme a su pecho. Él me rodeó con sus brazos. Cinco años habían pasado desde la última vez que lo tuve tan cerca, cinco años me hizo falta. —No, no hace falta. Nadie se dio cuenta, me encargué de eso. —¿Entonces qué hacemos? —Ya pasó mucho tiempo, no hay nada que hacer. ¿Todavía tienes miedo? Me respondió que sí, yo no supe si sentía lo mismo. Cuando toqué su rostro se me juntaron los recuerdos en la punta de los dedos, al igual que su rostro asustado y el corazón que le latía sin control, todo igual que aquella noche, con los síntomas que nos duraron mucho tiempo después, aun con la distancia de por medio y sin testigos que nos pusieran en peligro.

Tintero Blanco

—No podemos decirle a nadie.


Narrativa Tintero Blanco

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La brisa cálida se mezclaba con el calor de nuestras venas y la sangre que bombeaba como un permanente recordatorio de que nosotros seguíamos aquí. —Creo —me dijo— que sería más sencillo explicarle a todos que tú y yo tenemos algo, en lugar de confesar. —No hay nada que confesar, no hay pruebas. No tengas miedo, no hay crimen, no hay pecado. Bórrate de la cabeza, así como lo hice yo cuando me dejaste sola, de que no matamos a nadie, no estuvimos ahí. —Es más fácil inventarnos un romance.


CARTA AL SEÑOR R

Creo que tengo un problema. No tiene más de un par de semanas –o es posible que sea correcto decir un par de meses– que mi casa se convirtió en una redacción. El lugar donde como, duermo, cojo y escribo cambió radicalmente un día normal y soleado de marzo. Sin más, al despertar y salir de mi cuarto al salón mi casa se había llenado de un montón de periodistas que iban y venían; sentados tecleaban rápidamente a la par que le gritaban a la bocina de sus celulares. La verdad es que en su momento no le di mucha importancia, habían pasado cosas raras el último año y pensé que aquello sería normal y pasajero. Sin embargo, los días han pasado y no encuentro lugar en mi casa que no sea parte de aquel barullo mediático. Durante el día busco algún resquicio silencioso y tranquilo; me meto en el baño, acostado en aquella bañera cursi y rosa de hace más de quince años, y me pongo a escribir o a leer; pero siempre entra alguien de un momento a otro, entran de dos o de tres hablando y hablando. Otras veces, me voy a algún cuarto que creo está vacío, pero llega la hora del cigarrito del descanso –todas las horas son el cigarrito del descanso– y hablan, hablan y hablan. Mientras, yo soy como un fantasma; en ocasiones creo que me oyen porque voltean hacia donde estoy, se quedan mirándome fijamente, pero después me doy cuenta que miran hacia adentro, hacia sus pensamientos, buscando en los archivos personales de su memoria una frase demoledora para su próximo artículo. Las noches son las que a mí me sirven de lugar silencioso y tranquilo sobre el cual colocar mis pensamientos, escucharlos jugar en mi cabeza; salen, tímidos, al oír el silencio y vacío de la oscuridad que acompasa de vez en cuando algunas gotas

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Tintero Blanco

Mi estimado señor R.

Narrativa

Fernando Mendoza


Narrativa Tintero Blanco

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de lluvia. Escribo hasta ver la luz de la madrugada entrar por el salón, aquella luz azul blanca que antecede la llegada del alba y que nos obliga a pensarnos en el sueño del mundo o en la onírica realidad. Me voy a la cama feliz. La redacción empieza callada y tranquila, toman sus cafés juntos y hablan despacio, como para no despertar sus periodistas que llevan dentro. Son horas en las que se escucha más el jaleo a sus cigarrillos que sus murmullos. Pero a las doce del día es cuando la redacción despierta en un tumulto bullicioso: «Joder, tío; flipo con estos. ¡Cómo es posible que esto se publique!» «Es que yo no entiendo, estos qué se creen.» «¡Madona mía, el presidente naranja llama a la intoxicación clorofórmica!» «El viejito cariñoso de México llama a abrazos y besos con Santos en mano.» «El jefe del Amazonas se pelea con el social-comunista pro-de-la-Pampa.» «¡No, esto no!». Yo llevo cuatro horas de sueño y despierto con el sonar de un mundo que se hunde en sus propias palabras, y el problema es que no puedo seguir así. Me volveré loco, si no es que ya lo estoy; confundo el sueño y la vigilia; y ya no sé si lo que digo sale de mi voz o sólo resuena en mi cabeza. Como verás, mi querido amigo R, no es que no quiera mandarte lo que escribo, es que me cuesta trabajo escribir. Hoy me toca limpiar la cocina, tal vez ahí pueda hacer un fuerte, atrancar la puerta con los cajones, sellar las entradas y aprovisionar la comida; si lo logro encontraré el espacio necesario para terminar de escribir y mandarte aquello que te prometí ya hace bastante tiempo, un par de semanas, o es posible que sea correcto decir un par de meses. Saludos y abrazos de tu muy estimado amigo T.


Fóvea

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Tintero Blanco

Las axilas comienzan a humedecerse, la espalda se siente caliente ¡quema!, las manos ya están resbalosas… Intenta tragar saliva, pero es como si tuviera algo atorado en la garganta, inhala lento y exhala de golpe, las orejas se ponen rojas y arden, las mejillas son tan insufribles como la espalda; abre la boca para tragarse un bocado de aire porque la nariz no basta y, al mismo tiempo, el sonido de su respiración le taladra los oídos. Los ojos están fijos en ella. Tres pares de ojos la miran con pena, vergüenza y quizá con un poco de lástima también, pero el cuarto par la mira fijamente, expectante de su respuesta. El pecho comienza a doler como si un objeto de gran densidad se lo estuviera oprimiendo; la frente tiembla en un intento mediocre por fruncirse; los ojos ya arden, no pueden fijar la mirada en un punto; nerviosas, las pupilas miran lado a lado. No hay escapatoria: en cualquier lugar donde se posen, ellos están allí para recriminar el próximo movimiento, su movimiento. Antes se habría permitido articular una majadería para escapar, en el acto un poco de saliva salpicada y retirarse a la cama habrían bastado. Pero llegaban los reclamos más tarde y eso terminaba por colapsarle la paciencia. Seguía callada, no respondía a la agresión. Ya había tenido suficiente con volverse la perra maldita y negarlo la desgastaba. En su lugar, decidió hacer el papel suyo, moldearlo, ajustarlo a su piel. “Seré la perra para que hablen con justificación”, sentenció una noche bajo la almohada con la cara húmeda. Nunca pudo hacer ese papel parte de su ser. La mandíbula se tensó, se contrajo. Dentro los dientes se apretaban y un dolor agudo se aproximaba… —Ya se enojó— escupió la boca que en otra vida ella había amado.

Narrativa

Betzabe Gonzalez Perez


Narrativa Tintero Blanco

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Esa sonrisita idiota le colmó la paciencia, pero aguantó el embiste. Los tres cuerpos más que ser una ayuda, le estorbaban para poder actuar y la colocaban en la figura de la víctima. ¡Carajo! Se movió en su asiento, acomodó las nalgas en la madera y, mientras la frente se seguía contrayendo, se vislumbraba un rostro desfigurado, un rostro de fastidio, probablemente de odio. Juró que jamás tendría en su ser un sentimiento tan bajo, se había fallado. —¿Qué? ¿No dices nada? — nuevamente le insistió. Los ojos comenzaron a arder más fuerte. Parpadeo una sola vez y sintió un líquido caliente cristalizar sus ojos… ¡Maldita sea! La primera vez, recordó, derramó el líquido culposo frente a esos cuerpos y el acto no fue liberador. Se ejercitó y ahora sabía cómo devolverlas a su sitio sin imaginar el daño prolongado que eso le provocaría, ni siquiera esos cuerpos que la vieron crecer lo sabían. Siguió aguantando. —Ya di algo. Discúlpame —. Le tiró a la cara sin más. “¡Aguanta!” Vio cómo la cara de él se contrajo, se removía incómodo, reconoció en silencio que su error, la mayor parte del tiempo, consistía en darle malos comentarios en torno a distintos aspectos de ella: su cuerpo, su risa, su profesión, sus ideales… todo. Ahora tenía que asumir las consecuencias por decirlos. Su espalda se puso firme. Ella logró mirarlo fijamente. Su cara se modificó y en su lugar mostraba un rostro inexpresivo. Los tres pares de ojos se dirigieron hacia él y hacia ella simultáneamente. Se levantó de la mesa, le ofreció una última mirada fría, tan gélida que él entendió que jamás esos ojos volverían a amarlo.


Narrativa

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Tintero Blanco

Su espalda se puso firme. Ella logró mirarlo fijamente. Su cara se modificó y en su lugar mostraba un rostro inexpresivo. Los tres pares de ojos se dirigieron hacia él y hacia ella simultáneamente. Se levantó de la mesa, le ofreció una última mirada fría, tan gélida que él entendió que jamás esos ojos volverían a amarlo. —¿A dónde vas? — dijo nervioso, culpable, movió los ojos lado a lado y estaba a punto de levantarse de su asiento cuando vio que ella lo hizo antes rápidamente y se dirigió a la puerta. —Ni te molestes. Cuando regrese espero no verte nunca más aquí —. Le sentenció y salió por la puerta. Afuera, la recibió un cielo azul grisáceo, un viento frío le acarició el rostro, el corazón agitado comenzó a disminuir su ritmo, algunas hojas se balanceaban hasta caer en la banqueta por donde ella pasaba, se sintió tan ligera como esas hojas. Un sentimiento abrasador la embargó. La densidad del pesar disminuyó mientras su marcha se aceleraba poco a poco. Estaba ansiosa por arrancarse esa envoltura de la perra, ese empaque que la enfrió y la enajenó de la sensibilidad hacia el amor destinado a cualquiera. Ese hierro que la cubría comenzaba a disolverse, pero no sería tan fácil. Sin embargo, inició el proceso con decisión y al frente focalizó a ese alguien que durante mucho tiempo olvidó y veía cómo se empolvaba. Ahora, ansiosa, esperaba ver cómo emergía: era ella.


MENTIRAS PIADOSAS II

Narrativa

Paulo Neo

Tintero Blanco

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Sofi soñó mucho tiempo con una mascota. Lo intentó todo: súplicas, promesas y hasta alguna extorsión menor. No hubo caso, sus padres se negaron sistemáticamente. De todas maneras, Sofi nunca perdió las esperanzas y siguió insistiendo cada vez que tuvo oportunidad. Tanto insistir, tuvo su resultado. Cierto día, el papá de Sofi llegó a casa con un pequeño y hermoso conejito blanco. Sofi se declaró la niña más feliz del planeta. Y Bugs Bunny, tal cual lo bautizó, pronto se transformó en un miembro más de la familia. Los meses pasaron y el animalito, acostumbrado a comer mucho y moverse poco, creció bastante y engordó otro tanto. Al verlo una tarde, el tío Carlos prometió a los padres un exquisito estofado, usando una receta francesa que incluía miel, albahaca y puerros. Los padres, encantados con la idea, se lo pensaron y preguntaron: –¿Cómo hacemos con Sofi? El tío les dijo que no se preocuparan, que él se ocuparía del asunto. Unos días después, toda la familia se prepara a disfrutar del gran plato, que se sirve con bombos y platillos. Una vez sentados a la mesa, Sofi pregunta en voz alta: –¿Alguien vio a Bugs? No lo encuentro por ningún lado. En ese momento, los cubiertos caen al unísono, el silencio es total, las voces y los ruidos se callan abruptamente. Por fin, el tío se levanta y le dice a Sofi que lo acompañe, que tiene algo que contarle. La niña lo sigue, suben la escalera y en la mesa todos quedan expectantes, temiendo lo peor. Minutos después, Sofi baja sonriendo con la piel blanquísima de Bugs entre las manos. El padre, entre sorprendido y aterrado, pregunta qué pasó. A lo cual, Sofi contesta: –El tío me dijo que Bugs tuvo que irse a ver a su familia coneja. Pero, como me quiere tanto, me dejó su abrigo de regalo.


PAULA Y YO Paula es igualita a mí: tiene el cabello rizado y negro, tan difícil de peinar. Tiene diez años igual que yo, los dientes de adelante enormes como los de un castor, es flaca y casi tan alta como mamá; es también morena, y con los ojos de canica verde, según papá. Platicamos mucho y creo que por tanto convivir, ya habla como yo. Y es que Paula siempre ha estado al lado de mi hombro, juntito a mi cabeza, respirando en mis orejas, empujándome al correr.

Narrativa

Ángel Fuentes Balam

Cuando nos despedimos en la noche, siempre insiste por llevarme con ella. "Ven, ven aquí", pide ansiosa. Y le digo que no, que hace mucho frío en su casa.

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Es cuando sale del espejo, y me vuelve a insistir: "métete, métete otra vez, Karina". Pero le digo que no me diga así. Ese nombre entristece mucho a mis papás. Le digo que me llamo Paula y que vivo de este lado del espejo. Ella llora, patalea, se va corriendo. Cuando eso pasa, en todo el día no puedo mirarme en los vidrios ni en el retrovisor del coche, porque no puedo ver sus ojos ni los míos, sólo un vacío que lleno sin estar.

Tintero Blanco

A veces se enoja y me dice que entonces ya no volverá; pero al siguiente día la veo en la mañana, como si nada, cepillándose los dientes frente a mí.


Señal de partida Narrativa

Édgar Rodríguez López

Tintero Blanco

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Es un viaje largo, como siempre. De norte a sur la ruta me da tiempo libre para pensar. Debí haberme arrepentido hace mucho de aceptar este empleo tan lejos de casa, pero es lo que hay para mí en esta ciudad. Además, han llegado a complacerme estos recorridos por la mañana. Observo a diario casi a las mismas personas. El albañil me saluda levantando el mentón cuando abordamos juntos al principio. Sé distinguir ya el horario de los tres choferes a esta hora, sus hábitos, sus risas. La señora de la canasta de dulces baja cojeando en el centro cargando su alta sombrilla. Cada quien cumple su rol diario en este mundo pequeño de asientos rojos. Tal vez yo también. No dije todos y cada uno, pero gran parte repite su rutina al mismo tiempo que yo. Hay excepciones y desconocidos de vez en cuando. Eso me alegra. Algo nuevo para mirar aparte de los rostros habituales. Algo para perderse y hundirse, ajeno a sí mismo. Esto espero cada día, unos rasgos distintos para leer. Hoy, junto a eso, espero también el sol ascendiendo sobre los cerros tras el Chuvíscar para tener una luz clara y distinguir a todos los pasajeros. Cuando al fin aparece el horizonte enrojecido y el chofer apaga la luz azul que antes nos amodorraba, puedo notarla desde el asiento del fondo, mi favorito. Primero pensé en una mancha de tinta, de comida, una mierda de pájaro. Eso parecía. Seguí mirando. Se movió. Tal vez una hoja muerta enredada de algún modo en la espalda de esa mujer. Pero se movía, estuve seguro después de parpadear y borrar las lagañas, agudizando la vista como pude hasta aquel asiento a la derecha, donde no quedaba ya tanta gente. Son nueve patas largas, como alfileres. Puedo contarlas prestando mucha atención, aunque me invada el vértigo. Son unos ojos (no sé cuántos) negros con la tonalidad que podía ver en sueños de la infancia. Y es una pelusa suave, opaca, una invitación a la cercanía. La mujer va adormilada, cabeceando, casi rompiéndose la nariz con el tubo de adelante; siempre engarruñada


Narrativa

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Tintero Blanco

a su bolsa de mano, donde oculta sus secretos. No siente la caminata lenta en su espalda. Pero yo tampoco la sentiría. Aunque significara peligro y fuera ponzoñosa, ligeramente los pasos a esta velocidad terrible de la que nadie habla ni se queja. Se ha estado divirtiendo en sus recorridos por esa blusa blanca con flores. Cree que son reales. Parece brillar con la luz que amanece como brillan los vellos del brazo al estar junto a la ventana. La imagino tibia y palpitante, apenas perceptible al tacto. La vi dibujar círculos y luego quedarse quieta, dar vueltas por el cuello de la mujer y regresar a la espalda, justo donde una vértebra prominente intenta desgarrar la carne y escapar. Parece preferir ese espacio del cuerpo. Seguimos en marcha. Nadie dice nada a estas horas de la mañana. ¿A quién? ¿Para qué? Bajan cada vez más personas. En este trayecto puedo ver multitud, luego vacío; el pasillo repleto otra vez y, finalmente, vacío de nuevo. Ninguno de los pasajeros que bajan o suben ha hecho algo por la mujer que ahora, después de todo, cayó al frente y se ha abierto la cabeza con el tubo del asiento. Ha de ser el sueño, a estas horas… Hay risas opacadas de quienes la han visto sucumbir. Las patas han dejado ya ese cuerpo detenido donde pasearon tanto tiempo. No pude seguir su ruta. Cuando el hombre sentado al lado necesita bajar se esfuerza apenado para no despertarla y poder llegar a tiempo a su trabajo, continuar su rutina. Prefiere no molestar demasiado. Se atreve a brincar al asiento de atrás y bajar a la calle con su morral sin incomodar a nadie a su paso. Yo bajo en la siguiente. Antes de llegar, el chofer la ha notado al fin desde su largo retrovisor arriba del parabrisas. Pudo ver los dos hilos de baba y sangre entrelazados. Descienden de la boca abierta hasta el suelo de lámina y corren hacia atrás bordeando los relieves del antiderrapante. Detiene el camión y yo prefiero salir de una vez: se ve que va para largo. En la calle, mientras los pasajeros son evacuados, creo sentir un cosquilleo en la cabeza. No es verdad. Me revuelvo el cabello. No lo creo y, aunque fuera cierto, estoy seguro de que si alguien me mirara fijamente no haría nada para salvarse.


Soliloquio desde la bruma Narrativa

José Luis Mejía Méndez

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11:00 h: Sé cómo son las cosas, por eso compré los boletos para mañana. A pesar de que, dijeron, llegarías medio día, sé de la posibilidad de un retraso. Esto siempre es así. Lo cierto es que te espero hasta eso de las ocho de la noche, pero vine preparada, Charlie. Traje a la base un montón de sándwiches para todos (sé de la gula de la soldadera, así que me guardé bastantes en la hielera para mi estancia y tu llegada). 12:00 h: ¿Por qué te obsesiona tanto ver esa bendita obra? Soliloquio desde la bruma… ¿Quién querría sentarse a observar a una persona hablando consigo misma, caminando de un lado a otro sobre un escenario? Bueno, parece estúpido que lo diga yo ahora, sentada en esta incómoda banca de metal (mi trasero se está congelando, no te miento). 13:00 h: ¿Qué te llevó a ese lugar, Charlie? Siempre fuiste pacifista, te molestaba entrar en conflicto con quienquiera que fuera. Lo más cerca que estuviste de golpear a alguien fue durante aquella marcha contra la contaminación y lo único que hiciste fue echar una mirada de advertencia a ese policía. No sé cómo tanta estupidez puede caber en tu persona, ¿retar a un policía? Todavía peor, odiar a la policía y enlistarte en el ejército. Jamás imaginé que estaría esperándote volver de la guerra, incómoda, rodeada de gente, de otros padres esperando a sus hijas e hijos, en un sitio tan pequeño como este. Es absurdo. 14:00 h: «No es justo, mamá. No puedo dejar que eso suceda», me dijiste. ¿Cómo carajos no?, claro que puedes dejar que un país invada y abuse de los pobladores de otro para apoderarse de sus recursos. Claro que puedes, ¿no ves que todo mundo lo está haciendo? ¿No sabes que hay cientos en la comodidad de sus hogares o trabajos por cada persona que defiende tu causa? En fin… claro que podías, pero cuando te lo dije me respondiste «no podría vivir con eso». Charlie, ¿quién me garantizaba que sobrevivirías a la guerra?


Narrativa

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Tintero Blanco

Me dabas dos opciones, verte a diario con el sufrimiento de haber podido hacer algo y no mover un dedo o verte partir a la guerra sin saber si volverías. En realidad, sólo una de esas opciones me daría la posibilidad de verte sobrevivir. 15:00 h: Siempre fuiste brillante, la inquietud te persiguió desde que respiraste por primera vez en este sitio. Jamás paraste de defender a quienes no podían, sin importar que los defendidos te odiaran, te trataran mal o a duras penas repararan en tu existencia. 16:00 h: A pesar de todo, en algún momento la gente comenzó a notarte, ya sea por tu apariencia aparatosa o por la bondad que derramabas: tienes un gran don. Cuando te fuiste no lo hiciste en soledad: cinco de las personas que más te amaban te siguieron. Incluso yo lo intenté, pero importaron más las arrugas de mi cuerpo y la rigidez de estas manos que todo lo que, yo sabía, podía aportar. Dime, ¿quién hubiera podido, a pesar de la edad y los dolores, hacer tantos sándwiches, dejar impecable la casa para tu llegada? 17:00 h: Uff, ya tenía hambre de nuevo. También traje papas fritas, en hojuelas, sé que te encantan los sándwiches con eso en medio. Yo creo que la locura te alcanzó en un momento y por eso te gustan tanto. Hoy por fin probé uno de esos, en realidad no están tan mal… a lo mejor me como otro. Si me acabo las papas, al ratito voy por más. Detesto esperar, pero heme aquí, imagínate si no te quiero. Haz tú las cuentas. 18:00 hrs: «Hoy tu amor sin par me eleva, Lucinda. / No sé qué hacer sin ti, mamá querida…». No sé por qué, pero hoy no he podido dejar de tararear la canción que me escribiste. Tú sabías cómo odiaba que me dijeran Lucinda, pero desde entonces no respondo por otro. Las horas extras de trabajo valieron por completo las clases de piano que tomaste entonces. Ya quiero ver de nuevo tus larguiruchos dedos moviéndose sobre las teclas y tu voz… yo no sé de dónde sacaste esa voz. Quizá de tu padre, pero es imposible saberlo, tú sabes que te tuve sola, jamás conocí al donador. «Tu voz me arrulla como el mar, tu vida / no dejaré yo de cuidar, ¡mi amoooooor!».


Narrativa Tintero Blanco

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19:00 hrs: Desde hace una hora hay una soldado mirándome extraño. Quizá no debí cantar tan alto tu canción. Debí parecer una loca: “Mujer heptagenaria improvisa concierto acapella en la base militar”, ya vi los encabezados de mañana. ¿O crees que sea por alguna otra razón? ¿Seré muy vieja para gustarle a una jovencita? Me parece bastante atractiva, pero yo ya no le hago a esas cosas. Creo que tendré que romper su corazón. 20:00 hrs: La soldado ha estado platicando con otra mujer y un hombre fortachón. En ocasiones voltean a verme. Charlie, ya apúrate, comienzo a pensar que estoy imaginando cosas… ¿y si los tres quieren algo conmigo? 20:30 hrs: ¡Los sándwiches! Ya sé, son los sándwiches. A lo mejor tienen hambre y no se atreven a pedirme uno. Qué bueno que me traje esta heladera que mantiene la temperatura hasta por doce horas. Y tú me dijiste «no la necesitas, mamá, no tienes que esperarme tanto tiempo». Patrañas, digo yo. Patrañas. 21:00 hrs: Los soldados fueron muy amables conmigo. Sí tenían hambre. Aunque yo estoy segura de que una de ellas me vio un poco extraño. Para que no digas que tu mamá ya no tiene el toque… Charlie, ya has tardado demasiado. 22:00 hrs: Acaban de informarme que tu avión está apunto de bajar. Me asomo para verlo descender. No puedo reprimir una sonrisa. ¡Las papas! ¡Me acabé las papas! Tendremos que ir por más. * La anciana está asomándose desde la base. Tiene una sonrisa impecable, mira al cielo. Hace rato nos ofreció sándwiches, nos dijo que esperaba a una persona y habló sobre una obra que salió hace años, Soliloquio sobre la bruma. Hago para acercarme y preguntarle si necesita algo, pero Alex me lo impide. «Déjala, ya voy yo», me dice y me toma por el hombro. «Ella estaba aquí el 30, estaba viendo cómo descendía. Esperaba a alguien que venía en ese avión». Lo que dice me hace entenderlo todo. Volvían tras lograr el tratado de paz entre Drezde y Ambrara. Cuando se hacían las maniobras de descenso, el misil impactó: nadie lo vio venir. «Cada año», sigue, «llega puntual a las once y se queda hasta las diez de la noche. Siempre la llevo a su casa. Por favor, no digas nada cuando me llame Charlie… No deja de sonreír si no te acercas. Déjala un poco más. Diez minutos y la llevo a su casa».


Tintero Blanco

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Narrativa


Dossier


Sully Pérez La loca del color

(1991, Xalapa, Ver.) Ilustradora creyente de los seres espaciales. El dibujo,la ilustración ylaesculturaenarcillasonlas disciplinas artísticas en las que se desarrolla. Su trabajo se divide en varias líneas: lo monstruoso, el cosmos, el mundo onírico y esotérico. Todo tratado desde una narrativa extraña y visceral a través de historias gráficas visualmente incomodas, raras, monstruosas, complejas y texturosas. Su trabajo artístico es considerado por sí misma como autobiográfico; pues en él se cuenta, desde la experiencia, ciertas sensaciones humanas perversas como el miedo profundo o la oscuridad latente, todo creado a partir de un universo imaginario, formado desde la perspectiva existencial de la creadora.

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No es secreto que la obra artística de Sully Pérez es una mescolanza entre lo siniestro, lo monstruoso y lo esotérico. Tampoco su innegable influencia existencialista. Sin embargo, dentro de esto último, se encuentra un coloquio producido, lo más probable, debido a su origen autobiográfico: un diálogo entre el cuerpo, lo femenino y lo sensible. El trabajo de Sully Pérez es uno claramente humano en el sentido que nos muestra la personalización de la fatiga, la ansiedad y el miedo. Estos sentimientos se trasladan a partes específicas del cuerpo y allí se transforman. Ahora son monstruos, gusanos, demonios. Representan la sensibilidad de su autora, pero, irónicamente, debido a su presentación pérfida, forman parte, al mismo tiempo, de un proceso de desautomatización de dicha experiencia. Son un confesorio y una catarsis, un enemigo y una ayuda. En general, el cuerpo es una manifestación de contradicciones. Mientras por una parte es profundamente íntimo, también es extrínsecamente social; siempre permanece, pero paulatinamente se transforma y descompone. Independientemente del género, nuestra identidad se verá constantemente afectada por la relación que exista entre el cuerpo y el mundo y esta conexión será fundamental en la aceptación o rechazo de nuestras características físicas. No es raro percatarnos que el cuerpo se ha vuelto una condena para quien lo porta. En el caso del trabajo de Sully Pérez,



el cuerpo siempre será femenino. Si bien el conflicto de su obra es más bien privativo, las inseguridades y temores que manifiesta son provocados por un universo externo y cultural. La loca del color, sin embargo, resuelve esta problemática contextual de la identidad femenina a través de una exploración de la sexualidad y la aceptación del físico utilizando recursos como ilustraciones, cómics y esculturas de arcilla. Tal vez la mejor rama que permita la experimentación de lo siniestro con lo existencial, y de lo corpóreo con lo monstruoso y desconocido, sea el esoterismo. Tal vez la mejor relación entre lo esotérico y el arte se encuentra en el tarot. No se piensa que los mercaderes del mediterráneo alguna vez se hubieran planteado la transformación que sufrirían aquellos primeros mazos que traían a occidente desde la Ruta de la Seda. Ya desde la integración del palo de los triunfos en el siglo XV, y del nacimiento del Tarot como se conoce actualmente, las barajas eran acompañadas de pequeñas ilustraciones que representaban su significado, pero es a partir del siglo XVIII que estas se convierten en trabajos por encargo o propuestas artísticas. El tarot ya no sólo era misticismo y adivinación. Dentro de la cultura popular, actualmente no es extraño encontrarse con algún amigo que quiera leerte las cartas, pero en pocas ocasiones se reflexiona en que su éxito comercial contemporáneo también se debe a lo icónico de sus ilustraciones. Y lo sorprendente de sus ilustraciones son consecuencia de la amplitud y libertad de interpretación que ofrecen los nombres de sus cartas. Por ello una gran gama de artistas como Leonora Carrington, Remedios Varo o Salvador Dalí han podido reinterpretar al mago o a la emperatriz. Y por ello, en este nuevo número de Tintero Blanco, Sully Pérez también es capaz de integrar su estilo de lo corpóreo, lo extraño y lo femenino no sólo en sus ilustraciones aisladas, sino en su reinterpretación de cartas como la justicia, la diableza o la muerte.

Fátima Garrido



OBRAS


(Por orden alfabético) Amor monstruoso pp. 22-23 Deseo I Amor índice. Deseo III Libertad Portada. Deseo V Felicidad Contraportada. Deseos 1 pp. 38-39 Diableza 1 p. 71 Diosa Wandjina Portada dossier, pp. 32-33 El monstruo me tiene miedo Portada interior. La diabelza 1Portada autores, p.71 La justicia 1 Portada Traducción, p.40 La luna 1 Portada híbridos, p.66 La muerte 1 Portada poesía, p. 6 La princesa de la luna p. 37 La rueda de la fortuna 1 Portada narrativa, p. 14 Los amantes 1 Portada dramaturgia, p.62 Mérpe pp. 34-35 Muerte de una harpía Contraportada interior. Represión p. 11 Rueda de la fortuna 1 Portada narrativa, p. 14 Sacerdotisa 1 Portada ensayo, p.49 Sueño monstruoso I (Fragmentos) pp. 18, 31, 46, 53 Sueño monstruoso II (Fragmentos) pp. 57, 61, 70


Traducción


Es complicado contradecir la antigua sentencia que justifica a la prensa libre: “El pueblo de América tiene derecho de saber”. Casi parece cruel preguntar, con ingenuidad, “¿el derecho a saber qué?, ¿ciencias?, ¿matemáticas?, ¿economía?, ¿lenguas extranjeras? Nada de eso, claro. De hecho, uno puede suponer bien que el consenso popular es que los americanos están mucho mejor sin saber nada de esos temas. Hay un culto a la ignorancia en los Estados Unidos, y siempre ha estado ahí. La fuerza del antiintelectualismo ha sido una constante que se ha hilado a nuestra vida política y cultural, nutriéndose por la falsa noción de que democracia significa que “mi ignorancia es tan buena como tu saber”. Los políticos se han esforzado de manera rotunda en hablar la lengua de Shakespeare y Milton lo más antigramaticalmente posible, tratando de no ofender a su audiencia con la impresión de haber ido al colegio. Así, Adlai Stevenson1, que de manera inocente mostró cierta cultura e inteligencia en sus discursos, vio cómo el rebaño estadounidense se apiñaba hacia un candidato presidencial que inventó su versión de la lengua inglesa y que a partir de ahí no da tregua a quienes lo satirizan como nunca. George Wallace2, en sus discursos, tenía como blancos principales a los “intelectualillos”, era algo asombroso ver con qué aullidos de aceptación respondían siempre a esa frase su intelectualilla audiencia. FRASES GASTADAS: Ahora los oscurantistas tienen un nuevo slogan: “¡No les creas a los expertos!”. Hace diez años era «No confíes en nadie mayor de 30 años». Pero los que gritaban dicho slogan vieron que la alquimia inevitable del calendario los terminó volviendo a ellos unos desconfiables treintañeros, y en

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Tintero Blanco

Isaac Asimov Trad. Héctor Magaña

Traducción

Un culto a la ignorancia


Traducción Tintero Blanco

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apariencia estuvieron determinados a no volver a cometer ese error jamás. “¡No les creas a los expertos!” es absolutamente seguro. Nada, ni el paso del tiempo ni la exposición a la información, los convertirá en verdaderos expertos en nada útil. Tenemos una nueva palabrita con la que se da nombre a todo aquel que admira la competencia, el conocimiento y la capacidad de aprender, y que, al mismo tiempo, desea que se expandan en los alrededores. Gente a la que llamamos “elitistas”. Es la palabra más chistosita jamás inventada, ya que los que no pertenecen a la élite intelectual no saben qué es un «elitista» o cómo se pronuncia. Tan pronto alguien grita «elitista» queda claro que dentro de esa persona se oculta un elitista que siente culpa por haber ido a la escuela. Muy bien, entonces, olvidémonos de mi ingenua pregunta. Cuando decimos que los americanos tienen derecho a saber, no implica conocimiento de cosas elitistas. Lo que tienen derecho a saber es, vagamente, “lo que está sucediendo”. Estados Unidos tiene derecho a saber “lo que está sucediendo” en las cortes, en el congreso, en la Casa Blanca, en los consejos industriales, en las agencias reguladoras, en los sindicatos; ahí donde tiene asiento el poder, generalmente. Muy bien, concuerdo en ello. ¿Pero cómo harás para que la gente sepa todo eso? Concediendo libertad de prensa. Y si nos dan reporteros que quieran investigar, que sean independientes y valientes, vendrá la voz, y podremos estar seguros de que la gente lo sabrá. Sí, ¡si es que la gente sabe leer! Y así sucede que el leer es una de esas cosas elitistas. He estado hablando de ello y de la mayoría de estadounidenses, que en general, son quienes desconfían de los expertos y desprecian a los intelectualillos, los que no saben leer y no leen. Seguramente, el estadounidense promedio sabe hacer su firma de una forma más o menos legible y entiende los titulares deportivos, pero ¿cuántos estadounidenses no elitistas, sin gran dificultad, podrían leer unas mil palabras consecutivas en alguna pequeña sección, algunas de las cuales podrían ser trisílabas?


Por eso afirmo que el slogan “los estadounidenses tienen derecho a saber” es un sinsentido cuando tenemos una población ignorante, y que la función de la prensa libre es prácticamente cero cuando casi nadie puede leer. ¿Y qué haremos al respecto? Deberíamos empezar preguntándonos si, la ignorancia es tan maravillosa después de todo y si tiene sentido denunciar el “elitismo”.

Traducción

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Tintero Blanco

Es más, la situación va en declive. La habilidad lectora está paulatinamente bajando en las escuelas. Las señales de tráfico de las carreteras, que solían ser lecciones prácticas elementales de lectura (“PARE”, “CEDA”), poco a poco son reemplazadas por pequeños garabatos que intentan ser más legibles y que internacionalmente sirven de ayuda a los que saben conducir un automóvil pero que, al no ser intelectualillos, no saben leer. Y una vez más, en los comerciales televisivos, hay con frecuencia mensajes escritos. Si presta atención, descubrirá que ningún anunciante cree que vayan a ser leídos a excepción de algún ocasional elitista que sepa leer. Para asegurarse de que el mensaje lo recibe no solo esa minoría, el anunciante repite en voz alta cada palabra escrita. ESFUERZO HONESTO: Si eso es así, ¿entonces cómo los estadounidenses obtenemos nuestro derecho a saber? Aceptando la existencia de publicaciones que hacen un esfuerzo honesto por decirle al público lo que debería saber,. Preguntémonos cuántas de esas personas realmente son lectores. Hay 200 millones de estadounidenses que han pisado un aula en algún momento de sus vidas y que admitirían saber leer (prometiendo no decir sus nombres y que no se los ponga en vergüenza ante sus vecinos), pero la mayoría de las publicaciones periódicas decentes consideraría impresionante alcanzar siquiera la circulación de medio millón. Pudiera ser que el uno por ciento, o menos, de los estadounidenses intentara ejercer su derecho a saber. Pero tan pronto como lo intentaran, serían tachados de elitistas.


Traducción

Creo que cualquier ser humano con un cerebro físicamente normal tiene la capacidad de aprender grandes cantidades de información y puede ser sorprendentemente intelectual. Creo que lo que necesitamos es que el aprendizaje tenga la aprobación y el reconocimiento de la sociedad. Todos nosotros podemos ser miembros de la élite intelectual, solo entonces una frase como “derecho a saber” o cualquier concepto democráticamente genuino tendrá algún significado. Notas:

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1.- Adlai Stevenson fue un abogado, político y diplomático estadounidense. Dos veces candidato a la presidencia por el Partido Demócrata, en 1952 y 1956. Además, fue gobernador de Illinois entre 1949 y 1953 y embajador ante la Organización de las Naciones Unidas durante la presidencia de John F. Kennedy. (N. del T.)

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2.- George Wallace fue un político estadounidense y gobernador de Alabama. Se le considera un símbolo del racismo. (N. del T.


Cien Increíbles datos sobre los Negros, Completamente Probados, I En 1670, Virginia aprobó una ley que le impedía a los negros comprar personas blancas. Esto sucedió 51 años después de que los negros llegaran encadenados. Fue tal la cantidad de negros libres que compró gente blanca en Louisiana, que el estado hizo una ley similar en 1818. Cuídate del africano en su estado natural. Sus pensamientos, mucho más salvajes y oscuros de lo que puedas imaginar, su caja torácica partida a la mitad con nudos. En la madurez, su sangre quemará; cada nudo se enrolla apretado, un puño dentro de su cuerpo con rígida violencia animal, trenzas de cabello oscuro. Esperanza, un tenso dolor en la garganta se forzará para formar una negra corteza de palabras. No trates de entender la dicción de un Negro; él despierta en lenguas extrañas y habla completamente con su cuerpo. El Negro garabatea el lenguaje de las aves, sueños de ríos audaces y coronas derretidas, tu campo azul poblado con serruchos y sus afros, tus matorrales podados por negritos, hambrientas Susanas de ojos negros. Cabezas oscuras, llenas de recuerdos. Observa los dientes, increíblemente blancos,

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Safiya Sinclair Trad. Marjha Paulino

Traducción

Dos poemas


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cómo luchan por gesticular más allá de la ira. El Negro se romperá antes de ser amable. Sus mujeres también, como acantos negros, tienen un hedor inusual, son conocidas por perecer sin que les dé la luz del sol directa, y por menstruar juntas. Demasiado ruidosos y fáciles de provocar, se amontonan en congregaciones y escupen a largas distancias. Todos los Negros prefieren estar cerca del agua. Si sienten la lluvia, se juntarán, desnudarán, cantarán, bucearán, exigirán renacer, marcharán descalzos por el jardín para devorar tus semillas, para ordeñar y hacer nuevos herederos venenosos.


Ellos podían lidiar con el Negro como símbolo o como víctima, pero no tenían ninguna idea de él como hombre. -James Baldwin Naturaleza, hemos pasado nuestras muchas vidas desvistiéndonos

Traducción

Cien Increíbles datos sobre los Negros, Completamente Probados II

nuestro ceño colosal, mitad luz despojado de ojo y cuencas, esa canción tonteando, irreconocible.

Toda la noche el mundo sangró en mi colmillo como un lenguaje y nosotros sin sonreír nuestra estrecha boca nuestro espacio inestable, Y todos nosotros, un cero. Cuenta viejos catálogos de hueso, cabello, dientes: Qué amplio, qué grueso, qué bestial y tú, vaso medidor de semillas que mide diminutas fracciones del hombre, ¿soy Orang-után?

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Tintero Blanco

Casa, estancia brutal que destruimos indecibles, silenciamos el sol nuclear con la lengua vernácula y este cambio de código.


Traducción

¿o soy salvaje? Vecino, Te nombro maldito. Hermano de sangre, guerrillero entrenado, renegado. Asesino. Amenaza de la abeja africanizada. ¿Somos asimétricos, un millón de cráneos vacíos? Este uranio oscuro. Con una vida medio cíclica. Sedienta cuchilla girando. Acobardado mamut en la maleza.

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Etiqueta piel, cerebro, delito menor. ¿Qué quedó por heredar?

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Otro foco de atención Nación, estamos callando nuestras muchas voces, ensayando tus obras de sombras; un golpe, un fuerte golpe, un sueño analfabeto; Oh, singularidad apagadaQué brillante es el reflector de nuestro regreso a casa: cometa negro extendiéndose más allá del negro infinito, cielos negros. Granada negra.


Ensayo


Sobre Dancer in the dark y mis mundos de ficción Ensayo

Jorge S. Panohaya

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A lo mejor de aquí a un año ya tengo algo resuelto. No, mi proceso de vida no es fácil. Despertar con un dolor de columna e irme a dormir con mareos y dolor de cabeza. Durante las tardes pensar que soy insignificante. Llamar a mi hermana y decirle que “todo está bien”. Ver llegar a novio cansado por la jornada de doce horas en esa empresa de mierda, en ese banco de mierda. Ver tres capítulos de Betty, la fea. Revisar Grindr y enviar taps a unos cuantos. Ninguno responde. Y en las tardes, después del dolor muscular, angustiarme por realizar los deberes escolares y luego angustiarme por no hacerlos. Pensar que la vida me trató del asco por quedar huérfano a los dieciséis años. Luego pensar que no. Luego pensar que quiero morirme. Por la mañana descubrí un correo en el que me informaban que un texto mío había sido aceptado para una revista. Así se siente publicar. Dicha y felicidad por un momento. Luego nada. El mismo vacío de siempre. La misma migraña de las noches y el mismo “estoy bien” de cada tarde. La misma cara de novio cansado por el trabajo, aburrido de la vida, aburrido de nosotros. Otros tres capítulos de Betty en una cuenta de Netflix que ni siquiera podemos pagar. Y luego el sueño y el mareo. Las pesadillas. Y al otro día la misma rutina. Veré una película de Lars Von Trier. Dancer in the dark es mi película favorita. Selma aún baila en los idílicos mundos de su consciencia. Después de la ejecución, la música termina para el espectador, pero continúa resonando infinitamente en el eco de la ausencia. La ausencia también es una forma de estar en el mundo. Gerber Bicecci los denomina CONJUNTOS VACIOS Y cada día pienso que ese nombre es el más adecuado. El lugar de muchas personas es la ausencia, la falta de estar en un lugar es una forma de estar presente.


Ensayo

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Selma es el conjunto vacío de un vórtice de realidades. Una de esas realidades es la mía. Bailar en la oscuridad es el nombre más adecuado para esta tragedia. No sólo por la referencia a la inminente ceguera que llevará a la heroína (de los que han perdido todo) a un trágico final. Siempre que pienso en la frase #bailar_en_la_oscuridad# me pongo triste. De alguna forma todos bailamos en la oscuridad ante el futuro incierto. Si uno revisa la entrada bailar en el diccionario en línea de la RAE encontrará doce acepciones, las primeras cargadas de contenidos semánticos comunes, pero, a partir de la tercera, la palabra comienza a tener sentido. 3.- bailar (objeto que se mantiene en equilibrio en torno a su eje) 4.- retozar de gozo 5.dicho de la vista 7.- (…) desplazarse a un lugar no adecuado 8.hurtar 9.- matar 12.- (hacer creer que algo falso es verdadero). Me gusta pensar que Lars Von Trier no conocía el significado de esta palabra, que el título escogió la película y no el director. De lo poco que recuerdo de mis clases de filosofía es el mundo de las ideas de Platón. Selma y el baile son ideas perfectas. (hacer creer que algo falso es verdadero) Puntos suspensivos para darle profundidad al texto…………… (E) es uno de mis mejores amigos. Con él aprendí el tormento de la preparatoria. Yo era un chico que tenía poco de haber visto Hannibal. Will Graham y Hannibal Lecter eran la pareja perfecta, soñaba con tener una amistad así. He llegado a pensar que fantaseaba cosas muy raras en la juventud, pero luego aprendí que todos lo hacemos. Hannibal era mi idea de amor. Comencé a crear una historia, muy rara, en donde yo era el manipulador de (E). Le contaba que me gustaba el sadismo y que hace no mucho había cometido un crimen. Yo creo que a él también le fascinaba esa idea. Los dos éramos fans de American Horror History y teníamos una ligera obsesión por Tate Langdon. Tate Langdon fue el vínculo de nuestros primeros meses. Estoy seguro que él estaba fascinado con la idea del serial killer porque ahora que recuerdo el suceso me parece muy ridículo que alguien haya creído eso. A los dos nos fascinó vivir,


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por algún tiempo, la idea de una ficción hecha realidad con todo y los traumas psicológicos que eso nos generó. Nos dejamos de hablar, era bochornoso mirarnos. Luego nos volvimos a encontrar. Con la misma edad, con las mismas migrañas; él sin ser músico, yo sin ser escritor. Ojalá pudiéramos regresar a esos tiempos de ficción, porque ahí si pudimos ser lo que en ese momento atormentaba nuestras mentes. (E) y Yo somos la mejor historia que pudimos crear. Somos los personajes de nuestros yo adultos, tejidos con el hilo del tiempo. Siempre he bailado en la oscuridad. (E) es el mejor ejemplo de ello. Aún fantaseo con los mundos posibles de nuestra relación. Y luego llegó el proceso de crecer. De extendernos en el infinito, de abortar los deseos infantiles y llorar con un rancho escondido mientras escuchamos a María Daniela y Su Sonido Láser. Oh, oh, creo que estoy metida en problemas Mi compañero baila que da pena Todas las personas (personajes ¿?) de los que hablo, fantasean con mundos posibles. Con ficciones y narraciones que construían la realidad. La ficción es una forma de salvación. A veces veo la lluvia y pienso que en cada gota existe la posibilidad de una vida. Ahora mismo vivo una ficción. La de mareos, dolores. La de una relación abierta a la que nadie toma en cuenta. La de una monotonía en medio del caos. El caos como la ficción es una forma de ordenar la vida, de salvar la vida. En la narrativa clásica el punto marca el final de la historia. En la ficción de mis mundos posibles el punto sólo es otro aparatado de la narración. Beatriz Pinzón Solano también fantasea con mundos posibles. Mundos de infinitas narraciones que se acarrean unas a otras. Un día soy Betty. Otro día Hannibal. A veces me gusta perder el aliento como Selma. ¿Para qué escribo esto? Para salvarme un poco, para salvarme día a día. Ficción tras ficción. Error tras error. I've seen what I was - I know what I'll be I've seen it all - there is no more to see! ……. (puntos suspensivos para indicar que la narración ha terminado)


Ensayo Las canciones anteriormente citadas y cantadas son de los grandiosos éxitos Miedo de la espectacular María Daniela y Su Sonido Láser. La segunda es de la grandiosa Björk (que me ha ayudado y aconsejado con susurros nocturnos para escribir esto) y Thom Yorke, y que lleva por título I,ve seen it all. Ahora sí, el texto se acaba....................................................................

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Ensayo

Qué impersonal es tu autobiografía. Oración para salvar a Torres Bodet, de Octavio Paz

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Armando Gutiérrez Victoria Si no estuviésemos dormidos, le explicaría a Narciso los privilegios del agua “Abecedario” – Torres Bodet Qué mal ha envejecido la crítica literaria en México. Para muestra un ejemplo. Es marzo de 1992 y Octavio Paz ha sido invitado a inaugurar un coloquio sobre Los Contemporáneos en el marco de la Cátedra Jaime Torres Bodet. Como él mismo no tarda en revelar, le ha sido pedido un texto donde ahonde en la figura del poeta por el cual recibe el nombre la cátedra. Paz, experto en disfrazar la puñalada de elogio, se apresura a ponderar que Torres Bodet es “parte imprescindible” de la historia y la literatura mexicanas. Así, curado en salud, el autor de “Piedra de sol” comienza su acometida a un poeta olvidado por el canon y por los lectores del siglo XX. Y es que Paz, rápidamente, elimina de un tajo la poesía de juventud influida por las “arenas movedizas de la vanguardia”, para quedarse sólo con unos cuantos poemarios entre la prolífica cantidad que componen la obra de Bodet. Tan sólo en Cripta (1937) y Sonetos (1949), Paz considera que Torres Bodet volvió a sus “gustos originales”. Así, no es de extrañar que, cuando el renombrado poeta se acerca a la prosa de Bodet, pida que benevolentemente los lectores le perdonemos sus “afectaciones”, sus “vagos caracteres” y sus “buenas maneras”, éstas últimas casi calcas de Giraudoux. Pero donde Paz muestra una decepción y enojo inconfesables es cuando llegamos a la autobiografía del homenajeado: “Cierto, muchas páginas son brillantes, otras inteligentes y algunas conmovedoras [...] No es bastante: el lector de esa clase de obras pide revelaciones, confidencias, confesiones, desahogos”. Paz lamenta no satisfacer su morbo en la vida de un poeta muerto; y es que, para él, autobiografía es sinónimo de desnudo, de exhibición, de regodearse en la intimidad del otro. Acusa


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finalmente a Torres Bodet por haberse atrevido a escribir una autobiografía impersonal. Parece decirnos “¿Por qué tu vida no es como se supone que fuera?” o, aún mejor, “¿por qué tu vida no es como yo quiero que sea?”. Visto a la distancia, a Paz le encantarían estos tiempos que corren. Porque uno no entiende nuestro siglo si no es a través del constante y narcótico afán por exhibirse en todo momento. Uno se coloca en un anaquel de cristal y se muestra a todo el que pase. Y es bien sabido que entre más escandalosa, más polémica, más sexual y más incorrecta es una vida en redes sociales, el público adora más, ama más. Ciertamente, si uno quiere escándalo no va y lee los textos autobiográficos de Torres Bodet. Uno va y lee a su contemporáneo, Salvador Novo, y se deleita en las confesiones de un joven que descubre la homosexualidad y, poco a poco, se hunde en unos apegos feroces por los hombres. Pero no se me malentienda, porque ni uno ni otro son más o menos valiosos. Y es que, contrario a Octavio Paz, pienso que la vida es lo que uno quiere que sea. La autobiografía es, finalmente, una pose más de autor, pero también es la manera en que un escritor se narra a sí mismo, ¿y por qué enmendarle la vida a otros? ¿por qué el afán de meter nuestra mano intrusa y hacer que una vida que no es mía sea como yo quiero? “El defecto de su prosa consiste en que, con frecuencia, carece de espontaneidad”, asesta Paz para zanjar la cuestión de la autobiografía de Bodet. Es curioso, porque esto mismo encuentro yo en la prosa de Octavio Paz; ¿o es que vamos a fingir que El arco y la lira o El laberinto de la soledad son “espontáneos”? Pero basta de pelearse con los antiguos. Volvamos sobre Torres Bodet. No obstante, conviene aclarar que esto para nada es una defensa exacerbada de tan vituperado poeta; porque, para empezar, nadie, o muy pocos, saben quién es Jaime Torres Bodet. Y si por alguna extraña razón lo conocen, es seguro que asocien su figura a la del hombre público y no a la del escritor. Y es que, gracias a “homenajes” como los de Paz, Bodet yace enterrado y marginado en el canon de la literatura mexicana. Yo, sin las vanas pretensiones de explicar toda una vida y una obra, me detengo solamente en un libro; uno de los muchos ejemplos que señalan la diversidad de sus temas, sus inclinaciones y lo complejo del entramado que dialoga en cada una de sus


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piezas. Destierro, poemario aparecido en 1930, constituye una muestra de los alcances de su poesía en diálogo, no sólo con las vanguardias, sino con una gama rica de preocupaciones: el sueño como viaje del alma y el intelecto; el tiempo y la memoria que concatenan fragmentos de vidas propias y ajenas; visiones incoherentes y angustiosas de pesadillas cifradas en símbolos insomnes: De un muro a otro de la soledad soy un hombre desnudo que sangra por un costado su [sombra. He tenido que aprender a nadar en una competencia de náufragos, con las manos tendidas a todos los racimos del agua en que las espumas verdecen mientras mis cabellos perdían y recobraban a cada [momento una corona de ausencias (“Pórtico) ¿Cómo un poeta como éste ha permanecido en un inmenso silencio durante tantos años?, ¿es que una antigua maldición se cernió sobre Torres Bodet? Porque Destierro, de donde he sacado este fragmento, constituye en sí mismo la experiencia de un viaje, la visión de un poeta que sueña, y a la manera de Sor Juana, va creando y recreando el mundo y el yo que constituye su ser. Sorprende encontrar atisbos de Torres Bodet en aquellos que lo menospreciaron o, disfrazando sus propios egos de humildad, lo exaltaron penosamente. ¿Algún día sabremos cuánto le deben las letras mexicanas a un poemario como éste? Seguramente no, porque tanto los críticos como los escritores nacionales –así como el resto de nosotros– padecen de una agravada y severa amnesia cuando de reconocer las deudas se trata. Hay que hacernos un favor: dejemos de leer nuestra tradición a través de los ojos de otros. Volvamos a todo aquello que en su momento fue olvidado o censurado, porque puede que ahí hallemos eso que han tratado de ocultar y que, irónicamente, nos es más cercano, más sincero, que los vanos elogios. Tlalpan, abril de 2021


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Ensayo


Una historia de fantasmas sin fantasmas

Ensayo

Mauricio Mejía Romero

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Daphne du Maurier publica en 1938 Rebeca; inmediatamente se convierte en un éxito, y tan sólo dos años después Alfred Hitchcock gana el Oscar a mejor película con su adaptación de la novela, convirtiéndose en clásico y referente de su obra. A esta adaptación le siguieron otras menores, y apenas el año pasado llegó la más reciente a manos de Ben Wheatley, y que, si bien no fue bien acogida por la crítica, sí nos hizo recordar la ya inmortal historia de Rebeca, por lo que es un buen momento para regresar, no sólo al clásico de Hitchcock, sino al original de Daphne du Maurier. Rebeca es una historia de celos. Al pensar en eso, hay que recordar que el celoso, como tantas veces vemos hacer al narrador de En busca del tiempo perdido y como termina por descubrir la de Rebeca, las más de las veces sufre por la fecundidad de su imaginación y las huellas que sus propios miedos y sospechas dejan en los objetos cotidianos. En Rebeca, la existencia de la otra es indudable, y la narradora prefiere olvidarla para dar rienda suelta a su enamoramiento; sin embargo, la realidad, los objetos mundanos en los que se objetiva la presencia de una tercera persona en su relación, se hacen tan abrumadores que le resulta imposible escapar de ellos, y más aún, en tanto que no puede luchar contra ellos ni alimentarlos con ira. Es entonces cuando su imaginación entra a llenar los huecos que sus celos crean. Y es que el tercer partido que se interpone entre ella y su felicidad, la causante de esos celos asfixiantes, está muerta. Por eso, Rebeca también es una historia de fantasmas. La narradora nos hace partícipes de sus pensamientos y recuerdos; inicia con un sueño: “Anoche soñé que volvía a Manderley”, y aunque en él nos hace aventurar un desenlace casi feliz, algo se nos antoja incómodo en sus palabras, como si la narradora intentara convencerse a sí misma, a la par que a nosotros, de que el sufrimiento y el pesar han quedado atrás. Narra cómo conoce a Maxim de Winter —famoso por ser el orgulloso dueño de Manderley, pero más aún por la trágica muerte de su magnífica


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esposa, Rebeca— mientras se encontraba trabajando para la acaudalada y repugnante señora Van Hoppe, cómo se enamora de él sin esperanza a ser correspondida debido a su pobreza, ingenuidad, modales e insignificancia, y cómo para su sorpresa Maxim termina ofreciéndole la oportunidad de regresar con él a Manderley como su esposa. Tras una simple y práctica boda, y una pequeña luna de miel, regresa la pareja al hogar familiar del esposo, y al instante confirma la narradora sus sospechas: no pertenece a Manderley. No tiene los modales adecuados ni la firmeza y seguridad que debería tener la señora de la casa; no sabe vestirse, cómo comer o cautivar; su plática es sosa, aburrida y sus temores y timidez afloran hasta con la servidumbre. Pero más aún: no pertenece a Manderley porque el lugar que viene a tomar, el de la señora de Winter y Manderley, ya está ocupado por otra, por Rebeca. Todo en Manderley se hace como si Rebeca aún viviera y hubiera salido sólo por un momento: las flores se colocan donde ella las colocaba, se come lo que a ella gustaba, los horarios son los convenidos por ella y Maxim decide que su nueva esposa y él ocuparán un cuarto que antes servía para huéspedes, pues la habitación principal sigue preparada como si se esperase el regreso de la señora. La narradora ve a Maxim y en sus ojos descubre el dolor del recuerdo de Rebeca, y se esfuerza por evitar los lugares y los temas que lo desencadenan, y pronto se percata de que no hay nada en la casa que no esté invadido por ella. De tal forma que, cuando se sienta la narradora en el gabinete, que aún tiene las iniciales de Rebeca, suena el teléfono y preguntan por la señora de Winter, no se le ocurre imaginar que es a ella a quien buscan, y responde: “Se ha debido de equivocar. La señora De Winter hace ya más de un año que murió.” El fantasma de Rebeca habita Manderley y se pasea por él como su dueña, intoxicando cada rincón, confundiendo su perfume con el olor de la casa. Si en la mayoría de las historias de fantasmas y casas embrujadas el espectro se revela al mover objetos y alterar el orden de la casa, aquí se hace presente precisamente en el hábito y la costumbre, en la inalterable rutina que la narradora no se atreve a perturbar, dominada por un terror casi sobrenatural. Su débil presencia se diluye en el fantas-


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fantasma de Rebeca. La pluma de Du Maurier juega con ambos personajes, haciendo de la narradora, a pesar de ser quien vive y por quien conocemos la historia, algo menos sustancial que Rebeca. En realidad, hay momentos en los que la sombra es la insignificante narradora. Y de entre todos los recursos que ocupa Du Maurier para acentuar la presencia de Rebeca, ninguno tan intenso como la señora Danvers —doncella de Rebeca, a quien amó como a nadie—, con su vestido negro y un semblante muerto, que apenas hace ruido al caminar y parece espiar detrás de cada cortina a la usurpadora. Es así como encuentra a la narradora revisando el cuarto de Rebeca tras descubrir que permanece como si la muerta lo ocupase. Con una excitación incontenible la señora Danvers le enseña todo: le hace acariciar la tela de la bata de Rebeca y sentarse en su tocador; toma el cepillo de la muerta y peina los cabellos de la narradora mientras le confiesa cómo hacía eso con su amada Rebeca. En esa escena es la narradora la sombra, una máscara bajo el influjo de la señora Danvers; Rebeca vive: “Yo la siento en todas partes —le dice la señora Danvers—. Usted también, ¿verdad?” La presencia de Rebeca, la certeza de no pertenecer ahí y la convicción de que Maxim ama a Rebeca y no a ella, llevan a la narradora al filo de la ventana, con el aliento de la leal señora Danvers en su nuca, incitándole a saltar. Poco falta para que sucumba, pero un accidente aislado desencadenará una serie de sucesos que trastocarán para siempre la vida de todos ahí, acechados en todo momento por el opresivo fantasma de Rebeca. Rebeca es la historia de un fantasma que nunca aparece, de una casa embrujada en la que jamás acontece nada sobrenatural, y, en menor medida, de una tímida e insignificante chica que intenta tomar el papel del protagonista a lado de su esposo. Rebeca puede no aparecer nunca ni decir nada, pero es indudable que es el personaje principal de la novela; la narradora, aunque jamás nos abandona, sucumbe a cada momento bajo la sombra de su antecesora. Jamás conocemos su nombre, sino que tan sólo es la segunda señora de Winter; la primera, y para muchos la verdadera, es Rebeca. A pesar de la fuerza de la trama y la belleza del estilo, el mayor mérito de la novela no radica en eso, sino en la construcción del personaje de Rebeca. Apenas conocemos su


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aspecto físico y no sabemos cómo era su voz, y aún así su presencia es abrumadora y su personalidad intoxicante. La narradora se nos llega a antojar ajena a la historia, y sólo en algunas ocasiones parece meterse en ella, y lo hace como una torpeza, regresando a su lugar con un sinfín de disculpas. Es difícil encontrar un final tan satisfactorio como el de Rebeca. Tras un accidente a la mitad del libro, este avanza a un ritmo angustiante y trastoca a todos los personajes de una forma u otra. Si podemos pensar que los protagonistas triunfan, como aventura el inicio del libro, en realidad sólo lo hacen a costa de una derrota más profunda; las heridas no sanan ni cicatrizan, sino que los personajes aprenden a vivir entumidos con ellas. Al final, de entre los engaños y los misterios, las crueldades, infidelidades, mentiras y el fuego, la última carcajada, la que resuena sobre la inocencia y el amor, es la de Rebeca.


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Dramaturgia

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Ingrid Monfil Arroyo Personajes:

Virginia Victoria Tía Viviana

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Cuenta los minutos

Escena única:

Cándida: treinta, treinta y uno, treinta y dos, treinta y tres… Tía Viviana: Un poco de silencio por favor. (Entra Virginia y se sienta en la tercera silla) Victoria: ¿Granada, Virginia? Tía Viviana: ¡Milagro! Te levantaste más temprano hoy. Victoria: Sí, no es muy común. ¿Y tu hermana te ha hablado o sigue contando? Virginia: Sigue contando los minutos, ahora utiliza sus dedos para no perder la cuenta. Cándida: ... y sesenta, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… Virginia: Cuenta los minutos como si se le fuera a perder. Sus dedos ahora están mas chuecos que sus dientes, tía Viviana. Tía Viviana: Cállate escuincla. Ponle un bozal, una cinta, amordázala o córtale la lengua. Me saca de mis casillas con sus numeritos.

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Una mesa con fruta podrida al centro, tres sillas y dos mujeres sentadas en ella. Una mujer sentada en el piso viendo al suelo que nunca dejar de contar los segundo y los minutos. La mujer mayor con un gesto de manos calla a las demás mujeres que están hablando.


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Tía Viviana: Cállate escuincla. Ponle un bozal, una cinta, amordázala o córtale la lengua. Me saca de mis casillas con sus numeritos. Virginia: No hay luz, ni un reloj funcionando, cómo quiere que sepamos la hora. Si no cuenta ella entonces cómo vamos a saber a qué hora comer, cuándo ir a dormir o a qué hora está lista la comida. Tía Viviana: Puede contar en silencio. Victoria calla a tu hija. Victoria: (comiendo granada) A juzgar por el agua que golpea la ventana sigue lloviendo muy fuerte. Virginia: Al menos no hay truenos ni granizo como hace días, tú qué opinas Cándida. Cándida: … cuarenta y seis, cuarenta y siete, cuarenta y ocho… Tía Viviana: ¿Por qué le preguntas como si te fuera a contestar? En eso se parece a su madre, siempre evadiendo las preguntas. Victoria: ¿Cuántos minutos ha contado? Virginia: No lo sé, perdí la cuenta desde el primer minuto, de la primera hora, del primer día, de la primera semana, del primer mes… Tía Viviana: Si, si, si, ya entendimos que ni le pusiste atención, por eso desarmó hasta el último reloj de la casa. Y ahora ella es nuestro reloj humano. Espero que al menos esté llevando la cuenta bien. Cándida: …veinticuatro, veinticinco, veintiséis… Virginia: Podrías contar en tu cabeza para dejarnos platicar a gusto. Victoria: Cándida, de la manera más atenta, cordial y amable te pido que te encierres en tu cuarto, recuéstate en la cama y mira al techo. Cuenta las telarañas, luego las quitas. O mejor aun, cuenta las hojas del patio y devuelvelas a sus ramas, pega la porcelana rota, arma las cáscaras de naranja como si fuera un rompecabezas. (aplastando las granadas en su mano) Tal vez así sientas que el tiempo no pasa y retrocedas tu cuenta hasta el principio cuan-


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do empezaste a contar. Si no quieres hacer eso está bien, pero cállate, no te soporto. Ni siquiera sé por qué estás contando. Cándida (deteniendo sorpresivamente los números): Qué importa cuánto tiempo cuente, no lo puedo controlar, el tiempo no tiene principio, ni fin. Me duele la cabeza, el estómago, los ojos, la boca, la garganta, los pies, los dedos, me duele todo el cuerpo. Contaré cada segundo mientras la lluvia no pare, si cuento en voz alta el sonido de las gotas no las podré escuchar y tampoco a ustedes. Se hartaron de mí y yo de las tres. Les da más miedo la soledad que la lluvia que ha durado mucho tiempo, como si las tres fueran más peligrosas que lo que puede pasar afuera. Estamos en el mismo cuarto porque no les gusta estar solas, dicen que me calle, pero las tres odian el silencio. No hablamos más que para lo esencial, las cuatro estamos de acuerdo que solo nos juntamos por culpa de la lluvia, no porque queremos estar juntas. Cuento los minutos con la esperanza de que cada vez pase menos tiempo con las tres. De que tal vez así pueda tolerar este encierro con ustedes. Virginia: Guarda silencio por un momento. (Silencio total e incómodo) Tía Viviana: ¿Qué hora es? Cándida: Las tres con veintiséis. Victoria: Sigue contando.

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Fin


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No recuerdo con claridad cuándo surgió mi interés por el pugilismo pero ya tiene años. Desde niña, en casa, el deporte siempre estuvo presente, los hombres practicaban taekwondo o béisbol, y las mujeres vóleibol. Sin embargo, siempre estábamos al día con otras disciplinas, entre éstas, el boxeo. De pequeña era admiradora de Óscar de la Hoya y de Julio César Chávez. Cuando alguno de ellos combatía, se reunía la familia en torno a la televisión para verlos, y yo me colaba en la sala. Sin duda es uno los deportes que más disfruto. Hasta hace unos años los sábados asistía a su encuentro a través de las transmisiones televisivas en Azteca 13 o Televisa Deportes. Así conocí a Juan Manuel Márquez, Ricardo “El Finito” López, Saúl “Canelo” Álvarez, Julio César Chávez Jr., Floyd Mayweather Jr., Manny “PacMan” Pacquiao, al veracruzano Tomás “El Gusano” Rojas, entre otros. Por compromisos académicos y carga de trabajo dejé de encontrarme con él. En 2019, de nuevo y con asombro, la poesía nos reconcilió. En mayo de dicho año, acompañé a un amigo que practica este deporte y, además, es poeta, a una presentación de combates en el gimnasio “Knockout” que se encuentra cerca de la Unidad de Humanidades de la Universidad Veracruzana, a las 20:00 horas. La imagen mental que tenía de él hasta esa fecha, porque sólo nos escribíamos vía WhatsApp o Instagram, donde platicábamos más de boxeo que de poesía, distaba de la timidez con la que escribía. Ese primer encuentro, cauto y familiar, rayaba en la euforia de compartir un gusto individual y colectivo, ser en un instante el pasado y el presente. No sólo se trataba de un segundo encuentro con el boxeo, tampoco el que la asistencia aquel día estuviese justificada por cumplir con una tarea escolar, se trató de “el azar objetivo”.

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Yuliana Rivera

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Dos cuerpos frente a frente… y de por medio una entrevista: crónica sobre boxeo


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Entre la multitud de asistentes y, pese a que ese día hizo un calor insoportable, el aroma de él destacaba de entre todos. Un olor a jabón Palmolive. El clásico: oliva. Luego le comenté mi observación, y respondió: “Se pone la corona de laurel”. Bromeó conmigo. Con esa expresión ironizaba un tanto de los poetas laureados. Entre la fragancia y la sencillez volví a ser la niña que se abría espacio en la sala y miré con la ingenuidad infantil el sentimiento de los perdedores, entre ellos, yo. Conocí el rostro del desencanto frente al incumplimiento de una expectativa. ¿Sentirán vergüenza?, me pregunté, y recordé aquello que escribió Octavio Paz: “vergüenza es sentir ira contra uno mismo”. Desde entonces, quise entender mucho más sobre el boxeo, porque además de la poesía, era el vínculo con lo que hoy es mi nuevo mundo. En el combate de aquel caluroso día de mayo se enfrentaron mujeres y hombres, los más jóvenes o amateurs, todo de distintos clubes de Xalapa. Hubo competidores que representaban clubes del barrio de San Bruno y otros al fraccionamiento Las Ánimas, así que el público era variopinto, pero el entusiasmo el mismo. Los aficionados, familiares y amigos de los contendientes les gritaban frases motivacionales como gestos de apoyo, otros, entre estos los coach, les dictaban estrategias de ataque o defensa. Sin duda fue una buena noche, pero la tarea no terminaba ahí, debía conseguir una entrevista. Mi amigo me ayudó con ello y días después entrevisté a su coach. Adán Gerardo Ramírez, un joven Licenciado en Educación Deportiva, quien amablemente me recibió en su gimnasio UBC (Ultimate Boxing Club), ubicado en la calle Paricutín #66 en la ciudad de Xalapa, Ver. Ese día llegué un poco antes de la hora acordada. A las 15:00 horas toqué a su puerta y abrió Adán, El Profe, El Coach, como le decía con mucho respeto el poeta. Adán me ofreció un lugar para sentarme, pero yo ya estaba sentada sobre un cubo, al centro del gimnasio. Me platicó que empezó él solo comprando los aparatos para entrenarse a sí mismo y luego los vecinos le solicitaron que entrenara a sus hijos, pues la mayoría de ellos padecían de obesidad. —Así fue


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llegando más gente al gimnasio y creció el negocio. Se modificaron los intereses personales y profesionales, dijo. El Profe fue boxeador, pero por cuestiones de salud, ahora se dedica a promover y entrenar a los jóvenes interesados en el deporte. Me contó que la recepción de la disciplina en la sociedad es buena. —Siempre que hay eventos asisten. Lo sigo con la mirada, mientras recorre el espacio y acomoda objetos. —Están convencidos de que el deporte beneficia a todos, en lo individual, mejora la salud; y en lo social, prefieren que los jóvenes practiquen algún ejercicio a que caigan en las adicciones, es mejor un gimnasio en el barrio, un centro deportivo, que una cantina. —Por supuesto, le respondo. —Hay interés, sin embargo, la mayoría de quienes practican Box son chavos de bajos recursos económicos. Se queda pensativo. Mira al piso. —Es poco el apoyo de parte de las instituciones estatales. No hay becas para los chicos ni para las asociaciones y tengo que buscarle y dar muchas vueltas para conseguir recursos y puedan asistir a las olimpiadas o competencias estatales, incluso internacionales. “El Box es duro, la vida es dura” es uno de los lemas, me dice. —Siempre lo comparto con los jóvenes para inspirarlos a seguir adelante. Yo le agradecí su confesión con una sonrisa. En eso se parece mucho el Box a la poesía, pensé. Octavio Paz decía que los poetas siempre se están arriesgando, jugando el todo por el todo en cada verso, porque éste sólo perdura en el tiempo cuando es enunciado. Es efímero y perpetuo a la vez. Por esta razón, Roberto Bolaño admiraba a los poetas: “viven al límite a través de cada verso”. Paradójico que compartieran la misma visión. Dimos un recorrido por el gimnasio y Adán me mostró los reconocimientos, trofeos y galería de figuras nacionales del boxeo mexicano. Algunos de ellos estuvieron ahí en su gimnasio. Me contó de Paola González, Campeona Nacional de Muay Thai, quien tiene apenas 18 años. Me señala una foto donde está él con el sparring de Saúl “Canelo” Álvarez, Juan Sergio “El Castor” Torres. Luego continuó mostrándome los signos de sus combates: una ceja rota, la cicatriz en su brazo, porque se lo fracturó, entre otras. Me habló de que como empresario tiene


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un convenio con la Universidad Veracruzana para que asistan a su gimnasio los estudiantes extranjeros que quieren entrenar y así fomentar su salud durante su estancia de intercambio. Sobretodo, subrayó, entre risas, el interés de estos estudiantes por mantenerse en forma. Se escucharon relámpagos y se soltó un aguacero típico del verano. Tuve que despedirme, pero le prometí hacer lo posible para publicar la entrevista, y me fui. Llegué al auto y antes de encenderlo le llamé a mi amigo. Le resumí todo y le di las gracias. Me pidió que fuéramos a otra presentación. Fracasamos. No se pudo por falta de tiempo: la preocupación de los poetas. La vida es muy similar al boxeo, necesitas técnica, estar alerta; si te caes, te levantas, o no, pero las circunstancias te obligan a decidir. No se trata, quizá, de insistir para siempre ganar o de “saber perder”, sino de admitir cuándo renunciar o seguir, porque perder o ganar sigue siendo muy relativo. El tiempo, como en la poesía, es un factor determinante. En el boxeo se mide por rounds, pero uno debe aprender cómo gastarlo. En el nuevo mundo seguimos hablando de pugilistas, de autores que escribieron sobre este deporte, aunque de poesía poco. Supongo que a los poetas no les gusta hablar de ella, quizá prefieren dialogar con el poema en silencio, desde su soledad, para reconciliarse con lo otro.


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Autores


Autores

Poesía

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Ivonne Anahí Cázarez Orozco (Morelia, Michoacán, 2000) es estudiante de 6to semestre en la carrera de Literatura Intercultural de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Unidad Morelia. Colaboró en la entrada colectiva del blog Pensar lo doméstico titulada “Escribir(nos)” y en el “Todotario” de este mismo blog con un bot de poesía sonora en Twitter. Aarón Rueda (Las Choapas, Veracruz, 1986) es miembro del taller juan Rulfo celebrado en la Ciudad de Cárdenas, Tabasco y dirigido por Níger Madrigal. Ha publicado los poemarios: Remos de sal (2011), La sangre florecida (2013), Arrullo de la tierra (2013), Despliegue de colores donde todo parece oscuro (2015), Cachalote (2016), Confección de islas (2019), La deriva es un paso interminable hacia la nada (2019) y Quieto fulgor de la hojarasca (2020). Ha recibido premios como el Premio Nacional de Poesía Rosario Castellanos (2012), los IV Juegos Florales Nacionales de Toluca (2016), los XXXV Juegos Florales Nacionales Universitarios (2017), el Premio Tabasco de Poesía José Carlos Becerra (2018) y el Premio Estatal de Poesía Ciprián Cabrera Jasso (2019). Isabel Arias (Ciudad de México) reside en el Estado de México, cursó el Diplomado en Creación Literaria en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) en 2017. Ha realizado estudios de Lengua y Literaturas Hispánicas, en la UNAM, y de Lingüística en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Textos suyos han sido publicados en Tierra Adentro y Punto en Línea. Roberto López (Tamaulipas, 1994) es ganador del I Concurso de Poesía “Rubén Bonifaz Nuño” (2017) convocado por el Colegio de Letras Clásicas de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM; primer lugar en la categoría de poesía del XII Certamen Maestros con arte “Altair Tejeda de Tamez” (2019) de la Secretaría de Educación de Tamaulipas (SET). Su obra poética aparece en diversas revistas y antologías. Autor de los libros Donde el cielo desemboca (ALJA Ediciones, 2018) y Saudade (ITCA, 2019).


Autores

Víctor Argüelles (Tuxpan, Veracruz, 1973) es licenciado en Artes Plásticas por la Universidad Veracruzana (UV) y maestro en Estudios de Arte y Literatura por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). Egresado del Diplomado en Creación Literaria, Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, por parte de la INBAL. Ha publicado poesía en revistas impresas y digitales, así como en más de 10 antologías colectivas. Autor del poemario Signos de espera (CdMx, 2018) y Primer lugar en poesía en el IV° Certamen Literario “Palabra en el viento”, 2009, Ecatepec, Edo. de Méx.

Narrativa

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Susú Espinosa (Estado de México, 1993) estudió la licenciatura de Letras Hispánicas en la UAEM. Ha presentado ponencias de literatura dentro de coloquios estudiantiles como el Palafoxiano en 2019 o el de Difusión de Estudios de Lengua, Literatura y Edición (DELLE) en 2021. Tiene textos publicados en las revistas Minificción y Penumbria. En 2019 fue seleccionada para la II Antología de Cuento de Escritoras Mexicanas (Ediciones El nido del fénix). Le gusta la fantasía, la ciencia ficción y el fanfiction. Fernando Mendoza (Pastrana, Ciudad de México, 1989) es escritor y lector. Estudió historia en la FFyL de la UNAM e hizo una maestría en Literaturas Hispanoamericanas en la Universidad Autónoma de Madrid. Fue finalista en el XXIX concurso de cuento de esta misma universidad. Actualmente reside en Madrid. Betzabe Gonzalez Perez (Distrito Federal) es estudiante de 8vo semestre en la carrera de Letras Hispánicas del Instituto de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales (IIHCS), perteneciente a la UAEM. Actualmente es coordinadora de la sexta edición 2021 del DELLE. Paulo Neo (Santa Cruz, Argentina, 1980) ha colaborado en diversas revistas y medios de Argentina, Perú, Colombia, España, Venezuela, México, Guatemala, Cuba, España y Estados Unidos. Es autor de los libros Microficciones Ilustradas (Libris, 2015, Buenos Aires, Argentina) y Amor sonámbulo y otros breves (La Pereza Ediciones, 2020, Florida, Estados Unidos). Finalista de la


Autores

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Cuarta Edición del Premio «Caperucita feroz», Ápeiron Ediciones (2020, Madrid, España). Escribe quincenalmente para la revista Apócrifa Art Magazine, de México. Ángel Fuentes Balam (Mérida, Yucatán, 1988) es director de teatro, escritor y actor. Diplomado en Creación Literaria por el INBAL. Director y productor de “Perros que parecen laberinto Teatro”. Es autor de las obras literarias: Melodía tu engranaje quieto (Editorial El Drenaje), Cruoris o la rabia que fuimos (Libros en Red), Devoré el cráneo de Eros (Ediciones O) y Ya nadie cuida las antorchas (Sangre Ediciones / Poetazos. En proceso). Ha publicado en antologías y revistas a nivel nacional e internacional. Édgar Rodríguez López (Chihuahua, 1997) publicó el libro de cuentos Bajo la cama (2015) en la Colección Soltar las Amarras, del Instituto de Cultura del Municipio (ICM). Ha publicado cuento e investigación en revistas como Marabunta, La Colmena, Metamorfosis y Tenso Diagonal. También ha escrito sobre cine para ZoomF7 y Celuloide Latino. Es egresado de la carrera de Letras Españolas en la FFyL de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH). José Luis Mejía Méndez (CDMX, 1995) estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la FFyL de la UNAM. Ha publicado en medios como Revista Estepario, Palabrerías, La Peste y Teresa Magazine. Es director del proyecto Palabrerías y tallerista de cuento para principiantes.

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Traducción Isaac Asimov (Petrovichi, Smoliensk, 1920 - Nueva York, 1992) fue un escritor estadounidense de origen ruso que destacó especialmente en el género de la ciencia-ficción y la divulgación cientítica. Héctor Magaña (Jalapa, Veracruz, México, 1998) es autor de relatos publicados en revistas fanzine (Los no letrados, Monolito, Noctunario) y de reseñas literarias en revistas como Criticismo. Tradujó a autores como el emperador Akihito, la emperatriz Mi-


chiko Shoda y a la poetisa Cora Coralina. Ha participado en el taller de creación literaria de Fernanda Melchor. Actualmente se encuentra estudiando en la Facultad de Letras de la UV. Safiya Sinclair (Montego Bay, Jamaica) ha sido ganadora de múltiples premios como el Whiting Award, por parte de la Academia Americana de Artes y Letras, el OCM Bocas Prize de literatura caribeña, el Phillis Wheatler Book Award y el Prairie Schooner Book Prize en poesía. Su poemario Cannibal (2016) también ha sido seleccionado como “El Libro Notable del Año” por parte de la American Library Association. Marjha Paulino (San Juan Bautista, Tuxtepec, 1994) reside en León, Guanajuato. Autora de Adopté un Sol en la Tierra (El Principio del Caos, 2018). Fue parte del muestrario poético titulado Las avenidas del cielo (2018) por la Universidad de Aguascalientes (UAA) y la Universidad de Guanajuato (UG). Cocreadora del proyecto bilingüe de poesía Bilingual/Borderless. Participante del Fondo para las letras guanajuatenses en los años 2017 y 2020. Ganadora del Programa Impulso a la Producción y Desarrollo Artístico y Cultural 2020 con el poemario CUENCA y ganadora del PECDA Guanajuato 2020.

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Jorge S. Panohaya es estudiante de último semestre de la licenciatura en Lingüística y Literatura Hispánica. Ha sido ponente en el Coloquio Internacional de Hermetismo y Cosmovisiones, 4to Coloquio Nacional Palafoxiano, Primer Coloquio Ibero Anime-Manga. Formó parte del comité organizador del Primer Encuentro Nacional de Estudios Queer. Escribe una columna quincenal en Revista Collhibri titulada Miradas en el calidoscopio. Recientemente empiezó a escribir narrativa y poesía. Armando Gutiérrez cursa actualmente el doctorado en Literatura Hispánica en El Colegio de México (COLMEX); es editor del libro colectivo Cien años de cultura y letras en Excélsior para la

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Autores

UNAM; ha participado en diversos proyectos de investigación literaria en la misma institución. Ha colaborado en diversas revistas académicas y electrónicas como De Raíz Diversa, Campos de Plumas, Acceso Didasko, Plástico, etc. Le interesan la literatura mexicana, la literatura cubana y las publicaciones periódicas y suplementos culturales. Mauricio Mejía Romero (Ciudad de México, 1995) es licenciado en Historia por la UNAM. Ha publicado ensayo y cuento en las revistas Punto de Partida, Aion.mx y Revista Sinfín.

Dramaturgia Ingrid Mariana Monfil Arroyo es estudiante de la licenciatura en Lengua y literatura hispánicas de la UV. Participó en concursos de poesía coral entre 2016 y 2016 y también en una puesta en escena durante 2017 en el Ágora de la ciudad, en Xalapa.

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Híbridos Yuliana Rivera es maestra en Literatura Mexicana por la UV y docente en la misma Casa de Estudios. Textos suyos han sido publicados en revistas como Este País, Tierra Adentro, Círculo de Poesía y La Palabra y el Hombre. Asimismo, colabora en el Seminario de Edición Crítica de Textos de la UNAM. En 2019 fue seleccionada en el Encuentro Nacional de Escritores Jóvenes “Jesús Gardea” con una crónica, la cual fue publicada en la antología Aún queda la noche, bajo el sello editorial de la Secretaría de Cultura de Chihuahua, Chi., y Sangre Ediciones.




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