De mi des-educación democrática a la iniciativa... Roberto Tito Otero 26 de abril, 2007 Seminario de la Revista Jurídica de la Escuela de Leyes de la Universidad Interamericana
Quiero empezar recordando la primera vez que voté. Creo fue en octavo grado para el consejo escolar de mi escuela. Imagínense, en octavo grado fue mi primera experiencia democrática. ¿Qué tendría... 13 años? Yo nací en el 1956, así que mi primer ejercicio electoral fue para 1969. Un buen año. Ustedes, ¿recuerdan cuándo fue su primera experiencia votando? En la mía, ¿qué pasó? Nada. Eso, nada. Fue un concurso de popularidad que le asignó alguna responsabilidad a los que salieron electos, como ser ejemplos de conducta para los demás y llevar a cabo lo que las autoridades de la escuela les ordenaran hacer. Toma de decisiones, ninguna. Pero, se fue democrático. No pude participar de otras experiencias de democracia colectiva durante la escuela superior porque, de alguna manera extraña y no reflexionada, ejercí mi derecho a la autodeterminación y me convertí en desertor escolar en el décimo grado. En la iglesia a la que asistía no existía la democracia porque las cosas de Dios no son para discutirse democráticamente. Se aceptan por fe. Pero, para ser honesto, en los monaguillos votábamos sobre el color de las sotanas y sobre los turnos para servir misa. También en la iglesia creamos un grupo de jóvenes que fue artesanalmente democrático. Igualmente, a veces votábamos en la Tuna de la parroquia. Se votaba, otra vez, sólo sobre los asuntos que no eran
2 problemáticos para los adultos. El ejercicio democrático de los jóvenes estaba limitado por la clara autoridad de los mayores y de sus instituciones. Así fuimos aprendiendo la democracia. En el país, mis padres votaban cada cuatro años. Mi padre, ex-seminarista, fue simpatizante del Partido Acción Cristiana y antimuñozista por su polémica con los obispos. Luego, recuerdo su entusiasmo en aquella primera elección que ganó el PNP en el 1968. Hubo como una especie de celebración de haber logrado algo importante. Me gustó llevar las banderas y meterme en el revolú de la gente en la calle participando. Sin embargo, lo más que me llamaba la atención en aquel entonces, eran las protestas juveniles de Francia y Estados Unidos. Yo las veía por la recién llegada televisión, por la prensa y por la música en inglés que me encantaba aunque no entendía. Todo eso me fascinaba. Sin entenderlo así en aquel momento, me atraía el hecho de que esos jóvenes sí estaban diciendo y haciendo lo que verdaderamente querían decir y hacer. Hoy reconozco la incierta conexión que existía entre los deseos personales de libertad adolescente y una aspiración democrática que no llegaba a expresarse así, pero que estaba contenida tanto en las pequeñas rebeliones familiares como en las grandes gestas juveniles de los años 60 y 70. Lo interesante y lamentable es que institucionalmente no existían en nuestro país, y opino que hoy siguen siendo inexistentes, mecanismos de participación para que los jóvenes decidieran realmente sus inquietudes en aquellos años. Y no tan sólo los jóvenes, sino también las mujeres y los trabajadores y los vecinos de barriadas o caseríos, en fin los ciudadanos y ciudadanas comunes y corrientes. Parece mentira de que después de esfuerzos tan meritorios para democratizar la participación en nuestro país, como los de la División de la Educación a la
3 Comunidad de los años 50 y 60, en mi experiencia juvenil la participación hubiese sido tan escasa y limitada. De esta manera, mis hormonas y rebeliones adolescentes encuentran en la protesta una forma de expresión democrática. En 1974 participo de la toma de un edificio en Lehman College en Nueva York donde estaba estudiando. De momento me doy cuenta de que mis compañeros y compañeras en Lehman eran los jóvenes demonizados por mis padres y por la cultura política dominante en Puerto Rico; los comunistas, los homosexuales, los radicales. Por primera vez, y con 19 años, tengo una experiencia democrática real. Todo se discutía y se decidía entre todos y todas. Sí, allí descubrí el todas. Y me di cuenta de que las cosas podían ser diferentes. Allí también participé por primera vez en la organización de una consulta electoral. En un referendum se decidió si se iba a huelga o no. Truinfamos y fuimos a huelga. Pero, al final el Estado prevaleció. Aumentaron la matrícula en un 800% y volví a Puerto Rico. El Estado prevaleció, sí, pero yo gané una experiencia democrática extraordinaria. Aprendí que la protesta instaura un espacio especial de posibilidades. Aprendí que la democracia directa es posible. Y aprendí que la voluntad de muchos y muchas se puede expresar en una votación sobre asuntos y no por candidatos. Parecen cosas que deberían ser obvias, ¿no? Para mí no lo eran, pero comenzaron a serlas. De vuelta en la isla, no fue hasta la huelga de estudiantes de la UPR en el 1981 que participé de otra experiencia democrática. Juan Santiago también estuvo por allí. Luis era muy pequeño, pero creo que también hubiese participado. En esa huelga, que duró casi 5 meses, se celebraron dos referendums estudiantiles: uno al comienzo del proceso en abril y mayo del 1981 donde se votó en contra del aumento uniforme y se endosó el concepto de matrícula ajustada. La administración no hizo caso.
4 El otro fue para diciembre del 1981 donde se votó por la salida de la policía del recinto y la continuación de la huelga. En ambos hubo una participación masiva. Yo tuve el privilegio de estar a cargo de la organización del segundo referendum. Participaron cerca de 10,000 estudiantes. El escrutinio se hizo en el Colegio de Abogados y bajo supervisión de abogados. Otra vez, la gente quiere participar, pero las autoridades son impermeables. De aquella experiencia dice Fernando Picó: “Había una utopía de universidad en la literatura y la propaganda huelguista que aquella multitud de estudiantes, sentada en la grama frente a la Torre el 25 de noviembre, quizás pudo haber encarnado. Una universidad sin paredes, sin guardias, sin burocracia, y sin horarios fijos quizás proveyó lecciones más perdurables que las que por años hemos intentado dar dentro de los límites de un calendario académico. La experiencia de las deliberaciones de los sub-comités, de los intercambios en pequeños grupos, de la colaboración entre cristianos y socialistas, de la discusión de sus asuntos en los medios noticiosos, enriqueció la perspectiva de los estudiantes... En microcosmos, los estudiantes habían aprendido, y habían enseñado, cómo funciona el país. Esa pedagogía de la huelga será, en resumidas cuentas, su fruto más duradero, ...” (Las vallas rotas, 1982) No quiero idealizar a la política de izquierdas, pero debo reconocer de que a pesar de todos los vicios autoritarios que luego le descubrí y que he combatido, ha sido dentro de ella donde mejores experiencias democráticas he tenido. Luego, desde 1984 al 1991 tuve la suerte de vivir en el lugar donde se desarrolló la democracia directa en los Estados Unidos: Nueva Inglaterra. Pude atestiguar cómo todavía hoy funcionan muchos de los originales “town meetings” que fueron la base de la revolución americana. Durante esos años también fui “National Committee Member” del Partido Verde de los Estados Unidos y conocí por primera a la iniciativa. La Iniciativa es un mecanismo de legislación directa que permite que un grupo de ciudadanos y ciudadanas recoja un determinado por ciento de firmas de electores del total de
5 votos obtenidos por el ejecutivo en la última elección con el fin de consultar al pueblo sobre algún particular. Una vez certificadas las firmas por la autoridad electoral pertinente se somete el asunto al escrutinio popular. Si el asunto es favorecido por los electores se convierte automáticamente en ley. De repente un universo inmenso se abrió ante mí, a pesar de que lo que me parecía como un mecanismo extraordinario era y es realmente un mecanismo viejísimo. La primera elección constitucional en el mundo occidental ocurrió en el 1637 cuando varios miles de habitantes de tres pueblos en América aprobaron lo que se conoce como las “Fundamental Orders of Connecticut” (lo que la convierte en la primera constitución escrita de Occidente). Hoy día, en los Estados Unidos, 24 estados poseen algún tipo de iniciativa. Y en el resto del mundo más de 85 países. Interesantemente Francia establece la iniciativa en su constitución importándola de los Estados Unidos luego de la revolución del 1789. Se elimina con Napoleón y en 1848 es incluida en la constitución de Suiza, actualmente el país con la más larga tradición de iniciativas. Aunque en los Estados Unidos las constituciones tuvieron y tienen que ser sometidas al escrutinio público, la iniciativa no se institucionaliza como tal hasta el 1897 cuando Nebraska permite la iniciativa en sus pueblos y ciudades. En 1898 Dakota del Sur se convierte en el primer estado en adoptar la iniciativa y el referendum a nivel estatal. Debo detenerme un momento y explicar la diferencia entre referendum e iniciativa. El referendum es una consulta al pueblo que se origina desde el ejecutivo o la legislatura. Son ellos y ellas los que deciden qué se va consultar y en qué términos. La iniciativa, al contrario, es una consulta al pueblo que se origina desde el propio pueblo. De ahí su carácter profundamente democrático.
6 Me parece que esta diferencia explica el mayor problema del referendum del 2005 sobre la unicameralidad. El pueblo en el referendum fue consultado sobre: “Un voto a favor del número 1 (una sola Cámara) significará un mandato a la Asamblea Legislativa para que se celebre un referéndum el 9 de julio de 2007 con el fin de proponer al electorado que se enmiende la Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, de forma tal que a partir del 2 de enero de 2009 la Asamblea Legislativa de Puerto Rico esté constituida por una sola Cámara”. Primero, los referendums los inicia la legislatura y no el pueblo. Si hubiese existido la iniciativa no hubiera habido que mandatar a la legislatura a hacer un segundo referendum. Se votaba por una sola cámara y ya se aprobaba una sola cámara. Sin embargo, como sólo la legislatura puede generar las enmiendas constitucionales, el legislador tuvo que mandatar a la legislatura a llevar a cabo un segundo referendum. Me parece que el legislador también estaba utilizando a propósito un lenguaje ambiguo para atraer los votos de algunos de los legisladores que se oponían a una sola cámara pero que estaban de acuerdo con llevar cabo una consulta. Me imagino el cabildeo; “No, chico, si no estás votando por una sola cámara, estás votando para que el pueblo vote si quiere votar por volver a votar en un segundo referendum” Así terminamos con una consulta para llevar a cabo otra consulta sobre lo mismo. Una mogolla. Este es uno de los problemas con los que tenemos que bregar para poder lograr una enmienda constitucional que nos permita tener la iniciativa y donde ustedes como futuros abogados y abogadas podrían colaborar muchísimo. Pero sigamos con el recuento que les hacía. Los mayores responsables de la adopción de la iniciativa en los distintos estados de E. U. durante el final del siglo 19 y principios del 20 fueron los populistas. Los populistas fueron alianzas políticas que se nutrían de agricultores y
7 trabajadores y que lograron ganar varias elecciones en distintos estados de los Estados Unidos. La Federación Americana del Trabajo participaba en el junte populista. Y saben qué, la Federación Libre de los Trabajadores de Puerto Rico (FLTPR) mantenía relaciones organizacionales con la Federación Americana del Trabajo. Por eso no es extraño que cuando la FLTPR funda el Partido Socialista en Puerto Rico aparezca la iniciativa como demanda en su programa del 1919 y cito: “Art. 19: Sufragio universal y secreto para hombres y mujeres. Adopción de la iniciativa del pueblo, el referendum y recall, y representación proporcional ante el Congreso nacional e insular. Abolición del Senado y del veto del Gobernador.” Es una lástima que mientras el Partido Socialista compartió el poder con el Partido Republicano en Puerto Rico no lograron pasar este artículo. Nos hubiéramos ahorrado muchos problemas ¿no creen? En 1992, y de vuelta en Puerto Rico, comienzo a enseñar en Estudios Generales y qué pasó, otra huelga de estudiantes por el alza en la matrícula. Varios profesores y profesoras recogimos firmas y convocamos una reunión de Claustro donde aprobamos la creación de un comité amplio para esbozar una reforma democrática de la universidad. ¿Qué pasó? La administración no hizo nada. Bueno sí, aprobó un nuevo aumento en matrícula. En 1995 Pedro Roselló le encomienda a Norma Burgos que presida una comisión especial para estudiar la unicameralidad, la iniciativa y el reclamo. La Comisión recomendó favorablemente la unicameralidad, sin embargo no respaldó la iniciativa ni el reclamo. Tres años después, en el 1998, el país se levantó en contra de la venta de la Telefónica. Nos unimos al esfuerzo para detener la venta. Junto al reverendo Heriberto Martínez, María Judith Oliveras, el licenciado José Juan Nazario (compañero de trabajo de Juan Santiago), los
8 profesores Errol Montes y Miriam Muñiz, y los compañeros David Esperón y Wilfredo López Montañez nos dimos a la tarea de recoger firmas para que se llevara a cabo un referendum sobre la venta. En dos semanas recogimos 65 mil firmas a favor del mismo. Pusimos un anuncio en el periódico que generó por vuelta de correo unas 12 mil firmas. Llevamos las 65 mil firmas a Fortaleza. Las recibió una ayudante del gobernador. No pasó nada. Después de recoger esas firmas participamos en varias vistas públicas de Cámara y Senado presentando la propuesta de la iniciativa. El resultado, nada. Sin embargo, por mediación del reverendo Heriberto Martínez, que para el cuatrenio de Sila Calderón (2000 al 2004) fungía como capellán de la Cámara, se logró una audiencia con el entonces Presidente de la Cámara Carlos Vizcarrondo para presentarle la propuesta de la iniciativa. Se logró convocar un grupo interesante de líderes obreros, trabajadores sociales, cooperativistas, clero católico y hasta candidatos a puestos políticos y nos reunimos con el Presidente Vizcarrondo. El accedió a darle consideración al proyecto y presentarlo. Le encomendó al licenciado Rabell y al licenciado Luis Vega Ramos que se reunieran con el reverendo Martínez y conmigo para afinar el proyecto. Yo había escrito un borrador de proyecto donde proponía cambios a la ley electoral vigente y no una enmienda constitucional. Desde la primera reunión con los licenciados Rabell y Vega Ramos surgió una diferencia sobre esa estrategia. Ellos insistían en que no se podía establecer la iniciativa a través de una enmienda a la ley electoral porque la prerrogativa legislativa le corresponde a la Asamblea Legislativa constitucionalmente. Yo no soy abogado, pero no me hacía sentido que si la Constitución misma tuvo que ser aprobada por los electores ¿cómo iba a ser posible que no estuviese garantizada, no como derecho explícito sino implícito, la capacidad de presentar legislación directa?
9 Fuimos donde José Juan Nazario a buscar luz en este asunto. En ese momento estaba muy ocupado, pero nos facilitó los Diarios de la Constituyente con las partes donde se había debatido la iniciativa durante la Asamblea Constituyente. Ni idea tenía que la iniciativa se había discutido en la Constituyente. ¿Y saben qué? Este hecho tampoco está mencionado como antecedente en el Informe al Gobernador de la Comisión Especial que presidió Norma Burgos en el 1995 sobre estos asuntos. El 25 de septiembre del 1951 los señores Padrón Rivera, Barrios Sánchez, Reyes Delgado, Álvarez Vicente, Martínez Sandín y Rivera Morales presentaron la proposición Núm. 20 donde en su artículo V, sección 1 proponía una iniciativa indirecta, como una especie de proyecto por petición donde la legislatura decide si actúa sobre él o no. Sin embargo, disponía que si la legislatura no lo consideraba, el Gobernador lo sometería a un referendum y de ser aprobado se convertiría en ley. Luego el 31 de octubre de 1951 se presenta la proposición Núm. 326, donde sí se proponía un mecanismo de iniciativa y no de proyecto por petición. Es interesante que entre los firmantes de esta proposición aparecen Miguel García Méndez y Luis Ferré, ambos republicanos. El debate no se da sin embargo, hasta el 10 de enero de 1952. Lo inicia García Delgado, delegado socialista, introduciendo una enmienda para que se le garantice a los ciudadanos el derecho de iniciativa para someter directamente al escrutinio electoral enmiendas a la Constitución con el endoso de una quinta parte de los votantes. El Sr. García Méndez se opone al principio, pero luego endosa la enmienda. En el debate se oponen el Sr. Trías Monge y el Sr. Benítez.
Es un debate interesante
que aparenta ser sobre la democracia directa versus la democracia representativa alrededor de las
10 enmiendas constitucionales. Sin embargo, es el asunto de la relación entre Puerto Rico y los Estados Unidos el que dirige por debajo a este debate. Poco antes de votar, el proponente Sr. García Delgado saca el asunto a la superficie cuando dice: "...Lo único que tal vez se podría temer en este asunto es que una quinta parte del pueblo de Puerto Rico solicitara de la [Asamblea] Legislativa de Puerto Rico que se sometiera a un plebiscito la cuestión de estadidad o independencia. Si ése es el único miedo que se le tiene a esta enmienda que he presentado, deben estar seguros los amigos de mayoría, que si el pueblo no cree ni en la estadidad ni en la independencia, y sólo cree en este estado libre que estamos creando, entonces el pueblo se manifestará, y no deben tenerle miedo jamás a la expresión democrática del pueblo." (p. 1840, Tomo III del Diario de Sesiones, edición del 1961). En la votación de setenta y ocho delegados presentes, sólo diez y siete votaron a favor de la inciativa para enmendar la Constitución. Y así se nos guindó la iniciativa, la primera vez que pudo ser debatida y considerada seriamente. Otra vez los partidos políticos limitaron los derechos de los ciudadanos y ciudadadanas. Volviendo al proyecto de Vizcarrondo, el tiempo pasaba. Ya estábamos cerca del final de la última sesión legislativa del cuatrenio de Sila Calderón y de Vizcarrondo como Presidente de la Cámara. Luis trajo redactado un proyecto de lo posible; una iniciativa de tipo consultivo que no era vinculante pero que por lo menos establecía el derecho a consultar la opinión del electorado. No había tiempo para una resolución conjunta para enmendar la Constitución. No teníamos ni idea de cómo debería ser el texto de la enmienda. Así que el 10 de mayo del 2000 el representante Carlos Vizcarrondo presentó el P. de la C. 4808. Se aprobó sin oposición. Un truinfo, sin duda. Se logró la primera legislación de iniciativa aprobada en el país.
11 Pero la dicha no duró mucho. La pieza no llegó a ser considerada en el Senado porque como siempre, esperan hasta el último día para aprobarlo todo a las millas y así se guindan otro montón de proyectos también. El reverendo Martínez y yo le escribimos a la gobernadora Calderón para que incluyera el proyecto en la extraordinaria que luego convocó pero ni contestación de recibo tuvimos. Desde entonces y hasta hoy hemos seguido impulsando la iniciativa en todas las instancias en que hemos podido. Eduardo Bhatia endosó el proyecto 4808 e incluyó la iniciativa en su programa de gobierno para San Juan y la Federación de Trabajadores por aclamación aprobó una resolución respaldando la iniciativa en una de sus asambleas generales. Actualmente vivimos un momento crucial en la vida de nuestro país. La incapacidad de la clase política de los tres partidos es aterradora. Son capaces de todo por los intereses mezquinos de sus partidos. Es un tiempo de desilusión y de coraje. La incapacidad de esa clase política es complementada con la imposibilidad de poder llevar a cabo cambios producto de un sistema electoral organizado por los partidos y que nos deja huérfanos y huérfanas de derechos a los electores. La ley electoral ha sido confeccionada por y para los partidos por medio de sus legisladores electos y por eso el único derecho, importantísimo demás está decirlo, que realmente tenemos los ciudadanos es el derecho al voto cada cuatro años y cada vez que se nos consulta en algún plebiscito o referendum propuesto por la Asamblea Legislativa y/o el Ejecutivo. Así, la ciudadanía ha internalizado que democracia es votar un día cada cuatro años y quejarse durante los 1,459 días restantes. Pero, pregunto honestamente ¿la democracia es solamente eso?
12 Esa clase política podría argumentar que la mayor parte del tiempo las vistas públicas están vacías, que la gente no viene ni se interesa. ¿Pero, cuántas veces se han reunido sistemáticamente con la gente a la que saludaron en las caminatas de campaña para consultarlos, para preguntar su opinión, para llevar sus sugerencias a la Asamblea Legislativa? Mucha gente no participa porque su participación no influye en las decisiones. Casi inexistentes son las ocasiones donde la presión pública logra triunfos como el fracaso de la nominación de Ferdinand Mercado a la Presidencia del Tribunal Supremo, la aprobación de la unicameralidad o la aprobación del presupuesto del año pasado. La mayor parte de las veces se impone la regla del caucus y/o el voto apresurado a las doce menos cuarto del último día de sesión. Ah!, y no los podemos pasar por alto, la de los cabilderos que, con o sin caja de zapatos repleta de dinero, van tejiendo su red de influencia poco a poco y sin descanso. Y pregunto de nuevo ¿es eso democracia? Yo quiero que mi hijo de once años tenga una mejor educación democrática de la que yo tuve. Una donde practique el ejercicio democrático de verdad. Necesitamos una buena reflexión legal para poder proponer una sólida enmienda constitucional que pase todos los exámenes. Ustedes son jóvenes y pronto serán abogados y abogadas. Súmense a este empeño con entusiasmo por los retos legales y políticos que conlleva. Reflexionen y debatan sobre este asunto y así podremos lograr la iniciativa para nuestro país. Sinceramente creo que es uno de los pocos hilos de esperanza que tenemos. Gracias.