SET DE ACTIVIDADES TAT 2014 COMUNICACIÓN Y LENGUAJE SECCIÓN: DRAMATURGIA OBRA: ROMEO Y JULIETA AUTOR: WILLIAM SHAKESPEARE ADAPTACIÓN: FELIPE CASTRO DOCUMENTO: GUIÓN ADAPTADO, VERSIÓN PEDAGÓGICA
VERSIÓN PEDAGÓGICA "ROMEO Y JULIETA" De William Shakespeare Adaptación de Felipe Castro Fones para TAT 2014
NOTAS SOBRE LA ADAPTACIÓN La adaptación de esta tragedia se realizó especialmente para Todos al Teatro (TAT), un proyecto social, pedagógico y cultural que tiene como objetivo principal acercar las grandes obras del género dramático a la comunidad escolar, transformando la sala de teatro en un espacio de aprendizaje. Las obras de TAT en su rediseño para estudiantes, basan su editorial en tres líneas fundamentales: el espíritu de la obra, el lenguaje y el aporte de carácter histórico que realiza al género dramático. El Romeo y Julieta original es una visión sobre la Italia del Renacimiento. Se ha trasladado el lenguaje shakesperiano al de nuestros días para una mejor comprensión por parte de los estudiantes. Shakespeare nos presenta de manera magistral el antiguo mito de los enamorados trágicos que prefieren perder la vida antes que perder su amor. Felipe Castro Fones
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SHAKESPEARE "ROMEO Y JULIETA" Obra en un cinco actos Versión libre de Felipe Castro Fones para TAT 2014 FIEBRE. Fundación Andrónico Luksic A. Fundación Julius Baer.
PRÓLOGO CORO:
- En la maravillosa ciudad de Verona, donde ocurre nuestra historia dos importantes familias, familias en todo iguales con antiguos odios generan nuevas odiosidades. - Aquí veremos sangrar y correrá entre vecinos la sangre. - De las malas raíces de estas familias enemigas tuvieron la mala suerte de nacer estos amantes fatales ya que solo con su muerte darían fin a las disputas ancestrales. - Les pedimos estén atentos a esta historia de odio entre hermanos. - Completen ustedes con su imaginación todo lo que escape a nuestras manos.
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ACTO I ESCENA I Entran Sansón y Gregorio. Están armados. Sansón. Gregorio.
- No podemos aguantar que nos sigan molestando. - Yo no me tomaría la molestia de molestarme porque me están molestando.
Sansón.
- Yo, al revés, si me molestan me molesto y pego de inmediato.
Gregorio
.- El problema es que te molestas muy rápido.
Sansón.
- El olor a Capuleto me molesta rápido.
Gregorio.
- Si te molestan te haces a un lado. Hasta donde sé los más débiles son los que a la pared se arriman rápido.
Sansón.
- Yo a las mujeres las arrimó rápido. Jovencitas Capuleto a la pared y jovencitos Capuleto al suelo.
Gregorio. Sansón. Gregorio.
- Esa pelea es para perros grandes. - Me da lo mismo… después de haber matado a todos los empleados de la casa Capuleto me haré cargo de sus mujeres… - … Silencio, que aquí vienen un par de niñitas Capuleto.
Sansón.
- Intentemos poner la ley de nuestra parte… deja que empiecen ellos.
Gregorio.
- Los Capuleto prenden con agua así es que mostramos las armas y la pelea se arma.
Sansón.
- A veces las palabras provocan más que las armas… Buenas tardes, señoritas…
Abraham. Sansón.
- … Dijiste señorita. - No… no dije señoritas… ¿o sí?
Abraham.
- ¿Nos dijiste señoritas?
Gregorio.
- Acaso están sordos porque de ser así yo mismo les puedo destapar las orejas.
Abraham.
- Siempre tan valiente... tan preocupado de los demás.
Sansón.
- Si no eres señorita, saca tus armas… Página 3 de 3
Benvolio.
- ¡Ya basta, imbéciles! Guarden esas armas… cómo no se dan cuenta de la estupidez que están haciendo.
Teobaldo.
- ¡Cómo! ¿Tú te atreves a pedir calma con las armas en las manos? ¡Vamos, Benvolio, sé valiente y pelea hasta morir!
Benvolio.
- Cómo no te das cuenta que solo trato de mantener la paz. Guarda tus armas o ayúdame con ellas a separar a estos hombres.
Teobaldo.
- Hablas de paz con las armas en las manos. Odio la paz, odio esa palabra como odio el infierno, como odio a todos los Montesco y a ti. ¡Defiéndete, cobarde!
Pelean. Entran Capuleto y su mujer. Capuleto. Sra. Capuleto. Capuleto.
- ¿Qué ruido es este? ¡Mis armas! ¿Dónde están mis armas? - ¿Para qué quieres tus armas? Pide mejor que te ayuden. - ¡Dije que quiero mis armas! Desde aquí veo al viejo Montesco que trae las suyas.
Entran Montesco y su mujer. Montesco. Sra. Montesco.
- ¡Maldito Capuleto! No me sujeten. ¡Suéltenme! - No darás un paso más hacia tu enemigo.
Entra el príncipe con su séquito. Príncipe.
- ¡Súbditos rebeldes enemigos de la paz que manchan sus armas con sangre hermana! ¿Van a escuchar? Pues bien, bajen ahora sus armas si no quieren ir a la cárcel y escuchen con atención el castigo que tendrán por este desorden. Ya van tres peleas que en tres días han roto la quietud y la paz en nuestras calles. Además han conseguido que los viejos vecinos tomen sus armas para atajar el odio que los corroe por dentro. Si vuelven a perturbar una vez más nuestras calles pagarán con la vida este desacato. Por esta vez, fuera todos de aquí. Usted, señor Capuleto, vendrá ahora conmigo y a usted, señor Montesco, lo recibiré esta tarde. Una vez más y bajo pena de muerte. ¡Fuera de aquí! ¡Fuera todos!
Salen todos. Solo quedan Montesco, Sra. Montesco y Benvolio. Montesco. Sra. Montesco.
- ¿Quién fue el que inició una vez más esta pelea tan vieja? - Romeo… ¿Dónde está Romeo? ¿Lo has visto hoy? Dime que no estaba metido en ese desorden…
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Benvolio.
- Señora, lo encontré esta mañana en los bosques, pero apenas me vio desapareció internándose más aún entre los viejos árboles. Lo dejé tranquilo porque él estaba feliz.
Montesco.
- Se le ve allí todas las mañanas, pero apenas empieza el día a clarear con más fuerza, se encierra en su pieza y busca solo la oscuridad. Alguien tiene que darle un buen consejo para que deje de lado la pena negra que lo acompaña.
Benvolio.
- ¿Y usted sabe por qué está así?
Montesco.
- Ni la menor idea. Romeo es tan cerrado, tan misterioso, tan difícil de saber qué es lo que le pasa. Si yo supiera la causa de su pena, créeme que feliz encontraría el remedio.
Benvolio.
- Aquí viene, si no los ve a ustedes es probable que yo consiga saber qué es lo que lo entristece.
Salen Montesco y su señora. Entra Romeo. Benvolio.
- Buenos días, primo.
Romeo.
- ¿Tan temprano es?
Benvolio. Romeo. Benvolio. Romeo. Benvolio. Romeo. Benvolio. Romeo.
- Son apenas las diez. - Las horas tristes se hacen muy largas. - ¿Qué tristes sucesos alargan tus horas? - No tener a aquella persona que con tenerla las acortaría. - ¿Enamorado? - Sin que… - … ¿Sin qué? - Sin que me ame aquella de la que estoy enamorado.
Benvolio.
- Que el amor que es tan dulce, sea tan amargo cuando nos pone a prueba.
Romeo.
- El amor, aunque ciego, ve siempre el camino… ¿Dónde vamos a almorzar? Da lo mismo… ¿hubo una pelea aquí?… No me digas nada, ya lo sé todo…. ¡Odiar para amar! ¡Oh, amor peleador! ¡Pesado y ligero! Caótico pero simple a la vez… ¡plumas de plomo! Humo que brilla… hielos de fuego… enfermo de sano que está… es soñar lo que no es, pero soñando despierto… ¿Te da risa?
Benvolio.
- No, me da pena tu atormentado corazón.
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Romeo.
Benvolio. Romeo.
- Así son las penas de amor. El amor correspondido es un fuego que arde en los ojos de los amantes. No correspondido, es un mar que se alimenta con sus lágrimas… me perdí, me perdí, me perdí... no estoy aquí. No soy Romeo… Romeo está en otra parte. - No pienses más en ella. - Enséñame entonces como se puede dejar de pensar.
Benvolio.
- ¡Mira para el lado! Deja que tus ojos contemplen la belleza de otras mujeres.
Romeo.
- Esa es la manera de tener la certeza de que ella es incomparable. Muéstrame una mujer extremadamente hermosa y solo me servirá para saber que hay una, cuya belleza es celestial. Lo siento, querido primo, no puedes enseñarme a no pensar. Adiós.
Salen.
ACTO I ESCENA II Mismo lugar. Una calle. Entran Capuleto, Paris y un empleado. Capuleto.-
Si Montesco está amenazado de cárcel igual que yo, pienso que será más fácil mantener este asunto en calma.
Paris.
- Es realmente lamentable que lleven tantos años enemistados… pero la pregunta ahora es: ¿qué piensa usted de la idea que le he planteado?
Capuleto.
- Lo mismo que te he dicho antes. Julieta es todavía muy joven como para pensar en matrimonio.
Paris. Capuleto.
- Hay otras mucho más jóvenes que ya tienen hijos. - Así también es como se ponen viejas antes de tiempo. Haz bien el trabajo, querido Paris. Conquista su corazón. Yo soy solo una parte en la decisión. Esta noche tenemos un baile de máscaras en casa. Esta noche verás a las más hermosas jóvenes. Escúchalas a todas, míralas a todas y elije bien. Vamos… y tú, (a un empleado entregándole un papel) esta es la lista de las personas que tienes que invitar. Búscalos y diles que los espero esta noche en mi casa.
Salen Capuleto y Paris. Empleado.
- ¡Perfecto! Y a este señor nadie le dijo que yo no sabía leer. Nunca sabré qué nombres ha escrito el que este papelito escribió. Habrá que preguntar. Página 6 de 6
Entran Romeo y Benvolio. Benvolio. Romeo. Empleado. Romeo. Empleado. Romeo. Empleado.
- ¿Te volviste loco, Romeo? - Loco, no. Pero me siento igual de amarrado y encerrado en mi propia prisión… azotado… atormentado. - Tú! Yo sé que tú sabes leer. - Si está en castellano y con buena letra… (lee) Hey… hermosa fiesta. - ¿Estás en la lista? - Mmmm… sí. - Bien, estás invitado entonces. Adiós.
Benvolio.
- Rosalinda está invitada a esa fiesta. Rosalinda a quien tanto amas. Vamos a esa fiesta y miras con ojos imparciales… tal vez aparezca algo mejor.
Romeo.
- ¡Cómo se te ocurre que va a existir alguien más hermoso que mi bien amada!
Benvolio.
- Por favor… la encuentras hermosa porque no tienes con quien comparar.
Romeo.
- Está bien. Iremos, pero no a gozar con el espectáculo, sino más bien para cegarme con el esplendor de mi Rosalinda amada.
Benvolio. Romeo.
- Te has puesto bien siútico tú, ¿ah? - ¿Tú crees?
Salen.
ACTO I ESCENA III Sala en Casa Capuleto. Entran Sra. Capuleto y Nodriza. Sra. Capuleto. Nodriza.
- ¿Dónde está mi hija? - Qué sé yo… hace horas que la estoy llamando. ¡Chinita! ¡Gordita! ¿Dónde se metió esta niña, por el amor de Dios? ¡Julieta!
Entra Julieta. Julieta. Nodriza.
- ¡Ya voy! ¿Quién me llama? - Tu madre, caramba.
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Julieta.
- Hola, madre… aquí estoy. ¿Pasa algo?
Sra. Capuleto.
- Esto es un asunto privado. No, mejor quédate aquí. Bueno, pues, tú sabes que mi hija ya ha llegado a cierta edad…
Nodriza.
- … ¿Cierta edad? Si hace nada que se cayó y se rompió la frente y mi marido que en paz descansa le dijo: ¿te caíste de frente, mi niña? Ya muy pronto te caerás de espalda… Ahí mismo dejó de llorar el angelito… Bueno, resulta que este angelito ahora sí que está lista para que la hagan caer de espaldas…
Sra. Capuleto. Nodriza.
Sra. Capuleto.
- … ¿Terminaste? - Por supuesto, señora… si lo que pasa es que era muy gracioso todo, porque le preguntaban: ¿te va a gustar caerte de espaldas? Y el angelito decía: Sí, sí… me encanta caerme de espaldas… - … Suficiente
Nodriza.
- Eres la niña más hermosa que he criado y Dios me de vida para verte casada.
Sra. Capuleto.
- De eso se trata. De casarse. Dime, Julieta, querida hija, ¿tú estarías dispuesta a casarte?... No me digas nada. Solo te cuento que el buen muchacho Paris quiere ser tu esposo.
Nodriza. Sra. Capuleto.
- ¡Qué hombre! Ese hombre sí que vale la pena… - Esta noche lo verás en nuestro baile de máscaras. Es moneda de oro, Julieta, no debes dejarlo pasar.
Entra un empleado. Empleado.
Sra. Capuleto. Nodriza.
- Señora, la fiesta ha comenzado y todos preguntan por usted y por la señorita; maldicen a la nodriza aquí presente y dicen que todo es un caos. Yo voy a servir. Espero me sigan pronto. - Vamos, Julieta, Paris nos espera. - Anda a que te den buenas noches después de pasar buenos días.
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ACTO I ESCENA IV Una calle. Entran Romeo, Mercucio, Benvolio y enmascarados. Romeo. Mercucio. Romeo.
- Veamos, ninguno de nosotros está en la lista. Daremos alguna explicación o entramos sin explicación alguna. - Sin explicación alguna… vamos, Romeo, queremos verte bailar. - Tengo el alma tan triste que me paraliza el cuerpo entero.
Mercucio.
- Lo que pasa es que estás enamorado. Pídele a Cupido sus alas, y a volar por los cielos.
Romeo.
- Tanta flecha de Cupido me tiene abrumado. No tiene sentido entrar a esa fiesta, enmascarados.
Mercucio. Romeo. Mercucio. Romeo. Mercucio. Romeo.
- ¿Puedo preguntar por qué? - Tuve anoche un sueño. - Yo también tuve uno. - ¿Qué soñaste? - Que los que sueñan te engañan. - Te engañan cuando sueñas que tus sueños se hacen realidad.
Mercucio.
- Ah, veo que has soñado con la reina Mab.
Romeo.
- ¿La reina Mab? ¿De qué estás hablando?
Mercucio.
Romeo. Mercucio.
- Es el hada de los sueños, la que llega no más grande que un diamante que se luce en el anillo de un poderoso mientras su carroza la arrastran unos minúsculos corceles. Ella galopa todas las noches por la mente de los enamorados que sueñan con el amor, por los dedos de los abogados que sueñan con sus honorarios, por los labios de las damas que sueñan con los besos. A veces galopa por el cuello de un soldado que sueña con degollar a sus enemigos, que sueña con violaciones, emboscadas y borracheras hasta que de pronto un redoble de tambores lo despierta y asustado como está se pone a rezar para dormir de nuevo. Es la reina Mab la bruja que enseña a las jovencitas mientras duermen boca arriba a soportar por primera vez el peso de un hombre que habrá de convertirlas en mujeres completas… - …Basta, Mercucio, estás hablando solo tonterías. - Es verdad, hablo de sueños. Página 9 de 9
Benvolio. Romeo.
- De tanto soñar llegaremos demasiado tarde. - Yo temo que demasiado temprano, pues mi mente presiente que algo malo va a ocurrir en esta noche alegre. Algo en el destino trágico de esta noche pondrá fin a la vida despreciable que habita en mi alma. ¡Nada! ¡Que aquel que dirige el curso de mi vida conduzca mi barco esta noche! Queridos amigos: ¡Adelante!
Salen.
ACTO I ESCENA V Salón en casa de Capuleto. Entran empleados. Empleado 1.
- ¿Dónde está la nodriza para que ayude a retirar la mesa?
Empleado 2.
- No es justo dejar todo el trabajo en manos de empleados que ni siquiera se las han lavado.
Empleado 3.
- ¡Saquen más sillas! ¡Cuidado con esos adornos! ¿Dónde se metió la nodriza? ¡Nodriza!
Empleado 1.
- ¡A moverse, señores, que no tenemos todo el día!
Empleado 2.
- Es que no podemos estar aquí y allá al mismo tiempo.
Empleado 3.
- Basta de tanta queja, la pega es la pega.
Entran los Capuleto y los invitados. Capuleto.
- Bienvenidos, señores. Las señoras que no tengan callos a bailar, la que no quiera bailar, ya sabremos que tiene los pies con callos. ¡Vamos con esa música! ¡Despejar la pista y las niñitas… a bailar!
Comienza la música y el baile. Romeo. Empleado. Romeo.
- ¿Quién es esa joven? - No tengo idea. - ¡Ella le enseña al fuego a dar luz! No puedo pasar esta noche sin que la estreche entre mis manos. ¿Estaba yo enamorado? Imposible.
Teobaldo.
- Este es Montesco. ¡Tú, tráeme mis armas!
Capuleto.
- Podemos saber qué te pasa, sobrino querido.
Teobaldo.
- Ese es Montesco.
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Capuleto.
- Ese es Romeo, es un buen chico que jamás ha matado una mosca. No quiero peleas en mi casa, menos esta noche.
Teobaldo.
- Yo no sé quién invitó a estos miserables, no voy a soportar a estos malnacidos metidos en mi propia casa.
Capuleto.
- ¡Tendrás que soportarlo! ¡Aquí mando yo y ya dije que no quiero peleas en mi casa!
Teobaldo.
- Me quedaré callado, pero la presencia de este intruso que ahora parece dulce se va a convertir en hiel amarga.
Romeo.
(tomando la mano de Julieta)-Si al tomar tu mano profano este santo altar, mis labios de peregrino se disponen a limpiarlo con un beso tierno.
Julieta.
- Mi buen peregrino, el sagrado beso de los peregrinos es juntar las palmas de sus manos.
Romeo. Julieta. Romeo.
- ¿Acaso los peregrinos no tenemos labios? - Labios para decir nuestras oraciones. - Entonces deja que los labios hagan lo que hacen las manos.
Julieta.
- Los santos no se mueven aunque entreguen la gracia que les piden.
Romeo.
- Entonces no te muevas mientras recojo el fruto de mis oraciones y así por tus labios, quedan los míos libres de pecado.
La besa. Julieta. Romeo.
- Ahora tienen mis labios el pecado recibido de los tuyos. - ¿Mi pecado en tus labios? Devuélveme mis pecados.
Intenta besarla de nuevo. Nodriza.
- Señorita, su madre la anda buscando.
Romeo.
- ¿Quién es su madre?
Nodriza.
- La preguntita, ¿ah? Su madre es la señora de esta casa. Señora buena, prudente y virtuosa.
Romeo.
- Es una Capuleto… Dios… desde hoy le debo mi vida a mis enemigos.
Benvolio.
- Hora de retirarse, querido primo… nos vamos.
Quedan Julieta y Nodriza. Julieta.
- Nodriza, mi querida nodriza, ¿quién es ese joven? Página 11 de 11
Nodriza. Julieta. Nodriza. Julieta. Nodriza. Julieta. Nodriza. CORO.
- No lo sé, no tengo idea. - Averigua su nombre. - Se llama Romeo, de la casa de los Montesco. - ¿Cómo? - Tal cual. Romeo, hijo único del gran enemigo de tu familia. - Mi único amor es hijo de mi único odio. Demasiado pronto te vi sin conocerte y demasiado tarde te conozco. - Nos vamos, Julieta, ya se han ido todos. - Ya muere el antiguo amor en Romeo y comienza a nacer uno nuevo. - Él, tan amado como amante, decide en sus enemigos encontrar otro fuego, mientras ella se deja seducir por este peligroso juego. - ¿Podrá este amor ganar esta partida al enquistado odio? - Ninguno puede declarar ni su amor ni su emoción. - Veamos si el tiempo les da los medios y les apacigua el corazón.
ACTO II ESCENA I En la calle. Romeo ha saltado el muro al jardín de los Capuleto. Benvolio.
- Romeo… primo Romeo… desapareció. ¿Por qué no lo llamas tú?
Mercucio.
- Romeo… Señor caprichoso… ¡Loco! ¡Apasionado! ¡Enamorado! ¿No me oyes? ¿No te agitas? Hey, Romeo, aquí está la bella Rosalinda con sus ojitos brillantes, sus caderas fuertes y sus muslos temblorosos.
Benvolio.
- Para variar se ha escondido en el bosque. Su amor es ciego y le conviene la oscuridad.
Mercucio
.- Si su amor es ciego no dará en el blanco. Yo creo que ahora estará sentado mirando el mar juntando conchitas. Esas conchitas que Página 12 de 12
hacen a las mujeres reírse cuando están solas. Ay, Romeo, ojalá tu Rosalinda fuera tu conchita ahora… Benvolio.
- Vamos… está claro que no quiere que lo encuentren. Estás bien grosero tú, ¿ah?
Mercucio.
- ¿Tú crees?
Salen.
ACTO II ESCENA II Romeo a solas en el jardín de los Capuleto. Entra Julieta, sin verlo. Romeo.
Julieta. Romeo. Julieta. Romeo. Julieta. Romeo.
- ¿Qué luz es esa que veo? Es luz del oriente y Julieta es el sol, levántate hermoso sol y mata a esa moribunda luna que se pone pálida de pena al saber que eres mucho más hermosa que ella. ¡Es mi amada! ¡Es la mujer que amo! Si tan solo lo supiera… habla pero no se oye nada. Qué importa. Hablan sus ojos y los míos le contestan. Miren como apoya su mano en su mejilla. Cuanto desearía convertirme en guante para estar cerca de esa mejilla. - ¡Ay de mí! - ¡Ahora habla! Habla otra vez ángel brillante. - ¡Oh, Romeo, Romeo! ¿Por qué te llamas Romeo? Cámbiate el nombre o júrame tu amor y dejo de llamarme Capuleto. - ¿Sigo escuchando o le hablo ahora? - Solo tu nombre es mi enemigo. ¿Por qué no te pones otro nombre?
(Escondido, a Julieta) -Te cobro la palabra: llámame solo mi amor y me bautizarás de nuevo.
Julieta.
- ¿Quién eres tú que oculto en la noche escuchas mis ocultos pensamientos? - Dime, ¿cómo has llegado hasta aquí y para qué? - Y si eres tú quién creo que eres, morirás apenas mis parientes te encuentren.
Romeo.
- Hay más peligro en tus ojos que en las armas de tus parientes.
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Julieta.
- Sabes que en la oscuridad puedo ocultar mis sentimientos para que no veas que estoy roja de vergüenza por las palabras que esta noche has escuchado salir de mi boca. Quisiera negarlo todo, pero mejor la verdad y de frente. ¿Me amas? Sé que dirás que sí y aceptaré tu palabra, pero si lo juras podrías faltar a tu juramento. Dicen que los dioses se ríen de los juramentos de amor. Es verdad, gentil Montesco, te amo y puedes pensar lo que quieras de mi conducta ligera. Pero tienes que creerme si te digo que soy sincera.
Romeo.
- Voy a jurar, voy a jurar por esta luna bendita que llena de sombras los árboles por la noche.
Julieta.
- No. No jures por la luna inconstante que cambia de órbita todos los meses. No vaya a ser cosa que tu amor sea igual de cambiante.
Romeo. Julieta.
- ¿Por quién quieres que jure? - No lo jures. Esto es demasiado precipitado, demasiado imprudente y repentino. Es como el rayo cuya luz termina antes que podamos decir que ilumina. - Tal vez florezca este amor. Adiós, adiós y que llegue el alivio a tu corazón.
Romeo. Julieta. Romeo.
- ¿Esta noche termina aquí? - ¿Y tú qué esperas de esta noche? - Cambiar tu fiel juramento de amor por el mío.
La nodriza llama desde dentro. Julieta.
- Oigo ruidos dentro. Séme fiel que ya vuelvo.
Sale Julieta Romeo.
- Oh, bendita noche. Temo que por ser de noche sea un sueño.
Vuelve a entrar Julieta. Julieta.
Nodriza. Julieta. Nodriza.
- Tres palabras y buenas noches. Si tu intención de amor es honorable y estás pensando en el matrimonio, házmelo saber mañana, y sin equivocaciones dime donde será la ceremonia que yo te seguiré por el mundo entero.
(dentro)-¡Julieta! - ¡Ya voy! Mañana te enviaré a alguien para que me cuentes
(dentro)-¡Julieta! Página 14 de 14
Romeo.
- Mi alma estará esperando al mensajero.
Romeo.
- ¡El amor corre hacia el amor como los estudiantes arrancan de sus cuadernos!
Sale Julieta.
Vuelve a entrar Julieta. Julieta. Romeo. Julieta. Romeo.
- Shiiiish… Romeo. - Amor mío. - ¿A qué hora te mando el mensajero? - A la hora que sea estaré dispuesto.
Julieta.
- Ya va a amanecer y es mejor que te vayas. Buenas noches… buenas noches… buenas noches… la despedida es un dolor tan dulce que te diría buenas noches hasta llegar el día.
Romeo.
- Que el sueño llegue a tus ojos y la paz a tu alma. Iré donde mi padre espiritual para pedir sabiduría y contarle de esta, mi inmensa alegría.
Salen.
ACTO II ESCENA III La celda de Fray Lorenzo. Romeo. Fray Lorenzo.
- Buenos días, padre. - ¿Buenos días cuando recién amanece? ¿Podemos saber qué haces levantado a esta hora de la madrugada? Si te hubieses acostado temprano como el buen niño que eres no tendrías esa cara, por lo que deduzco que nuestro Romeo pasó de largo y pasó la noche en vela.
Romeo
.- Tuve el más dulce de los sueños.
Fray Lorenzo.
- ¡Estuviste con Rosalinda anoche!
Romeo. Fray Lorenzo. Romeo.
- No. - Entonces… ¿Con quién estuviste y dónde? - Te lo diré antes que preguntes de nuevo. Estuve en una fiesta anoche. Fiesta en casa de mis enemigos. Fui herido. Luego los herí Página 15 de 15
yo. Estamos tan heridos que solo tu medicina puede salvar este amor malherido. Fray Lorenzo.
- Podrías dejar tanta metáfora y hablar claro y sincero.
Romeo.
- Muy bien. Mi gran amor es Julieta, la hija de Capuleto. Ella me ama y yo la amo a ella. Para que el asunto se complete solo falta que tú nos unas en santo matrimonio. Cuándo, cómo y dónde nos conocimos te lo cuento luego, pero tienes que casarnos hoy día.
Fray Lorenzo.
- ¡Dios mío! Pero a ti ¿qué te pasó? ¿Te volviste loco? ¿Cómo tan rápido olvidaste a Rosalinda por quien morías de amor? Veo que tu amor no está en tu corazón sino en tus ojos. ¿Pero es que se te olvida cómo llorabas por esa niña? Te recuerdo que lo único que hacías era quejarte el día entero por tu Rosalinda.
Romeo. Fray Lorenzo. Romeo. Fray Lorenzo.
- Tú me retabas por estar enamorado de Rosalinda. - Yo te retaba por estar atontado con Rosalinda. - Me dijiste que la dejará. - ¡Sí, pero no siempre un clavo saca a otro clavo!
Romeo.
- Ya no me retes más, la mujer que ahora amo también me ama eso no pasaba con la anterior.
Fray Lorenzo.
- Mira, joven inconstante y poco serio, te voy a ayudar por una sola razón y es que en una de esas, este amor se encargue de que sus familias dejen de mirarse con tanto odio.
Romeo. Fray Lorenzo.
- Vamos, rápido, por favor… apúrate. - Calma, querido Romeo. Calma. No por mucho madrugar amanece más temprano.
ACTO II ESCENA IV Una calle. Mercucio.
- ¿Podemos saber dónde diablos se metió Romeo? La famosa Rosalinda lo va a seguir atormentando hasta volverlo loco.
Benvolio.
- Romeo tiene otras cosas de qué preocuparse porque al parecer Teobaldo lo anda buscando.
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Mercucio.
- Pero si Romeo ya está muerto. Asesinado por los negros ojos de su famosa Rosalinda. En este estado no podrá enfrentar a Teobaldo.
Benvolio.
- ¿Y quién es Teobaldo? Un miserable Capuleto y punto.
Mercucio.
- De miserable tiene poco. Se mueve bien con sus armas y sabe atacar y defenderse. Lo elegante, educado y cortés no le quita lo valiente.
Entra Romeo. Benvolio.
- Llegaste por fin.
Mercucio.
- ¿Mala tu jugada de anoche, ah?
Romeo. Mercucio. Romeo. Mercucio. Romeo. Mercucio. Romeo. Mercucio. Romeo. Mercucio. Romeo. Mercucio. Romeo.
- ¿Qué tiene de mala? - Te arrancaste. - Perdona si no pedí permiso, pero el caso lo ameritaba. - Podrías haber dicho dónde estabas. - Se cuenta el milagro pero no el santo. - Ah, ya… empezamos con los refranes. - Es que yo soy siempre poeta. - ¿Ah, sí? Pues yo soy la flor de la poesía. - Yo diría el rey de la pedantería. - Y usted el amante de la tontería. - ¿Terminó ya con la rotería? - ¡Por fin nuestro Romeo está de vuelta! Eres mucho mejor así que lloriqueando amores y buscando conchitas de oro. - Mensajero a la vista.
Entran la Nodriza y Pedro. Mercucio.
- Se va a nublar… Dios mío cómo se oscurece todo… ¡Qué miedo!
Nodriza.
- ¡Pedro!
Pedro.
- ¿Qué?
Nodriza. Mercucio. Nodriza.
- Mi abanico - Así se tapa la cara, Pedrito, y sale el sol de nuevo. - Caballeros, ¿puede decirme alguno de ustedes dónde encontrar a Romeo? Página 17 de 17
Romeo.
- Yo soy lo que queda de Romeo.
Nodriza.
- Si tú eres al que busco, tengo que hablarte algo en privado.
Benvolio.
- ¡Te van a invitar a comer!
Mercucio.
- Adiós, Rosalinda, te salió gente al camino.
Romeo. Mercucio.
- ¿Por qué no te callas? - Pide comer un pedazo de vaca… y en una de esas…
Salen Mercucio y Benvolio. Nodriza.
- Podemos saber quién es este descarado, insolente, impertinente.
Romeo.
- Uno que habla más en un minuto que lo que oye en un mes.
Nodriza.
- ¿Que se cree que soy una de sus putitas? ¿O piensa que soy su comadre? Por Dios santo que me siento humillada y tú no haces nada?
Pedro.
- Señora, yo no he visto a nadie humillarla.
Nodriza.
- Inútiles… estoy rodeada de inútiles. Mire, jovencito, lo primero que le diré es que lo que me dijo mi Julieta me lo guardo para mí y de paso le dejo claro que si usted la hace concebir falsas ilusiones sería algo absolutamente indigno… pero si ella es una niña ¿cómo se le ocurre hablarle así?
Romeo.
- Pero si yo no he hablado nada. Nodriza, tú háblale a Julieta a favor mío y dile que…
Nodriza.
- … Así lo haré, Dios mío, qué contenta se va a poner.
Romeo.
- Pero qué le vas a decir si todavía no te he dicho nada.
Nodriza.
- Le diré, señor, que lo que usted quiere decirle es algo que según yo es realmente valeroso y que en mi opinión es un ofrecimiento muy caballeroso.
Romeo.
- Dile que encuentre un pretexto para arrancarse esta tarde donde Fray Lorenzo, ahí se confesará y luego nos casará.
Nodriza.
- ¿Esta tarde, señor? Bien, allí estará.
Romeo.
- Un momento, te tengo que pedir que me dejes escondida una llave de las rejas que dan al jardín. Así llegaré a la cima de la felicidad en el secreto de la noche.
Nodriza.
- ¡Pedro!
Pedro. Nodriza.
- ¡Aquí, señora! - Supongo que no escuchaste nada. Página 18 de 18
Pedro.
- No, señora… no, nada.
ACTO II ESCENA V La celda de Fray Lorenzo. Entran Fray Lorenzo y Romeo. Fray Lorenzo.
- Bendiga el cielo esta sagrada ceremonia para librarla de todo mal.
Romeo.
- Amén. Pero sea cual sea el mal que venga no podrá con las alegrías infinitas que me entrega mi amada. Une nuestras manos con las santas palabras y que luego la muerte sea la única que pueda separarlas.
Fray Lorenzo.
- Estas alegrías tan rápidas suelen tener finales rápidos. Tengan cuidado que tanta miel puede hostigarlos. Sean moderados en el amor. Si van lento, llegarán lejos. Mira quién viene por aquí.
Julieta. Romeo.
Julieta. Fray Lorenzo.
- Buenas tardes. - Ah, mi Julieta tan amada. Si la medida de tu alegría está tan colmada como la mía, endulza con tu aliento el aire y deja que tu voz revele toda la felicidad soñada. - El sentimiento es más rico en gestos que en palabras. - Vamos, terminemos esto pronto miren que no los dejaré solos hasta que la Santa Madre Iglesia entregue su bendición.
ACTO III Escena I Verona. Plaza pública. Entran Mercucio, Benvolio y otros. Benvolio.
- Vámonos de aquí esta plaza está pasada a Capuleto y tanto calor hace que la sangre hierva.
Mercucio.
- Miren quién habla… el menos belicoso. Tienes tu cabeza tan llena de peleas que con cualquiera peleas. ¿Y quieres enseñarme tú a mí cómo evitar una pelea?
Benvolio.
- Te lo dije, aquí están los Capuleto.
Mercucio.
- Te lo dije, me importa un huevo. Página 19 de 19
Entra Teobaldo y otros. Teobaldo.
- Buenas tardes, caballeros… ¿alguno de ustedes ha visto a un tal Romeo?
Mercucio.
- Romeo… Romeo… ¿Dónde estás que no te veo? No, no lo veo, pero aquí tienes a uno de tu porte y el mejor amigo de Romeo.
Teobaldo.
- ¿No estarás defendiendo al pobrecito Romeíto?
Benvolio.
- Aquí anda mucha gente, creo que sería bueno discutir este asunto más en privado.
Mercucio.
- ¡Qué me miren y nos miren! Que de aquí yo no me muevo.
Entra Romeo. Teobaldo.
- Ahora veremos si eres hombre, Romeo, o apenas te da para hombrecito.
Romeo.
- Teobaldo, tengo una poderosa razón para no contestar tu odioso saludo.
Teobaldo.
- Tus razones me dan lo mismo. ¡Defiéndete como hombre!
Romeo.
- Apenas sepas de mis razones, sabrás, buen Capuleto, que aprecio tanto tu nombre como el mío. Deberías darte por satisfecho.
Mercucio.
- ¡Demasiado! ¡Comparar Capuleto con Montesco! Qué deshonrosa y asquerosa sumisión. ¡Teobaldo! ¡Saca tus armas!
Teobaldo.
- ¿Eso es lo que quieres?
Mercucio.
- Eso es lo que quiero. ¡Ahora veamos cómo se las arregla una elegante señorita con uno que aprendió en la calle de riñas!
Romeo.
- ¡Benvolio! Haz algo, diles que paren! ¡Teobaldo, Mercucio! Están prohibidas las peleas! ¡Basta ya, es suficiente!
Pelean.
Romeo se interpone y es herido Mercucio. Teobaldo y los suyos salen. Mercucio.
- Estoy herido. ¡Malditas sean sus familias! Hasta aquí llegamos… y él ¿se ha ido ileso?
Benvolio.
- ¿Estás herido? ¿Estás seguro de eso?
Mercucio.
- Un rasguño… un rasguño nada más… pero suficiente. Partiste a buscar un cirujano…
Romeo.
- Calma, amigo, la herida no puede ser tan profunda.
Página 20 de 20
Mercucio.
Romeo. Mercucio.
- No, no es tan profunda como un pozo ni tan ancha como la puerta de una iglesia… pero es suficiente y hará su efecto. Pregunta por mí mañana y te contestaré con voz de ultratumba. Esto ya está listo. ¡Malditas sean sus casas! ¡Maldición! ¡Morir por un rasguño! ¿Por qué tenías que meterte al medio? - Pensé que lo mejor era separarlos. - Llévenme adentro…creo que me voy a desmayar… Al diablo sus familias, me han convertido en carne para los gusanos. Lo diré de nuevo… esto ya está listo. Que se pudran sus familias…
Salen Mercucio y Benvolio. Romeo.
- Mi más querido amigo ha sido herido defendiéndome. Mi honra ha sido manchada por el crimen de Teobaldo que ha sido mi pariente por apenas una hora. Julieta, mi bien amada, tu belleza y tu amor me tienen hecho una niñita y han paralizado en mí la fuerza del acero.
Vuelve a entrar Benvolio. Benvolio. Romeo. Benvolio.
- Nuestro bravo Mercucio ha muerto. - El negro destino de este día ensombrece los días venideros. - Aquí llega de nuevo Teobaldo.
Vuelve a entrar Teobaldo. Romeo.
Teobaldo. Romeo.
- ¡Mercucio ha muerto y tú tan vivo y triunfante! ¡Que se vaya al cielo mi cordura y que el odio ardiente dirija mis pasos! Ahora, Teobaldo, te devuelvo tu odioso saludo. El alma de Mercucio anda cerca y tú o yo debemos ir a hacerle compañía. - Pobre hombrecito. Muy pronto estarás reunido con tu amigo. - Veremos.
Pelean y Teobaldo cae muerto. Benvolio. Romeo.
- ¡Huye Romeo! ¡Huye! Teobaldo está muerto. El príncipe te condenará a muerte si te encuentra. Huye de aquí ¡Huye ahora! - ¡Soy un títere del destino!
Sale Romeo. Entran todos. Príncipe. Sra. Capuleto.
- ¿Dónde están los infames que empezaron esta pelea? - ¡Teobaldo, mi sobrino! Príncipe, si eres justo, por esta sangre Capuleto derramada debe caer sangre Montesco en venganza. Página 21 de 21
Príncipe.
- Benvolio, dinos ahora que fue lo que pasó.
Benvolio.
- Fue Teobaldo quien ahora está muerto el que murió a manos de Romeo. Romeo quiso convencerlo con buenas palabras que nada de esto era bueno. Pero, Teobaldo, ciego de rabia, las emprende contra Mercucio y ambos pelean fuertemente. Romeo intenta separarlos pero Mercucio cae muerto…
Sra. Capuleto.
- … Este es pariente de los Montesco y por eso miente. Pido justicia, príncipe, y tú debes dármela. Romeo mató a Teobaldo. ¡Romeo debe morir!
Príncipe.
- Teobaldo mató a Mercucio… ¿quién paga esa preciosa sangre?
Montesco.
- Cualquiera menos Romeo. Él solo vengó la muerte de su amigo antes que la ley condenara a muerte a Teobaldo por haberlo hecho.
Príncipe.
- ¡Y por este delito será desterrado! Esta vez seré sordo a las súplicas. Ni lágrimas ni ruegos justifican la sangre derramada. ¡Que Romeo abandone inmediatamente esta ciudad, pues si lo encuentran aquí será hombre muerto!
ACTO III ESCENA II El jardín de Capuleto. Entra Julieta. Julieta.
- Oh, noche, llega pronto y pronto dame a mi Romeo. Extiende tus cortinas, oh, noche amiga del amor. Que se cierren tus ojos vigilantes para que inadvertido y en silencio pueda llegar Romeo hasta mis brazos. Oh, dulce noche, he comprado la mansión de mi amor pero todavía no la he habitado.
Entra la nodriza. Nodriza. Julieta. Nodriza. Julieta. Nodriza.
- Dios mío, qué día tan fatal. ¡Ha muerto. Ha muerto! Se acabó todo y estamos perdidos. ¡Ha muerto, lo mataron, está muerto! - ¿Cómo puede ser el cielo tan cruel? - El cielo no es el cruel sino Romeo. ¿Quién lo hubiera pensado? ¡Romeo! - ¿Qué tortura es esta? ¿Acaso Romeo está muerto? - Yo vi la herida, la vi con mis propios ojos. Página 22 de 22
Julieta.
- ¡Rómpete, corazón! Ciérrense mis ojos y queden así para siempre.
Nodriza.
- Teobaldo ha muerto. Romeo lo mató y por ese crimen ha sido desterrado.
Julieta. Nodriza. Julieta.
Nodriza. Julieta. Nodriza.
- ¿Romeo mató a Teobaldo? - Así es. Horrible día ensangrentado. - ¿Qué maldito animal se oculta en ese hermoso rostro? ¡Demonio angelical! ¡Cuervo con plumas de paloma! ¡Lobo con piel de cordero! Eres todo lo contrario de lo que justamente parecías. ¿Qué libro tan preciosamente encuadernado puede contener tan asquerosa materia? - Que caiga la vergüenza sobre Romeo. - ¡Trágate tus palabras! Romeo no nació para vergüenza alguna. ¿Cómo pude ser tan injusta como para culparlo? - ¿Acaso vas a defender al asesino de tu primo?
Julieta.
- ¿Acaso voy a condenar a mi esposo? Que vuelvan las lágrimas a mis ojos. Romeo mató a Teobaldo en defensa propia. Teobaldo ha muerto porque quiso matar a mi marido. ¿Por qué llorar? ¿No es justicia acaso? Si hay que llorar, lloraré por su destierro. Horrible palabra destierro. Podrías haberme dicho que junto con Teobaldo murió mi madre o mi padre, ese sí sería un dolor llevadero. Dime que están todos muertos, pero no me digas que fue desterrado Romeo. Ahora bota a la basura esa llave de la reja del jardín que esconderías para él. Pasaré sola mi noche de bodas y tranquilamente esperaré a que la muerte me lleve.
Nodriza.
- Basta, Julieta. Vete a tu pieza. Yo entregaré personalmente la llave a Romeo y alégrate porque vendrá a verte esta noche. Sé que está con Fray Lorenzo.
Julieta.
- Encuéntralo, dale este anillo y dile que venga.
Salen.
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ACTO III Escena III La celda de Fray Lorenzo. Romeo. Fray Lorenzo. Romeo. Fray Lorenzo. Romeo.
- Padre, ¿qué noticias hay? ¿Cuál es la sentencia? Seguro me han condenado a muerte. - No es la muerte la sentencia, sino el destierro. - No puede ser, por piedad dime que fui condenado a muerte, pero no al destierro. - Has sido desterrado de Verona. - Es que no hay mundo para mí más allá de Verona.
Fray Lorenzo.
- ¡Pero qué negra ingratitud! La pena a tu delito es la muerte. El príncipe en su infinita misericordia cambió tu muerte por el destierro.
Romeo.
- ¡No es misericordia! Es un suplicio. El cielo está aquí donde vive Julieta. Si quieres matarme, hazlo, pero aleja de mí la palabra destierro.
Fray Lorenzo. Romeo. Fray Lorenzo. Romeo.
- Pero es que tú estás sordo. ¿Es que los locos no tienen oídos? - ¿Cómo tenerlos cuando los cuerdos no tienen ojos? - Déjame explicarte una vez más tu situación… - … ¡Tú no puedes hablar de lo que no sientes! Si fueras tan joven como yo y supieras lo que es amar a Julieta como yo lo hago… Si estuvieras casado hace apenas una hora y hubieras matado a Teobaldo. ¡Si pudieras ser tan apasionado como yo, estarías igual que yo buscando un arma para quitarte la vida!
Entra la nodriza. Nodriza.
- Buenas noches. Traigo un recado de la señorita Julieta.
Romeo.
- ¿Hablas de Julieta? ¿Ella cómo está? ¿Me cree un asesino que ha manchado sus manos con sangre de su familia? ¿Dónde está? ¿Qué dice de nuestro amor truncado?
Nodriza.
- No dice nada, no hace más que llorar.
Romeo toma un cuchillo. Romeo.
- ¡Dime, fraile, dime! ¿En qué parte de este pecho está mi nombre? Dime, para arrancarlo sin piedad y morir. Página 24 de 24
Fray Lorenzo.
- ¡Detén tu mano si eres hombre! Toda esta histeria tuya no hace sino mostrarnos la furia de un animal herido. ¡Me tienes asombrado! Pensé que tu carácter estaba más templado. ¿Qué son todos estos arranques de niño chico? Sí, mataste a Teobaldo. ¿Quieres ahora matarte tú y matar a tu esposa que por ti vive, en un acto tan odioso? ¡Cuidado! Estás deshonrando a tu persona, a tu amor, a tu inteligencia. ¡Anímate, hombre! Tu Julieta está viva. Tú estás vivo. La ley que te condenaba a muerte se convirtió en tu amiga y solo te condena al destierro. Sólo bendiciones caen sobre ti. Vete donde tu amada como lo tenían contemplado. Sube a su pieza y confirmen su matrimonio. Aléjate de la ciudad antes que amanezca y ya veremos cómo resolvemos para que pronto vuelvas.
Nodriza.
- Aquí tienes una anillo que me pidió te entregará. Apúrate, Romeo, que ya pronto amanece.
Sale la nodriza. Fray Lorenzo.
Romeo.
- Márchate ya y buenas noches. El plan es este. Te vas a la ciudad de Mantua y ahí te quedas hasta que podamos anunciar tu matrimonio con Julieta, reconciliar las familias, pedir perdón al príncipe y hacerte volver con muchas más alegrías que la pena que hoy te llevas. Yo te mandaré noticias con algún empleado de tu casa para que estés al tanto de lo que aquí sucede. Dame la mano que ya es tarde. Adiós. - Adiós, padre bueno.
ACTO III Escena IV Una sala en casa de los Capuleto. Entran Capuleto, Sra. Capuleto y Paris. Capuleto.-
Paris.Capuleto.-
Querido Paris, las cosas han sucedido de manera tan lamentable que no hemos tenido tiempo de hablar con nuestra hija. Sin embargo, me comprometo a conseguir el amor de ella. Dejaremos el asunto del matrimonio para el jueves. ¿Te parece? Señor, ojalá fuera ya el día jueves. Será una ceremonia pequeña, nada más. Bien, pues, será entonces este día jueves. Buenas noches, señores. Página 25 de 25
Paris.-
Muy buenas noches, señor.
ACTO III Escena V Habitación de Julieta. Arriba en el balcón. Julieta.
- ¿Ya quieres irte? Pero si el día aún no llega. Estoy segura que fue el ruiseñor el que acaba de cantar y no la alondra. El ruiseñor canta de noche, créeme Romeo que el día aún no llega.
Romeo.
- Fue la alondra que anuncia la mañana y no el ruiseñor. Las luces de la noche ya se apagan y alegre se levanta el día sobre la cima de los montes. Debo partir y vivir o afrontar la muerte si me quedo.
Julieta.
- Esa luz que vez sobre los montes no es el día. Es apenas un destello de la noche para alumbrar tu camino a Mantua. Quédate, que no necesitas irte todavía.
Romeo.
- Que me atrapen, que me den muerte. Contento estoy si así tú lo quieres. Yo prefiero quedarme que partir. ¡Ven, muerte! ¡Eres bienvenida si Julieta así lo quiere!
Julieta.
- Tienes razón y ya es de día. Vete pronto, vete que es la alondra la que canta y desafina. ¿Cómo pueden decir que es dulce su canto si ese canto nos separa? -Vete pronto que ya aclara el día.
Entra la nodriza. Nodriza.
- Tu madre viene a esta pieza. Y tú, ten cuidado que ya amanece.
Romeo se va. Julieta. Romeo. Julieta. Romeo.
- ¿Te vas así, mi señor, mi amor, mi amigo? - Adiós. No perderé ninguna ocasión para enviarte mis recuerdos, amor mío. - ¿Crees tú que nos volveremos a ver? - Es que no tengo ninguna duda.
Julieta.
- ¡Dios mío! Un negro presagio invade mi alma. Me parece verte como un muerto en una tumba.
Romeo.
- No, mi amor, deja esas negras visiones. Es la pena sedienta que se está bebiendo nuestra sangre. Adiós. Adiós. Página 26 de 26
Sale Romeo y entra la Sra. Capuleto. Sra. Capuleto.
Julieta.
- ¿Cómo estás, Julieta? ¿Todavía llorando la muerte de tu primo? Yo juntaría odio porque el infame que lo mató aún sigue vivo. Está bien, sigue llorando porque aún vive ese asesino traidor y no te preocupes que lo vengaremos. Yo misma me preocuparé de que muy pronto vaya a hacerle compañía a Teobaldo. Pero dejemos esto a un lado porque ahora te traigo muy buenas noticias. - ¿Cuáles son, madre? Dímelas.
Sra. Capuleto.
- Bien, hija, el próximo jueves muy temprano en la mañana, el noble Paris, ese joven y galante caballero, te llevará al altar para hacerte su feliz esposa.
Julieta.
- Pero ¿qué apuro es este? ¡Yo jamás seré su feliz esposa! Te ruego madre le digas a mi buen padre que no quiero casarme todavía.
Entra Capuleto y nodriza. Capuleto. Sra. Capuleto. Capuleto.
Julieta. Capuleto.
Julieta. Capuleto.
Nodriza. Capuleto. Sra. Capuleto.
- Vamos, hija, todavía sigues llorando. Ahora te tenemos muy buenas noticias. Bien mujer, ¿le contaste ya mi decisión? - Sí, pero ella no acepta. Debieras casarte con una tumba. - ¿Cómo? A ver, señores, vamos por parte. ¿Así es que no quiere? ¿La niña no quiere y ni siquiera nos da las gracias? ¿No se siente feliz, con lo bruta que es, que le hayamos conseguido semejante marido? - No puedo estar feliz por aquello que aborrezco. - ¡Qué sabes tú dónde está tu felicidad! No me vengas a mí con esas idioteces! “No puedo estar feliz” ¿Qué sabes tú lo que es estar feliz? Deja a un lado la estupidez y prepara tus lindas piernas para el jueves que viene. ¡Irás a la iglesia y te casarás con Paris, así arrastrando te lleve! Y ahora ¡quítate de mi vista! - Padre mío, te lo pido de rodillas, déjame explicártelo… - ¡Ándate a la mierda, mocosa insolente! Escucha bien, criatura, o vas a la iglesia el jueves o no vuelves a mirarme a la cara. Ahora ¡No hables más! ¡No se te ocurra siquiera contestarme! Te dije que te quitaras de mi vista ¡Perra! - Señor, no debiera castigarla de esta manera. - ¡Tú te callas! partiste a pelambrear a la cocina. ¡Retírate! Aquí no te necesitamos. - Estás siendo demasiado severo. Página 27 de 27
Capuleto.
- ¡Maldición! ¡Esto es para volverse loco! Mi única preocupación en la vida ha sido casarla bien y ahora que tenemos al mejor de los pretendientes, noble, rico, educado ¡un caballero! viene esta mocosa estúpida lloriqueando que “no me caso”, “no puedo estar feliz”, “déjenme hablar”… déjenme hablar ¡Qué te has imaginado! Si no te casas, no volverás a poner un pie en esta mi casa. El jueves se acerca, ponte la mano en el corazón y resuelve. Si eres mi hija, te casarás con mi amigo. Si no lo haces, ahórcate mendiga, ¡púdrete y muérete de hambre! Tenlo presente y medita. Yo soy hombre de palabra.
Julieta.
- ¿No hay piedad en el cielo para mí? Madre, no me rechaces, demora este matrimonio un mes, una semana, unos días, si no, prepara mi lecho nupcial en la tumba de Teobaldo.
Sra. Capuleto.
- No digas una palabra más porque no te estoy escuchando. Haz lo que quieras. Contigo el camino ha quedado cerrado.
Julieta.
- Dios mío, nodriza, ¿Cómo vamos a parar esto? Aconséjame… dime algo. ¿No tienes una palabra que me alivie?
Nodriza.
- Lo único que puedo decir es esto: Romeo está desterrado y jamás volverá a reclamarte. Lo mejor es que te cases con Paris. Ese sí es un gran caballero. Romeo a su lado, palidece. Tú primer esposo está muerto. No dejes pasar este segundo esposo.
Sale.
Sale.
Julieta. Nodriza. Julieta.
Nodriza.
- ¿Lo dices de corazón? - Y también lo digo con el alma. - Bien pues, me has aconsejado maravillosamente. Anda a decirle a mi madre que iré a ver a Fray Lorenzo para confesarme y pedir perdón por haber disgustado a mi padre. - Por fin veo que has entrado en razón.
Sale. Julieta.
- ¡Maldita vieja condenada! ¡Maldito demonio! Adiós, mi consejera. Tú y mi corazón desde hoy se separan. Iré donde Fray Lorenzo a ver si encuentra algún remedio para mí. De lo contrario yo misma me daré muerte.
Sale.
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ACTO IV ESCENA I La celda de Fray Lorenzo. Están Fray Lorenzo y Paris. Fray Lorenzo. Paris.
- ¿Me dices que te casas el jueves? - Así lo decidió mi suegro, el señor Capuleto.
Fray Lorenzo.
- Dices también que no sabes qué piensa Julieta de todo esto…No sé, no me gusta nada de esto.
Paris.
- Ella llora la muerte de Teobaldo y su padre piensa que no es bueno abandonarse al dolor, por lo que sabiamente apuró nuestro matrimonio.
Paris.
- Feliz encuentro, mi señora esposa.
Entra Julieta. Julieta. Paris. Julieta. Fray Lorenzo. Julieta. Fray Lorenzo. Paris.
- Así sería si fuera su esposa. - Lo serás. El jueves serás mi esposa. - Lo que ha de ser, que sea. - Sabias palabras. - Necesito confesarme. ¿Tiene tiempo ahora, padre? - Tengo. Le ruego, joven, dejarnos solos. - No permita Dios que perturbe yo esta confesión. Julieta, mi amor, nos vemos el jueves.
Sale Paris. Julieta.
- Oh, Padre, ¿no hay remedio, esperanza o consuelo para mí?
Fray Lorenzo.
- Julieta, créeme que conozco tu dolor. Te obligan a casarte y nada puede postergarlo.
Julieta.
- Si con toda su sabiduría no puede darme remedio alguno, considere al menos que mi decisión es sabia y deje que esta daga haga su trabajo. Dios unió mi corazón al de Romeo y usted unió nuestras manos y antes que estas manos se entreguen a otro, este puñal pondrá fin a mis dolores. Por favor, se lo suplico, encuentre usted en su vasta experiencia algún consejo que me guíe.
Fray Lorenzo.
- Calma, hija, calma. Veo una esperanza que exige una solución desesperada como desesperada es la situación que te tiene atrapada. Si tienes la fuerza de voluntad para quitarte la vida Página 29 de 29
entonces tienes la fuerza para simular la muerte desafiando a la muerte para escapar de ella. Si te atreves te daré el remedio. Julieta.
- Padre, por supuesto que me atrevo.
Fray Lorenzo.
- Escucha bien. Vete a tu casa y muéstrate alegre. Mañana miércoles por la noche procura estar sola en tu pieza. En ese momento toma este pequeño frasco y bebe todo el líquido que contiene. Te sentirás mal y sentirás que te desmayas. Al poco rato todo en tu cuerpo parecerá estar muerto. Sigue este simulacro de muerte y luego de 42 horas despertarás como de un sueño. Te encontrarán muerta y te llevarán al mausoleo de los Capuleto. Mientras tanto y antes de que vuelvas a la vida, conocerá Romeo nuestros planes por cartas que yo le enviaré. Juntos estaremos junto a ti cuando despiertes. Esa misma noche te irás con Romeo a Mantua. Si realmente no tienes miedo… esta es la única solución.
Julieta.
- ¿Miedo? No nombres esa palabra, dámelo y no me hables de temor.
Fray Lorenzo.
- Tómalo y cumple tu propósito con valor. Enviaré a un amigo a Mantua para que lleve urgente mis cartas a tu esposo.
Julieta. Fray Lorenzo.
- Adiós, querido padre. - Adiós.
ACTO IV ESCENA II Sala en casa de Capuleto. Están Capuleto Sra. Capuleto nodriza y empleados. Capuleto. Empleado. Capuleto. Nodriza.
- Esta es la lista de las personas que tienes que invitar. - Pero, señor, es que yo no sé leer. - Aprende, pues. Partiste. Y ¿qué hay de mi hija? ¿Se fue ya a confesar con Fray Lorenzo? - Así es, así lo hizo.
Entra Julieta. Capuleto. Julieta.
- Y bien, señorita testaruda, ¿se puede saber dónde andaba? - Pidiendo perdón por desobedecerle y no seguir su voluntad. Y ahora con su permiso debo ir a revisar mi vestido de novia. Nodriza, ¿me acompañas? Página 30 de 30
Salen Julieta y Nodriza. Sra. Capuleto. Capuleto.
- Ya es casi de noche, poco tiempo queda para preparar esta fiesta. - Déjame todo a mí, querida esposa. Por esta vez seré la dueña de casa. ¡Verán lo bien que lo hago!
ACTO IV ESCENA III La pieza de Julieta. Entran Julieta y Nodriza. Julieta.
- Sí, este es el mejor vestido. Querida nodriza, te ruego me dejes esta noche sola. Necesito rezar mucho para que los cielos me sonrían. Tú sabes cuán llena de pecados está mi vida.
Entra Sra. Capuleto. Sra. Capuleto. Julieta.
- ¿Muy ocupada? ¿Quieres que te ayude? - No, gracias. Tengo todo listo para la ceremonia de mañana. Ahora déjenme sola, hay mucho que hacer todavía en este matrimonio tan apresurado.
Salen Sra. Capuleto y nodriza. Julieta.
- Adiós. Solo Dios sabe cuándo nos volveremos a ver. Valor, Julieta. ¿Y si este líquido no hiciera efecto? ¿Y si fuera veneno? ¿Y si despierto en la tumba antes que llegue Romeo? ¿Y si despierto entre los muertos? Valor, Julieta. Ahí voy, Romeo. Bebo a tu salud.
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ACTO IV ESCENA IV Salón en casa de Capuleto. Todos corren de un lado a otro. Capuleto. Nodriza. Sra. Capuleto. Capuleto.
- ¡Vamos! ¡Moverse! Ya cantó el gallo dos veces. - Ya, pues, a moverse, y usted, señor, mañana va a estar enfermo por pasar la noche en vela. - Ya ha pasado muchas noches en vela. - Silencio que ya es de día. Pronto estará Paris aquí con música como dijo que lo haría. Nodriza, partiste a despertar a Julieta. Los demás ¡apurarse y darse prisa!
ACTO IV Escena V Habitación de Julieta. Entra la nodriza. Nodriza.
- Señorita… corderito… mi chanchito… ¿cómo, ninguna palabra? Podemos saber qué haces vestida… Señorita… señorita… señorita… ¡Socorro, socorro, la niña está muerta!
Entra Sra. Capuleto. Sra. Capuleto. Nodriza. Sra. Capuleto.
- ¿Pero qué bulla es esta? - Día maldito. Maldición de día. - Mi hija. Mi hija. Dios mío despierta. Dios mío, revive. Abre los ojos o moriré contigo.
Entra Capuleto. Nodriza. Sra. Capuleto. Capuleto.
- Ha muerto. Ha muerto. Maldito y triste día. - Está muerta. ¡Muerta! - La muerte que se la ha llevado paraliza mis sentidos.
Entra Fray Lorenzo y Paris junto a los músicos. Fray Lorenzo. Capuleto.
- ¿Está lista la novia para ir a la iglesia? - Lista para ir y no volver jamás. Paris, hijo mío. Ahora la muerte es mi yerno. La muerte, mi heredera. La muerte, la muerte, la muerte… Página 32 de 32
Sra. Capuleto.
- Maldito día. Cruel desgraciado y odioso. Una sola hija tenía y la muerte me la ha arrebatado.
Paris.
- Muerte detestable, por ti burlado. Por tu crueldad, aniquilado. Oh, amor, Oh, vida, no hay vida sino amor en la muerte.
Capuleto.
- Maldición de día. Hija mía, estás muerta. ¡Muerta! Con mi hija muerta se entierra mi alegría.
Fray Lorenzo.
- Basta. Suficiente. Esta hermosa joven nos pertenecía tanto como al cielo. Ahora está con Dios lo que le da la felicidad eterna. ¿Por qué queremos quitarle su felicidad? Debemos ser fuertes. Debemos secar nuestras lágrimas y ustedes preparar su cuerpo. Como es la costumbre en nuestra ciudad de Verona, llévenla con su mejor traje a la Iglesia para ahí poder despedir su cuerpo. Luego todos la acompañaremos a su tumba donde cumplirá su sueño eterno.
Salen todos, menos Pedro y los músicos. Pedro. Músico 1. Pedro. Músico 2. Pedro. Músico 3. Pedro. Músico 1. Pedro. Músico 2. Pedro.
- Hey, músicos, por qué no se cantan algo alegre. - ¿Pero por qué tiene que ser alegre? - Porque entre tanto dolor me consuela una canción alegre. - No, no vamos a tocar ninguna canción. - ¿No van a cantar, entonces? - No. - ¿Y a ustedes no les pagan por cantar? - No siempre. - Bueno yo pago… ¿van a cantar? - No. - Entonces, adiós.
Músico 3.
- Adiós.
Músico 1.
- Qué empleado más pesado.
Músico 2.
- Vamos a comer un poco, total comida hay, ya sea funeral o casamiento.
Salen.
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ACTO V ESCENA I Una calle en Mantua. Romeo.
- Soñé que estaba muerto. Extraño sueño que permite pensar a un muerto. Soñé entonces que mi amada llegaba y con un beso me daba nueva vida.
Entra Baltazar. Romeo.
- ¡Noticias de Verona! ¿Qué hay Baltazar? ¿Me traes cartas de Fray Lorenzo? ¿Cómo está mi esposa? ¿Mi padre está bien? ¿Cómo está mi Julieta? Si ella está bien, todo está bien.
Baltazar.
- Entonces todo está bien. Su cuerpo yace en la cripta de los Capuleto y su alma inmortal hoy vive junto a los ángeles del cielo. Yo la vi muerta y he corrido a contártelo. Te pido perdón por tan malas noticias.
Romeo.
- ¿Es esto posible? Muy bien, entonces, ¡yo desafío al destino y a las estrellas! Nos vamos a Verona.
Baltazar. Romeo. Baltazar. Romeo.
- Te lo ruego, amigo… ten calma y paciencia. - ¡Traes cartas de Fray Lorenzo! - No. - Julieta, dormiré contigo esta noche. Veamos cómo. Fácil, en esta misma calle conocí a un mendigo que abrumado por su miseria vendía todo tipo de venenos. Tendrá uno para mí, eso es seguro. Qué bien, aquí viene.
Entra boticario mendigo. Romeo. Boticario. Romeo.
Boticario. Romeo. Boticario.
- Hombre, veo que eres pobre. Aquí tienes monedas de oro. Necesito una dosis de tus venenos, uno que mate rápido. - ¿No sabes que es ilegal vender estas drogas mortales? - Y tú, que apenas te mantienes en pie, tú, que te mueres de hambre… El mundo es tu enemigo igual que todas las leyes humanas. ¡Rómpelas todas y acepta el dinero! - La pobreza me obliga, aunque mi voluntad no quiera. - Estoy comprando tu pobreza no tu voluntad. - Toma esto y bébelo. No dudes, porque una vez hecho morirás sin darte cuenta siquiera. Página 34 de 34
Romeo.
- Ahí tienes tu dinero, dinero que causa más muertes en este mundo odioso que tus drogas fatales. Soy yo el que te vende veneno. Adiós. Y ahora, a Verona.
Salen.
ACTO V ESCENA II La celda de Fray Lorenzo. Fray Juan y Fray Lorenzo. Fray Lorenzo. Fray Juan. Fray Lorenzo.
- ¿Vienes llegando de Mantua? ¿Qué dice Romeo? ¿Me traes cartas? - Es que nunca llegué a Mantua. - ¿Quién entregó entonces mi carta a Romeo?
Fray Juan.
- Han cerrado las puertas de Verona y no me dejaron salir. Fue imposible. Aquí está tu carta.
Fray Lorenzo.
- ¡Es que esta carta tendría que estar ahora en las manos de Romeo!
Fray Juan.
- Lo siento fue imposible entregarla.
Sale Fray Juan. Fray Lorenzo.
- Muy pronto despertará Julieta. Dios mío, pobre muerta viva… amanecer entre los muertos.
Sale.
ACTO V ESCENA III Mausoleo de los Capuleto. Entra Paris con unas flores. Paris.
- ¡Mi dulce flor! Te he traído estas flores para que adornen tu lecho nupcial. Esto es lo que puedo ofrecer… adornar tu tumba con flores y mis lágrimas.
Se siente ruido fuera. Paris.
- ¡Cómo! ¿Alguien viene en plena noche?
Se oculta. Entra Romeo y Baltazar.
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Romeo.
Baltazar. Romeo. Baltazar.
- Hasta aquí llegas tú, Baltazar… déjame solo. La hora y mis propósitos son violentos. Más fieros e inexorables que un mar de tempestades y vientos. - Me voy, amigo. Creo entender tus propósitos. - Así demuestras tu amistad. Vive feliz… promételo. - Te lo prometo. (aparte) me ocultaré en las sombras. Nada bueno se ve venir de todo esto.
Sale Baltazar. Romeo toma la mano de Julieta y entra Paris. Paris.
- ¡Saca tus sucias manos de ahí, asqueroso Montesco! ¿Quieres seguir con tus traiciones más allá de la tumba? Estás detenido, miserable, obedece y ven conmigo que la muerte te espera.
Romeo.
- Debo morir, lo sé. Por eso estoy aquí. Nunca tientes a un hombre desesperado. Vete de aquí y déjame solo. Vamos no te quedes. ¡Ándate! Vive y cuenta luego que la clemencia de un loco te dejo vivir.
Paris.
- Desprecio cada una de tus palabras. Eres un criminal y morirás a mis manos.
Romeo.
- Te lo he dicho, nunca tientes a un hombre desesperado.
Pelean. Paris es herido de muerte. Paris.
- ¡Me has matado! Si algo de compasión te queda abre esa tumba y déjame al lado de mi Julieta.
Entra Baltazar. Baltazar. Romeo.
- Romeo, te has vuelto loco. Detente. - Anda, corre, despierta a todos y cuenta lo que aquí has visto. A mí ya no me verás más. ¡Fuera! ¿O quieres unirte a este lugar de muertos?
Sale Baltazar.
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Romeo.
- Noble Paris, me habían dicho que te casarías con ella. Estabas, igual que yo anotado en el libro de la desgracia. Aquí te dejo. Un muerto sepultado por un muerto. ¡Amor mío! ¡Esposa mía! La muerte que se ha llevado tus colores no ha podido llevarse tu belleza. Tu hermosura no ha sido vencida. ¿Por qué eres aún tan hermosa? Aquí, aquí me quedaré junto a los gusanos que vendrán a visitarnos. Fijaré aquí mi descanso eterno y liberaré a mi cuerpo, cansado de este mundo, del maligno poder de las estrellas. Ojos míos… una última mirada. Brazos míos… un abrazo final. Y ustedes, mis labios, puertas de mi aliento, sellen con un beso puro el pacto eterno con la eterna muerte. Que se estrelle contra las rocas este barco maltrecho, cansado ya de navegar en aguas turbulentas. A tu salud, mi amor. (bebe) Vaya, mendigo miserable, qué rápido y feroz es tu veneno. Así con un beso… muero.
Entra Fray Lorenzo. Fray Lorenzo.
- ¡Romeo!... No… no. Romeo muerto y quién más. Paris también bañado en sangre. ¡Desgraciada hora de hechos lamentables! Julieta se mueve…
Julieta.
- Fray Lorenzo... ¿dónde está mi esposo? Este era el lugar de nuestro encuentro… ¿Dónde está mi Romeo?
Fray Lorenzo.
- Oigo ruidos… el príncipe de Verona, y tus padres vienen hacia acá… salgamos de este lugar de muerte. Un poder superior a nosotros ha echado por tierra nuestros sueños. Aquí yace Romeo, muerto igual que Paris. Te pido no hagas más preguntas y vámonos.
Sale Fray Lorenzo. Julieta.
- ¿Qué es todo esto? Veo que fue el veneno quien te dio la muerte. ¡Egoísta! ¡Lo tomaste todo y no dejaste ni una gota para poder seguirte… Tal vez algún veneno quede en tus labios (lo besa) Todavía están tibios tus labios. Esto hay que hacerlo rápido. Bienvenido puñal, entra en tu vaina. (se hiere) Quédate aquí hasta darme muerte…
Entran todos. Príncipe. Fray Lorenzo. Príncipe.
- ¿Podemos saber quién es el culpable de esta tragedia? - Culpable no soy, pero si el responsable. - Te escuchamos atentamente.
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Fray Lorenzo.
- Romeo y Julieta se amaban con un amor verdadero. Yo los casé. Julieta al ver que la querían casar con Paris no supo qué hacer y me pidió consejo. Entonces le dije a Julieta que tomara un brebaje que la haría parecer estar muerta. Luego de algunas horas ella volvería a la vida y se encontraría con su Romeo. A él le mandé cartas para que supiera de nuestros planes. Las cartas no llegaron a tiempo y Romeo cree que su amada está muerta y ciego de tristeza decide venir a morir junto a su Julieta. Ella despierta y al ver a su Romeo muerto, se quita la vida para así al fin encontrarse con su amor eterno.
Baltazar.
- Yo fui quien llevó la noticia de la muerte de Julieta. Junto a Romeo vinimos a este lugar y aquí encuentra al noble Paris que viene a poner flores en la tumba de su amada. Se encuentra con Romeo quien le dice que se vaya. Paris, lleno de rabia y de celos, lo ataca y entonces Romeo en su defensa le da muerte.
Príncipe.
- ¡Montesco! ¡Capuleto! Contemplen el castigo que reciben por su odio eterno. ¡El castigo es para todos!
CORO - Una extraña paz trae este amanecer. - De tanta pena el sol a la oscuridad no logra vencer. - Algunos recibirán perdón. Otros castigo y miedo, pues nunca hubo una historia más triste que esta de Julieta y su Romeo.
FIN DE ROMEO Y JULIETA De William Shakespeare Versión de Felipe Castro para el programa Todos al Teatro. FIEBRE. Fundación Andrónico Luksic A. Fundación Julius Baer.
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