El beso más largo

Page 1

El beso más largo del mundo

EL BESO MÁS LARGO DEL MUNDO Ricardo Chávez Castañeda

Cuando Emiliano salió de su casa se encontró con una sorpresa ¡el mundo se había vuelto blanco! Los árboles eran blancos y blancas las casas y blanco completamente se había quedado su jardín. Así que Emiliano se metió corriendo en su casa y minutos después volvió vistiendo una gruesa chamarra, guantes en las manos, una bufanda multicolor enrollada en el cuello, gorro y botas. Así vestido se metió en el color blanco del mundo que en realidad era una capa bien grande de nieve que cayó durante la noche y que ahora estaba bien, pero réquete bien helada sobre todas las cosas. Antes de comenzar a formar la primera bola blanca, Emiliano vio que sus amigos, en los jardines de las otras casas, ya estaban

2

levantando sus figuras de nieve.

“¿Qué voy a construir yo?”, pensó mientras hacía que la bola de nieve creciera y creciera. Dos horas después Emiliano había terminado su creación. Con las mejillas rojas y una gotita de sudor escurriendo por su cara, vio primero hacia los jardines de sus vecinos. En uno descubrió un avión de nieve, en otro un gran tanque de nieve y en uno de más allá un gigantesco soldado de nieve. Luego miró su obra. Lo que él había construido era... ¡la niña más bella del mundo!

La verdad es que Emiliano nunca pensó que iba construir una niña. Simplemente le salió así: el vestido, las trenzas, el moño y la cara más bonita que había visto nunca.

Entonces sintió que sus mejillas se calentaban como dos foquitos de navidad.

Pero fue también cuando escuchó las burlas. Los niños vecinos lo señalaban desde la banqueta y se doblaban de risa. Emiliano no

3

les hizo caso, pero regresó a su casa con la cabeza un poco menos levantada. Sentado en el sillón, y por un momento muy breve, también sintió ganas de burlarse de sí mismo.

¡ Q u é t o n t o s o y ! , m u rmuró.

Pero luego se hincó e n el sillón, miró a través de la ventana, hacia el jardín, allí adonde seguía en pie su escultura, y volvió a sentir que las mejillas se le encendían como un par de soles.

Cuando no hubo nadie en la calle, Emiliano fue el primer sorprendido por encontrarse otra vez en su jardín, parado frente a su estatua de nieve. 4

“¿Qué estoy haciendo aquí afuera?”, pensó. Emiliano creyó que lo único que deseaba era darle unos retoques a la escultura y que por eso se estaba acercando mucho a ella. Le iba a corregir un poquito la nariz, quizá hacerle más gruesos los labios, pero de pronto se dio cuenta que estaba dándole un beso a la muñeca de nieve.

¡Un beso!

Al principio no reaccionó porque ni él mismo lo creía. Era un beso frío, igual que cuando se chupa una paleta de hielo o cuando se ponen los labios en el vidrio de una ventana durante el invierno.

¡Un beso a una niña de nieve! Fue entonces cuando Emiliano, asustado de sí mismo, quiso desbesarla, o sea que intentó despegarse, pero no pudo. ¡Su boca se quedó

fijamente adherida a la boca heladísima de su muñeca de nieve!

Pobre Emiliano. Parpadeaba mucho, sólo

5

para encontrarse siempre con los ojos blancos de la niña bien cerquita de sus propios ojos negros. Pataleó, intentó empujar a la niña de nieve, pero nada, seguían pegados como dos mitades de naranja. Entonces Emiliano pensó en sus vecinos, pensó que, si ellos salían de sus casas y lo descubrían así, nunca terminarían de bu rlarse. Así que Emiliano comenzó a fingir que estaba muy cerquita de su estatua sólo porque le estaba alisando las ejillas, y porque le corregía el hermoso flequillo de la frente y porque le estaba haciendo más suaves las líneas de su lindo cuello.

Fingió tan pero tan bien

6

que de pronto Emiliano ya sólo pensaba en lo verdaderamente hermosa que era la niña de nieve, y, sin darse muy bien cuenta de lo que hacía, se sacó la gorra de su cabeza y desenrolló la bufanda de su cuello, y fue poniéndoselas a la niña de nieve para que no tuviera frío. Luego se abrazó un poquito más fuerte a ella, cerró los ojos y, como no podía dejar de besarla, pues la siguió besando y sus mejillas se fueron volviendo tan rojas como dos volcanes que hubieran hecho erupción. ¡Tres horas duró el beso más largo del mundo!

Después de esas tres horas el gorro apareció en el suelo y también en el suelo se encontró la bufanda multicolor. En los otros jardines ya no estaba ni el tanque de nieve ni el gran avión de nieve ni el gigantesco soldado de nieve. Las casas ya no eran blancas ni blancos los árboles ni el mundo era más blanco porque toda, toda, toda la nieve se había

7

derretido.

El único que estaba afuera a esas horas en que el sol comenzaba a ocultarse era Emiliano. Seguía de pie en su jardín, aunque su jardín era otra vez verde. Emiliano se hallaba mojado desde los pies hasta la cabeza y quizá por eso le escurrían unas gotas de agua por las mejillas que ahora estaban pálidas como un par de lunas. Emiliano abrazaba el aire y sus labios todavía formaban esa figura parecida a un corazón que dibujan los labios al besar. Fue entonces cuando Emiliano abrió al fin los ojos. Por mucho que parpadeó, nada pudo cambiar de lo que tenía allí enfrente. Y lo que tenía allí enfrente era precisamente la nada. ¡La niña más bella del mundo había desaparecido!

Emiliano bajó la cabeza, los labios le comenzaron a temblar y le temblaron las piernas y le tembló la espalda. Pero entonces sucedió algo raro en los ojos de Emiliano.

8

Fue como si allí adentro se hubiera prendido una luz. Emiliano recogió su bufanda y su gorro, y regresó corriendo a su casa. En un dos por tres se quitó toda la ropa y comenzó a exprimirla sobre una cubeta pequeña. Exprimió su gorro y su bufanda, exprimió sus guantes y su pantalón, y cuando exprimió la última media había juntado casi un vaso de agua. Luego todo fue muy sencillo. Empujó una silla hasta el refrigerador, se subió a la silla, abrió la puertita del congelador, metió el vaso de agua, cerró la puertita y luego sólo le restó esperar. Y Emiliano esperó. Podemos decir que desde entonces Emiliano espera, porque cada vez que el recuerdo de la niña más bella del mundo se le mete en el corazón, él va por la silla, la arrastra hasta el refrigerador, se sube y abre la puertita, saca el vaso de hielo y luego cierra los ojos.

Cuando besa el hielo, sus labios siempre se

9

quedan allí pegados. Entonces su beso dura mucho tiempo, aunque no tanto como el beso más largo del mundo, porque cuando el hielo se hace agua, la boca se le despega del vaso. Lo que sí se prolonga horas y horas, a veces durante todo ese día después de que Emiliano devuelve el vaso al congelador para que el agua se congele de nuevo es lo coloradas que le quedan las mejillas, como si f u eran dos foquitos de Navidad o dos soles o dos volcanes haciendo er upción o dos d r a g o n e s lanzando llamas al cielo.

1

Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.