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113 Ricardo Izquierdo Benito (Universidad de Castilla-La Mancha)

ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII) / 113 - 120

LA PRESENCIA MUSULMANA EN VEGA BAJA

Entre los años 2005 y 2006, un conjunto de empresas de arqueología realizaron excavaciones en las distintas parcelas en las que estaba previsto edificar en el gran espacio de Vega Baja. Puede decirse que en todos los lugares aparecieron restos arqueológicos pero desgraciadamente no han sido objeto del correspondiente análisis sistemático y de una difusión a través de publicaciones, por lo que desconocemos el auténtico significado de los mismos. Una de esas empresas, encabezada por Juan Manuel Rojas Rodríguez-Malo, tuvo a su cargo la intervención en las parcelas que dependían de la Empresa Municipal de la Vivienda, promotora del proyecto inmobiliario. Fue muy extensa la superficie que se excavó –aunque no en toda ella se profundizó de la misma manera- por lo que fueron muy abundantes los restos arquitectónicos que quedaron exhumados. El estudio y la interpretación de los mismos han sido recogidos en una publicación en la que se presenta una hipótesis del proceso histórico que se desarrolló en la ocupación de este territorio, que se habría desarrollado entre la etapa romana y la islámica (emiral) sin solución de continuidad1. Para los autores del trabajo, el suburbium de la Toletum romana habría sido un espacio densamente urbanizado, que reaprovechó la monarquía visigoda para establecer en el mismo un complejo palatino junto al que se levantaría la basílica pretoriense de los Santos Pedro y Pablo, cuyos supuestos restos habrían sido localizados hace unos años por ellos mismos. El entramado urbano tardorromano sería adaptado por la población que sobre él se estableció en época visigoda y con el paso del tiempo, a la par que crecía en extensión, sería modificado con la construcción de nuevos edificios al mismo tiempo que también se modificaba la trama urbana adaptándola a la orientación de los edificios del complejo palatino que se habría levantado a comienzos del siglo VII. Las excavaciones han demostrado que esta zona estuvo ocupada por los musulmanes, aunque no llegaron a generar un modelo urbanístico distinto al que se encontraron. Posiblemente no tuvieron mucho tiempo para ello,

1. ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J. M.- GÓMEZ LAGUNA, A, J., 2009: “Intervención arqueológica en la Vega Baja de Toledo. Características del centro político y religioso del reino visigodo”, en: Anejos de AEspA LI, pp. 45-89

pues su presencia parece que no iría más allá del siglo IX. Según estos investigadores, “en el conjunto de las zonas excavadas se percibe una clara continuidad en el hábitat del siglo VII, en el que se llevan a cabo notables reformas de los edificios (clausura de puertas originales con apertura de otras nuevas, erección de muros y tabiques que dividen y subdividen estancias, etc.). En definitiva, se reutilizaron una parte de los edificios ya existentes, a la vez que se comenzó un proceso de expolio de los materiales constructivos de otras edificaciones de las fases anteriores, que ya habían sido abandonadas”2. Sin embargo, a pesar de lo interesante de estas conclusiones, consideramos que, dada la envergadura del yacimiento, no se pueden considerar como definitivas, en especial en lo referente a la presencia islámica en el lugar, tema que es el que ahora nos interesa. Podrán servir como hipótesis de partida de cara a los trabajos que desde el año 2007 se están realizando, una vez que se paralizó el proyecto inmobiliario y se decidió continuar las excavaciones de una manera sistemática bajo la gestión de la Empresa Toletum Visigodo que se constituyó al respecto3. Podemos anticipar que, en las zonas en las que se está interviniendo, hasta el momento la presencia musulmana queda circunscrita a algunos hallazgos descontextualizados, la mayoría de los cuales han aparecido en unos hoyos que muy posiblemente se excavaron para servir de basureros. En los edificios que se están exhumando no se pueden señalar modificaciones que fuesen el reflejo de la adaptación de los mismos a los nuevos ocupantes musulmanes. En general, podemos considerar que estos trabajos, y los anteriores realizados por otras empresas, no han avanzado lo suficiente como para poder precisar el auténtico impacto material que la presencia musulmana tuvo sobre el espacio de Vega Baja. Hasta el presente no podemos, por consiguiente, señalar en qué consistió, sobre el terreno, el alcance de ese asentamiento y como pudo afectar al conjunto urbanizado. ¿Se modificó en todo

2. Ídem, p. 85. 3. Como avance de estos trabajos puede verse OLMO ENCISO, L., 2009: “Las Vega Baja en época visigoda: una investigación arqueológica en construcción”, en: La Vega Baja de Toledo, Toledo, pp. 69-88.


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o en parte el trazado urbano? ¿Cómo se adecuaron los edificios existentes a las necesidades de una nueva sociedad? ¿Se ocupó todo el complejo urbanizado o solamente una parte del mismo? ¿Hasta cuando duró la presencia islámica en el lugar? Todas estas interrogantes, y otras más, podrán ser precisadas cuando los trabajos arqueológicos avancen y contemos ya con elementos suficientemente significativos al respecto. Las fuentes escritas islámicas apenas ofrecen información alguna de interés urbanístico sobre la ciudad y su entorno, que nos pudiese servir como elemento de referencia. Por ello, y ante la dificultad para intentar buscar una respuesta fidedigna a lo que pudo haber pasado -especialmente en el espacio suburbano-, tanto en los primeros momentos de la presencia musulmana como en los años posteriores, en esta intervención nos limitaremos a plantear una serie de hipótesis basadas en la lógica que pudieron haber tenido en la zona de Vega Baja los acontecimientos históricos conocidos y que luego, llegado el caso, la arqueología nos podrá confirmar o desmentir. No nos detendremos en el análisis de los materiales islámicos hasta ahora encontrados en las actuales excavaciones, pues ello será objeto de una comunicación específica en este congreso, a la cual remitimos como referencia evidente de la confirmación de una presencia musulmana en el espacio que se está excavando, y ya atestiguada con anterioridad en otros puntos por las excavaciones previamente realizadas. Nos encontramos ante un significativo ejemplo de cómo, ante la falta de un apoyo documental suficiente y fiable, la reconstrucción histórica de un determinado lugar se puede intentar realizar a partir de la interpretación de unos restos materiales recuperados en unos trabajos arqueológicos. Siempre lo deseable es poder contar con ambas fuentes, las materiales y las escritas, pero, desgraciadamente en este caso, no es así. Procurando no caer en especulaciones arriesgadas difíciles de demostrar y manteniendo siempre la prudencia que cualquier interpretación ha de conllevar, vamos a señalar a continuación algunas deducciones que pueden entrar dentro de una cierta lógica a tenor de los acontecimientos conocidos. Surgirán muchas interrogantes que no siempre tendrán respuestas rotundas ni tal vez, convincentes. Pero de momento es a lo más que podemos llegar. Ya hemos visto cómo son muchas las preguntas que nos podemos plantear acerca de lo que pudo haber supuesto el asentamiento de los musulmanes en esta zona. Sin embargo, consideramos que se pueden reducir a cinco, cuyas respuestas, que tendrían que venir por una vía arqueológica apoyada en los acontecimientos históricos, nos permitirían tener una visión ajustada a lo que verdaderamente aquí ocurrió entonces4: 4. Algunos de estos planteamientos ya han sido abordados con anterioridad por nosotros. IZQUIERDO BENITO, R., 2009: “¿De complejo palatino a arrabal islámico?, en: La Vega Baja de Toledo, Toledo, pp. 95-109.

- ¿En qué momento se produjo la ocupación permanente de Vega Baja por parte de los musulmanes? - ¿Cómo y cuando se llevó a cabo esa ocupación teniendo en cuenta el origen de los pobladores? - ¿Se ocupó todo el espacio o quedaron zonas abandonadas? - ¿Se modificó el trazado urbano que se había constituido en época visigoda? - ¿Cuánto duró la permanencia de un hábitat estable en el lugar? Es lógico pensar que, cuando Tariq derrotó al rey Rodrigo en la llamada batalla de Gaudalete, su principal objetivo sería dirigirse a Toledo, para controlar cuanto antes el centro de poder que era, al ser esta ciudad la capital de la monarquía visigoda y máxime si venía en apoyo de un bando en un conflicto dinástico. Se encontraría con una ciudad en la que, todo parece indicar, se podrían señalar dos ámbitos diferentes: la ciudad propiamente dicha, Toletum/Toleto, encaramada en un cerro, protegida por una muralla, y el complejo urbano que se había desarrollado en la parte baja, próximo al Tajo, (el suburbium, hoy conocido como Vega Baja), en torno al complejo palatino que, desde hacía ya casi dos siglos, la monarquía visigoda había levantado en aquella zona. En cierta medida, podríamos hablar de una ciudad “alta” y de una ciudad “baja”. Cómo se encontraron los musulmanes estos grandes espacios y cómo se produjo la ocupación de los mismos, son aspectos que desconocemos, aunque los resultados arqueológicos parecen señalarnos que en aquellos momentos la zona de Vega Baja posiblemente se encontraba ya en un proceso de despoblación. Nosotros nos centraremos en señalar algunas consideraciones sobre lo que pudo haber ocurrido en la parte baja que es la que está siendo objeto de un programa de excavaciones sistemáticas. Tariq llegó a Toledo en el mes de noviembre del año 711, y según las crónicas islámicas la ciudad estaba vacía. A qué ciudad se refieren ¿a la de arriba? ¿a la del suburbio? ¿o a todo el conjunto? Esto es algo a lo que no podemos responder pues no contamos con ningún elemento fidedigno, aunque cabría pensar, dentro de una lógica, que los textos se refieren a la ciudad propiamente dicha, es decir, a la de arriba. Es muy posible que una gran parte de la población hubiese huido ante la llegada del ejército musulmán. No está constatado que se hubiese producido una resistencia. Quien hubiese podido encabezarla, como de hecho luego ocurriría en otras ciudades, sería el obispo, Sinderedo, pero según parece éste también había abandonado la ciudad y se había marchado a Roma de donde ya no regresaría, lo que supuso que, hasta su muerte, la sede toledana quedase sin representante efectivo. Cabe pensar que el complejo episcopal que se había constituido desde hacía ya tiempo


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bajo la advocación de Santa María quedase momentáneamente abandonado5. Carente la ciudad de una autoridad, tanto política como religiosa, no es sorprendente que su población hubiese huido o, al menos, no hubiese puesto ningún tipo de resistencia a los recién llegados. No se tiene constancia de ningún pacto establecido con los dominadores, como ocurriría en otros lugares, pues en realidad no había con quien pactar. En cualquier caso, es muy posible que los que abandonaron la ciudad volviesen pronto a la misma, acogidos a la política de interesada tolerancia de los musulmanes, a los que no les convenía encontrar ninguna resistencia. Es lógico pensar que se produciría un momento de confusión y hasta de pánico por parte de los habitantes de Toledo, ante la presencia de unos desconocidos cuyo afán principal parecía ser la consecución de botín. No sería sorprendente, por tanto, que mucha gente saliese huyendo, llevando consigo o escondiendo, aquello que de valor pudiesen tener. En aquella situación se debieron de producir muchas ocultaciones de objetos valiosos con la intención de dejarlos a resguardo temporalmente y de volverlos a recuperar cuando la situación se hubiese calmado. Pero, no siempre esos objetos volvieron a manos de sus antiguos propietarios y continuaron ocultos hasta que el azar quiso, en algunos casos, que al cabo del tiempo se volviesen a recuperar. El caso más significativo de ocultación es el conocido como “tesoro de Guarrazar”, un conjunto de coronas votivas vinculadas a varios reyes visigodos, del cual se sabe su lugar de aparición pero no su lugar de procedencia6. Otro ejemplo de ocultación lo han proporcionado las propias excavaciones realizadas en Vega Baja. Se trata de un “tesorillo” compuesto por un conjunto de 30 monedas de oro acuñadas por varios reyes visigodos, que aparecieron en el interior de una vivienda. Muy posiblemente, el que viviese en la misma las ocultó, en el momento de producirse la llegada de los primeros musulmanes, ante el lógico temor de que se las requisasen. Sin embargo, no las volvió a recuperar y allí permanecieron hasta que las excavaciones actuales las han vuelto a sacar a la luz. Esa cantidad de monedas, que suponían una verdadera fortuna para la época, nos ponen en relación con un individuo de una cierta posición económica (mercader) o política (noble).

5. Para datos relacionados con la basílica de Santa María, ver PUERTAS TRICAS, R., 1975: Iglesias hispánicas (siglos IV-VIII). Testimonios literarios, Madrid, pp. 29-30; BALMASEDA MUNCHARAZ, L. J., 2007: “En busca de las iglesias toledanas de época visigoda”, en: Hispania Gothorum. San Ildefonso y el reino visigodo de Toledo, Toledo, pp. 200-201 y BARROSO CABRERA, R.-MORÍN DE PABLOS, J., 2007: “La civitas toletana en el contexto de la Hispania de la séptima centuria”, en: Regia Sedes Toletana. La topografía de la ciudad de Toledo en la Antigüedad Tardía y Alta Edad Media, Toledo, pp. 104-108. 6. PEREA, A. (ED.), 2001: El tesoro visigodo de Guarrazar, Madrid.

Todo este ambiente habría que ponerlo en relación con otro de los objetivos que tendría Tariq en su empeño por llegar cuanto antes a Toledo, como sería el de hacerse con el tesoro que en el palacio de los reyes visigodos se custodiaba. Los musulmanes, en aquellos primeros momentos de la conquista, necesitaban conseguir botín, entre otras causas para recompensar a las tropas que estaban participando en todo el proceso militar. Tariq no habría tenido ninguna resistencia para entrar en el palacio, pues se encontraría abandonado ante la ausencia de la nobleza palatina que habría huido llevándose el tesoro, aunque al parecer lo recuperó al cabo de varios días, en tierras alejadas de Toledo. Entre las piezas recuperadas se encontraría la llamada mesa de Salomón que tanta literatura ha generado, especialmente en las fuentes islámicas, llegando a convertirla en un elemento casi legendario y fantasioso7. Aparte de por su valor material, la apropiación del tesoro tendría una carga simbólica de victoria militar para el poder omeya y en aquel caso como imposición fehaciente sobre el poder visigodo que se encontraba en pleno proceso de desaparición. En los meses siguientes a su llegada, los musulmanes se dedicarían a controlar el territorio circundante a Toledo y se producirían los primeros asentamientos de reducidos contingentes de soldados en los lugares que se considerasen más estratégicos. Es muy posible que estos individuos fuesen bereberes islamizados pertenecientes a diversas tribus que con el tiempo terminarían por establecerse en la región. Cabe pensar que el lugar de residencia de Tariq durante su estancia en Toledo sería el palacio real, en el que se establecería, junto con una tropa, pues en definitiva era el representante del nuevo poder que sustituía al anterior. Desconocemos cuanta población podía seguir residiendo en aquel momento en el complejo urbano de Vega Baja. Es de suponer que la ciudad de arriba también sería controlada para evitar una posible resistencia al amparo de la muralla por parte de la población toledana que tal vez no hubiese huido o que hubiese regresado. Así transcurriría el invierno del año 711, sin que tengamos noticia alguna. En el verano del año 712, el árabe Muza, gobernador de Ifriqya, desembarcó en la Península con otro ejército, esta vez compuesto fundamentalmente por soldados de origen árabe. Al parecer se encontraba muy molesto pues no le habían llegado noticias de lo que Tariq estaba haciendo. Tras la conquista de otras ciudades en el sur, al año siguiente se dirigió a Toledo. Tariq salió a recibirle cerca de Talavera, produciéndose un encuentro que todos los textos musulmanes describen como muy tenso.

7. HERNÁNDEZ JUBERÍAS, J., 1996: La Península imaginaria. Mitos y leyendas sobre alAndalus, Madrid, pp. 208-248.


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Una vez en Toledo, Muza le exigió que le entregase todo el botín que había conseguido y que era lo que, una vez efectuado el reparto entre las tropas, correspondía al califa. Cabe pensar que se alojarían en el complejo palatino, aunque entonces el que actuaría como verdadero gobernador sería Muza. Si ellos se alojaron en el palacio, ¿dónde lo hicieron las tropas que les acompañaban? Desconocemos cuantos soldados podían encontrarse en aquellos momentos en Toledo, aunque cabe pensar que su número sería importante pues eran dos ejércitos los que se habían juntado. Una parte lo haría en el mismo palacio, actuando como guardia personal de los dos personajes. El resto cabe pensar que se hubiese dispersado por los edificios que se encontrasen vacíos, tanto en la parte de arriba como en el complejo urbano del entorno del palacio. Pero también es muy posible que se hubiese montado un gran campamento, de tiendas de campaña, en el que alojar y tener concentradas a todas las tropas. ¿Estuvo este campamento en algún punto de Vega Baja? ¿Ha dejado alguna huella? Cabe pensar que así fuese. Muza y Tariq pasaron aquel invierno en Toledo preparando la campaña militar que al año siguiente realizaron por tierras del Ebro. En el tiempo que aquí estuvieron es innegable que tuvieron que contar, al menos, con una mezquita. Dentro de una lógica, bien pudiera pensarse que la primera mezquita toledana hubiese sido la basílica visigoda de los Santos Pedro y Pablo. Esta basílica, por su condición de “pretoriense” como aparece citada en varios textos, debía de encontrarse aneja al palacio real por lo que habría sido el lugar de culto “oficial” de la monarquía visigoda8. Si el edificio se ubicaba contiguo o próximo al palacio, en el que se encontraba ahora alojado el nuevo poder dominante, ¿por qué no pensar que éste adaptó el edificio para la práctica de su propio culto? Es lo que ocurrió en otros casos, en los que antiguas iglesias visigodas se convirtieron en mezquitas, con el añadido de un mihrab en el muro que se adecuaba a la orientación precisa. Muza ya había fundado anteriormente una mezquita en Algeciras, por lo que no sería sorprendente que aquí fundase otra, en el complejo palatino, por su valor simbólico al haber sido el antiguo centro de poder de la monarquía visigoda y como una manera efectiva de “islamizar” el lugar. Esto será algo que, llegado el caso, la arqueología podrá demostrar, si se localizase con precisión la basílica de los Santos Pedro y Pablo, y se comprobase que tiene añadido un mihrab. Entonces no habría duda que el edificio fue convertido en una mezquita, aunque siempre nos quedará la duda de si fue verdaderamente la primera de Toledo.

Poco tiempo después del desembarco de Muza en la Península los musulmanes comenzaron a acuñar moneda propia. En su condición de gobernador, aquél tenía capacidad legal para hacerlo, por lo que con él traería una ceca ambulante que, con el metal precioso obtenido del botín, acuñaría monedas con distinta finalidad. Uno de sus objetivos, muy posiblemente, sería el de marcar las diferencias desde el primer momento con respecto al poder visigodo. Se trataba de piezas de oro, de mayor peso y menor tamaño que las visigodas, imitación de los sólidos bizantinos, y que al principio pudieron haber sido numerosas cuando se pudo disponer de metal abundante. Era también una manera de poner en marcha un incipiente sistema administrativo como demostración fehaciente de las intenciones de los nuevos ocupantes. En cualquier caso la dispersión de las nuevas monedas actuaría como un vehículo transmisor de la nueva realidad9. Muza necesitaba también las monedas para recompensar a las tropas que le acompañaban en esos primeros momentos de la conquista, cuando todavía no se realizaban repartos de tierras o de otros bienes. Por ello, no sería sorprendente que, durante su permanencia en Toledo aquí hubiese estado funcionando una ceca. En el complejo palatino se conservaría la ceca en la que algunos reyes visigodos habían acuñado moneda, por lo que es muy posible que Muza reaprovecharía su infraestructura para seguir con sus acuñaciones. De los ejemplares que se conocen de las primeras emisiones monetarias realizadas en al-Andalus, muy posiblemente varios de ellos tengan un origen en la ceca toledana. Una vez realizadas las compañas de conquista por el norte peninsular, en el año 714, Muza y Tariq –reclamados por el califa– se dirigieron a Damasco a rendir cuentas de lo que habían sido las operaciones militares en Hispania. Previamente se habrían reunido los dos en Toledo, donde Muza recogería la ceca y el botín. Sin embargo, una vez en Damasco, Muza cayó en desgracia, al ser acusado de haberse quedado con parte del botín10. A partir de entonces se deja de tener noticias de los que habían sido los conquistadores de Hispania y que habían pasado un tiempo en Toledo, dando los primeros pasos en lo que habría de ser el proceso de islamización de esta ciudad. Tras la marcha de Muza y Tariq quedaría nombrado un gobernador de Toledo y de su territorio, que sería un personaje de absoluta confianza, del cual no tenemos ninguna referencia. Con toda probabilidad sería un árabe pues los cargos de mayor responsabilidad eran desempeñados por gentes de este origen y no tanto por bereberes. Desconocemos si su residencia siguió

8. Para datos relacionados con la basílica de los Santos Pedro y Pablo, ver PUERTAS TRICAS, R., op. cit., pp. 31-32; BALMASEDA MUNCHARAZ, L. J., op. cit., pp.204-206 y BARROSO CABRERA, R.-MORÍN DE PABLOS, J., op. cit., pp.108-113.

9. MANZANO MORENO, E., 2006: Conquistadores, emires y califas. Los omeyas y la formación de al-Andalus, Barcelona, pp. 55-59. 10. CHALMETA, P., 1994: Invasión e islamización. La sumisión de Hispania y la formación de al-Andalus, Madrid, pp. 199-209.


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siendo el antiguo palacio visigodo aunque es muy posible que se estableciese en la parte alta de la ciudad, desde donde podía ejercer un mejor control sobre toda la población. Ello era lógico por tratarse de un lugar más idóneo desde el cual dominar y defenderse, pues una zona llana como Vega Baja quedaba más expuesta a posibles ataques por lo que era necesario contar con un lugar más protegido. Ello pudo suponer que el palacio se abandonase, siendo dedicado a otros usos que desconocemos. A partir de entonces, el entramado urbano que en su origen había surgido a su alrededor, cambiaba de sentido. Dejaba de ser un complejo orientado al abastecimiento de los residentes en el palacio y, falto de esa función, se empezaba a convertir en lo que podríamos considerar como un arrabal de la nueva Tulaytula, del que desconocemos la dedicación laboral de sus habitantes. Los musulmanes que permanecieron y no se fueron con Muza y Tariq se asentarían en aquellas casas que se encontrasen vacías, tanto en la parte alta de la ciudad, como en el complejo urbano de Vega Baja. En los años posteriores, consolidada la ocupación, llegarían nuevos contingentes que irían adecuando esos edificios a sus nuevas necesidades, como han demostrado las excavaciones arqueológicas que se han realizado en esta zona, que permiten constatar, al menos hasta el momento, que no hubo una destrucción sistemática de los mismos11. No se trataría tanto de nuevas tropas sino de grupos familiares de los que se habrían asentado desde el primer momento. De esta manera la presencia de musulmanes se haría cada vez más numerosa, pues a ellos se añadirían los hispanovisigodos que se irían convirtiendo (los muladíes). Se ha señalado que en Toledo no hubo asentamientos árabes de importancia, mientras que en sus alrededores sí que fueron numerosos los grupos bereberes12. No obstante, todavía entonces la población toledana sería mayoritariamente cristiana, aunque en un gradual proceso de creciente disminución. Es curioso comprobar cómo, en el caso de Toledo, no se produjo el mismo fenómeno que ya había ocurrido anteriormente en otros territorios ocupados durante el proceso de expansión del Islam. Así, en Irán (Ctesifonte), en Egipto (Alejandría) y en el Norte de África (Cartago), sus centros de poder fueron abandonados –con una posible intención de degradarlos– y en sus inmediaciones se fundaron nuevas ciudades que en un primer momento actuaron como asentamientos militares13. No parece que ocurrió lo mismo con Toledo, pues la ciudad no fue abandonada, aunque tal vez pudo haber sufrido un cierto proceso intencionado de destrucción de edificios significativos como expresión simbólica de ruptura con el pasado visigodo y 11. ROJAS RODRÍGUEZ-MALO, J. M. - GÓMEZ LAGUNA, A. J.: op. cit., p. 62. 12. MANZANO MORENO, E., 1991: La frontera de al-andalus en época de los omeyas, Madrid, p. 179. 13. COLLINS, R., 1991: La conquista árabe, 710-797, Barcelona, p. 45.

manifestación evidente de la imposición del nuevo poder. ¿Se reflejó todo esto en el complejo de Vega Baja donde la monarquía visigoda había tenido su sede efectiva en el palacio real? Como puede deducirse por las líneas precedentes, todo lo que podemos decir sobre lo que pudo haber supuesto el impacto del temprano asentamiento de los musulmanes en Toledo y, muy especialmente, en el espacio extramuros que constituiría el antiguo complejo urbano surgido al amparo del palacio real visigodo, se basa en hipótesis, las cuales, llegado el caso, la arqueología nos las podrá confirmar. Si desconocemos cómo se produjo la adaptación de la nueva sociedad musulmana sobre aquel espacio, tampoco sabemos durante cuanto tiempo éste estuvo habitado y cuales pudieron haber sido las causas de su definitivo abandono. Los acontecimientos históricos internos por los que atravesó al-Andalus y las repercusiones que tuvieron en Toledo –referenciadas en diversas fuentes escritas– nos pueden seguir sirviendo de base para proseguir estableciendo hipótesis sobre lo que pudo haber continuado ocurriendo en lo que ya se estaba convirtiendo en un arrabal de la ciudad alta. El primer acontecimiento significativo fue la revuelta bereber que se desencadenó el año 742 en al-Andalus, y durante la cual Toledo fue asediada durante un mes, al cabo del cual los sitiadores fueron derrotados junto al arroyo Guazalete. Cabría pensar que este asedio se llevaría contra la ciudad propiamente dicha, la cual pudo haber resistido al amparo de su muralla. Pero esto nos lleva a plantearnos si la zona de Vega Baja fue también atacada. Es posible que sus habitantes hubiesen subido a refugiarse a la parte de arriba y que el lugar quedase despoblado. Pero en tal caso se presentaba como un espacio muy propicio para ser saqueado y, llegado el caso, incluso arrasado. Sin embargo no parece que así fuese –al menos en las zonas excavadas–, lo que nos lleva a considerar que, muy posiblemente, se debió a que este arrabal estaba, desde el primero momento, habitado por familias de origen bereber, por lo cual, de alguna manera también participaban de la revuelta y por eso no sufriría ninguna destrucción, al menos significativa. Tras el desembarco en al-Andalus del omeya Abd al-Rahmán b. Muawiya (futuro Abd al-Rahmán I) en el año 755 y su posterior proclamación como emir al año siguiente, el depuesto gobernador Yusuf al-Fihri, huido de Córdoba se refugió en Toledo donde contaba con el apoyo de su primo Hisam ibn Urwa. A pesar de algunos intentos del propio Abd al-Rahmán por tomar la ciudad, ésta no se rindió hasta el año 764. Todavía en el 785 los hijos de Yusuf al-Fihri protagonizaron una nueva revuelta en Toledo que fue pronto sofocada14. Desconocemos si estos acontecimientos pudieron haber tenido

14. Idem, pp. 119-120.


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algún impacto en el espacio de Vega Baja y si fue escenario de alguna destrucción. El centro político del nuevo estado se estableció en Córdoba al decidirse el primer emir por esta ciudad y no por la antigua capital de la monarquía visigoda. Se ha constatado cómo la instauración del Emirato omeya modificó la estructura urbanística de muchas ciudades, que crecieron, lo que conllevó la aparición de arrabales exteriores, como ocurrió en Córdoba. Aquí en Toledo también se producirían transformaciones en la ciudad propiamente dicha, aunque posiblemente no fue necesario fundar ningún arrabal puesto que se podría considerar que éste ya existía en lo que había sido el antiguo complejo urbano de Vega Baja. Llegó incluso a contar con un pequeño cementerio como lo demuestra el conjunto de tumbas islámicas que han sido localizadas y cuyos análisis antropológicos nos permitirían constatar el origen de los individuos que en ellas están enterrados. Si se trata de bereberes o de hispanovisigodos convertidos al Islam. Desde su sede cordobesa los emires intentaron poner en práctica los mecanismos necesarios para ejercer un control sobre todo el territorio y su población, para lo que tuvieron que contar con colaboradores fieles, que actuasen en nombre del nuevo poder. Sin embargo no siempre lo consiguieron, como ocurrió en Toledo, que se convirtió en el caso más paradigmático de ciudad rebelde frente al poder omeya durante la etapa del Emirato, siendo escenario de múltiples revueltas –a las que no nos vamos a referir de una manera pormenorizada– al negarse sus habitantes a reconocer el nuevo poder establecido15. Durante aquella etapa Toledo se convirtió en el centro militar más importante de la Frontera o Marca Media, frente al cada vez más consolidado reino astur. Sus obispos continuaron manteniendo la primacía eclesiástica entre la comunidad mozárabe de al-Andalus, pero en la ciudad ya no se volvieron a celebrar concilios. Los gobernadores enviados desde Córdoba tuvieron serias dificultades para ejercer su cargo, por las constantes sublevaciones que se producían, lo que supuso que durante casi toda aquella etapa, la ciudad se mantuvo en una situación de semi-independencia, llegando a recabar, en ocasiones, la ayuda militar de los cristianos del norte peninsular. También algunos musulmanes tomaron a Toledo como centro de sus revueltas y discordias civiles, aprovechando su alejamiento de la capital cordobesa y las características defensivas de la propia ciudad. El hecho fue que, entre unos y otros, Toledo se convirtió en la principal ciudad rebelde de al-Andalus durante aquella época. Los levantiscos habitantes de la ciudad contaban con una fuerte cohesión interna que les permitió disponer de tropas y desafiar a la autori-

dad cordobesa manteniéndose dentro de una cierta autonomía, lo cual no dejaba de ser sorprendente16. También se explicaría porque posiblemente Toledo consiguió controlar su territorio circundante, garantizando de esta manera su abastecimiento. Por ello, era frecuente que, en los momentos de sublevación, las campañas de castigo lanzadas desde Córdoba estuviesen orientadas al saqueo de las tierras de los alrededores. Al margen de las causas que estuvieron en el origen de esta actitud levantisca de los toledanos, nos podemos preguntar qué pudo haber pasado con el arrabal de Vega Baja en el contexto de aquellos acontecimientos. Es indudable que, por su posición extramuros, aquellas frecuentes situaciones conflictivas y su desenvolvimiento tuvieron que tener un evidente impacto en toda esa zona, pues no podía permanecer al margen y alguna determinación tenían que tomar sus habitantes en los momentos álgidos. Con motivo de algunas de las revueltas desde Córdoba se enviaban ejércitos con la intención de conseguir la rendición de la ciudad, lo que suponía que, durante un cierto tiempo, ésta era asediada. Entre los años 742 y 930 están documentados al menos 11 asedios, lo cual implicaba que el ejército atacante tenía que levantar un campamento. Según la topografía del entorno de Toledo lo lógico era hacerlo o en la hoy denominada Huerta del Rey –que desconocemos cómo se encontraba en aquellos momentos– o en la zona de Vega Baja más próxima a la ciudad. En cualquier caso, el arrabal quedaría aislado y podía ser objeto de un asalto. No podemos precisar la actitud de sus habitantes en los momentos conflictivos, si lo abandonaban y se refugiaban en la ciudad, o si por el contrario permanecían en él, sin participar en las sublevaciones, lo que no parece probable pues entonces podían ser hostigados por los propios rebeldes de la ciudad. Más bien cabría pensar que, en los momentos álgidos se refugiasen en la ciudad alta para regresar a sus viviendas cuando la situación se hubiese calmado. Pero ¿todo el arrabal permaneció incólume durante los conflictos? ¿No es lógico pensar que algún tipo de destrucción tendría que haber experimentado? Por su ubicación, esta zona de Vega Baja podía verse también afectada por las inundaciones del cercano río Tajo. Está documentado un desbordamiento que tuvo lugar en el año 850, a causa de intensas lluvias, aunque no sepamos las consecuencias destructivas que pudo haber tenido en el arrabal de Vega Baja y si ello pudo haber contribuido a su despoblamiento, pero es indudable que alguna incidencia negativa tuvo que haber tenido17. Aunque no contemos todavía con elementos muy precisos, sin embargo, a la luz de la información histórica que conocemos y de algunos resultados arqueológicos hasta ahora obtenidos, nos atrevemos a aventurar –como

15. PORRES MARTÍN-CLETO, J., 1985: Historia de Tulaytula (711-1085), Toledo.

16. MANZANO MORENO, E.: Conquistadores…, p. 327. 17. PORRES MARTÍN-CLETO, J.: op. cit., p. 30.


119 ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII)

ya señalaron Juan Manuel Rojas y Antonio Gómez– que muy posiblemente esta zona ya estuviese despoblada a mediados del siglo IX. En primer lugar las referencias escritas nos aportan una información relacionada con las revueltas a las que nos acabamos de referir, que nos inducen a pensar que la vida en Vega Baja, en aquellas condiciones, se haría muy difícil, por lo que la población, de existir, sería muy exigua. Los asedios, como hemos señalado, fueron muy frecuentes. Los conflictos se intensificaron durante los gobiernos de Abad al-Rahmán II y de su sucesor Muhammad I. Éste, en el año 858 mandó derribar el puente de Alcántara que era uno de los principales accesos a la ciudad. Además, durante su gobierno, se fundaron enclaves como Qalat Rahba (Calatrava) y Madrid, y se levantaron las murallas de Talavera, constituyéndose de esta manera lo que Eduardo Manzano ha denominado como una “frontera interior” cuyo principal objetivo sería rodear a Toledo en un intento de aislar a su población rebelde18. En aquellas condiciones, ¿era factible que una población numerosa pudiese vivir fuera de los muros de la ciudad? No parece que así fuese, lo que nos lleva a considerar que entonces el arrabal de Vega Baja tendría que estar despoblado. Es posible que, en épocas de tranquilidad –que también las hubo- volviese a recuperar parte de su población, aunque ésta sería cada vez más exigua y residual pues se trataba de un espacio inseguro expuesto a cualquier nuevo ataque. En segundo lugar, otro argumento en esta dirección nos lo proporcionan los hallazgos numismáticas y cerámicos que se han realizado en las excavaciones. En Vega Baja, aparte de monedas de época romana y visigoda, han aparecido varios ejemplares de monedas musulmanas19. Se trata en su mayoría de feluses de cobre aunque también se ha recuperado algún dirham de plata. Algunas de ellas corresponden a los primeros momentos de la conquista y no descartamos que alguno de los ejemplares pudiese haber sido acuñado en la misma Toledo. En cualquier caso, aunque no en todos ellos se señala su fecha y lugar de acuñación, todo parece indicar que no van más allá de mediados del siglo IX. Y en cuanto a los hallazgos cerámicos, los correspondientes a la etapa islámica la inmensa mayoría de los mismos corresponden a época emiral20. 18. MANZANO MORENO, E.: La frontera…, p. 274. 19. GARCÍA LARGO, R. L. y OTROS, 2007: “Aportación de la numismática al conocimiento de las fases de ocupación de la Vega Baja de Toledo”, en: Arse (Boletín del Centro Arqueológico Saguntino), 41, pp. 115-138 y JUAN ARES, J. DE y otros, 2009, “La cultura material de la Vega Baja”, en: La Vega Baja de Toledo, Toledo, pp.127-130. 20. GOMEZ LAGUNA, A. J. - ROJAS RODRIGUEZ-MALO, J. M., 2009: “El yacimiento de la Vega Baja de Toledo. Avance sobre las cerámicas de la fase emiral”, en: Actas del VIII Congreso Internacional de cerámica medieval en el Mediterráneo, tomo 2, pp. 785-803 y JUAN ARES, J. de y OTROS, 2009: “La cultura material de la Vega Baja”, en: La Vega Baja de Toledo, Toledo, pp. 123-125.

Como puede deducirse, y a falta de futuros nuevos hallazgos que nos lo reafirmen o desmientan, todo parece indicar que hasta entonces es cuando se pudo haber mantenido un poblamiento más o menos estable en Vega Baja que quedaría definitivamente abandonada cuando los conflictos se intensificaron. Además, las inundaciones que tuvieron lugar en el año 850 –a las que hemos hecho referencia–, sí que pudieron haber tenido una repercusión en una zona inundable como Vega Baja, causando destrozos en los edificios y, en definitiva, actuando como un factor más en el proceso de abandono de esta zona por sus habitantes. Todo lo cual nos lleva, por tanto, a considerar que, a mediados del siglo IX, concurrieron toda una serie de factores que tuvieron que incidir en el despoblamiento de este arrabal. Años después, en el 930 el entonces califa Abd al-Rahmán III se planteó someter definitivamente a la levantisca Tulaytula, para lo cual llegó con un ejército y asedió la ciudad. Ésta, al cabo de dos años se rindió y el califa pudo entrar en la misma. Con el objetivo de controlar a sus habitantes, mandó edificar el al-hizam (el ceñidor) que vendría a ser como la alcazaba de Toledo, localizada en la parte oriental de la ciudad, dominando el puente de Alcántara. Para ello se levantó un sólido muro de sillares –que todavía en parte se conserva oculto–, en cuyo interior se reaprovechó material visigodo21. La construcción tenía que ser rápida y lo mejor era emplear un material ya preparado y en condiciones de ser utilizado de inmediato, por ello todo el material de construcción empleado en esta muralla era de expolio o acarreo. Ahora bien, ¿de qué edificio –o edificios– procedía todo este material? Es posible que fuese de un edificio cercano y muy posiblemente de carácter religioso como parece deducirse por las características decorativas de algunas de las piezas reaprovechadas. Si era una iglesia, ésta tendría que haber tenido una cierta entidad arquitectónica habiendo quedado entonces completamente desmantelada si es que ya no estaba abandonada de antes, lo que nos reflejaría un evidente retroceso de la población mozárabe de la ciudad. Ahora bien, por qué no pensar que ese material constructivo podía proceder de la zona de Vega Baja en la que debía de haber varios edificios de entidad arquitectónica abandonados desde hacía ya tiempo y cuyos materiales eran susceptibles de ser reaprovechados. Entre aquéllos las basílicas de los Santos Pedro y Pablo22 –que, como ya se ha señalado, se pudo haber convertido en una mezquita posteriormente abandonada– y la de Santa

21. ROMÁN MARTÍNEZ, P., 1942-43: “La muralla de Zocodover”, en: Boletín de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, LIX. 22. ROJAS RODRIGUEZ-MALO, J. M., 2001: “Las ocupaciones humanas de la Vega Baja a lo largo de la Historia”, en: El edificio Sabatini en la Fábrica de Armas, Universidad de Castilla-La Mancha, pp. 41-47.


120 R. IZQUIERDO: LA PRESENCIA MUSULMANA EN VEGA BAJA

Leocadia23, construcciones en las que se habían celebrado concilios en época visigoda y que debían de llevar ya varios años sin culto por lo que se encontrarían en un proceso de creciente ruina. En el caso de esta última, es muy posible que en la segunda mitad del siglo IX, mozárabes toledanos que emigraron a tierras del norte peninsular, se llevarían las reliquias de la Santa a Oviedo, y las de San Ildefonso –también enterrado en esta basílica– a Zamora, donde todavía hoy en día se veneran. En tal situación, ausentes los restos de los dos personajes que le daban sentido, era evidente que en el edificio ya no habría culto. En tal caso, la actividad de expoliación de esta zona, y que las excavaciones nos están confirmando, habría comenzado ya en época islámica –especialmente en los edificios más significativos por contar con mejores materiales– aunque luego hubiese continuado en siglos posteriores en otras construcciones de menor entidad. Es decir, que el arrabal de Vega Baja, despoblado, estaba sirviendo de cantera para levantar otros edificios en la ciudad alta y se estaba convirtiendo en el inmenso yacimiento arqueológico que es hoy en día. También es muy posible que Abd al-Rahmán III, en su objetivo de terminar definitivamente con las revueltas toledanas, hubiese considerado procedente agrupar a toda la población dentro del recinto urbano, para mantenerla controlada desde el recién construido al-hizam. Si todavía entonces alguna población residual vivía en Vega Baja, habría sido obligada a abandonar la zona y establecerse en la parte alta. Pero en tal caso no en el interior de la ciudad, en la que no tendrían cabida, sino también en el exterior, aunque junto a la muralla, dando origen a la constitución de un nuevo arrabal, el que sería conocido como el arrabal de Toledo y que terminaría por rodearse de una muralla. En definitiva, como ya hemos indicado, son todavía muchas las interrogantes que se ciernen sobre el espacio de Vega Baja en lo concerniente al tiempo que estuvo ocupado por una sociedad islámica. Las respuestas

23. Para datos sobre la basílica de Santa Leocadia, ver PUERTAS TRICAS, R.: op. cit., pp. 30-31; BALMASEDA MUNCHARAZ, L. J: op. cit., pp. 201-204 y BARROSO CABRERA, R.MORÍN DE PABLOS, J.: op. cit., pp. 113-116. Hace ya unos años se realizaron excavaciones junto al lugar en el que según la tradición se ubicaba la basílica de Santa Leocadia y que dieron como resultado la aparición de una esquina de un edificio de cierta entidad arquitectónica con una orientación coincidente con la del cercano circo romano (PALOL, P. DE, 1991: “Resultados de las excavaciones junto al Cristo de la Vega, basílica conciliar de Santa Leocadia de Toledo. Algunas notas de topografía religiosa de la ciudad”, en: Actas del Congreso Internacional del XIV Centenario del Concilio III de Toledo (589-1989), Toledo, p. 787-832).

a todo el conjunto de hipótesis que hemos señalado tendrán que venir –a falta de referencias escritas– por vía arqueológica. A medida que las excavaciones avancen, se podrá comprobar el auténtico impacto que supuso la presencia islámica en el complejo palatino de época visigoda y en el entramado urbano que junto al mismo se desarrolló. Todo parece indicar que éste pronto se convirtió en lo que podríamos denominar como un arrabal, dependiente de la ciudad que se encontraba en la parte alta. Por los resultados actuales parece que al menos hasta mediados del siglo IX contó con la presencia de una población musulmana la cual, indudablemente, tuvo que dejar su huella. Hasta qué punto conservó o modificó las anteriores estructuras constructivas y urbanísticas de época visigoda será lo que se podrá comprobar a medida que los trabajos arqueológicos avancen. Dado que la ocupación musulmana no fue muy prolongada, es muy posible que el entramado urbanístico apenas se modificase –al contrario de lo que ocurrió en la ciudad de arriba– pues en realidad no hubo tiempo para ello. Solamente se producirían cambios en los edificios que se reaprovechaban para adecuarlos a su ocupación posiblemente por diferentes familias. Otro objetivo a constatar será si la población que vivió en Vega Baja fue toda ella musulmana o si también vivieron algunas familias mozárabes, cuyos componentes podrían ser descendientes de los que ya estaban establecidos en el lugar en época visigoda y que no se convirtieron al Islam cuando Toledo fue conquistada por los musulmanes. En tal circunstancia, mientras residieron en el arrabal tuvieron que haber mantenido algún lugar de culto de época visigoda, muy posiblemente la basílica de Santa Leocadia –mientras se conservaron las reliquias de ésta– y que también les serviría como lugar de enterramiento. Esperemos que todas estas preguntas puedan encontrar pronta respuesta y esta zona nos desvele las muchas incógnitas históricas que todavía oculta.


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