12 3 Dr. Sabine Panzram ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII) / 123 - 130 (Historisches Seminar - Arbeitsbereich Alte Geschichte Universität Hamburg. Von-Melle-Park 6 / VIII. D-20146 Hamburg / Alemania e-mail: Sabine.Panzram@uni-hamburg.de)
MÉRIDA CONTRA TOLEDO, EULALIA CONTRA LEOCADIA: LISTADOS “FALSIFICADOS” DE OBISPOS COMO MEDIO DE AUTOREPRESENTACIÓN MUNICIPAL
Roma no había dejado un vacío tras de sí: cuando, como consecuencia de la conquista de los visigodos, la Península Ibérica había dejado de formar parte del Imperio Romano, el momento de reordenación y desorientación político-social parece haber sido corto, si es que llegó a darse.1 En una época sin fuerza supralocal eficiente, se estableció un nuevo mando político-religioso a nivel local: el de los obispos. Cartas, crónicas y actas conciliares recogen sus nombres, los sitúan en una esfera de actuación y dan noticia de su postura frente a las herejías o respecto a problemas actuales de sus comunidades cristianas, en pleno período de expansión en el seno de una sociedad mayoritariamente pagana. Las hagiografías, o mejor dicho, su valor testimonial traspasa por definición este tipo de información en cuanto nos dan noticia sobre persecuciones y martirios, acciones de “santos patrióticos”, el programa de vida cristiana y la lucha de los obispos por las reliquias en las disputas internas de la sociedad gótica.2 Los listados de obispos, por su parte, ofrecen sólo nombres: pero su existencia es decisivo en el proceso de formación de las tradiciones de la comunidad cristiana, en tanto ésta legitima cada uno de los obispos en el cargo y garantiza la difusión de la verdadera doctrina. Díos se la había conferido a Cristo, Cristo a los apóstoles y los apóstoles, por su parte, a los obispos, es decir, la legitimación de cada obispo procede de la vinculación del cargo, la sucesión en el cargo y la “verdad”. La transmisión de la “verdad” exigía, sin embargo, una sucesión ininterrumpida de obispos o, dicho de otra forma, el primer lugar ocupan estas comunidades en las que la sucesión se pueda remontar hasta los apóstoles: en ellas reside, por esto mismo, la “verdad”.3 Los listados de obispos realmente se ofrecieron, por lo tanto, como un medio de representación del poder político-religioso local; quien, al redactarlos, se atribuyese un poder inmediato de interpretación histórica, quería ejercer indirectamente una influencia política suprarregional.
1. El tema ha sido estudiado con referencia a las Galias de modo convincente por JUSSEN 1995 resp. 1998. 2. Es el caso, por ejemplo, de las Vitas Sanctorum Patrum Emeretensium editadas por MAYA SÁNCHEZ 1992 o por GARVIN 1946 (con un extenso comentario filológico-teológico). 3. MARTIN 2003.
El listado de obispos de Toledo se inicia a comienzos del siglo IV con un tal Melantius (~306 d. C.),4 mencionado en las actas del Concilio de Elvira como episcopus Toletanus.5 La información sobre este siglo y el siguiente es muy incompleta: se han transmitido los nombres de Augentius (~390 d. C.)6 y Asturio (~400 d. C.),7 pero en ambos casos sin la cronología de su episcopado; conocemos simplemente su participación en el Primer Concilio de Zaragoza respectivamente en el Primer Toledano.8 Esta tendencia continúa durante la primera mitad del siglo VI: mientras que sólo podemos determinar la finalización9 del obispado de Celso (~523 d. C.),10 de Montano (~523~531 d. C.),11 sabemos únicamente que en su función de metropolitano de la Cartaginense presidió el Segundo Concilio de Toledo en el año 531 d. C.12 Hacia finales de la segunda mitad, la transmisión se va haciendo más abundante y a comienzos del siglo VII incluso deja de tener lagunas: Eufemio (~587~589 d. C.)13 firma en segundo lugar, a continua-
4. FLÓREZ 42002, 207-213; GAMS 1957, pág. 80/n.o 51. 5. MARTÍNEZ DIEZ / RODRIGUEZ 1984, 233-268, aquí 240; VIVES 1963, 1-15; MANSI 1960 Vol. 2, 1-406, aquí 5. 6. FLÓREZ 42002, 220-223; GAMS 1957, pág. 80/n.o 51. 7. FLÓREZ 42002, 223-229; GAMS 1957, pág. 80/n.o 51 aduce en este punto el año 390 d. C. por motivos inexplicables. Sobre el tema, véase ORLANDIS / RAMOS-LISSÓN 1981, 33. 8. Primer Concilio de Zaragoza, clebrado en el año 380 d. C.: MARTÍNEZ DIEZ / RODRIGUEZ 1984, 291-296, aquí 292; VIVES 1963, 16-18; MANSI 1960 Vol. 3, 633-640. – Primer Concilio de Toledo, celebrado en el año 400 d. C.: MARTÍNEZ DIEZ / RODRIGUEZ 1984, 323-344, aquí 326; VIVES 1963, 19-33; MANSI 1960 Vol. 3, 997-1014. – CODOÑER MERINO 1972, cap. 1. 9. CODOÑER MERINO 1972, cap. 2. 10. FLÓREZ 42002, 229-230; GAMS 1957, pág. 80/n.o 51 habla del año 520 d. C.; mantiene, sin embargo, una postura contraria y convincente KAMPERS 1979a, pág. 21/n.o 62. 11. FLÓREZ 42002, 230-233; GAMS 1957, pág. 80/n.o 51, opina que el obispado de Montanus comienza ya en el año 522 d. C. debido a la mencionada datación de Celso; KAMPERS 1979A, 21-22/n.o 63. 12. VIVES 1963, 42-52, aquí 45; MANSI 1960 Vol. 8, 784-788, aquí 787; CODOÑER MERINO 1972, cap. 2. 13. FLÓREZ 42002, 233-238; GAMS 1957, pág. 80/n.o 51; GARCÍA MORENO 1974, pág. 113/n.o 242.
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ción de Masona de Mérida, las actas del Tercer Toledano en el año 589 d. C.,14 Adelfio (~597 d. C.),15 hace lo propio en las del sínodo celebrado en Toledo ocho años más tarde.16 El obispado de Aurasio (~603~615 d. C.)17 comprende doce años,18 a éste le sigue Heladio (~615~633 n. Chr.),19 durante dieciocho años, que antes de obispo había sido vir illustrissimus aulae regiae.20 Justo (~633~636 d. C.)21 participa en el Cuarto Concilio de Toledo en el año 633 d. C.,22 luego ostenta el cargo de metropolitano Eugenio I (~636~646 d. C.).23 Éste representa a su sede episcopal en el Quinto y Sexto Concilio Toledano.24 Eugenio II (~646~657 n. Chr.)25 está presente en el Séptimo y el Octavo Toledano,26 así como también, en 655 d. C., en el sínodo provincial y, al año siguiente, en el concilio imperial que nuevamente tiene lugar.27 Ildefonso (~657~667 d. C.)28 es conocido como autor de un tratado De Viris Illustribus, en el que retrata, entre otros, también a siete de sus predecesores –concretamente a Asturio, Montano, Aurasio, 14. VIVES 1963, 107-145, aquí 136; MANSI 1960 Vol. 9, 977-1010, aquí 1000. 15. FLÓREZ 42002, 237-238; GAMS 1957, pág. 80/n.o 51; GARCÍA MORENO 1974, pág. 113/n.o 243. 16. VIVES 1963, 156-157; MANSI 1960 Vol. 10, 477-480, aquí 478; CODOÑER MERINO 1972, cap. 4. 17. FLÓREZ 42002, 238-239; GAMS 1957, pág. 80/n.o 51; GARCÍA MORENO 1974, págs. 113-114/n.o 244. 18. CODOÑER MERINO 1972, cap. 4. 19. FLÓREZ 42002, 239-242; GAMS 1957, pág. 80/n.o 51; GARCÍA MORENO 1974, págs. 114-115/n.o 245. 20. CODOÑER MERINO 1972, cap. 6. 21. FLÓREZ 42002, 242-246; GAMS 1957, pág. 80/n.o 51; GARCÍA MORENO 1974, págs. 115-116/n.o 246. 22. VIVES 1963, 186-225, aquí 222; MANSI 1960 Vol. 10, 611-650, aquí 641; CODOÑER MERINO 1972, cap. 7. 23. FLÓREZ 42002, 246-251; GAMS 1957, pág. 80/n.o 51; GARCÍA MORENO 1974, pág. 116/n.o 247. 24. Quinto Concilio de Toledo, celebrado en el año 636 d. C.: VIVES 1963, 226-232, aquí 230; MANSI 1960 Vol. 10, 653-658, aquí 656. – Sexto Concilio de Toledo, celebrado en el año 638 d. C.: VIVES 1963, 233-248, aquí 246; MANSI 1960 Vol. 10, 659-674, aquí 671. – CODOÑER MERINO 1972, cap. 12. 25. FLÓREZ 42002, 251-254; GAMS 1957, pág. 80/n.o 51; GARCÍA MORENO 1974, pág. 117-118/n.o 248. 26. Séptimo Concilio de Toledo, celebrado en el año 646 d. C.: VIVES 1963, 249-259, aquí 257; MANSI 1960 Vol. 10, 763-774, aquí 770. – Octavo Concilio de Toledo, celebrado en el año 653 d. C.: VIVES 1963, 260-296, aquí 287; MANSI 1960 Vol. 10, 1205-1244, aquí 1222. – CODOÑER MERINO 1972, cap. 13. 27. Noveno Concilio de Toledo, celebrado en el año 655 d. C.: VIVES 1963, 297-307, aquí 306; MANSI 1960 VOL. 11, 23-32, aquí 31. – Décimo Concilio de Toledo, celebrado en el año 656 d. C.: VIVES 1963, 308-324, aquí 319; MANSI 1960 Vol. 11, 31-46, aquí 43. 28. FLÓREZ 42002, 254-268; GAMS 1957, pág. 80/n.o 51; GARCÍA MORENO 1974, pág. 118-119/n.o 249.
Heladio, Justo, Eugenio I y II.29 Su sucesor en el cargo, Quiricio (~667~679 d. C.),30 es el presidente del sínodo provincial que tiene lugar en el año 675 d. C. en la iglesia de Santa María de Toledo.31 Y Juliano (~680~690 d. C.)32 está presente, durante la década en la que él ejerce la función de obispo metropolitano, en un total de cuatro concilios.33 Lo sigue Sisbertus (~690~693 d. C.),34 que es destituido a consecuencia de su participación en una conspiración: de la sede de Toledo se hace cargo, como consecuencia, el metropolitano de Sevilla, Félix (~693~698 n. Chr.).35 Él es quien firma también las actas del Décimosexto Concilio de Toledo.36 El listado de obispos de Mérida se remonta hasta mediados del siglo III. Los primeros titulares del obispado son Marcial y Félix (~252 n. Chr.).37 Las actas del Concilio de Elvira de principios del siglo IV han transmitido otro representante de la comunidad cristiana de Emerita: el obispo Liberio (finales del siglo III ~ 314 d. C.),38 el cual participará también en el Concilio de Arlés que tuvo lugar en el año 314 d. C.39 Florencio (~321~357 d. C.)40 representa a la capital de la Lusitania en el Concilio de Sárdica (342?/343? d. C.).41 Las consecuencias que acarrean las heterodoxias conforman igualmente el contexto de la transmisión de otro obispo del siglo IV: se trata de Hidacio
29. CODOÑER MERINO 1972, cap. 1, 2, 4, 6, 7, 12 y 13. 30. FLÓREZ 42002, 268-271; GAMS 1957, pág. 80/n.o 51; GARCÍA MORENO 1974, pág. 119/n.o 250. 31. VIVES 1963, 344-369, aquí 367; MANSI 1960 Vol. 11, 129-152, aquí 146. 32. FLÓREZ 42002, 271-274; GAMS 1957, pág. 80/n.o 51; GARCÍA MORENO 1974, págs. 119-121/n.o 251. 33. Duodécimo Concilio de Toledo, celebrado en el año 681 d. C.: VIVES 1963, 380-410, aquí 401; MANSI 1960 Vol. 11, 1023-1044, aquí 1039. – Decimotercero Concilio de Toledo, celebrado en el año 683 d. C.: VIVES 1963, 411-440, aquí 431; MANSI 1960 Vol. 11, 1059-1082, aquí 1075. – Decimocuarto Concilio de Toledo, celebrado en el año 684 d. C.: VIVES 1963, 441-448, aquí 447; MANSI 1960 Vol. 11, 1085-1092, aquí 1091. – Decimoquinto Concilio de Toledo, celebrado en el año 688 d. C.: VIVES 1963, 449-474, aquí 471; MANSI 1960 Vol. 12, 7-26, aquí 21. 34. FLÓREZ 42002, 288-289; GAMS 1957, pág. 80/n.o 51; GARCÍA MORENO 1974, págs. 121-122/n.o 252. 35. FLÓREZ 42002, 289-292; GAMS 1957, pág. 80/n.o 51; GARCÍA MORENO 1974, pág. 122/n.o 253. 36. VIVES 1963, 482-521, aquí 518; MANSI 1960 Vol. 12, 59-88, aquí 84. 37. FLÓREZ 42004, 144-151; para GAMS 1957, pág. 51/n.o 14, los primeros obispos de Emerita son Basílides y Sabino, parece claro que los ha confundido con los ocupantes del cargo en Legio et Asturica; cf. CLARKE 1971 sobre Cypr. epist. 67. 38. FLÓREZ 42004, 152-153; GAMS 1957, pág. 51/n.o 14. 39. Concilio de Elvira: MARTÍNEZ DIEZ / RODRIGUEZ 1984, 233-268, aquí 240; VIVES 1963, 1-15; MANSI 1960 Vol. 2, 1-406. – Concilio de Arlés: MARTÍNEZ DIEZ / RODRIGUEZ 1984, 15-23; MANSI 1960 Vol. 2, 463-512, aquí 477. 40. FLÓREZ 42004, 154-159; GAMS 1957, pág. 51/n.o 14. 41. MANSI 1960 Vol. 3, 1-140, aquí 38; JORGE 2002, 99-102.
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(~379~385 d. C.),42 ante quien Higinio de Córdoba denuncia a Prisciliano por herejía,43 y que participa, en el año 380 d. C., en el Primer Concilio de Zaragoza, donde se pronuncia a favor de la ejecución de Prisciliano.44 El sucesor inmediato de Hidacio parece haber sido Patruino (~385~402 d. C.),45 quien el 11 de septiembre de 400 d. C. firma in ecclesia Toleto [sic] en contra del priscilianismo.46 A su vez, a Patruino le sigue un tal Gregorio (~402 n. Chr.),47 cuyo nombre se puede extraer de un escrito de Inocencio I (401?-417 n. Chr.);48 sin embargo, dicha misiva papal no nos transmite más que su simple mención. Antonino (~445~448 n. Chr.)49 se entera en el año 445 d. C. de que en Astorga han sido “descubiertos” algunos maniqueos.50 Zenón (~483 d. C.) aparece en una función no tematizada en la tradición hasta ese momento: como constructor, concretamente en la propia Emerita.51 Un tratado hagiográfico anónimo, las Vitas Sanctorum Patrum Emeretensium,52 nos da a conocer en el siglo VI a un Paulo (~530~560 d. C.),53 a un Fidel (~560~571 d. C.)54 y a Masona (~573~606 n. Chr.).55 A éste último se le considera, según Juan de Bíclaro, prestigioso representante del catolicismo,56 firma como primer prelado en el Tercer Toledano detrás del Rey y delante de los otros cuatro metropolitanos: Eufemio de Toledo, Leandro de Sevilla, Migecio de Narbona y Pantardo de Braga;57 aún ocho años
42. FLÓREZ 42004, 159-169; GAMS 1957, pág. 51/n.o 14. 43. Sulp. Sev. chron. 2, 46, 7-8. 44. MARTÍNEZ DIEZ / RODRIGUEZ 1984, 291-296, aquí 292; VIVES 1963, 16-18; MANSI 1960 Vol. 3, 633-640. Véase ORLANDIS / RAMOS-LISSÓN 1981, 31-39; JORGE 2002, 113-116; CHADWICK 1976; ESCRIBANO PAÑO 2002. – Sulp. Sev. chron. 2, 51, 6. 45. FLÓREZ 42004, 169-172; GAMS 1957, pág. 51/n.o 14. 46. MARTÍNEZ DIEZ / RODRIGUEZ 1984, 323-344, aquí 326; VIVES 1963, 19-33; MANSI 1960 Vol. 3, 997-1014. – Hyd. chron. II p. 16,31. 47. FLÓREZ 42004, 172-174; GAMS 1957, pág. 51/n.o 14. 48. MANSI 1960 Vol. 3, 1066-1071, aquí 1068; JAFFÉ 1956, c. 404: 292 (89) epist. 3, 5. 49. FLÓREZ 42004, 174-178; GAMS 1957, pág. 51/n.o 14. 50. Hyd. chron. II p. 24,130. 51. Frente a FLÓREZ 42004, 225-227, y GAMS 1957, pág. 51/n.o 14: ~687 d. C., cuyos datos basados en una datación en época del rey visigótico Ervigio (680-687 d. C.), que también DIEHL 1925, n.o 777 había postulado en su momento, han sido superados de forma convincente por VIVES 1941 en una nueva lectura de la cifra de la era; cf. ahora RAMÍREZ SÁDABA / MATEOS CRUZ 2000, págs. 41-44/n.o 10. 52. VSPE Ed. MAYA SÁNCHEZ 1992: 4,1-5; 4,6-10; 5,1-13. 53. FLÓREZ 42004, 178-183; GAMS 1957, pág. 51/n.o 14. 54. FLÓREZ 42004, 183-186; GAMS 1957, pág. 51/n.o 14. 55. FLÓREZ 42004, 186-209; GAMS 1957, pág. 51/n.o 14; GARCÍA MORENO 1974, págs. 166-169/n.o 435. 56. Ioh. Bicl. chron. II p. 213,8. 57. VIVES 1963, 107-145, aquí 136; MANSI 1960 Vol. 9, 977-1010, aquí 1000.
después, está testimoniada su presencia en un sínodo en Toledo.58 El sucesor inmediato de Masona en el cargo, Inocencio (~606~616 d. C.),59 firma el llamado Decretum Gundemari;60 y a él le sucede Renovato (~616~632 n. Chr.).61 Las actas del Cuarto Concilio de Toledo62 atestiguan la presencia del obispo metropolitano Esteban I (~632~637 d. C.).63 El sucesor de Esteban I es un tal Oroncio (~638~653 d. C.),64 que parece haber ocupado el cargo durante dos décadas y media, como deja ver su presencia en las actas de diversos concilios (Sexto, Séptimo y Octavo Toledano) y unas obras en Mérida, concluidas sub Horontio vate, en el año 661 d. C.65 En otro sínodo celebrado poco antes de su muerte, logra el restablecimiento de la unidad territorial de la provincia eclesiástica de la Lusitania.66 Su sucesor Profitius (~666 n. Chr.)67 preside un concilio provincial organizado el 6 de noviembre de 666 d. C. en la iglesia más antigua de Mérida, la Sancta Iherusalen.68 A Profitius le sucede Festo (~672 n. Chr.),69 al que conocemos únicamente a través de su mención en las actas del Decimosexto Concilio del Toledo, en las cuales, a modo de edicto real, se declara nulo el nombramiento de un numerarius que él mismo había llevado a cabo.70 Esteban II (~680~684 d. C.)71 es el último
58. VIVES 1963, 156-157; MANSI 1960 Vol. 10, 477-480, aquí 478. 59. FLÓREZ 42004, 210-211; GAMS 1957, pág. 51/n.o 14; GARCÍA MORENO 1974, pág. 170/n.o 437; KAMPERS 1979a, 170. 60. VIVES 1963, 380-410; MANSI 1960 Vol. 10, 510-512, aquí 511. – VSPE Ed. MAYA SÁNCHEZ 1992: 5,14. 61. FLÓREZ 42004, 212-216; GAMS 1957, pág. 51/n.o 14; GARCÍA MORENO 1974, pág. 171/n.o 438; KAMPERS 1979a, pág. 59/n.o 201 y pág. 161. – VSPE Ed. MAYA SÁNCHEZ 1992: 5,14 resp. 2. 62. VIVES 1963, 186-225, aquí 222; MANSI 1960 Vol. 10, 611-650, aquí 641. 63. FLÓREZ 42004, 216-217; GAMS 1957, pág. 51/n.o 14; GARCÍA MORENO 1974, pág. 171/n.o 439; KAMPERS 1979a, 168. 64. FLÓREZ 42004, 217-220; GAMS 1957, pág. 51/n.o 14; GARCÍA MORENO 1974, pág. 171-172/n.o 440; KAMPERS 1979a, pág. 78/n.o 280 y pág. 155. 65. Sexto Concilio de Toledo, celebrado en el año 638 d. C.: VIVES 1963, 233-248, aquí 248; MANSI 1960 Vol. 10, 659-674, aquí 672. – Séptimo Concilio de Toledo, celebrado en el año 646 d. C.: VIVES 1963, 249-259, aquí 256; MANSI 1960 Vol. 10, 763-774, aquí 770. – Octavo Concilio de Toledo, celebrado en el año 653 d. C.: VIVES 1963, 260-296, aquí 287; MANSI 1960 Vol. 10, 1205-1244, aquí 1222. – RAMÍREZ SÁDABA / MATEOS CRUZ 2000, págs. 30-31/n.o 4. 66. VIVES 1963, 330-331; MANSI 1960 Vol. 11, 80. 67. FLÓREZ 42004, 220-221; GAMS 1957, pág. 51/n.o 14; GARCÍA MORENO 1974, pág. 172/n.o 441; KAMPERS 1979a, 193. 68. VIVES 1963, 325-343; MANSI 1960 Vol. 11, 75-100, aquí 89. 69. FLÓREZ 42004, 221-222; GAMS 1957, pág. 51/n.o 14; GARCÍA MORENO 1974, pág. 172/n.o 442; KAMPERS 1979a, 193. 70. VIVES 1963, 482-521, aquí 517-518; MANSI 1960 Vol. 12, 59-88, aquí 83-84; ZEUMER 1902, 483-484. Véase GARCÍA MORENO 1974, págs 78-79/n.o 148; ORLANDIS / RAMOS-LISSÓN 1981, 303-304; DURLIAT 1990, 159-160.
126 S. PANZRAM: MÉRIDA CONTRA TOLEDO, EULALIA CONTRA LEOCADIA:LISTADOS “FALSIFICADOS” DE OBISPOS...
en firmar de los metropolitanos tras Julián de Toledo y el obispo de Sevilla, del mismo nombre, así como Liuva de Braga, el Duodécimo Concilio de Toledo.72 Participa también en el Decimotercer Toledano, que da comienzo el día 4 de noviembre de 683 d. C.,73 y cuando se celebra el Decimocuarto Concilio de Toledo, en noviembre del año 684 d. C., aún ocupaba el cargo de metropolitano emeritense.74 En éste le representa, sin embargo, un abad llamado Máximo, que parece haber sucedido finalmente a Esteban en el cargo (~ 688 ~ 693 d. C.);75 eso sugieren, al menos, las actas del Decimoquinto –y también del Decimosexto– Toledano.76 La comparación de ambos listados de obispos pone de manifiesto que el de Mérida comienza ya medio siglo antes que el toledano, el cual no se inicia sino con el participante en el Concilio de Elvira, el primero de la Iglesia hispánica después de las persecuciones.77 Además, con frecuencia se transmiten no sólo los nombres de los obispos que atestiguan su implicación en procesos decisorios, sino también informaciones que prueban la percepción del obispo como persona que ocupa el cargo. Para la autorepresentación de la ciudad debe haber sido ser decisivo, junto con la gran antigüedad de la sede episcopal, el hecho de que Mérida, a la larga, pudiera presentar veinte obispos –Toledo, en cambio, sólo diecisiete.78 Al observar las fuentes del listado de obispos emeritenses llama la atención que la existencia de cinco obispos entre los años 530 y 632 d. C. se remonte a un testimonio: las Vitas Sanctorum Patrum Emeretensium, un hagiografía anónima que data de los años treinta del siglo VII, respectivamente a una versión revisada y completada que un tal Paulo editó cuatro décadas más tarde. Vitas de obispos, pues, que intentan relacionar la descripción cronológica
71. FLÓREZ 42004, 222-225; GAMS 1957, pág. 51/n.o 14; GARCÍA MORENO 1974, págs. 172-173/n.o 443; KAMPERS 1979a, págs. 168 y 193. 72. VIVES 1963, 380-410, aquí 401; MANSI 1960 Vol. 11, 1023-1044, aquí 1039. 73. VIVES 1963, 411-440, aquí 431; MANSI 1960 Vol. 11, 1059-1082, aquí 1075. 74. VIVES 1963, 441-448, aquí 447; MANSI 1960 Vol. 11, 1085-1092, aquí 1091. 75. FLÓREZ 42004, 227-228; GAMS 1957, pág. 51/n.o 14; GARCÍA MORENO 1974, pág. 173/n.o 444. 76. Decimoquinto Concilio de Toledo, celebrado en el año 688 d. C.: VIVES 1963, 449-474, aquí 471; MANSI 1960 Vol. 12, 7-26, aquí 21. – Decimosexto Concilio de Toledo, celebrado en el año 693 d. C.: VIVES 1963, 482-521, aquí 511; MANSI 1960 Vol. 12, 59-88, aquí 84. 77. Para un estado de cuestión en cuanto a la fecha de este concilio véase PANZRAM 2007a, que ofrece una interpretación de los canones desde una perspectiva histórico-social; cf. también SOTOMAYOR / FERNÁNDEZ UBIÑA 2005. 78. Este recuento comúnmente aceptado sigue los listados habituales de FLÓREZ 42002 [Madrid 1750] y 42004 [Madrid 1756] resp. de GAMS 1957 [Reimpr. Ratisbona 1873-1886]. La comprobación llevada a cabo en el margen de este estudio ha demostrado que las revisiones afectan como mucho a la datación del cargo de los obispos –como en el caso del emeritense Zenón (véase nota n.o 51)– pero no ponen en duda su existencia.
de las etapas vitales de un obispo con la representación atemporal de sus cualidades, su ser y al mismo tiempo deber ser, la verdad históricamente comprobable y la verdad teológicamente admitida.79 La problemática del género es, por tanto, evidente, pero no ha afectado a la interpretación de estas Vitas episcopales con fines prosopográficos o a las investigaciones llevadas aún más allá de esta intención.80 El cotejo con otras fuentes arroja, sin embargo, con un resultado negativo para tres de los cinco obispos –concretamente para Paulo, Fidel y Renovato: no hay ningún tipo de testimonio, crónica ni acta sinodal que remita a la existencia de estas personalidades de la vida cristiana. Pueden, pues, considerarse, como ha demostrado un análisis detallado presentado en otro lugar,81 “inventos” del desconocido autor, que afirma haber desempeñado el cargo de diácono en la Iglesia de Santa Eulalia. Dicho autor escribió las Vitas episcopales plausiblemente en tiempos del episcopado de Esteban I y, por tanto, el desencadenante de la obra fue una situación que se podría calificar como “de crisis”; se habría dado un cúmulo de circunstancias que se repetiría, mutatis mutandis, aproximadamente cuatro décadas más tarde. El examen de la génesis de la primacía eclesiástica de Toledo revela un aumento continuo de la relevancia de la urbs regia en el transcurso del siglo VII: el motivo está en la argumentación del rey Gundemaro, que pone en pie de igualdad la antigüedad de los derechos toledanos con los derechos de los obispados sufraganos en su totalidad y considera inadmisible y erróneo someter a una única provincia a la jurisdicción de dos metropolitanos diferentes –aquí se hace referencia al nombramiento de obispos sin participación de Toledo. En su opinión, todos los obispos de la Cartaginense tenían ya un metropolitano en la época del Segundo Concilio de Toledo en el año 531 d. C. al que debían rendir honores (Decretum Gundemari, 610 d. C.). Aproximadamente tres décadas y media después el rey Chindasvinto confirma y completa esta atribución introduciendo el deber de residir en Toledo durante un mes para los obispos de la Cartaginense (Séptimo Concilio de Toledo, 646 d. C.). El escritor anónimo se vio, cuando quiso recordar el pasado en la medida en que se hizo literalmente necesario, obligado a enfrentarse con una listado de obispos que finalizaba ya en el año 483 d. C. con Zenón, es decir, incluso antes de que Emerita ganase como ciudad “cristianizada” la importancia que alcanzó durante su vida. Así pues, intentó al menos presentar los
79. Véase HAARLÄNDER 2000; cf. VOSS 1970, SCHEIBELREITER 1988, SCHARER / SCHEIBELREITER 1994. 80. VIVES 1967; GARCÍA MORENO 1974, pág. 166-171/n.o 435, 437 y 438; KAMPERS 1979a, pág. 170, pág. 59/n.o 201 y pág. 161. – Véase, por ejemplo, las contribuciónes de MATEOS CRUZ 1999 resp. 2000 y ARCE 1999. 81. A este respecto y como base de la argumentación que sigue, en detalle, PANZRAM 2007b.
127 ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII)
últimos cien años de su sede metropolitana desde una perspectiva histórica e inventó dos de las Vitas: le pareció un procedimiento necesario por motivos teológicos y políticos82 que además sirvió para propagar la “singularidad” de Mérida: la antigua capital diocesana de las dos Hispanias, capital provincial y sede arzobispal de Lusitania, sin duda la residencia episcopal más significativa de la Península Ibérica durante el siglo VI. En una época en la que un tal Isidoro de Sevilla domina el discurso intelectual y cultural y en la que se consolida la posición de Toledo como capital de los visigodos católicos, “en la nueva España isidoriana y toledana” por lo tanto,83 en la que ya no parecía significativo un estatus como “centro creador” en el ámbito de la plástica arquitectónica84 o como “el” lugar de acuñación de monedas del imperio, no sirven,85 es decir, cuando ya no son válidos los criterios tradicionales, en esa época, el anónimo hace de la “historia” el argumento: Toledo no dispone de un pasado similar al de Mérida y mucho menos de una Santa Eulalia, Leovigildo la designó urbs regia ante todo a causa de su favorable situación geoestratégica. El escritor anónimo hace coincidir el comienzo del tiempo del obispado de Paulo con el fin del de Montano, de manera que los obispados de Paulo y de Fidel, de una duración de unas cuatro décadas en total, llenasen, más o menos, las lagunas que presenta el listado toledano en esa época. De este modo puede presentar catorce obispos frente a los nueve de la urbs regia. La influencia de Mérida no puede haber sido insignificante, pues sabemos por las actas que sus metropolitanos firmaban siempre entre los cinco primeros participantes clericales del concilio. Por otra parte, la diócesis de la Lusitania no volvió a disponer de su territorio en su extensión original hasta los años sesenta del siglo VII: es decir, cuando Oroncio toma la iniciativa y dispone que las cuatro diócesis Lamego, Viseu, Coimbra y Egitania deben separarse de la jurisdicción de Braga (Concilio Provincial de Lusitania, 666 d. C.). Este retorno al ámbito de la jurisdicción de su metrópoli original, Mérida, puso fin a un estado de excepción de casi ochenta años. Pues aunque el reino suevo que anteriormente se había anexionado este área y había declarado a su metrópoli Braga de su pertenencia, ya no existía desde la conquista de Leovigildo en el año 585 d. C., las fronteras habían quedado tal como estaban. Aproximadamente una década más tarde, el redactor Paulo se remite, en el marco de su amplia revisión de las Vitas Sancto-
82. También un llamado Paulo Diácono puso en práctica este procedimiento alrededor de siglo y medio después en la corte de Carlomagno, como pudo demostrar GOFFART 1986 (cf. también 1966). 83. FONTAINE 1992, 9-25, aquí 22. 84. CRUZ VILLALÓN 2001. 85. MILES 1952, esp. 100-102 y 117-120; sobre las reservas a la hora de valorar los hallazgos, véase METCALF 1999.
rum Patrum Emeretensium, a este restablecimiento de la unidad territorial cuando parece que desea acaparar literalmente la más representativa personalidad de la sede episcopal de Braga, Fructuoso.86 Así, de los capítulos interpolados de su Vita se desprende que Fructuoso se había dirigido a Mérida movido por la veneración por Santa Eulalia y que de camino había pasado también por Egitania, una de las cuatro diócesis ahora despojadas de la jurisdicción de Braga. Puesto que este recorrido debió suponer hacer un rodeo, se puede deducir que el escritor fingió esta visita para crear un nexo entre el arzobispo “vencido”, uno de sus antiguos sufragáneos y Eulalia. Paulo le había puesto al tratado un título que expresaba claramente lo que debía figurar junto a la propagación de “verdad” en el sentido de una ininterrumpida sucesión de obispos. Decía así: Incipiunt capitula de opuscvlis (miracvlorvm xxxvi) qve continentvr in hoc libello de Vitis Patrum Emeretensivm (et de his) qve a Domino facta svnt per interventvm Sancte Evlalie virginis, y hacía referencia al “poder” de Santa Eulalia y con ello a la propagación del culto.87 A largo plazo, Santa Eulalia se tornaría en el “capital simbólico” –utilizando la expresión de Bourdieu– verdaderamente significativo de la ciudad.88 Un obispo, por su parte, sólo hacía de “médium”, y con esa intención había dibujado ya el escritor anónimo el propio retrato de Masona, bajo el cual el obispado se caracterizó de forma decisiva y cuyo grado de popularidad personal está fuera de toda cuestión allende las fronteras regionales. En esa época, cuando el rey Ervigio establece el primado de Toledo sobre la iglesia del Reino visigodo,89 mientras concede al metropolitano de la urbs regia autorización para emitir el iudicium episcopale en la toma de posesión del obispado en cuanto a la idoneidad de un candidato, y a llevar a cabo la ordenación episcopal (Duodécimo Concilio de Toledo, 681 d. C.), surge en el Reino visigodo un género literario de alabanza a los mártires, las denominadas passiones. Mientras que la passio de Eulalia se remonta a las Acta martyrum y a un himno de Prudencio,90 la passio de la toledana Leocadia, a falta de tradición, tuvo que ser redactada ex novo; en este sentido parece lógico que la noticia del martirio de Eulalia instase a Leocadia a seguir su ejemplo.91 Los textos se leen los días de las respectivas muertes
86. DÍAZ y DÍAZ 1974; véase al respecto también MAYA SÁNCHEZ 1978. 87. PRINZ 1992. 88. BOURDIEU 1987 resp. 1989. 89. CODOÑER MERINO 1972, 58-64; KAMPERS 1979b; ORLANDIS / RAMOS-LISSÓN 1981, 325. 90. FÁBREGA GRAU 1953, 78-86, resp. 1955, 68-78; cf. RIESCO CHUECA 1995, 4969. 91. FÁBREGA GRAU 1953, 67-78, resp. 1955, 65-67; cf. RIESCO CHUECA 1995, 4147.
128 S. PANZRAM: MÉRIDA CONTRA TOLEDO, EULALIA CONTRA LEOCADIA:LISTADOS “FALSIFICADOS” DE OBISPOS...
de las santas en el contexto de la liturgia: el 9 de diciembre la passio de Leocadia, concisa, y que no excede las exigencias de la estructura esquemática; y el 10 de diciembre la de Eulalia, que tiene casi cuatro veces la extensión de la anterior y hace un relato detallado. Si bien el llamado “Oracional visigótico” registra para ambas casi el mismo número de oraciones,92 ciertos indicios como la antigüedad del culto y su extensión geográfica, la existencia de reliquias y la consagración de iglesias apuntan al papel predominante de Eulalia.93
En el contexto de la autorepresentación de la ciudad, Mérida no podía ignorar el estatus político y religioso de Toledo, jurídicamente fundado, pero la sede episcopal emeritense preparó, sirviéndose de la hagiografía94 y del listado de sus obispos, un potencial de argumentación in politicis al que tuvo que enfrentarse aun una ciudad que tenía el estatus de “almost Spanish Rome“.95 La rivalidad entre Mérida y Toledo se iría acabando sólo cuando apareció pero literalmente la única ciudad de la Península Ibérica que puede acogerse a la apostolicidad de una sede episcopal –Santiago de Compostela.96 Pero eso ya es otra historia.
92. VIVES 1956, n.o 121-149/ págs. 39-49 resp. n.o 153-183/págs. 50-61. 93. GARCÍA RODRÍGUEZ 1966, 246-253 resp. 284-303.
94. El primero en referirse a la función política de una hagiografía de forma convincente fue FONTAINE 1980, con el ejemplo de la Vita Desiderii de Sisebuto. 95. HILLGARTH 1985, 483-508, aquí 500. 96. VONES 1993, esp. 23-87.
12 9 BIBLIOGRAFÍA / ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII)
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