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137 Saray Jurado Pérez (Universidad de Córdoba)

ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII) / 137 - 141

ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL CENTRO DE PODER DE CÓRDOBA DURANTE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA (SIGLOS V-VIII)

El centro de poder de Córdoba (complejo episcopal y palacio del gobernador) durante la Antigüedad Tardía se situó en el cuadrante meridional de la ciudad, en los alrededores del río Guadalquivir y del puerto fluvial que se levantaba junto al mismo. Este sector, nacido en época augustea, creció y prosperó merced a la presencia de enclaves tan importantes como el teatro (y las plazas adyacentes), el centro de culto dinástico de los Altos de Santa Ana y, sobre todo, el río, su puerto y el puente de piedra que unía ambas orillas del Baetis (LEÓN ALONSO, 1999) (Lám. 1). Sin lugar a dudas éste, fue uno de los principales motores económicos de Colonia Patricia durante toda la Antigüedad y, probablemente, uno de los aspectos que propiciaron la erección del centro de poder cristiano en este sector de la ciudad (CARRASCO, 2003). La finalidad de este estudio es la de dar a conocer la evolución del cuadrante meridional cordobés entre los siglos V y VIII y el papel que jugó el Guadalquivir en la elección de este enclave1. CÓRDOBA EN ÉPOCA BAJOIMPERIAL Desde mediados del siglo III comenzaron a vislumbrarse en la capital de la Bética importantes cambios urbanísticos similares a los que se observaron en la mayor parte de las ciudades del Imperio. Entre las principales transformaciones destacan la ocupación y aumento de la cota de suelo de algunas vías públicas, el espolio de grandes edificios y espacios o la paulatina disminución, hasta su desaparición definitiva, de agua corriente en las calles y en las casa (HIDALGO, 2005) (Lámina 2). Esta tendencia se observa igualmente en el ámbito de lo privado. Así, una domus documentada a las espaldas del teatro inició su deterioro a mediados del siglo III y a lo largo del IV la ocupación de la misma fue marginal en torno a hogueras y calerines (SORIANO, 2003, 252) A pesar de estos síntomas de recesión, el sector meridional cordobés mantuvo un cierto status privilegiado con respecto al resto de la ciudad. Por un lado, gracias a la epigrafía, podemos intuir la localización, en el entorno del río, de la residencia oficial del gobernador de la Bética2, (SALVADOR, 1998) hecho que debió dotar de gran vitalidad a la zona. Por su parte, el puerto fluvial, a pesar de algunos indicios de recesión como el desmonte de varias tabernae, el colapso de las cloacas y el robo

de algunas de las losas de la plaza (CASAL y SALINAS, 2009), no dejó de funcionar tal y como atestigua la presencia de materiales importados y el mantenimiento de los talleres de los alrededores3 (MORENA 1997) LA CIUDAD “INDEPENDIENTE” (SIGLO V-572/584) La segunda de las etapas por las que pasa la capital cordobesa abarca el siglo V y gran parte del VI, un periodo caracterizado por una cierta independencia política y económica de las ciudades de la Bética. Tras 411 las provincias Tarraconense, Baleárica y Mauritania Tingitana se mantuvieron bajo control directo del Imperio, mientras que el resto quedaron bajo

1. Tal ha sido el papel del río a lo largo de la historia cordobesa que muchos de los principales programas urbanísticos desarrollados en la ciudad incluyeron actividades en su entorno: puente, murallas, embellecimiento, molinos etc… (LEÓN, LEÓN y MURILLO, 2008, 264). 2. Alguno de estos personajes se pueden rastrear gracias a los hallazgos epigráficos de la zona: Quintus Aeclanius Hermias, vir perfectissimus, miembro del ordo equester, ostentó el cargo de agens vices praefectorum praetorio per Hispanias, máxima dignidad política de la Diocesis y el de iudex sacrarum cognitionum, es decir, principal autoridad judicial, entre 312 y 315 (CIL, II/7, 263; SALVADOR, 1998, 25). Entre los praesides Baeticae tenemos constancia de un personaje llamado Egnatius Faustinus, caballero que gobernó entre 310 y 312 (CIL, II/7, 264; SALVADOR, 1998, 70), Octavius Rufus entre 312 y 314, (CIL, II/7, 261; ARCE, 1982, 40; SALVADOR, 1998, 154) y Decimius Garmanianus (CIL, II/7, 265) miembro de la aristocracia senatorial romana, gobernador entre 353 y 360, antes de convertirse en viceprefecto del pretorio de las Galias en 361 y praefectis praetorio Galliarum en 363 (SALVADOR, 1998, 65). En último lugar contamos con la figura del cónsul Usulenio Prosperio, praeses de la Bética en un momento desconocido del siglo IV (STYLOW, 2000, 430). 3. A escasos 100 metros del foro portuario, se documentaron restos habitacionales e industriales, construidos con sillares y losas de arenisca, asentados en seco, con ripios y lajas de piedra que se disponen directamente sobre el terreno geológico. Su erección, por la presencia de sigillata africana C de la forma Hayes 50, se puede datar a finales del III o inicios del IV, suponiendo la amortización del kardo augusteo, aunque no de su cloaca, que fue remodelada y continuó en uso. Este espacio ofrece una información cuando menos novedosa acerca de las actividades industriales en época tardorromana en Córdoba. El hallazgo de fragmentos y piezas completas de tortas cóncavas de metal fundido, compuestas de una aleación de plomo, sulfuro de cinc y cobre indican que en este lugar existían hornos de fundición de metal, al menos de plomo, fechables sin ningún género de dudas en época tardorromana gracias a la presencia de un follis de bronce de Maximino Daza, acuñado en la ceca de Constantinopla en el año 312/313 d.C. (MORENA, 1997).


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un hipotético control “bárbaro4” aunque manteniendo el sistema administrativo romano. Esto, en la práctica, significó una cierta “autonomía” de esas ciudades que aún se regían por el sistema clásico (ARCE, 2005, 192). Las ciudades están regidas, siguiendo un sistema administrativo eminentemente romano, por los miembros de la aristocracia fundiaria, de origen hispanorromano cuyo prestigio radica en sus grandes latifundia y en las relaciones de dependencia que establecen con los miembros de las clases inferiores que trabajan en sus campos (SALVADOR VENTURA, 1990, 145). El urbanismo cordobés mantuvo en esta época las mismas tendencias que en la etapa anterior: ocupación de espacios públicos, utilización de spolia etc… En cuanto a edificios públicos no existen muchas evidencias claras de su presencia, salvo la propia tradición del entorno y la edificación levantada sobre las antiguas termas de la plaza de Maimónides cuya funcionalidad se desconoce (MORENO y GONZÁLEZ, 2001) (Lámina 3). Por otro lado, hasta el momento no hay constancia para este periodo de ningún rastro en los alrededores del Alcázar. No obstante, la utilización de este espacio como centro de poder civil y su perduración durante los siglos posteriores, hacen pensar que en el siglo V la sede civil debió localizarse por esta zona.

4. En la provincia Baetica se asentaron los vándalos silingos, que debían ser alrededor de unos 20.000 efectivos que, ante la imposibilidad numérica de tomar las ciudades béticas, muy probablemente se instalarían en fincas rústicas situadas en los principales ejes de comunicación: el Guadalquivir, el eje Sevilla-Mérida y el estrecho de Gibraltar con la intención de controlar las encrucijadas de caminos (GIL EGEA, 2006, 262). No obstante, su corta presencia en el mediodía peninsular apenas ha dejado huella arqueológica, lo que hace pensar que las elites hispanorromanas, los potentes y possesores seguían al frente de sus propiedades, manteniendo así su prestigio, autoridad e influencia (ARCE, 2005, 121). 5. El mosaico, realizado con teselas blancas, negras y rojas, presenta un esquema de rectángulos decorados con el nudo de Salomón, cruces de Malta y flores de cuatro pétalos con peltas compuestas entre rombos en sus bordes. Una cruz y una crátera floreada flanqueada por una paloma y una corona de espinas, símbolos del Espíritu Santo y el martirio, son los elementos figurados más destacables de este conjunto. Una orla exterior de semicírculos entrelazados que dan como resultado una cadena de ovas y triángulos curvilíneos completa la composición (BLÁZQUEZ, 1981, 34). La tipología y características de este mosaico hicieron pensar a Blázquez que estaba ante un pavimento del siglo IV; sin embargo, su directa relación con el muro de opus vittatum mixtum y nuevos estudios sobre su iconografía permiten llevarlo a finales del V o inicios del VI (MARFIL, 2000, 165). 6. Esta misma técnica edilicia se documentó en los niveles más antiguos excavados en la fachada de la Mezquita, en el Patio de los Naranjos, acompañada de un pavimento de opus signinum a una cota de -3.00 metros (MARFIL, 2000, 165). 7. Precisamente alguno de los muros de opus vittatum mixtum del palatium de Cercadillas cuentan también con una leyenda; en este caso: SOLLEMNIS NICARE (CIL, II2/7, 699)

En lo que respecta a la edilicia religiosa, el complejo de San Vicente se erigió, precisamente, en estos momentos. Las estructuras excavadas más antiguas, con una cronología de finales del V o inicios del VI, pertenecen a una estancia de tendencia cuadrangular y al arranque de un muro con tendencia absidada (Lám. 4). Dicha estancia, pavimentada de mosaico con iconografía esencialmente cristiana5, tiene un aparejo de opus vittatum mixtum, una técnica poco usada en la ciudad cuyo principal referente debió ser el palatium de Cercadilla6. En uno de sus muros destaca la presencia de varios ladrillos, fechados a fines del V, en los que se puede leer la leyenda EX OF LEONTI7 (NIETO, 1998). En cuanto a las piezas correspondientes a este periodo, se encuentran Lámina 1. Plano de la Córdoba altoimperial una placa nicho con claros paralelos 2003, 46) emeritenses (BERMÚDEZ, 2005), así como la denominada por santos Gener como “pila bautismal visigoda” caracterizada por un gran crismón inciso de brazos iguales (NIETO, 1998, 46).

Lámina 2. Ocupación de un Kardo en el entorno del puente (MORENA, 1997, 112)

(VAQUERIZO,


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LA ÉPOCA VISIGODA (572/584-711) La ciudad de Córdoba, tras la independencia de facto que disfrutó durante gran parte del siglo VI, terminó por insertarse en el reino visigodo de Toledo. La necesidad de conquistarla en dos ocasiones (572 y 84, esta última tras la rebelión de Hermenegildo) hizo que Leovigildo acuñara moneda con la siguiente leyenda: CORDOBA BIS OPTINUIT (RODRÍGUEZ, 1988). A pesar del mantenimiento de los procesos anteriormente expresados, todo parece indicar que el sector meridional cordobés experimentó un cierto desarrollo de la mano de los nuevos líderes godos (Lám. 7). De hecho, habría que poner en relación con esto, algunos cambios que se operan en la ciudad, como las colmataciones de algunas calles, que suponen el recrecimiento de la cota de paso, así como la erección de un barrio “ex novo” sobre los escombros del antiguo teatro patriciense8 (JURADO, 2008). En cuanto a la edilicia monumental, las fuentes escritas de época de la conquista islámica coinciden en la existencia de “palacios”, en los alrededores del río, pertenecientes a las élites civiles y eclesiásticas de la ciuLám. 3. Planimetría del edificio de posible uso público (MORENO y GONZÁLEZ, 2001, 167) dad.

Una vez más, son muy escasos los vestigios de edilicia civil monumental y de actividades llevadas a cabo por el gobernador de la ciudad. No obstante, con esto se pueden relacionar algunos hallazgos localizados junto a la puerta del Puente y en las excavaciones del Patio de Mujeres del Alcázar de los Reyes Cristianos. De este modo, se han podido documentar intervenciones en la muralla de la ciudad, marcadas por la restauración de algunos lienzos, por el cegamiento de una de las escalinatas que bajaban al puerto fluvial (CARRASCO, 2003, 290) y por la erección de un recinto fortificado, el denominado “castellum”, en la esquina suroeste que sobresale del lienzo amurallado (LEÓN y MURILLO, 2009). Por otro lado, el Alcázar de los RRCC cuenta con una interesante colección de piezas decorativas visigodas9 halladas en las distintas remodelaciones del monumento. Se desconocen por completo los edificios a los que podrían corresponder (BERMÚDEZ y LEÓN, 2008), de tal manera que no se puede descartar que alguna de éstas perteneciera al conjunto áulico visigótico.

Lám. 4. Restos hallados en el subsuelo de la Mezquita-Catedral. Resaltados aquellos pertenecientes a la fase del siglo V-mediados del VI (MARFIL, 2006, 54)

Lám. 5. Distribución de los complejos religioso y civil, este último con el castellum sobresaliendo de la línea de muralla (LEÓN y MURILLO, 2009, 405)

8. Este barrio se articuló junto a un gran muro de contención que dividía el espacio en una zona baldía, en la que desaguaban las cloacas, y otra habitada. En ésta se han podido documentar varias viviendas levantadas mediante un pseudo opus africanum –de nuevo una técnica edilicia prácticamente inédita en la ciudad de Córdoba- que utilizaban el mencionado muro como pared trasera de las viviendas. Las casas, al menos las mejor conocidas, contaban con estancias de tendencia rectangular y pavimento de tierra batida (Lám. 6) (MONTERROSO y CEPILLO, 2002, 163-165). 9. Esta colección está formada por tres capiteles de columna, varios fragmentos de placas (calada, decoradas con cuadrifolias o cruces), un fragmento de friso y una placa-nicho (BERMÚDEZ y LEON, 2008)


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De mediados del VII no se han exhumado restos en el interior de la Mezquita, pero sí varias piezas de decoración como un cimacio, una placa de cancel y un pie de altar ricamente decorado (Lám. 8). A escasos 200 metros, en el Patio de los Naranjos a mediados de los años ’30, se descubrieron restos de un edificio de planta basilical con cabecera triabsidada al que se asociaban algunas columnas y capiteles, así como una cucharilla de posible uso litúrgico (Lám. 9) (SANTOS GENER, 1958, 156). Al margen de la propia basílica de San Vicente y del palacio episcopal (del cual no conocemos su localización), en los alrededores de este centro de poder se localizaron otras iglesias como las documentadas en la calle Buen Pastor y en Rey Heredia (MARFIL, 2006). Lám. 6. Estructuras del barrio visigodo levantado sobre la cavea del teatro (MONTERROSO y CEPILLO, 2002, 163 y 166)

En lo referente al mundo religioso, todo parece indicar que en estos momentos el complejo episcopal de San Vicente se convirtió en el gran centro de poder cristiano de la ciudad. Su propia localización bajo la Mezquita Catedral y sus alrededores han hecho prácticamente imposible la definición de dicho complejo. De hecho sólo contamos con estructuras aisladas y piezas de decoración arquitectónica sin ningún contexto arqueológico. No obstante, se pueden distinguir dos fases diferentes en el desarrollo del citado complejo que se pueden poner en relación con dos acontecimientos históricos importantes para la ciudad: la propia toma de la misma por parte del estado toledano a finales del VI y las reformas de Chindasvinto, a mediados del VII, que tanto favorecieron a las oligarquías del Sur de la Península (GARCÍA MORENO, 2006, 112-124). A esta primera etapa de época visigoda pertenecen algunas potentes estructuras pavimentadas de mosaico excavadas en los años ’30 del siglo XX en el interior del oratorio. Características similares se documentaron en las excavaciones de los ’90 en el Patio de los Naranjos (MARFIL, 2006, 51). A este periodo cronológico se pueden adscribir un conjunto de ladrillos decorados y algunas placas de cancel expuestos actualmente en el Museo de San Vi- Lám. 7. Tenante de altar. Museo de Vicente (foto de la autora). cente.

CONCLUSIONES De este modo, la sede del poder político y religioso de Córdoba durante la Antigüedad Tardía se localizó, sin ningún género de dudas, en el entorno del río Guadalquivir, auténtico eje económico de la ciudad en estos momentos (JURADO, 2008, 224-225). Esta unión entre motor económico de la ciudad, élites de la misma y origen del complejo episcopal no es un unicum cordobés ya que cuenta con importantes paralelos como la ciudad de Barcino (BELTRÁN DE HEREDIA, 2001). Sin lugar a dudas las élites cordobesas decidieron ubicar su centro de poder en éste, y no otro lugar, por su localización estratégica junto al principal nudo de comunicaciones de toda la Bética, fuente de su riqueza y, en consecuencia de su poder.

Lám. 8. Croquis realizado por D. Samuel de los Santos Gener en el que refleja los restos encontrado en el Patio de los Naranjos (MARFIL, 2006, 57)


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