14 3 Rafael Jiménez-Camino Álvarez (Fundación Municipal de ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII) / 143 - 152 Cultura “José Luis Cano”; Ayuntamiento de Algeciras) Ildefonso Navarro Luengo (Ilmo. Ayuntamiento de Estepona) José Suárez Padilla (Arqueotectura, S.L.), José María Tomassetti Guerra (Arqueotectura, S.L.)
DE IULIA TRADUCTA A AL-YAZIRAT AL-HADRA. LA ALGECIRAS DE LOS SIGLOS VI AL VIII A TRAVÉS DE LA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA DE LA CALLE ALEXANDER HENDERSON, 19-21
1. LA CIUDAD ROMANA DE IULIA TRADUCTA (ALGECIRAS) Existe cierto consenso entre los investigadores en la identificación de la Iulia Traducta de las fuentes clásicas y la epigrafía monetal con el yacimiento romano localizado en el barrio denominado “Villa Vieja” de Algeciras. Este asentamiento fundado en torno al siglo I a.C. en la misma bahía en la que se situaba la ciudad de Carteia ocupa, según la información arqueológica disponible, una meseta con una extensión de 11 Ha (Jiménez-Camino y Bernal, 2007), desde la que se domina el río de la Miel. Hasta la fecha se han realizado excavaciones en catorce parcelas situadas en la periferia de lo que se supone el núcleo público y doméstico –éste último no ha podido ser investigado ya que coincide con una zona protegida por el Plan General Municipal de Ordenación debido a sus valores medioambientales–. En todas estas intervenciones1 se han localizado bien áreas de enterramiento (avenida de la Marina, Plaza del Coral y calle Alexander Henderson 1921), bien ámbitos industriales, en concreto alfares y factorías de salazón (antigua fábrica de conservas Garavilla, Alexander Henderson 26-28, San Nicolás, 1, 3-5 y 7, Sureste de las Murallas de la Villa Vieja). Las caetariae son las que han aportado más información sobre la evolución del urbanismo algecireño. Las excavaciones en el complejo conservero de la calle San Nicolás (Bernal y otros, 2003; Bernal, ed., e.p.) muestran un tejido urbano con un diseño ortogonal que apenas varía entre el siglo primero y la primera mitad del sexto, lo que demuestra una esmerada planificación urbanística (Bernal y Expósito, 2006; Jiménez-Camino y Bernal, 2007). Ello es perceptible en el mantenimiento de un eje vial de notables dimensiones en torno al que se articulan las diferentes factorías, cuya estructura básica prácticamente no cambia durante ese período, salvo pequeñas reestructuraciones internas.
2. LA TRADUCTA BIZANTINA Desde 1998 se vienen produciendo hallazgos en solares de esta zona con una cronología bizantina respaldada por el repertorio anfórico, la vajilla de mesa y el numerario recuperado (Navarro y otros, 2000a)2. La llegada de los bizantinos supone la reorganización espacial del asentamiento –desaparición de los ejes viarios y de las tradicionales factorías salazoneras en una fecha cercana a los años centrales del siglo VI3– y de las actividades productivas –fin de la economía de las grandes exportaciones del pescado y derivados (Bernal, 2008)–. Hasta la fecha los hallazgos se concentran en la zona norte de la Villa Vieja, tanto sobre los restos del área habitada en época alto y bajoimperial como en otros lugares desocupados hasta ese momento –se ha documentado un proceso de expansión del asentamiento hacia el Oeste a partir de las excavaciones en la calle Doctor Fleming, 6 (Jiménez-Camino y Bernal, e.p.) y Alexander Henderson, 19-21–. No son muchas las estructuras exhumadas de estos momentos, de hecho las mejor conservadas pertenecen a la intervención arqueológica que centra este trabajo. De ellas, hablaremos más adelante. En el resto de excavaciones, se han detectado pavimentos, canalizaciones, pero sobre todo depósitos: ya sean vertidos o derrumbes estructurales (Jiménez-Camino y Bernal, 2007: 183-185). El registro material está compuesto por los típicos repertorios de los asentamientos de ésta época –ánforas africanas (Keay LXI, LXII y spatheia) y orientales (Keay LIII y LIV bis), vajilla de mesa en ARSW D, Late Roman Ungüentaria, cerámicas manufacturadas a torno lento procedentes del mediterráneo central, etc… (v.g. Bernal, ed., e.p.; Jiménez-Camino y Bernal, e.p.)–. Lo fragmentario y parco de las estructuras localizadas no nos permite hacer mayores precisiones sobre el urbanismo y la orientación productiva de este núcleo de población. Se ha señalado que
1. Remitimos al estudio de JIMÉNEZ-CAMINO y BERNAL (2007) donde se encontrará, además de la explicación de la evolución del modelo urbanístico de la ciudad entre los siglos I al VII, el resultado de estas intervenciones y un listado bibliográfico con las referencias oportunas. Dos nuevas excavaciones no aparecen reseñadas en esta síntesis por haberse realizado con fecha posterior a su publicación, nos referimos al complejo alfarero del solar de la antigua fábrica de conservas Garavilla (TOMASSETTI y OTROS, 2009) y a las estructuras altoimperiales y al enterramiento tardoantiguo hallados en el entorno de la Plaza del Coral (BRAVO y TRINIDAD, 2009).
2. Un estado de la cuestión sobre la arqueología bizantina y visigoda en la comarca del Campo de Gibraltar y sobre los hallazgos descontextualizados de ésta época en Traducta, previos a las primeras excavaciones, puede leerse en BERNAL y LORENZO (2000). 3. Algeciras cuenta actualmente, junto con Lagos (Portugal), con la cronología más tardía de amortización de un conjunto industrial de salazón de pescado en el Mediterráneo Occidental (BERNAL, 2008: 43). Este hecho ha servido de base al citado autor para plantear la relación entre ambos procesos –abandono de las factorías y llegada de los bizantinos–.
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Lámina 1. Situación de la ciudad medieval de “al-Yazirat al-Hadra” y de la romana de “Iulia Traducta”, ambas bajo el centro urbano de la moderna Algeciras (fotografía: Google Earth). Se indica el emplazamiento de la excavación de la calle Alexander Henderson y, en el recuadro superior derecho, se reproduce una fotografía aérea de la Bahía de Algeciras donde se señala la localización de las dos ciudades romanas que la ocupaban: “Carteia y Iulia Traducta”.
quizás haya que buscar las claves de interpretación de los asentamientos de la Spania bizantina en su vocación comercial y en la vida portuaria (Bernal y Vallejo, 2003). 3. LA INTERVENCIÓN DE LA CALLE ALEXANDER HENDERSON 19-21 Entre octubre del año 2005 y julio del año siguiente un equipo de arqueólogos dirigidos por uno de nosotros, José María Tomassetti, llevó a cabo una intervención arqueológica en un solar con fachada a las calles Alexander
Henderson e Ignacio de Zuloaga (Tomassetti y otros, e.p.). Este lugar se emplaza en la denominada “Villa Vieja” de Algeciras, zona protegida por la normativa arqueológica municipal, por lo que la actividad se realizó como diagnosis previa al desarrollo del proyecto de nueva edificación. El solar, de 770 m2, contaba con una serie de edificaciones preexistentes que condicionaron la estrategia de excavación. Una nave en la esquina sureste de la que sólo se había eliminado parcialmente la cubierta determinó la instalación de un corte en su interior (sondeo “E”). La zona noreste de la parcela se encontraba escalonada en dos niveles, en cada uno de los cuales se replanteó un sondeo (“C” y “D”). Finalmente, el corte de mayores dimensiones (“A”) diagnosticó el resto de la parcela (esquina suroeste). El sondeo “B” reservado para evaluar la zona ocupada por un edificio colindante incluido en el proyecto de edificación no fue finalmente ejecutado, ya que la dirección facultativa decidió su rehabilitación. Por tanto, la excavación se desarrolló en cuatro sondeos: A, C, D y E (vid. lámina 2.6). Los trabajos han dado como resultado la documentación de una secuencia estratigráfica estructurada en cinco fases, las dos primeras, datadas entre la segunda mitad del siglo VI y finales del siglo VII, son las que centrarán nuestro estudio y las otras tres: fase III (maqbara islámica), fase IV (viviendas tardomedievales -2ª ½ s. XIV-) y fase V (construcciones contemporáneas) pueden consultarse en Tomassetti y otros (e.p.). El período tardoantiguo inaugura la secuencia del poblamiento en el solar, dentro del mismo se han exhumado tres conjuntos estructurales diferenciados: una estancia interpretada como almacén por contener hasta ocho ánforas y nueve spatehia en su interior, una necrópolis y un edificio de considerable envergadura a juzgar por el grosor de los muros conservados. Todas estas estructuras se disponían directamente sobre el nivel geológico lo que ha dificultado la determinación de las relaciones temporales entre ellas. Sin embargo, los autores de la excavación han podido establecer una secuencia clara entre el almacén y el cementerio, fundamentalmente, a partir de la relación existente entre una de las tumbas (D40), y el muro D35 (vid. lámina 2.6), correspondiente al edificio, que aparece roto por esta inhumación. Es decir, se ha determinado que el cementerio es posterior al almacén. 3.1. El almacén bizantino (fase I. 575-625 d.C.) En el extremo sureste del sondeo D, tras su ampliación, se pudo documentar la esquina de una estancia parcialmente excavada en el sustrato y rodeada por dos muros de mampostería adosados, orientados Norte-Sur y Este-Oeste, en cuyo interior se documentaron un número mínimo de ocho ánforas y nueve spatehia. Los fondos de algunas de estas ánforas estaban apoyados sobre el suelo de arcilla apisonada, volcados contra el muro norte, lo que hizo suponer a sus excavadores que se hallaban completas antes del
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Lámina 2. La excavación de la calle Alexander Henderson 19-21. Almacén bizantino de la fase I con ánforas Keay LXI y “spatheia in situ” (1); Vista del cementerio de la fase II (2); Cimiento del gran edificio tardoantiguo (¿basílica?) (3); Imagen de una de las inhumaciones (4); Broche de cinturón descontextualizado (5); Planta de la excavación con indicación de los sondeos, dispersión de los enterramientos, restitución de los muros del almacén y del gran edificio tardoantiguo (¿basílica?) (6).
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derrumbe de la edificación (Tomassetti y otros, e.p.). Esta argumentación se ha visto apoyada por la cantidad de galbos recuperados y el hecho de que, en el transcurso de este trabajo se haya podido reconstruir una de las ánforas y un spatheion casi al completo. Los contenedores, oscurecidos al interior, estaban insertos en una matriz rubefactada con restos de ceniza y carbón, lo que se ha interpretado como un nivel de incendio (U.E. 44) que supuso el colapso de la habitación. Se le sobreponía una unidad de semejantes características (UE 46). Por encima fueron excavadas tres unidades más con abundantes mampuestos provenientes del derrumbe de los muros (UU.EE. 32, 33 y 42), todas de esta misma fase. Sus excavadores han planteado que la funcionalidad de la estancia sea la de un almacén en vista de la cantidad de ánforas apiladas. En este sentido se han interpretado algunas de las habitaciones de igual fábrica -muros de mampostería y suelos de tierra apisonada- halladas en Cartagena (Ramallo y Ruíz, 2000: 316), donde los almacenes se encontraban junto a los espacios domésticos y patios, en lo que se ha interpretado como un barrio de viviendas. En Málaga (Navarro y otros, 2000b), sin embargo, la concatenación de habitaciones, construidas con idéntica técnica edilicia y, también, repletas de ánforas en una zona cercana al puerto ha llevado a plantear la función comercial de este barrio. Teniendo en cuenta lo limitado del registro algecireño y que la evidencia material es prácticamente la misma en Málaga y Cartagena no tenemos elementos de juicio suficientes para determinar si la estancia localizada en la excavación de la calle Alexander Henderson formaba parte de un núcleo doméstico o comercial. El depósito anfórico estaba constituido como decíamos por un número mínimo de ocho ejemplares4 –contabilizados a partir del borde– del tipo Keay LXI (Keay, 1984: 303-304 o tipo 49 de Bonifay, 2004: 139), dos fragmentos –uno con restos del borde, el cuello y un asa; y otro con el fondoclasificados preliminarmente como Keay XXXII (fig. 1.b.2), nueve spatheia tipo 3 –o ánfora tipo 33- de Bonifay (2004: 127-129) y un mortero de visera de cerámica común (fig. 1.b.1). Dentro de uno de los contendores, en concreto el “f” (U.E. 44), apareció un AE 4 de Teodosio (388-395 d.C.)5,
4. Hemos clasificado otro contenedor pero no formaba parte del depósito del almacén ya que el borde del ánfora fue rescatado del interior de uno de sus muros (nº 690 - D43). Esta pieza establece un terminus post quem para la construcción de esa estancia. 5. La moneda (nº inv. 616) no presenta ceca legible. Debemos su lectura a la amabilidad de la profesora Dra. Dª. Alicia Arévalo y es la siguiente: Anv.- [dn] THE[odo-sivs pf aug]. Busto diademado de Teodosio a izquierda. Rev.- [salus rei-publicae]. Victoria a la izquierda con trofeo y arrastrando a cautivo con la mano izquierda. Peso: 1,35 g: Módulo 13,23 mm. Posición de cuños: 12.
cuya data demuestra la enorme residualidad atestiguada para la circulación monetaria tardoantigua -especialmente del numerario del siglo IV–, documentada para el caso de Algeciras en el reciente estudio de Arévalo y Mora (e.p.) sobre un conjunto de más de un millar de piezas. El tipo Keay LXI presenta gran variabilidad en el formato del tercio superior de las piezas, especialmente del borde, pudiendo encuadrarse los ejemplares estudiados en las variantes A, B y D (vid. fig. 1.a). Los fondos se corresponden con los dos tipos clasificados por Keay (1984: 304). El segundo grupo más numeroso de ánforas, el de los spatheia, contiene tres de las cuatro principales variantes definidas por Bonifay (2004): B, C y D. Ambos tipos de envases norteafricanos –Keay LXI y spatehia– son característicos de los conjuntos bizantinos del Mediterráneo occidental y se encuentran entre la segunda mitad del siglo VI y, al menos, el primer cuarto del siglo VII. En los niveles de destrucción de los barrios bizantinos de Cartagena y Málaga hallamos algunas de las variantes documentadas aquí de Keay LXI en asociación con el ánfora Keay XXXII (Navarro y otros, 2001; Ramallo, Ruíz y Berrocal, 2002). En Málaga a estos dos tipos se le unen dos variantes de spatheia (Navarro y otros, 2001, fig. 1) y en Cartagena uno (Ramallo, Ruíz y Berrocal, 2002: 184, fig. 21). Este tipo de contenedor se constata de forma abundante en niveles de finales del siglo VI y hasta la mitad del siglo VII en San Antonino di Perti (Manonni y Murialdo 2001: 273-277). Tanto en Algeciras –6 ejemplares– como en San Antonino la variante más abundante es la B (o tipo 18a de San Antonino: “spatheia” de pequeñas dimensiones, Manonni y Murialdo, 2001: 273, Tav. 12.83-113). Esta variante se localiza también en el pecio “Yassi Ada 1” (Bass y Van Doorninck, 1982, fig. 8.18), donde se le atribuye una data del 625/626 d.C. o algo posterior. Según Bonifay (2004: 127) la variante B aparece asociada a la C en los niveles de finales del VII de la Cripta Balbi. En general, el estudio de Michel Bonifay otorga fechas más modernas a todas la variantes, tanto de Keay LXI –desde fines del s. VI a inicios del VII para la B y D; segunda mitad del VII para la A– como de spatheia -todas las halladas en Algeciras estarían encuadradas en el siglo VII, la variante C pertenecería a la segunda mitad de esa centuria (Bonifay, 2004: 129)-. Sin embargo, en este artículo planteamos una datación en consonancia con la evidencia de los registros de la última fase bizantina en Málaga y Cartagena (hacia el 620), dejando abierta la posibilidad de que la destrucción del almacén algecireño se produzca en un momento algo posterior –mediados del siglo VII–. Este grupo de ánforas seleccionadas para el estudio demuestra la doble tendencia emprendida en la Tardoantigüedad hacia la miniaturización –el spatheion completo mide 42 cm de altura– y la elaboración de grandes contenedores –el ánfora completa mide 107 cm de alto–. En cuanto a la tafonomía, señalar que se han encontrado fragmentos de un mismo ejemplar en diferentes niveles –v.g. algunos fragmentos del
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Figura 1. Repertorio cerámico recuperado en el almacén bizantino: (A) ánforas Keay LXI procedentes de las UU.EE. 43 (8), 46 (1), del perfil S.E. (9), de la U.E. 44 (7 y 10) y de los siguientes sectores dentro de ésta: 44a (5), 44b (6) 44d, (2, 3 y 11) y 44h (4); (B.1) Mortero de la U.E. 46 y (B.2) fondo de ánfora Keay XXXII de la U.E. 44a.
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Figura 2. “Spatheia”. Variante B –ejemplar de la U.E. 33- (1); Variante C –ejemplar de la U.E. 46- (2) y Variante D –ejemplar de la U.E. 44g- (3), según la clasificación de Bonifay (2004).
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ánfora 729/730/748 fueron documentados en el nivel superior (U.E. 33) y otros en el inferior (U.E. 44)–. Algunos fragmentos concertados de ánforas presentaban además alteraciones diferentes. Se identificaron, por ejemplo, fragmentos ennegrecidos por el humo en la pared interior del ánfora 727/732 que casaban con otras piezas que carecían de esa huella. De ello concluimos que este envase se había fragmentado y esparcido antes de producirse el incendio del almacén. 3.2. El cementerio visigodo (fase II. c. 625-692 d.C.) El cementerio estaba compuesto por veintiséis tumbas, orientadas EsteOeste pero sin una organización clara. Se han distinguido dos variantes que utilizaban un mismo tipo de cubierta realizado con lajas de piedra, pero diferenciándose por el receptáculo para alojar los cadáveres: cista de mampostería en la mayoría de los casos –con dos o tres hiladas y que en un caso conservaba restos del revestimiento– o fosa simple en los restantes. Todas las inhumaciones excepto una se han depositado en decúbito supino, con la cabeza en el Oeste y los pies al Este. Los brazos presentaban cierta variedad de posiciones: paralelos a lo largo del cadáver, manos en la pelvis o bajo el vientre y un brazo en el abdomen y otro a lo largo del cuerpo. En tres ocasiones se ha reaprovechado la sepultura para introducir un nuevo enterramiento, amontonándose los restos del más antiguo a los pies. En un caso (A31) se ha dispuesto una laja que separaba ambos cuerpos. En cuanto al ritual funerario, destacar el hallazgo de dos lajas hincadas verticalmente en el suelo que han sido interpretadas como estelas anepígrafas. Se sitúan junto a las tumbas de dos niños, una en la cabecera y la otra, bien en la cabecera, bien en los pies de una tercera inhumación. Otro elemento remarcable es la documentación de una perforación circular en una de las lajas que cubre un enterramiento y su posterior cerramiento con un opérculo también pétreo. Tomassetti y otros (e.p.) han interpretado su posible relación con la introducción de alimentos o líquidos durante el “banquete ritual”. El estudio antropológico (Tomassetti y otros, e.p.)6 se realizó sobre una muestra de 27 individuos –tres sepulturas no pudieron ser levantadas y tres enterramientos eran dobles– y permitió precisar que la mayoría de los inhumados eran varones (11, lo que supone el 40,74%), aunque con una importante representación femenina (8, es decir el 29,63%) e igual número de alofisos. La distribución por edades se organizaba de la siguiente forma: 3 neonatos (11,11%), 5 infantiles I (18,52%), 1 adolescente (3,70%), 11 adultos jóvenes (40,75%), 6 adultos (22,22%) y un individuo del que sólo se podía precisar que se incluía en el intervalo adolescente-joven o en alguno de los siguientes (3,70%). 6. Realizado por Alfonso Palomo Laburu y sufragado por la empresa Arqueotectura, S.L.
La datación del cementerio y su adscripción cultural es complicada, al carecer todas las tumbas de ajuar7 y de depósitos funerarios. Los niveles de colmatación tampoco han aportado información relevante, dado lo escaso y poco significativo del material. Ante la parquedad del registro, el Departamento de Arqueología de la Fundación Municipal de Cultura “José Luis Cano” decidió financiar la datación radiocarbónica del fémur de uno de los inhumados (Mestres, 2007)8. Ésta ofreció una cronología absoluta que lo situaba en una fecha calibrada entre el 562 y el 692 d.C. Aunque el arco cronológico de este tipo de ensayos es amplio, en nuestro caso no carece de importancia, puesto que aunque sitúa la fecha de la muerte de este individuo entre la 2ª ½ del siglo VI y el siglo VII al completo, nos informa de que al menos esta tumba es anterior a la ocupación musulmana, aportando una interesante fecha ante quem para el cementerio9. La datación de los contenedores bizantinos de la fase sobre la que se asienta el espacio funerario concretan una fecha post quem a partir del primer cuarto del siglo VII. Todo ello apunta a que la necrópolis estaría funcionando, por tanto, en una horquilla cronológica situada entre el 625 y el 692. Sin embargo, a diferencia de Málaga y Cartagena, en Algeciras no sabemos cuándo los bizantinos abandonan el asentamiento y si éste estuvo en manos visigodas10. El cambio radical de funcionalidad de este sector del yacimiento –pasando de un área doméstica o comercial a una sacra– y el arrasamiento de las estructuras bizantinas previas11 –a lo que hay que sumar la documentación de un nivel de incendio en la fase de abandono de esta habitación y en, al menos, otra estancia coetánea en el solar de la calle
7. El único elemento hallado en la excavación, propio de este tipo de contextos, estaba en posición secundaria. Nos referimos a un broche de cinturón liriforme (lámina 2.5) que pertenecería al tipo H3, muy difundido durante el siglo VII (RIPOLL 1998: 127-178), con el espacio decorativo dividido en tres registros en los que se representan dos prótomos de grifos separados por un motivo vegetal. 8. El análisis fue realizado por el profesor J. Mestres en el Laboratorio de datación por radiocarbono de la Facultad de Química de la Universidad de Barcelona. 9. Lo que cobra especial importancia después de que se haya documentado cómo alguno de estos enterramientos, datados genéricamente entre los siglos VI y VII, perduran hasta el siglo VIII, gracias al hallazgo de un triente emitido entre el 698 y el 702 en el interior de una tumba en Ronda (NIETO y otros, 2007: 154-155). 10. Recientemente se ha enunciado una hipótesis muy sugerente (BERNAL, 2009) en la que se propone la existencia de una “microprovincia” bizantina en torno al Estrecho de Gibraltar que perduraría hasta la conquista islámica, en base a una serie de indicios indirectos entre los que destacan: la ausencia de cecas hispanovisigodas a pesar de ser una zona de conflicto, el episodio del conde Julián transmitido por las fuentes y la fosilización de esta demarcación en la futura “Cora” de Algeciras en época islámica. 11. El enterramiento (D40) que corta el muro (D35) de la habitación bizantina se realiza cuando gran parte de la habitación se ha derrumbado y sus muros han quedado arrasados al mismo nivel del suelo –en sus lados oeste y norte–.
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San Nicolás, 1 (Navarro y otros, 2000a)– se convierten en los principales avales para explicar un cambio drástico en la organización del yacimiento que proponemos, a modo de hipótesis, se debe a la caída del enclave en la órbita goda, tal y como ya habían adelantado los autores de la intervención (Tomassetti y otros, e.p.). 3.3. El edificio ¿previo? La intervención ha documentado dos paramentos de otra edificación. El de mayores dimensiones se ha localizado en el sondeo E (UE 21/26) y tiene 1,20 m de anchura y 5 metros de largo. Su prolongación hacia el Oeste coincide con el trazado del muro A25; juntos conformaban la esquina de un edificio del que sólo se han conservado los cimientos. Éstos estaban excavados en el sustrato terciario y presentaban una peculiar puesta en obra. El fondo de la fosa de fundación se había nivelado con mampuestos de mediano tamaño a modo de preparación (lámina 2.3) sobre los que se colocaron otros de mayor tamaño, combinados con sillarejo y trabados con barro. Una fosa de expolio realizada en época tardomedieval ha desmantelado parte del muro. Tampoco queda rastro de los niveles de pavimentación y abandono que estarían asociados a la vida del inmueble. Ello ha complicado la datación estratigráfica situando el terminus ante quem en la Baja Edad Media. Sin embargo, el hecho de que los muros del edificio se dispongan con una orientación diferente a la bajomedieval –Noroeste-Sureste y Noreste-Suroeste–, nos hace descartar su adscripción a este período. Por el contrario, la habitación que describimos en la fase I, bien datada en época bizantina, presenta la misma orientación que esta construcción, lo que llevó a sus excavadores (Tomassetti y otros, e.p.) a suponer que se adosaba al edificio, es decir que éste era más antiguo o coetáneo. Sin embargo, ambas estructuras –el edificio y el almacén bizantino– se excavaron en sondeos diferentes y no han podido documentarse las relaciones físicas entre ambas, por lo que podría plantearse incluso que el edificio fuera posterior al almacén. En este sentido, no puede descartase que esta construcción forme parte del complejo funerario. Desde esta lectura llama la atención que las tumbas tengan la misma orientación que el muro E21/26 y su organización en torno a este edificio, a excepción de la E15 que se localiza al interior. La agrupación de tumbas en época tardoantigua en torno a los centros litúrgicos –basílicas– es una costumbre ampliamente conocida y documentada12. 12. El descubrimiento de un vaso litúrgico de bronce de los siglos VI-VII durante las obras de construcción del edificio Cristina II, a tan sólo 80 metros del solar de la calle Alexander Henderson, 19-21, sirvió de base para especular sobre la presencia de una basílica en las inmediaciones (MARFIL y DE VICENTE, 1996; BERNAL y LORENZO, 2000).
4. AL-YAZIRAT AL-HADRA: EL YACIMIENTO PALEOANDALUSÍ (ss. VIII-IX) En los últimos años se han realizado muchos avances en el conocimiento del primer asentamiento islámico de Algeciras. Nuevas investigaciones (Jiménez-Camino y Tomassetti, 2006) han puesto en entredicho las tesis mantenidas hasta la fecha –últimamente actualizadas por Antonio Torremocha (2002 y 2005)– que apuntaban la superposición de la ciudad islámica al núcleo romano precedente, pasando por un breve episodio bizantino de contracción poblacional en un supuesto reducto o “acrópolis”. Sin embargo, las estratigrafías de las intervenciones algecireñas con fase romana son muy homogéneas y presentan en todos los casos un vacío poblacional entre el siglo VII y finales del siglo XIII (Jiménez-Camino y Tomassetti, 2006; Jiménez-Camino y Bernal, 2007). De su investigación se infiere que la “villa vieja”, el solar de Traducta, permaneció despoblado hasta la Baja Edad Media. Los primeros niveles de época emiral se localizan, por el contrario, sobre la colina y reborde de la meseta de la denominada “Villa Nueva”, un lugar no muy alejado de Iulia Traducta pero separado de ésta por el cauce del río de la Miel –el wadi l-Asal de las fuentes islámicas– (vid. lámina 1), cuya desembocadura está actualmente soterrada. En este lugar, una decena de excavaciones han aportado secuencias que se inician como muy tarde a mediados del siglo IX (Suárez y otros, 2005), pero que como veremos más adelante, podrían retrotraerse al siglo VIII. En todas ellas la fase omeya se sobrepone al substrato geológico, por lo que la fundación de la ciudad, atribuida a los contingentes árabo-beréberes se realizó en un lugar ex novo, en contra de lo que se pensaba. Este planteamiento sobre la refundación de la ciudad explica el nuevo nombre acuñado para designar el asentamiento13, al-Yazirat al-Hadra –la isla verde– topónimo que no guarda ninguna relación con el romano y que es recogido en las fuentes islámicas más antiguas. No sabemos si el cambio de nomenclatura se produce porque el enclave tardoantiguo había quedado despoblado, porque fue arrasado por los conquistadores o porque los recién llegados quisieron separar el asentamiento previo del campamento militar que daría más tarde lugar a la ciudad de Algeciras –si hacemos caso de las fuentes que apuntan a que Traducta estaba poblada a la llegada de los contingentes árabo-beréberes (Torremocha, 2005)–. Los indicios de este primer urbanismo islámico son, sin embargo, muy difusos (Suárez y otros, 2005; Jiménez-Camino y otros, e.p.). La mayoría de las intervenciones sólo han deparado fosas, basureros u hogares. En los 13. A pesar de que el topónimo romano se había transmitido hasta la Edad Media, al menos para referirse al paisaje circundante, como se deduce de las dos referencias de la Crónica Mozárabe a las montañas Transductinas (LÓPEZ, ed. 1980).
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casos en que se han localizado estructuras –Patio del Loro y calle Gloria 5155–, éstas se reducen a unos cuantos paramentos. Sin embargo, estamos en una fase embrionaria de la investigación y contamos con tan sólo una decena de excavaciones de este período de las que sólo se han publicado los materiales de tres de ellas (Suárez y otros, 2005). A pesar de estas particularidades, el área de dispersión de los hallazgos es casi tan grande como el de la ciudad romana: 10 Ha. En cuanto a la datación de esta fase, las publicaciones más recientes mantienen una cronología de mediados del siglo IX para los niveles más antiguos (Suárez y otros, 2005), en base a la comparación de éstos, fundamentalmente, con el repertorio sistematizado de Marroquíes Bajos (Jaén; Pérez, 2003) y al estudio preliminar de una decena de monedas halladas en los niveles de la calle San Antonio, 21. El definitivo estudio de los feluses de esta última excavación (Canto y Martín, 2009) ha manifestado que las monedas asociadas a estos niveles pertenecen al período de conquista. Junto a ello, la comparativa con el material cerámico de los contextos de Saqunda (Casal y otros, 2005), presentado con posterioridad a la propuesta cronológica realizada para San Antonio, nos permite plantear ahora una datación anterior a lo expuesto en su momento. La presencia de una fase del siglo VIII se vería reforzada por contextos como el documentado en la calle Juan Morrison, 4-6 (Díaz, 2004) donde tanto las monedas como el repertorio cerámico apuntan a esas fechas. 5. CONCLUSIONES El análisis de los restos materiales de la intervención de la calle Alexander Henderson, 19-21 ha aportado una nueva visión del paso de la Tardoantigüedad al Altomedievo en Algeciras, una de las primeras fundaciones islámicas en suelo peninsular. Cuatro son las principales contribuciones de este estudio: En primer lugar, la intervención proporciona una secuencia estratigráfica con dos fases tardoantiguas que abarcan el siglo VII, centuria vacía de contenido arqueológico hasta este momento –como pone de relieve Antonio Torremocha (2005: 109)–. A una fase bizantina cada vez mejor
conocida -gracias a las recientes excavaciones en la Villa Vieja- y definida cronológicamente –por los avances en la caracterización arqueológica del material de este período– se le superpone otra más reciente y que hemos designado como visigoda debido a la importante reorganización del asentamiento que supuso la implantación de un espacio funerario sobre otro industrial o doméstico arrasado previamente; todo ello sin que se pueda descartar la posibilidad de que ambas fases correspondan a la presencia bizantina que se prolongaría hasta inicios del siglo VIII, según la reciente propuesta de Bernal (2009). En segundo lugar, hemos podido establecer una cronología ajustada –c. 625-692 d.C.- para este cementerio que pertenece a un tipo de amplia perduración –ss. V al VIII–, cuya datación con la metodología tradicional resultaba especialmente complicada debido a la ausencia de ajuares y depósitos funerarios. Todo ello gracias a la fecha radiocarbónica de una de las tumbas y a la comparación del registro material con el de la última etapa de la vida de dos ciudades bizantinas cuya fecha de abandono es bien conocida –Málaga (c. 619; Navarro y otros, 2001) y Cartagena (624/625; Ruíz, coord. 2005:23)-. En tercer lugar, este estudio aporta una fecha ante quem para la asociación de tres variantes de la forma Keay LXI y otras tantas de spatheia tipo 3 de Bonifay, en la segunda mitad del siglo VII. Al menos en Algeciras se ha podido comprobar que una fase, supuestamente visigoda, separa el mundo islámico del uso de estos contenedores. Es posible que la mayor precisión cronológica en la datación de estas ánforas pueda arrinconar al cementerio en algún momento de la segunda mitad de esa centuria. Pero como demuestra la datación de C-14, al menos uno de los enterramientos se produjo con anterioridad al período islámico, lo que establece una fecha tope para el uso de estas ánforas. En cuarto y último lugar, el trabajo hace hincapié en cómo el nuevo asentamiento islámico de al-Yazirat al-Hadra se funda, en contra de lo que se había mantenido hasta ahora, no sobre la ciudad romano-bizantina, sino sobre un emplazamiento creado ex novo -cuestión que avala su designación con un nuevo apelativo-.
152 R. JIMÉNEZ-CAMINO et alii: DE IULIA TRADUCTA A AL-YAZIRAT AL-HADRA. LA ALGECIRAS DE LOS SS. VI AL VIII A TRAVÉS DE LA EXCAVACIÓN...
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