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191 Victoria Amorós Ruíz Víctor Cañavate Castejón

ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII) / 191 - 198

TRANSFORMACIÓN FUNCIONAL DE ESPACIOS REPRESENTATIVOS EN LOS INICIOS DEL EMIRATO. LA BASÍLICA Y EL PALACIO EPISCOPAL DE EL TOLMO DE MINATEDA

El Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete) se encuentra en el valle de Minateda-Agramón, junto al arroyo que riega al citado valle, y a la vía que comunica las tierras del interior de la Meseta con la región Sureste de la Península1. Se trata de un cerro de cima truncada y llana que ha permitido el asentamiento de edificaciones al menos desde la Edad del Bronce hasta bien entrado el período islámico. Este cerro, de naturaleza inexpugnable, cuenta con un paso natural de fácil acceso a la plataforma superior. Durante las últimas campañas de excavación en el yacimiento se ha revelado en la plataforma superior del cerro un complejo monumental de época visigoda con carácter religioso compuesto por una iglesia con baptisterio adosado, un cementerio ad sanctos dispuesto en torno a los pies y a la cabecera del edificio sacro, y una construcción frontera, que denominamos palacio por su carácter residencial, administrativo y simbólico, que constituye una obra de fisonomía compleja. 1. EL COMPLEJO MONUMENTAL EN ÉPOCA VISIGODA (Fig 1) La iglesia ha sido objeto de varias publicaciones (Abad Casal, Gutiérrez Lloret y Gamo Parras, 2000 y 2004; Gutiérrez Lloret, Abad Casal y Gamo Parras, 2004; Gutiérrez Lloret y Cánovas Guillén, 2009). Se trata de un edificio de planta basilical con tres naves separadas por arquerías sobre columnas a cuyos pies se encuentra un baptisterio con la misma disposición tripartita, ahora con pilares en lugar de columnas, en cuya nave central se encuentra la piscina bautismal tallada en la roca. Ambos ambientes sufrieron a lo largo del tiempo numerosas refacciones que fueron alterando el diseño original; modificaciones por otra parte habituales en ese tipo de edificaciones, que llevan, en el caso de la basílica, a la construcción de un contra-coro en el último intercolumnio de la nave central o a la reestructuración de la zona del sanctuarium. Las excavaciones recientes han puesto en evidencia que iglesia y baptisterio anejo no eran construcciones aisladas, sino que formaban parte de

1. Este camino es la vía Complutum-Carthago Noua, documentada desde época romana mediante miliarios y tramos de calzada, de lo que son indicios abundantes yacimientos y hallazgos arqueológicos (SANZ GAMO, 1997).

un programa constructivo unitario que incluía el palacio frontero, diseñado y construido ex nouo en un momento avanzado del siglo VI, si no ya de principios del VII, a consecuencia de una decisión política que pudo emanar directamente de la autoridad toledana. Por ello, aunque basílica y palacio se pueden analizar separadamente en sí mismos, el estudio global de todo el conjunto permite entender el significado de su erección, tanto por lo que supone de planificación arquitectónica, como sobre todo por su dimensión política y simbólica. El palacio del Tolmo es una obra de planta compleja, formada por diversas estancias comunicadas entre sí y amplios espacios que por sus dimensiones bien pudieron funcionar como patios. En el extremo oeste, por donde subiría el camino principal se encuentra la primera de las estancias, un amplio vestíbulo de forma rectangular que comunica por el Norte con uno de los espacios abiertos y mediante una puerta en el lado Este, con una serie de habitaciones alineadas en dirección Oeste, comunicadas entre sí por vanos sucesivos que conducen a una gran sala perpendicular que interpretamos como el aula palatina o lugar principal de representación. Se trata de una sala basilical de grandes dimensiones, dispuesta en dirección Norte-Sur, y dividida en dos naves separadas por una columnata central de la que se conservan las huellas de las basas talladas en la roca. En su costado oriental se abre un nuevo espacio bastante arrasado, que conserva al menos dos machones interiores y un hipotético acceso tallado en la roca en el testero opuesto, que se encuentra rodeado por la calle oriental que limita el complejo y circunvala igualmente el ábside de la iglesia. El complejo presenta pilares interiores de mampostería a modo de contrafuertes, construidos, igual que los muros, sobre un zócalo tallado en la roca que traza el perímetro del edificio. En una de las habitaciones pequeñas se tallan también en la roca los apoyos de semicolumnas adosadas, hoy desaparecidas, pero que en su día contribuyeron a realzar el espacio. Los vanos de acceso se resuelven con jambas enjarjadas formadas por sillarejos o lajas alternas. En algunos lugares se ha conservado el revestimiento original de las paredes consistente en una fina capa de algún tipo de enfoscado, ya sea cal o yeso, que en ocasiones presentaba restos de grafitos incisos e incluso pintura de color rojo.


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Los datos proporcionados por los diferentes conjuntos materiales permiten definir y encuadrar cronológicamente las diferentes estructuras excavadas. Por un lado la decoración arquitectónica de los edificios, sobre todo del complejo religioso2, destacando los diferentes fragmentos de cancel conservados sobre todo en el baptisterio con motivos florales y cruces patadas, motivos que corroboran la cronología visigoda de la edificación. Otro elemento cronológico es el epigráfico, en nuestro caso sobre soportes de diferente naturaleza: grafitos en diversos materiales y las leyendas de las monedas que corroboran la cronología visigoda del conjunto edilicio3. Sin embargo, los edificios del complejo no han proporcionado materiales cerámicos significativos en los estratos de construcción y uso, salvo una producción específica de material cerámico de construcción para la cúpula de la iglesia (Cánovas Guillén, 2005). Los materiales procedentes de los estratos previos de nivelación y preparación se corresponden con el tipo y clase de cerámica característicos de la fase del yacimiento, y permite asignar a los edificios la cronología propuesta (Gutiérrez Lloret, Gamo Parras, y Amorós Ruiz, 2003). 2. IMPLICACIONES ARQUITECTÓNICAS EN EL COMPLEJO VISIGODO EN EL S. VIII El complejo debió mantener su funcionalidad prístina en los inicios del siglo VIII, si bien es cierto que en un momento poco preciso de esa centuria se inicia un proceso de desacralización que culmina con la transformación del espacio construido. Del análisis estratigráfico en ambos edificios se extrae que la transformación funcional implica un proceso evolutivo enmarcado en dos momentos bien distintos. En el primero, existe una voluntad de desafectar el uso primigenio de ambos edificios, al tiempo que aparecen los primeros síntomas de expolio de material arquitectónico, 2. La existencia de un extenso trabajo sobre la decoración arquitectónica nos excusa en este trabajo de hacer un repaso exhaustivo. Ver GUTIÉRREZ LLORET, S y SARABIA BAUTISTA, J., 2006: “el problema de la escultura decorativa visigoda en el sureste a la luz de el Tolmo de Minateda: distribución, tipologías funcionales y talleres”, Anejos del Aespa XLI, Madrid, 301-344. 3. En una de las habitaciones del palacio los enlucidos contaban con inscripciones en letra cursiva visigoda, además de dibujos de animales, círculos y cruces que se encuentran en estudio; en la iglesia se documentó un fragmento de revoco curvo con un una inscripción que fue estudiada por Isabel Velázquez Soriano, quien la data a finales del siglo VII (GUTIÉRREZ LLORET, ABAD CASAL y GAMO PARRAS, 2004, nota 18). En el apartado monetario se han documentado varios trientes de Witiza (702-711) de las cecas de Tucci, Toletum y Corduba; un triente de Errvigio (680-687) de la ceca de Sevilla; otro de Egica y Witiza (697-701) y un pequeño cobre bizantino acuñado en Cartagena. Pese a que la gran mayoría de fueron documentados en los momentos de abandono del conjunto edilicio, el trieinte de Ervigio apareció bien sellado en unos estratos de construcción durante el uso del complejo.

Figura 1


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pese a que todavía se mantiene la estructura principal en pie. Se evidencia una readaptación doméstica de ciertos espacios de la iglesia y del palacio, modificando la morfología original exclusivamente para las nuevas necesidades. El segundo momento se caracteriza por una rápida transformación espacial, quizás condicionada a las nuevas necesidades arquitectónicas y al quizás cada vez mayor arraigo cultural islámico. Este momento define el inicio del expolio sistemático de alzados y elementos sustentantes, transformando el espacio edificado en una importante cantera de extracción de material de construcción para el incipiente barrio emiral, que se irá asentando sobre sus ruinas a finales del siglo VIII y a lo largo de todo el IX. En la iglesia, el primer momento de ocupación entre el uso prístino del complejo y las viviendas de época plenamente emiral resulta indiscutible por su ubicación estratigráfica. Se observa cómo se inicia una doble tendencia, de un lado la desacralización y desafectación de las zonas sacras del edificio, traducida en las primeras acciones de expolio documentadas. Tales acciones de despojo de material están bien constatadas en los ambientes de principal significación, como son la nave central del baptisterio, lugar donde se encontraba la piscina bautismal, en origen cruciforme pero en su última fase de uso reducida a una simple cubeta4; es posible advertir el truncamiento del cierre septentrional del contra-coro; la zanja de expolio que rompe toda la esquina suroeste del presbiterio, probablemente para el expolio de escultura decorativa, canceles fundamentalmente5; y el ábside6. En el resto de la iglesia se han documentado más acciones de expolio, probablemente más relacionadas con la liturgia y la tradición paleocristianas que con el reempleo de material arquitectónico, como son los expolios parciales de sendas tumbas sitas en la nave lateral norte. La segunda tendencia que se observa es la aparición de los primeros usos domésticos en gran parte del edificio de culto, y que se reconoce por 4. La ausencia de estratigrafía se debe a la presencia de un potente truncamiento de época moderna que afecta a gran parte de las naves central y meridional del baptisterio. Por otro lado, la última de las refacciones de la piscina parece que se destruyó intencionadamente, probablemente en un momento muy cercano a la omisión religiosa del edificio, a juzgar por la ubicación estratigráfica de los tres paquetes de derrumbe exhumados en la mitad occidental del espacio, que no se vio afectado por la acción moderna. 5. En un aljibe cercano que estaba relleno con diversos materiales, apareció una placa completa aunque fracturada en dos, cuyas dimensiones encajan perfectamente con las de los rieles de encastre documentadas en el altar. La placa tiene un motivo decorativo compuesto por dos círculos superpuestos, el superior con un motivo de cruz patada de brazos iguales y el inferior con una roseta cuatripétala en cuyo centro hay una cruz lanceolada (GUTIÉRREZ y SARABIA, 2006, 308). 6. Por la secuencia estratigráfica sabemos que los elementos destinados a la liturgia situados en el ábside exento y en el altar debieron ser expoliados, como muy tarde, en este momento pese a que no se han conservado elementos que testimonien tales acciones.

la aparición de repavimentaciones anaranjadas. Se trata de estratos con textura arcillosa que contienen cretas de cal, con una composición homogénea y compacta, siendo estos estratos el denominador común en la mayoría de las dependencias del palacio y la iglesia (Fig. 2). Si se exceptúan los espacios comprendidos por el ábside, el presbiterio, la entrada meridional y la nave lateral sur del baptisterio, el resto de dependencias originales del complejo presentan restos de la repavimentación anaranjada. A juzgar por las características de los depósitos previos, determinados básicamente por la acumulación de los primeros paquetes de abandono posteriores a los usos originales del edificio, así como la ruina de diferentes elementos constructivos tales como enlucidos de los alzados y elementos de las cubiertas, estos nuevos suelos debieron tener la función de crear una superficie más o menos horizontal e impermeable, obliterando los depósitos previos al tiempo que justificarían el nuevo empleo de los espacios donde se encuentran. De esta forma quedaba definido una superficie bastante amplia, que comprendía el antiguo baptisterio, ya desacralizado, las tres naves de la iglesia, el contra-coro y las diferentes dependencias anexas al norte y al sur -los espacios 32, 16 y 84 respectivamente-. El santuario y el ábside, como el baptisterio, también debieron perder su carácter litúrgico a juzgar por la ausencia de los elementos solemnes; asimismo, estos ambientes carecen de restos materiales que indiquen una reutilización como espacios de habitación, tal y como se observa en el resto. Con todo, se trata de un amplio espacio de aproximadamente cuatrocientos metros cuadrados que parece distribuirse en cuatro módulos arquitectónicos abiertos a un quinto que haría las veces de “patio privado” o “eje articulador” en torno al cual se disponen los anteriores, y que no es más que el espacio comprendido por las antiguas tres naves basilicales. El segundo momento responde, grosso modo, a un proceso de expolio de la gran mayoría de los elementos verticales del edificio de culto, acciones que tienen el único objetivo de extraer material arquitectónico para su posterior reempleo en otras construcciones ex nouo (Fig. 3). Este tipo de labores, bien reflejadas estratigráficamente, vienen acompañadas de restos materiales que captan la pervivencia en el uso doméstico de ciertas dependencias del edificio aún en pie, así como ciertos indicios tangibles que demuestran la pervivencia de ciertos espacios o ambientes dentro de las antiguas naves del edificio. Estos vestigios materiales, normalmente reducidos a paquetes de basuras, hogares asentados de composición simple, reducidos a meras manchas de cenizas con carbones, denotan la continuidad en el uso –frecuentación- de un entorno que progresivamente se va desmoronando, convertido en cantera de extracción de material arquitectónico. Es en este segundo momento de ocupación cuando más fácilmente se observan los diferentes espacios de habitación, reducidos a las antiguas estancias anejas al sur y oeste del antiguo complejo visigodo.


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En el palacio la analogía contextual desprendida tras el análisis estratigráfico con la iglesia resulta incuestionable. En ambos casos se definen dos momentos de uso bien delimitados. En el primero se observa una clara desvinculación con la funcionalidad original de la edificación; existe una voluntad de construir un nuevo suelo, asociado a una serie de variaciones morfológicas originales en la arquitectura original del edificio, que es el testimonio más fiable de las dependencias palatinas que se reemplean en este momento (Cañavate, Mellado y Sarabia, e.p.); si bien es cierto que existen otras que se están reocupando y que carecen de estos suelos de nueva factura. En cualquier caso, una vez el palacio pierde su función original, las estancias reempleadas reciben un carga práctica sensiblemente diferente, pese a que ésta es difícil de probar con seguridad, dada la ausencia de estructuras con un claro marcado carácter doméstico (Cañavate, Mellado y Sarabia, e.p.). No obstante cabe señalar la distinción de estancias que sufren una repavimentación afín a la iglesia, formando dos espacios habitacionales bien definidos que se ubican grosso modo a occidente del eje Norte-Sur de la edificación original7; mientras que las dos estancias que mantienen un uso carente de suelo ex nouo permanecen inconexas entre sí (Fig. 2). En el palacio, en cambio, no se constatan acciones de expolio durante este momento. Aun compartiendo la monumentalidad del diseño8, el edificio palatino muestra desigualdades en significado y decoración, por lo que es más que probable que sea una de las razones por las que carezca de los despojos documentados en la iglesia. Por el contrario, inmediatamente antes de que el solar se transforme definitivamente en época emiral, se descubren vestigios que demuestran un segundo momento de uso en el edificio áulico (Fig. 3).Se observa la ruina total de la gran mayoría de las dependencias septentrionales a partir de un truncamiento que, en dirección Este-Oeste, rompe gran parte de sus cierres occidentales y orientales. Asimismo, se asiste a la explotación de los recursos materiales en otras dependencias palatinas a partir de zanjas de expolio9 que, como en la iglesia, transforman al edificio en una cantera de aprovisionamiento de material constructivo.

7. Ambos espacios habitacionales –denominación adoptada por el equipo de investigación como herramienta de trabajo para definir cada uno de los complejos que ha sido conformado por diferentes estructuras domésticas en un sentido funcional-, están compuestos por diferentes estancias del antiguo palacio visigodo; los espacios 174, 175, 176, 177 y 178 forman el espacio habitacional (EH) 11, mientras que los espacios 179, 180 y 181 engloban el espacio habitacional 12 (CAÑAVATE, MELLADO y SARABIA, e.p.). 8. Existen, además, una serie de diferencias técnicas entre ambas edificaciones, como es el uso de mampostería en los muros del palacio con ocasionales refuerzos de sillería; o el uso de tierra en lugar de la cal como método de trabazón (GUTIÉRREZ y CÁNOVAS, 2009). 9. En concreto en los espacios 175, 176, 178 y 182.

Figura 2


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Por otra parte, en este segundo momento perdura la habitabilidad con carácter doméstico de ciertas dependencias, atestiguada a partir de ciertos indicios arquitectónicos y otros vestigios materiales que denotan la pervivencia dentro del antiguo palacio, comprimido a los estancias más oriental –espacio 174- y meridional –espacio 181-. 3. IMPLICACIONES MATERIALES DEL SIGLO VIII Tras el examen de los contextos cerámicos, obtenido gracias al análisis de la secuencia estratigráfica en el complejo visigodo, se observa una correspondencia entre la reutilización de los diferentes espacios del palacio y las dependencias del edificio litúrgico con una solución bien distinta a la original, probablemente con una carga doméstica, en un periodo precedente al desenlace del entramado urbano de época emiral. Tal aseveración conlleva, en conclusión, a presentar unos rasgos generales sobre la tipología cerámica propia de este periodo crono-estratigráfico, así como el modo en que aparece representado el Horizonte II en la edificación de época visigoda. 3.1. Materiales de los suelos naranjas La primera reutilización de ambos edificios vincula la transformación de ciertos espacios en nuevos ambientes cuya cerámica nos indica un marcado acento doméstico, aunque en este sentido debemos diferenciar el material que aparece dentro de las tierras que conforman las nuevas pavimentaciones, de los estratos que los amortiguan y, aunque en líneas generales las características de las cerámicas son muy similares, hay ciertos elementos que nos llevan a tal separación. Esta tenue división, es la que nos indica que los materiales que aparecen dentro de los estratos de pavimentación, son cronológicamente algo más antiguos que los que conforman su colmatación y, por lo tanto pueden ayudarnos a distinguir producciones vigentes en la primera mitad del siglo VIII y separarlas de las producciones que se estén utilizando a principios de la segunda mitad de esta centuria, momento en el que seguramente, el nivel de paso lo marca la superficie de estos nuevos pavimentos, y en cuyas colmataciones aparecen ya las primeras formas novedosas que se generalizaran en el siglo IX. El meticuloso estudio de la estratigrafía10 de ambos edificios es la que nos ha ofrecido la posibilitad de situar estas producciones dentro de un momento avanzado de la primera mitad del siglo VIII, ya que de una forma descontextualizada, estos materiales hubieran sido catalogados en buena parte como del siglo VII cuando no del VI; de hecho la pervivencia de formas y tipos de pastas visigodas es el elemento que mejor define a las cerámicas del Tolmo de Minateda hasta bien entrado el siglo VIII. 10. Los contextos estratigráficos de la basílica y el edificio anexo han sido tratados en diversos trabajos: GUTIÉRREZ, GAMO y AMORÓS, 2003; CAÑAVATE, GUTIÉRREZ, MELLADO y SARABIA, e.p.; CAÑAVATE, MELLADO y SARABIA, e.p.; AMORÓS, inédito. Figura 3


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La cerámica asociada a los pavimentos se caracteriza por un variedad de ollas a torno donde destacan las de borde vuelto del tipo T.6.2 (Gutiérrez, 1996, 97 y 98) (fig. 2.1, 2.2 y 2.3), ampliamente representados en las facies visigodas del yacimiento, mientras que las cazuelas son muy escasas si las comparamos con las anteriores, aunque destacamos en este caso una cazuela a torno de fondo convexo (Gutiérrez, Gamo y Amorós, 2003, 146, fig. 16.3; Amorós, inédito) (fig.2.10). También dentro del conjunto encontramos botellas del tipo T15.5 (Gutiérrez, 1996, 106 y 107) (fig. 2.4 y 2.5), jarros de tradición visigoda tanto a torno (fig. 2.6, 2.7, 2.8) como a mano (fig. 2.9), y cuencos semejantes a los documentados en los niveles de los basureros extramuros del yacimiento11, junto con tazas de una o dos asas (fig. 2.14). Entre la cerámica asociada a los pavimentos queremos destacar dos bordes de ánfora, uno del tipo Spateion y otro del tipo Keay LXI (Cañavate, Mellado y Sarabia, e.p), así como un pivote de una Keay LXII o LXIII (Gutiérrez, Gamo y Amorós, 2003, 146, gig.16-1; Amorós, inédito) (fig. 2.15), y dos tapaderas de agarre lateral12 (fig. 2.16 y 2.17) (Cañavate, Mellado y Sarabia, e.p; Amorós, inédito). Materiales tratados como residuales por la cronología de los contextos, pero que deben tenerse en cuenta a la hora de abordar nuevas líneas de investigación que podrían plantear la posibilidad de que algunos tipos anfóricos sobrevivan en época islámica inicial (M. Bonifay y D. Bernal, 2008, 108 y ss.). 3.2. Materiales de la colmatación de los pavimentos Las formas más destacadas en los paquetes que colmatan a los pavimentos, y anteriores al segundo momento de uso en algunas estancias del palacio y la iglesia, son las ollas a torno, con diversa tipología, aunque entre lo heterogéneo del elenco destacan varios grupos. El más numeroso de este conjunto lo forman las ollas de borde vuelto relacionadas con la serie T6.2 para

el Sureste de la península. Junto a ellas aparecen los primeros ejemplares de las la ollas de visera13 (fig. 3.1, 3.2 y 3.3), las cuales se relacionan con contextos emirales, ya que todavía no se han documentado estas formas en niveles anteriores a la segunda mitad siglo VIII (Amorós, inédito). Junto a estos dos grupos, se localizaron sobre el suelo de una de las estancias del palacio dos ejemplares de ollas de cuerpo ovoide, con el borde ligeramente exvasado de labio curvo, acanaladuras en el cuerpo y sin asas que resultan inéditas en el yacimiento (Cañavate, Mellado y Sarabia, e.p.) (fig. 2.18 y 2.19). Es en estos mismos niveles donde aparecen varios ejemplares de marmitas de borde reentrante y base convexa (fig. 2.21 y 2.22), de las que se han atestiguado diversos ejemplares tanto en los niveles de frecuentación como en los niveles superpuestos del palacio, que parecen estar indicando una evolución de los tipos autóctonos (Cañavate, Mellado y Sarabia, e.p.), que ilustran un cerramiento paulatino del borde de las marmitas de base plana (Gutiérrez, 2007, 306), y a una curvatura de la base. Entre la cerámica asociada a estos estratos es escasa la representación de la forma cazuela, aunque queremos destacar un ejemplar realizado a torno lento (Gutiérrez, Gamo, Amorós, 2003, 145, fig.15-3; Amorós, inédito) documentado en la habitación meridional aneja al baptisterio de la iglesia (espacio 16) que mantiene una gran afinidad con la forma 1.2.2 del arrabal de Šaqunda y con la cazuela tipo A nº 2 de Mérida14 (fig. 2.27). Al igual que ocurría con la cerámica de los pavimentos, también en los estratos de colmatación se documentan cuencos de perfil curvo15 (fig. 2.26) y algunas formas novedosas de perfil carenado16 (fig 2.24 y 2.25), así como tazas de una y dos asas y botellas del tipo T15.5. En líneas generales la cerámica de estos estratos mantiene un clara pervivencia de los tipos tardoantiguos, aunque ya empiezan a documentarse, pero de forma reducida, elementos innovadores que se mantendrán en los contex-

11. Aunque escasos para los estratos relacionados con la construcción de los pavimentos se han diferenciado dos grupos de cuencos, los de labio recto y cuerpo con carena, que recuerda a formas de la sigillata tardía meridional (una forma similar en TSTM se documentó en la zona del basurero extramuros del yacimiento), (GUTIÉRREZ, GAMO y AMORÓS, 2003, 132, fig. 8-2) (fig. 2.11); el otro tipo de cuenco de este contexto son los de perfil redondeado, similares a tipos de época visigoda del Horizonte I del yacimiento (AMORÓS, Inédito; CAÑAVATE, MELLADO y SARABIA, e.p.) (fig. 2.12 y 2.13). 12. Ejemplares parecidos en la Península Ibérica sólo se han documentado en Recópolis (M. BONIFAY y D. BERNAL, 2008, 105), donde se presentan dos piezas a las que los autores relacionan por su gran similitud formal con las tapaderas de las jarras que J. W. Hayes (1992, 38) denominó “UWW1 spouted jugs” (jarras con vertedor). Fuera de la península, y además de los ejemplares de Constantinopla estudiados por Hayes, hemos encontrado una pieza más o menos parecida en el macellum de Gerasa (A. USCATESCU, 1996, 310, fig. 40, nº56), perteneciente al grupo XVIII forma 3a. Para la autora, la pieza podría tener una cronología de época bizantina, y cuyo sistema de tapadera es similar al publicado por V. Corbo en 1955 (AMORÓS, inédito).

13. Bordes exvasados con terminación apuntada triangular a forma de pequeño saliente o visera, que en el Tolmo se diferencian por contar con un borde liso (tm/Tol.4, fig. 3.2) o una pequeña acanaladura en el exterior del borde (tm/Tol.3, fig.3.1 y 3.3). En otros yacimientos también es posible encontrar este tipo de borde asociado a ollas, como en el caso del arrabal de Šaqunda en Córdoba (Mª T. CASAL, E. CASTRO, R. LÓPEZ y E. SALINAS, 2005, 195 y 217, fig.1, nº 25), con la diferencia que en los ejemplares del Tolmo de Minateda esta forma no cuenta con asas; En Fuente de la Mora en Madrid (VIGIL-ESCALERA GUIRADO, 2003, 284, fig.6, 906/3); y en Zaragoza (HERNÁNDEZ VERA y BIENES CALVO, 2003, fig. 7, nº 1, 2 y 3), todos ellos con una cronología de la segunda mitad del siglo VIII. Aunque este tipo de bordes se mantendrá también a lo largo del siglo IX en los contextos del Tolmo de Minateda (Horizonte III), y en otras zonas como en Marroquíes Bajos (PÉREZ ALVARADO, 2003, 82 -GT.1.7.A-, 83 -GT.1.8.A-, 83 y 84 -GT.2.1.A-), (AMORÓS, inédito). 14. “(...) Esta forma presenta notoria afinidad con el elenco cerámico de la zona levantina de la que podemos citar el Horizonte I y II del Tolmo de Minateda y la zona emeritense en la que se documenta la cazuela tipo A, nº 2, con una cronología un poco más tardía del siglo IX (...)” (Mª T. CASAL, E. CASTRO, R. LÓPEZ y E. SALINAS, 2005, 176).


197 ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII)

tos materiales del siglo IX en el Tolmo; así junto con las olla de visera, de las que hemos hecho referencia anteriormente, debemos destacar varios bordes de buena calidad documentados en las naves de la iglesia, que bien podrían ser jarros/as, botellas o cántaros, que guardan una gran similitud con los tipos “proto-bífidos” y en “uña” de Melque, el Trampal y el Gatillo (Caballero, Retuerce y Sáez, 2003, 259-260)17, ambas formas presentes en el Horizonte III del yacimiento. También en este momento se documenta en la habitación septentrional del baptisterio, y en el estrato que sella esta fase, el primer fragmento con decoración en óxido de hierro y un borde realizado con las características pastas amarillentas con desgrasante visible y oscuro, asociadas tradicionalmente a las cerámicas de época plena emiral (Amorós, inédito). 3.3. Materiales relacionados con el expolio masivo del conjunto episcopal La característica general de las cerámicas procedentes de los estratos relacionados con el expolio masivo de las estructuras de los edificios, es grosso modo, similar a la del momento anterior, conservando un marcado cariz de tradición visigoda, sobre todo en los niveles del antiguo palacio donde se documentan varias ollas del tipo T6.2, marmitas del tipo M1.3 (Gutiérrez, 1996, 73 y 74) y M2.1 (Gutiérrez, 1996, 74 y 75) (fig. 2.20), cuencos de herencia visigoda y un jarro de pico vertedor T.26 (Gutiérrez, 1996, 119 y 120) (Cañavate, Mellado y Sarabia, e. p.) y jarras de contención de cuerpo globular (fig. 3.11). En cambio en los niveles de expolio de la basílica, aunque en líneas generales el material adolece de tradición tardoantingua, son mayores los indicios de nuevas producciones que nos sitúan ya en un momento avanzado de la segunda mitad del siglo VIII. Es ahora cuando aparecen diversos jarros pintados en óxido de hierro18, un fragmento de candil19, varios jarros de boca ancha y perfil en “S”20, una olla con un solo asa (fig. 3.10) que evoca una forma híbrida entre una pieza culinaria y otra de servicio, una botella con cuerpo globular21 (fig. 3.8), formas con bordes lobulados y bífidos y un incremento de las ollas de visera, todos ellos elementos que se generalizarán en los contextos del siglo IX del yacimiento. 15. Los cuencos de perfil en “C” se documentan en el yacimiento en los niveles del Horizonte I y en los que marcan el inicio del Horizonte II en el basurero extramuros situado cronológicamente a finales del siglo VII y principios del VIII (GUTIÉRREZ, GAMO y AMORÓS, 2003). 16. Los cuencos de perfil carenado pueden encontrarse en otros yacimientos con cronologías similares a estos contextos del Tolmo de Minateda: Serie 2.4 del arrabal de Šaqunda (Mª T. CASAL, E. CASTRO, R. LÓPEZ y E. SALINAS, 2005, 201,202 y 224, fig.12), y en los niveles del horizonte I y Horizonte II de Mérida (ALBA y GUTIÉRREZ, 2008, 593 y 594, fig. 5 y 6). 17. Las formas documentadas en las naves de la iglesia corresponden con un ejemplar de los del tipo «proto-bífidos» como los del periodo I A/B de Melque, mientras que serían dos los ejemplos de bordes en «uña», (AMORÓS, inédito).

3.4. Cerámicas asociadas al final del Horizonte II Los materiales asociados a los niveles que colmatan la secuencia, aunque con una amplia representación de formas de herencia visigoda, presentan un aumento de formas, tipos y decoraciones que se irán convirtiendo a lo largo del siglo IX en los elementos que ilustren los contextos de época emiral plena. La forma más representativa, como en las secuencias anteriores, es la de la olla a torno, un conjunto que sigue siendo heterogéneo en cuanto a los tipos22, pero en el que ahora, se documenta un aumento de las ollas de visera frente a las de borde vuelto, y la aparición de las ollas de borde bífido (Cañavate, Mellado y Sarabia, e.p.). Por su parte se documenta un número mayor de marmitas destacando varios ejemplares de M4.1 (Gutiérrez, 1996, 76 y 77) (fig. 3.11), marmitas de base convexa (Cañavate, Mellado y Sarabia, e.p.) (fig. 2.23) y varios tipos de tendencia globular sin adscripción tipológica. Destaca también la presencia de jarros de tipo T.20 (Gutiérrez, 1996, 113, 114 y 115), algunos de ellos con decoración a bandas en óxido de hierro (fig. 3.20), formas de servicio con bordes bífidos o moldurados (fig. 3.21 y 3.22), varios tipos de cuencos de perfil curvo, tapaderas planas hechas a mano (fig. 3.12), tinajas (3.13), una jarra con restos de pintura castaña que conserva el arranque de sus dos asas (Cañavate, Mellado y Sarabia, e.p.) (fig. 3.12) y alguna jarra de mediano tamaño con decoración pintada y realizada con las pastas amarillentas características de los contextos del siglo IX (fig. 3.23). 18. En la estratigrafía del palacio se documenta un único ejemplar de un jarro pintado del tipo T20.3, (CAÑAVATE, MELLADO y SARABIA, e.p.). Por su parte en la basílica son varios los ejemplos de formas con este tipo de decoración, en la habitación central del baptisterio se documenta en estos niveles un jarra del tipo T11.1.1 decorado con finos filetes en óxido de hierro (GUTIÉRREZ, GAMO y AMORÓS, 2003, 144; AMORÓS, inédito) (fig. 3.5); otra jarra de este mismo tipo y también con decoración en óxido de hierro, se documenta en la habitación meridional aneja al santuario en los niveles de colmatación de esta fase estratigráfica, pero en este caso la decoración forma bandas en el cuello y en el borde. En las naves de la iglesia encontramos dos fragmentos con decoración pintada, por un parte un jarro T11.1 (fig.3.4) y el borde de un posible jarro que no se le ha podido otorgar tipología, (AMORÓS, inédito). 19. Los candiles son muy escasos y se documentan casi en su totalidad en los niveles de los derrumbes que cierran el Horizonte II, salvo un único fragmento de la piquera de un candil del tipo T33.3 (fig. 3.9) aparecido en las naves de la iglesia (AMORÓS, inédito). 20. Dos son los jarros de boca ancha y perfil en “S” que se documentan en la iglesia, uno en la nave meridional del aula (fig. 3.7) y otro en la en la habitación aneja al santuario (fig. 3.6) (AMORÓS, inédito). 21. El primer ejemplar de botella de boca y cuello estrecho con cuerpo globular aparece asociado al uso de la habitación aneja al santuario en el momento del expolio masivo del conjunto episcopal (AMORÓS, inédito). 22. El repertorio formal del momento es muy amplio y podemos encontrar diversos tipos de bordes, cuerpos y facturas, como muestra varios tipos de ollas de visera (fig. 3.14, 3.15, 3.16 y 3.17), borde vuelto (fig. 3.17), borde apuntado (fig. 3.18) y borde bífido (fig. 3.19).


198 V. AMORÓS / V. CAÑAVATE: TRANSFORMACIÓN FUNCIONAL DE ESPACIOS REPRESENTATIVOS EN LOS INICIOS DEL EMIRATO...

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