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201 José Mª. Gonzalo González, Inés Mª. Centeno Cea y Ángel L. Palomino Lázaro (ARATIKOS ARQUEÓLOGOS, S.L. / aratikos@aratikos.e.telefonica.net)

ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII) / 201 - 210

LA ARTICULACIÓN DE LA CIUDAD Y EL TERRITORIO EN LA CUENCA MEDIA DEL DUERO DURANTE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA. UNA PROPUESTA DE APROXIMACIÓN A PARTIR DE LOS DATOS ARQUEOLÓGICOS 1. INTRODUCCIÓN El territorio objeto de este estudio comprende un segmento del valle medio del Duero que abarca el extremo meridional de la provincia de Burgos y el flanco occidental de la de Valladolid, ampliándose por el Sur hacia las tierras centrales y orientales de la provincia de Segovia. Se trata de un área de 4.884 km² que integra desde las agrestes zonas serranas en el extremo meridional, hasta las ricas vegas fluviales distribuidas por todo el territorio pero predominantes en el extremo septentrional, no faltando amplias extensiones de páramos que ocupan buena parte de la franja central de este espacio. El elevado potencial arqueológico del mismo ha quedado suficientemente contrastado en los respectivos inventarios arqueológicos provinciales, contando con un total de 543 yacimientos arqueológicos catalogados para un amplio periodo que comprende desde época Alto Imperial romana hasta la Alta Edad Media, lo que posibilita, a priori, una primera aproximación a los diferentes modelos de poblamiento y organización del territorio sobre unas bases arqueológicas consistentes. En este sentido, y en la medida en la que las redes de poblamiento representan estructuras sociales articuladas, los cambios que se producen en las mismas permiten inferir, a priori, los procesos de transformación del sistema, siendo este aspecto fundamental para abordar este análisis en época tardoantigua. El elemento principal de articulación territorial en época romana es la civitas. En este territorio la existencia de ciudades o núcleos urbanos de cierta entidad queda relegada a unos pocos enclaves desde los que necesariamente ha de estructurarse la organización del espacio, si bien resulta por el momento complejo acceder a las variables de índole política, social o económica que han determinado, en cada caso, su particular dinámica evolutiva a lo largo de un periodo histórico tan dilatado. En lo que respecta a la articulación del ámbito rural en época romana, tradicionalmente se viene considerando el mismo como un sistema dependiente del mundo urbano, en el que se reflejan todas las reorganizaciones que se operan en y desde la ciudad. Si bien el mundo rural tradicionalmente se desenvuelve en un marco de relaciones menos rígido que el ámbito urbano, y con una mayor autonomía, el reflejo de tales cambios se puede constatar de una manera más o menos decidida según su grado de dependencia.

El estudio de estos procesos de interacción entre el ámbito social urbano y el ámbito social rural ha sido objeto de análisis en diferentes épocas y momentos históricos desde planteamientos dispares y con objetivos igualmente diversos. En el espacio que tratamos y para el amplio periodo histórico que nos ocupa, han fructificado trabajos de muy diversa índole en los que el registro arqueológico constituye el soporte analítico fundamental, habiéndose formulado síntesis y paradigmas explicativos de alcance muy diverso (GARCÍA MERINO, 1975, 2007; CONTE y FERNÁNDEZ, 1993; MARTÍNEZ, 2000, 2008; ZAMORA, 2000; CALLEJA, 2001; LECANDA y PALOMINO, 2001; REYES, 2001; SASTRE, 2006). Es por ello que se hace necesaria una nueva aproximación interpretativa sobre la base de nuevos planteamientos metodológicos, y sobre todo tomando como referencia la amplia base documental generada en los últimos años con el incremento de la actividad arqueológica denominada “de gestión”. 2. PLANTEAMIENTO DE UN NUEVO ESTUDIO DE INVESTIGACIÓN Tomando en consideración tales antecedentes, se propone abordar la articulación del poblamiento en este espacio geográfico durante la Antigüedad Tardía, a partir de la elaboración de un plan de investigación que tiene por objeto tratar de explicar y aportar respuestas a cuestiones tales como: procesos diacrónicos de ocupación del espacio, distinción de posibles patrones culturales de asentamiento, tipología de los yacimientos y sistemas de explotación del medio y sus recursos. El reconocimiento sobre el terreno de estos enunciados utilizando las variables arqueológicas, aporta nuevos argumentos y permite una aproximación más certera a determinadas claves de la discusión histórica, como son los modelos sociales de dependencia y las formas de organización del poder político durante la Antigüedad Tardía. Al mismo tiempo, un análisis como el que se propone no puede hacerse de manera aislada y reduciéndose a la creación de una mera cartografía arqueológica; en el momento actual de las investigaciones, el gran desarrollo que ha sufrido el análisis del territorio y los importantes resultados presentados a la comunidad científica en los últimos años, hacen necesario que los trabajos se integren dentro de proyectos amplios, que proporcionen una sólida cobertura científica y aporten datos conclusivos y no aproximaciones meramente apriorísticas (OREJAS, 1996: 185-186; ARIÑO et alii, 2002,


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ARIÑO et alii, 2004: 9-16; OREJAS et alii, 2002: 303; FERNÁNDEZ OCHOA et alii, 2004; ARIÑO, 2006). La consecución de estos postulados dentro de este extenso ámbito geográfico requiere el desarrollo de una metodología versátil y multidisciplinar, que permita desarrollar un amplio marco de trabajo adaptado a las contingencias que genera el proceso de estudio, evitando caer en una jerarquización rígida de las fuentes de información (literarias, epigráficas, registro arqueológico, etc.) y permitiendo valorar adecuadamente cada una de ellas. A partir de estos planteamientos, se ha concretado un amplio esquema metodológico cuyas líneas genéricas se resumen en las siguientes fases de trabajo: 1) realización de un Estudio Inicial del Área, que permita presentar los esquemas generales de poblamiento a partir de la información arqueológica disponible actualmente; 2) Estudio Global del Área mediante una prospección extensiva planteada a partir de los resultados de la fase anterior, que permita establecer las dinámicas generales que determinan la articulación del poblamiento; 3) Estudio Específico en Áreas Concretas que permitan un conocimiento detallado de las circunstancias que operan a escala reducida, combinando la prospección intensiva de segmentos territoriales que presenten dinámicas de poblamiento diferenciadas, con intervenciones arqueológicas en yacimientos considerados clave, a fin de obtener secuencias estratigráficas significativas y datos analíticos que refuercen el resto de las bases documentales manejadas. Este tipo de estudio cuenta ya con precedentes significativos en distintos puntos de la geografía española (FERNÁNDEZ MIER, 1999; GURT y PALET, 2001; OREJAS (Coord.), 2006; VIGIL-ESCALERA, 2007a), con referentes destacados en el territorio castellano y leonés en los estudios realizados en las provincias de León y Salamanca (OREJAS, 1996; ARIÑO y RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, 1997; ARIÑO et alii, 2002; ARIÑO et alii, 2004; ARIÑO, 2006). Si miramos hacia el exterior de nuestras fronteras este tipo de estudios cuentan con una larga trayectoria, ya se trate de investigaciones sobre territorios concretos, como de trabajos de síntesis (TERRENATO, 1992; WICKHAM, 1999; FAVORY y FICHES, 1994; LEVEAU, 2000; VERMEULEN y ANTROP, 2001; CLAVEL-LÉVÊQUE y OREJAS, 2002); pero de entre todas las actividades destacan las que se están llevando a cabo en el Este y el Sur de Francia (SCHNEIDER, 2001, 2007 y 2008) cuyo sistema de organización y capacidad de síntesis y divulgación es especialmente reseñable. 3. ESTUDIO INICIAL DEL ÁREA En este trabajo se presentan los primeros resultados que, siguiendo el esquema de análisis propuesto, está generando el Estudio Inicial. Los objetivos intentan constatar, a partir de la información arqueológica disponible, los procesos generales de poblamiento observados en este espacio geo-

gráfico a través de una perspectiva diacrónica y espacial, cuyo contraste se plantea en términos de continuidad y transformación (OREJAS, A., 1996: 185-186; OREJAS, A. et alii, 2002: 287-288, 302-303; WICKHAM, C., 2009: 40-41, 52-53). Desde el punto de vista metodológico esta fase del proceso de investigación parte de una aproximación crítica a la realidad arqueológica tardoantigua existente en este territorio, tomando como referencia los recursos bibliográficos existentes y los Inventarios Arqueológicos Provinciales (IAP). Estos últimos constituyen una herramienta de gestión patrimonial cuyo alto grado de elaboración para los territorios propuestos nos permite disponer de un registro arqueológico válido, tanto desde el punto de vista cuantitativo –los modelos de prospección aplicados aseguran el reconocimiento de un porcentaje elevado del territorio y la identificación de una parte sustancialmente significativa de los yacimientos existentes-, como cualitativo –los materiales recuperados permiten una caracterización de los yacimientos muy aproximada. Ello no quiere decir que los datos contenidos en dichos inventarios aporten, per se, conclusiones definitivas sobre el modelo de poblamiento del territorio en época tardoantigua, pero sí demuestran su validez para realizar aproximaciones certeras a partir de las cuales plantear hipótesis de trabajo válidas. La base territorial propuesta lo ha sido atendiendo a criterios tanto históricos como geográficos, si bien puede aducirse también un cierto grado de aleatoriedad en la definición de la misma. En este sentido, su delimitación ha tenido en cuenta, en primer lugar, la existencia de diferentes ciudades o núcleos urbanos de entidad como centros organizadores del territorio en la Antigüedad. Estos núcleos urbanos se caracterizan también por presentar un origen y un estatus jurídico variado, en algunos casos incluso difícil de precisar ya que hunden sus orígenes en época prerromana, adquiriendo rango municipal durante el periodo Altoimperial, perviviendo con mayor o menor fortuna durante la época tardoantigua. Se trata de los núcleos de Colonia Clunia Sulpicia/Peñalba de Castro (PALOL et alii, 1991; PRADALES, 2005; TUSET y DE LA IGLESIA, 2007; NÚÑEZ y CURCHIN, 2007: 477-486) y Rauda/Roa (SACRISTÁN, 1985; NUÑEZ y CURCHIN, 2007: 542-548; PALOMINO et alii, 2003), en la provincia de Burgos, Pintia/Padilla de Duero, en la de Valladolid (SANZ y VELASCO (Eds.), 2003; NUÑEZ y CURCHIN, 2007: 524-533), y Duratón/¿Confloenta?, en la de Segovia (MARTÍNEZ y PRIETO, 2002; MARTÍNEZ et alii, 2003: 48; MARTÍNEZ et alii, 2004; NUÑEZ y CURCHIN, 2007: 487-492; MARTÍNEZ 2008: 193-195). Su continuidad, transformación o abandono a lo largo de los últimos siglos de época romana y más propiamente durante la época visigoda, necesariamente ha de ir ligada a la evolución de su propio territorio, siendo precisamente este aspecto uno de los más difíciles de abordar, toda vez que se desconoce la efectividad del control que dichos núcleos ejercían sobre su territorio. Ésta


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será por tanto una de las variables a tener en cuenta de forma prioritaria en el estudio que proponemos. En consecuencia, la articulación de esta propuesta de análisis tomando como referencia dichos núcleos ha determinado la delimitación de un espacio geográfico que tiene el cauce del Duero como eje principal y el Sistema Central como límite meridional. Por el este, el valle del río Riaza parece haber sido históricamente una zona de contacto y de división territorial –en la actualidad entre las provincias de Soria y Segovia- (LÓPEZ AMBITE, F., 2007), y se trata también de una línea geográfica intermedia entre los núcleos de Duratón/¿Confloenta? y Termes/Tiermes. En las proximidades de este río con los límites provinciales de Segovia, Burgos y Soria, se toma la línea de límite provincial actual con Soria, la cual se sigue hacia el norte hasta las Peñas de Cervera. Hacia el este, nuestra área de estudio da paso a los territorios de otros núcleos ciertamente relevantes en época romana, e incluso anteriores, como son Segontia Lanka/Langa de Duero, Termes/ Tiermes o Uxama Argaela/Osma. El límite por el norte parte de las Peñas de Cervera y toma el interfluvio de los ríos Duero-Esgueva, descendiendo progresivamente en dirección suroeste hasta la localidad vallisoletana de Sardón de Duero. A partir de este punto, la zona occidental queda delimitada en dirección sur hacia la provincia de Segovia siguiendo el curso del río Cega hasta su nacimiento en las cumbres del Sistema Central, un cauce que históricamente ha sido considerado como límite entre los teóricos territorios de Duratón/¿Confloenta? y los de Cauca/Coca y Segobia/Segovia (MARTÍNEZ, 2000). La revisión crítica de la documentación contenida en los IAP –fichas del inventario de yacimientos arqueológicos- ha tomado en consideración, en primer lugar, las variables indicadoras de cronología y atribución cultural para un segmento temporal amplio, el comprendido entre los siglos IV y IX, de modo que han sido procesadas todas aquellas evidencias asimilables al periodo histórico que se trata en estas jornadas, los siglos VI y VIII, permitiendo no sólo un acercamiento a las fases iniciales del proceso, sino también una aproximación a las consecuencias del mismo. A partir de este primer análisis se ha utilizado un criterio de selección cualitativo, que nos ha llevado a descartar aquellas referencias a hallazgos aislados o a elementos singulares arqueológicamente descontextualizados, que en ningún caso representan una ocupación efectiva del territorio. También se han tenido en cuenta las referencias fiables sobre infraestructuras –puentes y red viaria- que, más allá de representar la presencia real de una comunidad, permiten rastrear una incipiente ordenación territorial. La validez de otros criterios de clasificación, especialmente la caracterización tipológica -que podría contribuir a un mejor conocimiento del territorio-, plantean numerosos problemas que le restan efectividad, al tratarse en muchos casos de categorías de clasificación insuficientemente contrastadas, o sencillamente

no definidas, que exigen de procesos de excavación o técnicas de reconocimiento a fin de alcanzar un mayor precisión en la caracterización de los enclaves arqueológicos (GONZALO, 2008). Una vez completada esta primera fase de análisis se ha obtenido un conjunto amplio de yacimientos que ha sido sometido a un nuevo proceso de selección. En efecto, al tomar como referencia los Inventarios Arqueológicos Provinciales éramos conscientes no sólo de la validez de los datos contenidos en los mismos, sino también de las limitaciones que presentaban, derivadas sobre todo de la aplicación de metodologías vigentes en la década de los años 90 del pasado siglo, que afectan no tanto a los modelos y sistemas de prospección empleados, como sobre todo a los criterios de clasificación/caracterización de las evidencias arqueológicas. En efecto, la renovación metodológica que ha experimentado el estudio del periodo histórico que aquí se analiza ha tenido una enorme trascendencia y ha afectado sobre todo a la identificación de los contextos arqueológicos característicos tanto del s. V como de los momentos inmediatamente posteriores, frente a los de periodos anteriores cuya clasificación parece asentarse sobre bases más firmes. Dichos contextos, tanto en lo relativo a los restos estructurales y las formas de ocupación del espacio que a partir de los mismos se pueden inferir, como en lo que se refiere a los restos materiales, sobre todo y fundamentalmente el repertorio cerámico, manifiestan una gran heterogeneidad que está exigiendo una profunda revisión, como acertadamente han planteado recientes investigaciones en sectores próximos al territorio que ahora nos ocupa (VIGIL-ESCALERA, 2009a: 315-316). Por tanto, dada esta situación y las limitaciones propias derivadas de las investigaciones realizadas en el área de estudio propuesta, se hace necesario, para esta fase inicial del trabajo, una segunda revisión crítica que ha determinado la ineficacia de unos indicadores de atribución cultural concretos. La respuesta a esta cuestión ha consistido en englobar dentro de una misma categoría cronológica y cultural una amplia serie de yacimientos arqueológicos reconocidos mediante prospección, cuyo desarrollo se sitúa entre mediados del siglo V y IX, a la espera de que se consoliden las diferentes propuestas de interpretación que para este periodo se están desarrollando, de un modo aún incipiente para este territorio (GONZALO, 2008; CENTENO, et alii, e.p.), y más consolidadas, aunque en diferente grado, para espacios más o menos próximos (LARRÉN, et alii 2003; QUIROS y VIGIL-ESCALERA, 2006; VIGIL-ESCALERA, 2007a, 2009a y e.p.; BROGIOLO y CHAVARRIA, 2008; GUTIÉRREZ, 2008). A partir de esta reflexión se han establecido tres grandes categorías de yacimientos atendiendo a su atribución cronológica y cultural: yacimientos del siglo I al siglo III d.C. –Altoimperiales-, yacimientos del siglo IV hasta mediados del siglo V d.C. –Bajoimperiales- y un conjunto de yacimientos heterogéneo cuyo desarrollo se sitúa en el segmento cronológico compren-


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dido entre mediados del siglo V y el siglo IX d.C. Estas categorías permiten una primera ordenación del conjunto, tienen un carácter general y tratan de ser operativas de cara a una clasificación más precisa que a buen seguro resultará del desarrollo del proyecto. El conjunto de yacimientos en el que centraremos nuestro análisis en este trabajo es el que integra el último grupo, es decir, los yacimientos comprendidos cronológicamente en términos generales entre mediados del siglo V y el siglo IX d.C. Para este grupo de yacimientos se propone la denominación “transicional”, ya que sin duda están representando el profundo proceso de transformación que se opera a partir de la desarticulación del poder imperial romano y el surgimiento de una nueva realidad, especialmente relevante en el ámbito rural, y que tiene como consecuencia más inmediata el desarrollo de una densa red de asentamientos de tipo aldeano que muy poco o nada se parecen ya a los de la época inmediatamente anterior, y que van introduciendo modelos de gestión territorial de carácter altomedieval (QUIROS 2007; VIGIL-ESCALERA, 2007a; QUIRÓS y VIGIL-ESCALERA, e.p.). El término “transicional”, que ciertamente ha tenido un grado de aceptación considerable en el debate historiográfico (ESTEPA y PLÁCIDO, 1998; ESPINOSA y CASTELLANOS, 2006; CASTELLANOS y MARTÍN VISO, 2005 y 2008) empieza a ser aplicado a los contextos arqueológicos de manera implícita, intuyéndose en ámbitos mediterráneos del sureste francés (SCHNEIDER, 2008) y pudiendo rastrearse también en los estudios llevados a cabo, sobre todo, en el ámbito madrileño por Alfonso Vigil-Escalera (2000, 2003, 2006, 2007a y 2007b), aunque este autor se incline de forma decidida por considerarlos ya plenamente altomedievales. El punto de partida de este análisis lo constituyen, como ya se ha señalado, los asentamientos de Época Romana, es decir aquellos que presentan evidencias de época Altoimperial y fundamentalmente los que presentan contextos que pueden adscribirse a época Bajoimperial, toda vez que entendemos que éstos se sitúan en el origen de la red de yacimientos que hemos identificado con el término “transicional”. Los restos de cultura material vinculados a estos diferentes contextos resultan bien conocidos y no viene al caso extendernos demasiado en su análisis, toda vez que exceden las posibilidades de espacio y objetivos de este trabajo, aunque sí nos parece oportuno esbozar siquiera sus rasgos más evidentes, sobre todo aquellos que permiten una rápida y generalmente certera caracterización a partir de su reconocimiento mediante la técnica de la prospección arqueológica. Se trata en general de restos constructivos, latericios –tégulas e ímbrex fundamentalmente- o pétreos, y de elementos cerámicos asimilables a cada una de las épocas: para los momentos altoimperiales, piezas de cerámica común, tradición indígena, paredes finas y, sobre todo, como fósil guía de mayor interés, fragmentos de TSH –especialmente abundantes los correspondientes a momentos flavios y posteriores, poniendo de manifiesto con

Lámina 1.1. Imagen superficial de yacimientos de Época Romana –Altoimperiales y Bajoimperiales-.

ello el momento a partir del cual comienza a explotarse de modo concienzudo el territorio-, y para momentos bajoimperiales, piezas de cerámica común, tradición indígena y sobre todo de TSHT, en sus variedades anaranjada y en mucha menor medida gris, procedentes tanto de los talleres de la meseta norte como de los riojanos, siendo realmente excepcionales los hallazgos de piezas de importación procedentes del norte de África –sigillata clara africana D- o de la Galia –DSP-. La imagen superficial que aportan estos asentamientos suele resultar muy nítida (Lám. 1.1.), poniendo de manifiesto la existencia en el subsuelo de potentes estructuras concentradas en el espacio: los restos materiales se aglutinan normalmente en uno o dos focos de concentración a los que se asocian en algún caso trazas de microrrelieve o coloraciones diferenciales, focos que aparecen rodeados de un área de dispersión de hallazgos de mayor o menor entidad. Frente a esta imagen concentrada o “aglutinada”, aportada por los yacimientos de Época Romana, los asentamientos que hemos denominado “transicionales” suelen comportarse de un modo bien distinto. Así, en gran parte de los casos su manifestación en superficie resulta mucho más débil, lo que parece acentuar el carácter de “invisibilidad” que denuncian algunos autores apoyándose en el silencio de las fuentes documentales. Su presencia se detecta fundamentalmente a partir de la aparición de restos cerámicos vinculados en ocasiones a restos constructivos, si bien ambas evidencias resultan, en términos generales, menos abundantes que en los asentamientos del periodo anterior, circunstancia que dibuja una imagen superficial menos nítida, aunque no por ello “imperceptible”, manifestando


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Lámina 1.2. Imagen superficial de yacimientos “transicionales”.

unas dinámicas de organización espacial muy evidentes y claramente diferenciadas con respecto a las de Época Romana. En efecto, la distribución de estos materiales resulta además bien diferente, así es frecuente la aparición de pequeñas concentraciones de restos, asociados en ocasiones a manchones de composición cenicienta, que se distribuyen de modo aleatorio por la superficie y que aparecen rodeadas por amplios sectores vacíos, en los que la presencia de restos resulta muy reducida o incluso inexistente (Lám. 1.2.). Esta imagen superficial, en la medida en que ha sido contrastada por procesos de excavación arqueológica, está traduciendo modelos de ocupación y sistemas de articulación del hábitat que responden a nuevas dinámicas y estrategias en la gestión del territorio, cuyo desarrollo tiene que ver con las transformaciones que se producen en los sistemas de organización del área de explotación, basados ya en la asociación de unidades de tipo familiar que disponen el terrazgo, o una parte del mismo, en el espacio inmediato al espacio doméstico, dando lugar a una incipiente organización de tipo aldeano, claramente diferenciada ya del modelo de gestión centralizado representado por las villas (VIGIL-ESCALERA, 2009b). En cuanto a los materiales cerámicos que acompañan y definen estos asentamientos, poco es aún lo que podemos decir y ello no solamente por el estado inicial en el que se encuentra el proyecto que aquí presentamos o por el hecho de que contemos básicamente con datos recabados en superficie, sino también por el estado poco menos que embrionario en el que el se encuentra el estudio de estos tipos cerámicos en nuestro área de estudio –sobre todo si lo comparamos con el de las producciones de sigillata tardía que caracterizan el periodo inmediatamente anterior–,

desconocimiento que resulta tanto más acusado cuanto más avanzamos en el tiempo. A pesar de esta circunstancia sí hay que destacar el notable avance realizado en los últimos años en la caracterización de estos tipos cerámicos. Se han estudiado así colecciones procedentes de algunos enclaves entre los que destacamos –aunque sin duda no se trata de los únicos– los publicados acerca de Coca y otros enclaves segovianos (BLANCO, 2003), acerca del también segoviano yacimiento de Bernardos (GONZALO, 2007), sobre el leonés de El Pelambre en Villaornate (PEREZ y GONZÁLEZ, 2009: 321-340) o, para una fase más avanzada, encuadrable ya entre el último periodo visigodo y la fase posterior, sobre el zamorano yacimiento de La Huesa, en Cañizal (NUÑO; 2003: 137-194). Destacables son sin duda, aunque corresponden ya a la submeseta sur, los diferentes estudios tipológicos centrados en los numerosos lotes cerámicos de época visigoda y postvisigoda exhumados en la ciudad de Recópolis (OLMO y CASTRO, 2008). Interesante resulta también resaltar aquí otros estudios de mayor amplitud que, integrando las secuencias aportadas por diversos yacimientos, abordan un primer intento de seriación tipocronológica, ejercicio éste que, a nuestro juicio, se revela como fundamental, ya que sin secuencias cronológicas fiables, sin una seriación concreta, difícil será encuadrar y entender los complejos procesos históricos que parecen desarrollarse en estos siglos. En esta línea se encuentra el estudio coordinado por H. Larrén, fundamentado en varios yacimientos de la Cuenca del Duero –entre otros y como momento final de la secuencia el que acabamos de mencionar de La Huesa– (LARREN et alii, 2003); los realizados por E. Ariño y su equipo en la provincia de Salamanca (ARIÑO y DAHÍ, 2008) o en un sector algo más alejado de la zona que nos ocupa, en el sur de la provincia de Madrid, por A. Vigil, estudio este último de gran solidez al estar fundamentado de modo exclusivo en datos bien contextualizados procedentes de diversas excavaciones arqueológicas que abarcan un amplio marco cronológico entre los siglos V y IX y a los que se ha hecho referencia en varias ocasiones a lo largo de este trabajo. Del análisis detallado de estos estudios se desprende una idea básica, cual es el predomino prácticamente absoluto de las especies de cerámica común, entre las que destacan únicamente algunas piezas, que podríamos considerar finas, que presentan sus superficies bruñidas y que parecen tener sus orígenes en las últimas producciones de sigillata gris. De singular interés resulta también determinada evolución que parecen experimentar estas producciones, que caminan hacia tipos tanto formal como decorativamente cada vez más alejados del mundo romano, de modo y manera que, en yacimientos de cronología más avanzada, parecen resultar cada vez menos abundantes tipos como los platos o los cuencos carenados, al tiempo que desaparecen ya las decoraciones estampilladas. Teniendo en cuenta estos postulados, un primer acercamiento a la realidad material de esos


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Lámina 2. Yacimientos en Época Altoimperial (ss. I-III).

yacimientos que hemos dado en llamar “transicionales”, parece indicarnos la existencia de tres grandes tipos cerámicos básicos que se caracterizan por sus tonalidades generalmente grisáceas o negruzcas. El primero de ellos, aunque no el más abundante, está constituido por esas piezas de factura cuidada, de pastas decantadas y compactadas y superficies bruñidas o espatuladas en una o en ambas superficies. Junto a éstos se documentan en porcentajes muy superiores otros de factura menos cuidada, caracterizados por pastas de granulometría más gruesa y superficies que suelen presentarse simplemente alisadas. Finalmente abundan también tipos de muy tosca

factura, de pasta mal depurada y compactada que incluye gruesas partículas micáceas. Desde el punto de vista formal constatamos la presencia de los tipos indicados –platos, cuencos carenados, más habituales entre las producciones bruñidas de mejor factura, junto a formas cerradas como ollas, jarras, botellas, orzas…-. Las decoraciones resultan también las habituales: estampillas, finas líneas bruñidas o, más comúnmente, temas incisos en forma de líneas rectas u onduladas trazadas en ocasiones a peine. Lógicamente esto no pasa de ser un primer acercamiento a la realidad material de estos asentamientos, a la espera pues de investigaciones de mayor calado que nos permitan una mejor precisión en su caracterización. Este estado inicial de la investigación ha determinado, como ya exponíamos líneas arriba, esa acepción de “transicionales” que hemos adoptado para yacimientos que cubren el amplio marco cronológico que abarca desde mediados del siglo V y hasta el siglo IX. Este primer proceso de análisis nos ha permitido generar una base topográfica georreferenciada que permite una aproximación bastante precisa a la articulación del poblamiento en las diferentes fases –altoimperial, bajoimperial y yacimientos transicionales-. En esta aproximación inicial a la geografía del territorio se ha teniendo en cuenta el trazado de la red viaria romana, toda vez que entendemos que ésta hubo de jugar un papel determinante en la articulación del territorio; si bien es cierto que muchos de los trazados tradicionalmente considerados como romanos están en proceso de revisión crítica (MORENO, 2008). Otro elemento cuya validez para este análisis entendemos útil, es el trazado de las vías pecuarias; si bien no es menos cierto que éstos trazados fosilizados desde épocas Bajomedieval y Moderna plantean bastantes problemas a la hora de aplicarlos sin crítica alguna para Época Antigua (GÓMEZ-PANTOJA, J., 2001). Una vez proyectados, estos recorridos muestran una relación de proximidad bastante significativa a la red de yacimientos, que es necesario tener en cuenta en el posterior desarrollo del proceso de análisis, sobre todo en el marco de un modelo económico en el que la ganadería ha desempeñado históricamente un papel relevante, ya apuntado en parte de este territorio desde época altoimperial y con fundados argumentos de su operatividad en momentos inmediatamente anteriores (MARTÍNEZ, 2008). 4. PRIMERA APROXIMACIÓN A LA REALIDAD ARQUEOLÓGIA La información que se desprende del análisis efectuado pone de manifiesto que para Época Altoimperial romana, del siglo I d.C. al siglo III d.C., (Lám. 2), los núcleos urbanos concentran en su entorno el mayor número de enclaves documentados, así como una red de asentamientos bastante dispersa sobre las zonas más apropiadas para la explotación agraria, que vendrían a estar marcando el territorio dependiente y controlado por los núcleos urbanos. De la misma manera, resulta muy significativa la red de asentamientos


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Lámina 3. Yacimientos en Época Bajoimperial (s. IV- mediados s. V).

que se disponen en los ejes marcados por las vías de comunicación. Se aprecian importantes vacíos en zonas de páramos y el piedemonte serrano. No cabe duda de que en este estadio de la ocupación territorial, la ciudad jerarquiza el proceso y se adapta a las zonas más idóneas para el aprovechamiento agrícola, evitando en la medida de lo posible zonas agrestes y menos adecuadas para el asentamiento. La muestra de yacimientos con origen altoimperial corresponde a un 24’27% del total. En la Época Bajoimperial romana, s. IV-mediados del s. V, (Lám. 3) el núcleo urbano sigue ejerciendo un papel preponderante en la administración

y control del territorio, puesto que continúan documentándose numerosos enclaves en torno a ellos así como una proliferación de asentamientos que se dispersan por zonas hasta el momento no ocupadas. Esta proliferación de núcleos bajoimperiales corresponde a un 22’45% de la muestra total de yacimientos tratados, mientras que desaparece un 10’22% de yacimientos altoimperiales y se mantienen un 14’05% de los mismos. Estos datos manifiestan un surgimiento de yacimientos muy importante, en términos absolutos de algo más del doble de los que desaparecen, que en términos reales se trata de un 12’23% de asentamientos nuevos. La traducción cartográfica de estos datos muestra la ocupación de zonas de páramos y piedemontes, hasta ahora vacías, y la intensificación de la ocupación de ámbitos ya anteriormente ocupados en los que la desaparición de un punto altoimperial implica la aparición de tres o cuatro emplazamientos bajoimperiales. El aprovechamiento agrícola sigue siendo preponderante, si bien la ocupación de zonas parameras y serranas permitiría inferir la explotación de nuevos nichos ecológicos con intereses forestales y/o ganaderos, cuando no en ocasiones de tipo minero. Éste es el momento en que se produce la verdadera colonización del territorio por parte de Roma, que debe ser entendida en términos de maduración y consolidación del proceso de integración de este territorio en la estructura administrativa imperial. Por cuanto respecta a los yacimientos “trasicionales”, de mediados del siglo V al siglo IX, (Lám. 4) se aprecia el aumento exponencial del número de yacimientos. Teniendo en cuenta las precauciones que ya se han señalado para este encuadramiento cronológico, se demuestra cómo es a partir del final del Imperio Romano, en el proceso de transición de los modelos entre la Antigüedad Tardía (s. IV-s.VIII) y hasta la Alta Edad Media (a partir del siglo IX), cuando se produce la ocupación prácticamente total del espacio geográfico. Sobre el total de la muestra de trabajo los yacimientos de este momento corresponden al 53’28%, más de la mitad del total, lo que pone de manifiesto la importancia de este periodo en la distribución del poblamiento. Con respecto a los yacimientos existentes en Época Bajoimperial desaparece un 25’55% y únicamente se mantiene un 10’95%, mientras que se reocupan en este momento yacimientos que sólo tuvieron ocupación altoimperial y suponen un 2’19%. En términos reales se produce un aumento del 29’92%, que aparte del claro incremento cuantitativo, también refleja una mayor dispersión por el territorio. Todo esto está significando una desarticulación completa de la red de poblamiento anterior, muy probablemente como consecuencia de la pérdida de capacidad de gestión que antes habían representado los núcleos urbanos principales, como centros jerarquizadores del territorio, produciéndose una “explosión” en el modelo de poblamiento rural. Este hecho queda de manifiesto en el dato que únicamente se mantienen un 10’95% de los yacimientos ocupados en Época Romana, lo que vendría a demostrar la inoperatividad de los patrones que


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llevaron al establecimiento de los mismos. La traducción cartográfica de estos datos muestra en este periodo una intensificación de la ocupación en zonas hasta ahora menos ocupadas y el reajuste en algunas zonas de valle y piedemonte. Este primer análisis de los datos arqueológicos ha permitido constatar para esta zona las diferentes dinámicas que rigen los esquemas y los procesos generales del poblamiento a lo largo de un dilatado periodo histórico, pero con especial incidencia en las fases avanzadas del mismo, es decir, en los momentos transicionales entre el modelo de gestión romana del territorio y el desarrollo de nuevos sistemas de ordenación del terrazgo. La validez del método y las técnicas es manifiesta, sin reflejar pautas originales de comportamiento, que evidencia y se adapta a procesos que en otros lugares están netamente identificados y posibilita un acercamiento seguro para iniciar la segunda fase del amplio programa de investigación propuesto, al mismo tiempo que refleja una realidad pobladora que no por intuida debe darse por cierta.

Lámina 4. Yacimientos “transicionales” (mediados s. V- s. IX).


209 BIBLIOGRAFÍA / ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII)

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