219 Eusebio Dohijo (Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira) 39330 Santillana del Mar, Cantabria, España eusebiodohijo@mcu.es
ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII) / 219 - 228
EVOLUCIÓN Y TRANSFORMACIÓN URBANA DE LAS CIUDADES DEL ALTO VALLE DEL DUERO DURANTE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA
La desaparición de las ciudades del Alto Valle del Duero durante la Antigüedad Tardía es una constante en la historiografía arqueológica que ha tratado la provincia de Soria. Es un modelo interpretativo que une como causa-efecto del devenir histórico, la entrada de los bárbaros, el derrocamiento del sistema político imperial occidental, el empobrecimiento y ruralidad de la sociedad urbana y su consiguiente ruina material. La visión que ha ofrecido gran parte de los estudios arqueológicos no ha escapado de este arquetipo, encajándose cualquier resto en esta estructura explicativa. Sin embargo, hay indicios que evidencian como la evolución de las antiguas ciuitates u oppidum tuvo distintos ritmos. Veamos cual es la situación en cuatro de los núcleos de origen celtibérico que con la posterior romanización elaboraron unas transformaciones edilicias significativas, principalmente de carácter público, relacionadas con los foros, termas y monumentos conmemorativos. Son Uxama Argaela, Numantia, Termes y Ocilis (¿) (Medinaceli). Para ofrecer esta peculiar imagen nos apoyaremos principalmente en contextos ya publicados. 1
LA CIUDAD DE MEDINACELI Todavía hoy existen dudas en la identificación del asentamiento que ocupó la denominada Villa Nueva2, lo que no anula la importancia de los restos de época romana, visibles o descubiertos en las últimas décadas. Ello contrasta con la escasa difusión que los trabajos arqueológicos han tenido a nivel científico -estando la mayoría inéditos-; además de su carácter general, salvo el estudio específico dedicado al arco conmemorativo editado por Abascal/ Alföldi (2002). Los trabajos arqueológicos en la Villa Nueva arrancan con Juan Ramón Mélida (1926), quién difundió sus exploraciones -un sondeo- más el reco1. GARCÍA MERINO (1975a: 299 y 313) señala la existencia de 10-12 ciudades en periodo celtibérico, pero solo las cuatro seleccionadas mantuvieron sus cualidades hasta inicios del Bajoimperio. 2. No insistiremos en la identificación toponímica de la ciudad, al no ser el lugar más adecuado pare ello. Ya TARACENA (1941: 94) achacó su vínculo sólo a razones fonéticas, mientras que GARCÍA MERINO (1993: 164) en la Tabula Imperii identifica Ocilis con los restos existentes en Medinaceli.
nocimiento visual de la muralla. Poco después, Taracena (1941: 96) habla de la disposición del kardo y de la decumana a partir de los trabajos de aquél. Pero las noticias más numerosas son las que hacían referencia a la muralla, mosaicos y aljibes (según Juan Cabré). Es por ello por lo que se ha estimado que “al menos, hacia la mitad del siglo I d. C. tenemos atestiguada ya la presencia romana en el cerro, cuyo poblamiento se va a prolongar hasta el siglo IV ó V d. C., aunque será durante el Alto-Imperio cuando presente mayor actividad.” (Borobio/ Morales/ Pascual, 1992: 770). Caballero Zoreda (1984: 449) para el periodo tardoantiguo consideró a Medinaceli como poseedora “de una buena aureola de hallazgo”, lugar que mantuvo una continuidad de población en “cerros gemelos, alternativamente ocupados según la sustitución de culturas y poderes, en Medinaceli (Mélida, Villa Vieja y Villa Nueva)” dentro de un “residualismo visigótico” (Caballero, 1984: 451); marcado en este territorio por el trazado de las “vías romanas y la Marca Emiral” (Caballero, 1984: 452). Para la historiografía hispanomusulmana, Medinaceli (Madina Salim) sería fundada por Salim ibn Waramal bajo el emirato de Muhammad I (852886). Quedando en el silencio el tránsito entre el periodo tardoantiguo y la nueva ciudad. En el 946, Abd al-Rahman III la convierte en la capital de la Marca Media, ordenando al mawla Galib que la reconstruya y fortifique (Rubio Semper, 1990: 114-5); que Juan Zozaya (1984) interpreta como la reconstrucción de sus murallas y la dotación de una alcazaba. El fin de este periplo llega en el año 1122, cuando Alfonso I de Aragón toma la ciudad definitivamente para manos cristianas. Tres contextos tardoantiguos son los que vamos a detallar. El primero concerniente a la muralla, que circunda la ciudad. Mélida (1926: 5-6) la describe, asignando como fábrica romana una parte importante de los lienzos visibles, e ilustrándola en un plano. Según Taracena (1941: 95), en esa planta se apreciaban los lienzos romanos en el ángulo Sudoeste y parte Sudeste, junto al arco; describiendo ya la posición estratigráfica del arco conmemorativo encima de la muralla. Este monumento parece haber sobrevivido a los distintos avatares bélicos debido a que formó parte de la muralla medieval y/o moderna (Abascal/ Alföldi, 2002). A su vez, Borobio/ Morales/ Pascual (Heras, 1994: 313) realizaron en los meses de julio y agosto de 1991 el Análisis y documentación de la muralla, evidenciando