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219 Eusebio Dohijo (Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira) 39330 Santillana del Mar, Cantabria, España eusebiodohijo@mcu.es

ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII) / 219 - 228

EVOLUCIÓN Y TRANSFORMACIÓN URBANA DE LAS CIUDADES DEL ALTO VALLE DEL DUERO DURANTE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA

La desaparición de las ciudades del Alto Valle del Duero durante la Antigüedad Tardía es una constante en la historiografía arqueológica que ha tratado la provincia de Soria. Es un modelo interpretativo que une como causa-efecto del devenir histórico, la entrada de los bárbaros, el derrocamiento del sistema político imperial occidental, el empobrecimiento y ruralidad de la sociedad urbana y su consiguiente ruina material. La visión que ha ofrecido gran parte de los estudios arqueológicos no ha escapado de este arquetipo, encajándose cualquier resto en esta estructura explicativa. Sin embargo, hay indicios que evidencian como la evolución de las antiguas ciuitates u oppidum tuvo distintos ritmos. Veamos cual es la situación en cuatro de los núcleos de origen celtibérico que con la posterior romanización elaboraron unas transformaciones edilicias significativas, principalmente de carácter público, relacionadas con los foros, termas y monumentos conmemorativos. Son Uxama Argaela, Numantia, Termes y Ocilis (¿) (Medinaceli). Para ofrecer esta peculiar imagen nos apoyaremos principalmente en contextos ya publicados. 1

LA CIUDAD DE MEDINACELI Todavía hoy existen dudas en la identificación del asentamiento que ocupó la denominada Villa Nueva2, lo que no anula la importancia de los restos de época romana, visibles o descubiertos en las últimas décadas. Ello contrasta con la escasa difusión que los trabajos arqueológicos han tenido a nivel científico -estando la mayoría inéditos-; además de su carácter general, salvo el estudio específico dedicado al arco conmemorativo editado por Abascal/ Alföldi (2002). Los trabajos arqueológicos en la Villa Nueva arrancan con Juan Ramón Mélida (1926), quién difundió sus exploraciones -un sondeo- más el reco1. GARCÍA MERINO (1975a: 299 y 313) señala la existencia de 10-12 ciudades en periodo celtibérico, pero solo las cuatro seleccionadas mantuvieron sus cualidades hasta inicios del Bajoimperio. 2. No insistiremos en la identificación toponímica de la ciudad, al no ser el lugar más adecuado pare ello. Ya TARACENA (1941: 94) achacó su vínculo sólo a razones fonéticas, mientras que GARCÍA MERINO (1993: 164) en la Tabula Imperii identifica Ocilis con los restos existentes en Medinaceli.

nocimiento visual de la muralla. Poco después, Taracena (1941: 96) habla de la disposición del kardo y de la decumana a partir de los trabajos de aquél. Pero las noticias más numerosas son las que hacían referencia a la muralla, mosaicos y aljibes (según Juan Cabré). Es por ello por lo que se ha estimado que “al menos, hacia la mitad del siglo I d. C. tenemos atestiguada ya la presencia romana en el cerro, cuyo poblamiento se va a prolongar hasta el siglo IV ó V d. C., aunque será durante el Alto-Imperio cuando presente mayor actividad.” (Borobio/ Morales/ Pascual, 1992: 770). Caballero Zoreda (1984: 449) para el periodo tardoantiguo consideró a Medinaceli como poseedora “de una buena aureola de hallazgo”, lugar que mantuvo una continuidad de población en “cerros gemelos, alternativamente ocupados según la sustitución de culturas y poderes, en Medinaceli (Mélida, Villa Vieja y Villa Nueva)” dentro de un “residualismo visigótico” (Caballero, 1984: 451); marcado en este territorio por el trazado de las “vías romanas y la Marca Emiral” (Caballero, 1984: 452). Para la historiografía hispanomusulmana, Medinaceli (Madina Salim) sería fundada por Salim ibn Waramal bajo el emirato de Muhammad I (852886). Quedando en el silencio el tránsito entre el periodo tardoantiguo y la nueva ciudad. En el 946, Abd al-Rahman III la convierte en la capital de la Marca Media, ordenando al mawla Galib que la reconstruya y fortifique (Rubio Semper, 1990: 114-5); que Juan Zozaya (1984) interpreta como la reconstrucción de sus murallas y la dotación de una alcazaba. El fin de este periplo llega en el año 1122, cuando Alfonso I de Aragón toma la ciudad definitivamente para manos cristianas. Tres contextos tardoantiguos son los que vamos a detallar. El primero concerniente a la muralla, que circunda la ciudad. Mélida (1926: 5-6) la describe, asignando como fábrica romana una parte importante de los lienzos visibles, e ilustrándola en un plano. Según Taracena (1941: 95), en esa planta se apreciaban los lienzos romanos en el ángulo Sudoeste y parte Sudeste, junto al arco; describiendo ya la posición estratigráfica del arco conmemorativo encima de la muralla. Este monumento parece haber sobrevivido a los distintos avatares bélicos debido a que formó parte de la muralla medieval y/o moderna (Abascal/ Alföldi, 2002). A su vez, Borobio/ Morales/ Pascual (Heras, 1994: 313) realizaron en los meses de julio y agosto de 1991 el Análisis y documentación de la muralla, evidenciando


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que los paramentos correspondientes al periodo romano son los identificados en las zonas Sur y Oeste de la ciudad. Pero han sido los trabajos de consolidación y restauración del arco romano los que han permitido un conocimiento más detallado de la evolución de este baluarte; unido a la difusión de distintos contextos, que permiten tener una visión más compleja del fenómeno de sus sucesivas reedificaciones o reconstrucciones. Es interesante la secuencia que narra Barrio/ et alii (2002: 55), presentando varias fases constructivas: la primera correspondería al momento de la creación de un recinto altoimperial, anterior a la construcción del arco romano; un segundo momento consistiría en la amortización de parte de la muralla y la edificación del arco. La última fase se ceñiría a la reconstrucción del cercado en época altomedieval. Durante época tardorromana el arco se mantuvo en pie, y partes del trazado de la muralla serían visibles hasta época califal momento en el que se reconstruye. María Marine (2002: 33, nº 79) halló el único resto de cerámico publicado de TSHT –un fondo plano-, procedente de la ciudad en la zona 1/2. También descubrió un pozo delante del arco (zona 3); acolmatado de basura islámica (siglos X/XI); evidenciando que el arco central del monumento no tuvo un uso viario en un momento muy concreto (Marine, 2002: 32). El segundo contexto atañe a los mosaicos bajoimperiales. Borobio, Morales y Pascual (1989: 106) señalan dos fases distintas dentro de época bajoimperial -a tenor de la reparación detectada- para un mosaico hallado en la Plaza Mayor. Este mosaico tiene como motivo principal la figura de Ceres-Abundancia (Borobio/ Morales/ Pascual, 1992: 772). En el estudio en que se dió a conocer (Borobio/ Morales/ Pascual, 1992: 775-6) se ofreció como paralelos otros suelos de las villas de “Los Quintanares” de Rioseco de Soria, Santervás del Burgo y Baños de Valdearados (Burgos), lo que les sirvió para proponer su fecha dentro del siglo IV d.C. Sin embargo, estos paralelos presentaban una datación más amplia, incluyendo los inicios del siglo IV hasta comienzos del V, tal y como demostraron Blázquez, Ortego y Argente. Iconográficamente y técnicamente no hay ninguna incongruencia en poder fecharlos a principios del siglo V. Pero más interesante es la reparación detectada, ya que muestra un mantenimiento habitacional en momentos posteriores; así como una preocupación por conservar la imagen lujosa de los pavimentos por parte de sus inquilinos. La escasa profundidad en la que aparecieron los suelos tardoantiguos, con respecto al actual pavimento, revela como los procesos postdeposicionales en esta zona de la Villa Vieja, no supuso una acumulación notable de rellenos de material o basura. El tercer contexto trata de las necrópolis de La Canal y El Tinte. Nicolás Rabal (1889: 404-5) dio a conocer su hallazgo de la siguiente manera: “Los sitios denominados los Sepulcros de la Canal y el Tinte, hacen, por fin, recordar la dominación romana en esta antigua villa. El primero recibió este

1. Superior. Plano de Medinaceli con la localización de los contextos tardíos Inferior. Numancia con indicación del recinto tardío y la situación de restos tardoantiguos.

nombre de los restos romanos que en él se encuentran, y el segundo, muy cerca del río Jalón, revela también haber sido el asiento de una población antigua, por los sepulcros, urnas cinerarias, lacrimatorios y despojos de ricas vestiduras que en él se han hallado”. Posteriormente, en 1925, el paraje de La Canal recibió una segunda intervención por parte de José Ramón Mélida (1926: 9), “junto a la fuente pública de referencia”, descubriendo


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tres sepulturas. Recientemente, en 1992, la localización de la fuente ha vuelto a ser ubicada, recibiendo un estudio específico (Borobio/ Morales/ Pascual, 1994). En ese mismo año Ángel Fuentes (1992: 997-8) realizaba una interpretación de ambas necrópolis: “Aquí, según notas de Rabal recogidas por Taracena, se habla de unas sepulturas en la ladera del yacimiento que baja al llano y que contenían ajuares, aunque no se especifican. Sepulturas de inhumación con ajuares y en los márgenes de una ciudad romana como Ocilis que sin duda deben ser similares a los de Tiermes y del resto.” Por las características tipológicas de las tumbas descritas por José Ramón Mélida (1926: 9)3 y formales, podría ser encuadrada durante la Antigüedad Tardía. En cambio, el carácter del hallazgo en el Tinte fue distinto. El intento de volver a reencontrar restos en dicho solar por parte de José Ramón Mélida (1926: 9) fue infructuoso; que unido a la existencia de urnas cinerarias y lacrimatorios son indicativos de una data altoimperial. Ambos lugares han sido prospectados en 1996 por la empresa Arquetipo S.C.L. (Heras, 1999: 305). LA CIUDAD DE NUMANCIA En el cerro de la Muela se sitúa uno de los yacimientos más significativos de la provincia de Soria, la antigua ciudad de Numancia. Los trabajos arqueológicos allí realizados han sido muy amplios, centrados fundamentalmente en los períodos celtibérico y altoimperial. Nosotros no vamos a insistir en su historiografía, ya que existen trabajos específicos (Jimeno, 1994). Desgraciadamente, su estratigrafía resulta aún muy poco difundida, siendo los trabajos más sensibles con los periodos post-altoimperiales los realizados por Federico Wattemberg y Juan Zozaya. Nosotros ahora recalcaremos algunos contextos que resultan sintomáticos dentro de la ocupación del lugar durante la Tardoantigüedad. En la Zona XVª Cava durante el transcurso de las excavaciones de 1914 apareció una fíbula de arco tipo II. No hay referencia al estrato en que se encontró. Fue publicada por primera vez por Hans Zeiss (1934: 183), siendo recogida la referencia por Taracena (1941: 79), y así divulgada en el ámbito especializado. Su datación corresponde al nivel III de Ripoll, es decir a mediados del siglo VI (Gutiérrez Dohijo, 1994: nº 22). Por otra parte, José Ramón Mélida en 1917, al realizar las excavaciones en la manzana XIIIª efectúa el hallazgo de una pilastra, con su capitel, en el interior de un sótano subterráneo: “al descubrir el recinto subterráneo de 3 “(…) unos enterramientos de inhumación con la cabecera al Oeste. Una sepultura contenía restos de hombre robusto, sin utensilio alguno, ni clavos, enterrado en simple hoyo, en posición decúbito supina, con los brazos extendidos a lo largo del cuerpo; otra de niño de pocos años, en igual posición y también sin nada; otra de adolescente, de unos doce o catorce años, en la misma forma, pero la fosa de 1,20 por 0,80. guarnecida de lajas colocadas verticalmente. En esta sepultura se encontró un trozo de aguja de coser de bronce.”

la manzana XIII, salieron sueltas unas piedras labradas, cuyo carácter nos hizo entender, desde luego, que eran restos visigodos.” (Mélida, 1917: 22). Esta datación y su relación a la época visigoda será mantenida por Taracena (1941: 79) -indicando su pertenencia al siglo VI- y por Apraiz (1959: 231) quién mantiene dicha asignación, pero con dudas sobre su clasificación cultural. Recientemente, Gutiérrez Behemerid (1992: 158) propone como fecha de realización del capitel el siglo IV, e insinúa – incluso- una posible datación más moderna. De las excavaciones practicadas por Federico Wattemberg en las manzanas VIII y IX en el año 1963, Ortego Frías (1983: 11) hizo el siguiente comentario: “En el curso de las excavaciones realizadas en 1963 por F. Wattemberg, con mi colaboración y la inspección de A. Beltrán, para comprobar aspectos problemáticos y posible soluciones sobre la completa estratigrafía de Numancia, se practicaron cortes de sondeo, el principal de los cuales nos dio en superficie, bajo la capa vegetal, un manto de relleno de poco espesor producido por derrumbes de muros, entre el que apareció algún trozo de vasijas de barro gris o negro, poco tamizado y elaborado a torno, en los que se aprecia alguna decoración de bandas incisas paralelas y otras onduladas. Seguidamente, apareció un enlosado tosco, de lajas delgadas, cerrado hacia el Este por un cimiento arrasado. Corresponde a un nivel visigodo bajo el que sigue otro con materiales tardorromanos.”. En la misma línea argumental se podrían encuadrar los comentarios de González Simancas (1926: 263-4) al referirse a las excavaciones de principios de siglo, en las que se hacía evidente una ocupación bajoimperial. Estas excavaciones unidas a las que realizase Juan Zozaya en 1970 y 1971, supusieron el punto de partida para la defensa de una ocupación parcial del cerro de la Muela durante los siglos VI-XI (Zozaya, 1970b: 215); a pesar de las estridencias que causó (García Merino, 1975: 298). El último aporte a esta línea argumental corresponde a Alfredo Jimeno (1996: fig.10) que señala un recinto murado bajoimperial, detectable en la parte sur, “la más idónea y protegida para habitar (…) que llega hasta el siglo IV” (Jimeno/ de la Torre, 2005: 218). Sin contexto definido y posibilidad de situar correctamente, conocemos un cúmulo de hallazgos, sean entre otros: una hebilla oval de hierro, publicada por Hans Zeiss (1934: 183), correspondiente a mediados del siglo V y principios del VI; una fíbula de tipo Monsheim (Gutiérrez Dohijo, 1994: nº 25), publicada como “schubelfibeln” por Apraiz (1959: 232); tres jarritos de cerámica publicados por Izquierdo Benito (1977); seis hebillas depositadas en el Museo Numantino (Gutiérrez Dohijo, 1994: nº 23 y 24) y (Gutiérrez Dohijo, 2000b: nº. Numa14 - Numa17); un cuchillo de tipo Simancas publicado por Manrique (1980: 76) y cinco recipientes cerámicos de T.S.H.T., que Romero Carnicero (1985: 171) estima pertenecientes a los siglos IV-V.


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A través de los datos recogidos, observamos como la idea generalmente defendida sobre el abandono del cerro no es asumible hasta el siglo VIII. La problemática estriba en definir y valorar las características de ese poblamiento, así como cuál fue su incidencia en el espacio. La ausencia de estudios específicos sobre la estratigrafía del cerro, en donde todos los momentos culturales sean analizados, condiciona de forma decisiva cualquier análisis. Recordemos que esos análisis se han centrado en identificar la ciudad asediada y su posterior romanización. A ello se suma que sólo una mínima parte de las piezas pueden ser contextualizadas. Así, cualquier intento de plasmar topográficamente la evolución histórica de la ciudad es de por sí bastante desalentadora. Los diferentes restos materiales tardorromanos abarcan gran parte del período cronológico, con una ausencia de objetos correspondientes al último momento, siglos VII-VIII. Sólo conocemos con precisión el lugar de dos contextos. Su plasmación topográfica evidencia una relativa dispersión, carácter que hay que tomarlo con mucha precaución ante su escaso número; localizándose además lejos de la zona sur. Las manzanas XIII y XV tendrían restos materiales y únicamente en la primera de ellas serían de atribución arquitectónica. Por contra, a tenor de la noticia ofrecida por Ortego, se conoce la existencia de niveles tardorromanos en el transcurso de las excavaciones que practicó Wattenberg en 1963. A tenor de esas palabras se puede plantear la hipótesis sobre la concentración de restos en la parte central del enclave. Por otra parte, no hay restos escultóricos que evidencien algún tipo de edificación religiosa Tardoantigua, lo que confirmaría la pérdida de su rasgo preeminente en ese momento. Indudablemente durante la Antigüedad Tardía no se podría calificar el asentamiento como ciudad. La parca presencia de restos materiales así lo testimonian. Y por último existen tres indicadores más: la mención de Paulo Orosio, quien identifica y sitúa la ciudad con precisión como caput de la Gallaecia (Orosio, Historia, V, 7,1-2) “en un montículo no lejos del Duero” (Orosio, Historia, V, 7,10), mostrando como aún en el siglo V se reconocía su solar; la cita en el anónimo Ravennate (311.3), último testimonio textual de su topónimo; a partir de entonces se pierde o confunde su denominación apareciendo en la crónica de Alfonso III, con una nueva nomenclatura –Garrahe-, ya en 1016. LA CIUDAD DE TERMES La siguiente ciudad a analizar es Termes. Los trabajos realizados allí han sido muy numerosos, siendo ejemplar la difusión4 de los resultados de las distintas campañas de excavación dirigidas por José Luis Argente. Ejemplo de honestidad científica y de compromiso y concienciación social de devolver a la sociedad el coste de los trabajos, en forma de musealización del yacimiento para el gran público y memorias e informes para el público especializado. Nosotros no vamos a estudiar ahora todos los restos tardoanti-

2. Superior. Plano de Tiermes con los contextos analizados. Inferior. Situación de Oxoma con los tres contextos definidos. 4. A este respecto, a nivel general hay que mencionar las memorias de excavación publicadas, en las que se exponen los trabajos realizados desde 1975 hasta 1984 (ARGENTE et alii, 1980, 1984 y 1994) y (CASA et alii, 1994). También son de gran interés los informes anuales de excavación publicados, en los que se exponen los resultados de los últimos años. En estas obras las referencias sobre restos Tardoantiguos son numerosas.


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guos, ya que ya lo hemos tratado en otro trabajo (Gutiérrez Dohijo 2000b). Ahora abordaremos el análisis concreto de algunos contextos que muestran transformaciones urbanas. Siguiendo un orden cronológico, la última gran iniciativa pública de gran envergadura realizada en la ciudad fue la edificación de la muralla en el siglo III. Ello permitió dotar de un elemento de prestigio e identificativo de una civitas durante la Antigüedad Tardía. Su construcción no fue homogénea –aprovechando lo mejor posible el terreno– al dotar de torres semicirculares en la parte más llana y cegar antiguos edificios públicos en los tramos con mayor pendiente (concretamente el Conjunto Rupestre del Sur). Las excavaciones de este punto han permitido comprobar como un cuerpo de guardia que custodiaba una portilla sita entre las habitaciones 6 y 9 estuvo en uso hasta el siglo V. En ese momento la viguería que apoyaba sobre un rebanco quedó amortizada post quem Magno Máximo (Argente/ Díaz/ Bescós, 1992: 50); data corroborada por los restos de una jarra de vidrio asignable al siglo V. Próximos a este momento corresponden las remodelaciones de la Casa del Acueducto5, consistentes en la división estructural de su espacio interno. Esto evidencia el cambio de uso de las estancias y muy posiblemente el aumento de propietarios. De una vivienda unifamiliar en la mejor situación urbana, planificada a la vez que la construcción del Ramal Sur del Canal –es decir del trazado de la canalización de agua de la ciudad– se transforma en un espacio muy compartimentado –en el área del Impluvium B y zona este (habitaciones 18, 27 y 28)–, lugares en donde se concentra la aparición de restos tardoantiguos. En el resto de la mansión no fue posible detectar estas evidencias por razones distintas: a) eran las áreas más superficiales, sin acumulación de estratos6; b) ya habían sido exploradas por Taracena -principalmente en la zona del Impluvium A; c) y por la práctica de labores agrícolas. También es significativa la desaparición de todo el material pétreo en el extremo sur de la vivienda, en la que debió transcurrir la muralla del siglo III. Por otra parte, tenemos constancia de acumulaciones de restos tardoantiguos en estratos diferenciables (habitaciones 25, 23, 4, 21, 18 y 32). Todos ellos se situaban en contacto con el suelo de arenisca. Su importancia es significativa, al ser los únicos restos intactos del último momento de ocupación detectada de las estancias. La gran cantidad de material recuperado plantea que la ocupación del espacio durante la Antigüedad Tardía no fue ocasional. T.S.H.T, grises y anaranjadas, y al menos 3 monedas del

5. Edificio que ha recibido el estudio específico de dos memorias de excavación ARGENTE et alii (1994) y ARGENTE (1994). 6. Así en las zonas donde no existía apenas manto vegetal no se detectaron señales de muros en mampuesto, caso de las habitaciones 16, 20, 25, 26, 33 y 34, aunque debieron de existir en su momento.

emperador Honorio, están datando –postquem mediados del siglo V– la creación de estratos sobre la roca arenisca. Del momento final de la mansión o de su abandono no se conoce prácticamente nada. La ausencia de niveles de incendio descarta su destrucción violenta. A extramuros de la muralla se detectan dos contextos tardoantiguos anteriores al desmantelamiento de la misma; atestiguados con fragmentos de T.S.H.T. (de los siglos siglos IV-V) (Fernández Martínez, 1980: 277) en la zona noroeste; y enterramientos aparecidos al pie de la muralla con un ritual semejante al hallado en las sepulturas que ocupaban la caja del Canal del Acueducto en su Ramal Norte, con datación en el siglo V, (Argente / Alonso, 1982) y (Argente / et alli, 1993: 43-4). La amortización de la conducción del agua es posible llevarla al siglo V, a partir de contextos con cerámicas tardías en el relleno del canal en su Ramal Sur (Argente/ Díaz, 1984), en la salida del Emisarium (Díaz, 1991: 367), en el Interior de la Galería Inferior del Castellum Aquae (Díaz/ Argente, 1984: 420; y especialmente en la esquina sureste del Castellum Aquae (Díaz, 1984: 281). Por otra parte, en los patios localizados al exterior del Conjunto Rupestre del Sur se constata la aparición de materiales tardíos asociados a peines de hueso del siglo V (Argente/ et alli, 1997: 15). En este siglo V, incluso durante su segunda mitad, estuvo en uso la Necrópolis Rupestre, datada a partir de un ajuar con un vasito globular de vidrio (Gutiérrez Dohijo, 2001) hasta finales del siglo VI. A través de los restos encontrados en un sondeo practicado en 1993 junto al Foro se observa como una vivienda con acceso a una calle porticada se mantuvo en uso hasta la segunda mitad del siglo V o principios del VI, ya que el material de amortización de su sótano contuvo cerámicas que imitan a las T.S.H.T.. Este espacio, al menos desde finales del siglo VI y con más seguridad durante el siglo VII se utilizó como cementerio hispanovisigodo (Dohijo, 2007). Por el contrario, la calle siguió en uso. Curiosamente la necrópolis ya había sido descubierta en 1911 por Narciso Sentenach, pero fue interpretada de manera incorrecta (Gutiérrez Dohijo, 1998). Otra área que evidencia transformaciones urbanísticas a lo largo de toda la Antigüedad Tardía es la Zona Foral. Existen contextos definidos muy concretos en el Criptopórtico. Este edificio público soportó una primera reforma, que dejó huella en forma de suelo de opus signinum y de un mosaico datado en el siglo IV-V (Argente/ et alli, 1995: 36). Inmediatamente después se compartimentó parte de su interior para construir dos estancias rectangulares con un pasillo medianero (Argente/ et alli, 1996: 40). En una de ellas se encontraron amortizados distintos materiales tardoantiguos correspondientes al siglo V. Finaliza la transformación con una elevación de una tercera estancia que reutilizó varios cimientos. Al pie de uno de ellos se aprovechó para resguardar un enterramiento infantil en el interior de una vasija, datada en el siglo VII.


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Cerca de este edificio, en su exterior se detecta otra transformación urbanística, consistente en la amortización de una calle por parte de unas estancias. De ellas sólo quedó parte de la primera hilada de cimientos. Pero son lo suficientemente significativa como para atestiguar dicha transformación, que por otra parte es habitual en otras ciudades de este periodo. Esta última mutación se encuadraría en el último momento del periodo tardoantiguo. El último reflejo del cambio evolutivo es la edificación de -al menosuna iglesia durante finales del silo VI-VII; constatable por la gran cantidad de sillares decorados encontrados en torno a la ermita de Tiermes (Gutiérrez Dohijo, 2003). Ello mostraría la cristianización del paisaje urbano, unido a la presencia del cementerio anteriormente comentado, en el propio Foro. La metamorfosis que experimentó Termes indica la presencia de la actividad humana continua, estructurando los antiguos espacios públicos en privados –además de su cristianización-. Es la evolución de una civitas a un vicus. LA CIUDAD DE UXAMA ARGAELA Posiblemente la antigua ciudad de Uxama Argaela es la más emblemática durante la antigüedad en Soria. Los trabajos arqueológicos allí practicados han sido muy numerosos, centrándose fundamentalmente en los períodos celtibérico y altoimperial. Nosotros no vamos a insistir en la historiografía sobre esos momentos, ya que existen trabajos específicos (García Merino 1970, 1971, 1989 y 1995) y (García Merino/ Sánchez Simón, 1998). Uxama es la ciudad que tuvo un devenir más prolongado, manteniendo sus características y funciones rectoras hasta el final de la Tardoantigüedad (Gutiérrez Dohijo, 2000a). Será una de las 23 sedes episcopales existentes en Hispania durante el siglo VII. Este esplendor finaliza con la inestabilidad política provocada tras la entrada de los musulmanes y la posterior respuesta proveniente de los incipientes reinos cristianos. Alfonso I desestructurará la zona llevándose a las élites políticas al norte. Cuando en el 912, González Téllez incorpore el enclave a Castilla, se convertirá en el lugar fortificado más meridional y oriental del reino. Plaza que será continuamente codiciada por el estado de Córdoba, incluso en alguna ocasión más, llegará a tenerla bajo su poder. Los Anales Castellanos Segundos recogen una noticia a este respecto en el año 989. Aquí ya el hilo de conexión con la Antigüedad había finalizado. Las noticias sobre restos tardoantiguos son numerosas, aunque ahora solo analizaremos aquellas que afectan a aspectos urbanísticos. Ordenadas según un criterio temporal, el resultado es el siguiente. Correspondientes al siglo V, solo hay constancia del hallazgo de un “osculatorio” publicado por Ros Benet/ Adell (1949: 485), de la posible construcción de la muralla bajoimperial (García Merino, 1997: 183 y García Merino/ Sánchez Simón, 1998: 13) y de ocho recipientes de T.S.H.T. procedentes de la limpieza de la cisterna pública denominada como “gran depósito pluricameral de

3. Superior. Localización de la provincia de Soria. Inferior. Esquema interpretativo con el resultado de mantenimiento y desaparición de las distintas ciudades estudiadas.

planta en omega”, que consta de cinco compartimentos, situado cerca de la terraza artificial del foro (campaña de 1988). Las piezas se hallaron en el nivel inferior de la cisterna, “bajo los distintos niveles de colmatación que rellenaban los compartimentos” (Saguero/ et alii, 1992: 888) y en un


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hallazgo superficial acaecido “en la parte occidental del yacimiento” (Saguero/ et alii, 1992). Al siglo VI pertenecería un collar y un broche de placa del Tipo I, característicos tradicionalmente del pueblo visigodo, aparecidos en el Cerro del Castro (Taracena, 1941: 134); una fíbula en forma de ciervo datable dentro del siglo VI, y perteneciente a la colección Monteverde (Reinhart, 1945a: fíg. 7a); un tremis protovisigodo, encontrado en una de las plataformas del yacimiento: “En el sector SE del Llano de la Atalaya, junto a unos restos de muros” (García Merino, 1994: 290) datado ante quem del reinado de Atanagildo (551-568). Más reveladora es la necrópolis de Los Alarides, de la que se extrajeron distintas piezas toreúticas, unas de forma segura (Ortego (1955: 235-7) y otras muy probables (Reinhart, 1945; Almagro Basch, 1950-1). El hallazgo se produjo al realizar un desmonte junto a la carretera Nacional 122 en la década de los años cincuenta, pudiendo identificar tres sepulturas en el corte practicado. Su expolio provocó la pérdida de todo contexto científico y la dispersión de los ajuares por colecciones privadas. Uno de estos objetos fue una fíbula aquiliforme, hoy en la colección Fontaneda. La necrópolis –alguna vez identificada como vertedero– también ha ofrecido una fíbula perteneciente al nivel II de Ripoll y un broche liriforme, fechable dentro del Nivel V de Ripoll. Igualmente asociada al cerro de las Horcas, con cuatro objetos que muestran dataciones diferentes: dos fíbulas propias a los niveles II y III de Ripoll y un broche pertenece al nivel IV de Ripoll. Otras piezas toreúticas procedentes de Oxoma son un broche (Reinhart, 1945a: fíg. 4d) propio de los niveles IV y V de Ripoll, y de “hallazgos casuales en el cerro de Uxama” (Ortego, 1983: 13 y 1985: 202), concretamente un broche liriforme y un colgante. Durante este periodo la noticia más relevante de todo el periodo tardoantiguo no es otra que la ya mencionada existencia de una sede episcopal en Oxoma, al menos desde el año 597 (García Moreno, 1974). En la centuria siguiente, –además de algunas piezas ya comentadas– se situaría el hallazgo de una patena conservada en el Museo Numantino (Argente/ García Merino, 1993: 21), un broche depositado en el Museo de Barcelona, propio del nivel V de Ripoll (Almagro Basch, 1950-1) y otro liriforme con la representación de la fábula del fisiólogo (Ortego, 1985: fig. 8 y 202). “En la vega del Ucero, cerca de Osma” (Ortego, 1985: 208) apareció una monedad del rey Sisebuto (612 -621). Un contexto que consideramos significativo, ya que muestra trasformaciones en el uso de antiguas viviendas edificadas durante el altoimperio es el detectado en la Casa del Sectile (campañas de excavación 1976-78) (García Merino, 1995). Allí se practicaron sendas fosas, que ocultaban dos depósitos de herramientas. Ambas rompían el suelo de “duro pavimento de mortero blanco”, cubriéndolas con piedras losas y piezas de cornisa (García Merino,

1995: 76); junto a las puertas de los ambientes denominados como a) y b). La situada en la estancia b) se le nombró como “r1” y al localizado en a) como “r2”. Entre los componentes hallados destaca la presencia de herramientas, localizadas en el fondo, junto con otros elementos altoimperiales. La datación del relleno final sería acorde con los elementos más modernos, los tardoantiguos. Algunos de los objetos pueden ser datados a lo largo de toda la Antigüedad Tardía, como la punta de lanza, el cencerro, los cuchillos, las hebillas o el formón; en cambio otros se vinculan directamente con el depósito de Vadillo y las herramientas encontradas en La Yecla (Burgos) y en Puig Rom (Gerona) como son las hoces y el rastrillo. A ello se suman los fragmentos de cerámica con concomitancias propias de los siglos VII- VIII, mientras hay una ausencia total de especies sigillatas o imitaciones de ellas, de ahí que no consideremos apropiado vincularlos con el siglo V. Es sintomática la ausencia de datos sobre los contextos de aparición de los objetos tardoantiguos. Sólo dos conjuntos proceden de excavaciones arqueológicas, y un tercero es producto de un hallazgo casual declarado, lo que limita enormemente la posibilidad de realizar evaluaciones de tipo urbanístico. Aún quedan por resolver incógnitas lo suficientemente significativas como por ejemplo la localización de la ciudad hispanovisigoda, o de los edificios que formaron la sede episcopal; habiéndose planteado su situación cerca del lugar que eligió asentarse la villa altomedieval. A ello se suma el problema, –sin solución aún– de la ausencia de restos decorativos escultóricos en Uxama, que por otra parte son frecuentes en otras zonas del suroeste de la provincia. Los modelos de distribución que muestran otras sedes hispanas en relación a la localización de sus áreas episcopales parecen seguir determinadas pautas. Unos ocupan lugares preeminentes o inmediatamente cercanos de los antiguos foros, caso de Barcino o Valentia (Ribera/ Roselló, 2009: 186). Otros se disponen en los suburbia caso de los restos en la Vega Baja, aunque aquí fruto de la iniciativa regia. En el caso uxamanense, la reiterada carencia de datos imposibilita tener una visión diáfana de la evolución del asentamiento a lo largo de la Antigüedad Tardía, que por cierto sería el momento de mayor trascendencia política de la ciudad, ya que coincide con la etapa en la que la ciudad de Oxama adquirió las funciones político-administrativas de la antigua Clunia, dentro del Área del Alto Duero; llegando a ser una de las escasas sedes episcopales que se fundan en la Meseta Norte durante el siglo VI. Por esta razón, durante el periodo hispanovisigodo la ciudad fue el centro neurálgico de la Alta cuenca del Duero. Y es en este momento en el cual perdemos el rastro de su disposición espacial7. 7. Últimamente, GARCÍA MERINO (1999: 217 y 2000a: 157) ha comentado la posible existencia de un complejo eclesiástico en la vega con un edificio rectangular absidiado y algunas otras evidencias.


226 E. DOHIJO: EVOLUCIÓN Y TRANSFORMACIÓN URBANA DE LAS CIUDADES DEL ALTO VALLE DEL DUERO DURANTE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA

La mención de la existencia de un obispado está íntimamente relacionada con la presencia de su prelado. García Moreno (1974b) recogió en su estudio prosopográfico las menciones de los prelados en las fuentes antiguas, incluidas las oxomenses. Entre los años 590 – 592 se produciría su encumbración como sede episcopal y su abandono a partir de la segunda mitad del siglo VIII (Gutiérrez Dohijo, 2000a). La transcendencia de la fundación de la sede episcopal en Oxoma incide no sólo en aspectos de la organización episcopal hispanovisigoda, sino que debió emanar sus efectos en el ámbito territorial circundante. La cuenca del Alto Valle del Duero no volverá a tener una infraestructura capaz de organizar el espacio religiosamente hasta la refundación de la sede en el año 1101. Bajo estas circunstancias concretas es como se ha de entender el fenómeno de la cristianización de la zona. Fenómeno que condiciona como contexto histórico, la creación y reconstrucción de recintos dedicados al culto. CONCLUSIONES Los restos arqueológicos recogidos vienen a mostrarnos un dispar conocimiento de cada ciudad. Ello es producto de las peculiaridades metodológicas que el registro arqueológico tardoantiguo posee, sean entre otras la carencia de contextos específicos, la ausencia de cronologías detalladas, o incluso la interpretación en el uso y amortización de los espacios excavados. Las transformaciones urbanas detectadas, algunas veces han dejado sutiles evidencias y otras veces improntas muy reconocibles, como por ejemplo la huella de robo de sillares, o la primera hilada de los cimientos de simples viviendas, amortizando vías públicas. Otras veces la suerte es bien distinta, en el fondo de rellenos aparecen materiales tardoantiguos, lo que evidencia que ese lugar tuvo un uso durante la Tardoantigüedad, no igual al que fue destinado cuando fue edificado. Nuestro relato se inició con los últimos impulsos municipales del siglo III. Aquí las ciudades realizaron la última reinversión de gran alcance, la construcción de nuevos recintos amurallados, como símbolos de su indemne poder. Fueron obras que modificaron radicalmente el aspecto de las ciudades. Amortizaron espacios privados, principalmente viviendas, y

espacios públicos. Los escasos restos que se fechan en el siglo IV-V son asignados a partir de la presencia de cerámicas tardías. El cuantioso volumen de especies datables –incluso en el siglo V- en las distintas excavaciones de Termes ponen en evidencia su todavía fructífera actividad. Estas cerámicas se encuentran asociadas a reformas de estancias altoimperiales, rellenos de terrenos y acolmataciones, siendo la más significativa la amortización del emisarium del Castellum Aquae de dicha ciudad, o la amortización de unas grandes cisternas en la ciudad de Uxama. Tras la creación de la sede episcopal en Oxoma, a finales del siglo VI, es el siglo VII el momento de mayor esplendor y dinamismo constructivo. Así emerge o sobrevive la ciudad de Oxoma, durante todo el periodo. Por contrapartida, algunos antiguos núcleos de antigua importancia, como Numancia u Ocilis, decaen. Termes, presenta otros condicionantes. La mayor existencia de datos arqueológicos permite detallar su evolución. Se detecta una paulatina transformación de los espacios públicos, ya desde el siglo IV, continuando en el siglo V con la privatización del Criptopórtico, aspecto que se mantendrán al habilitarse parte del área aledaña al Foro como necrópolis hispanovisigoda. No es un cementerio improvisado, respetará los límites de marcados por el entramado urbano. A su vez también se edificará, al menos un edificio durante el siglo VI - VII, siendo desmantelado ya en época altomedieval, en el siglo XII. El golpe definitivo, a la estructura social y política se producirá tras la salida de la clase dirigente del Alto Duero, con la intervención de Alfonso I, en el 723, y pondrá fin a la Antigüedad tal y como se había organizado durante los últimos siglos. Es la desaparición del Estado, quedando toda el área desestructurada, no pudiendo denominarse ya ningún enclave como ciudad. Éstas se convirtieron en simples aldeas, y canteras donde la extracción de piedra tallada fue una constante hasta el siglo XIX. Son evoluciones pausadas que se prolongan a lo largo de todo el periodo, y que tiene como rasgo característico principal la paulatina pérdida de funciones de los espacios públicos y vitalidad de los grandes asentamientos, en contraposición a la concentración y unicidad de funciones rectoras de una sola ciudad, Oxoma.


227 BIBLIOGRAFÍA / ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII)

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