27 5 Dra. Meritxell Pérez Martínez (Institute for Medieval Studies-University of Leeds)
ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII) / 275 - 282
TRANSFORMACIÓN URBANA Y DIVERSIDAD REGIONAL EN EL OCCIDENTE DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA. LOS CASOS DE HISPANIA Y BRITANNIA*
A pesar de ser un tema de larga tradición historiográfica, la desaparición del Imperio romano como estructura de poder y la consolidación de los primeros reinos bárbaros en Occidente siguen planteando interrogantes de difícil solución. En los últimos treinta años, se ha asistido a un interés creciente por la ciudad post-clásica, permitiendo modificar en buena medida la imagen de decadencia antes predominante. Las últimas obras de síntesis confirman una continuidad importante de la ciudad como el marco legal fundamental en la organización de la vida local tras la paulatina desmembración del aparato imperial en estos territorios. La preservación de las funciones fiscales, judiciales, militares y religiosas de las ciudades no invalida la existencia de una transformación importante, en la línea de los planteamientos introducidos en el panorama de la investigación actual por los integrantes del proyecto “The Transformation of the Roman World”, subvencionado por la “European Science Foundation”. Pese a ser válido en líneas generales, este modelo despierta visibles discrepancias en el estudio de los casos particulares, ante la imposibilidad de armonizar los datos procedentes de los diferentes territorios, que siguen impulsando hacia una incuestionable diversidad regional. Si bien la comprensión de estos siglos ha mejorado sustancialmente en las últimas décadas, siguen faltando estudios de síntesis actualizados que ofrezcan una visión global para la mayoría de las ciudades occidentales de la transición a la Edad Media. El conocimiento histórico y arqueológico desigual de estas ciudades no ha contribuido a hacer de ésta una labor posible. La concesión de una beca de investigación post-doctoral del MEC en la University of Leeds, durante los últimos dos años, ha permitido llevar a cabo un estudio en profundidad de las transformaciones experimentadas por un grupo de ciudades pertenecientes a la antigua Prefectura del Pretorio de las Galias (Hispania, Gallia y Britannia) al término del Imperio romano de Occidente, en una relación dialéctica con los cambios del liderazgo, la adaptación de la cultura clásica y la evolución de la fisonomía de los núcleos urbanos durante los siglos V al VIII. Para ello, se ha * Se presentan, en esta comunicación, algunos de los resultados de la investigación realizada durante los últimos dos años en la University of Leeds, gracias a la concesión de una beca postdoctoral por la Secretaría de Estado de Universidades e Investigación del Ministerio de Educación y Ciencia (Ref. EX-2006-1432).
diseñado un nuevo modelo de transformación urbana, que se inspira en el modelo creado para Tarraco con motivo de mi tesis doctoral.1 El modelo en cuestión concede un interés prioritario al estudio regional, permitiendo unir los resultados del estudio sobre las fuentes documentales y los materiales arqueológicos desde una perspectiva interdisciplinar. Este método de trabajo persigue huir de estereotipadas conjeturas y generalizaciones, al tiempo que proporciona la base indispensable para el ulterior estudio comparativo de los resultados.2 La investigación realizada confirma el protagonismo de las especificidades regionales como un rasgo característico de la historia de estos siglos, a la vez que permite reconocer una importante homologación de las diferentes ciudades con las pautas de desarrollo general, documentadas en otras regiones del Imperio durante los mismos años. El estudio conjunto de la evidencia disponible para Hispania y Britannia, en esta ocasión, responde a la voluntad de equilibrar la propensión de la historiografía a abordar el estudio de las periferias de una forma aislada, al tiempo que persigue llamar la atención sobre las lagunas y los desafíos de las posturas interpretativas preponderantes. El conocimiento actual de las ciudades tardías de Hispania ha mejorado sensiblemente en los últimos años, una vez superado el pesimismo que se colige de ciertas fuentes antiguas, así como el limitado conocimiento de los materiales tardorromanos. Esto ha sido posible gracias a un renovado interés por el estudio regional, la aplicación de una metodología actualizada y la difusión de las nuevas interpretaciones mantenidas en contexto europeo. El caso britano, en particular, adolece de una problemática historiográfica propia, que le ha mantenido separado de la experiencia continental durante siglos.3 A pesar de 1. M. PÉREZ, en prensa. 2. Las ventajas de la historia comparada y el estudio regional han vuelto a ser puestas de manifiesto en época reciente en la síntesis de C. WICKHAM, 2005. 3. Si bien cada vez son más numerosos los autores que propugnan una incorporación de Britannia a los parámetros continuistas de la Antigüedad Tardía continental, la terminología adoptada en las obras fundamentales del período sigue siendo un claro reflejo de la visión rupturista e aislacionista preponderante. Una muestra en J. MORRIS, 1973; E.A. THOMPSON, 1984; R. REECE, 1992; N.J. HIGHAM, 1994; S.T. LOSEBY, 2000; A. WOOLF, 2003; N. FAULKNER, 2004 contra las opiniones más integradoras de I. WOOD, 1984 y 1987; P. DIXON, 1992; K. DARK, 1994 y 2000; S. ESMONDE CLEARY, 2001; A. THACKER y R. SHARPE, 2002.
276 M. PÉREZ: TRANSFORMACIÓN URBANA Y DIVERSIDAD REGIONAL EN EL OCCIDENTE DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA...
tratarse de un debate no concluido en lo que concierne a estos territorios, el análisis de la evidencia disponible bajo los parámetros de la Antigüedad Tardía continental constituye una exigencia para el historiador interesado en reconstruir la historia de la diócesis de Britannia en estos siglos porque permite superar las limitaciones derivadas de las tesis tradicionales sobre la insularidad y el carácter periférico de estos territorios, para situarlos en la experiencia de sus homólogas continentales durante los mismos años.4 En contra de la visión preponderante, el aspecto diferencial de las ciudades britanas no está presente en las fuentes documentales conservadas, mientras que la arqueología proporciona datos fundamentales para sostener una mayor continuidad de realidades precedentes, así como una importante homologación con sus contemporáneas en la Europa continental. El caso britano revela la universalidad de los principales procesos históricos que condicionaron el destino de los territorios occidentales cuando la hegemonía romana desapareció. Pero, puesto que cada provincia respondió de forma diferente, subraya la necesidad de emprender estudios regionales de profundidad con el objetivo de establecer las dinámicas de transformación urbana que prevalecieron en los diferentes territorios en los diferentes momentos. Cabe recordar, a este propósito, que la existencia de especificidades regionales es también un rasgo característico de la Antigüedad Tardía en el continente. Esta tarea de investigación histórica, que no ha sido abordada por la bibliografía hasta el momento, permite situar la evidencia disponible para Britannia en una perspectiva novedosa de alcance europeo, al tiempo que enriquece nuestra comprensión global de los desarrollos contemporáneos en Hispania y la Gallia. La documentación textual disponible, aún siendo pobre y difícil, atesora datos fundamentales para el estudio de las ciudades. El siglo V se inaugura con una serie de episodios fundamentales para el destino del Imperio romano de Occidente, en general, y la Prefectura de las Galias, en particular. El debilitamiento progresivo del poder central, la proliferación de usurpadores al trono imperial, la presión en las fronteras, la fragmentación territorial, los movimientos sociales de protesta o la creación de los primeros reinos bárbaros informan de una época de profunda transformación que derivó en una reorganización necesaria del poder imperial en el conjunto de las provincias occidentales. El reconocimiento de nuevos poderes en el ámbito local o el progresivo abandono de las regiones periféricas, obligadas a resistir por sí mismas y a adaptarse a las nuevas situaciones, son realidades bien documentadas en Hispania, que no esconden una cierta debilidad del Imperio romano como estructura de poder en Occidente.5 Sin embargo, el 4. Un planteamiento exhaustivo de estos problemas en A. HARRIS, 2003; R. COLLINS Y J. GERRARD, 2004; K. DARK, 2004. 5. J. ARCE, 2005, p. 167.
caso hispano resulta ilustrativo del interés continuado del Imperio por estos territorios, así como de la voluntad de perpetuar la identidad y la vitalidad de las ciudades romanas por parte de los locales y los nuevos pobladores.6 La conflictividad abierta por la usurpación de Constantino III (407-411) resultó en la entrada de un grupo de gentes bárbaras a Hispania en el año 409. Dos años más tarde, las provincias hispanas eran repartidas entre suevos, vándalos y alanos, excepto la Tarraconense. La desmitificación de estas invasiones ha sido quizás uno de los avances más importantes de la historiografía hispana de los últimos años.7 La usurpación de Constantino III posee un valor añadido en los estudios sobre Britannia, en los que aparece como un punto de inflexión no superado que conllevó el final de la Britannia romana, así como la interrupción de los antiguos lazos con el gobierno imperial y sus homólogas continentales.8 A pesar de que se dispone de escasas fuentes para reconstruir estos episodios, de ellas se desprende que ninguno de los autores contemporáneos los interpretaron como el final de la Britannia romana.9 El famoso rescripto de Honorio a las poleis de Britannia del año 410, conminándolas a procurarse su propia defensa frente a los bárbaros, ha venido interpretándose como una prueba del colapso de la administración diocesana en estos territorios y de la desaparición de un estilo de vida de corte romano al mismo tiempo.10 Pero las fuentes disponibles no permiten excluir la formulación de propuestas alternativas. Mientras parece más apropiado interpretar estas referencias en consonancia con el contexto militar de comienzos del siglo V, otros textos conservados atestiguan una importante preservación de las formas tradicionales de la administración romana, basada en las ciudades, una paulatina imposición de las élites autóctonas en los puestos del liderazgo local, así como una etapa de relaciones intensas y continuadas con el continente, en materia civil y especialmente eclesiástica, hasta el final del Imperio romano de Occidente.11 El estudio de las fuentes de origen eclesiástico y las evidencias del cristianismo atesora también datos fundamentales para la revisión de las tesis tradicionales sobre la insularidad y el carácter diferencial de estos territorios en el universo cultural y espiritual de la Antigüedad Tardía.12 6. M. KULIKOWSKI, 2004, pp. 162-163; J. ARCE, 2005, p. 213. 7. Un planteamiento de estas cuestiones en J. ARCE, 1988 y 2005. 8. Una reinterpretación del significado histórico de Constantino III puede encontrarse en I. WOOD, 1984, p. 5; K. DARK, 1994, p. 2; J.F. DRINKWATER, 1998, pp. 269-298; M. KULIKOWSKI, 2000, pp. 325-345; P. HEATHER, 2006, pp. 209-211. 9. Gildas, De excidio Britanniae, 15 y 17; Zósimo, Historia Nova, VI, 1, 2; Olympiodoro, Frag. 13. 10. Zósimo, Historia Nova, VI, X, 2. 11. Rutilius Namatianus, De reditu suo, 1, 208-213 citado por P. HEATHER, 2006, p. 245; Patricio, Confessio, 1,1 y Epistola ad milites Corotici, 3, 10; Vita Germani episcopi Autissiodorensis auctore Constantio. Sobre estas cuestiones: I. WOOD, 1984 y 1987.
277 ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII)
Por otra parte, las fuentes conservadas no permiten disociar el final de la Britannia romana del proceso histórico más amplio del final del Imperio romano en Occidente.13 Los procedimientos adoptados en la asimilación de los bárbaros no difieren tampoco de los que han podido ser documentados en otras diócesis occidentales durante el siglo V.14 Referencias al establecimiento de los sajones como federados, la concesión de tierras donde habitar o el pago de estipendios refuerzan la dependencia en prácticas imperiales, sugiriendo que, cuando los bárbaros se establecieron en Britannia, las directrices romanas eran todavía operativas en estos territorios.15 Según Gildas, cuando los sajones federados se rebelaron en Britannia saquearon ciudades y campos.16 En los años centrales del siglo V, ciudades y villas eran todavía el tipo de residencia predominante entre las élites de Occidente. Escribiendo en la Gallaecia dominada por los suevos, el obispo Hidacio se expresa en los mismos términos cuando refiere los lugares ocupados por los bárbaros como civitates et castella. Para ambos autores, el desorden moral provocado por las nuevas realidades políticas y sociales era equivalente al final de la civilización como ellos la entendían y, por tanto, al final de las ciudades.17 Sin embargo, el tópico literario del abandono de las ciudades, que aparece en muchos autores del período, responde a preocupaciones de vulnerabilidad moral, de lo que no cabe inferir la desaparición de la ciudad como unidad básica de organización.18 Como en el continente, las informaciones contradictorias contenidas en las fuentes de estos siglos proceden de un período de adaptación a las nuevas realidades políticas y sociales. El problema está en discernir cómo afectaron estas cuestiones al proceso histórico más amplio de preservación de las ciudades.19 Este contexto no fue exclusivo de Britannia y proporciona el marco necesario para una mayor comprensión de la realidad presentada por la arqueología.
La hipótesis del final de la Britannia romana a comienzos del siglo V descansa en el convencimiento de la existencia de una crisis urbana a gran escala a partir de los años centrales del siglo IV.20 Esta decadencia urbana sería, a su vez, una consecuencia lógica de un lugar común en la bibliografía anglosajona, según el que la vida urbana nunca terminó de cuajar en estos territorios.21 La misma razón se esgrime para argumentar que el colapso fue más temprano y completo aquí que en otras regiones del Imperio. Esta cuestión reviste importantes consecuencias porque constituye un obstáculo insalvable a la hora de individualizar cuestiones tan relevantes como el destino de las instituciones romanas o la consolidación del cristianismo y su iglesia en las ciudades. El acercamiento crítico de los últimos años a los modelos explicativos de la transición en Britannia, entre los que el argumento de la continuidad ocupa una posición central, no parece insistir tanto en la continuación de situaciones anteriores como en la naturaleza de dicha continuidad.22 Matices a la idea general sostienen que las ciudades no dejaron de estar ocupadas, aunque con características muy diferentes a las que habían prevalecido en un momento anterior. Los partidarios de esta interpretación parten fundamentalmente de argumentos de tipo económico en sus interpretaciones.23 La imposibilidad de hacer extensivo este modelo al conjunto de la diócesis britana hace de esta interpretación una hipótesis a demostrar, que conviene ser revisada. Por otra parte, la antelación de la mayoría de las transformaciones a los tradicionales episodios de crisis, así como su generalización al conjunto de las ciudades, sugiere la existencia de una serie de pautas homologables en los diferentes territorios durante los mismos años. Asimismo, se impone la necesidad de crear un marco interpretativo más amplio en el que tengan cabida el conjunto de los resultados del estudio arqueológico en términos no sólo económicos.24
12. Los estudios clásicos sobre el cristianismo en Britannia son J.M.C. TOYNBEE, 1953; M.W. BARLEY y R.P.C. HANSON, 1968; W.H.C. FREND, 1979; C. THOMAS, 1981; a los que cabe añadir los recientes trabajos de D. WATTS, 1991; C.F. MAWER, 1995; A. THACKER y R. SHARPE, 2002 y D. PETTS, 2003. 13. Chronica Gallica a. 452, 306 (a. 441-442); Chronica Gallica a. 511, 602; Gildas, De excidio Britanniae, 24; Beda, Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum, 1, 14-15. Algunos autores han reivindicado una continuidad de la Britannia romana hasta los años centrales del siglo V: P. SALWAY, 1981; J. CAMPBELL, 1982; I. WOOD, 1984; N. HIGHAM, 1992; A.S. ESMONDE CLEARY, 2000; P. HEATHER, 2005. 14. I. WOOD, 1984; H. MAYR-HARTING, 1991. 15. Gildas, De excidio Britanniae, 24; Beda, Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum, 1, 15. 16. Gildas, De excidio Britanniae, 24. 17. Hidacio, Chronica, praefatio, 4; Gildas, De excidio Britanniae, 21; Epistola Gildae, 66. 18. Gildas relata que, mientras escribía, las ciudades ya no estaban habitadas, sino abandonadas y destruidas: De excidio Britanniae, 26. El mismo tópico literario aparece en Orosio, Historiarum adversus paganos, 7, 41, refiriéndose a Tarraco, o tan tarde como en Beda, Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum, 1, 22.
19. La pervivencia de la identificación iglesia-ciudad redunda en esta continuidad, tal y como atestiguan los numerosos ejemplos contenidos en las fuentes de origen eclesiástico: Patricio, Confessio, 1,1; Epistola ad milites Corotici, 3, 10; Vita Germani, 14 y 17, después recogido por Beda, Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum, 1, 17 y 20. 20. Las teorías sobre la decadencia de la vida urbana en Britannia a partir del año 350 han sido ámpliamente desarrolladas por R. REECE, 1980 y 1992. 21. J. RICH, 1992, p. VII. 22. P. SALWAY, 1981, p. 373; C.A. SNYDER, 1998, pp. 251-252. 23. La interrupción de la llegada masiva de moneda y cerámica a Britannia en los primeros años del siglo V se interpreta como una evidencia de la temprana paralización de una producción a gran escala, así como una demostración de su progresivo aislamiento con respecto a las redes de un comercio activo a larga distancia, razones esgrimidas para argumentar el colapso de las economías urbanas en estos territorios: R. REECE, 1992; N. FAULKNER, 2004; C. WICKHAM, 2005. Matices a la idea general en P.J. CASEY, 1979; J. CAMPBELL, 1991; K. DARK, 1994 y 2000; G. DE LA BÉDOYÈRE, 1999; J. GERRARD, 2004; P. REYNOLDS, 2005. 24. P. DIXON, 1992, pp. 145-160.
27 8 M. PÉREZ: TRANSFORMACIÓN URBANA Y DIVERSIDAD REGIONAL EN EL OCCIDENTE DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA...
Los primeros elementos de transformación de los cuadros urbanos antiguos en los territorios occidentales, tales como el abandono selectivo de edificios públicos, el saqueo sistemático de estructuras, el uso de materiales reciclados en las nuevas construcciones (spolia), el reciclaje de antiguos monumentos con funciones nuevas o la coexistencia de funciones en los mismos sectores urbanos, están bien documentados por la arqueología en las ciudades mejor conocidas de Hispania desde el mismo siglo III, también en Britannia. Estas realidades coexisten con otras manifestaciones propias de la Antigüedad Tardía continental, como el descenso de la densidad de ocupación del espacio intramuros, la aparición de suburbios emergentes, la pérdida de la coherencia edilicia anterior, la adopción de nuevas estrategias urbanas y la alteración de los vínculos tradicionales con los territorios administrativos dependientes. Rechazando antiguas opiniones que vieron estos fenómenos como un signo de decadencia y desestructuración urbanas, hoy se impone la necesidad de interpretarlos como el resultado de una importante transformación en la estructura del poder, con un efecto inmediato en la transformación de la fisonomía de las ciudades.25 Como en Hispania, los primeros factores de disgregación de la realidad urbana en Britannia aparecen como el resultado del impacto de las reformas del estado bajoimperial de época tetrárquica en estos territorios. La completa reestructuración administrativa de la prefectura gala y la imposición de una nueva organización en materia civil y militar habrían de conllevar cambios fundamentales en las provincias, así como una sorprendente homologación de criterios que contribuyera a una mayor centralización, que era lo que la autoridad imperial perseguía en última instancia. La reducción de los antiguos territorios provinciales y la progresiva pérdida de atribuciones de las curias municipales se encuentran en el origen del abandono y la transformación funcional de los edificios públicos en muchas ciudades. Es necesario interpretar en este sentido la reducción de los antiguos recintos forenses, que se atestigua en la mayoría de las ciudades occidentales en el curso del siglo IV.26 El abandono selectivo y deliberado de determinados edificios coexiste con el mantenimiento, la reforma y la construcción de otros, junto con un aumento de la inversión pública de promoción imperial. La reorganización del período tetrárquico tuvo un efecto inmediato en Britannia en los centros militares de la frontera norte, que experimentaron una transformación radical de los espacios destinados a los cuarteles a partir de estos momentos, coincidiendo con sucesivas obras de actualización de sus sistemas defensivos.27 Interpretaciones recientes vinculan las reformas 25. G.P. BROGIOLO, 1996; G.P. BROGIOLO; B. WARD-PERKINS, 1999; G.P. BROGIOLO; N. GAUTHIER; N. CHRISTIE, 2000. 26. Londres, Lincoln, St Albans, Cirencester y Wroxeter: J. CAMPBELL, 1991; K.R. DARK, 1994; J. WACHER, 1995; S. ROSKAMS, 1996; R. NIBLETT y I. THOMPSON, 2005.
de estos centros con su integración en un amplio programa estratégico, que incluiría la actualización de las vías de comunicación y la refortificación de ciertas ciudades para proteger los canales del transporte de la annona militaris de época tetrárquica.28 La generalización de determinadas prácticas, como el saqueo sistemático de materiales para ser reutilizados en las nuevas construcciones, reproduce ya un nuevo modelo constructivo, que no esconde la existencia de una cierta gestión y dirigismo en el uso del espacio urbano por parte de las autoridades competentes.29 Todas estas cuestiones comportaron no sólo un cambio determinante en la fisonomía de las ciudades, sinó también en los valores sociales tradicionales, tal y como cabe inferir de la transformación de las pautas de residencia precedentes. En Britannia, como en Hispania, numerosas ciudades permiten identificar la gradual implantación de una nueva estrategia de ocupación doméstica en un momento anterior al colapso de la autoridad romana en estos territorios. La transformación de las prácticas residenciales precedentes confirma dinámicas continentales en términos de la reocupación de edificios romanos emblemáticos, el deterioro de materiales y técnicas y el cambio de patrones y ubicaciones, obligando a reconsiderar las opiniones de quienes presentaron las ciudades como centros de poder y autoridad, vaciados de sus funciones residenciales tradicionales.30 Numerosas ciudades poseen evidencias de edificios públicos cuidadosamente desmantelados en el siglo V, en un momento anterior al establecimiento de nuevas estructuras con funcionalidad doméstica y productiva.31 La comparación con los casos continentales mejor conocidos sugiere que la invasión de edificios públicos fue un movimiento perfectamente regulado, que no excluyó la continuidad del carácter oficial de estos espacios a pesar de la coexistencia de funciones.32 En algunos casos, la evidencia arqueológica de una ocupación anglosajona dentro de los muros urbanos sigue en el tiempo a este fenómeno.33 Britannia posee también evidencias del proceso de bipolarización de las
27. R. COLLINS, 2004. Reformas bien documentadas por la arqueología en Carlisle, Birdoswald, Chesterholm, Housesteads y South Shields. 28. C. FERNÁNDEZ-OCHOA y A. MORILLO, 2005; P. REYNOLDS, 2005. 29. El predominio de la arquitectura de madera en Britannia coincide con el abandono de las canteras romanas en el continente y la difusión de los materiales constructivos perecederos. Las nuevas construcciones de Wroxeter, Canterbury y Birdoswald son ejemplos extraordinarios: C.A. SNYDER, 1998; T. WILMOTT, 1997 y 2001. 30. La visión tradicional sobre las ciudades como centros de poder no aptos para la residencia se encuentra de una forma generalizada en la bibliografía. Una muestra en P. DIXON, 1992, pp. 145-160; K. DARK, 1994, p. 25; C.A. SNYDER, 1998, pp. 162-163. 31. Wroxeter, Canterbury, Dorchester, St. Albans, Cirencester y York: D. PHILLIPS; B. HEYWOOD, 1995; R. NIBLETT y I. THOMPSON, 2005. 32. Tarragona y Arlés: M. PÉREZ, en prensa. 33. Canterbury y Leicester: K. DARK, 2000.
27 9 ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII)
ciudades de época tardía, como resultado de la progresiva consolidación de nuevos suburbios con funciones eminentemente residenciales, productivas y comerciales. La consolidación de nuevos centros institucionales de poder dentro de los muros urbanos y la ocupación residencial de los suburbios están bien documentados en la Europa continental desde el mismo siglo V, tal y como atestigua el fenómeno de la reocupación de teatros y anfiteatros romanos previamente abandonados.34 Considerados entre los argumentos favoritos de discontinuidad, los potentes depósitos de “tierras oscuras” (“dark earth”) documentados en Londres, York, Canterbury, Winchester, Lincoln y Gloucester proporcionan un valioso argumento de continuidad de ocupación en las ciudades si se analizan a la luz de la experiencia continental en el mismo período.35 Recientes estudios micromorfológicos confirman que estos depósitos se componían de una gran variedad de materiales orgánicos y escombros, como resultado de la descomposición de estructuras de madera y del despliegue de actividades domésticas, agrícolas e industriales.36 Es interesante constatar que los niveles documentados en ciertas partes de Londres (Southwark Street) y Canterbury (Whitefriars) aparecen tan pronto como la segunda mitad del siglo II y que éstos han sido hallados sólo en los solares con una mayor actividad en época tardía. El estudio de los materiales procedentes de los vertederos urbanos confirma el cambio en las pautas de asentamiento precedentes, a la vez que proporciona una imagen fidedigna de los contextos materiales de las ciudades de los siglos V y VI, permitiendo constatar una mayor continuidad de los vínculos con los establecimientos rurales del territorium (York) y el exterior (Birdoswald), así como una perduración de la producción y el comercio de productos locales, encontrándose en ocasiones en lugares relativamente alejados de los centros productores principales.37 Numerosas ciudades britanas poseen evidencias de vitalidad durante el período de dominio político de los monarcas anglosajones, confirmando su actividad como centros de representación política y religiosa, con capacidad jurídica y de control sobre los territorios inmediatos a ellas. A diferencia del caso hispano, el punto central de la discusión está en discernir si se trata de la continuidad de realidades anteriores, heredadas del período tardorromano, o si, por el contrario, fue el resultado de una reciente implantación acorde con las exigencias del nuevo mapa político contemporáneo.38 La
34. Cartagena y Aix-en-Provence. Cirencester y Chester sugieren una realidad similiar en Britannia, J. WACHER, 1995. 35. La diversa apariencia y composición de estos niveles en las diferentes ciudades permite explicar la diversidad de interpretaciones formuladas hasta el presente. Un planteamiento de estas cuestiones en K. DARK y P. DARK, 1997, pp. 120-122. 36. K. DARK, 1994, pp. 15-17. 37. D. PHILLIPS; B. HEYWOOD, 1995; J. GERRARD, 2004.
arqueología proporciona datos contradictorios en este sentido, fruto del desigual conocimiento de estas ciudades.39 Sin embargo, fenómenos como la preservación de los ejes urbanísticos de época romana, el uso de antiguas necrópolis y edificios, la consolidación de espacios dedicados al comercio en conexión con las ciudades y la conservación del trazado de las vías romanas plantean una perduración importante de las formas de vida urbana, así como la existencia de un contacto continuado con los establecimientos rurales del territorio.40 El estudio de las transformaciones del paisaje rural constituye un campo de trabajo fundamental en este sentido, permitiendo confirmar un elevado grado de continuidad de antiguas realidades bajo la atenta mirada de los nuevos gobernantes.41 La investigación actual sobre estos temas está llegando a resultados significativos en el norte de Inglaterra, gracias al creciente conocimiento histórico y arqueológico de estos territorios. En un momento en el que York proporciona todavía escasos testimonios materiales sobre la actividad de los monarcas de Northumbria en los territorios septentrionales, las evidencias procedentes de Vale of Pickering y Lower Tyne revelan la existencia de vínculos estrechos e importantes con las familias reinantes durante los siglos VII y VIII. Las numerosas fundaciones monásticas de promoción regia documentadas en la zona coinciden con la preservación de los nudos y las vías de comunicación romanos, así como con la apropiación de ciertos centros de importancia política y de poder del período tardorromano. La alineación de una serie de asentamientos post-romanos activos en la vía que unía York con los centros militares del antiguo Muro de Adriano (York-Malton-Aldborough-Corbridge) es significativa a este respecto.42 La paulatina consolidación de nuevos centros de poder y monasterios de fundación regia en estas regiones permite comenzar a reconstruir los vínculos establecidos entre el proceso de conmemoración de las dinastías regias de Northumbria y la apropiación del pasado romano con un nuevo significado.43 38. Entre los partidarios de la continuidad, se encuentran P. DIXON, 1992; K. DARK, 1994; B. YORKE, 2003. Una opinión diversa en S. ROSKAMS, 1996; C. WICKHAM, 2005. 39. K. DARK y P. DARK, 1997. 40. M. MCCARTHY, 1990; K. DARK, 1994. 41. Salvo algunas excepciones (Londres, York y Wroxeter), el “hinterland” de las ciudades ha sido objeto de escasa atención por parte de la comunidad científica interesada en las transformaciones documentadas en el interior de los muros urbanos. No obstante, nuestra comprensión del paisaje urbano pasa necesariamente por establecer como evolucionó el vínculo de las ciudades con sus territorios dependientes con el paso del tiempo: K. DARK y P. DARK, 1997, pp. 114-134. 42. K. DARK, 1994. Cabe destacar, a título de ejemplo, los monasterios fundados en Lastingham, Kirkdale o Hovingham: H. MAYR-HARTING, 1991; I. WOOD, 2008. Se propone una conexión de éste último con la villa-palacio tardorromana encontrada en sus inmediaciones, vinculada muy probablemente con la presencia de los altos mandos militares en Malton. 43. I. WOOD, 2008.
280 M. PÉREZ: TRANSFORMACIÓN URBANA Y DIVERSIDAD REGIONAL EN EL OCCIDENTE DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA...
La pervivencia de una autoridad competente en las ciudades presupone la vigencia de algún tipo de control sobre el suelo urbano y los territorios dependientes, al tiempo que permite plantear una cierta continuidad de las ciudades como entidades administrativas y, por tanto, legales. A diferencia de lo que sucede en Hispania, la preservación de la entidad legal de las ciudades dispone de un respaldo documental insuficiente en Britannia, pudiendo ser confirmada sólo en algunos de los centros urbanos mejor conocidos. Para el resto, sólo la arqueología permite suponer que éste fue el caso. Sin embargo, el proceso por el que determinados centros secundarios adquirieron el estatus ciudadano en el período tardío no es algo desconocido en Hispania, encontrándose en muchos casos en una estrecha relación con la presencia de obispos y la implantación de una estructura eclesiástica organizada.44 En Britannia, son muy interesantes a este propósito las novedades procedentes del estudio de los centros militares de la frontera norte, integrados en el antiguo Muro de Adriano. Concebidos en origen como centros de la administración militar, estos asentamientos no constituyeron inicialmente entidades legales civiles. No obstante, la ulterior consideración urbana de algunos de estos centros, tal y como parece desprenderse del hecho que las fuentes de los siglos VII y VIII se refieran indistintamente a ellos como civitates, impone la necesidad de profundizar en el funcionamiento administrativo de esta región al término del Imperio. La revisión actual de los datos procedentes de la frontera norte sugiere una temprana organización en materia civil y militar de estos territorios, cuyos centros administrativos se encontrarían en las propias inmediaciones del Muro. Aunque los textos disponibles no permiten dar respuesta a cuestiones fundamentales sobre la organización de este proceso y su evolución en el tiempo, la epigrafía plantea que Carlisle pudo funcionar como centro administrativo de los fuertes ubicados en la mitad occidental del Muro desde el siglo II hasta el IV, por lo menos.45 La coherencia y la amplitud de las reformas documentadas por la arqueología en el asentamiento de civiles y veteranos, vecino al fuerte de Carlisle, dispone de paralelos importantes en Corbridge, en la mitad oriental del Muro. Es interesante constatar que estos centros evolucionaron de forma idéntica a las ciudades britanas mejor conocidas a partir del siglo III, aún formar parte de diferentes categorías legales en un principio.46 En contra de la visión tradicional, que sostuvo su abandono generalizado a resultas de las sucesivas retiradas de tropas por Máximo, Estilicón y Constantino III, la continuidad ocupacional del Muro
44. M. PÉREZ, en prensa. 45. Sobre la civitas Carvetionum (Carlisle): M. MCCARTHY, 1990 y 1999. 46. M. MCCARTHY, 1990, p. 10.
está bien documentada por la arqueología más allá del siglo V.47 La evidencia arqueológica atestigua una ocupación continuada de carácter elitista en el interior de los fuertes, a pesar de constatar un gradual abandono de las casernas militares a lo largo del siglo IV.48 Este fenómeno está bien documentado en Carlisle y Corbridge, pero también en los centros menores de Birdoswald y South Shields.49 Estas modificaciones coinciden con importantes obras de actualización de las defensas, destinadas a regular el tráfico de personas a través del Muro con una nueva organización, así como con el mantenimiento de las arterias viarias principales de época romana.50 Los hallazgos que sugieren la existencia de una ocupación secular de estatus elevado coexisten con la actividad continuada de las tierras de cultivo y un número importante de granjas dispersas, dedicadas a la producción agrícola y ganadera.51 De esto deriva que la asumida retirada de las tropas romanas a inicios del siglo V no conllevó un abandono generalizado de las tradicionales áreas de asentamiento de época romana, ni tampoco de su actividad económica.52 Desde un punto de vista material, la mejor evidencia arqueológica de esta continuidad es el mantenimiento de las actividades agrícolas en los territorios inmediatos a los fuertes. Los análisis palinológicos realizados sobre las muestras procedentes de Birdoswald confirman una continuidad ininterrumpida de las labores agrícolas, de acuerdo con los modelos romanos, hasta bien entrado el siglo VII.53 Si a las evidencias de una actividad de explotación agrícola y ganadera se une la continuidad de una autoridad competente en estos centros, es plausible pensar en el despliegue de un cierto control sobre el territorio y sus fuentes de riqueza hasta estos momentos. La ulterior transferencia de autoridad a los monarcas anglosajones, en el transcurso del siglo VII, dispone de un repertorio documental discontínuo y fragmentario. Pero el interés selectivo de los sucesivos monarcas por unos centros en detrimento de otros no permite excluir la posibilidad de que una eventual continuidad en la percepción de rentas sobre las tierras dependientes o vinculadas con estos centros se hubiera encontrado en el origen de dicho interés.54
47. Una revisión de estos temas en C.A. SNYDER, 1998; M. MCCARTHY, 1990 y 1999; T. WILMOTT, 1997 y 2001; K. DARK, 2000. 48. M. MCCARTHY, 1990, pp. 45-69. 49. T. WILMOTT, 1997 Y 2001. Otros ejemplos en Binchester y Chesterholm (Vindolanda). 50. M. MCCARTHY, 1990, p. 9 y 1999, p. 61; R. COLLINS, 2004, pp. 127-130. 51. Es interesante constatar la sucesión de períodos de uso y desuso, así como la contemporaneidad entre nuevas estructuras y zonas abandonadas: M. MCCARTHY, 1990, pp. 359-377; R. COLLINS, 2004, pp. 123-133. 52. K. DARK y P. DARK, 1997, pp. 143-144. 53. T. WILMOTT, 1997 y 2001; R. COLLINS, 2004, pp. 123-133: el cereal mayoritario es el trigo (importado), seguido de la cebada (local). 54. G.W.S. BARROW, 1969.
281 ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII)
A modo de conclusión, la cuestión de la transformación de las ciudades es un tema sumamente complicado por la diversidad de experiencias documentadas en el espacio y en el tiempo desde la misma época romana.55 El estudio regional proporciona las bases necesarias para establecer la dinámica de transformación urbanística que prevaleció en los territorios de la antigua Prefectura del Pretorio de las Galias al término del Imperio romano de Occidente, así como los condicionantes socio-políticos que la hicieron posible, mientras que el procesamiento de los datos obtenidos bajo unos criterios preestablecidos e idénticos abre el camino para comenzar a extraer conclusiones de validez general. La transformación de las ciudades romanas de Hispania y Britannia fue un proceso iniciado con anterioridad a la desintegración del Imperio romano en Occidente. La progresiva definición de un nuevo modelo urbano coexistió con la paulatina disgregación de la esfera pública y se modeló al ritmo de su transformación en una nueva forma de control político, que no comprometió la pervivencia de la ciudad como realidad jurídica.56 La preservación del carácter jurídico y la entidad legal de las ciudades no implica que su fisonomía, sus instituciones y sus vínculos con el territorio permanecieran inalterados con el paso del tiempo, pero permite explicar que éstas continuaran actuando como centros de representación política y religiosa, así como lugares aptos para la residencia y el desarrollo de las actividades económicas. La confrontación de los datos procedentes de los casos particulares, con sus propias especificidades regionales, confirma una continuidad importante de la ciudad como elemento aglutinador y organizador del paisaje, el poder y el entramado político y social en el período post-clásico, obligando a reconsiderar y a matizar buena parte de los lugares comunes imperantes en el discurso histórico actual sobre estos siglos. Esta continuidad es sintomática del impacto limitado de la conquista y el asentamiento de los pue-
blos bárbaros en el destino histórico de estas ciudades, cuyas alteraciones más visibles empezaron a materializarse con anterioridad, como resultado de una particular dinámica de adaptación local ante las transformaciones del período bajoimperial. Asimismo, permite reivindicar el protagonismo, todavía incierto, de las antiguas élites tardorromanas, no sólo en la conservación de antiguas realidades, sino también en las transformaciones derivadas de una necesaria adaptación a los nuevos tiempos. Los episodios de inicios del siglo V proporcionaron un ambiente propicio para la perpetuación de las transformaciones de la ciudad antigua. Pero esto no basta para explicar el final de una civilización urbana visiblemente activa en estos territorios.57 Pese a ser una diócesis profundamente militarizada desde sus orígenes, las formas de vida urbana continuarían teniendo en Britannia una importancia extraordinaria en todos los planos del desarrollo humano todavía en el siglo VI. La suplantación de los britano-romanos por los anglosajones en su antigua superioridad política, militar, cultural y religiosa se produjo en el siglo VII en un nuevo ambiente de unificación con la cultura dominante en el continente.58 El nuevo contexto coincide con una época de consolidación del poder regio, con aspiraciones globalizantes y centralizadoras, en el conjunto de la Europa occidental. Como en el continente, los cambios del siglo VII operaron en un contexto capitalizado por una serie de permanencias fundamentales, que se habían ido afianzando en el transcurso del período tardío.59 La evidencia tomada en consideración en este estudio redunda en la universalidad de los procesos históricos que condicionaron el destino de los territorios occidentales tras la desaparición de la hegemonía romana. Establecer el marco cronológico preciso para las diferentes transformaciones, así como el impacto de estas cuestiones en el ulterior desarrollo de las ciudades, es algo que sólo el estudio de las casos particulares puede resolver.
Fuentes documentales Beda, Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum en C. Plummer (Edit.): Venerabilis Baedae. Historiam Ecclesiasticam Gentis Anglorum. Historiam Abbatum. Epistolam ad Ecgberctum, 2 Vols. Oxford: Clarendon Press, 1896. Chronica Gallica a. CCCCLII et DXI, MGH, AA, Chronica Minora, I, Berlín, 1892, pp. 615-666. Gildas, De excidio Britanniae en J. Stevenson (Edit.): De excidio Britanniae. Londres: Sumptibus Societatis, 1838. Hidacio, Chronica en R.W. Burgess (Edit.): The “Chronicle” of Hydatius and the “Consularia Constantinopolitana”. Two contemporary accounts of the final years of the Roman Empire. Oxford: Clarendon Press, 1993.
Olympiodoro, Fragmenta en R.C. Blockley: The Fragmentary Classicising Historians of the Later Roman Empire. Eunapius, Olympiodorus, Priscus and Malchus. 2 Vols. Liverpool: Francis Cairns, 1981-1983. Orosio: Historiarum adversus paganos en A. Lippold (Edit.): Le storie contro i pagani. Roma: Fondazione Lorenzo Valla, 1998 (3ª edición). Patricio, Confessio y Epistola ad milites Corotici en D.R. Howlett (Edit.): The Book of letters of Saint Patrick the bishop. Dublin: Four Courts Press, 1994. Vita Germani episcopi Autissiodorensis auctore Constantio, MGH, SRM, VII, HannoverLeipzig, 1920, pp. 225-283. Zósimo, Historia Nova en J.M. Candau (Edit.): Zósimo. Nueva Historia. Madrid: Gredos, 1992.
55. A. THACKER y R. SHARPE, 2002, pp. 102-105. 56. J. ARCE, 1993, p. 186; S. GUTIÉRREZ en G.P. BROGIOLO, 1996, p. 60.
57. K. DARK, 1994, pp. 68-69; M. KULIKOWSKI, 2004, pp. 288-289. 58. K. DARK, 2000, pp. 227-230; B. YORKE, 2003, pp. 381-407. 59. J. CAMPBELL, 1991, p. 16; K. DARK, 1994, pp. 50-51; B. YORKE, 2003, pp. 381407.
282 M. PÉREZ: TRANSFORMACIÓN URBANA Y DIVERSIDAD REGIONAL EN EL OCCIDENTE DE LA ANTIGÜEDAD TARDÍA...
J. ARCE: España entre el mundo antiguo y el mundo medieval. Madrid: Taurus, 1988. - “La ciudad en la España tardorromana: ¿continuidad o discontinuidad?” en Ciudad y comunidad cívica en Hispania (siglos II y III d.C.). Madrid: Colección de la Casa Velázquez, 1993, pp. 177184. - Bárbaros y romanos en Hispania (400-507 A.D.). Madrid: Marcial Pons, 2005. M.W. BARLEY; R.P.C. HANSON (Edits.): Christianity in Britain, 300-700. Leicester: Leicester University Press, 1968. G.W.S. BARROW: “Northern English society in the twelfth and thirteenth centuries”, Northern History, 4, Leeds, 1969, pp. 1-28. G. DE LA BÉDOYÈRE: The Golden Age of Roman Britain. Stroud: Tempus Publishing, 1999. A K. BOWES; M. KULIKOWSKI (Edits.): Hispania in Late Antiquity. Current Perspectives. Leiden-Boston: Brill, 2005. G.P. BROGIOLO (Edit.): Early Medieval Towns in the Western Mediterranean (Ravello, 22-24 september 1994). Mantua: Editrice Società Archeologica Padana, 1996. G.P. BROGIOLO; B. WARD-PERKINS (Edits.): The Idea and Ideal of the Town between Late Antiquity and the Early Middle Ages. BostonLeiden-Köln: Brill, 1999. G.P. BROGIOLO; N. GAUTHIER; N. CHRISTIE (Edits.): Towns and their Territories between Late Antiquity and Early Middle Ages. Boston-Leiden-Köln: Brill, 2000. J. CAMPBELL (Edit.): The Anglo-Saxons. Londres: Penguin Books, 1991. P.J. CASEY (Edit.): The end of Roman Britain: Papers arising from a conference Durham, 1978. Oxford: BAR, 1979. N. CHRISTIE; S.T. LOSEBY (Edits.): Towns in Transition. Urban evolution in Late Antiquity and the early Middle Ages. Aldershot: Ashgate, 1996. R. COLLINS: “Before ‘The End’: Hadrian’s Wall in the 4th and after” en R. Collins; J. Gerrard (2004), pp. 123-133. R. COLLINS; J. GERRARD (Edits.): Debating Late Antiquity in Britain AD 300-700. Oxford: BAR British Series 365, 2004. K.R. DARK: Civitas to Kingdom: British Political Continuity, 300-800. Leicester: Leicester University Press, 1994. - Britain and the End of the Roman Empire. Stroud: Tempus Publishing, 2000. - “Back to “The Dark Ages”? Terminology and
preconception in the archaeology of fifth-to seventh-century Britain”, The Journal of Celtic Studies, 4, 2004, pp. 193-200. K.R. DARK; P. DARK: The Landscape of Roman Britain. Strout: Sutton Publishing, 1997. P. DIXON: “The cities are not populated as once they were” en J. Rich (1992), pp. 145-160. J.F. DRINKWATER: “The Usurpers Constantine III (407-411) and Jovinus (411-413)”, Britannia, 29, 1998, pp. 269-298. S. ESMONDE CLEARY: The Ending of Roman Britain, Londres: Batsford, 2000. - “The Roman to Medieval Transition” en S. James; M. Millet (Edits.): Britons and Romans: Advancing an Archaeological Agenda. York: Council for British Archaeology, 2001, pp. 90-97. N. FAULKNER: “The Case for the Dark Ages” en R. Collins; J. Gerrard (2004), pp. 5-12. C. FERNÁNDEZ-OCHOA y A. MORILLO: “Walls in the urban landscape pf late Roman Spain: Defense and Imperial strategy” en K. Bowes y M. Kulikowski (2005), pp. 299-340. W.H.C. FREND: “Ecclesia Britannica: Prelude or Dead End”, Journal of Ecclesiastical History, 30/2, 1979, pp. 129-144. J. GERRARD: “How late is late? Pottery and the fifth century in SW Britain” en R. Collins; J. Gerrard (2004), pp. 65-75. H.-W. GOETZ; J. JARNUT; W. POHL (Edits.): Regna and Gentes. The Relationship between Late Antique and Early Medieval Peoples and Kingdoms in the Transformation of the Roman World. BostonLeiden-Köln: Brill, 2003. S. GUTIÉRREZ: “Le città della Spagna tra romanità e islamismo” en G.P. Brogiolo (1996), pp. 55-65. A. HARRIS: Byzantium, Britain and the West. The archaeology of cultural identity AD 400-650. Stroud: Tempus, 2003. P. HEATHER: The Fall of the Roman Empire. A New History. London: Pan Books, 2006. N.J. HIGHAM: Rome, Britain and the AngloSaxons. Londres: Seaby, 1992. - The English Conquest: Gildas and Britain in the Fifth Century. Manchester: Manchester University Press, 1994. M. Kulikowski: “Barbarians in Gaul, Usurpers in Britain”, Britannia, 31, 2000, pp. 325-345. - Late Roman Spain and Its Cities. Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 2004. M. Lapidge; D. Dumville (Edits.): Gildas: New Approaches. Suffolk: The Boydell Press, 1984.
J.H.W.G. LIEBESCHUETZ: Decline and Fall of the Roman City. Oxford: Oxford University Press, 2001. S.T. LOSEBY: “Power and towns in Late Roman Britain and Early Anglo-Saxon England” en G. Ripoll; J.M. Gurt (2000), pp. 319-370. M. MCCARTHY: A Roman, Anglian and Medieval site at Blackfriars Street, Carlisle: Excavations 1977-1979. Kendal: Cumberland and Westmorland Antiquarian and Archaeological Society, 1990. - “Carlisle and St Cuthbert”, Durham Archaeological Journal, 14-15, 1999, pp. 59-67. H. MAYR-HARTING: The Coming of Christianity to Anglo-Saxon England. Londres: B.T. Batsford LTD, 1972 (1991 3ª edición). C.F. MAWER: Evidence for Christianity in Roman Britain: The Small Finds. Oxford: Tempus Reparatum, 1995. J. MORRIS: The Age of Arthur. A History of the British Isles from 350 to 650. Nueva York: Scribner’s, 1973. J.N.L. MYRES: “Pelagius and the End of Roman Rule in Britain”, Journal of Roman Studies, 50, 1960, pp. 21-36. R. NIBLETT; I. THOMPSON: Alban’s Buried Towns. An Assessment of St Albans’Archaeology up to AD 1600. Oxford: Oxbow Books-English Heritage, 2005. M. PÉREZ: Tarraco en la Antigüedad Tardía. Cristianización y organización eclesiástica de una capital provincial romana (siglos III-VIII), en prensa. D. PETTS: Christianity in Roman Britain. Stroud: Tempus, 2003. D. PHILLIPS; B. HEYWOOD (Edited by M.O.H. CARVER): Excavations at York Minster, I: “From Roman fortress to Norman cathedral”. Londres: Royal Commission on the Historical Monuments of England, 1995. R. REECE: “Town and Country: the end of Roman Britain”, World Archaeology, 12, 1980, pp. 77-92. - “The end of the city in Roman Britain” en J. Rich (1992), pp. 136-144. P. REYNOLDS: “Hispania in the late Roman Mediterranean: ceramics and trade” en K. Bowes; M. Kulikowski (2005), pp. 369-486. J. RICH (Edit.): The City in Late Antiquity. Londres: Routledge, 1992. G. RIPOLL y J.M. GURT (Edits.): Sedes regiae (ann. 400-800). Barcelona: Reial Acadèmia de Bones Lletres, 2000.
D.W. ROLLASON: Northumbria, 500-1000. Creation and Destruction of a Kingdom. Cambridge: Cambridge University Press, 2003. S. ROSKAMS: “Urban Transition in Early Medieval Britain: The Case of York” en N. Christie; S.T. Loseby (1996), pp. 262-288. P. SALWAY: Roman Britain. Oxford: Clarendon Press, 1981. C.A. SNYDER: An Age of Tyrants. Britain and the Britons AD 400-600. Stroud: Sutton Publishing, 1998. A. THACKER; R. SHARPE (Edits.): Local Saints and Local Churches in the Early Medieval West. Oxford: Oxford University Press, 2002. C. THOMAS: Christianity in Roman Britain to AD 500. Londres: Batsford, 1981 (1985 reimpresión). E.A. THOMPSON: Saint Germanus of Auxerre and the End of Roman Britain. Woodbridge: Boydell Press, 1984. J.M.C. TOYNBEE: “Christianity in Roman Britain”, The Journal of the British Archaeological Association, 16, 1953, pp. 1-29. J. WACHER: The Towns of Roman Britain. Londres: Batsford, 1995 (2ª edición revisada). D. WATTS: Christians and Pagans in Roman Britain. Londres: Routledge, 1991. C. WICKHAM: Framing the Early Middle Ages. Europe and the Mediterranean, 400-800. Oxford: Oxford University Press,2005. T. WILMOTT: Birdoswald Roman fort: 1800 years on Hadrian’s Wall. Stroud: Tempus, 2001. T. WILMOTT et alii: Birdoswald: Excavations of a Roman fort on Hadrian’s Wall and its successor settlements: 1987-1992. Londres: English Heritage, 1997. I. WOOD: “The End of Roman Britain: Continental evidence and parallels” en M. Lapidge; D. Dumville (1984), pp. 1-25. - “The Fall of the Western Empire and the End of Roman Britain”, Britannia, 18, 1987, pp. 251262. - “Monasteries and the geography of power in the age of Bede”, Northern History, 45/1, Leeds, 2008, pp. 11-25. A. WOOLF: “The Britons: from romans to barbarians” en H.-W. Goetz; J. Jarnut; W. Pohl (2003), pp. 345-380. B. YORKE: “Anglo-Saxon Gentes and Regna” en H.-W. Goetz; J. Jarnut; W. Pohl (2003), pp. 381-407.