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285 Manuel Castro Priego (Universidad de Alcalá)

ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII) / 285 - 294

EL SISTEMA MONETARIO VISIGODO Y SU ALCANCE REGIONAL: EL EJEMPLO DE LA PROVINCIA CARTHAGINENSIS Y LA CECA DE TOLEDO

Palabras clave: organización monetaria, fiscalidad, cecas, hallazgos monetarios. Resumen: El sistema monetario visigodo estuvo articulado sobre varias provincias. También sobre un número elevado de cecas urbanas y numerosas officinae de reducida producción, especialmente en el norte de la Península Ibérica, a lo que se vincula la dificultad de captación fiscal en algunas áreas. Es posible señalar la existencia de una estructura tributaria periférica que se basa fundamentalmente en el establecimiento de una política de pacto entre el rex y los potentes, con nexo en pequeños asentamientos, y que difiere de la situación en espacios de mayor control estatal, como es el caso de la provincia Carthaginensis ó de la Betica.

Key words: monetary system, taxation, mints, coins finds. Abstract: In Visigothic times the monetary productive organization is articulated around several provinces. This is based also on urban mints, and reduced production in a large number of officinae, especially in the northern of Iberian Peninsula. associated with the difficulty of taxation arrangements in some areas. We can distinguish the existence of a fiscal structure which relies largely peripheral in the establishment of a policy agreement between the Rex and Potentiores, with a link in small settlements, which differs from the situation in areas of greater state control, as is in the Betica province or Carthaginensis.

1. EL SIGLO VII D. C. UN SISTEMA MONETARIO EN CRISIS La producción monetaria de época visigoda durante el primer tercio del siglo VII d. C. se caracterizó por una fuerte regionalización, un número elevado de cecas y de tremisses emitidos, que sin embargo, se asoció a un paulatino descenso en los pesos medios y contenido aurífero. Los desequilibrios del sistema se acentuaron notablemente tras el derrocamiento de Suinthila (621-631 d. C.), para colapsarse en gran medida en el periodo de gobierno de Tulga (639-642 d. C.), con pérdidas en el porcentaje de oro de las piezas de en torno a un 40 % con respecto a finales del siglo VI d. C., y una reducción metrológica del 10% (GOMES et alii, 1995). Esta situación, de mutación de los parámetros iniciales que caracterizaron al modelo monetario de principios del siglo VII d. C., y que se había iniciado poco tiempo antes, bajo el gobierno de Leovigildo (572-586 d. C.) y Recaredo (586-601 d. C.), obligó a una intensa reforma monetaria, en época de Recesvinto (653-672 d. C.). Ésta consistió, primeramente, en un aumento de la ley y peso real de la moneda acuñada a partir de ese momento, en segundo lugar en una estabilización del volumen de piezas emitidas, y finalmente en una significativa reducción del número de cecas que podemos dividir en dos grupos: las que habiendo acuñado con anterioridad a 645-650 d. C. no volverán a funcionar (68%), y las que no lo harán con anterioridad al gobierno de Wamba (672-680 d. C.), y especialmente de Ervigio (680-687 d. C), que suponen una recuperación en el número de centros productores de en torno a un 17%.

2. LOS DISTINTOS MODELOS REGIONALES DE EMISIÓN: EL CASO DE GALLAECIA La intervención de Recesvinto sobre la moneda (653-672 d. C.) subraya la fragilidad de la emisión, que se basa en un número reducido de cecas centrales a nivel provincial, no superando en todo el periodo comprendido entre el comienzo del denominado erróneamente “tipo nacional” visigodo en el 575 d. C. (GOMES et alii; 1995), una decena, destacando sobremanera las cecas de Toletum, Emerita e Ispalis, con un segundo nivel entre las que se encuentran Cordoba y Tarraco. Los centros variaron según las distintas provincias, hasta mediados del siglo VII d. C., siendo significativo que, en muchos casos, la producción de éstos es muy reducida, como ocurre especialmente en el Norte Peninsular. La Provincia Gallaecia, es un perfecto ejemplo de esta situación. Su control definitivo no se produce hasta el 585 d. C., con la anexión del reino suevo y la reclusión de Audeca (583-585 d. C.) (GARCÍA MORENO, 1984), el sucesor del rey Miro (570-583 d. C.). La acuñación de monedas suevas fue reducida (actualmente se conocen algo más de 250 ejemplares), y parece claro que al igual que la visigoda, sus emisiones para el siglo VI d. C., se reducen mayoritariamente a tremisses (PEIXOTO y METCALF, 1997). No se han identificado de manera segura los posibles centros de producción, salvo la interpretación de una oficina en el entorno de la capital Braga ó la antigua población romana de Bergidum, en la vía natural que une Astorga con Bracara. La posible acuñación en otros lugares, Emerita, Juliobriga (Reinosa) o Palencia (LIVERMORE, 1992), por los nombres que aparecen


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en la serie Latina Munitas, la más tardía en su emisión, presentan serias dudas. Parece claro, que los límites del reino suevo son difícilmente extensibles más allá del río Tajo, al sur, ocupando preferentemente el norte de Portugal y la actual región de Galicia. Todo ello, con una estructura económica caracterizada con un volumen de emisión monetaria y circulación reducido. Paradójicamente, no faltan citas en los concilios del reino suevo a sólidos, como por ejemplo, en el II Concilio de Braga (572 d. C.), en el que se estipula en su canon II sobre la visita de los obispos a las feligresías, ó el LXII, sobre los prestamistas (VIVES, 1963; CASTRO, en prensa), un proceso generalizado en todas las fuentes textuales de este momento. En esta zona se concentraron entre el 585 y el 711 d. C., ateniéndonos a los límites geográficos que acabamos de señalar, 38 (48,71%) de las 78 cecas de época visigoda conocidas entre los siglos VI y VII d. C.1 (MILES, 1952; VICO, 2006: p. 172). Las interpretaciones sobre este número tan elevado han girado en torno al componente militar (BARCELÓ, 1975), intentando observar una relación directa entre las campañas bélicas y la producción monetaria, que ha sido observada con escepticismo por otros investigadores (MARQUES DE FARIA, 1988: p. 83). Metcalf ha subrayado la contradictoria ausencia de tremisses producidos en este área, representando solamente el 4% de los analizados en clásico trabajo de Miles, con un volumen de cecas para los siglos VI-VII d. C. que se sitúa en el 50% del total (METCALF, 2000). La explicación más lógica, puede residir en el deseo de articular una nueva fiscalidad de beneficio unidireccional: parte la multiplicación de cecas pocos años después de la conquista buscan asegurar el drenaje de la masa de moneda sueva y metales preciosos, mediante la generalización de lugares de transformación fiscal. La escasez de hallazgos de moneda sueva, se explicaría por tanto, por el intenso proceso de conversión y fundido de la moneda en el periodo comprendido entre el 585 d. C. y las dos primeras décadas del siglo VII d. C., en beneficio de nuevas acuñaciones visigodas, lo que deja sin resolver cuál era el volumen monetario previo a la conquista. Sin embargo, este intento de asegurar la redistribución y fiscalización del circulante existente, posiblemente mediante la imposición de cánones sobre la transformación y emisión de nuevas series en las cecas, por el volumen que conocemos de circulante suevo y la producción monetaria posterior en la Gallaecia, podría haber sido fallido. El colapso y brusca reducción del número de cecas se produce aquí en dos fases: la primera de ellas, en el periodo comprendido entre el 632-642 d. C. De las veintidós officinae en funcionamiento durante el gobierno de Suinthila (621-631 d. C.), sólo 1. Recientes publicaciones aumentan notablemente el número de cecas en época de visigoda, alcanzando la cifra de 100, situando a 47 de ellas en la provincia de la Gallaecia, VICO MONTEOLIVA, J., Corpus Nummorum Visigothorum Ca. 575-714. Leovigildus-Achila, Madrid, 2006. La mayor parte de las de reciente aparición no se vinculan a registros arqueológicos.

continuarán cinco, que aumentarán a diez, entre el 642-652 d. C., para reducirse drásticamente aún más tras la reforma general que afecta a todas la provincias en torno al 652 d. C., registrándose emisiones a partir de entonces sólo en cuatro cecas. Los propios hallazgos a lo largo del siglo VI d. C. demuestran además la nula integración de la moneda sueva en el área de circulación de la visigoda, (METCALF; CABRAL y ALVES, 1992) un proceso que es recíproco, si observamos los hallazgos que fuera del Centro y Norte del actual Portugal, se reducen a puntos próximos del valle del Guadiana, de Asturias, o los excepcionales conjuntos, por su distancia, de Reccopolis o Algeciras, en los que sí se encuentran acuñaciones suevas (MARQUES DE FARIA, 1988). Además, a pesar del notable incremento de monedas acuñadas en esta provincia, iniciado ya bajo el gobierno de Recaredo (586-601 d. c.), éste no se

Fig. 2


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CECAS GALLAECIA. PORCENTAJES EMISIÓN CECAS 585-711 d. C.

CECAS CARTHAGINENSIS. PORCENTAJES EMISIÓN CECAS 579-711 d. C.

Fig. 1


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asocia a un relevante aumento de la ley de las piezas, y coincide con el que conocemos para el resto de la diversas áreas de la Península, tanto en su crecimiento como en el comienzo de la crisis del sistema que hemos situado en torno a 630-635 d. C. (Fig. 2). Es a partir de este momento cuando observamos, para la Gallaecia, una brusca reducción en el número de centros emisores y monedas acuñadas, ya bajo el gobierno de Sisenando (631-636 d. C.), con un ligero repunte a mediados del siglo VII d. C., para caer drásticamente y concentrarse de manera esporádica en los tres principales centros administrativos: Bracara, Tude y Lucu, que son los únicos que emitirán de manera regular a lo largo de todo el periodo de análisis, aunque no alcanzando entre ellas ni siquiera el 50% de la producción provincial. Del número de cecas que según recientes publicaciones (VICO, 2006), funcionaron en esta provincia, y que puede variar entre 40-47, el 90%, no acuñan más allá del 5% de ejemplares del total conocidos (Fig. 1). La mayoría de éstas desaparecen después del 631 d. C., reforzando la idea de que se trata de de pequeños centros fiscales promovidos por la monarquía, que tras la crisis política iniciada a partir de este momento pierden su funcionalidad. En el caso de Gallaecia, se comprueba la escasa vinculación de las officinae monetarias emisores con la organización o estructura eclesiástica, ya que la mayor parte de ellas, no son mencionadas en las actas conciliares (VIVES, 1963). Es un problema que no es exclusivo de esta provincia, aunque aquí se muestra con especial claridad. 3. LA PROVINCIA CARTHAGINENSIS Y LA CECA DE TOLEDO. LA CENTRALIZACIÓN PRODUCTIVA La producción monetaria con el nombre de ceca comenzó en Toledo, bajo el gobierno de Leovigildo (572-586 d. C.), en una fecha que con bastante precisión podemos situar entre el 579 y 580 d. C., y que se caracteriza tipológicamente por mostrar busto del rey en anverso a la derecha, y cruz sobre gradas en reverso. Toleto no es la ceca de época visigoda, con una mayor producción monetaria, pero es la que emite de manera constante, y es dominante a partir de la reforma emprendida por Recesvinto (653-672 d. C.), con la concentración de cecas hacia 652-53 d. C. (Fig. 4). La producción de este modelo (cruz sobre gradas) se extendió a Rodas, Emerita, Italica e Ispalis, a la que se unirían otras cecas como Reccopolis, Tirasona, Caesaraugusta y Elvora. Tradicionalmente, se considera un tipo previo, al que posteriormente caracterizará a un conjunto de nuevas emisiones con bustos frontales en anverso y reverso, iniciadas en Córdoba en el 584 d. C. La posible producción coetánea de los dos tipos es un aspecto que queda por esclarecer considerándose tradicionalmente que uno sucede a otro, aunque Miles sugiere la convivencia de ambos al menos durante el año 584 d. C. en el caso de la ceca de Ispali (MILES, 1952).

Fig. 4

La organización de la provincia en cuanto al número de cecas difiere notablemente de la que acabamos de ver para la Gallaecia, lo que sugiere una mayor regionalización de la producción monetaria de lo hasta ahora planteado, que debe ser analizada individuamente, aunque el modelo tenga unas pautas similares a nivel peninsular de crecimiento y crisis (CASTRO, en prensa). La Carthaginensis se caracteriza por poseer un número de centros muy limitado, 11, que sólo significan en torno al 13-17% del total de officinae en funcionamiento entre los siglos VI y VII d. C. en el regnum visigothorum. En aumento hasta 635-640 d. C., con la mayor parte de de centros emisores funcionando al mismo tiempo (9 cecas-75%), bajo el gobierno de Sisebuto (612-621 d. C.), se reducen a partir de ese momento, siendo la única ceca provincial Toledo para el periodo (649-680 d. C.). Con posterioridad y a finales del siglo VII d. C y principios del siglo VIII d. C., se producirá un leve crecimiento, pero en el que sólo llegan a funcionar conjuntamente como máximo 5 de las 12 cecas conocidas (41,66%). Los centros acuñadores de Reccopolis (Zorita de los Canes, Guadalajara) y Saldania (Saldaña, Palencia), mantienen numerosas similitudes entre ellos, no sólo por un volumen productivo parecido, sino también por los periodos de emisión: de manera algo irregular hasta 631 d. C., para verse afectados por la reducción general de cecas a partir de ese momento. Saldania vuelve a aparecer durante el reinado de Chindasvinto (642-653 d.C.), y Reccopolis


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Fig. 3

ya en época de Witiza (698-710 d.C.). Otro posible lugar que se ha interpretado como officina, en los últimos años, ha sido Elbora, tradicionalmente interpretada como Évora, en la provincia de la Lusitania. Vallejo Girvés (VALLEJO-GIRVÉS, 1991) a partir de la documentación epigráfica y textual (Ptolomeo, Livio), la identifica en las proximidades Talavera de la Reina (Toledo), situación que ya había sido propuesta por Heiss en el siglo XIX (HEISS, 1978). Metcalf (METCALF, 1988) mediante un análisis de los hallazgos numismáticos de tremisses, especialmente de los localizados aislados desde el siglo XVII, considera un error ubicarla en el Alentejo. Fundamentalmente porque el grueso de éstos se producen en la zona central de la Península. Este argumento, sin embargo, presenta limitaciones si consideramos que, el número de elementos estudiados es reducido. Con los mismos criterios, sin utilizar las fuentes textuales y arqueológicas, sería posible ubicar Reccopolis en la Lusitania, ya que la mayoría de los hallazgos de esta ceca, hasta este momento, se han concentrado en esta provincia, como el publicado recientemente en la excavación del templo de la C/Holguín, en Mérida, que también tiene monedas de Elbora (MATEOS et alii, 2005)—3 ejemplares—. No es posible omitir, a pesar de ello, que su tipología formal es diferente a la ceca emeritense, rasgo que también se produce en otras cecas de la misma provincia. A pesar de los esfuerzos de Metcalf (METCALF, 1988) por confirmar su ubicación, existen todavía algunos elementos sin resolver, como la necesidad de establecer una dispersión espacial de los hallazgos monetarios en contextos arqueológicos y una precisa definición de las características del yacimiento, con el que se la identifica, en las proximidades de Talavera de la Reina (Toledo). Las menciones en que aparece citada en los concilios de época visigoda no resuelven de manera definitiva su situación. Así, y para finales de siglo VI y primera década del VII d. C. tendríamos una línea de cecas en torno al Tajo significativa, y separadas sólo por 110 km. (Reccopolis y Toleto), y que, bajo Leovigildo (578-586 d. C.) tienen un volumen de piezas suficientemente representativo. Sobre el total de tremisses emitidos durante este periodo alcanzan el 98% de la provincia, y permiten obtener un primer patrón organizativo de las producciones monetarias, al menos para el centro peninsular con cecas relativamente próximas (Fig. 3). Un segundo conjunto, lo conforman varios centros emisores ubicados en el sur peninsular, cuya situación en un primer momento estaba próxima a la permeable frontera bizantina. Es el caso de Mentesa (La Guardia, Jaén), en la estratégica vía que comunicaba de este a oeste Carthago Nova y Cástulo. Es la segunda ceca en importancia de la provincia, y emitió de manera regular hasta mediados del siglo VII d. C., para volver a hacerlo a finales de esa centuria, en el periodo comprendido entre 680-711 d. C. A ella podemos asociar Acci (Guadix, Granada), que no comienza a emitir antes del 612 d.C., siendo obispado y posiblemente base militar en la guerra contra los


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orientales. Complementarias de éstas parecen ser Beatia (Baza) y Castelona (Cástulo), al norte de Linares en la provincia de Jaén (VENTURA, 1998). Las referencias conciliares de esta última, son tempranas, apareciendo ya en el III Concilio de Toledo (589 d. C.), aunque sus acuñaciones son relativamente tardías, 636-639 d. C. El caso de Baza, es diferente; no se registra en las fuentes con anterioridad al 675 d. C., y se convierte en capital de la diócesis entre el 666- 675 d. C., con unas emisiones monetarias que habían comenzado entre el 639-642 d. C. Su aparición es posterior, por tanto, a la finalización de las acciones bélicas contra los bizantinos, lo que hace difícil pensar en una mera función militar. Estamos posiblemente, ante dos centros con similitudes con las cecas con función fiscal y de transformación monetaria que observamos para la Gallaecia a finales del siglo VI d. C. Mucho más esporádicas fueron la emisiones de la ceca Aorariola, identificada por Miles (MILES, 1952) con Orihuela, en Alicante e Iliocrici, posiblemente ubicada en la actual Lorca (Murcia), y que emitieron durante un periodo breve comprendido entre el gobierno de Sisebuto y Suinthila, —612-631 d. C.— para no volver a hacerlo. Valentia (Valencia) en cambio, comienza a acuñar monedas en un momento avanzado del siglo VII d. C., (621-631 d. C.), y sigue emitiendo de manera esporádica hasta época de Witiza (698-710 d. C). Podría ser dominante la función de pago militar en las dos primeras por su corta duración, y proximidad a la capital provincial bizantina, para reorganizarse a partir de ese momento (630-35 d. C.) la producción en Valentia, que ejerce de puerto principal de acceso al centro peninsular, al mismo tiempo que importante sede episcopal y fiscal (OLMO, 2008 p: 60). El caso más complejo es el de la ceca de Mave, tradicionalmente identificada con el conocido yacimiento de época visigoda de Monte Cildá, situado a 35 km. al noreste de Saldaña, en las proximidades del río Pisuerga, provincia de Palencia. Miles (MILES, 1952: p. 137), la consideró como una ceca fronteriza en el extremo más noroccidental de la provincia de la Gallaecia. La publicación en los últimos años de ejemplares con una tipología similar a la de la ceca de Toledo (BARTLETT, 2001), y especialmente su relativa proximidad a Saldania, ha hecho que se integre en las officinae de la provincia Carthaginensis, situada en el extremo norte de ésta, y posiblemente vinculada al control y pago militar. Mave parece una ceca complementaria, ya que emite conjuntamente durante gran parte de su periodo de vida con Saldania (612-631 d. C.), para hacerlo de manera irregular entre el 631649 d. C., desapareciendo ambas tras la reforma del 653 d. C. Aunque la mayor parte de los centros emisores a nivel provincial van a ser también importantes sedes episcopales, es significativa la ausencia de acuñaciones en conjuntos prelaticios citados frecuentemente en las fuentes documentales (OLMO, 2008: p. 56). Ejemplo de ello, serían Segobriga, Segontia, Valeria, Arcavica, Illici que no emiten, en beneficio de otros que

no lo son como Reccopolis, Mave ó Saldania, manifestándose con especial claridad hasta el 1/3 del siglo VII d. C., lo que parece corresponder a una estructura de organización fiscal y de redistribución más compleja de lo que suponíamos hasta ahora, que tiende a transformarse a partir del IV Concilio de Toledo (633 d. C.). Las cecas se encontrarán, a partir de ese momento, en los centros de poder eclesiástico en Levante y en las proximidades de la Bética. Por tanto, y si nos atenemos a criterios puramente productivos, podemos mencionar que, existe una única ceca central a nivel provincial, Toledo, que se ve acompañada por un conjunto de centros de producción más reducida que van variando según los periodos. Leovigildo-Recaredo tienen como cecas fundamentales Toleto (87-88%), y Reccopolis con un 7-10%. Este esquema parece cambiar a principios del siglo VII, d. C. por un peso cada vez mayor de las cecas meridionales, fundamentalmente por dos motivos: la permanencia del enfrentamiento con los bizantinos en el sur, y la proximidad a grandes centros urbanos (los béticos) mayores consumidores de moneda. Este periodo cubriría el periodo comprendido entre el 603-636 d. C., con una estabilización de la emisión de la ceca toledana que se sitúa paulatinamente entre el 33-54% a nivel provincial, con un aumento considerable del volumen de moneda en el sur, que se sitúa en el caso de Acci y Mentesa entre el 30 y el 50%, con un momento máximo de crecimiento en época de Suintila, 76% entre ambas, aunque en este caso, hay que señalar que posiblemente los datos estén distorsionados por el peso del tesoro de la Capilla2 (BARRAL I ALTET, 1976) y la colección Cores del Museo Arqueológico Nacional, que está formada, en parte, provenientes de algún hallazgo de la Bética, con una cronología muy similar al que hemos citado anteriormente. El gobierno de Chintila significa, un punto de inflexión con un incremento significativo del peso de la ceca de Toledo que se sitúa en el periodo comprendido entre el 642-687 d. C. en unos porcentajes de producción, a nivel provincial, que se sitúan entre el 83-96%. Esta política de fuerte centralización en las emisiones hizo que, por primera vez, la ceca de Toledo fuese dominante productivamente sobre los otros dos grandes centros peninsulares acuñadores, Emerita e Ispalis, a partir del 653 d. C (Fig. 4). El reinado de Égica (687-702 d. C.) y Witiza (702-711 d. C.), coinciden con un incremento de la producción con respecto al momento final de la 2. Los datos que aportamos se basan en el clásico trabajo de G. C. MILES: MILES, G. C.: The Coinage of the Visigoths of Spain. Leovigild to Achila II, New York, 1952. A los que habría que sumar la publicación de un nuevo Corpus recientemente, que, aunque de manera confusa, recoge gran parte de las piezas existentes en colecciones privadas, VICO MONTEOLIVA, J. : Corpus Nummorum Visgothorum Ca. 575-714. Leovigildus-Achila, Madrid, 2006. Agradezco la colaboración prestada para este trabajo por el Gabinete Numismático del Museo Arqueológico Nacional, a través de la consulta de sus fondos, y, especialmente, de su última adquisición, la Colección Cores.


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Fig. 5

etapa anterior, y una intento de recuperación del peso del tremís, no así de su ley que no supera el 30%, descendiendo a su nivel más bajo desde el inicio del las acuñaciones de época visigoda. Se sitúa la ceca toledana en estos momentos, en un porcentaje de emisión entre el 72-89%, volviendo a aparecer significativamente Mentesa (6-31%) (Fig. 3). Sorprende el intento de aumento productivo de época de Égica (687702 d. C.), como ha puesto de manifiesto Barceló (BARCELÓ, 1999), tras una nueva interpretación de algunos pasajes de la Cronica Muzarabicorum (LÓPEZ, 1980), que puede estar íntimamente ligado a una intensa actuación sobre la nobleza, que llevó años después a su hijo Witiza (702-711 d. C.) a conceder un perdón amplio y a la restitución del officium palatino, diezmado en la última década del siglo VII d. C. Esta intervención política y fiscal sobre los gothi, se apoyó en amplias confiscaciones de bienes (confiscati) sobre la nobleza y disidentes, coincidiendo con el aumento del patrimonio real, posiblemente ya, unido al familiar, como se demostró años después, con el papel jugado por los hijos de Witiza y su estrecha relación con los acontecimientos del 711 d. C. (BARBERO y VIGIL, 1974) Todo ello permite observar que el objetivo fundamental de la alteración de la moneda, y de la reorganización de las emisiones, afecta directamente a sus verdaderos poseedores: los grandes propietarios aristócratas, en un circuito de acaparamiento de monedas muy reducido.

4. LOS TESOROS. HALLAZGOS Y SITUACIÓN ACTUAL Gran parte de los “tesoros” clásicos de época visigoda se localizan a lo largo del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, con escaso aparato crítico y mucho menos metodológico, alejado de cualquier premisa arqueológica actual, e integrada dentro del modelo anticuarista dominante, que sigue ejerciendo una importante presión sobre los depósitos y su relación con estratigrafías arqueológicas, al ser piezas de alto valor en el mercado numismático tradicional (CASTRO, 2008). Esta singularidad ha hecho que, hasta momentos recientes la visión que tenemos sobre la circulación monetaria se encuentre distorsionada, especialmente el cálculo productivo, ya que no ha sido posible vincular éste con su verdadero uso3, al no encontrarse la mayor parte de las piezas conocidas en registros arqueológicos fiables. La escasez de similitudes entre los cuños ha hecho proponer que la circulación de tremisses se debió producir en decenas de miles (METCALF, 1999), alcanzando cualquier nivel de la estructura social, siendo un elemento de intercambio frecuente incluso en el ámbito rural. Es cierta la aparición constante de referencias económicas en moneda en los textos de época visigoda pero posiblemente, como resultado de un sistema de pesas y medidas aceptado socialmente, aspecto sobre el que la excavación de Vega Baja está aportando importantes datos (OLMO, 2009). En ese sentido, es clarificador la epístola de De fisco Barcinonensi (VIVES, 1963 p. 54; BARCELÓ y RETAMERO, 1996), y cómo se describe la conversión de los modios de cereal a siliquae, que sin embargo son piezas de de escasa acuñación, salvo ejemplos puntuales (MAROT, 2002: p. 80). Los hallazgos que se están produciendo en la Carthaginensis y en el centro Peninsular, como es el caso de Emerita (MATEOS et alii, 2005; CASTRO, 2008), no son especialmente numerosos (Fig. 5). En los últimos años, el grueso de las monedas aparecidas corresponde a pequeñas ocultaciones, que no demuestran en absoluto un volumen en circulación elevado. Dejando al margen la zona sur de la provincia, lo que hoy en día corresponde con la actual Andalucía, el grueso de los tesoros que han aparecido lo están haciendo en contextos urbanos. Las tres monedas localizadas en Reccopolis en las campañas de excavación arqueológicas de 1998 y 2004, identificadas como un tremís merovingio a nombre de Chariberto II (629-632 d. C.), otro acuñado en época de Leovigildo (580-586 d.C.), ceca Elvora, y el 3. Este trabajo recoge como repertorio interpretativo un reducido conjunto de hallazgos, que se han producido asociados a estratigrafías arqueológicas entre finales de los 90 y la actualidad, salvo los hallazgos de tremisses de la villa de El Saucedo, un tercio acuñado por Recaredo, y otro de Witiza; éste último en contextos del siglo VIII d. C. (CABELLO, 2008) que se produjeron con anterioridad a 1985. Conscientemente hemos evitado mencionar los hallazgos más allá de la Meseta, especialmente los que limitan con la Bética, con unas dinámicas no tan homogéneas (CASTRO, en prensa).


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último de Tulga (639-642 d. C.), y oficina Córdoba, que se suman a las 90 ya conocidas (CASTRO, 2008). El tercio acuñado en la Bética, apareció en un contexto tardío: relleno de un silo de cronología no anterior al siglo VIII d. C. El tremís de Leovigildo en una de las zonas de viviendas, próximas al área productiva y comercial (“tabernae”), en un estrato del primer tercio del siglo VII d. C.; y el excepcional hallazgo de la moneda merovingia, en una de las fosas de cimentación de uno de los edificios del conjunto palatino, con una cronología anterior al 650 d. C. (CASTRO, 2005 y 2008). Otro interesante conjunto es el tesoro del Elo, (Hellín Albacete), formado por cuatro trientes de Witiza, acuñados en Toledo, Córdoba y Tucci, hallados en los niveles de abandono correspondientes al espacio abierto situado entre la basílica y el palatium, que parece remitir a una cronología ya, propia de principios o mediados del siglo VIII d. C. En las proximidades del baptisterio, se ha recuperado también otro tercio de sólido de similar cronología, y ceca Caesaraugusta (DOMÉNECH y GUTIÉRREZ, 2005: p. 1570-71). En la capital destaca el hallazgo de Vega Baja del 2006, formado por treinta tremisses con una fecha de acuñación aproximada comprendida entre el 612 y 639 d. C., de las que al menos conocemos una de las cecas Ispalis4, junto a los monarcas emisores: Leovigildo, Suintila, Sisenando, Sisebuto y Chintila. Con posterioridad, se han documentado varias piezas más, un tremís con una cronología similar a los anteriores, acuñado bajo el gobierno de Suinthila y ceca Tarraco (GARCÍA et alii, 2007: p. 118), aunque sin que se haya descrito su ubicación estratigráfica y espacial. En 2008 se recuperaron dos tercios, uno acuñado por Tulga en Tarraco y otro por Ervigio ceca Ispalis (GALLEGO, 2009), éste último bien situado estratigráficamente en contextos de finales del siglo VII d. C. ó principios del VIII d. C. El yacimiento también está aportando datos sobre posibles usos de conversión de moneda, mediante la localización de partes de una balanza, y dos ponderales de posible adscripción bizantina (OLMO5, 2009), de 54,8 gr. (12 sólidos) y 27 gr. (6 sólidos). De este tipo de piezas o exagia se conocen varios conjuntos a nivel peninsular, mayoritariamente en Levante y en la Bética (PALOL, 1949; FONTENLA, 1989; MAROT, 1997). Pero si comienza a producirse un significativo número de hallazgos en contextos urbanos, verdaderos redistribuidores del sistema fiscal, en entornos rurales son muy escasos, no ya de numario de época visigoda sino incluso de piezas bajoimperiales residuales en el circulante, en una propor-

4. Fue publicada una fotografía y una breve reseña de él, con motivo de la exposición de Hispania Gothorum, celebrada en Toledo en 2007, AA.VV. Hispania Gothorum. San Ildefonso y el Reino visigodo de Toledo, Toledo, 2006. Se encuentra en proceso de estudio. 5. Agradezco la colaboración prestada para la redacción de este trabajo y los datos sobre la Vega Baja, aportados por Lauro Olmo Enciso, y Mª del Mar Gallego García.

ción significativa, que parecen circunscribirse a ciudades ó áreas costeras (Reccopolis, Elo, La Punta de l´Illa de Cullera, entre otros) y de manera residual en espacios de enterramiento, como el caso de la necrópolis de Cacera de las Ranas (Aranjuez, Madrid) (ARDANAZ, 2000), o Duratón (Segovia) (MOLINERO, 1948) . Un ejemplo excepcional, es el reciente hallazgo del tesorillo en la mina de “La Condenada”, en Osa de la Vega (Cuenca), (BERNÁRDEZ y GUISADO, 2005: p. 1135), en la que se ha identificado la explotación de lapis specularis en época romana, y su reutilización como espacio de inhumación en el siglo VII d. C. Se trata de un área en las proximidades de Segobriga, con un intenso conocimiento territorial de ella a nivel microespacial (FUENTES et alii, 2006). El conjunto monetario está formado por 15 tremisses, que estaban ocultos en una caja de madera, de la que se pudieron identificar algunos elementos. Fueron acuñados entre el 680-710 d.C., por tanto, bajo el gobierno de Ervigio, Égica-Witiza y Witiza, salvo un tremís de Leovigildo (580-586 d. C.), del que habían sido recortados sus bordes. Una alteración que sin embargo, no impidió que esta pieza fuese la de peso más elevado (1,51 grs.), junto a la de Ervigio. En cuanto a las officinae no existe un claro dominio (Ispali-4 tremisses; Elvora-3 piezas; Cordoba-Patricia-2 piezas; Emerita-2 piezas; Egitania-1 pieza; Toleto-1 pieza), lo que sin ser excepcional rompe con la regla general de predominio del sur peninsular en la mayor parte de las ocultaciones de este momento. Las excavaciones en contextos rurales de época visigoda de la actual provincia de Madrid6, nos ponen de manifiesto claramente, al menos, en el centro de la Península, y en las proximidades de dos cecas, Toleto y Reccopolis, cuáles son las características de la circulación monetaria. Escasa ó muy reducida presencia en vici, o en yacimientos de de tipo medio, en los que en cambio observamos otras pautas que indican intercambios de productos de alcance regional, aunque escasa integración con comercio a larga distancia. De todas ellas, sólo un yacimiento ha proporcionado hallazgo de un tremís de época de Égica/Witiza ceca Caesaraugusta, en un pequeño poblado de naturaleza agropecuaria en ladera conocido como “La Vega” en Boadilla del Monte, Madrid, con habitaciones de planta rectangular en torno a un patio central. Fechable todo el conjunto, entre el siglo VII y primeras décadas del VIII d. C., se localizó la moneda en un estrato de derrumbe, que ponía fin a la fase habitacional del yacimiento (ALFARO y MARTÍN, 2006; CASTRO, 2005). En yacimientos más próximos a la vega del Tajo (Gózquez de Arriba (San Martín de la Vega, Madrid), Arroyo Culebro (Leganés, Madrid), Tinto Juan de la Cruz (Getafe, Madrid), la existencia de moneda bajoimperial es muy 6. Gran parte de las síntesis sobre ellas, están recogidas en la revista Zona Arqueológica, nº 8, publicada por el Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid, Madrid, 2006.


293 ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII)

reducida, siendo inexistentes las acuñadas en épocas visigodas. Algunos de ellos, como es el caso de Acedinos (Getafe, Madrid) o Gózquez de Arriba superan ampliamente las cinco hectáreas (AA. VV. 2006). Todo ello, parece ratificar la fragilidad del sistema monetario visigodo, sobre todo en su comparación con el posterior de época emiral y califal (RETAMERO, 2000). 5. CARACTERÍSTICAS DE LOS TESOROS A FINALES DEL SIGLO VII D. C. El conjunto de tesoros que acabamos de describir someramente tienen, todos ellos un elemento común, la aparente corta distancia entre su acuñación y su ocultación con escasa intrusión de piezas anteriores, que parece subrayarse a medida que avanza el siglo VII d. C. El conjunto del Elo tiene unas pocas monedas de Witiza, al igual que el de la mina “La Condenada”, con similitudes con otras ocultaciones recuperadas en el Bovalar (Gerona) por ejemplo con 19 tremisses de Égica/Witiza, Witiza y Roderico (PALOL, 1989) en los que predominan las cecas de la Tarraconense, y cronología ya en el siglo VIII d. C. Otro hallazgo bien conocido en Toledo es el del “Asilo de Ancianos”, descubierto en 1957 en Toledo (BARRAL I ALTET, 1974: p. 130-132), al realizar la instalación de una canalización de agua, en la

carretera de Ávila, que vuelve a poner de manifiesto, algunas de las características que se han mencionado. Formado por ocho monedas, emitidas en los reinados de Ervigio, Égica y Égica/Witiza, con cecas de Toledo, Narbona, Egitania y Gerunda, y que por tanto agrupa a monedas con una cronología entre el 680-702 d. C. Esta situación demuestra que el proceso monetario a finales del siglo VII d. C., ha variado considerablemente con el que impulsó Leovigildo (572-586 d. C). El periodo de circulación de los tremisses es cada vez menor, junto una disminución estrepitosa de su ley y peso. Todo ello, confirma en cierta medida las “crispación” del sistema, generada por el uso de un metal inadecuado y cada vez más limitado, como se observa en lo reducido de los conjuntos monetarios de este periodo que rara vez llegan a la veintena. Esta situación contrasta con el volumen de tercios recuperados en tesoros con una data anterior (Reccopolis finales del siglo VI d. C., 90 piezas; “La Capilla”, ocultado entre 632-633 d.C. 883 ejemplares; “La Grassa”, depósito formado hacia el 653 d. c., 144 ejemplares), que señalan las dificultades para articular un sistema fiscal eficaz y con amplia estructuración espacial, lo que obliga a una continua alteración promovida y efectuada desde las propias cecas en el último tercio de siglo VII d. C. y comienzos del VIII d. C..


294 M. CASTRO: EL SISTEMA MONETARIO VISIGODO Y SU ALCANCE REGIONAL: EL EJEMPLO DE LA PROVINCIA CARTHAGINENSIS Y LA CECA DE TOLEDO

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