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295 Jorge de Juan Ares (Arqueólogo de Toletum Visigodo) Yasmina Cáceres Gutiérrez (Arqueóloga de Toletum Visigodo)

ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII) / 295 - 304

DE TOLETUM A TULAYTULA: UNA APROXIMACIÓN AL USO DEL ESPACIO Y A LOS MATERIALES DEL PERIODO ISLÁMICO EN EL YACIMIENTO DE VEGA BAJA (TOLEDO)

INTRODUCCIÓN Los trabajos de excavación arqueológica desarrollados en Vega Baja demuestran que tras la caída del reino visigodo de Toledo, continuó la ocupación del yacimiento en los años que siguieron a la conquista islámica. Aunque iría decayendo para convertirse, posiblemente desde la segunda mitad del siglo VIII y a lo largo del siglo IX, en un entorno periférico de la medina Toledana. Las fuentes árabes y latinas no ofrecen detalles sobre cómo se produjo el asentamiento de los contingentes recién llegados. A partir de ellas sabemos que Tāriq b. Ziyab, con sus tropas africanas, llegó a la ciudad el mismo año de su entrada en la península. Ocupando aparentemente sin resistencia la sede del poder político y religioso del reino visigodo, según nos trasmiten la mayoría de los autores1. Toledo sirvió, al menos durante los primeros años, como base de operaciones en el centro peninsular para la conquista de otros territorios más septentrionales. Poco más conocemos, aparte de que Tāriq paso el invierno de 712/93H en la ciudad, y con él los nuevos contingentes llegados ese mismo año, con el gobernador de árabe de Ifrīqiya Mūsā b. Nusayr. Además de los relatos sobre los tesoros obtenidos como botín de conquista2. Por lo tanto es muy relevante el papel que puede llegar a desempeñar la investigación arqueológica en Vega Baja para aclarar que sucedió en la capital toledana en las primeras décadas del siglo VIII. Este trabajo solo es una primera aproximación a los contextos andalusíes del yacimiento, que sin duda con el avance de la investigación, ayudarán en un futuro a clarificar los procesos de cambio y continuidad acaecidos en el tránsito del mundo visigodo al andalusí. Más aún, teniendo en cuenta que 1. “Tāriq encontró la ciudad vacia, pues no habían quedado allí más que los judíos y unas pocas gentes … dejando con ellos algunos de sus hombres y seguidores en Toledo” según Rasis, Ibn Hayyān, Ibn Abī l-Fayyād, Ximenez de Rada; Ibn al-Atīr, al-Nuwayrī o Ibn ‘Idārī entre otros. Es poco creíble, aunque llamativa, la cita de Mármol: “Tāriq … fue a Toledo, y los judíos que moraban en un barrio hacia la Vega …, le metieron en la ciudad secretamente” en CHALMETA GENDRON, P.: Invasión e islamización. La sumisión de Hispania y la formación de al-Ándalus. Universidad de Jaén, 2003, p. 152. 2. Véase GREGO GOMEZ, M.: Toledo en época omeya. (ss. VIII-X). Diputación de Toledo, 2007, p. 28-31.

Vega Baja había sido el lugar que hasta entonces había ocupado el centro del poder del reino visigodo. Sin embargo, aunque ya contamos con un importante volumen de información, todavía existen más preguntas que respuestas sobre la realidad material en el yacimiento durante la época de los gobernadores y el emirato independiente. Tras revisar la documentación arqueológica aportada por las excavaciones efectuadas hasta el momento3 se ha decidido, en esta comunicación, realizar un análisis centrado exclusivamente en los contextos estratigráficos cerrados que cuentan con una cronología post quem bien establecida a partir de los hallazgos numismáticos (feluses del emirato dependiente) y su posición relativa dentro de la secuencia estratigráfica. Prescindiéndose, por tanto, de realizar un estudio tipológico general de aquellos materiales identificables por sus características formales como pertenecientes a los momentos iniciales de la época islámica, pero que no cuentan con unos contextos estratigráficos que permitan otorgarles una cronología precisa a partir de los datos obtenidos en la excavación4. En una segunda parte del trabajo procuraremos inferir algunas conclusiones sobre las características de la ocupación de este espacio y las actividades en él desarrolladas a partir de los testimonios arqueológicos conocidos. Para concluir con unas notas generales sobre la evolución de la Vega Baja hacia un espacio periférico dentro del Toledo andalusí. LAS PRIMERAS CERÁMICAS ANDALUSIES DE VEGA BAJA El criterio que ha primado en la selección de los materiales analizados ha sido su procedencia de contextos estratigráficos muy bien definidos, que pueden situarse cronológicamente con bastante precisión en el primer medio siglo de la historia andalusí. Esto hace que el conjunto de materiales no sea muy abundante, pero por el contrario resulta altamente significativo, y

3. Los materiales aquí estudiados se refieren exclusivamente a las excavaciones realizadas por la J.C.C.M. y Toletum Visigodo, aunque también se han tenido en cuenta los trabajos que sobre la Vega Baja han publicado distintos autores (ver infra). 4. Una visión muy general de estos materiales puede verse en V.V.A.A. La Vega Baja de Toledo. Toletum Visigodo, 2009.


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muy coherente comparado con otros conjuntos cerámicos de similar cronología. Como contra partida, en el relativo reducido número de fragmentos documentados no se ha podido reconstruir ninguna pieza completa por lo que habrá que esperar al avance de las excavaciones para poder ir completando una tipología de las cerámicas propias de este periodo. Todos los contextos son interpretados como basureros, lo que presupone un cierto sesgo en la muestra desde el punto de vista de la funcionalidad de las piezas documentadas. Corroborando esta interpretación, un porcentaje muy elevado de los fragmentos cerámicos se encuentran quemados con posterioridad a sus fracturas. A ello hay que añadir que los restos arqueológicos más abundantes son los óseos, muchos con marcas de preparación para su consumo. Un análisis elemental de estos restos faunísticos revela que son escasos los huesos quemados, indicando que fueron preparados por cocción, algo que concuerda con la funcionalidad de la mayoría de los recipientes cerámicos identificados que se corresponden mayoritariamente con ollas. El análisis se ha centrado en cinco unidades estratigráficas. Cuatro de ellas se encuentran bien datadas a partir de los hallazgos numismáticos y su posición estratigráfica, y una última a partir de su posición estratigráfica y relación de contemporaneidad con las anteriores. Se han analizado la totalidad de los fragmentos cerámicos recuperados en estas cinco unidades estratigráficas. En su clasificación se ha utilizado el criterio de N.M.I. (número mínimo de individuos) para minimizar, en lo posible, las desviaciones que producen en la cuantificación de las piezas el distinto tamaño de los recipientes, y por tanto el distinto número de fragmentos que genera su fractura. Se han estudiado un total de 890 fragmentos de cerámica entre los que pueden identificarse un mínimo de 87 recipientes. Pasamos a continuación a describir someramente cada uno de los contextos estudiados.

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U.U.E.E. 30349 Y 30372 (FIGS. 1 Y 2): Son dos unidades estratigráficas que se corresponden con sendos rellenos de una misma fosa, que corta los restos de un muro, U.E.M. 30307, y de un suelo de signinum muy alterado. Pertenecientes a los restos de un gran edificio que por sus características constructivas consideramos visigodo. Aunque por encontrarse en este momento en fase de excavación no tenemos una confirmación estratigráfica de su cronología. Las características de la fosa, muy vertical y sin restos de derrumbe de sus paredes al interior, hacen pensar que se colmató muy rápidamente. Por lo que ambos rellenos (U.E. 30349 y 39372) serían prácticamente contemporáneos, siendo descritos sus materiales de manera conjunta. Formando parte del relleno de la unidad más inferior, U.E. 30372, se localizó un felús sin fecha, perteneciente al grupo IX-a de Frochoso, atri-

buido por este autor al periodo de los gobernadores5. Cuenta con 1,5 gr. de peso y un módulo de 1,1 m.m., dentro del rango habitual para este tipo de acuñaciones. El material cerámico suma 718 fragmentos que se asociarían posiblemente a 55 recipientes diferentes. En la distribución de tipos predominan las ollas, que constituyen el 62% de los tipos funcionales identificados. Son las que presentan una mayor variabilidad en el color de sus superficies, pasta, desgrasantes y forma de los bordes. Indicando una menor estandarización en la fabricación de este tipo de 5. FROCHOSO SANCHEZ, R.: Los Feluses de al-Ándalus. Numismática Córdoba, Madrid, 2001, p.p. 28, 29 y 114.


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Fig. 2

recipientes. Los bordes son mayoritariamente exvasados, y en un único caso recto. Cuentan con labios redondeados o apuntados presentando ocasionalmente distintos grados de engrosamiento. Los labios redondeados suponen el 94%, un 33% de ellos con un engrosamiento más o menos acusado. Las jarras y botellas tienen en todos los casos labios redondeados, con predominio de los bordes exvasados, que en el caso de las botellas tienden a tener labios redondeados ligeramente apuntados en un 66% de los casos. Las botellas documentadas presentan un diámetro en su boca de 4 cm., situándose las jarras entre los 8 y 9,8 cm. En el caso de los fragmentos atribuidos a tinajas no ha sido posible recuperar ningún fragmento de borde. Dentro del conjunto la característica más relevante es el predominio del uso del torno en el 92 % de la muestra que fue utilizado en la confección de todas las jarras y botellas documentadas. La torneta, teniendo encuentra las reservas que entraña su segura identificación, parece que fue utilizada en la confección de algunas ollas y tinajas, suponiendo el 7,1% del total. Las piezas realizadas a mano son las menos abundantes, 1,7%, utilizándose exclusivamente en la elaboración de ollas.

Las cocciones predominantes son oxidantes, representadas en un 68,5% de las piezas, englobando la totalidad de tinajas, jarras y botellas. Tanto las cocciones reductoras como aquellas que presentan un nervio de cocción reductor se encuentran presentes solamente en las piezas tipo olla, con un 14% y un 11% respectivamente. Otro tipo de cochuras apenas están representadas, no superando el 2% del total. A partir del análisis macroscópico de los desgrasantes es apreciable el predominio del cuarzo, presente en el 58% de las piezas. Como característica peculiar destaca abundante número de recipientes, un 41%, con mica dorada, resultando también abundante la presencia de componentes calcáreos, presentes en el 33 % de las piezas. En el conjunto, no es posible establecer ninguna asociación estadísticamente significativa entre los distintos desgrasantes y los tipos de piezas. Los colores de las pastas presentan gran variabilidad, predominado los ocres y anaranjados, 31 y 26% respectivamente. Estas tonalidades claras son las que caracterizan a la totalidad de las botellas y jarras representadas en la muestra.


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Fig. 3

Es de destacar la presencia de decoraciones con pintura roja, negra o marrón presentes en una botella y otras formas no identificables, que alcanzan el 9 % del total de recipientes. Las decoraciones incisas son menos frecuentes estando presentes en el 3% de las piezas presentando tanto onda incisa simple como peine. U.E. 30371 (FIG. 3A) Al igual que las dos unidades anteriores, la u.e. 30371, puede ser interpretada como un basurero que rellena una fosa, realizada seguramente para tal fin, que corta los niveles y estructuras del periodo anterior. Como en el caso precedente se localizo un felús, aparentemente resellado, con un peso de 3,7 gr. y un módulo de 1,9 m.m. Resulta de difícil catalogación por su alto grado de alteración, aunque posiblemente se encuadraría en los grupos XVI ó XVII de Frochoso6. En esta unidad se han recogido 41 fragmentos de cerámica que pueden adscribirse a un mínimo de 13 recipientes.

6. FROCHOSO SÁNCHEZ, R., 2001, p.p. 41-43 y 119.

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Todos los recipientes fueron realizados a torno. El 69% de las cocciones son oxidantes, presentando un 23% de los recipientes (ollas) nervios de cocción reductores. En la superficie de las piezas predominan los colores de pasta ocre y anaranjados, teniendo otros tonos una representación muy escasa. En cuanto a los desgrasantes destacar, como en el caso anterior, la presencia de mica dorada en el 23% de los recipientes, todos ellos ollas o cuencos. En el 46% de las piezas se aprecian desgrasantes calcáreos, presentes en jarras, ollas, cantaros y cuencos. En la distribución por tipos funcionales predominan los cuencos, 40%, que cuentan con bordes entrantes de labio ligeramente biselado, en un caso de labio plano, y un diámetro situado entre los 13 y 16 cm. Las ollas representan el 35%, contando con bordes exvasados de labios redondeados. Se diferencian dos grupos según su diámetro, uno en torno a los 8-14 cm. y un segundo grupo situado entre los 19 y 24 cm. Las jarras representan el 17% de las piezas, la mitad de ellas pintadas en rojo. Cuentan con bordes rectos ligeramente exvasados y engrosados al exterior. El tipo menos abundante son los recipientes tipo cántaro, un 8% de las piezas, con bordes de labios redondeados engrosados al exterior y un diámetro de en torno a 11 cm.


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Fig. 3

En cuanto a las piezas decoradas hay que señalar que igual que en el caso anterior predominan las pintadas, que suponen el 23 % del total de piezas. Se encuentran realizadas sobre jarras y cuencos. Son difícilmente reconocibles, encontrándose realizados a base líneas verticales onduladas en rojo y marrón, o con otros motivos difíciles de reconocer. Solo se ha documentado una olla, que representa el 7,5% de la muestra, con un aspa incisa. U.E. 30386 (FIG. 3B) Se trata de una unidad estratigráfica inmediata a la anterior y de características similares junto a la que forma parte de un relleno de fosa. En ella tan sólo se han contabilizado 25 fragmentos de cerámica que pertenecen a un mínimo de cuatro recipientes, dos ollas, una jarra y un cuenco, de características similares a las de la unidad anterior. Entre las piezas documentadas destaca especialmente el cuenco por presentar una decoración pintada de ondas paralelas verticales. Cuenta con un borde entrante ligeramente biselado. No ha conservado la base pero, por los ejemplares recuperados en esta y otras unidades estratigráficas, así como por los paralelos con recipientes similares recuperados en otros contextos, cabe suponer como plana. Las piezas pintadas suponen el 25 % de los recipientes diferenciados.

U.E. 30058 (FIG. 4) Al igual que las anteriores, esta unidad estratigráfica puede asociarse a un basurero. Dada su posición estratigráfica, directamente bajo los niveles superficiales y escasa profundidad, es la que presenta un mayor riesgo de contaminaciones como pone de manifiesto la presencia de algunos materiales de periodos precedentes. Por este motivo su descripción cuantitativa ha de ser considerada con cierta cautela, mas aún teniendo en cuenta el reducido número de piezas representadas. En ella se recogieron un total de 106 fragmentos cerámicos que pueden ser agrupados en un mínimo de 15 recipientes. El torno es la técnica mayoritaria, alcanzando el 97%, englobando todas las jarras, cantaros y cuencos o ánforas, identificándose solamente un pie de una olla trípode realizada a mano. Las cocciones oxidantes se encuentran presentes en todos los tipos funcionales identificados encontrándose en el 50% de los recipientes, destacando entre estos los cuencos, todos ellos con una superficie exterior oxidante. Las cocciones reductoras suponen el 17% del total, habiéndose utilizado exclusivamente en cantaros y jarras. Presentan un porcentaje idéntico, 17%, los recipientes con nervio de cocción reductor, ceñidos en exclusividad a los cuencos y a una única jarra. Apareciendo, también con la misma proporción, algunos cuencos que alternan una superficie oxidante exterior con una reductora al interior.


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Como desgrasantes en todos los tipos se encuentran presentes el cuarzo y la mica blanca, apreciándose mica dorada en el 50% de los cuencos. En el conjunto tienen una importante presencia los desgrasantes calcáreos presentes en el 61% de las piezas entre las que se encuentran el 50% de los cántaros, todos los cuencos y en el 75% de las jarras. A diferencia de los conjuntos anteriores, en este, resultan abundantes las pastas grises y marrones presentes en cántaros y botellas, destacando que todos los cuencos cuentan con pastas de color marrón y marrón claro. En la distribución de tipos formales resulta reducido el número de ollas, algo poco representativo dado el escaso número de recipientes que componen la muestra, con un solo caso de olla trípode. Predominan las formas tipo jarra que suponen el 46% de los casos, representando los cuencos el 26%. Los cántaros se encuentran presentes en un 13%, mientras que las ánforas cuentan con la misma representación que las ollas, un 5%. En cuanto a los bordes señalar que todos los cuencos cuentan con bordes entrantes con labios redondeados y ligeramente biselados a partes iguales. Las jarras tienen bordes redondeados exvasados y la mitad de ellas tienen cierto engrosamiento al exterior. Los casos de bordes engrosados con cierto exvasamiento aparecen en la única forma -tipo cántaro- de la que se puede establecer la forma del borde. Las decoraciones siguen la tónica de las unidades anteriores presentado casi un 40% de los recipientes decoraciones pintadas a base de ondas paralelas verticales de color rojo o negro. También es de destacar que un 13% de los recipientes presenta una aguada de color blanco. UN APUNTE SOBRE LAS RELACIONES CON OTROS CONJUNTOS CERÁMICOS Ya hemos señalado que el objetivo de este trabajo no es realizar una tipología sistemática de los recipientes estudiados, de un material que aún se encuentra en estudio, sino presentar de manera preliminar un conjunto de materiales pertenecientes a unas unidades estratigráficas muy precisas. Su momento de formación se puede situar en la primera mitad del siglo VIII a partir de la estratigrafía documentada en la excavación. Las cerámicas documentadas permiten establecer una serie de semejanzas formales con los materiales de otros yacimientos de similar cronología, a la vez que presentan algunas diferencias con conjuntos ya conocidos. Hay que tener presente lo fragmentado de las piezas estudiadas, que no permiten en ningún caso la restitución de formas completas y el establecimiento de una tipología formal. Agrupando los distintos tipos formales de forma muy genérica señalaremos algunas de sus características más generales y paralelos.

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Entre los recipientes de uso culinario tipo olla predominan los recipientes a torno con cocciones oxidantes de borde exvasado y labios redondeados, o bien triangulares. Entre las primeras (Fig. 1, nos 30349-1, 2, 5, 27 y 29) contamos abundantes paralelos ya desde época tardoantigua en Córdoba7, Jaén, Toledo8, Granada, Guadalajara, Almería, Málaga o Madrid9. Las segundas (Fig. 1, nº 30349-15) se han documentado en Recópolis en periodo emiral10 o en el Cerro Miguelico11 (Jaén) entre otros yacimientos. Contamos con un único ejemplar identificado de pie de olla trípode, realizado a mano (Fig. 4, nº 30058-17) cuyo paralelo más cercano lo encontraríamos en Melque 12 o Recópolis13, un tipo que resulta frecuente en el Jaén emiral14. Entre las ollas es posible distinguir dos grupos según su tamaño. El primero con diámetros comprendidos entre los 9,2 y los 14,2 cm. y un segundo grupo, de recipientes más amplios, situado entre los 18,6 y 25,4 cm. Entre las piezas de servicio de mesa, destacan por su abundancia los cuencos (Fig. 4, 30058, nos 1, 9, 12, 13; fig. 3A, 30058, nos 2, 5, 8 y 13; y fig. 3B, 30386-1), prácticamente todos ellos con bordes entrantes de labios ligeramente redondeados, planos, o con bisel al interior. Presentan

7. CASAL, T. M.; CASTRO, E.; LOPEZ, R. y SALINAS, E.: “Aproximación al estudio de la cerámica emiral del arrabal de Saqunda (Qurtuba, Cordoba). Arqueología y territorio medieval, 12.2, 2005, fig 1. y 2. 8. GOMEZ LAGUNA, A. J, y ROJAS RODRIGUEZ-MALO, J. M.: “El yacimiento de la Vega Baja de Toledo. Avance sobre las cerámicas de la fase emiral”. En VIII Congreso Internacional de Cerámica Medieval en el Mediterráneo, Ciudad Real, 2009, lámina 4, nº 10168/nº 33. 9. JIMÉNEZ PUERTAS, M. “Cerámica tardoantigua y emiral de la Vega de Granada”. En Malpica Cuello, A. y Carvajal Lopez, J.C. (eds.). Estudios de cerámica tardorromana y altomedieval. Granada, 2007. P. 195. 10. OLMO ENCISO, L. y CASTRO PRIEGO, M.: “La cerámica de época visigoda de Recópolis: apuntes tipológicos desde un análisis estratigráfico.” En Recópolis y la Ciudad en época Visigoda, Zona Arqueológica nº 9, Alcalá de Henares, 2008, pp. 93 y fig. 7. 11. SALVATIERRA CUENCA, V. y CASTILLO ARMENTEROS, J.C.: Los asentamientos emirales de Peñaflor y Miguelico. El poblamiento hispano-musulmán de Andalucía Oriental. La Campiña de Jaén (1987-1992), 2000. Junta de Andalucía, Jaén, 2000, fig. 41, nº 9; PEREZ ALVARADO, S.: “Las cerámicas omeyas de Marroquíes Bajos (Jaén). Un indicador arqueológico del Proceso de Islamización. Universidad de Jaén, Jaén, 2003, p. 229, lam. 82. 12. CABALLERO, L.; RETUERCE, M. y SAEZ, F.: “Las cerámicas del primer momento de Santa María de Melque (Toledo). Construcción, uso y destrucción. Comparación con las de Santa Lucía del Trampal y El Gatillo (Cáceres). En Caballero, L., Mateos, P. y Retuerce, M. (eds.). Cerámicas tardorromanas y altomedievales en la Península Ibérica. Anejos de Archivo Español de Arqueología, XXVIII, 2003, pp. 225-271. 13. Fechadas en un momento emiral avanzado, en SANZ PARATCHA, A.:“Vida después de la muerte: los contextos cerámicos de Recópolis en época emiral.” En Recópolis y la Ciudad en época Visigoda, Zona Arqueológica nº 9, Alcalá de Henares, 2008, pp. 173 y fig. 5. 14. CASTILLO ARMENTEROS, J.C.:“La cerámica emiral de la campiña de Jaén.” En Arqueología y Territorio Medieval, nº 3, Universidad de Jaén, 1996, p. 195 y pp. 209 fig. 3, nº 1, 2 y 3.; SALVATIERRA CUENCA, V. y CASTILLO ARMENTEROS, J. C.: 2000, Fig. 18.

formas bitroncocónicas y superficies bien alisadas predominantemente de color grisáceo claro o marronáceo, con diámetros situados entre los 13 y los 16 cm. Este tipo de recipientes, sin decorar, aparecen en la segunda fase emiral de Recópolis15 o en Badajoz16 así como en el Arrabal de Saqunda17. Suelen aparecer asociados a decoraciones pintadas en rojo o manganeso y son frecuentes en contextos emirales en Toledo tanto en Melque18 como en Vega Baja19. En Córdoba también se documentan cuencos de bordes entrantes, redondeados, engrosados y biselados, algunos de ellos con decoraciones pintadas similares a los de Vega Baja20. En Recópolis se localizan decoraciones de este tipo asociadas a cuencos exvasados y de labio plano21. Entre las piezas de transporte y contención se localizan recipientes tipo jarras. Tienen bordes rectos ligeramente exvasados y engrosados al exterior. Se documentan jarras con asas (Fig. 2, nos 30349-7 y 10) y bordes de labio engrosado (Fig. 4, nº 30058-8) similares a las aparecidas en Jaén22 o en el Tolmo de Minateda23, y ejemplares con labio redondeado engrosado al exterior (fig. 1, nº 30349-3). Aparecen decoradas en algún caso con serie de líneas onduladas verticales pintadas en rojo o manganeso, o bien restos de líneas o trazos verticales, individuales o en series (fig. 4, nos 30058-16, 9a-9d y 10; y Fig. 3A, nº 30371-7). Las botellas, menos abundantes que las anteriores, presentan labios redondeados, con predominio de los bordes exvasados, ligeramente apuntados. Otras muestran restos de pintura negra al interior del borde o cuerpo decorado con líneas verticales onduladas. Ejemplares con este último tipo

15. SANZ PARATCHA, A., 2008, fig. 5. 16. Cuencos de la fase emiral en HERAS MORA, F. J. y GILOTTE, S.:“Primer balance de las actuaciones arqueológicas en el Pozo de la Cañada (2002-2005.) Transformación y continuidad en el campo emeritense (ss.-XI d.C). En Arqueología y Territorio medieval, nº 15, pp. 51-72, 2008, Fig. nº 9, nº 15 y 16. 17. CASAL, T, M.; CASTRO, E.; LOPEZ, R. y SALINAS, E., 2005, pp. 224, fig. 12, nº 2.4.1 y 2.4.3. 18. CABALLERO, L.; RETUERCE, M. y SAEZ, F., 2003, pp. 250 y 253, fig. 15, nº D14. 19. ROJAS RODRIGUEZ-MALO, J. M, y GOMEZ LAGUNA, A. J., 2009, pp. 8-9 y figs. 2-5. 20. CASAL, T, M.; CASTRO, E.; LOPEZ, R. y SALINAS, E., 2005, pp. 224, fig. 12. 21. Cerámicas de la segunda fase emiral. SANZ PARATCHA, A. 2008, pp. 177, fig. 5. 22. PÉREZ ALVARADO, S., 2003, p. 203, lám. 38. 23. Horizonte IIIB, GUTIERREZ LLORET, S.; GAMO PARRAS, B. y AMOROS RUIZ, V.:“Los contextos cerámicos altomedievales del Tolmo de Minateda y la Cerámica altomedieval en el sudeste de la Península Ibérica”. En Caballero, L., Mateos, P. y Retuerce, M. (eds.). Cerámicas tardorromanas y altomedievales en la Península Ibérica. Anejos de Archivo Español de Arqueología, XXVIII, 2003, p. 152, Fig. 20, Nº 1. 24. FERNANDEZ DEL CERRO, J. y CHICO CARRILLO, J. L.: “Las Jariegas (Azután, Toledo): una pequeña explotación agrícola altomedieval. 2º Jornadas de Arqueología de Castilla la Mancha. (En prensa) Fig. 13, nº 8-13).


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de decoración se localizan en Toledo en Las Jariegas (Azután)24 (Fig. 4 , 30058-16). Finalmente, entre las piezas de almacenamiento únicamente apuntar la mínima cantidad de ejemplares localizados, fragmentos de tinaja de los que sólo uno de ellos se presenta decorado con decoración incisa a peine horizontal, sin localizar ningún ejemplar con la forma completa. Por último destacar que junto a estas cerámicas de transición (finales del s.VII-principios del s.VIII) también se localizan piezas importadas fechadas en los siglos VI-VII d.C. como un borde de ánfora oriental palestina tipo Late Roman Amphora 4, variante C25, de cocción oxidante y tratamiento del borde exterior característico (Fig. 4, nº 30058-4)26. LOS HALLAZGOS NUMISMÁTICOS A nivel de los materiales arqueológicos el cambio más evidente y significativo acaecido con la llegada de los conquistadores se produce en el campo de la numismática. En este sentido a partir de los hallazgos arqueológicos, es apreciable un aumento exponencial del numerario en circulación en el que, a diferencia del periodo anterior, el bronce adquiere un papel preponderante en las transacciones más habituales. Si para la época visigoda se han documentado cuatro tremíses27, a los que hay que sumar un tesorillo de 30 monedas28, resulta muy abundante el número de feluses documentados -ninguno de ellos en forma de tesori25. Queremos agradecer, desde estas líneas, a Darío Bernal Casasola sus precisas indicaciones sobre la misma. 26. PIERI, D.:“Le commerce du vin oriental à l’epoque byzantine (V-VII siècles). Le tèmoignage des amphores en Gaule, Beyrouth, 2005, pp. 101-114.; REMOLÀ, J. A.: La ánforas tardo-antiguas en Tarraco (Hispania Tarraconensis), Barcelona, 2000, pp. 226-233, p. 233, fig. 9 y 10; EXPOSITO ALVAREZ, J. A. y BERNAL CASASOLA, D.: “Ánforas orientales en el extremo occidente: las importaciones de LR1 en el sur de Hispania”. En Bonifay, M. y Tréglia, J. C. (eds.). En LRCW 2. Late Roman Coarse Wares, Cooking Wares and Amphorae in the Mediterranean: Archaeology and Archaeometry. Volumen I. BAR International Series 1662 (I), 2007, fig. 1 y tabla II; REYNOLDS, P. “Cerámica, comercio y el Imperio romano (100-700 d.C.): perspectivas desde Hispania, África y el Mediterráneo oriental. En Malpica Cuello, A. y Carvajal López, J. C. (eds.). Estudios de cerámica tardorromana y altomedieval. Granada, 2007 pp-13-82, fig. 12. 27. Dos en las excavaciones realizadas durante el proyecto de urbanización, véase GARCIA LERGA, R.L.; GOMEZ LAGUNA, A.J. y ROJAS RODRIGUEZ MALO, J.L.:” Aportación de la numismática al conocimiento de las fases de ocupación de la Vega Baja de Toledo”, ARSE, Arqueología de Sagunto, nº 41, 2007, pp.118-119 y 131; CABALLERO GARCÍA, R. y PELÁEZ SÁNCHEZ, E.I.: Informe preliminar de actuación arqueológica en Proyecto de 106 viviendas VPT-120. Locales Comerciales. Vega Baja Parcela “R4” (Toledo), 2006 (Inédito); otros dos aparecidos en las excavaciones de 2008 en V.V.A.A. La Vega Baja de Toledo. Toletum Visigodo, 2009, p. 18. 28. V.V.A.A. Hispania Gothorum. San Ildefonso y el reino visigodo de Toledo. Toledo, 2006, p. 520.

llo- que superan los doscientos desde que comenzaron las excavaciones. Constituyéndose con ello uno de los yacimientos peninsulares donde más hallazgos se han realizado hasta la fecha. No pretendemos tratar aquí las características de estas monedas, pero sí llamar la atención sobre el hecho de que entre los feluses catalogados29. El 94% pertenecen al emirato dependiente, con las implicaciones cronológicas que sobre la ocupación del periodo islámico parecen desprenderse. Hasta el momento sólo se ha catalogado un felús del emirato independiente y una fracción de época taifa. Aunque no es este el lugar para profundizar sobre esta cuestión es de destacar que la irrupción de la moneda de cobre en el territorio peninsular, coincidiendo con la conquista, ha sido relacionada directamente con las soldadas que recibían los cuerpos inferiores y medios del ejército de conquista como pago de sus servicios, aspecto este que también ha sido estudiado en otras regiones del imperio árabe30. APROXIMACIÓN A LOS USOS DEL ESPACIO EN EL PERIODO ANDALUSÍ El estado incipiente de la investigación en Vega Baja no permite por el momento definir un panorama general sobre las transformaciones del uso del espacio a lo largo del periodo andalusí. Sin embargo, trataremos de trazar un boceto aproximativo a partir de los datos que pueden extraerse de las recientes intervenciones arqueológicas. Los trabajos realizados permiten constatar la reutilización y transformación de algunos edificios preexistentes de época visigoda como espacios de habitación. Al mismo tiempo, otras edificaciones fueron afectadas por actividades destructivas, principalmente por la excavación de fosas basurero y el saqueo de los materiales constructivos, señalando el progresivo deterioro de la trama urbana edificada durante el periodo visigodo. Destaca la aparición ocasional en estos basureros de restos arquitectónicos de época visigoda (capiteles, epígrafes…) que parecen evidenciar las intensas transformaciones de un entorno que asiste a la desaparición de los centros de poder del Reino Visigodo, que una vez abandonados por sus titulares perderían sus funciones y configuración primitiva31. Así mismo, los indicios parecen apuntar hacia la existencia de ocupaciones al aire libre o, al menos, de abundantes hogares en superficie que no han podido relacionarse con los restos de ninguna estructura construida.

29. V.V.A.A. La Vega Baja de Toledo. 2009, p. 18. 30. MANZANO E. Conquistadores, emires y califas. Los omeyas y la formación de al-Andalus. Barcelona 2006, pp. 55-60. 31. Una caso similar parece constatarse en Sta. Eulalia de Mérida, Mateos . P. “La basílica de Santa Eulalia de Mérida. Arqueología y urbanismo”. Anejos AEspA., XIX, 1990, pp. 89 y ss.


303 ESPACIOS URBANOS EN EL OCCIDENTE MEDITERRÁNEO (S. VI - VIII)

Posiblemente, por la utilización de estructuras perecederas o el uso de los espacios abiertos como lugares en los que se desarrollaban actividades de carácter más o menos doméstico. Es posible, aunque por el momento no existen evidencias cronológicas concluyentes, que desde los primeros momentos del periodo andalusí en Vega Baja se realizaran enterramientos islámicos. Parecería apoyar esta hipótesis la existencia de dos cementerios de tumbas de fosa simple con cubierta de tejas y otros materiales reutilizados32. Los restos del periodo califal y taifa son hasta el momento muy reducidos, en un espacio que en esos periodos habría perdido todos los rasgos de la configuración urbana heredada de tiempos visigodos. Durante las excavaciones en curso no se han detectado contextos atribuibles a los siglos X y XI, localizándose todos los materiales documentados en posición secundaria, ocasionalmente formando parte de los rellenos de las fosas de expolio de las estructuras de los momentos anteriores. Sin embargo, a pesar de los escasos indicios arqueológicos para reconstruir las actividades desarrolladas durante este periodo, es posible deducir que en esta época Vega Baja se configura como un espacio periférico de la ciudad de Toledo. Los hallazgos que se vienen realizando desde finales del siglo XVIII, y especialmente las intervenciones arqueológicas realizadas a fines del s. XX han permitido definir una amplia zona de enterramiento en la parte más cercana al casco histórico de Toledo33. De esta zona, y especialmente del entorno del Cristo de la Vega, procede el conjunto de inscripciones árabes más numeroso e importante de la ciudad34. Los epígrafes, exclusivamente funerarios, han permitido identificar el lugar de enterramiento y año de la muerte de algunos personajes toledanos conocidos por las fuentes escritas. Para realizar estas inscripciones se reutilizaron reiteradamente como soportes mármoles y calizas, procedentes del expolio de materiales romanos y visigodos que, ahora sabemos, se ubicaban en el entorno.

32. ROJAS RODRIGUEZ-MALO, J.M. y GOMEZ LAGUNA, A.J.: “Intervención arqueológica en La Vega Baja de Toledo. Características del centro político y religioso del reino visigodo.” En Caballero Zoreda, L.; Mateos Cruz, P.y Utrero Agudo, M.A. (eds): El siglo VII frente al siglo VII: Arquitectura. Visigodos y Omeyas, nº 4, Anejos del Archivo español de Arqueología, LI, CSIC, Mérida, 2006, Madrid, 2009, p. 63, 65 y fig 3. 33. MAQUEDANO, CARRASCO, B; ROJAS, J. M; SANCHEZ, E. I; SAINZ PASCUAL, M. J. y VILLA, R: “Nuevas aportaciones al conocimiento de las necrópolis medievales de la Vega Baja de Toledo (I) y (II)” en Tulaytula Nº 9, 2002, Primer Semestre pp. 19?51 y 27-69; DE JUAN GARCIA, A.: “Los enterramientos musulmanes del circo romano de Toledo”, en Estudios y monografías, Nº 2, 1987, Museo de Santa Cruz, Toledo. 34. GÓMEZ AYLLÓN, E.E.: Inscripciones árabes de Toledo: Época Islámica. Tesis doctoral. Universidad Complutense. Madrid, 2006.

Un segundo tipo de actividad asociada a estas etapas, propia de los ambientes de la periferia urbana, es la alfarera. Así lo han constatado las excavaciones realizadas en el Circo romano35 y los desechos de testares identificados en rellenos recientes de nivelación en el entorno de la Fábrica de Armas. En las excavaciones actualmente en curso se han detectado de forma dispersa escasos materiales de cronología califal y taifa en el interior de fosas de expolio. También se puede señalar su presencia sobre restos muy parciales de suelos realizados con cantos y guijarros, aunque su superficialidad y el encontrarse mezclados con otros materiales de cronología posterior no permiten asegurar por el momento que se traten de suelos realmente pertenecientes a este periodo. CONCLUSIONES La documentación arqueológica recuperada en Vega Baja permite asegurar que la conquista árabe no supuso el final de la ocupación del yacimiento, atestiguándose la continuidad de la ocupación durante la totalidad del emirato dependiente y parte del independiente alcanzando el siglo IX. No se han detectado actividades destructivas generalizadas, concordando con lo que dejan traslucir las crónicas de conquista, constatándose la continuidad de los espacios utilizados en época visigoda que, son abandonados o transformados para adaptarse a nuevos usos, reutizándose los materiales constructivos los existentes en el entorno más cercano. El final de la utilización de este entorno como zona de habitación parece que comenzó en una época muy temprana de la ocupación islámica, el siglo VIII, apreciándose una menor intensidad de la ocupación para época del emirato independiente con respecto al periodo de los gobernadores, deducible de los materiales numismáticos. Las características de esta ocupación están todavía por definir con claridad pero es apreciable que, al menos en algunos puntos, no se encuentra asociada a estructuras construidas reconocibles, o simplemente reaprovecha los restos parcialmente abandonados de las fases preexistentes.

35. MARTINEZ LILLO, S.: “Horno islámico nº 1 del circo romano de Toledo”, en: Actas del I Congreso de Arqueología medieval española. Huesca 1985, Zaragoza, 1987, t. IV, pp. 73?93.; MARTÍNEZ LILLO, S.: “Hornos califales de Toledo”. Fours de potiers et “Testares” médiévaux en Méditerranée occidentale, Casa de Velazquez, 1987, Madrid, 1990, pp. 45-61.


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