Alexia en colores

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Cuentos y fábulas para niños Diferentes autores

Editorial Lisboa


ÍNDICE El pastor y el lobo (pag.6) La tortuga y la liebre Caperucita roja Cuentos y fábulas: Diferentes autores 1° edición - 5000 ejemplares Editorial Lisboa S.A de C.V Guadalajara. 2021. Copyright 2021 by Editorial Lisboa S.A de C.V Guadalajara, México. ISBN 978-607-438-056-1 Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de la presente obra en cualquiera formas, sean electrónicas o mecánicas, sin el consentimiento previo o escrito del editor. IMPRESO EN MÉXICO/ PRINTED IN MEXICO Email: info@lisboa.mx lisboaeditorial.mx

El león y el ratón


El pastor y el lobo

Autor: Esopo

Un día, un pastor que cuidaba su rebaño en los

prados pensó:

-¡Qué aburrimiento! Estoy cansado de vigilar el rebaño yo solo desde la mañana hasta la noche. ¡Ojalá ocurriese algo divertido! Entonces se le ocurrió una idea y corrió al pueblo dejando al rebaño solo. -¡Socorro! ¡Los lobos están atacando mi rebaño! -gritó.


Los habitantes del pueblo, al oír los gritos del pastor, se reunieron a su alrededor armados con hoces, azadas y palas. -¿Dónde están los lobos? ¿Te han herido? -preguntaron los aldeanos. El pastor les contó la verdad con una sonrisa: -Me aburría tanto que me lo he inventado todo. Ha sido divertido ver vuestra reacción. Los aldeanos muy enfadados, regresaron a su trabajo. Al día siguiente, el pastor volvió a gritar: -¡Socorro! ¡Los lobos están atacando! ¡Esta vez es verdad! Los aldeanos volvieron a acudir a la llamada con sus hoces, hachas, y demás aperos, pero el pastor les había mentido de nuevo. Esta vez, los aldeanos se enfadaron más aún con él, y volvieron a su trabajo.


Esta vez, los aldeanos se enfadaron más aún con él, y volvieron a su trabajo. Cuando el pastor regresó a los prados, se encontró con que los lobos estaban atacando de verdad su rebaño. Los hambrientos animales comenzaron a comerse a las ovejas una por una. El sorprendido pastor, corrió hacia el pueblo tan desprisa como pudo: -¡Socorro! ¡Los lobos están atacando a mi rebaño! ¡Por favor, ayudadme! -imploró pidiendo la ayuda de los aldeanos uno por uno. Pero los aldeanos respondieron entre risas. -¡Cada vez eres mejor actor! ¡Estamos demasiado ocupados para perder el tiempo con tu actuación! -¡Oh, no! ¡Esta vez es verdad! Por favor, ayudadme a echar a los lobos -suplicó. Nadie le hizo el menor caso. Los lobos se comieron a todas las ovejas y el pastor se quedó sin nada.

MORALEJA: Si siempre dices mentiras, los demás no confiaran en tí.


La tortuga y la liebre Autor: Esopo

En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa, porque ante todos decía que era la más veloz. Por eso, constantemente se reía de la lenta tortuga. - ¡Miren la tortuga! ¡Eh, tortuga, no corras tanto que te vas a cansar de ir tan de prisa! -decía la liebre riéndose de la tortuga. Un día, conversando entre ellas, a la tortuga se le ocurrió de pronto hacerle una rara apuesta a la liebre. - Estoy segura de poder ganarte una carrera - le dijo. - ¿A mí? -preguntó, asombrada, la liebre. - Pues sí, a ti. Pongamos nuestra apuesta en aquella piedra y veamos quién gana la carrera.


La liebre, muy divertida, aceptó. Todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. Se señaló cuál iba a ser el camino y la llegada. Una vez estuvo listo, comenzó la carrera entre grandes aplausos.

Confiada en su velocidad, la liebre se tumbó bajo un árbol y ahí se quedó dormida. Mientras tanto, pasito a pasito, y tan ligero como pudo, la tortuga siguió su camino hasta llegar a la meta.

Confiada en su ligereza, la liebre dejó partir a la tortuga y se quedó remoloneando. ¡Vaya si le sobraba el tiempo para ganarle a tan lerda criatura!

Cuando la liebre se despertó, corrió con todas sus fuerzas pero ya era demasiado tarde, la tortuga había ganado la carrera.

Luego, empezó a correr, corría veloz como el viento mientras la tortuga iba despacio, pero, eso sí, sin parar. Enseguida, la liebre se adelantó muchísimo.Se detuvo al lado del camino y se sentó a descansar. Cuando la tortuga pasó por su lado, la liebre aprovechó para burlarse de ella una vez más. Le dejó ventaja y nuevamente emprendió su veloz marcha. Varias veces repitió lo mismo, pero, a pesar de sus risas, la tortuga siguió caminando sin detenerse.

Aquel día fue muy triste para la liebre y aprendió una lección que no olvidaría jamás: No hay que burlarse jamás de los demás.


Caperucita roja Autor: Charles Oerrault

MORALEJA:

No se debe uno burlar de los demás, ni presumir o ser vanidoso.

Había una vez una dulce niña que quería mucho a su madre y a su abuela. Les ayudaba en todo lo que podía y como era tan buena el día de su cumpleaños su abuela le regaló una caperuza roja. Como le gustaba tanto e iba con ella a todas partes, pronto todos empezaron a llamarla Caperucita roja. Un día la abuela de Caperucita, que vivía en el bosque, enfermó y la madre de Caperucita le pidió que le llevara una cesta con una torta y un tarro de mantequilla. Caperucita aceptó encantada. - Ten mucho cuidado Caperucita, y no te entretengas en el bosque. - ¡Sí mamá!


La niña caminaba tranquilamente por el bosque cuando el lobo la vio y se acercó a ella. - ¿Dónde vas Caperucita? - A casa de mi abuelita a llevarle esta cesta con una torta y mantequilla. - Yo también quería ir a verla…. así que, ¿por qué no hacemos una carrera? Tú ve por ese camino de aquí que yo iré por este otro. - ¡Vale! El lobo mandó a Caperucita por el camino más largo y llegó antes que ella a casa de la abuelita. De modo que se hizo pasar por la pequeña y llamó a la puerta. Aunque lo que no sabía es que un cazador lo había visto llegar. - ¿Quién es?, contestó la abuelita - Soy yo, Caperucita - dijo el lobo - Que bien hija mía. Pasa, pasa


El lobo entró, se abalanzó sobre la abuelita y se la comió de un bocado. Se puso su camisón y se metió en la cama a esperar a que llegara Caperucita. La pequeña se entretuvo en el bosque cogiendo avellanas y flores y por eso tardó en llegar un poco más. Al llegar llamó a la puerta. - ¿Quién es?, contestó el lobo tratando de afinar su voz - Soy yo, Caperucita. Te traigo una torta y un tarrito de mantequilla. - Qué bien hija mía. Pasa, pasa Cuando Caperucita entró encontró diferente a la abuelita, aunque no supo bien porqué. - ¡Abuelita, qué ojos más grandes tienes! - Sí, son para verte mejor hija mía - ¡Abuelita, qué orejas tan grandes tienes! - Claro, son para oírte mejor… - Pero abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes! - ¡¡Son para comerte mejor!!

En cuanto dijo esto el lobo se lanzó sobre Caperucita y se la comió también. Su estómago estaba tan lleno que el lobo se quedó dormido. En ese momento el cazador que lo había visto entrar en la casa de la abuelita comenzó a preocuparse. Había pasado mucho rato y tratándose de un lobo…¡Dios sabía que podía haber pasado! De modo que entró dentro de la casa. Cuando llegó allí y vio al lobo con la panza hinchada se imaginó lo ocurrido, así que cogió su cuchillo y abrió la tripa del animal para sacar a Caperucita y su abuelita. - Hay que darle un buen castigo a este lobo, pensó el cazador. De modo que le llenó la tripa de piedras y se la volvió a coser. Cuando el lobo despertó de su siesta tenía mucha sed y al acercarse al río, ¡zas! se cayó dentro y se ahogó. Caperucita volvió a ver a su madre y su abuelita y desde entonces prometió hacer siempre caso a lo que le dijera su madre.


El león y el ratón Autor: Esopo

Después de un largo día de caza, un león se echó a descansar debajo de un árbol. Cuando se estaba quedando dormido, unos ratones se atrevieron a salir de su madriguera y se pusieron a jugar a su alrededor. De pronto, el más travieso tuvo la ocurrencia de esconderse entre la melena del león, con tan mala suerte que lo despertó. Muy malhumorado por ver su siesta interrumpida, el león atrapó al ratón entre sus garras y dijo dando un rugido: - ¿Cómo te atreves a perturbar mi sueño, insignificante ratón? ¡Voy a comerte para que aprendáis la lección!


El ratón, que estaba tan asustado que no podía moverse, le dijo temblando: - Por favor no me mates, león. Yo no quería molestarte. Si me dejas te estaré eternamente agradecido. Déjame marchar, porque puede que algún día me necesites. - ¡Ja, ja, ja! – se rió el león mirándole - Un ser tan diminuto como tú, ¿de qué forma va a ayudarme? ¡No me hagas reír!. Pero el ratón insistió una y otra vez, hasta que el león, conmovido por su tamaño y su valentía, le dejó marchar. Unos días después, mientras el ratón paseaba por el bosque, oyó unos terribles rugidos que hacían temblar las hojas de los árboles. Rápidamente corrió hacia lugar de dónde provenía el sonido, y se encontró allí al león, que había quedado atrapado en una robusta red. El ratón, decidido a pagar su deuda, le dijo: - No te preocupes, yo te salvaré.

Y el león, sin pensarlo le contestó: - Pero cómo, si eres tan pequeño para tanto esfuerzo. El ratón empezó entonces a roer la cuerda de la red donde estaba atrapado el león, y el león pudo salvarse. El ratón le dijo: - Días atrás, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos. El león no tuvo palabras para agradecer al pequeño ratón. Desde este día, los dos fueron amigos para siempre.


MORALEJA:

Ningún acto de bondad queda sin recompensa.


Editorial Lisboa 2021


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