Director: F. Javier Ugarte Consejo Editorial: Antoni Mora, M. Ángel Sánchez, Pedro A. Pérez, J. M. Núñez, Carlos Landívar, Luis Rodríguez-Piñero Portada: Raúl Diseño y maquetación: PAPF Edita: Fundación Triángulo C/ Eloy Gonzalo 25, 1º ext. 28010 - Madrid Tfno/Fax de información y suscripciones: 91 593 05 40 www.fundaciontriangulo.es Recepción de artículos: Fundación Triángulo A la atención de Javier Ugarte E-mail: correo@fundaciontriangulo.es ISSN: 1576-978X Depósito Legal: M-41320-2000 Impresión: Xiana Color Gráfico
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Presentación ........................................................................................................... 5 MONOGRAFICO: HACIA UNA REESCRITURA DE LA HISTORIA Francisco Vázquez García De la subcultura al movimiento social: Elementos para una genealogía de la homosexualidad ...................................... 9 Carlos Espejo Muriel El Dulce Silencio de Hilas: La “homosexualidad” en Grecia y Roma ................... 23 Juan Francisco Martos Montiel Homosexualidad femenina en Grecia y Roma .................................................. 37 Ana Isabel Carrasco Manchado «Enrique IV de Castilla» esbozo de una representación de la propaganda política ................................. 55 Marie-Jo Bonnet ¿De la emancipación a la liberación? .............................................................. 73 Kerman Calvo Borobia El movimiento homosexual en la transición a la democracia en España ........... 85 Luis Rodríguez-Piñero Royo History / Herstory: Internet y la historia de las homosexualidades ................... 109 ANEXO HISTÓRICO Juan Francisco Martos Montiel Textos literarios de la antigüedad grecorromana ............................................ 127 Ramón Rosselló y Jaume Bover La homosexualidad en Mallorca en el s. XIV (reinado de Jaume IV: 1349-1375) ....... 133 Manifiestos de grupos homosexuales en la transición española I Manifest del F A G C ...................................................................................... 137 Manifiestos de grupos homosexuales en la transición española II Manifiesto del F L H O C .............................................................................. 141
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ESTUDIOS Y ENSAYOS Francisco Puñal El Placer Heroico (Notas sobre el amor en Juan Gil-Albert) .............................. 147 F. Javier Ugarte Pérez Sexo, género, orientación .............................................................................. 163 NOTAS DE LECTURAS Carlos Landívar Sexualidades e institución escolar, de Debbie Epstein y Richard Johnson ....... 175 F. Javier Ugarte Transexualidad, transgenerismo y cultura, de José Antonio Nieto (Compilador) ....... 181 F. Javier Ugarte Homofobia, de Daniel Borrillo ....................................................................... 186 Angel Carbonell Amenos Queer Iberia. Sexualities, cultures and crossings from the Middle Ages to the Renaissance, de BLACKMORE, Josiah; HUTCHESON, Gregory S. (Ed.) ...................................... 189
Ilustraciones: Daniel GARBADE Pintor suizo, en Madrid desde 1983. Exposiciones en España, Suiza, EEUU, Mexico etc. Su portal en Internet es: www.garbade.net 3
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Presentación ¿Por qué el grupo de personas que trabajamos en OrientacioneS hemos decidido dedicar nuestro segundo número al campo de la Historia y la Historiografía? ¿No existe nada más importante –o urgente- que hacer que escarbar en el pasado? ¿No tienen los y las homosexuales actuales otros problemas, u otras distracciones, en que emplear su tiempo? ¿Por qué acudir a siglos a veces tolerantes, pero muy a menudo épocas de persecución y ensañamiento hacia las personas que mantenían relaciones sexuales y afectivas con otras de su mismo sexo y cuyo conocimiento no aporta una felicidad inmediata a quienes se sumergen en su lectura? Ya en el primer número de OrientacioneS publicamos un artículo de Francisco Tomás y Valiente sobre la España del Barroco, un lugar y una época donde las hogueras estuvieron encendidas casi todo el tiempo. Para intentar responder a estas preguntas comenzaremos por distinguir entre lo importante y lo urgente como intento de aclarar el sentido de nuestras decisiones ¿Qué es lo importante y qué es lo urgente para un grupo de personas discriminadas? Sin duda lo urgente es terminar con la discriminación misma que para muchos se expresa en su forma básica como desigualdad (legal, social, etc). Sin embargo, un fenómeno tan persistente de discriminación y negación a lo largo de los siglos no puede ser combatido con intuiciones fulgurantes, ocurrencias felices, o simple buena voluntad, porque de ser así ya hace tiempo que alguien habría encontrado la forma, y habría tenido la voluntad, de terminar con ella. Lo urgente puede plantearse ante situaciones concretas y dolorosas de marginación y desigualdad, que para este grupo concreto de personas puede consistir, por ejemplo, en reaccionar ante un acto de agresión homófoba que pudiera quedar impune en un tribunal. También lo es responder a una declaración pública, por parte de personas destacadas, de culpabilización y rechazo de los y las homosexuales. Al margen de casos como estos lo urgente no suele estar al alcance de nuestras manos porque no lo están los mecanismos del poder; no tenemos capacidad, como miembros de un colectivo difuso, de modificar de forma inmediata y persistente la realidad que nos rodea porque justamente ésa es una de las consecuencias de la falta 5
Presentación
d e t r a t o i g u a l i t a r i o: l a i m p o s i b i l i d a d d e a s u m i r responsabilidades, no ya ante importantes tareas del mundo del que inevitablemente formamos parte, sino incluso ante la vida propia. Se plantea entonces como tarea alternativa la realización de lo importante, entendiendo por tal cosa el trabajo con una visión a largo plazo que permita ir asentando determinados hechos o interpretaciones sobre la realidad que resulten más favorables que los habidos hasta el momento para quienes no entran dentro de las clasificaciones tradicionales de sexos, géneros y orientaciones. En este contexto podemos plantear de nuevo la pregunta, ¿y qué es lo importante en nuestra situación? Sin duda, varias cosas. Una de ellas, conocer mejor lo que fue la expresión social y cultural de las relaciones afectivas entre las personas del mismo sexo (Historia) y las razones por las que fue ocultada, silenciada y hasta violentamente negada (Historiografía). Y esto para combatir la doble tentación que ya señaló Proust: el (y la) homosexual vive la experiencia consecutiva de creer que no existen más personas con esta orientación cuando son jóvenes y la convicción, en años posteriores de su vida, de que todo el mundo, en el fondo, siente y desea lo mismo, pero que la presión y la represión social impiden que se manifieste públicamente. Ni una cosa ni la otra son reales, pero para evitar ambos extremos es preciso conocer con cierta exactitud lo que fueron de hecho, y a veces de derecho, esas relaciones. En la preparación de este número de OrientacioneS hemos tenido que resolver varias dudas y problemas que, por su propia lógica, se planteaban al enfrentarnos al desafío estimulante de la Historia y la Historiografía. El primer problema fue la imposibilidad de seguir una sucesión temporal ordenada y remotamente exhaustiva, y esto por dos motivos a su vez: harían falta miles de páginas para desarrollarla con cierta solidez (tal como se realiza en este momento, por ejemplo, la Historia de las mujeres), y haría falta un trabajo de coordinación de numerosos estudiosos durante varios años, algunos de los cuales tendrían precisamente que elegir ahora las relaciones homoeróticas en una época concreta para su especialización, a la vista de la amplitud y duración del proyecto. Ninguno de los dos problemas es soluble por el momento, ni por parte de OrientacioneS ni por parte de 6
Javier Ugarte - Antoni Mora
centros de investigación nacionales, cuyo desinterés por estos temas es más bien manifiesto. Así que nuestra empresa ha intentado ser, ya que no completa ni extensa, al menos coherente en su modestia. Y para ello nos hemos centrado en dos aspectos que nos parecían abarcables, dado el desafío que tenemos por delante. Estos son, por un lado, la homosexualidad en el mundo antiguo, periodo sobre el que existen buenos especialistas, como no podía ser menos, con una extensión hacia el siglo recién clausurado, donde las referencias pueden ser más interesantes incluso por desconocidas. Todo ello intentando conseguir el equilibrio entre estudios sobre la homosexualidad masculina y la femenina; ejemplo de artículo que hace una lectura nueva del pasado, y además centrado en la vivencia lesbiana, es el de Marie-Jo Bonnet sobre la Francia de entreguerras. En medio, Enrique IV de Castilla, un rey medieval tan poco conocido como mal estudiado. La otra tarea ha sido ofrecer una análisis historiográfico de cada periodo tratado, aportación hasta ahora poco frecuente en este tipo de estudios. Por eso la mayor parte de los artículos comienzan con una introducción con este contenido y alguno se estructura enteramente así, incluso con derivaciones hacia la Historia e Historiografía que se puede encontrar en Internet. Y es que el análisis historiográfico ya es una fuente de conocimiento sobre la sociedad y mentalidad de las personas y tiempos en que se produjeron los estudios: desde un silencio casi absoluto en el siglo XIX, pasando por un tímido reconocimiento a medida que avanzaba el siglo XX, hasta llegar a ser el campo de trabajo fundamental de algunos especialistas, entre ellos varios articulistas del presente número. Somos consciente de que en pocos campos la polémica esencialismo/ constructivismo es tan fuerte como en los estudios históricos y cada autor/a del monográfico se ha posicionado frente a ella como mejor le ha parecido. Bienvenido sea el cambio actual porque frecuentemente aquello que no se estudia tampoco se conoce, y lo que no se conoce no existe ni para la conciencia de cada uno ni para su entorno, así que se vive con ignorancia, culpa y extrañamiento. En cambio, el conocimiento, incluso lo que no se puede resolver ni superar en el presente, es situarse ante la posibilidad de realizar cambios futuros, o al menos nos coloca en el camino que puede ser adecuado para realizarlos. 7
Presentación
El volumen también incluye un Anexo con textos en algún caso literarios, en otros casos con extractos de documentos penales, manifiestos de colectivos, y análisis de figuras históricas o sociedades en diferentes momentos del pasado con el objeto de que puedan ser de interés y ayuda para expertos actuales y futuros, además de para cualquier lector interesado. Y, por supuesto, sigue con una parte de estudios y ensayos más general, y breve, y con una sección de reseñas. Desde OrientacioneS esperamos que todo ello resulte útil para sumergirse en el pasado (y presente) de una homosexualidad no siempre bien conocida.
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M O N O G R Á F I C O Hacia una reescritura de la Historia De la subcultura al movimiento social: Elementos para una genealogía de la homosexualidad Francisco Vázquez García Mi asunto en esta digresión va a ser el de la identidad “gay” y, en menor medida, por razones que luego expondré, “lesbiana”. Propongo una reflexión sobre el debate esencialismo vs. constructivismo, un debate que tuvo su tiempo fuerte en los medios académicos norteamericanos de los años ochenta (Stein, 1992), y que sigue siendo objeto de controversia y de malentendidos. En este debate existen dos niveles de argumentación que normalmente no se suelen diferenciar, y que, aunque tengan relación entre sí, no distinguirlos sólo lleva a ahondar en las confusiones. Por una parte se trata de una controversia de orden político; los “esencialistas” consideran que para consolidar un movimiento político gay y lesbiano, es necesario anclarlo en la reivindicación de una identidad fuerte, una identidad de naturaleza. Si ser “gay” es una cuestión de libre elección, es una cuestión de hacer y no de ser, la identidad que debe dar cohesión al movimiento no parece más sólida que la que sustenta a las asociaciones de cazadores o de vegetarianos. Sólo afirmando la existencia de una identidad dada e irreductible (bajo la forma de una esencia inscrita en la conformación del cerebro, en los genes o en impulsos psíquicos primarios) se puede justicar una acción política que desenmascare, bajo el aparente universalismo de los discursos oficiales (jurídicos, éticos, pedagógicos, científicos), la marca de un poder marcado, heterosexual. Existen claras analogías entre el esencialismo defendido por parte de la comunidad gay y el esencialismo del llamado “feminismo de la diferencia”, o en el campo étnico, la reivindicación de la “negritud”. Deste esta perspectiva, el “outing” o el “coming out” significan tomar conciencia de una identidad preestablecida y mostrarla a la luz, hacerla pública. En la vertiente opuesta estarían las posiciones constructivistas. Estas se articulan fundamentalmente a partir 9
De la subcultura al movimiento social: Elementos para una genealogía de la homosexualidad
de los años 80, apoyándose en las críticas al esencialismo realizadas principalmente desde la óptica de Foucault (Foucault, 1976, Foucault, 1999 ) y de la corriente sociológica norteamericana conocida como el “interaccionismo simbólico” (Plummer, 1981). Los constructivistas sostienen que no existen identidades o preferencias sexuales preestablecidas; los cuerpos son en principio polimorfos respecto al placer sexual. Nadie es “homo” o “heterosexual” “per se”. En realidad, la idea de que los individuos son homosexuales o heterosexuales sería una ficción, un mito construido por la psiquiatría decimonónica para controlar y normalizar a la población. Adoptar el punto de vista esencialista sería entonces identificarse con el punto de vista de los dominantes, de los psiquiatras y otros expertos dedicados a clasificar y a estigmatizar las conductas que desafían las normas sociales establecidas. Por esta razón los constructivistas habrían reemplazado, desde los años 80-90, el término “homosexual”, incluso “gay” y “lesbiana” por el de “queer” (que en castellano se ha traducido por “rarito”, “torcido”, “marica”). Cuando uno se afirma “queer”, significa que disiente de la norma sexual establecida en un contexto específico. Puede ser alguien que tenga relaciones homosexuales en un contexto dominado por la heterosexualidad, o simplemente una pareja sin hijos en una urbanización de clase media donde todas las parejas tienen descendencia (Halperin, 1995:61-62). Mi intención no es pronunciarme sobre el aspecto político del debate -ambos argumentos, según las situaciones y de forma alternativa, han mostrado su eficacia política- sino sobre el aspecto epistemológico. Rechazo el punto de vista esencialista por su incompatibilidad con el pensamiento científico. Un rasgo universal -una conquista histórica- del pensamiento científico en contraste con el sentido común es su tendencia a sustituir el lenguaje sustancialista por un lenguaje relacional. Fue posible un estudio científico del movimiento cuando las nociones aristotélicas de “pesantez” y “ligereza” naturales (o el “ímpetus” de los renacentistas) fueron sustituidas por conceptos como los de “masa” y “aceleración”, que designaban propiedades puramente relacionales, puras funciones (Bourdieu, 1997: 7, Accardo, 1997: 11-12). “Mutatis mutandis”, si se quiere efectuar un estudio sociológico, es necesario pasar del “heterosexual” o del “homosexual” como realidades sustanciales al “heterosexual” y al “homosexual” como realidades construidas en una constelación específica de relaciones histórico-sociales. 10
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Esta tesis de que el “heterosexual” y el “homosexual” -éste anterior a aquél- son construcciones históricas presenta una variante, hoy bastante extendida, que podríamos llamar “constructivismo nominalista”. Es una tesis avalada por distintas orientaciones en los campos de la filosofía y las ciencias sociales: cierta lectura de Foucault (Halperin, 1990: 28), ciertas teorías sociológicas (etnometodología, interaccionismo simbólico), cierta filosofía analítica (Hacking, 1990:141-145), cierta crítica feminista (Butler, 1993). El homosexual y el heterosexual serían inventos de la psiquiatría de finales del siglo XIX y comienzos del XX; al inventar un nuevo sistema de categorías, esta disciplina habría producido nuevos moldes de sujeto en los que las personas podrían reconocerse, dando una interpretación coherente de necesidades, impulsos y motivos hasta entonces inconexos. 11
De la subcultura al movimiento social: Elementos para una genealogía de la homosexualidad
Al crear la etiqueta, los expertos crearían la demanda de la etiqueta y por tanto posibilitarían la aparición de nuevas identidades. Es lo que técnicamente se entiende como capacidad performativa del lenguaje (éste es capaz de producir objetos, cosas) . La forma en que las categorías “homosexual” y “heterosexual” configuran a los sujetos de los que hablan se ve muy bien si se confronta nuestra moral sexual con la de la cultura grecolatina. Se suele decir -falsamente- que los griegos y latinos tenían una actitud favorable hacia la homosexualidad, que en sus ciudades el homosexual no era objeto de persecución o intolerancia. Esto es falso sencillamente porque, por ejemplo los antiguos griegos -como han demostrado Dover,1978; Foucault,1984; Halperin,1990, y tantos otros helenistas-carecían de semejante sistema de categorías. Los sujetos no se definían por relación a su “sexualidad” -entidad extraña a la cultura griega- sino por relación a sus placeres en general, lo que se designaba como “Afrodisia” (que podían ser tanto los placeres del sexo como los de la bebida y la comida). Era una ética reservada a los hombres. La identidad de la persona no dependía del sexo del “partenaire” (en nosotros sí, por eso distinguimos “homo” y “hetero”) sino de la actitud o posición -activa o pasiva- del individuo en relación con sus placeres y pasiones. El individuo activo, capaz de gobernar sus pasiones era valorado como viril, y esto se traducía en su posición de guía, de conductor, dentro de la relación sexual. Esa actitud ante los placeres traducía también la posición social, la capacidad del individuo para participar o no en el gobierno de la ciudad; no era un asunto privado o íntimo opuesto a las cuestiones de la esfera pública. En términos nominalistas habría que decir el heterosexual y el homosexual no existían en ese juego de lenguaje, como cuando decimos que “envidar” es una acción que existe en el mus pero que carece de lugar en las siete y media. En clave nominalista, esta misma dinámica de invención de etiquetas que sirven para fabricar tipos de persona es la que funciona en relación con otras categorías: “ludópata”, “masturbador”, “anoréxico”, “alcohólico”, “mujer histérica”, “sexoadicto”, “niño hiperactivo”, etc.. Se trata de términos que forman parte de enunciados aparentemente constatativos que en realidad son performativos: prescriben lo que parecen describir; operan como veredictos con apariencia de descriptores. La perspectiva nominalista tiene razón cuando insiste en que las identidades homosexual y heterosexual no componen 12
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una realidad natural sino un constructo simbólico, establecido en un momento histórico determinado. Sin embargo, esta alternativa yerra al pensar este proceso de construcción en términos puramente discursivos, lingüísticos. La “personalidad heterosexual” (u homosexual) no nace “ex nihilo” a partir de las clasificaciones psiquiátricas. Para que una expresión sea eficiente o “afortunada”, como dice Austin,(1990:55-65), no sólo tienen que cumplirse ciertas condiciones lingüísticas, sino que tiene que darse un contexto social, institucional, es decir, extralingüístico, determinado. Yo puedo decirle a alguien, mientras lo presento a mis alumnos: “queda usted solemnemente investido como Rector de la Universidad”, pero esa afirmación no será eficaz -no porque incumpla determinadas condiciones de enunciación- porque el contexto y los personajes que intervienen en esa acción no se ajustan a un ritual, a unas asignaciones de autoridad que van más allá del marco puramente lingüístico (Bourdieu,1985: 46-47). ¿Qué condiciones sociales se tienen que dar para que un hallazgo lingüístico -como las expresiones “homosexual” y “heterosexual”- sea eficiente, feliz? Esta interrogante obliga a pasar del plano puramente discursivo al plano de las prácticas sociales, del constructivismo nominalista al constructivismo social o genético. La identidad homosexual no fue el simple producto repentino de la emergente psicopatología nacida en la segunda mitad del siglo XIX. Los sexólogos no inventaron desde cero; produjeron un conjunto de definiciones para comprender un tipo de sociabilidad y de conducta peculiares que se encontraban plenamente asentados en las grandes ciudades y enclaves portuarios de la época. Este tipo de sociabilidad tenía sus rituales, emplazamientos, redes de conexión, códigos de señales y lenguaje propio. Se trataba de una subcultura (Trumbach, 1985: 109-121). Lo que se produjo aproximadamente a partir de 1870 fue una empresa para colonizar médicamente ese territorio que tenía tras de sí una larga historia (Weeks, 1993: 159). Hoy, gracias entre otras cosas al desarrollo de los estudios gays y lesbianos, contamos con un importante contingente de investigaciones históricas sobre esta “subcultura”. La existencia de subculturas sodomíticas, esto es, anteriores a la era homosexual/heterosexual, es un fenómeno ligado al desarrollo urbano. Como es sabido, la urbanización intensa aproxima entre sí a grupos culturalmente heterogéneos y debilita los controles cruzados (familias, vecinos) de tipo informal y comunitario, propiciando un 13
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anonimato protector que favorece la gestación de subculturas clandestinas (Bourdieu, 1991: 187). La forma y características que éstas adoptan, por otra parte, varían en función de las estrategias habilitadas para perseguirlas. En este proceso multisecular, de construcción y autonomización de una subcultura prehomosexual o sodomítica se pueden distinguir dos etapas. En primer lugar están las tramas clandestinas de lo que podría designarse como “sodomitas tradicionales” (Hekma, 1999: 80). Estas tramas testimoniadas en las ciudades italianas de la Baja Edad Media y el Renacimiento (Canosa, 1991, Rocke, 1996, Martini, 1988) o en capitales inglesas (Bray, 1982), suizas (Monter, 1974) y españolas (Carrasco, 1985) durante los siglos XVI y XVII, componían un mundo escasamente diferenciado del de las prostitutas, mendigos y vagabundos en el mismo período. Las relaciones sexuales se establecían comúnmente entre muchachos y varones adultos y en cualquier caso no implicaban la exclusividad por la preferencia homoerótica. No resultaba extraño que estos sujetos se relacionaran a la vez con prostitutas y con mozos. Sus usos
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lingüísticos, vestimenta y códigos gestuales no presentaban peculiaridades de relieve, mostrando cierta afinidad con la jerga y las maneras de otros marginados urbanos. No hay tampoco evidencia de la adopción de un “rol afeminado” por parte de estos sodomitas; no hay que olvidar que los términos “effeminatus”, “effeminacy” y sus equivalentes se utilizaban, hasta los mismos umbrales del siglo XVIII, para designar a los individuos debilitados por los abusos venéreos en general o a los muchachos aficionados a mostrarse con atavíos reservados a las mujeres (Trumbach, 1985: 117). En segundo lugar se puede hablar de una “subcultura de “sodomitas modernos”, perseguidos por las autoridades o por las sociedades antivicio en Londres en torno a 17001730 (Trumbach, 1985:109-121 y Norton, 2000:9-10), diversas ciudades holandesas entre 1735-1776 (Huussen, 1985: 169-178 y Noordam, 1995) y Paris desde 1725 hasta 1785 (Rey, 1985: 179-191 y Rey, 1991: 309-316). Formaban un medio relativamente separado en el paisaje urbano, con sus propios enclaves (jardines, proximidades de los teatros, ciertas tabernas, etc..), relativa simetría en las edades y cierta exclusividad en los gustos sexuales, si bien la mayoría estaban casados y tenían descendencia. Un elemento distintivo de estos sodomitas era la abierta inversión de género, manifiesta en su preferencia por apodos “femeninos” para designarse mutuamente, el uso de ropas y afeites de mujer o la exhibición de maneras delicadas, en una especie de exageración de la etiqueta cortesana. Los testimonios periodísticos y policiales de la época indican que en estas reuniones clandestinas se desplegaba todo un estilo singular de sociabilidad, por eso eran designadas como “congregaciones”, “confederaciones”, “sociedades secretas” de sodomitas. En París, por ejemplo, estas asambleas contaban con un “Gran Maestre” y con un “Encargado de novicios”; se adoptaba explícitamente el modelo del convento o de la Corte, se hacía uso de un argot específico; se organizaban fiestas en las que los iniciados cantaban o bailaban juntos. Las similitudes aparentes no deben sin embargo hacer olvidar la distancia que separa a esta subcultura sodomítica de la moderna comunidad homosexual. El sodomita no se percibía a sí mismo como poseedor de una personalidad o de un psiquismo especial. Se trataba de una afición prohibida perfectamente compatible con la práctica heterosexual y que, en oposición a lo que es habitual en nuestro tiempo, no implicaba reciprocidad. Es decir, las preferencias sexuales de 15
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estos sodomitas no se dirigían hacia otros sodomitas, sino más bien hacia varones -podían ser marineros, sirvientes, soldados, etc.- que no experimentaban inclinación por los de su propio sexo. Las prácticas del sodomita moderno no son todavía la expresión de una “personalidad homosexual “ pero tampoco se trata simplemente de “actos abominables” que transgreden el orden natural fijado por Dios, como en el periodo del “sodomita tradicional” (Vázquez y Moreno, 1997: 230-233). La pertenencia a la “sociedad” de los “sodomitas” revelaba la presencia de ciertos “gustos”, “propensiones”, “inclinaciones” que perfilaban a una subjetividad moral libertina pero no a una especie psicológica. La creciente sustitución del término “sodomita” por el de “pederasta” en el siglo XVIII, es un claro síntoma de esta transformación discursiva que tiene su correspondencia en la aparición de nuevas prácticas de sociabilidad. Hay que tener en cuenta que los rasgos que definen a la subcultura sodomítica moderna se modelan en relación con la definición que los dominantes -la autoridad, los moralistas, la prensa, la policía, los juristas- dan de las prácticas que la configuran. En ese período no existe una definición en primera persona elaborado por los propios afectados. En el siglo XVIII, y aunque las legislaciones occidentales continúan castigando la sodomía con la pena de muerte, serán cada vez más raros los casos de sodomitas ajusticiados. La atrocidad de los suplicios tiende a ser reemplazada por una persecución menos espectacular e intermitente pero más intensa, continua y eficaz (Foucault, 1975), a cargo de la vigilancia policial especializada (v.g. en Amsterdam o en París) y/o de las campañas orquestadas por sociedades para la reforma de las costumbres (en Inglaterra). Es muy probable que la mayor intensidad y difusión de estas persecuciones -en la naciente prensa- sirviera a la vez para propagar las “confederaciones sodomíticas” y para aumentar su cohesión interna y sus signos específicos (Norton, 2000: 8). Desde mediados del siglo XIX, aproximadamente, la constitución de la psicopatología sexual y del concepto de “homosexualidad” va a tener dos efectos divergentes y simultáneos. Por una parte va a permitir la conversión médica del sodomita; éste se va a transformar en un enfermo y podrá ser internado y reeducado en nombre la ciencia. Pero al mismo tiempo, el concepto de “homosexualidad” va a permitir articular una defensa de los propios afectados e incluso bosquejar los primeros pasos para la institucionalización de un movimiento social. 16
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Aunque “strictu sensu”, el término “homosexual” fue inventado por el húngaro Karl Marie Benkert en 1869, ya antes de esa fecha se habían habilitado otros vocablos que implicaban el mismo concepto: una anomalía congénita por la que ciertos individuos de conformación orgánica masculina mostraban inclinaciones sexuales femeninas. “Cuerpo de hombre con alma de mujer” o “hermafrodita psíquico”, como se dirá más tarde. Michéa, en 1849, hablará ya de “filopedas” y Casper en 1852 de “pederastas”, con el fin de designar la presencia de una disposición biológica innata (Oosterhuis, 1999: 225). Esta noción del “homosexual” -más allá de la diversidad de designaciones inicialmente empleadas- como una suerte de “tercer sexo” no fue sólo un instrumento fabricado por los psiquiatras para estigmatizar médicamente a los miembros de las subculturas sodomíticas. Funcionó también como un arma defensiva y permitió el surgimiento, en Alemania y Gran Bretaña a fines del siglo XIX, de un primer embrión de movimiento social (Lauritsen y Thorstadt, 1974 y Steakley, 1975). En efecto, los pioneros del movimiento homosexual, Karl Heinrich Ulrichs (1825-1895), Magnus Hirschfeld (188681935) y Edward Carpenter (1844-1929) hicieron valer el concepto de “homosexual” como “tercer sexo” para oponerse a las leyes penales -Código Penal Alemán de 1871, Acts de 1885 y 1897 en Inglaterra- que, con la crisis del derecho liberal clásico, volvían a castigar las relaciones sexuales entre adultos. Ulrichs, abogado y latinista homosexual, autor de una serie de escritos sobre la homosexualidad editados en doce volúmenes y publicados entre 1864-1879, acuñó la noción de “uranista” para referirse a varones que congénitamente poseían un alma de mujer en un cuerpo masculino. El escritor y publicista E. Carpenter hablaba del “tercer sexo” y ponderaba la superior espiritualidad del homosexual (Weeks, 1990: 7476). El psiquiatra homosexual Magnus Hirschfeld, apoyándose en esta representación esencialista, fundó en 1897 la primera organización homosexual: el Comité Científico y Humanitario. Si la homosexualidad era congénita, clamaban estos pioneros, no se podía sancionar penalmente a los poseedores de la misma. De este modo, la noción de “homosexual” como “invertido” (Chauncey, 1985), como varón feminoide, ayudó a dar el paso decisivo que convirtió a la subcultura sodomítica en un movimiento social y político. No obstante, la naturaleza de este movimiento era bien distinta a la del movimiento gay organizado en todo el mundo occidental a partir de los años 17
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60 y 70 (Pollak, 1987: 71-102). La protoorganización sexual no apuntaba a la igualdad de derechos, y mucho menos a afirmar algo parecido al “orgullo” de ser “gay”; se trataba de un movimiento eminentemente defensivo, que asumía los principios de la visión de la homosexualidad sostenida por los dominantes, esto es, los heterosexuales. Lo único que reivindicaban era la tolerancia para existir y el cese de las persecuciones. Los grandes escándalos por casos de homosexualidad que tuvieron lugar en varios países en el cambio de siglo (Wilde en 1890, Adelswärd-Fersen en Francia en 1903, Jacob Isräel de Haan en Holanda en 1904 y Eulenburg en Alemania en 1907-8) dieron una nueva visibilidad a la minoría homosexual, hasta entonces desconocida para el gran público (Hekma, 1999: 87-89). Las sociedades de “invertidos” conocieron en esta época un momento de intenso desarrollo en algunas grandes ciudades europeas (Berlín, París, Amsterdam), dándose a la vez una cierta institucionalización en ciertos bares, bailes colectivos y prostíbulos masculinos. ¿Qué sucedía mientras tanto con las mujeres que se relacionaban sexualmente entre sí? Aunque la investigación histórica en esta dirección es menos abundante, se sabe que el sexo entre féminas ha sido históricamente un asunto que ha concitado un interés relativamente menor por parte de las autoridades encargadas de salvaguardar la moral. La dominación masculina, al menos en el mundo occidental, se ha asentado en la afirmación de la virilidad frente a la mujer, y ha obligado a los varones a competir y ajustarse a un imperativo de masculinidad como condición para ser reconocido como dominante (Bourdieu, 1998: 130). De ahí la preocupación por la posible transgresión de este imperativo, de ahí también que en las relaciones entre los hombres el erotismo y la sensualidad, al menos desde el siglo XIX, hayan sido vistos como una amenaza. Sin embargo, en nuestras sociedades las mujeres pueden tener legítimamente un trato corporal mayor que el que mantienen entre sí los hombres; por eso se le ha dado menos trascendencia a las relaciones entre ellas. En los siglos XVIII y XIX no es raro encontrar testimonios en los que se indica que estas “amistades femeninas” son temporales, una afición que finaliza con el ingreso en la edad adulta, a menos que se extienda de modo artificial, forzado, como sucede en los conventos, internados religiosos o en las casas de prostitución (Sanfeliú, 1996: 72-87). 18
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En cierto modo, desde la óptica masculina, el sexo inter feminas ha resultado mucho más impensable que el sexo entre hombres, por eso se ha tendido a representar estas relaciones bajo un modelo estrechamente masculino. Los historiadores del problema señalan que sólo muy a finales del siglo XIX y en algunos círculos elitistas de artistas y escritoras, se puede hablar de una subcultura “lésbica” (Weeks, 1990:87-111, Sanfeliú, 1996: 103-104). De hecho, la noción psiquiátrica de “lesbianismo” es tardía en relación con la de “homosexualidad”, y las leyes homófobas aprobadas en Alemania e Inglaterra antes de finalizar el siglo no afectaban a las relaciones sexuales entre mujeres. Como en otros órdenes de la existencia social, las estructuras de la dominación masculina han afectado también decisivamente a la posibilidad de constituir una esfera autónoma para el homoerotismo femenino. Habrá que esperar al tiempo de la revolución sexual de los 60 para encontrar, junto al impulso renovado del movimiento feminista, la constitución de un movimiento político y social específicamente asociado a la vindicación lésbica. Hoy por hoy, y en muchos aspectos, este movimiento es tanto o más activo e inventivo que el de sus homólogos masculinos.
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El Dulce Silencio de Hilas1: La “homosexualidad” en Grecia y Roma Carlos Espejo Muriel
Si mis besos te ofenden, si te disgustan, castígame a tu vez: devuélvemelos. Ant. Pal. XII.188
Preámbulo 1 Hilas fue uno de los amores de Heracles, que desapareció en la expedición de los Argonautas raptado por las Ninfas, debido a su gran belleza, para otorgarle la inmortalidad. Heracles fue el primero en darse cuenta de su desaparición y lo llamó durante largo tiempo sin éxito.
Cuando Javier Ugarte me pidió que colaborara con esta incipiente revista, tras conocer sus objetivos y sus postulados, me pareció tan interesante la labor que no lo dudé y el resultado de ese entusiasmo es lo que tienen aquí en sus manos. Se trata de una reflexión lo más accesible posible que me ha sido posible realizar pero no por ello menos profunda. La verdad es que es un tema que he trabajado desde hace mucho tiempo y creo que es un buen momento para asentar unas necesarias y básicas conclusiones. Para empezar, permítanme que explique el concepto: entrecomillo el término “homosexualidad” por dos razones, la primera porque a mi modo de ver el ser humano no tiene porqué encasillarse ni clasificarse en ninguna de sus manifestaciones, y aunque el sexo sea una categoría muy importante en nuestras vidas, no por ello debemos sucumbir a la moda de enumerarlo todo. Siempre me han gustado las ambigüedades que desconciertan a los maniáticos de las definiciones, pero en este caso, dado que lo que pretendo es hacerme entender, he entrecomillado el término porque parto de la base de que todos, al menos así me gusta creerlo, somos personas sexuales, abiertas (dependiendo de la educación o los prejuicios de cada uno) a las diversas posibilidades que nos presenta la sexualidad humana. En segundo lugar, lo he entrecomillado porque no es un vocablo cómodo para los que trabajamos la Antigüedad. Quiero decir, muchos han sido los ríos de tinta que se han vertido tratando de explicar este objetivo, así que no me repetiré mucho, pero sí he de insistir 23
El Dulce Silencio de Hilas: La “homosexualidad” en Grecia y Roma
en que tal categoría sexual no se adapta para nada a la realidad del mundo antiguo, pues los griegos y romanos no partían del mismo punto de vista que nosotros en cuanto a identificación del objeto sexual, sino más bien, del rol o papel que jugaba cada uno en una determinada relación sexual. Así pues, por comodidad y para hacerme entender lo usaré en este trabajo pero con la advertencia que acabo de realizar.
1. Introducción Si echamos una mirada hacia atrás en los estudiosos que se han aproximado al tema, nos damos cuenta que, aún siendo una realidad tan palpable incluso para los profanos en el asunto, entre los especialistas se produce un enorme vacío, un atronador silencio. De este modo, obras tales como The Cambridge Ancient History sólo le dedica en su volumen IV una sóla página al término «paedophilia»; que la archiconocida enciclopedia Pauly Wissowa sólo ceda dos páginas y media a la entrada «knabenliebe», cuatro a «Päderastic» mientras que «hetaira» (prostituta) logra más de veinte; que l’Histoire Grecque de Glotz en sus cuatro volúmenes, en el segundo referido a la educación no diga nada, o que la Historia de Oxford del Mundo Clásico ni la mencione. Tal hecho, que no sorprende a quien habla, es digno de mencionarse debido a que va unido a un sentimiento muy extendido entre muchos clasicistas, aún vivos, de que los griegos y los romanos fueron un pueblo que por lo que representan para la historia del pensamiento político, científico, cultural y social del Occidente moderno, no pudo estar formado por «ancianos depravados y jóvenes viciosos». Y ante transgresión tan clara sólo cabe una solución, y ésta es precisamente la del silencio que no sólo anula cualquier ápice de interés por tan controvertido aspecto de la vida de estas civilizaciones antiguas, sino que condena al ostracismo cualquier intento de reflexión en voz alta sobre el mismo. Menos mal que hoy en día la situación ha cambiado y empiezan a surgir interesantes estudios sobre género, fundamentalmente entre las universidades norteamericanas, aunque hay que decir, para ser justos, que los estudios iniciales se dieron por primera vez en el ámbito europeo. Actualmente el panorama bibliográfico sobre la «homosexualidad» en el mundo antiguo es mucho más rico, y todos reconocemos una serie de «padres» que fueron los primeros en atreverse a romper con el silencio antes 24
Carlos Espejo Muriel
2 Dover, K., "Eros and Nomos", BICS 11 (1964), 31-42 y "Classical Greek Attitudes to Sexual Behaviour", Arethusa 6-1 (1973), 59-71.
3 Dover, K., Greek Homosexuality, Londres 1978.
4 Buffière, F., Eros Adolescent. La pédérastie dans la Grèce antique, París 1980.
5 Véase Dalla, D., Ubi Venus mutatur. Omosessualità e diritto nel mondo romano, Milán 1987.
6 Cantarella, E., Secondo Natura. La Bisessualità nel mondo antico, Roma 1988 (hay traducción en español en la ed. Akal).
7 Véase por ejemplo, Calame, C., Les Choeurs de jeunes filles en Grèce archaique, París 1977; Flacelière, R., L’amour en Grèce, París 1950; Gonfroy, F., "Homosexualité et ideologie esclavagiste chez Cicéron", DHA 4 (1978); Sergent, B., L’homosexualité dans la mythologie grècque, París 1983 (hay traducción en español en la ed. Alta Fulla) y L’homosexualité initiatique dans l’Europe, París 1986; o Veyne, P., l’homosexualité à Rome, París 1982.
8 Boswell, J., Christianity, social Tolerance and Homosexuality. Gay People in Western Europe from the Beginning of the Christian Era to Fourteenth Century, Chicago 1980 y Same-sex Unions in Premodern Europe, New York 1995 ( hay traducción en español de ambas)
9 Nos referimos a The Journal of Homosexuality que se edita en San Francisco desde 1975.
mencionado. En primer lugar estaría el británico K. Dover, quien a través de sus diferentes artículos 2 , pero más especialmente en su monográfico sobre el tema3 , ha marcado la pauta de muchas investigaciones posteriores. Se le reconoce la pulcritud y la elegancia con la que estudió la materia, acompañándose de textos y fotografías de vasos cerámicos, aunque yo discrepo de su análisis sobre lo que él denomina «intrecrural sex», o sea, la práctica, para él habitual, de la colocación del sexo del adulto entre los muslos del joven para evitar así la penetración anal. Mención especial merece la obra de Buffière sobre la pederastia en el ámbito griego4 , por ser el primero en estudiarla con una obra monográfica voluminosa y sugerente. Italia ha dado lugar a investigaciones muy sugerentes5 y bien documentadas a partir de estudios minuciosos de textos, pero si he de citar alguno me quedo con la obra de Eva Cantarella, quien de manera más reciente publicó su ensayo sobre la bisexualidad6 , al que considero como referente para todo aquel profano que desee aproximarse al tema sin encontrar trabas o dificultades en los términos y en los textos, además de estar dotado de una hermosa comprensión. La escuela francesa recoge la rica herencia que poseen de los estudios mitológicos y a partir de ella han realizado trabajos muy meritorios uniendo ambos aspectos con resultados tan interesantes como siempre7 . De igual manera, las diferentes universidades norteamericanas siguen produciendo no menos interesantes estudios de manera más concreta y sobre autores determinados, aunque también los hacen de manera más genérica, aunque algunos de ellos cometan el error de repetirse hasta la saciedad, pese a que sus editoriales los vendan como autenticas novedades en el panorama científico. Una salvedad la representa el ya desaparecido J. Boswell, quien con su profundidad de análisis (a pesar de los fallos cometidos), sus arriesgadas conclusiones y su capacidad de trabajo inagotable, ha dado lugar a magníficos trabajos8 . Tendría que mencionar también que existe en los EEUU una revista especializada en la materia 9 y que publica regularmente artículos referidos al mundo antiguo en el que tienen cabida pequeñas monografías que poco a poco van configurando todo un marco y que, por lo tanto, son tremendamente enriquecedoras. En cuanto a nuestro país, cabe destacar la figura de F. Rodríguez Adrados, que aún no siendo un especialista en estudios de género ha realizado siempre unas publicaciones impecables que nunca dejaron 25
El Dulce Silencio de Hilas: La “homosexualidad” en Grecia y Roma
de lado el argumento que nos ocupa, aunque particularmente, yo discrepe de sus conclusiones10 . Por último, existen una serie de obras concretas que por su interés, por su atrevimiento en los puntos de vista ofrecidos o por su novedad en sí, merecen también ser mencionadas: M. Delcourt, Hermaphrodite. Mythes et rites de la bisexualité dans l’antiquité classique, París 1958 (hay traducción en Seix Barral), M. Foucault, Histoire de la sexualité 3 vols. París 1976 (hay traducción en Siglo XXI), E. Keuls, The Reign of the Phallus, Nueva York 1985, A. Rousselle, Porneia. De la maîtrise du corps à la privation sensorielle, París 1983 (hay traducción en Peninsula), T. Vanggaard, Phallos. A symbol and its history in the Male World, Nueva York 1972; H.I. Marrou, Histoire de l’education dans l’antiquité, París 1948 (hay traducción en español en Akal)… Una vez dada esta rápida visión historiográfica me gustaría añadir otra breve reflexión antes de empezar, se trata de la particularidad intrínseca a la época a la que nos referimos: la realidad clásica. Esta, como es lógico, fue muy distinta a la nuestra, pues en el mundo griego y romano la orientación sexual no se discriminó ni se adjetivó según se optara por un sexo u otro, ya que no distinguían entre tales categorías (las relaciones son “sexuales” si queremos darle un nombre o entendernos, y no son otra cosa que formas específicas culturales de la vida erótica y, por lo tanto, nada de bloques básicos de identidad sexual). Esta disposición ha hecho que muchos investigadores se confundan y trasladen al universo griego o romano comportamientos actuales (sin ni siquiera preocuparse de explicar conceptos tales como el de identidad o presión social), que sublimen sólo un aspecto determinado (ya fuera el “hetero” o el “homosexual”, según los intereses particulares de cada uno), o que intenten definirlo aproximadamente de una forma sincera como han hecho otros, denominándola “pseudohomosexualidad” o “bisexualidad”, ya que los antiguos no veían nada sorprendente en la coexistencia del deseo hacia los muchachos y hacia las chicas en una misma persona. Todo esta información nos indica que hoy en día no podemos utilizar la palabra “homosexualidad” en los universos griego y romano para referirnos a un comportamiento determinado que todo el mundo tiene en mente (aún a sabiendas de que existieron personas que se sintieron atraídas por otras de su mismo sexo), y no tanto por ser un término excesivamente moderno como por el hecho de no responder a ninguna realidad sexual concreta de entonces. 26
10 La obra de Rodríguez Adrados es inmensa, véase a modo de ejemplo la obra que hizo con Fernandez Galiano y Lasso de la Vega, El descubrimiento del amor en Grecia, Madrid 1985, o Sociedad, amor y poesía en la Grecia antigua, Madrid 1995.
Carlos Espejo Muriel
Para conocer con qué datos contamos he de referir que tenemos la suerte de disponer de un buen número de textos clásicos con ricas referencias al tema, así como abundantes restos arqueológicos (fundamentalmente cerámicas, frescos y mosaicos) y algunos epigráficos (los más interesantes, los grafitos pompeyanos). A partir de aquí, pues, me dispongo a mostrar lo que ocurrió aproximadamente en Grecia y Roma entre seres del mismo sexo que compartieron sexualidad, deseos, amores y desencuentros. Debo entonar antes que nada el mea culpa por dejar de lado en esta pequeña disertación a mis amadas mujeres. No es que la información no sea mucha (es escasa, pero algo hay) pero hoy por hoy mi tema de investigación se ha centrado más en los hombres debido a la riqueza y la facilidad del sujeto de estudio, aunque prometo realizar algún día un digno trabajo de investigación sobre el lesbianismo en el mundo clásico. Pasemos pues a ver los dos universos que centran este estudio:
2. El Universo griego En Grecia, como en Roma, la mujer vive en un mundo de hombres cuya vida regulan; es por tanto explícito el silencio que sobre ella conservamos y la dificultad que entraña poder atreverse a conjeturar hipótesis de trabajo sobre el comportamiento lésbico en la sociedad griega. No obstante, de todos es sabida la famosa poetisa de Lesbos (Safo) que es una fuente inagotable para el discernimiento y la reflexión de género, a la que deberíamos añadir el comportamiento de las mujeres en los rituales iniciáticos que se conservan en algunas de las antiguas poleis griegas, así como su desarrollo normal en ciertos ámbitos concretos como el de las festividades (las propias de su género fundamentalmente) o el del hogar (no tanto como “ama de casa” sino como matrona de intrincadas tareas domésticas vinculadas al espacio religioso, a los ciclos de la vida, a la magia, etc…). En este universo griego, contrariamente a lo que podía pensarse, la educación de los más jóvenes no forma parte del cometido de las mujeres dentro del ámbito familiar, sino que recae sobre un pedagogo que lo forjará como futuro ciudadano de la polis. De esta institución (la paideia) nacerá la consabida pederastia (que surge de la unión de las palabras griegas pais –muchacho- y el verbo eran –amar). Entiendo por muchacho, lo que hoy día nosotros llamaríamos adolescente (entre 12 y 27
El Dulce Silencio de Hilas: La “homosexualidad” en Grecia y Roma
20 años), aunque sobre la terminología de las edades hay mucho que decir. En cuanto al verbo griego eran significa amar, tanto en su acepción teórica, afectiva como espiritual; y así la expresión más extendida en Grecia para referirse a los muchachos o al amor de éstos fue ta paidiká. Pero antes que nada, permítanme decir unas breves palabras sobre este interesante tema. De la pederastia griega se ha dicho que era el terrible “vicio griego”, que se originó en Grecia gracias a los dorios que la impusieron en sus poleis como medida para controlar el excesivo crecimiento demográfico que azotó a las diferentes ciudades en el siglo VIII a.n.e., y que debido a su éxito se fue adaptando a las necesidades del resto de las poleis no dorias hasta su total asimilación; que fue causa directa del carácter militar de la sociedad griega, o bien, consecuencia del culto al cuerpo centrado en su pasión por la juventud masculina, además de ser resultado de la división encarnizada de sexos. Bien, siempre me ha llamado la atención que se intente buscar la causa de un comportamiento como el pederástico, y no otros comportamientos que tenemos establecidos como “normales”. Que fuera un rasgo más de los dorios no lo voy a discutir (no es el lugar) pero que fuera el resultado de una medida de control demográfico no me parece lo más sensato (entre otras cosas porque nunca he entendido cómo tal medida se pudo extender y contar con el beneplácito de los lugareños, partiendo como lo hizo, según los autores que mantienen esta teoría, por imposición de un legendario legislador). En cuanto a la belicosidad de los griegos, cierto es que establecieron una dinámica muy especial en sus relaciones entre varones, a modo de camaradería guerrera o kriegkameradschaft con claras connotaciones homoeróticas (recordemos la existencia de “batallones sagrados”). Aún así, creo firmemente que la separación de los sexos fue un elemento decisivo a la hora de comprender la manifestación pederástica del deseo “homosexual” griego, pues si las muchachas se casaban a los quince años y los hombres no lo hacían hasta los treinta (como medida, se insiste, para frenar el crecimiento demográfico), es muy lógico pensar qué podían hacer todos esos muchachos y hombres jóvenes en esos quince años que los separaban, en los cuales el acceso a la mujer decente era impensable (recluída en el gineceo como hemos mencionado) y el andar con hetairas (prostitutas) no era precisamente la mejor compañía de la que podían jactarse. La solución a la que llegaron los griegos fue dedicarse al 28
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deporte mejorando su cuerpo con la actividad física y educar su alma para mejor guiar las riendas del estado; pero ¿y el sexo? Debemos recordar que el ámbito de edad del que estamos hablando es el que se corresponde con el climax de actividad sexual (o al menos del deseo), luego es dificilmente imaginable que todos fueran virginales. Por lo tanto, fue el medio social lo que condicionó la existencia de la pederastia en Grecia (aunque ello no quiere decir que todos los griegos fueran “homosexuales”, sino que algunos lo fueron, otros reprodujeron este modelo por imperativo social y otros, con clara repugnancia, se negaron a practicarla pese al rechazo social que provocaban; si no, piénsese por un momento cómo podría ser la vida de aquellos que negándose a practicar la pederastia quedaban excluidos de los banquetes, o al menos de sus discusiones, no conocían la camaradería que estrechaba los lazos de amistad o amor durante casi toda la vida, permanecían al margen de los avatares de las mejores familias, y lo que es peor, estarían tremendamente solos en un mundo que se rige por unas coordenadas que ellos decidieron no seguir). En Grecia, el joven griego que se sometía a una relación pederástica no podía tener menos de 12 años y no debía superar los 17. Entre una edad y otra se suceden varios años en los que status jurídico del menor variaba (vid Cantarella, 1988 ó Buffière, 1980), aun así, lo que está claro es que durante ese tiempo el muchacho tenía que ejercer de erómenos (sujeto pasivo) mientras que el adulto desempeñaba el papel activo (erastés). Ni antes ni después de esa edad podía hacerlo, lo que no quiere decir que no se hiciera. Según nos cuentan las fuentes griegas (posteriores al establecimiento de la relación pederástica como tal en las poleis griegas) tal relación pedagógica duraba hasta que al muchacho empezara a despuntarle la barba (alrededor de los 17 años), pues a partir de entonces entraba en la comunidad de ciudadanos de pleno derecho. También nos dicen unas fuentes que entre ambos no hubo nunca coito anal y que el placer sexual se obtenía por medio del frotamiento del pene del adulto entre los muslos del joven; claro está que existen otros tipo de fuentes que nos hablan de la realidad del coito antes negado y de la clara distribución de roles entre ambos varones. Además, se nos dice que la finalidad de esta relación no era la búsqueda del placer, sino la enseñanza del joven desde todos los aspectos de la vida que podía ofrecer un adulto cultivado, y por lo tanto no había nada peor visto que uno u otro perdiera el autocontrol 29
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del que todo ciudadano debía hacer ostentación. Sin embargo, contradictoriamente tenemos registradas actitudes contrarias a esta “norma”, en la que los jóvenes se muestran encantados e incluso provocan su penetración, así como adultos que ensalzan las bondades de los jóvenes y comparan los placeres obtenidos de estos muchachos con los de las mujeres. Todo esta compleja encrucijada de contradicciones hizo que me decidiera a realizar un trabajo sobre el tema (Espejo Muriel, 1997) y que llegara a estas conclusiones: efectivamente 30
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hubo coito anal en la relación pederástica, efectivamente no todos los jóvenes ni los adultos mostraron el tan comentado autocontrol, efectivamente algunas no finalizaron cuando el muchacho entraba en la edad adulta, sin lugar a dudas el deseo formó parte de este tipo de enseñanza, y lo que no debemos menospreciar, no cabe que el móvil fuera la transmisión de la sabiduría del adulto a través de su semen al joven, sino que del mismo formó parte el deseo. Ahora bien, la pederastia no tiene nada que ver con la “homosexualidad” en tanto en cuanto era una institución establecida entre los griegos como norma educativa, al igual que se encuentra entre otros pueblos hoy día. Quiero decir con esto que ante ella caben muchas respuestas, del tipo antes mencionado: muchachos que incitarían a sus futuros maestros a decantarse por sus encantos, muchachos que sentirían un profundo asco ante esta situación, o muchachos que se sentirían perdidos si no eran elegidos para ser educados como el resto de sus compañeros de edad. De todos modos, y conociendo que la literatura posterior va a recoger con profusión el debate que surgió en la sociedad griega sobre esta institución, creo que la necesidad que trasmiten las fuentes de otorgar a la misma un candor y una pureza inexistente en la mayoría de los casos, se debe a que la sociedad griega no supo armonizar el hecho de que sus futuros ciudadanos fueran educados en una relación que los sometía y relegaba al mundo de las mujeres; de aquí la constante desarmonización que revelan los textos. Aparte de la relación pederástica, en Grecia existió también la relación sexual entre seres del mismo sexo sin diferencia de edad, en la que siempre se marcaban claramente los roles activo y pasivo de sus participantes (erastés-erómenos, respectivamente). Sólo que la que gozaba de aceptación era la mantenida entre adultos y jóvenes, pero no por ello dejaron de existir jóvenes que se prostituían, o adultos que una vez cruzado el umbral en sus relaciones pederásticas continuaban con ellas con el mismo amante o incluso con otros adultos de su edad. En todos estos casos el escarnio era total. Desde ser llamados “culo ancho, culo roto o culo blanco” (en Grecia, leikós, blanco, como color estaba ligado a la cobardía, al afeminamiento, dado que los hombres “valientes” y “viriles” normalmente estaban asociados a tareas donde la piel adquiría una morenez propia, ya fuese por sus entrenamientos en los gimnasios, ya por trabajar bajo el sol, por acudir a la asamblea al aire libre, etc.. Sin embargo, el tono pálido o blancuzco de piel solía asociarse con la mujer –si no véanse los frescos 31
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egipcios o cretenses, entre otros- dado que desempeñaba sus funciones dentro de la casa y no expuesta al sol. Pues bien, esto supuso una nueva dualidad, leikós-mélas –blanco/ negro- que llegó incluso a formar la palabra leikóproptos para referirse a los adultos que optaban por el papel pasivo). La ley pues penalizaba a todos aquellos que abusaban de los jóvenes, los que perpetuaban sus roles una vez despuntada la barba en el púber, los que hacían ostentación de su “afeminamiento/pasividad” en cuanto minaba los fundamentos de la ciudadanía, o los que se prostituían puesto que buscaban ostensiblemente el placer (y normalmente eran jóvenes) con el agravante de existir una transacción económica para algo que se podía lograr gratis con unos fines morales muy diferentes.
3. El universo romano Roma nos ha dejado una rica herencia jurídica que es característica propia e intrínseca, como ninguna otra, de esta civilización. Quiero decir que los romanos fueron unos magníficos legisladores y que, como tales, hicieron del derecho una causa común a su quehacer cotidiano. Dentro de este afán legislador hay que saber que la mujer quedaba al margen pues sólo entraba en contacto con él de la mano de un varón, fuera éste su marido, hermano, hijo o padre. De este modo el silencio que encontramos en las fuentes sobre ellas es parecido al que comentamos para el caso griego, aunque quizás en este ámbito más desolador si cabe en tanto en cuanto la sociedad romana se caracterizó por ser una sociedad tremendamente patriarcal y falócrata. En Roma, contrariamente a Grecia, la educación perteneció al ámbito doméstico (si bien esto no quiere decir que no existieron escuelas, sino que los primeros años transcurrían dentro del espacio privado de la domus y en relación directa con la madre). ¿Quiere decir esto que no existió pederastia en Roma? No exactamente. Lo que quiere decir es que la pederastia nunca fue establecida como institución educativa en el mundo romano, aunque sí se ejerció. Durante muchos años se consideró una moda griega importada por el grupo de poetas neotéricos, cuando la república romana se abrió a las influencias griegas de mano de un grupo potente de ciudadanos romanos sensibles a las grandezas de su rival. Hoy en día se sabe que no fue así. Que existen datos que nos hablan de relaciones pederásticas desde tiempos muy remotos 32
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y de que tal comportamiento no era para nada extraño entre romanos, pero eso sí, desvinculado por completo de la función educativa. De modo que las relaciones existentes entre un adulto y un joven no fueron una moda importada de Grecia en el siglo I a.n.e. sino que era una realidad romana como cualquier otra, siempre y cuando se ejerciera con jóvenes prostitutos o esclavos. Efectivamente las relaciones “homosexuales” en Roma se establecieron sin ninguna traba entre adultos que actuaran como activos en el coito anal. En el momento que un adulto optara por el papel pasivo en la relación, se perfumara, portara ropajes impropios al decoro masculino, etc… entonces sí que se le marginaba, pues en Roma lo que verdaderamente marcó el universo de las relaciones humanas no eran las categorías modernas de hoy en día en relación al comportamiento sexual de cada uno, sino la actividad o la pasividad. Para comprender mejor esto tengo que explicar antes unas consideraciones básicas del funcionamiento legal y social romano: en Roma, todo individuo tiene su personalidad jurídica que va ligada a una seria de atributos como son la libertad (que lo opone al esclavo), la ciudadanía (que le otorga todos los derechos) y la familia (pues es la célula base y desde la cual se parte como institución legal para engendrar los futuros ciudadanos de la res publica). Que un varón romano en su intimidad practicara con su mujer, su esclava, su esclavo o prostitutos el coito anal, nadie se lo impedía, es más, era motivo de vanagloria pues asentaba con su “actividad” el motor fundamental de su virilidad. En cambio, en el momento que decidiera no ya alardear del placer experimentado en la penetración, sino simplemente de haber mantenido una relación en la que hubiera desempeñado el papel pasivo en ella, era motivo de escarnio pues atentaba directamente contra los tres estadíos que hemos comentado anteriormente y que le otorgaban su razón de ser dentro de la sociedad romana: contra la libertad pues deliberadamente elegía el rol que sólo los esclavos y las mujeres podían realizar, contra la ciudadanía porque jamás un varón podía “someterse” voluntariamente a otro hombre, lo que le hacía automáticamente vaciar de contenido los derechos adquiridos por nacimiento; y contra la familia porque voluntariamente decidía no engendrar, optando por la búsqueda del placer por el placer y no por la reproducción. Sin embargo, es curioso, el afán romano por subrayar la actividad lleva a extremos singulares como es el hecho de la felación. En Roma sólo en la intimidad más recondita o en los 33
El Dulce Silencio de Hilas: La “homosexualidad” en Grecia y Roma
burdeles debió practicarse pues suponía la mayor humillación al unir tanto la “pasividad” por excelencia como el contacto con una de las zonas más “inmundas”, según la época. Ahora bien, para los romanos aquel que permitía que le realizaran la felación era el sujeto activo de tal encuentro, mientras que quien la ejecutaba era el pasivo por excelencia, el que violentaba con el pene de otro su propia oquedad (no deja de ser curioso que en latín igual que para penetrar, según cual sea el objeto de la penetración, existen distintos verbos morfológica y conceptualmente activos, en cuanto a irrumare o fellare, sólo se encuentra en su forma morfológica activa a pesar de la labor pasiva a la que se aplica). En Roma, pues, existe un código tradicional de conducta en el que la cualidad propia del hombre era la dignitas, así como la de la mujer era la venustas (belleza), y por ello mismo, el varón como vir, como sujeto que sustenta la virtus, deberá desterrar de su aspecto físico todo aderezo, guardándose de no tener afectación en el gesto o en el movimiento, ni poder llorar. Ahora bien, esta exaltación de la virilidad, de esa dignitas, opuesta al afeminamiento, responde a un elogio de la pudicitia, lo que se consideraba la virtud más íntima y que nada tiene que ver con las nociones de castidad o pureza sino con el ideal masculino de integridad física entendido como “impenetrabilidad” (que llevaba a la joven a permanecer casta, a la mujer casada a preservarse del adulterio y al hombre a prohibirse las relaciones con otros hombres si éstas eran pasivas). Con esto quiero decir que sólo se opuso la mentalidad común romana al varón que siéndolo, voluntariamente decidió empadronarse de un modelo que es la antítesis del vir, o sea, el afeminado -cinaedus o pathicus- pues comportándose de un modo antimasculino11 trastocaba los papeles a los que debía ceñirse entrando de lleno en el campo de la “servidumbre” (pues pathicus procede de patere: pasividad, sumisión); pero aún hay más, si además le place esa sumisión, ésta se califica como patientia, y entonces sí que se agrava la situación ya que desde su status libertatis elige la servidumbre a conciencia, asumiendo la impudicitia que lo relaciona no tanto con la sumisión “homosexual” como con todo aquello que representa lo no masculino: los perfumes, el depilarse, los atuendos costosos y llamativos, los gestos amanerados, los rizos, el no controlar sus emociones ni sus deseos –como para los romanos hacían las mujeres-, etc..
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11 Obsérvese que no existe conexión alguna con ninguna práctica sexual concreta.
Carlos Espejo Muriel
4. Conclusiones La antigüedad clásica siempre se ha considerado entre los gays como un lugar paradisíaco, no sé si después de leer este artículo seguirán pensando igual o no; el caso es que lo importante es que no olviden las siguientes conclusiones: en primer lugar no cabe la posibilidad de trasladar nuestra realidad a la de 3000 años atrás, luego las identificaciones caen por su propio peso. En segundo lugar, efectivamente Grecia optó por un modelo que en nuestro mundo parece impensable como fue la relación pederástica como institución pedagógica, pero que le desbordó e hizo que surgieran muchas voces discordantes que la bañaron de una serie de rasgos que casi la desnaturalizan por principio. Aún así el esquema básico, adulto-jovencito se mantuvo, aunque sin los condicionantes que a posteriori marcan algunas fuentes. En tercer lugar, este comportamiento pederástico queda lejos de responder a lo que nosotros llamaríamos un deseo homoerótico u “homosexual”. En cuarto lugar, en Grecia y Roma las relaciones sexuales entre adultos varones no son tema de discusión salvo que atenten contra el “normal” comportamiento que de ellos se espera que tengan, o sea que exista un intercambio de roles en la relación sexual contrario a los que dicta el comportamiento general, que en el caso romano atenta contra los tres pilares básicos que conforman la personalidad jurídica del individuo: el status libertatis, el status civitatis y el status familiae. Así pues podemos concluir que a los griegos y romanos no les importaba nada que un varón mantuviera relaciones sexuales con otro de su sexo, de hecho no les sorprendía, sólo mostraban interés cuando abiertamente esas relaciones se salían fuera de los límites que tenían establecidos, que lejos de basarse en el objeto de deseo sexual lo hacían en el procedimiento.
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Bibliografía Buffière, F: Eros Adolescent. La pédérastie dans la Gréce antique, París 1980. Cantarella, E: Secondo Natura. La bisessualità nel mondo antico, Roma 1988. Devereux, G: "Greek Pseudo-Homosexuality and the Greek Miracle", SO 42 (1968), 69-92. Dover, K: Greek Homosexuality, Londres 1978. Espejo Muriel, C: "El modelo pederástico griego", en II Reunión de historiadores del mundo griego antiguo. Homenaje al prof. Fernando Gascó, Sevilla 1997, 379-390. Halperin, D.H: One hundred years of homosexuality and other Essays on Greek Love, New York-Londres 1990. Percy III, W.A: Pederasty and Pedagogy in Archaic Greece, Urbana & Chicago 1996. Sergent, B: L´homosexualité dans la mythologie grecque, París 1984. Vanggaard, T: PHALLOS. A symbol and its history in the Male World, New York 1972. Williams, C.A: Roman Homosexuality. Ideologies of Masculinity in Classical Antiquity, New York & Oxford 1999.
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Homosexualidad femenina en Grecia y Roma Juan Francisco Martos Montiel
1 Sobre el tema general de la mujer y la sexualidad en el mundo antiguo, el repertorio bibliográfico más completo que conozco es el ofrecido por las rúbricas correspondientes del Gnomon Bibliographische Datenbank (la versión electrónica, obra de J. Malitz, del banco de datos de la prestigiosa revista Gnomon, desde 1925 hasta la actualidad; aparte de la versión en CD, existe otra más reducida que se puede consultar gratuitamente en internet: http:// gnomon.ku-eichstaett.de/ Gnomon/Gnomon.html), donde pueden encontrarse centenares de referencias con una clasificación temática bastante detallada. Respecto al tema específico que aquí nos ocupa, al final de este artículo hallará el lector una breve selección bibliográfica. A ella remitimos para las obras cuyas referencias completas no demos en el texto o en la nota correspondiente.
Comparada con el ingente volumen de publicaciones científicas acumulado en los últimos veinticinco o treinta años sobre el tema general de la mujer y la sexualidad en el mundo antiguo, la bibliografía específica acerca de la homosexualidad femenina en este ámbito de estudios es, sin duda, todavía escasa1. Con anterioridad a esas fechas, y quitando algún lejano precedente como el capítulo VI (“Sobre las tríbadas”) del Manual de erotología clásica de Forberg, publicado en 1824, o el artículo de Kroll (“Lesbische Liebe”) para la Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft, aparecido justo cien años después, más alguna que otra honrosa excepción, la cuestión del homoerotismo femenino en la Antigüedad ha sido (mal)tratada por los estudiosos básicamente de dos modos. Uno de estos modos, probablemente el más extendido, encontraba su fundamento en un pudor hipócrita e intransigente que llevaba simplemente a evitar la cuestión o incluso a tratar de ocultarla omitiendo o tergiversando los textos. Recordemos, por no citar más que un par de ejemplos, la larga serie de enmiendas, conjeturas y otras filigranas filológicas soportadas durante todo el siglo XIX y una buena porción del XX por gran parte de los fragmentos de Safo, y especialmente por su conocida Oda a Afrodita (frag. 1), sobre todo por el participio final (ethéloisa) de su penúltima estrofa, único elemento del poema que explicita el género femenino del destinatario del amor de la poetisa: ¿A quién he de persuadir esta vez a sujetarse a tu cariño? -pregunta Afrodita a la poetisa, que le implora ayuda en sus cuitas amorosas-, Safo, ¿quién te agravia? Porque si te rehuye, pronto te perseguirá, y si no acepta regalos, los dará, y si no te ama, pronto te amará, aunque no quiera ella.
Recordemos también, por citar un ejemplo patrio, el pudoroso escamoteo, en el volumen correspondiente de la edición agustiniana de la Biblioteca de autores cristianos (vol. III, pp. 247 ss., Madrid, 1949), de un inocente párrafo, dentro de una epístola dirigida a una comunidad de mujeres 37
Homosexualidad femenina en Grecia y Roma
cristianas, en el que el obispo de Hipona aconsejaba a las fieles abstenerse de los “torpes juegos” de unas con otras en que suelen incurrir las mujeres (Epístolas, 211.14). El otro modo de acercamiento a la cuestión del homoerotismo femenino en la Antigüedad, relacionado en cierta forma con el primero y extrañamente presente aún en algunos estudios recientes2, consiste precisamente en no acercarse en absoluto a la cuestión, sino más bien despacharla de un plumazo alegando la pretendida escasez de fuentes antiguas que tratan de la sexualidad femenina en general y de la homosexualidad en particular. Es cierto que, en comparación con la sexualidad (y la homosexualidad) del varón, la de la mujer cuenta con un número mucho menor de testimonios, la mayoría de ellos, además, escritos y concebidos por y para hombres, y a menudo imprecisos y confusos. Pero una serie de trabajos, aparecidos casi todos, como decíamos, en el último cuarto de siglo, han sabido indagar e interpretar con buen juicio las fuentes antiguas, tanto literarias como iconográficas, para demostrar, entre otras cosas, que, por muy parciales y oscuros que sean los testimonios conservados, no son en absoluto desdeñables ni inútiles para el investigador, y también que, pese a todo, no son tan escasos como a menudo se afirma. Me refiero a trabajos como los de Calame y Gentili, o los de Cantarella, Hallet o Krenkel, y en especial al extenso y documentado estudio de Brooten, por no citar más que unos pocos de los que recogemos en nuestra bibliografía final. El acopio y análisis de fuentes llevado a cabo por estos trabajos, así como la mayoría de sus conclusiones, nos permite tener hoy una visión de lo que fue la homosexualidad femenina en la Antigüedad mucho más firme y nítida que la que se tenía hace tan sólo unas décadas. Hoy sabemos, por ejemplo, o al menos es una opinión mayoritariamente aceptada, que la homosexualidad de Safo se manifiesta con claridad en sus poemas, y que, como demuestran también los partenios de Alcmán (especialmente los frags. 1 y 3) y algunas referencias posteriores3, debemos encuadrarla en el contexto de antiguas instituciones femeninas (existentes no sólo en Lesbos, también en Esparta y probablemente en otras zonas) en cuyo seno las relaciones homoeróticas tenían un carácter propedéutico y de iniciación, similar en muchos aspectos al que encontramos en la homosexualidad masculina. Conocemos también mucho mejor la larga tradición que durante toda la Antigüedad y todavía bastante después hacía 38
2 Por ejemplo en A. Dierichs, Erotik in der Kunst Griechenlands, Mainz, 1993, quien omite toda referencia a la homosexualidad femenina basándose en la idea de que las fuentes antiguas que tratan de la sexualidad de la mujer en general “son extremadamente reducidas” (pág. 94).
3 Véanse, por ejemplo, Plutarco, Licurgo, 18.9: “Tan bien considerado estaba el amor entre ellos (i. e., los habitantes de Esparta) que hasta las mujeres distinguidas y respetables amaban a las muchachas”; Ateneo, Banquete de los eruditos, 13.602e, quien incide, aunque de manera algo más ambigua, en la misma idea; o también Máximo de Tiro, quien en uno de sus Discursos (XVIII 9) compara la pedagogía erótica de Safo con la de Sócrates.
Juan Francisco Martos Montiel
4 Cf. las páginas 37-43 de nuestro libro de 1996, citado en la bibliografía final. En general, sobre sexo oral en la Antigüedad clásica son fundamentales los artículos de Werner A. Krenkel, “Fellatio and irrumatio”, WZRostock, 29.5 (1980) 77-88, y “Tonguing” WZRostock, 30.5 (1981) 37-54.
5 Las referencias de los pasajes aludidos son, respectivamente, las siguientes: Calímaco, Himnos, 3.184 ss. y 5.57 ss. Eratóstenes, Catasterismos, 1; Higino, Astronomica, 2.1; Partenio de Nicia, Sufrimientos de amor, 15; Pausanias, Descripción de Grecia, VIII 20.2-4. Nono de Panópolis, Dionisíacas, 48.349 ss. Ovidio, Metamorfosis, 9.666 ss.
6 En este sentido, el estudio general más completo y documentado es hoy por hoy el de Brooten, a pesar de algunas críticas puntuales que se le puedan hacer, entre ellas precisamente la de pasar por alto algunos testimonios interesantes: puede verse nuestra reseña en Tempus, citada también en la bibliografía final.
7 Se trata de Leyes, 636c: “machos con machos y hembras con hembras”, y sobre todo del conocido pasaje de Banquete, 191e: “(Las hetairístriai [término que literalmente sería algo así como “putonas”, aunque en los pocos casos en que aparece documentado se emplea siempre con el sentido moderno de “lesbianas”]) no prestan mucha atención a los hombres, sino que se inclinan más por las mujeres”.
de Safo una hetera homosexual (una tradición que remonta probablemente a la Atenas del siglo V a. C., donde se representaron ya algunas comedias tituladas con su nombre), y sabemos que la mala fama que tuvieron en general las mujeres de Lesbos se basaba al principio en su promiscuidad sexual (y especialmente en su virtuosismo en el sexo oral: “hacer el lesbio” -lesbiázein- equivalía a lo que nosotros llamamos hoy “hacer el francés”)4, y sólo luego específicamente en su homosexualidad, en gran medida a resultas de la mala reputación de Safo: de hecho, el adjetivo lesbia siempre tuvo en la Antigüedad el sentido gentilicio, “de Lesbos”, y no el de “lesbiana” (es decir, “homosexual femenina”), sentido que no se documenta hasta el siglo X, en un texto que luego comentaremos. Se ha avanzado mucho, asímismo, en el análisis del material mitológico, logrando desterrar la idea, sostenida hasta hace relativamente poco por bastantes estudiosos, de que no existían mitos clásicos que se refirieran a relaciones homosexuales femeninas: la realidad es que noticias como las de Calímaco sobre las relaciones de especial afectuosidad entre Ártemis o Atenea y algunas ninfas de su séquito, o determinadas versiones de los mitos de Zeus y Calisto o de Leucipo y Dafne, en las que el travestismo del personaje masculino es el medio empleado para la seducción del personaje femenino, o episodios como el de las Dionisíacas de Nono de Panópolis, cuando Aura, una de las compañeras de Ártemis, acaricia los pechos de la diosa y alaba su belleza, o como la historia ovidiana de los amores de Ifis y Yante, en la que se describe perfectamente la pasión homosexual que abrasa a una de las protagonistas, apuntan más bien en la dirección contraria5. Hemos asistido, en fin, en los últimos años a una exhaustiva recopilación de fuentes y a su estudio y análisis pormenorizado6, desde la poesía de Safo, de Aristófanes, de Marcial o Juvenal, desde la prosa de Platón (donde encontramos las primeras menciones totalmente explícitas a la homosexualidad femenina)7, de Séneca, de Plutarco o de Luciano, pasando por un buen número de textos de magia, onirocrítica, astrología o medicina, hasta los abundantes textos cristianos (entre los cuales, a pesar del rechazo sin paliativos que merece esta práctica sexual, encontramos, paradójicamente, algunos de los testimonios más explícitos). Y no podemos olvidarnos de las fuentes iconográficas, que cada vez aportan más imágenes interpretadas 39
Homosexualidad femenina en Grecia y Roma
verosímilmente también como testimonios de la existencia de relaciones homoeróticas entre mujeres en la Antigüedad. Sin ir más lejos, ahí tenemos el importante hallazgo de las pinturas murales sacadas a la luz recientemente en las Termas Suburbanas de Pompeya8. En uno de esos frescos, a pesar de su deteriorado estado, puede identificarse aún un grupo erótico formado por cuatro personas desnudas, dos hombres y dos mujeres (fig. 1). El interés de la escena estriba para nosotros en que una de las mujeres, mientras practica la felación a uno de los hombres, está siendo a su vez estimulada oralmente por la otra: se trata, por tanto, de un cunnilingus lésbico, y es además la única representación de esta práctica que, hasta el momento, nos ha legado la Antigüedad. Debemos tener en cuenta, sin embargo, que, aunque la escena no admite objetivamente otras interpretaciones (como es el caso de otra escena de la misma serie de pinturas, que luego veremos), la relación entre las mujeres participantes puede enfocarse desde un punto de vista pornográfico más que homoerótico, pues la finalidad de la escena no parece ser otra que la de excitar la libido del espectador. Sobre esto volveremos más adelante. Sin embargo, a pesar de todos esos avances en la investigación que venimos exponiendo, y aunque ya nadie pueda poner en duda o tratar de eludir la existencia de prácticas homosexuales femeninas en la Antigüedad, quedan aún algunos puntos Fig. 1: Pintura mural de las termas suburbanas de Pompeya, escena VII, c. 65 oscuros o no lo suficientemente aclarados: cómo fue real y objetivamente la práctica del lesbianismo, cuáles eran sus motivaciones y sus consecuencias sociales, si hubo relaciones homoeróticas estables entre mujeres, si se puede hablar de matrimonios lésbicos9, qué papel desempeñaban las iniciaciones, ritos y celebraciones entre las jóvenes en el desarrollo de lazos homoeróticos duraderos, si estas relaciones se establecían entre mujeres de la misma edad o diferente, del mismo nivel socioeconómico y cultural o diferente, etc. A continuación vamos a centrarnos en uno de esos puntos, el de las prácticas sexuales propiamente dichas entre mujeres, y en concreto en la cuestión de la existencia o no de prácticas de coito lésbico artificial. 40
8 Las excavaciones se realizaron entre 1985 y 1987, aunque los resultados, al menos por lo que respecta a las pinturas, no se publicaron hasta mediados de los noventa: cf. L. Jacobelli, Le pitture erotiche delle Terme Suburbane di Pompei, Roma, 1995, y John R. Clarke, Looking at lovemaking. Constructions of sexuality in Roman art (100 BC-AD 250), Berkeley, 1998, pp. 212-240.
9 Sobre este tema ha arrojado bastante luz el reciente artículo de Cameron citado en la bibliografía final.
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10 Marcial, Epigramas, I 90: “Como nunca te veía, Basa, junto a los tíos y como ningún chismorreo te atribuía un querido, sino que a tu alrededor siempre estaba a tu completo servicio una cuadrilla de tu propio sexo, me parecía que eras, lo confieso, una Lucrecia. Pero tú, Basa, ¡horror!, eras el follador. Te atreves a acoplar dos coños idénticos y tu ¿prodigioso clítoris? (prodigiosa Venus) simula al hombre. Has inventado una monstruosidad digna del enigma tebano: allí donde no hay hombre, que haya adulterio”. Salvo ligeras modificaciones, las traducciones de los epigramas de Marcial son las de A. Ramírez de Verger y J. Fernández Valverde para la Biblioteca Clásica Gredos (vols. 236-7, Madrid, 1997).
11 Cf. Marcial, Epigramas, VII 67 (“Sodomiza a chavales la tríbada Filénide, y más rabiosa que un marido empalmado se cepilla a once chavalas al día. También juega arremangada a la pelota y se pone amarilla de arena, y levanta con brazo ágil pesadas halteras para atletas, y embarrada de la hedionda palestra se somete a los golpes del untoso entrenador; y no come ni se tumba antes de vomitar siete chatos de vino, a los que piensa que puede volver cuando se ha comido dieciséis albóndigas. Después de todo esto, cuando se pone cachonda, no la mama -esto le parece poco virilsino que devora con ansia la entrepierna de las chavalas. ¡Que los dioses te den, Filénide, la mentalidad que te corresponde, a ti que crees viril lamer un coño!”) y VII 70 (“Filénide, tríbada de las propias tríbadas, con razón, a la que te follas, la llamas amiga.”). Este último epigrama juega con el doble sentido (amiga, amante) de la palabra amica.
Según el citado Manual de erotología clásica, las prácticas homosexuales entre mujeres sólo pueden darse bajo la forma del tribadismo. Para Forberg, en efecto, las tríbadas propiamente dichas son “aquellas mujeres cuyo clítoris […] crece hasta alcanzar un tamaño tan grande que les permite usarlo a modo de verga, tanto para la fornicación como para la pedicación” (pág. 108); este exceso de clítoris, debido, según Forberg, “ya a un capricho de la naturaleza, ya a un uso frecuente”, impide que tales mujeres puedan ser penetradas, “de modo que, cuando sienten deseo sexual, apenas pueden satisfacerse de otro modo que no sea comportándose como tríbadas” (pág. 118, n. 30). Algunos de los ejemplos más claros de estas prácticas tribádicas los encuentra Forberg entre los epigramas de Marcial. En uno de ellos, en efecto, se nos presenta a la casta Basa10, una mujer de cuya honestidad nadie habría osado sospechar, a la que nadie atribuía amante alguno, pues nunca se dejaba ver con hombres y siempre estaba rodeada de mujeres. Pero el poeta descubre la verdad: Basa es homosexual, y mantiene relaciones con sus amigas como si fuera un hombre (fututor). Ante esto, Marcial concluye diciéndole que «has inventado una monstruosidad digna del enigma tebano: que donde no hay hombre, haya adulterio». Tanto a esta Basa como a la tribas Philaenis mencionada también por Marcial en otros epigramas11 se le atribuyen actos que implican penetración. En la relación sexual con sus compañeras, Basa suplanta al varón con su prodigiosa Venus y se convierte, como decimos, en el jodedor (fututor); Filénide, por su parte, “tríbada entre las tríbadas”, jode (futuis) a su amiga, “sodomiza (pedicat) a chavales (…) y, más rabiosa que un marido empalmado, se cepilla (dolat) once chavalas al día”. La mayoría de los traductores de Marcial suelen entender la expresión prodigiosa Venus referida a un clítoris anormalmente desarrollado, en la línea de la mencionada definición tribádica de Forberg. No obstante, el propio erudito alemán advierte de que “ha habido interpretes, en absoluto desdeñables, que un pasaje tan fácil como éste lo han entendido de forma tan pésima que han imaginado que Basa excitaba las vergüenzas de las otras mujeres con un pene de cuero, un ólisbos” o consolador (pág. 130). Sin embargo, a pesar de que Forberg niega vehementemente que éste fuera el caso de Basa y de Filénide, veremos a continuación que la cuestión no está tan clara. 41
Homosexualidad femenina en Grecia y Roma
Fijémonos, por ejemplo, en el quinto de los Diálogos de cortesanas de Luciano. Al comienzo, la cortesana Clonario pregunta a su compañera Leena si es cierto el rumor que ha oído acerca de sus relaciones con la lesbia Megila, que la ama “como un hombre”. Leena reconoce que es verdad, pero muestra su vergüenza por lo “anormal” de su relación con una mujer que es, según confiesa, “terriblemente varonil”. Ante esto interviene de nuevo Clonario: No entiendo qué quieres decir, a menos que se trate de una invertida (hetairístria). Dicen que en Lesbos, en efecto, hay mujeres semejantes, de aspecto viril, que no quieren hacerlo con hombres y, en cambio, tienen trato con mujeres como si fueran hombres.
Luciano describe a continuación las explicaciones que, sobre su condición homosexual, da la lesbia Megila ante las preguntas de Leena, a quien intenta seducir ayudada por su compañera Demonasa: Primero me besaban como hombres, sin limitarse a juntar sus labios a los míos, sino entreabriendo la boca, y me abrazaban y oprimían mis senos; Demonasa incluso mordía mientras besaba, y yo no podía figurarme qué era aquello. Más tarde Megila, que estaba entrando ya en calor, se quitó de la cabeza la peluca, que llevaba puesta de modo muy aparente y con aspecto natural, y se dejó ver rapada hasta la piel, como los atletas muy viriles, y yo me quedé cortada. “Leena”, me dijo, “¿has visto alguna vez a un joven tan hermoso?” “No veo aquí a ningún joven, Megila”, le respondí. “No me conviertas en hembra”, replicó, “porque yo me llamo Megilo, y llevo mucho tiempo casado con Demonasa, y ella es mi mujer”. Aquello, Clonario, me causó risa, y le dije: “Entonces, ¿tú, Megilo, nos has ocultado que eres un varón, como cuentan de Aquiles cuando se escondió entre las doncellas, y tienes el miembro ese del hombre y haces a Demonasa lo que los hombres?” “Eso no lo tengo, Leena”, respondió, “pero no lo necesito en absoluto, y vas a ver que tengo relaciones de un modo especial y mucho más grato”. “¿No serás un hermafrodita”, pregunté, “como muchos que dicen que hay, que tienen lo uno y lo otro?” […] “No”, contestó, “ yo soy completamente varón”. “A Ismenodora”, le dije, “la flautista beocia, en una ocasión en que refería cosas de su tierra, la oí contar que en Tebas una mujer se transformó en hombre, y fue un excelente adivino, creo, de nombre Tiresias. ¿No será, entonces, que a tí te ha ocurrido algo parecido?” “No, qué va, Leena”, respondió, “yo nací igual que el resto de vosotras, pero mi forma de pensar, mis deseos y todo lo demás son de hombre”. “¿Te basta entonces con tus deseos?”, le pregunté. “Entrégate pues,
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Juan Francisco Martos Montiel
12 Cf., por ejemplo, G. Vorberg, Glossarium eroticum, Stuttgart, 1928, pág. 654, en el caso de Megila, y, en el caso de Basa y de Filénide, M. Citroni en su comentario al libro I de los Epigramas de Marcial (Florencia, 1975, pág. 284), o H. D. Jocelyn, “Difficulties in Martial, book I”, Papers of the Liverpool Latin Seminar, 3 (1981) 277-284, en pp. 280-281.
Leena, si no lo crees”, me respondió, “y te darás cuenta de que no me falta nada que tengan los hombres, porque tengo una cosa en lugar de miembro viril. Conque entrégate y lo verás”. Me entregué, Clonario […]. Y luego, mientras yo la abrazaba como a un hombre, ella hacía, besaba, jadeaba, y me parecía que gozaba en extremo.
La lesbia Megila, pues, no es un travestido, ni un hermafrodita, ni tampoco una de esas raras personas que han experimentado un cambio de sexo por obra divina; ella nació mujer, pero piensa, siente y desea como un hombre. Y para actuar como tal en las relaciones sexuales con las mujeres a las que desea, se sirve de “una cosa” (ti) que palía su carencia meramente física y le permite tener una relación, al parecer, plenamente satisfactoria. Por desgracia, cuando, después de su narración, Clonario pide a Leena que le aclare qué era lo que hacía Megila, de qué modo “actuaba” (epoíei), Leena excusa contar esos detalles, porque son, dice, “cosas sucias” (aischrá). Nos quedamos, pues, sin conocer detalles más precisos, y se nos plantea aquí, por tanto, con esa “cosa” de Megila, el mismo problema que en el caso de Basa y su prodigiosa Venus: ¿se trata de un clítoris anormalmente desarrollado, o bien de un pene artificial, como apuntan algunos autores?12. La verdad es que muchos de los traductores y comentaristas de los pasajes que venimos viendo creen que en ellos se alude a un clítoris de anormales dimensiones, capaz de ejercer como un verdadero pene, en la línea de lo establecido por Forberg. Estaríamos entonces ante casos de megaloclítoris, una variante bien documentada del síndrome de Morris (malformación, normalmente hipertrófica, de los genitales, causante de la mayoría de los casos de hermafroditismo o más bien pseudohermafroditismo). Para muchos tratadistas médicos de la antigüedad, el remedio en tales casos era una expeditiva operación quirúrgica que, según éstos, eliminaba en la paciente el pretendido ardor viril que las llevaba a desear penetrar a otras mujeres. Acudamos, por ejemplo, a Pablo de Egina, un tratadista de medicina del siglo VII que escribió una Enciclopedia del saber médico en la que resumía los trabajos de Galeno y Oribasio. En esta obra, Pablo de Egina constata el hecho de que algunas mujeres tienen un clítoris excesivamente grande, lo que, según él, constituye una “ vergonzosa indecencia”, pues pueden llegar a tener erecciones y a mantener relaciones sexuales como los hombres. El tratamiento preceptivo en estos casos es la clitoridectomía o ablación del clítoris, una aberrante práctica, viva aún entre 43
Homosexualidad femenina en Grecia y Roma
algunos pueblos africanos y árabes, cuya descripción, a pesar de la fría asepsia con que la expone este autor, no puede dejar de perturbarnos13. Esta relación entre la afección conocida como megalocrítoris, por un lado, y el lesbianismo, por otro, tomó carta de naturaleza en los tratados médicos posteriores y ha llegado como tópico tradicional casi hasta nuestros días. De hecho, en bastantes diccionarios y enciclopedias de finales del XIX y comienzos del XX se sigue definiendo a la tríbada como “Mujer cuyo clítoris está muy desarrollado y que abusa de su sexo”. Pero, como hemos apuntado, cada vez se va extendiendo más la sospecha de que nos hallamos en realidad ante casos de utilización de instrumentos fálicos para el coito lésbico artificial. Como es sabido, las referencias a falos artificiales (ólisboi) no son escasas en las fuentes antiguas, especialmente en las pinturas vasculares14. En efecto, encontramos bastantes imágenes de mujeres que manejan o directamente se masturban con instrumentos fálicos, algunas en grupo (fig. 2 A), otras solas (fig. 3), o que son estimuladas con el ólisbos por un hombre (fig. 4); algunos de estos ólisboi son de doble falo (llamados amphísbainai, como el que vemos colgado en la parte superior derecha de la fig. 4), similares a esos artefactos compuestos por dos falos unidos por su base, de modo que un glande apunta en dirección opuesta a la del otro, y utilizados con frecuencia en los “números lésbicos” de la moderna pornografía, al estar diseñados para ser utilizados simultáneamente por dos mujeres. Estos consoladores dobles sugieren a Pomeroy la idea de que las prostitutas en Atenas recurrían también a diversiones homosexuales, aunque en seguida advierte que tal comportamiento no se debe extender a todas las ciudadanas atenienses: en efecto, de la constatación de que la vida sexual de estas mujeres era poco satisfactoria y las referencias, tanto en el arte como en la literatura, a la masturbación Fig. 2 A y B: Copa de Epicteto, c. 520-490 a. C.; olim no se puede concluir de Colección Castellani, Roma, hoy perdida. forma válida que debieran 44
13 Pablo de Egina, Enciclopedia del saber médico, VI 70 (perì nymphotomías): “Algunas mujeres tienen el clítoris tan grande que resulta de una indecencia vergonzosa. Según refieren ciertos tratadistas, algunas tienen erecciones como los hombres y sienten deseos de copular. En tales casos, colocada la mujer boca arriba, sujétese con la pinza la parte sobrante del clítoris y córtese con el escalpelo, procurando extirparlo de raíz para que no se produzca hemorragia”. Es mucho más detallada la descripción conservada por Aecio, médico del siglo VI d. C. que escribió un compendio de las obras de Oribasio, Galeno, Sorano y otros médicos de renombre, aunque en el pasaje (XVI 115.38), extractado del médico del s. II Filúmeno, no se hace ninguna alusión a la homosexualidad: tras describir la naturaleza y localización del clítoris, se dice que en algunas mujeres crece en exceso, lo que constituye una indecencia y una vergüenza (como dirá también Pablo de Egina), y que esta anomalía genital, con el roce continuo de la ropa, produce excitación y despierta el apetito sexual, por lo que los egipcios acostumbran a extirparlo a las muchachas justo antes de entregarlas en matrimonio; el resto del capítulo explica con deta-lle el desarrollo de la intervención quirúrgica.
14 Para los testimonios, tanto literarios como vasculares, sobre el uso del ólisbos en la Grecia antigua, pueden verse Werner A. Krenkel, “Masturbation in der Antike”, WZRostock, 28.3 (1979) 159-178, St. Santelia, “Da Sofrone a Eronda: tradizione di un motivo letterario”, CL, 5 (1989) 73-78, J. Henderson, The Maculate Muse, Nueva York-
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Oxford, 19912, págs. 221-222, Eva C. Keuls, The Reign of the Phallus, Berkeley-Londres, 19932, págs. 82-86, y Martin F. Kilmer, Greek Erotica, Londres, 1993, págs. 98102. Sobre la etimología del término ólisbos y su posible procedencia minorasiática, cf. M. G. Tibiletti Bruno, «Un confronto greco-anatolico», Athenaeum, 47 (1969) 303-312.
15 Sara B. Pomeroy, Diosas, rameras, esposas y esclavas. Mujeres en la antigüedad clásica, trad. española, Madrid, 1987 (ed. inglesa original: Nueva York, 1975), págs. 106-107.
16 Vid. referencias en Henderson, o. c., pág. 176, y J. N. Adams, The Latin sexual vocabulary, Baltimore, 1982, pág. 183. Cf. el calco latino frictrix, muy poco usado frente al préstamo tribas, y también la explicación etimológica que ofrece Aretas (sch. ad Luciano, Diálogos de cortesanas, 5.2) del término griego tribádas: “quizás por el hecho de que se masturban mutuamente” (aischrôs alléÐlais syntríbesthai). El testimonio del léxico Suda, s. v. ólisbos, es igualmente claro respecto a la asociación de las homosexuales con estos artefactos: “Pene de cuero que usaban las mujeres de Mileto, como tríbadas y rameras; lo usaban también las viudas”.
recurrir a las relaciones homosexuales para calmar su represión15. Téngase en cuenta, además, que la mayoría de las escenas eróticas de la ceramografía griega son probablemente fantasías masculinas, más que reflejo de las actividades sexuales preferidas por las Fig. 3: Copa de Epicteto, c. 520mujeres. 490 a. C.; Museo Ermitage, San Parece razonable, no Petersburgo. obstante, pensar que desde muy pronto se asociara la autoestimulación sexual con el lesbianismo, si tenemos en cuenta que el término usual desde época romana para designar a la homosexual femenina, Fig. 4: Kantharos del Pintor de tribás, proviene del verbo Nicóstenes, c. 525-510 a. C.; tríbein, ‘frotar, restregar’, Museum of Fine Arts, Boston. que a menudo alude a la masturbación16. Y es muy probable también que desde muy pronto se asociara con la homosexualidad femenina el uso de instrumentos fálicos no sólo para la autoestimulación, sino también para la práctica del coito artificial entre mujeres, como corroboran algunos textos en los que se alude a artilugios similares al ólisbos, probablemente penes postizos con los que ciertas mujeres se penetraban mutuamente. Veamos a este respecto un pasaje de los Amores del Pseudo-Luciano. La obra consiste en una discusión, presentada en forma de diálogo, sobre qué tipo de amor, el heterosexual o el homosexual (por supuesto en su modalidad pederástica), es el mejor para un hombre. En una de sus intervenciones, el corintio Caricles, valedor del amor heterosexual, hace en tono irónico la siguiente argumentación: si los hombres ven convenientes las relaciones con los hombres, ¿por qué las mujeres no van a tener la misma libertad para amarse entre sí? Pero a continuación presenta una terrible imagen de todo lo que de pernicioso y rechazable tiene, en su opinión, la homosexualidad femenina, que le servirá luego para atacar con más fuerza la masculina: 45
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¡Que se sometan al artificio de lascivos instrumentos, misteriosa monstruosidad estéril, y se acueste mujer con mujer como si fuera un hombre! ¡Que aquel nombre que raramente llega a los oídos -el sólo nombrarlo me avergüenza- de la lascivia tribádica se pasee triunfalmente! ¡Que nuestros gineceos imiten a Filénide envileciéndose con amores lésbicos (androgynous éroÐtas)!17
Aunque el término tribás está ausente de las fuentes griegas hasta el siglo II d. C., sin embargo la lengua latina, a pesar de que dispuso también del calco semántico frictrix18, usó casi siempre el préstamo directo tribas (procedente con toda probabilidad del habla coloquial), cuyas primeras apariciones están documentadas en autores latinos del siglo I. El primero de éstos es Séneca el Viejo, en cuyas Controversias, una especie de manual de oratoria judicial, encontramos el caso de un marido que sorprendió a su esposa con otra mujer y las mató (tribadas deprehendit et occidit)19. El interés de Séneca por este suceso no es más que el de mostrar a sus lectores la conveniencia de que un rétor evite en sus discursos frases indecorosas, como la que pronunció el sofista griego Híbreas cuando, en su declamación sobre el caso, exponía la actitud del marido burlado, quien dijo: “Yo observé primero al hombre, por si era natural o artificial” (engegéneÐtai … èÐ prosérraptai). ¿Qué quieren decir estas oscuras palabras? ¿No será que el supuesto adúltero utilizó algún instrumento fálico en su relación homosexual? Así lo entendía Kroll, quien, tras constatar lo inseguro del texto, tradujo la oración condicional griega al latín como “utrum penem natura habeat an adsuerit”. Si fuera así, podría entenderse que el marido creyó en un primer momento que se trataba de un adúltero, lo mató, cegado por la ira, y luego, quizá sorprendido por su aspecto femenino, comprobó si el pene era natural o no. Podemos pensar, pues, que tanto la prodigiosa Venus con que Basa penetra a sus amigas, como la “cosa” que tiene la lesbia Megila en lugar de miembro viril, o esos “lascivos instrumentos artificiales, misteriosa monstruosidad estéril” de los que habla el corintio Caricles, pueden ser muy bien algún tipo de artilugios fálicos, probablemente de cuero, como los conocidos ólisboi, que usarían algunas mujeres en sus relaciones homosexuales, de forma similar a esos penes artificiales utilizados con frecuencia en los “números lésbicos” de la moderna pornografía, que disponen de un sistema de correas que permiten sujetarlos al cuerpo en la zona del pubis (su nombre técnico es “pene con arnés”, aunque a veces puede tratarse también de una pequeña faja con pene incorporado). 46
17 Pseudo-Luciano, Amores, 28. Aunque el término griego andrógynos se refiere normalmente a hombres con el sentido de “afeminado, marica”, también puede tener el significado de “lésbico”, según nuestra traducción, si va referido, como aquí, a amores femeninos, o el de “lesbiana”, cuando se aplica directamente a una mujer (cf. Artemidoro, Onirocrítica, II 12: gynaîka andrógynon).
18 Aunque ya Marcial, XI 29, 8, utiliza el verbo fricare en sentido obsceno, la primera aparición de frictrix no se documenta hasta Tertuliano, De resurrectione carnis, 16, y De pallio, 4.
19 Séneca el Viejo, Controversias, I 2.23: “Híbreas (…), cuando pronunciaba su alegato sobre aquél que sorprendió a unas tríbadas y las mató, comenzó por describir los sentimientos del marido, algo en lo que no se debería exponer una averiguación tan indecorosa: «Yo miré primero al hombre, para ver si era natural o artificial»”.
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20 Herodas, Mimiambos, VI 67-72: “La verdad es que a mí, al verlos (porque vino con dos, Metró), se me saltaban los ojos de ganas; a los hombres (aprovechando que estamos solas las dos) no se les pone tan tiesa la pilila. Y no sólo eso: una suavidad de ensueño, correítas de lana y no de cuero…”. La misma interpretación sostienen G. Koch-Harnack, Erotische Symbole. Lotosblüte und gemeinsamer Mantel auf antiken Vasen, Berlín, 1989, pág. 133, y A. Rist, “That Herodean diptich again”, CQ, 43 (1993) 440-444.
21 Martin F. Kilmer, o. c., pág. 30 y fig. R141.3, B.
22 G. Vorberg, o. c., pág. 409.
23 J. D. Beazley, Attic Red-Figure VasePainters, Oxford, 19632; tampoco la incluyó en sus Paralipomena, Oxford, 19712.
Aunque estos testimonios, y otros que veremos en seguida, han sido estudiados, obviamente, por Brooten y otros autores, creo sin embargo que no se ha profundizado lo bastante en este aspecto que acabo de mencionar, suficientemente atestiguado en mi opinión, y además se suele pasar por alto un texto que me parece particularmente revelador. Se trata de un pasaje del sexto Mimiambo de Herodas que confirma de modo indirecto el uso ocasional entre algunas mujeres del ólisbos como pene postizo. Como es sabido, el mimiambo gira en torno a las confidencias de dos amigas respecto a sus gustos sexuales y en concreto respecto a un consolador que una le prestó a la otra; pues bien, la alusión de Corito, una de las protagonistas, a la “suavidad de ensueño” de un par de hermosos ólisboi “cuyas correítas son de lana y no de cuero” no puede significar, en mi opinión, más que los consoladores, al menos los más sofisticados y de mayor calidad, como parecen ser éstos, incorporaban en ocasiónes un accesorio indispensable para tales prácticas homosexuales20. Como prueba gráfica de esto último, aparte de las representaciones de ólisboi de doble falo que ya vimos, contamos con el testimonio de una copa ática de finales del siglo VI a. C. (fig. 2 B), estudiada hace pocos años por Kilmer, en la que vemos a una mujer desnuda que, apoyada en unos cojines, se inclina hacia delante con las piernas semiflexionadas (posición típica en las representaciones de coito heterosexual a tergo), mientras que otra mujer, de pechos prominentes y pezones erectos, se le acerca por detrás con lo que parece ser un ólisbos ceñido a su pelvis21. Más que la imagen de un hermafrodita, como pretende Brooten (pág. 58), creo que aquí es evidente la representación de un inminente coito lésbico con penetración artificial. Es cierto, sin embargo, y así lo ha advertido el propio Kilmer, que esta copa, única en su género por las escenas tanto de su cara A como de su cara B, se ha conservado sólo en ilustraciones como la del Glossarium eroticum de Vorberg22, y que Beazley, aunque debía conocerla a través de esta obra, no la incluyó en su conocida recopilación de vasos de figuras rojas con atribución de autor23, porque no aceptaba la atribución a Epicteto y quizás también, y sobre todo, por sospechar que se tratase de una falsificación, lo cual, unido al hecho de que actualmente la copa ha desaparecido de la Colección Castellani, en Roma, que la albergó hasta la década de los 47
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40, podría suscitar dudas sobre la validez y autenticidad de este testimonio24. Pero de lo que no cabe dudar es de que existieron prácticas de coito artificial entre mujeres, como corroboran los textos que hemos visto hasta ahora. Y aún hay otros textos, así como otras imágenes, que pueden interpretarse en este sentido y reforzar aún más esta idea. Comencemos por las imágenes. Una de ellas es una pintura al fresco procedente de los baños suburbanos de Pompeya (fig. 5), aunque debemos reconocer que su interpretación es insegura por lo que respecta a la identificación del sexo de una de las dos figuras representadas. En efecto, Jacobelli (o. c., pág. 47) la interpreta como una escena de coito heterosexual (el hombre de pie sobre el suelo y la mujer tumbada en la cama, apoyándose en su codo izquierdo y con su pierna derecha descansando en el hombro izquierdo del hombre) mientras que Clarke (o. c., pág. 227) sugiere, creo que con razón, que “podría ser una escena de coito entre mujeres imitando una postura heterosexual bien conocida” y que “es probable que los antiguos romanos que vieran la imagen asumirían inmediatamente que la mujer que está en pie llevaría un consolador sujeto con correas a sus partes genitales”. Detengámonos también en una curiosa imagen que nos ofrece un kylix ático de figuras rojas procedente de Corinto y datado a finales del siglo V a. C. (fig. 6). En ella vemos a Dioniso que, vestido sólo con una túnica que le cubre las piernas y el sexo y Fig. 5: Pintura mural de las termas suburbanas de Pompeya, escena V, c. 65. tocado con una especie de diadema, está sentado cómodamente en una silla con respaldo, en el que apoya su brazo izquierdo, y empuña el tirso en su mano derecha; frente a él, de pie, en gesto de danza (según sugieren la posición de los pies, el gesto de las manos y dedos y el escorzo hacia atrás del tronco), una mujer que viste el taparrabo típico en las 48
24 Martin F. Kilmer, o. c., pág. 29. Sin embargo, en la página citada del Glosarium de Vorberg sólo aparece la cara A de la copa en cuestión, y Kilmer nada dice respecto a la cara B; de hecho, de esta cara B sólo tenemos el breve comentario de Kilmer y su ilustración, pero ninguna otra referencia, lo cual la hace aún más sospechosa. En un principio, yo pensé que la explicación de esta “imagen fantasma” estaría en que Kilmer habría citado el libro de Vorberg refiriéndose no a la reimpresión publicada en Roma en 1965, que es la que yo manejaba, sino a la reimpresión hecha en Hanau el mismo año, que tiene, según Kilmer, “sustanciales diferencias en las ilustraciones”. Sin embargo, tras haber examinado con detenimiento la reimpresión de Hanau, no he encontrado por ningún lado reproducción alguna de esa cara B, por lo que pienso que la única posibilidad es que el dibujo completo apareciera en la edición original de la obra de Vorberg (1932) y fuera luego parcialmente suprimido en ambas reediciones.
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25 Cf. A. Kossatz-Deißmann, “Zur Herkunft des Perizoma im Satyrspiel”, JDAI, 97 (1982) 65-90, especialmente pp. 84-88, quien cita otra escena similar en un fragmento de vaso hallado en Mileto y aporta abundante bibliografía; véase también el comentario de Eva C. Keuls, o. c., pág. 392.
26 C. Bérard - C. Bron, “Le jeu du satyre”, en el vol. colectivo La cité des images. Religion et société en Grèce antique, Lausana, 1984, pp. 127-146, en pp. 139-41.
27 E. Cantarella, pág. 220; cf. G. Pastre, pág. 19, citada también en nuestra bibliografía final.
representaciones cómicas de sátiros, con falo y cola equina. La imagen, interpretada como una adoradora de Dioniso que ejecuta una danza ritual ante el dios, confirma la existencia de elementos de travestismo en los rituales dionisíacos25. Pero, que sepamos, las interpretaciones no se han detenido en dilucidar la significación sexual que puede tener el falo postizo; todo lo más, se ha dicho, aunque de forma poco explícita, que, en el ámbito de los misterios de Dioniso, en los que «relaciones extrañas se establecen entre los sexos y subvierten las normas de la ciudad», el falo postizo de la danzarina «no deja de suscitar otras cuestiones»26. En mi opinión, entre esas “otras cuestiones” estaría el hecho de que tal prenda fálica podía usarse perfectamente para el coito lésbico artificial. Volvamos ahora a los textos, pero no sin hacer antes una pequeña reflexión sobre su naturaleza. Es cierto que la mayoría de los textos que hemos visto hasta ahora son abiertamente misóginos, y que en ellos, quizá buscando un elemento de fácil comicidad, casi de caricatura, Fig. 6: Copa ática, c. finales del siglo V a. C.; como vemos en Marcial, Museo Arqueológico, Corinto. se exagera bastante una práctica cuyo proceso efectivo debió de ser ampliamente ignorado. Las descripciones nunca son precisas, y esa falta de claridad podría deberse, tanto o más que a la intención del autor de no herir la sensibilidad de sus lectores, a un verdadero desconocimiento del detalle de tales prácticas. Con toda probabilidad, en este tema se vieron plasmadas las fantasías sexuales del varón y, sobre todo, los prejuicios machistas que asociaban necesariamente el goce de la mujer con el falo. En efecto, aunque en los siglos arcaicos pudiera haber sido de otra manera, en la imaginación de griegos y romanos de época imperial la homosexualidad femenina no podía concebirse más que como “el intento de una mujer de sustituir a un hombre, y de otra mujer de obtener de la relación homosexual, de modo completamente antinatural, el placer que sólo los hombres podían proporcionar”27. Sin embargo, aun siendo 49
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ciertas, como digo, todas estas consideraciones, objetivamente no podemos descartar, a la vista de los numerosos testimonios tanto textuales como iconográficos, la existencia efectiva de tales prácticas con instrumentos fálicos entre mujeres, sobre todo en los primeros siglos de nuestra era, aunque sin generalizar, desde luego, su posible uso a todas y cada una de las relaciones de homofilia femenina, sino centrándolo sobre todo en el ámbito del libre amor ejercido por algunas cortesanas y prostitutas. Como decíamos, podemos encontrar otros textos en los que, con mayor o menor claridad, parece aludirse a tales prácticas de coito lésbico artificial. Veamos, por ejemplo, la conocida clasificación de los sueños eróticos de Artemidoro de Éfeso (Onirocrítica I 78-80), que divide los actos sexuales (synousías) en: 1) según la naturaleza, la ley y la costumbre, donde incluirá la homosexualidad masculina; 2) contra la ley, y 3) contra natura. En esta última categoría, Artemidoro incluye el lesbianismo, pero, como es habitual en los textos que venimos analizando, visto desde la óptica masculina, siempre con penetración (la relación sexual entre dos mujeres es descrita con el verbo peraínoÐ, usado en su sentido de “traspasar, penetrar”)28 y con claros tintes negativos (soñar con ello tiene invariablemente consecuencias desagradables)29. Veamos otro texto que puede interpretarse en el sentido que estamos investigando. Pertenece a Celio Aureliano, médico y escritor romano del siglo V, traductor y divulgador de la obra principal del famoso médico griego del siglo II Sorano de Éfeso: el tratado Sobre las enfermedades agudas y crónicas. La compilación de Celio Aureliano dedica un capítulo (titulado De mollibus sive subactis, quos Graeci malthacos vocant) a tratar las características y etiología de la homosexualidad masculina, ofreciendo de paso una breve fenomenología de la actividad lésbica. La alusión a la homosexualidad femenina constituye en realidad una comparación, un ejemplo para mostrar que tal afección es propia de una mente perversa y depravada (malignae ac foedissimae mentis passio). En efecto, este autor encuentra la causa de la homosexualidad, tanto masculina como femenina, en una perturbación de las facultades mentales originada por un defecto congénito (la mezcla inadecuada del esperma del varón y el óvulo femenino) o bien por una enfermedad heredada. En las mujeres que la padecen (“las mujeres llamadas tríbadas, porque practican ambos tipos de amor”), la enfermedad se manifiesta en que
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28 John J. Winkler, The constrains of desire. The anthropology of sex and gender in ancient Greece, Nueva York-Londres, 1990, págs. 8 y 39, piensa que en esta referencia de Artemidoro no puede hablarse de lesbianismo stricto sensu, dado su falocentrismo: “las relaciones sexuales entre mujeres están prácticamente desprovistas de significado en la clasificación de Artemidoro”, y su formulación en palabras sólo es factible usando el lenguaje de la actividad masculina.
29 En un libro egipcio de onirocrítica para mujeres se dice también que, si una mujer sueña que tiene relaciones con otra, acabará mal: cf. L. Manniche, Sexual Life in Ancient Egypt, Londres, 1987, pág. 22.
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30 D. Dalla, Ubi Venus mutatur. Omosessualità e diritto nel mondo romano, Milán, 1987, pág. 216, n. 7.
31 Clemente de Alejandría, Pedagogo, III 3.21, 3: “La molicie lo ha trastornado todo. El exceso de vida regalada ha deshonrado al género humano: todo lo busca, todo lo violenta, confunde la naturaleza, los hombres se dejan hacer lo de las mujeres y las mujeres se comportan como hombres contra natura dejándose poseer y poseyendo a mujeres”.
32 Por ejemplo Fírmico Materno, Mathesis, VII 25.1; Ptolomeo, Tetrabiblos, III 15.8-9; Vecio Valente, 73.8-10; Pseudo Manetón, I (V) 31-33 y IV 358.
corren a unirse con mujeres antes que con hombres, y las persiguen con concupiscencia casi masculina (invidentia paene virili); y aunque hayan abandonado su pasión o estén temporalmente aliviadas, […] como alteradas por una ebriedad perenne, se precipitan hacia nuevas formas de placer y, alimentadas por esa torpe costumbre, gozan con los desafueros de su sexo.
La edición de Amman (Amsterdam, 1755, pág. 544) lee pene virili, lectura que, aunque con menor fuerza desde el punto de vista sintáctico y estilístico, es no obstante de sentido perfectamente admisible, a la vista del buen número de testimonios que apuntan al uso de instrumentos fálicos entre lesbianas, según venimos viendo. De hecho, así lo entiende también Dalla, quien traduce la expresión como “provistas de un órgano viril”30. Veamos ahora otro texto al que ya aludimos antes y que, a su importancia como nuevo apoyo de nuestra tesis, añade la de ser el primero donde el gentilicio lesbia aparece usado en el sentido de homosexual femenina, tal como se entiende en la actualidad. Se trata de una nota escrita por el filólogo bizantino Aretas (del siglo IX-X) en su propia copia del Pedagogo de Clemente de Alejandría: en un pasaje en que el teólogo se lamenta de la perversión a que han llevado a sus contemporáneos el exceso y la relajación en las costumbres31, junto a la frase “los hombres se dejan hacer lo de las mujeres y las mujeres se comportan como hombres (andrízontai), dejándose poseer (gamoúmenai) contra natura y poseyendo (gamoûsai) a mujeres”, Aretas escribe al margen que Clemente “se refiere a las infames tríbadas, a las que llaman también invertidas y lesbianas” (hetairistrías kaì lesbías). El sentido del verbo gamô, y más teniendo como complemento a “mujeres” (gunaîkas), es, creo, evidente: se alude al coito lésbico, presumiblemente artificial, en la línea de los textos anteriormente analizados. De entre el número no pequeño de otros textos en los que podría verse una alusión a prácticas de coito lésbico artificial, procedentes en su mayoría de diversos tratados astrológicos32, vamos a fijarnos, para terminar, en un texto de Séneca que puede conectarse con uno de los epigramas de Marcial que veíamos al comienzo de este artículo (VII 67: pedicat pueros tribas Philaenis) y alumbrar así un aspecto colateral de la cuestión: el de la mujer como sujeto de la pedicación. En efecto, al constatar este autor en una de sus cartas que las mujeres de su época tienen enfermedades que antes no tenían, lo atribuye a que han igualado a los hombres en libertinaje, y, 51
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por tanto, también en enfermedades corporales. Las mujeres de ahora, dice, trasnochan, beben y se emborrachan; incluso en el sexo han trastocado los papeles: Ni siquiera en el deseo sexual les van a la zaga a los machos: destinadas por naturaleza a la pasividad del acto, han discurrido (¡maldíganlas los dioses y las diosas!) una forma tan perversa de desvergüenza que son ellas las que montan a los hombres (viros ineunt)33.
Forberg es meridianamente claro al comentar este pasaje: según él, Séneca se refiere a que “las tríbadas pueden dar por el culo”. No obstante, algunos autores han tratado de enmendar el texto o bien han entendido que Séneca se refería a que las mujeres fomentaban las perversiones sexuales al introducir variantes en las posturas del coito, en concreto la de la mujer sentada a horcajadas sobre el hombre tumbado, postura conocida en la Antigüedad como la Venus pendula. Pero creo que la irritación de Séneca no sería tanta si se tratara sólo de esto, pues esa postura no era ni mucho menos novedosa, obviamente, y numerosos autores, anteriores o posteriores a Séneca, aluden a ella sin mayores críticas o en todo caso con ironía o en tono de burla. Debemos poner ya punto final a nuestro trabajo. Espero que, a pesar de la dispersión de los testimonios que hemos comentado y de lo oscuro e inseguro de algunos de ellos, hayamos conseguido nuestro objetivo: demostrar que existieron en la antigüedad prácticas de coito lésbico artificial; quizá no haya ningún testimonio concluyente por sí solo, pero si se toman en conjunto creo que la hipótesis puede sostenerse de manera convincente. Aunque no debemos desesperar de encontrar pruebas concluyentes: tampoco había imágenes de cunnilingus lésbico (testimoniado solamente por algún epigrama de Marcial y poco más), y hace pocos años los trabajos en las termas suburbanas de Pompeya sacaron a la luz un testimonio irrefutable, como hemos visto. La verdad es que, por lo que sé, las primeras representaciones de coito lésbico artificial no se encuentran hasta finales del siglo XVIII, en algunos grabados de novelas eróticas francesas. En cuanto a textos, el primero totalmente explícito que conozco a este respecto lo contiene el penitencial de Burchard de Worms, de principios del siglo XI. Este penitencial, conocido como Decretum y que tuvo una gran difusión en su época, no es un epigrama picante o un diálogo divertido, por supuesto, sino una obra fría y calculada que no se enreda con perífrasis; el obispo de Worms utiliza las palabras justas y va directamente 52
33 Séneca, Epístolas, 95.21. En sentido obsceno, el verbo inire significa “penetrar” o “copular”, pero su utilización en el lenguaje ganadero para referirse a los animales le da el matiz irónico y despectivo de “montar”, “cubrir”: cf. E. Montero Cartelle, El latín erótico. Aspectos léxicos y literarios, Sevilla, 1991, pág. 126, n. 3. Obsérvese, por otra parte, que Séneca utiliza aquí para referirse a la nueva perversión ideada por la corrupción femenina la misma forma verbal (commentae) que empleará Marcial, I 90, para referirse a la enigmática relación de la tríbada Basa con sus compañeras (commenta): cf. M. Citroni, o. c., pág. 284.
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34 Burchard de Worms, Decretum, XIX 5 (= Migne, Patrologia Latina, vol. 140, 971D-972B).
35 Véase también, por citar otro ejemplo al que no nos hemos referido anteriormente, la expresión méga thaúma (“gran prodigio”, “gran maravilla”), con que se refiere el Pseudo Manetón, I (V) 32, a la homosexualidad femenina.
al grano, distinguiendo entre la autoestimulación con instrumentos fálicos, el coito lésbico artificial, y la estimulación por fricción entre ambos sexos: ¿Has hecho lo que algunas mujeres suelen hacer, has fabricado algún aparato o artilugio a modo de miembro viril a tu medida, lo has atado con algunas ligaduras en tus partes pudendas o en las de una compañera y has fornicado con otras mujerzuelas u otras contigo, con el mismo instrumento o con otro? Si lo has hecho, cumplirás penitencia todas las fiestas de guardar durante cinco años. ¿Has hecho lo que algunas mujeres suelen hacer, has utilizado el antedicho aparato o algún otro artilugio para fornicar contigo misma a solas? Si lo has hecho, cumplirás penitencia todas las fiestas de guardar durante un año. ¿Has hecho lo que algunas mujeres suelen hacer, que, cuando quieren apagar el deseo que las atormenta, se juntan como si pudieran y debieran unirse, y juntan ambas sus sexos y frotándose así la una con la otra desean apagar su ardor? Si lo has hecho, debes cumplir penitencia todas las fiestas de guardar durante cuatro meses.34
En la Antigüedad, sin embargo, ningún texto es tan explícito, como hemos visto. Es más, en numerosas ocasiones la referencia al lesbianismo viene rodeada de un halo de misterio, de prodigio. Recuérdese, por ejemplo, el Thebano aenigmate con el que compara Marcial, I 90.9, la relación lésbica de Basa con sus compañeras, o aquella “misteriosa montruosidad estéril” (aspóroÐn terástion aínigma) a la que se refiere el Pseudo-Luciano, o la calificación de antinatural y prodigiosa que le merece a Ovidio la pasión de Ifis por Yante35. Como subraya Citroni (o. c., págs. 281-282), “la condición de monstrum que tenía la relación lésbica, a diferencia de la pederástica, no se debía sólo a su menor difusión (ligada naturalmente a la diferente posición social de la mujer) sino también al hecho de que parecían inexplicables (o en cualquier caso contrarios a la naturaleza) los modos en que esta relación podía realizarse”. Uno de esos modos debió ser, sin duda, el empleo de artilugios fálicos, probablemente de cuero, como los conocidos ólisboi o consoladores, que usarían algunas mujeres en sus relaciones homosexuales, de forma similar a esos penes postizos, ajustables a la cintura mediante correas, que podemos ver hoy día en cualquier sex shop.
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«Enrique IV de Castilla» esbozo de una representación de la propaganda política Ana Isabel Carrasco Manchado
1. Enrique IV, representación simbólica e historia de la sexualidad. La historia es una ciencia y como tal se desarrolla a partir de un material de trabajo, en este caso un material humano, puesto que se trata de una ciencia humanística. La historia es una ciencia que estudia el pasado -es de todos conocido-, y en ello radica su dificultad, puesto que el objeto de estudio no está presente, ya que su existencia se manifiesta predominantemente en su dimensión temporal. Es por esto por lo que cualquier conclusión «científica» que pueda apuntarse sobre determinada realidad histórica debe haber sido previamente fraguada con las técnicas propias del método historiográfico, una metodología crítica que a lo largo del siglo XX ha ido perfeccionándose gracias a la confluencia de las distintas ciencias sociales. Por lo que se refiere a la Edad Media, en los últimos años asistimos a una profunda renovación gracias a la incorporación de objetos y métodos procedentes de la antropología, pero también de la lingüística, y es que la historia nos es conocida fundamentalmente a través de los textos. Si no podemos llegar directamente a los individuos y a las sociedades de la Edad Media, nos quedan, al menos, sus palabras, sus discursos. Pero la presencia de estos discursos no hace el trabajo más fácil. La filosofía del siglo XX, desde Wittgenstein a Foucault, pasando por Austin, nos enseña lo difícil que resulta llegar a la realidad por medio de los discursos. Para algunos la historia no sería más que discurso, pero esto no quiere decir que la historia no esté en condiciones de construir también la «historia de los discursos», discursos que surgen de una realidad social, de un contexto histórico, de una lucha de poderes. Los medievalistas han recuperado en la actualidad una las dos líneas que configuran la realidad histórica, la línea 55
«Enrique IV de Castilla» esbozo de una representación de la propaganda política
de las representaciones1 , línea apenas tenida en cuenta por los historiadores del siglo XIX, sin la cual resulta imposible comprender los hechos, la segunda línea. En la actualidad ya no interesa tanto llegar a los hechos del pasado por medio de los documentos disponibles, sino intentar comprender esos hechos en todas sus dimensiones, incluyendo las que tienen que ver con las imágenes que se proyectan desde el pasado, imágenes normalmente deformadas, manipuladas, en función de los objetivos concretos de los que fabricaron tales imágenes, de los que emitieron tales discursos, de los que construyeron tales representaciones del pasado. Respecto a la vida de los personajes históricos, hay que decir que la biografía del rey de Castilla y de León, Enrique IV de Trastámara, por fuerza ha de elaborarse hoy en día de forma muy diferente a la que trazó Gregorio Marañón en su obra Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo, publicada en Madrid, en 1930, en un primer momento en el Boletín de la Real Academia de la Historia y posteriormente en la colección Austral de Espasa-Calpe. Y es que Gregorio Marañón, aunque humanista, no pretendió escribir como lo haría un historiador (Marañón, 1998: 10). Su perspectiva es la de un médico, con los prejuicios sobre la homosexualidad típicos del discurso médico de su época2 . Su “ensayo” está construido a partir de unas fuentes que no fueron sometidas a los métodos de la crítica histórica, tomando los testimonios de Alfonso de Palencia, el cronista contemporáneo de Enrique IV que nos ha dejado
1 Este artículo es una contribución al proyecto de investigación La política como representación en Castilla (1250-1530): estructuras institucionales y recursos culturales, perteneciente al Programa de Promoción del Conocimiento de la Dirección General de Investigación (PB 98-0830), cuyo investigador principal y coordinador es José Manuel Nieto Soria.
2 Hasta los años ochenta continuó la polémica sobre la verdad o falsedad de los supuestos males endocrinos diagnosticados por Gregorio Marañón al cadáver de Enrique IV. Por lo que se refiere a la relación entre la sintomatología endocrina y la supuesta orientación homosexual del monarca castellano, dicha polémica debería concluir desde el momento en que cualquier intento de demostrar las causas biológicas de la homosexualidad fracasa irremediablemente ante la evidencia del incontestable carácter cultural de dicho fenómeno.
3 En la Edad Media ningún concepto relativo a la sexualidad de las personas era considerado como un factor conformador de identidad. No puede aceptarse, por tanto, el término «gay» como objeto base de un estudio histórico que aborde este problema, tal y como hace J. Boswell (1992: 65-84). El término «gay» (en el que Boswell incluye también a las mujeres) resulta anacrónico, puesto que la identidad gay es una construcción social que ha venido fabricándose a lo largo de la época contemporánea. La historia del término «gay» trazada por Boswell es falsa y su utilización ensombrece todavía más la realidad histórica, alejándonos
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del papel que ocupaba la sexualidad en el contexto de la época. Sorprendentemente, Boswell rechaza términos más acordes con la época, como es el de «sodomita» por su carácter «no necesariamente homosexual; un marido y una esposa pueden cometer sodomía» (Boswell, 1992: 452). Se olvidó Boswell de lo que ya apuntó el historiador de la Antigüedad Paul Veyne: «Si queremos comprender a los antiguos (y a los modernos astutos), tenemos que habituarnos a la idea de que los placeres sexuales son asexuados» (Veyne, 1984: 74). Se comprende así que el objetivo de Boswell no es del todo científico, sino político, ya que con su trabajo pretendía contribuir a perpetuar un prejuicio esencialista presente en todos los movimientos identitarios, ya sean de carácter nacionalista, religioso o sexual. La obra de Boswell, a pesar de sus méritos eruditos, encubre la realidad sexual y amorosa de la época medieval y especialmente encubre la sexualidad de la mujeres, imposibilitando su estudio.
4 Esta valoración figura en Sánchez, 1993: 100.Si descabelladas pueden parecer algunas afirmaciones de Gregorio Marañón hoy, no lo son menos las consecuencias que han extraído de su ensayo ciertos hagiógrafos modernos que se dedican a narrar la vida de los «homosexuales ejemplares de la historia».
5 Véase una última puesta al día de los diversos aspectos de la política de este rey en los trabajos presentados en la «Semana Marañón 97».
la visión más elaborada de la época, por un retrato fiel de la sociedad, por una descripción veraz de la situación de Castilla en esas fechas centrales del siglo XV. Con esas pinceladas cronísticas construyó Gregorio Marañón su propio discurso al servicio de “cierta idea” de la historia que no quiere desprenderse de prejuicios morales. Pero su obra está ahí y también la que escribió el cronista Alfonso de Palencia, ambas a disposición de aquellos que siguen queriendo ejercer de moralistas del pasado, denostando a Enrique IV como el mayor monstruo de vicio y corrupción de una época degenerada, o al servicio de otros más modernos, pero no menos errados, que ven en el rey un adalid de la libertad sexual, un eslabón más en la cadena histórica de «gais» ilustres (cuya existencia constante y perpetua han tratado algunos de demostrar)3 , entre los que Enrique IV sería el ejemplar regio de una época calificada, de forma no menos interesada que la que apuntaron aquellos otros moralistas, como la época de «apogeo de la homofilia en España» 4 . El paso fundamental en la revisión de la biografía de Enrique IV y de los conflictos que se sucedieron durante su reinado, desde un punto de vista ideológico, fue dado por Angus MacK ay en 1985, con su artículo «Ritual and Propaganda in Fifteenth-century Castile», aparecido en la revista Past and Present. En este artículo se concedió la debida importancia al ritual de destronamiento en efigie que sufrió el rey en 1465, suceso hasta entonces prácticamente banalizado como mera burla y erróneamente calificado de «farsa». Este historiador desarrolló además el análisis de la literatura que transmitió la imagen de Enrique IV, desde la perspectiva ideológica, posibilitando así la revisión crítica y una nueva lectura de las fuentes. A partir de entonces se irán sucediendo trabajos históricos que intentarán comprender con mayor acierto a un rey que se reveló en muchos aspectos como un predecesor de las políticas de autoritarismo regio que se atribuían en exclusiva a los Reyes Católicos. La imagen heredada que marcaba el contraste radical entre el reinado de Enrique IV y el de los Reyes Católicos ha dejado de tener sentido5 . Por lo que se refiere a los tópicos sexuales relacionados con Enrique IV, la renovación historiográfica ha contribuido también a aclarar dicha cuestión. La primera aportación destacada llegó de la mano de A. R. Firpo y de su artículo «Los reyes sexuales (ensayo sobre el discurso sexual durante el 57
«Enrique IV de Castilla» esbozo de una representación de la propaganda política
reinado de Enrique IV de Trastámara, 1454-1474)», publicado por los Melanges de la Casa de Velásquez en 1984, que inicia una línea importante al apuntar la noción de «discurso sexual». En los últimos años, los avances en el estudio de los escritores y de las fuentes del reinado, han seguido contribuyendo a la revisión crítica del período. Entre los numerosos trabajos sobre el cronista Alfonso de Palencia y su obra, la principal inspiradora de Gregorio Marañón, hay que destacar las numerosas aportaciones de Robert. B. Tate, entre las cuales no es la menor la nueva edición bilingüe de las Décadas, emprendida junto a J. Lawrence. Tate escribió un artículo que retomaba la cuestión del discurso sexual, «Políticas sexuales: de Enrique el Impotente a Isabel, maestra de engaños (magistra dissimulationum)» (Tate, 1994). Tate no apoya del todo la tesis de Firpo, que considera limitada, al no haber sabido valorar la misoginia de Palencia y sus críticas contra Isabel la Católica y otras mujeres que asumieron actitudes políticas en el período de crisis. La visión de Tate introduce la perspectiva de género en el discurso sexual de Palencia. A todos estos trabajos que han renovado la historiografía en torno a Enrique IV hay que añadir los avances historiográficos que han propiciado el interés por la historia de la sexualidad. Pero este es un campo de la historia que permanece aún en un estado incipiente de investigación. Por lo que se refiere al análisis histórico de las relaciones sexuales de carácter homosexual, la necesidad de acometer una profunda revisión crítica es aún más acuciante, debido a los problemas terminológicos y conceptuales que conlleva el acercarse a una serie de cuestiones que sólo remotamente tienen alguna conexión con lo que se entiende hoy por homosexualidad.
2. Enrique IV de Castilla y su tiempo Enrique IV sube al poder en 1454. El reino se hallaba dividido entre diversas facciones o partidos en torno a los cuales se articulaban los diferentes linajes nobiliarios. En las altas esferas del poder hay una lucha encarnizada por conseguir las más altas cotas de influencia que garanticen el mantenimiento de los privilegios nobiliarios de esos pocos linajes y la ampliación del volumen de riqueza de los estados señoriales. La figura del rey como dispensador de privilegios y «facedor de nobles» jugaba un papel esencial en este sistema. La aparición a lo largo del siglo de un buen número de 58
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homines novi que ascendieron política y económicamente al amparo de los monarcas era un elemento desestabilizador. Estos nuevos hombres, el más famoso de los cuales fue Álvaro de Luna, lograron obtener una posición ventajosa gracias a su habilidad política para gestionar la confianza del rey. Evidentemente, individuos de estas características, surgidos prácticamente de la nada, se ganaron los odios de la facción aristocrática que se declaraba con más derechos para acaparar la autoridad apelando a la pureza de sangre (aunque la pureza de esa nobleza no radicara en otra cosa que en una mayor antigüedad). En el contexto de las luchas por el poder, estos hombres nuevos se convierten en el blanco de una propaganda de “acoso y derribo”. Los famosos infantes de Aragón, descendientes de Fernando “el de Antequera”, el que fue hermano del rey Enrique III, constituían la principal facción aristocrática en pugna por el poder. En tiempos de Juan II, padre de Enrique IV, se desencadenó la guerra que los enfrentó al rey y a otros linajes adversarios, capitaneados por Álvaro de Luna, un advenedizo, el más famoso de estos homines novi, sostén visible del rey que terminó, no obstante, en el patíbulo. Enrique IV subió al trono en un reino dividido aunque momentáneamente tranquilizado, hasta que estalló de nuevo la crisis, a los diez años de su reinado, en 1464. Al año siguiente se produjo un «golpe de estado», materializado en la destitución “en efigie” del rey (la conocida como «Farsa de Ávila») y la entronización del hermano del rey, Alfonso, que apenas contaba con catorce años. La guerra era inevitable, la guerra con las armas y también con los discursos, porque destronar a un rey en una época en la que la persona del monarca (y también cualquiera de las imágenes que lo representaran) era sagrada constituía un hecho de enorme gravedad. Pero en 1468 muere el joven Alfonso y esto constituye un duro revés para la facción que se apoyaba en él, debiendo recomponer toda la estrategia. Se pacta con el rey Enrique (pacto de los Toros de Guisando), quien se vio obligado a aceptar el nombramiento como heredera de su hermana Isabel, la que sería la futura Reina Católica. Esto significaba desplazar a su propia hija Juana, pero el pacto quedó anulado en el momento en que se supo más fuerte, volviendo a reconocerla pública y solemnemente como su hija legítima y sucesora. Pero para entonces su bando adversario había conseguido una baza que terminó dando frutos a la larga: casar a Isabel con el hijo del cabeza de partido de los 59
«Enrique IV de Castilla» esbozo de una representación de la propaganda política
Infantes de Aragón, Fernando, el primogénito del rey de Aragón. A los pocos años murió el rey, en medio de un repunte de la crisis, en circunstancias que nunca podrán ser explicadas del todo por la historia. Su hermana se proclamó reina de Castilla nada más conocer la noticia, provocando un segundo «golpe de estado», pues arrebató la corona a la heredera Juana, la hija de Enrique IV que, aunque consiguió algunos meses más tarde ser proclamada por el partido que por aquel entonces había asumido la causa legitimista y casarse con el rey de Portugal, nunca consiguió reinar, ya que sus apoyos no lograron vencer en la guerra por el trono que se desencadenó de inmediato, una guerra que quedó zanjada en 1480. El cronista Alfonso de Palencia escribe en el contexto de esta lucha política. Irreconciliable enemigo de Juan II y, sobre todo, de Álvaro de Luna, defensor a ultranza del bando aragonés y admirador en esta época de Fernando de Aragón (el futuro Rey Católico), en quien cifra todas sus esperanzas de cambio político y de medro personal, este cronista es el principal forjador de la propaganda anti-enriqueña, un tipo de propaganda que hereda en parte los temas de la propaganda anterior, la que fue lanzada en contra de Álvaro de Luna. La propaganda anti-enriqueña de Alfonso de Palencia perfiló hasta el detalle una imagen de Enrique IV encaminada a presentarlo como rey inicuo6. Esta representación del monarca se nutrió en vida del rey de una serie de discursos utilizados con la principal finalidad de legitimar el destronamiento de Enrique IV y la puesta en su lugar de su hermano Alfonso. Tras la muerte del rey, muchos de estos discursos siguieron siendo útiles en el conflicto sucesorio que se desencadenó entre los partidarios de la heredera legítima, Juana, y la usurpadora Isabel.
3. Los tópicos sexuales Entre los discursos de la propaganda anti-enriqueña desplegados en las famosas Décadas de Alfonso de Palencia, cabe encontrar lo que se ha denominado como «discurso sexual», esto es, una «propaganda que emplea el rumor sexual como arma política contra el rey Enrique IV» (Firpo, 1985: 145-156). Este tipo de discurso propagandístico es perfectamente perceptible, no sólo en el caso castellano, sino también en situaciones análogas que se vivieron en otros reinos medievales en las mismas fechas. Se trata de un tipo de 60
6 "Los matices ideológicos de la idea de realeza en la época" en: Nieto, 2000: 91-113.
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7 Biblioteca de la Fundación Lázaro Galdiano, Ms. 771, fol. 52.
discurso que parece característico de la Baja Edad Media. Su incorporación a los análisis actuales sobre la retórica propagandística daría interesantes frutos, aunque quizá, más que un discurso específico, se trataría de un tema específico que cumple una función particular en otros tipos de discurso propagandístico ya clasificados, en concreto, en el discurso ético-moral y en el discurso religioso-teológico, especialmente en este último. Existen trabajos que se han ocupado de establecer la relación entre los ataques de sodomía vertidos contra diversos individuos y grupos y las acusaciones de herejía, tal y como ha sido detectada en la propaganda que actuó en contra de los templarios (Menache, 1982: 135-147) y que también puede observarse en la propaganda antijudía (Rose, 1983: 1-10) o incluso anti-islámica. El caso de los templarios, aunque ocurrido aproximadamente un siglo y medio antes, todavía era recordado en la Península Ibérica. En el título correspondiente al delito contra natura en las Ordenaçoes de señor rey dom Affonso V (de Portugal), se dice que por este pecado envió Dios el diluvio y condenó a Sodoma, y «por él fueron condenados los Templarios»7 . Es éste un testimonio que prueba la amplia difusión y calado de este tipo de propaganda política, así como la receptividad de los mensajes a lo largo del tiempo y el espacio (las Ordenaçoes se acabaron de redactar en 1448 (Carvalho Homem, 1999: 178), y también el nuevo uso político que se hace de ellos. Por lo que se refiere a los judíos, el miedo a la impureza y a la mezcla entre las dos religiones hace que se les atribuya aspectos como el desenfreno sexual, rasgo que compartían con los leprosos y más tarde con las brujas (Zaremska, 1999: 646). El caso de los musulmanes se halla más estrechamente ligado a la sodomía, ya que la idea aceptada unánimemente en todo Occidente es que el «mal sodomítico» procede de los territorios islámicos y fueron los cruzados los que lo introdujeron en Europa (Rossiaud, 1999: 1.081). Las connotaciones religiosas de las acusaciones relativas al pecado nefando son una de las claves fundamentales de este tipo de propaganda política. Cuando es un rey el blanco de estas acusaciones se está atentando contra una de las principales funciones que conforman el modelo de realeza medieval, su función religiosa. Teniendo en cuenta que el rey era el principal defensor de la fe cristiana y de la Iglesia en su reino, y que una de sus misiones era garantizar las condiciones para que sus súbditos pudieran conseguir la salvación eterna, el que un rey fuera sospechoso de practicar la sodomía o de 61
«Enrique IV de Castilla» esbozo de una representación de la propaganda política
permitir que la sodomía se extendiera por su reino, significaba dudar de su capacidad para gobernar, significaba que podía ser, además, reo de herejía. Como hemos indicado, la investigación histórica sobre la sexualidad es una línea muy poco explorada. Con relación a la persecución de las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo que tiene lugar en la Edad Media, la impresión que resulta es que no parece depender, en esta época, de una cuestión de género (al menos, no en el caso de relaciones entre varones)8 . En tanto en cuanto la atención fundamental se centra en el tipo de conducta sexual, y no tanto en las personas que la practican, dicha persecución parece construirse más bien de una manera política y religiosa, sobre un fondo de sacralización de las relaciones reproductoras y a partir del concepto de Naturaleza. La sodomía (incluida la que se practica entre personas de distinto sexo) formaba parte de lo que se conoce como el pecado/delito contra natura. En la Antigüedad, concretamente antes del año 200 después de Cristo, la moral sexual, y mucho menos la jurisprudencia, no contemplaban las relaciones contra natura, (Veyne, 1984: 41). El concepto de Naturaleza es una de las nociones básicas que actúa a finales de la Edad Media, atravesando una compleja red de registros simbólicos e ideológicos en todos los niveles de la sociedad y de la política, hasta conformar una estructura tendente a perpetuar el nuevo modelo de relaciones de poder por el que se regirán los individuos en los siglos posteriores a los de la etapa medieval (Krynen, 1982: 169-190). La Naturaleza es ante todo la Creación, la manifestación de la omnipotencia divina, y todo aquello que atente contra ella debe ser perseguido sin tregua. Así pues, cualquier rey que se burle de la Naturaleza estaría cometiendo uno de los crímenes más atroces, el más atroz, el crimen de lesa majestad divina. Este es el trasfondo ideológico que favoreció la incorporación a la propaganda anti-enriqueña de los tópicos sexuales en general y de los relacionados con las prácticas contra natura en particular. Los tópicos sexuales de la propaganda anti-enriqueña se extienden por doquier en la literatura de la época, pero tienen mayor presencia en la obra de Alfonso de Palencia, como hemos dicho, el presunto forjador de esta propaganda. Este autor, a lo largo de sus primeras Décadas, perfila en todos sus matices la figura del rey inicuo personificado que es Enrique IV, una figura en negativo sometido a un proceso de mitificación inversa. El rey inicuo gobierna fuera de los límites de la naturaleza y aquí se integran las constantes alusiones de 62
8 Hay que tener en cuenta que rasgo de «afeminamiento» se consideraba también el frecuentar “sexualmente” a las mujeres de forma excesiva y por ello, entre otras cosas, se condenaba la presencia de las mujeres en las huestes militares: a los soldados «los amollenta y faze enfeminados y mugeriles» (Sánchez de Arévalo, 1959: 273). Afeminado es sinónimo de débil y todo lo que contribuyera a debilitar (moral y físicamente) provocaba afeminamiento.
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9 Hay que tener en cuenta el significado del bosque en el imaginario simbólico medieval, un imaginario que opone radicalmente saltus y ager, bosque y lugar cultivado, atribuyendo al bosque todo lo que tiene que ver con la barbarie y al lugar cultivado todo aquello que implica civilización.
Palencia a las escapadas que el rey realizaría a sus bosques segovianos, en donde supuestamente daría rienda suelta a todos sus instintos salvajes9 . La sexualidad del rey inicuo no puede ser otra que una sexualidad contra natura. Los tópicos sexuales completan, por tanto, la representación negativa de Enrique IV. En este sentido, básicamente estos tópicos se articularían en la obra de Alfonso de Palencia a partir de dos líneas, en torno a las cuales se insertan todos los testimonios de Palencia al respecto, en primer lugar, las mores Henrici, las supuestas costumbres «viciosas y bestiales» de Enrique (según palabras de Palencia) y, en segundo lugar, la afición del rey a frecuentar la compañía de los musulmanes (refiriéndose, en concreto, a la guardia personal del monarca) y a promover las costumbres que los estereotipos religiosos atribuyen a los que profesan el Islam (entre ellas la sodomía). Como puede observarse, el primer tema entraría de lleno en el discurso ético-moral y el segundo en el discurso teológico-religioso.
4. Los argumentos sexuales de los discursos éticomoral y teológico-religioso En el Bajo Imperio, la sexualidad comienza a ser considerada un acto que tiene que ver con la virtud y no con las conveniencias sociales. El cristianismo vino a cubrir ideológicamente a esta moral que a partir de entonces se convertiría en una moral universal, es decir, independiente del estatuto social de las personas (Veyne, 1984: 45-49). Todos los cristianos debían obedecer a una única moral que a partir de entonces todos interiorizarán. El rey no podía sustraerse a esa obligación cristiana. Por el contrario, debido a su preeminencia, debía dar muestras de mayor cumplimiento que ningún otro súbdito. En este precepto se basa el concepto de rey virtuosísimo (Nieto, 1988: 84-89). La propaganda política dirigida a socavar esta imagen regia del modelo ideal de realeza, empleará argumentos que intenten oponer a las virtudes regias, todo tipo de vicios, entre los que se incluyen los vicios que proceden de la lujuria. Y aquí entran en juego los tópicos sexuales. En la conformación del modelo ideal de realeza ocupa un papel determinante la educación del príncipe, materializada en los tratados de Regimientos de príncipes, tan en boga desde el siglo XIII y generalizados a finales de la Edad Media. Palencia conoce todos estos mecanismos y, por ello, su discurso éticomoral se centra en trazar el retrato «inmoral» del rey desde las 63
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raíces mismas de su educación. Tras el golpe dado al poder del rey, con la proclamación de su hermano Alfonso, el retrato se vuelve bipolar y comparativo. Aprovechando que el joven Alfonso se encontraba aún en medio de su período de educación, Alfonso de Palencia opone a la corrompida moralidad del rey Enrique, fruto de la educación que el marqués de Villena le impuso, el carácter intachable de Alfonso. El argumento es perfecto: hay dos modelos contrapuestos, uno negativo y otro positivo, situados en las antípodas el uno del otro, y al mismo tiempo, una estrategia orientada a atribuir la responsabilidad de la ruina moral al marqués de Villena, Juan Pacheco. El principal instrumento de perversión moral proviene del abuso sexual. Palencia, secretario del recién elegido Alfonso, cuenta cómo el propio Alfonso le indicó la norma que debía regir su casa y su educación: Debían atender a la conducta que conviene a reyes de buenas costumbres, y no tolerar más tiempo el trato con los hombres soeces que el marqués había puesto a su lado como ayos con la intención de corromperlo, deseoso de conglutinar su ingenio con la misma pega con que había conglutinado en otro tiempo a Enrique, para aprovecharse del desprecio en que caen los reyes afeminados [effeminati reges] para asentar las bases de su poder. De esta queja indicó tener prueba cierta, porque había hecho un conato de cometer el pecado con él algún hombre infame de conversación muy deshonesta que trabajaba en la despensería y preparaba el camino para futuras alcahueterías (Palencia, 1998: T. I., 364).
A partir de esta idea básica, los testimonios se repiten: El marqués, por el contrario, consentía la lujuria de Enrique, dejándolo precipitarse en cualquier lascivia y encenegarse en las tentaciones del vicio con los viciosos, con tal que los cómplices en el pecado y compañeros de sus crímenes escogidos por Enrique se mostrasen ineptos para los asuntos importantes o sumisos a él (Palencia, 1998: T. I. 57). En efecto, no eran las iniquidades nefandas de Enrique tales que debiesen o pudiesen ser disimuladas, ni aguantadas, siquiera temporalmente [...] un hombre encenagado desde su tierna niñez en vicios infames [...] monstruo execrable... (Palencia, 1998: T. I. 114).
En suma, Enrique IV es un rey corrompido moralmente, pero, lo más grave es que es un hombre de «costumbres universalmente corruptoras» (Palencia, 1998: T. I. 137). Así pues, su influencia sobre el reino es perniciosa. El argumento básico que tiene que ver con el discurso teológico-religioso de la propaganda política se centra en la 64
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presencia de los musulmanes que prestaban servicios militares al rey. Esta práctica, habitual en la Península Ibérica, debido a las particulares relaciones que mantenían los monarcas de los diferentes reinos hispánicos con el reino de Granada, se transforma en la obra de Alfonso de Palencia en un hecho excepcional y específico atribuido al rey Enrique. El cronista extrae de esta «familiaridad irreligiosa» fáciles consecuencias que acusan al rey de infidelidad y de contaminación de las costumbres que se atribuyen a los musulmanes, entre ellas, el pecado contra natura o «los asquerosos apetitos sexuales practicados por los moros contra las leyes de la naturaleza» (Palencia, 1998: T.I, 107). Estas dos líneas ideológicas, estos dos tipos de discurso, ético-moral y teológico-religioso, fueron difundidos con una sintonía verdaderamente admirable por los agentes del bando anti-enriqueño. No recogeremos aquí todos los testimonios que se divulgaron en los años críticos que culminaron con el «golpe de Estado» que se materializó en el destronamiento simbólico del rey. Tales testimonios son numerosos y se hallan dispersos, no sólo en la literatura de la época, sino también en la documentación. Convendría realizar una ordenación cronológica de todos ellos para determinar las coincidencias y las posibles transferencias entre unos y otros, entre literatura “de autor”, como las Décadas de Palencia, y literatura anónima, panfletaria, como las Coplas del Provincial, por ejemplo, y entre
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estas y la documentación. Por lo que se refiere a la documentación, hay que destacar el manifiesto firmado por «varios prelados, ricos-hombres y caballeros de Castilla y de León», firmado en Burgos, el 28 de septiembre de 146410, en donde se recoge al completo todo el programa ideológico contrario al rey Enrique que se difundió en todo este conflicto por el poder. No faltan en este manifiesto, por descontado, los argumentos sexuales, entre ellos el último que hemos mencionado de Alfonso de Palencia, la «gran familiaridad e participaçión e tanto sospechosa a cualquier católico cristiano que a nosotros es gran dolor escrebirlo», la familiaridad que el rey concede a los musulmanes en su corte, los cuales, «han fecho grandes injurias a Dios e a nuestra ley, violando mugeres casadas e corrompiendo las vírgenes e forzándolas e contra natura hombres e mozos cristianos». Existe un canal de difusión de la propaganda que resulta difícil de explorar pero que también conviene tener en cuenta: se trata de los testimonios orales. Estos testimonios se nos escapan, aunque no del todo, puesto que de forma indirecta han permanecido al ser recogidos por escrito. El rumor, las injurias, colaboran para que los argumentos creados por la pluma de los autores obtengan una eficacia mayor. Podemos recordar, al respecto, el acto de destronamiento que tuvo lugar en Ávila. La imagen simulada del monarca, despojada de sus insignias, acabó en el suelo entre una lluvia de injurias, la más sonada de las cuales fue la de «puto», tal y como refiere Diego de Valera en la descripción de este acto (Valera, 1941: 99). «Puto» equivale a sodomita, en el vocabulario soez de la época. En este episodio se comprueba cómo las injurias de tipo sexual actúan mejor que ninguna otra como recurso “desacralizador” (Madero, 1992). En aquel acto ritual, los adversarios del rey no sólo se propusieron despojar al rey de sus insignias, sino también del carácter sagrado inherente a su naturaleza regia.
5. Amplitud de la propaganda política de tono sexual Pero, en este contexto bélico, la batería de tópicos sexuales no sólo servirá para desacralizar la figura regia, desprestigiar su persona o para deslegitimar su capacidad para gobernar, sino también para descalificar a casi la totalidad del bando enriqueño. Fueron muchos los partidarios de Enrique que recibieron algún tipo de acusación relacionada con el pecado contra natura. Es fácil detectar una estrategia consciente de 66
10 Figura en Memorias de don Enrique IV de Castilla, t. II., Madrid, 1835-1913, nº XCVII.
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11 En los índices de la nueva edición de las famosas Décadas de Palencia (Tate y Lawrance, 1998) resultan fácilmente localizables los testimonios acusatorios de este tipo, por ejemplo, los vertidos en contra de Juan de Valenzuela, prior de San Juan, de Pedro Girón, maestre de Calatrava o del condestable Miguel Lucas de Iranzo.
12 Archivo Municipal de Burgos, Libro de Actas, 1465, f. 82r y 71r-v.
inculpación del adversario político. En las Décadas de Palencia, se logra el desarrollo más elaborado11 de esta estrategia. Palencia busca una explicación causal a la introducción en Castilla de tales conductas sexuales, pero lo más interesante es la relación que establece entre el pecado nefando y el vínculo político que los reyes promovieron con algunos personajes que les merecían su confianza y que actuaron en cierta medida como «validos»: Álvaro de Luna con el rey Juan II y Juan Pacheco con Enrique IV. El tema de la introducción de la sodomía en Castilla de la mano de Álvaro de Luna, es una de las obsesiones de Alfonso de Palencia; según Tate (Palencia, 1998, T. I: 129), «forma uno de los pilares de la ideología antienriqueña de Palencia». Este vínculo político excluyente del rey con un personaje destacado de su corte, que implicaba la ruptura de la función de consejo que debían efectuar el conjunto de todos los grandes nobles del reino, le parece al cronista Palencia monstruoso, tan monstruoso que su origen no puede ser otro que una relación contra natura. Detrás de esta acusación propagandística se encuentra el resentimiento por todos los homines novi, pero también el resentimiento y la hostilidad de los grandes ante la posibilidad de que el rey desarrolle unas tendencias absolutistas con el apoyo de un solo hombre. Este modelo político no podía engendran más que la destrucción del reino. Los enemigos de Enrique hacen hablar al nuevo rey erigido en su lugar, el joven hermano Alfonso, denunciando: los inormes pecados que corrompen los aires e destruen la natura humana. E por su cabsa e en su tiempo son los dichos pecados tanto e en tal manera acrecentados en estos mis reinos que no se lee haber sido en los tiempos pasados: e por ello se esperan la perdiçión e destruiçión de estos reinos.
En consecuencia, el nuevo rey era llamado a que fueran «extirpados e derraigados de mis reinos los pecados de herejía, sodomía e blasfemia, que en tiempo de mi antecesor don Enrique tanto se han continuado cuanto es notorio; e que estos mis reinos serán remediados de justicia, pues está tanto caída e perdida en ellos»12 . La injuria sexual es la forma que adquiere el rechazo de ese vínculo político en el cual algunos reyes se apoyaron para intentar desarrollar sus tendencias absolutistas. Se convierte en un recurso útil para aquellos nobles defensores de sus privilegios aristocráticos que se opusieron a tales pretensiones monárquicas. La mentalidad 67
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de la época concedía al pecado contra natura una potencial capacidad de destrucción del reino, por efecto del castigo divino13 . El tema se empleó, por tanto, como arma para atacar al rey y a su modelo político, del que se esperaba, si no la destrucción del reino, sí la destrucción del orden que salvaguardaba los privilegios nobiliarios. En el referido manifiesto firmado en Burgos el 28 de septiembre de 1464 se observa claramente esta relación entre personas cercanas al rey-extensión del pecado nefando-destrucción del reino, equivalencia a la que hay que añadir el tema de la herejía, presente también en la declaración del infante Alfonso apuntada más arriba, en donde se mencionaban además los pecados de blasfemia y herejía: Es muy notorio en vuestra corte, aver personas en vuestro palacio e cerca de vuestra persona infieles enemigos de nuestra santa fe católica e otras aunque cristianos por nombre, muy sospechosos en la fe, en especial que creen e dicen e afirman que otro mundo non aya si non nascer e morir como bestias, que es una herejía esta que destruye la fe cristiana; e ende están continuos blasfemos, renegadores de nuestro Señor y de nuestra señora la virgen María e de los santos, a los quales vuestra señoría ha sublimado en altos honores e estados e dignidades de vuestros regno, e por consiguiente la abominación e corrupción de los pecados tan abominables, dignos de non ser nombrados, que corrompen los aires e desfacen la naturaleza humana son tan notorios que por non ser punidos, se teme la perdición de los dichos regnos.
El carácter representativo de esta particular relación entre sexualidad y política ha quedado aquí esbozado de forma somera. Son muchos los testimonios históricos que podrían contribuir a perfilar con más detalle este nuevo tema de la retórica propagandística. El tono estereotipado de los argumentos que aparecen en la literatura y en la documentación de la época en torno a la sodomía regia se comprueba al analizar contextos políticos parecidos en otros reinos, referidos a otros tantos reyes que gobernaron en situaciones semejantes de crisis de legitimidad, como ocurrió, por ejemplo, con Eduardo II de Inglaterra y los relatos tendenciosos sobre su época y reinado, otro caso similar al de Enrique IV en el que la literatura ha triunfado sobre la realidad histórica, los discursos sobre los hechos. Si a una crisis de este tipo se añade la disputa de la sucesión por una rama distinta, nos encontramos con que el discurso de la sexualidad no reproductiva se convierte en una de las armas ideales para socavar la imagen y el poder de cualquier rey. En 68
13 La causa inmediata de la extensión de la sodomía por la tierra sería la destrucción de las poblaciones. La idea procede, como es sabido, de las ciudades bíblicas de Sodoma y Gomorra, pero, al término de la Edad Media, se aplicaba también a otras ciudades antiguas más o menos legendarias que habían desaparecido: el viajero Nicolás de Popielovo, a su paso por Cádiz, relata lo siguiente: «De Lepe fui hasta Calis Malis, llamada antiguamente Antioquía una ciudad distante 20 millas por mar. Es la misma que por sus pecados sodomíticos quedó sumergida por las aguas del mar» (Popielovo, 1952: 317).
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14 El análisis de la propaganda política empleada por los Reyes Católicos durante el período que va desde el acceso al trono en 1474 hasta 1480 revela la irrelevancia de este tema (Carrasco, 2000).
el caso concreto que nos ocupa, se trata, pues, de una cuestión capital, insoslayable, si se ha de estudiar la propaganda política que contribuyó a derribar a Enrique IV y a elevar en su lugar a su hermana. Enrique IV como rey sodomita, esta es la ficción, esta es la imagen de la propaganda adversa pero, ¿dónde están los hechos? ¿qué pensaba verdaderamente el rey de la sodomía? Tal vez nunca llegue a saberse, como ocurre con otros tantos aspectos que pertenecen al ámbito de la intimidad de cualquier persona, varón o mujer, que vivió en un tiempo que no es el nuestro, en un tiempo histórico. Pero, quizá más que la intimidad personal, interesa más a la historia analizar la forma en que la sexualidad fue manejada, manipulada, para apoyar o para deslegitimar determinado modelo político, y cómo los tópicos sexuales se convirtieron en recursos propagandísticos en los períodos de conflicto político. Por lo que se refiere a la actitud de Enrique IV ante la sodomía hay que recordar que durante el reinado de este rey no dejó de perseguirse el pecado nefando, algo en lo que nunca reparó Gregorio Marañón cuando dictó su diagnóstico al cadáver del rey Enrique IV. El rey confirmó además las disposiciones dictadas por la Santa Hermandad en la junta de Fuensalida, en 1466 a propósito del castigo de la sodomía, disposiciones por las cuales este organismo disciplinario asumía la aplicación de las penas que ya estaban contempladas en las leyes castellanas, incluyendo un añadido de crueldad para los declarados culpables: «que por el dicho crimen de la sodomía sean cortadas sus varonías e colgados en un palo las piernas arriba e la cabeça ayuso e sea asaeteado fasta que realmente muera» (Bermejo Cabrero, 1988: 373). Se entiende que la castración se infligía antes de dar muerte al penado. Sólo una sociedad que pretende obtener un capital simbólico del castigo aplica penas tan crueles, calificadas de «ejemplares». Los Reyes Católicos, no modificaron esta situación hasta mucho después. Isabel I, después de proclamarse reina a la muerte de su hermano Enrique, no se interesó de forma especial por la persecución de la sodomía, y eso que la propaganda difundida a su favor en la guerra por la sucesión empleó el tema de la destrucción del reino. Esta actitud prueba el carácter meramente propagandístico de los tópicos sexuales durante el reinado de Enrique IV, pues de haber sido un mal tan extendido como pretenden hacer creer los testimonios, la nueva reina no habría dudado en perseguirlo, o al menos habría proclamado su intención de perseguirlo14 . Durante la 69
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guerra por el trono, la propaganda anti-enriqueña se atenuó y se rebajó el tono sexual de sus argumentos. La propaganda isabelina insistió sobre todo en la cuestión de la supuesta impotencia del monarca, debido a la necesidad imperiosa de deslegitimar los derechos al trono de la heredera de la corona de Enrique, su hija Juana. Al término de la guerra sucesoria, cuando Isabel logró consolidar su posesión del trono castellano, junto con Fernando de Aragón, que acababa de acceder, a su vez, al trono aragonés, tampoco se interesaron por intensificar de alguna manera la persecución de la sodomía. Hay que subrayar el hecho de que la inclusión de la sodomía entre los crímenes atroces tuvo lugar en el reino de Portugal mucho antes que en Castilla, en 1448, en las Ordenaçoes alfonsinas, en donde se declaraba que, puesto que se trataba del crimen más horrendo, sería castigado con el más horrendo castigo, según la mentalidad de la época: los reos serían quemados y sus cenizas serían esparcidas para que no pudieran recibir sepultura cristiana15 . Durante la década de los ochenta y casi toda la de los noventa del siglo XV, se conocen casos de sodomía castigados por la justicia real, pero no se observa cambio significativo al respecto tendente a agravar las penas, al contrario. El viajero Muntzer visitó Castilla en 1494-1495 y vio reos de sodomía a su paso por Madrid y por Almería. Por su testimonio podemos observar que la crueldad del castigo estipulado en 1466 “se humanizó” de alguna manera, pues los penados ya no morirían asaeteados, sino colgados: El mismo día después de comer, salimos de Almería. Fuera ya de las murallas, vimos una alta columna de cal y canto en la que pendían por los pies seis italianos convictos de sodomía. A los que delinquen por esta causa los cuelgan primero por el cuello, como en Alemania, y luego por los pies; pero antes de ahorcarlos les cortan los genitales y se los atan al pescuezo (Muntzer, 1952: 350-351).
Se mantenía, no obstante, la castración, matiz que, por las palabras del viajero, se deduce que distinguía la pena castellana de la pena aplicada por la justicia alemana. El cambio radical se producirá el 22 de julio de 1497, cuando los Reyes Católicos firmen en Medina del Campo la pragmática sobre la sodomía, en donde el pecado nefando quedará definitivamente asimilado al de herejía y lesa majestad, todos ellos «crímenes atrocísimos». Es entonces cuando se introduce la pena de muerte en la hoguera. Coincidiendo con este momento se observa la aparición de discursos que arremeten 70
15 Biblioteca de la Fundación Lázaro Galdiano, Ms. 771, fol. 52. Aunque nos pueda parecer hoy en día más cruel la pena infligida por la Santa Hermandad que la que establece esta ley y la que dictarán los Reyes Católicos posteriormente, hay que tener en cuenta que a los hombres de la Edad Media les preocupaba más lo que les ocurriría después de la muerte que la muerte misma: quemar el cuerpo significaba no poder resucitar el Día del Juicio Final.
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16 En diciembre de 1504 la ciudad se turbó ante la pretensión de los inquisidores de intervenir en ciertos casos relacionados con el pecado nefando. Las autoridades pidieron al rey que evitara esto, puesto que para perseguir la sodomía bastaban las leyes del reino. Fernando dio la razón a la ciudad (células reales dadas en Salamanca, el 30 de diciembre de 1504, Archivo General de Simancas, Libros de cédulas, 7, fol. 60), no obstante, un mes después, el rey consigue que la Inquisición aragonesa intervenga en los casos de sodomía (Tomás y Valiente, 1987 [2000]: 124).
en contra de las practicas contra natura, animados por la nueva actitud de los reyes. Nos referimos a un sermón que escribió Rodrigo Fernández de Santaella justamente en estas fechas, que actualmente se ha perdido. Tras la muerte de Isabel la Católica se observan ciertos indicios tendentes a hacer de la sodomía un caso competencia de la Inquisición16 . ¿Cómo explicar esta evolución? Durante buena parte del reinado de Enrique IV, la sodomía había formado parte del discurso de oposición al rey, contribuyendo a legitimar el golpe de estado de 1465, la destitución simbólica del rey. Mientras duró este conflicto político cumplió la función propagandística que hemos esbozado. Al morir Enrique IV, la sodomía había dejado de ser relevante en el discurso que apoyaría en adelante la causa isabelina. En la década de los ochenta y de los noventa, la propaganda política oficial se orientará hacia otra misión que monopoliza toda la atención de los reyes en esas fechas, la conquista de Granada. A partir de 1492, fecha también de la expulsión de los judíos, se acentúa el interés de los reyes en fundamentar su autoridad y sus pretensiones absolutistas apoyándose en un ideal de defensa de la religión y de unidad de la fe. Los discursos y la política de representación simbólica se centra a partir de ese momento en fomentar la imagen religiosa de los Reyes. Esta estrategia incluye, entre otros medios, el agravamiento de la persecución de la sodomía. Tras la muerte del príncipe Juan, ese mismo año de 1497 (algunos meses después de dictada la pragmática), se inicia un período de declive en el reinado de los Reyes Católicos, y tras la muerte de Isabel, estalla abiertamente una nueva crisis política. Este nuevo conflicto coincide con el intento, fomentado por Fernando, de conceder competencias a la Inquisición en los casos de sodomía. La monarquía necesita armarse de nuevo en todo este período de nueva debilidad y crisis. El rumor sexual que había nutrido anteriormente una propaganda antimonárquica, a partir de 1497 pasó a formar parte del arsenal ideológico de la monarquía y de su programa de fortalecimiento absolutista.
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¿De la emancipación a la liberación?1 Marie-Jo Bonnet
1 Capítulo traducido del libro "Les relations amoreuses entre les femmes du XVIème au XXème siecle" (Las relaciones amorosas entre las mujeres del S. XVI al XX.). Editorial Odile Jacob. La Flèche, 1995. Traducido por F. Javier Ugarte. Marie-Jo Bonnet también ha publicado, posteriormente, "Les deux Amies - Essai sur le couple de femmes dans l'art" (Las Dos Amigas – Ensayo sobre la pareja de mujeres en el arte). Paris. Ed. Blanche, 2000.
2 La traducción más apropiada de La Garçonne sería “La mujer liberada” e, incluso, “La Marimacho”. Sin embargo, la novela se tradujo al castellano con el título de La Garzona en una versión con fecha desconocida a cargo de Antonio de Vergara. Dado lo inadecuado de esta traducción se respetará el título en francés, pero cuando la autora utilice el término “garçonne” en general se traducirá por “mujer liberada” para ajustarse el sentido del texto (Nota del traductor).
3 Victor Margueritte, prefacio a la edición de La Garçonne, Flammarion, 1922.
El éxito, las pasiones, el escándalo desencadenados en 1922 por la novela de Victor Margueritte nos extraña hoy cuando se piensa en los verdaderos motivos de indignación que deberían haber debido soliviantar a Francia después de la guerra. La negativa a conceder el derecho al voto de las francesas, por ejemplo, una verdadera humillación inflingida por los vencedores, que se lo negaron a sus mujeres mientras que se lo concedían a las alemanas vencidas. Pero nadie protestó. Se llevó más lejos la humillación votando en 1920 una ley prohibiendo la contracepción y el aborto. Es necesario repoblar Francia, y el deber nacional de las francesas es hacerlo. En 1922 se venden trescientos mil ejemplares de La Garçonne2 , más de un millón en 1929... ¿Es en este dominio controvertido de las costumbres en el que se incuba y expresa la revuelta? Las motivaciones de Victor Margueritte son claras: “La Garçonne no es más que una etapa en esta marcha inevitable del feminismo hacia el objetivo magnífico que le espera”3 . Una etapa ambigua, sin embargo, que manipula las imágenes y los miedos de una burguesía francesa en absoluto dispuesta a reconocer la igualdad entre los sexos, a pesar de la notable contribución de las mujeres al esfuerzo de la guerra. Ellas hicieron funcionar las fábricas, trabajaron la tierra, tomaron decisiones que comprometían el futuro de las empresas, los comercios, las granjas.... ; ellas probaron que la máquina económica y social podía funcionar sin los hombres ¡Y el Estado las devolvió a sus cunas! A primera vista, la mujer liberada encarna los sueños de emancipación nacidos de la participación masiva de las mujeres en la vida colectiva. Monique Lherbier trabaja, se gana la vida, es soltera, lleva el pelo corto, libera su cuerpo y... tiene aventuras con mujeres. Pero tranquilicémonos: la novela acaba como tiene que acabar porque, después de haber derrochado el dinero, nuestra heroína cae enamorada de un joven con el que se casa. Pero el retrato de mujer emancipada dibujado por Victor Margueritte es tan chocante a los ojos de los poderes institucionales que éstos reaccionan retirándole su Legión de Honor. Anatole France se encarga de su defensa minimizando el alcance 73
¿De la emancipación a la liberación?
subversivo de sus aventuras entre las mujeres ¿Acaso el vicio no encuentra su redención en el matrimonio? En una carta enviada a la Legión de Honor resume así la novela: “Una muchacha bonita, inteligente y de carácter enérgico decide, con razón, que el mundo es feo. Por un error que Victor Margueritte no aprueba de ninguna manera, esta joven desesperada se extravía en vicios para los que no estaba hecha. Tras algunos años de error que ella aprecia demasiado poco como para hacer que los aprecien otros, vuelve a una vida honesta y convencional en la que encuentra la paz del corazón y la aprobación que buscaba vanamente en otros lugares. (...) Antes de condenarlo vean con qué lápiz vigoroso de Aubigné pinta en su tiempo aquellos que él llama los hermafroditas”4. ¿Las lesbianas... una desviación de la emancipación de las mujeres? Si Victor Margueritte se encuentra visiblemente sobrepasado por su tema, la reacción de las feministas a la novela prueba, sin embargo, que ha tocado un punto sensible del problema que corre el riesgo de no ser integrado tan pronto. En lugar de oponerse a las acusaciones de pornografía lanzadas contra La Garçonne, las feministas de alguna manera van a validarlas con la esperanza de que, mostrándose virtuosas, serán juzgadas dignas de ejercer el derecho al voto. “Las emancipadas de la antigua moral (...) hacen vida de hombres porque les gustan demasiado los hombres, escribe Marcelle Tinayre, o –algunas veces- porque no los aman bastante y su vida, literariamente glorificada, les parece una elegancia. La feminista no tiene nada que ver en estos asuntos íntimos”5. Cécile Brunschvig es aún más explícita: “Los hombres pueden estar tranquilos. Con o sin sus derechos políticos, las mujeres no renunciarán nunca a gustarles”6 . Henos entonces aquí ilustrados sobre las causas psicológicas del fracaso del feminismo francés para obtener el derecho a voto en el periodo de entreguerras. Que el patriarcado se tranquilice, pues el síndrome de Lisístrata no amenaza a las francesas, dispuestas a todos los sacrificios para darles pruebas de su feminidad. Un patriarcado ciertamente encantado, pero que quizás no pedía tanto. En efecto, el estatuto de la soltera ha mejorado considerablemente después de la guerra y, por mucho que se deplore la suerte de las que lo han perdido todo, se envidia a las emancipadas que pueden vivir su vida por el mundo sin ser consideradas parias como en los tiempos de Flora Tristan. Pero ni el desfase entre las mentalidades repoblacionistas y las prácticas malthusianas, ni las novelas de Colette, ni la enorme adhesión de la juventud al mito de la mujer liberada, 74
4 Anatole France, "Lettre auverte de Monsieur Anatole France à la Legion d'honneur" (Carta abierta del señor Anatole France a la Legión de honor), publicado en La Garçonne, J´ai Lu, pág. 246.
5 Marcelle Tinayre, "La femme emancipée" (La mujer emancipada), Paris, Montaigne, 1927, pág. 41. Para la historia de las feministas en la época de entreguerras, ver la reciente tesis de Christine Bard,"Les filles de Marianne" (Las hijas de Mariana), Paris, Fayard, 1995.
6 Citado por M. Tinayre, op.cit., pág, 20.
Marie-Jo Bonnet
7 Madeleine Pelletier (1876-1942), "La République portugaise et le vote des femmes" (La República portuguesa y el voto de las mujeres). Biblioteca MargueriteDurand.
8 Madeleine Pelletier, “Du costume" (De la vestimenta), La Sufragista, julio 1919.
9 Madeleine Pelletier, "Une vie nouvelle" (Una vida nueva), Paris. Figuière, 1932, pág. 205-206. Ver también "La femme vierge" (La mujer virgen), Bresle, 1933.
ponen a las militantes al abrigo del miedo a la “virilización” de las mujeres, que se va a convertir en una obsesión compartida por las feministas “reformistas”... y los psiquiatras. Ciertamente, todas no lo compartían. Algunas incluso siguen la dirección contraria, como la doctora Madeleine Pelletier que propone la “virilización de la mujer” como nuevo modelo de emancipación. La mujer no podrá “emanciparse más que virilizándose”, escribe ella, porque “en sentido social permanecer mujer es permanecer esclava, es conservar actitudes y hábitos que, creados para la servidumbre, no pueden convenir a la libertad”7 . Coherente con sus ideas, ella practica “la fijación indumentaria de (sus) convicciones feministas” cortándose los cabellos y llevando traje sastre. “Si me visto como lo hago, escribe en 1919, es porque es cómodo, pero sobre todo es porque soy feminista, mi vestimenta dice al hombre: 'soy tu igual'. Los hombres la comprenden bien y precisamente por esto no la quieren admitir"8 . Su error es pensar que la imagen social, la indumentaria, es el reflejo del ser, que lo revela y expresa. ¿Pero por qué llega ella a confundir a la mujer y su imagen? Por su negativa a ir vestida de mujer precisamente, porque ir vestida como mujer es ir al ser y no a la imagen. Madeleine Pelletier confunde la protesta social y la afirmación identitaria; por eso concede una importancia tan grande a las apariencias. Esta negativa a ir al ser, este miedo oculto de la mujer aparece particularmente bien expresado en una de sus novelas redactada en los años treinta, "Une vie nouvelle" (Una vida nueva), donde escribe ingenuamente que la virilización no puede más que conducir a la extinción del safismo: “La sociedad nueva había concedido derecho de ciudadanía a los homosexuales, hombres y mujeres. Reconocía que la homosexualidad no era normal, pero encontraba arcaico y arbitrario reglamentar las caricias, señalar lo permitido por oposición a lo prohibido. Sólo se reprimía el escándalo público y se castigaba igualmente cuando se trataba de sexualidad natural. Cosa inesperada, la inversión sexual, en lugar de aumentar, disminuyó. Una buena parte de su fuerza dependía de la importancia dada a la sexualidad en general. (...) En la mujer la homosexualidad había estado siempre menos difundida y su gran proveedora había sido la continencia forzada de las mujeres que, no habiendo podido casarse, no habían podido tampoco tomar un amante. Las mujeres casadas buscaban en el lesbianismo un amor menos brutal, embellecido por la ternura. La libertad sexual de la mujer ha hecho desaparecer el safismo casi completamente.”9 75
¿De la emancipación a la liberación?
Lo que sucedió es precisamente lo contrario, como veremos más adelante...porque la libertad genera la libertad y aspira a integrar todos los componentes humanos, como bien desarrolló Fourier en su "Nouveau Monde amoreux" (Nuevo mundo amoroso). Madeleine Pelletier no era una visionaria. Era una ideóloga que no tenía miedo de llevar sus ideas hasta sus últimos reductos, a costa incluso de Eros, de este amor de sí tan elemental y cuya falta aumenta, si se puede decir así, en proporción a la resistencia desplegada por el patriarcado a reconocer socialmente a las mujeres que destacan de lo ordinario. Pero si Madeleine Pelletier fue alentada en este camino por un patriarcado molesto por sus talentos, ello no le salvará de ser arrestada en 1939 por haber practicado abortos ilegalmente, juzgada irresponsable y encerrada en el asilo de Perray-Vaucluse donde morirá algunos meses más tarde, algún tiempo antes que Camille Claudel.10 De las radicales a las reformistas, las feministas se insolidarizan con La Garçonne con una unanimidad poco gratificante para las lesbianas, y más generalmente para la causa de la libertad sexual. Cogidas en la trampa de las apariencias (burguesas), permanecerán durante mucho tiempo presas de una ideología que labra imágenes aceptables, reconocidas socialmente por su unión al Otro masculino, el marido y sus hijos. Por esta razón es posible que no hayan visto que el punto débil de la mujer liberada no estaba en la pintura del “vicio”, sino en el modelo identitario construido por Victor Margueritte. Porque un modelo de emancipación no es válido, es decir, no es capaz de estructurar la individualidad de la mujer, mas que si es construido a partir de la mujer y no en función del hombre. Después de todo, ¿por qué iba a estar más emancipada la mujer liberada que una Marie Curie, por ejemplo, cuyos dos premios Nobel apenas sirvieron para doblegar la resistencia de las instituciones de investigación científica francesas? La reacción de indiferencia con la cual las lesbianas acogieron La Garçonne muestra, en todo caso, que no se dejaron engañar por el atolladero identitario en el que Victor Margueritte metía al feminismo. ¿En qué balanza se podía pesar la imagen de la mujer liberada frente al arquetipo de amazona representada desde 1912 por Natalie Clifford Barney? “Ya es hora de que las amazonas no se dejen fecundar por 'el enemigo', escribe, ¿y el enemigo no es el que coge a la mujer su hijo, para educarlo o matarlo a su antojo ?”11 Más adelante, dice a propósito: “Cuando salgo de mi elemento lo 76
10 Para su biografía y el feminismo de entreguerras ver Christine Bard (Bajo la dirección de) "Madeleine Pelletier (1878-1939). Logique et infortunes d'un combat pour l'egalité" (Madeleine Pelletier (1878-1939).Lógica e infortunios de un combate por la igualdad). Éditons Côté-Femmes, 1992.
11 Natalie Clifford Barney, "Pensées d'une amazone" (Pensamientos de una amazona), Émile Paul, 1918, pág. 9.
Marie-Jo Bonnet
12 Chana Orloff (1888-1968). Ver su catálogo por Félix Marcilhac, Éditions de l´Amateur, 1991. "L'Amazone" (La Amazona) de 1916 fue expuesta en el Salón de los Independientes de 1920. Existen numerosas versiones en yeso, madera y bronce.
hago armada como amazona”. Y todavía más: “La mujer que toma conciencia de sí misma se impone sus propias leyes que la sociedad no puede dictarle aisladamente”. Nos encontramos lejos de la moral burguesa y mucho más cerca de un San Agustín, cuyo célebre aforismo “Ama y haz lo que quieras” habría podido servir de divisa a la amazona. El amor liberado de la moral y del arte de las apariencias, por paradójico que esto resulte. Numerosos artistas, por otro lado, se habían adueñado ya de la figura de la amazona antes de la guerra y la habían representado como mujer sola que había integrado la libertad sexual, a diferencia de “Deux Amies” (“Dos amigas”) que la conquistan. Modigliani pinta en 1909 una espléndida Amazona con chaqueta y corbata, una mano sobre la cadera y la mirada traviesa mirando orgullosamente al espectador. Un poco más tarde, Chana Orloff esculpe una Amazona sobre su caballo12 que da una representación diferente de la libertad sexual porque aquí la mujer domina al animal y los dos no forman más que uno.
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¿De la emancipación a la liberación?
El travestimiento de amazona a mujer liberada, su progresiva insipidez y su recuperación al servicio del patriarcado es uno de los resultados de la Primera Guerra Mundial, que provocó una fragmentación sin precedentes de las referencias y las identidades. Fragmentación del socialismo en comunismo y SFIO13 bajo el efecto de la revolución soviética de 1917; fragmentación de la pintura en abstracción, cubismo y figuración bajo el efecto de un cambio radical de la mirada sobre el mundo; de la gama musical; descubrimiento del átomo, del uranio, de la radiactividad y, por lo que respecta al feminismo, fragmentación entre la política, reservada al sufragismo y a las esposas, lo económico, reservado a las sindicalistas, institutrices solteras en su mayoría, y lo cultural que asumirá lo que el feminismo se niega a asumir: la liberación sexual. Las lesbianas van así a juntarse con la corriente portadora de todas las ideas nuevas que no encuentran lugar en la política: el arte y la literatura. Van a expresarse, afirmarse en una vida cultural nueva bien establecida y, hecho novedoso, dar la medida de su potencial revolucionario participando en los movimientos de vanguardia. La cineasta Germaine Dulac, que comienza a rodar durante la guerra, se impone en la vanguardia con La Fête espagnole, sobre un guión de Louis Delluc, La Coquille et le Clergyman, sobre un guión de Antonin Artaud y, en 1928, tres películas experimentales –Arabesque, Thèmes et variations, Disque 957- que exploran las fuentes visuales del cine a través del ritmo y del movimiento sobre músicas de Debussy, Chopin y ritmos clásicos. Es cierto que Germaine Saisset-Schneider se casa con Dulac en 1908, pero no lo es menos que ella se divorcia después de la guerra, no sin haber formado con Stacia de Napierkowska, la gran vedette del cine mudo que le hizo descubrir el cine llevándola a presenciar en Roma el rodaje de Caligula en 1907, un curioso trío. Trabaja con Hélène HillelErlanger, novelista y guionista de sus cuatro primeras películas, después con Marianne Malleville, “asistente” tiernamente amada y cuyo matrimonio será vivido como una traición. Germaine Dulac escribe igualmente, colabora en La Fronde, el periódico feminista de Marguerite Durand, en La Française, y publica numerosos artículos sobre cine. Pero es posible que sea La Souriante Madame Beudet, rodada en 1923, quien la convierte en la primera cineasta “lesbiana-feminista” de vanguardia. Porque es necesario haber vivido una alternativa al matrimonio para ser capaz, como ella hace, de filmar “la 78
13 S.F.I.O.. Siglas de Section française de l’Internationale Ouvrière, nombre del partido socialista francés entre 1905 y 1971 (N. del T.).
Marie-Jo Bonnet
14 Germaine Dulac, página inédita encontrada en su dossier, biblioteca Margueritte Durand. Ver también la reciente publicación de sus escritos en Éditions Expérimental.
15 Ver Antonin Artaud, "Oeuvres complétes" (Obras completas). París, Gallimard, tomo III.
16 Ver Marie-Jo Bonnet, “Germaine Dulac, l'audace des années 20" (Germaine Dulac, la audacia de los años 20), Gai Pied Hebdo, nº 57, 19 febrero 1983; y Fabienne Worth, quien prepara actualmente la biografía de G. Dulac.
17 Ver Giovanni Lista, "Loïe Fuller, dansense de la Belle Époque" (Loïe Fuller, bailarina de la Belle Époque). Paris, Smoggy-Stock Édition d´Art, 1995.
asfixia cotidiana, el desafío íntimo de un marido, banal como todos los maridos (...) y de su joven esposa, cerebral, a quien la lectura de los poetas forma y educa.”14 También en necesario poseer una mirada distanciada sobre la realidad para volver perceptible la vida interior de los personajes recurriendo únicamente a medios visuales. En 1927 rueda La Coquille et le Clergymen, que la sitúa en la vanguardia surrealista porque “busca realizar esta idea del cine visual donde la psicología es devorada por los actos. ”15 Aunque Artaud se haya sentido traicionado y los surrealistas hayan organizado un alboroto formidable en el momento del estreno de la película en el Studio des Ursulines16 , la película se mantuvo en cartel y situó a Germaine Dulac al lado de Abel Gance, Jean Epstein y Delluc, entre los realizadores importantes de la vanguardia. Con la aparición del sonido, abandona la ficción prefiriendo ocuparse de la educación del público fundando los primeros cine clubs y filmar la actualidad, convirtiéndose en la fundadora y directora de France-Actualité-Gaumont, puesto que ocupará hasta la guerra (Segunda Guerra Mundial). Sería necesario evocar igualmente a la bailarina Loïe Fuller quien, mucho antes de los ballets rusos, revoluciona la danza y su puesta en escena mediante el uso de luces y filtros que crean un espacio nuevo. Baila con velos y fue tan importante que se le consagra un pabellón en la Exposición Universal de 1900, sin hablar de los numerosos pies de lámpara y objetos decorativos inspirados en su arte17. Citemos también a la irlandesa Eileen Gray, llegada a París en 1913 y que se impone en el arte decorativo durante cincuenta años. Las escultoras France Raphael, y sobre todo Jane Poupelet (1874-1932), quien se adhiere a la Association of Women Paintors and Sculptors en 1914 y crea, con la americana Janet Scudder, una red de solidaridad entre artistas, organizando exposiciones de artistas franceses en los Estados Unidos durante la guerra. Estilísticamente situada entre Rodin y Bourdelle, representa al lado de Maillol, Pompon, Schnegg y Wlérick, la escultura independiente. Sus animales de granja, tratados mediante planos lisos, la acercan a la antigua escultura de animales. También estaba la dibujante Gerda Wegener, las pintoras Valentine Penrose, Véra de Landchevsky, Genia Minache; la fotógrafa Claude Cahun y las escritoras que, en los años 1930, emprenden investigaciones más “esotéricas” con Gurdjieff: Georgette Leblanc (escritora y actriz), Margaret Anderson (cofundadora de The Little Review, en Nueva York), Kathrin Hulme (autora de "The Nun's Story" Historia de una monja) y 79
¿De la emancipación a la liberación?
Janet Heap. “Durante dos años, escribe su discípulo John Bennet, Gurdjieff realiza con sus mujeres una serie de experiencias particularmente intensas y fuera de lo ordinario empleando métodos que las ponían en estados psíquicos asombrosos, y desarrollaban sus poderes mucho más rápidamente de lo que lo hicieron sus alumnos de años anteriores. Cada una de sus mujeres hizo, después, una brillante carrera en la literatura. ”18 Señalemos por otro lado que Gertrude Stein se entrevista con Gurdjieff en París numerosas veces. Otro hecho notorio de esos años veinte es la forma en que las mujeres artistas van a afrontar el tabú de la representación del erotismo lesbiano. En el caso de 1923, año que sigue a la publicación de La Garçonne, Tamara de Lempicka pinta las "Deux Amies" (Dos Amigas), Louis Janin "Sapho, la Dixième Muse" (Safo, La décima Musa), rodeada de sus compañeras, donde ella intenta representar “el eco del espíritu a través de los ritmos de la vida; ”19 Chana Orloff esculpe el retrato de Romaine Brooks, quien ha pintado dos años antes una Natalie Clifford Barney en Amazona (museo Carnavalet, Paris) y pinta en 1924 las Élizabeth de Gramont y Lady Troubridge20 , sin olvidar Marie Laurencin quien pinta la cortina de fondo de escena para el ballet "Les Biches" (Las Ciervas), creado en Montecarlo el 6 de enero de 1924 según una idea de Cocteau, música de Francis Poulenc y coreografía de Bronislav Nijinski. Espectáculo de los famosos Ballets rusos, Las Ciervas serán representadas en París al año siguiente, asociando a Marie Laurencin (1883-1956) en la representación de una escena de erotismo lesbiano imaginado por Francis Poulenc. Porque fue él quien tuvo la idea de esas “fiestas galantes 1923, donde se podía, como en algunos cuadros de Watteau, no ver nada o imaginar lo peor. Una veintena de mujeres, alegres y coquetas, tres grandes y hermosos muchachos con indumentaria de remeros, reunidos en una cálida tarde de julio en un enorme salón blanco, teniendo como único mueble un inmenso canapé azul Laurencin. Pensaba que eso sería suficiente para crear la atmósfera erótica que deseaba, la atmósfera de mis veinte años.”21 Más adelante, Poulenc precisa los límites de la transgresión de tabúes: “En Las Ciervas el asunto no es el amor, sino el placer, (...) en este ballet no se aman para toda la vida, se acuestan”. El cuadro pintado por Marie Laurencin (museo de l´Orangerie, París) proporciona de todas formas una idea débil 80
18 "John G. Bennet, artisan d'un monde nouveou" (John G. Bennet, Gurdjieff, artesano de un mundo nuevo). París. Le Courrier du Livre, 1977, pág. 225. Ver también los trabajos de Frances Doughty (New York) y su artículo “Margaret Anderson´s Family of Friends: Spanning Half a Century”, Womanews, septiembre 1981, a consultar en el Lesbian History Archive de Nueva York.
19 Ver "Louise Janin,Témoin du siècle" (Louise Janin, testigo del siglo), obra realizada por Nicole Lamothe y Monique Marmatcheva, 1993, pág. 174, y el artículo de M. Félix en La Peinture, junio 1924.
20 Ver el catálogo Romaine Brooks (1874-1970), por Blandine Chavanne y Bruno Gaudichon. Poitiers, museo de la Santa Cruz, 27-30 de junio de 1987.
21 Citado en "Diaghilev et les ballets russes" (Diaghilev y los ballets rusos), por Boris Kochno, Fayard, 1973.
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22 Ibidem, pág. 120.
23 Ibidem.
24 Roger Allard, Marie Laurencin, París, 1921. Dossier del Centro de documentación de pintura del Centro Georges Pompidou.
de “la atmósfera erótica” concebida por Poulenc y así descrita por Cocteau: “(...) parecen dos palomas. Dos muchachas de gris, lado a lado, de cara. La una coge por el cuello a la otra. La otra apoya la mano de la primera en su corazón. Una amistad singular las domina hasta el límite. Ellas ejecutan al unísono su danza desdeñosa (...) y ellas se dejan, no sin lanzarse (..) una mirada breve, altiva, cómplice, inolvidable. La mirada de las muchachas de Proust.”22 En una carta a Diaghilev, Poulenc se vuelve aún más preciso: “Las Ciervas utilizan el canapé como un observatorio, pasan la cabeza por debajo del respaldo, después se ocultan, y cuando el juego vuelve a comenzar, escúcheme bien, dos hombres giran con rapidez el canapé y se ve acostadas a dos mujeres en una posición que yo calificaría de cabeza con rabo, pensando en Barbette.”23 La transgresión debía de ser importante para que Cocteau experimentara tal emoción en la descripción de una escena que nos parece bastante inocente. Señalaremos pese a todo que Proust constituye para esos hombres “emancipados” una referencia universal que colma muy bien un vacío de la cultura de las mujeres, vacío que Marie Laurencin no deseaba ni ocupar ni revelar. En sus Ciervas, que se parecen más bien a mujeres mundanas salidas de la tradición libertina del siglo XVIII que a amazonas, o incluso a estas mujeres modernas que Tamara de Lempicka inscribe en el espacio urbano como su autorretrato al volante de un coche, Marie Laurencin permanece fiel a si misma, justificando las palabras de Roger Allard: “Marie Laurencin nunca ha buscado otra cosa que a sí misma, reflejos desconocidos o extraviados de su propia imagen.”24 Esta ofensiva del lesbianismo en la cultura se aprecia particularmente bien en la Exposición internacional de las Artes decorativas e industriales modernas de 1925, donde los visitantes del Pabellón del libro eran acogidos por la inmensa estatua de Bourdelle representando a Safo con su lira. Ya no era la amante abandonada por Faón quien se muestra, sino la creadora, cuyas costumbres ya nadie ignora tras las investigaciones de Théodore Reinach y Mario Meunier. Otro elemento a destacar en este tiempo de entreguerras es la llegada de Suzy Solidor, quien marca profundamente su época imponiendo un nuevo tipo de lesbianismo. La cantante de cabaret, de voz hechizante y cuerpo soberbio, pero también la muchacha pobre, que arranca de la nada, que adquiere su influencia por un camino duro y cuya libertad de pensamiento 81
¿De la emancipación a la liberación?
y guasa atrajeron a su cabaret, "La Vie parisienne" (La Vida parisina), a poetas, artistas, escritores célebres así como a lesbianas anónimas. Con ella salimos por primera vez del entorno aristocrático burgués en el cual Lesbos se había expresado. Y es posible que fuese su libertad vivida a todos los niveles, incluso sexual, sin que se hubiese prostituido, lo que explica la atracción que ejerce sobre los numerosos artistas que hicieron su retrato, contribuyendo así a su popularidad25 y, a través de ella, al reconocimiento del hecho lésbico como un componente constitutivo del movimiento cultural de los años veinte. Lo que es necesario retener de este período de entreguerras, y que es verdaderamente novedoso, es que el deseo de la mujer por la mujer sale del secreto, se da a ver y ejerce una verdadera fascinación sobre artistas hombres y mujeres que, de Foujita a Pascin, pasando por Bourdelle, Chemiot y tantos otros, no dejan de representar a las “Dos amigas”. Esta expresión de libertad sexual se desarrolla en todos los registros –de lo mórbido a lo sentimental, de la Amazona, a las “Dos amigas”- y no tiene equivalente masculino, ya que el deseo homosexual masculino se ha expresado más en la literatura que en la pintura. Ahora bien, esta especificidad responde a muy otras motivaciones que las de una moda lanzada por La Garçonne y reinterpretada por artistas ávidos de temas de sensaciones. En primer lugar es una reacción de compensación frente al discurso natalista lanzado por las autoridades políticas y morales, deseosas de repoblar Francia. Es también, y sobre todo, una forma de resistencia al ascenso de los totalitarismos, que exaltan los valores viriles a través de la mística del jefe, presentado como el salvador de la crisis económica y restaurador de la omnipotencia. Frente a la politización de la virilidad, al desarrollo de la industria de guerra y de ideologías de potencia nacional, el arte permanece como un espacio protegido, posiblemente el único donde cada uno puede explorar libremente los materiales, los colores, las formas, los sonidos, las ideas, las pulsiones sexuales, la materia, lo fabuloso y los sueños que tejen el genio de cada pueblo. El importante número de mujeres que participan en los movimientos artísticos en su propio terreno es el signo, también, de que los demás campos de acción les están vedados. La política, cerrada como hemos visto, a toda integración de las mujeres en “lo universal” masculino, se inmoviliza en la oposición de contrarios (fascismo/revolución) 82
25 Suzy Solidor fue pintada por Van Dongen, Foujita, Marie Laurencin, Tamara de Lempicka, Mariette Lydis, Kisling, Picabia, etc. Su donación al castillomuseo de Cagnes comprende doscientas veinticuatro obras de las que una cuarentena están expuestas. Ver M.-J. Bonnet, “Portrait de Suzy Solidor par Tamara de Lempicka" (Retrato de Suzy solidor por Tamara de Lempicka), Lesbia Magazine, septiembre 1994. Notemos igualmente que Suzy Solidor interviene en la primera versión cinematográfica de La Garçonne (1935), al lado de Marie Bell y de Édith Piaf.
Marie-Jo Bonnet
dejando creer que las mujeres son del partido de los curas. La gran esperanza del Frente Popular no hace más que reforzar las oposiciones y la exclusión de las mujeres. El ascenso de los peligros transforma bien pronto la amenaza de la guerra en realidad totalitaria con dos caras (fascismo/comunismo) que organiza masacres y genocidios en gran escala. Las “leyes de la guerra”, defensas de la demencia viril, no funcionan. Se aplasta lo humano en los campos. Se interna a los homosexuales. Es la destrucción ciega, el desprecio por la debilidad, la del prisionero, la del judío, la de la mujer y el niño. ¿No demuestra la Segunda Guerra Mundial el fracaso de un cierto poder masculino para prevenir la polarización de los extremos? Llegado a su máximo de virilidad el Uno de la universalidad se transforma en dominación totalitaria de los seres (un solo jefe, un solo partido, un solo Estado, dicen los nazis) en un patriarcado incapaz de sembrar otra cosa que muerte y destrucción absolutas.
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PROYECTO PARAGUAY Fundación Triángulo, con fondos propios y en colaboración con el Consejo de la Juventud de España ha proporcionado los fondos para la realización de las 1ª Jornadas por la igualdad de gais y lesbianas de Paraguay
La Fundación va a seguir recogiendo donaciones para poder dotar al GAGL (Grupo de Acción Gay y Lésbico de Paraguay) de equipamiento y recursos para poder realizar su importante labor. Cualquier aportación es necesaria y bienvenida
Donativos (especificar «proyecto Paraguay»):
Caja Madrid 2038 1889 75 6000079078
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El movimiento homosexual en la transición a la democracia en España Kerman Calvo Borobia
Introducción1 1 He de agradecer aquí la ayuda prestada tanto por el Casal Lambda como por el Colectiva de Lesbianas y Gais de Madrid, cuyos fondos documentales han estado siempre a mi disposición. Agradezco en especial la ayuda de Xabier de Balaguer.
Las transiciones a la democracia son, ante todo, momentos de cambio (Przeworski, 1991). Aparecen en el juego político nuevos actores, que tienen preferencias nuevas y que debaten alternativas políticas rechazas o inexistentes hasta el momento. Las transiciones tienden a eliminar, o al menos a relajar, las mordazas que los sistemas no democráticos imponen sobre la sociedad civil. Gracias a la inestabilidad producida por la caída del régimen autoritario, la gente empieza a hacer uso de su capacidad de protesta. La sociedad civil se organiza para apoyar o rechazar las alternativas que van apareciendo, y así los movimientos sociales ven la luz, en algunos casos quizás por vez primera (Aguilar, 1997). El papel de los movimientos sociales varía en función del tipo de transición a la democracia que se esté desarrollando (Linz y Stepan, 1996). Así, los procesos de cambios inducidos desde “abajo”, es decir, los procesos de cambio provocados en buena medida por la presión de la sociedad tienden a propiciar la aparición, y posterior consolidación, de determinados movimientos sociales. Por el contrario, las transiciones “pactadas”, que suelen ser el fruto de negociaciones entre las élites salientes y las élites que aspiran a gobernar en el nuevo marco, tienden a dificultar la actuación de los movimientos sociales. En esos pactos no suele haber espacio para la voz de la sociedad organizada. Se tiende a afirmar que la transición a la democracia en España constituye un ejemplo paradigmático de transición pactada (Gunther et al, 1988). Los ‘moderados’ del régimen saliente negociaron con las fuerzas democráticas la constitución de un nuevo orden político. En aras de la confección de un régimen que pudiera acomodar las prioridades de aquellos que aún detentaban el poder (y que tenían capacidad de torpedear el camino hacia la democracia), pero que a la vez satisficiera al menos a los demócratas 85
El movimiento homosexual en la transición a la democracia en España
moderados, se idearon mecanismos de negociación cuyo objetivo era la neutralización de los radicales pertenecientes a ambos bandos. En lo que interesa aquí, las fuerzas democráticas determinaron desactivar, en la medida de lo posible, el incipiente ciclo de movilización social que comenzó en los últimos años de la dictadura y que tomó la forma de protestas estudiantiles y movilizaciones del movimiento obrero (Maravall, 1978). Este artículo pasará revista a la movilización homosexual durante la transición a la democracia.2 Paradójicamente, aún sufrimos la falta de estudios suficientes sobre las movilizaciones sociales en el periodo de la transición. Los estudios se han centrado en el comportamiento de las elites políticas, dejando de lado el papel de los movimientos sociales en la evolución del proceso de cambio político que se vivió entre 1975 y 1982. Mi objetivo es ofrecer información, crear historia en alguna manera. Ciertamente, las ciencias sociales han de estar encaminadas a la provisión de respuestas, de conocimiento “científico” que pueda ayudarnos a comprender los fenómenos sociales y políticos que nos rodean y condicionan. Esto no es posible sin embargo, sin la existencia de datos, de información original (y veraz) que pueda ser la base para la formulación de preguntas de investigación adecuadas, y de modelos de explicación sofisticados (Landman, 2000). Este es el objetivo de esta contribución. Los acontecimientos recogidos aquí discurrieron en los años que mediaron entre la constitución del Front d´Alliberament Gai de Catalunya (FAGC) en 1975 y la llegada de los socialistas al poder en 1982. Este es el periodo que se suele entender como la transición a la democracia, y es el lapso temporal que engloba al primer ciclo de movilización homosexual en España. Por imperativos derivados de la falta de espacio, he de dejar de lado en este artículo el análisis de lo que podría denominarse el movimiento cultural homosexual, es decir, aquellas organizaciones e iniciativas sin una finalidad política evidente pero que trataron de ayudar a los homosexuales a vivir mejor con su sexualidad. Grupos como el Institut Lambda (hoy Casal Lambda) o Dignitat trataron de satisfacer las necesidades no políticas de los homosexuales de aquellos años, emulando las actividades de los switch boardsK que surgieron en los países anglosajones en los años setenta. Su estudió habrá de reservarse para mejor ocasión. 3 86
2 A pesar de la importancia de los nombres, usaré en este trabajo de manera indistinta diferentes expresiones para referirme a mi objeto de estudio, tales como movimiento homosexual, movimiento gay, etc. Usaré asimismo la acepción inglesa del término, es decir, gay, en vez de gai.
3 Sobre este particular, véase Fluvià (1978).
Kerman Calvo Borobia
Un breve comentario sobre las fuentes 4 Para una presentación sistemática de las mismas, véase Jiménez (1999).
El estudio de una realidad sociológica como el nacimiento y evolución de un movimiento social requiere datos eminentemente cualitativos (Diani y Everyman, 1992). Varias alternativas están al alcance del investigador. Por un lado, se puede repasar la cobertura realizada de la protesta colectiva por los medios de comunicación. Solemos llamar a esto “protest events analysis”, o lo que es lo mismo, análisis de actos/ocasiones/eventos de protesta. Para ello discriminamos entre la ingente cantidad de noticias existente para centrarnos en aquellas que nos interesan. Asimismo, y siempre en función de los recursos existentes, decidimos el número (y naturaleza) de los diarios que examinamos. Este artículo está en parte escrito a partir de una sub-muestra de noticias extraída a partir de mi muestra total de noticias, que está compuesta por 574 noticias políticas, publicadas en las secciones de opinión, editorial y sociedad de los periódicos El País, ABC y El Mundo. La muestra cubre el periodo 1975-1996. Se han incluido asimismo noticias específicas publicadas en Diario 16 y La Vanguardia, así como varias noticias de periódicos locales (especialmente catalanes y vascos). Sostengo con confianza que mi muestra recoge prácticamente todas las noticias políticas sobre el movimiento homosexual publicadas en España, por la prensa libre, hasta 1996. El análisis de eventos de protesta tiene muchas limitaciones, que sin embargo no pueden ser repasadas aquí.4 Me limitaré a reconocer que dicho enfoque es ante todo adecuado para describir el perfil y la intensidad de la protesta, pero que sirve con dificultad para avanzar en el conocimiento sobre el discurso político de las distintas organizaciones (una excepción evidente son las entrevistas en profundidad con activistas, algo relativamente frecuente en aquella época). Para ello, es necesario un análisis del discurso de las organizaciones que estructuran la protesta, lo que hace obligatorio el repaso de la literatura generada por las propias organizaciones. Esta toma la forma de publicaciones periódicas editadas y distribuidas por colectivos de muy distinto signo, así como de documentos ideológicos internos tales como manifiestos, estatutos, ponencias de congresos, etc. La valoración que se hace de esta fuente de información tiene que tener en cuenta el sesgo ideológico de partida de la misma. Cada pieza de información ha de ser entendida como muestra de un determinado discurso, y no como una “verdad” generalizable 87
El movimiento homosexual en la transición a la democracia en España
a todo el movimiento en su conjunto. Buena parte de la información necesaria para la escritura de este artículo proviene de los editoriales y artículos publicados en La Pluma (editada por la Coordinadora de Col.lectius a´Lliberament Gai, CCAG), Debat Gai (editada por el FAGC) y Gay Hotsa (editada por el Euskal Herriko Gai Askapen Mugimendua, EGHAM). He recurrido, asimismo, a la revisión de la literatura secundaria existente sobre el movimiento homosexual español (véase al final), así como al repaso de varios textos producidos por los propios colectivos, como es el caso del Manifest del FAGC.* Las entrevistas en profundidad con activistas proporcionan una valiosísima información para el investigador. En este artículo se hace uso de las entrevistas y conversaciones mantenidas con Jordi Petit, Armand de Fluvià y Juan Vicente Aliaga.
Sobre el contexto político La homosexualidad era ilegal durante el Franquismo, por mucho que la homosexualidad, o las prácticas homosexuales, no dieran cuerpo a un tipo penal específico.5 Estaba la amenaza constante de aquellos tipos legales recogidos en el Código Penal (CD), los que aunque nominalmente protegían bienes públicos tales como la moral o la salud pública, en realidad eran usados para perseguir a los homosexuales. Delitos como el escándalo público (art. 431 del CP de entonces), constituían un arma formidable de control y represión, mediante el cual la judicatura y las fuerzas de seguridad reprimían el desarrollo público de prácticas homosexuales (Mapelli y Grosso, 1978). El Tribunal Supremo (TS) llegó a promover una interpretación contra legem del delito de escándalo público, tipo penal que como su propio nombre indica exige una cierta dosis de publicidad en la comisión del acto supuestamente delictivo. El TS extendió la aplicación del tipo a supuestos en los cuales el acto (homo)sexual se producía en la estricta intimidad, o incluso a casos en los que tal acto no había llegado a producirse nunca. Así, el escándalo público castigó tanto las prácticas homosexuales, como a los homosexuales mismos. La legislación sobre escándalo público impedía, además, la legalización de determinados tipos de organizaciones.6 La dictadura contó con un segundo instrumento represor, la ley de peligrosidad y rehabilitación social (LPRS) de 1970. Como es bien sabido, esta ley es heredera de la ley republicana 88
5 Sobre la relación entre homosexual y la ley en España, véase Domingo Loren (1978), Pérez Cánovas (1996), y Talavera (1999). Véase también el manifest del FAGC y Llamas y Vila (1999) y el minucioso artículo publicado sobre esta cuestión en el Diario de Barcelona (19/10/1975).
6 El delito de escándalo público no desaparecerá hasta 1988, gracias a las iniciativas parlamentarias de Izquierda Unida (que poco o nada tuvieron que ver con el problema de los homosexuales). Aún en 1982, este tipo servirá para justificar la criminalización de personas por la comisión de actos homosexuales.
* Nota editorial: el Manifest del FAGC aparece publicado en el presente volumen entre los textos que componen el Anexo. Ver pag. 137-140.
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7 Véase el artículo del Magistrado Rico Lara en El País (12/1/1978).
8 Esto era así dado que los afectados por la LPRS no eran presos en sentido estricto. Como consecuencia más evidente, lo anterior justificó el “olvido” que los afectados por la ley de peligrosidad sufrieron tanto en el momento de la concesión del indulto de 1975, como a la hora de delimitar la aplicación de la amnistía de 1976.
de vagos y maleantes, la cual fue reformada para perseguir a los homosexuales en 1954. Tanto una como otra pretendían ser leyes de defensa social, es decir, instrumentos que servían la tarea de aislar, y rehabilitar, a aquellos sujetos que se creían nocivos para el cuerpo social en su conjunto.7 En la práctica, y dada la ausencia de los medios que la ley recogía para tal rehabilitación, los tribunales especiales de peligrosidad optaban por confinar a los homosexuales (y a los demás sujetos afectados por la ley) en prisión. Lo que en principio fue diseñado como un instrumento no-sancionador, orientado a la rehabilitación, acabó constituyendo un mecanismo persecutorio de primer orden, conculcador de incluso las mínimas garantías legales que el sistema franquista confería.8 La reforma de la LPRS no representó un tema de debate político hasta 1977. La acción coordinada de los diferentes grupos de liberación homosexual y de la COPEL, una plataforma ilegal que englobaba a los colectivos de marginados, así como el
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evidente aumento de la receptividad de los medios de comunicación ante las iniciativas a favor de los homosexuales favorecieron la entrada del este tema en la agenda política. Ayudó mucho también la ayuda institucional conferida por el socialismo catalán: cerca de 50 autoridades locales catalanas, gobernadas por el Partido Socialista de Cataluña, se sumaron a la demanda social a favor de la derogación de la LPRS. Instalado el tema en la agenda, y ante la evidente incompatibilidad de la ley con el espíritu del texto constitucional que estaba ya en proceso de gestación, poco sorprende la decisión de la izquierda parlamentaria (PSOEPSC, PCE-PSUC) de solicitar formalmente una reforma de la ley de peligrosidad, que favoreciera, entre otros, a los homosexuales. A pesar de las renuencias iniciales, la UCD claudica y reforma la LPRS por el procedimiento de urgencia en enero de 1979.9 El FAGC abre en 1978 el frente de la legalización expresa de las organizaciones homosexuales (véase Petit, 1996). Esta campaña durará hasta julio de 1980, momento de la legalización del FAGC. La persistencia del tipo sancionador del escándalo público derivaba en la ilegalidad de aquellas organizaciones que pudieran promover actos “escandalosos”. La ilegalidad de las organizaciones era un problema para un movimiento que quería consolidarse y durar (Fluvià, 1978). Lejos aún del horizonte de activismo subvencionado tan frecuente hoy en día en España, la ilegalidad aumentaba la situación de indefensión de las organizaciones ante posibles abusos de la policía, así como limitaba la capacidad de movilización del movimiento. De hecho, los gobiernos civiles denegaban el permiso para las manifestaciones homosexuales precisamente bajo el pretexto de la ilegalidad de las organizaciones convocantes. El gobierno de la UCD fue especialmente reacio a conceder este derecho. Varias veces se negó a ello durante 1979. Ante la pregunta parlamentaria presentada por Josep Maria Riera (PSUC), el gobierno justificó su postura aludiendo al conflicto existente entre la protección de la salud y la moral pública y la legalización de las organizaciones homosexuales (para más detalles, véase la información de El País de 26/12/1979). Pero la posición política de la UCD era muy débil en aquellos años. En la medida que el tema de la legalización llegó a los medios de comunicación y fue “adoptado” por el cada vez más poderoso PSOE, la UCD no tuvo mas remedio que claudicar por segunda vez.10 90
9 Hemos de recordar sin embargo que, detrás de este “gesto” gubernativo, se ocultaba el proyecto de la UCD de reformar el Código Penal. El gobierno de Suárez pretendía trasladar los contenidos de la LPRS al Código, reforzando el componente represor de la legislación sobre protección de la moralidad.
10 El PSOE planteó una segunda pregunta parlamentario sobre este particular en marzo de 1980, en la que se exigía al gobierno el reconocimiento “del derecho de una minoría a tener sus propios cauces de expresión y asociación al amparo de la Constitución, al objeto del cumplimiento de unos fines en modo alguno ilícitos” (El País 12/ 3/1980). La medida gubernativa afectó exclusivamente al FAGC. El resto de las organizaciones hubo de esperar hasta 1983, año en el que se levantó el veto que impedía a los grupos homosexuales inscribirse en el registro de asociaciones.
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11 Este concepto ha sido creado por Tarrow (1989) para explicar el ciclo de protestas en Italia.
El ciclo de movilización homosexual: las protestas en la calle. La literatura sobre movimientos sociales usa el concepto de ciclo de movilización para referirse a la evolución de la protesta social en un determinado lugar y en un determinado plazo de tiempo.11 La idea de ciclo de movilización trata de reflejar el grado según el cual la gente protesta en la calle. La idea matriz de este concepto es la constatación de que las energías para la protesta se acaban pronto (Ruzza, 1997), ya que nadie puede protestar para siempre. Un ciclo de movilización típico comienza con una fase ascendente, en el que número de actos de protesta aumenta tanto como el número de personas que acuden a los mismos. Se llegará a un pico, a un punto de inflexión que vendrá marcado, bien por la consecución de un éxito importante o por la constatación del fracaso. Se habrá conseguido el máximo de movilización posible dadas la coyuntura política y cultural imperante. Tras la consecución del pico, el ciclo entra en su fase descendente, o fase de desmovilización, que concluirá de nuevo con otro pico (Duyvendak, 1995). Un shock o un cambio significativo en la estructura de oportunidades políticas reactivará el ciclo, y volveremos a empezar. Antes de entrar en la presentación sistemática de los datos, cabría preguntarse acerca de quiénes protestaron por los derechos homosexuales durante la transición. La nota general de las manifestaciones y actos públicos de protesta entre 1977 y 1979 (y en menor medida en 1980) es la (relativa) pluralidad (entrevistas con Jordi Petit [febrero de 2001, Barcelona] y Juan Vicente Aliaga [abril de 2001, Valencia]). Partiendo del presupuesto que son los homosexuales los que principalmente se movilizan en torno a sus derechos, y aceptando que no es posible ofrecer testimonios fidedignos sobre este particular, se suele reconocer la presencia de muchos heterosexuales en las manifestaciones homosexuales, especialmente en Barcelona. De la misma manera que muchos de los homosexuales “politizados” del periodo militaban al mismo tiempo en grupos de izquierda, sindicatos y organizaciones gays, muchos militantes de izquierda (los progres) rompieron una lanza por la lucha de los “marginados”. Esto tuvo consecuencias positivas para el movimiento homosexual durante la transición, dado que gracias a la participación de no-homosexuales, las convocatorias superaron el umbral mínimo a partir del cual los medios de comunicación se hacen 91
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eco de las mismas. Además, los primeros grupos por los derechos de lesbianas y gays contaron con la colaboración de activistas muy comprometidos, que invertían mucho tiempo y dedicación a la protesta colectiva y que aprendían de sus experiencias en otras “luchas” (otra de las palabras del periodo). Pero la sobre-politización de un determinado sector de la población (aquella más dispuesta a responder a las llamadas de los movimientos sociales) tuvo también una implicación negativa al largo plazo: toda una generación de activistas se cansó al mismo tiempo, abandonado tanto los grupos de izquierda como a los movimientos sociales. Este factor es decisivo para entender no sólo el declive del movimiento homosexual, sino en general la emergencia del desencanto, como realidad política característica de los primeros años de la era socialista. En España el primer ciclo de movilización homosexual “en la calle” comienza en 1977 y finaliza en 1980. Como colofón a la primera campaña en contra de la LPRS, el FAGC convoca la primera manifestación abiertamente homosexual en España. Esta tiene lugar el 26 de junio de 1977. Es la primera vez que se celebra el orgullo gay en nuestro país. La convocatoria es un éxito rotundo: mas de 5000 personas asisten a la manifestación, cuyo lema abogaba “por una sexualidad libre, la derogación de la ley de peligrosidad y una amnistía homosexual total” ( El País 26/6/1977). Como dato de contraste, téngase en cuenta que la asistencia media a las manifestaciones del orgullo/ liberación durante los ochenta no superaba las 200 personas en Madrid, o las 500 en Barcelona. Cifras superiores a los 5000 manifestantes no se han registrado en España hasta muy entrados los años noventa. La policía reprimió con dureza la manifestación de junio de 1977, en la que se registraron varios heridos, disturbios (provocados por grupos libertarios que apedrearon autobuses) y una detención. Seis meses después, el FAGC organiza nuevas movilizaciones. El 2 de diciembre de 1977 tiene lugar en Barcelona el primer mitin político homosexual (el mitin del cine Niza ) autorizado por el gobierno civil. Varias fuentes cifraron la asistencia en unas 2000 personas. Al día siguiente, el FAGC organiza una nueva manifestación en Barcelona, esta vez alrededor de los juzgados municipales. Coreando eslóganes a favor de la “amnistía de la mujer”, la “libertad sexual”, y en contra de la LPRS, cerca de 4000 personas se manifiestan por 92
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segunda vez en menos de un año. Varios partidos de la izquierda parlamentaria y extra-parlamentaria secundan los llamamientos del FAGC. Como veremos luego, el nacimiento y consolidación del FAGC facilitó la temprana génesis de organizaciones de liberación gay en ciudades como Madrid o Bilbao (véase también Fluvià 1978). El Frente de Liberación Homosexual de Castilla (FLHOC), creado en 1978, emula las iniciativas del FAGC y convoca una manifestación en Madrid para junio de 1978 con el fin de, por un lado, celebrar la liberación homosexual (que no el orgullo gay como ocurría en Barcelona), y por el otro protestar contra la legislación represiva. El FAGC hace lo propio en Barcelona. Suertes diversas las de estas dos convocatorias. Según varias fuentes, 7000 personas asisten a la manifestación convocada por el Frente de Castilla, que fue autorizada y transcurrió sin incidentes (como nota curiosa, decir que el trazado de esta primera manifestación discurría entre la calle O´Donell y la plaza de Mariano de Cavia). En Barcelona, sin embargo, la asistencia no supera las 2000 personas, y los incidentes vuelven a repetirse. Hay que tener en cuenta que la manifestación en Barcelona volvió a topar con la prohibición gubernativa, lo que sin duda desanimó a un buen número de participantes potenciales. Las manifestaciones por la liberación homosexual escapan del marco del eje Madrid-Barcelona. EGHAM, por ejemplo, organiza una manifestación un junio de 1978, a la que asisten casi 1000 personas (El País 11/2/1979). Sevilla también presenciara una manifestación homosexual en la que casi 700 personas demandaba la derogación de la legislación represiva en el periodo, así como la liberación sexual, los derechos de la mujer o una ley de cambio de sexo. La intensidad de las protestas homosexuales se mantiene durante el año siguiente. El MAS-PV convocará a mas de 5000 personas en la manifestación por la liberación homosexual, primera que como tal se realiza en Valencia. El grupo, una organización de corte ciertamente más moderado que su predecesor, el FAH-PV, había ya demostrado una cierta capacidad de movilización, al haber conseguido congregar a cerca de 1000 personas el febrero anterior, con el fin de protestar contra el despido de dos trabajadoras del sector textil bajo una acusación de lesbianismo. El FLHOC, sin embargo, no puede reeditar el éxito de 1978: el Gobierno civil no concede en 1979 el permiso para una nueva manifestación homosexual por las calles de Madrid, y fuerza al grupo a 93
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convocar un mitin en la Casa de Campo (convocatoria limitada a una serie de horas, ya que las instalaciones de la Casa de Campo habían de albergar, asimismo, las celebraciones del “día del sol”). 1000 personas asistirán, incluidos algunos ultras que protagonizaron episodios violentos a la finalización de la reunión. En Barcelona, tienen lugar dos manifestaciones en junio de 1979: por un lado, la autorizada por el gobernador civil, convocada por el FAGC, y secundada por un número impreciso de personas, que oscila entre las 10000 personas (cifra del propio Front) y las 4000 (datos del “noticiero universal”). Por el otro lado, la manifestación organizada por el grupo radical CCAG: estos rechazaron ofrecer un recorrido fijo, solicitar permiso o diseñar un servicio de orden. La policía reprimió con dureza esta concentración, en la cual destacaba la presencia de numerosos transexuales y travestidos. Volverá a haber manifestación en las ciudades vascas, convocadas por el EGHAM. Los años dorados de la movilización homosexual finalizan en 1979.12 El declive del primer ciclo de movilización de protestas homosexuales coincide con el inicio de la desmovilización que llevaría al famoso “desencanto”. Coincide, asimismo, con la reforma de la LPRS. Y coincide, por último, con algo que los analistas tienen a obviar, pero que no por ello es menos importante: con la evidencia de la incapacidad del movimiento homosexual para presentar plataformas de protesta unitarias. Como veremos enseguida, las diferencias latentes en el seno del movimiento homosexual español “explotan” en 1978, y cristalizan en divisiones abiertas en 1979: así, la suma de la relajación en la presión legal, el agotamiento de una determinada generación de activistas, y la desunión llevaron al ciclo de movilización a su extinción. Aún con todo, las manifestaciones de junio de 1980 fueron secundadas por una cantidad razonable de personas. Se rozó el millar en Barcelona y Madrid (cifra notable para el segundo caso, dado que el gobierno civil obligó al FLHOC a convocar la manifestación en lunes). A partir de aquí, observamos durante los ochenta un patrón de protesta definido por la existencia de una única manifestación al año, (junio) con una congregación nunca superior a las 200 personas en Madrid (alrededor de 500 en Barcelona, aunque los datos son imprecisos). Habrá que esperar a 1989 para que el COGAM convoque una manifestación política desconectada de las celebraciones del orgullo (diciembre de 1989, para protestar contra el aumento del número de agresiones homófobas). 94
12 Para una panorámica general de la evolución de las manifestaciones en Madrid en este periodo, véase Adell (1989).
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Las primeras organizaciones: el movimiento político en Barcelona El Frente de Liberación Gay de Cataluña (FAGC), constituido formalmente en 1975, es la primera organización homosexual “de masas” que aparece en España (Vilà 2000; Petit 1996). El FAGC, a juicio de la Fundación Triángulo, fue el primer grupo estable que trabajó de forma abierta a favor de los derechos de gays y lesbianas. Por encima de todo esto, el FAGC constituye el primer intento por parte de una organización para aparecer ante el sistema como un representante de la comunidad homosexual, a cuyos miembros quiere la organización movilizar masivamente. El FAGC, sin embargo, no aparece de la nada. Para comprender su origen hemos de remontarnos unos años atrás, concretamente a 1970. Con el motivo del debate parlamentario sobre la LPRS, dos abogados catalanes (que operaban bajos los seudónimos de Mir Bellgai y Roger de Gaimon) trataron de mostrar su disconformidad con el carácter de la legislación en ciernes. Así, Bellgai y Gaimon (Armand de Fluviá, líder histórico y fundador del movimiento homosexual en España), enviaron cartas a los obispos procuradores en Cortes y consiguieron que Arcadie, el máximo exponente de organización homófila en Francia, enviara un comunicado de protesta. Se generó un cierto debate en los medios de comunicación, y ciertamente, hubo una pequeña modificación en el tono de la ley que vio finalmente la luz: el legislador franquista decidió hacer una distinción entre la condición homosexual y las prácticas (homo)sexuales (contrariamente a lo que estipulaba la ley de vagos y maleantes), con el fin de exonerar de presión legal a aquellos que fueran, pero no actuaran. A juicio de Armand de Fluvià (conversación personal con el autor, febrero de 2000, Barcelona), esto representó la primera victoria del movimiento homosexual español. Otros, sin embargo, consideran que las modificaciones respecto de la ley de vagos se debían al problema que presentaban los homosexuales extranjeros, los cuales no podían ser encarcelados por el mero hecho de serlo (Domingo Lorén, 1978). Sea como fuere, estos activistas pioneros, conscientes del papel que los desfavorecidos han de tomar en la eliminación de las injusticias que otros imponen sobre ellos, deciden formar algún tipo de plataforma para desarrollar una lucha de mayor alcance por los derechos de los homosexuales españoles. Nace así en 1971 el Movimiento Español de 95
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Liberación Homosexual (MELH). El MELH era una organización homófila, situada aún a una cierta distancia de la ideología de la liberación, cuya aspiración principal tenía mucho que ver con la eliminación de la presión legal sobre los homosexuales. Se demandaba un mayor compromiso de los homosexuales mismos, que habían de ser conscientes de la opresión que padecían. Pero aún habrían de pasar unos años para que el discurso de la visibilidad, la no-culpabilización y la identidad floreciera. El MELH estaba compuesta por muy pocos miembros, y sus reuniones se mantenían en secreto (en la medida de lo posible). Su radio de acción se circunscribió, casi en exclusividad, a Barcelona. Llegó a nacer una célula en Madrid, pero desapareció en muy poco tiempo. Las reuniones semanales tenían como objeto la discusión de textos y la reflexión teórica, con el fin de sensibilizar a los “propios homosexuales sobre la discriminación que padecen” (El País 25/6/1978), como hemos visto mas arriba. El grupo creció mas de lo que las circunstancias permitían, y ante la existencia de algunas filtraciones, hubo de reducir sus afectivos al mínimo. El MELH editó un boletín denominado aghois, en cuya impresión colaboraron grupos franceses y suecos. No hemos de minusvalorar la importancia del MELH. Ningún movimiento social, independientemente de su tamaño o
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condición, nace de la nada. El movimiento por los derechos civiles nació en Estados Unidos a partir de las Iglesias negras (McAdam, 1982). Las parroquias han sido también el caldo de cultivo para el movimiento de madres contra la droga que apareció en las barriadas periféricas de Madrid en la década de los ochenta (Valiente, 2001). El movimiento homosexual americano hizo lo propio gracias a las redes de activismo propiciadas por las incipientes organizaciones homófilas (mattachine societies, por ejemplo) y a las (pequeñas y clandestinas) sub-culturas emergentes en grandes ciudades durante los cincuenta y sesenta (Marotta, 1981). El MEHL sirvió de trampolín para la creación posterior del FAGC: propició la construcción de una muy poco desarrollada, pero aún así importante red de activismo homosexual, la cual, ante una cambio en la estructura de las oportunidades políticas, podría devenir en una organización mas abierta y efectiva. El paso del MELH al FAGC se explica, en buena medida, por la evolución lógica de los mapas intelectuales de los líderes del primero. El contacto con grupos en países vecinos, especialmente con los franceses, y la participación de miembros del MEHL en varias reuniones internacionales, permite el desembarco de la ideología de la liberación en España. Se aprende una nueva forma de protestar. El marco de movilización imperante en países como Francia, Reino Unido, o los Estados Unidos hablaba ya de grupos democráticos que trataban de desarrollar un perfil de representación de los homosexuales frente al sistema. Dicho marco, además, asumía que la movilización homosexual en la calle era un arma clave para el proyecto reivindicativo del movimiento gay. El clima de euforia democrática existente, y la entrada de una nueva generación de activistas, sirvió para ultimar esta transformación. El Front nació, así, como un grupo político, cuyos objetivos eran resumidos por su primer líder, Armand de Fluviá, en los siguientes términos (El País 11/2/1979): el Frente tiene como misión desarrollar cuantas actividades vayan dirigidas a la consecución de la liberación sexual en su totalidad, mediante la superación de la represión individual, la supresión de la marginación homosexual, reivindicación de la sexualidad plural, la clarificación ideológica de la problemática homosexual y de la sexualidad en general, así como desarrollar cuantas actividades tiendan a garantizar el acceso de todos los homosexuales a las plenas libertades ciudadanas y a obtener la definición y declaración de derecho humano que asiste a toda persona de no ser discriminado por motivos de su orientación sexual
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El FAGC vivió una permanente tensión entre lo que su ideario teórico predicaba y los imperativos derivados de la práctica. El FAGC era nominalmente un grupo revolucionario (que no radical), que había de moderarse continuamente para satisfacer su empeño de influir en las decisiones de los actores políticos. Fue este un conflicto sentido especialmente en dos ámbitos: la organización y la definición de campañas políticas. En la teoría, el FAGC era un grupo asambleario, nota esta por otra parte común a los grupos de la época (así se definía el FLHOC, por ejemplo). La ideología de la liberación, en general, vio con recelo la burocratización de las organizaciones. La lucha colectiva, es decir, la pertenencia a grupos, (de feministas, negros, lesbianas, etc.), era entendida como un instrumento para la liberación individual, para la eliminación de la auto-culpabilización y para el desarrollo de aquellas actitudes y comportamientos propios de alguien libre de la opresión patriarcal y de clase (Watney, 1980). Por ello, era preciso primar la participación de todos en los grupos, fomentando los mecanismos de democracia directa, aun con los problemas de funcionamiento que esto acarrearía para el devenir diario de las organizaciones. El FAGC diseñó una estructura muy poco formalizada en sus primeros estatutos (1977). Pero su rápido crecimiento tanto en número de activistas (se calcula que el colectivo pudo llegar a tener una militancia cercana a las 300 personas en 1978), como en extensión geográfica cubierta, sugirió una cierta vertebración jerárquica, y sobre todo, un acentuado grado de descentralización (véase especialmente Fluviá, 1978: 156 y ss.). Así, mientras que nominalmente el grupo rechazaba la rigidez jerárquica, el papel de su junta directiva ganaba peso en la práctica. El FAGC creó varios grupos de acción territorial, que se expandieron por la propia Barcelona y por varias comarcas catalanas y una elaborada red de controles entre estos grupos y organismos de superior nivel organizativo. El segundo foco de tensión enfrenta a la ideología del grupo y a su praxis política. De la lectura de la literatura producida por el FAGC, (en especial los editoriales de debat gai y el manifest, publicado en 1977), se desprende un rechazo directo por parte del mismo de la idea de identidad gai (véase asimismo Linatza, 1978 y Petit, 1983). Esta era entendida en términos de la defensa de un discurso que enfatizaba la diferencia esencial entre el homosexual y el heterosexual, diferencia que se reafirmaba mediante la construcción y solidificación de los ghettos13 . El FAGC, por el contrario, creía 98
13 El discurso (condenatorio) del primer movimiento homosexual español frente al ghetto está bien resumido en el artículo de Egin (27/6/1981). Se parte de una tolerancia represiva por parte de los poderes públicos, que es en si misma discriminatoria. Esta deviene en la creación de espacios cerrados de confinamiento homosexual, las “jaulas doradas” del ghetto. El homosexual “se cree” esta panacea, se auto encarcela, y pierde las ganas de luchar por una liberación total. Grupos como la CGL o el COGAM de los años noventa presentará un discurso radicalmente contrario en este tema.
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14 El Manifest del FAGC, publicado en 1977, e inspirado en las obras de J.Nicolas y M. Mieli, constituye un compendio del discurso del FAGC.
en una sociedad sin clases, categorías o demás roles sociales que ocultaran bajo su apariencia situaciones de opresión.14 Se dirá, por ejemplo, en debat gai que (mi traducción del catalán, 1978): lo que hoy afecta a los gais no es tanto la represión directa o tradicional (...) sino otra consistente en el entramado ideológico y cultural que solamente tolera la manifestación abierta de la homosexualidad dentro del ghetto y no en la calle (...), entramado que ordena una sociedad y una educación sexista, machista y heterosexista
Entonces, el discurso del FAGC era un discurso que hoy denominaríamos “radical” (“revolucionario” en el periodo), cuyas implicaciones políticas prácticas se habrían de construir sobre la base del desarrollo de una acción política muy poco institucionalizada, con escasa negociación con los actores políticos establecidos, mas centrada en la visibilidad y en la lucha cultural y muy dada al radicalismo en lo que a repertorios de acción se refiere. Así fue la vida política del Gay Liberation Front americano, por ejemplo. El FAGC, sin embargo, desarrolló una actividad política muy alejada de lo que su discurso normativo sugeriría. En la mente de sus líderes primaban los objetivos de cambio legal y político, algo normal y casi perentorio si recordamos el contexto en el que el grupo operaba. Nunca se escatimaron esfuerzos para interactuar con las élites políticas de la izquierda parlamentaria, mientras que tampoco se primaron acciones que involucraran al homosexual mas allá de su papel como partícipe en manifestaciones de protesta. Recuérdese que el Gay Liberation Front (tanto el americano como el británico) enfatizó mucho la constitución de comunas, o la génesis de un nuevo tipo de vida al que todos sus miembros habían de adscribirse. Además, el FAGC incorporó elementos de pragmatismo estratégico evidentes en su acción política: se evitó la confrontación en la calle, se buscó una determinada imagen, asociada con la respetabilidad (muy del estilo de los grupos homófilos de los años sesenta), y se usó un leguaje político que los interlocutores políticos del periodo pudieran reconocer como propio. Tan pronto como en 1978, Armand de Fluvia usaba ya el discurso de los derechos humanos para justificar la legitimidad de las demandas del movimiento homosexual español. Todo esto quedó patente en el marco de las dos campañas que el grupo desarrolló: la abolición de la legislación represiva, y la legalización. En ambas se siguió una misma receta, que consistía en la construcción de un 99
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frente homosexual más o menos unido (que se consiguió en mayor media en la primera campaña), el desarrollo de movilizaciones en la calle, la llamada de atención a la izquierda institucionalizada, y el “asalto” por fin al gobierno de la UCD. En el caso concreto de la campaña de solidaridad , organizada en 1978 para demandar la legalización de las organizaciones homosexuales, la secuencia de acontecimientos fue como sigue:15 el FAGC trata de recabar apoyos entre sus socios de la COFLHEE tras el verano de 1978. Únicamente EHGAM y el Frente de Liberación Homosexual de Cantabria atienden la llamada, lo que evidenció el conflicto latente entre dos formas de entender la lucha homosexual organizada. Ante la negativa del gobierno, los grupos pro-legalización tratan de movilizar a los homosexuales en torno a esta cuestión, y llaman a las puertas de la izquierda. Como resultado, los ayuntamientos catalanes gobernados por la izquierda comienzan a tratar al FAGC como si de facto fuera una organización legal más, con la que se pudiera entablar una relación contractual (El País 16/9/1979). Menos suerte tiene el EGHAM, ya que el Parlamento Vasco se niega a aprobar una declaración de apoyo (es necesario recordar la estrecha alianza entre el EGHAM y HB, lo que reducía el crédito institucional del primero). El PSUC, de la mano del joven líder de sus juventudes (Josep Maria Riera), formula una pregunta parlamentaria al gobierno de la UCD, que gozó de una formidable cobertura informativa. Tanto el PSOE como el PCE prometen la legalización, y ante la presión, la UCD no tiene más camino que ceder. La constatación de estas discrepancias desata muchos interrogantes: por un lado, cabría preguntarse si el discurso ideológico del FAGC, (definido sobre la base del discurso frente a la diferencia homosexual), era tan revolucionario como los escritos sugerían.16 Las acusaciones formuladas en el periodo por la Coordinadora de Col.lectius d´Alliberament Gai, un grupo formado a partir de una escisión en el Front, y que abogaba por una lucha homosexual “verdaderamente radical” apuntaban en este sentido.17 Asimismo, es necesario recordar que el discurso de un grupo emana tanto de lo que el grupo dice, como también de lo que el grupo hace. Las decisiones políticas no son solo el reflejo de un determinado discurso, sino sobre todo fuente de dicho discurso. Así, uno podría concluir que el despliegue de una estrategia política moderada apuntaba un discurso menos revolucionario de lo que se quería hacer ver. Es más, sería del todo punto ignorar 100
15 Sobre este tema, véase debat Gai, página 6.
16 La posición respecto de la cuestión de la diferencia es el principal activo ideológico de un grupo homosexual. Más allá de diferencias políticas tradicionales, ligadas con la posición en la escala izquierda-derecha, cada grupo define su repertorio de acción y su discurso político global en torno a la aceptación/ rechazo de la diferencia homosexual.
17 Para conocer más sobre esta organización, puede consultarse el editorial de La Pluma 0, 1978 (página 1), el editorial de Barcelona Gai 2, de 1978 y el artículo “¿por qué dos manifestaciones?, publicado en La Pluma 5, mayo-junio de 1978.
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18 Artículo “La legalizació del FAGC o la consciència d’una lluita”, en debat gai 2, nov 1978 (página 2).
el hecho que el FAGC expresamente aceptó caer en “la trampa de la identidad homosexual”.18 De los artículos publicados en debat gai se desprende que el FAGC aceptó (provisionalmente al menos) la necesidad de actuar como si la identidad homosexual, y las realidades colaterales de comunidad y orgullo gay y lesbiano, fueran un hecho. Todo esto apunta a que, en realidad, el FAGC desarrolló una versión sui generis de la ideología de la liberación, que en mucho se parecía al discurso de aquellos grupos (como la Coordinadora Gay y Lesbiana de Cataluña) que defienden el discurso de la diferencia/minoría homosexual. Ahora bien, no sería justo cerrar la puerta a una explicación diferente: uno quizás podría sostener que los imperativos políticos del periodo eran tan formidables que forzaban una disección tajante entre lo práctico y lo teórico. Quizás podríamos explicar así el empeño de los dirigentes del FAGC por defender su imagen de grupo revolucionario. Fluvià declararía en 1979 que “la lucha antirepresiva y por los derechos de los homosexuales también es una lucha revolucionaria, porque está en función de objetivos mas profundos, como la plena liberación sexual de la persona y la consecución de una sociedad sin clases” (El País 16/5/1979).
El movimiento fuera de Barcelona El movimiento homosexual español nace en Barcelona y es allí donde se consolida. El liderazgo del activismo catalán, por lo demás, se ha mantenido imperturbable hasta fechas muy recientes. Esto no ha sido óbice, sin embargo, para la aparición de plataformas reivindicativas tanto políticas como culturales en otras partes del país. El FAGC jugó un papel fundamental en la creación del frente de liberación homosexual de Valencia (FAH-PV) y del frente de liberación homosexual del país Balear (FAGI). Tal y como Fluvià nos relata (Fluvià, 1978), en el marco de un congreso organizado en 1976 por el grupo fraternidad cristiana de la amistad (liderado por el sacerdote Antonio de Mora y Mora), miembros del FAGC convencen a jóvenes militantes homosexuales de la extrema izquierda valenciana y balear de la necesidad de organizar grupos de liberación. En lo que a Valencia concierne, esto inauguró una tradición de activismo que ha llevado a los homosexuales valencianos en la actualidad a competir con los grupos de Madrid en la dirección política del movimiento homosexual español. 101
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En lo que a Madrid respecta, la llama del activismo político homosexual prende en 1977. En algunos casos, miembros de la efímera célula del MELH en Madrid. En otros casos, militantes de izquierda conocedores de los avances en Cataluña y Levante. Surgirán inicialmente tres organizaciones: el Grupo Mercurio, el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR, muy radical, en la línea del grupo francés de mismo nombre), y el Movimiento Democrático de Homosexuales (MDH, bastante moderado según los criterios de la época). Únicamente el primero de los tres disfrutó de alguna relevancia pública, además de ser el grupo más organizado y el que desarrolló una actividad más eficiente. Mercurio, por ejemplo, escribió a todos los miembros del Congreso y del Senado, tras el verano de 1977, para demandar una cambio en la legislación de peligrosidad social y participó activamente en la campaña de recogida de firmas organizada por la COFHLEE en contra de la misma ley (y que consiguió mas de 6000 firmas). El Grupo Mercurio, además, coordinó de alguna manera los esfuerzos de los 200 activistas que en conjunto trabajaban en los tres grupos y les puso en contacto con las plataformas de marginados (Linatza, 1978). En el terreno del discurso, Mercurio trabajaba “por alcanzar y mantener el respeto, dignidad, integración social y liberación personal de los homosexuales”, tal y como Fluviá escribía en 1977. Mercurio sostenía que la represión obedecía a la necesidad que siente la burguesía de defender su ideología y sus intereses de clase y de protegerse de quienes puedan poner en peligro su estructura de poder. Además de en Madrid, varios grupos nacieron en otras partes de España (País Vasco, Zaragoza, Sevilla, Málaga, La Coruña y Santander). En esta miríada de grupos, es necesario detenerse especialmente en el Euskal Herriko Gay Askapen Mugimendua (EHGAM). Nacido en Bilbao en 1977 (aunque pronto se expande a las demás capitales vascas), el grupo toma la forma de un frente de liberación “al uso”, muy inspirado en el ideario plasmado en el Manifest. Constituye la COFHLEE con el FAGC y los grupos de Madrid, y se embarca pronto en la organización de manifestaciones y actos de protesta, como hemos visto arriba. El EHGAM desarrolló una profusa labor teórica, plasmada convenientemente en los escritos de gay hotsa, la revista del grupo. La cercanía del grupo al movimiento abertzale confirió ciertas notas de singularidad al tipo de activismo homosexual que se favorecía en el País Vasco. La lucha homosexual era enmarcada en el 102
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19 La manifestación de junio de 1978 en Barcelona escenificó estas tensiones con claridad: la manifestación, que no contaba con la autorización gubernativa, fue interceptada por la policía. Los líderes del FAGC trataron de autodisolver la concentración, bajo el principio de que una estrategia de confrontación no era buena para el clima de negociación que sobre la LPRS se estaba tejiendo entre, por un lado, el FAGC y la izquierda parlamentaria, y por el otro, entre la izquierda y el gobierno. Los más radicales, sin embargo, se negaban a ello, aludiendo la necesidad de combatir, y no claudicar bajo la “excusa” de la negociación.
contexto de la lucha por la independencia, y así el grupo encontró mayores dificultes para involucrar a determinados segmentos de la población. Gracias a los impulsos del FAGC, se constituye en 1977 la primera plataforma política homosexual a escala nacional. Hablamos aquí de la Coordinadora de Frentes de Liberación Homosexual del Estado Español (COFLHEE).
Las fracturas El movimiento homosexual español albergó desde sus inicios sensibilidades diferentes, discursos varios que, sin embargo, convergían en un marco común en la medida que esto era necesario para luchar contra la LPRS (Petit 1983). Ya desde los inicios fue posible observar el desarrollo de dos tendencias: una, la radical, favorecida por los activistas más jóvenes que provenían en su mayor medida de la extrema izquierda. Otra, la revolucionaria (reformista a juicio de los radicales), adoptada por los líderes de las organizaciones, aquellos activistas que habían contribuido decisivamente a la gestación inicial del movimiento. Los radicales, o mariácratas (denominados así por los revolucionarios en referencia expresa a los ácratas), abogaban por una lucha directa en la calle, renegaban de cualquier intento de incorporación institucional, favorecían la visibilidad de todos los elementos del movimiento homosexual (especialmente de los menos integrables), y desarrollaban un discurso especialmente virulento en lo relacionado con las estructuras de opresión “falocráticas y patriarcales” dominantes. Los revolucionarios, por el contrario, se vieron inmersos en un discurso bastante posibilista (pero eficiente en términos de impacto político), que “olvidaba” de alguna manera tanto la lucha cultural como a las necesidades no-legales de los homosexuales mismos, tal y como el propio Armand de Fluvià llegó a reconocer (entrevista publicada en el diario Egin [27/6/1981]).19 El conflicto entre las dos sensibilidades mencionadas se escenificó tanto en Barcelona como en Madrid. Sin embargo, mientras que en el primer caso esta tensión dio pie a la fractura formal, en el segundo esta se mantuvo latente en el seno de una plataforma común (lo que al fin y a la postre explica la incapacidad del FLHOC para desarrollar una actuación coordinada). Dicho esto, es posible dividir la trayectoria del FAGC durante los años de la transición en dos periodos: un primero, que iría desde su creación hasta 1978, y un segundo, 103
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que recorrería los años de la división, desde esa fecha hasta la legalización definitiva en 1980. El primer periodo está caracterizado por la unidad: el Front aglutina a todos los activistas que sienten la necesidad de luchar por los derechos de lesbianas y gays (en Cataluña, naturalmente). Hombres y mujeres de tendencias políticas y estilos diferentes aceptan luchar en plataformas comunes. A partir de una determinada fecha esta unión deja paso a la división directa: gays y lesbianas toman caminos diferentes (como veremos luego) y las diferencias políticas e ideológicas estallan. En la primavera de 1978, y en el seno de la quinta asamblea del FAGC, 34 activistas demandan la auto-disolución del FAGC. Según su opinión, el Front había incurrido en demasía en estrategias de incorporación institucional a la vez que había abandonado demasiado pronto el carácter transgresor de la liberación gay. Ante la negativa de los dirigentes del FAGC de auto-disolverse, nace la CCAG, con el propósito de desarrollar una plataforma en la cual hubiera cabida para los elementos menos “respetables” del movimiento homosexual (travestiss, chaperos..) y en el cual se llevaran hasta las últimas consecuencias los planteamientos radicales recogidos en los textos ideológicos del FAGC. La CCAG fue un experimento de corta duración que, sin embargo, ha dejado el legado de una apreciable publicación: La Pluma. En Madrid los acontecimientos siguieron una lógica un tanto diferente, dado el tardío crecimiento del movimiento y la relativa desconexión existente entre las organizaciones y los decisores políticos. Tras el colapso de las organizaciones nacidas en 1977, la fusión entre los militantes de Mercurio y los militantes “errantes” da como resultado el nacimiento del Frente de Liberación Homosexual de Castilla (FLHOC). El grupo nacerá por lo tanto en 1978, y vivirá hasta 1982. El FLHOC fue mixto, tuvo la primera sede estable de un colectivo homosexual en Madrid, y desplegó un ideario prácticamente idéntico al del FAGC.20 El grupo, sin embargo, albergó sensibilidades de muy distinto calado. El conflicto entre los líderes (el grupo fundador proveniente de Mercurio) y los jóvenes (“captados” a partir de la manifestación de 1978) fue constante, hasta el punto que este degeneró en una paralización de la actividad política del grupo. Mientras que el núcleo dirigente parecía albergar amplías aspiraciones teóricas, los jóvenes pretendían desarrollar acciones concretas en la calle. Tenemos un ilustrador ejemplo de este conflicto: la prensa nacional se hace eco de la intención del FLHOC de 104
20 Es posible consultar el artículo de José Antonio Berrocal (portavoz del FLHOC) en el diario El País (27/ 6/1981). En él Berrocal disecciona el discurso ideológico de este grupo. El centro de documentación del COGAM cuenta, asimismo, con documentos ideológicos internos del grupo.
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organizar una semana de fiestas gay en el barrio de Prosperidad (noviembre de 1978). El gobierno civil, alegando la ilegalidad del FLHOC, las prohíbe. El FLHOC, ante la sorpresa de muchos, no solo es que evita responder a la prohibición gubernativa, sino que además se desmarca de la organización del evento. Detrás de toda esta confusión se esconde el conflicto comentado mas arriba: los jóvenes habían organizado el evento, en contra del criterio de los dirigentes. El FLHOC sobrevive en estas circunstancias hasta 1980. A partir de este momento, la escisión de las lesbianas (y la paralela constitución del Colectivo de Feministas Lesbianas de Madrid en 1981) y el clima general de desmovilización acabarán con la vida del grupo. El conflicto interno dentro del movimiento homosexual no se agota en la dimensión ideológica. Está desde luego el enfrentamiento de género, es decir, entre homosexuales varones (gays) y las lesbianas. Las lesbianas formaron parte de las plataformas gays hasta 1978, en buen parte debida al escaso número de lesbianas que formaban parte de esos grupos. El primero grupo organizado de lesbianas nace en el FAHPV, y pronto surge su homólogo en Barcelona. Este, sin embargo, no tarda en abandonar el FAGC, aludiendo a la persistencia de una cultura machista en los propios homosexuales varones. El Col.lectiu de lesbianas se integra en 1979 en la Coordinadora Feminista de Barcelona. 105
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Conclusión Es quizás conveniente repasar las notas fundamentales de mi exposición. Hemos visto que a partir de 1975 nacen en España una serie de colectivos que tratan de orquestar una lucha ciudadana por los derechos de los homosexuales. Estamos ante grupos relativamente asamblearios, cercanos a la ideología de la liberación homosexual (aunque con acentuados tienes pragmáticos), que han de enfrentarse a uno de los marcos legislativos mas hostiles del continente. Estos grupos nacen con especial salud en Cataluña y el País Vasco. Un estudio en mayor profundidad sobre este tema habrá de analizar la conexión entre el nacionalismo y el origen del movimiento homosexual en España, dado que parece evidente que los grupos homosexuales encontraron mayores y mejores oportunidades políticas en aquellos escenarios presididos por el conflicto nacionalista. Durante los años de la transición, las movilizaciones homosexuales fueron relativamente frecuentes y relativamente numerosas, al menos en comparación de lo que ha sido la tónica en los años posteriores, especialmente durante los ochenta. Se pedía un cambio en la legislación represiva, y la legalización de las organizaciones homosexuales. Esto se consiguió. Se demandaba también una verdadera ley anti-discriminatoria, el matrimonio homosexual, una política educativa no sexista, etc., demandas que sabemos que aún hoy están por verse plasmadas en textos legales.
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Desde Alan Turning, inventor de uno de los primeros ordenadores, hasta Niankhkhnum y Khunmhotep, una pareja de pedicuros del Antiguo Egipcio. Desde Safo hasta Eleanor Roosevelt. Desde Whitman a Alejandro el Grande. Desde Stonewall hasta los campos de exterminio nazis. Desde la historia de las lesbianas de color a la historia de la transexualidad en la comunidad judía. Desde la historia como investigación de la génesis de las identidades sexuales, contingentes, contextuales, a la historia como búsqueda de un pasado que explique y apoye vivencias contemporáneas. Desde la historia como orgullo a la historia como disciplina académica. De todo ello da cuenta internet, una fuente ya imprescindible para la investigación de la historia de las homosexualidades. La complejidad de la historia, de las historias, se cruza con la complejidad de la homosexualidad, de las homosexualidades, para dar lugar a un campo de estudio de fronteras necesariamente poco definidas. Si a ello se le une la suma de jerarquía, especialización, superposición, saberes locales y ejercicios de autoafirmación individuales y colectivos que conforman internet, el resultado es un juego de una complejidad avasalladora. El presente texto tiene como objetivo contribuir a reducir esta complejidad a través de unas pautas mínimas que sirvan para ordenar los instrumentos y materiales disponibles en internet para la lectura, investigación y didáctica de las homosexualidades como fenómeno histórico. Ello implica evidentemente concentrarse no sólo en aquellas páginas de contenido substantivo (es decir, en Historias de las homosexualidades), sino también en todos aquellas recursos de carácter instrumental para la investigación historiográfica, desde revistas y bibliografías, a archivos y centros de investigación, sin olvidar los materiales específicamente diseñados para la docencia universitaria de lo que se ha convertido ya en toda una disciplina del saber histórico. 109
History / Herstory: Internet y la historia de las homosexualidades
Si el objetivo es por tanto reducir la complejidad (y no simplemente reproducirla), es imposible mencionar aquí todas las páginas que, de alguna u otra manera, están dedicadas monográficamente a cuestiones relacionadas con las homosexualidades históricas, que las hay a manos llenas, para todos los periodos, para todos los gustos y opciones. Se hace necesario aplicar una serie de criterios de selección. Uno: citaré sólo direcciones URL, no archivos individuales. Dos: citaré aquellas direcciones que representen un mayor nivel en el árbol de jerarquía de vínculos, de modo que su consulta conduzca a su vez a páginas más especializadas o puntuales. ¿Qué historia, qué Historias? La palabra, ya se ha dicho, no tiene límites. Por lo demás, si arbitrarias son todas las parcelaciones del hecho histórico, éstas se hacen especialmente arriesgadas en un campo como es el que nos ocupa. La historia de la homosexualidades es una sub-sub-disciplina de los Estudios Gays y Lesbianos, a su vez sub-disciplina de los Estudios Culturales ( Cultural Studies ), a su vez caracterizados por una aproximación multidisciplinar a los hechos, fenómenos culturales e identitarios. Así, el acercamiento histórico a las identidades, prácticas, políticas y modos de vida homosexuales supone un ejercicio que se nutre de campos diversos del saber histórico, como la historia de la literatura y de otras artes; la historia de la filosofía (como género de la anterior); la historia de la sexología y de otras ciencias humanas; las historias locales y las historias urbanas; la microhistoria y las historias de vida; la historia del género; la historia jurídica, la historia política, y otras tantas historias. Siendo fiel con las fronteras-no-marcadas por la historia de las homosexualidades, no haré discriminación de ámbito disciplinar, con la exclusión de aquellas páginas exclusivamente dedicadas a la historia del arte homosexual (a las homosexualidades en el arte, a los y las artistas homosexuales), y, en general, a iconografía y mitología homosexuales. Y un criterio de selección que viene impuesto: el lingüístico. Como resulta suficientemente sabido, internet impone también una jerarquía de lenguas. Si la lengua inglesa es generalmente la dominante en internet, este dominio adquiere carácter casi absoluto en el ámbito de los Estudios Gays y Lesbianos, un producto académico que mantiene inevitablemente muy marcado su origen 110
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predominantemente norteamericano. Lo mismo cabe decir de las historias de las homosexualidades. La gran mayoría de las páginas que comentaremos son de origen norteamericano, lo que define no sólo el idioma, sino evidentemente también las temáticas, a veces muy locales. Mientras que, por una parte, he procurado deslocalizar las páginas que se presentan con la aplicación del criterio de jerarquía de niveles señalado arriba, lograr una representación más equilibrada de lenguas se hace difícil a riesgo de perder información relevante. En la medida de lo posible, simplemente se ha procurado señalar las pocas páginas especializadas existentes en otras lenguas de uso vehicular corriente. El castellano, sea ya dicho de antemano, brilla especialmente por su silencio en estas historias.
Para empezar, Historias de las homosexualidades Relatos históricos, historias totales, e introducciones a las historias son muy comunes en internet. Se trata en general de ejercicios de divulgación, y por tanto útiles en medida proporcional al interés y a los conocimientos del lector o lectora, pero que siempre terminan por decir cosas interesantes. El modelo no suele variar: pequeños textos que rastrean la historia de las homosexualidades siguiendo un criterio cronológico (incluyendo incluso cronologías), con énfasis especial en la vida de personajes notables, generalmente acompañados de material gráfico y sólo con carácter extraordinario de artículos de carácter más académico. Las calidades son por supuesto muy diversas, aunque las hay francamente buenas. Para la historia lesbiana (y no sólo), la introducción seguramente más citada es la siguiente: Swade Pages: http://www.swade.net/swadepages/les.hist.htm
Una página personal, todavía en construcción. Se abre con una cronología de la historia lesbiana (y gay) desde el 580 AC hasta nuestros días. Le siguen algunos artículos descargables, buenos vínculos y biografías de los personajes más relevantes para la historia de las homosexualidades, desde aquellos más famosos (empezando por Safo), hasta aquellos no por menos conocidos menos relevantes (Kertbeny, Ulrichs, Hirschfeled, etc). 111
History / Herstory: Internet y la historia de las homosexualidades
Siguiendo una idea similar, aunque de dimensiones mucho más modestas, puede encontrase una pagina en italiano, Les-Storia Lesbica: <http//:www.women.it/les/storia/storia.htm> Gay History: <http://www.gayhistory.com>
Una de las páginas de divulgación más famosas, bajo la responsabilidad de Andrew Wikholm, del Archiv für Sexualwissenschaft de Berlín. Es un proyecto de ambición y calidad superiores a la anterior (incluidos no sólo los textos, sino también la presentación gráfica), aunque exclusivamente centrado en la historia de la homosexualidad masculina . Al igual que la anterior, parte de una cronograma (a partir de 1700) salpicado de pequeños comentarios historiográficos y biográficos. Se incluye también un pequeño glosario, una bibliografía esencial, un listado de vínculos y un pequeño test para aquél que se atreva y tenga tiempo de poner a prueba sus conocimientos de historia gay. The Wold History of Male Love: <http//:www.androphile.org>
La historia mundial del amor masculino (entre seres de este género, se entiende) es una introducción somera, aunque de mucho atractivo visual, a la homosexualidad masculina desde la Antigüedad hasta 1900. Algunos artículos y muchas imágenes. Quizá su gran virtud (sobre todo para el que no hable inglés) sea que está también disponible en versión castellana.
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Who’s Who, Quién es homosexual. Una de las vertientes de la historia de la homosexualidad es la biográfica: la búsqueda de una explicación y una legitimación de las identidades homosexuales contemporáneas en las vidas de los que vinieron antes, bien inventando identidades, bien defendiendo derechos. Así, en internet encontraremos páginas personales dedicadas a los personajes que marcaron la historia tanto evenencial como estructural de las homosexualidades, algunas de las cuales constituyen en sí mismas epígrafes para las Historias que se describen en este artículo, como las de Karl Einrich Ulrichs o la de John Addington Symonds. Algunos personajes tienen más de una, como las de los consabidos Wilde, Whitman o el propio Foucault. No es posible aquí mencionar todas ellas, que podrán encontrarse fácilmente en guías como People With A History. Si a este ejercicio de autoafirmación genealógica se le une el voluntarismo hagiográfico tan propio a la cultura marica, el resultado se va alejando poco a poco del relato histórico, de una reflexión sobre nuestra contemporaneidad apoyada en el pasado, para pasar a la divulgación histórica, y caer desde ésta, a veces en picado, en el puro cotilleo histórico. ¿A alguien le interesa quién era el novio de John M. Keynes? ¿A alguien le interesa lo que hicieron o dejaron de hacer Alejandro Magno y Hefestión junto a la tumba de Aquiles? La respuesta es, por supuesto, afirmativa. Internet se llena así de páginas monográficas dedicadas al género biográfico-hagiográfico en busca de conductas homosexuales en las vidas de los personajes históricos de enciclopedia. Ni que decir tiene que la escritura de la historia en estos términos no pasa ni por el cuestionamiento de las homosexualidades en cuanto identidades históricamente contingentes; ni, desde luego, por el análisis de la relevancia de una historia escrita al modo más convencional, de reyes reinonas. En todo caso, para que luego la Paka no diga que en esta revista nos ponemos dogmáticos, ahí va una lista de algunas: Historical Lesbians: <http://www.geocities.com/WestHollywood/Heights/> Gay Heroes, Myth and Legends: <http://GayHeroes.com> Rob’s Gay Page: <http://members.tripod.com/~gayinfo/index.html The Gallery of World Famous Forgotten Lovers, Whores and Other Strangers: <http://www.geocities.com/WestHollywood/Heights/8255/famousguy.html. Tecne: Elementos de Cultura Homosexual (en castellano, una de las más tontas) <http://www. geocities.com/WestHollywood/Village/7797>
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Toda Historia tiene su historiografía Junto con los relatos anteriores, conviven en internet páginas que son no ya tanto historias de las homosexualidades, sino auténticas guías para el estudio histórico de las homosexualidades. El matiz lo da la perspectiva: mientras las primeras se centran en el relato en sí, el segundo discute las bases del relato y las formas de contarlo. Se trata por tanto de páginas destinadas no sólo a todos y todas a quienes interesa la historia de las homosexualidades, sino a aquellos y aquellas que les interesa en cuanto que campo especializado del saber, que confronta sus métodos y pone en común sus fuentes: en otras palabras, son guías para el estudio de las homosexualidades históricas. Los límites de la lectura histórica y del ejercicio historiográfico son por supuesto lábiles, y en las páginas de abajo se encontrarán textos y datos de indudable interés para el lector o lectora más interesadas, empezando por la posibilidad del recurso no mediatizado a las fuentes. People with a History: <http://fordham.edu/halsall/pwh/>
Este título, de resonancia hegeliana, da nombre al proyecto posiblemente más ambicioso de historia de las homosexualidades en internet. Quien empiece por aquí ya no tendrá necesidad de visitar más páginas, y si así lo desea, lo podrá hacer a través del extenso repertorio de vínculos que incorpora. Peoples with a history (PWH) se enmarca dentro de un proyecto aún más ambicioso, el Internet History Sourcebooks Projects, perteneciente a la Universidad de Fordham (Nueva York), una asombrosa colección de fuentes historiográficas y otros materiales didácticos de acceso público relativas a la historia antigua, medieval y moderna, prestando un especial interés especial a estudios de área transversales, como la propia historia de las homosexualidades. Responsable de ambas es Paul Halsall, un conocido medievalista especializado tanto en historia gay en Época premoderna como en el uso de internet para la investigación académica. La combinación de deja de ser todo un hallazgo. PWH, se presenta como una Guía Online para la Historia Lesbian, Gay , Bisexual y Trans*. Se trata en realidad de algo más de una guía (que también), ya que incluye una amplísima colección de fuentes primarias, artículos, bibliografías, reseñas de libros, y vínculos a otras páginas sobre la historia de las homosexualidades en todas las épocas y en todos los ámbitos geográficos, archivos y bibliotecas, con la mirada puesta en la didáctica universitaria (que el propio Halsall ejerce). Una 114
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colección de fuentes iconográficas se encuentra actualmente en proceso de elaboración. La página de contenidos se estructura en periodos históricos (el mundo antiguo; la era medieval; Europa antes y después de la I Guerra Mundial, Norteamérica; Asia, África, América Latina y Oceanía), junto con una introducción a la historia y teoría homosexuales, más cuatro capítulos transversales (matrimonio del mismo sexo; bisexualidad; historia trans* y crítica gay de la cultura gay, “anti-gay”). Cada capítulo cuenta con una pequeña introducción historiográfica, que discute fuentes y presenta debates. Sin embargo, la gran virtud del proyecto es la puesta a disposición del público de una colección inaudita de fuentes primarias sujeta, evidentemente , a la existencia o no de estas fuentes. Así, donde el capítulo dedicado a la Época antigua incluye unos pocos pasajes del Libro de los Muertos egipcio o de las escrituras de Zoroastro (existe una página dedicada a la homosexualidad y zoroastrismo, no nos llevemos a asombro), los capítulos dedicados a la Antigüedad Clásica incluye una colección de más de una centena de textos, que van desde Homero a Suetonio, pasando evidentemente por Platón y Safo, que se podrán leer en griego clásico. El interés investigador del propio editor se plasma en el tratamiento más pormenorizado de momentos histórico-culturales como la primera patrística cristiana o la escolástica. Quizá por esta misma razón, el ritmo histórico se acelera a partir de la Edad Moderna europea, para llegar a un tratamiento quizá excesivamente rápido de la Época contemporánea. Aun así se encuentran documentos de interés innegable, desde el holocausto a la emergencia del movimiento de los derechos de los homosexuales en Estados Unidos y Europa, con miradas tangenciales (aunque no privilegiadas) al mundo de la literatura o el cine. PWS dedica también una mirada a las homosexualidades en culturas distintas a las occidentales. La colección de literatura secundaria que acompaña a las fuentes para cada periodo histórico es también extraordinaria. En cuestión de artículos, encontraremos toda la ortodoxia de la escuela norteamericana de estudios gay y lesbianos, desde los consabidos Halperin y Butler, hasta ensayos del propio Halsall (a la sazón un escritor contumaz). Encontraremos así debates abiertos, empezando por la consabida pelea entre constructivistas y esencialistas acerca de la delimitación de la homosexualidad como campo de investigación histórica. La página incorpora asimismo una bibliografía parcialmente anotada de la historia de las homosexualidades que es considerada como la más 115
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completa y puesta al día de todas las que se encuentran en la red: <http://www.fordham.edu/halsall/pwh/gayhistbib.html> En definitiva, la mejor página sobre historia de la sexualidad de todas las que conozco. Problemas (típicos de este medio) no le faltan: muchos de los vínculos están oxidados, aunque el editor se compromete personalmente a arreglar los descalabros si se le escribe a su dirección de correo electrónica. Es, por lo demás, una página de composición abierta, por lo que se aceptan sugerencias. Gay History and Literature: <http://www.infopt.demon.co.uk/gayhist.htm>
Seguramente la segunda mejor pagina en internet después de PWH. Se trata de la página personal de Victor Norton, crítico literario, experto en literatura inglesa de los siglos XVII y XVIII y uno de los pioneros en la enseñanza de literatura gay y lesbiana. Es además uno de los más sonados opositores al paradigma socioconstructivista dominante en los estudios históricos sobre la homosexualidad. Tal y como argumenta en su libro The Myth of Modern Homosexual (1997), Norton ataca la idea de que el “homosexual” sea una creación moderna, y defiende en cambio la existencia de una identidad histórico-cultural unitaria. Se trata por tanto de un enfoque sedicentemente “esencialista”, que pone menos el énfasis en los mecanismos de sujeción normalizadora o en los prejuicios homófobos y más en los modos de vida y culturas homosexuales a través de la historia. Conforme a los propios intereses del autor, la página se centra especialmente en Época moderna (sobre todo en Inglaterra) y en estudios literarios. Incluye también una buena lista de vínculos y un listado realmente impresionante de reseñas bibliográficas sobre la historiografía homosexual reciente. Puestas en común, PWH y Gay History and Literature representan dos formas distintas de hacer historia de las homosexualidades, la una más cerca de las homosexualidades como fenómeno (es decir, práctica) histórica, la otra más tendente al análisis de identidades y culturas homosexuales. La una más cerca del hacer historiográfico convencional, la otra más cerca de los Cultural Studies y de la permeabilidad de sus fronteras. En cierta medida, una y otra se complementan. Su bibliografía compite en extensión y, sobre todo, en sistematicidad con la de PWH: <http://www.infopt.demon.co.uk/bibhist.htm> Lesbian History Project: <http.www-lib.usc.edu/~retter/main.html.>
Página personal de Yolanda Retter, de la Universidad de California del Sur, un centro que cuenta con su propia biblioteca y archivos sobre las homosexualidades. La página 116
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incluye hitos en la historia lésbica de todas las épocas y zonas, con un gran directorio de vínculos, artículos y fotografías descargables. Es una especie de hermana pequeña de PWH, sin grandes pretensiones pero de gran claridad y alto grado de especialización, como toda buena guía. Stonewall and Beyond: <http://www.columbia. edu/cu/libraries/events/sw25/>
Se trata de la página oficial de la exposición Stonewall and Beyond: Lesbian and Gay Culture Before and After Stonewall, celebrada en la biblioteca de la Universidad de Columbia (Nueva York) en 1994 con motivo de la conmemoración del vigésimo quinto aniversario de los sucesos de Stonewall, con la participación del Grupo de Estudios Gays y Lesbianos de la misma universidad. Como el propio título indica, la página es mucho más que el análisis de lo que fue y supuso Stonewall. En realidad, se trata de una guía muy útil para el estudio de la cultura gay a través del estudio de los libros que pensaron y piensan la homosexualidad, desde el siglo XVIII hasta nuestros días, desde Bentham y Shelley a Freud y Margaret Mead. Como todo buen ejercicio bibliofílico en internet, muchos de los textos pueden descargarse completa o parcialmente. Sin duda la parte más interesante es una breve reflexión historiográfica (“History of Homosexuality ... and Homosexuality in History”) que analiza las Historias de las homosexualidades escritas después de Stonewall a partir de los libros fundacionales de esta (subsub-)disciplina, desde los escritos de John Boswell y John D’Emilio hasta David Halperin y Eve Sedgwick. La historia de los orígenes. Como se dijo, la historia de las homosexualidades es un producto académico de indudable origen norteamericano. No es de extrañar entonces que tanto la historia de las culturas homosexuales como la historia del movimiento por los derechos de los/as homosexuales en este país tengan un reflejo privilegiado en internet. A pesar del marco geográfico limitado, las páginas que siguen contienen datos históricos que son de relevancia para la comprensión de las identidades y movimientos homosexuales contemporáneos, en cuanto que productos globalizados que no pueden olvidar sus orígenes. Out of the past: 400 Years of Gay History in America: <http://www.pbs.org/outofthepast/home.html> J.T Sears (página personal): <http://www.jtsears.com>
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El genocidio homosexual en internet La homosexualidad, al parecer, constituía una gran amenaza para la reproducción de la “raza aria”. A principios de la década de 1930, Heinrich Himmler funda el Comité para Lucha contra la Homosexualidad y el Aborto. El 30 de enero 1933, Hitler prohíbe las organizaciones gays y lesbianas, y somete a raids a sus organizaciones, instituciones y sitios de encuentro, acabando con la rica cultura homosexual en ciudades como Berlín, Hamburgo, Bremen, o Munich. El 6 de Mayo de ese mismo año, los nazis asaltaron el Instituto para la Ciencia Sexual de Magnus Hirschfeld en Berlín. En 1934, el ser gay fue uno de las excusas públicas esgrimidas para los asesinatos de la “Noche de los Cuchillos Largos”. El artículo 175 del Código Penal alemán se verá reformado en junio de 1935 para penalizar no sólo las prácticas homosexuales, sino la mera tendencia a ser homosexual. Sobre la base de este artículo, se calcula que unos 150.000 hombres fueron arrestados. Unos 10.000 y 15.000 serían llevados a campos de concentración, de los cuales sólo saldría vivo el 25%. La homosexualidad (y, sobre todo, la homosexualidad masculina: la femenina era, al parecer, más fácil de ser redimida) pasaba así a llenar uno de los capítulos del holocausto nazi, otra de esas minorías, como la gitana, oculta entre las líneas de los grandes relatos sobre el genocidio. Mientras tanto, el triangulo rosa, el emblema colocado en el hombro de los prisioneros por razón de homosexualidad, pasaba a convertirse en el símbolo de la lucha por los derechos de las y los homosexuales en todo el mundo. La represión y exterminio físico de la homosexualidad en la Alemania nazi son objeto de atención privilegiada en internet, como parte de un programa tendente a perpetuar la memoria de lo que es (o al menos debería ser) un momento fundacional para las identidades homosexuales modernas. Veamos algunas páginas. Homosexuals, Victims of the Nazi Era http://www.holocaust-trc.org/homosx.htm Son muchos los trabajos monográficos que afrontan el genocidio de homosexuales. Ésta es una buena introducción. Se trata de una publicación original del Holocaust Memorial Museum de los Estados Unidos, que ha sido puesta a disposición en la página web del Holocaust Teacher Resource Center.
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Gay and Lesbian Children of Holocaust Survivors http://www.geocities.com/~infotrue/index.html La organización señera a estos efectos es la de los/as descendientes de aquellos gays y lesbianas que sobrevivieron a los campos de exterminio, la Gay and Lesbian Childern of Holocaust Survivors, con miembros en más de ciento cincuenta países. Si bien incluye documentos de calidad variable, su página es desde luego la guía mas completa para el estudio de la historia del holocausto homosexual en internet. La página contiene desde notas introductivas, artículos completos, bibliografías, reseñas, fotografías y un amplísimo directorio de vínculos a otras páginas de interés. Triangles Roses http://www.chez.comtraingle Artículos (la mayor parte en francés), y sobre todo, muchas fotografías que documentan la persecución nazi de los homosexuales no sólo en Alemania, sino también en otros países de Europa (incluyendo, por supuesto, la Francia de Vichy). Como su propio nombre indica, presta una especial atención al origen nazi del triangulo rosa. Nazi Persecution of Homosexuals http://members.aol.com/dalembert/lgbt_history/nazi_biblio.html Una extensa bibliografía anotada de obras de no-ficción en inglés relativas a la persecución nazi de los homosexuales, así como un listado de otras fuentes, como videos y películas e historias orales no publicadas. El editor es Gerard Koskovich, un historiador especializado en el tema. Revisionismo http://parent.qrd.org/RRR/revision.htm Como todo relato histórico del genocidio nazi, el de los/as homosexuales es también objeto de negación historiográfica. Siguiendo la estela del libro The Pink Swastika, de Scott Lively y Kevin Abrams, son muchas páginas las que, ya sea desde el neonazismo o desde el fundamentalismo católico, rebaten los hechos del genocidio homosexual, y que llegan a afirmaciones como, por ejemplo, que la plana mayor del Partido Nacional-Socialista era gay. Esta página es un directorio de éstas y otras teorías neorrevisionistas en internet.
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Instituciones especializadas Existen también instituciones especializadas en historia de las homosexualidades, lo que constituye una evidencia mas del grado de consolidación de esta subdisciplina (en geografías evidentemente distintas a la nuestra). Muchos de estos centros de investigación cuentan con sus propias páginas en internet que a su vez son auténticas guías de estudio para el tema que nos ocupa, al tiempo que proporcionan instrumentos para la investigación e informan de las líneas de trabajo en curso. ONE-IHI: <http://www.usc.edu/isd/archives/oneigla/>
Con sede en Los Ángeles, los ONE Archives son el resultado de la fusión del ONE Institute of Homophile Studies (1952) con el International Gay and Lesbian Archives (1944), y forma parte en la actualidad de la Universidad de California del Sur. Sus miembros fundadores, Dorr Legg y Jim Kepner, considerados como padres fundadores de la historia gay en Estados Unidos, que combinaron activismo gay y práctica historiográfica. ONE fue, desde su fundación, una organización pionera en los estudios gays y lesbianos (y de la historia de las homosexualidades en particular), contando en su haber con la primera revista norteamericana dedicada a estos asuntos (ONE Magazine); los primeros cursos de estudios homofílicos; y el primer programa de estudios universitarios de estudios gays y lesbianos, que se sigue usando en universidades como Harvard o Yale. La página combina información sobre los fondos archivísticos y bibliográficos de ONE (y de otros archivos asociados, como la Lesbian Legacy Collection y el Twice Blessed, The Jewish GLBT Archives), con artículos completos y descargables sobre cuestiones históricas, de los que cabe destacar los del propio Jim Kepner. La página de ONE también contiene información sobre el International Homophilics Institute (IHI), fundado en 1962 como parte de las actividades conmemorativas del décimo aniversario del ONE Institute of Homophile Studies. El IHI, que presume de ser el grupo de investigación sobre estudios gays y lésbicos más antiguo de los Estados Unidos, es responsable de varias publicaciones especializadas, entre ellas la International Gay Review, Homophilics , y edita la Encyclopedia of Homophilia. La página del Instituto se encuentra todavía en proceso de elaboración que, al paracer, va para largo. Recibe todo tipo de sugerencias en la dirección de correo: <ihi@tiac.net> 120
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Committee on Lesbian and Gay History (CLGH) <http://www.usc.edu/isd/archives/oneigla/clgh/index.html>
También asociada a la página de ONE encontramos la página web del Comité de Historia Lesbiana y Gay (CLGH), fundada en 1979 como asociada de la reputada American Historical Association (AHA), y un claro ejemplo del predicamento que han ganado los estudios gays y lesbianos en el ámbito académico estadounidense. Cuenta con carácter “oficial” desde 1982, y desde esa fecha se reúne anualmente junto con la AHA, promoviendo en esta última la celebración de paneles específicos dedicados a historia lesbiana, gay, bisexual, trans* y queer. En términos generales, el CLGHS promueve diversas iniciativas archivísticas e historiográficas, al tiempo que fomenta la inclusión de cursos específicos dedicados a la historia de las homosexualidades dentro de los planes de estudio. Su página web no aspira a constituirse en una guía a los estudios históricos del tipo PWH, si bien incluye información relevante para aquellos y aquellas que se dediquen a la investigación en estos asuntos, como un directorio de miembros; información sobre programas universitarios, cursos, conferencias y premios; el boletín periódico de la Comisión; y una lista abierta de correo electrónico para estar al corriente de sus actividades. Rowse History Center: <http://www.sbu.ac.uk/~stafflag/history.html>
Parte integrante del Knitting Circle, el centro de estudios gays y lesbianos de la Universidad de South Bank, Londres, el Rowse History Center es el centro más importante del Reino Unido dedicado a la historia de las homosexualidades. Siguiendo el modelo de ONE, la página, que pasa por ser una de las mas reputadas de esta disciplina en internet, contiene un extenso directorio de vínculos y artículos de carácter histórico, centrados (aunque no exclusivamente) en el contexto británico, así como reseñas y citas. Magnus-Hirschfeld-Gesellschaft: <http://me.in-berlin.de/~hirschfeld.folderen.htm>
La Sociedad Magnus Hirschfeld fue fundada en 1983, precisamente en el año en que se conmemoraba el cincuenta aniversario del asalto nazi al Instituto de Ciencia Sexual (19191933) fundado por el propio Hirschfeld en Berlín, cuya biblioteca fue quemada en la Opernplatz. Diez años después de su creación, la Sociedad creó el Centro para la 121
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Investigación en Historia de la Sexualidad, con el objetivo de promover la investigación en la historia del movimiento de reforma sexual y, en general, de los estudios sobre género y sexualidad. En contraste con otros centros de investigación en la historia de la homosexualidad, la Magnus Hirschfield no se interesa tanto de la construir una historia de las identidades homosexuales como de una historia del proceso de construcción del sexo/género y, vinculado a ésta, de la sujeción de las sexualidades al escrutinio y sistematización científicas. El periodo histórico objeto de su investigación es por tanto restringido, desde la segunda mitad del siglo XIX (cuando comienza a hablarse de “desviación sexual”) hasta nuestros días. El Centro publica su propio boletín (Mitteilungen der Magnus Hirschfeld-Geselschaft), cuenta con su propia línea editorial de monografías, y con una importante biblioteca y archivos especializados en sexología y estudios de género desde el punto de vista histórico. La página incluye artículos y publicaciones descargables, la mayor parte de ellos (al igual que la mayor parte de la página) en alemán. En una línea similar de especialización en sexología, con biblioteca y archivos especializados, puede visitarse la página del Archiv für Sexualzwischenstufen (Archivo de Sexología) con sede también en Berlín, que también incluye sesiones dedicadas a la historia: <http://www.rki.de/GESUND/ARCHIV/FIRST.HTM>
Para completar el circuito histórico-homosexual de Berlín, el Museo Gay de la ciudad (Schwules Museum) cuenta con su propia página, que incluye información (exclusivamente en alemán) sobre sus fondos y actividades: http://www.clan.de/ CCCProjects/CCCMEMEBERS/SchwulesMuseum/Index.html Homodok-Lesbian Archive Amsterdam: <http://www.homodok.nl >
Más conocido como Homodok, es un centro internacional de investigación en estudios gays y lesbianos, uno de los primeros (y escasos) en la Europa continental. Fue fundado en 1978, aunque su historia llega hasta Jakob Anton Scorer, un colaborador de Magnus Hirschfeled activo en los Países Bajos desde 1912. La página presenta información sobre sus fondos y actividades, tanto en inglés como neerlandés, así como una buena bibliografía centrada en la historia de las homosexualidades. 122
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Fondazione Sandro Penna <http://www.geocities.com/WestHollywood/6263/index.html>
La Fondazione Sandro Penna per la ricerca storica e culturale sull’omosessualità, de Turín, creada en 1984 y editora de la famosa revista Sodoma, es uno de los pocos centros de investigación que ha recogido el relevo de la historia de las homosexualidades en el Sur de Europa. Su página, todavía en fase muy inicial de construcción, recoge información sobre las actividades pasadas y futuros proyectos de investigación de la Fundación. Bibliotecas y archivos son, por supuesto, las herramientas de todo historiador e historiadora que no se haya enloquecido con la historia oral. Junto con los centros de investigación reseñados arriba, existe un gran número tanto de archivos y bibliotecas autónomas como de fondos especializados que se dedican a recoger los testimonios, escritos o no, de la historia de las homosexualidades para que sirvan de memoria o de olvido para las generaciones futuras. Ni libros ni legajos son, por supuesto, objetos fáciles de consulta remota. No por ello las páginas web de archivos y bibliotecas dejan de tener su utilidad, y no sólo por la información que contienen sobre sus respectivos fondos y condiciones de acceso. De hecho, algunas páginas anejan algunas pistas para la investigación, mientras que otras están abiertas a consultas por correspondencia, préstamo inter-bibliotecario, y otros servicios. Los archivos gays y lesbianos han llegado a un grado de dispersión y especialización que hace que no sea posible hacer aquí un inventario de todos las existentes. Pocos son además los archivos de ámbito “nacional”, con excepción de los de los Estados Unidos, Australia, Canadá y Quebec. Encontraremos un listado bastante completo de todos estos archivos en la página de la Lesbian and Gay Archives Roundtable , la organización, no nos asombremos a estas alturas, de archivistas gays y lesbianas de los Estados Unidos: <http://www.arhivists.org/saagroups/lagar/home.htm> Las páginas de las principales bibliotecas de los Estados Unidos contienen fondos especializados en historia y cultura gay y lesbianas. Junto con los catálogos en línea, algunas páginas incluyen guías para los estudios gays y lesbianos que contienen estrategias para la investigación en el campo que 123
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nos ocupa, así como listados de organizaciones, programas universitarios, bibliografías, reseñas bibliográficas y, cómo no, más vínculos. Estamos hablando, simplemente, de los fondos bibliográficos más importantes del mundo para los estudios gays y lesbianos, y por tanto para la historia de las homosexualidades. Las páginas de las bibliotecas públicas de Nueva York y Chicago, y de la Universidad de Yale, en New Haven (Connecticut), repiten todas un modelo más o menos similar. La biblioteca de la Universidad de Cornell (Ithaca, Nueva York), toma una posición metodológica similar a la de la Magnus Hirschfeld Gesellschaft: aquí prima más el papel de la sexualidad en las relaciones sociales que la historia de las identidades colectivas. A gusto del historiador o historiadora. Biblioteca Pública de Nueva York: <http://www.nypl.org/> Guía a los Estudios Gays y Lesbianos: <http://www.nypl.org/research/chss/grd/resguides/gay.html> International Gay Information Center: <http://nypl.org/research/chss/spe/rbk/igic.html> Biblioteca de la Universidad de Yale: Guía a los Estudios Gays y Lesbianos. <http://www.library.yale.edu./rsc/gayles/gayindx.htm> San Francisco Public Library: James C. Hormel Gay and Lesbian Center <http://206.14.7.53/glcenter/home.htm> Biblioteca de la Universidad de Cornell: Human Sexuality Collection. <http://rmc.library.cornell.edu/HSC/>
Revistas especializadas específicamente en la historia de las homosexualidades, más allá de los boletines de algunas organizaciones reseñadas arriba, no terminan de existir, al menos en internet, al menos hasta donde alcanza el modesto conocimiento del que escribe. Existe sin embargo una revista muy parecida a lo que estamos hablando: Journal of the History of Sexuality: http://www.utexas.edu/utpress/journals/ jhs.html
Creada en 1990, es una revista especializada en la historia de la sexualidad en todos sus aspectos (incluyendo, por tanto, las diferentes orientaciones sexuales) desde una perspectiva multidisciplinar, muy al gusto de los estudios culturales que se practican en la academia anglosajona. Los últimos números incluyen artículos específicamente dedicados a historia homosexual, desde la historia social de las lesbianas a la campaña contra la homosexualidad en Miami en los medios 124
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de comunicación durante los años cincuenta. Como suele ser costumbre en muchas otras páginas de revistas académicas, aquí no podrán descargarse artículos, aunque sí consultarse los índices de los últimos números, así como el archivo con los números anteriores. Por último, para estar al día de las últimas contribuciones monográficas en el campo de la historia de las homosexualidades, puede ser siempre útil tener en cuenta las páginas de librerías y buscadores especializados en asuntos gays y/o lesbianos. Citaré sólo algunas páginas que cuentan con secciones especificas dedicadas a la historia, y que publican reseñas de los últimos libros en el mercado (que, por supuesto, podrán adquirirse por internet): A different Light Bookstore: <http://adlbooks.com/history.html> Rainbowquery: <http://www.rainbowquery.com> The Other Queer Page: <http://im1ru12.org/toqp/ Planet Out: <http://planeout.com>
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Fecha:
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Firma del titular:
A N E X O
H I S T Ó R I C O
El presente Anexo se compone de textos y documentos de muy distinta época y procedencia pero que han sido incluidos por su interés para los historiadores de la sociedad, la literatura, etc., e incluso para sociólogos. Algunos, como los sáficos han sido ocultados durante siglos; en otros casos, como en la homosexualidad en Mallorca, se trata de documentos desconocidos. Finalmente otros, como los Manifiestos delFAGC y del FLHOC, son documentos de la historia más reciente de los movimientos homosexuales en el Estado español.
Textos literarios de la antigüedad grecorromana Juan Francisco Martos Montiel Sobre el tema del lesbianismo en la antigüedad grecorromana, se incluyen a continuación algunos textos significativos que completan o complementan los recogidos en nuestro artículo.
1. Safo, Frag. 31 Este célebre poema, en el que se describen los síntomas de la pasión amorosa, ha estado sujeto a múltiples interpretaciones, en muchas de las cuales, particularmente las que intentaban clasificarlo en el género del epitalamio o canto de bodas, se adivina un pudoroso intento de salvar la moral de Safo. A pesar de ello, la filología actual tiende cada vez más a interpretarlo como una clara manifestación del amor de la poetisa por una muchacha a la que un hombre «semejante a los dioses» va a tomar por esposa, y su amargo dolor y resignación ante la separación y la pérdida de su amiga. Por otra parte, este poema constituye el ejemplo primero y más completo del topos de los síntomas o patología del amor; en él la poetisa describe magistralmente los síntomas corporales que acompañan al estado de enamoramiento: palpitación del corazón, inercia de la lengua, quebrantamiento de la voz, ligero fuego en la piel, obnubilación de los ojos, zumbido en los oídos, frío sudor en todo el cuerpo, temblor, palidez, carencia de fuerzas, etc. Enumeraciones similares de estos síntomas encontramos con profusión en la literatura 127
Textos literarios de la antigüedad grecorromana
griega posterior a Safo, especialmente en relación con famosas parejas de enamorados, como los casos de Medea y Jasón (Apolonio de Rodas, Argonáuticas, III 956-972) o de Dafnis y Cloe (Longo, Dafnis y Cloe, I 13.5-6).
Me parece igual a los dioses aquel hombre que está sentado frente a ti y a tu lado te escucha mientras le hablas con dulzura y ríes con amor. Ello, en verdad, ha hecho desmayarse a mi corazón dentro del pecho: pues en cuanto te miro un instante, mi voz no me obedece, mi lengua queda rota, al punto un fuego sutil corre bajo mi piel, nada veo con mis ojos, me zumban los oídos, brota de mí el sudor, un temblor se apodera de mí toda, más pálida me quedo que la hierba y a punto de morir me veo a mí misma.
2. Platón, Banquete, 191 c - 192 a En boca del comediógrafo Aristófanes puso Platón el famoso mito del andrógino, aquel doble ser de tres sexos (masculino-masculino, femenino-femenino y masculinofemenino) que fue dividido en dos por Zeus debido a su insolencia y sus pretensiones de poder. La búsqueda mutua de las distintas mitades (tenemos aquí una versión griega de lo que podríamos llamar “mito de la media naranja”) es el origen de los tres tipos generales de la pasión amorosa: el amor heterosexual, el amor homosexual masculino y el amor homosexual femenino. La primera mención explícita de este último en la literatura clásica se encuentra precisamente en el pasaje que recogemos a continuación. Desde hace tanto tiempo, pues, es innato en los hombres el amor de los unos hacia los otros y restaurador de la antigua naturaleza, porque intenta hacer uno solo de dos y sanar así la naturaleza humana. Por tanto, cada uno de nosotros es una mitad de hombre, al haber quedado seccionado en dos a partir de uno solo, como los lenguados. Por esta razón, precisamente, cada uno está buscando siempre su otra mitad. En consecuencia, todos los hombres que provienen de la sección en dos de aquel ser de sexo común que entonces se llamaba andrógino, 128
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son aficionados a las mujeres, y a este género pertenece también la mayoría de los adúlteros; y proceden también de él, a su vez, todas las mujeres que son aficionadas a los hombres y adúlteras. Pero todas las mujeres que provienen de la sección en dos de una hembra, no prestan mucha atención a los hombres, sino que están más inclinadas a las mujeres, y de este género proceden también las lesbianas. Por el contrario, todos los hombres que provienen de la sección en dos de un macho, buscan a los varones y, mientras son jóvenes, al ser como rodajas de varón, aman a los hombres y se alegran de acostarse y abrazarse con ellos. Éstos últimos son los mejores de entre los jóvenes y adolescentes, ya que son los más viriles por naturaleza; algunos dicen que son unos desvergonzados, pero se equivocan, pues no hacen esto por desvergüenza, sino por audacia, hombría y masculinidad, abrazando lo que es similar a ellos.
3. Antología Palatina, V 207 (Asclepíades) Frente a la vaguedad intencionada de Asclepíades al hablar simplemente de prácticas «no buenas», tanto el sentido general del epigrama como diversos escolios y noticias posteriores nos hacen ver con claridad que en él se ataca a dos mujeres homosexuales. De especial importancia es el hecho de que sean ambas de Samos, pues las samias, al igual que las lesbias, tuvieron una pésima reputación en cuestiones sexuales en general, y homosexuales en particular, durante toda la Antigüedad: eran famosos, en efecto, el número y la calidad de sus prostitutas, algo que sin duda llevó a Plutarco a mencionar sin vacilación a las «flautistas y bailarinas samias» en una relación de célebres cortesanas que inserta en el capítulo 9 de su Diálogo sobre el amor (753 D). Es lógico pensar, y creo que así debieron suponerlo también en la Antigüedad, que estas afamadas prostitutas realizarían con habilidad todo tipo de prácticas sexuales, incluidos “números lésbicos”. Téngase en cuenta, además, que de Samos era también la conocida pornógrafa Filénide, que fue acusada de tribadismo por algunos autores antiguos. Las samias Bitó y Nanio no quieren dar culto a Afrodita de acuerdo con sus leyes, y se pasan a ritos distintos que no son buenos. ¡Señora Cipris, odia a las desertoras de tu lecho! 129
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4. Fedro, Fábulas, IV 16 Esta fábula, titulada Prometheus, atribuye en clave de humor el origen de «lesbianas y maricas» (tribadas et molles mares) a Prometeo, el mítico creador y benefactor de la raza humana, quien, teniendo ya modeladas por separado las pudenda de cada sexo, fue invitado por Baco a cenar, y, cuando volvió borracho y medio dormido, les colocó a algunas de sus criaturas el órgano equivocado. Preguntó otro qué causa había dado origen a las tríbadas y a los maricas, y contestó el anciano (i. e., Esopo): «El mismo Prometeo, creador del vulgo hecho de arcilla, que tan pronto como choca con la Fortuna se rompe, había estado modelando durante todo el día por separado las partes naturales que el pudor esconde bajo la ropa, para poder unirlas luego a sus cuerpos, cuando inesperadamente fue invitado a cenar por Líber. Allí sus venas fueron regadas por abundante néctar y volvió tarde a casa con paso vacilante. Entonces, medio dormido y confuso por la borrachera, pegó el órgano de las vírgenes al sexo masculino y los miembros viriles los pegó a las hembras. Por eso ahora la lujuria goza de placeres depravados.»
5. Luciano, Diálogos de cortesanas, 5 Recurriendo a un artificio retórico frecuente en su prosa, Luciano hace que Leena, la protagonista de este diálogo, tenga en suspenso a su interlocutora, Clonario, cuya maliciosa curiosidad constituye el pretexto de la composición, retrasando la revelación de los detalles íntimos hasta la inesperada conclusión, que deja en ascuas a Clonario y por supuesto al lector. En cuanto al tema, que gira en su totalidad en torno al travestismo y al homoerotismo femenino, no encontramos episodios paralelos en toda la producción literaria griega que ha llegado hasta nosotros. Es posible reconocer, no obstante, una cierta analogía ambiental con el sexto mimiambo de Herodas (Las amigas o mujeres en conversación íntima), centrado, como sabemos, en las confidencias de dos amigas respecto a sus preferencias sexuales. En todo caso, es bastante probable que existieran escritos de temática similar a ésta en la literatura de época alejandrina. CLONARIO. Novedades oímos acerca de ti, Leena: que la lesbia Megila, rica ella, te ama como si fuera un hombre y que pasáis ratos juntas haciendo no sé qué entre vosotras. 130
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¿De qué se trata? ¿Te has sonrojado? Pero dime si eso es verdad. LEENA. Es verdad, Clonario; pero me da vergüenza, porque es algo fuera de lo normal. CLO. Por la criadora de caballos, dime: ¿qué cosa es?, ¿qué quiere ella?, ¿qué hacéis cuando estáis juntas? ¿Ves? No me quieres, pues si no fuera así, no me ocultarías tales cosas. LE. Te quiero como a la que más. En cuanto a esa mujer, es terriblemente varonil. CLO. No entiendo qué quieres decir, a menos que se trate de una tortillera. Dicen que en Lesbos, en efecto, hay mujeres semejantes, de aspecto viril, que no quieren hacerlo con los hombres y, en cambio, tienen trato con mujeres como si fueran hombres. LE. Algo así es. CLO. Pues precisamente eso, Leena, es lo que quiero que me cuentes: cómo trató de seducirte primero, cómo te dejaste convencer y lo que vino después. LE. Habían preparado una fiesta ella y la corintia Demonasa, rica también y de la misma profesión que Megila, y alquilaron mis servicios para que les tocase la cítara. Estuve tocando hasta que se hizo tarde y llegó la hora de acostarse, y ellas estaban borrachas. Entonces dijo Megila: “Venga, Leena, ya es hora de dormir; acuéstate aquí con nosotras, en medio de las dos”. CLO. ¿Te acostaste? ¿Y qué pasó después? LE. Primero me besaban como hombres, sin limitarse a juntar sus labios a los míos, sino entreabriendo la boca, y me abrazaban y oprimían mis senos; Demonasa incluso mordía mientras besaba, y yo no podía figurarme qué era aquello. Más tarde Megila, que estaba ya entrando en calor, se quitó de la cabeza la peluca, que llevaba puesta de modo muy aparente y con aspecto natural, y se dejó ver rapada hasta la piel, como los atletas muy viriles, y yo me quedé cortada. “Leena”, me dijo, “¿has visto alguna vez a un joven tan hermoso?” “No veo aquí a ningún joven, Megila”, le respondí. “No me conviertas en hembra”, replicó, “porque yo me llamo Megilo, y llevo mucho tiempo casado con Demonasa, y ella es mi mujer”. Aquello, Clonario, me causó risa, y le dije: “Entonces, ¿tú, Megilo, nos has ocultado que eres un varón, como cuentan de Aquiles cuando se escondió entre las doncellas, y tienes eso que tienen los hombres y haces a Demonasa lo que los hombres?” “Eso no lo tengo, Leena”, respondió, “pero no lo necesito en absoluto, y vas a ver que tengo relaciones de un modo especial y mucho más grato”. “¿No serás un hermafrodita», pregunté, “como muchos que dicen que hay, que tienen lo uno y lo otro?” Pues yo, Clonario, todavía ignoraba el asunto. “No”, contestó, “yo soy completamente varón”. “A Ismenodora”, le dije, “la flautista beocia, en una ocasión en que refería cosas de su tierra, la oí contar que 131
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en Tebas una mujer se transformó en hombre, y fue un excelente adivino, creo, de nombre Tiresias. ¿No será, entonces, que a ti te ha ocurrido algo parecido?” “No, qué va, Leena”, respondió, “yo nací igual que el resto de vosotras, pero mi forma de pensar, mis deseos y todo lo demás son de hombre”. “¿Te basta entonces con tus deseos?”, le pregunté. “Venga, Leena, entrégate, si no lo crees”, me respondió, “y te darás cuenta de que no me falta nada que tengan los hombres, porque tengo una cosa en lugar de miembro viril. Conque entré-gate y lo verás”. Me entregué, Clonario, pues me suplicó con insistencia y me dio un collar de los caros y unas telas muy finas. Y luego, mientras yo la abrazaba como a un hombre, ella hacía, besaba, jadeaba, y me parecía que gozaba en extremo. CLO. ¿Y qué era eso que hacía, Leena? ¿Y cómo lo hacía? Dime sobre todo eso. LE. No preguntes tantos detalles, que son cosas vergonzosas. Así que, por la Afrodita celeste, te aseguro que no puedo decírtelo.
6. Claudio Ptolomeo, Tetrabiblos, 171-172 (III 14) Ptolomeo acaba de explicar que, en una determinada conjunción del Sol y la Luna con Marte y Venus, si las luminarias están en signos masculinos, incrementan en general el carácter viril y activo del alma, pero, si los planetas están también en signos masculinos, entonces los hombres propenden con más fuerza a las relaciones naturales de su sexo (synousías katà physin) y se convierten en adúlteros, insaciables y dispuestos en cualquier momento a placeres sexuales sucios e ilícitos (tà aischrà kaì paránoma tôn aphrodisíon). A continuación expone la influencia de esa particular disposición de los astros sobre las mujeres. Las mujeres, en cambio, son impúdicas y dadas a las relaciones contra natura, lanzan miradas lascivas y se convierten en las llamadas tríbadas: tienen trato con hembras y realizan actos de hombres. Si es sólo Venus el que está en lugares masculinos, estas bajezas las hacen a escondidas y no abiertamente; pero si también lo está Marte, las cometen en público y de manera desvergonzada, de modo que a veces incluso presentan como esposas legítimas a las mujeres con las que tienen trato.
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La homosexualidad en Mallorca en el s. XIV (reinado de Jaume IV: 1349-1375) Ramón Rosselló y Jaume Bover
Después de más de 25 años de investigación en los archivos históricos sobre la historia de la sexualidad en las Islas Baleares no hemos localizado ningún caso de homosexualidad en el s. XIII, y sólo cinco en el s. XIV. Pocos, pero de gran interés. Así comprobamos en los casos estudiados cómo en el s. XIV la homosexualidad no era exclusiva de la población marginal como los cautivos y esclavos, unos grupos sociales que en la práctica no se diferenciaban pero que jurídicamente su situación era distinta. Nuestros sodomitas, como así se llamaban en la época que hemos documentado eran: - mallorquines de origen catalán, como Antoni Roger, del cual sabemos muy poco, y Joan Torrebadal, casado y padre de seis hijos. - judíos mallorquines. Recordemos que los judíos de Mallorca en 1303, cuando son detenidos nuestros personajes, no forman parte de una población marginal, sino de una comunidad distinta. - cautivos innominados, uno de ellos sarraceno. En definitiva en estos sodomitas están representados los tres grandes grupos sociales de la población isleña de la época: mallorquines, judíos y cautivos. Ninguno de ellos fue condenado a muerte ni ajusticiado. Ninguno de ellos fue juzgado por alguna autoridad religiosa. La tortura con agua y sal está documentada especialmente durante los siglos XIV y XV. En los libros de cuentas de la Casa del Turments figuran múltiples partidas por compra de sal. En el s. XIV existía un leve rastro de benevolencia hacia los sodomitas. Antoni Roger después de ser atormentado, la Administración paga a un cirujano para que le cure. Joan Torrebadal consiguió el perdón real a instancia de su esposa, aunque no sabemos en qué consistió exactamente su condena, quizás en el exilio. De poco le valió el perdón pues fue asesinado por su hermano, incapaz de asumir el deshonor familiar. 133
La homosexualidad en Mallorca en el s. XIV (reinado de Jaume IV: 1349-1375)
El caso de pederastia de 1397 es significativo. Un cautivo intenta cometer el pecado de sodomía con un niño de 8 años. Aparte de esto no sabemos casi nada del cautivo. En cambio su víctima y su padre fueron molestados abusivamente por el alcalde local hasta tal punto que el padre acudió a la intercesión del Gobernador de la isla. La composición pecuniaria o pago de una multa era una práctica corriente en la justicia en general. En el caso de la homosexualidad vemos que tres de los cuatro judíos tuvieron que pagarla; el pregonero que dejó escapar a un cautivo sodomita también; así como el hermano que cometió fratricidio. En una isla, con reducida población, matar a un ser humano no era rentable. La pena de muerte se aplicaba en otros casos y según el lugar donde se cometía el delito. Por ejemplo en los territorios propiedad del Obispo de Barcelona la pena de muerte era casi imposible. Además de la condena, en el caso de que la hubiere, los sodomitas mallorquines desde el s. XIV hasta bien entrado el s. XVII no podían conseguir un permiso de salida de la isla, el guiatge, el cual estaba prohibido además a los herejes, criminales de lesa majestad, falsificadores de moneda y asaltadores de caminos. Poco tiempo después la situación cambiaría. Las penas serían más duras, los actores procederían de un espectro social más variado, y la Iglesia se entrometería.
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Ramón Rosselló y Jaume Bover
Documentación 1303. Judíos sodomitas Jonás, Lahiam ben Salyman, Haabo ben Hiffa y Salomón ben Fara, todos ellos judíos de Mallorca, se encontraban en 1303 en la ciudad de Bugía, en el Norte de África. Allí fueron acusados del nefandísimo crimen de sodomía por el cual el cónsul de Mallorca los repatrió a la Ciudad de Mallorca para que fueran juzgados. Una vez en Mallorca la Aljama intervino presentando una apelación contra la sentencia que había dictado el batle y juez de la Ciudad consistente en que dicho Lahiam ben Salyman debía ser torturado con agua y sal. El poder de la Aljama consiguió que interviniera el Rey Jaime II, el cual desde Perpiñán comunicaba a su lugarteniente en Mallorca, en el mes de junio, que había ordenado que dicho Jonás fuera exiliado del Reino y que sus otros compañeros debían ser liberados con una fianza de cierta cantidad de dinero.
1340. Antoni Roger De este sodomita sabemos muy poco. En el libro de gastos de 1340 de la Cort del Batle de Mallorca se ordena pagar 1 libra y 5 sueldos a Mestre Bernat Alexandri, cirujano, por las curas realizadas en las personas de Antoni Roger, acusado de ser sodomita, y de Pere Claver, acusado de la muerte de una mujer, los cuales fueron atormentados por mandato del batle. Claver fue absuelto.
1369 (octubre). Complicidad de un pregonero Joan Abril, pregonero y carcelero, dejó escapar de la cárcel de la Ciudad de Mallorca a un cautivo sarraceno acusado de ser sodomita. Por haber hecho la vista gorda fue condenado a la composición pecuniaria de 15 libras.
1395. Joan Torrebadal Joan Torrebadal, ciudadano de Mallorca, fue culpado de forma total y absoluta del nefandísimo y horrible pecado de sodomía. Su esposa Blanca suplicó humildemente al Rey Joan de Aragón que tuviera misericordia, ya que eran padres de seis hijos entre varones y hembras y, faltando el padre, el hambre irremisiblemente haría su presencia en la casa, y mucho más si le confiscasen sus bienes. El Rey, movido por el instinto de piedad, se inclinó benignamente y absolvió a dicho 135
La homosexualidad en Mallorca en el s. XIV (reinado de Jaume IV: 1349-1375)
Joan Torrebadal, a su familia y a sus bienes tanto en cuestiones civiles como criminales. No obstante la piedad real, no todos los miembros de la familia quisieron aceptar al indultado, de tal manera que su hermano Bartomeu, mercader, llegó al extremo de cometer fratricidio haciéndolo anegar con la ayuda de otros asesinos. Por este crimen cometido en 1396 pagó 100 libras de composición pecuniaria.
1376 (16 de abril). Un caso de pederastia El Gobernador de Mallorca trata con el alcalde de Alcúdia (población situada al norte de la isla y cercana a la isla de Menorca) sobre el hecho de que el domingo pasado, hacía ocho días, fue denunciado que un cautivo de Antoni Bauló cometía crimen de sodomía con un hijo de En Saliner de Menorca, pero el alcalde no ha hecho la debida inquisición e investigación, y por tanto es digno de ser reprendido porque tan horribles crímenes no deben permanecer impunes. Manda el Gobernador al alcalde, bajo pena de 500 libras, que detenga a dicho cautivo y lo remita a la cárcel de la Ciudad de Mallorca. El 24 de abril, ocho días después, el Gobernador vuelve a insistir sobre el caso y así escribe otra carta al alcalde de Alcúdia sobre el hecho de que Bernat Umbert de Menorca dice que el alcalde le retiene su hijo Joanet, de 8 años de edad, debido a que un cautivo de Antoni Bauló quería cometer con él pecado de sodomía. El alcalde ha liberado al niño bajo fianza pero no lo deja partir de Mallorca, y así el padre continuamente hace viajes de Menorca a Alcúdia y de aquí a Menorca. El Gobernador ordena que dicho Joanet sea entregado a su padre bajo la promesa de que si es solicitado lo entregará dentro de 15 días.
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Manifiestos de grupos homosexuales en la transición española II:
Manifest del F.A.G.C Crida del F.A.G.C. Nosaltres, els membres del FRONT D'ALLIBERAMENT GAI DE CATALUNYA, des de la nostra condició de gais i conscients de la situació opressiva general de la societat de classes, que genera la lluita del proletariat, de les nacionalitats sotmeses, de la dona, dels joves i altres capes oprimides, i amb l'objectiu d'enderrocar l'actual ordre social per tal d'instaurar-ne un altre de nou dins un procés revolucionari, fem una crida dirigida: 1. A TOTS ELS GAIS perquè assumeixin llur condició de tals sense vergonyes ni depressions i prenguin consciència de llur alliberament no pot ésser un alliberament personal, sinó social i polític, puix que una autèntica emancipació humana és inseparable de la transformació de la consciència ciutadana. Per assolir aquest alliberament els cridem a que s'uneixin a la nostra lluita. 2. A TOTS ELS MOVIMENTS D'ALLIBERAMENT GAI DE L'ESTAT ESPANYOL, invitant-los a obrir un procés de coneixement, debat i discussió per a unificar criteris i impulsar decididament la lluita conjunta per al mateix fi: el nostre alliberament. 3. ALS MOVIMENT D'ALLIBERAMENT DE LA DONA, perquè comprengui que llur opressió també és la nostra, en derivar bàsicament de la mateixa ideologia sexista i masclista, típica de la classe dominant. En aquests moviments veiem els nostres millors aliats i amb ells la pràctica de la unitat d'acció pot ésser molt fructífera i afavorir el total alliberament sexual. 4. ALS GRUPS I MOVIMENTS RADICALS DE JOVES, per tal que incloguin en llurs programes i debats qüestions relacionades amb l'homosexualitat, continuïn combatent contra les segregacions de tota mena i, d'aquesta manera, incideixin en la consecució d'una societat més lliure i més justa. 137
5. ALS PARTITS I ORGANITZACIONS DE CLASSE, perquè incorporin en llurs programes opcions concretes i ben definides sobre l'homosexualitat i la sexualitat en general, reprenguin la qüestió de la lluita ideològica i compleixin dins la nostra societat el paper que, en principi, els mateixos diuen de propugnar: el cessament de l'opressió de l'home per l'home, la instauració de relacions socials noves i, en definitiva, la consecució d'una societat sense classes. 6. ALS METGES I PSICÒLEGS, per tal que cessin de tractar l'homosexualitat com una malaltia, la ideologia heterosexual masclista de la classe dominant es basa en llus judicis i criteris passats i anticientífics per tal de poder orprimir-nos. 7. A TOTS ELS JURISTES, perquè denunciïn i lluitin conjuntament amb nosaltres per l'abolició de tota la legislació opressiva antihomosexual i de la sexualitat en general. 8. A TOTS ELS ENSENYANTS, per tal que a l’escola pluralista i democràtica s’inclogui la informació i formació sexuals sense prejudicis antigais. Tal formació sexual cal que formi part del pluralisme ideològic i la llibertat d’ensenyament que l’escola democràtica necessita. Els ensenyants cal que introdueixin llurs alumnes en la realitat social, i nosaltres en som una realitat més. La pluralitat ideològica cal que sigui una realitat a l’escola, tant pel que fa a les idees polítiques com a les orientacions sexuals. L’adoctrinament concret (heterosexual) ha de restar fora de l’escola. 9. ALS TREBALLADORS DELS MITJANS DE COMUNICACIÓ DE MASSES (intel·lectuals, artistes, periodistes, etc.), perquè donin a conèixer -amb tots els mitjans a llur abast- la problemàtica gai, de manera que aquesta sigui coneguda, sense deformacions, per l’opinió pública. 10. A LES ASSOCIACIONS CIUTADANES I A TOTA LA POBLACIÓ EN GENERAL, per tal que assumeixin les nostres reivindicacions com a justes per a la consecució d’una societat sense discriminacions. Invitem a tots plegats que obrin un ampli debat i una discussió sobre la següent plataforma.
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Plataforma del F.A.G.C. 1. AMNISTIA per a tots els empresonats i reclosos per causa d’una conducta homosexual. Amnistia total sense exclusions. 2. DEROGACIÓ de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social (de 4.8.1970) i de tots aquells articles dels codis penal i militar que castiguin l’homosexualitat, l’escàndol públic, la corrupció de menors, la prostitució, l’adulteri, l’amistançament, els atemptats contra la moral, el pudor i els anomenats bons costums, i totes les relacions sexuals en general, sempre que no hi intervingui força, engany, violència de qualsevol mena. 3. IMPLANTACIÓ dels catorze anys com a edat mínima per a fixar el consentiment en les relacions sexuals (atenent al fet que el Codi Civil permet el matrimoni dels varons majors de catorze anys i de les dones majors de dotze) i reducció de la majoria d’edat legal a divuit anys. 4. EQUIPARACIÓ de la dona a l’home en tots els ordres i supressió de tota discriminació que pugui fer-se per causa de la pràctica sexual de les persones. 5. OBLIGACIÓ d’impartir una educació sexual adequada a tots els nivells de l’ensenyament, considerant la sexualitat no sols com a mitjà de reproducció sinó també, fonamentalment, com una font de plaer i de comunicació interpersonal, i sense fer discriminacions amb l’homosexualitat; així com el reconeixement públic de la sexualitat des de la infància. 6. NO CONSIDERACIÓ de l’homosexualitat com una malaltia, tant en l’ensenyament com en la pràctica mèdica i psicològica i, en conseqüència, prohibició explícita d’aplicar teràpies aversives i tot tipus de tractament que tendeixi a canviar la conducta sexual. 7. RECONEIXEMENT i garantia dels drets gais a mostrar públicament llur afectivitat. 8. RECONEIXEMENT I GARANTIA del dret de tota persona a vestir-se i adornar-se com vulgui. 9. RECONEIXEMENT i garantia del dret a la intimitat personal. 10. SEPARACIÓ total de l’Església i l’Estat i no ingerència de la doctrina moral de l’Església Catòlica o de qualsevol altra institució, religiosa o no, en la regulació de la normativa sexual. 139
11. SUPRESSIÓ de qualsevol tipus de censura en espectacles i publicacions imposada per raons de moral sexual. 12. OBLIGACIÓ per part de la Seguretat Social d’actuar preventivament sobre les malalties venèries, mitjançant les oportunes campanyes d’informació general i investigació, i creació de centres i organismes oportuns que facilitin una revisió periòdica i gratuïta de les persones interessades. 13. REDUCCIÓ de la jornada laboral per tal de poder dedicar el temps lliure a la pròpia formació cultural i humana i permetre una vida sexual satisfactòria. 14. IMPLANTACIÓ del divorci vincular per a tots els ciutadans que el desitgin i supressió de les figures legals de fills naturals, il·legítims i adulterins, tot això dins la línia d’abolició de la família patriarcal. 15. LLIURE autorització per a l’ús d’anticonceptius i per a les pràctiques avortives. Els anticonceptius i l’avortament hauran d’ésser inclosos dins la Seguretat Social i s’administraran a totes les dones que ho desitgin, qualsevulla que sigui llur estat civil. 16. SUPRESSIÓ del ser vei militar i del servei social obligatoris. 17. OBLIGACIÓ de les institucions al poder -com una mesura immediata- d’adequar el tema de la prostitució obrintli camins legals per a la seva realització (sindicació, seguretat social, higiene...), tot i declarar-nos contraris a qualsevol mena de prostitució, tant femenina com masculina, perquè la considerem com una seqüela d’un sistema social injust que emmena alguns a l’explotació del cos per a la pròpia subsistència. 18. NO DISCRIMINACIÓ social dels qui s’hagin sotmès, o se sotmetin, a operacions de canvi de sexe. 19. RECONEIXEMENT social del dret inalienable de tot ésser humà a disposar lliurement del seu propi cos.
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II: Manifiestos de grupos homosexuales en la transición española II
Manifiesto del F L H O C Son objetivos del Frente: 1º) La revolución sexual en el marco de la revolución social que rompa las actuales estructuras económicas y sociopolíticas y permita la liberación sexual de todas las personas y en especial de los homosexuales, conscientes de que tanto los heterosexuales como los homosexuales nos vemos oprimidos por las mismas estructuras, siendo los homosexuales además perseguidos y marginados. Ello se logrará mediante la unión en la lucha ideológica, política y económica de todos los sectores oprimidos. 2º) La revolución cultural necesaria para superar los prejuicios, tabúes y costumbres que conforman la ideología represora de la sexualidad y en especial la supresión de categorías ideológicas “homosexual-heterosexual” y las diferenciaciones de roles sexuales (como activo-pasivo, machohembra, etc.), pues el mantenimiento de la homosexualidad como categoría separada de la sexualidad en general va necesariamente unido a su supresión. La revolución cultural que propugnamos implica la sustitución de los conceptos negadores de la sexualidad de una moral represora, y el reconocimiento del placer como objetivo central de la vida sexual humana. 3º) La supresión de la marginación en general, y en especial la marginación por motivos sexuales, por el reconocimiento del derecho a la libertad que implica el respeto a las diferencias de las personas y los grupos sociales. En este sentido propugnamos la desaparición del ghetto homosexual que nos hemos visto obligados a mantener por imposición de la represión social, y el reconocimiento del deseo homosexual como una variante más del deseo sexual que consideramos polivalente. 4º) La lucha contra las instituciones sostenedoras de la cultura sexófoba y en especial: la familia, la Iglesia, la escuela y el Estado burgués, y la superación de la ideología represora que ellas han puesto al servicio de la opresión ejercida por la clase dominante. En especial lucharemos por abolir las formas de concebir la pareja institucionalizada, el matrimonio y la reproducción como único objeto de la sexualidad. 141
5º) Potencias la liberación personal del homosexual mediante la clarificación ideológica, el mutuo apoyo y la unión en la lucha para tomar conciencia de nuestra identidad sexual, asumiéndola con toda su carga revolucionaria. 6º) Potenciar la constitución futura de una Federación de agrupaciones con fines similares, a nivel de todo el Estado Español, para conseguir una mayor coherencia y efectividad en la lucha por la liberación sexual en general y por la liberación homosexual en especial. Por ello definimos concretamente nuestras reivindicaciones actuales en las siguientes:
Plataforma del FLHOC 1 - Amnistía para todos los encarcelados, recluidos y sometidos a medidas de seguridad y rehabilitación por aplicación de la legislación represiva de la sexualidad, incluidos los que lo han sido por causa de conductas homosexuales. Amnistía total para todos los condenados políticos y sociales sin exclusión ni limitaciones de ningún tipo. Dadas las condiciones emanadas de la dictadura: difícil distinción entre delitos políticos y comunes, extraordinaria dureza de nuestro Código Penal y falta de las mínimas condiciones de habitabilidad en los establecimientos penitenciarios; exigimos la revisión en profundidad de las estructuras y del reglamento penitenciario vigente de forma que se humanice. 2 - Abolición inmediata de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social (4-6-70), cancelación de antecedentes a los “condenados” por esta Ley, destrucción de los registros previstos en la misma y disolución de los tribunales especiales que la aplican. Desaparición de todas las jurisdicciones especiales. Exigimos que los supuestos de peligrosidad y las medidas de seguridad y rehabilitación contempladas en dicha ley -que no obedecen a criterios objetivos sino a la necesidad de proteger los intereses de la clase dominante y a reprimir a quienes puedan poner en peligro su estructura de poder- no reaparezcan con nueva redacción en el Código Penal. 3 - Revisión de los Códigos Penal, Civil y Militar y de todos los preceptos legales existentes en materia laboral que -con el objetivo general de lograr la liberalización de las costumbres de los prejuicios exacerbados por la dictadura142
despenalicen las conductas y relaciones sexuales y por tanto, desaparición de todos los artículos que castigan la homosexualidad, el escándalo público, la corrupción de menores, la prostitución, el adulterio, el amancebamiento, los atentados contra la moral, el pudor y las llamadas buenas costumbres, y de todas las relaciones sexuales en general, siempre que no intervenga fuerza, engaño, violencia o abuso de cualquier tipo. La sexualidad debe ser libre y debe evitarse institucionalizarla. 4 - Implantación de los 14 años como edad mínima que permita el consentimiento de relaciones sexuales sin que intervengan condicionamientos ni coacciones familiares, morales o religiosas (atendiendo a que en el Código Civil se permite el matrimonio a los varones mayores de 14 años y a las mujeres mayores de 12) y reducción de la mayoría de edad legal a los dieciocho años. Reconocimiento de la sexualidad infantil. La sexualidad de los niños no debe ser dirigida, ni limitada, ni reprimida. 5 - Equiparación de la mujer al hombre en todos los órdenes (jurídicos, económicos, sociales y laborales) y supresión de toda discriminación que pueda hacerse a causa del sexo de las personas. 6 - Reconocimiento de la igualdad de todas las personas en los aspectos jurídicos, económicos, sociales, laborales, etc.; y eliminación de toda discriminación fundamentada en la práctica sexual. 7 - Obligación de impartir una información sexual adecuada a todos los niveles, considerando la sexualidad no sólo como medio de reproducción, sino también y fundamentalmente de placer y de comunicación interpersonal, superando las estructuras mentales discriminatorias. Esto sólo será posible en una escuela pública, laica, única, pluralista, autogestionaria, democrática, antiautoritaria y gratuita y donde exista la coeducación de sexos. Creación, en las Universidades, de Institutos de Sexología que analicen e investiguen la temática de la sexualidad con objetividad científica y desde una perspectiva integradora de todos sus aspectos (sociológicos, políticos, jurídicos, psicológicos, biológicos, etc.). Deben adecuarse las enseñanzas de las carreras de medicina, psicología, pedagogía y sociología, de tal forma que los temas relacionados con la sexualidad sean tratados con rigor científico y evitando manipularlos en beneficio de la ideología dominante. Creación de centros populares de información sexual. 143
8 - Denuncia de la manipulación que la sociedad hace de la sexualidad, encuadrando la conducta sexual humana en categorías independientes, de base ideológica, con el fin de utilizarla como instrumento represivo. Exigencia de que la homosexualidad, en la enseñanza y en la práctica médica y psicológica, sea considerada como una más de las expresiones de la sexualidad, y no como una enfermedad, vicio, perversión, aberración o práctica contranatural. Prohibición de aplicar todo tipo de tratamiento que tienda a cambiar la conducta sexual de las personas y, en especial, de utilizar las llamadas terapias aversivas. 9 - Reconocimiento y garantía del derecho de los homosexuales a mostrar públicamente su afectividad, a reunirse libremente y a manifestar sus opiniones en los medios de comunicación sin limitaciones basadas en hipócritas prejuicios morales, en pretendidas razones de escándalo público o en defensa de las llamadas buenas costumbres. 10 - Reconocimiento y garantía del derecho de todas las personas a vestirse como quieran. 11 - Reconocimiento y garantía del derecho a la intimidad personal. 12 - Separación total de la Iglesia y el Estado. No se establecerán normas reguladoras de la sexualidad inspiradas en la doctrina moral de la Iglesia Católica o de cualquier otra institución, religiosa o no, ni se permitirá la injerencia de la jerarquía eclesiástica en estos asuntos. 13 - Supresión de cualquier tipo de censura en espectáculos, publicaciones, grabaciones discográficas, guiones televisivos y en todos los medios de comunicación social impuesta por razones de moral sexual o por cualquier otra. 14 - Obligación por parte de la Seguridad Social de actuar preventivamente sobre las enfermedades venéreas mediante las oportunas campañas de información general e investigación, y creación de los centros u organismos oportunos que faciliten una revisión periódica y gratuita de las personas interesadas. 15 - No discriminación en el trabajo por motivos de ideología o de sexualidad. Reducción de la jornada laboral para poder dedicar el tiempo libre a la propia formación cultural y humana y permitir una vida sexual satisfactoria. Exigimos que no se manipule ni reprima la sexualidad, aprovechando la energía no utilizada en las relaciones sexuales para acrecentar la productividad con la consiguiente explotación del individuo a costa de su realización y placer personal. 144
16 - Implantación del divorcio vincular para todos los ciudadanos que lo deseen y supresión de las figuras legales de hijos “naturales”, “ilegítimos” y “adulterinos”, todo ello, como paso previo, en la línea de la abolición de familia patriarcal. 17 - Despenalización del aborto. Autorización del libre uso de anticonceptivos que se administrarán a todas las personas -hombres y mujeres- que lo deseen, cualquiera que sea su estado civil. El aborto y los anticonceptivos serán pagados por la Seguridad Social. 18 - Supresión del Servicio Militar y Social obligatorios. 19 - Nos declaramos en contra de la prostitución -tanto masculina como femenina- porque la consideramos hoy una secuela del sistema social injusto que obliga, a algunos a la explotación del cuerpo para la subsistencia y a otros, a acudir a ella a causa del miseria sexual imperante. Hasta que, destruido el sistema socioeconómico que la potencia e implantada una sexualidad realmente libre, la prostitución desaparezca, exigimos para los hombres y mujeres que, por practicarlas se encuentran marginados, las necesarias medidas para su despenalización y realización: seguridad social, higiene y libertad para organizarse en defensa de sus derechos. 20 - No discriminación social ni legal de aquellos que se hayan sometido o que se sometan a operaciones de cambio de sexo. 21 - Reconocimiento inmediato de las asociaciones ciudadanas, populares y reivindicativas, y de todos los partidos políticos, por el mero hecho de su constitución y sin previas autorizaciones administrativas, como expresión de la absoluta libertad de asociación que corresponde a toda persona; y por tanto, derogación de todos los artículos de los Códigos Penal y Civil y demás normas legales que prohiben la creación de asociaciones que se opongan a la moral (tradicional), el pudor o a las llamadas “buenas costumbres”. 22 - Reconocimiento social del derecho inalienable de todo ser humano a disponer libremente de su propio cuerpo. Conscientes de que nuestra liberación no se logrará por la simple superación de la represión individual, sino que precisa la clarificación ideológica de las causas de nuestra marginación y una acción revolucionaria de carácter político y social, contra la opresión general que la sociedad capitalista de cualquier tipo ejerce contra nosotros y contra muchos otros sectores oprimidos y marginados, los militantes del FRENTE DE LIBERACIÓN HOMOSEXUAL DE CASTILLA (FLHOC) hacemos una llamada a los homosexuales de ambos sexos para que se unan a nuestra lucha que es la de todos. 145
Invitamos a los grupos de liberación de la mujer, a los movimientos juveniles, a los partidos políticos de izquierda, a las asociaciones ciudadanas, a los movimientos radicales, a los trabajadores y a las organizaciones de masas y populares en general para que asuman, en la lucha, la revolución sexual como parte de la revolución social que permita la destrucción de las estructuras de la sociedad de clases y signifique un cambio radical y liberalizador en las condiciones de vida del pueblo. Texto aprobado en asamblea general. 24 de enero de 1978
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E S T U D I O S
Y
E N S A Y O S
El Placer Heroico (Notas sobre el amor en Juan Gil-Albert) Francisco Puñal
Introducción. Acabamos de clausurar un siglo. Testigo y rubricante suyo fue Juan Gil-Albert, nacido en 1904 y muerto en 1994. No sé cuál será el conocimiento que tenga el lector acerca de su obra o de su vida. En los estantes de una librería, digamos medianamente surtida, aparecerán, como mucho, dos o tres de sus libros: alguna antología poética y un tomo de prosa. No se reedita sino esporádicamente y los volúmenes de su obra completa son prácticamente inencontrables. ¿Y el público?. No nos engañemos: la propuesta que nos hace Gil-Albert es radicalmente estética. Él siempre se definió como un artista, no un intelectual. A lo más, un «español que razona», cosa de por sí ya sospechosa. Por lo tanto acaso en lo literario esté el motivo de su eclipse. Su escritura, personalísima, (tan inconfundible es un renglón suyo como uno de Borges) no es de fácil digestión para los lectores de quiosco. Su pensamiento alambicado (en el alambique, al fin y al cabo, se destila), sus períodos inacabables, su paseo constante por las raíces culturales de nuestra civilización le alejan del lector común. Cabría entonces esperar que, al menos, entre homosexuales inquietos, carentes (al menos hasta hace poco) de una literatura ad hoc, sus libros circulasen entre el fervor y el asombro. Tampoco esto ocurre, tampoco esto debe extrañarnos. La voluntad de autor de Gil-Albert apenas tuvo en cuenta al público, al menos al “gran público”. Sabedor de que sólo en las minorías anida el gusto por el arte exigente (minorías, que no élites, debemos aclarar) nunca se preocupó de editar su obra como quien manufactura libritos con la periodicidad de las estaciones. Vuelto del exilio en 1947, toda la etapa franquista fue para él la de un trabajo continuo y callado en su tierra alicantina natal, a favor de su arte. Sólo a mediados de los 70 , en una especie de inflación editorial salieron, en parto apresurado, hasta una docena de libros en dos años. Después, lo imaginable: entrevistas, homenajes, estudios…y la muerte ya cuando había dejado de ser una “novedad”. Hoy, lo dicho, una rara avis de librerías y bibliotecas, públicas o personales. 147
El Placer Heroico (Notas sobre el amor en Juan Gil-Albert)
Pero volvamos al motivo. Literario, sí, dijimos, pero ¿únicamente?. No es sólo cómo nos dice su “verdad”: es que esta verdad quizá hoy no interese más que como filología. Sin embargo, su visión del mundo, y más concretamente, su visión del eros homosexual es atrevida, por honda y comprometedora: ”Dar un ejemplo difícil, eso es lo que tengo por único envidiable”1. Él lo hizo, teniendo en cuenta, eso sí que “hablar en voz baja es hablar, pero sólo para los que disponen de un oído alerta; los demás que acampen y escuchen el altavoz: a cada cual su arte y su gusto”2 . Pues bien, del arte, y sobre todo, del “gusto” de Juan Gil-Albert me propongo divagar en las páginas que siguen. No voy a entrar en un análisis pormenorizado de la peculiar escritura gil-albertiana. Sobran, a estas alturas, estudios y comentarios. Sin contar con que la mejor glosa de su obra es ella misma , abundante en declaraciones y aclaraciones. Sí es necesario hacer hincapié, por lo que el lector descubrirá más tarde, en un aspecto, a mi modo de ver, esencial en la cosmovisión de Gil-Albert. Indagación es la palabra clave: indagación en el propio yo, que se revela, en contraste con el mundo, como un enigma luminoso.”Nada me extraña, todo me asombra”. En este asombro constante radica el impetus de una obra que permanece radicalmente fresca desde el principio hasta el fin. Para apuntalar la indagación, Gil-Albert se constituye en centro gravitatorio: todo es en relación a él mismo, y en su mirada se cumple. Por supuesto, no es ésta una visión egoísta, ni siquiera egocéntrica, sino necesaria. Es imprescindible anclar en el propio ser la exploración vital para, desde ese punto seguro (el único que ciertamente poseemos) hacer posible el viaje de ida y vuelta a las criaturas. El viaje en sí es ya gozo y asombro, y en él se consume la vida. Para ello se cuenta con el razonamiento y la tradición. El suyo es un razonamiento libertario, pero imbricado en una tradición voluntaria y enérgicamente asumida, netamente mediterránea, donde convergen en un espacio, el Levante español, los efluvios de todo un mar y toda su historia. Tres son los ejes mediterráneos que conforman el espacio amoroso gil-albertiano, que es el que ahora nos ocupa. Por un lado, puede comprenderse, la tradición grecolatina, que comienza en Píndaro …reanímase en tu cuerpo aquella hermosa vitalidad y bajan de tus ojos los rayos en que el polvo centellea cual nutriendo la sombra de los hombres (Oda a Píndaro)3 148
1 Los Arcángeles, p. 108.
2 Heraclés, p. 7.
3 "Las Ilusiones", en Antología poética, p. 108.
Francisco Puñal
4 Homenajes e Impromtus, en Antología poética, p. 276.
5 Poemas arábigoandaluces, p 178.
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y acaba con un mito “que no ha sucedido, sino que está sucediendo”: la divinización de Antinoo. En este período feliz, de fusión entre la psique y lo físico, se conforma una visión irrepetible de la naturaleza humana que, aún hoy, supone un reto difícil de asumir. Ya veremos que el nombre señero que compendia esta primera mediterraneidad es Platón. Salvada la Edad Media, encontraremos en Provenza y la Toscana un resurgir del clasicismo, pero impregnado ahora por la cristiana pesadumbre de la muerte
Valentín, p. 42.
…La vida es más que nada un encuentro casual, vertiginoso, que deja el alma absorta, el cuerpo umbroso ("Laura: homenaje al soneto")4 Y, poco antes, la refinada sensualidad andalusí que GilAlbert descubriría, como Lorca, en la traducción de Emilio García Gómez:
El copero de mirada lánguida está en el apogeo de su hermosura: no hay paciencia que resista y sufra su belleza ("Escena báquica, de Ben Jachafa de Alcira")5 Gil-Albert escoge, como un lujo particular, estos tres ejes y los asume, fundiéndolos y viviéndolos a modo de un sacerdocio laico y enaltecedor donde lo personal y lo cultural se confunden en una estética netamente clásica:”Lo estético es, para mí, un sentir y una necesidad, algo así como una dignificación de la vida sin la cual ésta se achata”6 . Es necesario comprender que la vivencia que hace Gil-Albert de lo clásico no es un sueño nostálgico: para él tiembla en el paisaje, en las lecturas que hoy siguen interrogándonos y en los seres donde se nos patentiza lo mítico. Tampoco es un sueño exótico: la naturalidad lo define, alejándolo de cualquier intención decadentista a lo fin de siècle. Resulta evidente que tal postura implica un enfrentamiento a buena parte de lo que el mundo nos ofrece hoy: el ruido, la estandarización alienante y la inflación cultural donde parece haberse esfumado definitivamente lo sistemático hacen muy difícil, no ya transitar por un camino personal, sino incluso atisbarlo. Es necesario poner al servicio de este empeño recursos, y , sobre todo, ambición. Es necesario, para que la vida merezca la pena ser vivida, indagar para decirse: éste es mi camino y en él 149
El Placer Heroico (Notas sobre el amor en Juan Gil-Albert)
pretendo consumirme. De nuevo Píndaro:”Sé tú mismo”. En éste ser uno mismo encontramos la raíz del “placer heroico” que para Gil-Albert supone la homosexualidad: en esta parcela de la vida, en esta “forma peculiar de ser hombre” se encuentra una de las experiencias más difíciles, pero también más enriquecedoras del ser humano. Obviaremos, pues, por esta ocasión, los otros aspectos del decir gil-albertiano y nos centraremos en este “placer heroico”, viendo qué quiera significar semejante cosa y si a nosotros nos incumbe o no.
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Francisco Puñal
Clandestinidad. 7 Heraclés, p. 75.
Todavía hoy el reconocerse homosexual es una experiencia, de algún modo, traumática. Aunque cierta normalización y visibilidad han alejado del estigma, no son pocos los adolescentes que temen y dudan. El sistema educativo no ha propiciado todavía, en la medida que sería necesario, que el muchacho o la muchacha que se descubre interesado en personas del mismo sexo lo asuma tranquilamente y pueda incluso compartirlo en los ambientes más cercanos, familia o amigos. La clarificación de su deseo, por no decir su concreción, se viven aún como cosa clandestina. Gil-Albert considera esta clarificación como el punto de arranque de una heroica lucha vital que nunca, de hecho, cesa: le conmueve en el adolescente esa “soledad que a fuerza de serlo de una manera tan absorbente, tan hermética, tan, podríamos decir, intransitiva, más que extrañamiento parece una providencia, es decir, estar dotada de un don incipiente cuyo secreto, beneficio o malaventura, se ignora. Y en esa soledad, de islote, vive y se mantiene durante mucho tiempo.” 7 . Se es ya portador de un destino impar. El homosexual, así, lleva desde el principio, incrustado, su “obligatorio destino”, frente al que no cabe rebelión. El drama que acompaña a este despertar de la conciencia impele a buscar respuestas, y estas respuestas sólo pueden encontrarse en uno mismo. Cierto es que las circunstancias pueden ser más o menos propicias, pero sólo para favorecer algo que ya está en marcha. La naturaleza homosexual es espontánea, pero en lo espontáneo cabe tanto el logro como el marchitamiento. No es fácil aceptar esta suerte, porque exige franqueza y valor. Cuando nadie da una pauta, ¿cómo responder? ¿qué discurso utilizar?. El despuntar de la voluntad es así sinuoso, crecido a la sombra de una duda en la que la mayor incógnita no es cómo va a reaccionar el mundo, sino cómo vamos a conducirnos en él. De modo que el nacimiento del ser homosexual va unido inexorablemente al heroísmo. Al heroísmo de la palabra, o quizá al del silencio. Al heroísmo de la soledad fundadora, de la reflexión estupefacta y crecida en el vacío, donde no se pueden esperar directrices. ¿Cómo podrían darla padres, amigos o profesores? No ha existido, y apenas empieza a existir hoy, una pauta para enfrentarse a este problema. Muchas veces el adolescente hace partícipes a sus íntimos cuando ya el drama está medianamente resuelto, esto es, 151
El Placer Heroico (Notas sobre el amor en Juan Gil-Albert)
cuando el consejo o el apoyo no son tan necesarios como el momento en el que todo comienza. El joven ha tomado ya la decisión, el primero de una serie de actos de valentía que serán, a partir de entonces, constantes. Poco importa que el receptor de esa primera confesión sea (por tomar dos extremos) el padre o un desconocido que se encuentra al calor del ansia de liberación:
Te espera en el dintel de la mañana, orla de luz al ojo fatigado, un subversivo amor, doncel beduino… ("El sastrecillo")8 Este poema pertenece al primer libro poético de Gil-Albert, Misteriosa presencia, publicado en 1936. En él se plantea, a través de unos versos de acusada influencia gongorina, esta cuestión de la clandestinidad. Y no puede ser casual, porque en cierto modo también se puede aplicar a la obra de GilAlbert el concepto de “biografía espiritual” que Octavio Paz utilizara para definir la obra poética de Cernuda reunida en La Realidad y el Deseo. Así, se habla, ya en el primer soneto, de que “la ley pía / ceño frunce a tan claro desatino”, aunque finalmente “el apenas que soy dubitativo” (soneto XIV) acaba resolviéndose y alcanzando “ la posesión de cosa tan presente” (soneto XXIII). Al visibilizarse se toma partido, se ha pactado “con la Esfinge”9 . Uno se ve ya liberado de la zozobra porque ha aceptado el juego y la determinación del destino. Comienza entonces la asunción de la suerte propia, y el héroe naciente “se enfrenta con su fatalidad y lucha denodadamente, a brazo partido, con la naturaleza que le ha sido impuesta; lucha, no para degradarla sino, por el contrario, para hacer de ella el sentido y hasta la exaltación de su presencia personal en el mundo; lucha, no contra su naturaleza como con ella.”10 . Vemos como Gil-Albert no entiende el homosexualismo como una “opción”, sino como un fatum que, eso sí, orienta (o debe orientar) la existencia: uno sólo puede atenerse a su “mandato frenético”. Se nos elige sin saber porqué. Y se nos elige para una labor revolucionaria que exige romper con la imposición normativa heterosexual, labor que implica más creación que desobediencia. Se trata de inventar continuamente, de realizar un ejercicio constante de imaginación disidente: “por el alto riesgo y tensión de sus actos quedan éstos descargados de todo peligro de banalidad posible” 11 . Concepción 152
8 "Misteriosa presencia", en Antología poética, p. 41.
9 Tobeyo, p. 29.
10 Palabras a unos poemas de amor, p. 37.
11 Breviarium Vitae, p. 233.
Francisco Puñal
12 Ensayos , t. 1. p. 135.
acusadamente idealista, ajena al existencialismo aunque semejante en cierto modo a él: uno ha de construirse, ciertamente, pero la esencia nos precede y nos condiciona de manera imposible de obviar. Esta visión esencialista, opuesta al accidentalismo que hoy parece imponerse por todas partes, es imprescindible para la teoría “heroica” de Gil-Albert: el combate es más titánico cuanto más enraizadas e inevitables son las fuerzas que se enfrentan. Requerido entonces por esa llamada irrecusable, todo es posible: corresponde ahora salir al campo de batalla. La tarea resulta abrumadora y nadie que no sea homosexual puede imaginar su magnitud y su intensidad. Gil-Albert nos propone afrontarla utilizando una concepción de lo amoroso radicalmente idealista y, de nuevo, netamente heroica.
Contingencia. Al estar marcado por la contingencia, el hecho amoroso aparece muchas veces como irreal. Gil-Albert dedica todo un libro, Los Arcángeles, a explorar admirativamente esta contingencia amorosa. No basta ser propicio al amor, éste ha de encontrarnos azarosamente. Nada nos garantiza que, en el trayecto de una vida, uno “deba” experimentarlo. Habla así Gil-Albert de las palabras que Montaigne en su ensayo “De la amistad” utilizó para referirse a la suya con Estienne de la Boëtie “no se sabe de otras semejantes en la antigüedad ni se ven vestigios de ellas ahora. Tanto es menester para formarlas, que es mucho que la fortuna logre una así en tres siglos”12. Fuera o no de índole homosexual esta “amistad” y, aparte de lo exagerado de la apreciación, sirve como ejemplo de que, efectivamente, la identificación plena con el “otro” no es moneda común. Ello tiene un doble efecto: por un lado, la asunción de la soledad como realidad de la que nunca se puede huir. Por otra, nos certifica que el encuentro con el ser amado provoca una conmoción tan honda que justifica tan desfavorable apuesta. Pero volvamos a los arcángeles. Es bien sabido que esta figura ha sido ampliamente utilizada en poesía como símbolo de las presencias exaltadoras que nos iluminan y a la vez nos proponen el misterio. Así las usaron, por ejemplo, Cernuda y García Lorca. En la obra de Gil-Albert son ubicuas, y siempre su función es la misma: seres de apariencia sobrenatural que nos inspiran la pasión, en las que anida la “luz despierta” mostrándonos un tiempo 153
El Placer Heroico (Notas sobre el amor en Juan Gil-Albert)
en que todo era azul como la dicha que tras de sí dejaba el día eterno en una exhalación ("Encuentro con un ángel")13 El carácter de estas apariciones raras, cierto, pero en las que cabe confiar, es, en palabra de Gil-Albert, rutilante (que brilla y emite rayos de luz). Son visiones casi místicas, pero terriblemente físicas a un tiempo, que no por ansiadas sorprenden menos: y es que “la felicidad no puede ser nunca una meta, sino un hallazgo”14 . La oposición luz-tinieblas se nos aparece así como el único tempo vital, marcado su compás por la presencia o ausencia de estos soles omnipotentes. El ángel, entonces, deviene mensajero no sólo por imposición etimológica, sino porque con su aparición repentina, su fulgor de sensualidad extrema y su inevitable aniquilación, nos trae un mensaje terrible de exaltación y caducidad. Así lo entiende nuestro autor, para quien, hora es de decirlo, sólo en la juventud reside este poder anunciador y esta capacidad de emplazarnos frente a las preguntas más sustanciales de la vida. Veamos lo que nos dice en su poema “Los muchachos”:
…jóvenes que fuisteis mi tentación más firme y el encanto de mi flaqueza. Debo repetirlo por última verdad: os amé a todos cual si fuerais el mismo y el distinto que cada vez mostrábase a la vista como un primaveral brotar de nuevo: fuisteis David, Tobeyo, Albano, Cinthio, y aquél que no durmió nunca en mis brazos pero supo decirme como nadie que me quería… sabedme siempre, dispuesto a recrear no importa dónde, no importa con qué nuevo compañero, la evanescente forma prohibida, ese inútil contacto perdurable que fue mi meta.15 Es este carácter contingente y fugaz el que tiñe de heroísmo, una vez más, el eros homosexual. Todo lo contrario, en este sentido, al heterosexual porque, al ser normativo, renuncia a la sorpresa. Es casi una ley natural, no en sentido 154
13 "Migajas del pan nuestro". En Antología poética, p. 26.
14 Los Arcángeles, p. 95.
15 Obra Poética Completa, II, p 355-356.
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16 En su poema “Noches del mes de junio”. Las personas del verbo, p. 58.
moral, sino físico. Es cuestión de tiempo y mínima voluntad: lo demás sobreviene, por biología y cultura. En cambio, el amor homosexual, por salirse de la norma, renuncia a sus privilegios. Uno tiene que desenvolverse a la intemperie, sin garantía de éxito ni durabilidad. Es el precio de una libertad esforzada que por eso mismo recompensa con más intensidad a los que se entregan a ella. Los conceptos, las palabras que dirigimos a alguien de nuestro mismo sexo durante el diálogo amoroso, nacen en el mismo momento que se enuncian, no aparecen manoseadas por imposiciones ni milenios de regla. La entrega a una vivencia amorosa resulta “rutilante” o “angélica” porque no está contaminada, ni de pasado ni de futuro. Esta falta de asidero produce que la emotividad homosexual sea también más susceptible de perecer, a causa de su desastimiento y vulnerabilidad. Constituye en sí misma realización y agostamiento con una intensidad que no está al alcance de todas las fortunas. No se nos escapa la médula idealista que sostiene esta particular visión (que por otra parte podría ampliarse a ciertos amores heterosexuales “periféricos”), pero tras de ella se esconde una verdad sobre la que siempre merece la pena meditar un poco. Detrás de ella se esconde, por ejemplo, Gustav von Aschenbach expirando frente a la laguna veneciana, imagen que es más una parábola que un alegato. Por supuesto que Mann se sitúa, en este sentido, en las antípodas de Gil-Albert (aunque la literatura de ambos sea netamente épica), ligando a una idea de muerte la aparición del ser angélico. Comparten, sin embargo, lo que podríamos llamar el “temblor” por lo irracional, la insuperable seducción de la belleza dialéctica ante la que no cabe más respuesta que la consumación o el aprendizaje. No cabe duda de que GilAlbert opta por este último, como no podía ser menos en alguien para quien el “sur” (tierra de apariciones en más de un sentido) es cumplimiento, lugar donde se ponen a prueba nuestros recursos y nuestra ambición.
Nudo platónico Surgido de esta dificultad inicial, heroicamente placentera, que podría resumirse en los versos de Gil de Biedma :”la vida nos sujeta porque precisamente / no es como la esperábamos”16 , el sentimiento amoroso que nos ocupa se desarrolla imbuido de las cualidades que Platón propuso en el Banquete . Gil-Albert asume, con una desenvoltura admirable, la tradición platónica en un sentido 155
El Placer Heroico (Notas sobre el amor en Juan Gil-Albert)
las más de las veces auténticamente literal. Para él Platón resulta tan moderno como Nieztsche, y su idealismo tan utilitario como cualquier filosofía práctica. Como es conocido, el “amor platónico” no es un invento sólo de Platón. Aunque parte del Banquete, se elabora durante milenio y medio a lo largo de un proceso en el que se imbrican también las concepciones emanantistas de Plotino y las obras, literarias o filosóficas de los humanistas del Renacimiento, particularmente los italianos. Resulta interesante, sobre todo, la obra de Marsilio Ficino Comentario al Symposio o Banquete de Platón, porque es en ésta donde se expone, principalmente en su quinto discurso, la teoría de lo que se llamaría amor platónico ( la idea vulgar que se tiene de él como algo que evita lo carnal no es más que una deformación del concepto que expusieron Platón y Ficino). Dice éste: “nos aficionamos a un hombre cualquiera como miembro del orden del mundo, sobre todo cuando brilla en él de forma manifiesta una chispa de la belleza divina”17. Como señala Santidrián, el tema fundamental de Ficino es el hombre que “comprende y ama”, definición que no podría ser más apropiada también para nuestro autor. Entresacaremos algunos fragmentos gil-albertianos donde queda bastante claro este eco platónico: “La vida, me dije, cuando se ha vivido en profundidad, es inagotable, y los ecos que despierta de repente, reavivándonos, nos muestran hasta qué punto el vivir es, como si dijéramos, la forma sensible de la eternidad”18 . La experiencia erótica homosexual queda íntimamente ligada al sentimiento de eternidad (véanse también los versos citados de “Encuentro con un ángel”). No creo que sea necesario señalar que esta eternidad no es aquella en la que el tiempo se prolonga indefinidamente, porque el amor, como cualquier otra vivencia está regida y condicionada por la temporalidad. No, no se trata de eso: hablamos de la única eternidad realmente asequible al hombre (al menos al hombre enamorado y al místico, dos ramas de un árbol con raíz idéntica). Esta eternidad es aquella en la que el tiempo se anula, en la que todo parece suspenderse de un único instante sin dimensiones. Los físicos actuales denominan singularidad a este particular estado de lo real, y ciertamente es singular por rara aquella experiencia. El encuentro con el amado nos revela precisamente esta sensación de eternidad y al unirnos con él participamos “en el todo inmortal y eterno”. Es de hecho 156
17 En "Santidrián", p. 70.
18 Tobeyo, p. 10.
Francisco Puñal
19 Palabras a unos poemas de amor, pp. 40-41.
20 Breviarium vitae, p. 184.
21 Heraclés, p. 199.
22 Tobeyo, p. 100.
la única forma que tenemos de hacerlo, por eso que el amor sea tan anhelado y su fracaso sea también un desastre vital de terribles proporciones. En otra parte nos dice que: “El amor como purificación…el amor nos hace activos…nos nutre y nos consume… toca el cenit del vivir y se asoma, con los ojos cerrados, a la luz viva de la creación…aquello a que aspirábamos, se ha cumplido como se cumple todo lo que de verdad es, momentáneamente en su fugacidad deslumbradora…”19 “…nos sentimos atraídos, arrastrados, ligados a algo en cuya fusión, fusión anhelada, creemos encontrar nuestra participación en el todo inmortal y eterno”20. Gil-Albert, en plena consonancia con la teoría platónica, piensa que únicamente la experiencia amorosa permite vivir en profundidad y atisbar lo hermoso de la existencia (ya sabemos que sólo lo bello es, al mismo tiempo “divino y perceptible”). A veces la coincidencia es casi literal, “nostalgia… de cuando el hombre estuvo solo, supongamos, antes de escindirse”21. Otras, la cita es directa: “le hablaba… de Platón, un mundo en el que el vigor humano…había vivido una etapa feliz en que lo físico y lo psíquico sonaron en un acorde irrepetible…”22 . La lista de lugares similares podría ser interminable. Incluso un libro entero, y fundamental para lo que nos ocupa, Heraclés, está concebido literalmente como un homenaje a Platón. Ahora bien, si es cierto que en Platón cuerpo y alma son una especie de espejos paralelos que se reflejan mutuamente y que entran en relación precisamente por lo comúnmente reflejado, será éste el punto de partida para su disociación. Toda persona que haya crecido y se haya educado en el occidente cristiano hasta hace poco tiempo ha sido portadora de este platonismo reducido a sus últimas consecuencias: el alma y el cuerpo, olvidadas sus antiguas relaciones, se entregan a una sorda batalla sin vencedores ni vencidos. GilAlbert pretende obviar este hiato y retornar a las fuentes en un tour de force que puede parecernos exagerado y hasta fracasado. Pretender reavivar hoy a Platón (o, al menos, a cierto Platón) resulta una empresa ciertamente heroica: podemos, en el amor, llegar al cumplimiento corporal, pero el “espiritual” es inalcanzable (en parte porque entre nosotros, alma, espíritu no dejan de ser conceptos que se manejan sin asumirlos). El sentido de esta recuperación se encuentra en la indagación a 157
El Placer Heroico (Notas sobre el amor en Juan Gil-Albert)
la que aludíamos páginas atrás. Gil-Albert ha indagado y concluye que la dicotomía platónica exige, por hablar en términos económicos, una fuerte inversión inicial, pero que es altamente rentable. Rentable ¿en qué? Lo repetimos una vez más: en autoconocimiento y conocimiento del mundo, que conducen a la revelación final de nuestro destino. Esto no es más que un corolario de la tríada belleza-bien-verdad, que resulta extremosamente por el cristianismo en una condena de lo corporal y, por nuestro autor en todo lo contrario: una exaltación de la sensualidad vivida, y vista, eso sí, con las gafas de la tragedia. Porque sabemos que todas las cosas terminan siempre mal, valga la redundancia.
Doble desenlace Hemos nombrado ya dos de los fundamentos de la heroicidad del ser homosexual: la clandestinidad y la contingencia. La clandestinidad, vivida desde el comienzo del despertar erótico puede ser más o menos duradera, más o menos atenuada. Puede, incluso llegar a desaparecer a medio plazo por dilución (como quiere la corriente pluralista) o por empate técnico (como desean los comunitaristas). Pero, en cualquier caso, lo clandestino sigue siendo seña de identidad de esta “manera de ser”. A la contingencia también nos hemos referido al tratar lo “arcangélico” de la textura ontológica del amado. Por seguir un orden cronológico, el que se despliega en cualquier existencia, nuestro héroe (usted, lector, por ejemplo), primero: se reconoce clandestinamente como homosexual. Segundo, se debate heroicamente en la necesidad de encontrar un semejante que, además, le “ilumine” en la sed de dar a la propia vida un cierto sentido de dirección. Tercero, este sentido conduce, a través de la experiencia erótica, al conocimiento. ¿Cuál es el desenlace de este drama? . La narración Valentín nos presenta, en forma de “Tratado” que homenajea a Shakespeare, a los dos “enemigos inevitables: la promiscuidad y la caducidad”. O, lo que es lo mismo: la variabilidad y el tiempo (materiales indispensables de toda evolución, sea biológica o personal, pero conducente siempre a la extinción o la muerte). Nos cuenta en esta obrita las últimas horas de un condenado a muerte en la época isabelina. Un actor, enloquecido por los celos, asesina durante una representación teatral a su amado Valentín (la obra es, claro, “Otelo”, y el joven asesinado representa a Desdémona). En 158
Francisco Puñal
23 Valentín, p. 90.
24 Ib, p. 104.
sus últimas horas el condenado rememora su relación con Valentín, en un tono marcadamente trágico. El amor ha iluminado su existencia, pero reconoce que “en eso es en lo que la vida trampea, en esa promesa que parece hacernos de rendirnos lo inconmensurable en brazos de lo contingente”23. El amor acaba siempre sucumbiendo, normalmente más pronto que tarde, por la asechanza de la promiscuidad y el paso del tiempo. La primera nace precisamente de la anormatividad del eros homosexual, que provocaría una simultaneidad de lo extenso y lo intenso que es, por lo inestable de su equilibrio, efímera. Pero aun en el caso de que la relación amorosa termine prolongándose por falta de “curiosidad”, la caducidad es inevitable: “El enemigo de Valentín es el tiempo. Estas criaturas suelen realizarse en la adolescencia…luego pueden convertirse en unos seres grises…” 24 . Puede decirse que todos acabamos convirtiéndonos en seres grises (es decir, monocromáticos y poco llamativos: asimilados) para los que nos conocen, incluidos los que nos amaron. Después viene el “compromiso”, concepto por el que muestra cierta reticencia Gil-Albert, para
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El Placer Heroico (Notas sobre el amor en Juan Gil-Albert)
quien “el inevitable mimetismo que echa a perder tantas preciosas posibilidades humanas, la inercia, convierte a menudo a estas sagradas uniones aquileas en un torcido remedo del amor usual”25 . Y declara más adelante, no sin cierto cinismo que “si el amado no está dispuesto a fingir con nosotros, de mutuo acuerdo, el amor, pronto nos despeñaremos en las cimas de la autenticidad; porque lo auténtico de la naturaleza humana es el fastidio, la inconsistencia, la cobardía y el afán de variedades” 26 . Distingue así Gil-Albert dos etapas principales en toda relación amorosa. La primera sería una apasionada y carnal donde se renuncia a lo propio para vivir en lo ajeno, y parecemos vivir en un diálogo o pugilato continuo y sorprendente, cuando se vive la plenitud y generosidad del sexo y la entrega desplaza a la “dignidad”. La segunda fase sería aquella que nuestro autor denomina la “grave experiencia definitiva”. Pero una vez sobrepasado este deslumbramiento, y por culpa de “la falta de heroísmo”, esta “grave experiencia”, netamente espiritual no es alcanzada sino por muy pocos. Y es así porque se requieren condiciones muy exigentes, casi sobrehumanas, heroicas en definitiva. Llegar a esta maduración amorosa se convierte casi siempre en ambición, en búsqueda, exigente y de éxito dudoso. ¿Qué nos queda, entonces, al final? Para Gil-Albert, como para Kavafis (léase su poema “Ítaca”), es el camino lo que cuenta. El camino y lo que en él se encuentra. Transcurrir por él exige fuerzas, sacrificios y capacidad de sufrimiento, pero lo que se llega a comprender en su tránsito es suficiente recompensa. El homosexual debe estar íntimamente agradecido, porque en la dificultad de su periplo está el valor de los frutos que obtenga. No se trata de masoquismos estériles, sino de que “sólo lo difícil es estimulante” (Lezama dixit). Concretamente, su condición amorosa le otorga el privilegio de avanzar por senderos libérrimos, de inventarse a sí mismo a la medida de su ambición. Esta disidencia constante agota, y ahí está la raíz del heroísmo que Gil-Albert entiende como definición del amor homosexual. Llegamos al fin de nuestra somera exploración. Al principio nos preguntábamos en qué nos podía incumbir el placer heroico que nuestro autor propone. Hoy, seguramente, encontraría un doble motivo para reafirmarse en su concepción del amor homosexual. Como hemos visto repetidamente, el ejercicio heroico proviene de la amplia capacidad de maniobra que se otorga a alguien que está, sí, 160
25 Breviarium Vitae, 198.
26 Ib, p 257.
Francisco Puñal
en parte condenado por el resto de la sociedad, pero que por eso mismo siente que lo más importante de su existir queda indeterminado y, por tanto, depende únicamente de su voluntad. Todavía vivimos en este mundo previo a la normalización , pero con un pie puesto en el futuro que, previsiblemente, será de plena igualdad. Y aquí radica el otro motivo: asistiremos previsiblemente también al nacimiento de una norma nueva para lo homosexual (la petrificación del discurso, para entendernos): norma cultural, estética, amorosa, etc… donde la disidencia será entonces doblemente heroica: frente a lo mayoritario heterosexual, por un lado, y frente a lo mayoritario y “reglamentado” homosexual, por otro. Aún es pronto para saber en qué va a consistir esta “reglamentación”, pero ya se atisban ciertos signos desoladores, y, a veces, siniestros. El espacio que quede en el futuro para el “placer heroico” dependerá entonces del nivel de disolución que la libertad individual haya tenido que soportar para lograr la colectiva.
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BIBLIOGRAFÍA García Gómez, Emilio: Poemas arábigoandaluces . Madrid; EspasaCalpe, 1943. Gil-Albert, Juan: Los Arcángeles . Barcelona; Laia, 1981. ---
Obra Poética Completa , vol. 2. Valencia; Edicions Alfons el Magnànim, 1981.
--- Antología poética . Barcelona; Plaza & Janés, 1982. ---
Valentín (Homenaje a William Shakespeare) . Madrid; Ak al, 1984.
--- Heraclés . Madrid; Ak al, 1987. --- Tobeyo o del amor (Homenaje a México) . Valencia; Pre-Textos, 1990. ---
Palabras a unos poemas de amor . Anthropos, nº 110-111 (1990), pp. 37-41
--- Breviarium Vitae . Valencia; Pre-Textos, 1999. Gil de Biedma, Jaime: Las personas del verbo . Barcelona; Círculo de Lectores, 1994. Montaigne, Michel de: Ensayos . Barcelona; Orbis, 1985. Santidrián, Pedro R. Humanismo y Renacimiento . Madrid; Alianza Editorial, 1986.
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SEXO, GÉNERO, ORIENTACIÓN F. Javier Ugarte Pérez
El problema de la desigualdad política y social en la que se encuentran las personas homosexuales genera un gran número de reflexiones sobre las causas, características y soluciones que se pueden dar para superarla. Muy a menudo se acude a la Historia para mostrar la injusticia del presente, como han hecho John Boswell o Michel Foucault. Otras veces se estudia el Derecho para ver la solidez de las leyes que mantienen la discriminación, camino que han seguido en España Nicolás P. Cánovas y Pedro A. Talavera. Finalmente, pero sin agotar todas las posibilidades, se realizan estudios a medio camino entre la Sociología y la Historia para mostrar las características de este grupo de personas, como es el caso de David Halperin y Jeffrey Weeks. La presente reflexión analiza la situación de discriminación rastreando las líneas que llevan de la orientación al género, y de este al sexo y al Derecho.
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SEXO, GÉNERO, ORIENTACIÓN
Puesto que la discriminación tiene una base política quiero comenzar señalando la que creo que es la pregunta clave en cuestiones políticas: ¿qué se entiende por ciudadano en una democracia occidental? En principio el concepto de “ciudadano” es una abstracción asexuada; se supone que es cualquiera que tenga la nacionalidad de un país, y de hecho la Constitución Española está redactada siguiendo la fórmula que toma el término masculino como el referido a toda la especie. Pero existen dos excepciones a esta regla, dos artículos en los que se nombran géneros, por supuesto dos géneros, masculino y femenino. Se trata de los artículos 32.1, donde se dice que “el hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica”, y del 57.1, donde se dice que en la sucesión al trono de España se preferirá al varón frente a la mujer. Como es frecuente oír hablar continuamente de “hombres” y “mujeres” quizás pase desapercibido lo extraño que resulta encontrar los géneros incluidos dentro de las leyes fundamentales. Por lo tanto la Constitución reconoce dos géneros, lo que supone que todos los ciudadanos de la nación deban tener uno de los dos, pero no se dice que exista la posibilidad de elegir entre ellos; el género viene dado aunque no está claro cómo se produce la atribución1 . Es más, la concepción de ciudadano sólo en cuanto “hombre” o “mujer” merma la capacidad de decisión y acción individual porque obliga a una elección que no se puede tomar: frente al sexo (naturaleza) el género es cultura2 , pero no están recogidos los mecanismos para elegir o rechazar un patrón cultural que afecta tanto a la vida privada de las personas. Tampoco conozco ninguna Constitución que permita la posibilidad de elegir un género a sus ciudadanos. De lo contrario no existirían tantas trabas legales para el cambio de sexo y la formalización de un matrimonio a partir del cambio; por ese motivo los jueces dudan qué género asignar a la persona que ha cambiado sus órganos genitales pese a todos los informes médicos y psicológicos. Una vez que se introduce el género en las leyes los problemas aparecen pronto: si el género es la expresión cultural del sexo ¿qué se entiende por sexo, una constitución anatómica o una herencia cromosómica? Si lo primero entonces la persona transexual que ha cambiado sus órganos genitales con ayuda de la cirugia debería ser legalmente reconocida como perteneciente al sexo opuesto al de su nacimiento en un sistema duramente binario como es el 164
1 No debe pensarse que todas las sociedades tienen el mismo sistema de géneros; aquí las enseñanzas de la Antropología son sumamente valiosas. Ver WILLIAMS, W: The Spirit and the Flesh: Sexual Diversity in American Indian Culture. Boston, 1986 y CARDÍN, Alberto: Guerreros, chamanes y traves-tis. Indicios de homosexualidad entre los exóticos. Barcelona. Tusquets editores, 1989.
2 Esta distinción es discutible, pero puede ser asumida por el momento por mor de la brevedad e inteligibilidad de la argumentación. Para un desarrollo amplio del tema ver NIETO, J.A: Transexualidad, transgenerismo y cultura. Madrid,. Talasa, 1998.
F. Javier Ugarte Pérez
3 FOUCAULT, Michel: “El sexo verdadero”. Introducción al volumen Herculine Barbin, llamada Alexina B. Madrid. Editorial Revolución, págs. 11– 20, pág. 15.
nuestro; si lo segundo es imposible que pueda serlo porque las intervenciones quirúrgicas no cambian la herencia cromosómica. En el caso del hermafroditismo fetal ¿qué sexo se debe erradicar? Si no se obstaculiza el desarrollo de ninguno, o se realiza imperfectamente ¿con cuál registrar al recién nacido? A propósito de la importancia del sexo, dice Foucault en su Introducción al diario de un hermafrodita: En el lugar de cruce de estas dos ideas –no puede haber confusión en torno al sexo; nuestro sexo encierra lo que hay de más verdadero en nosotros mismos- el psicoanálisis ha enraizado su vigor cultural3
Por lo tanto el sexo, “el sexo verdadero”, constituye el centro del carácter individual y del reconocimiento social. Pero siendo estricto no se puede decir que la ley no reconozca ninguna relación entre personas del mismo sexo porque sí lo hace recogiendo unas prácticas sociales de larga tradición, solo que presuponiendo siempre la orientación heterosexual de los participantes y, por tanto, excluyendo las relaciones afectivas y sexuales. Voy a representar gráficamente esto último:
Matriz histórica de los géneros en Occidente
Hombre (-)
Hombre (+)
Mujer
(+)
1 3
Mujer (-)
2 4
Fratria guerrera o cazadora Grupo religioso; Amistad
Familia patrilineal Patriarcado
Familia matrilineal Familia contemporánea
Grupo religioso Amistad, Fraternidad
El símbolo (+) añadido a un género indica la relevancia social del mismo, lo que se da obviamente en el caso del masculino. Cuando (+) va asociado al género femenino debe entenderse que la discriminación de este género es menor que en la situación contraria, pero no que llegue a dominar porque no existe constancia histórica de ninguna sociedad donde las mujeres hayan sometido a los hombres; por eso se 165
SEXO, GÉNERO, ORIENTACIÓN
incluye aquí la familia contemporánea entre sus resultados. Por grupo religioso entre personas del mismo sexo con poder desigual me refiero a fenómenos que han sido tan importantes en la historia de Europa como el monacato4 . En el caso de una sociedad matrilineal la religión puede promover el sacerdocio femenino y existir, incluso, grandes sacerdotisas (como nos muestran algunos restos arqueológicos.) Por lo tanto se ve que existe reconocimiento legal para las relaciones entre personas del mismo sexo basadas en la fraternidad y camaradería, pero excluyendo el afecto sexual e imponiendo un orden jerárquico. La familia se encuentra fuera de esta matriz, lo que resulta comprensible dada la distribución de los sexos en géneros y la correspondiente división entre vida privada (familia) y vida pública (amistad, fraternidad.) Esto, como consecuencia, elimina la posibilidad de amistad y fraternidad en las relaciones hombre/mujer5 . La misma situación no se dio en todo momento, ya que según historiadores como Boswell, el mundo grecolatino reconoció legalmente ciertas formas de relación homosexual6 . Un camino para superar los obstáculos que impiden que las expresiones “familia homosexual” y “amistad heterosexual” tengan amparo social es intentar introducir elementos intermedios que socaven el dualismo; tal sería el caso de las parejas de hecho porque su menor alcance legal exige que el compromiso personal que las sostiene sea mayor. Otro camino sería volver a definir los géneros a través de los derechos de ciudadanía. No se trata de ninguna hipótesis descabellada porque creo que es lo que está sucediendo con las mujeres, donde el género como construcción social está siendo poderosamente influido por las conquistas de derechos políticos. Es decir que gracias a los saltos que da la legislación la realidad social se modifica a mayor velocidad de lo que lo haría llevada por su propia dinámica. De donde la actuación sobre el poder político es uno de los trabajos más necesarios para cualquier intento de transformación social. Pero esto sólo está comenzando a suceder en el caso de los homosexuales porque las victorias legales y jurídicas son muy recientes y no dejan de ser magras (por muy importantes que sean, pese a todo.) Por lo tanto es conveniente forzar el análisis más allá de lo que lo hace el Feminismo, o al menos en un sentido distinto. Debe recordarse que los derechos políticos, en el tema de la familia, están marcados por el género y que, definidos así los términos, la capacidad de maniobra de los homosexuales es prácticamente nula y sólo puede dar lugar a equívocos: un 166
4 Estudios como el de C. Espejo Muriel, El deseo negado: aspectos de la problemática homosexual en la vida monástica (S. III-IV d. C.) (Universidad de Granada, 1991) indican que, si no frecuentes, al menos las relaciones homosexuales fueron una práctica conocida por los primeros monjes cristianos. Sin embargo ese reconocimiento era el de un pecado, algo que debía ser erradicado aunque con el menor escándalo posible.
5 La amistad se da de hecho, pero sólo carece de ambigüedades cuando uno de los dos participantes tiene orientación homosexual. En otro caso los malentendidos y suspicacias del entorno pueden ser continuos.
6 BOSWELL, John: Las bodas de la semejanza. Muchnik editores. Barcelona, 1996.
F. Javier Ugarte Pérez
7 Algo que afecta también a los transexuales. Ver el artículo de Cristina Garaizabal: <La transgresión del género. Transexualidades, un reto apasionante> en Transexualidad, transgenerismo y cultura (Op. Cit.).
8 Así el caso de Sócrates, buscado como maestro por jóvenes de todo tipo. Para una exposición de todo lo anterior véase el siguiente extracto del discurso de Pausanias en El Banquete: “Así, el entregarse por alzanzar la virtud es bello. Es éste el amor de la diosa celeste, que también es celeste y de mucho valor para la ciudad y para los ciudadanos en particular, ya que obliga tanto al amante como al amado, a tener un gran cuidado de sí mismo con relación a la virtud” PLATÓN: El Banquete. Barcelona. Ediciones Orbis, 1983, pág. 48.
gay será femenino y se comportará como una mujer (que no una hembra) y una lesbiana será masculina y se comportará como un varón (que no un macho). O, por el contrario, un gay es sólo un varón desordenado, es decir un heterosexual que confunde sus objetivos, y lo mismo cabría decir de las lesbianas. Tal es la postura que defiende, por ejemplo, la Iglesia Católica desde la Teología tomista, así como los grupos moralmente conservadores. Es decir, de un sexo se deriva un género, uno solo, y de este una orientación, la heterosexual7 . Ese es todo el espacio disponible dentro del sistema de género y de esos equívocos venimos. Y esto no sólo por intransigencia de las instituciones en las que las personas desarrollan sus vidas, sino por las connotaciones que tienen los conceptos que se usan para pensar. Porque si un varón no es masculino ¿entonces qué es? ¿y cómo puede ser masculino si no se siente atraído por las mujeres? Sin embargo este modelo es local, propio de Occidente, e histórico porque se impone a partir de la instauración del Cristianismo como religión del Estado; por ejemplo en el mundo griego se podía ser masculino, y sumamente masculino además, sintiéndose atraído por los varones porque se suponía que sólo a través de estas relaciones se aprendía o transmitía la virilidad. Esto también sucede en otras sociedades donde la masculinidad tiene un alto valor, normalmente sociedades guerreras. El principio se basaba en un tipo de pedagogía que suponía que los valores se adquieren frecuentando a quienes los tienen, por imitación o emanación, y por tanto la búsqueda de modelos o maestros virtuosos era una tarea importante para el ciudadano de la antigua Grecia8 . La pedagogía actual parecer basarse, por el contrario, en la convicción de que dentro de cada persona están todas sus capacidades y sólo se trata de sacarlas a la luz, de desarrollarse como persona, de donde la gran importancia de las investigaciones biológicas y genómicas para conocer eso que se lleva dentro y que debe ser expuesto. En el presente tema se trata de un sexo cromosómico (XX o XY) que legalmente constituirá un género sujeto de derechos y al que se presupondrá, u obligará, a una orientación, la heterosexual, para que pueda hacer uso de ellos. La solución que propone Judith Butler a esta situación es hacer saltar el sistema a través de la multiplicación de los géneros y la parodia, de donde las más imaginativas drag queens (y drag Kings) tendrían un papel político relevante. 167
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Por extensión la “queer theory”, de la que es una de sus inspiradoras, multiplica las formas del género y fomenta el transgenerismo (serio y paródico) en todas sus variantes en la confianza de que la incapacidad de esquematizar a priori a una persona dificulte seguir manteniendo la tradicional división entre heterosexuales y homosexuales y, por tanto, la discriminación. Véase lo siguiente: The cultural matrix through which gender identity has become intelligible requires that certain kinds of “identities” cannot “exist” –that is, those in which gender does not follow from sex and those in which the practise of desire do not follow from either sex or gender9
Reconociendo la originalidad del planteamiento y su capacidad para cuestionar las evidencias genéricas en este trabajo se propone un camino distinto: reducir su entidad para conseguir eliminarlo de las leyes fundamentales. La manera de hacer esto es llevando al límite dos conceptos que están en la base de la Filosofía Política y del Derecho contemporáneos, Libertad e Igualdad, y viendo cómo funcionan las relaciones entre ellos en esa situación. Tradicionalmente se ha considerado desde un pensamiento progresista que el énfasis en la igualdad era el mejor camino para superar situaciones de injusticia. Es decir se trata de argumentar en todos los frentes que el hecho de que un ciudadano no tenga acceso a un bien común supone una grave situación de injusticia que se encuentra condenada por las leyes. El movimiento de lucha por los derechos homosexuales no es una excepción a esta regla, y combate política y jurídicamente según este principio. Reconociendo la necesidad de este enfoque creo que en las últimas décadas se ha descuidado otro que podría haber dado resultados muy interesantes. Por ejemplo en la lucha contra las barreras legales y políticas la batalla por la libertad ha tenido un éxito abrumador en la historia contemporánea de Europa. Se combatió bajo el principio de la libertad en los años que siguieron a Stonewall10 , pero lo que se pretendía –y en buena medida se consiguió- fue la abolición de las leyes represivas que pesaban sobre las relaciones homosexuales. Ahora se trataría de usar la libertad siguiendo una dirección distinta: ampliar las leyes existentes sobre familia para acoger en ellas el derecho de cualesquiera dos ciudadanos a fundar una. Por eso no parece una buena idea dejar de lado este ideal y basar toda la lucha en el solo principio de la igualdad. Por lo tanto se trataría de analizar la imposibilidad de ejercer ciertos derechos, por ejemplo el de contraer 168
9 “La matriz cultural a través de la cual la identidad de género ha llegado a ser inteligible requiere que ciertos tipos de «identidades» no puedan “existir” – esto es, aquellas en las que el género no se deriva del sexo y aquellas en las que las prácticas del deseo no “derivan” ni del sexo ni del género” BUTLER, Judith: Gender Trouble. Feminsm and the Subversion of Identity. New York. Routledge, 1990, pág. 17. (Traducción propia).
10 Agradezco esta observación a Kerman Calvo.
F. Javier Ugarte Pérez
11 Un primer acercamiento al tema se puede encontrar en UGARTE PÉREZ, Javier: Parejas de hecho y matrimonios homosexuales. Claves de Razón Práctica, junio 2000, págs. 34 - 40. nº103
12 El artículo 1.1 reza así: “España se constituye en un Estado Social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”.
13 El género podría ser un fetiche como el patrón-oro de los economistas, es decir una construcción simbólica necesaria en el pasado pero que en el presente impide avanzar a una sociedad. De hecho el género ha sido eliminado como obstáculo para la sucesión real en varias monarquías europeas.
matrimonio, como una coacción a la libertad individual11 . Es indiscutible que la elección de una persona concreta con quien compartir la vida es un asunto personal e intransferible, y es uno de los campos donde la libertad personal mejor se puede argumentar contra cualquier determinismo. Pues bien, si dejando de lado la cuestión del origen y características de la orientación sexual, se analiza su actuación como entidad política es cuando interpretar esta imposibilidad como un obstáculo a la libertad alcanza su mayor desarrollo. Su expresión personal sería algo como lo siguiente: “Yo, que he elegido a esta persona para compartir mi vida, veo mi libertad coartada porque se me impide formar una familia”. Es evidente que el Estado tiene, a su vez, libertad para decidir el apoyo y las ayudas que da a las familias, pero no la tiene para decidir con quién se debe formar esa familia, puesto que no puede impedirlo según la raza, etnia, religión o clase social de los implicados. Así, imposibilitando que la mitad de la población sea elegida para ese fin (las personas que pertenecen al propio sexo y género) el Estado coarta considerablemente la libertad individual. Si las feministas han argumentado, certeramente, que la desigualdad de las mujeres suponía la marginación de la mitad de la población y esto era algo que ningún sistema democrático se puede permitir, los defensores de los derechos homosexuales también pueden argumentar que con las actuales leyes matrimoniales es imposible elegir como compañeros de vida a la mitad de la población. Y esta coacción debe ser justificada, argumentada, no se puede considerar algo dado, al igual que debe justificarse el motivo por el que el Estado discrimina a parejas homosexuales frente a otras heterosexuales, pero en este último caso violando el principio de igualdad. Entre otras cosas debe de ser justificado porque el artículo primero de la Constitución señala también la libertad como el primer valor a defender por el Estado y la sociedad12 . Se ve entonces que los dos ideales son irrenunciables y complementarios. Por lo tanto si en el uso de una libertad personal y privada se impide realizar un derecho porque en los artículos constitucionales aparecen los géneros, y se entiende de forma restrictiva que estos sólo se pueden casar entre sí, entonces la solución es pedir que desaparezcan de los principios de ciudadanía como una reliquia del pasado, un fetiche de las épocas doradas del Absolutismo13 . Entre otras cosas porque del artículo constitucional que habla del matrimonio se puede 169
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concluir que quienes lo contraen son dos géneros distintos (u opuestos) en lugar de dos ciudadanos, lo que es obviamente falso. Creer esto sería mantener que el matrimonio sigue siendo el umbral simbólico de alianza entre dos casas aristocráticas o dos ricas familias burguesas en lugar de ser la simple unión de dos personas. Por eso conservar el género como base del matrimonio es mantener un fetiche del pasado; cada ciudadano que contrae matrimonio no es el representante de un género al que deba defender o por el que se deba sentir responsable. Es más, eliminarlo de la Constitución supone reformular la igualdad porque entonces las relaciones se establecen de ciudadano a ciudadano y puede resultar más fácil argumentar contra la desigualdad. Además se considera al matrimonio un contrato cuya consumación sexual no exige ser probada en el Derecho. Por lo tanto cabe reclamar que se cumpla el mismo principio que en el resto de los contratos en los que el género de los contratantes no tiene ninguna relevancia. Es decir, si ya han desaparecido todas las leyes que mantenían desigualdades genéricas (coeducación, acceso de las mujeres al ejército y a cualquier otro tipo de trabajo, etc), ¿qué sentido tiene mantenerlos cuando se trata de algo tan privado como formar una familia? Lo lógico sería atenerse a las mismas restricciones que rigen otros contratos: la capacidad legal y los obstáculos para suscribir algunos, como por ejemplo debido a la consanguinidad de los contrayentes. Tanto más es así cuanto las técnicas de fecundación y fertilidad permiten la descendencia fuera de la pareja heterosexual, por ejemplo en el caso de las lesbianas. Enfatizando la coacción a la libertad personal y la prolongación de una situación de injusticia por la desigualdad de trato, se puede llegar a lo que denomino Matriz política de los géneros. Se establece exteriorizando lo que se encontraba en los espacios interiores de la Matriz histórica e interiorizando lo que se estaba fuera. El motivo para hacer esto es que, como ya he señalado anteriormente a propósito del Feminismo, las luchas y éxitos políticos transforman las relaciones sociales. El sentido de la Matriz sería el siguiente: el primer término del par es el marcado positivamente a nivel social. Por ejemplo el par 2.b (Mujer/Hombre) sería el producto de las conquistas políticas de las mujeres. En el plano jurídico tiene logros tan significativos como permitir que el apellido materno preceda al paterno en el momento de registrar civilmente al recién nacido, lo que supone primar la matrilinealidad sobre la 170
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14 La reforma del Código Civil del 5 de noviembre de 1999 permitió esta posibilidad bajo el común acuerdo de los progenitores.
15 K. SEDGWICK, Eve: Epistemología del armario. Barcelona. Ediciones La Tempestad, 1998, pág. 110.
patrilinealidad por primera vez en milenios14 . Creo que no se ha destacado suficientemente, ni por las propias feministas, la importancia simbólica de este logro. Todos los pares de los cuadros 1 y 4 son el producto de dos cambios complementarios, el reconocimiento jurídico de las situaciones reales de convivencia o parejas de hecho (1.a y 4.a) y la posibilidad de extender estos derechos a los homosexuales, incluso el matrimonio allí donde esté reconocido en plena situación de igualdad. En este último caso el par 1.b describiría la situación de las lesbianas y el 4.b la de los gays.
Matriz política de los géneros
Amistad, Fraternidad
1 3
Familia Patrilineal
2 4
Familia Matrilineal
a) Mujer/Hombre b) Mujer/Mujer
a) Hombre/Mujer b) Mujer/Hombre
Amistad Fraternidad
a) Mujer/Hombre b) Mujer/Mujer c) Hombre/Hombre
a) Hombre/Mujer b) Hombre/Hombre
Finalmente el cuadro 3 es el resultado de la superación de los conceptos de amistad y fraternidad para incluir el nuevo par hombre/mujer (o mujer/hombre.) Esto conlleva una nueva posibilidad de amistad y fraternidad (3.a) siguiendo la idea que señalaba Eve K. Sedgwick de que el cambio de estatuto de la homosexualidad conllevará el de la heterosexualidad porque ambos conceptos son mutuamente dependientes: el período que aproximadamente se extiende entre Wilde y Proust fue pródigamente fructífero en intentos por dar un nombre, explicar y definir este nuevo tipo de criatura, la persona homosexual –un proyecto tan urgente que en su furor por la distinción incluso generó una nueva categoría, la de persona heterosexual15 (la cursiva es mía)
Por lo tanto no es una hipótesis arriesgada creer que los resultados anteriores difícilmente se pueden conseguir sin desbaratar los géneros tal y como los se conocen en los últimos 171
SEXO, GÉNERO, ORIENTACIÓN
doscientos años, aunque estos sean una parte fundamental de la autocomprensión del sujeto. En este sentido el análisis de Butler de la cita anterior es correcto, aunque discrepo de la solución que propone por considerarla problemática: ¿deberíamos todos y todas cambiar nuestra representación de género con frecuencia para conseguir así su disolución? Esto parece estar fuera de las posibilidades de la mayor parte de las personas. La pregunta entonces sería si existe algún indicio de que se camina en la dirección de la disolución de los géneros. Así parece porque si se considera el ejemplo de las identidades nacionales surgidas en Europa a partir del Romanticismo o de las identidades de clase tradicionales; creo que se puede decir que hoy son más débiles y están más criticadas No solo eso, ya es un tópico hablar de la crisis de la identidad masculina y de la apertura del varón a nuevas metas y posibilidades y puede comprobarse cómo año tras año se multiplican los estudios y ensayos sobre este fenómeno16 . Vivimos por tanto un proceso de deconstrucción de las identidades heredadas. En este proceso, y en los factores que los determinan, los homosexuales encuentran una posibilidad para desarrollar sus derechos que no tenían en las matrices culturales de los últimos siglos.
172
16 Como ejemplo de uno de los ensayos con más éxito en la década de los noventa, véase: BADINTER, Elisabeth: XY. La identidad masculina. Barcelona. Círculo de Lectores, 1994.
F. Javier Ugarte Pérez
Bibliografía -Badinter, Elisabeth (1994): XY. La identidad masculina. Círculo de lectores. Barcelona. (original en francés: XY, de l´identité masculine) -Boswell, John (1992): Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad. Los gays en Europa desdde el comienzo de la Era Cristiana hasta el siglo XIV. Muchnik. Barcelona (traducido del inglés: Christianity, Social Tolerance and Homosexuality. Chicago University Press, 1980). -
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“ (1985): Herculine Barbin, llamada Alexina B. Revolución. Madrid (original en francés: Herculine Barbin, dite Alexina B.. Gallimard. París, 1978).
-
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-Kosofsky S., Eve (1998): Epistemología del armario. Ediciones de la Tempestad. Barcelona (original en inglés: Epistemology of the closet. University of California Press, 1990). -Nieto, José A., Comp. (1998): Transexualidad, transgenerismo y cultura. Antropología, identidad y género. Talasa. Madrid. -Pérez Cánovas, Nicolás (1996): Homosexualidad, homosexuales y uniones homosexuales en el Derecho español. Comares. Granada. Platón (1983): El Banquete. Orbis. Madrid. -Talavera Fernández, Pedro A. (1999): Fundamentos para el reconocimiento jurídico de las uniones homosexuales. Propuestas de regulación en España. Dykinson. Madrid. - Ugarte Pérez, F. Javier (2000): Parejas de hecho y matrimonios homosexuales. Revista Claves de Razón Práctica, junio, nº 103, junio, págs. 34-40. -Varios (1987): Sexualidades occidentales. Paidós Studio. Barcelona (original en francés: Sexualités occidentales. Éditons du Seuil. París, 1982). En esta obra se encuentran textos de Ph. Ariès, A. Béjin y M. Foucault, entre otros. 173
XII CURSOS DE VERANO DE LA UNED «GÉNERO Y DIFERENCIA: ESTRATEGIAS PARA UNA CRÍTICA CULTURAL» A CORUÑA, del 16 al 20 de Julio de 2001
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Fina Birulés «¿Políticas de la identidad?»
Germán Cano «El sexo como verdad»
Beatriz Preciado «Ars prostetica»
Ricardo Llamas «Hacia un género excesivo y sexualmente desorientado»
Ángeles Perona «Sexo y género: los límites del constructivismo» Clausura
TARDE LIBRE
Mesa redonda “Identidades e indiferencias: la gente circula” Salvador Mas Paco Vidarte Ángeles Perona Beatriz Preciado Ramón del Castillo
Manuel E. Vázquez Ramón del Castillo «Diferencia e «Guerras culturales y indefinición: la políticas de la heterogeneidad de la identidad» crítica» Cristina de Peretti «Lo políticamente correcto: made in USA»
Inauguración Quintín Racionero «La subjetividad construida» Paco Vidarte “Disgayland: fantasías animadas de ayer y hoy”
Teresa Oñate y Amanda Núñez “Violencia y transdominación: una vindicación estética del masoquismo”
“Género” y “diferencia” son dos conceptos —casi consignas— que han adquirido en los últimos años una singular relevancia y una enorme repercusión político-social, llegando a desbordar su propio contexto de surgimiento (el feminismo, la queer theory, las minorías marginales, la estética ciborg, la crítica cultural) y constituyendo un verdadero desafío para la reflexión filosófica. Ésta, ajena a la subversión de las identidades, de los roles sexuales, de la articulación de la diferencia, de la heteronormatividad de su propio discurso puesto en solfa por la recontextualización y la deconstrucción de dos categorías que en la actualidad le son completamente extrañas —incluso amenazan su tradicional espacio de poder que se pretende curiosamente “indiferente” y “transgenérico”—, se sigue autodefiniendo desde unos parámetros incapaces ya de enfrentarse en su obsolescencia al reto que le plantean desde los propios márgenes de la filosofía nociones tan antiguas como “diferencia” y “género”, que sólo recientemente han descubierto su enorme potencial subversivo a nivel teórico y de la praxis, teniendo para ello que abandonar el ámbito del pensamiento filosófico, el cual, no obstante, con su característico retraso, no puede quedar indiferente ante el guante que le ha sido arrojado. Vicerrectorado de Extensión Universitaria. Secretaría de Cursos de Verano de la UNED. C/ Bravo Murillo 38, 1ª planta. 28015 Madrid. 174
N O T A S
D E
L E C T U R A S
Debbie Epstein y Richard Johnson, Sexualidades e institución escolar, Colección «Educación Crítica», Madrid, Ediciones Morata y Fundación Paideia, 2000 (Edición original: Schooling Sexualities, Open University Press, Buckingham, 1988. Traducción de Roc Filella). La publicación de estudios sólidos sobre educación sexual ha sido en España, y continúa siendo en la actualidad, muy escasa. El asunto está fuera de la formación del profesorado: es inexistente en los planes iniciales de las facultades de educación y las escuelas de magisterio, y escasísimo en los cursos de formación continua de los docentes. Hasta el debate sobre las formas y contenidos de la educación sexual es infrecuente. Las escuelas españolas, hoy por hoy, siguen sin saber qué hacer con la sexualidad, así que, en gran medida, procuran evitar su tratamiento explícito. La presencia del mundo sexual y afectivo en lo que se ha llamado «el currículum oculto» es, por otro lado, innegable. En este contexto, un libro como el que tratamos, que aborda específicamente la vivencia de la sexualidad en las escuelas, es una buena noticia para quienes estamos interesados en el desarrollo de una cultura sexual menos axfisiante que la que hoy tenemos. Aun más cuando el análisis se centra, no sólo en los contenidos de un currículum sobre sexualidad, sino en las ideas que profesores y alumnos manejan sobre qué es bueno o aceptable en las conductas sexuales de unos y otros. Aun más cuando, entre esas conductas sexuales, las ideas sobre la homosexualidad son analizadas con especial atención. Antes de comentar el contenido, tal vez sea conveniente señalar que todo el estudio tiene como objeto la sociedad y la escuela inglesas. Los conceptos y sistemas de análisis que se exponen tienen aplicación, en la mayor parte de los casos, a la realidad española pero existen también muchos aspectos concretos que son idiosincrásicos de la sociedad inglesa, y por ello difícilmente extrapolables a nuestro país. No obstante, y a pesar de las diferencias entre ambos sistemas escolares, las conclusiones sobre lo que los autores llaman «la cultura sexual» de alumnos y profesores, y sus propuestas, son válidas en nuestro contexto. El libro se divide en dos partes heterogéneas, tanto por su contenido como por la forma de abordarlo. La primera parte, titulada «Las sexualidades en el ámbito público», pretende dibujar un panorama general del discurso político y 175
social predominante en torno a las identidades sexuales, así como del control que se ejerce sobre las mismas. Estos capítulos no tratan tan específicamente el escenario escolar como harán los de la segunda parte; buscan una contextualización más amplia de los discursos sobre la sexualidad, aunque prestan atención al modo en que los contenidos sobre sexualidad fueron modificados en el Currículum Nacional, y a las consecuencias del cambio. La segunda parte, titulada «Las sexualidades en las escuelas», recoge un conjunto de testimonios personales de profesores y alumnos, homosexuales en muchos casos, cuyo fin es concretar los modos en que ese discurso y ese control social se reproducen en las escuelas. Se pretende ilustrar mediante casos concretos cómo cristalizan los discursos teóricos recogidos en la primera parte en los acontecimientos cotidianos de las escuelas. Richard Jonhson, el redactor principal de los primeros capítulos, comienza observando cómo se lleva a cabo la formación de una identidad nacional británica (que incluye una identidad sexual hegemónica) y cuál es la función de la misma en el control de la conducta sexual. Es interesante el estudio de casos de la vida social británica sobre la aceptación o rechazo de identidades sexuales distintas a la familia heterosexual y blanca (casos siempre previos a la victoria laborista, puesto que la redacción del libro se terminó antes de la misma y además los autores trabajaban sobre materiales de los años anteriores, los transcurridos durante el gobierno de Thatcher y Major). Un ejemplo de esta dinámica de aceptación/rechazo es la contraposición en los medios de comunicación de la conducta de Nigel Hawthorne (el magnífico protagonista de «La locura del rey Jorge») y la de Peter Tatchell (el activista gai, fundador del grupo OutRage). Las opiniones vertidas respecto a la manifestación pública de la homosexualidad de ambos aceptaban a Hawthorne por ser discreto y británicamente respetable en cualquier otro aspecto de su vida, mientras que condenaban a Tatchell por su militancia agresiva y típicamente americana. Según los autores para que la identificación con un modelo nacional funcione no es preciso solamente excluir a los que no cumplen sus exigencias, sino que éstos deben aparecer frecuentemente en el discurso público como los otros. Dentro de este proceso de identificación de los modelos de sexualidad nacional , los autores destacan el papel hegemónico que la familia heterosexual sigue jugando en el 176
discurso: se trata de un modelo que se utiliza para distinguir lo que es deseable sexualmente de lo que es rechazable. Ese modelo sexual conlleva gran cantidad de valores: heterosexualidad, división de género, relaciones de tipo patriarcal, una unidad reproductora estable regulada por ley, un entorno «moral» del que se alimentan los hijos, un sistema de compañía y socorro, un inmueble, una unidad económica de ingresos e impuestos, una instancia de formación patriótica, etc. A pesar del cuestionamiento que «los movimientos radicales de sexo y género» (homosexuales y feministas) han introducido en la vida pública, los autores afirman que ese modelo nacional de familia funciona muy bien hoy en día como referente de aceptación/exclusión de otra conductas sexuales. El tratamiento de los discursos políticos sobre la sexualidad que se hace en el capítulo III es clarificador en cuanto a las posiciones del tradicionalismo moral (o neoconservadurismo) y las del neoliberalismo, los dos grupos presentes dentro del partido conservador, y que se diferencian especialmente en cuanto a su tratamiento de las conductas sexuales. Los primeros siguen moviéndose en el binomio reproducción/desviación, mientras que los segundos lo hacen en términos de opciones individuales y libertad en la vida privada. Entre otros casos, los autores comentan las diferencias en los debates de la Cámara de los Comunes en torno a la edad de consentimiento sexual de las relaciones homosexuales, en 1994: muchos neoconservadores se negaban a reducirla a los dieciséis años aduciendo razones morales sobre «lo natural» o «lo normal» en tanto que algunos de los neoliberales, menos entusiastas del modelo familiar, estaban a favor de la disminución por razones de «pragmatismo de la salud pública». Este tipo de contradicciones en el discurso oficial han producido en las escuelas, según los autores, una convicción muy extendida entre los profesores de que es muy difícil abordar la educación sexual sin riesgo de ser criticados desde uno u otro discurso. En cuanto a la posición del liberalismo social representada por los laboristas, Epstein y Johnson reconocen su mayor apertura a los modelos alternativos como los homosexuales, pero afirman que caen en la red tejida por los neoliberales ya que siguen privilegiando al matrimonio heterosexual, y sólo tolerando otras conductas. Esta primera parte termina con un análisis del control que se lleva a cabo desde la prensa británica sobre las conductas 177
sexuales que se desvían del modelo de familia heterosexual monógama: los escándalos sexuales como reguladores de lo socialmente deseable en cuanto a la sexualidad. En particular, se estudian dos tipos de escándalo en los periódicos: en primer lugar, el caso del hombre público que tiene una relación sexual extramatrimonial (y se interpreta en los términos del discurso del «apetito sexual del macho» y de la obligación de «amarle/ respetarle» de la esposa); en segundo lugar, el hostigamiento que los profesores gais y lesbianas sufren cuando intentan manifestar su orientación sexual (en particular se analiza el caso de Jane Brown, una profesora lesbiana que fue objeto de numerosos artículos en la prensa por manifestar públicamente determinadas críticas al heterosexismo de una obra teatral). Finalmente, señalamos dos asuntos de especial interés en este último análisis de casos británicos. En la página 101, la reflexión sobre la inconveniencia del outing (traducido por desenmascaramiento) como estrategia de los grupos de homosexuales, ya que «(su) efecto depende de las propias condiciones homofóbicas que la política gay y lésbica pretende combatir» y «hace lo mismo que los tabloides (sic), con la salvedad de que invierte la forma que éstos tienen de valorar los hechos». Ya hacia el final es notable el análisis del paradigma de la inocencia sexual de los niños, según el cual éstos viven al margen del mundo de lo sexual. Se trata de uno de los obstáculos fundamentales que afronta la educación sexual y que, según los autores, contradice los estudios realizados sobre las culturas sexuales de los niños, y funciona en contra de los derechos de éstos y a favor del control de los adultos. Debbie Epstein es la autora de la mayor parte del texto de la segunda parte, un estudio sobre las vivencias de profesores y alumnos en las escuelas británicas realizado a través de reflexiones etnográficas sobre la escuela y de entrevistas con unos y otros. Se trata, en fin, de arrojar luz sobre cómo los profesores y alumnos (sobre todo los homosexuales) se ven obligados a esconder sus orientaciones sexuales, y a vivir en la escuela bajo un control exhaustivo de sus comportamientos. También se aborda el modo en que se plantea la educación sexual en las escuelas, y cómo ésta se fundamenta en el doble eje de los peligros del embarazo y las E.T.S., y el de la biología reproductora; un enfoque que deja pocas oportunidades a la educación del afecto y las diferentes conductas sexuales. 178
Uno de los méritos de esta parte es la constatación del modo en que la construcción de la identidad heterosexual masculina (que sigue siendo claramente hegemónica en la escuela) está fundamentada en la homofobia y la misoginia, es decir, en la vigilancia permanente de los chicos para eliminar cualquier rastro de deseo homosexual y cualquier manifestación que se asocie con «lo femenino». Epstein apunta que esta exaltación de la masculinidad a la que los alumnos varones se ven obligados es muy perjudicial: por una lado impide superar el sexismo, por otro condena a los alumnos homosexuales a ser objeto constante de burlas e insultos y, finalmente, perjudica a los propios chicos, ya que el hecho de mostrar interés por lo intelectual y lo artístico se asocia a la feminidad y a la homosexualidad, con lo que muchos varones apoyan su afirmación sexual en el mal rendimiento académico. Otro acierto es el planteamiento de esa exigencia tácita (y muy explícita cuando es preciso) que sufren los profesores y profesoras por parte de la sociedad y de la escuela de ser «sexualmente correctos», no sólo durante su vida pública (es
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decir, en la escuela), sino también en su vida privada. Incluso a pesar de las grandes diferencias de poder sobre los profesores que los directores de las escuelas tienen en Gran Bretaña y España, no cabe duda de que esa obligación de no resultar un mal modelo sexual para los alumnos está también muy presente en nuestras escuelas. En este sentido son muy interesantes los análisis realizados de los casos de tres profesores homosexuales que obraron de forma distinta en cuanto a la ocultación de su sexualidad (tratar de evitar el tema, buscar el modo de explicarlo sin que provoque conflicto, o simular ser heterosexual) y de las consecuencias de esas conductas. En las conclusiones del libro, escritas conjuntamente por ambos autores, tratan de perfilar lo que llaman aspectos preemergentes de la cultura sexual actual, es decir nuevos elementos que «no están aún articulados del todo» en el ámbito social: relaciones entre reproducción y sexualidad, las culturas sexuales de los alumnos, la progresiva aparición en el discurso público de la homosexualidad, etc. Como hemos venido señalando las aportaciones del libro son, en conjunto, muy interesantes, sobre todo dentro del pobre panorama de obras en español que aborden el tema. No hay que olvidar, no obstante, la vinculación de los casos del estudio a la realidad británica y su cuestionable aplicación al contexto español. Nos quedamos particularmente con una idea que va apareciendo a lo largo del texto: la necesidad de una educación sexual que supere lo fisiológico y se vertebre desde las relaciones, el respeto y la diferencia; que abandone la idea de que el sexo biológico determina las conductas sexuales; y que aborde desde ahí los aspectos de la reproducción. Estamos con los autores cuando afirman que esto sólo será posible combatiendo simultáneamente el heterosexismo, la homofobia y la misoginia. Carlos Landívar
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José Antonio Nieto (Compilador), Transexualidad, transgenerismo y cultura. Talasa. Madrid, 1998. El libro editado bajo la coordinación de J.A. Nieto se comprenderá mejor si se añade que lleva como subtítulo “Antropología, identidad y género” porque la formación antropológica del compilador se percibe en la presentación del volumen y en el enfoque que domina en numerosos artículos que lo componen. Pero también debe destacarse que los otros dos términos que acompañan al subtítulo (identidad y género) son el objeto al que se dirige esa mirada antropológica. Se trata, por lo tanto, de un volumen en el que se reflexiona y aportan datos sobre identidad y género, sí, pero de un grupo humano estadísticamente minoritario y oculto como pocos: los transexuales (con una “s”, aclaran algunos autores, para considerarlos personas con una identidad estable y no como alguien que está entre dos sexos, lo que requeriría el término “transsexual”) y los transgenéricos (aquí el uso de una sola “s” resulta más problemático, aunque ya no se justifique). Pero, ¿quiénes son los transexuales y en qué se diferencian de otros dos grupos humanos aparentemente similares, cercanos en los problemas de identidad y género: los y las homosexuales y los travestidos (permítaseme el masculino porque el femenino resulta más problemático: ¿necesitan las mujeres travestirse para experimentar algún tipo de excitación erótica como parece ser propio de algunos varones?). Por lo tanto el objetivo del libro es cuádruple: conseguir que el lector/a comprenda las características y situación de los y las transexuales, los y las transgeneristas y que además entienda las diferencias que existen entre estos dos grupos por un lado y homosexuales y travestidos por el otro. Ardua tarea. El trabajo de selección de textos, todos ellos publicados entre 1975 y 1993 por autores norteamericanos (con la excepción del propio compilador y de Cristina Garaizabal), tiene pues un objetivo específico pero que se extiende a un campo más amplio para realizar el análisis con mejor perspectiva y a partir de numerosos matices. Tarea ardua también porque no siempre está claro quienes son esas personas que se califican, o son calificadas por los médicos, como transexuales. Y una cosa queda clara al terminar de leer el libro, la opinión y colaboración de la clase médica es determinante porque de lo contrario el cambio de sexo no se puede realizar: las leyes prohiben la castración, así que la única forma de realizarla es convencer a los legisladores -vía informes 181
médicos- de que existe un error en la atribución del género al individuo porque este forma parte del sexo contrario al manifiestado por su genitalidad y herencia cromosómica. Difícil tarea también para los médicos pero en la que suelen colaborar gustosos vistas las ricas experiencias que estos sujetos pueden proporcionar a la investigación y las elevadas sumas de dinero que están dispuestos a pagar por las operaciones necesarias para transformarse satisfactoriamente; eso es lo que nos cuentan al menos en su artículo Dwight B. Billings y Thomas Urban. Incluso se habla de una tendencia específica de los transexuales que pasan de ser hombres a mujeres: poliquirurgismo. Dado que su aspecto después del cambio de sexo nunca es del todo el de una mujer que haya nacido como tal, necesitan numerosas operaciones para alcanzar su ideal, de ahí el poliquirurgismo. El deseo es el patrón que gobierna en una sociedad de consumo. También se señala que los y las transexuales deseosos de operación hacen todo lo posible para convencer a los médicos de que son candidatos adecuados, incluso óptimos para el cambio. Aún más, mienten deliberadamente para conseguirlo, ¿pero qué otro camino queda cuando el médico es el único que puede conceder la autorización para transformar lo que la naturaleza ha concedido? Se darían todos los rasgos propios de dependencia psicológica médico-paciente estudiados por el psicoanálisis, pero con falsedad consciente del paciente para disgusto de unos médicos, al parecer, más acostumbrados a ser admirados sincera y desinteresadamente. Analizaré el libro con mayor detalle: en el primer artículo del volumen José A. Nieto realiza una reflexión sobre la incapacidad del sistema binario heredado para explicar la rica, cada vez más rica, realidad. Y para ello establece un postulado metodológico: abandonar el principio epistemológico de la navaja de Ockham que ha dominado la reflexión filosófica y científica durante siglos y según el cual la explicación más simple es siempre la mejor. Esto vale para el estudio físico de las fuerzas, pero en el universo humano quizás la explicación más compleja sea la mejor. Por otro lado, Nieto reivindica el estudio antropológico -y por extensión de las ciencias sociales- de campos olvidados por esta disciplina, verbigracia la sexualidad, los afectos y los deseos. De lo contrario será la Biología quien se seguirá ocupando de estos fenómenos con las consiguientes y temibles reducciones y simplificaciones naturalistas y naturalizantes que poco explican y mucho dictaminan sobre lo correcto y lo incorrecto, lo normal y lo anormal. 182
Cristina Garaizabal realiza una reflexión sobre la transexualidad a partir de su experiencia de diez años con estas personas señalando su heterogeneidad. Como en cualquier otro grupo humano, existen transexuales que se quieren operar, o que lo han hecho ya, y otros que no. Existen transexuales de orientación heterosexual, otros de orientación homosexual y otros bisexuales. La autora denuncia también la presión de la clase médica para que la persona que se quiere operar se defina como heterosexual pero “en un cuerpo equivocado” porque de lo contrario tiene pocas garantías de ver cumplido su deseo. Es decir, una mujer, para ser mujer, sólo puede ser heterosexual y más si antes era hombre. Y de forma clara la autora niega que la clase médica tenga que tener el poder de decidir quién es idóneo/a para la operación y quién no. Dwight B. Billings y Thomas Urban, a quienes ya me he referido, señalan los estudios y operaciones sobre hermafroditas y personas intersexuales como la base histórica en la que se apoyó la medicina para llegar después a la transexualidad. En concreto los médicos de la Universidad Johns Hopkins, pionera en este campo, parten de que el rol de género es independiente de la anatomía y se consolida a temprana edad por lo que ya no se puede cambiar, mediante terapia, por ejemplo. En esa prestigiosa Universidad se realizaron las operaciones de cambio de sexo en los Estados Unidos durante la década de los cincuenta. Sustituyeron el lenguaje de las perversiones por otro en el que se describe la demanda hecha por los pacientes intentando soslayar la acusación psicoanalítica de “colaboración con la psicosis”. Pero en este combate forjaron también una identidad transexual estable a la que se tenían que someter quienes desearan cambiar su sexo, es decir crearon un estándar que fue copiado en el resto de los Estados Unidos. Tras veinte años de cirugía dejaron de hacer operaciones en 1979 porque los pacientes que operaban no salían mejor parados que aquellos que no se operaban pero que se sometían a terapia. Bernice L. Hausman realiza una análisis muy interesante de los géneros teniendo la tecnología como base. Intenta evitar la tradicional y anticuada lectura represiva del poder proponiendo otra más productiva, a lo Foucault, a través de los saberes y prácticas tecnológicas. Y es que la transexualidad, además de las tecnologías usuales en la construcción de los géneros, como el cine, se construye con la tecnología médica (quirúrgica y hormonal). De lo que se deduce que la 183
transexualidad no puede rastrearse en el pasado porque sin la actual tecnología nunca hubiera existido. Así se produce el cambio desde el “sexo verdadero” hacia el “sexo óptimo” definido mediante el rol de género, en primer lugar, y después mediante la identidad de género; de esta forma se intentan respetar los deseos del paciente pero, eso sí, restableciendo la heterosexualidad santa y aparentemente primigenia. A pesar de lo dicho hasta ahora no todos los artículos incluidos en el volumen son igualmente afortunados. En algunos casos los textos traducidos no aportan análisis o datos de interés o son meramente repetitivos de los contenidos en otros. Y, por otro lado, se centran demasiado en los Estados Unidos y sus peculiaridades. Así la retahíla de médicos norteamericanos y fechas de operaciones y casos estudiados, siempre los mismos, resulta cansina. Bien es cierto que Nieto y Garaizabal parecen conscientes de esto e intentan evitarlo de alguna forma, pero sin conseguir compensar este problema del volumen. Es decir, creo que la principal crítica que se le puede hacer al libro es que sobran tres o cuatro artículos que resultan repetitivos y poco originales si se comparan con los demás. Las últimas ochenta páginas del volumen consisten en varios estudios sobre transexualidad y transgenerismo en varias culturas: Omán, India y Samoa. Aquí ya se juntan antropología y etnología. El estudio más afortunado es el primero, realizado en el Sultanato de Omán en una fecha ya tan lejana como 1975. La autora, Unni Wikan, nos habla de los “xanith” a quienes describe como transexuales, siempre varones, que adoptan el rol femenino; no existe situación inversa con las mujeres. Aunque la autora habla de transexuales sería más apropiado hablar de transgeneristas porque los xanith pueden recuperar su rol masculino en algún momento de su vida y pueden incluso llegar a contraer matrimonio como varones (nunca como mujeres xanith). El artículo resulta muy interesante aunque es mejor dejar de lado los juicios de valor desperdigados entre sus páginas sobre las personas con las que Wik an establece amistad. Actualmente cualquier investigador intentaría ser políticamente más correcto; los años no pasan en balde. Termino señalando que aunque Transexualidad, transgenerismo y cultura se publicó en 1998 y es costumbre realizar reseñas sobre textos más actuales, en este caso se ha hecho una excepción porque transexualidad y transgenerismo han sido fenómenos tan poco cuidados por los estudiosos y por las editoriales españolas que éste sigue siendo uno de 184
los pocos textos que, tanto cuando se publicó como ahora, se pueden encontrar disponibles en nuestras librerías y bibliotecas. Es un texto además adecuado para comenzar a profundizar en el tema. F. Javier Ugarte
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Daniel Borrillo, Homofobia. Barcelona. La Biblioteca del Ciudadano. Ediciones Bellaterra, 2001 (Edición original en Presses Universitaires de France, 2000) La reciente aprobación del PACS dividió Francia, se enfrentaron dos Francias, una tolerante y otra agresivamente homófoba. Esta división o, más bien este odio por parte de la población de un país supuestamente culto y tolerante en otros aspectos, es lo que hace que Daniel Borrillo haya sentido la necesidad de escribir Homofobia. Porque ¿cómo es posible, se pregunta el autor, que una nación republicana que tan tempranamente había dejado de perseguir la homosexualidad (tan pronto como con la Revolución Francesa aunque el autor también nos aclara que luego los jueces, en sus sentencias, no mostraron la menor tolerancia hacia los homosexuales y prolongaron la persecución de facto) contemple cómo los manifestantes anti-PACS gritan impunemente por las calles de muchas ciudades francesas lemas, no ya simplemente homófobos, sino expresivos de un odio profundo e inmisericorde a los y las homosexuales? ¿cómo es posible que esto se contemple sin que nadie haga nada cuando lemas racistas de menor calado habrían dado lugar a todo tipo de sanciones administrativas para los responsables de las manifestaciones y a un sentimiento de vergüenza colectiva en la nación? ¿cómo es posible además que contra la concesión de derechos a los homosexuales se movilicen, no ya políticos de derecha y creyentes de todas las religiones, sino también psicoanalistas y antropólogos, expertos de los que unos esperaría más bien lo contrario? Bien pues a estas preguntas intenta responder Homofobia. El autor reconoce en el Prefacio a la edición castellana que ha sido la situación francesa la que ha vertebrado su estudio, y no faltan pruebas de que así es. Pero también es cierto que numerosos análisis son aplicables a cualquier otro país occidental, por ejemplo el nuestro. De ahí la pertinencia de una edición en castellano. Quizás el único país del mundo en el que actualmente sea menos necesario un libro como éste, que pretende situar y comprender las reacciones contra la concesión de derechos a los homosexuales, sea Países Bajos puesto que su Parlamento ya concedió la extensión del matrimonio a las personas del mismo sexo en septiembre de 2000. Y se aprobó sin las graves manifestaciones de homofobia que señala Daniel Borrillo. Sin embargo, al margen de este Estado, todos los demás se encuentran (nos 186
encontramos) en una carrera de desigual recorrido persiguiendo la misma meta: la plena igualdad de derechos. En esa medida las diferencias entre España y Francia o entre Italia y Alemania no son tantas, al menos por el momento. La obra se divide en cuatro capítulos. El primero de ellos es una introducción terminológica a los conceptos claves que usa el autor a lo largo de todo el libro: homosexual, heterosexual, sexismo, homofobia general, homofobia específica, etc. Pese a que para muchos y muchas todos estos conceptos parecen muy claros, si nos detenemos a analizarlos detenidamente encontraremos que muchos matices se nos han escapado en anteriores lecturas. El capítulo termina con una idea literariamente brillante aunque históricamente demoledora: la homosexualidad tiene el privilegio de haber sido combatida simultáneamente en los últimos doscientos años como pecado, crimen y enfermedad. Si escapó al fuego purificador de la Iglesia fue para caer en los grilletes de la justicia, y si se zafó de estos fue para ser víctima del laboratorio y la experimentación científica (pág. 44) ¿Quién da más? Podría incluso preguntarse uno como hace el ángel favorito del Señor al principio del Génesis: ¿quién como yo? El capítulo segundo, seguramente el menos novedoso en la medida en que se realiza un somero repaso histórico a la visión de la homosexualidad desde el mundo grecolatino hasta la contemporaneidad, resulta necesario en la lógica de la obra para desarrollar un análisis de la homofobia después de las definiciones conceptuales del primer capítulo, de ahí la perspectiva de este segundo. El capítulo tercero, que da paso a la segunda parte del libro, desarrolla el análisis de la homofobia, evidente u oculta, que existe en varias disciplinas, comenzando por la medicina (incluyendo al psicoanálisis) y siguiendo por la antropología, la ideología liberal y el sistema burocrático estalinista para terminar en la culminación que supusieron los campos de exterminio nazi (¿a santo de qué llamarlos "de concentración", me pregunto, visto para lo que se utilizaban?). El siguiente capítulo lleva a cabo fundamentalmente un análisis de la personalidad homófoba y su conexión con el sexismo, tanto como ideología social como elemento que estructura el carácter, fundamentalmente del carácter heterosexual masculino. El libro finaliza con una reflexión sobre los medios para terminar con esta lacra social. Y se trata de uno de los capítulos más productivos para cualquier lector porque en él Daniel 187
Borrillo, además de desarrollar su aportación más personal, ofrece una abundante selección de estudios sobre la violencia homófoba, tanto en su vertiente de actos cometidos por heterosexuales contra homosexuales (agresiones), como de actos cometidos por los homosexuales contra sí mismos (tentativas y logros de suicidio). Esta bibliografía es muy de agradecer para cualquiera interesado en documentarse sobre situaciones muy poco estudiadas hasta la fecha. Es más, esta selección de textos suple una carencia sangrante de información bibliográfica sobre el tema en nuestro país porque, aunque la mayor parte de los textos no están en castellano, al menos aparecen mencionados. Así que realizando el pertinente esfuerzo se pueden encontrar y utilizar para futuras documentaciones y aprendizaje personal. Decir que Homofobia no es un estudio erudito no es hacerle una crítica negativa porque tampoco pretende serlo. Se trata de un libro introductorio y necesario para quien desee un primer y correcto acercamiento al tema. Haría falta una reflexión sobre la homofobia en castellano porque el término es casi omnipresente y, sin embargo, poco estudiado. En esa medida es un texto de lectura conveniente y es de agradecer a Bellaterra el trabajo que está haciendo en este sentido con su Biblioteca del Ciudadano, donde ya ha publicado otros libros de interés para quiene se preocupe por la discriminación que sufren los homosexuales. La Bibliografía que figura al final permite ampliar lecturas para conocer mejor una homofobia tan cotidiana como mal conocida y menos perseguida. Como bien señala el autor en una de sus páginas: los mismos padres que sufren tanto al descubrir que su hijo es homosexual, que sufren hasta el punto de necesitar ayuda psicológica, no sienten la menor conmoción si descubren que es homófobo (pág. 17). Y, sin embargo, como cualquiera puede saber, lo segundo es un delito pero la homosexualidad hace bastantes años que afortunadamente no lo es, al menos en esta parte del mundo. F. Javier Ugarte
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BLACKMORE, Josiah; HUTCHESON, Gregory S. (Ed.) Queer Iberia. Sexualities, cultures and crossings from the Middle Ages to the Renaissance, Durham and London, Duke University Press, 1999 (Series Q). Se trata de una colección de ensayos de diversos autores que describen y analizan la diversidad sexual que proliferó en la Península Ibérica entre los siglos décimo y decimosexto, cuando la hegemonía política en la región pasó de manos musulmanas a cristianas. A tal efecto, los ensayistas han aplicado diversas metodologías y perspectivas y han analizado fuentes escritas en árabe, castellano, catalán, gallego-portugués y latín. Algunos ensayos exponen testimonios archivísticos de sexualidades alternativas o evalúan la utilización de la “desviación” como atributo del enemigo, mientras otros exploran el homoerotismo masculino y femenino como discurso literario y estético o intentan abrir los textos canónicos a lecturas alternativas. El libro se compone de cinco secciones. La primera, titulada "Queering Iberia", se compone de: "Saint Pelagius, Ephebe and Mártir", de Mark D. Jordan; “Affined to love the Moor: Sexual Misalliance and Cultural Mixing in the Cantigas d’escarnho e de mal dizer", de Benjamín Liu; "Queer Representation in the Arcipreste de Talavera, or, The Maldezir de mugeres is a Drag", de Catherine Brown. La segunda, titulada "Iberian Masculinities", se compone de: “Tanquam effeminatum: Pedro II of Aragon and the Gendering of Heresy in the Albigensian Crusade", de Sara Lipton; "The Semiotics of Phallic Agresión and Anal Penetration as Male Agonistic Ritual in the Libro de buen amor", de Louise O. Vasvári; "Male Bonding and Cultural Construction in Alfonso X, Ramon Llull and Juan Manuel: Homosocial friendship in Medieval Iberia", de Roberto J. González-Casanovas. La tercera, "Sources of Sodom", se compone de: "The Poets of Sodom", de Josiah Blackmore; "Desperately Seeking Sodom: Queerness in the Chronicles of Alvaro de Luna", de Gregory S. Hutcheson y "Juan Ruiz’s Heterosexual Good Love", de Daniel Eisenberg. La cuarta, "Normativity and Nationhood", se compone de: "Fiction of Infection: Diseasing the Sexual Other in Francesc Eiximenis’s Lo llibre de les dones", de Michael Solomon; "“¿A tierra, puto!”: Alfonso de Palencia’s Discourse of Effeminacy", de Barbara Weissberger y "“Tened por espejo su fin”: Mapping Gender and Sex in Fifteenth- and Sixteenth-Century Spain de Linde", 189
de M. Brocato. La quinta, "The Body and the State", se compone de: "Dismembering the Body Politic: Vile Bodies and Sexual Underworlds in Celestina", de E. Michael Gerli; "From Convent to Battlefield: Cross-Dressing and Gendering the Self in the New World of Imperial Spain", de Mary Elizabeth Perry y "Written on the Body: Slave or Hermaphrodite in Sixteenth-Century Spain", de Israel Burshatin. Los ensayos de la primera sección representan distintas aproximaciones teóricas que revelan la confluencia de discursos entre la diferencia cultural y sexual. Los restantes ensayos del libro sirven a la identificación o sugerencia de otros focos de producción de sexualidades alternativas que responden, de algún modo, a la presencia, real o implícita, del otro cultural. Los ensayos de "Sources of Sodom" tratan, mediante el análisis de textos normativos, sobre la construcción de espacios donde la sexualidad es plurivalente y flexible. El título de esta sección hace referencia a la configuración de Iberia no como una región de vicio y villanía delimitada geográficamente, sino como el lugar donde una multiplicidad de espacios discursivos alternativos afloran en la poesía, la narrativa y la historiografía. Los tres ensayos de "Normativity and Nationhood" exploran la emergencia de la alternatividad en textos y contextos, aunque sorprendentemente diferentes, que responden a las intenciones de una normatividad sancionadora de estado. En "The Body and the State" el cuerpo femenino aparece como uno de los agentes alternativos más activos en la España Imperial, lugar de múltiples y complejos cruces de categorías que desestabilizan los imperativos gemelos de expansión geográfica y control cultural. La celebración de las sexualidades alternativas es ciertamente implícita en el libro, tanto en el título como en el efecto de estas historias de heterodoxia y transgresión. Sin embargo, hay un peligro en ello: la persistente configuración de las sexualidades alternativas en lecturas seguramente marginales y reduccionistas de criminología, amores extraños o, simplemente, vulgares historias de periódico sensacionalista. Plantea el desafío de sacar estas historias del armario de lo secreto y lo increíble, para naturalizar estas sexualidades en el sentido de hacer su presencia inevitable o, al menos, no tan excepcional en las diversas lecturas de los procesos históricos, de la creación literaria, el despliegue de discursos y la formación de identidades. Angel Carbonell Amenos 190
Nota de los Autores Francisco Vázquez García: Profesor de filosofía de la Universidad de Cádiz. Autor, entre otros textos, de Sexo y razón. Una genealogía de la moral sexual en España (en colaboración con Andrés Moreno Mengíbar). Carlos Espejo Muriel: Doctor en Historia y autor de El deseo negado. Aspectos de la problemática homosexual en la vida monástica (S.III-IV). Juan Francisco Martos Montiel: Profesor de Filología Griega en la Universidad de Málaga. Autor de Desde Lesbos con amor. Homosexualidad femenina en la Antigüedad. Ana Isabel Carrasco Manchado: Doctora en Historia Medieval Marie-Jo Bonnet: Doctora en Historia y autora, entre otros textos, de Las relaciones amorosas entre las mujeres del S. XVI al S.XX. Kerman Calvo Borobia: Candidato a Doctor en Sociología por la Universidad de Essex. Luis Rodriguez-Piñero Royo: Becario de investigación. Instituto UNiversitario Europeo. Florencia. Francisco Puñal: Ensayista. F. Javier Ugarte Pérez: Doctor en Filosofía
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Normas de edición para la publicación de los ARTÍCULOS 1) Las contribuciones deberán entregarse en diskette de 3,5" bajo Windows (Word, WordPerfect, etc), junto a una copia impresa en papel Din A4. 2) La versión en papel y el diskette deberán ir acompañados de una hoja aparte con el nombre completo del autor/a, su dirección, e-mail si lo tuviera, un teléfono de contacto y un breve currículo profesional. 3) El trabajo será en castellano aunque se puede incluir un Abstract en inglés de unas 100 palabras como encabezamiento del artículo o, en su defecto, una presentación numerada de los temas tratados. 4) Se recomienda una extensión para los artículos entre 10 y 20 páginas usando como referencia la letra base «Times New Roman» 12. 5) Se aconseja seguir el siguiente orden: Título, nombre del/la autor/a, Abstract o presentación y artículo. 6) La letra negrita sólo se usará para el título, apartados y/o subapartados de la obra. Se recomienda utilizar cursiva para destacar palabras, títulos de obras, etc. Se ruega no utilizar el subrayado en ningún caso. 7) Las notas irán a pie de página y se utilizarán para hacer referencias de contenido no incluyendo referencias bibliográficas completas. 8) Para citas dentro del texto se pondrá el nombre del/la autor/a entre paréntesis, seguido del año de edición y la página. Ejemplos: (Butler, 1991: 34), (Foucault, 1976a: 78-79). 9) Para la Bibliografía final se aconseja seguir el siguiente orden: Sontag, Susan: AIDS and Its Metaphors . New York; Farrar, Strauss and Giroux, 1989. Salisachs, Mercedes: Viaje a Sodoma. Barcelona; Planeta, 1977; 24-87. Lodge, David: «The Language of Modernist Fiction: Metaphor and Metonymy». Modernism. A Guide to European Literature. 1890-1930. Ed. M. Bradbury y J. McFarlane. London; Penguin, 1991.
Los textos propuestos pueden mandarse a la siguiente dirección:
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