Nuestro mayo rojo prologo eugenio etxebeste 201405

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Nuestro mayo rojo txalaparta

Aproximación a la historia del movimiento obrero vasco (1789-1990)

Prólogo de Eugenio Etxebeste “Antton” Introducción de Giovanni Giacopuzzi

Patxi Abasolo • David Mendaza • Joxerra Bustillo


prólogo

«La lucha de clases en Euskal Herria, adopta la forma y el contenido de lucha de liberación nacional» izquierda abertzale «La liberación nacional es el primer objetivo para el proletariado de una nación oprimida» don ber borojov - La cuestión nacional 1905

la idea de este libro surge, como suele ser habitual en este tipo de obras colectivas, al calor de marcos reflexivos compartidos, llevados a cabo entre personas comprometidas en proyectos políticos y sociales comunes. En el presente caso, entre militantes vinculados al sindicato lab y a la Fundación Ipar Hegoa. En esencia, su finalidad pretende explorar desde una perspectiva nacional y de clase el devenir del Movimiento Obrero en Euskal Herria. Analizar sus orígenes, establecer sus estadios de actividad, identificar sus protagonistas, recrear los contextos políticos y escenarios sociales de su evolución. En definitiva, tratar sobre las causas, efectos, realidades y sueños, que han impulsado eso que se denomina lucha de clases o su equivalente lucha de liberación contra la opresión y explotación. En el título del volumen, Nuestro Mayo rojo, se compendia en tres palabras el espíritu que hemos tratado de brindar al libro. La significación de Mayo y rojo, no necesita mucha explicación. Todos los Primeros de Mayo, la clase trabajadora del mundo entero se moviliza puño en alto, ondeando la enseña roja y entonando La Internacional. Con ello se rememoran las jornadas de huelga y lucha dramática llevadas a cabo en Chicago y diversas ciudades de eeuu durante el mayo de 1886. Mes emblemático al que cabría añadir el acontecido en 1968 en el Estado francés, donde la acción estudiantil primero, secundada a continuación por amplios sectores de clase obrera y capas populares, lograría un movimiento de masas antiburgués y antiimperialista considerable, llegándose a alcanzar la mayor huelga general desarrollada en la historia de la Europa occidental y el preludio de la propia caída del presidente Charles de Gaulle. En cuanto al apelativo Nuestro, hace referencia al marco territorial y de integración colectiva, a partir del cual la lucha de clases adopta la fórmula y el contenido de lucha de liberación 9


nacional, teniendo como sujeto libertador al Pueblo Trabajador Vasco y como objetivo de liberación al conjunto de Euskal Herria. Y ello en una dimensión en absoluto excluyente, sino plenamente afirmativa de solidaridad internacionalista hacia la clase explotada y el resto de pueblos oprimidos. El fondo de la obra es un ensayo dirigido a poner en evidencia la tesis de que la lucha nacional y social son dos aspectos que conforman una única realidad en la lucha de liberación del Pueblo Vasco. Dos aspectos de una misma contradicción afrontada por las y los trabajadores vascos en la lucha por la defensa de sus intereses como clase y como pueblo. Desde el marxismo consecuente se ha reivindicado «la liberación nacional como principal objetivo para el proletariado de una nación oprimida». No obstante, este objetivo se ha venido cuestionando desde posiciones de izquierda reformistas y desde falsos internacionalismos anclados en intereses chauvinistas de Estado capitalista. De hecho, en la propia división territorial de Euskal Herria y en la falta de unidad de clase materializada en la fragmentación sindical, subyace parte de ese indeseado acervo histórico que, aún en día, desgarra las entrañas del Pueblo Trabajador. A finales del siglo xix y comienzos del xx se forjaron en Hego Euskal Herria dos idearios contrapuestos provenientes de un nacionalismo vasco pequeñoburgués y de un socialismo autóctono-emigrante españolista que, compartiendo territorio y base social trabajadora, se disputaban la hegemonía de sus respectivos intereses políticos e identitarios. Ello trajo como consecuencia la generación de tendencias y disensiones que acabaron plasmando una línea divisoria en las respectivas direcciones del movimiento obrero y un artificioso distanciamiento en el propio seno de la base social. En resumidas cuentas, un conflicto de apetencias económicas y políticas, donde la cuestión nacional y la cuestión social cobraban protagonismo de disociación dentro de la clase trabajadora y en el conjunto de la sociedad vasca. Lamentablemente la historia escrita en parámetros de oficialidad se ha preocupado de contribuir para ratificar esa imagen en términos rotundos y absolutistas. Sin embargo, la Historia real no es tan lineal como reflejan esas crónicas, y el comportamiento del Movimiento Obrero supo desde la base social afrontar dichas pugnas ideológicas y partidistas. La superación de las contradicciones se fue desarrollando inducida por la propia praxis de lucha obrera. La asunción de pertenencia a una clase fue cobrando primero, sentimiento, y más adelante, conciencia, de pertenencia igualmente a un territorio, a una lengua, a un Pueblo en definitiva. Las condiciones generales de explotación se alineaban así dentro del contexto de opresión concreta en que se sufrían. De esta manera, el concepto genérico «obrero» adquiría su correspondiente específico de «vasco», otorgando carta de naturaleza a la existencia del Movimiento Obrero Vasco. Apelativo acreditativo y reconocido del hecho diferencial respecto a los movimientos existentes en Països Catalans, Galiza u otros territorios del Estado español o francés. 10


Este principio de confluencia de lucha nacional y social ha quedado plenamente recogido y sintetizado en palabras de Jose Miguel Beñaran Argala cuando en una de sus aportaciones públicas y refiriéndose al proceso de unidad de la clase trabajadora, afirma: «comprendan de una vez que los trabajadores vascos no somos españoles ni franceses, sino única y exclusivamente vascos, y que lo que nos une con ellos no es la pertenencia a una misma nación sino a una misma clase». Una de las pretensiones de este trabajo es ahondar precisamente en la revisión crítica de esa historia, escrita a conveniencia, y aportar nuestro grano de arena en la reconstrucción de un pasado y en la afirmación de un presente que, en definitiva, habrán de suponer las claves de nuestro futuro en libertad. Nuestra intención es ayudar a recomponer una historia a veces ocultada, en parte maquillada, siempre parcial, ofreciendo el relato de una realidad objetivada por la exposición de los hechos y la autoría de sus únicos y auténticos protagonistas. El mundo obrero sabe mucho de maquinaciones y de esquiroles, de traiciones en definitiva, pero la peor de todas ellas puede ser la que le sustraiga de su propia condición y de su propia historia. Y queremos ayudar a recomponerla desde la objetividad de nuestra propia subjetividad, valga la paradoja. Aquella que se corresponde con nuestra ideología de izquierda y abertzale, y con nuestro firme compromiso para avanzar en el Proyecto y en el Proceso político hacia la Independencia y el Socialismo, desde y para Euskal Herria. Siempre, salvaguardando la honestidad de nuestros principios y la lealtad a la causa revolucionaria, sin caer en las distracciones de la realidad ni en las soberbias de las verdades absolutas. Afrontando un escenario social de corrupción estructural y prostitución de valores y conceptos, para reivindicar que no existe la «clase política» sino «las políticas que propugnan diferentes y antagónicos intereses de clase». Porque al igual que siguen existiendo las ideologías confrontadas, siguen existiendo las clases sociales y, por ende, la lucha de clases. La gran virtud que tuvo el nacionalismo revolucionario, de cuyas fuentes se nutre la actual Izquierda Abertzale, no fue solamente la identificación y correspondencia ideológica de la causa social y la causa nacional, sino también la de generar eficaces instrumentos capaces de implementar una única estrategia de emancipación. Progresivamente fueron surgiendo y desarrollándose organizaciones, movimientos y políticas, nacionales y de clase, al servicio de la lucha obrera y popular. Conformándose al mismo tiempo el concepto de Pueblo Trabajador Vasco como sujeto revolucionario y configurándose los marcos de alianza de la clase trabajadora y los sectores populares necesarios para la construcción del Estado socialista vasco. Sobre esta realidad dinámica es donde se fue forjando el presente de un movimiento sindical en cuyo seno han ido gradualmente cobrando fuerza las 11


posiciones de clase y abertzales. Un sindicalismo consecuente, alejado del amarillismo y del pactismo claudicante. De carácter sociopolítico, capaz de ofrecer, desde la acción reivindicativa y la lucha de confrontación, alternativas de cambio. De cambio social, al actual sistema de explotación neoliberal, demandando un modelo de producción y de sociedad acorde a los intereses de la clase trabajadora y los sectores populares. De cambio político, ante la dominación ejercida por los Estados español y francés, denunciando los actuales marcos jurídico-políticos de división territorial y exigiendo el derecho natural a existir como pueblo y el derecho democrático a decidir nuestro futuro como nación vasca. En la realidad presente podemos afirmar que el sindicalismo abertzale y de clase ocupa una representación importante en el movimiento obrero y un papel primordial en la lucha del conjunto de la clase trabajadora. Asumiendo su protagonismo en el ámbito de la denominada izquierda sindical, viene impulsando iniciativas en la conformación de una mayoría sindical, no solo de contenido reivindicativo en la acción sindical sino de naturaleza estratégica en la construcción de un proceso integral e integrador sociopolítico. Ardua tarea, dirigida a un objetivo bicéfalo sobre el que habrá de pivotar el eje del proceso de relaciones y de integración sociopolítica: El Marco Vasco de Relaciones Laborales (mvrl) y el Espacio Socio-Económico Vasco (esev). Ambos, deben ser las referencias estratégicas de la unidad de acción al servicio de un cambio social. Y para ello es imprescindible el reconocimiento de las capacidades para decidir, el diálogo social y la generación de un marco de transición democrático en perspectiva de Nación vasca.

Vivimos tiempos de grandes esperanzas, pero también de profundas inquietudes

(Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos. Argel, 4 de julio de 1976). El marco reflexivo, del cual hablaba al comienzo de este prólogo, incide en un contexto social y político más amplio. Porque, al igual que al movimiento obrero, también al Pueblo Vasco se le ha sustraído desde hace décadas el relato histórico de su existencia y de sus vivencias. Un relato que habrá de tener en cuenta historias olvidadas, historias no reconocidas, historias proscritas. Que deberá distinguir entre lo anecdótico, la leyenda y lo real. Y que deberá contar con la voluntad y el esfuerzo de una memoria colectiva dispuesta para desvelarlo y preservarlo en aras a la construcción de un futuro cimentado sobre esa verdad que siempre es revolucionaria. Tarea ardua, en un mundo social castigado por la expoliación de las causas, por los efectos de la realidad virtual, por la confusión de valores, por los terrenos pantanosos de la ambigüedad y la aparente falta de control; en resumen, un mundo adueñado por el caos organizado y dirigido desde el sistema imperante. Tarea com12


prometida, por cuanto habremos de movernos entre la impunidad de la que gozan los poderes de los Estados y sus administraciones satélites, y la falta de inmunidad a nivel popular para implementar vías de contraste documental, de libre expresión e incluso de mera explicación, sobre los hechos y dichos acontecidos. No podemos olvidar nunca que sobre estas cuestiones prevalecen dos sentencias impuestas en la mayoría de los casos a sangre y fuego. La primera, que «quien domina la información, domina el mundo». La segunda, que «la historia la escriben los vencedores». Y sobre estos dos principios condicionantes habremos de desenvolver nuestra batalla ideológica, ejerciendo equilibrios de información e investigación para deshacer mentiras, romper tabúes y abrir horizontes de raciocinio sobre el camino recorrido hasta llegar a la realidad presente. Al igual que reza la reflexión de la Declaración de Argel, en Euskal Herria también asistimos a una época en donde la esperanza y la inquietud caminan de la mano. Una época, en la cual, tras más de medio siglo de confrontación armada, el 10 de octubre de 2011, el voluntariado vasco tomó la decisión política de decretar un cese definitivo de su actividad armada. Lo hizo entendiendo la existencia de una oportunidad histórica y como contribución responsable a la búsqueda de un camino hacia el logro de una Paz duradera, y una solución justa y democrática al secular contencioso político. Decisión que venía a sumarse a progresivas iniciativas adoptadas por el conjunto de la Izquierda Abertzale, para abordar, de manera unilateral frente a los estados, y multilateral, con la sociedad vasca, un proceso democrático integral, en el objetivo del reconocimiento de la nación vasca y su derecho a la libre autodeterminación. La Izquierda Abertzale, tras profundos debates, consideró llegado el momento de superar la fase de enfrentamiento político-militar e implementar una estrategia exclusivamente política, basada en la confrontación por vías democráticas y pacíficas. Un cambio de estrategia, implementado desde el proyecto de izquierda y abertzale, dirigido a ofrecer una renovada línea política y unos instrumentos organizativos, adecuados a la continuidad de la lucha de liberación y construcción nacional en Euskal Herria. Del mismo modo que hemos asumido que la cuestión nacional y social son dos aspectos de una única contradicción, hemos de reconocer que la realidad nacional y la realidad democrática, forman también parte de una misma reivindicación, y por ello el proceso a desarrollar adquiere la forma y el contenido de Revolución Democrática Nacional. Un proceso sustentado en la acumulación de fuerzas, en la política de alianzas y en la lucha ideológica. Pilares sobre los que se irán fraguando los contextos y los protagonistas necesarios para el cambio social y político. En definitiva, para la propia resolución democrática del conflicto político. Este proceso, dinámico en acciones e interlocuciones, deberá ir acometiendo progresivas fases de resolución política. En primera instancia, partiendo de la realidad actual, desarrollando la fase de Paz y normalización política, hasta cerrar 13


por completo el anterior ciclo de confrontación político-militar. Lo que conlleva, desactivar caducas estrategias represivas, y afrontar la resolución de las consecuencias del conflicto armado, en materia de personas represaliadas, víctimas, desarme y desmilitarización. En segunda instancia, instaurando unos mínimos democráticos y un nuevo escenario, en ausencia de todo tipo de violencias, desde donde poder encarar, vía diálogo y negociación, las causas del contencioso histórico. Marco idóneo para la búsqueda de un acuerdo resolutivo democrático sobre la base del respeto a la voluntad y el derecho a decidir del Pueblo vasco, y el establecimiento de un nuevo marco jurídico-político de reconocimiento de Euskal Herria. La esperanza siempre ha estado presente en Euskal Herria, a pesar de los más de 500 años de negación y opresión que pesan sobre sus espaldas. Hoy esa esperanza se ha hecho más cercana si cabe, gracias a la apuesta del conjunto de la Izquierda Abertzale. Sin embargo, las sombras de la inquietud también pesan sobre el nuevo escenario democrático a construir. A pesar del agotamiento de vías represivas y políticas opresoras, las razones de estado, es decir la razón de la fuerza, sigue prevaleciendo sobre la fuerza de la razón. Esa esperanza colectiva que lleva emparejada la mano tendida en la búsqueda de una Paz definitiva, se está viendo una vez más frustrada desde instancias gubernamentales de los Estados español y francés. La espada de Damocles represiva e involucionista permanece desenvainada y continúan las políticas negadoras no solo de los derechos democráticos sino también de la propia existencia del conflicto político. No obstante, la apuesta de la Izquierda Abertzale es inequívoca. Desde la confianza en este Pueblo y en sus propias fuerzas, y desde la perseverancia en el proceso democrático, proseguirá multiplicando sus esfuerzos por otorgar a la sociedad vasca su capacidad decisoria y por restituir al pueblo vasco su legítimo ejercicio de plena soberanía. La cultura del diálogo es un principio democrático que hemos de preservar y abanderar frente a la cerrazón unionista de los Estados. Las experiencias de Argel, de Lizarra-Garazi y de Anoeta-Loiola, han formado parte de esa cultura al incorporar el instrumento de negociación como un elemento más en la estrategia de resolución del contencioso político. Algo, por otro lado, profusamente desarrollado a escala internacional, para dirimir guerras y brindar soluciones a confrontaciones político-militares. Con este propósito, en Euskal Herria, durante los dos últimos años, se han venido implementando diversas iniciativas, cuyos exponentes mas elocuentes han sido la Conferencia Internacional de Aiete (17/10/2012) y el Foro Social para impulsar el proceso de paz de Iruñea y Bilbao (14-15/04/2013). De la primera, surgió una Declaración de 5 puntos. El primero de los cuales es, «Llamamos a eta a hacer una declaración pública de cese definitivo de la 14


actividad armada, y solicitar diálogo con los gobiernos de España y Francia para tratar exclusivamente las consecuencias del conflicto». Y el segundo, «Si dicha declaración fuese realizada instamos a los gobiernos de España y Francia a darle la bienvenida y aceptar iniciar conversaciones para tratar exclusivamente las consecuencias del conflicto». Una sola respuesta se produjo ante ambas demandas, la proveniente de la organización eta con su declaración de cese definitivo de la actividad armada acordada el 20 de octubre de 2011. De la segunda, surgió un paquete de doce recomendaciones abundando en aspectos esenciales para el proceso de paz como el desarme de eta, la política penitenciaria, la readaptación de las fuerzas de seguridad del Estado, el reconocimiento a todas las víctimas, el respeto a todos los derechos humanos, la implementación de mecanismos de cara a la Verdad, Justicia y Reconciliación, etc. Nuevamente, las respuestas para favorecer los avances en un proceso de soluciones tanto a las consecuencias como a las causas del conflicto político, sólo vienen promoviéndose desde una de las partes. Prueba de ello, la declaración de la Organización eta, de 1 de Julio de 2013, mostrando su disposición a asumir responsabilidades para desbloquear la situación e iniciar un proceso de soluciones implicándose en la dinámica de las recomendaciones señaladas, y el comunicado del Colectivo de presos y presas políticas vascas (eppk) de Diciembre de 2013, comprometiéndose a participar y compartir pasos de responsabilidad política, en un proceso del que forman parte y consecuencia al mismo tiempo. Declaraciones de buena voluntad, confirmadas en Enero de 2014, con el gesto unilateral e incondicional de calado político, llevado a cabo por parte de la Organización eta, ante una delegación de la Comisión Internacional de Verificación (civ), desactivando una parte de su armamento, de manera pública y verificada, como paso decisivo y resolutivo hacia un proceso de Desarme total.

Estamos viviendo no en una época de cambios sino en un Cambio de Época

Este tiempo de esperanzas e inquietudes aludido, coincide con un contexto general mundial de cambios profundos que se ha venido en denominar Cambio de Época. Un concepto que, rayando los límites del pensamiento filosófico, intenta describir nuevas situaciones, actitudes y perspectivas que van surgiendo desde el propio sistema neoliberal y, sobre todo, desde movimientos contestatarios desplegados por las fuerzas sociales, de clase y nacionales. La propia crisis económica, generada desde ámbitos de especulación financiera, con repercusión estructural en todos los sectores productivos, forma parte de esta convulsión que ha desencadenado paro, pérdida de puestos de trabajo, precariedad, recortes sociales, leyes involucionistas, privatización de programas sociales, nuevas fórmulas esclavistas,… afectando a millones de personas en todo 15


el Mundo y particularmente en Europa. Una crisis, que si bien no es novedosa, por cuanto el capitalismo lleva permanentemente en crisis periódicas desde sus orígenes, sí marca rasgos de excepcionalidad, en la medida que evidencia un desgaste y agotamiento del sistema de explotación neoliberal. Particularidad específica, de esta enésima crisis, es la de coincidir con otra crisis, esta social y política, de carácter igualmente estructural, con relación a esa entelequia que, en el hemisferio occidental, se ha venido denominando «estado democrático de bienestar». Un concepto, que tiene tanto de ampuloso como de falsario, por cuanto analizado en detalle, podemos observar que los tres términos de que se compone, están perdiendo a pasos agigantados sus funciones y calificaciones de interés «público y social» hasta quedar reducidos a lo que se podría denominar una mera «corporación supranacional autoritaria de malestar». Así, el redimensionamiento del Estado es evidente, en beneficio de multinacionales y emporios financieros que son, en última instancia, quienes toman las decisiones mediante el poder económico en el ámbito de los gobiernos políticos. Las actitudes «autoritarias», con actuaciones fascistas reiteradas, desarrolladas en las relaciones sociales y políticas, dejan muy maltrecho ese modelo de régimen «democrático», que algún pensador neocapitalista definió como «El punto final de la evolución ideológica de la humanidad». Y, respecto al «bienestar», evidentemente sigue funcionando para «los de siempre», mientras continúan acrecentándose las diferencias entre la burguesía dominante y los sectores populares o la propia pequeña burguesía. Suele dar risa oír la expresión «la crisis que nos afecta» de boca de personas o entidades atiborradas de sueldos y beneficios multimillonarios. Las mismas carcajadas que provoca el escuchar eso de «reinventar el capitalismo», utilizado por quienes ensayan perpetuar un sistema cambiándole únicamente el collar al perro. La transición hacia una nueva fase es sin duda evidente. Se ha abierto un periodo de transición, pero también de incógnitas y variables respecto a su evolución y sus objetivos. El conocimiento, hasta donde sea posible, de dicho proceso es fundamental para comprender la situación real y evaluar las opciones y potencialidades de la sociedad ante el mismo. Y sobre todo, hemos de activar las respuestas sociales y políticas, puesto que de ellas va a depender, en gran medida, la limitación de los márgenes de maniobra del sistema neoliberal y la reconducción del proceso hacia cauces de verdadero progreso democrático. En el Estado español, la constatación de esta situación de declive, descomposición y corrupción del modelo imperante es notoria. La crisis económica ha agudizado y puesto al descubierto, más aún si cabe, los graves problemas estructurales existentes. Hasta tal punto que, desde diferentes instancias y encontrados intereses, se levantan voces cuestionando el actual régimen de Monarquía parlamentaria y el modelo de vertebración del Estado. Y ello, bajo el común denomi16


nador de situar la mirada retrospectiva en aquella etapa de paso de la Dictadura franquista a la Reforma, denominada Transición, que ha condicionado el presente y ahora muestra su ineficacia ante los retos de los nuevos tiempos. Sobrevuela el pensamiento de una Segunda Transición acorde a la evolución de las realidades sociales y del contexto europeo vigente. En Euskal Herria y en concreto desde la Izquierda Abertzale, siempre se ha observado a la Transición española como el gran fiasco a las aspiraciones populares, democráticas y nacionales del pueblo vasco. A nivel de Estado español, entre 1974 y 1976, y como alternativa a la dictadura militar fascista, se conformó un espíritu unitario de Ruptura Democrática, que tuvo su expresión política más significativa en la constitución de la «Junta democrática» propugnada, entre otras fuerzas, por el pce, y la «Plataforma de Convergencia democrática», promovida por el psoe. Sin embargo, dicho espíritu no fue correspondido con una defensa consecuente en el marco de la lucha obrera y popular y, en consonancia, con los anhelos de un proceso constituyente plenamente democrático. Al contrario, entraron en juego políticas entreguistas de connivencia con las instancias del Régimen. El espíritu de unidad se desmoronó. El pce y el psoe buscaron, cada uno por su lado, el alineamiento dentro de aquellos «nuevos tiempos», terminando por acarrear la renuncia al cambio radical de las estructuras franquistas y asumir el plegamiento a un nuevo estatus de Reforma tutelada desde los poderes fácticos. De esta manera, la voluntad del dictador Franco se perpetuaba tras su muerte, con la herencia de principios fundamentales, entre los que cabe destacar, su sucesión en orden a un régimen monárquico –impuesta en 1947 por boca del entonces ministro Carrero Blanco y confirmada en 1969 por las Cortes franquistas en la persona de Juan Carlos– y el modelo de la «España una e indivisible» que, más adelante, la propia Constitución continuista apuntalaría en su artículo 8 encargando al Ejército español ser el garante, manu militari, de su cumplimiento. Así, lo que pudo ser un derrocamiento de la dictadura, se diluyó en un mero rosario de pactos claudicantes que constituirían la venta del alma democrática a cambio del sucedáneo de la Reforma política. Consecuencia de ello fueron a nivel social, el Pacto de la Moncloa en materia económica, que abriría las esclusas para la devastadora política de reconversión, reestructuración y recortes que, en los años sucesivos, generaría graves problemas sociales, empresariales, y sobre todo, enorme coste humano en las clases trabajadoras que lo padecieron en propia carne. Y a nivel político, la batería de leyes jurídicas y políticas que culminarían con la promulgación de la Constitución española y su derivada de vertebración territorial en los actuales virreinatos que componen el Estado autonómico. En Euskal Herria peninsular, la opción de ruptura democrática tuvo su parangón político en la Alternativa táctica de kas. Un proyecto impulsado desde el mlnv (Movimiento de Liberación Nacional Vasco), bajo un programa de míni17


mos democráticos que respondía no solo a las reivindicaciones antifranquistas, sino fundamentalmente a las aspiraciones de libertad y recuperación de los derechos históricos del Pueblo Vasco. Pero también aquí, a pesar de los esfuerzos por organizar, unificar y dotar de cauce político a las aspiraciones democrático populares, la desunión fue la tónica dominante, primando los intereses burgueses y españolistas. Las conversaciones de Txiberta (Anglet), celebradas entre abril y mayo de 1977, y a las que acudió todo el abanico de fuerzas políticas y político-militares, nacionalistas y abertzales, actuante en aquella época, fueron buena prueba de ello. Promovidas por Telesforo Monzón, supusieron el ensayo más serio de las últimas décadas por alcanzar un frente de lucha unitario. Sobre la mesa, una propuesta de mínimos para optar entre la participación o la abstención a las primeras elecciones generales en el Estado. Entre las condiciones, la legalización de todos los partidos y la salida de todos los presos políticos vascos en un marco de Amnistía general. Sin embargo, ni siquiera este mínimo de libertades democráticas sirvió como sustento para el ejercicio de responsabilidad política que exigía la gravedad del momento. La disyuntiva se cerró con el portazo que dio el pnv a la propuesta, y con la traición de eia (Euskadiko Ezkerra) y la facción pm, a las decisiones unitarias acordadas en el conjunto de kas. Se perdió pues una gran oportunidad histórica de haber conciliado un Frente Soberanista y Popular, que hubiera significado un avance considerable en la relación de fuerzas democráticas, así como un plante de la mayoría social a los dictámenes estatales y, posiblemente también, una adecuación en el rumbo de la violencia política dentro de la estrategia de liberación nacional y social.

La Historia continúa, la Lucha continúa

Desde entonces han transcurrido más de siete lustros y, como mencionaba anteriormente, es de consenso público que nos encontramos ante un Cambio de Época, ante el horizonte de un nuevo tiempo. Pero paradójicamente, seguimos arrostrando las consecuencias de aquellas decisiones, de aquella Transición, que nos ha arrastrado hasta el actual –y cuestionado– panorama social y político. La relación causa-efecto es evidente, al igual que la contradicción implícita en pretender abordar situaciones de futuro con conocidas e ineficaces fórmulas del pasado. A algún estratega chauvinista de pro, se le podría ocurrir todavía remedar aquel gatopardismo de «si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie» defendido por el camaleónico Felipe González. En Hego Euskal Herria, hacer frente al Cambio de Época, significa necesariamente adecuar el presente, desde la ruptura con el pasado, para levantar vuelo hacia el futuro. Por ello, es fundamental enmendar las equivocaciones e insuficien18


cias cometidas en aquella acotada Transición de «lo tomas o lo dejas», donde las reformas venían impuestas, por muy bien empaquetadas y adornadas que fueran. Por primera vez desde la rebelión militar franquista se ofrecía la voz y el voto al pueblo, pero implícita iba la trampa de un mercado restringido. Constitución sí, pero monárquica, implantada por el dedo franquista; pluralismo sí, pero de partidos constitucionales; nacionalidades sí, pero encadenadas al marco del Estado nación; autonomías y estatutos sí, pero en popurrí regionalista, fragmentando de paso los territorios históricos de Hego Euskal Herria y Països Catalans; libertades de pensamiento y obra sí, pero dentro del orden constituido y siempre bajo la espada de Damocles de la moderna inquisición acantonada en la Audiencia Nacional; sin olvidar en el plano social, aquel demoledor Pacto de la Moncloa ya comentado. Y todo ello en un clima de abandono de los ideales de ruptura democrática y de abrazo a la reforma sin trauma. En una trama de pasar página, mejor diría, de pasar capítulos y el propio libro entero del franquismo. De intentar borrar de la memoria colectiva 40 años de dictadura militar, de arrinconar hechos sin exigir perdón ni reparación, de poner mordaza y venda a la injusticia fascista, de utilizar la mentira como arma cultural, y de rehuir condenar, eso que ahora se califica de «suelo ético», desde donde se sostuvo, sirviendo como ejemplo, aquella desvergonzada celebración en 1964, de «Franco, 25 años de paz». Así, cual sepulcro blanqueado, se ocultaron los asesinatos, las violaciones, las torturas, las desapariciones, las agresiones a las ideas, a las culturas, y a todo aquello que no fuera acorde con el régimen y los principios fundamentales del movimiento nacional. Con todo ello, la «democracia española» nació viciada. Se edificó sobre el «suelo ético» del franquismo. No hubo ni reparaciones, ni reconocimientos, ni disoluciones, ni siquiera No repeticiones, porque la propia carta magna sigue otorgando actualidad y continuidad a la conculcación y negación de derechos individuales y colectivos, tanto a las personas como a los Pueblos dependientes del Estado español. Para cuando le llegó el turno a la gente de expresar su parecer en las urnas, ya se había cocido todo en los pasillos de palacio madrileño. En la calle solo restaba, aplaudir, abstenerse o, como hizo un sector consecuente de la población vasca, enrolarse en la resistencia y rebelarse. No quedó el menor atisbo de autodeterminación popular porque nunca existió la libertad de opción, ni el derecho a decidir, y mucho menos el ejercicio de la plena soberanía social y política. La importancia de repetir y repetir, y recordar, todo esto, es precisamente por el manto de silencio tendido, porque no ha habido Relato Histórico. La clandestinidad que constituyó el arma de resistencia al franquismo, sigue perdurando en las sombras de ese periodo, pero para perjuicio de sus víctimas. Ni Relato, ni Revisión crítica del pasado, simplemente telón y fin de obra. Hasta tal punto que para algunos la «historia» comienza en 1978. En Hego Euskal Herria, esta es la asignatura pendiente para alcanzar la auténtica reválida democrática. Reconocer las ignominias de ese pasado, de esa larga noche franquista, y enmendar los efec19


tos derivados del mismo. Es el mejor y más pragmático juicio a la historia que correspondería hacer en pura honestidad y dignidad democrática. Y adquiere mayor importancia, precisamente ahora, cuando se escuchan esos cantos de sirena apuntando la conveniencia de una segunda transición para abordar la Nueva Época. Pero habría de preguntarse ¿una segunda Transición, de dónde a dónde? En su día, teóricamente, fue de la dictadura a la democracia, y ahora… La sociedad española aceptó entonces aquello que se le ofreció. Fue su opción y ahora es su problema. Pero la sociedad vasca peninsular, no tenemos el dilema de la segunda transición, por la sencilla razón de que todavía tenemos inconclusa la primera, la que nos impidió el derecho a optar y decidir para instaurar nuestra democracia. No voy a caer en el absurdo de ignorar la realidad social y política vigente, ni los cambios experimentados en 35 años de democracia a la española, pero tampoco incurriré en la ingenuidad de idolatrarlos hasta el punto de contemplarlos como el punto cero o línea de salida hacia el proceso de cambio y progreso que se precisa. Al contrario, la clave para abordar el Cambio de Época no es plantear una «segunda transición a la española», sino revisar la etapa denominada de Reforma política y cuestionar las decisiones determinantes y contenidos condicionantes que se tomaron en ella. Hemos de arrancar la andadura con la mirada puesta en el retrovisor, conviniendo que aquella etapa de tránsito de la dictadura se cerró en falso. Seguimos teniendo pendiente la Ruptura democrática, un concepto cuyo valor no desmerece en los tiempos actuales, con independencia de que haya que amoldarlo a las actuales realidades sociales y a las renovadas expresiones de lucha política para conquistarlo. El tránsito del presente al nuevo estadio, ha de adquirir un carácter de legitimidad política para que pueda alcanzar su verdadero objetivo de instauración de un régimen democrático vasco. Y ello exige tres requisitos imprescindibles. El primero, que el sujeto protagonista de esa legitimidad sea el Pueblo Vasco, sin cortapisa alguna, asumiendo su plena responsabilidad y soberanía en el ejercicio democrático del Derecho a Decidir. El segundo, que sean desactivadas todas las injerencias jurídicas, legislativas y políticas de excepción, que siguen conculcando derechos civiles, sociales y políticos, y coaccionando la libre participación y toma de decisiones de la sociedad vasca. Y el tercero, que se afronte, de una vez por todas, la existencia del contencioso político, en toda su integridad, tanto en sus consecuencias como en sus causas. Por una parte, reconociendo los Estados español y francés sus responsabilidades históricas en la negación, partición y ocupación de Euskal Herria peninsular y continental. Por otra, permitiendo y respetando la resolución de las reivindicaciones pendientes, tanto sociales como nacionales, por vías democráticas y soberanas de autodeterminación popular. Hoy en día, existen condiciones reales para pasar la reválida democrática. Ya no pueden esgrimirse las excusas del ruido de sables y amenazas fácticas en la 20


sombra que utilizaron, incluso formaciones vascas, para atemorizar al pueblo y renunciar a la demanda de libertades plenas. Nos encontramos ante una nueva oportunidad con la obligación colectiva de ofrecérsela al conjunto de la sociedad vasca. La Izquierda Abertzale ha desarrollado durante los últimos años profundas reflexiones, teniendo como objetivo prioritario el impulso de un proceso político, cuyo protagonismo participativo y resolutivo resida en el conjunto de la sociedad vasca. No solo han sido reflexiones en el orden teórico, sino que su voluntad inequívoca, ha venido acompañada y avalada por movimientos políticos de alcance en el orden estratégico, de línea política e instrumentos organizativos. Todo su capital histórico y político ha sido puesto al servicio de esa nueva oportunidad. Al servicio de un proceso democrático mediante el cual la voluntad popular pueda manifestarse libremente en todos los territorios históricos que componen Euskal Herria. Con ello, la Izquierda Abertzale no renuncia a su proyecto político, sino que busca promover y favorecer un marco de democracia vasca, donde todas las opciones políticas tengan un foro de recepción y aceptación, incluida por supuesto, la suya propia de Independencia y Socialismo para Euskal Herria. Un compromiso, colmado de significativas aportaciones ideológicas y tácticoestratégicas, consecuente con los retos de los nuevos tiempos, y con la urgente necesidad de brindar alternativas y soluciones a las graves crisis estructurales existentes en el ámbito cultural, social, económico y político. No podemos abstraernos de que vivimos en la era de la Globalización, tanto para bien como para mal. Un fenómeno, que sin ser nuevo, adquiere en el siglo xxi dimensiones insospechadas, al verse multiplicados sus efectos a causa de los desarrollos tecnológicos y las políticas productivas y comerciales del sistema neoliberal. Movimientos de capital, trabajo, bienes, servicios e información, han fracturado las fronteras de los estados y alterado las relaciones humanas, incidiendo no solo en las relaciones económicas y laborales, sino también en las culturales. Indudablemente en Euskal Herria la Globalización nos afecta como personas trabajadoras y como colectividad. Si para un Estado ya es complicado dirimir este proceso multifacético, para una Nación sin estado, para cualquier Pueblo dependiente, y más aún para un Pueblo dependiente de dos Estados, puede suponer un handicap añadido a sus demandas de soberanía identitaria y sostenibilidad socio-económica. Así, factores como la descapitalización, la deslocalización, la emigración, cobran especial alcance ante situaciones de supervivencia nacional. Nuestra propia condición de europeos de tercer orden, subordinados a los gobiernos de Madrid y París, obligados a depender de cuotas y recoger ayudas manejadas por multinacionales y filtradas por intereses políticos, nos alinea con quienes reciben más perjuicios que beneficios de esta ordenada y supervisada globalización del Capital y sus correspondientes Patronales. 21


Un panorama, donde el paro –sobre todo juvenil–, la destrucción de empleo, la pérdida de poder adquisitivo de personas jubiladas o pensionistas, las nuevas formas de esclavitud encubiertas en formato de minijob o en modalidades de «falsos autónomos», de prestaciones domésticas y servicios sociales sin Seguridad Social, etc., se viene adueñando de la sociedad en general, destruyendo el tejido social y económico de nuestra Nación. Es en este contexto donde resalta y cobra importancia el compromiso del movimiento político y sindical de la Izquierda Abertzale, planteando la necesidad del cambio político como vía de impulso para el cambio social. La fase en la que nos encontramos es la fase del cambio político para conseguir el marco de reinstauración democrático. Lo que equivale a implementar un proceso democrático y asentar unas bases mínimas mediante las cuales la sociedad vasca pueda dialogar y acordar libremente su futuro. Proceso que, a su vez, debe constituir la palanca de cambio para ir desarrollando un modelo social y económico de progreso y justicia social. Hay que luchar porque el concepto de democracia vuelva a recuperar su esencia progresista, al servicio popular, y represente, vinculado al término nacional, el camino para continuar avanzando en el logro de los objetivos de Independencia y Socialismo para Euskal Herria. No hay incoherencia alguna en que el cambio político sea la lanzadera del vagón social. Las fuerzas de izquierda y abertzales habremos de trabajar porque ambos formen parte del mismo convoy, circulando por el mismo carril y en la misma dirección. En definitiva es el ideario de nuestra estrategia transformadora de liberación nacional y de hecho, es la tesis que fundamenta este libro. La actual crisis económica y política ha vuelto a poner en evidencia la precaria realidad de dependencia sobre la que se sostiene el conjunto de la sociedad vasca. Aunque el origen de la crisis económica haya partido de centros de decisión supraestatales y difusos, su desarrollo y labor para encararla ha correspondido a los estados afectados. En el caso del Estado español, el endeudamiento y la pésima administración de la crisis está teniendo resultados nefastos, originando efectos paralelos de grave crisis política tanto en el plano general de las libertades formales como en el propio proyecto de modelo «gran nacional» diseñado en la Transición. Recortes y amenazas involucionistas que indudablemente ya están repercutiendo y estrujando aún más los intereses populares. En cuanto a los gobiernos autonómicos, tanto el de la capv como el de la cfn, siguen jugando su papel gestor de comparsa, dejando al descubierto las vergüenzas de las limitaciones competenciales sujetas a las leyes y los centros de decisión emanados de la metrópoli. Aunque ello tampoco les exime de su parte alícuota de responsabilidad, como cómplices de un modelo económico que aplica y restringe políticas sociales en función de los intereses del capitalismo. 22


Resulta claro que unos y otros nos tratan cual si fuéramos incapacitados, necesitados de una ley de dependencia política. Es posible que tarde o temprano nos vendan la noticia de la «salida de la crisis». Seguramente llegará junto a un nuevo incremento del recibo de la luz y la jubilación millonaria de algún magnate empresarial. Y la vida continuará, hasta la próxima crisis de reajuste-recorte capitalista. Todo ello avala razones de peso para reivindicar la liberación de las amarras que nos sujetan a los Estados. Y no solo por cuestión de principios de identidad y soberanía, sino también por pura lógica de economía sostenible, la de escapar del efecto de remolque, de pendiente al vacío, bajo el arrastre de dos Estados, que ni siquiera son capaces de dar solución a los problemas que ellos y sus cúpulas dirigentes generan. Ante el brutal endeudamiento del Estado español toca a las nacionalidades cargar con el saco roto de las medidas impositoras, de los desaforados presupuestos de la monarquía, del ejército, de los aparatos de inteligencia y fuerzas policiales. El Pueblo Vasco ya ha demostrado sobradamente su madurez y su capacidad de autogobierno. Por eso, exigimos, también en época de crisis, la autoridad política de abordar sus causas económicas y sus efectos sociales. Y llevarla a cabo, partiendo de nuestra realidad nacional, al objeto de poder gestionar y buscar las soluciones más apropiadas a los intereses de la sociedad vasca, sin que ello suponga menoscabo alguno para la defensa solidaria de los intereses generales de clase y de pueblos en el conjunto de Europa. Exigimos, en definitiva, la libertad de derechos y deberes como cualquier comunidad reconocida en el concierto libre de naciones. Incluso la libertad del derecho a equivocarnos. No podemos permitir que nadie nos arrebate los nuevos tiempos, ni se nos impida ser sujetos activos de este Cambio de Época, ni nos usurpe el papel protagonista en su construcción, como clase trabajadora y como sociedad vasca en general. Tampoco hemos de consentir el dejarnos enredar con falsas expectativas como la del denominado «nuevo estatus para Euskadi», que únicamente vendría a representar el «viejo estatuto vascongado», liquidador de Nafarroa, renegador de Ipar Euskal Herria, remozado de ambigüedades y destinado a buscar un nuevo marco de relaciones con el gobierno de turno, para mendigar una estancia más cómoda en el Reino de España. Hace más de tres décadas nos hipotecaron el presente a golpe de constitución y estatutos de la Moncloa. Dividieron en dos los territorios históricos de Hego Euskal Herria, y su «generosidad» llegó a concedernos el permiso para aprobar lo que habían acordado en los pasillos de palacio, a espaldas del Pueblo. El no vasco a la Reforma política española fue claro, a pesar de que quienes rechazaron Txiberta se preocuparan de encubrir su legitimidad acatando y gestionando la legalidad impuesta. A un sector importante del Pueblo Trabajador no nos quedó otra salida que la de continuar la lucha de resistencia, por los mismos ideales comprometidos 23


en la militancia antifascista. Lo hicimos conscientes de que la puerta abierta al constitucionalismo y al estatutismo, era una horca caudina que conducía a un callejón sin salida para las reivindicaciones de plena democracia y soberanía. Quienes agacharon la cabeza para atravesar la puertecita, mostraron su disposición a compartir prebendas económicas y políticas, a sabiendas de que estaban pactando una ley de punto final que suponía, un ariete contra las organizaciones de izquierda y abertzales que integraban el mlnv, y conllevaba al mismo tiempo, la liquidación de las aspiraciones independentistas y socialistas. No obstante, ni los impositores, ni los entreguistas, consiguieron su propósito. Frente a unos y a pesar de los otros, continuó la Resistencia organizada y combativa. Nos obligaron a tomar decisiones de lucha política trascendentes, dignas, dolorosas, pero también esperanzadoras de encontrar una solución justa y definitoria al conflicto histórico. Hoy nos encontramos ante una nueva oportunidad y haremos todo lo posible para evitar otra etapa de frustración al Pueblo Vasco, pero también, para evitar, que los de siempre, herederos de Neguri y del espíritu del Arriaga, vuelvan a ensayar un nuevo experimento de sabotear nuestro presente e hipotecar nuestro futuro. Es necesario recuperar el espíritu de la Transición democrática, aunando esfuerzos en el objetivo de crear un Frente de rechazo amplio, un muro de plante popular a los Estados. Teniendo claro que de ellos nada podemos esperar, hemos de seguir trabajando en la acumulación de fuerzas soberanistas y progresistas, en el ejercicio responsable del binomio lucha-política institucional, en la organización de la lucha de masas, en la batalla ideológica de alcanzar la utopía de lo posible imposibilitado. En esa apuesta se encuentra la Izquierda Abertzale. Dispuesta a continuar desarrollando, con paciencia, perseverancia y firmeza, una estrategia multilateral de iniciativas y movimientos incluyentes en el seno de la clase trabajadora, del ámbito sindical, social, cultural, político… y, que en definitiva, tenga a la sociedad vasca como protagonista y depositaria del proceso democrático. El arma fundamental a empuñar es la dialéctica del convencer es vencer. Nuestra militancia de entrega a la causa vasca, pasa por el ejercicio de una política de diferente cuño a la «política profesional». Nuestro lema ha de ser, del pueblo, para el pueblo, con el pueblo. Y todas nuestras iniciativas, nuestras propuestas y nuestras decisiones, han de llevar el sello de honestidad, lealtad y justeza hacia Euskal Herria y su ciudadanía. La sociedad vasca ha de ver en la Izquierda Abertzale y en el Proceso democrático emprendido un referente de sí misma, de sus intereses y de sus anhelos. Hemos de demostrarle que nuestra lucha es para ganar, y que depositar hoy su confianza en nuestro Proyecto, significa mañana reintegrársela en forma de Poder popular. El camino de lucha es claro. Al margen de los Estados, y confiando en nuestras propias fuerzas, hemos de continuar recorriendo la Vía Vasca, en el com24


promiso de construir Nuestra Casa, y poder compartir nuestra libertad y nuestra democracia con el resto de pueblos y naciones del Mundo. Frente a los que afirmaban la muerte de las ideologías y el fin de la historia, siempre he defendido lo contrario, las ideologías siguen existiendo, las reaccionarias y las progresistas, la capitalista y la socialista, es cuestión de optar y ser consecuentes. Y aunque el caos del sistema siembre la oscuridad, conocemos muy bien que sigue existiendo el camino de la liberación. La cuestión es recorrerlo en la lucha aunque sea iluminándonos con cocuyos. La mejor conclusión que podemos extraer de este prólogo y del conjunto de este libro colectivo es que continuamos escribiendo la Historia, a paso de vencedores. Historia con mayúsculas, donde el Movimiento Obrero y el conjunto de mujeres y hombres que constituyen el Pueblo Trabajador, son sus auténticos protagonistas y dueños de su destino. La Historia continúa, la lucha continúa. eugenio etxebeste arizkuren «antton»

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