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The Poetess

trans. Sherence De Jongh

I let the flickering of the stars Burn into my hair and into my eyes, and in the city night with its far wisdom I hold, in my hand, the traffic lights.

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I am head and guardian of my City, And in the show I am the great dancer, I have never loved you in this glory – I’m the crown princess, you the messenger.

Still, when I see you go like that, You, who after all were my life, I remain lonely and disillusioned, I remain humanely connected to you.

Ah, let me not be a poet then, But just like a sweet innocent child Whom in your arms can finally lie fearlessly protected against this bitter wind.

Let me be an ignorant little girl, Who humbly asks you for favours, That the end goal of your body and mind, will one day carry holy in me.

60 | Spanish

Online: ¿A QUE NO ME VAN A CREER?

Carmen Naranjo

La Fortuna es un pueblo costarricense del norte, cerca de la frontera con Nicaragua. Para ir allá hay que tomar curvas a la derecha y otras a la izquierda. Se trepan y bajan montañas. Se tocan las nubes y se tiembla de frío. Algunas veces estremecen las cataratas, otras el ancho de un río de aguas claras y sonoras, en ocasiones la profundidad de un caudal que apenas si se divisa desde el alto, altísimo, de un puente estrecho con una siembra de cruces en recuerdo de accidentes.

Siempre que se baja se va al encuentro de un puente y de un río, siempre que se sube se alcanza alguna nube apegada a la montaña, que puede extenderse y tomar formas de neblina en varios kilómetros de obligada miopía.

La Fortuna más que un pueblo es un centro urbano que sirve a muchas fincas, algunas grandes y otras pequeñas. En ellas se trabaja desde el amanecer y preocupa el ganado, la siembra de plátanos, la yuca, la víbora que apareció (¡ qué terrible !), el pobre de don Albino (que se murió de lo mal que se vio) y el cuento que se cuenta al principio de la noche.

El cuentista más famoso de La Fortuna es don Fulminante, tanto que lo apoden Fulminante Mentira.

Vive en un rancho abierto a los vientos y a las cortinas de lluvia que no faltan en el año, desde muy temprano, antes del almuerzo y frecuentemente durante todo el día.

Tiene dos vacas lecheras, tres perros corrientes que ha adiestrado para la cacería, una milpa entre palmeras de cocos y ima hamaca en que duerme la siesta y entresueña la noche. Por su rancho pasean alegres las mariposas, las lagartijas, las chicharras y hasta algún sapo. Jamás una serpiente porque don Fulminante lleva colgado al cuello un amuleto que lo protege de todo animal venenoso.

Es un hombre vital, cariñoso, buen vecino, capaz de hacer el bien siempre, ágil observador y muy diestro con la palabra. Sabe contar un cuento con la agilidad de un buen torero que busca el toro y lo esquiva como si no fuera con él. Además es bueno para todo, para arreglar un tubo, levantar un rancho, componer una máquina, bajar la subida de los tragos, descargar una indigestión y hasta traer hijos al mundo cuando se presenta un caso de urgencia. No hay nada a que no le entre, pues sabe de electricidad, de mecánica, de albañilería y hace muebles muy bonitos, cómodos y eternos porque conoce las maderas buenas, las que son inmunes a las polillas y a otras pestes semejantes.

Se hizo famoso como milagroso cuando alguien trajo al pueblo un tractor desahuciado

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