2 minute read

Online: The Widows

Trinity Journal of Literary Translation | 85

Online: The Widows

Advertisement

trans. Keith Payne

The first of the brothers died down he went into the ground black and stiff they lowered him down the wood black, the suit white murmur breath.

The widows wed their empty beds in mourning drawers

there’s no tears of joy or bouquet gift no spinster’s promise.

Later alone the flowers fade red flowers, white, paper leaves that fade endlessly to wreathes end.

86 | Spanish

Online: Los gusanos de seda

Paula Cifuentes

A pesar de la prohibición, Claudia llevó unos gusanos de seda a casa. Los sacó del tarro de cristal donde tarde o temprano acabarían sofocándose y los metió en una caja de cartón que por su forma cuadrada habría contenido cedés y que encontró en el armario del pasillo. Agujereó la tapa con la punta de las tijeras de la cocina. Y escondió la caja en el cesto de los juguetes, allí donde su madre nunca miraba.

La madre de Claudia decía que los animales solo eran bonitos cuando estaban sueltos por el campo. Que las ciudades son para las personas. Pero muchos fines de semana, cuando todavía vivían con el padre de Claudia, las llevaban a ella y a su hermana al zoo. Todos eran felices: la familia que posaba en las fotos con globos y manzanas cubiertas de caramelo, y los animales que vivían encerrados en las jaulas.

Aquel día, para que la madre no sospechara nada, Claudia se portó excepcionalmente bien: recogió la cocina, hizo sus deberes y ayudó a bañar a su hermana pequeña. Se cepilló el pelo y se puso las zapatillas de andar por casa a pesar de que le hacían daño. A su madre este comportamiento le pareció normal y no la felicitó. Últimamente estaba muy distraída. Se le caían las tazas de las manos mientras fregaba, se dejaba las gafas olvidadas en todas partes y cada vez que alguien llamaba por teléfono le pedía a Claudia que saliera de la cocina y que cerrara la puerta.

Esa misma noche, a su madre se le olvidó darle un beso después de que Claudia se acostara. Tampoco dejó encendida la luz del pasillo. Toda la noche Claudia tuvo miedo de que algo saliera de debajo de la cama.

Durante los días siguientes Claudia aprovechó el tiempo que mediaba entre el momento en el que ella regresaba del colegio y lo que tardaba su madre en ir a buscar a la hermana a la guardería para dar de comer a los gusanos un par de hojas de morera. Claudia había decidido que los gusanos con las rayas negras eran los machos y los de cuerpo liso y blanco eran las hembras. Había tres machos y cuatro hembras. Le gustaba sobre todo pasarles el dedo por encima porque eran suaves. En cambio, cuando los ponía sobre su mano, resultaban más bien pegajosos. Las patas de los gusanos eran como ventosas.

Había muy poca gente en su clase que tuviera gusanos de seda. Estaba muy orgullosa. Claudia ya no era la niña rara por pasarse el día pintando o porque sus padres no durmieran juntos. Claudia era especial porque podía hacer algo que los demás tenían

This article is from: