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La mariposa
Despliega sus coloridas alas elevándose de la flor que golosa libaba. En su limpio recorrido, las invisibles manos de la brisa primaveral acarician su diminuto cuerpo. No tiene en cuenta la duración de su existencia solo disfruta el placer que le ofrece el vuelo. No se aferra a pimpollo alguno, se goza en la policromía del jardín visitado. Se posa sobre la flor que la seduce con la fragancia y tersura de sus pétalos recogiendo en sus diminutas patas el polen que de ella emana expeliéndolo en aromas desparramados. El óbito pronto la aguarda pero proseguirá su vida en los frutos germinados.
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