Texto de Paúl Palacios Fotos de Trotsky Riera Vite
“Camino por donde haya una gran cascada, que nazca donde las montañas se vuelven piedra. Esta cascada me dará fuerza...” (Canto Shuar)
La primera vez que en el barrio escuchamos nombrar a la Cordillera del Cóndor fue durante uno de los varios conflictos armados entre Ecuador y Perú: la Guerra del Cenepa. Si bien la ciudad de Zamora está relativamente alejada de la cordillera, los zamoranos no fuimos ajenos a la realidad de la guerra. La única vez que he visto volar un avión de guerra fue cuando tenía 13 años. Volvía a casa de la escuela y vi sobrevolar uno a gran velocidad y bastante cerca de la ciudad. Como no sabía distinguir entre un avión ecuatoriano o peruano, pensé que se trataba de uno peruano y lo único que avancé a hacer es agacharme como tratando de protegerme en caso de que fuera a disparar, lanzar una bomba, o algo parecido Recuerdo también que en las noches, las calles de la ciudad se quedaban sin iluminación y los vecinos nos juntábamos a escuchar una radio que funcionaba a pilas, tratando de conocer los detalles de la guerra y de saber cuán cerca se llevaba a cabo la batalla, con el miedo intrínseco de que a lo mejor fuera a acercarse a la ciudad. Un día mientras trabajaba en una carpintería, llegó la noticia de que el papá de un amigo y compañero del fútbol de los domingos había muerto en combate. Se trataba del Sgto. Avananchi, y una de las primeras cosas que pensé era que ahora mi compañero del fútbol, por ser el hijo mayor, iba a tener que asumir la responsabilidad de su padre. Por un momento sentí miedo, ya que mi papá también estaba en una zona cercana al conflicto. Luego, cuando el cuerpo del Sgto. Avananchi llegó a Zamora, se lo nombró Héroe de Guerra y fue enterrado con ceremonias y honores. Yo sólo pensé: ¿De qué te sirve todo eso, si ya estás muerto? No fueron esas entonces, las condiciones ideales para enterarnos de la existencia de la Cordillera del Cóndor; pero a mí al menos, se me quedó grabado en la mente que había tal, y que esta nos separaba a los ecuatorianos de los peruanos. Entonces la Cordillera del Cóndor, fue por mucho tiempo, no sólo para mí, sino también para muchos, campo de batalla y sinónimo de guerra, de disputa, de enemistad entre dos naciones, en fin... sinónimo de MUERTE.
Yawi, a orillas del río Numpatakaime, es uno de los centros shuar que está a pocos kilómetros del área de conflicto.
Ese concepto, que no era de unos pocos, sino de muchos, habría de cambiar con el tiempo. Luego de firmado el Tratado de Paz en 1998, la Cordillera del Cóndor pasó a ser conocida – más que por la misma guerra– por la gran riqueza natural que existe en ella; investigaciones científicas empezaron a revelar la altísima biodiversidad de la zona y, pasó entonces a ser sinónimo de VIDA. Riqueza Natural Siendo sincero, muchas veces mientras viajaba desde Zamora a El Pangui o a Gualaquiza, habré pasado como si nada frente a la cordillera. No sabía exactamente su ubicación y tampoco había estado interesado en conocerla. Para mí, como quizás para la mayoría de zamoranos, aún en estos tiempos, no eran más que simples y comunes montañas, no era más que un límite fronterizo. Personalmente, no fue sino hasta 2001 cuando ingresé a la Universidad a estudiar Ciencias Ambientales que me enteré de su riqueza natural. Ya para entonces, científicos de la talla de David Neill (1990), Alwyn Gentry (1993), Robin Foster y Hamilton Beltrán (1995) y, Alexander Hirtz y Carlyle Luer (1995) habían realizado varias expediciones a la Cordillera del Cóndor, encontrando en sus adentros especies que hasta entonces eran totalmente desconocidas para la ciencia.
Los herpetólogos creían que esta ranita no habitaba los bosques del alto Nangaritza.
Los rĂos que nacen en la Cordillera del CĂłndor, negros por naturaleza, han sido la principal vĂa de transporte para los Shuar que habitan ancestralmente estos territorios.
Una de las primeras cosas que aprendí de la cordillera es que en ella no existen cóndores (Vultur gryphus), así que no le debe su nombre a la existencia de estas aves; quienes la han sobrevolado dicen que las diferentes montañas que la constituyen le dan la forma de un cóndor con las alas extendidas, supuestamente de ahí su nombre. Una segunda teoría es que los primeros visitantes foráneos confundieron a unas aves nocturnas llamadas Tayos (Steatornis caripensis) con Cóndores. A raíz de ello, para referirse a dicha cordillera, se hizo costumbre entre los visitantes llamarla Cordillera del Cóndor, aún sin saber a ciencia cierta que se trataba de una especie distinta. Me enteré también, que se trata de una cadena montañosa que tiene alrededor de 150 Km de longitud de norte a sur, ubicándose en el Ecuador en las provincias de Morona Santiago y Zamora Chinchipe; que tiene una altitud máxima de cerca de 2900 m. snm.; que de acuerdo con algunos estudios tiene una conexión biogeográfica con el Escudo Guyanés –por eso sus montañas planas (tepuyes) en el Alto Nangaritza– y que algunos expertos han afirmado que puede tener la “flora más rica de cualquier área de tamaño similar en el Neotrópico” (Schulenberg y Awbrey, 1997; Neill, 2005), y que además “tiene casi con certeza una de las concentraciones más altas de especies de plantas vasculares aún desconocidas científicamente que cualquier lugar en la Tierra”. Esa fue una de las razones para interesarme más aún por ella, pues entre 2000–2001 la Cordillera del Cóndor todavía conservaba el 91% de su cobertura vegetal natural, lo cual significaba que aún había mucho por descubrir en ella.
Las paredes verticales de las montañas que conforman la Cordillera del Cóndor rompen nuestro pre-concepto de colinas inclinadas.
El profesor David Neill, a quien recientemente, ya en mi vida profesional tuve el honor de conocer, habla en sus publicaciones de varios géneros descubiertos recientemente en la Cordillera del Cóndor y que son nuevos registros para el Ecuador. Inclusive habla del registro de varias especies nuevas para la ciencia; éstos incluyen árboles localmente endémicos que son restringidos a los bosques de arenisca de la cordillera, es decir, que no se pueden hallar en ningún otra parte del planeta, si desaparecen estos ecosistemas las habremos perdido para siempre. En enero de 1997, Conservación Internacional realizó una expedición científica; los resultados expusieron un gran valor biológico, concluyendo que la Cordillera del Cóndor “constituye una de las regiones biológicamente más ricas de toda Sudamérica” (Conservación Internacional, 1997). Doce años después, se volvió a desarrollar un estudio rápido de la Cordillera del Cóndor encontrando para el Ecuador, entre otras cosas: 2 nuevos registros de insectos hoja, 1 nuevo registro de anfibio, 2 nuevos registros de mamíferos y para la ciencia 3 nuevas especies de plantas, 13 nuevas especies de insectos hoja, 10 nuevas especies de insectos palo, 4 nuevas especies de anfibios y 1 nueva especie de reptil. Riqueza Cultural Pero la riqueza de la cordillera no se limita únicamente a la flora y fauna. En ella hay una gran riqueza cultural. El principal grupo humano que habita en este territorio es la nacionalidad Shuar, de espíritu guerrero y milenario, y que depende en gran medida de los recursos de sus bosques.
A los Shuar, más por desconocimiento que por otra cosa, se les ha catalogado de poco trabajadores (“vagos”), quizás porque a diferencia de los demás pueblos que habitan esta provincia, estos no talan el bosque para establecer grandes potreros. Un criterio bastante general en la provincia es que mientras más cantidad de potreros haya en una propiedad, más trabajadora es una persona. Lo que ignoran quienes tienen ese criterio es que, por tradición, los Shuar no destruyen el bosque porque dependen de él para la caza, la pesca y la recolección de frutos, que son y han sido milenariamente su forma de vida, lo que les ha permitido su independencia del mercado. Los Shuar son los únicos que conocen a certitud los cientos de senderos que se pierden y reaparecen en el medio del bosque, además de poseer una sabiduría que es el resultado de su milenaria convivencia armónica con el entorno. En el bosque han aprendido a encontrar la cura para las enfermedades, sus alimentos y hasta venenos que son utilizados para la caza y la pesca. A propósito de esto último, siempre tengo la duda respecto de si allá en la cordillera pudiera estar la cura para enfermedades tan nefastas como el cáncer, la diabetes, el sida y otras. Recordemos lo que pasó con la cascarilla (Cinchona officinalis) encontrada en nuestro Parque Nacional
Las mujeres Shuar que viven en la Cordillera del C贸ndor cultivan sus huertas tradicionales para alimentar a su familia.
Podocarpus que salvó al mundo entero del paludismo. Probablemente ahora mismo no lo sepamos, pero considero que es un potencial que está ahí, y estará, como una verdadera riqueza, mientras las y los zamoranos chinchipenses optemos por seguir conservando nuestra cordillera. Es ahí, donde nuestra cordillera se convierte también en sinónimo de ESPERANZA. En conclusión: La Cordillera del Cóndor es el límite natural entre Ecuador y Perú, zona de un conflicto sin sentido que duró años y en el que murió mucha gente, pero con un atributo excepcional que la ha hecho merecedora de un reconocimiento y de un status a nivel mundial debido a su singular flora, fauna y cultura. Aunque en la actualidad esta región se encuentra aún en un estado de relativa conservación, está claramente amenazada por proyectos de “desarrollo” en diferentes estados de planificación e implementación, a ambos lados de la Cordillera. Por otra parte, aunque no lo he mencionado a detalle en este artículo, las aguas que fluyen de la Cordillera del Cóndor riegan extensas áreas habitadas por comunidades indígenas y colonas (ecuatorianas y peruanas) que dependen de este recurso y de los productos del bosque sustentado por las mismas. Sin lugar a dudas, el manejo apropiado de los recursos de la región, para beneficio de las actuales y futuras generaciones, dependerá de las decisiones que tomen las autoridades que estén al frente de la provincia y el país ahora. Ojalá que la conservación de la biodiversidad y la cultura de la Cordillera del Cóndor se convirtiese en una prioridad a nivel provincial, nacional y mundial; que ese proceso sea con la participación de todos los habitantes del área, incluyendo a los grupos indígenas; y que la capacitación local en el manejo apropiado de los recursos sea considerada prioritaria en las políticas de conservación y desarrollo. Sólo así, nuestra Cordillera del Cóndor seguirá siendo sinónimo de VIDA y de ESPERANZA. α