LA GUITARRA SIN CUERDAS
Aldo Giacometti
A Tomás Fadel, for he’s a jolly good fellow
Primera prueba de impresión: 2015 © Aldo Giacometti Diseñado en el Valle de Uco Impreso en Buenos Aires Este libro está enteramente hecho a mano No hice ningún depósito Tipografía: Azkidenz-Grotesk BQ Id: f&f Impresión: Láser Color Hoja: Bookcell 80 grs Tapa: Misteriosa cartulina de Bapel
Capítulo I Eduardo San Jorge nació en Paraná, Entre Ríos, República Argentina. Cursó estudios de Antropología en la Universidad de Buenos Aires y de Literatura Inglesa en la Universidad de Cambridge. Es también PhD por la Universidad de California, Berkeley. Vivió en Los Ángeles, Vermont, Bucarest y Pescara, y durante algunas temporadas trabajó como instructor de buceo en la isla de Koh Tao, Tailandia. Ocio precario, Elefantes en la oscuridad y La guitarra sin cuerdas son algunos de sus libros.
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Capítulo II
Capítulo III
La estancia de San Jorge queda en los Esteros del Mombary, en los humedales de la Mesopotamia argentina. El escenario es el de las provincias de Corrientes y Entre Ríos, provincias fértiles, indolentes, serenas e impetuosas. San Jorge está de pie junto a una tranquera y deja que su mirada se pierda en la distancia. Su mirada es tranquila, pero se nota que puertas adentro de su mente trama algo. Más allá, a un costado de los bañados, los juncos le silban a la corriente.
San Jorge escribe sus libros un año sí un año no, e invariablemente los empieza el 18 de noviembre, fecha que conmemora al mismo tiempo el aniversario de su difunta madre y la Masacre de Jonestown. Este año le toca escribir; y hace ya algunos meses seleccionó el título de lo que va a ser su «nueva novela» de entre una lista de títulos que prolijamente lleva en su libreta de escritor. Es 17 de noviembre y son las diecisiete horas, momento de la reglamentaria merienda con mate. A San Jorge lo perturba no poder dar con un argumento que le pueda servir para La guitarra sin cuerdas, pero en realidad su mente sigue distraída con ese último bizcochito de grasa que tranquilo espera en el paquete.
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Capítulo IV
Capítulo V
El 18 de noviembre a primera hora, más que el despertador, a San Jorge lo despierta el repiqueteo de la lluvia en la chapa del techo, y después de terminar el desayuno esa circunstancia lo lleva a empezar La guitarra sin cuerdas con las primeras gotas de lo que más adelante en el capítulo va a terminar siendo una torrentosa tormenta tropical. En las páginas de la novela la desflecada seda de la lluvia se desenvuelve durante toda la tarde, cada vez con más ganas y de acuerdo con diversas denominaciones: chispeo, garúa, llovizna, aguacero, chubasco, etcétera, y solo ahora, al anochecer, el temporal concede su pausa de calma encantada. Al finalizar ese primer día de escritura, San Jorge se queda por un buen rato más sentado en el estudio, prácticamente inmóvil: lenta, cada frase de la novela le va viniendo a la mente como un destilado perfecto de tristeza y melancolía.
Ahora San Jorge se está dando un baño de inmersión. Sus rodillas surgen de la membrana de agua como dos islas en un océano untuoso y caldeado, y sobre una de ellas la esponja vegetal chorrea despacio unos filamentos de agua jabonosa. San Jorge le da vueltas en su cabeza a un fragmento proléptico que quiere encajar en al Capítulo II, ¿pero en qué parte? Incluso la voz del narrador apenas si se puede permitir insertar una anécdota en apariencia sinsentido, y que trata sobre todo y de manera casi exclusiva de la experiencia de Lauro Lorenz en el Tíbet y de su curioso encuentro con esos raros y apestosos personajes.
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