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Harri hutsa
Aralar cuenta con numerosas construcciones realizadas en piedra seca
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Alberto Gonzalez | otia@basozaina.com
La Piedra Seca es una técnica con la que se levantaron y aún se levantan infinidad de construcciones, para un sinnúmero de usos por todo el mundo. Las piedras se colocan sin mortero, cemento o argamasa que las una, sólo el propio peso de la piedra estabiliza el conjunto.
Esta técnica de ámbito rural es fácil y sencilla si se cumplen las siguientes condiciones: aprender una decena de reglas elementales, entrenar las herramientas y saber interpretar el lugar adecuado que pide cada piedra tallada o sin tallar, cualidades para las que sólo se necesita una vida íntegra de dedicación.
La piedra seca bajó y cerró la persiana por estos lugares hace unos cincuenta años y desde entonces ya no se construye nada desde cero con este rústico y peculiar método. Las más antiguas construcciones en piedra seca en el Aralar son los megalitos, los menhires, túmulos, dólmenes o chromlechs. El 15 de septiembre del año pasado bajo Aldaon y Beoain, acompañado de L. Millán e I. Gaztelu, grupo de prospección Hilharriak, descubrimos el chromlech de Aintziriko Ordeka, con método y oficio lo medimos, dibujamos, fotografiamos y recogimos todo dato que pudiera ser significativo.
Contentos y con la satisfacción del trabajo bien hecho, allí mismo nos sentamos a almorzar, Ganbo y sus alrededores. El chromlech de Ganbo Txiki, el que acabamos de encontrar, los dólmenes de Ormatza, varios túmulos y una serie de estructuras aún sin uso definido, entierran definitivamente la hipótesis del hueco megalítico.
Finiquitado el almuerzo se acercó un ganadero con su txapela, txakurra y makila de trabajo, moviendo unas vacas, debía llevar buen rato observándonos, pero le pudo la intriga, «¡Qué demonios estarán haciendo esos!». Tras los saludos de cortesía, nos comenta enseguida que desgraciadamente ya no hay liebres en ese lugar. La liebre es abundante en Andía y Urbasa, aunque en Aralar está en declive, igual que las pernoctaciones de pastores y ganaderos en las majadas, le contestamos. Quizás es que había oído algo del intento institucional de recuperación de liebre cantábrica, y se había hecho vanas ilusiones.
Este otoño pasado, el hernaniarra U. Elortza «informa», en argot técnico se diría «denuncia» y suena fatal, que ha encontrado en Aralar algunos arkuek sin catalogar. En varias excursiones Urko nos enseña 12 nuevos arkuek por Mugardi, Brinkatezulo, Gaztelueta y Urdaneta, todas pequeñas chabolas en piedra seca, la mayoría con redil delantero, probablemente parideras de cerdos o ganado menor, pero circulares y cupulares. Fruto de estas salidas encontramos otros dos arkuek más en Arangoene, hacia el barranco de Arritzaga.
El único trabajo científico sobre arkuek en Aralar publicado por Enrique Ibabe en 2014 contabiliza 31 construcciones, nuestro inventario provisional llega ya a 59 levantamientos, y nos espera alguno más, lo que reafirma la importancia en la sierra de este tipo de construcción. La colección de arkuek o chabolas cupulares del Aralar ya se puede considerar que tiene una serie de características específicas que sólo se dan aquí, aparte de todas aquellas cualidades comunes a edificaciones similares de otras latitudes.
Característica de estas «nuevas» construcciones y que además comparte singularidad con el resto de la colección, es la de situarse en lugares, escondidos, laberínticos, de acceso difícil, lugares incómodos de trabajo, engorrosos, recónditos, apartados, adjetivos que todos ellos juntos sugieren un componente misterioso, aunque en realidad los arkuek son claros y transparentes en su arquitectura, pero opacos y sorprendentes en su historia.
Cuando se visitan los grandes arkuek del Aralar una de las reflexiones más comunes suele ser comprender la necesidad que tienen de rehabilitación inmediata, año tras año los arkuek se deterioran, no hay mantenimiento, su abandono es absoluto. La primera iniciativa que debe tomarse, si no queremos un Aralar de cartón piedra, es crear formación profesional especializada en construcción en piedra seca, hasta lograr personal con experiencia en manejo de caliza cretácica-jurásica. Ni en Gipuzkoa ni en Navarra, institución pública o privada alguna ofrece formación o estimula la investigación en este campo, sus prioridades no caminan por la mayor construcción en piedra seca del Aralar, la Calzada de los Jentiles que une Zaldibia y Enirio, fantástica «autovía» aún en uso de ganado transterminante.