EL ASALTO AL CIELO ERA POSIBLE La Revolución rusa y nosotros
Gerardo Ambriz Arévalo Jaime Ortega Reyna Jorge Velázquez Delgado (coordinadores)
Primera edición: 2019 © Gerardo Ambriz Arévalo, Jaime Ortega Reyna, Jorge Velázquez Delgado (coordinadores) © Editorial Torres Asociados Coras, manzana 110, lote 4, int. 3, Col. Ajusco Delegación Coyoacán, 04300, México, D.F. Tel/Fax 56107129 y tel. 56187198 editorialtorres@prodigy.net.mx Esta publicación no puede reproducirse toda o en partes, para fines comerciales, sin la previa autorización escrita del titular de los derechos. ISBN: 978-607-8702-00-8
ÍNDICE Introducción 5 Ayer y hoy: problematizaciones sobre el centenario
La revolución de 1917 a cien años de su gesta. ¿Comunismo democrático? Rafael Andrés Nieto Göller 17 1917-1927: ¿El origen de las “Desviaciones” de la Revolución rusa? Juan Carlos Alemán Márquez 37 Lenin octubre, Lenin hoy José María Martinelli Marlu Gpe. Sánchez Luengas 57 El largo siglo XIX en la tormenta revolucionaria del corto siglo XX Jorge Velázquez Delgado 69 La potencia del acontecimiento: cuestiones de teoría y política “¡No instruyamos al pueblo! ¡Incitémoslo a la rebelión!”. El anarquismo en la Revolución rusa Alfredo García Galindo 109
Revolución y hegemonía en Lenin y Gramsci Gerardo Ambriz Arévalo 135 De la comuna al estudio crítico de la comunidad en el pensamiento marxiano Adán Pando Moreno 165 A propósito del debate entre Lenin y Kautsky: algunas reflexiones en torno a la dictadura del proletariado vs. La democracia formal María del Carmen Camarillo Gómez 199 La dialéctica de la revolución en Lenin Raúl Reyes Camargo 233 Trotsky a cien años de la Revolución rusa. La revolución permanente en Marx y Trotsky Ramón Espinosa Contreras 261 La centralidad en el mundo periférico: la revolución y sus diálogos
Lenin en la Habana: acontecimiento político y acto teórico Jaime Ortega Reyna 289 De la Revolución de octubre a la actualidad de la revolución en América Latina José Luis Ríos Vera Gabino Javier Ángeles Calderón Egbert Méndez Serrano 317
INTRODUCCIÓN
Una vieja anécdota, quizá ficticia, cuenta que de visita en París, se le preguntó al presidente Mao-Tse-Tung sobre el alcance de la revolución francesa de 1789. “Es muy pronto para saberlo”, habría respondido el mítico líder de la revolución popular que conmovió a China. No es de sentido común, pero sostenemos que algo similar sucede con la Revolución rusa: es muy pronto para aquilatar con justeza su peso en la historia de la humanidad. Aunque la conmemoración de los 100 años de la revolución socialista no pasó desapercibida, pues suscitó por doquier todo tipo de eventos, foros, mítines, exposiciones, proyección de documentales, lo cierto es que un siglo después, aún hay más preguntas que respuestas sobre su alcance, su significado y, sobre todo, su destino trágico. Desde varios planteamientos y diversas perspectivas, algunas de ellas confrontadas, se asedió aquel acto que, literal y metafóricamente, transformó y conmovió al mundo. Ese acontecimiento, que por primera vez puso en serios aprietos al sistema capitalista, no sólo modificó las coordenadas geo-políticas durante más de 80 años, sino que sembró la semilla de una profunda transformación cultural, política e ideológica que no se limitó al mundo occidental. Y esto no sólo en el siglo XX, pues actualmente seguimos escuchando el eco del ruido y la furia de lo sucedido en Rusia antes, durante y después de 1917. No cabe duda de que una forma de afrontar esta problemática remite a la despolitización de la memoria. La Revolución rusa puede ser –y de hecho lo es– estudiada desde el mirador imparcial de quien discurre sobre la
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historia sin mayor pasión ni compromiso. Sin embargo, no es esta la única posibilidad, ni tampoco la más justa para un acto de tal envergadura. Una mirada más amplia, politizante y totalizante, da cuenta de que la memoria y la historia pueden converger para entregarnos un caudal de posibilidades. En estas páginas señalamos la importancia de la teoría en el acontecimiento político que significó un esfuerzo de las voluntades por doblegar las estructuras de dominación y explotación imperantes. Ello en un contexto histórico complejo, atravesado, como no puede ser de otra manera, por un conjunto de veredas que transcurren a partir de los elementos teóricos, políticos y sociales. La confluencia ideológica encuentra en el triunfo de la Revolución rusa una posibilidad para pensarla a partir de su descalabro en 1989; una oportunidad para repensar los éxitos y los fracasos, pero no con el fin de llorar por estos últimos, sino para rescatar, reformular y reactivar una teoría revolucionaría como la marxista que ha querido sepultarse en los centros académicos desde hace casi tres décadas; para rescatar, reformular y reactivar estrategias de lucha contra la hegemonía capitalista, que parece haber claudicado debido a un constante esfuerzo por despolitizar la memoria. Es cierto que la visión despolitizante de la memoria, una cierta mirada oficial, podríamos señalar, existe. Pero también existen sus contrapartes, siendo dos las más importantes. Por un lado, el revisionismo criminalizante y, por el otro, la memoria de las irrupciones plebeyas en la historia. Ambas se expresan en el espacio de disputa por el sentido y la memoria del comunismo; ambas, politizan en sentidos opuestos el significado de la historia. En gran parte del espacio exsoviético la conmemoración del acto del pasado es visto como una tentativa
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de crimen y castigo. La visión punitiva del comunismo como un fenómeno criminal es la última fase del anticomunismo. En países como Alemania, Rumania, Ucrania o Hungría, esto es más patente: la historia revisionista tiene un claro sentido político, una intencionalidad y unas consecuencias muy específicas, entre las que destaca borrar de la historia –esto incluye acabar con lugares físicos y simbólicos– ese periodo donde los subalternos eran el centro de los discursos. Por el otro, el reconocimiento variado de que la Revolución rusa es un capítulo central y excepcional de la historia de los subalternos. Que estos, en sus batallas, lograron conquistas de diverso tipo, moldeando gran parte de la historia y de la cultura de nuestro tiempo. La irrupción plebeya de los subalternos, con su visión del mundo, su concepción del tiempo, sus aspiraciones y deseos, es sin duda el elemento más significativo. Así, la historia de la Revolución rusa no es sólo la de un país lejano, sino aquella que como acontecimiento nos permite reactualizar los espacios teóricos y políticos de la emancipación. Aquella que moviliza un conjunto de proposiciones y entramados en el que los nombres de Marx, Lenin, Trotsky y otros, se presentan como una urgencia, no para construir una arqueología, sino como motivos productivos. Dicho lo anterior, en este esfuerzo por pensar y repensar tanto la Revolución rusa, como las tesis de los teóricos que le dieron vida, recopilamos una serie de textos que quedaron conformados en tres ejes temáticos: 1) Ayer y hoy: problematizaciones sobre el centenario; 2) La potencia del acontecimiento: cuestiones de teoría y política; 3) La centralidad en el mundo periférico: la revolución y sus diálogos. Veamos el resumen de los textos.
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En el texto de Rafael Andrés Nieto, titulado “La revolución de 1917 a cien años de su gesta. ¿Comunismo democrático?”, se realiza un recorrido por la formación del grupo bolchevique, las contradicciones a lo largo de su historia y la forma en que lograron encabezar, en un momento de crisis, a las distintas fuerzas sociales. Así mismo destaca las persistencias de ciertas nociones, lógicas y símbolos en nuestro tiempo. El texto titulado “1917 – 1927: ¿El origen de las “desviaciones” de la Revolución rusa?”, de Juan Carlos Alemán Márquez, consta de tres apartados (“1905 – 1917: Antecedentes de la Revolución de octubre”, “El breve estruendo del 24/25 de octubre”, y “La violenta respuesta de las burguesías rusa y extranjeras: la Guerra Civil, el Comunismo de Guerra y la NEP”), donde se analizan los factores políticos, sociales y económicos que nos ayudarán a entender por qué no se pudo desarrollar el proyecto socialista en la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas. Este análisis es más que necesario, ya que deja de lanzar la acusación de “desviación” al régimen soviético, y se centra en las razones que, antes y después de la Revolución de octubre, hicieron que tal proyecto tomara los caminos que todos conocemos. Además de esto, el autor propone un estudio de la primera década de vida de la nación soviética (1917–1927), el cual “podría brindar elementos a los comunistas y socialistas mexicanos para reflexionar y orientar sus acciones en la actualidad”. En el texto “Lenin octubre, Lenin hoy”, de los autores José María Martinelli y Marlu Guadalupe Sánchez Luengas, se habla de un urgente rescate de algunas concepciones leninistas que impulsaron la construcción de la Revolución rusa, todo esto con el fin de mostrar y poner al día el pensamiento de Lenin de cara a los retos
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y a lo que es posible transformar en las sociedades capitalistas actuales. Pero eso no es todo, a este importante y urgente rescate debe añadirse una labor que no es menos importante: sacar a la luz una serie de ideas y categorías de Lenin que fueron quedando sepultadas o convertidas en dogmas a partir de su muerte. La forma de proceder de la autora y el autor de este texto, es precisamente la misma forma que Lenin llevó a cabo con la teoría revolucionaria del marxismo clásico, a saber: evitar que las tesis de Marx se convirtieran en “iconos inofensivos, canonizados”, o en objetos de análisis exegético, descuidando su potencial como guía para la acción transformadora. El filósofo Jorge Velázquez nos entrega en su artículo “El largo siglo XIX en la tormenta revolucionaria del corto siglo XX” una explicación radical de la dialéctica histórica, sus tensiones y sus contradicciones. Categórico, afirma “Las revoluciones no son el canto de fe en las tinieblas de la historia”, buscando con ello afirmar que ellas son la respuesta ante la amenaza fascista que se cierne sobre los seres humanos. Imbricando su discusión en el seno de la modernidad, apela a pensar el “largo” siglo XIX abierto por la revolución de 1789 y todas las consecuencias que desató. El autor deslinda la rememoración de la revolución como una fiesta folclórica y señala, en cambio, el calado profundo de sus consecuencias. Que los ecos de la Marsellesa no se confundan con los de la Internacional, es algo que para el autor no está claro si es un cambio de época o bien un paréntesis en la trama histórica de los pueblos. Por su parte, el texto “¡No instruyamos al pueblo! ¡Incitémoslo a la rebelión!” El anarquismo en la Revolución rusa”, de Alfredo García Galindo, comienza exponiendo la importancia de los anarquistas en las revoluciones previas a las de 1917, así como el relativo
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olvido de su presencia. A partir de esto, deslinda las distintas posiciones en el seno del anarquismo: aquellas que querían volver a las formas de producción previas, como las artesanales. También se hace un recuento breve de la influencia de Bakunin y su recorrido por el pensamiento revolucionario. El texto de Gerardo Ambriz, “Revolución y hegemonía en Lenin y Gramsci”, más que conmemorar una de las revoluciones más importantes del siglo XX, intenta pensar su vigencia en el siglo XXI, y lo hace contrastando el concepto de revolución en Lenin, con el concepto de hegemonía en Gramsci. En la primer parte de este artículo se habla, por un lado, del contexto social y político previo a la Revolución de octubre, mismo que pudo haber sido un factor para que Lenin cambiara de perspectiva sobre la forma en la que devendría el socialismo; y, por el otro, expone algunas ideas de los textos del revolucionario ruso donde se refleja dicho cambio de perspectiva: Las tesis de abril y El estado y la revolución. Después analiza cómo formula Garmsci el concepto de hegemonía, pero sin dejar pasar la interpretación que de él hicieron Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, y con la finalidad de sopesar la vigencia de la lucha revolucionaria de corte marxista para alcanzar el socialismo. Finalmente, el texto cierra con un intento de conciliar las dos posturas tomando en cuenta el estado de cosas actual. En el texto “De la comuna al estudio crítico de la comunidad en el pensamiento marxiano”, Adán Pando trata de hacer una contribución a la crítica de la ideología comunalista, y de la noción de comunidad y su universo semántico, basándose en una revisión del pensamiento de Engels y Marx expresado en obras como: Manuscritos económico-filosóficos de 1844, La Sagra-
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da Familia, La ideología alemana, Manifiesto del Partido Comunista, El capital, Grundrisse, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, entre otras. Para alcanzar este objetivo, aborda el problema desde diversos ángulos. Por un lado, haciendo un análisis de lo que se entiende por el valor o ideal comunal que tiene características como la naturalidad, la organicidad y la horizontalidad, características que chocan con las nociones modernas del contractualismo o la noción de homo oeconomicus. Por el otro, estableciendo lo que los revolucionarios alemanes entendieron por comunismo. El contraste entre dichas concepciones (ideal comunal y comunismo) deja la mesa servida o da pistas de cómo pueden responderse las preguntas que el autor mismo formula: ¿Qué contiene en esencia el ideal comunal? ¿Debe ser parte del futuro deseable? ¿Debemos revisarlo? O ¿no será hora de asumir la modernidad y renunciar definitivamente a este ideal? ¿No habrá, en el fondo, una diferencia entre un comunalismo comunista y un compromiso societario socialista? Este conjunto de sugerentes preguntas, así como las posibles respuestas, nos llevan a reflexionar sobre la influencia que tuvo el movimiento populista ruso, y su noción de comunidad, en la Revolución de octubre, influencia que, gracias al estalinismo, fue sepultada junto a la esperanza de una sociedad como la pensaron Engels y Marx. María del Carmen Camarillo Gómez nos ofrece, en su artículo “A propósito del debate entre Lenin y Kautsky: algunas reflexiones en torno a la dictadura del proletariado vs la democracia formal”, un esclarecedor análisis de un debate que hubo entre Lenin y Kautsky, mismo que es muy mencionado pero poco comprendido, y lo hace tomando en cuenta dos acontecimientos actuales que tienen que ver con el ejercicio de la
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democracia: las políticas implementadas actualmente en Venezuela por parte de Nicolás Maduro, políticas que, según sus críticos, coartan las libertades de los opositores; y la solidaridad y el descontento ciudadano tras el sismo del 19 de septiembre de 2017, donde las autoridades mexicanas se vieron rebasadas. El artículo consta de tres apartados, en los cuales se analiza la crítica de Lenin al espontaneismo (“Sobre la organización y los revolucionarios profesionales”); la ausencia de democracia dentro de la llamada dictadura del proletariado que gobernaba después de la Revolución de octubre (“Kautsky y su idea de la democracia”); las críticas de Lenin a Kautsky por haberse “separado definitivamente del marxismo (de ahí el adjetivo de ‘renegado’), y por mostrar la bancarrota (como diría Rosa Luxemburgo) en la que se encontraba la segunda internacional” (“La respuesta de Lenin”). En su “Dialéctica de la revolución en Lenin”, Raúl Reyes Camargo explora las vicisitudes de la dialéctica como concepción filosófica y como arma de la revolución en distintas tradiciones. De la mano de Lenin y de Hegel, plantea la pertinencia de dicha concepción para aprehender lo real y captar el devenir de los procesos políticos revolucionarios. Además, los planteamientos de los Cuadernos Filosóficos y la Fenomenología del espíritu le sirven para contrastar con posiciones como las de Althusser y sus discípulos a propósito del lugar y la especificidad de la dialéctica en el corpus marxista. Por su parte, el autor Ramón Espinosa Contreras cumple lo que promete en el título de su texto, es decir hablar sobre “La revolución permanente en Marx y Trotsky”, sólo que además de señalar el significado y alcances de esta revolución, muestra algunas de las ideas y experiencias que surgieron mientras se gestaba la Revolución de octubre, más aún, de las ideas y expe-
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riencias que llevaron a Lenin y a Trotski a convertir las revoluciones de 1905 y de febrero de 1917, en la revolución bolchevique. Además de lo señalado, el trabajo cierra con otras consideraciones que no deben olvidar las generaciones que integren las futuras revoluciones permanentes: los crímenes de Stalin. En seguida de este texto tenemos el titulado “Lenin en La Habana”, a cargo de Jaime Ortega se pretende entrelazar un diálogo entre la Revolución Cubana y la memoria de la irrupción de las masas en 1917. Como en otros casos, los revolucionarios cubanos buscaron alianzas con la historia y encontraron en la figura de Lenin un motivo productivo, mediante el cual reactivaron la perspectiva revolucionaria. El autor sugiere que Lenin habitó en La Habana después de 1917, pues se convirtió en el referente teórico más importantes de quienes buscaron renovar el marxismo para ponerlo a la altura de la revolución más importante de la segunda mitad del siglo XX. Finalmente, el libro que está en sus manos cierra con un texto titulado “De la Revolución de octubre a la actualidad de la revolución en América Latina”, el cual fue elaborado por José Luis Ríos Vera, Gabino Javier Ángeles Calderón y Egbert Méndez Serrano. Ahí, a partir de Lenin y Lukács se destaca el concepto de “actualidad de la revolución” en el contexto de la Rusia Zarista. Ello con la finalidad de destacar su actualidad o efectividad en el marco de la situación contemporánea de América Latina. Los autores trasladan el trato de operaciones signado por la emergencia del imperialismo, a una “tercera” fase de desarrollo de éste, que permitiría justamente entablar las condiciones para una nueva revolución. Esta última etapa del imperialismo estaría enmarcado en el proceso de crisis, de radicalización de la subsunción de la vida al capital y de una manera flexible
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de gestionar el trabajo. Todo ello para destacar las contradicciones y dilemas de la situación contemporánea de América Latina, atravesada tanto por la crisis como por la actualidad de la revolución. Los trabajos aquí reunidos tienen un proceso de escritura desde tradiciones de pensamiento diversas. Responden a intereses convergentes, pero también se separan en apreciaciones. La Revolución rusa sugiere múltiples diagnósticos y el objetivo del libro es mostrar sus alcances y límites, así como las condiciones de posibilidad de su activación teórica y política en América Latina.
AYER Y HOY: PROBLEMATIZACIONES SOBRE EL CENTENARIO
LA REVOLUCIÓN DE 1917 A CIEN AÑOS DE SU GESTA. ¿COMUNISMO DEMOCRÁTICO? Rafael Andrés Nieto Göller1
Introducción De acuerdo al designio del signo de los tiempos, muchos y harto complejos son los cambios acelerados, retos y desafíos que la Revolución rusa, Revolución de octubre o Revolución Bolchevique, ha debido enfrentar en este su Primer Centenario, 1917-2017. Evidentemente, el siglo XXI no es el mismo que aquel del siglo XIX, cuando epistolarmente Engels y Marx recordaban una ley tan sencilla y tan indiscutible como aquella donde, la desorganización del ejército y la completa descomposición de la disciplina eran siempre la condición, a la par que el fruto, de toda revolución triunfante. Hoy, las cuestiones revolucionarias se cocinan de manera diferente; sobre todo, cuando se trata de enmendar el ego herido de los rusos durante las innumerables épocas de dificultades de la transición postimperial. Así las cosas, a través de la forja de la voluntad de las masas para la insurrección, el grupo de los “minoritarios” –bolcheviques– realizaría la tan anhelada y cruenta Revolución de 1917 y, con ella, nacería una esperanza en el mundo entero, conmocionado por la instauración de Doctor en Ciencias Humanas por la Universidad Simón Bolívar-México, donde es docente e investigador. 1
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un socialismo real en la Rusia que, apenas en un abrir y cerrar de ojos, cinco años más tarde, sería rebautizada como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), la Unión Soviética. Posteriormente, al disolverse ésta en 1991, daría paso a la Federación Rusa. De entonces a la fecha, los epígonos del comunismo han hecho verdaderos malabares tratando de conciliar lo incompatible, el centralismo económico y político de un régimen bolchevique creado por la ideología leninista, y el concepto de economía de mercado, la democratización de un gobierno constitucional y el reestablecimiento de la sociedad civil, en la búsqueda de novedosas fórmulas guía para un ejercicio de la autoridad dentro de las fronteras de la República rusa, donde la democratización condujo no sólo al fin del sistema comunista sino a la autodeterminación y al fraccionamiento del estado imperial, sin que ello haya impedido que Rusia continúe siendo un imperio de inmensas proporciones y potencia global, para convertirse en un estado/nación gobernado de acuerdo con normas democráticas. Menester de la presente contribución es, pues, reflexionar sobre lo que en cierta época algunos dieron en llamar la chispa y la aventura de la Revolución de 1917, a cien años de su consumación que, como dijera Reed, ha sido “una de las más maravillosas en que se ha empeñado la humanidad, la que abrió a las masas laboriosas el terreno de la historia e hizo depender todo, en adelante, de sus vastas y naturales aspiraciones”.
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La Revolución de 1917 a cien años de su gesta. ¿Comunismo democrático? De acuerdo al designio del signo de los tiempos, muchos y harto complejos son los cambios acelerados, retos y desafíos que la Revolución rusa, Revolución de octubre o Revolución Bolchevique, ha debido enfrentar en este su Primer Centenario, 1917-2017.2 Evidentemente, el siglo XXI3 no es el mismo que aquel del siglo XIX, cuando epistolarmente Engels y Marx recordaban, filípicamente, una ley tan sencilla y tan indiscutible como aquella donde, la desorganización del ejército y la completa descomposición de la disciplina eran siempre la condición, a la par que el fruto, de toda revolución triunfante. Hoy, las cuestiones revolucionarias se cocinan de manera diferente; sobre todo, cuando se trata de enmendar el ego herido de los rusos, durante las innumerables épocas de dificultades de la transición postimperial.4 Ya que, como asevera Morrison, “cada vez es más palpable el hecho de que la política soviética –si todavía puede llamársele así– nunca volverá a ser la misma”.5 Y ello es así, porque, como reitera Amador: Deutsche Welle. 100 años de la Revolución de octubre: Lenin en piedra y acero”. En: http://www.dw.com/es/100-a%C3%B1osde-la-revoluci%C3%B3n-de-octubre-lenin-en-piedra-yacero/g-41284755 (Consultado: 11/09/17). 3 A. C. Zamorano, “Rusia en el primer lustro del siglo XXI”, Comercio exterior, Vol. 55, Número 9, septiembre de 2005, México, pp. 810-819. 4 A. Ceballos, Los desafíos del marxismo contemporáneo, México, Universidad Veracruzana, 2013. 5 J. Morrison, Boris Yeltsin. De bolchevique a demócrata, Bogotá, Norma, 1992, p. 427. 2
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[...] a cien años de la toma del Palacio de Invierno de Petrogrado por los bolcheviques, la noche del 24 al 25 de octubre de 1917, se sigue recordando a la Revolución rusa, el más importante movimiento social del siglo XX. [...] La institución de esta nueva temporalidad vino dada por la originalidad del acontecimiento, que dinamitó la piedra angular del modelo civilizatorio imperante, la propiedad privada, y construyó el primer Estado obrero de la historia. Semejante Estado emergió en el ámbito de las relaciones internacionales, para trastocar, primero, los planes de las viejas potencias en la Primera Guerra Mundial y para disputarle, después, la hegemonía a la gran superpotencia consolidada tras la segunda, Estados Unidos.6
Así las cosas, a través de la forja de la voluntad de las masas para la insurrección, el grupo de los “minoritarios”7 –bolcheviques– realizaría la tan anhelada y cruenta Revolución de 1917 y, con ella, nacería una esperanza en el mundo entero,8 conmocionado por la instauración de un socialismo real en la Rusia que, apeJ. Amador Tello, “Un fantasma sigue recorriendo el mundo”, Proceso, No. 2138, 22/10/17, México, 2017a, pp. 62-63. 7 Aquí bien vale la pena recordar que, aún siendo pequeñas minorías y precisamente por ello –por su mejor y más rápido margen de maniobra–, histórica y generalmente, estas no han sido sólo más exitosas gracias a sus mejores talentos, tanto estratégico como táctico, a férrea disciplina, a mayor y más rápido poder de toma de decisiones –que el consabido burocratismo impide–, a conspiraciones, a maquinaciones, etc. En general, estas minorías representan también una gran visión, una gran idea. Pudiendo ser una idea progresista y positiva, aunque también puede ser reaccionaria y devastadora. 8 H. Martínez Téllez [Editor], “El nacimiento de una utopía. 1917-2017. Centenario de la Revolución rusa”, Proceso, Edición Especial No. 53, Año 40, 2017, México. 6
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nas en un abrir y cerrar de ojos, cinco años más tarde, sería rebautizada como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), la Unión Soviética. Aunque, como afirma Enrique Semo, “La Unión de Repúblicas nunca fue un imperio, como se dice. Rusia ayudaba a las demás repúblicas y el nivel de salarios era igual en Uzbekistán que en Moscú”.9 Posteriormente, al disolverse ésta en 1991, daría paso a la Federación Rusa. A este respecto, por ejemplo, afirmará Zunzunegui: Nadie hubiera apostado por los bolcheviques en abril, cuando incluso ante la triunfal llegada de Lenin eran minoría; nadie hubiera apostado por ellos en julio, cuando tomaron las calles y fueron aplacados por el gobierno. Rusia estaba en guerra contra Alemania y contra sí misma.10
De entonces a acá, los epígonos del comunismo han hecho verdaderos malabares tratando de conciliar lo incompatible, el centralismo económico y político de un régimen bolchevique creado por la ideología leninista, y el concepto de economía de mercado, la democratización de un gobierno constitucional y el reestablecimiento de la sociedad civil, en la búsqueda de novedosas fórmulas guía para un ejercicio de la autoridad dentro de las fronteras de la República rusa, donde la democratización condujo no sólo al fin del sistema comunista sino a la autodeterminación y al fraccionamiento del estado imperial,11 sin que ello haya impedido que Rusia J. Amador Tello, “Un gran experimento socialista: Enrique Semo”, Proceso, No. 2138, 22/10/17, México, 2017b, pp. 62-63. 10 J. M Zunzunegui, 1917 traición y revolución, México, Grijalbo, 2017, p. 160. 11 E. Ávila Carrillo, Noticias de Historia Universal, México, DelaSalle, 2011, pp. 167-172. 9
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continúe siendo un imperio de inmensas proporciones y potencia global, para convertirse en un estado/nación gobernado de acuerdo con normas democráticas. Menester de la presente contribución es, pues, reflexionar sobre lo que en cierta época algunos dieron en llamar la chispa y la aventura de la Revolución de 1917, a cien años de su consumación que, como dijera Reed, ha sido “una de las más maravillosas en que se ha empeñado la humanidad, la que abrió a las masas laboriosas el terreno de la historia e hizo depender todo, en adelante, de sus vastas y naturales aspiraciones”.12
Prolegómenos Todos los sucesos acaecidos durante el año de 1917 responden a la problemática de riqueza, pobreza y privilegios que tanto afligen a las sociedades, como la rusa, que dieron fin al régimen de monarquía absoluta13 de tres siglos14 y al derrocamiento zarista,15 y que conforman lo que ha dado en llamarse la Revolución rusa o Revolución bolchevique. Ahora bien, mientras algunos la sitúan como la Revolución de octubre, otros afirman que inició en febrero. El hecho es que desde inicios del año, el populismo, el anarquismo y el comunismo se entremezclaron bajo la égida de la huelga general masiva y la acción directa, toda vez que una década antes, había sido J. Reed. Diez días que estremecieron al mundo, Instituto cubano del libro, 2008. En: http://www.cronicon.net/paginas/Documentos/paq2/No.22.pdf (Consultado: 23/06/17). 13 S. Sebag Montefiore, La corte del zar rojo, Barcelona, Crítica, 2017c. 14 S. Sebag Montefiore. Los Románov. 1613-1918, Barcelona, Crítica, 2017b. 15 H. Rappaport, Las hermanas Romanov, México Taurus, 2015. 12
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aprobada una resolución que preveía, en caso de estallar la guerra, la lucha del proletariado internacional16 para detenerla o transformarla en una revolución.17 Siendo ello así, a principios del siglo XX emerge en el movimiento obrero una corriente, el bolchevismo –que aún siendo minoritario, remontará hasta la cabeza– que a través del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso se remitiría abiertamente al comunismo y a la revolución, y que propuso transformar la guerra en guerra civil.18 Será mediante los Soviets19 –organismos entre sindicales y políticos–, nacidos durante la revolución de 1905, donde se representen los intereses de las masas de obreros, soldados y ciudadanos, a través de la democracia directa. De esta manera, cuando en febrero de 1917 inicia la revolución20 Vladimir Ilich Ulianov (Lenin),21 quien había fraguado la revolución durante 30 años22 –a raíz del ajusticiamiento de su hermano mayor Alejandro, por el atentado hacia Alejandro III–, se apresta a regresar de su autoexilio de 17 años y por varios países europeos, a Rusia –en abril del mismo año–, logrando imponer al 16
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G. Lukacs, Historia y conciencia de clase, México, Grijalbo,
M. Flores y J. de Andrés, Atlas ilustrado del comunismo, Madrid, Susaeta, 2003. 18 F. Konstantinov, A. Bogomolov, G. Gak, G. Gleserman, V. Kelle, P. Kopnin, I. Kutznetsov, S. Meliujin, J. Momdzhian, T. Oizerman, V. Zemionov, A. Spirkin, M. Rosental, M. Rutkevich, A. Shishkin y D. Chesnokov, Fundamentos de filosofía marxista-leninista, Moscú, Progreso, 1979. 19 Daniel Kent. Los soviets y Mahatma India, Nexos, No. 478, Año 40, Vol. XXXIX, 2017, pp. 60-62. 20 J. V. Stalin. Los fundamentos del leninismo, Ediciones en Lenguas Extranjeras, República Popular China, 1973. 21 N. Lenin, Dos tácticas de la social democracia en la revolución democrática, Moscú, Progreso, 1979. 22 L. Trotsky, El joven Lenin, FCE, México, 1972. 17
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partido con las Cartas desde lejos y las Tesis de abril, la estratagema revolucionaria que conduciría a la victoria en el mes de octubre. Así, el 25 de octubre sería el día en que el Partido Bolchevique tome el poder, bajo un radicalismo acuciante, y en medio de una rijosa y sangrienta revolución con tintes anarquistas y de corte esencialmente campesina. De esta manera, Rusia se convertiría en el primer estado socialista del mundo y donde el proceso político interno se caracterizaría por una progresiva centralización de las decisiones en la cúpula bolchevique, sofocando cualquier disidencia.23 Por ende, de 1918 a 1921 Rusia se envolvería en una cruenta y sangrienta guerra civil, de donde emergerían victoriosos los revolucionarios rojos formados por Trotsky24 –ahora “comunistas”–25 por sobre los socialistas. Y, mientras algunos aprovecharon la guerra civil para autoproclamar o mantener su independencia –Finlandia, Letonia, Estonia, Lituania–, el gran mosaico de pueblos y culturas distintas se reintegró al nuevo Estado de estructura federal, la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas).26 Por otro lado, atendiendo los reclamos de la Primera Guerra Mundial, Lenin y su grupo firmarían con Alemania la paz de Brest-Litovsk, con la que cederían N. Rutych, El Partido Comunista Ruso en el Poder 19171960, México, Jus, 1961. 24 A. Blanchard, S. Bloch y F. Mizio, Enciclopedia de rebeldes, insumisos y demás revolucionarios, México, Novelty Corp, 2010, pp. 76-79. 25 S. L. Taylor, 50 teorías políticas apasionantes y significativas, Barcelona, Blume, 2017. 26 L. Trotsky, Historia de la Revolución rusa. Tomos I y II. [Versión digitalizada]. Marxists Internet Archive, 2010. En: http:// www.marxistsfr.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/index.htm y https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo2/index.htm (Consultado: 21/09/17). 23
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los estados bálticos y a Polonia, así como el reconocimiento de Finlandia y Ucrania como estados independientes. Con la muerte de Lenin en 1924 y la subida al poder de Stalin27 –el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS)–, comenzarían las purgas internas28 y los planes quinquenales, concentrando todos los esfuerzos en la industria pesada y olvidando o desdeñando, por completo, la promoción de la utopía revolucionaria mundial, en aras del “socialismo en un solo país”. Se fomentó el culto a la personalidad de Stalin y la concentración del poder en las manos de la burocracia de la Nomenclatura. Con Lenin es la verdadera Revolución rusa que duró sólo 10 años, entre 1917 y 1927, y bajo Stalin es la contrarrevolución que destruye a la primera y crea una Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) que era sólo un potente capitalismo de Estado ruso. Y lo que se llamó socialismo real, que sí fracasó, pero fracasó por asumir que era posible crear el comunismo sólo a escala nacional y no universal, lo que contradecía lo planteado por Carlos Marx y también por Lenin.29
Así, el Estado asumió las funciones del empresariado privado en las economías de mercado, mediante la planificación estatal, convirtiéndose en la tercera potencia mundial, después de Estados Unidos y Alemania. Desarrollo industrial acelerado que trajo consigo grandes R. Lourie, Stalin. La novela, Barcelona, Planeta, 2001. F. Dostoievski, Memorias de la casa muerta, México, Editores Mexicanos Unidos, 2015. 29 J. A Tello, “La Revolución rusa, modelo a imitar: Aguirre Rojas”, Proceso, No. 2138, 22/10/17, México, 2017c, pp. 60-62. 27 28
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penalidades para el pueblo ruso, con deportaciones masivas de millones de personas a los Gulags,30 así como la sistemática liquidación de toda forma de oposición tanto dentro del país como al interior del propio partido.31 Y no sólo eso sino que, años más tarde, el brazo ejecutor stalinista alcanzaría al propio Trotsky en nuestro país –México–,32 a quien se consideraba el mismísimo diablo.33 Más tarde, tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial (1939),34 Hitler declara la guerra a la URSS (1941).35 A pesar de la muerte de más de 20 millones de rusos y cuantiosas pérdidas materiales,36 junto con los Estados Unidos y Gran Bretaña, la URSS logra vencer a los nazis37 y convertirse, con Estados Unidos, en las dos grandes potencias hegemónicas mundiales, confirmando el señalamiento de Tocqueville en torno a que esos dos A. Soljenitsin, Archipiélago Gulag. 1918-1956, Barcelona, Plaza y Janés, 1974. 31 R. Sullivan, La hija de Stalin, México, Debate, 2017. 32 J. P. Davidson, El asesino obediente. Ramón Mercader y la muerte de Trotsky, México, Plaza y Janés, 2016. 33 Rius. El diablo se llama Trotsky, México, DeBolsillo, 2010. 34 F. Cohnen y L. Felipe Brice, “Lucha de titanes. El frente Oriental (1941-1945). Hacia la Segunda Guerra Mundial”, Muy interesante Historia, 19/09/16, Año I, No. 9, 2016a, pp. 56-59. Véase también, de los mismos autores: “Lucha de titanes. El frente Oriental (1941-1945). Estalla la guerra” Muy interesante Historia, 19/09/16, Año I, No. 9, 2016b, pp. 60-63; “Lucha de titanes. El frente Oriental (1941-1945). Rusia no cae”, Muy interesante Historia, 19/09/16, Año I, No. 9, 2016c, pp. 64-67; “Lucha de titanes. El frente Oriental (1941-1945). La derrota del Tercer Reich”, Muy interesante Historia, 19/09/16, Año I, No. 9, 2016d, pp. 68-71. 35 Muy interesante Historia. “El desfile de los nazis en Moscú”, 19/09/16, Año I, No. 9, 2016b, p. 96. 36 Muy interesante Historia. “Huellas imborrables”, 19/09/16, Año I, No. 9, 2016a, pp. 94-95. 37 F. Cohnen, “Guerra en Europa: último acto”, Muy interesante Historia, 19/09/16, Año, No. 9, 2016, pp. 88-93. 30
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países estaban destinados por la voluntad del cielo a regir el sino de la mitad del globo terráqueo. De esta forma, a partir de 1948, los países del este de Europa liberados por las tropas rusas, instauraron progresivamente regímenes comunistas bajo la doble presión de los tanques soviéticos y los partidos comunistas autóctonos. Sólo en Yugoslavia y Albania la liberación fue producto de movimientos guerrilleros propios. Así, Alemania Democrática (RDA), Polonia, Rumania, Checoslovaquia, Albania, Hungría, Bulgaria, Yugoslavia, imitarían la organización política y económica de la URSS. De igual manera, un año más tarde, en 1949, cuando los chinos se hacen del poder, extenderán demográfica y geográficamente el mundo comunista. Cabe mencionar, también, que entre los países comunistas se organizó un pacto militar de ayuda mutua y de defensa llamado Pacto de Varsovia, así como la creación de un tipo de Mercado Común denominado COMECON. Todo ello dio motivo para que, entre 1948 y 1985, el mundo se tornase bipolar, es decir, se enfrentaran comunismo y capitalismo en lo que dio por llamarse la Guerra Fría, dado que no se produjo conflicto armado directo entre las dos superpotencias. Aún así, los enfrentamientos belicosos y políticos entre ambas tendencias fueron explotados de manera triunfalista por la industria cinematográfica estadounidense, donde destacan las sagas de Rocky, Rambo y diversidad de películas castrenses, los torneos de ajedrez, entre otros, al extenderse el comunismo por otros países del mundo: Corea del Norte, Indochina, Cuba, Angola, Mozambique, Afganistán. Pero no todo fue miel sobre hojuelas para el comunismo. Diversas crisis, como las de Berlín (1953), Hungría (1956), Checoslovaquia (1968), Polonia (1980), etc., demostraban que el comunismo era incapaz de sa-
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tisfacer las necesidades económicas, políticas, culturales y sociales de las diversas poblaciones donde anidaba.38
El cambio y la renovación Tras dieciséis años en el poder, en 1982, fallece Leonid Bresnev y, con él, la época de “estancamiento”. Para que luego Yuri Andrepov, y posteriormente Konstantin Chernenko fueron sus aciagos y ancianos sucesores. Sin embargo, en 1985, los renovadores se impusieron y eligieron a Mijail Gorbachov, quincuagenario de ideas novedosas y modernas como la Perestroika –reestructuración económica a nivel de las más avanzadas de Occidente– y la Glasnot –la liberalización del sistema político, la transparencia y la rendición de cuentas–, sin renunciar al socialismo. Se entablaron acuerdos de desarme con EU y se abandonó la excursión expansiva sobre Afganistán. A pesar de estas medidas, Gorbachov se vio impedido a remontar el deterioro económico y de fraccionamiento nacionalista –algunas de las cuales fueron violentamente reprimidas–. Razón por la cual, en 1990, Boris Yeltsin39 es electo como el primer presidente de Rusia –la mayor de las Repúblicas federales en la URSS– en elecciones libres y populares, encarnando el populismo democrático ruso, mientras que un año más tarde, Gorbachov padece un intento fallido de golpe de estado que desembocará en la disolución de la antigua Unión Soviética. En términos de globalización, hoy en día se puede afirmar que el comunismo no había conseguido ni superar al capitaTraductores Diorki. (Coord. Edit.) Nueva Enciclopedia Temática Planeta: Historia. Barcelona, Planeta, pp. 257-266. 39 J. Morrison, Boris Yeltsin. De bolchevique a demócrata, Bogotá, Norma, 1992. 38
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lismo en lo meramente económico ni crear una sociedad feliz, igualitaria y sin tensiones. Así pues, el balance era negativo y, por tanto, el futuro incierto. A pesar de ello, a partir de la caída de la URSS y ya en pleno siglo XXI, Rusia tomará el difícil y sinuoso camino democrático y de las economías de mercado bajo el mando de Vladimir Putin,40 sin abandonar el comunismo. Labor digna de un moderno Sísifo, al enfrentar los retos de la occidentalización soviética y los grandes escándalos, como la recuperación de la península de Crimea, el renacimiento de la religiosidad ortodoxa, la irrupción de grupos diversos al estilo de Pussy Riot41 y de comunidades lésbico-gay, la revelación de los Panamá Papers,42 el asilo al “mensajero” Edward Snowden, etc.; todo ello, bajo la consigna de que el principio básico de la Federación Rusa es la lealtad obligatoria.
Palabras finales A un siglo de la Revolución rusa y a 26 años de la caída de la URSS, un territorio minúsculo del Este de Europa – F. Pons, Vladimir Putin, México, El Ateneo, 2017. HuffPost. (2016). “Detienen en Rusia a dos activistas de Pussy Riot por una protesta no autorizada”. Agencia EFE. 07/08/17. En: http://www.huffingtonpost.es/2017/08/07/detienen-en-rusia-ados-activistas-de-pussy-riot-por-una-protest_a_23069123/?utm_ hp_ref=es-vladimir-putin. Véase, también, https://es.wikipedia.org/ wiki/Pussy_Riot (Consultado: 10/08/17). 42 R. Quezada, “Panamá Papers: paraísos fiscales de ricos y poderosos”, Miled, 10-16/04/16, Año 4, No. 222, México, pp. 8-11. *-HuffPost. (2016). “Detienen en Rusia a dos activistas de Pussy Riot por una protesta no autorizada”. Agencia EFE. 07/08/17. En: http://www.huffingtonpost.es/2017/08/07/detienen-en-rusia-a-dosactivistas-de-pussy-riot-por-una-protest_a_23069123/?utm_hp_ ref=es-vladimir-putin (Consultado: 10/08/17). 40 41
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Transnistria–43 se presenta al mundo como un parque temático marxista-leninista, que se separó por las armas de Moldavia. Tiene bandera y moneda propias, pero es un país fantasma que no reconoce ni Moscú… de momento. La esperanza de los transnistrios –una república zombie, no reconocida por nadie, sin embajadas de ningún país ni moneda o pasaporte válidos– es que Putin vuelva sus astutos ojos a esa pequeña nación sin Estado, que en 2006, en un referéndum no reconocido por Moldavia ni por la comunidad internacional, aprobó la anexión a Rusia con un aplastante 94.2 por ciento de los votos. Quizá la conmemoración este año del centenario de la Revolución de octubre (que se celebra en noviembre, porque en 1917 el imperio de los zares aún se regía por el calendario juliano) el audaz presidente ruso se decida a convertir a Transnistria en su próxima Crimea.44 Hoy, a cien años de la Revolución, pese a su innegable trascendencia y gran influjo en el siglo XX, incluso sobre el más recalcitrante y depredador de los capitalismos, Rusia continúa siendo una superpotencia mundial. Por otro lado, países como Venezuela y Bolivia aún continúan introduciendo algunos de los preceptos fundantes de la utopía leninista, aunque matizados. Rusia aún enfrenta retos de amplio calado.45 Como en la antigua Unión Soviética, con énfasis en el Azerbaiyán de Garri Kasparov,46 se prepara para ser sede de la Copa Mundial F. Ruiz, “Bienvenidos a la República Soviética zombie de Transnistria”, La Crónica, 01/07/17, México, 2017, p. 23. 44 P. Bonet, “Crimea, la obsesión de Putin”, El País Semanal, 26/06/16, México, 2016, pp. 42-51. 45 E. Gómez Carrillo, La Rusia actual, México, Almadía-Secretaría de Cultura, 2016. 46 M. Margarido y M. Alves, Garri Kasparov, Barcelona, Badalona, 2013. 43
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en el 2018, bajo el tablero del ajedrez político global.47 Y, aunque en la Rusia actual de Putin no hay los grandes festejos y conmemoraciones oficiales, la Revolución de octubre es y continuará siendo una historia viva bajo el signo de los tiempos modernos.
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gunda Guerra Mundial”. Muy interesante Historia. 19/09/16. Año I. No. 9, pp. 56-59. Cohnen, Fernando y Brice, Luis Fernando, “Lucha de titanes. El frente Oriental (1941-1945). Estalla la guerra”. Muy interesante Historia. 19/09/16. Año I. No. 9, pp. 60-63. Cohnen, Fernando y Brice, Luis Fernando, “Lucha de titanes. El frente Oriental (1941-1945). Rusia no cae”. Muy interesante Historia. 19/09/16. Año I. No. 9, pp. 64-67. Cohnen, Fernando y Brice, Luis Fernando, “Lucha de titanes. El frente Oriental (1941-1945). La derrota del Tercer Reich”. Muy interesante Historia. 19/09/16. Año I. No. 9, pp. 68-71. Cruz, Alma Cruz. “Rusia en el primer lustro del siglo XXI”. Comercio exterior, Vol. 55, Número 9, septiembre de 2005, pp. 810-819. Davidson John, El asesino obediente. Ramón Mercader y la muerte de Trotsky, México, Plaza y Janés, 2016. Deutsche Welle, “100 años de la Revolución de octubre: Lenin en piedra y acero”. En: http://www.dw.com/ es/100-a%C3%B1os-de-la-revoluci%C3%B3n-deoctubre-lenin-en-piedra-y-acero/g-41284755 (Consultado: 11/11/17). Diorki, Trad. (Coord. Edit.)Nueva Enciclopedia Temática Planeta: Historia. Barcelona, Planeta, 2013, Dostoievski, Fiodor, Memorias de la casa muerta, México, Editores Mexicanos Unidos, 2015. Flores, Marcello y De Andrés, Jesús, Atlas ilustrado del comunismo, Madrid, Susaeta, 2003. Gómez, Enrique, La Rusia actual, México, AlmadíaSecretaría de Cultura, 2016. HuffPost. (2016). “Detienen en Rusia a dos activistas de Pussy Riot por una protesta no autorizada”. Agen-
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1917 – 1927: ¿EL ORIGEN DE LAS “DESVIACIONES” DE LA REVOLUCIÓN RUSA? Juan Carlos Alemán Márquez1
Introducción Muchos y muchas analistas políticos, económicos y sociales, tanto de Derecha como de Izquierda han señalado “desviaciones” en la construcción del socialismo en la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas; sin embargo, es necesario conocer los factores políticos, sociales y económicos que estuvieron presentes, tanto antes de la Revolución de octubre como después, para comprender las causas de los caminos o “desviaciones” tomados por el naciente régimen soviético. En este sentido, el análisis de la primera década de vida de la nación soviética, 1917–1927, podría brindar elementos a los comunistas y socialistas mexicanos para reflexionar y orientar sus acciones en la actualidad. Los Soviets, formados desde 1905, jugaron un importante rol en la formación política y organizativa de sus integrantes, aunque también otro factor importante a considerar fue la división que se gestaba en la clase dominante: la aristocracia zarista empezaba a ser un obstáculo para el desarrollo de la burguesía rusa. La acción de los soviets, como una expresión de un poder dual, dentro del sistema capitalista ruso, contriColegio de Ciencias y Humanidades, Plantel Azcapotzalco, UNAM. 1
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buyó a la Revolución de octubre, entendida como cambio radical en la forma de gobernar y de conceptuar a la sociedad, aunque NO haya sido violenta ni prolongada, sino más bien rápida y poco agitada. La que SÍ fue violenta y prolongada fue la posterior respuesta de las burguesías rusa y de otros países al triunfo bolchevique, pues con la intervención de más de diez naciones, generaron una cruenta guerra civil contra el gobierno comunista de 1917 a 1922, orillándolo a aplicar el llamado Comunismo de Guerra. En este periodo acontecieron importantes experiencias como la acontecida en Kronstadt, que registró una de las primeras “rebeliones” de obreros y marineros; la rebeldía campesina de Tambov; la aplicación del Comunismo de Guerra y de la NEP (Nueva Política Económica), que originó a los “Nepmany” (los hombres de la NEP); y el desplazamiento de comunistas participantes de la insurgencia de Octubre, tanto de la esfera política como de la esfera cultural, por ejemplo los escritores de izquierda comunista. La mezcla de todo eso, y no sólo meras decisiones personales, influyó, en gran medida, en el camino a seguir por la naciente nación, convirtiéndose en política de Estado soviética y, en consecuencia, también en los países socialistas y partidos comunistas del mundo apegados al Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), incluido el Partido Comunista Mexicano (PCM, 1919-1981).
1905-1917: Antecedentes de la Revolución de octubre
Hacia 1905, la aristocracia zarista ya podría considerarse como un obstáculo para la clase dominante en su con-
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junto, pues el poder político se inclinaba solamente hacia un sector de dicha clase, el de la aristocracia basada en la economía tradicional. Urgía modernizar al Imperio Ruso si se pretendía conservar el poder como clase y la burguesía rusa demandaba mayor espacio2, acorde a su creciente participación económica. En ese año se vivieron la sublevación de los marinos de los acorazados Potemkin y Ochiakov, las rebeliones en Kronstant y en Krasnaya Presnya de Moscú, el Domingo Sangriento y la constitución de los Soviets de Petrogrado y Moscú con su rápida reproducción en varias ciudades provinciales que coadyuvaron en la educación política de obreros y campesinos, logrando que ambos perdieran el respeto, impuesto por la violencia física y económica, hacia la autocracia, pues “aprendieron a medirse con sus opresores. Modificación psicológica de una importancia inapreciable”3. Esta modificación psicológica era imprescindible y fundamental para generar confianza, seguridad y convicción respecto a la lucha que emprenderían contra el Estado zarista/burgués. A ello mismo contribuiría la disciplina propia de los trabajadores, formada y ejercida en sus extenuantes horarios laborales que permitió que los soviets derivaran en un poder alternativo, dual, capaz de disputar la hegemonía a la clase dominante, ejercida a través de la Duma y desde el Palacio de Invierno. Los soviets contaban con mayor presencia menchevique y Socialista Revolucionaria (eserista) en sus direcciones, pero las bases podían influir en la elección
La rebelión liberal de los Decembristas en 1825 podría ser considerada como un primer aviso. 3 V. Serge, El año I de la Revolución rusa, México, Siglo XXI, 1967, p. 32. 2
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de los diputados obreros y, por consiguiente, en la orientación política seguida por tales soviets. El zar Nicolás II se vio orillado a disolver la Duma Estatal en 1906 y a proponer una nueva ley electoral para abrir el acceso a la Duma a nuevas fuerzas, pero esto fue insuficiente para contener la efervescencia política y social rusa, a lo cual se sumaría la declaratoria de guerra alemana y el ingreso a la I Guerra Mundial, acción altamente valorada por la burguesía rusa, más que por la aristocracia reinante, debido a que era una forma formidable de desplazar al zarismo y de presionar por reformas modernizadoras favorables a dicha burguesía. Ya para 1916 la incapacidad del zarismo para controlar la situación es evidente, la inflación amenazaba con desbocarse, el poder adquisitivo y la producción disminuían gradualmente, se ponía en riesgo el adecuado aprovisionamiento de pan y combustible, por lo cual varios partidos políticos reconocen que el sistema de gobierno vigente (zarista) debe dar paso a formas nuevas (sin salirse del capitalismo, por supuesto), e incluso el zar es acusado en la Duma, por Pavel Miliukov, de negociaciones con Alemania, en un momento que en el Imperio ruso predomina un sentimiento adverso hacia los alemanes (la misma zarina era de orígenes alemanes), por lo que en marzo de 1917, el zar presenta su renuncia a favor de Mijail Alexandrovich4. Un mes antes, el Día de la Mujer puede considerarse como el inicio la Revolución de Febrero, justamente con una marcha de mujeres de la industria textil en Petrogrado que protestaban por el descenso del poder adquisitivo, uniéndoseles otros trabajadores en huelga y soldados desempleados. Los días 24 y 25 salieron a 4
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V. Ernau, Nacido en la URSS, Madrid, Akal, 2010, pp. 221 -
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protestar a la calle casi 250 mil huelguistas, pero el día 26 fueron masacrados miles de ellos por el Regimiento Pavlovski al mando del general Kabalov, sin embargo, el día 27 dicho regimiento se rebeló y pasó al lado de los huelguistas insurgentes, que tomaron la ciudad, el 28 sucumbió la Duma y fueron arrestados la mayoría de los ministros. Como la legalidad zarista no avalaba la sesión de poder zarista, se crea un gobierno provisional, encabezado por el príncipe Lvoff, apoyado por el KDT (Partido Constitucionalista Demócrata), pero dura solo dos meses y es relevado por Kerenski, un integrante del Partido Socialista Revolucionario muy popular en esos momentos, pero no logra enfrentar la efervescencia política y recurre a la represión de los crecientes movimientos de huelga5 y de protesta. Lenin y Zinoviev son perseguidos y Trotsky es encarcelado, los tres acusados de ser agentes financiados por Alemania. Con esto vemos que, en ese momento histórico, pareciera ser un argumento favorito el acusar de pro alemanes a los que había que denostar, justamente cuando la burguesía alemana se estaba imponiendo sobre la burguesía rusa. No parece ser casual esta coincidencia y, más bien, es un ejemplo de los niveles que ha tomado la lucha ideológica en diversos ámbitos, siendo uno de ellos la prensa6. Sin embargo, el gobierno de Kerensky se hallaba atado de manos ante la burguesía rusa, por lo que no Una recreación fílmica de la represión a movimientos de huelga puede verse en La Huelga (Eisenstein, 1924), cfr. Tribuna Comunista núm. 234, mayo 6, 2017, pp. 61 – 63. 6 La campaña de calumnias contra los bolcheviques, iniciada en la primavera de 1917, adquirió un carácter más amplio y metódico. La prensa burguesa comenzó a alborotar acerca de una “traición”, y a propagar viles calumnias dirigidas contra el partido proletario”, Historia de la URSS, Academia de Ciencias, pág. 20. 5
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podía tomar acciones radicales para enfrentar la crisis económica, pero tampoco podía instrumentar acciones abiertamente a favor de dicha clase, por lo que esta promueve un golpe de estado a cargo del general Kornílov, que no logra triunfar. La participación de los cosacos en esas acciones trajo a la superficie el elemento de las nacionalidades subyugadas por el imperio zarista que, también, demandaban ser tomadas en cuenta en la conformación del nuevo panorama ruso. Otro elemento en la lucha por el poder político e ideológico, derivado de la lucha por el poder económico, explicita su participación: “En mayo llegó a Rusia la misión especial norteamericana de Root, con la que el Gobierno concluyó un acuerdo acerca de un gran empréstito para la adquisición de armas y pertrechos. El capital norteamericano penetraba cada vez más hondo en la economía de Rusia”7 En tanto, los socialdemócratas, especialmente los bolcheviques, mantuvieron una intensa actividad a partir de 1905, pues crean los periódicos Vperiod (Adelante. 1905) y Pravda (1912), realizan el III Congreso del Partido Obrero Social Demócrata Ruso bolchevique (POSDRb. Londres,1906) y el IV Congreso (Praga, 1912) e incrementan su vínculo con las bases trabajadoras (lo cual parece haber sido olvidado por muchas organizaciones socialistas y comunistas existentes en las dos primeras décadas del siglo XXI). Es importante recordar que Lenin reconoció lo valioso de las diferentes formas de lucha (entendidas ahora como electoral, parlamentaria, guerrilla, sindical, diplomática, institucional, ideológica, armada, etc.) incluidas aquellas que podían ser creadas durante el proceso o las Instituto de Historia, Compendio de historia de la URSS, Editorial Progreso, pág. 13. 7
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aún no conocidas, pues dependería de las condiciones concretas en que se desarrollaran, convirtiéndose esta declaración en un legado para los revolucionarios de otras regiones o tiempos.
El breve estruendo del 24/25 de octubre A principios de octubre, el Comité Central del POSDRb, en reunión clandestina, acuerda por mayoría impulsar la insurrección armada de forma inmediata, pues la intuición política de Lenin lo hacía prever que los mencheviques y los socialistas revolucionarios, en cualquier momento, podrían volver a ser mayoría en la dirección de los soviets, que por ahora tenían los bolcheviques, y cancelarían esa opción revolucionaria, o bien, que la burguesía rusa podría verse tentada a apoyar otra intentona golpista semejante a la de Kornílov. El tiempo apremiaba ante la enorme volatilidad y movilidad de la vida política rusa y Lenin lo veía claramente, de ahí su postura firme de aprovechar esa coyuntura que, difícilmente volvería a presentarse. Ahora que los bolcheviques eran mayoría, volvió a enarbolar la consigna de Todo el Poder a los Soviets y logró vencer otro obstáculo, de carácter ideológico: “el dogma marxista de las condiciones maduras para la revolución, según el cual, Rusia, en su actual nivel de desarrollo, no estaba preparada, y una iniciativa de revolución proletaria, al ser prematura, podría resultar desastrosa”.8 Finalmente, fijaron, a propuesta de Trotsky, el 24/25 de octubre para esa acción, pues coincidiría con el II Congreso de los Soviets y le daría legitimidad al ser M. Milosevich, Breve Historia de la Revolución rusa, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2017, p. 95. 8
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avalada por dicho congreso, pues sin este aval, la insurrección podría ser tomada como un golpe de Estado. En el Comité Central que votó se encontraban, entre otros, Lenin, Trotsky, Lunacharski, Stalin, Zinóviev y Kaménev, siendo estos dos los únicos que se pronunciaron en contra. La dualidad de poderes entre la Duma y los Soviets favoreció a estos, que impulsaron no solo la caída del zarismo, sino también la caída de la burguesía rusa, pues con Trotsky como presidente del Soviet de Petrogrado, los bolcheviques controlaron diversas oficinas de servicios públicos (luz, telecomunicaciones, transportes, bancos, etc.) favoreciendo que la toma y cambio del poder el 25 de octubre (7 de noviembre en el nuevo calendario) no fuera sangrienta ni prolongada9. Tanta era la volatilidad política, social y revolucionaria existente que Kerensky, la burguesía rusa y la aristocracia zarista tardaron en darse cuenta de que los bolcheviques habían tomado el poder en una sola noche/madrugada. Acerca de esto, Trotsky lo expresa de la siguiente manera: “Por la mañana me lanzo sobre la prensa burguesa y la conciliadora. Ni una palabra acerca del alzamiento, ya iniciado. Los periódicos se habían hartado de clamar tanto y tan furiosamente acerca del alzamiento armado que se avecinaba, acerca de los saqueos, los arroyos de sangre que corrían, las violencias, etc. que no se dieron cuenta siquiera de que el alzamiento había empezado ya… los destacamentos de soldados, marineros e individuos de la Guardia roja, ejecutando las Dos películas producidas durante el gobierno de Stalin contribuyeron a crear la idea de que la toma del Palacio de Invierno fue una gesta masiva y violenta: Octubre (Eisenstein, 1927) y Lenin en octubre (Romm, 1937), cfr. Tribuna Comunista núm. 236, mayo 20, 2017, pág. 71. 9
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órdenes que recibían del Smolny, sin caos, sin lucha en las calles, casi sin disparar un tiro, sin derramamiento de sangre, iban ocupando un edificio público tras otro”10. Uno de los primeros problemas que habría de enfrentar el naciente gobierno era el de la creación de instituciones adecuadas al nuevo tipo de gobierno y de Modo de Producción que aspiraban construir. Una institución creada por los bolcheviques para coordinar las acciones de la insurrección, lo fue el Comité Militar Revolucionario, pasó a ser de las más importantes para apuntalar al naciente estado soviético. Otras instituciones puntales fueron el Consejo de los Comisarios del Pueblo (Sovnarkom), creada el 26 de octubre a propuesta de Trotsky, que tenía como presidente a Lenin, la Comisión General Estatal de Planificación (Gosplan), el Consejo Supremo de Economía Nacional (Vesenka) y el Servicio de Seguridad (Vcheka), y el Ejército Rojo. No olvidemos que es, verdaderamente, una lucha de vida o muerte, que la burguesía y la aristocracia siempre responden con implacable violencia a quién osa poner en tela de juicio su dominio como clase dominante y los bolcheviques no confiaron cándidamente a que aceptaran un cambio pacífico de poder, sino que previeron la feroz respuesta que orquestarían esos sectores dominantes desplazados. A sólo un mes de tomado el poder, Sovnarkom emite el primer decreto expropiatorio al nacionalizar una fábrica, en enero de 1918 se organiza al Ejército Rojo y se decreta la separación de la Iglesia y el Estado y en marzo se firma el Tratado de Brest – Litovsk con Alemania, lo cual le cuesta a Rusia una pérdida territorial, sin L. Trotsky, “Mi Vida”, reseña en Tribuna Comunista núm. 237, mayo 27, 2017, pp. 60 – 61. 10
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embargo la supervivencia como país y como Estado así lo ameritaba, momentáneamente. Por esta razón, la disciplina requerida para conquistar el Poder también fue requerida para mantenerlo, ya que estaban ante un serio esfuerzo por cambiar radicalmente hacia otra forma de gobernar, de producir y de vivir. No se tenían experiencias anteriores y todo podía ser novedoso, fueran aciertos o errores. La disciplina y estructura que conocían bien los bolcheviques era la del POSDR y fue la que les sirvió de modelo para estructurar a la nueva sociedad que construirían. Los socialistas revolucionarios y los mencheviques, sus aliados en los soviets y en la Duma, los abandonaron, negándose con ello a influir y transmitir sus propuestas políticas. Solos, los bolcheviques emprenderían una fabulosa aventura que se llamaría Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas11, “solamente” tenían que enfrentar la violenta reacción de las burguesías extranjeras que veían la posibilidad de perder un inmenso mercado que casi tenían asegurado con la burguesía rusa como aliada.
La violenta respuesta de las burguesías rusa y extranjeras: la Guerra Civil, el Comunismo de Guerra y la NEP Sabemos que las burguesías en cada país también tienen disputas entre sí por los mercados, tanto los internos como los externos, y por las posibilidades de acrecentar sus márgenes de ganancia. La disputa entre las burguesías rusa y alemana no estaban ausentes y cualquier posiVer Tribuna Comunista núm. 253, noviembre 16, 2017, pp. 69-74. 11
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bilidad de bloquear u obstaculizar una a la otra, no serían desechadas, por supuesto. Lenin y Trotsky, como excelentes marxistas que analizan y evalúan la realidad concreta, no ignoraban eso, y la habilidad política de ambos, permitió impulsar su proyecto socialista sorteando los ataques de ambos fuegos. Pero también sabemos que cuando está en serio riesgo la clase dominante, como clase, la unificación interna y externa es casi automática, pues saben que, si una es dañada en un país, cualquiera puede ser dañada en otro país (y como caso ejemplificador es el acontecido en Alemania en 1919 ante la posibilidad de una revolución semejante a la rusa. El asesinato de Rosa Luxemburg, Karl Liebknecht y centenas de comunistas alemanes lo demuestra claramente). Cuando Lenin plantea que todas las formas de lucha son válidas, no estaba en plan aventurero, sino que estaba reconociendo que la burguesía no desperdicia cualquier forma de lucha, sino, al contrario, fomenta todas las posibles formas de lucha para defender su proyecto de vida, es decir, el capitalismo. Sabía que una importantísima forma de lucha es la ideológica, que es más “sutil”, más “tenue”, más “sigilosa”, pero terriblemente destructora del enemigo, pues ya desde entonces la utilizaba con maestría. Antes de la guerra civil y de la injerencia armada extranjera, la dominación ideológica burguesa se manifestó inmediatamente en defensa del status quo predominante antes de la Toma del Palacio de Invierno el 25 de octubre (según calendario antiguo ruso), pues gran cantidad de trabajadores burócratas, profesores12, etc. se opusieron al nuevo gobierno mediante acciones de “torEsto puede ser una enseñanza del cambio de los tiempos, pues ahora, al menos en México y América Latina, muchos profesores 12
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tuguismo”, de saqueo “hormiga” de las oficinas públicas y huelgas, como el caso de los junkers (jóvenes) de escuelas militares que se amotinaban o como el abierto rechazo por parte de los mencheviques y los socialistas revolucionarios a las políticas “insensatas” de los bolcheviques y no apoyando su legislación. En el campo, los terratenientes ricos (kulaks) acaparaban la producción de granos y lo distribuían en los mercados negros o clandestinos y ya desde los primeros meses del gobierno soviético se veía ante el reto de la especulación privada con alimentos y otros víveres en los mercados populares. Experiencias vividas en estos lugares específicos son relatadas con intensidad, como lo hizo la poeta Mariana Tsvetáieva, cuyo esposo fraternizaba con los “blancos”, en Diarios de la Revolución de 191713, donde refiere situaciones casi de hambruna por la rapacidad de los especuladores, tanto de trigo como de una infinidad de productos del campo, que orillaron al gobierno a nulificar la propiedad inmueble de la tierra (monasterios) perteneciente a las iglesias sin indemnizaciones. También Walter Benjamin relató su experiencia, en su Diario en Moscú14, narra situaciones semejantes que vio en 1926 - 1927, pues la especulación y acaparamiento no fue un problema de fácil y rápida solución. Para enfrentar esos problemas especulativos y de acaparamiento, el nuevo gobierno tomó una acción expropiatoria de la tierra, pero para muchos bolcheviques fue muy laxa, tanto que “se reprochó a Lenin que pusiera en práctica el programa agrario de los socialistas – reapoyan y promueven el cambio, lo cual es un indicador de cómo se ha ampliado el llamado sujeto revolucionario. 13 Ver reseña en Tribuna Comunista núm. 232, abril 22, 2017, págs. 73 – 74. 14 Tribuna comunista núm. 244, julio 15, 2017, pp. 64-71.
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volucionarios y no el suyo propio”15; sin embargo, era parte de la estrategia del gobierno para ganar aliados y no exacerbar situaciones que pusieran en riego al régimen soviético al enfrentarse directamente a un rival tan poderoso como los campesinos ricos, si bien ese intento de acercamiento tuvo repercusiones políticas en el mediano plazo. De igual manera, existía una cantidad considerable de productos difíciles de obtener en los mercados debido a las dificultades por las que pasaba el aparato industrial soviético, pues los empleados privados (“de confianza”, se diría hoy) habían saboteado maquinaria y procesos productivos. A esto se sumaba, por un lado, el bloqueo comercial de que fue objeto el país bolchevique por parte de los mercados internacionales, al llevar hasta el mínimo posible la compra y venta de sus productos. Por el otro lado, los constantes ataques de la prensa burguesa internacional buscaban deslegitimizar y desprestigiar al gobierno bolchevique. Los intereses de las burguesías confluían y se lanzaban a la injerencia en la naciente nación, apoyando y financiando a los “ejércitos blancos” contra las Guardias Rojas, convertidas luego en Ejército Rojo, en una guerra civil que duraría casi cuatro años, forzando al Estado soviético a instrumentar acciones de política económica identificadas como Comunismo de Guerra. Este momento histórico se caracteriza por una guerra civil apoyada por una abierta injerencia bélica extranjera, que nos permite ver cuatro, por lo menos, niveles de enfrentamiento, es decir, en un primer nivel se veía al partido comunista gobernante y los soviets enfrentando a la burguesía rusa y a la aristocracia zarista, pero también en un segundo nivel de enfrentamiento 15
V. Serge, op cit, pág. 83.
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estaba el conflicto entre esta burguesía y la aristocracia, conflicto que había derribado al zar en febrero de 1917, aunque aún mantenían la disputaban la hegemonía capitalista rusa; en un tercer nivel, estaba la lucha de la burguesía alemana contra la burguesía rusa por el dominio de los mercados europeos y asiáticos; en un cuarto nivel se aunaba la incipiente pero vigorosa participación de la burguesía estadounidense promoviendo la injerencia extranjera en Rusia para ingresar a ese enorme mercado. La guerra civil y la injerencia extranjera se libraron en múltiples frentes comandados por militares como Kolchak, Yudénich, Deninkin y Wrángel que recibían financiamiento de Estados Unidos, Inglaterra, países bálticos, Francia, Alemania, Japón, etc. En varias ocasiones, amplios territorios rusos caían en manos de los “ejércitos blancos” y pretendían establecer gobiernos “liberados”, pero las poblaciones se organizaban y, con el apoyo del Ejército Rojo, lograban expulsarlos. Los años 1918 y 1919 fueron durísimos para la población y el gobierno soviéticos, la crisis económica aunada a la intensidad de las batallas por la guerra civil y la injerencia extranjera orillaban al gobierno y a la población a soportar condiciones de precariedad económica y social extremas, destinando un parte importante del disminuido ingreso y del producto nacionales a los gastos demandados por la defensa del país. El impacto del ataque económico fue demoledor: acaparamiento, mercado negro, contrabando, que mostraban otras formas de vida externas y reactivaban el fetichismo de las mercancías, exacerbado por el capitalismo desde las fronteras territoriales, pero también desde las fronteras ideológicas. Las fábricas disminuían su producción y los obreros se iban al campo nuevamente. La inquietud de obre-
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ros y campesinos aumentaba y acciones campesinas en Tambov y obreras en Kronstandt16 indicaban que debía readecuarse la política económica soviética instrumentada. Hacia octubre y noviembre de 1922, la guerra civil y la injerencia extranjera habían sido derrotadas por un ejército, un pueblo y un gobierno que lograron mantener la comunicación respecto a los objetivos perseguidos. Cuatro años de guerra imperialista mundial y tres de guerra civil e injerencia extranjera había dejado al país devastado. La reconstrucción exigía tal cantidad de energía que el gobierno soviético por sí sólo no hubiese podido enfrentar; o si lo hubiese hecho, habría puesto en riesgo la supervivencia del proyecto socialista, pues los niveles de producción y consumo eran muy débiles. La Nueva Política Económica (NEP) trataría de responder a este nuevo reto. “La Nueva Política Económica fue una política especial del Estado soviético aplicada con vistas a consolidar la alianza económica de la clase obrera y el campesinado, a despertar el interés material de todos los trabajadores de la ciudad y de campo por el fomento de la economía, a admitir en cierta medida el capitalismo, pero manteniéndose las posiciones dominantes de la economía nacional en manos de Estado proletario. La NEP significaba la lucha entre los elementos socialistas, la liquidación de las clases explotadoras, la consolidación del Estado soviético y a construcción del socialismo”17 La capacidad de los dirigentes de la Revolución para atender las necesidades como iban surgiendo y no Emma Goldam, teórica y dirigente anarquista, estuvo el Moscú en 1921 y señalaba que el ataque a esta localidad se debió a incorrecta información proporcionada a los dirigentes de la Revolución, ver Tribuna Comunista núm. 239, julio 10, 2017, pp. 63 – 65. 17 Compendio de historia de la URSS, pág. 108. 16
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aferrarse a una línea inamovible18, permitió salir adelante, si bien ello costó perder la confianza de dirigentes que se oponían a este “regreso” al capitalismo, como Alexandra Kolontai19, aunque al principio el gobierno leninista no planteaba nacionalizaciones ni expropiaciones masivas, sólo de industrias básicas y, en el resto, una coparticipación con los antiguos dueños de las empresas, pero fue la guerra civil y la injerencia extranjera las que forzaron y aceleraron las nacionalizaciones. Así es que la NEP no sería ajena a la perspectiva inicial de Lenin, sólo que ahora lo hacía forzado por las circunstancias generadas por los años de lucha y eso no le permitió consolidar el proyecto tal como lo hubiese deseado en circunstancias de paz. El rumbo que tomó el estado soviético, con todo, no fue sólo obra de sus gobernantes, sino que los constantes ataques militares, económicos, diplomáticos e ideológicos influyeron en dicho rumbo. Nunca fue un país tan prolongada e intensamente atacado como lo fue la URSS durante toda su existencia. No queda a los liberales y conservadores esconder la mano, ni antes ni ahora. El conflicto rebasó las perspectivas superficiales (burguesía, en general, contra proletariado, en general) para exhibir que, en las Revoluciones de febrero y octubre, en la guerra civil y en la injerencia extranjera Aún los articulistas que parten de una posición contraria e intentan denostar a Lenin y a la Revolución de octubre, no pueden omitir la capacidad de Lenin, el cual “era un maestro para leer la coyuntura, en extraer lecciones de la experiencia y detectar los puntos débiles del enemigo. Sabía cuándo avanzar o retroceder, cuándo y cómo dar un viraje con timing perfecto”, en Negrete, Rodrigo, “Moscú: el sonido y la furia”, en Nexos, octubre 2017, pág. 41. 19 En sus textos denunciaba cómo se había restablecido una clase privilegiada a cuyos integrantes ella llamaba nepmany, checar Tribuna comunista núm. 234, mayo 6, 2017, pág. 62. 18
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existían muchos intereses y niveles de enfrentamiento en juego. Vencería quien tuviese una mejor lectura y práctica concretas. De esta manera, podríamos mencionar cinco expresiones que participaron en los cambios generados en estos periodos históricos rusos: 1. los Soviets (obreros, campesinos, soldados), 2. los partidos políticos (bolcheviques, mencheviques, socialistas revolucionarios, KDT´s), 3. la aristocracia zarista, 4. las burguesías rusa, alemana y estadounidense, y, finalmente, 5. las naciones que habían estado integradas al imperio zarista. El país soviético impulsó importantes aportaciones a la cultura, la educación y la ciencia, aunque al ser la primera experiencia marxista triunfadora, no se pudo evitar que se reprodujeran las estructuras de partido en la sociedad20 debido a que no se tenían otras experiencias semejantes de dónde nutrirse o retroalimentarse. Esto implicó que, en parte, hayan minimizado expresiones ideológicas burguesas manifestadas en la vida cotidiana, por ejemplo, la fascinación de algunos sectores sociales por la forma estadounidense de vida que les llegaba (aunque solo llegaba lo positivo, nunca lo negativo), así como también la falta de una política bolchevique clara hacia las clases medias, que orilló a conceder espacios a los cuadros técnicos y profesionales zaristas y burgueses, desplazando de la escena política, administrativa y cultural a comunistas que participaron en diversas trincheras (prácticas y teóricas) desde los tiempos de la clandestinidad. Esto fácilmente podría ser catalogado como una sexta expresión de cambios y lucha mencionados arriba, pero estos aspectos ideológicos aún son volátiles a la clasificación cuantitativa. “en el seno del partido, entre el conjunto de los militantes y sus jefes, existe una relación comparable a la que hemos observado entre el partido y las masas obreras”, en V. Serge, op cit, pp. 50. 20
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Conclusiones Es menester señalar que ni Marx ni Engels diseñaron estrategias de construcción de un llamado sistema socialista o comunista. Cuando más, señalaron la importancia y necesidad de transitar hacia otro régimen que no estuviera basado en la explotación del Ser Humano por el Ser Humano mismo y que se caracterizara por una distribución más igualitaria de la riqueza generada por el Trabajo. No podían pasar al diseño y aplicación de políticas económicas y sociales, puesto que no existían casos, salvo la brevísima experiencia de la Comuna de París, de países o regiones donde se construyera o intentara edificar el socialismo realmente. La Revolución de octubre de 1917 se genera 34 años después de la muerte de Marx y el gobierno soviético, encabezado por Lenin y Trotsky, no cuenta con experiencias anteriores de la cuales derivar políticas estatales socialistas. De esta manera, era campo totalmente “virgen” ante el cual se encontraban; no había modelos ni señalamientos a seguir, tenían que construir con lo que tenían, y lo intentaron. Las “desviaciones” solo han ocurrido en la mente de los que imaginaban caminos y rutas señaladas. La intervención extranjera, la guerra civil, la NEP (y posteriormente la II Guerra Mundial y la Guerra Fría) influyeron violentamente en el camino, o caminos, que andaría la URSS. La experiencia soviética, como tal, no podrá repetirse. Sería sumamente difícil que acontezca nuevamente, exactamente igual, pues obedeció a una historia concreta y específica, es decir la rusa, pero representó una importante aportación de sus tácticas y estrategias para los luchadores y las luchadoras de todo el mundo, tan
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importantes para los marxistas, socialistas y comunistas mexicanos como lo son las experiencias china, cubana, latinoamericana y nuestra propia historia mexicana.
Bibliografía Academia de Ciencias de la URSS (s/f), Compendio de historia de la URSS, segunda parte “Desde la Gran Revolución Socialista de Octubre hasta nuestros días”, Editorial Progreso, Moscú. Benjamin, Walter, Diario de Moscú, Madrid, Abada Editores, 2015. Ferro, Marc (s/f), La Revolución rusa, Cuadernos Historia 16, núm. 25, España. Kollontai, Alexandra, El Amor de las Abejas Obreras, España, Alba Editorial, 2008. Krasilschikov, Vladímir, Trabajo y Pan, URSS, Editorial Ráduga, 1986. Milosevich, Mira, Breve historia de la Revolución rusa, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 4ª edición. Nin, Andru, La Revolución rusa. 1905-1917, Barcelona, Editorial Fontamara, 1979.. Serge, Víctor, El año I de la Revolución rusa, México, Siglo XXI, 1967.
Fuentes cibergráficas Tribuna Comunista, publicación electrónica del Movimiento Comunista Mexicano, núms. 230 (mayo 8, 2017) al 255 (noviembre 30, 2017).
LENIN OCTUBRE, LENIN HOY José María Martinelli* Marlu Gpe. Sánchez Luengas** La historia, las narrativas sociales, los conceptos y las corrientes científicas predominantes son expresiones de múltiples determinaciones muchas veces presentadas como una verdad única y absoluta. Lo cierto es que no existe una sola arista de los relatos, sino más bien, la verdad se trata de la visión dominante que ha logrado imponerse como tal. Como bien señalara Eric Hobsbawm en su libro Historia del siglo XX “el mundo que ha sobrevivido una vez concluida la Revolución de octubre es un mundo cuyas instituciones y principios básicos cobraron forma por obra de quienes se alinearon en el bando de los vencedores […]los elementos del bando perdedor o vinculados a ellos solo fueron silenciados, sino prácticamente borrados de la vida intelectual, salvo en su papel de “enemigo” en el drama moral universal que enfrenta el bien y el mal”1. Esto fue exactamente lo que ocurrió tras la caída del denominado socialismo real, que hizo impensable rescatar la riqueza que nos había abrevado el mayor esfuerzo de cambio histórico, político y social de la humanidad logrado en el siglo XX: la Revolución de octubre y de su articulador Vladimir Ilich Lenin, uno de Profesor titular del Departamento de Economía en la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa. ** Maestra en Ciencias Sociales y Humanidades por la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Cuajimalpa. 1 E. Hobsbawm, Historia del siglo XX, Barcelona: Editorial Crítica, 2007, p. 14. *
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los más grandes pensadores del siglo pasado. Como consecuencia se declaró el fin de la historia, condenándonos al capitalismo como la única forma de organización social posible y factible de la existencia humana. La pretensión de este ensayo es la de precisar las concepciones leninistas que motivaron y contribuyeron a la construcción de la Revolución rusa y rescatar lo que aún tiene que decir dicho pensador para la transformación de nuestro tiempo. Intentaremos demostrar que existe una interpretación dominante del pensamiento leninista la cual no refleja su riqueza conceptual, sino que más bien contribuye a la desfiguración del pensamiento de Lenin en particular y del marxismo en general. Por esta razón, el presente ensayo aborda dos momentos del pensamiento leninista, el primero, durante la Revolución rusa, su análisis y aportes teórico-prácticos, como creador de instrumentos para la práctica emancipadora del proletariado y el segundo, tendrá que ver con la contemporaneidad que aún ofrece su pensamiento para romper la naturalidad de la realidad en que nos desenvolvemos y enriquecer el derrotero de transformación. Tal como señalara Lenin en El Estado y la revolución– refiriendo a las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas– “en vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizados […]”2. De la misma forma que Lenin saldría en defensa de la esencia revolucionaria del marxismo ante las tergiversaciones suscitadas por la soV. I. Lenin, El Estado y la revolución, México: Editorial Grijalbo, 1973, p.13. 2
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cialdemocracia y de algunos grupos denominados “socialistas”, consideramos necesario disputar la contribución heredada de Lenin, que fue desterrados de cualquier discusión científica por considerársele un pensamiento práctico que carece de la rigurosidad y objetividad que se atribuye al pensamiento científico. No obstante creemos que no es del todo falso la incompatibilidad del pensamiento leninista para con las corrientes científicosociales actuales, puesto que su objetivo no tenía como finalidad disputar académicamente o en el discurso la vigencia de los planteamientos de Marx sino que para él se trataría más de una guía de acción para transformar la realidad. Retomando la tesis 11 de Feuerbach, se podría afirmar que Lenin no se conformó con contemplar el mundo sino que se encargó de transformarlo. Con ello mostró que el método dialéctico no sólo trata de la interpretación de la realidad sino que expresa su propio movimiento, por lo que es posible utilizar las leyes objetivas esbozadas por Marx a partir del materialismo histórico como guía de acción para transformar el mundo. Esto no solo expresa una visión distinta de la función de la ciencia sino que también cuestiona las formas en que se hace efectiva la verdad, pues como Lenin afirmara no se trataba de “fabricar utopías o conjeturas vanas” sino que “Marx plantea la cuestión del comunismo como el naturalista plantearía, por ejemplo, la del desarrollo de una nueva especie biológica, sabiendo que ha surgido de tal y tal modo y se modifica en tal y tal dirección determinada”3. En la extensa obra de Lenin es posible encontrar el abordaje de distintas temáticas que tratan de clarificar como debe llevarse a cabo la organización del proleta3
Ibíd., p.110.
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riado y hacia donde debe ir encaminada, la piedra angular “para orientar más certeramente la lucha de la clase obrera por su liberación”4 será el pensamiento de Marx y Engels. Mariategui señalaría que una de las cualidades más asombrosas de Lenin era la de “percibir hondamente el curso de la historia y adaptar a él la actividad revolucionaria”5. Es por esta preocupación que una de las temáticas principales abordadas en las reflexiones leninistas fuera la del Estado y su papel histórico por considerarlo un elemento central para la emancipación del proletariado. En su obra El Estado y la revolución, Lenin definiría al Estado como el aparato por excelencia de opresión de clase, reflexionando respecto a las condiciones de desigualdad que dieron paso a su nacimiento, concluirá que únicamente cuando estas se hayan erradicado se podría transitar a una nueva etapa donde el hombre sea libre de cualquier tipo de dominación. Bajo este razonamiento Lenin justifica la permanencia del Estado en la primera etapa del socialismo, pero no se trata del mismo Estado burgués que ejerce la dominación sobre la mayoría, sino de un nuevo Estado dotado de una nueva forma y contenido que obligue modificar las relaciones sociales. El reconocimiento de esta nuevo tipo de Estado encargado de modificar las formas sociales de relacionarse será lo que Lenin denomine: la dictadura del proletariado, momento necesario del tránsito de socialismo al comunismo, la afirmación de esta etapa como ineludible es lo que para Lenin distinguirá a los socialistas de los anarquistas o de los seudosocialistas pequeño burgueses Ibíd., p.87. J. C. Mariategui, “Lenin” en, Los intelectuales y la revolución y otros artículos inéditos (1923 – 1924), Claridad, No. 5, marzo de 1924, Perú. 4 5
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que prescinden de esta fase por considerar que solo haciendo modificaciones de forma, la estructura del Estado puede servir a los intereses de quien lo ostente, pues consideran “las formas políticas burguesas de Estado parlamentario como un límite insuperable”6. Así pues para Lenin en esta simple interpretación del papel del Estado se juega el entendimiento de la manera en que se constituye el hombre, puesto considera que por tratarse de un punto de anudamiento de las relaciones sociales no se puede modificar instantáneamente sino que requiere de la educación y la fuerza de la costumbre que obligue a modificarse al ser humano y sus formas de convivencia. De igual modo, con dicho razonamiento se evidencia el desconocimiento de las contradicciones sobre las que se sustenta el capitalismo, la explotación, las cuales posibilitaron el surgimiento del Estado burgués, “producto y manifestación del carácter irreconciliable de clase” y requieren del Estado proletario para extinguir las contradicciones de clase y llevar a su disolución, pues como bien señalara uno de los precursores del pensamiento leninista, Antonio Gramsci “un estado ético es aquel que se disuelve”. Considerando el carácter omniabarcador del capitalismo que permea hasta lo más profundo de las conciencias y que para modificarse requiere de un esfuerzo formidable y organizado, es posible justificar el nombre dado a la etapa transitoria del socialismo al comunismo, “dictadura del proletariado” y al papel que Lenin otorgara a la violencia dentro del proceso emancipatorio. Quienes refutan esta idea o se encuentran en desacuerdo con ella no son conscientes de que la existencia del Estado se sustenta en la necesidad de “legalizar y afirmar la opresión” que ejerce un minoría sobre la mayoría, hablando 6
Ibíd., p. 74.
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del Estado burgués, en todo momento se ejerce una violencia velada que se resguarda bajo el discurso conciliador. Dado que el Estado tiene bajo su poder todos los aparatos de opresión y consenso se comprende que la transición de este a una nueva forma de dominación de la mayoría sobre la minoría, Estado proletario, no pueda producirse de manera pacífica sino que requiera “reprimir a los opresores”. Se podría objetar que con estas afirmaciones se merma la libertad y el carácter democrático como forma más acabada de la participación humana que ha adquirido o puede llegar adquirir en algunos países el capitalismo, sin embargo Lenin argumentara que mientras estas se encuentren “comprimida dentro del marco de explotación capitalista [será] una democracia para una minoría, solo para la clase poseedora”7, pues no existe una participación activa del proletariado en la vida democrática ya que esta tiene un límite de acceso además de que sus “condiciones de explotación hacen que […] no estén para la democracia”8. La radiografía hecha por Lenin al funcionamiento de la democracia en el capitalismo no significa que se deseche por completo sino que atañe a demostrar que la democracia no se trata de un “límite insuperable” pues su existencia al igual que la del Estado expresa “la necesidad de subordinación de unos hombres a otros”. No obstante al no tratarse de algo rígido puede ser dotada de un nuevo contenido que “cohesione al proletariado” y transforme la “cantidad en calidad” puesto que ya no se tratara de hacer pasar el interés de una clase como el general sino que esta puede responder realmente a los intereses de la mayoría. 7 8
Ibíd. p. 113 ídem
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Puesto que el socialismo rebasa los marcos de la sociedad burguesa muchas de las premisas esbozadas por Lenin respecto a la organización del nuevo tipo de sociedad resultan incomprensibles desde el punto de vista burgués, pues no se puede pensar en una dictadura que sea democrática y en una violencia que pretenda emancipar. No obstante, para el líder de la Revolución rusa, hablar de socialismo no significa presentarlo como algo “muerto, rígido e inmutable [pues] solo con el socialismo comienza un movimiento rápido y autentico en todos los aspectos de la vida social e individual, un movimiento verdadero de masas, en el que toma parte la mayoría de la población primero, y la población entera, después”9. En Lenin podemos ver como se expresa teóricamente la necesidad de direccionar la participación, organización y “espontaneidad”, que devino en revolución, no de la mano de un solo pensador y militante, sino mediante el direccionamiento de las formas de organización y de lucha que concretan las masas. Ahí, Lenin, los comunistas rusos, los obreros, campesinos y soldados soviéticos, demuestran que Marx no postulaba una historia mecánica, lineal o teleológica, sino que su pensamiento es posible colocarlo en una especificidad histórica-política, es decir, concretarla como una teoría revolucionaria. Por ello Mariátegui diría que: “Ninguna vida ha sido tan fecunda para el proletariado revolucionario como la vida de Lenin”10.
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Ibíd. p.128 J. C. Mariátegui, Op.Cit.
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Lenin Hoy Volver a reflexionar sobre la obra y práctica revolucionarias de Lenin en el contexto del centenario de la Revolución rusa representa un desafío; la cuestión central es, propiamente, a partir de aquel periodo pensar nuestro tiempo: qué posibilidades y alcances asignarle al necesario cambio histórico; esto, ubicados en la crisis civilizatoria del capitalismo contemporáneo. En este marco de análisis tener presente la premisa de Marx que señala que una sociedad no se plantea una acción transformadora de la realidad, en tanto no se hayan agotado las condiciones económicas y políticas que prevalecen en la misma, es decir el agotamiento del modo de producción dominante. Afirmación compleja cuya elucidación demanda analizar el estado de los factores sociales proclives al cambio, básicamente los trabajadores. Los cierto es que la clase obrera se encuentra diezmada en calidad y cantidad a nivel mundial. Ello ha provocado que vastos sectores populares se hayan orientado hacia la derecha; retroceso más que evidente en Argentina, Brasil y México, con variantes en cada formación social. Por ejemplo, el caso mexicano pareciera rodearse de una onda de progresividad tras las recientes elecciones y el triunfo arrollador de Andrés Manuel López Obrador. Un transformismo sorprendente. Dejando de lado la resemantización que torna de izquierda a cualquier aliento de progresividad social, aunque explícitamente no se cuestione el sistema capitalista. Se trata de lo que con cinismo se denomina posverdad. Cabría preguntarse si nos encontramos ante un empate histórico en el que las fuerzas sociales progresistas no pueden avanzar y la clase dominante no puede generar bienestar social. Algo de ello efectivamente ocurre.
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Entonces, ¿qué hacer? Ciertamente, el asalto al “Palacio de Invierno” no conlleva alcance estratégico. Lenin reflexionaba, en días próximos al asalto al poder zarista, si los bolcheviques se sostendrían políticamente una vez triunfada la revolución. En uno de sus textos clásicos afirma: “todos están de acuerdo en que los bolcheviques jamás se atreverán a hacerse cargo ellos solos de todo el poder del Estado”.11Si se considera la desfiguración a que ha sido sometido el pensamiento leninista, tal propuesta no parece provenir de Lenin. Sin embargo, le pertenece. Tanto así que años después otro revolucionario magnífico, Antonio Gramsci, retomaría el punto y señalaría la necesidad de establecer compromisos, acuerdos y alianzas en perspectivas y dimensión revolucionarias. El pensamiento político de la derecha es autoritario aunque se invoque democrático. En la fragilidad de la memoria burguesa Adolfo Hitler se presenta como un engendro demoníaco y no un producto del expansionismo guerreristas alemán en contubernio con la alta burguesía capitalista de entonces. Sin voluntad de exasperar las buenas conciencias contemporáneas cabe formular un atento recordatorio: el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump encarcela en jaulas a los niños migrantes que llegan a ese país. ¿Es sustancia de clase o sólo una cuestión de métodos, posverdad dixit? Las cosas por su nombre. La ideologización semántica, al referirse a las atrocidades de las guerras actuales las califica de “daños colaterales”, también se habla de “guerras de baja intensidad” aunque en uno y otro caso la destrucción y muerte sea altísima. Presentar a Lenin como “príncipe del terror” es tarea recurrente: se trata de mentir para convenLenin, “Se sostendrán los bolcheviques en el poder”, en Lenin, Obras Escogidas, Moscú: Editorial Progreso, p. 378. 11
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cer. Por el contrario, si se considera el acoso de dieciséis países a la naciente Revolución rusa, se encuentra que la guerra imperialista fue transformada en guerra civil por Lenin; la organización de campesinos y obreros, estos en menor medida, permitió derrotar al “ejercito blanco” y alcanzar la paz. Cabe aclarar que no hay guerra buena; tal vez sí guerras necesarias. Se acusa a Lenin de ser maquiavélico; se olvida que el gran florentino decía “si a lo malo se lo puede llamar bueno “y prescribía al príncipe el ejercicio de la violencia en los siguientes términos: por necesidad, con carácter transitorio y que sea benéfica para el pueblo”.12 Otra vez reiterar que sólo le imprime rumbo al cambio histórico aquel que se adueña de la historia. Pensar el tiempo presente invita, efectivamente, a considerar la cuestión democrática, no en planos meramente formales o procedimentales, sino como una forma estatal, histórica, propia del sistema capitalista. De sumo interés revisar la opinión de Lenin en relación con la participación social, quien propone el aprendizaje del manejo estatal por todos los miembros de la sociedad o de su inmensa mayoría. Tan es así, que “cuanto más completa sea la democracia más cercano estará el momento en que deje de ser necesaria”.13 Vale decir que se orienta a la auto organización de las masas y, en bruto queda plasmada la extinción del Estado; nítida expresión de libertad humana. No puede dejar de señalarse que la defensa de lo público es fundamental ante los avances del capital sobre tales espacios. La subjetividad que tiene conciencia N. Maquiavelo, El príncipe: México, Populibro, “La Prensa”, 1971, p. 75. 13 V. I., Lenin, El Estado y la revolución: Pekín, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1975, p. 125. 12
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social debe avanzar hacia una conciencia planetaria que considere al medio ambiente propiedad colectiva, que contrarreste los embates del capitalismo extractivista que destruye bosques, mantos acuíferos, ríos, montañas y más en pos de acumulación de capital. El cambio preservante de lo ambiental-social visualiza que “las funciones públicas perderán su carácter político y se convertirán en funciones puramente administrativas destinadas a velar por los intereses sociales”.14 Mientras no se perciba la coadyuvancia estatal en los proceso de reproducción capitalista, las posibilidades de defender y acrecentar lo público-social disminuyen. Ciertamente, no se trata de consagrar a Lenin como sapiente oráculo, se trata de pensar las experiencias y enseñanzas de la que fuera una revolución triunfante, en este sentido la diferencia entre “ellos” y “nosotros” es política, sin duda, pero también es una diferencia ética, y esto es lo más importante; la conformación de valores que sostienen un ideal que se vuelve realidad. En coherencia con lo dicho en estas líneas es importante valorar políticamente el presente tiempo mexicano. Las expectativas son altas, lo que es comprensible. Cabe decir que López Obrador no ha de ser un restaurador a la Kerenski, sí un apóstol del “capitalismo bueno”. Lo que nadie parece advertir es la contención social que procura, benéfica para el capitalismo. Al tiempo.
Bibliografía Hobsbawm, Eric, Historia del siglo XX, Barcelona: Editorial Crítica, 2007. 14
Ibíd., p. 75.
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Lenin, V. I., Obras Escogidas: Moscú, Editorial Progreso, 1975. Lenin, V. I., El Estado y la revolución: Pekín, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1975. Lenin V.I., “Testamento político” y “Diario de la secretaría de Lenin”: Buenos Aires, Anagrama, 2011. Lenin, V.I., El Estado y la revolución: México, Editorial Grijalbo, 1973. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe: México, Populibro, “La Prensa”, 1971. Martinelli, José María, “Notas sobre el Estado en Gramsci y Lenin” en Teoría y Política No.2, México, 1980, pp. 21-33. Marx, Karl, La génesis del Capital: Moscú, Editorial Progreso, 1986.
EL LARGO SIGLO XIX EN LA TORMENTA REVOLUCIONARIA DEL CORTO SIGLO XX Jorge Velázquez Delgado1 “Hay que imaginarse una lucha semejante que se desarrolló en todos los cuarteles de la ciudad, en todos los distritos, en todo el frente, en toda Rusia. Hay que imaginarse en los regimientos a los Krylenkos aporreados de cansancio, corriendo de un lugar a otro, discutiendo, amenazando, suplicando. Hay que imaginarse, finalmente, las mismas escenas en todos los locales de los sindicatos, en las fábricas, en los pueblos, en todos los navíos dispersos de la flota; hay que imaginarse a cientos de miles de rusos por todo el país, las miradas fijas en los oradores, obreros y campesinos, marinos, trabajando intensamente por comprender y decidir, pensando con todas sus fuerzas; y tomando finalmente, de manera tan unánime, su decisión. Así fue la Revolución rusa” Diez días que estremecieron al mundo John Reed
Introducción Más que tratar de hacer un juego de temporalidades lo que se quiere es dar a entender que los tiempos de la crítica histórica no corresponden al tiempo lineal y convencional de la vida cotidiana de las sociedades humanas. Al ser esto así se hablará, entonces, de una estrategia Profesor e Investigador del Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. 1
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historicista para explicarnos cómo se constituyeron los diversos modos de experiencia de la conciencia histórica que permea a la Modernidad desde sus más remotos orígenes. Que por decirlo de la manera más simple: con la Revolución Francesa de 1789 la historia divide –a hombres y mujeres– en tres grandes corrientes ideológicopolíticas; que son: centro, derecha e izquierda. Corrientes que en sus numerosas combinaciones configuran a la vez las más diversas expresiones de la filosofía política. Es decir: liberalismo, conservadurismo y socialismo. El eje de la problemática parte de la forma en cómo cada fuerza que se constituye en la historia de la lucha de clases durante el tiempo aquí considerado plantea la cuestión del sentido y horizonte que se le atribuyen a los hechos, pero sobre todo al acontecimiento. Las revoluciones son, pues, los verdaderos acontecimientos de la historia y en particular es la Revolución Francesa de 1789 el más importante y trascendente acontecimiento de la Modernidad. Fenómeno histórico que al igual que dichas filosofías tiene raíces profundas en la historia que cobran significado a partir de la Ilustración como el gran movimiento intelectual y filosófico que configuró a las contradicciones históricas de la Modernidad. Así, el siglo XIX resulta ser más largo que lo ocurrido en Francia a partir del 14 de julio de 1789. Y su presencia no puede ser soslayada por abrir senderos de acción política que permiten sostener por qué el siglo XX ha resultado ser muy corto si consideramos que éste nace con la Revolución rusa de 1917 y termina con la Caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989. Lo que abre dicha caída es la serie de procesos contrarrevolucionarios que terminan por solidificar al liberalismo conservador, a ciertas tendencias fascistas, pero sobre todo al neoliberalismo como todo un complejo sistema de poder
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global. El neoliberalismo es la reacción contra los movimientos sociales de la década de los 60’; pero sobre todo contra los acontecimientos de 1968. En cierto modo fue el intento de establecer una Restauración actualizando de los sistemas de gobierno y poder que se habían estado gestando desde aquel cada vez más lejano 1789 francés. Revolución y contrarrevolución resulta ser, paradójicamente, el duro sino de la Modernidad y parte de una cruenta lucha en la cual la idea de igualdad como la idea de libertad no deja de ser parte de un sinfín de posicionamientos filosófico-políticos que hacen los matices del diverso y complejo espectro ideológico político de nuestras respectivas sociedades.2
La larga marcha de la historia Entre el amasijo de cosas que trajo consigo el movimiento ilustrado encontramos la idea de progreso. Independientemente de lo que tal cosa quiera decir o lo que cada uno piensa sobre dicha idea, ésta no deja de ser un horizonte de expectativa medible en general en términos cuantitativos; o bien, por el poderoso aparato industrial para producir un impresionante mar de mercancías. Esa especie de tsunami que nos devora todos los días. La Modernidad es aquí un término adaptable –y moldeable‒ al mundo poscomunista que sirve al Con respecto a lo que cada vez más se reconoce como parte de un interesante planteamiento filosófico referido a la relación histórica entre los hechos y los acontecimientos, ver en particular: A. Badiou y F. Tarby,, La filosofía del acontecimiento, Buenos Aires, Amorrortu. 2013. M. Lazzararo, Políticas del acontecimiento. Buenos Aires, Tinta Limón, 2006. C. Romano, El acontecimiento y el mundo, Salamanca, Sígueme. 2012. 2
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menos para determinar infinidad de cosas respecto a la evolución de dicho aparato referido –concretamente– al desarrollo de la sociedad capitalista. Es, en tal sentido, un tiempo histórico que tiene que ver con la comprensión sobre los orígenes, desarrollo y despliegue de las diferentes fases del capitalismo y su momento actual: el neoliberalismo. Así, la historia se entiende como la larga marcha del hombre sobre la faz de la tierra que partiendo de la idea de naturaleza llega a la idea de la historia. Siendo la hazaña radical de la Ilustración abrir el problema de la conciencia de la historia. Es aquí cuando las diversas fuerzas político-sociales se confrontan pues tienen que definirse respecto a los grandes ideales ilustrados que terminan por cobrar significado a partir de 1789. Pues la cuestión de la libertad y la igualdad deja de ser meramente retórica o genérica para ser un ideal profundamente terreno y que forma parte del mundo de posibilidades de la política. Es verdad que la materia prima con la cual se hace y se narra la historia parte de los hechos. Pero invariablemente el acontecimiento será siempre una estrella que o bien nos deslumbra o se convierte en el hoyo negro que nos devora. Así, los hechos como los acontecimientos configuran la dialéctica de la historia al exponer a la vista de todos, sus profundas contradicciones. Para la modernidad éstas ya no parten de la dichosa dialéctica entre el amo y el esclavo. De aquella vieja historia narrada como verdadera hazaña de la libertad. Ahora el mundo se desenvuelve por otros senderos y hace depender todo del modo en cómo se desarrolla la dialéctica entre el capital y el trabajo. Es la inquietud por superar dicha dialéctica de la que nace el fundamento radical de la revolución socialista; y nuestros modos específicos de conciencia histórica. Los cuales una vez que son coloca-
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dos en el especio caliente de la lucha de clases, hacen ver todo como si estuviéramos presenciando un intermitente proceso en el cual sus infinitas oscilaciones hacen pensar que todo lo verdaderamente ocurrido no ha sido más que un penoso asunto de acciones y reacciones, es decir, de movimientos revolucionarios que se topan con sus correspondientes movimientos contrarrevolucionarios; que no permiten que la dichosa modernidad encuentre su hipotético destino de acuerdo al llamado proyecto ilustrado. La respuesta de los movimientos contrarrevolucionarios es relativa a la radicalidad de una revolución. Esto no es una ley de la historia, pero si algo que conviene tener en cuenta considerando las lecciones del pasado. Los ejemplos son en estos casos muy ilustrativos, pero tomemos sólo dos casos: 1917 encuentra en el ascenso del fascismo, pero sobre todo del nazismo su más violenta respuesta. Por su cuenta las rebeliones estudiantiles y juveniles de los años 60’ tienen su respuesta en la intensa campaña ideológico-política de los 80’ llevada a efecto por los ideólogos del neoliberalismo, sus comparsas y replicantes. No es casual, pues, que estos tiempos de nihilismo y confusión sean producto de un sistema de dominación y poder que arroja a millones de individuos, hombres y mujeres, al vacío. En la que lo que resalta del hecho es la crisis de la conciencia histórica.3 Como se sabe la Revolución Francesa de 1789 es considerada como el acontecimiento en el que concluyen las llamadas revoluciones burguesas. Mismas que viendo las cosas desde cierta perspectiva histórica inician a finales del siglo XII con los orígenes del mercaVer al respecto de este fenómeno histórico: O. Mongin, El miedo al vacío. Ensayo sobre las pasiones democráticas, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1993. 3
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do, del Estado y un conjunto de instituciones y prácticas tendencialmente modernas. Es decir, cuando inicia la lucha en contra del orden feudal. Como es, por otro lado, lo que abre la cuestión social como el más grave problema a resolver históricamente a través de la praxis revolucionaria. De acuerdo con Alexis de Tocqueville esa revolución es el verdadero parteaguas de la historia. De esa revolución nace toda una estela de cambios que tienen que ver con nuestra normatividad jurídica, política, económica; con nuestras costumbres, normas y modos de pensar que en especial tienen mucho que ver con las formas de evolución capitalista. Un largo tránsito que culmina, como se ha dicho, con el más trascendente acontecimiento en la Modernidad. Sin especular dónde empieza y dónde termina dicho acontecimiento lo que si se puede decir es que a partir del mismo se intensifica lo político, no como una simple lucha de los principales humores o clases sociales de la sociedad; sino como una tensión histórica entendida como los nuevos tiempos de visceral radicalismo político. Que contiene por referencia más aceptada la relación amigo-enemigo. Relación tan vieja como la misma lucha de clases pero que no había sido traducida a situaciones impensables al ser lo que constituye la especificidad concreta de la lucha de clases y como el motor de la guerra entre Estados. De tal modo que si la esencia del totalitarismo consiste en determinar quién es el enemigo, hasta hoy no existe Estado alguno que no haya caído en las tentaciones del totalitarismo.
La era de las pasiones revolucionarias El tiempo histórico aquí considerado tiene varias denominaciones; todas ellas corresponden a los diversos po-
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sicionamientos ideológico-políticos, es decir, a la forma en cómo se expresa concretamente la conciencia histórica que cada uno lleva sobre sus hombros. No es casual que, por lo mismo, se afirme –insistentemente– que este tiempo responde a la era de las ideologías o pasiones revolucionarias que en particular tienen que ver con el fenómeno de la presencia de un cierto tipo de intelectual que asume la enjundia de la tempestad dialéctica de la Ilustración en su reprochable deseo de intervenir conscientemente en la historia.4 Queriendo con ello dignificar Al respecto ver: E. Hobsbawm, La era de la Revolución. 1789.1848. Barcelona, Crítica, 2011. J. Villacañas, Kant y la época de las revoluciones, Madrid, Akal, 1997. J. Marques Muñoz y M. Romero Gallardo (coords). Sociedad, violencia y poder. Revoluciones 3, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2014. I. Berlin, Las ideas políticas en la era romántica. Surgimiento e influencia en el pensamiento moderno, México, Fondo de Cultura Económica, 2014. Sobre la siempre muy debatida cuestión de los intelectuales ver en espacial: C. Charle, El nacimiento de los ‘intelectuales’. 1880-1900, Buenos Aires, Nueva Visión, 2009. Véase también la interesante reflexión de C. Thomas, Fuego y cenizas. La Revolución Francesa según Carlyle, Barcelona, Ariel, 2011. Y nunca estará de más considerar lo que al respecto ha dicho Francois Furet en su particular e insistente crítica liberal conservadora sobre dicha Revolución y sustentada en la filosofía política de Alexis de Tocqueville. Sabemos bien que su obra es amplia y que hizo de este debate el problema de sus más relevantes investigaciones, aquí por el momento sólo remito al lector a los siguientes estudios de Furet: F. Furet, Pensar la Revolución Francesa, Barcelona, Petrel, 1978. F. Furet, La Revolución Francesa a debate. De la utopía liberadora al desencanto de las democracias contemporáneas, Argentina, Siglo XXI, 2016. F. Furet, El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX, México, Fondo de Cultura Económica, 1995. Otro aspecto que no deja de ser interesante en referencia dicha Revolución es lo que comenta de ella K. Salah, Revolución en ironía en la Francia del siglo XIX, México, Anthropos, Universidad Autónoma Metropolitana, 2016. 4
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a la especie humana, humillarla o destruirla a través de la más deleznable violencia política. Lo que exponen así las diversas fuerzas políticas son sus propias retóricas en la que los hechos conducen también al estallido del acontecimiento o cuando el Terror termina por ser la politeia como modo de ordenamiento estatal o reclamo al derecho de ciudadanía de las clases subalternas.5 En tal sentido la moderna lucha de clases es también la lucha por el reconocimiento. Por ello, la experiencia histórica es expresión de la dialéctica del acontecimiento que no deja de formar parte de la conciencia del advenimiento en el que entra en juego la teleología y la inmanencia de la historia en sus múltiples reflejos utópicos. Remarcando de este modo el papel que ha jugado en todo esto el asalto jacobino en la historia en su interés por establecer un nuevo tipo de sociabilidad que parte de la crítica a los fundamentos del capitalismo. El jacobinismo es, pues, una mentalidad histórica que despliega varios modos de ser a través de sus combates. Siendo el bolchevismo su expresión más radical. En su complejo sentido quedan aún una gama de cuestiones como tareas pendientes de la dialéctica. Sin embargo, la dialéctica no deja de ser para sus innumerables críticos parte de las cosas que ha pervertido la modernidad. Por ser una irracionalidad que no oculta los múltiples rosSin dejar de ser un contrasentido, una jugarreta de la astuta razón o simplemente una muy interesante paradoja, la Revolución Francesa de 1789 se gesta al interior de un amplio debate en torno a la cuestión republicana con la particularidad de no contar con la experiencia de vida civil de una ciudadanía educada en las virtudes cívicas o en la libertad. Era necesario y urgente constituir una ciudadanía y la idea moderna de pueblo más acorde a las nuevas circunstancias de la historia. Ver P. Rosanvallon, El modelo político francés. La sociedad civil contra el jacobinismo, de 1789 a nuestros días, Argentina, Siglo XXI, 2007. 5
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tros del Terror. Lo que se cuestiona es ser la dialéctica el método de y para la acción revolucionaria. Por tanto, una pasión que refleja el irracionalismo y la violencia. Como tal no es posible desconocer que en este tiempo el debate ha tenido por centro de la cuestión los fines de la razón dialéctica.6 Por su lado la ‘sana razón dialéctica’ es aquella que, a través de la expansión de la sociedad civil de las naciones occidentales ha mostrado sus múltiples rostros a través del genocidio ejercido por sus poderosos imperios y despliegues colonialistas. Es esto lo que me permite decir y afirmar que si el imperialismo es el malestar de nuestro tiempo, por su lado el fascismo es el verdadero problema de nuestro tiempo.7 Resultando de esto que hoy no sabemos cómo superar a través de En el debate francés durante la Guerra Fría que se extendió por el mundo la idea de dialéctica asume un rol central y a través de una intensa confrontación ideológica y política en la cual se magnificó la imagen del terror como producto de la razón dialéctica. Ver en especial: M. Merleau-Ponty, Humanismo y terror, Buenos Aires, La Pleyade, 1968. S. Beauvoir, Jean-Paul Sartre versus Marleau-Ponty, Buenos Aires, La Pleyade, 1969. R. Dunayevskaya, Filosofía y revolución. De Hegel a Sartre y de Marx a Mao, México, Siglo XXI, 1990. R. Dunayevskaya, El poder de la negatividad. Descritos sobre la dialéctica en Hegel y Marx, México, Juan Pablos, 2009. En este denso debate la cuestión de fondo era, como bien se sabe, cuál es la verdadera naturaleza de la sociedad que nace con la Revolución rusa de 1917. Ver también: M, Rosental, Los problemas de la dialéctica en “EL Capital” de Marx, Montevideo, Pueblos Unidos, 1961. 7 Cf. J. Hobson y V. I Lenin, Imperialismo, Madrid, Capitán Swing, 2009. Al parecer la humanidad no ha superado esta fase que Lenin anunció como superior del capitalismo. Con el neoliberalismo y sobre todo con el neoconservadurismo las formas de dominación que impone el imperialismo al mundo se han agudizado. Configurando es de esta manera formas de dominación y poder que tiene mucho que ver con el ascenso de una escalada global de tipo fascista. Pero esto será un asunto que se debe discutir ampliamente en otro momento. 6
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la dialéctica de la historia las formas de conciencia que ha sido fomentadas a lo largo de la misma. Y en la cual las ilusiones del liberalismo –económico y político– han colonizado nuestras mentes; llegando incluso a fomentar las condiciones del actual éxito del conservadurismo liberal como ideologías o filosofías políticas que no niegan ni reniegan de sus propias tentaciones totalitarias. Las revoluciones no son el canto de fe en las tinieblas de la historia. Son la urgente tarea humana de devolver la palabra una vez que ella ha sido arrancada a hombres y mujeres dada la incapacidad de compresión que por ella manifiesta el fascismo. O la tecnología como alienación del mundo de vida que nos rodea. Pues el fascismo tiene también varios rostros algunos de los cuales se ocultan en las llamadas democracias industriales. Así, el fascismo no deja de ser la certeza que encarna a lo político en su referente más descarnado, crudo y visceral; al ser una fuerza histórica que incluso se oculta en la cadena de casamatas que hacen posible la violencia y dominación del capitalismo en sus diferentes fases de desarrollo a lo largo del siglo XX y principios del siglo XXI. Es bajo dicho escenario cuando el romanticismo o pasión revolucionaria alcanza su mayor nivel de expresión histórica.
Los debates y combates por la Modernidad De 1789 a la fecha la humanidad entera ha estado envuelta en una intensa serie de debates y combates por la Modernidad. El enlistado es bastante extenso para incluirlo en este breve espacio. En todo caso lo que importa es entender que un acontecimiento no es producto casual de la historia sino el producto de fuertes luchas ideológicas
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y políticas que terminan por configurarlo al determinar su verdadero horizonte. Pensado a veces como el inevitable elemento inmanente de la historia. La construcción de una cierta hegemonía como planteamiento estratégico es, de acuerdo con Antonio Gramsci, la condición previa para que una clase social devenga en dominante. De acuerdo con esto la historia de la burguesía como clase dominante se comprende en tales términos. Es en referencia al problema histórico que aquí se plantea que es posible decir que en la lucha por la hegemonía se gestan a la vez fuerzas contra hegemónicas. Mismas que en los casos del ascenso del fascismo italiano y del nazismo alemán echan por la borda siglos de civilización a partir de la forma violenta en como ejercieron su reconocida barbarie. En la que no es posible afirmar o estar de acuerdo que la fascinación por el fascismo como movimiento de masas responde a la promoción de una estatización de la vida pública. Por otro lado, no es posible responder hasta dónde el Angelus Novus debe limitar su penetrante mirada para encontrar las huellas de todo lo que ha sido y significado toda esa barbarie. Por su lado la tarea de la dialéctica es emprender el análisis del acontecimiento en su propia concreción histórica. Existe, pues, una cadena de acontecimientos que permiten hablar de la continuidad en la historia. En particular por la forma específica en cómo se presenta el arribo de las masas en los diversos procesos históricos. Querámoslo o no las masas son también relevantes agentes de la historia que no es posible soslayar. No son ni representan el lado pasivo u oscuro de la historia sino el estallido definitivo del acontecimiento en referencia a la decisión que adopten para orientar a la historia en un sentido u otro. Es, si se acepta, el paso de la transformación del debate en acción a través del combate
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o encuentro fatal entre las diversas fuerzas sociales en sus respectivos posicionamientos y cuestionamientos ideológico-políticos. Los cambios históricos no son progresivos desde la perspectiva de la mentalidad ilustrada. Pero su valorización depende, en todo caso, de nuestra propia forma de comprender la historia o de nuestra conciencia histórica. Las masas son así las responsables del complejo engranaje social que permite la reproducción de la vida material y espiritual de la sociedad. Las revoluciones como las contras revoluciones no son cuestión de élites o sectores aristocratizados de la sociedad. Por ser aquella compleja relación dialéctica en que terminan por establecer encuentros y desencuentros en torno al acontecimiento histórico. Las lecciones de la historia han mostrado a las diferentes tecnocracias que hoy gobiernan al mundo que lo mejor que se puede hacer respecto al fenómeno histórico de las masas es dejarlas en paz introduciendo en su alma el miedo al cambio social a través de la rutinización del miedo y del terror; o por medio de intensas campañas mediáticas en la que la derecha populista –paradójicamente— termina por imponer su fatal imperio a escala global. En ese combate la despolitización de las masas es un hecho evidente como de igual modo la violencia simbólica que forma parte de tal sistema de dominación. Recordemos que el neoliberalismo se asume como una revolución sin revolucionarios que entre los bienes escasos que promueve se encuentran las virtudes republicanas.8 Razón por la cual debemos entender que la corrupción como la guerra del narcotráfico son parte de la violencia orgánica de tal régimen de poder global. Cf. D. McCloskey, Las virtudes burguesas. Ética para la era del comercio, México, Fondo de Cultura Económica, 2015. 8
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Lo que es también parte del debate en torno a la orientación y sentido de la Modernidad es descargar el sentido mítico como la fuerte carga simbólica de las revoluciones. Los actos conmemorativos de una revolución buscan ser, de este modo, también neutralizados al despolitizarlos y reducirlos a una simple verbena popular. De este modo se pretende arrancar de la memoria de los individuos una historia que al parecer pierde también el sentido de la palabra o retórica que quería establecer como medio para educar a esas masas en la libertad e igualdad.
El fordismo Explicar y explicarnos cómo hemos llegado a esta nueva condición histórica implica recorrer un largo camino; en la cual los ideales libertarios e igualitarios se pierden bajo un modo de dominación en que pierden sentido. Para los hombres que forjaron las más relevantes y trascendentes revoluciones en la Modernidad la libertad era algo más que la simple y vulgar decisión individual como democracia de la sociedad del mercado total. Esto nos lleva a otro plano de la cuestión al asumir que 1776 es también un año de gran trascendencia por los acontecimientos ahí ocurridos. En particular son tres los más trascedentes acontecimientos de ese importante año: 1. La publicación por vez primera de La riqueza de las naciones de Adam Smith. 2. La Revolución Americana y; 3. La Revolución Industrial. Tales acontecimientos no se produjeron en el continente europeo sino en las islas británicas y en E. U. Marcando con ello el momento en que la lengua inglesa proyecta su propia palabra o retórica en la historia al dar cuerpo y alma al liberalismo como la
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más relevante filosofía política del periodo histórico en cuestión. Pero de ahí también nace el conservadurismo como crítica a los desplantes o excesos revolucionarios de las masas francesas y sus principales protagonistas. Es a Edmund Burke a quien se señala como el padre putativo del conservadurismo y de sus actuales modalidades. Es decir, el liberal conservadurismo y del neoliberalismo. Lo que aquí interesa es observar que también existen otras rutas de continuidad en la historia y éstas son en especial las que marcan la expansión del mercado y su condición material posibilitante: la moderna industria capitalista. Es Aldoux Huxley quien en su famosa distopía advierte que el mundo que nace con el siglo XX responde a lo que definió como la era de Henry Ford. Mundo feliz se convierte de tal modo en un referente emblemático para comprender las cosas de este mundo a lo largo del siglo XX. A esos debates y combates por la Modernidad. Hoy sabemos que estamos en la crisis del fordismo o era posfordista. Desde 1776 a la fecha el capitalismo ha pasado por una serie de intensos e intermitentes cambios que en particular tienen por fundamento material el desarrollo ininterrumpido de las fuerzas productivas; mismas que, de acuerdo con la teoría revolucionaria, al exponer a la historia la maldición de la sobreproducción establecen un marco de referencia en cuanto no existe la debida correspondencia con el desarrollo de sus respectivas relaciones sociales de producción. De este modo las revoluciones industriales de la era moderna provocan o son causa de las crisis económicas a la que cada sociedad, de acuerdo con sus posibilidades, debe sortear frente a una realidad cada vez más sometida a la salvaje competencia de los grandes monopolios que constituyen el verdadero poder en este mundo o la sociedad civil realmente exis-
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tente. Las revoluciones serían en tal sentido la respuesta más elemental que se da bajo un escenario en el que la barbarie capitalista todo lo subsume al orientar la crisis a la mayor extracción de ganancia posible. Al parecer las revoluciones tienen en este sentido una única razón de ser: evitar que los barbaros se apropien de la riqueza que posee o se genera a través del trabajo humano como acción social de una sociedad. El nacionalismo es de este modo la acción que emprende una sociedad para expulsar a los barbaros de su territorio. En su caso el socialismo si bien parte del mismo principio su tarea más urgente es elevar a las fuerzas productivas al nivel de su desarrollo histórico. Así, el fordismo se convierte en la clave de la prometida riqueza social como base de una civilización en la cual lo que se espera de ella es lograr vivir socialmente en libertad e igualdad. Pero, como se sabe y dada la experiencia histórica el llamado experimento socialista es sometido a un sinfín de presiones internas y externas que de hecho lo convierten en una imposible utopía. Sobre el asunto se ha escrito un mar de cosas y se han dado los más acalorados debates. Lo que aquí se quiere resaltar es que el fordismo junto con el taylorismo o administración científica de la fábrica se convirtieron en parte de un problema humano consistente en la urgente necesidad de equiparar a las sociedades que nacen en aquel otoño de 1917 de acuerdo y en base a las nuevas técnicas de producción y control referido al fordismo-taylorismo. Es esto lo que hace pensar que la realización social de la revolución depende del simple constructivismo que encuentra en la figura de Lenin a su primer exponente. Sin embargo, lo que realmente nace con el fordismo es el tecnócrata como nuevo personaje que cuenta ya con una larga historia que llega, de igual manera, a nuestros días. Como es, por otro lado, cuando
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se sostiene que la Planificación sólo puede ser la razón del terror característico del sistema de poder totalitario que nace en 1917. Comparable con el terror que nace con el fascismo y en nazismo una vez que parten de la misma exigencia histórica, es decir, equiparar materialmente a aquellas sociedades que prácticamente se encontraban en ruinas después del cruento combate escenificado por la carnicería de las masas de la Primera Guerra Mundial. O verdadera prueba de fuego del fordismo.
Un incómodo tríptico filosófico-político No está de más mencionar que lo que en el fondo ha pretendido negar las filosofías liberal y conservadora es lo que considera la mayor anomalía de la modernidad. Me refiero al tríptico filosófico-político conformado por Nicolás Maquiavelo, Jean-Jacques Rousseau y Karl Marx. Así, el modo en cómo sus ideas e ideales encarnan en hombres y mujeres de carne y hueso, seres humanos concretos que viven o padecen la historia o que quedan terriblemente subsumidos en la impecable lógica de la acumulación capitalista, son quienes, al encarar las contradicciones políticas, sociales, económicas y culturales de su respectivo tiempo, configuran un nuevo tipo de personalidad histórica que ha va del jacobinismo a los diferentes modos del bolchevismo. Se dice así por los detractores de toda revolución habida y por haber que esto no es más que un nuevo sistema de fe que no niega ni reniega de sus principios religiosos. Pero es un nuevo tipo de praxis histórica en la que se observa que de 1789 a 1917 pasando por la Revolución Francesa de 1848 y la Comuna de París, el mundo no ha sido más que la dura y violenta lucha por el control absoluto de la producción.
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Y de manera más elemental por la distribución de la renta. Lo que en primera instancia se presenta en este proceso son las infinitas promesas incumplidas de la Modernidad. Hoy, al parecer, tal orientación histórica ha perdido su sentido al proclamar cualquier consigna de reivindicación social bajo el espectro de un ambiente cargado de densas tinieblas. En esto consiste la insistente confusión de la ideología neoliberal y sus múltiples replicantes. La pregunta más vital que debemos hacer aquí es la misma con la cual se abrió el siglo XX: ¿Qué hacer? La respuesta que se ha dado a tan tremenda pregunta ha permitido la confirmación de diversas estrategias políticas a través de las cuales se trata de desentrañar los arcanos profundos del poder político en las sociedades modernas. Esto va más allá de lo político como espacio de inmediatez de la conciencia histórica. Es decir, educa al sujeto a través de la práctica de la reflexión de la coyuntura. Históricamente los liberales decimonónicos en general fueron los revolucionarios del siglo XIX y quienes hicieron de la violencia causa propia. Es a principios del siglo XX cuando el liberalismo entra en un inevitable proceso de decadencia y crisis dejando de ser con ello fecundo. Es a partir de la Revolución paneuropea de 1848 que los liberales caen un profundo estado de confusión que al final de los tiempos los lleva incluso a dividirse entre los protectores de la libertad de mercado y los defensores de la democracia y al supuesto sistema de libertades que la contiene. Sin embargo, es a partir del nacimiento histórico de un nuevo enemigo, el proletariado y su política de alianzas con las clases subalternas y explotadas, que se sostiene, al igual que de alguna manera lo estableciera Burke, que los revolucionarios son una especie de bárbaros de nuevo tipo que lo único que quieren es la violencia por la violencia misma. Violencia
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inspirada en los planteamientos de tal tríptico filosóficopolítico. Lo que en particular hay que discutir es el papel de la violencia en todo este proceso histórico. Sobre todo, dado el sentido y significado que se la asigna o se asigna a sí misma una sociedad emancipada en el pleno ejercicio de su poder soberano. Y, por lo mismo, sin encontrarse sometida al poder de los intereses externos. La inquietud de Maquiavelo de expulsar a los bárbaros de Italia cobra cabal sentido con relación a la violencia que ejerce una sociedad para el logro de tal fin. Lo que se piensa no es así si la violencia responde o no a la famosa máxima weberiana. Sino si ella es o no la fuente de la legitimidad del sistema de poder que emerge a partir de una revolución política. Pues en general los Estados modernos se han establecido a partir de una serie de hechos históricos en los cuales la violencia ha jugado un papel central sobre todo cuando se ha tratado de expulsar a los bárbaros de una determinada sociedad. O las formas de barbarie a las que una sociedad ha llegado al sostener un determinado sistema de dominación. Y, supuestamente en tal forma de comprender el problema o de tratar de resolver el asunto, el tríptico aquí referido se le achaca inspirar los cambios radicales de la historia a parir de un nuevo tipo de violencia que surge en la historia: la violencia revolucionaria como método para el cambio histórico.
La inexorabilidad de los procesos de socialización
Lo que se entiende de la historia es que los procesos de socialización ocurren inexorablemente. Brindando o es-
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tableciendo marcos de legitimidad con base a una determinada forma de dominación política. De acuerdo con el supuesto o misterio que encierra la espontaneidad de los mismos es lo que hace la legitimidad de la naturaleza histórica del mercado. Produciendo así los mecanismos simbióticos de la política. Es decir, el conjunto de reformas o prácticas y normas que requiere la sociedad junto con el Estado para reformular un determinado sistema de poder político. Pero sí la socialización tiene que ver con el problema de la democratización de la vida colectiva la pregunta que está en el aire es si la experiencia del socialismo realmente existente: ¿es viable el socialismo democrático bajo las actuales condiciones de la historia? O, en su defecto: ¿si la siempre sospechosa instrumentalización de la violencia es condición previa para la instauración de un nuevo tipo de dictadura? La respuesta a esta interesante cuestión tiene al menos dos problemas centrales: 1. El eterno problema de Rousseau, y;9 2. Que todo depende de cómo una sociedad resuelve el problema de la propiedad privada de los medios de producción. Queriendo establecer así los fundamentos de la libertad y la igualdad en la nueva forma de sociabilidad y su respectiva forma de organización política. Por decir las cosas de este modo: la socialización es también parte inherente al trend secular de la historia y ésta arranca desde los tiempos más primitivos a las formas complejas de vida contemporánea y en cuales, en efecto, el mercado ha desempañado también un papel central al intensificar los mecanismos de la circulación, distribución y consuDe acuerdo con José Luis Araguren, el problema de Rousseau no es técnico, es ético. En esto depende el sentido de una verdadera democracia. J. L. Aranguren, Ética y política, Madrid, Biblioteca Nueva, 1999. Ver también J. Velázquez Delgado, La culpa es de Rousseau, México, Porrúa, 2017. 9
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mo de infinidad de mercancías. Lo que se quiere es que la base de todo este fenómeno histórico deje de ser la explotación del trabajo humano y las formas de alienación y cosificación que hacen posible pensar la eternidad de la dominación capitalista. Es sobre la base de la comprensión de la forma en como se ha desarrollado la continuidad de la vida material en el conjunto de las sociedades humanas que se reconoce la existencia de diversas formas de dominación y de poder político. Por ello, no es posible ignorar que en referencia nuevamente a Max Weber, que la democracia es también un modo de dominación política. Razón por la cual no es posible negar que ella es parte de una realidad en la que no se suprimen ciertas formas de ilegitimidad e irracionalidad en la que al parecer todo tiende ser pensado como un extraño juego entre el Termidor y el Terror. La crítica liberal conservadora a las revoluciones no deja de insistir en la ilegitimidad histórica que contienen. Menos aún al desplegar al Terror jacobino con todo su inaceptable materialismo ateo. Esto no deja de ser un simple y vulgar maniqueísmo en el cual se termina por no comprender nada de los acontecimientos revolucionarios en su complejo drama histórico. En tal crítica existen también excesos que no escapan al debate ideológico político al tratar de señalar cuál es la fuente del mal y en qué radica. Ya se ha señalado que son Maquiavelo, Rousseau y Marx los padres putativos del mal en la historia humana de los últimos siglos al ser ellos los promotores de la centralización del poder del Estado y del establecimiento del moderno poder dictatorial. Un sistema de poder que niega de raíz a la propiedad privada considerada en particular por Rousseau y Marx la verdadera fuente del mal. Sistema que hace inviable la idea de
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libertad como posibilidad individual de enriquecimiento ilimitado a partir del uso moderno del dinero y de la fuerza perversa del fetichismo de la mercancía. Vivimos hoy en medio de una guerra global: la guerra del narco. Guerra que en cierto modo lleva a pensar que tanto la posibilidad de enriquecimiento ilimitado y el fetichismo de la mercancía traducen a la violencia en medio para la realización de esos fines. Esta guerra tiene también una larga historia que empieza en la década de los 30’ del siglo XIX; poniendo a la cabeza de dicha guerra a las principales fuerzas imperiales de aquel tiempo. Fuerzas que incrementaron considerablemente el poderío de sus respectivas industrias a través del tráfico de seres humanos, es decir, mediante la esclavitud. En tal sentido la idea de libertad que subyace en el capitalismo es muy simple: ¡eres libre, pero obedece! Para el liberalismo y para el conservadurismo la libertad bajo el socialismo no es otra cosa más que aquel fenómeno en el cual el individuo es subsumido por el poder del dictador. Por un sistema de poder que en sus laberínticas ramificaciones genera apariencias de libertad referidas a encontrar vías de solución a la cuestión social. Transformando de esta manera y radicalmente los principio y fundamentos de la economía capitalista. Empresa verdaderamente más que titánica y en la cual se afirma se encuentra la clave de la explicación del colapso del socialismo y de la inutilidad del experimento revolucionario. Es con base a esto último cuando tenemos que hacer frente a la interminable tarea de reformular los términos de la filosofía política en la medida en cómo sea posible reinventar un nuevo tipo de vida civil que parta de la capacidad de reinventarnos a nosotros mismos como agentes del cambio social. Sin ser arrastrados para tal fin por las tentaciones del totalitarismo o por las del
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transformismo como fue el caso del ascenso de fascismo italiano, del nazismo alemán o de la era neoliberal al cual reconocemos como transformismo mimético (12) del posmodernismo.10 El embate de la ideología neoliberal es cada vez más claro al mostrar cuáles fueron sus principales fines para imponer el imperio total del mercado a nivel global o a lo que Morris Berman define como totalitarismo invertido: extirpar de la cabeza de las nuevas generaciones la idea del cambio social. Generaciones que en particular no tuvieron el privilegio de ser parte de aquellas que orbitaron alrededor del 68’. O que no vivieron los duros años rojos que siguieron al asesinato de Salvador Allende y su experimento de construir el socialismo democrático en tierra latinoamericana. Lo que siguió a dicha muerte fue la estela de golpes de Estado, de dictaduras capitalistas “Pero el páthos de la cultura posmoderna no es trágico; no desea transformación alguna. Es la expresión del desasosiego que intenta reconocerse en el vacío de la pura contingencia; por eso el simulacro, la exaltación del goce presente, la fruición de la imaginación artificiosa, la satisfacción lúdica del sexo, el autismo de la deconstrucción del texto, la pluralidad de pequeños discursos receptores, la heterogeneidad desodontologizada de las manifestaciones, la fragmentación de un orden de sentido y del sentido mismo. El hombre posmoderno es un hombre sin arraigo, sin capacidad de dar cuenta de la universalidad de su presencia en el mundo. El sofista aspiraba a persuadir en la representación para ganar un espacio de poder; el posmoderno, en cambio, se basta con el juego de la seducción masturbadora. Supresión de lo real por enmascaramiento, con la “libertad” paradójica del trasvestismo: simular lo que no se es. Se trata de evitar las consecuencias del compromiso de la sexualidad humana. Sin pasado, sin futuro; sin historia, sin identidad. Si existe una posibilidad, ésta es la huida a toda encarnadura existencial. Un “juego total “en el que todo está permitido, menos “desvestir la seducción” y privarnos de sus encantos, puesto que sería abrirnos al desafío del sentido”. D. Dei, Lógica de la distopía. Fascinación, desencanto y libertad, Buenos Aires, 2009, p. 86. 10
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en particular sirvieron para experimentar e instrumentalizar las vías para el desarrollo de la economía neoliberal. Promoviendo a su vez al pensamiento único como la ideología política sin ideas y sin ideales.11 El mayor absurdo al que se llegó en todo esto fue a decretar el fin de la historia. Es decir, el fin de la lucha de clases que nace en aquel año mítico de 1789. Acontecimiento trascendente que adquiere un giro radical en 1848.
Entre la Marsellesa y la Internacional Es bajo la era de la dominación neoliberal cuando los ecos de la Marsellesa dejan de mezclarse con los de la Internacional. Lo que no es aún posible definir es si esto significa un verdadero cambio de época o simplemente un paréntesis histórico que por hoy mantiene a la humanidad de nueva cuenta al borde de sus límites. Teniendo, por otro lado una gama de nuevos movimientos sociales que se al asumir diversas formas de reclamos y de organización entre los que se encuentra también el movimiento de los indignados, los altermundistas y los anti globalifóbicos, representan de algún modo a una inmensa masa humana en la que o bien asumen a la nueva servidumbre humana en los términos de la competencia y lógica neoliberal, o quedan simplemente como los nuevos condenados de la tierra al serles arrebatados sus sueños de justicia social e incluso de realización individual. Lo que debemos entender es que estamos en una nueva fase de la lucha de clases en la cual las nuevas fuerzas emergentes que ha sido educadas políticamente Ver J. Botella, “Política sin ideas, ideas sin política: En torno al “pensamiento único”, en J. A. Mellón, (coord.) Las ideas políticas en el siglo XXI, Barcelona, Ariel, 2002, pp. 69-78. 11
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en las complejas formas y fórmulas de lo político, no se reconocen en la violencia como medio y vía para el cambio histórico de nuestras respectivas sociedades. Y si bien, no se quiere la negación absoluta del capitalismo si se desea reducir de forma drástica la barbarie que ha generado en estas últimas décadas de dominación neoliberal. Esto es algo muy cuestionable desde cualquier punto de vista en especial cuando ello implica el ejercicio de una praxis concreta. Acciones políticas que no necesariamente implican la negación o cancelación definitiva del socialismo bajo la actual coyuntura histórica. Pero recordemos que vivimos bajo los duros imperativos de la sociedad industrial y su larga cadena de transformaciones a través de las cuales son negadas las aspiraciones civilizatorias que presume contener. Es por ello por lo que pienso que estamos frente a una larga experiencia histórica en la cual la lucha perpetua de dicha sociedad se traduce –paradójicamente— en la lucha contra sí misma; e inevitablemente, termina por reproducir su propio “caos genésico”.12 Siendo bajo este ambiente de confusión generalizada que el totalitarismo en sus diversas modalidades no deja de ser un factor recurrente en esta nueva fase de la lucha de clases. En la cual el revisionismo histórico se expresa como un movimiento de amplio espectro y parte de la lucha ideológica en la que lo que importa en el estudio de las revoluciones es mostrar varias cosas a la vez. Todo ello respondiendo a la geometría política de la sociedad. Se habla así de sus limitaciones, errores y horrores, las formas de dominación que nacen a partir del periplo revolucionario de la Para Edgar Morin tal caos se refiere concretamente a la ‘idea de Europa’. Pero considero que esto bien puede ser trasladado a la actual condición humana. Ver E. Morin, Pensar Europa. La metamorfosis de Europa, Barcelona, Gedisa, 1988. 12
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modernidad, etc. Pero también para discutir en torno a cuál ha sido la verdadera revolución que ha dado mayor relevancia y trascendencia a los ideales de la modernidad. De este modo, si la Revolución Americana de 1776 y la Revolución Francesa de 1789 compiten por ese privilegiado lugar, la Revolución rusa de 1917 interviene y busca poner algo de orden en lo que ha querido ser una discusión aparentemente insustancial. En el fondo del asunto ninguna revolución deja de tener su modesta influencia. Ya sea la Revolución Mexicana, nicaragüense o alguna otra región del mundo que, por no haber ocurrido en las privilegiadas tierras de la civilización occidental, dejan de ser parte de una significativa trascendencia histórica. Dado que lo que heredan al mundo es un lenguaje que en particular que sobre todo tiene que ver con el modo de dominación que emerge de ellas, pero sobre todo con la importancia que le otorgan para su soberanía al problema de la reproducción material de sus respectivas sociedades. La más importante consigna de las revoluciones o movimientos anticoloniales e independistas es sacudirse a los bárbaros que la han dominado por siglos. El problema aquí no es el peso que se le atribuye a la interpretación de los hechos sino en qué medida los hechos se convierten en el paradigma o referente para superar los dilemas o disyuntivas concretas de una sociedad. En los cuales el lenguaje es cargado de indiscutible simbolismo que lo que anuncia es, entre otras muchas cosas, la voz de la conciencia que alcanza una sociedad.13 Voz que en sus respectivos pronunciamientos o retóricas lo que quiere es, a través de solucionar la profunda deuda que se tiene respecto a la cuestión Es la voz que se proyecta a través de la indignación que motiva la injusticia. Cf. B. Groethuysen, Filosofía de la Revolución Francesa, México, Fondo de Cultura Económica, 1993. 13
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social, conjugar las formas de acción y organización que surgen en la disputa por el espacio público y su democratización, afianzar los reclamos de la democracia política como fórmula ideal para negar o suprimir en la medida de lo posible las formas absurdas de la coerción y violencia política. La democracia no es entendida como simple recurso o ejercicio formal o institucional de la vida civil sino como práctica autogestiva que incluye a los aparatos del Estado y a la propia sociedad civil. Las revoluciones son el tal sentido la dialéctica de una experiencia humana en la que a la fase destructiva debe seguir la alegría espontanea de la belleza de la vida civil. Es, en todo caso, la experiencia vital del optimismo de la voluntad. Pero, si el Estado y el mercado son instituciones que nacen juntas como hermanas gemelas configurando de este modo los pródromos de la modernidad, lo que es a la fecha imposible que cada sociedad pueda realizar sus propios fines de manera autónoma e independiente. Si dejar de ser parte de una al parecer contradicción insuperable en la que se confrontan nuestros respectivos imaginarios de libertad, igualdad y solidaridad. La cuestión no está, entonces, en establecer cuáles son los límites del Infierno. Ya sea éste el mercado o el Estado. Sino en la capacidad de comprensión cómo dicha relación se ha desplegado históricamente produciendo una interminable cadena de contradicciones, conflictos y situaciones históricas en las cuales ni el Estado ni el mercado lograrían subsistir autónomamente al ser parte de un interesante y particular juego dialéctico que los conduce a fisionarse de un modo u otro. Pues lo que en el fondo de asunto lo que importa es mantener y reproducir un sistema de dominio y de poder que al parecer es por sí mismo insuperable e inmodificable. Al no permitir que en modo alguno que la contradicción histórica entre
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el capital y el trabajo se incline a favor de las clases subalternas o emergentes. A fin de cuentas, de eso trata la conciencia histórica desde un punto de vista socialista: establecer formas de acción revolucionaria cuya meta es suprimir las relaciones de producción capitalista.
Qué es y qué significa hoy la lucha contra el Terror Ninguna otra cosa más que evitar la reproducción de la barbarie capitalista y sin necesidad de suplantarla por otras formas de barbarie. De la liberación de los pueblos de la barbarie imperialista y colonialista a través de lo que lo que es para los ideólogos del capitalismo una economía dirigida, centralizada y planificada. Es decir, el jacobinismo como demonio de la centralización.14 Generando un sistema de poder que a la par de superar las lacerantes contradicciones del capitalismo se oriente a desarrollar una economía en la cual la riqueza socialmente disponible no alcance los grados y formas de violencia social y política hasta hoy históricamente conocidas. Es verdad que esto es una utopía y en eso radican los ideales de todo movimiento revolucionario: en plantear su posibilidad y viabilidad en términos de una coyuntura concreta. Es un proyecto que al encerrar un conjunto de ideales conjuga fuerzas sociales y políticas en torno al Eros del tiempo. Queriendo con ello materializarlos de la mejor forma posible en este único espacio que disponemos como especie humana: nuestro mundo. La lucha por el socialismo implica enfrentar a las fuerzas Ver P. Rosanvallon, El modelo político francés. La sociedad civil contra el jacobinismo, de 1789 a nuestros días, Buenos Aires, Siglo XXI. 14
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adversas del tiempo. Cuestión que no es tarea exclusiva de una vanguardia iluminada pero tal vez sí de hombres y mujeres que asumen la responsabilidad de emprender una iniciativa histórica en la que de nueva cuenta entra en juego la dialéctica entre las formas de organización que nacen al calor de esta lucha y la orientación que a parir de ella siguen las masas. Si en Estado y el mercado resultan ser una mancuerna dialéctica en la que cada componente de la misma mide su fuerza para alcanzar sus fines sin necesidad de eliminar a su contrario en la medida en que mutuamente se instrumentalizan y complementan, la querella de la libertad de los modernos no deja de ser un asunto de sofisticada retórica consistente en afirmar lo innecesario que es asumir inútiles o cuestionables prácticas jacobinas que se exponen como tales a través del afán de centralizar el poder político en manos de un hábil dictador o de una camarilla de revolucionarios. Llámese Comité de Salud Pública o Comité Central. Lo que no menciona es que una revolución triunfante o en vía de serlo está bajo el acecho de una innumerable cantidad de enemigos externos e internos. O que se le impone una catarata de sanciones de todo tipo incluyendo el bloqueo económico o la intervención militar directa. Los ejemplos históricos son de sobra conocidos. El más cercano a nosotros es Cuba y hoy Venezuela.
¿Qué es el socialismo? Nada más ni nada menos que una palabra inventada por Pierre Leroux en 1834.15 Misma que a lo largo de su breve historia ha adquirido diversos giros lingüísticos con15
Ibidem. p. 135.
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virtiéndola en otro concepto polivalente de la filosofía política. Que van desde su más abyecta satanización a su más noble instrumentalización en la medida de ser el fundamento de una particular forma de conducir los asuntos humanos orientados de tal manera de dar un poco de salud a la vida pública de una sociedad. Es a partir de esto cuando el Terror adquiere de nueva cuenta también sus propias expresiones y giros lingüísticos en cuanto que lo que se entiende es que la construcción de un nuevo tipo de poder sustentado en presupuestos socialistas, no disocian lo público de lo privado. Es decir, es simplemente para sus detractores un sistema de poder basado en el terror dejando para la historia una estela de víctimas que se cuentan por millones. El referente más emblemático de dicho régimen de poder es el Gulag soviético como emulación del gulag inglés del siglo XIX, cuando Inglaterra hizo de Australia la invención de esta particular forma de desechar lo que se considera es la escoria humana inadaptable a las formas de dominación establecidas en una sociedad. Es el espacio para la expulsión de los y las indeseables o de esa basura humana que no llego a pisar tierras americanas al encontrase tal vez infectada por la herencia jacobina. No se deja de insistir que tal vez en todo esto: ¡la culpa es de Rousseau!16 Pero más bien lo que existe es el miedo atávico a la revolución. El miedo al socialismo y al comunismo. Y si las cosas de este mundo han sido torcidas, es necesario encontrar algún culpable. Que, irónicamente y sin referirnos a las famosas tentaciones del fascismo y al recurso humillante del golpe de Estado, que liberales en su infaltable alianza con el conservadurismo pretenden pensar como Tocqueville y actuar como Robespierre.17 16 17
Ver J. Velázquez Delgado, op. cit. Cf. P. Rosanvallon, op. cit.
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En todo esto no es posible evitar decir que todo proceso revolucionario al igual que todo fenómeno político no deja de ser un verdadero atada de paradojas y contradicciones. Mostrando que no hay fórmula mágica que conduzca a una revolución al mejor de los mundos posibles. En particular por el enorme peso de la historia. Por lo general paradojas y contradicciones empiezan por los principales protagonistas de toda revolución. La famosa frase que reza diciendo que toda revolución devora a sus hijos es, hasta cierto punto cierta. Sin embargo, lo que a veces ocurre es que los revolucionarios viven más tiempo que sus acérrimos enemigos. Convirtiéndose de tal manera más que vulgares referentes del culto a la personalidad, en verdaderos iconos del tiempo. Proyectando eternas imágenes de inspiración revolucionarias a pesar de ser pensados por sus detractores como crueles dictadores. En todo caso qué consiste realmente el “mal francés” en la historia de la modernidad. En algo muy simple: en educar para la democracia en su sentido más profundo y moderno y como fundamento de una civilidad sustentada en la voluntad general. La paradoja de la Revolución Francesa de 1789 es, desde mi particular punto de vista, que en Francia existía, en efecto, aspiraciones republicanas, pero no una educación y tradición cívica y libertaria. En otras palabras, ahí no había ciudadanía alguna. Este fue y ha sido un fenómeno generalizado en todas partes del mundo en las que ocurrieron las más relevantes revoluciones de la modernidad. Partiendo de este modo las urgentes tareas revolucionarias de la necesidad de construir una ciudadanía acorde al tiempo y a los acontecimientos. En lo que era, sin duda, un tiempo más que hostil para tal fin. Esto fue de alguna manera el mismo reto que enfrentaros en otro plano del asunto, los bolcheviques bajo el fuego incendiario de la Revolu-
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ción rusa de 1917. Lo que existía en Francia eran inquietudes y voluntad revolucionaria pero no una ciudadanía que respondiera a los ideales republicanos modelados por la antigua República romana. Lo urgente era, de este modo, traducir la conciencia de las viejas virtudes republicanas a la praxis concreta de la vida civil. En Rusia la voluntad revolucionaria dependía de los combates de la lucha tenaz contra el zarismo y, posteriormente contra el régimen de Kerensky. La conciencia de clase fue, en efecto, algo que los dirigentes revolucionarios lograron inyectar en las masas. Un fenómeno en el que participaron miles de mujeres y hombres a través del combate y debate cotidiano durante calor de ese fuego incendiario. Algunos podrán dudar de esto último por ser algo muy debatible y cuestionable. Que se convierte en la verdadera tragedia de una experiencia que aparentemente termino en la nada. O al ser un golpe de Estado que, como lo señalo Antonio Gramsci, significo la más famosa utopía en contra de El Capital de Marx. Para otros, estos nunca faltan, es un fenómeno histórico que, por lo mismo, al ir en contra de la historia, la alteró irremediablemente. Sin embargo, en esto radica la verdad profunda y radical de los acontecimientos históricos: ser un fenómeno inédito que al preservar y proyectar su propia fuerza influye en la historia al otorgarle principios y elementos en la configuración de una nueva realidad y sentido de la misma. Al forjar de esta manera un imaginario y una mentalidad de la historia a través del cual lo que en verdad entra en juego es el carácter específico que asume la praxis en la historia de las sociedades humanas.
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El siglo corto de la historia. La lucha continúa De este modo el siglo corto de la historia reciente de la humanidad nace con ese inesperado giro de la historia referido a todo lo ocurrido en aquellos Díez días que conmovieron al mundo. Concluyendo para los fines de su comprensión en 1989 con la Caída del Muro de Berlín como lo que este fue: la fiesta de la contrarrevolución neoliberal. Algo que formó parte esencial en el gran juego ideológico y político que impuso el populismo de la derecha mediática a nivel global. Exponiendo de esta manera las formas de dominio que hoy tenemos. Al igual que Lenin afirmamos que la lucha de clases no ha terminado: sólo han cambiado sus formas y de acuerdo con la dinámica de la historia, sus agentes centrales. Lo que en este proceso se encuentra es el abandono de la dialéctica como método de comprensión histórica y como campo de reflexión para la acción revolucionaria. Si la dialéctica entre el tiempo largo y el tiempo corto que comprenden los siglos XIX y XX se asumen como un complejo proceso marcado por lo que aquí definimos como las oscilaciones entre la acción revolucionaria y la reacción conservadora, lo que entendemos es que una vez que nos referimos a dicha experiencia el tiempo corto del neoliberalismo se devela como una racionalidad que motiva el miedo a la revolución e incluso cambios mínimos a su modelo de dominación global. La paradoja es que estamos bajo un tiempo de intensa dinámica socializante la cual se quiere controlar reforzando al individualismo y la competencia económica a nivel global; pero sobre todo a través de la preservación eterna de la propiedad privada de los medios de producción en
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manos de particulares y de los grandes monopolios que controlan el mundo. Es bajo el tenor de tales oscilaciones históricas que nos es posible y necesario replantear el significado radical de la vieja consigna revolucionaria: socialismo o barbarie. Consigna que entre otras cosas conduce a preguntar por enésima vez en nuestra historia: cómo debemos pensar hoy la Revolución Francesa de 1789; la Revolución Francesa de 1848; la Revolución rusa de 1917 así como todo el periplo revolucionario mexicano a partir de la Revolución de Independencia de 1810. Pensar todos esos acontecimientos en los que supuestamente lo que subyace en el fondo de toda experiencia revolucionaria en el terror y la violencia que implica la consolidación de la legitimidad de un nuevo régimen político. Es en tal cuestión en donde se encuentra el mito fundador de los nuevos colectivos humanos apiñados en sus respectivos espacios geopolíticos, es decir, en el moderno Estado Nación. Estos dos siglos han sido, en efecto, el resultado de encarnizadas luchas fratricidas en las que cada fuerza social quiere otorgar un contenido específico al sentido de dicha colectividad a partir de lo que para algunos no deja de ser el patriotismo el producto más abyecto de la tiranía de la conciencia. En otro sentido del asunto es importante decir que el siglo XIX fue el triunfo del liberalismo sobre sus oponentes de acuerdo con el tríptico ideológico político de la modernidad; a esa geometría política que, al nacer durante los duros momentos de la Revolución Francesa de 1789, hoy al parecer que se desvanece al dejar de dividir a hombres y mujeres en izquierda, derecha y centro. Fue Max Weber quien por cierto nos recuerda que dicho siglo fue también la “jaula de hierro” para millones de hombres y mujeres aglutinados en las clases subalternas; pero sobre todo en aquellos
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que fueron objeto de la más abyecta barbarie y explotación humana: el esclavismo. Entre todas las cosas que se le achacan fueron inventadas durante dicha Revolución encontramos la invención moderna del mal. Señalando a Jean-Jacques Rousseau como su principal culpable. El denso debate que esto ha provocado abarca una amplia gama de pensadores quienes inevitablemente se avocan a repetir del famoso estribillo que Edmund Burke lanzó a esta Revolución. Lo que en todo caso se quiere evitar es magnificar al Estado. Sin embargo, lo que esto dio por resultado fue el abandono de la política y la magnificación de lo político. Otorgando un lugar central a la moral. Queriendo con ello fortalecer las supuestas bondades de la barbarie capitalista y el sistema de dominación que los diversos imperios modernos han ejercido sobre sus zonas de influencia. Por otro lado, la lucha actual no requiere del abandono de la dialéctica como lo que se quiere hacer de ella al ser señalada también como parte sustantiva del mal en estos duros siglos de lucha de clases al afirmar que ella es y representa el mal del alma humana. Razón por la cual se ha querido suprimir a la categoría de totalidad como categoría axial del materialismo histórico. Sustituyendo tanto a la dialéctica como a esa categoría a simples giros del lenguaje al recurrir a la categoría de globalización o mundialización sin ningún referente histórico o crítico. O bien, inventando categorías como la de rizoma como un aderezo que sólo complace a las menos exigentes mentalidades de nuestro tiempo. Al parecer lo que se quiere y en cierto modo se ha logrado es dejar de pensar y cuestionar al capitalismo y a los modos de dominio imperial y colonial que ha establecido a lo largo del siglo XX. Desconociendo de este modo al terror que
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ha ejercido y ejerce como vulgar práctica genocida ya sea con sus poderosos ejércitos o a través de la guerra que despliega a nivel global todas las formas de crimen organizado que conocemos. (17)
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LA POTENCIA DEL ACONTECIMIENTO: CUESTIONES DE TEORÍA Y POLÍTICA
“¡NO INSTRUYAMOS AL PUEBLO! ¡INCITÉMOSLO A LA REBELIÓN!” EL ANARQUISMO EN LA REVOLUCIÓN RUSA Alfredo García Galindo ¡Hay sed de tormenta en ese graznido! Fuerza de la ira, flama de la pasión y confianza en la victoria es todo lo que los nubarrones escuchan en este graznido. El canto del Albatros, Máximo Gorki
Introducción Hablar de la Revolución rusa es hacerlo de uno de los eventos de mayor trascendencia del siglo XX. Decirlo significa recurrir a uno de esos clichés de los que mejor justifican su correspondencia con la realidad. En efecto, los acontecimientos de principios de la centuria pasada en Rusia marcaron un hito, no sólo por lo que supuso como inicio de un proyecto que habría de marcar a buena parte del mundo, sino también por la serie de promesas y esperanzas que sigue inspirando entre muchos de aquellos que anhelan el fin de las tragedias que caracterizan a este nuestro mundo, tan sometido por los dictados del capital, de la mercantilización del vida y de la deshumanización de las relaciones humanas. En este texto recuperamos algunos elementos, evidencias y reflexiones que nos llevan a exponer el papel e importancia del anarquismo en los eventos de aquellos “días que estremecieron al mundo” (diría John Reed). Algunas de las líneas en las que nos ocuparemos para
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ello son las siguientes: 1. Que la participación de los anarquistas en los movimientos populares fue fundamental, siendo clave en las revoluciones de 1905 y 1917, así como en el destino de la guerra civil en 1920-21, no obstante que hayan mostrado también una fuerte falta de coherencia y unidad de tal modo que ello impidió un mayor éxito a la hora de presentarse como una opción revolucionaria que fuera base para un proyecto nacional consistente. 2. Que los anarquistas han sido ignorados por buena parte de la historiografía que se ocupa de la Revolución pese a que sus contingentes fueron punta de lanza para el derrumbe del incipiente capitalismo ruso y del Estado zarista. 3. Que Lenin y los bolcheviques llevaron una relación en extremo pragmática con los anarquistas, a los cuales utilizaron como aliados en diversos momentos que necesitaron de su músculo revolucionario, para después liquidarlos una vez obtenido el control definitivo del poder. En suma, este trabajo expone que es justo reconocer el sacrificio al que estuvieron dispuestos estos contingentes revolucionarios quienes, con su planteamiento a menudo violento e intransigente en su movilización social, expresaron el grado de sufrimiento al que el pueblo ruso había llegado y la urgencia que tenía este mismo pueblo por desembarazarse de la opresión; es decir, aquella ejecutada por la confluencia de un poder despótico y de una burguesía nacional que no por ser apenas embrionaria era menos explotadora que la existente por aquellos días en la mayor parte de los sectores obreros de otras latitudes.
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Hacia la Revolución La Revolución rusa muestra la confluencia de múltiples descontentos para los cuales el factor común que los impulsó fue el despotismo absoluto e inflexible de Nicolás II. Casi ninguna de las clases, identidades y grupos políticos del variopinto pueblo ruso escaparon del hartazgo generándose así un caldo de cultivo conveniente para el surgimiento de cientos de clubes populares y revolucionarios. No obstante, eso no significó que, en el caso del sector obrero, hubiera necesariamente una consistencia ideológica, ya no digamos respecto al anarquismo, sino a menudo con relación a muchas de las diversas opciones revolucionarias que se presentaron: socialdemócratas, marxistas, comunistas, socialrevolucionarios, socialistas, etcétera. En buena medida esa ambivalencia entre los sectores trabajadores expresaba una incongruencia identitaria en los términos de una sociedad fabril que aun no dejaba de ser fuertemente rural. Lo plantea Paul Avrich en los siguientes términos: Los obreros de las fábricas estaban afectados por una crisis de identidad. Se sentían empujados en dos direcciones, una que les devolvía a sus pueblos tradicionales, otra que les introducía en un mundo nuevo y extraño que estaba más allá de su comprensión. A comienzos del nuevo siglo, una gran mayoría de los trabajadores de fábricas –especialmente de la industria textil del centro y el norte de Rusia– todavía estaban clasificados legalmente como campesinos.1
P. Avrich, Los anarquistas rusos, Madrid, Alianza Editorial, 1974, p. 18. 1
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Se trataba así de una especie de alegoría del Imperio Ruso en cuanto al abigarramiento propio de su posición geográfica y de su enorme extensión territorial; ello lo convertía en hogar de la mayor parte de las identidades nacionales, laborales, de clase, religiosas, ideológicas y políticas, existentes en el norte euroasiático. Estas complejidades identitarias habían sido un enorme reto para la gobernabilidad al cual tuvieron que hacer frente dinastías enteras del zarismo, incluyendo a la que había gobernado en los últimos tres siglos, es decir, la Romanov de Nicolás II. Esto fue lo que hizo considerar al emperador que era urgente una rusificación de tan descomunal territorio para fortalecer un nacionalismo imperial que solo contingentemente había existido. Sin embargo, la medicina resultó aun más dañina pues promover la lealtad forzada a la Corona y a las instituciones reales, así como impulsar al ruso como idioma obligatorio, fomentó el descontento nacionalista de regiones enteras. El contexto se complicó aun más con la oposición de cientos de comunidades, como fue el caso de las que practicaban el judaísmo en un imperio bendecido por la Iglesia Ortodoxa. De hecho, es importante percibir la concurrencia en las décadas previas al triunfo de la revolución de 1917 del anarquismo radical con el judaísmo y el nacionalismo local de miles de sus simpatizantes. No se puede, evidentemente, encajonar a todos los anarquistas bajo un único signo de posturas frente a la realidad, sin embargo, podemos esbozar algunas generalidades acerca del prisma con el que muchos de ellos miraban a un mundo bajo estas características, en particular si asumimos que en el momento del estallido de la Revolución de octubre, el 80 por ciento de la población del Imperio Ruso estaba integrado por campesinos que sobrevivían enfrentando una multiplicidad de penurias
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que eran incomprensibles para la joven burguesía industrial, para los nobles latifundistas y, sobre todo, para la corte y todos sus altos funcionarios. Para buena parte de los anarquistas, la emancipación significaba volver a épocas previas definidas por una vida simple y alejada del control político real y de las grandes transformaciones técnicas que estaban convirtiendo al ser humano en una pieza más de la fábrica. Se aspiraba así a recuperar los vínculos de la vida agrícola comunal y artesanal, de las comunidades coordinadas por la fe en la disposición del ser humano a la solidaridad y al apoyo mutuo sin leyes ni opresores, lo cual podía tener arraigo, según su perspectiva, en las ciudades a partir de la capacidad autogestiva de los obreros y de los habitantes de los barrios.2 Desde luego, no se trató de una postura ideológica que haya surgido en forma espontánea pues, entre otras cosas, los planteamientos libertarios ya tenían una importante tradición que había corrido en gran parte a cargo de Mijail Bakunin. Este había mostrado tal energía en su activismo que su recuerdo había despertado el ánimo de numerosos revolucionarios, entre ellos los estudiantes, quienes en adelante se inmiscuirían constantemente en el radicalismo militante afinando sus posturas a partir de otras influencias intelectuales como la de Piotr Kropotkin. La originalidad de “El Príncipe” Kropotkin estribaLas dos grandes ramas del anarquismo en Rusia fueron el anarcocomunismo y el anarcosindicalismo. A grandes rasgos, el primero aspiraba a recuperar las asambleas populares del pasado y pretendía una sociedad amplia y diversa en la que tuvieran un papel primordial las comunas agrícolas y las cooperativas artesanales. El anarcosindicalismo se caracterizaba por estar influido por el sindicalismo francés y buscaba que los sindicatos fueran la punta de lanza de la pedagogía ideológica y de lucha económica para crear las células de la futura sociedad de trabajadores. 2
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ba en que a diferencia de las interpretaciones convencionales que se hacían de Marx o Darwin, él no consideraba al conflicto como el fundamento del proceso histórico sino a la ayuda mutua y la solidaridad, cosa que empataba mejor con tradiciones comunitarias arraigadas por siglos en muchas partes del imperio.3 Todo ello tuvo un efecto de atracción hacia las filas del anarquismo pese a que no existiera una concreción programática que integrara tal diversidad de descontentos. Este era el ambiente general en el momento de la explosión de los conflictos en el primer lustro del siglo XX.4 El Domingo Sangriento fue un parteaguas trágico para un movimiento social que, si bien su base fundamental era obrera y campesina, estaba también integrado por una importante diversidad de contingentes cuyas exigencias identificadas en esa jornada de enero de 1905 hablan del número de oprobios que el pueblo ruso venía sufriendo: jornada laboral de ocho horas, mejoras salariales, fin a la guerra con Japón, la convocatoria a una asamblea constituyente, legalización de los sindicatos, reconocimiento de derechos civiles hasta entonces igKropotkin escribe en La moral anarquista: “A pesar de los vulgarizadores de Darwin, ignorando en él todo lo que no sacó de Malthus, el sentimiento de solidaridad es el rasgo predominante de la existencia de todos los animales que viven en sociedad (…). En toda sociedad animal la solidaridad es una ley (un hecho general) de la naturaleza, infinitamente más importante que esa lucha por la existencia, cuya virtud nos cantan los burgueses en todos los tonos, a fin de mejor embrutecernos.” P. Kropotkin, La moral anarquista y otros escritos, Buenos Aires, Libros de Anarres, Colección Utopía Libertaria, 2008, pp. 32 y 33). 4 En 1901, Máximo Gorki publicó el poema “El canto del albatros”, el cual se convirtió desde entonces en un himno de lucha para millones de habitantes, ávidos de un cambio radical frente a las condiciones de miseria y opresión en la que languidecían en la Rusia de Nicolás II. 3
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norados, etcétera. La terrible represión ejecutada por la guardia imperial del Zar repercutió en la propagación de un movimiento que llevaba varios años de estarse ejercitando con huelgas, motines y rebeliones. Avrich indica así que “El estallido de ira popular que había provocado el Domingo sangriento dio un poderoso impulso al incipiente movimiento radical ruso. Durante la Revolución de 1905, como señalaba un combatiente destacado de la lucha en Bialystok, Iuda Roschin, los grupos anarquistas ‘surgieron como los hongos después de la lluvia’”5 Esto implicó a su vez un impulso al anarquismo, el cual se vio fortalecido con los disidentes de otras corrientes revolucionarias quienes comenzaron a considerar con mayor seriedad el pragmatismo elemental que mostraba al pugnar por la destrucción sin mediaciones del capitalismo y del Estado; de ahí que también muchos de esos activistas escalaran su radicalismo hasta llegar a la convicción de que sólo la violencia ofrecía garantía de éxito para las exigencias del pueblo. Fue ese el escenario en el que surgirían numerosos colectivos radicales como Chornoe Znamia (Bandera Negra) o Beznachalie (Sin autoridad); para sus integrantes “cada acto de violencia, por muy insensato y carente de sentido que pudiese parecer al público en general, tenía el mérito de estimular la capacidad del gran populacho para vengarse de sus torturadores. No necesitaban un motivo especial para colocar una bomba o un teatro en un restaurante; bastaba con saber que a esos sitios no iban más que los ciudadanos prósperos”.6 El impulso de estos exaltados militantes llevó a una respuesta despiadada del Zar quien no reparó en ordenar cuantos juicios sumarios fueran necesarios 5 6
P. Avrich, Op. Cit., p. 50. P. Avrich, Op.Cit., p. 56.
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para aniquilarlos. Aunque al final lo que ocurriría durante muchos meses sería un círculo vicioso que hacía competir en extremismo a la violencia de los terroristas anarquistas con la violencia de los métodos represivos del emperador (exilios, ejecuciones, prisión, destierros). Claro, todo ello a despecho de muchos otros anarquistas para quienes el terrorismo era contraproducente, o de otros que explicaban que los atentados solo eran justificables como último recurso. En fin que estos rasgos se presentaron como contraste de uno de los fundamentos del anarquismo, es decir, la fe en la bondad natural del ser humano, lo cual volvía aceptable el rechazo a los enredos de la razón abstracta en la que, según la percepción de muchos anarquistas, se perdían otros planteamientos revolucionarios como el marxismo.7 En cualquier caso, el movimiento menguaría algunos años de la mano no sólo de la represión ordenada por Nicolás II sino también de algunas concesiones parlamentarias a las que estuvo dispuesto el emperador (al menos en el papel y durante cierto tiempo) las cuales suavizaron la crítica de diversos sectores (sobre todo de la pequeña burguesía) y hasta por algunas mejoras laborales en las industrias y en el campo que llevaron a muchos trabajadores a brindar un último voto de confianza a sus patrones. Esto a la par de que la Revolución de 1905 también había tenido otro efecto, que fue el de que buena parte de los habitantes, en particular de la zona de Ucrania, se inspiraron para buscar otro sentido en las
De hecho, el título de este trabajo se inspira en una frase de Bakunin: “No debemos enseñar al pueblo, sino incitarle a la rebelión”; algo cercano a la convicción de Kropotkin de que el papel del intelectual no debía ser el de ordenar al pueblo sino ayudarle a prepararse a su emancipación. 7
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condiciones de introspección forzada que la represión había provocado. Al respecto, Anatol Gorelik señala que …existen bastantes datos, confiscados, sobre la sed de saber, la pasión por alcanzar el sentido de la vida en general y social en particular, que hubo en las masas en los años que siguieron a la revolución de 1905. La obra y los informes de varias instituciones transmitían el saber y la cultura en el pueblo, tarea que fue sumamente limitada por el Poder; revistas que popularizaban las ciencias y el arte para que fueran comprensibles para las masas; miles, decenas de miles, de círculos de autodidactas, de desarrollo personal, en los ámbitos de la ciencia, de la literatura, del teatro, etc., irradiaron en todo el país. (…) Las instituciones culturales, pedagógicas, deportivas y otras, que se habían desarrollado hasta la revolución, se pusieron a trabajar. (…) Centenas de guarderías y escuelas se crearon en toda Rusia. La revolución en el ámbito escolar, como los planos políticos y económicos de la vida rusa, fue llevada a cabo por las mismas masas, por iniciativa propia y con sus medios. (…) No bastaban las fuerzas intelectuales para satisfacer todas las preguntas del pueblo.8
En cualquier caso, tendría que llegar el estallido de la Primera Guerra Mundial para que la agitación y las tensiones en el imperio volvieran con toda fuerza, en particular por el tema del sacrificio que en poco tiempo el enfrentamiento significó para la dolida nación. Curiosamente, el anarquismo ruso no mantendría una posición unitaria al respecto porque la interpretación de A. Gorelik, El anarquismo en la Revolución rusa, Buenos Aires, Libros de Anarres, Colección Utopía Libertaria, 2007, pp. 173 y 174. 8
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los acontecimientos y sus circunstancias eran tomados desde distintas perspectivas, así, mientras el prestigiado Kropotkin se definía de acuerdo en que Rusia debía colaborar en derrotar al imperialismo alemán como la gran amenaza común, muchos otros anarquistas, quizás la mayoría, se afirmaban antipatriotas y antimilitaristas pues eran consecuentes con su rechazo a toda separación del ser humano entre naciones y por fronteras.
1917 En este ambiente de inconsistencias llegaría el año de 1917 no solo para determinar el retiro de Rusia de la Gran Guerra sino también para actualizar el papel del anarquismo en los eventos revolucionarios al interior del imperio. Para el caso de la llamada “Revolución de febrero”, se sabe que se trató de un movimiento apartidista y muy elemental en lo que se refiere a sus exigencias pues la consignas fundamentales se reducían a la lucha por pan y fin a la participación en la guerra. El regreso de los contingentes a las calles en muchas partes del imperio fomentó que el anarquismo tomara presencia en San Petersburgo (Petrogrado) y que se diera la primera alianza con los bolcheviques debido, entre otras cosas, a que en opinión de muchos anarquistas, e incluso comunistas, Lenin había decidido adoptar una postura revolucionaria coincidente con los planteos anarquistas o de plano había rechazado al marxismo. Lo anterior puede verse en Las Tesis de Abril con las cuales Lenin causó zozobra entre los marxistas ortodoxos y entre muchos de sus camaradas, pues además de no hacer referencia a la necesidad de una asamblea constituyente, habló de la urgencia de sustituir sin con-
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cesiones al gobierno de Kerensky con una república de soviets obreros, al ejército y la policía por una milicia popular e incluso omitía referencias al marxismo. Las suspicacias llegaron al grado de que el riguroso marxista Iosif Petrovich Goldenberg (Meshkovsky) se haya referido en los siguientes términos: “Lenin se ha convertido ahora en un candidato para un trono europeo que ha permanecido vacante durante treinta años –¡el trono de Bakunin!–. Las nuevas fórmulas de Lenin recuerdan algo ya viejo, las verdades desahuciadas del anarquismo primitivo”.9 De hecho, la percepción no fue algo aislado en unos cuantos; con cierto optimismo, dentro del propio bando anarquista hubo señalamientos coincidentes con esa postura. Como el propio Paul Avrich agrega, “Incluso algún dirigente anarcosindicalista que volvió a Petrogrado en el verano de 1917 llegó a convencerse de que lo que Lenin pretendía era establecer el anarquismo y ‘acabar con el estado’ en el momento en que se adueñase de él”.10 Lenin habría de volver a posiciones semejantes al dar a conocer El Estado y la Revolución en agosto-septiembre del mismo año de 1917. Si bien en ese texto en términos concretos explica la polémica con el anarquismo en cuanto al rechazo de estos últimos a las formas políticas que debe asumir el Estado —pues como buen seguidor de Engels, Lenin afirmaba al mismo como una instancia transitoria que sólo gradualmente debía ser liCitado en P. Avrich, Op. Cit., p. 132. Goldenberg contaba con el reconocimiento del partido bolchevique del cual fue un reconocido y culto orador. Durante su vida sufrió exilio y prisión; fue constantemente seleccionado para el comité central y miembro de la facción del partido en la Duma. Lenin profesaba por él un gran respeto. Murió en el año de 1922. S. Kanatchikov, A radical worker in Tsarist Russia, California, Stanford University Press, 1986, p. 381. 10 P. Avrich, Ibid., p. 133. 9
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quidada, en contraste con la exigencia inmediata de abolición del Estado de los anarquistas– se refiere a diversos aspectos con los que los anarquistas no podrían discrepar: la necesidad del sistema de soviets fundamentado en la Comuna de París; convocar al pueblo y a los campesinos a organizarse en comunas; poner a los ferrocarriles en manos de la sociedad y afirmar que el Estado en última instancia será completamente ocioso, utilizando para ello una retórica que causaba buena impresión en el bando anarquista. Lenin escribió: …lo único que ha pasado a ser verdadero patrimonio del pensamiento socialista, en los partidos socialistas actuales, es la tesis de que el Estado, según Marx, “se extingue”, a diferencia de la doctrina anarquista de la “abolición” del Estado. Truncar así el marxismo equivale a reducirlo al oportunismo, pues con esta “interpretación” no queda en pie más que una noción confusa de un cambio lento, paulatino, gradual, sin sobresaltos ni tormentas, sin revoluciones. Hablar de la “extinción” del Estado, en el sentido corriente, generalizado, de masas, si cabe decirlo así, equivale indudablemente a esfumar, si no a negar, la revolución. (…) En realidad Engels habla aquí de la “destrucción” del Estado de la burguesía por la revolución proletaria, mientras que las palabras relativas a la extinción del Estado se refieren a los restos del Estado proletario después de la revolución socialista. El Estado burgués no se “extingue” según Engels, sino que “es destruido” por el proletariado en la revolución. El que se extingue, después de esta Revolución, es el Estado o semi–estado proletario.11 V. I. Lenin, Obras escogidas, Moscú, Editorial Progreso, 1966, pp. 306 y 307. 11
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Puede suponerse a partir de frases como esta, que Lenin establecía una banda de subjetividad discursiva suficientemente amplia que, si bien causaba resquemores en los más puristas seguidores del marxismo, al mismo tiempo atraía las simpatías de los anarquistas más flexibles. En cualquier caso, y más allá de lo que Lenin estuviera urdiendo, las prácticas autonomistas y autogestivas continuaban con fuerte dinamismo en muchas zonas del territorio ruso –en particular en el sur–, lo cual nos da una idea del escenario intelectual heterogéneo que sumaba a diversas lógicas organizativas (incluyendo a las de muchas comunidades religiosas) que se presentaban como compatibles con los planteamientos anarquistas. Lo registra de nuevo Gorelik: La influencia más honda y más vigorosa sobre las masas, en su inclinación hacia las tendencias comunistas y cooperativistas en la organización económica de la sociedad nueva, la ejercieron las convivencias comunistas de tolstoianos y de diferentes sectas y hermandades religiosas y el movimiento cooperativista que, ya en tiempo de guerra, contaba en sus filas con más de 12.000.000 de almas. Y la propaganda de los anarquistas, los únicos que en 1917 propagaban en Rusia el concepto de reorganización económica, encontró un campo fértil hasta tal punto que la idea del comunismo anarquista se convirtió, en poco tiempo, en la idea más popular del pueblo ruso, relegando todas las ideas estatales de los partidos políticos, incluso el socialismo marxista, a un desconocimiento completo.12
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A. Gorelik, Op. Cit., p. 34.
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A la par de estos encuentros más o menos afortunados entre el bolchevismo y los anarquistas, desde la Revolución de febrero venían funcionando los comités de fábrica bajo un esquema congruente con la línea autogestiva que planteaba el anarcosindicalismo. Para muchos de sus defensores, los comités de fábrica, junto con los soviets y los sindicatos, eran una expresión moderna de la inclinación natural del ser humano a la ayuda mutua, contenida en los consejos tribales y en las asambleas populares primitivas e incluso compatible a su vez con la doctrina marxista de la lucha de clases. Los comités fueron instrumentalizados por los bolcheviques para afianzarse en el poder pues al expresar sus simpatías con el adagio del “control obrero” se facilitaron el apoyo de los contingentes fabriles libertarios que tanto aspiraban a tener en sus manos (o, al menos así considerarlo) el destino no sólo de la producción sino de su propia existencia como obreros. Aunque las dificultades frente a ello serían diversas pues si bien muchos de los trabajadores tenían nociones claras de sus funciones y tareas, se enfrentarían a problemas como la escasez de materias primas y la ausencia de directores y técnicos especializados. El caso es que a la par de su papel relevante como trabajadores de la industria, los anarquistas que colaboraron con Lenin implicaron un respaldo vigoroso incluso en lo organizativo y en el activismo; a esto se refiere Gorelik cuando reporta que “Durante el golpe de octubre, una manifestación de 80,000 personas fue organizada, encabezada por la Federación Anarquista de Ekaterinoslav y de la fábrica de Briansk, con banderas negras desplegadas”.13 Al final, como se sabe, el levantamiento del general Kornílov llevó a que Kerensky solicitara el auxi13
A. Gorelik, Op. Cit., p. 107.
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lio de todas las fuerzas revolucionarias para defender al gobierno provisional con lo cual, irónicamente, selló su destino, pues al distribuir armas y pertrechos a los bolcheviques y sus aliados (entre ellos, los anarquistas) el siguiente paso de Trotsky y Lenin sería tomar el poder haciendo a un lado al propio Kerensky. De hecho, las escenas rodadas en 1928 en el filme Octubre de Serguei Eisenstein, en las que se muestra a una marea de soldados rojos tomando heroicamente el Palacio de Invierno, deja de lado que en realidad se trató de una jornada llena de anécdotas impresentables porque los asaltantes no sólo no encontraron resistencia sino se dedicaron al pillaje de obras de arte, muebles y enseres del palacio y a la embriaguez con la enorme colección de vinos del zar que aun seguía en las bodegas. Igualmente se omite que entre esos asaltantes del palacio había cientos de aliados anarquistas y de otras filiaciones ideológicas. Obtenido el control, Lenin se ocuparía en centralizar el poder lo que supuso un fuerte desencanto de sus aliados de ocasión pues en vez de proceder con los ofrecimientos realizados tomó una serie de decisiones que dieron cuenta del matiz real que adoptaría el régimen bolchevique: los comités de fábrica, tan preciados por los anarcosindicalistas como expresión de su concepto de la emancipación, fueron convertidos en células sindicales; nacionalización de la tierra en vez de convertirla en comunas rurales; la creación en diciembre de la Cheka y nacionalización de la banca, entre otras medidas.14 Como era de esperarse, los anarquistas en general manifestaron su oposición al giro en la postura bolEl controvertido Tratado Brest-Litovsk, que permitió la paz con Alemania, fue recibido con una diversidad de pareceres entre las huestes anarquistas, en correspondencia con la postura igualmente atomizada que habían tenido ante la guerra. 14
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chevique, pues en su opinión, lo que estaba ocurriendo era la imposición de un capitalismo de Estado en donde debía estar el socialismo proletario. El propio Lenin diría que el caos económico obligaba al abandono de los principios de la Comuna de París que habían sido las directrices fundamentales de las Tesis de Abril y de El Estado y la Revolución. En todo caso, esto marcó el destino de cientos de los más visibles activistas que de inmediato levantaron las voces más categóricas y discordantes. Desde luego, Lenin no podía proceder sin más, cuestionando así su autoridad moral y cubriéndose con la imagen de traidor –no sólo frente a los anarquistas, sino igualmente ante los ojos de muchos otros actores y revolucionarios–, por ello hizo claro que su intención no era perseguir a anarquistas genuinos (“ideológicos” decía él) sino a “delincuentes y terroristas”. La noción del despropósito y el grado de ofensa que los anarquistas más comprometidos experimentaron ante las nuevas condiciones fue plasmado en forma hilarante por la Federación Anarquista de Briansk, la cual publicó que el Estado bolchevique se había convertido “En una especie de máquina asombrosa, una red poderosísima que actúa como los jueces, resuelve los problemas de las escuelas y hace salchichas, construye casas y recolecta los impuestos, dirige a la policía y cocina la sopa, extrae carbón y permite que los hombres agonicen en las cárceles, organiza tropas y remienda los vestidos…”.15
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Citado en P. Avrich, Op. Cit., p. 195.
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Guerra Civil y caída El estallido de la Guerra Civil en 1918 daría cuenta de nuevo de la necesidad que los bolcheviques tenían de apoyo de todos los frentes revolucionarios posibles, así, la mayor parte de los anarquistas, pese al mal trago sufrido, renovaron su alianza con Lenin y Trotsky para hacer frente al Ejército Blanco. De tal magnitud sería conveniente el auxilio prestado por los contingentes libertarios que Lenin, además de tener “mucho interés en conseguir la adhesión de ‘los mejores de los anarquistas’”,16 llegó a reconocer el gran soporte en que se habían convertido los anarquistas, particularmente para el año de 1919. Incluso, muchos anarquistas terminarían por aceptar puestos o encargos del gobierno: Alexander “Sascha” Shapiro, Hermann B. Sandomirskii, Alexey Borovoy, Nikolai Rogdaev, Apollon Karelin, Bill Shátov entre otros. De cualquier manera, estas circunstancias implicaron un enorme conflicto interno para el anarquismo ruso pues las invectivas hacia quienes colaboraron con los planes y estrategias de Lenin y los suyos estuvieron a la orden del día, de tal manera que los términos “anarco-soviéticos” y “anarco-bolcheviques” se instauraron como signo de ese desacuerdo.17 Así lo consignó Víctor Serge al señalar V. Serge, Memorias de un revolucionario, Madrid, Veintisiete Letras, 2011, p. 139. 17 Gorelik denunció que “en lugar de contribuir teórica y prácticamente a los problemas de la construcción económica del país sobre una base antiestatal; en lugar de estar con las masas prosiguiendo la obra anarquista y responder con enfoque anarquista a las preguntas angustiosas de las masas obreras y campesinas sobre la posibilidad de una nueva forma de relaciones sociales y de prácticas que suponían, numerosos anarquistas, en particular los ‘intelectuales anarquistas’, tomaron resueltamente la defensa de la ‘táctica’ de los bolcheviques, considerando su presencia en el poder como in16
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que “los anarquistas se habían subdividido caóticamente en tendencias prosoviéticas, intermedias y antisoviéticas. En 1919, estos últimos, en plena sesión del comité comunista de Moscú, habían lanzado una bomba que produjo unas quince víctimas”.18 En ese ambiente, quizás el caso más emblemático de alternancia entre colaboración y enfrentamiento fue el de Nestor Ivanovich Majnó, líder social y guerrillero quien en Ucrania encarnó con todas sus letras el espíritu indomable de un anarquismo que condensaba las incompatibilidades históricas, nacionalistas y religiosas con la Gran Rusia. En esa región las comunas anarquistas habían existido particularmente en Guliái-Pole bajo los principios planteados por Kropotkin. El Consejo Regional de Campesinos, Obreros e Insurgentes, entre otras actividades y cometidos de amplio alcance, asignaba tierra, ganado e implementos agrícolas a los habitantes. La primera de esas comunas había sido denominada Rosa Luxemburgo. Lenin solicitó el auxilio de Majnó cuando le fue necesario. La gesta heroica del ucraniano fue de enorme valía, destacando su papel para hacer frente a los ataques, primero del comandante Anton Denikin y después del barón Piotr Wrangler. No obstante, los bolcheviques nunca pudieron hacer a un lado sus resquemores por el enorme aprecio que las milicias de Majnó tenían a su libertad y autonomía y por la enorme atracción que despertaba este ejército entre los campesinos ucranianos. El resultado de esta ambivalencia se observa en el contraste entre el ofrecimiento que en su momento llegaron a considerar los bolcheviques y lo que finalmente decidieron. evitable, y llamando a los anarquistas de la base a un trabajo ‘creador’ con los bolcheviques”. A.Gorelik, Op. Cit., p. 104. 18 V. Serge, Ibid., p. 155.
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Lo refiere nuevamente Serge cuando explica que “Trotsky habría de relatar más tarde, demasiado tarde (en 1938, creo…) que Lenin y él mismo pensaron reconocer a los campesinos anarquistas de Ucrania un territorio autónomo. Hubiera sido equitativo, hábil, y tal vez esa amplitud de puntos de vista hubiera ahorrado a la revolución la tragedia hacia la que nos encaminábamos”.19 Más allá de lo reparos que Lenin pudo haber tenido, la suerte de Majnó y los suyos fue emblemática del destino que esperaba al anarquismo ruso en general. A sólo unos días de haberse logrado la victoria en la Guerra Civil, Lenin ordenó el aniquilamiento del ejército majnovista; lo demuestra el juicio sumario a mil de sus oficiales a fines de noviembre de 1920, del cual el propio Majnó alcanzó a escapar para en adelante organizar una resistencia de guerrillas que terminarían por disiparse en los años venideros. Para el año de 1921 correspondería la persecución de los anarquistas del resto de la Rusia bolchevique. Como había ocurrido cuatro años antes, serían asesinados, enjuiciados, perseguidos, encarcelados y sus periódicos e imprentas, cerrados. De poco sirvieron las objeciones y solicitudes de clemencia de personajes como Emma Goldman y Kropotkin a favor de sus correligionarios. De hecho, sólo el prestigio y autoridad moral de este último permitió que las pompas fúnebres por su fallecimiento (ocurrido en febrero de ese mismo año) fueran seguidas por una muchedumbre de miles de personas que no fue importunada por la Cheka en su camino al cementerio, como si se tratara de una última concesión. Aún así, esto no impidió que en marzo Trotsky ordenara el aplastamiento de la rebelión de Krondstadt, ciudad que se había alzado contra el régimen bolchevique. 19
V. Serge, Op. Cit., p. 156.
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Fundamentalmente eran anarquistas no sólo los marinos sublevados, sino también las autoridades locales, gran parte de la población y, desde luego, todo el proyecto autonómico al que se aspiraba en ese puerto fortificado y base naval. La dirección de todos estos acontecimientos hace que Anatol Gorelik nos asegure que la participación de los anarquistas en la Guerra Civil fue determinante para el desenlace de la misma: Cerca de Petrogrado lucharon al lado de los obreros y los kronstadianos; contra Kaledin hubo anarquistas que dirigieron un destacamento de kronstadianos; el grupo de Cherniakov en el Donbas, los Briantsy en Ekaterinoslav, y una multitud de otros destacamentos anarquistas combatieron contra los “blancos”. Por supuesto no sólo destacamentos anarquistas, pero aquí indico sobre todos éstos, dado que hablo de su participación y de su papel determinante en la derrota de los “blancos”.20
Puede decirse entonces que la insurgencia de los majnovistas y los insurrectos de Krondstadt son los casos simbólicos y paradigmáticos que ilustran el papel y el destino del anarquismo en Rusia a partir de su dramático maridaje con quienes fueron sus aliados y verdugos al mismo tiempo: los bolcheviques. Se trata de un llamado para hacer justicia a quienes sacrificaron sus vidas por una causa común que al final fue, muy probablemente, la epopeya social más relevante del siglo XX. Así lo afirma Gorelik quien lo expresa en los siguientes términos: “Dos hechos descollantes hay en la Revolución rusa que los anarquistas tenemos el deber 20
A. Gorelik, Op. Cit., p. 104.
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de esclarecer y de reivindicar contra la difamación y las calumnias sistemáticas del gobierno ruso: el movimiento anarquista de Ucrania y la insurrección de Kronstadt. Esos dos hechos constituyen la más formidable de las requisitorias contra el bolcheviquismo y la táctica autoritaria de la revolución”.21 La sentencia que complementa esta nota de Anatol Gorelik corre a cargo de Paul Avrich quien expresa que en lo que se refiere al bando contrario, “La hazaña bolchevique no reside en la realización de la Revolución, sino en su habilidad para frenarla y orientarla por los canales comunistas o, cómo iba a escribir Maksímov veinte años más tarde, en ajustarla al ‘lecho de Procusto’ del marxismo. La extraordinaria realización de los bolcheviques reside en su capacidad para reprimir el impulso elemental de las masas rusas hacia una utopía caótica”.22 En el caso específico de Krondstadt, Gorelik expresa algunas observaciones que más allá de su cariz romántico confirman diversos elementos corroborados por otras evidencias documentales: Kronstadt fue una segunda Comuna de París, donde se apagaron las mayores esperanzas y las últimas expectativas del pueblo. Por Kronstadt, estaban todos los trabajadores y campesinos revolucionarios de Rusia. Y las exigencias que fueron expresadas allí el 1 de marzo eran las que circulaban de modo apagado en la inmensa Rusia, del mar Blanco a las montañas del Cáucaso, desde Vladivostok hasta la frontera occidental. La insurrección de Kronstadt, provocada por una pandilla de charlatanes y políticos, encabezada por 21 22
A. Gorelik, Op. Cit., p. 59. P. Avrich, Op. Cit., p. 174.
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Lenin y Trotsky, fue aplastada sin piedad. Pero los 900 fusilados de Kronstadt, y cuantos fueron diezmados en los regimientos por negarse a ir al asalto de la ciudadela, abrieron, con su muerte heroica, los ojos al proletariado mundial y destruyeron dos fábulas: la primera, fraguada por el Partido Comunista, es que todos los obreros y campesinos y luego los soldados rojos y los marineros, sostenían a los bolcheviques-comunistas.23
Se grababa así el epitafio para el anarquismo en Rusia. Si muchos de sus convencidos sobrevivieron fue porque se vieron obligados a abandonar oficialmente su adscripción ideológica, porque prometieron formalmente (y lo cumplieron) no importunar al régimen, o bien, porque simplemente fueron expulsados o enviados a un exilio del que nunca volverían.24 Desde luego, muchos más morirían en la cárcel o serían fusilados al ser acusados de bandidos o por haberse fugado de prisión. Para fines de esa década, Stalin se hizo a la idea de terminar la tarea de una vez por todas de eliminar todo elemento “antirrevolucionario”; así, el último vestigio simbólico y real de la utopía anarquista en Rusia que permaneció por algún tiempo más, fue el Museo Kropotkin, el cual finalmente fue desmantelado en 1938 al fallecer la viuda del más grande anarco-comunista de la historia. En suma, quizás pueda hacerse –más allá de la epopeya militar o del activismo social y político que en concreto escenificaron– una reflexión anímica en torno a lo que como idealistas irreductibles los anarquistas anA. Gorelik, Ibid., pp. 124 y 125. A fines de 1921 serían expulsados de Rusia los siguientes destacados anarquistas: Vsévolod Eichenbaum “Volin”, Efim Yarchuk, Grégori Maksímov, Mark Mrachny, Alexander Feodorov, Mijaíl Mijáilov, Feldman, Yudin, Vorobiev y el propio Anatol Gorelik. 23 24
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helaron; sobre ese apasionamiento que en el caso de muchos de ellos, fue el más diáfano y sincero que haya podido darse en la gesta revolucionaria en Rusia. Algunas reflexiones vertidas por Paul Avrich en este tono arropan el significado de este orden que a menudo escapa de los estudios históricos fríos y es con ellas con las que despedimos este breve estudio: El destino de estos anarquistas era el de ser rechazados, perseguidos y, finalmente, aplastados o expulsados al exilio. Los que sobrevivieron, pese a que pasaron por periodos de amargura y desesperación, mantuvieron su idealismo hasta el final. Y si es cierto que no fueron capaces de encajar con las realidades materiales, en el seno de sus pequeños círculos encontraron un calor humano, una camaradería, una profunda entrega a la causa común; es más, al liberarse a sí mismos de los convencionalismos de un mundo que detestaban, probablemente alcanzaron como individuos alguna parte del “excelso orden” que desesperadamente buscaban para toda la humanidad.25
Conclusión Hemos visto en estas líneas diversos elementos de análisis destacando el hecho de que el anarquismo –con su mordaz rechazo a todo aquello que implicara autoridad– fue el vehículo ideológico que mejor encarnó el mundo de libertad que se aspiraba colocar en el lugar de las penurias que se vivían en el la Rusia zarista; de este modo, las dificultades identitario–ideológicas presentes en un imperio convulso y heterogéneo fueron lo que per25
P. Avrich, Op. Cit., p. 258.
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mitió que los mecanismos de movilización pudieran ser concebidos en formas muy diversas: desde su expresión intelectualmente más depurada, como la representada por la lucha teórica que daba Piotr Kropotkin, hasta las acciones más radicales de los grupos anarquistas que recurrían al terrorismo. Desde luego, más allá de la teoría o del activismo político, está también el impacto que tuvieron los anarquistas en lo que se refiere a su presencia en los momentos más relevantes en los que los revolucionarios de todas adscripciones se involucraron, siendo justo los más visibles –1905, 1917 y la guerra civil– los que muestran el tamaño del despropósito que implica ignorarlos de las gestas descritas en los textos que describen la Revolución, más aun cuando el anarquismo fue la ideología que mostró mayor ubicuidad como postura política, como pauta de lucha y como planteamiento social que embonaba con formas históricas de organización comunitaria en centenares de pueblos del gran país y como esquema de movilización obrera en las grandes ciudades. Se trató de un arraigo social de tales dimensiones que atrajo el interés de los bolcheviques por buscar el apoyo de los anarquistas para alcanzar el fin de consolidar su poder como pauta revolucionaria victoriosa. En otras palabras, para imponerse como únicos y absolutos dueños del poder, Lenin y sus compañeros se sirvieron de aquellos que más reivindicaban su rechazo a los opresores de todo tipo, siendo el movimiento insurgente majnovista y la rebelión de Krondstadt los casos que con mayor dramatismo encarnaron esa suerte paradójica. En fin que hablar del anarquismo en la Revolución rusa es relatar una epopeya a menudo relegada, si no al olvido, sí a un desaire que no corresponde con su relevancia como credo político y social que inspiró a militantes,
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activistas, guerrilleros y pueblo llano en la consecución de una utopía; en la instauración en la tierra de una nueva forma de concebir a la propia humanidad, pues no solo se trataba de expulsar la opresión y el sufrimiento sino también de concebir un mundo delineado por el valor de la solidaridad como fundamento para la existencia genérica del ser humano. Ese es el planteamiento idealizado que con el que los anarquistas se presentaron a la hora de sacrificar sus vidas por una causa que a menudo juzgaban tan noble como obvia: la emancipación del ser humano de todas las cadenas que lo postraban.
Bibliografía Avrich, Paul, Los anarquistas rusos, Madrid, Alianza Editorial, 1974. Gorelik, Anatol, El anarquismo en la Revolución rusa, Buenos Aires, Libros de Anarres, Colección Utopía Libertaria, 2007. Kanatchikov, Semen, A radical worker in Tsarist Russia, California, Stanford University Press, 1986. Kropotkin, Piotr, La moral anarquista y otros escritos, Buenos Aires, Libros de Anarres, Colección Utopía Libertaria, 2008. Lenin, Vladimir, El Estado y la Revolución, Ediciones Eléctricas Iskra, 1999 Obras escogidas, Moscú, Editorial Progreso, 1966. Serge, Víctor, Memorias de un revolucionario, Madrid, Veintisiete Letras, 2011.
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Sitios de internet Cómo destruir el idioma ucraniano: una crónica de prohibiciones durante 400 años (5 de julio de 2012). Ucrania. Obtenido de: http://argumentua.com/stati/ kak-unichtozhali-ukrainskii-yazyk-khronika-zapretov-za-400-let Lenin, Vladímir Ilich (2 de noviembre de 1904). To I. P. Goldenberg. Obtenido de: https://www.marxists.org/ archive/lenin/works/1904/nov/02ipg.htm Gorki, Máximo (s.f.) El canto del albatros. Obtenido de: https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/ a17639d9-3347-4300-bc50-b46757cd6146/el-cantodel-albatros
REVOLUCIÓN Y HEGEMONÍA EN LENIN Y GRAMSCI Gerardo Ambriz Arévalo1 No copien nuestras tácticas, pero consideren las razones por las que asumieron esas características peculiares, las condiciones que las determinaron y sus resultados. Lenin
Introducción En 2017 hubo un sinfín de eventos y publicaciones donde se conmemoraba el centenario de la Revolución rusa. Seguramente, dicha revolución se recordó de muchas maneras, pero lo que no podemos asegurar es cuántas lo hicieron con entusiasmo, cuántas con nostalgia, cuántas con desilusión o, incluso, cuántas con rencor. En este trabajo más que conmemorar este acontecimiento del siglo XX, intentaremos pensar su vigencia para el siglo XXI, pero lo haremos contrastando el concepto de revolución en Lenin, con el concepto de hegemonía en Gramsci. En los dos primeros apartados hablaremos, por un lado, del contexto social y político previo a la Revolución de octubre, mismo que pudo haber sido un factor para que Lenin cambiara de perspectiva sobre la forma en la que devendría el socialismo; por el otro, expondremos algunas ideas de los textos del revolucionario ruso donde se Posdoctorante (CONACYT) en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. 1
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refleja dicho cambio de perspectiva: Las tesis de abril y El estado y la revolución. En otro apartado, por su parte, veremos cómo formula Garmsci el concepto de hegemonía, sin dejar pasar la interpretación que de él hicieron Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, y con la finalidad de sopesar la vigencia de la lucha revolucionaria de corte marxista para alcanzar el socialismo. Y en el último apartado, intentaremos conciliar las dos posturas tomando en cuenta el estado de cosas actual.
Contexto de la Revolución rusa En las tres o cuatro décadas que precedieron a la Revolución de octubre (del calendario juliano) de 1917, fueron madurando ciertas condiciones sociales, históricas y económicas que nadie pensaba que se convertirían en el caldo de cultivo de la revolución más importante del siglo XX, y cuyo impacto sólo es comparable, según Eric Hobsbawm,2 a la Revolución Francesa de 1789. Más o menos esas mismas condiciones se habían conjugado 12 años antes para hacer surgir una serie de revueltas (campesinas y obreras) que hicieron que se tambaleara el trono del zar Nicolás II. Por aquellos años, en 1905 para ser exactos, las clases principales estaban conformadas3 por una burguesía extranjera (inglesa y francesa) que impulsó el desarrollo industrial ruso; una burguesía nacional que dependía económica, técnica y políticamente de aquélla; una clase media con cierta ideología liberal; una clase obrera que aglutinaba a 2 500 000 miembros; y una E. Hobsbawm, Historia del siglo XX, Barcelona, Crítica, 2006, p. 63. 3 C. Hill, La Revolución rusa, México, Ariel, México, 1981, p. 80. 2
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numerosa clase campesina que representaba, ni más ni menos, al 80% de la población. Estas cifras no cambiaron significativamente en 1917. Lo que sí cambió, o mejor dicho empeoró, fue la situación económica de las masas que pasó de la miseria a secas, a la miseria que rayaba en lo dantesco; así como la inconformidad alentada por los horrores de la Primera Guerra Mundial, guerra a la que fueron arrastradas las mismas masas para defender, no los intereses nacionales, sino los intereses imperialistas de Francia e Inglaterra.4 Estas dos circunstancias motivaron la unión de diferentes partidos (liberales y socialistas) y agrupaciones (obreras y campesinas), con la finalidad de derrocar al zar en febrero de 1917.5 Y en eso llegó Lenin de su exilio en Zúrich. Como dice Hobsbawm, si Lenin no creyó que hubiera las condiciones materiales y subjetivas para una revolución socialista en 1905, en la revolución de febrero de 1917 sí olfateó esa posibilidad, lo cual fue un motivo de peso para su retorno a Rusia. Autores como Roger Garaudy y Slavoj Zizek atribuyen ese cambio de perspectiva a que en 1913 Lenin leyó “apasionadamente”6 la Ciencia de la lógica de Hegel. Incluso, para Garaudy, dicha lectura fue el detonante de las obras más importantes del revolucionario ruso, a saber: El imperialismo, fase superior del capitalismo, de 1916, y Las Tesis de abril y El estado y la revolución, de 1917. Estas obras suponen un abandono de ideas que Garaudy clasificó dentro del marxismo Ibid., p. 38. En la opinión de Christopher Hill, Francia jugó un papel importante en el derrocamiento del zar, pues éste quiso sacar a Rusia de la guerra, con lo cual se afectaban los intereses galos. Ibid., p. 28. 6 R. Garaudy, Lenin, la vida de un militante, México, Editorial Grijalbo, 1970, p. 59. 4 5
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dogmático, a saber: la “concepción del “determinismo económico” de la cual deriva el postulado de que una revolución socialista sólo es posible en los países industriales más avanzados”.7 Slavoj Žižek ve, en la lectura de Hegel por parte de Lenin, un acontecimiento no sólo teórico sino, principalmente, práctico, ya que “por la atenta lectura de la Lógica de Hegel, fue capaz de identificar la oportunidad única de la revolución”.8 Para el esloveno, tanto en Las tesis de abril, como en El estado y la revolución, se percibe que Lenin tomaba partido por la segunda opción de la siguiente disyuntiva: “los que esperan el momento teleológico maduro de la crisis final en el que la revolución estallará ‹‹a su debido tiempo›› por la necesidad de la evolución histórica, y los que son conscientes de que la revolución no tiene un ‹‹debido tiempo››, los que perciben la oportunidad revolucionaria como algo que surge y que hay que atrapar en los propios periplos del desarrollo histórico ‹‹normal››”.9 Veamos si logramos establecer estas ideas en el siguiente análisis breve que hicimos de Las tesis de abril y El Estado y la revolución.
Sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria
Sería muy difícil saber qué tanto fue determinante la lectura de la Ciencia de la lógica de Hegel para que Lenin saliera del “sueño dogmático” de esperar a que las leyes de la historia proveyeran a Rusia de la sociedad comunista. Lo cierto es que existieron algunas circunstancias Ibid., p. 71. S. Žižek, Repetir Lenin, Ediciones Akal, Madrid, 2004, p. 8. 9 Ibid., p. 13. 7 8
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históricas que lo orillaron a pensar los acontecimientos políticos rusos de otra manera y, en consecuencia, aplicar una estrategia diferente a la de dejar que las contradicciones, dentro y fuera de la formación social rusa, fluyeran hasta desembocar en la sociedad tan esperada por los militantes comunistas. En mi opinión, lo que llevó al comunista ruso a la formulación de Las tesis de abril, no fue su habilidad para interpretar textos, sino el contexto en el que se dieron los conflictos sociales previos, e inmediatamente posteriores, a la Revolución de febrero que puso fin a siglos de dominio zariano. De ese contexto siempre estuvo al tanto Lenin, y pudo, casi inmediatamente que regresó de su exilio en Suiza, preparar y presentar10 ante una asamblea bolchevique (el 4 de abril) su texto Las tesis de abril, que a decir de su autor contiene una serie de ideas “de singular importancia para las tareas prácticas del movimiento de la clase obrera”.11 En general, esas ideas nos hacen pensar que Lenin no creía que bajo el gobierno provisional, el cual se estableció después del derrocamiento, se acabaría con la explotación, la miseria y la guerra; ni mucho menos creyó que se abriría la posibilidad de que el partido socialista fuera tomando fuerza hasta transitar plácidamente al socialismo. La primera tesis, por ejemplo, se ocupa de los problemas ocasionados por la Primera Guerra Mundial, aquella guerra imperialista12 que dejaba millares de rusos El crucial y dramático regreso de Lenin a Rusia es narrado de primera mano por Grigory Zinoviev en su texto La llegada de Lenin a Rusia. El texto está disponible en línea en: http://www.sinpermiso. info/textos/la-llegada-de-lenin-a-rusia [Consultado el 23-08-2017]. 11 V.I. Lenin, Las tesis de abril, Madrid, Fundación Federico Engels, 2004, p. 22. 12 Así definió Lenin la Segunda Guerra Mundial: “la guerra de 1914-1918 ha sido, de ambos lados beligerantes, una guerra imperialista (esto es, una guerra de conquista, de bandidaje y de robo), 10
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sembrados en las trincheras, y que mataba de hambre a los que se quedaron en casa. A raíz de esas calamidades, Lenin invitó a los proletarios a sabotear la guerra a favor de la paz, esto sin dejar de “explicarles la ligazón indisoluble del capital con la guerra imperialista y demostrarles que sin derrocar el capital es imposible poner fin a la guerra con una paz verdaderamente democrática y no impuesta por la violencia”.13 En la segunda tesis, por su parte, el comunista ruso hace un llamado al partido bolchevique para que éste, aprovechando la coyuntura, animara al proletariado a pasar de la etapa revolucionaria donde se encumbró la burguesía (la Revolución de febrero), a la etapa “que debe poner el poder en manos del proletariado y de las capas pobres del campesinado”.14 En las tesis 3, 4 y 5, Lenin recomienda al partido bolchevique dar la batalla en el terreno ideológico para, por un lado (tesis 3), demostrar que el gobierno provisional es un “gobierno de capitalistas”, y como tal tiene intereses de clase que quieren ocultar bajo el manto de la defensa de los intereses de Rusia, y para, por el otro (tesis 4 y 5), explicar a las masas que la única salida a los problemas rusos era que los “Sóviets de Diputados Obreros, Braceros y Campesinos en todo el país”,15 encabezaran el gobierno revolucionario. Finalmente, en la sexta tesis, que en mi opinión fue una de las claves para la toma del Palacio de Invierno, Lenin perspicazmente incluye en el programa político una guerra por el reparto del mundo, por la partición y el nuevo reparto de las colonias, de las “esferas de influencia” del capital financiero”. V.I. Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo, Pekín, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1975, p. 4. 13 V.I. Lenin, Las tesis de abril, Fundación Federico Engels, Madrid, 2004, p. 15. 14 Ibid., pp. 15-16. 15 Ibid., p. 17
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los intereses de la clase campesina. Esta inclusión no es menor, tomando en cuenta que, como ya mencioné, en la formación social rusa la mayoría de la población pertenecía a ese sector productivo. ¿Qué planteaba dicha tesis?: “Confiscación de todas las tierras de los terratenientes. Nacionalización de todas las tierras del país, de las que dispondrán los Sóviets locales de Diputados Braceros y Campesinos. Creación de sóviets especiales de diputados campesinos pobres. Hacer de cada gran finca […] una hacienda modelo bajo el control del Soviet de diputados braceros y a cuenta de los fondos públicos”.16 Más adelante veremos que lo señalado por Lenin en las tesis expuestas, mismas que se podrían resumir en la consigna “paz, pan y tierra”, será una factor ideológico importante para convertir la Revolución de Febrero en la Revolución de octubre, pues logró unir a la causa proletaria tanto a los combatientes rusos y a los inconformes con la guerra, como a los campesinos pobres. Esto ni siquiera hubiera sido pensado por Lenin si estuviera casado con la idea de que el socialismo surgiría bajo las condiciones de un capitalismo plenamente desarrollado, y teniendo como sujeto revolucionario únicamente a los obreros. El otro texto que escribió Lenin, posteriormente a la caída de la dinastía Romanov, y a la vuelta de la esquina de la revolución bolchevique, fue El estado y la revolución. En esta importante obra, escrita entre agosto y septiembre de 1917, Lenin plasmará su teoría del Estado teniendo en la mira no una interpretación de éste, sino su transformación por la vía de la conquista del poder político y sus aparatos. En ningún otro momento de su vida estuvo Lenin tan convencido de la necesidad del asalto al poder del Estado para acabar con las relaciones de 16
Ibid., pp. 17-18.
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producción imperantes en Rusia. Esto implicaba haber captado las funciones del Estado dentro de las sociedades clasistas, así como haber entendido de cierta manera los textos políticos de Marx y Engels, más allá de las interpretaciones “oportunistas”17 que no hacían, según Lenin, más que “consolar y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria”.18 Este es uno de los fragmentos de la obra de Engels que servirán a Lenin como punto de partida de su argumentación sobre la naturaleza del Estado: El Estado no es de ningún modo un poder impuesto desde fuera de la sociedad; tampoco es “la realidad de la idea moral”, “ni la imagen y la realidad de la razón”, como afirma Hegel. Es más bien un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurar. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del orden. Y ese poder, La postura de los oportunistas se puede resumir, según Eduardo Acevedo, de la siguiente manera: “no hace falta tener un programa revolucionario, un partido revolucionario ni una táctica revolucionaria. Lo que se necesita son reformas y asunto concluido”. E. Acevedo, Lenin y el oportunismo, (acerca de Escritos de Lenin), disponible en http://ligacomunista.ar.tripod.com/dm/1e/dm04/Lenin.html. 18 V.I. Lenin, El estado y la revolución, Beijing, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1985, p. 5. 17
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nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más, es el Estado.19
Para Lenin, la idea sobre el Estado que aparece en la anterior cita fue criticada y reinterpretada incorrectamente tanto por los ideólogos burgueses y pequeñoburgueses como por los kautskianos. En el primer caso, se supone que el Estado es el único ente capaz de ser el factor de conciliación de las clases, es decir, el Estado no es un órgano de dominación y “opresión de una clase por otra” como pensaba Marx, sino un órgano que surgió para amortiguar o intervenir, de manera neutral, en el choque entre las clases sociales. Esta interpretación, es precisamente la que quiso imponerse, por los partidos conservador y liberal,20 en los meses posteriores a la Revolución de Febrero. Lejos de esta concepción, Lenin dirá que “el Estado surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse”, más aún, “la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son irreconciliables”.21 En el caso de la tergiversación kautskiana de los textos políticos de Marx y Engels, Lenin señalará que ésta si bien no niega que el Estado sea un instrumento de dominio, ni que los conflictos de clase sean irreconciliables, lo que sí hace es ocultar que la liberación de las clases desposeídas sólo es posible por la vía de una revolución violenta y la destrucción de ese aparato de dominio: F. Engels, “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”, en: Marx, Karl, F. Engels: Obras escogidas, Tomo II, Moscú, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1955, pp. 336-337. 20 C. Hill, La Revolución rusa, Ariel, México, 1981, p. 10. 21 V.I. Lenin, El estado y la revolución, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Beijing, 1985, p. 7. 19
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“si el Estado es un producto del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase, si es una fuerza que está por encima de la sociedad y que “se divorcia cada vez más de la sociedad”, es evidente que la liberación de la clase oprimida es imposible, no sólo sin una revolución violenta, sino también sin la destrucción del aparato del Poder estatal que ha sido creado por la clase dominante y en el que toma cuerpo aquel “divorcio”.22 Otros fragmentos de Engels que son comentados por Lenin son aquellos donde se hace mención, por un lado, de las condiciones de lucha de clases que contribuyeron a que el Estado fuera el instrumento que convierte, por medios violentos, a una clase en dominante en lo económico y en lo político; y, por el otro, de la forma ideológica en que el Estado, o la república democrática burguesa, perpetúa el poder de las clase dominante. El estado representativo moderno, dice Lenin, “es instrumento de explotación del trabajo asalariado por el capital”;23 pero también “es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo, y por lo tanto, el capital, al dominar esta envoltura […], cimenta su Poder de un modo más seguro, tan firme, que ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos, dentro de la república democrática burguesa, hace vacilar este Poder.”24Después de esto, Lenin citará un fragmento que aparece en el Anti-Dühring de Engels, el cual fue y sigue siendo factor de discordia dentro y fuera del marxismo: El Estado era el representante oficial de toda la sociedad, su resumen en una corporación visible; pero no lo era sino en la medida en que era el Estado de Ibid., p. 9. Ibid., p. 14. 24 Ibid., p. 16. 22 23
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aquella clase que representaba en su tiempo a toda la sociedad: en la Antigüedad, fue el Estado de los ciudadanos esclavistas; en la Edad Media, el Estado de la Nobleza feudal; en nuestro tiempo, el Estado de la burguesía. Al hacerse finalmente real representante de toda la sociedad, el Estado se hace él mismo superfluo. En cuanto que deja de haber clase que mantener en opresión, en cuanto que con el dominio de clase y la lucha por la existencia individual, condicionada por la actual anarquía de la producción, desaparecen las colisiones y los excesos dimanantes de todo ello, no hay ya nada que reprimir y que haga necesario un especial poder represivo, un Estado. El primer acto en el cual el Estado aparece realmente como representante de la sociedad entera –la toma de posesión de los medios de producción en nombre de la sociedad– es al mismo tiempo su último acto independiente como Estado. La intervención de un poder estatal en relaciones sociales va haciéndose progresivamente superflua en un terreno tras otro, y acaba por inhibirse por sí misma. En lugar del gobierno sobre personas aparece la administración de cosas y la dirección de procesos de producción. El estado no “se suprime”, sino que se extingue.25
El punto en el que se centra Lenin para discutir con sus contemporáneos es el de la interpretación que se hace de la idea “extinción del Estado”. En este caso también hubo distorsiones por parte de los “oportunistas”. En primer lugar, las distorsiones favorecían de una u otra manera, según el punto de vista de Lenin, los intereses de la burguesía, pues se apostaba por un “cambio” gradual o reformista del Estado. Los oportunistas, en esF. Engels, Anti-Dühring, México, Editorial Grijalbo, 1968, pp. 277-278. 25
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pecífico, entendían, por un lado, que la “extinción” del estado significaba “un cambio lento, paulatino, gradual, sin saltos ni tormentas, sin revoluciones”.26 En pocas palabras, la teoría de los oportunistas era la “teoría de esperar sin actuar”.27 En segundo lugar, los oportunistas suponían que las tesis de Engels sobre la extinción hacían referencia al estado capitalista, desconociendo que para Engels lo que se debe extinguir es el estado proletario, lo cual supone haber destruido antes al estado capitalista. En la interpretación de Lenin, el estado capitalista debe ser destruido para dar paso a un estado proletario, o a una etapa transitoria (que se extinguirá) conocida como “dictadura” del proletariado.28 Para Lenin, la revolución no termina cuando las clases desposeídas conquistan el poder y destruyen los cimientos del estado capitalista. La revolución debe continuar hasta alcanzar una sociedad sin clases sociales que prescinda del Estado, o de las funciones coercitivas que éste cumplía en las sociedades divididas en clases, pero antes “el proletariado necesita el Poder del Estado, organización centralizada de la fuerza, organización de la violencia, tanto para aplastar la resistencia de los explotadores como para dirigir a la enorme masa de la población, a los campesinos, a la pequeña burguesía, a los semiproletarios, en la obra de “poner en marcha” la economía socialista”.29 Esto es lo que escribía Lenin dos meses antes de consolidarse la Revolución de octubre. Lo que hizo desV.I. Lenin, El estado y la revolución, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Beijing, 1985, p. 20. 27 Ibid., p. 138. 28 Para un análisis riguroso de la noción de “dictadura del proletariado” véase, E. Balibar, Sobre la dictadura del proletariado, España, Siglo XX, 2015. 29 V.I. Lenin, El estado y la revolución, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Beijing, 1985, p. 31. 26
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pués junto con las clases subalternas ha sido mencionado en infinidad de libros de historia del siglo XX, y se sigue recordando cada aniversario. Si Lenin no hubiera abandonado su obra El estado y la Revolución para pasar a la práctica revolucionaria; si para él no hubiera sido “más agradable y más provechoso vivir la experiencia de la revolución que escribir acerca de ella”,30 la historia actual no sería la misma y su obra permanecería sepultada bajo la abundante obra marxista, evitando con ello un debate sobre si en la actualidad es más pertinente lo que dijo Lenin que lo que dijo Gramsci. Veamos algunos rasgos de ese debate.
Hegemonía antes de la revolución Muchos factores ocurridos en las décadas posteriores a la Revolución de octubre contribuyeron al menosprecio, abandono, escarnio y total desconocimiento de la obra revolucionaria de Lenin. Esos mismos factores fueron también los causantes de que, hoy en día, la mayoría de los grupos de izquierda (social y académica) prefieran a Gramsci y no a Lenin. ¿A cuáles factores nos referimos?: la malintencionada lectura de la obra leniniana por parte de los teóricos de la derecha; la manipulación o mitificación que de ella hizo Stalin;31 su prohibición o exclusión en los aparatos ideológicos escolares; el desencanto del socialismo presente en los intelectuales de izquierda tras la caída de la Unión Soviética; e incluso la supuesta nueva etapa capitalista que ha hecho surgir nuevos sujetos y nuevas formas de lucha por la emancipación. 30 31
Ibid., p. 150. Cfr. M. Rubel, Marx sin mito, España, Octaedro, 2003.
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¿Qué es lo que les llama la atención de Garmsci a los grupos de izquierda actuales? Muchos de sus conceptos, pero en especial el concepto de Hegemonía, el cual fue definido por Gramsci de diferentes maneras y en especial cuando trata de responder a las preguntas: “¿cómo tomará el poder la clase trabajadora en una formación social donde el poder dominante está sutil y ampliamente extendido a través de prácticas diarias habituales, íntimamente conectadas con la cultura misma e inscritas en nuestras experiencias desde la guardería al tanatorio? ¿Cómo combatir un poder que se ha llegado a entender como el “sentido común” de la sociedad en vez de percibirse como algo extraño y opresivo?”.32 A preguntas similares responderá Gramsci diciendo que “el proletariado puede convertirse en clase dirigente y dominante en la medida en que consigue crear un sistema de alianzas de clase que le permita movilizar contra el capitalismo y el Estado burgués la mayoría de la población trabajadora […] en la medida en que consigue obtener el consenso de las amplias masas campesinas”.33 ¿Cómo se obtiene dicho consenso?, el filósofo colombiano Santiago Castro Gómez dirá que cuando la clase en cuestión logre “que las demás clases acepten voluntariamente todo su sistema de valores”, es decir “una forma de poder que, sin embargo, no recurre a la violencia física sino al liderazgo moral y cultural con el fin de asegurar la adhesión y el consentimiento libre de las masas”.34
T. Eagleton, Ideología. Una introducción, Barcelona, Paidós, 2005, p. 154. 33 A. Gramsci, La cuestión meridional, Buenos Aires, Cuadrata Editor, 2002, p. 77. 34 S. Castro Gómez, Revoluciones sin sujeto, México, Akal, 2015, p. 294. 32
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Algunos autores han defendido que las condiciones sociales, históricas, políticas y económicas que se establecieron alrededor de la sexta década del siglo XX, nos deben llevar a cuestionarnos sobre la posibilidad y viabilidad de una “guerra de maniobras” (la toma revolucionaria del poder del Estado), o si debe ésta ser substituida por una “guerra de posiciones”35 que es de más larga duración, pero que garantiza la hegemonía o ascenso de las clases sometidas.36 Comparten esta opinión Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Los dos autores, además de ser críticos del economicismo37 y del reduccionismo de clase38 (que según ellos subyacen a la teoría marxista sobre la política, la ideología y la revolución) reforA. Gramsci, Cuadernos de la cárcel, Tomo 5, México, Ediciones Era, 1999, p. 62. 36 El dirigente político español, Pablo Iglesias Turrión, tiene un artículo titulado “Guerra de trincheras y estrategia electoral”, y ahí expone la importancia que tienen los “dispositivos” culturales (medios de comunicación, escuelas, etc.) para “asentar las claves de los relatos hegemónicos”, y señala que “en los momentos de crisis orgánica, las campañas electorales son una guerra de trincheras simplificada” y, en ese sentido, “las campañas representan el momento de la gloria o del fracaso de los estrategas políticos que pelean por imponer su relato sobre la base de consensos cambiantes”. P. Iglesias, “Guerra de trincheras y estrategia electoral”, Público, Mayo 2015. Disponible en: http://blogs.publico.es/pablo-iglesias/1025/ guerra-de-trincheras-y-estrategia-electoral/ [Fecha de consulta: 9 de septiembre de 2017]. 37 El cual, para Laclau, niega “la importancia y especificidad de las superestructuras o de la conciencia”. E. Laclau, Política e ideología en la teoría marxista, Madrid, Siglo XXI, 1986. 38 El reduccionismo de clase, es resumido por Chantal Mouffe en tres tesis: “a] todo sujeto es un sujeto de clase; b] cada clase posee su ideología paradigmática; c] todo elemento ideológico tiene una necesaria pertenencia de clase”. Ch. Mouffe, “Hegemonía, política e ideología” en Labastida, Julio (coord.): Hegemonía y alternativas políticas en América Latina, México, Siglo XXI, 1985, p. 128. 35
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mulan algunas tesis de Gramsci para proponer su teoría sobre la hegemonía y la “democracia radical y plural”.39 Chantal Mouffe dirá que el concepto gramsciano sobre la hegemonía va más allá de los reduccionismos economicista y clasista, ya que para el marxista italiano dicho concepto podía definirse como “dirección política, intelectual y moral”.40 Lo que resalta de esta definición,41 dice Mouffe, es su aspecto político, el cual consiste en la capacidad de una clase para asimilar o integrar los intereses de otras clases a los suyos propios, para convertirse en el representante de una “voluntad colectiva”.42 Además del aspecto político de la definición gramsciana de hegemonía, sobresalen los aspectos intelectual y moral, los cuales indican “las condiciones ideológicas que deben ser cumplidas para que sea posible una semejante voluntad colectiva, la manera en que ésta será “cimentada””.43 Pero eso no es todo, en el concepto de E. Laclau y Ch. Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia, Buenos Aires, F.C.E., 2004, p. 19. 40 Ch. Mouffe, “Hegemonía, política e ideología” en Labastida, Julio (coord.): Hegemonía y alternativas políticas en América Latina, México, Siglo XXI, 1985, p. 130. 41 Para un evolución del concepto de hegemonía en Gramsci véase: Mouffe, Chantal, “Hegemonía e ideología en Gramsci”, p. 184. Disponible en la página electrónica: http://www.ram-wan.net/ restrepo/poder/hegemonia%20e%20ideologia%20en%20gramscimouffe.pdf [consultado en abril de 2016]. Véase también cómo fue entendida la hegemonía antes de Gramsci en el capítulo “Hegemonía: genealogía de un concepto” de: E. Laclau y Ch. Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia, Buenos Aires, F.C.E., 2004, p. 31. 42 Ch. Mouffe, “Hegemonía, política e ideología” en Labastida, Julio (coord.): Hegemonía y alternativas políticas en América Latina, México, Siglo XXI, México, 1985, p. 130. 43 Ídem. 39
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hegemonía juega un papel privilegiado la ideología dado que “para Gramsci, los hombres siempre “toman conciencia de sí mismos y de sus tareas” en el terreno de una concepción determinada del mundo, y toda posibilidad de transformar la sociedad debe pasar necesariamente por la transformación de esa concepción del mundo”.44 A simple vista pareciera no haber una gran diferencia entre Gramsci y lo que propusieron otros autores (Althusser, por ejemplo), sin embargo, sí la hay para Chantal Mouffe. En primer lugar, porque para el italiano no hay ideologías prefijadas por x situación de clase, mismas que después entran en conflicto (ideología proletaria versus ideología burguesa). Hay, eso sí, una visión o concepción común del mundo que de ninguna manera corresponde exclusivamente a “la ideología clasista de una clase dominante”. Una concepción del mundo es, más bien, una articulación, mediante el principio hegemónico, de un conjunto de elementos ideológicos que no tienen ningún carácter de clase predeterminado, ni es la expresión exclusiva de una clase, por más dominante que ésta sea. Para Gramsci, asegura Mouffe, una clase no necesariamente se convierte en hegemónica una vez que llega al poder por la vía que sea (pacífica o violenta) y toma el control de los aparatos ideológicos del Estado; se convertirá en hegemónica cuando sea “capaz, a través de la lucha ideológica, de articular a su principio hegemónico las mayoría de los elementos ideológicos importantes de una sociedad dada. Por ello le ha sido posible crear una visión del mundo determinada y establecer una cierta “definición de la realidad” que es aceptada por aquellos sobre los cuales ejerce su hegemonía”.45 44 45
Ídem. Ídem.
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Pero las diferencias entre Gramsci y el marxismo no acaban ahí. Para Mouffe, mientras que desde la óptica del marxismo, una ideología dominante se hace dominante cuando destruye la ideología de las clases oponentes, para Gramsci, la ideología será “un campo de batalla en el cual las clases principales luchan por apropiarse de los elementos ideológicos fundamentales de su sociedad para articularlos a su discurso”.46 En todo caso el objetivo que debe buscar la clase que quiera ser hegemónica, lejos de ser el de la destrucción de la ideología de la clase oponente, será el de “desarticularla” o “transformarla”. En la opinión de la autora, en esto Gramsci no dudó puesto que “no se trata de hacer tabla rasa de la ideología burguesa con todos los elementos que la constituyen, sino que hay en ella elementos que debe apropiarse la clase obrera a condición de transformarlos, de darles una “nueva forma”… Una clase podrá presentarse como portadora del interés general y conquistar la dirección intelectual y moral de una sociedad dada a condición de poder articular esos elementos con su discurso”.47 Ahora bien, así como la teoría de la hegemonía resultó ser, según Mouffe, el antídoto contra el “reduccionismo de clase”, lo será también para curar el mal “economicista”48 que conlleva la teoría marxista sobre el Estado. En este caso, Chantal Mouffe echará mano Ibid., p. 131. Ibid., p. 132. 48 Cabe señalar que según Chantal Mouffe, “para Gramsci el economicismo no era un problema abstracto o académico sino que, por el contrario, estaba profundamente enraizado en la práctica política de la Segunda Internacional y constituyó la fuente última de las derrotas masivas que sufrieron los movimientos de la clase obrera italiana y alemana, en la década que siguió a la Primera Guerra Mundial”. Mouffe, Chantal, “Hegemonía e ideología en Gramsci”, pp. 174-175. Disponible en la página electrónica:http://www.ram46 47
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de la tesis gramsciana del Estado integral que interactúa con su concepto de hegemonía; supone la unión de “la sociedad política y la sociedad civil”;49 y donde el Estado ya no es reducido a simple instrumento y se tiene una concepción “doblemente ampliada de la política”.50En primer lugar, el Estado tendrá no sólo el papel negativo de la violencia, sino también el “papel positivo de educador”. Pero no en el sentido de “la imposición de la ideología de clase de la clase dominante”,51y sí en el sentido hegemónico del “establecimiento de un principio articulador de los elementos ideológicos fundamentales de una sociedad”.52 En segundo lugar, el Estado integral consistirá en una ampliación de sus “bases sociales” en base a la hegemonía, es decir, en el Estado integral va implícita la noción de hegemonía que tiene una concepción no-clasista o no-reduccionista de la política, y en lugar de entenderla como “simple enfrentamiento entre clases antagónicas”, remite a la “articulación entre intereses de una clase fundamental y la de otros grupos sociales en la formación de una voluntad colectiva nacional popular”.53 Finalmente, para Chantal Mouffe, y podemos asegurar que también para Ernesto Laclau, los daños del economicismo y del reduccionismo de clase no han sido pocos respecto a la estrategia de los movimientos obrewan.net/restrepo/poder/hegemonia%20e%20ideologia%20en%20 gramsci-mouffe.pdf 49 Mouffe, Chantal, “Hegemonía, política e ideología” en Labastida, Julio (coord.): Hegemonía y alternativas políticas en América Latina, México, Siglo XXI, 1985, p. 134. 50 Ibid., p. 136. 51 Ibid., p. 135. 52 Ídem. 53 Ibid., p. 137.
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ros.54 Si no entendimos mal a la autora nacida en Bélgica, por más posmarxista que sea su posición, no niega, como otras escuelas filosófico-políticas, la importancia de la clase obrera en el camino hacia una transformación social. Incluso ve como algo positivo que “algunos partidos comunistas en su práctica política han logrado superar ciertas concepciones reduccionistas y conciben ahora el socialismo no como la realización de los intereses de clase del proletariado, sino como el resultado de un amplio proceso de lucha de todos los sectores democráticos bajo la dirección de la clase obrera”.55Según Mouffe, todo esto no sería posible, ni siquiera pensable, sin la herencia que dejó Gramsci con su concepto de hegemonía que sugiere el establecimiento de un “principio articulador” que amalgama y no rechaza ni elementos ideológicos no clasistas, ni la ideología de los diferentes grupos sociales; principio que ayuda a que un grupo social conforme una voluntad colectiva y no trate de imponer su ideología o visión del mundo a los demás grupos. El concepto de hegemonía de Gramsci también implica entender a la ideología de un modo distinto a como lo entendió el marxismo en general: Laclau y Mouffe defienden una “democracia radical y plural” que dé solución tanto a los problemas de la “redistribución” como del “reconocimiento”. Para esto “una de las tesis centrales de Hegemonía y estrategia socialista es la necesidad de crear una cadena de equivalencias entre las varias luchas democráticas y en contra de las diferentes formas de subordinación. Como lo hemos argumentado, las luchas contra el sexismo, el racismo, la discriminación sexual, y en defensa del medio ambiente necesitan ser articuladas con las de los trabajadores en un nuevo proyecto hegemónico de la izquierda”. E. Laclau y Ch. Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia, Buenos Aires, F.C.E., 2004, p. 19. 55 Mouffe, Chantal, “Hegemonía, política e ideología” en Labastida, Julio (coord.): Hegemonía y alternativas políticas en América Latina, México, Siglo XXI, 1985, p. 143. 54
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Es en la ideología, a nivel del discurso, donde se crea esta definición de la realidad que desde el filósofo hasta el sentido común, pasando por todos los niveles de cultura, definirá lo que es justo y lo que es injusto, lo que es posible y lo que es imposible, y son estos “límites del mundo” lo que es preciso transformar para crear otro tipo de “subjetividad”. Esta importancia de la ideología había sido obviamente captada por los clásicos del marxismo, pero ellos consideraban que el cambio sólo sería posible después de la toma del poder, lo cual conducía a negar la importancia de los factores subjetivos en el proceso revolucionario. Este error, que provenía de una concepción de la ideología como falsa conciencia que desaparecería una vez que las condiciones económicas hubieran sido modificadas, fue desastroso en el caso de los países occidentales, donde la hegemonía de la burguesía permitió a ésta imprimir su dirección intelectual y moral a la sociedad y presentarse como portadora del interés general.56
Hegemonía y revolución En este trabajo no dejamos de reconocer la contribución de Gramsci al pensamiento marxista, y en general al pensamiento político contemporáneo. Creo que se estaría planteando mal el asunto si se señala que debemos optar o por Lenin o por Gramsci, argumentando que uno es más actual que el otro por quién sabe qué razones. Más allá de las diferencias que sin duda existen entre el autor ruso y el italiano, sostengo que estas diferencias no son inconmensurables y pueden complementarse siempre y 56
Ibid., p. 144.
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cuando no nos aferremos a la idea de que para acabar con el nefasto sistema capitalista se debe elegir o la lucha revolucionaria o un tipo de lucha como la que se puede dar gradual y pacíficamente en el ámbito de la ideología. La complejidad de los problemas en las sociedades capitalistas actuales, nos debe obligar a integrar a la lucha estrategias salidas de la mente de Lenin, de Gramsci, de Marx, de cualquier otro marxista, o incluso, por qué no, de intelectuales, militantes o luchadores sociales que, sin ser marxistas, son abiertamente anticapitalistas. También sostengo, y no soy el único, que ni los textos de Marx, ni los de Lenin, ni los de Gramsci, en torno a la lucha de clases, deben leerse como manuales o recetas exactas de cómo conquistar el poder. La actualidad y efectividad de uno u otro dependerá de las condiciones histórico-materiales de la formación social en cuestión.57 En 1877 Marx mandó una carta al periódico ruso Anales de la Patria, donde denunciaba, un poco desconcertado, una sesgada interpretación hecha sobre algunas tesis de El capital, básicamente las relacionadas con la “acumulación originaria” y los orígenes del capitalismo en Europa occidental. El malentendido consistió en deducir de tales tesis una serie de leyes de la historia que conducirían el tránsito de un modo de producción a otro. En pocas palabras, en vez de entender El capital como una “modesta” teoría sobre las condiciones históricas que fueron el caldo de cultivo del origen y desarrollo del capitalismo en determinadas formaciones sociales, se le quiso dar el “honor” o el “escarnio” de ver en su obra cumbre una filosofía de la historia que daba cuenta Decía Engels en 1872 que la aplicación práctica de los principios señalados en el Manifiesto Comunista, “dependerá siempre y por doquier de las circunstancias históricas imperantes”. K. Marx y F. Engels, Manifiesto comunista, Barcelona, Crítica, 1998, p. 124. 57
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de cómo se desenvolvería la historia hasta desembocar en el establecimiento del socialismo en todos los pueblos sin excepción: “A todo trance quiere convertir mi esbozo histórico sobre los orígenes del capitalismo en la Europa occidental en una teoría filosófico—histórica sobre la trayectoria general a que se hallan sometidos fatalmente todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias históricas que en ella concurran, para plasmarse por fin en aquella formación económica que, a la par que el mayor impulso de las fuerzas productivas, del trabajo social, asegura el desarrollo del hombre en todos y cada uno de sus aspectos. (Esto es hacerme demasiado honor y, al mismo tiempo, demasiado escarnio).58
Implícitamente Gramsci también entendía El capital en el sentido denunciado por Marx, ya que, de no ser así, cómo se explica que haya calificado la Revolución rusa como una “revolución contra El capital”. No comparto esa opinión, sin embargo estoy de acuerdo con el autor italiano en aplaudir a Lenin su no adopción de una falsa interpretación del materialismo histórico donde supuestamente el socialismo nacería de la evolución histórica o de la madurez de las contradicciones del capitalismo. Esto escribía Gramsci en 1917, en pleno fervor revolucionario: Es la revolución contra El Capital de Carlos Marx. El Capital de Marx era, en Rusia, el libro de los burgueK. Marx, “Carta a la redacción del periódico «Anales de la Patria»”, disponible en: http://cipec.nuevaradio.org/b2-img/MarxylospopulistasrusosVeraZasulichCartayborradoryarticulo_01.pdf [Consultado el día 12 de septiembre de 2017]. 58
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ses más que el de los proletarios. Era la demostración crítica de la necesidad ineluctable de que en Rusia se formase una burguesía, se iniciase una era capitalista, se instaurase una civilización de tipo occidental, antes de que el proletariado pudiera siquiera pensar en su insurrección, en sus reivindicaciones de clase, en su revolución. Los hechos han superado las ideologías. Los hechos han reventado los esquemas críticos según los cuales la historia de Rusia hubiera debido desarrollarse según los cánones del materialismo histórico.59
Como vimos, Lenin rectificó y no quiso esperar a que el desarrollo del insípido capitalismo en Rusia desembocara en el establecimiento de las sociedades socialistas y de ahí a las comunistas. Pero lejos combatir a Marx o a su principal obra, peleó contra aquellas interpretaciones oportunistas que postulaban un cambio a cuentagotas; la llegada del socialismo como algo caído del cielo, como un regalo de las leyes de la historia. También rompió con otras ideas que hoy en día pueden adjudicarse a cierta rama del marxismo ortodoxo: la idea de que la clase obrera es el único sujeto histórico capaz de transformar la historia; y la idea de que sólo a través de una ideología centrada en la reivindicación de los intereses de la clase obrera se podía crear la conciencia necesaria para una revolución o lucha política. Todo esto tiene relación con el tema de la hegemonía. Quizás Lenin no hizo una teoría sobre la hegemonía60 capaz de satisfacer a Laclau y a Mouffe. Lo que sí hizo es compaginar los intereses de la clase obrera con los intereses A. Gramsci, La revolución contra El capital, en: https://www. marxists.org/espanol/gramsci/nov1917.htm 60 Para ver qué entendía Lenin por hegemonía véase: A. Olivé, El concepto de hegemonía en Gramsci, disponible en: https://kmarx. wordpress.com/2012/09/11/el-concepto-de-hegemonia-en-gramsci/ 59
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de la clase campesina. No esperó a que el capitalismo convirtiera a la mayoría de la población en los obreros que habrían de “sepultarlo” (al capitalismo); logró, eso sí, unir a la lucha revolucionaria tanto a obreros como a campesinos pobres,61 y para lograrlo no se quedó anclado en un discurso que interpelara sólo a los obreros; lo hizo a través de una ardua lucha en el terreno ideológico62 que se vio reflejada en la consigna “pan, paz y tierra”, la cual, según Hobsbawm,63 sumó en poco tiempo a cientos de miles de combatientes provenientes de las distintas clases oprimidas. También fue un hecho que Lenin tampoco tuvo preferencia por alguna forma de lucha. Las luchas que se den en el terreno económico (luchas por un aumento de salario o la reducción de la jornada laboral), en el terreno ideológico (la lucha por la hegemonía), y en el terreno político (la reforma legislativa y la conquista del poder político), son muy importantes y en muchos casos insePara ver cómo fue este proceso véase el capítulo “Hacia un estado de obreros y campesino” en: C. Hill, La Revolución rusa, Ariel, México, 1981, p. 80. 62 Después de años de investigar la Revolución rusa, Alexander Rabinowitch llegó a “la conclusión de que la Revolución de octubre en Petrogrado no fue tanto una operación militar, sino más bien un proceso paulatino desarrollado sobre el terreno de una cultura política profundamente arraigada en la población, así como de una amplia insatisfacción con los resultados de la Revolución de Febrero combinada con la fuerza del irresistible atractivo de las promesas de los bolcheviques: paz, pan y tierra inmediatamente para los campesinos y una democracia de base a través de los soviets multipartidistas”. A. Rabinowitch, citado en: A. Domènech, El experimento bolchevique, la democracia y los críticos marxistas de su tiempo, disponible en: http://www.sinpermiso.info/textos/el-experimento-bolchevique-lademocracia-y-los-criticos-marxistas-de-su-tiempo-0 63 E. Hobsbawm, Historia del siglo XX, Barcelona, Crítica, 2006, p. 69. 61
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parables aunque en ciertas coyunturas parezca resaltar alguna de ellas. En todo caso, dice Lenin: El marxismo se distingue de todas las formas primitivas del socialismo en que no liga el movimiento a una sola forma determinada de lucha. El marxismo admite las formas de lucha más diversas; además no las inventa, sino que generaliza, organiza y da un carácter consciente de las formas de lucha de las clases revolucionarias que surgen por sí mismas en el curso del movimiento. Enemigo absoluto de toda fórmula abstracta, de toda receta doctrinaria, el marxismo exige que se preste mucha atención a la lucha de masas que se está desarrollando, la cual, a medida que el movimiento se extiende, a medida que crece la conciencia de las masas, a medida que las crisis económicas y políticas se acentúan, engendra procedimientos siempre nuevos y siempre más diversos de defensa y ataque.64
Aunque no lo hace de manera explícita, en esta cita Lenin hace alusión a las luchas en los frentes económico, político e ideológico. En varias obras da detalles de estas formas de lucha,65 las cuales ya se encontraban en la obra de Marx,66 y se plasmarán por Gramsci años después de Lenin citado en, M. Harnecker, Los conceptos fundamentales del materialismo histórico, México, Siglo XXI, 1982, p. 208. 65 V. I. Lenin, V. I.: ¿Qué hacer?, Madrid, Akal, 1975, p. 79. 66 En una carta de Marx a Friedrich Bolte, de 1871, se hace mención de la lucha económica y la lucha política en los siguientes términos: “El intento que se haga en una fábrica particular, o aún en una industria particular, para imponer una jornada de trabajo más corta a los capitalistas mediante huelgas, etc., es un movimiento puramente económico. En cambio, el movimiento tendiente a imponer una ley para la jornada de ocho horas, etc., es un movimiento político. Y en esta forma surge por todas partes, de los movimientos 64
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la muerte de Lenin. En este último caso, se señala una lucha económica que tiene tres fases: “de resistencia contra el capitalismo… la fase sindical elemental; de ofensiva contra el capitalismo para el control obrero de la producción; de lucha para la eliminación del capitalismo a través de la socialización”.67 Una lucha política que, lo mismo que la económica, tiene tres fases: “lucha para contener el poder de la burguesía en el Estado parlamentario, es decir, para mantener o crear una situación democrática de equilibrio entre las clases que permita al proletariado organizarse y desarrollarse; lucha por la conquista del poder y por la creación del Estado obrero, es decir, una acción política compleja a través de la cual el proletariado moviliza en torno a sí todas las fuerzas sociales anticapitalistas (en primer lugar la clase campesina), y las conduce a la victoria; fase de la dictadura del proletariado organizado en clase dominante para eliminar todos los obstáculos técnicos y sociales, que se interpongan a la realización del comunismo”.68 Y, finalmente, la lucha ideológica que es “una necesidad de la lucha revolucionaria, es una de las condiciones indispensables para la victoria”.69 En suma, la complejidad y gravedad de los problemas actuales y la dificultad para plantear una estrategia de lucha eficaz para enfrentarlos, no está como para irnos tras la moda que se nos quiere imponer desde el mundo económicos separados de los trabajadores, un movimiento político, es decir, un movimiento de la clase, que trata de alcanzar sus intereses en una forma general”. K. Marx, y F. Engels: Obras escogidas, Tomo II, Moscú, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1955, p. 495. 67 A. Gramsci, Necesidad de una preparación ideológica de la masa, versión en PDF disponible en: https://www.marxists.org/espanol/gramsci/mayo1925.htm 68 Ídem. 69 Ídem.
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académico, ya sea de un filósofo marginal o de alguna interpretación de cierto concepto en especial. La complejidad, la gravedad y la dificultad que hoy tenemos para enfrentar al capitalismo debe incluir diferentes formas de lucha, diferentes formas de análisis de los problemas sociales, y diferentes formas de interpretación y reapropiación de los pensadores y luchadores revolucionarios del pasado y del presente. La lucha contra la hegemonía capitalista implica no ser indolentes ante la explotación humana y lo que acarrea, implica, como dijo Gramsci, “odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes”.70 La lucha actual contra el capitalismo implica, como dijo Lenin, destruir “con el fin de construir mejor”.71 La lucha y la destrucción del capitalismo debe considerar la unión de Lenin y Gramsci.
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DE LA COMUNA AL ESTUDIO CRÍTICO DE LA COMUNIDAD EN EL PENSAMIENTO MARXIANO1 Adán Pando Moreno2 Para Isabel
La noción común sobre la comuna En el imaginario colectivo la noción de ‘comuna’ –y como parte de la misma constelación semántica: comunidad, comunal, comunitario– tiene una connotación positiva, favorable, agradable. Encontramos esta noción en prácticas y discursos sociales de muy distinto tipo. Para mencionar algunos ejemplos: se le asocia con las comunidades cristianas primitivas; está presente en gran parte de la literatura utópica desde las renacentistas hasta hoy, tanto como El presente artículo está basado en la ponencia titulada “La comuna rusa y la utopía de A. V. Chayanov” presentada al VIII Seminario de filosofía política: “Primer centenario de la Revolución rusa”; UAM-I (16 al 18 de octubre de 2017, Ciudad de México; coordinado por el Dr. Jorge Velázquez D.). Tiene como antecedente una charla titulada “Crítica al comunalismo” en el IIH-UMSNH del 2 de junio del 2017 (en el marco de un Seminario coordinado por los Dres. Kozlarek y Urrego). Charla, ponencia y el presente artículo fueron realizados durante la Estancia Posdoctoral realizada por el autor gracias a la generosidad de la UAM-I y auspiciada por CONACyT (2016 – 2017). 2 Antropólogo, laberintólogo y doctor en filosofía. Miembro del SNI. Profesor de la Facultad de Filosofía de la UMSNH. 1
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en los países ficticios de la abundancia (Jauja o Cucaña, Islas Hespérides o Afortundas, y un largo etcétera) que sirven como una fuente a las utopías. En las ideas de repúblicas virtuosas, en parte por provenir de visiones cristianas primitivas (Joaquín de Fiore) o por provenir de tradiciones comunales medievales (aun G. Savonarola), a fin de cuentas ambas unidas por la visión quiliástica. Está presente en la visión idealizada de las comunidades indígenas americanas, se alude a esta noción cuando se revalorizan las formas de trabajo cooperativo como el tequio y la faena, y no sólo en las ideologías indigenistas (que llegan a los extremos de hablar de un calpullismo científico o en el fundamentalismo antioccidental de Ramiro Reynaga) sino también en discursos filosóficos analíticos como en L. Villoro. Lo está cuando la palabra comunero rememora distintos levantamientos o movimientos de resistencia comenzando por el de Castilla en el siglo XVI. O en la Commune de Paris, con toda la amplitud semántica del francés commune. Está en los caracoles zapatistas, en la idea de comunidad de O. Paz, en las comunas hippies, en las utopías prácticas de Skinner (Walden), en las comunas chinas maoístas, en las comunidades de aprendizaje, en los okupas anarquistas europeos, en la vindicación de la sororidad feminista, etc. De algún modo, con sus variantes y sus matices, la encontramos en la corriente comunitarista, en los anarquismos y, por supuesto, en los comunismos. Para los propósitos de este ensayo, podemos obviar un análisis pormenorizado del discurso. En general, el tipo ideal de esta comuna del imaginario posee varios atributos valorados positivamente por contraste con otros dentro del mismo marco del imaginario (o, si se prefiere, ideológico) de lo que es considerado eudemó-
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nico, deseable, bueno. Las notas características de esta comuna del imaginario son, a mi juicio, entre otras: Naturalidad. La comuna es una forma de agrupación más cercana a “lo natural”, en tres sentidos: (1) la naturaleza como entidad externa, ambiental (se asocia con armonía ecológica y se opone a artificial); (2) como el estado natural del ser humano, menos convencional; (3) y como una especie de identidad colectiva, que es más que la suma de identidades de sus miembros, en tanto la naturaleza sea el no-yo de Spinoza. Naturalidad también en el tenor de “razón natural” concomitante con esa idea de estado natural lockiano o roussoniano: el Buen Salvaje vive en comunidad. La comuna es estado natural, es societas, opuesta a civitas. Una sociedad sin estado, una organización no estatista, es una sociedad cis-contractual. Organicidad. Armonía con la naturaleza pero también entre los miembros, concordia. Entre los miembros no hay mediación alguna sino relación directa; por lo tanto, la comuna (la comunidad, lo comunal) supone la no existencia de división del trabajo (o no de manera determinante) ni de jerarquías previas a la voluntad. No se distinguen ámbitos económicos, políticos, sociales separados. Horizontalidad en las relaciones sociales lo cual resuelve cuestiones como la igualdad, equidad, etc. Como en el caso anterior, sin ninguna otra determinación estructural, sino la voluntad y conciencia ético social de sus miembros. La comuna no sólo está “antes del contrato”, también está más allá de cualquier contrato. Es fuente de una moral o un ethos con valores como la fraternidad, la solidaridad, la generosidad, la buena vecindad, etc.
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La noción comunal tiende a oponerse a las ideas del gen egoísta, del homo oeconomicus y al darwinismo social (y, como ya dije, pre o anticontractualista). En la comuna no parece ser necesario que el individuo sea un adulto racional bien informado, la voluntad de la comuna funciona por sí misma como una ratio comunis. Esto último, más la idea de estar antes de cualquier contrato, convierte a la noción de comuna en un espécimen de excepción en el campo de las ideas políticas: la comuna aparece como causa sui y, si se admite esto, no requiere otra fuente de legitimidad ni puede haber entonces legitimidad por encima de ella. En este sentido, esta noción de comuna se presta a versiones fundamentalistas, ya sea como una alternativa antisistema, contracultural y de resistencia a los poderes constituidos; o ya sea como útero social de la nación o el pueblo. Se podrá objetar que esta noción que presento es tendenciosa: exageradamente utópica y partícipe de una cosmovisión romanticista del ser humano. Quizá tenga estas características, pero lo cierto es que esta noción ha sido una idea-fuerza, como dicen los franceses. No es tan extraña, algo análogo pasa con nociones como ‘pueblo’.3 Es probable que esta noción, esta imagen, tenga tanta fuerza porque refiere a un estado previo a toda disociación: el ser humano no estaba separado de la naturaleza, no estaba separado entre sus prójimos, no estaba separado de sí. No había división del trabajo, de clases, de jerarquías… La idea de comuna sería una especie de Véase por ejemplo J. Martín-Barbero, De los medios a las mediaciones. Convenio Andrés Bello. Santa Fé de Bogotá. Quinta edición 2003. En particular las páginas 1–26 (“Afirmación y negación del pueblo como sujeto”), en las últimas de las cuales plantea la discusión sobre la “disolución de lo popular en el marxismo” (p. 26). 3
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retorno al Paraíso, previo a la Caída, a la Edad de Oro, al estado prístino de autenticidad. Y si está en el origen estará en el final. Esta comuna es también soteriológica, no sólo es el lugar de donde venimos sino al que iremos siendo salvos. Es el futuro apocatástico, en el que todos y cada uno seremos en Dios y Dios será en nosotros, al final de los tiempos. La comuna es autónoma, autotélica y autógena. Es pura, esférica, íntegra y transparente. No exagero. Podría decir incluso “oceánica” pues este sentimiento de comunidad fue analizado por S. Freud al inicio de El malestar en la cultura asociando ese sentimiento “oceánico” religioso con el de comunidad. Y no se piense que es una noción exclusiva de panfletos o expresiones literarias o periodísticas. No. Habría que considerar este vector de comunalismo cuando se lee la Teoría de la acción comunicativa de Habermas o La comunidad que viene de Agamben o a Jean-Luc Nancy. Pues bien, este desiderátum de comuna puede ser muy antiguo, pero nunca ha sido una realidad histórica. Tales comunas nunca han existido y nunca van a existir. Voy a entender por comunalismo la expansión ideológica de la noción de comuna descrita anteriormente. El comunalismo no es comunitarismo ni comunismo ni anarquismo pero en estos tres hay o puede haber comunalismo –así como en otras configuraciones ideológicas–. El comunalismo ha tejido, sobre la base parcialmente real de la forma, un tapiz de contenidos irreales. El propósito de este artículo es contribuir a la crítica de la ideología comunalista y de la noción de comunidad y su universo semántico desde el marxismo comenzando por una revisión del pensamiento marxiano. Digo contribuir porque esta crítica ya se ha comenzado
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aunque no concluido,4 sería menester abordar la cuestión desde ángulos complementarios pero, sobre todo, abriendo paso a la pregunta por qué y cómo es que hoy en día el valor o ideal comunal (naturalidad, organicidad, horizontalidad, etc.) puede ser tomado como un antídoto contra los males del mercantilismo moderno siendo que se trata de una visión que supone ese estado comunal previo al mercado, el don y su moral. Y cuando digo crítica lo hago en el sentido que aunque contiene los momentos de negatividad pero también de afirmación pero sobre todo el cuestionamiento: ¿qué contiene en esencia el ideal comunal? ¿Debe ser parte del futuro deseable? ¿Debemos revisarlo? O ¿no será hora de asumir la modernidad y renunciar definitivamente a este ideal? ¿No habrá, en el fondo, una diferencia entre un comunalismo comunista y un compromiso societario socialista?
Comunismo y pensamiento marxiano He dicho que este imaginario de la comuna se encuentra presente en los comunismos. Lo digo en plural con toda intención. No sólo hay ni ha habido un comunismo: ha habido y hay varios. No es este el momento para detenerme a examinarlos pero tampoco hace al caso en este escrito. Baste señalar que en el pensamiento marxiano, el de Marx y Engels, hubo un desarrollo, un desenvolvimiento no meramente acumulativo sobre las ideas de comunismo y de comuna y que, además, estas dos no siempre marcharon sincopadas. Piénsese, por ejemplo, en las ideas de I. Caruso en las que intenta un análisis de la utopía en el cruce entre marxismo y psicoanálisis y propone la noción de nostreidad (Wir-Ich) como una forma de identidad colectiva. 4
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Engels y Marx retomaron el ideal comunista de una primera herencia –que incluso en la actualidad sólo está parcialmente identificada– de los comunistas contemporáneos en gran medida a nuestros autores (no me refiero sólo a los utopistas sino a los comunistas: Babeuf, Schapper, Weitling, etc, aunque resulta difícil la distinción). Un sucinto rastreo nos indica lo que presentaré a continuación.5 Una primera elaboración, como es sabido, se encuentra en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, en el tercer manuscrito. El comunismo del que tratan los Manuscritos del 44 es un comunismo que se centra en la reintegración del ser humano y la reconciliación con la naturaleza, despojándolo, aunque con resabios, de su carácter cristiano y mesiánico pero conservando su crítica a la propiedad privada.6 Es en este texto, en este momento histórico intelectual, que encontramos una noción de comunismo en eclosión entre dos fuerzas contradictorias: la noción común de comuna esbozada en el subtítulo 1 contra su opuesto, la crítica de lo que tiene de religiosa y escatológica a través de la crítica radical de la propiedad privada. Sobre las ideas y movimientos comunistas anteriores o contemporáneos a la juventud de Marx y Engels ellos mismos escribieron algunos textos, unos al calor del momento y otros como reflexiones posteriores; sólo como ejemplos, la Contribución a la historia de la Liga de los Comunistas, Ludwig Feuerbach, Del socialismo utópico al socialismo científico (o, como prefiere Manuel Sacristán Luzón, La evolución del socialismo desde la utopía hasta la ciencia), etc. 6 K. Marx, Manuscritos de economía y filosofía. Madrid, Alianza Editorial, 2003. Trad, de Francisco Rubio Llorente. Véanse sobre todo las páginas 135–141. Si bien la edición utilizada en este artículo es la mencionada arriba, cuando me refiero a dicha obra en el cuerpo del texto lo hago por su denominación más usual de Manuscritos económico-filosóficos de 1844. 5
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Se encuentran pasajes sueltos y alusiones en obras inmediatamente posteriores, por ejemplo, La Sagrada Familia. O bien en las conferencias impartidas por Engels en 1845 en Eberfeld, en las cuales la noción de comunismo gira en torno a la de una sociedad racionalmente organizada –sobre todo en lo económico– con base en las tesis del economista alemán List (y en este sentido, ese comunismo se acerca mucho más a, por una parte, el orden racionalizado de Fourier pero también a un tipo de socialismo). 7 O, por igual, en un artículo de Engels de 1845 en el que comunismo era todavía de manera primordial comunidad de bienes.8 Ya para 1846 en La ideología alemana parece buscarse algo así como un referente empírico de esta comunidad y se habla de la “propiedad de la tribu” (como primera forma, anterior a la “propiedad comunal o estatal”). En La ideología alemana encontramos una concepción del comunismo que viene como crítica de los predecesores de Engels y Marx (sobre todo en el primer apartado de la primera parte de La ideología, “Feuerbach”; en algunos pasajes de la crítica contra San Max, y en lo que ha sido conocido como la segunda parte de La ideología después del Federico Engels pronunció dos conferencias conocidas como “Dos discursos sobre el comunismo” el 15 y 22 de febrero en Eberfeld. Estas conferencias se encuentran en Marx & Engels. Escritos económicos varios. Juan Grijalbo editor. México. 1962. Pp. 253–270 (véanse también las notas a final de capítulo relacionadas). Se encuentran también con el nombre de “Dos discursos en Eberfeld” en la edición F. Engels, Escritos de juventud. Fondo de Cultura Económica. México, 1981. Ambas ediciones son traducción de Wenceslao Roces. Poco después, Engels mismo comenzará a hacer distinciones entre el proteccionismo de List y un proteccionismo progresista, este último debe proteger el trabajo manual. 8 “Descripción de las colonias comunistas creadas en los últimos tiempos y que aún existen”, en F. Engels, Escritos de juventud. México, Fondo de Cultura Económica, 1981. 7
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“Concilio de Leipzig”, o sea, “Los Anales Renanos o la filosofía del verdadero socialismo”). Mas, sin duda, el comunismo se empieza a concebir ya como parte de un proceso histórico: “Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual”.9 En el Manifiesto del Partido Comunista, 1848, la conceptualización del comunismo, cada vez más comC. Marx, & F. Engels. La ideología alemana. México, Grijalbo, 1987. P. 37. Bastardillas del original. Un antecedente de importancia del Manifiesto Comunista son los dos artículos de Engels en la Deutsche Brüsseler Zeitung de octubre de 1847: “Los comunistas y Karl Heinze”. En Engels, F. Escritos de juventud. Fondo de Cultura Económica. México, 1981. Esencial entre otras razones porque muestra claramente que varios de los motivos y tópicos del Manifiesto estaban ya en la agenda de discusiones en octubre de 1847 y, por ende, de la fuente de procedencia de estos motivos en el Manifiesto; así, por ejemplo, las líneas de demarcación con otros grupos (demócratas, socialistas, incluso la denominación inicial en el Manifiesto sobre los “polizontes franceses y los radicales alemanes”: ese radical es Heinze); la imperiosa necesidad de que los comunistas den a conocer sus ideas, etc. Pero también, y no menor, la afirmación de que el comunismo no es una doctrina sino un movimiento (op. cit. p. 652). No es nada extraño: en el verano de ese año se había reorganizado la Liga de los Justos pasando a denominarse Liga de los Comunistas y había aprobado unos estatutos que iban en este sentido. Volveremos a mencionar estos artículos en relación con un debate en el Manifiesto. Véase también los documentos contenidos en el Apéndice de Biografía del Manifiesto Comunista. Marx & Engels (con textos incluidos de Roces, Riazanov, Labriola, y apéndices). Biografía del Manifiesto Comunista. México (editorial). México. 1949. Estos documentos son alocuciones de 1846 y 1847, la Revista Comunista de Londres, los estatutos de la Liga, otras alocuciones de 1850, etc. Documentos de primera mano para entender el contexto histórico ideológico de ese momento. 9
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pleja, abarca diversos aspectos: por una parte, (1) una relación y a la vez una distinción semántica entre ‘comunismo’ y ‘socialismo’ (cuestión no meramente terminológica que obligó a Engels a hacer una aclaración en el Prólogo a la edición alemana de 1890 del Manifiesto),10 (2) socialismos y comunismos como una gama de posiciones de la literatura política, gama en la cual no todas las posiciones eran progresistas (“socialismo feudal”, etc.) pero en esta gama entran también varios ideales de comunismo (“crítico-utópicos”). Así, el Manifiesto es, de entrada, un balance crítico de ideas y de organizaciones, si bien a grandes rasgos. Por otra parte, (3) el Manifiesto es ya un programa político que, sobre la base del balance, propone una unificación programática de los grupos comunistas. Pero (4) no se trata de una propuesta puramente voluntarista Dice Engels en el prefacio a la edición inglesa de 1888: “Era un comunismo rudimentario y tosco, puramente instintivo” (p. 14), al tiempo que hace unas distinciones iniciales entre socialismo y comunismo (pp. 13-14). Lo que empieza en el Prefacio de 1888 se reitera y continúa en el de la edición alemana de 1890: “Y, sin embargo, cuando apareció no pudimos titularle Manifiesto Socialista. En 1847, se comprendía con el nombre de socialistas a dos categorías de personas. De un lado, los partidarios de diferentes sistemas utópicos […]. De otro lado, los más diversos curanderos sociales […]. El socialismo representaba en 1847 un movimiento burgués; el comunismo, un movimiento obrero.” (p. 21). Marx & Engels. Manifiesto del Partido Comunista. URSS, Progreso, 1978. La historia de la idea del comunismo en el s. XIX está indisolublemente ligada, pues, a la historia de la idea de socialismo. Cómo se transformaron mutuamente estas dos y qué implicaciones tuvo es algo que todavía está en estudio, por ejemplo, ¿en qué momento se llegó a pensar que la “primera fase de la sociedad comunista” correspondía al socialismo y la “fase avanzada de la sociedad comunista” al comunismo? (las expresiones entrecomilladas están tomadas de C. Marx, Crítica del programa de Gotha. URSS, Progreso, 1977; escrito en 1875 y publicado por Engels en 1891). 10
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sino que tiene como fundamento un movimiento histórico real. Comunismo es, en el momento social e intelectual de 1848, un conjunto de ideales e ideologías sociales (que oscilan entre reformas sociales no-capitalistas –esto es, ‘socialismos’– y formas de vida comunales); un movimiento social real pero diverso, anticapitalista, el movimiento obrero y sus diversas organizaciones (cartistas, owenistas, obreros igualitarios, etc.); tanto como la propuesta de programa unitario de este diverso movimiento real. Existe pues un concepto germinal pero complejo de comunismo; este concepto tiene ya contornos sociales, económicos y políticos, pero sólo de manera muy incipiente los contornos históricos (históricos en el sentido en que lo iban entendiendo Engels y Marx como la concepción materialista de la historia, como teoría y no como filosofía hegeliana de la historia). Este concepto de comunismo propuesto por el pensamiento marxiano aún no ha acuñado la idea de comunidad primitiva o comunismo primitivo. Dicho de otra forma, el concepto de comunismo en La ideología alemana se había acercado a la parte histórica por la “propiedad de la tribu” pero se detuvo ahí. En el Manifiesto el concepto había crecido en complejidad por la crítica ideológica y política pero tampoco incorporó un concepto histórico. Lo que de comunal tuviera el comunismo propuesto para mediados del siglo XIX no tenía ningún fundamento fáctico en la historia. Antes de proseguir, vale la pena detenernos brevemente en algunos puntos polémicos del Manifiesto y en torno a él. Toda la evidencia apunta a que el Manifiesto no fue un texto extensamente difundido en su propia época, hubo de esperar dos décadas para ser reeditado y
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traducido.11 Si consideramos que ni los Manuscritos del 44 ni La ideología alemana ni las conferencias de Engels ni sus Principios fueron divulgados para un gran público sino que quedaron inéditos durante casi un siglo o sólo eran conocidos en el círculo restringido de los comunistas organizados, quiere esto decir que la teorización sobre el comunismo no era académica ni abiertamente pública, pero era relativamente intensa en unas pocas revistas y, sobre todo, en los círculos interesados, que hoy sabemos abarcaban un espectro de revolucionarios más amplio: blanquistas, weitlingianos, etc.12 Riazanov sostiene que el Manifiesto fue escrito casi totalmente por Marx.13 Otros exégetas opinan diferente: Althusser ve distinciones entre redacciones de Marx y Engels (¿siguiendo alguna idea de Rubel?).14 A mi juicio, el papel de Engels fue fundamental desde el Cfr. la “Introducción” al Manifiesto Comunista de Eric Hobsbawn en Marx & Engels. Manifiesto Comunista. Crítica (Grijalbo/ Mondadori). Barcelona. 1998. Una versión previa, con muy ligeras diferencias apareció en Hobsbawn, E. “El Manifiesto Comunista”, Memoria, julio de 1998. 12 De hecho, eso lo dice el mismo Engels: cfr. Contribución a la historia de la Liga de los Comunistas. 13 Riazanov, D. Marx y Engels. Quimatú (Colección Clásicos del pensamiento social). Santiago de Chile. 1971. Sobre todo la “Cuarta conferencia”, pp. 67-92, y en especial las pp. 84-85. Véanse también las “Notas aclaratorias” de Riazanov en Marx & Engels (con textos incluidos de Roces, Riazanov, Labriola, y apéndices). Biografía del Manifiesto Comunista. México (editorial). México. 1949. Pp. 109-296. Estas “Notas aclaratorias” son una glosa valiosísima de Riazanov sobre situaciones históricas, personajes, autores, términos, ideas, pero también sobre procesos históricos como la manufactura, etc., que permiten entender mucho mejor el contenido del Manifiesto. 14 Prácticamente todo el ensayo de Althusser “Sobre el pensamiento marxista”, pero sobre todo las pp. 12-17. En Para un materialismo aleatorio. Madrid, Arena Libros, 2002. 11
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inicio y cuando en una carta del 23-24 de noviembre de 1847 le indica a Marx la conveniencia de abandonar el estilo de catecismo de la tentativa Profesión de fe comunista que había discutido la Liga de los Justos en su conversión hacia la Liga de los Comunistas poco antes. Aparentemente Moses Hess hizo aprobar una Profesión en el grupo de París en ausencia de Engels, pero la Liga de París le pidió a Engels la corrección de ésta, que él efectuó entre el 23 y el 29 de octubre de 1847. Sin embargo, el texto de Engels no se conoció públicamente sino hasta 1914.15 Riazanov sostiene que el punto prioritario del programa del Manifiesto es la lucha contra la propiedad privada y por una sociedad sin clases, lo cual sería un indicio de diferencia con el Engels de 1847, quien en sus Principios aboga por vindicar un conjunto de derechos al parecer menos radicales. Discrepo parcialmente de Riazanov en este punto: la Liga había aprobado un nuevo programa en el que el objetivo de la comunidad de bienes se sustituía por el de la sociedad sin clases y la supresión de la propiedad privada; sin duda existe el ataque crítico categórico, pero comparativamente haVéase el Apéndice de la Biografía del Manifiesto Comunista referidos en la nota 10 de este ensayo. Los editores de los Escritos económicos varios colocan la nota 10 a los “Principios del Comunismo” (p. 150 de la misma edición; la nota está en la p. 375), en dicha nota se aclara que la Liga de los Justos tuvo un Congreso de reorganización en junio de 1847 y que posterior a éste el comité directivo envió un proyecto de ‘profesión de fe’ de siete preguntas y respuestas. Engels le relata el caso de Hess a Marx en una carta del 25-26 de octubre de 1847 (op. cit., p. 375). Con estos datos tenemos una línea del tiempo muy clara de la parte troncal de construcción del Manifiesto. Dicho sea de paso, en la los estatutos de la Liga de los Comunistas la unidad mínima de agrupación es llamada comuna. 15
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blando, el ataque a la propiedad privada en el Manifiesto es menos virulento que en Babeuf o incluso en el mismo Tomás Moro. Más aún, Engels, en los mencionados artículos contra Karl Heinze, critica que éste pretenda que la comunidad de bienes sea una consecuencia de la abolición de la propiedad privada; dice Engels, en pocas palabras, que la abolición de la propiedad privada será consecuencia de la producción cada vez más socializada (pp. 652 – 653), “…porque las fuerzas de producción… rebasan diariamente los moldes del cambio individual y de la propiedad privada…” (p. 653).16 W. Roces propone en su traducción del Manifiesto que se comparen las diez medidas iniciales que debería tomar un gobierno revolucionario descritas en el Manifiesto, con las de la Liga de los Comunistas o con los doce medidas de los Principios de Engels;17 paradójicamente, a Roces le parecen mucho más radicales las del Manifiesto y a Riazanov un salto considerable en la formulación del comunismo científico. Una lectura serena demuestra que no hay tal: son diversos acomodos de conjuntos de demandas muy heteróclitos cuyo centro, ciertamente, se estaba desplazando de la comunidad de bienes a la supresión de la propiedad privada y de las claF. Engels, Escritos de juventud. México, Fondo de Cultura Económica, 1981. 17 Para la traducción del Manifiesto cfr. Marx & Engels. Manifiesto del Partido Comunista. Fundación de Investigaciones Marxistas (Partido Comunista Español). s/l. s/d. Traducción de Wenceslao Roces. Para los otros textos mencionados: Marx & Engels. Escritos económicos varios. Juan Grijalbo (Ciencias económicas y sociales). México. 1962. Recopilados y traducidos por Wenceslao Roces. Véase también de W. Roces la “Introducción” a la Biografía del Manifiesto Comunista, en Marx & Engels (con textos incluidos de Roces, Riazanov, Labriola, y apéndices). Biografía del Manifiesto Comunista. México (editorial). México. 1949. Pp. 14-54. 16
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ses pero siempre con una visión histórica de conjunto.18 Los mismos Marx y Engels cuando opinaron sobre esta parte del Manifiesto en su prefacio a la edición alemana de 1872 le restaron importancia dando a entender que lo relevante no era el listado programático de demandas sino el movimiento global descrito.19 Lo que sostengo con estas reflexiones, es, primero, que el comunismo de Engels y Marx no brotó ni de una epifanía reveladora ni es una línea recta de pensamiento basada en datos empíricos que condujera inexorablemente a su descubrimiento como desenlace. No, Marx y Engels se adhirieron de manera crítica al comunismo ya existente: un comunismo difuso y con muchas variantes; con un cierto bagaje teórico general central pero todavía no muy desarrollado (la concepción materialista de la historia); y con una fuerte convicción política y un gran conocimiento crítico de lo que eran los comunismos y socialismos en su momento. Segundo, que para 1848 era eso lo que se tenía, no más. Pero, tercero, que ya para ese Por cierto que en los referidos artículos de Engels de 1847 se hace un uso bastante preciso de conceptos procedentes de La ideología pero que constituyen el núcleo de la concepción materialista de la historia: “modo actual de producción y circulación”, “fuerzas productivas”, la contradicción entre algunos de estos elementos, entre otros. 19 La cita sería demasiado extensa, abarca prácticamente toda la primera mitad del segundo párrafo, pero el juicio clave es: “El mismo <<Manifiesto>> explica que la aplicación práctica de estos principios dependerá siempre y en todas partes de las circunstancias históricas existentes, y que, por tanto, no se concede importancia excepcional a las medidas revolucionarias enumeradas al final del capítulo II”. Marx & Engels. Manifiesto del Partido Comunista. Editorial Progreso. URSS. 1981. (P. 5). Incluso Engels en su Contribución a la historia de la Liga de los Comunistas de 1885 recoge 11 de 17 puntos de los cuales, dice, “todavía hoy algunos podrían aprender algo”. 18
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momento los puntales del comunismo en el Manifiesto (lucha de clases y su fin con el triunfo del proletariado, apoderamiento del aparato de Estado, supresión de la propiedad privada) estaban concatenados con otros conceptos que formarán parte del pensamiento marxiano. La reflexión sobre el comunismo habría de esperar tanto como las reediciones del Manifiesto, incluso un poco más, hasta la gran experiencia revolucionaria de la Comuna de París en 1871 y los balances que la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT, conocida después como la I Internacional) hizo, por la pluma de Marx, al respecto. Y después los comentarios a varias propuestas de programas (Crítica al Programa de Gotha) y otros escritos políticos. Pero con una diferencia: para ese entonces, los estudios históricos de Engels y Marx sobre las formas comunales realmente existentes o que hubieran existido ya habían avanzado. Si acaso hay un salto en la elaboración del comunismo científico como lo dice Riazanov no podría estar en el Manifiesto porque para la elaboración de una teoría que pudiera entenderse por comunismo científico se tiene que elaborar el concepto de comunismo a partir de la crítica de las nociones existentes y de estudiar científicamente sus fundamentos tales como las formas comunales, colocado en un marco teórico general. En 1848 existía el marco teórico general y la crítica de las nociones existentes pero no todavía el estudio científico de los fundamentos.20 El Manifiesto no puede ser Enfatizo: no se trata aquí de la importancia política que haya tenido en el momento, de lo cual ya hablé; sino del lugar que ocupa en el desenvolvimiento de las ideas teóricas de Engels y Marx. La importancia no para los demás sino para ellos. En ninguno de los Prefacios del Manifiesto afirman ni Marx ni Engels el antedicho salto; es más, ni siquiera aparecen las palabras socialismo científico o comunismo científico. En todo caso, un salto en el orden de la 20
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considerado como el punto de arranque del comunismo científico, aunque interpretaciones posteriores lo puedan haber visto así. Como los autores mismos del Manifiesto lo declaran en sus Prefacios (en particular Engels), el Manifiesto es un programa político, el núcleo del Manifiesto es la concepción materialista de la historia y es un punto de ruptura crítico con las nociones anteriores de socialismo y comunismo. No hay una ruptura epistemológica, más bien hay varias, dependiendo del concepto teórico marxiano que se esté tratando de reconstruir. Pero, ciertamente, no todas estas rupturas son de la misma escala, las más importantes son aquellas vinculadas con el método. Dos líneas de conceptualización se van trenzando aunque todavía de modo desincronizado: la reflexión política sobre el comunismo y la reflexión histórica sobre las comunidades. Es decir, la noción de la comuna y el estudio histórico de las formas comunales.
El pensamiento marxiano y el estudio histórico de las formas comunales
Fue éste un tema difícil de abordar durante varias décadas, en parte por el desconocimiento de los textos aún inéditos o la carencia de traducciones de textos de Engels y Marx pero en parte también por la condena político ideológica que el dogmatismo estalinista impuso sobre concepción teórico política del comunismo científico o se había producido ya en 1846 en La ideología (“el comunismo no es un ideal es el movimiento real” etc.) o se habría producido en 1852, como lo testimonio la carta de Marx a Weydemeyer del 5 de marzo, cuando se sostiene la tesis de que la lucha de clases pasa necesariamente por un periodo de transición hacia la sociedad sin clases.
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el concepto de modo de producción asiático que entorpeció las investigaciones. No pretendo yo realizar este balance de ideas sobre las formas comunales; sólo pretendo retomarlo. A pesar de todos los obstáculos, algunos notables investigadores se dieron a la tarea de hacerlo y ya para las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado habían realizado avances sustanciales. Es el caso en particular del antropólogo francés Maurice Godelier cuya línea pienso reproducir sintéticamente a continuación. En varios de sus textos pero en particular en Las sociedades precapitalistas,21 Godelier traza el desarrollo del pensamiento marxiano sobre las sociedades precapitalistas y cuestiones concomitantes como la comuna.22 Godelier, Maurice. Las sociedades precapitalistas. Quinto Sol. México. s/d. El texto está fechado por Godelier en “marzoabril 1968”. Existe otro título de Godelier Teoría marxista de las sociedades precapitalistas en editorial Laia (Barcelona, 1ª. ed. 1971, 3ª. ed. 1977) que parece una versión más acabada del mismo texto (o, al menos, otra traducción). La versión francesa que se consigna como fuente es Godelier Sur les societés precapitalistes. Editions Sociales. 1970. Desconozco si la fuente de la que tradujeron el texto que utilizo es exactamente la misma. Otro texto fundamental de Godelier sobre este mismo punto es Sobre el modo de producción asiático, en el que recoge una serie de textos de Marx y Engels en orden cronológico sobre la cuestión, precedidos por una introducción del propio Godelier titulada “Modo de producción asiático y los esquemas marxistas de evolución de las sociedades”. Godelier, Marx, Engels Sobre el modo de producción asiático. Barcelona, Martínez Roca, 1969. 22 Permítaseme decirlo así en aras de la concisión. Claro que las cuestiones concomitantes no son únicamente “tópicos”, la cuestión de las sociedades precapitalistas encierra el núcleo teórico del problema del modo de producción. La una sin el otro son relativamente incomprensibles, pero no es pertinente ahora abordar ese núcleo teórico. Igualmente, el problema central de método de la aparente paradoja de los conceptos económicos: ¿cómo podemos pensar so21
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Lo hace estudiando el pensamiento marxiano por fases no del todo consecutivas pero correlacionadas con sus obras, publicadas o inéditas. Godelier sostiene dos tesis centrales para entender el pensamiento marxiano en su conjunto. La primera, que el pensamiento marxista se forma con dos etapas de gran escala concatenadas: Nuestro análisis pone pues en evidencia la existencia de dos etapas decisivas y encadenadas en la formación del marxismo, caracterizadas cada una de ellas por un descubrimiento central: la etapa de 1845 en que los principios fundamentales del materialismo histórico son alcanzados y revolucionan la posición y el contenido tradicionales de la filosofía y de las ciencias de la historia; la etapa de 1858 en que la economía política es subvertida y reconstruida sobre una nueva base (p. 25).23 ciedades precapitalistas que desconocían las relaciones capitalistas con conceptos elaborados en una sociedad donde dominan las relaciones capitalistas? Si los conceptos del/sobre el capitalismo no son extrapolables pero son el marco en el que surgió el problema de esos conceptos mismos ¿cómo superarlos? ¿Cómo elaborar desde la economía capitalista conceptos para la protoeconomía precapitalista? 23 Godelier, M. Las sociedades precapitalistas, pp 25-27 Habría que comparar estas dos grandes etapas que propone Godelier con otras interpretaciones. Casi por reflejo condicionado, uno podría pensar en Althusser; dicha comparación sería más interesante habida cuenta que de que está todavía pendiente hoy en día la historia profunda de lo que se ha denominado marxismo estructuralista francés, no tanto la relación entre Lévi-Strauss y Althusser (más o menos bien conocida) sino entre Godelier –y después C. Meillassouxy Althusser y Balibar. Por otra parte se tiene la posición de Galvano della Volpe, a la cual me adhiero en general, sobre tres momentos clave de conformación del método en el desarrollo del pensamiento marxiano: el primero en torno a la Crítica de la filosofía del Estado de Hegel, el segundo en torno a la Miseria de la filosofía y el terce-
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La segunda tesis es una cuestión de método. Basándose en lo planteado por Marx en la Introducción de 1857 sobre el conocimiento del capitalismo lo hace extensivo al conocimiento de todas las formaciones precapitalistas pero, además, implica una relación teórico metodológica entre estructura e historia: “El conocimiento de una estructura precede y funda el conocimiento de su génesis. La historia económica sigue a la teoría económica” (p. 57).24 Ahora, respecto de las fases de desenvolvimiento de la teoría de las sociedades precapitalistas, la primera va de La ideología alemana al Manifiesto del Partido Comunista. Es un primer esbozo aunque bastante avanzado de la concepción materialista de la historia; las clases sociales van adquiriendo un perfil más conceptual y menos periodístico. Mas el cuadro de las sociedades precapitalistas todavía está pintado con brocha gorda; salvo el feudalismo, un poco más detallado y su relación con el tránsito al capitalismo, los demás modos de producción (no siempre denominados así en esa obra y época por Marx y Engels) no pasan de la noción de “propiedad de la tribu” (sin restarle mérito, obvio, a otros aspectos tratados con mayor penetración). La siguiente fase se concentra en un punto: 1853, año de redacción por parte de Marx de varios artículos sobre la situación colonial en la India lo que le implicó un estudio bastante profundo de algunos documentos de la época (muy probablemente en colaboración o al ro, coincidente en eso con Godelier y varios otros autores, en torno a los Grundrisse. 24 M. Godelier, Las sociedades precapitalistas, p. 57. Este postulado epistemológico de método amerita su discusión en otro momento y tiene íntima relación con lo planteado en las notas 22 y 23 supra.
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menos conocimiento de Engels). Es muy importante por la relación que encuentran entre un sistema aldeano, el despotismo central y el gobierno colonial británico. El complicado y cambiante sistema de impuestos los lleva a pensar en aldeas (comunas) que son los centros de producción y transfieren su producto a los regímenes centrales (despotismo, colonia). Por primera vez aparece una descripción más detallada del funcionamiento “económico” de la comunidad aldeana. Se habla menos de tribu y más de patriarcado. La posición de Marx hacia estas comunidades es muy negativa, cito a Godelier con fragmentos tomados de Marx: …está la existencia de estas comunidades aldeanas por inofensivas e idílicas que parezcan, que viven <<con un egoísmo bárbaro>> <<una vida estancada, vegetativa, sin dignidad>> y exhibiendo el <<espectáculo degradante del hombre, el sobernao de la naturaleza, hincado de rodillas ante Hammam, el mono, y Sabbala, la vaca>> (p. 43).25
Lo nuevo, dice Godelier, en esta concepción es la de una economía y una vida comunitaria aldeana en combinación con un poder central (que organiza obras, administra y se apropia del excedente), particularmente en las sociedades asiáticas (p. 45). Esta segunda fase coincide con la consolidación de una parte del pensamiento político de Marx y Engels. En efecto, después de 1848 se dieron a la tarea de realizar otro tipo de análisis de la realidad política, plasmado en La lucha de clases en Francia y en El 18 brumario de Luis Bonaparte. Producto de la experiencia revolucionaM. Godelier, Las sociedades precapitalistas, p. 43. Lo colocado entre antilambdas son citas de Marx. 25
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ria de 1848, en estos análisis las clases sociales afilan su arista política, aparece el término de dictadura del proletariado (tomada de los blanquistas) y toma un cierto rumbo la idea de revolución y el estado subsecuente. La tercera fase comienza en 1857 con nuevos estudios de Marx sobre China y la India, pasa por la redacción de los Grundrisse entre 1857 y 1858 y cierra con la Contribución a la crítica de la economía política de 1859.26 Esta fase coincide con el punto culminante de la conformación del método. El escrito central en esta fase es el conocido como las Formen (“Formas que preceden a la producción capitalista”) contenido en los Grundrisse. Es el examen más sistemático y detallado hasta ese momento sobre las sociedades precapitalistas, sus formaciones generales, sus rasgos económicos, su ‘filogéneis’ ramificada y sus transformaciones. Las Formen dan cuenta de que Marx tenía una concepción multilineal del desarrollo de las sociedades, que la definición de una formación social depende de la combinación compleja de varios factores (y no sólo las fuerzas productivas). Muchos conceptos se ponen en juego y son macerados por la crítica: forma natural, economía natural, tribu (finalmente se profundiza después de La ideología), comunidad familiar, comunidades de diversas actividades (caza, recolección rural), relación con el parentesco (patriarcal), diversos Grundrisse der Kritik der politschen Ökonomie (Rohentwurf). Utilizo la primera palabra del título en alemán porque actualmente identifica de manera común la obra completa. Dicha obra se encuentra a veces referida como “Fundamentos” (tomando la traducción del francés) o “Esbozo”; la traducción de P. Scaron para Siglo XXI en español la titula Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse). La palabra Grundrisse se traduce por elementos, la palabra Rohentwurf entre paréntesis por borrador o esbozo. 26
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modos de comunidades (eslava, germana, rumana, antigua, greco-romana). Pienso que desde un cierto punto de vista de la concepción materialista de la historia (podríamos decir el método, las categorías generales), las Formen son definitivas, sobre todo en su relación como formas pre-capitalistas, o sea, en su relación con el capitalismo. No es, en cambio, una visión cerrada, al contrario: deja abiertas varias preguntas que los autores abordaron en parte con el estudio de la comuna rural rusa. En la cuarta fase Godelier agrupa a El capital y el Anti-Dühring. No hay aportaciones esenciales en esta fase porque son obras en las que básicamente se sintetizan conocimientos anteriores y la primera se centra en el capitalismo; pero Godelier resalta dos aspectos importantes: uno, queda claro que en El capital no sólo no hay una modificación sino incluso una confirmación de los análisis sobre las sociedades precapitalistas. Dos, “las sociedades primitivas no son igualitarias y contienen los gérmenes de la formación de las clases y del Estado” (p. 94). Le sigue la fase de estudio de la comuna rusa y la comunidad germánica (1868-1894). Ubérrima en elementos y desarrollos más allá de los Grundrisse. Este periodo es el de los estudios de Marx sobre la comuna rural rusa pero también es el de estudio de Engels sobre la Marca, la evolución de las aldeas feudales, los estudios etnológicos de ambos y el cuaderno Kovalevski.27 Son varios los títulos en los que se han recogido las obras de Marx y Engels y sus interpretaciones. Entre ellos: (1) Krader, Lawrence. Los apuntes etnológicos de Carlos Marx. (Transcritos, anotados e introducidos por Lawrence Krader.) Siglo XXI/Fundación Pablo Iglesias. Madrid. 1988. (2) Krader, Lawrence. “Introducción a la notas etnológicas de Karl Marx”. Nueva Antropología # 10. México, abril 1979. (3) “Cuaderno Kovalevsky (Extractos)” en 27
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Esta fase es también la de una rápida reflexión política. El capital se acababa de publicar, la AIT ascendió y decayó, ocurrió la Comuna de París, se unifica el Partido Obrero de Alemania, se decretan las Leyes Bismarck y después se derogan, el movimiento obrero logra conquistas irreversibles en los países europeos. Es, pues, un periodo de nueva reflexión sobre la lucha de clases, el Estado y la revolución. Y estas preocupaciones no son ajenas al estudio de las formas comunales. Cada vez más, sobre todo a partir del caso de la comuna rural rusa, el comunismo de Marx y Engels se aleja de la noción común o del modo romántico de la comuna; los juicios se vuelven más realistas y, quizá, más duros: “En 1870 declara [Marx], en una forma cercana a las que aplicaba a la India en 1853, que no era ‘ni místico ni partidario de las imágenes rosas sobre el Dorado comunista’ que dibujaban los populistas rusos como Flerovsky” (p. 98). Finalmente, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884), de F. Engels, que vendría a ser una síntesis de muchos de los trabajos anteriores. Engels emprende la redacción de El origen como “la ejecución de un testamento”, si bien la redacción es de Engels, las constantes referencias a las notas etnológicas de Marx (hoy con evidencia suficiente para contrastarlas) pueden hacernos pensar en una obra conjunta. Godelier señala que tanto para Marx como para Engels el aporte de Lewis H. Morgan era fundamental, que “había descubierto el materialismo histórico” por su cuenta. Pero le llama la atención a Godelier por qué Engels no trata el modo de producción asiático en su obra, y propone una hipótesis asaz interesante. En el Anti-Dürhing Engels ya había vislumbrado que había dos rutas para la aparición Karl Marx. Escritos sobre la comunidad ancestral. Vicepresidencia del Estado Plurinacional. La Paz, Bolivia. s/d.
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de relaciones de dominación y la aparición del Estado. Una de ellas (dicho en mis palabras) sería la de sociedades con Estado pero sin clases, donde un poder despótico central se apropia del excedente de producción por medios tributarios o similares a nombre de las deidades o de una jefatura sagrada: es el modo de producción asiático. La otra vía sería la de la desintegración de la propiedad comunal de la tierra y la más bien pronta aparición de la propiedad privada, dando lugar al modo de producción antiguo. Al parecer de Godelier, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado sólo trata de esta segunda vía y por eso no niega pero invisibiliza el modo de producción asiático. Ahora bien, este largo recorrido por el pensamiento marxiano deja en claro que no hubo una concepción inicial unitaria. Las Formen o la comunidad rural rusa o El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado están mucho muy lejos de las rudimentarias concepciones de “la propiedad de la tribu” de La ideología alemana. Al alejarse conceptualmente, al ahondarse teóricamente, era inevitable el distanciamiento entre la noción común de comuna y los conceptos científicos de las formas comunales. No hay que entender el distanciamiento como un propósito en sí, no, el motivo era el conocimiento más profundo y más detallado del proceso histórico y de las estructuras precapitalistas. Pero no deja de tener consecuencias digámosles ideológicas: no podemos interpretar por igual el comunismo de los Manuscritos del 44 que el de El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Voy a mencionar dos cuestiones de suma trascendencia para el pensamiento marxiano y la teoría marxista pero me ceñiré después sólo a la segunda:
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a) Habida cuenta que la humanidad ha vivido en alguna forma de comunidad primitiva el 99.3% de su tiempo histórico y aún hoy existen formas de producción comunales, ¿qué lugar ocupa esta formación social en la teoría de la historia? ¿Comunidad primitiva o comunismo primitivo? ¿Cuáles deben ser los instrumentos de interpretación económica, social, política, cultural? ¿Y la organización social? ¿Hay explotación sin clases? ¿Y la relación entre ideología y las representaciones colectivas: es el totemismo la ideología de los salvajes o la ideología el totemismo de los modernos? b) Si existieran comunas o relictos de comunas o de esta organización primigenia ¿qué papel podrían jugar en la transformación social, en la construcción de una nueva sociedad? ¿En qué medida, si puede decirse así, el comunismo futuro será una vuelta a la comunidad primitiva?
La comuna rusa y la posibilidad de la revolución
La primera cuestión, muy extensa pero no carente de avances importantes, sigue siendo uno de los temas capitales para desarrollar en el marxismo contemporáneo, o sea, de desarrollo de la teoría con base en pero ulterior a Engels y Marx. Pero, sobre la segunda: como se sabe, Marx y Engels tuvieron oportunidad de aclarar su posición a través del caso ruso. En este texto sólo nos ocuparemos de esta segunda cuestión pero hay que decir que ésta, a su vez, ha venido sirviendo para profundizar sobre la primera.
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En 1877 Marx escribe una carta a un periódico ruso (el Otiéchestviennie Zapiski o sea, Anales de la Patria) para defender las tesis sostenidas en El capital de algunos ataques e incluso tergiversaciones involuntarias de su defensor Mijailovski.28 En 1881 Marx y Engels vuelven sobre el asunto en el Prefacio a la edición rusa del Manifiesto. La pregunta común era si Rusia (y en general, todos los países) debían pasar por el capitalismo antes de una revolución socialista o si la existencia de relictos comunitarios (como la comuna rusa) permitirían “saltar” la etapa capitalista. Al decir de Nicolaievski, la idea de Marx y Engels era que la comuna sólo serviría de base con la condición de una revolución proletaria en los países occidentales. Pero además de estos escritos públicamente conocidos, existe una carta que Axelrod dio a conocer después. La carta está fechada en marzo de 1881 y es una respuesta de Marx a una interrogante específica que le dirige Vera Zasúlich, a la sazón camarada del mismo Axelrod y de Plejanov en los grupos de activistas populistas (narodniki) exiliados.29 Con posterioridad aún se descubrieron los borradores que Marx había elaborado para esta carta. La carta es esencial para la teoría marxista porque demuele la ridícula noción dogmática de una evolución M. Godelier, Sobre el modo de producción asiático, pp. 167171. la carta redactada en francés no alcanzó a ser publicada en ese año; lo fue parcialmente en 1883, ya fallecido Marx, y luego Danielson la publicó íntegramente en 1902 en París. 29 Para una historia del populismo ruso véase: (1) V. A. Tvardovskaia, El populismo ruso. México, Siglo XXI (Biblioteca del pensamiento socialista), 1978. (2) Venturi, Franco. Los populistas rusos (dos tomos). Alianza. (3) Shanin, Teodor. El Marx tardío y la vía rusa. Marx y la periferia del capitalismo. Madrid, Revolución (editorial), 1990. 28
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unilineal de las sociedades pasando por cinco modos de producción. Cito en extenso: En el fondo del sistema capitalista está, pues, la separación radical entre productor y medios de producción. . . la base de toda esta evolución es la expropiación de los campesinos. Todavía no se ha realizado de una manera radical más que en Inglaterra. . . Pero todos los demás países de Europa occidental van por el mismo camino.” (El capital, edición francesa, p. 316.) La “fatalidad histórica” de este movimiento está, pues, expresamente restringida a los países de Europa occidental. El porqué de esta restricción está indicado en el siguiente pasaje del capítulo xxxii: “La propiedad privada, fundada en el trabajo personal. . . va a ser suplantada por la propiedad privada capitalista, fundada en la explotación del trabajo de otros, en el sistema asalariado.” (Loc. cit., p. 340.) En este movimiento occidental se trata, pues, de la transformación de una forma de propiedad privada en otra forma de propiedad privada. Entre los campesinos rusos, por el contrario, habría que transformar su propiedad común en propiedad privada. El análisis presentado en El capital no da, pues, razones, en pro ni en contra de la vitalidad de la comuna rural, pero el estudio especial que de ella he hecho, y cuyos materiales he buscado en las fuentes originales, me ha convencido de que esta comuna es el punto de apoyo de la regeneración social en Rusia, mas para que pueda funcionar como tal será preciso eliminar primeramente las influencias deletéreas que la acosan por todas partes y a continuación ase-
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gurarle las condiciones normales para un desarrollo espontáneo.30
La misma Vera Zasúlich admitiría poco después que la comuna rusa estaba desapareciendo a grandes pasos. Mas lo que se entendía por “comuna” era algo confuso. En la Rusia del último tercio del siglo XIX coexistían tendencias encontradas sobre la conformación del campesinado, resultado en parte de su propia evolución y en parte catalizado por las reformas de 1861 y la consecuente descomposición de las varias formas de servidumbre prevalecientes. Coexistían varios tipos de comunas rusas porque, en realidad, no existía nada que fuera “la comuna” en sí, en estado puro, todas las formas comunales eran variantes o transformaciones de formas precedentes.31 Marx y Engels no eran seguidores de los narodniki (Narodnaya Volia) aunque admiraban su fervor revolucionario, reconocían parte de sus análisis y mantenían una muy cordial y sana relación diplomática. Pero en Rusia la cosa era diferente. Los narodniki eran los herederos de un legado revolucionario de varias décadas, que abarcaba al bakuninismo, a Herzen, a Chernishevski y que fueron los incipientes introductores del pensamiento marxiano en Rusia a través de N. Danielson entre otros. Los narodniki se dividirían en varias tendencias y darían lugar a una corriente “marxista”, el Marx & Engels. Escritos sobre Rusia. II. El porvenir de la comuna rural rusa. México, Cuadernos de Pasado y Presente 90, 1980. P. 12. Se conservan párrafos con las comillas porque Marx se está citando a sí mismo en El capital. También Godelier en Sobre el modo de producción asiático la reproduce con algunas variaciones (pp. 171-172). 31 Al respecto cfr. Engels. El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, pp. 84-85 y 202-203. 30
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grupo Emancipación del Trabajo, lidereada por Plejanov. Los grupos narodniki de tácticas terroristas desparecieron pero pervivieron las teorías de una transformación social con base campesina: no son ya los populistas rusos del segundo tercio del siglo XIX sino los de fines de ese siglo. Por cierto, es a esos populistas que militaba Alejandro Ulianov, el hermano de Lenin ejecutado por el Zar Nicolás II. El POSDR se opuso frontalmente a las teorías y prácticas populistas desde la última década del siglo XIX hasta después del triunfo de la Revolución de octubre.32 Un denominador común del populismo ruso era la cuestión campesina y agraria. Y, dentro de ella, la convicción de que las formas de vida comunitarias rurales eran una vía de construcción alternativa de una nueva sociedad y de que no podría haber un cambio real sin la participación revolucionaria de los campesinos y sus modos de vida. Como en la utopía de A. V. Chayanov (Viaje de mi hermano Alexis al país de la utopía campesina), escrita en 1920, pero que imagina la situación en 1984 (¿casualidad?) después de que en 1934 los partidos campesinos tomaran el poder de la República Soviética y decretaran la desaparición de los núcleos urbanos de más de 20 000 habitantes.33 Véase la nota 26 supra para la bibliografía sobre historia del populismo ruso. 33 Chayanov, notable polímata ruso, conocido sobre todo por sus teorías de la economía campesina se hizo sospechoso al régimen de Stalin. En 1930 se le detuvo y siguió un proceso por “conspiración contrarrevolucionaria”; por pertenecer, aparentemente, al Partido de los Campesinos Trabajadores. Pravda lo calificó, a él y sus colaboradores, de “los últimos mohicanos de la ideología populista”. En 1932 fue detenido de nuevo y condenado a cinco años de trabajo en Alma Ata, en Kazajstán. Una fuente refiere que fue fusilado en 32
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La confrontación fue permanente. Se ha hablado de la crítica de Lenin al “oportunismo” de la II Internacional, pero ese era sólo el frente exterior. En el frente interior habría que recordar que las baterías de ataque de Lenin se enfocaron primero contra los Amigos del Pueblo, desde muy temprano, en 1894 –antes de El desarrollo del capitalismo en Rusia– y que en ese ataque se empezaron a forjar las tesis políticas de lo que después sería el bolchevismo;34 el bolchevismo nace como resultante de la lucha contra tres adversarios sucesivos: primero contra los populistas, después contra los mencheviques y al final contra la II Internacional. Mas la lucha contra los populistas nunca declinó. Continuó incluso después de la Revolución de octubre contra el ala izquierda de los populistas, los socialrevolucionarios de izquierda, quizá los únicos aliados políticos reales y leales al POSDR(b) en octubre de 1917. La lucha fue tal que se intentó incluso borrar las huellas de la investigación que se había emprendido sobre el pensamiento de Marx y Engels en torno a la comuna rusa: Nicolaievski fue deportado en 1922, alcanzó a publicar algo en 1924 y murió en Nueva York en 1966; Riazanov, el erudito y heroico investigador de la vida y obra de Marx y Engels pudo retomar las investigacio1937, mientras otra asegura que lo fue en 1939 en la cárcel de Alma Ata. Fue rehabilitado él y su familia en 1974. 34 Las confrontaciones en que una tendencia marxista se separaría de una populista comenzaron con un texto de Plejanov, Nuestras diferencias (1885). Continuaron con más fuerza con varias obras de Lenin: Quiénes son los “amigos del pueblo” y cómo luchan contra los socialdemócratas (1894) y A qué herencia renunciamos (18971898), principalmente (ambas en Lenin, Obras escogidas, Tomo I., Moscú, Progreso, 1973). Con intensidad variable, y con cambios en las tendencias populistas, la polémica se mantuvo hasta la década de los veinte, ya habiendo triunfado la revolución bolchevique.
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nes a partir de 1924 en su calidad de director del Instituto Marx-Engels (IME) de Moscú; Riazanov –quien sin duda en ese momento era el más brillante biógrafo, doxógrafo y filólogo del marxismo– fue posteriormente despojado de su cargo, expulsado, exiliado y finalmente fusilado el 21 de enero de 1938 como una víctima más de las purgas estalinistas.35 No sería sino desde 1956, con el XX Congreso del PCUS y el deshielo antiestalinista de Jrushchov, que paulatina y parcialmente se rehabilitaría el legado populista. Hoy nos toca reexaminar su propuesta de comunidad a la luz del pensamiento marxiano y el marxismo.
Bibliografía Althusser, Louis. Para un materialismo aleatorio. Madrid, Arena libros, 2002. Chayanov, Alexandr V. et al. Chayanov y la teoría de la economía campesina, México, Cuadernos de Pasado y Presente 94, 1981. Della Volpe, Galvano. Rousseau y Marx y otros ensayos de filosofía materialista. Barcelona, Martínez Roca, 1978. Engels, F. Escritos de juventud. México, Fondo de Cultura Económica (Obras fundamentales de C. Marx y F. Engels. T. 2), 1981.
Véase: N. González Varela, David Riazanov: humanista, editor de Marx, disidente rojo. Se puede descargar el formato pdf en: https://es.scribd.com/document/131502330/David-RiazanovHumanista-Editor-de-Marx-Disidente-rojo-por-Nicolas-GonzalezVarela 35
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A PROPÓSITO DEL DEBATE ENTRE LENIN Y KAUTSKY: ALGUNAS REFLEXIONES EN TORNO A LA DICTAURA DEL PROLETARIADO VS. LA DEMOCRACIA FORMAL María del Carmen Camarillo Gómez1
Introducción A nuestro juicio dos recientes acontecimientos demuestran la vigencia y la necesidad de debatir, pensar y repensar esas discusiones que tras la llegada de la Perestroika y la caída del muro de Berlín fueron quedando en el olvido. El primer caso del que hablaremos es la situación por la que atraviesa actualmente Venezuela. Mucho se mencionó por allá del mes de abril del 2017 que el Tribunal Superior de Justicia asumiría las tareas legislativas del parlamento, el que no debemos olvidar contaba con una mayoría opositora al régimen de Maduro desde un año antes. Cuatro meses después el gobierno bolivariano convocó a votación para elegir asamblea Constituyente lo que fue muy criticado por la oposición y diversos medios internacionales, pues a su juicio todos los candidatos eran afines a Maduro. Por todo lo anterior el país sudamericano ha pasado por momentos difíciles, mucha inestabilidad, marchas multitudinarias a favor y en contra del gobierno, aprensiones de opositores y muchas muertes que lamentar en todo este proceso. Pero más 1
Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.
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allá de lo que digan los medios pudiéramos preguntarnos ¿qué aprendizaje nos ofrecería el viejo debate de Lenin y Kautsky en torno al problema de la democracia? Pues, a nuestro juicio, el que Maduro coarte las libertades de los opositores obedece a que si los dejara ejercerlas podrían derrocarle, caso similar al que argumentó Lenin al oponerse a la defensa que de la libertad y la democracia pura hacia Kautsky en contra del poder que tenían los soviets. El otro caso que quisiéramos abordar es el de la solidaridad y el descontento ciudadano tras el 19-S. Hemos vivido unos días muy difíciles en México tras los sismos del 7 y 19 de septiembre: poco después de los movimientos telúricos la gente se volcó a los edificios siniestrados para ayudar en el rescate de personas, en la remoción de escombros, para preparar y repartir agua y comida, para ayudar en centros de acopio, etc. En las tiendas, farmacias y supermercados se observaba desabasto debido a que la población acudió masivamente a comprar víveres, material de curación, artículos de limpieza personal o herramientas. Esta experiencia solidaria se hacía presente una vez más como hacía 32 años la habíamos vivido, pero aunado a esto se empezaba a expresar en redes sociales un gran descontento por la corrupción, por los salarios desorbitantes e infinidad de beneficios de los que gozan los representantes populares. Inclusive circularon mensajes que pedían tachar todos los candidatos al Senado, de tal manera que “se entendiera que nadie había resultado electo y se desapareciera la Cámara alta” o los que sugerían una serie de nuevos criterios para la elección, permanencia o remoción de un diputado. La expresión solidaria de la ciudadanía éticamente admirable no pudo trascender políticamente porque todo este efervescente descontento se fue apagando paulatinamente al igual que el ánimo de la solidaridad,
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entonces podemos preguntarnos ¿qué nos diría el viejo Lenin al respecto? Nos viene a la memoria el pasaje que Trotsky comenta en El joven Lenin de aquel verano de 1891 en Samara que fue particularmente caluroso lo que generó que se quemaran los cultivos de trigo y la población pasara hambre, ante esta tragedia las fuerza de oposición de manera altruista se dedicaron a repartir víveres entre los damnificados, pero los revolucionarios no podían contentarse con estas acciones pues de lo que se trata no es de atenuar las calamidades sino de eliminar las causas, lo que no implica estar en contra de brindar apoyo a los necesitados sino en contra de las ilusiones que implica pensar que estas acciones serán suficientes para erradicar el problema2.
Sobre la organización y los revolucionarios profesionales
Quizá pudiéramos decir en primera instancia que el revolucionario ruso criticaría el espontaneismo de todas estas acciones e iniciativas pues a final de cuentas se diluyeron al carecer de una dirigencia revolucionaria que pudiera darle fundamento, orden, sentido y coordinación. Porque a decir de Lenin el elemento espontáneo es apenas un incipiente embrión de la conciencia en tanto que es el sentir un malestar que en consecuencia se expresa como una necesidad de oponerse3 a algo que se intuye es erróneo, injusto o equivocado pero sin la conciencia teórica del comprender el problema y sus causas. L. Trotsky, El joven Lenin, México, Fondo de Cultura Económica, 1985, pp. 260-264. 3 V. I. Lenin, “¿Qué hacer?” en Obras escogidas en doce tomos, México, Editorial Progreso, 1975, p. 27. 2
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En tanto que nosotros podríamos decir que tras los sismos en México este malestar que se expresó en las redes sociales era más bien la manifestación de una incipiente agitación que no alcanzo siquiera la categoría de propaganda y a todas luces distó de ser una demostración de capacidad organizativa4. En palabras de Lenin podríamos decir que: Iban a la guerra como verdaderos labradores, sin más pertrecho que un garrote en la mano. Falto de todo contacto con los viejos dirigentes del movimiento, falto de toda ligazón con los círculos de otros lugares o hasta de otros puntos de la ciudad, sin organización de alguna de las diferentes partes de la labor revolucionaria, sin ningún plan sistematizado de acción para un periodo más prolongado … Despliega paso a paso una agitación y una propaganda … y con su actuación se gana las simpatías de sectores obreros bastante amplios, así como de una parte de la sociedad instruida … Crece el prestigio del comité y aumenta su actividad, que se amplia de un modo espontáneo por completo … emprenden la edición de un periódico local, empiezan a hablar de organizar una manifestación y. por fin, pasan a operaciones militares abiertas … Y por lo general, en cuanto se inician estas operaciones, se produce el fracaso inmediato y completo.5
Para Lenin el fracaso podrá evitarse sólo si se logra construir una organización de dirigentes estable, con continuidad y conformada por revolucionarios profesionales. Pero ¿Por qué se da la necesidad de la existencia 4 5
Ibid., p. 83. Ibid., pp. 96-97.
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de estos revolucionarios profesionales? Porque el éxito de la revolución depende de una organización encabezada por una dirigencia profesional que no necesita trabajar asalariadamente para subsistir sino que debe vivir de los recursos del partido para poder cambiar su lugar de acción si así lo exigen las circunstancias y tener movilidad para adquirir mayor experiencia. Sólo así, diría Lenin, se podrá aspirar al éxito: …una fuerte organización revolucionaria es sin duda necesaria para dar precisamente estabilidad al movimiento y preservarlo de la posibilidad de los ataques irreflexivos (…) Sólo una organización combativa centralizada que aplique firmemente la política socialdemócrata y satisfaga, por decirlo así, todos los instintos y aspiraciones revolucionarios puede preservar de un ataque irreflexivo al movimiento y preparar un ataque con perspectivas de éxito.6
Sin embargo, este nivel de organización donde se requieren profesionales implica una organización centralizada donde no siempre se puede ejercer la democracia en la toma de decisiones, pues: “… no basta la ‘democracia primitiva’ de un círculo primitivo, en el que todos hacen de todo y se divierten jugando al referéndum”.7 Al respecto recordamos que Enrique Dussel en su Ética de la Liberación afirma que resultaba entendible que la profesionalización de la vanguardia y el centralismo en la toma de decisiones estratégicamente fuera lo correcto en el proceso revolucionario, pero que siguiera siendo paradigma de organización en la década de los treintas
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Ibid., p. 133. Ibid., p. 146.
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era lamentable8. Y es que, para el filósofo latinoamericano, Lenin no concebía la democracia como una relación discursiva que construye marcos normativos, sino sólo como una organización de consulta. Pero, a su juicio, lo que resultaba más peligroso es que, en nombre del interés estratégico del éxito del proceso revolucionario, se dejara de lado la dignidad y el reconocimiento de la intersubjetividad que después recibirá el apelativo de ‘comunidad política’. Esta crítica inspirada en la que a su vez realizó Rosa Luxemburgo, quien sostenía que la comunidad aprende desde la base crítico-organizada, desde donde se explica la negatividad en la que se encuentra, y las posibles salidas o alternativas de liberación hace innecesaria la existencia de una vanguardia que centralizadamente organiza, dirige y actúa. Sin embargo, nosotros nos preguntamos ¿esta comunidad organizada y crítica estará realmente preparada para responder a un momento revolucionario o de emergencia? Y peor aún ¿es justa la crítica que hace Dussel acerca de que se privilegia el interés estratégico del éxito en detrimento de la dignidad y el reconocimiento de la autonomía de la comunidad cuando las circunstancias exigen respuestas de las mentes más capaces? Algunos años después, Dussel, en su Política de la liberación, de nueva cuenta crítica a Lenin, pero ahora desde el problema del Estado y la toma del poder. En primera instancia podemos decir que para el filósofo de la liberación, Lenin carece de una concepción positiva del poder entendida esta como la unidad de voluntades en el consenso y solo lo concibe como ejercicio de dominación o sea como dictadura cuyo poder centralizado diseña estrategias para la toma del mismo. En ese sentiE. Dussel, Ética de la liberación en la edad de la globalización y de la exclusión, Madrid, Editorial Trotta, 1998, p. 508. 8
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do, a ojos de Dussel Lenin cancela cualquier posibilidad de que la democracia se ejerza, pues con ello se cierran todos los espacios de participación de los proletarios y campesinos. No obstante, podemos preguntarnos ¿en verdad esto es así? Para dar respuesta recuperamos el debate que se suscitó, allá por 1918, entre Kautsky y Lenin.
Kautsky y su idea de la democracia Kautsky, en su texto publicado en 1918, aborda fundamentalmente la ausencia de democracia dentro de la llamada dictadura del proletariado que gobernaba después de la Revolución de octubre. El primer aspecto al que hace referencia es al problema de la falta de democracia y legitimidad, pues a su juicio a diferencia del gobierno que se instauró en la Comuna de París, el gobierno soviético no era producto de la lucha, tampoco era respaldado por todo el proletariado en su conjunto, ni era producto de todos los socialistas en tanto que muchos habían sido excluidos de este gobierno: “El partido socialista que está en el poder en Rusia lo tomó luchando contra otros partidos socialistas. Ejerce su poder excluyendo a otros partidos socialistas de sus instancias dirigentes”.9 Exclusión que a ojos de Kautsky era consecuencia de la franca oposición que mantenían algunos socialistas por el método político dictatorial con el que se había conducido el gobierno soviético. Dicha oposición nuestro autor la ve como una lucha fratricida que si bien era obligación de los todos socialistas evitar, se debía tener la suficiente información al respecto para poder emitir un juicio. K. Kautsky, La dictadura del proletariado, México, editorial Grijalbo, 1975, p. 39. 9
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En el apartado segundo Kautsky aborda el tema de la democracia y la toma del poder político, asevera que en ocasiones se establece una diferencia, que a su juicio no debe existir, entre democracia y socialismo, pero también se opone a que algunos aseveren que el socialismo es el fin que se busca, mientras que la democracia es sólo un medio para acceder a él y, retomando el Programa de Gotha, nos dice: “En realidad, no es el socialismo nuestra meta final, sino el abolir ‘todo tipo de explotación y de opresión, ya esté dirigida contra una clase, un partido, un sexo o una raza’”.10 El socialismo, nos dice Kautsky, es sólo la forma de lucha por la cual se podrá establecer un medio de producción socialista para poder alcanzar las condiciones técnicas y económicas que posibiliten el acceso a una nueva sociedad sin explotación ni opresión. En ese sentido, agrega, es erróneo pensar que socialismo y democracia son elementos separados, por el contrario, el socialismo y la democracia son dos elementos que posibilitan un mismo fin: Así pues, para nosotros el socialismo sin democracia no se puede considerar. Y por socialismo moderno entendemos no sólo la organización colectiva de la producción, sino también la organización democrática de la sociedad. Por lo tanto sacamos la consecuencia de que el socialismo está indisolublemente ligado a la democracia. No existe socialismo sin democracia.11
No obstante lo anterior, para Kautsky hay socialistas que consideran que la democracia puede llegar a ser un instrumento inadecuado para el socialismo, pero es10 11
Ibid., p. 41. Ibid., p. 43.
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tos socialistas en realidad sólo buscan la toma del poder. Toma del poder que representa un enfrentamiento violento con las clases dominantes que cerraban todos los caminos democráticos para que el proletariado mejorara su condición de vida instaurando un nuevo régimen y un nuevo modo de producción. Pero del argumento anterior no se desprende que la democracia sea un estorbo para la lucha del proletariado, al contrario, demuestra que el proletariado debe luchar democráticamente por abrir los espacios que las clases dominantes le han cerrado, ya que a medida que un Estado se torna más democrático el proletariado puede desarrollarse mejor, y al respecto Kautsky nos dice que: (...) en un estado democrático el proletariado se desarrolla hasta volverse suficientemente numeroso y lleno de brío para tomar el poder político por la simple aplicación de las libertades dadas, entonces la ‘dictadura capitalista’ tendrá muchas dificultades para movilizar los instrumentos de represión necesarios para la supresión violenta de la democracia.12
Aunque el mismo Kautsky acepta que no siempre la toma del poder se dará por medios pacíficos, y recordando un discurso dictado por Marx en la Haya en 1872 pone el énfasis en que dentro de los marcos de una república democrática la clase dominante ha sido obligada por las luchas que ha dado el pueblo a respetar los derechos populares. Las objeciones que se le pueden hacer a Kaustky son muchas pero algo que considero no podemos dejar pasar de largo es el hecho de que a nuestro autor se le olvida que los derechos son resultado de la participación 12
Ibid., p. 45.
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social y que todos aquellos que han sido excluidos de un sistema de derechos han tenido que luchar por su reconocimiento, estas luchas, la mayor parte de las veces, han sido luchas violentas, incluso dentro de lo que tradicionalmente se consideraría una república democrática de corte liberal. Tampoco debemos olvidar que la participación de los pobres y su representación ante las asambleas constituyentes no han sido del todo real ni tampoco por esta vía han conseguido solucionar los problemas que aquejan a la clase trabajadora. En el tercer apartado se aborda el tema de la democracia y la madurez del proletariado. Kautsky desarrolla la idea ya esbozada de que si el proletariado participa dentro de la república democrática se verá verdaderamente fortalecido y maduro. Para nuestro autor la madurez del proletariado se obtendrá en la medida en que se dé en él un interés por el socialismo, este interés se acrecentará en la medida en que se tiene voluntad, además de una base material que permita que los proletarios crezcan en número y se vean fortalecidos, por ejemplo: “En Inglaterra, el proletariado industrial se convirtió en un fenómeno de masas; allí se descubrieron los primeros derechos democráticos, algunas posibilidades de organización y de propaganda, y, cuando luchaba contra la nobleza para obtener el derecho al voto, la misma burguesía exhortaba al proletariado al movimiento.”13 Sin embargo, debemos considerar que lo que parece olvidar Kautsky es que las razones por las cuales la burguesía apoyó la lucha del proletariado por el derecho al sufragio, no era por solidaridad ni mucho menos por bondad, sino que obedecía a que sus propios intereses no se veían afectados con la participación masiva de los desposeídos. Y dado que la democracia liberal parte de 13
Ibid., p. 51.
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una igualdad meramente formal, la participación del proletariado en las elecciones no implicaba un rompimiento con el orden vigente de desigualdad social y económica que imperaba y que sigue dominando hasta nuestros días. Bajo esta misma lógica discursiva Kautsky continua haciendo una defensa a ultranza de la democracia a la que considera el espacio propicio donde el proletariado ha ido desarrollando todas sus potencialidades, y así lo expone el propio autor: (...) la clase obrera de Europa ha conquistado nuevos trozos de democracia, uno después de otro, durante numerosos combates a menudo sangrientos. Luchando por adquirir, mantener y ensanchar la democracia, aprovechando cada parcela de democracia para la organización, la propaganda y la conquista forzosa de reformas sociales, el proletariado ha ganado en madurez de año tras año, y se ha transformado de la más baja capa de las masas populares que era, en capa predominante.14
De la cita anterior podemos decir que también observamos una contradicción en el discurso de Kautsky, quien por una parte critica la toma violenta del poder, porque la violencia no es un ejercicio democrático, y por otro acepta, al menos en esta cita, que la democracia se ha ido desarrollando en la medida en que se dan luchas por el reconocimiento de nuevos derechos, luchas violentas y quizá también muy poco democráticas. Pero la conclusión a la que llega el autor es que: “Así la democracia es la que, no sólo permite en primer lugar acelerar el proceso de maduración del proletariado, sino
14
Ibid., p. 53.
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que además ayuda a reconocer el momento en que es alcanzada.”15 En el cuarto apartado se habla de los efectos de la democracia sobre todo en el terreno del desarrollo del proletariado. Uno de los efectos es el que a través del uso del voto la clase trabajadora, al igual que otras clases, han podido hacer uso de la palabra en la tribuna para defender sus derechos, que frecuentemente se veían afectados por la dominación burocrática del Estado. Así, el voto es a los ojos de Kautsky el único modo válido de elección racional que tiene la sociedad hoy en día, pero fundamentalmente para el proletariado que, siendo mayor en número podrá transformar la sociedad. De tal forma que para que se pueda hablar de madurez del proletariado es preciso que: (...) su conciencia de clase alcance su más alto grado, que llegue a la comprensión de las grandes relaciones y metas sociales, comprensión que sólo el socialismo científico eleva hasta una perfecta claridad. Esa compresión se extiende no sólo gracias a la teoría sino igualmente a la práctica, cuando el proletariado tiene una visión política general y ya no limitada a sus intereses individuales (...) allí se encuentra la superioridad organizacional del partido socialdemócrata. También allí se encuentra la superioridad del sufragio universal sobre un modo de elección discriminatoria.16
Además otra ventaja de la democracia, desde la perspectiva de Kautsky, es que con ella se da un claro dominio de la mayoría, pero también se da una defensa 15 16
Ibid., p. 55. Ibid., p. 59.
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de los que han quedado en minoría, que de alguna manera quedan protegidos en sus derechos básicos. Estas mayorías y minorías se traducen dentro de la democracia no en dominio de clases sino en dominio de partidos políticos que no son clase social, pero que sí representan intereses de clase; aunque nuestro autor acepta que una clase puede estar repartida en varios partidos, y un partido puede estar constituido por miembros de diversas clases, ve el fenómeno más como un ejercicio de la democracia que como un motor generador en la historia, lo que ocasiona que, los que antes eran mayoría dentro del partido, en el parlamento o en el gobierno devengan minoría y viceversa. Es ésta, nos dice Kautsky, la verdadera democracia. Este argumento lo utiliza el historiador austrohúngaro para mostrar su fuerte oposición a la manera en cómo se ha llevado a cabo el proceso de constitución de la República soviética de Rusia, que en base a la decisión de un solo partido ha excluido toda oposición al gobierno después de la Revolución de octubre: “Toda censura de las ideas de las minorías dentro de un partido es un daño causado a la lucha de clases del proletariado y al proceso de maduración de la clase obrera. El mundo nos plantea continuamente problemas nuevos y desconocidos, que no se pueden resolver con medios tradicionales”.17 Pero podemos decir que esta objeción es sólo en parte cierta, ya que si partimos de la misma definición que ha hecho Kautsky de lo que es un partido político y la manera en cómo en ocasiones se constituye, podemos pensar que no existe una total garantía para evitar que dentro de un partido que está constituido de manera multiclasista, una de estas clases, pongamos por ejemplo la 17
Ibid., p. 62.
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burguesa, llegue a detentar el poder gracias a su mayoría, y siendo fiel a sus intereses de clase saboteé todas las iniciativas de la minoría que defiende su justo derecho. En ese sentido considero que es necesario tener mucho cuidado en torno a este problema de las mayorías y minorías dentro de una organización política, una asamblea o un gobierno, de lo contrario no sólo estaríamos actuando de manera ingenua sino también aunque no sea la intensión, de manera perversa. Para Kautsky la revolución proletaria debe darse por medios pacíficos no recurriendo a la fuerza sino al poder democrático del voto, ya que a través del ejercicio democrático el proletariado toma conciencia y se fortalece, no así desde una experiencia violenta que puede ser infinitamente devastadora y al respecto nos dice que: (...) produce un efecto muy diferente en el proletariado que, en el momento actual, sólo dispone realmente de algunas horas al día. La democracia permite el desarrollo de organizaciones de masas gracias a un esfuerzo de administración que concierne a grandes masas; la democracia invita a los ciudadanos del Estado a discutir y resolver numerosos problemas, diariamente, problemas que a menudo son de una naturaleza muy mezquina.18
Dentro del apartado quinto Kautsky aborda el tema de la dictadura del proletariado. Nuestro autor recurre a Marx para abordar el concepto aunque acepta que desgraciadamente el filósofo alemán no lo trabajó de manera detallada. De la mano de Marx, Kautsky argumenta que cuando se habla de dictadura del proletariado se está haciendo referencia a un ‘estado de cosas’ y no a una forma 18
Ibid., p. 65.
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de gobierno: “La prueba de que Marx no pensaba en la forma de gobierno es que consideraba que en Inglaterra y en estados Unidos la transición podía llevarse a cabo pacíficamente, por lo tanto por la vía democrática.”19 Para reforzar la idea, nuestro autor recupera la experiencia de la Comuna de París y el gobierno que la constituía, y aunque formula la pregunta: ¿fue una dictadura del proletariado la comuna de París? No da una respuesta directa, trasladando su atención a que dentro de la comuna existió un fuerte ejercicio de la democracia a través del voto universal, y para fortalecer lo anterior hace una cita de Marx del texto La guerra civil en Francia en el cual se indica que “la comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de la ciudad... El sufragio universal habría de servir al pueblo organizado en comunas, como el sufragio individual sirve a los patrones que buscan obreros, etc.”.20 Concluido este tema, Kaustky retorna al problema de la dictadura del proletariado, que insiste debe ser considerado como un estado de cosas y no como una forma de gobierno, ya que de no ser así no podíamos hablar de una dictadura de clase sino de una de carácter personal o de una organización. Así las cosas, Kautsky concluye que no debe haber ninguna razón para que la democracia y la dictadura del proletariado sean incompatibles, pero nuestro autor observa que en el caso de la República soviética de Rusia sí se ha presentado una contradicción entre ambas, el origen del problema es a su juicio porque la dictadura del proletariado ha dejado de ser del proletariado y ha quedado como sólo dictadura puesto que ha suprimido la democracia; mas cuando la dictadura ha 19 20
Ibid., p. 68. Ibid., p. 69.
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generado una guerra civil en la que los grupos que han quedado como minoritarios están en franco peligro de ser eliminados. Con la incorporación del término ‘guerra civil’ que hace Kaustky se puede diferenciar lo que sucede en Rusia de lo que él considera como una verdadera revolución social y dice: “Muchos confunden guerra civil y revolución social, la toman por la forma de ésta y se inclinan a disculpar las crueldades necesarias de la guerra civil diciendo que, sin ella, una revolución no sería posible, que siempre ha sido así en todas las revoluciones y que siempre será igual”.21 Por lo que desde su perspectiva es importante marcar claramente las diferencias entre ambas, así tenemos por un lado a la revolución social que es una transformación profunda dentro de todo el orden social que ha sido provocado por un nuevo modo de producción, la que para Kautsky debe estar regulada por un ejercicio democrático en la toma de decisiones, lo que de alguna manera le otorgaría una cierta estabilidad; por el contrario si este nuevo sistema se basara en una minoría dirigente que impusiera sus decisiones a la mayoría esto generaría a corto o mediano plazo una guerra civil violenta. Por lo anterior nuestro autor concluye que: “Por dictadura del proletariado no podemos entender otra cosa que el reino del proletariado sobre la base de la democracia.”22 En el sexto apartado de La dictadura del proletariado Kaustky aborda el tema de la Asamblea constituyente y los soviets, justificando que a raíz de la victoria de los bolcheviques en Rusia se ha vuelto indispensable abordar el tema de la democracia y la dictadura. En vista de que los socialista rusos emprendieron la revolución 21 22
Ibid., p. 76. Ibid., p. 78.
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totalmente divididos entre social-revolucionarios y marxistas, tendencias que desde el inicio del proceso revolucionario tuvieron divergencias en los procedimientos y tácticas a seguir para consolidar la victoria de la revolución socialista. El debate tenía múltiples vertientes, pero nuestro autor se centra en el problema de la Asamblea constituyente. Por una parte nos dice que los mencheviques (que eran una de las dos tendencias de los marxistas) consideraban que se debía participar en un gobierno en coalición (Kaustky no indica que fuerzas sería las que participarían en dicha coalición) hasta que la Asamblea constituyente fijara un gobierno definitivo. Por su parte los bolcheviques deseaban, antes de que la Asamblea constituyente sesionara, establecer un gobierno encabezado por ellos; ambas posiciones, no obstante, deseaban una paz inmediata según lo establecido en Zinmerwald (primera conferencia socialista internacional celebrada en 1915). Pero nos dice Kautsky que esa paz no llegó y que la constitución de la Asamblea se retrasó en los tiempos, los bolcheviques ascendieron al poder y a ellos se aliaron una parte importante de los social-revolucionarios, ateniendo su triunfo a la lucha proletaria que se desencadenaría en Europa ante la iniciativa rusa, lo que era bastante criticable a su juicio. De tal manera que ante la imposibilidad de defender la revolución por medios internacionales, los bolcheviques, nos dice Kaustky, tuvieron que defender su victoria por otras vías, una de estas vías fue la instauración de los soviets: Desde el gobierno conquistado por los bolcheviques, el nuevo régimen fue confirmado por el segundo congreso Panruso de los Soviets. Es verdad que éste se desarrolló bajo las protestas de una fuerte minoría que abandono el congreso. Pero la mayoría misma no rechazaba la idea de una Asamblea Constituyente.
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La decisión que proclamaba el gobierno soviético comenzaba con estas palabras: ‘Para gobernar al país, debe formarse un gobierno de obreros y de campesinos hasta la reunión de la Constituyente’, gobierno llamado ‘Consejo de Comisarios del pueblo’.23
Con lo anterior resulta evidente que, nos dice el autor, el Consejo de los Comisarios del pueblo era una instancia superior a la Asamblea constituyente, pero algo que es más palpable es el hecho de que se anulaban las votaciones que eligieron a los miembros de la Constituyente. Para sostener su argumento, Kautsky recoge una declaración de Lenin en torno al Congreso: Lenin declaró que toda Constituyente elegida por medio del sufragio universal, es decir, por las masas, no valía nada: ‘La República de los Soviets no es sólo la forma de tipo más elevado de las instituciones democráticas (comparada con la república burguesa ordinaria, coronada por una asamblea constituyente) sino la única forma capaz de asegurar el tránsito menos doloroso posible hacia el socialismo’.24
En el séptimo apartado se aborda el caso de la República soviética que nace de la Revolución de octubre de 1917, la república adquiere el nombre de soviética debido a los consejos del pueblo que la conformaban: “Los obreros de cada empresa se reunían y elegían delegados que a su vez se agrupaban para formar un consejo de delegados, un soviet.”25 Los soviets que existían desde 1905 se habían transformado en 1917 en una vasta Ibid., p. 83. Ibid., p. 85. 25 Ibid., p. 86 23 24
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organización que englobaba todo el país, y cuyo órgano central fue el conocido Congreso Panruso de los Soviets, así como el Comité Ejecutivo Central Permanente. Esta organización fue tan fuerte que suplanto la necesidad de una Asamblea constituyente, de tal suerte que de ser una organización de combate paso a ser, en palabras de Kaustky, una organización de Estado, cancelando con ello, según nuestro autor, toda posibilidad de ejercicio democrático por parte del pueblo. Kautsky encuentra la cancelación de la democracia en la disolución de la Asamblea constituyente y en la cancelación del derecho al voto a todos los miembros de la burguesía. Y es en este punto que nuestro autor arremete fuertemente contra el gobierno soviético y su dictadura del proletariado, al cuestionar la validez de la decisión de cancelar el derecho al voto a los opositores, que en este caso son los capitalistas, preguntándose ¿qué son los capitalistas en términos jurídicos? ¿poseedores?, si nuestra respuesta es afirmativa entonces no tienen de que preocuparse los bolcheviques, dirá Kautsky, ya que los poseedores son una franca minoría que no afectaría en ninguna forma el desarrollo del gobierno soviético, y en ese sentido es inadmisible que ante el ilusorio peligro se levanten los bolcheviques contra el derecho al sufragio. Muy por el contrario, lo que conseguirán con semejante actitud es construir un gobierno plenamente dictatorial que se ira alejando cada vez más del pueblo, lo que pondrá en peligro el futuro del socialismo no sólo en Rusia, ya que actualmente en los soviets la crítica y la opinión distinta no existe y no tiene cabida: En un soviet está excluida toda crítica contradictoria, y las fallas de una ley no aparecen tan fácilmente. Y no se llega a conocer la oposición popular que es
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susceptible de levantarse contra esa ley. Sólo cuando la ley es proclamada aparecen la crítica y las oposiciones. Entonces, las fallas de una ley sólo se hacen visibles en la práctica y no en la discusión. Así, el gobierno de los Soviets se ha visto obligado a truncar incluso leyes importantes, por medio de enmiendas o cobardes prácticas haciendo entrar de contrabando a elementos que solemnemente se acaba de rechazar.26
La respuesta de Lenin Lenin, en su obra La Revolución proletaria y el renegado Kautsky, ofrece sus argumentos no sólo para mostrar por qué está en contra de lo dicho por éste, sino también para insistir en lo dicho en otros trabajos: mostrar cómo Kautsky se ha separado definitivamente del marxismo27 (de ahí el adjetivo de ‘renegado’) y mostrar la bancarrota (como diría Rosa Luxemburgo) en la que se encontraba la segunda internacional. Lenin inicia su crítica a Kaustky con la frase expuesta por este, de que el gobierno de la República Soviética de Rusia ha olvidado la democracia porque la constitución misma del gobierno ha dejado fuera a muchos otros socialistas y porque existe una oposición entre democracia y dictadura como método político. Pero Ibid., p. 91. Lenin critica la actitud de Kaustky en varios artículos publicados en el Sotsia-Democrat y Kommnist, de 1914 a 1916. También en: “La bancarrota de la II Internacional, La voz honrada de un socialista francés” y en “el Imperialismo y el socialismo”, textos publicados en el Tomo 21 de las obras completas de Lenin. Aunque también encontramos críticas en textos posteriores como el Estado y la revolución de 1917 y en El imperialismo fase superior del capitalismo escrito en 1916. 26 27
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para Lenin la oposición no es entre democracia y dictadura sino entre democracia burguesa y democracia proletaria, cosas que no pudo detectar Kaustky quien sólo ha definido a la democracia como pura sin percibir que estaba defendiendo a la democracia burguesa: “Kaustky se ve obligado a oscurecer y embrollar el problema con tonterías como estas, porque lo plantea al modo de los liberales, hablando de la democracia burguesa; incluso evita este exacto concepto de clase y procura hablar de la democracia ‘presocialista’”.28 La oposición que Kaustky encuentra entre democracia y dictadura la respalda desde la lectura que hace de Marx en torno al concepto ‘dictadura del proletariado’, pero esta lectura marca una tendencia muy particular de Kaustky, pues asume que existe un vínculo entre la democracia, que él llama pura, pero que en realidad es liberal, con el mismo concepto de dictadura del proletariado, lo que objeta fuertemente Lenin: Kautsky no puede ignorar que la formula ‘dictadura del proletariado’ no es sino un enunciado históricamente más concreto y científicamente más exacto de la misión del proletariado consiente en ‘destruir’ la maquina estatal burguesa, misión de la que tanto Marx como Engels, teniendo en cuenta la experiencia de las revoluciones de 1848 y aún más la de 1871, hablan de 1852 a 1891, durante cuarenta años.29
Para Lenin, Kaustky no sólo hace del discurso marxista un discurso liberar al borrar de la dictadura del proletariado su misión destructiva del estado burgués, V. I. Lenin, La revolución proletaria, México, Editorial Grijalbo, 1975, p. 146. 29 Ibid., p. 147. 28
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sino que evita dar su propia definición de dictadura al indicar solamente que la dictadura excluye a la democracia, aunque no dice de qué democracia está hablando, como muchos liberales lo hacen. Otra imprecisión grave que encuentra nuestro autor en el discurso de Kaustky es que para él la dictadura no es ejercida por una clase sino por un grupo de individuos, pero olvida que la dictadura es ejercida sí por un grupo de personas, pero que constituyen una oligarquía o representan los intereses de una clase. En ese sentido, la dictadura, siendo fieles a los preceptos de Marx, se encuentra más allá del debate ‘dictadura-democracia’, en tanto que es y supone “una ‘situación’ de violencia revolucionaria de una clase sobre otra, cosa desagradable para los renegados, es algo imposible de ocultar. Distinguir entre ‘situación’ y ‘forma de gobierno’ es un absurdo que salta a la vista”.30 Con lo anterior no sólo se objeta la postura de Kautsky en torno al falso dilema democracia y dictadura, sino que se aclara que la dictadura del proletariado debe ser una situación en la que una clase, en este caso el proletariado, ejerce violencia sobre la burguesía, de tal manera que si una clase ejerce violencia sobre otra es evidente también que se le han coartado sus derechos políticos protegidos dentro de la democracia liberal y, por consiguiente, la crítica de Kautsky acerca de la falta de democracia dentro de la dictadura del proletariado, instaurada en Rusia desde la Revolución de octubre, parece perder sentido. Una vez abordado el aspecto de la dictadura y la democracia, Lenin regresa a revisar el argumento de Kautsky en torno a la crítica que hace al gobierno de los Soviets por haber tomado el poder de manera violenta, y encuentra al menos dos aspectos criticables, pero antes 30
Ibid., p. 151.
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de entrar a detalle en la crítica leninista, recordemos que el pensador alemán sostiene la posibilidad pacifica en la toma del poder, basándose en lo dicho por Marx: que quizá en Inglaterra y en Estados Unidos la transición a la democracia podría darse de manera pacífica, sostiene que el proletariado debe tomar el poder pero sin el uso de la fuerza, ya que con el pleno ejercicio democrático del sufragio, el proletariado accederá al poder por ser la amplia mayoría en la población. En primer lugar, Lenin nos dice que lo expresado por Marx en torno a la transición democrática por vías pacíficas es un ideal que no siempre se puede cumplir, no es una ley eterna que sea aplicable a todos los tiempos y a todas la condiciones, en el caso de la dictadura del proletariado, no hay lugar a dudas que: (...) es violencia contra la burguesía; esta violencia se hace particularmente necesaria, según lo han explicado con todo detalle y múltiples veces Marx y Engels (principalmente en La guerra civil en Francia y en el preámbulo de esta obra), por la existencia del militarismo y de la burocracia. ¡Estas instituciones precisamente, en Inglaterra y en Norteamérica en el octavo decenio del siglo XIX, cuando Marx hizo su observación, no existían! (Aunque ahora existen, tanto en Inglaterra como en Norteamérica).31
Por lo que Kaustky es acusado por Lenin de no ser lo suficientemente honesto para no tomar en consideración estos aspectos que sin lugar a dudas pueden condicionar una transición democrática. El segundo aspecto que Lenin aborda es si la Comuna de París fue o no una dictadura del proletariado 31
Ibid., pp. 152-153.
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que permitió el sufragio universal aún para la burguesía. Recordando que, una vez instaurada la Comuna de París, la burguesía no participó en la misma puesto que salió rápidamente hacia Versalles y lo mismo hicieron otras corrientes socialistas que no estuvieron en el gobierno de la Comuna, por lo que resulta evidente que ni la burguesía ni otros socialistas participaron en ella. Además, nos dice Lenin que la experiencia de la Comuna fue una experiencia revolucionaria y que la revolución en palabras de Engels es: (...) indudablemente, la cosa más autoritaria que existe; es el acto por medio del cual una parte de la población impone su voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones, medios autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por el terror que sus armas inspiran a los reaccionarios. ¿La Comuna habría durado acaso un solo día, de no haber empleado esta autoridad del pueblo armado frente a la burguesía?.32
Por lo que la revolución si quiere ser victoriosa no puede considerar el ejercicio democrático de ala liberal como un medio de legitimidad, en tanto que está rompiendo con ‘la máquina del Estado existente’ para crear las condiciones de una sociedad más justa, debe romper también con las formas políticas existentes, que además han mostrado su insuficiencia al generar pobreza, injusticia y marginación. En su apartado titulado democracia burguesa y democracia proletaria, Lenin aborda la problemática sugeEngels citado en V. I. Lenin, La revolución proletaria, México, Editorial Grijalbo, 1975, p 155. 32
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rida por Kaustky entorno a la supuesta cancelación de la democracia dentro del gobierno de los Soviets. Para nuestro autor, como hemos dicho, no es posible hablar en términos de democracia ‘pura’, ya que si partimos del hecho de que existen clases sociales, estas también se expresan en tipos de democracia, de tal suerte que la democracia que Kautsky llama ‘pura’ no es más que la democracia liberal o burguesa, mientras que la democracia que se construye desde la clase trabajadora asume, para Lenin, el nombre de gobierno de los Soviets: “La ‘democracia pura’ es un embuste liberal que embauca a los obreros. La historia conoce la democracia burguesa, que sucede al feudalismo, y la democracia proletaria, que sustituye a la burguesa”.33 Así del proceso histórico que da pie a nuevos modos de producción, y con ellos a nuevas formas de gobierno, un sistema da origen a otro. En el tránsito que se hace de la democracia burguesa a la democracia proletaria, el Estado se ve también modificado en su esencia ya que pasa de ser un garante de la propiedad y la libertad de los individuos, a ser un instrumento que somete a los adversarios de las clases populares y del proletariado. Lo anterior, a juicio de Lenin nos muestra por qué Kaustky es un renegado, es decir por qué este hombre ha dejado de ser un intelectual al servicio del proletariado, para ser un servidor de la burguesía, puesto que utiliza los mismos argumentos que ofrecen los liberales para vender la democracia representativa y parlamentaria como el mecanismo ideal para lograr un cambio social en beneficio de las clases más pobres: Tomad las leyes fundamentales de los Estados contemporáneos, tomad la manera como son regidos, la 33
Ibid., p. 157.
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libertad de reunión o de imprenta, la ‘igualdad de los ciudadanos ante la ley’, y veréis a cada paso la hipocresía burguesa, que tan bien conoce todo obrero honrado y consiente. No hay Estado, incluso el más democrático, cuya Constitución no ofrezca algún escape o reserva que permita a la burguesía lanzar las tropas contra los obreros, declarar el estado de guerra, etc, ‘en caso de alteración del orden’, en realidad, en caso de que la clase explotada ‘altere’ su situación de esclava e intente hacer algo que no sea propio de esclavos.34
No obstante lo anterior, no debe entenderse que es inútil la vía parlamentaria para los proletarios, los bolcheviques lo han utilizado, pero debe de saberse hacer uso del parlamento identificando los tiempos propicios para ello, sin olvidar que la igualdad alabada y defendida por la democracia burguesa es una igualdad formal, que sólo se estipula en la ley pero que no se traduce en términos sociales o económicos, no olvidemos que “en el más democrático Estado burgués, las masas oprimidas tropiezan a cada paso con una contradicción flagrante entre la igualdad formal, proclamada por la ‘democracia’ de los capitalistas, y las mil limitaciones y tretas reales que convierten a los proletarios en esclavos asalariados”.35 Por el contrario la democracia proletaria que se ejerce dentro del poder soviético, nos dice Lenin, no aparta a las masas trabajadoras como lo hacen los capitalistas dentro de la democracia liberal, por el contrario, les incluye participativamente en el gobierno; de ahí que sea este nuevo gobierno, el gobierno bolchevique, un
34 35
Ibid., pp. 159-160. Ibid., p. 162.
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ejercicio de la democracia proletaria36, una superación de la democracia liberal que incluye los amplios sectores de la población que fueron dejados de lado por los burgueses. Con el gobierno soviético, la democracia, nos dice Lenin, no sólo se ejerce desde la política, también en el terreno económico se han gestado importantes cambios con respecto al gobierno anterior: “El poder soviético desposeyó inmediatamente a los explotadores de miles y miles de los mejores edificios haciendo de este modo un millón de veces más ‹democrático› el derecho de reunión para las masas, ese derecho de reunión sin el cual la democracia es un engaño.»37 Así con una democracia no sólo formal, sino social y económica, para Lenin se crean las condiciones de un verdadero ejercicio democrático en el que, por ejemplo, la libertad de reunión no sólo se garantiza en una ley sino que se ejerce porque hay espacios para ello, espacios en los que las grandes masas de proletarios y pobres se reúnen para discutir su condición y buscar salidas. Partiendo del hecho real y empírico de la existencia de pobres y marginados, de trabajadores que ante la pobreza se ven obligados a vender su fuerza de trabajo, Lenin cuestiona el otro gran supuesto de la democracia liberal, que es dejado de lado también por Kautsky: la igualdad. En su apartado que se titula ¿puede haber Recordamos al respecto lo que expone Etienne Balibar en su libro Sobre la dictadura del proletariado: “La experiencia de la revolución rusa permitió de cualquier modo, a Lenin mostrarlo concretamente: la democracia proletaria, la democracia revolucionaria de masas, es infinitamente más real, infinitamente más democrática que cualquier democracia burguesa.” E. Balibar, Sobre la dictadura del proletariado, España, Editorial Siglo XXI, 1977, p. 103. 37 V. I. Lenin, La revolución proletaria, México, Editorial Grijalbo, 1975, p. 164. 36
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igualdad entre el explotado y el explotador?, Lenin argumenta que si nuestro punto de partida para el análisis de la realidad es el marxista, entonces tenemos que decir que la clase explotadora transforma el Estado en un instrumento de dominación sobre los explotados, sin otro fin que la sobrevivencia de ese régimen de explotación; por el contrario, si partimos del análisis liberal sólo podremos decir que en base a los preceptos de la democracia las decisiones se toman a partir de una mayoría que se impone sobre una minoría, olvidando a qué clase pertenece unos y a qué clase pertenecen otros. Por lo tanto, podemos concluir que ante una desigualdad económica y social tal, que hace que unos sean pobres y otros ricos, no podemos contentarnos con una igualdad formal ante la ley que no resuelve la desigualdad real que existe en la sociedad: “El explotador no puede ser igual al explotado. Esta verdad, por desagradable que le resulte a Kautsky, es lo más esencial del socialismo. Otra verdad: no puede haber igualdad real, efectiva, mientras no se haya hecho totalmente imposible la explotación de una clase por otra.”38 La desigualdad real entre explotadores y explotados nos lleva de nueva cuenta a la postura que Kautsky sostuvo en torno al gobierno de los Soviets, considerándolos una expresión extrema de la intolerancia y de falta de democracia al no permitir a otros grupos u otras clases participar en la toma de decisiones. Pero su crítica se extiende al considerar un error grave que los Soviets pasen de ser organizaciones de lucha a ser organizaciones de Estado, es decir, que sean organizaciones que detenten el poder; aunque acepta que los Soviets no deben desaparecer y que su tarea es ofrecer resistencia a las clases explotadoras. En todo lo anterior Lenin encuentra múl38
Ibid., p. 169.
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tiples inconsistencias de Kautsky en su argumentación, ya que por un lado acepta que los Soviets luchen contra los capitalistas pero les cancela toda posibilidad de éxito al negar la necesidad de que los Soviets asuman el poder del Estado, entonces la pregunta obligada es ¿para que luchar si no se busca la victoria? ¿Para que enfrentar a la burguesía, si se quiere que todo siga igual? Lenin lo expone de la siguiente manera: Desde el punto de vista práctico de la política, la idea de que los Soviets son necesarios como organización de combate, pero no deben convertirse en organizaciones de Estado, es todavía infinitamente más absurda que desde el punto de vista teórico. Incluso en tiempos de paz, sin situación revolucionaria, la lucha entre las masas, origina en ambas partes formidable irritación, extremo ardor en el combate, constantes manifestaciones de la burguesía en el sentido de que ella es y quiere seguir siendo ‘el ama de su casa’, etc. Y en tiempos de revolución, cuando la vida política está en efervescencia, una organización como los Soviets, que abarca a todos los obreros de todas las ramas de industria, y también a todos los soldados y a todos los trabajadores y pobres del campo, es una organización que por sí misma, por la marcha del combate, por la simple ‘lógica’ de la ofensiva y de la defensiva, llega a plantear el problema en forma tajante.39
El gobierno de los Soviets, e incluso el funcionamiento interno de éstos, fueron también como podemos recordar dos aspectos ampliamente criticados por Kautsky. Del gobierno soviético la crítica se centraba 39
Ibid., p. 181.
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en la suplantación que, a su juicio, se había hecho de la Asamblea constituyente por parte de los Soviets, en tanto que del funcionamiento de estos Consejos al interno, Kautsky criticaba el poco o nulo ejercicio de la democracia que imperaba en su interior, habiendo cancelado toda posibilidad de crítica. La respuesta que Lenin ofrece a éste punto es enfática y contundente; primeramente aborda el olvido de Kautsky de mencionar que cuando hace una cita de las Tesis sobre la Asamblea Constituyente, lo hace tendenciosamente pues descontextualiza la cita, para hacer aparecer a Lenin como un dictador feroz que justifica la cancelación del sufragio universal y la elección de los representantes ante el Asamblea. Lenin argumenta que Kautsky olvida que antes de la tercer tesis40 que cita, la segunda sustenta que: “La socialdemocracia revolucionaria, que reclamaba la convocatoria de la Asamblea Constituyente, desde los primeros días de la revolución de 1917 subrayó en repetidas ocasiones que la República de los Soviets es una forma de democracia superior a la de la república burguesa ordinaria con la Asamblea Constituyente”.41 Por lo que la lucha no será fundamentalmente por acceder a la representación en la Asamblea sino por constituir una nueva forma de representación que en este caso fueron los Soviets. La lucha revolucionaria que tomo el poder en 1917 fue una que pretendía ser radicalmente anti-burguesa, que pretendía Tercer tesis sobre la asamblea constituyente: Para el tránsito del régimen burgués al socialista para la dictadura del proletariado, la República de los Soviets de diputados obreros, soldados y campesinos no es sólo la forma de tipo más elevado de las instituciones democráticas (comparada con la república burguesa ordinaria, coronada por una Asamblea Constituyente), sino la única forma capaz de asegurar el tránsito menos doloroso posible al socialismo.” Ibid., p. 251. 41 Ibid., p. 184. 40
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romper con el viejo aparato burgués del Estado y erradicar la posible participación boicoteadora de la burguesía que poseía la mayoría en la Asamblea Constituyente de Rusia, y es esto lo que no vio o no quiso ver el historiador Kautsky. Este apartado lo culmina Lenin con bastantes cifras que alertan sobre el número de participantes que asistieron a los primeros Congresos de los Soviets llevados a cabo una vez instaurado el nuevo gobierno. Queremos concluir nuestra exposición con el apartado que Lenin dedica a la constitución soviética por considerar que ahí termina fundamentalmente el debate en torno al concepto de democracia. Nuestro autor anuncia que el negar a la burguesía sus derechos electorales ciertamente no era un plan anterior a la Revolución de octubre, sin embargo la cancelación de estos derechos a la burguesía obedece a la actitud beligerante que ésta había mostrado una vez que se levantó victoriosa la revolución bolchevique. A este nivel del debate debemos tener claro que no sólo se discutió la teoría y la práctica revolucionaria, sino principalmente el aspecto estratégico de su permanencia. De tal suerte que el debatir sobre los derechos de participación de la burguesía en la toma de decisiones no respondía más que a la necesidad de evaluar si el nuevo régimen bolchevique podría mantenerse en el poder y así consolidar el nuevo gobierno o de lo contrario podría caer estrepitosamente no sólo poniendo en peligro su retorno al poder sino, y fundamentalmente, la conquista socialista a nivel internacional. Estratégicamente es necesario observar una vital diferenciación que a los ojos de Lenin, Kaustky no vio. En una lucha política de carácter pacífico los oponentes dentro de una asamblea, u otras instancias de debate o participación, manifiestan públicamente tener una posición distinta; pero en el caso de la lucha revolucionaria,
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que es una lucha violenta, los oponentes dejan de serlo para convertirse en enemigos. En la experiencia revolucionaria de Rusia en 1917 la lucha fue evidentemente una lucha violenta entre dos clases enemigas: la burguesa y la proletaria, de tal forma que una vez victoriosa la revolución proletaria tenía que cancelar los derechos de la burguesía si deseaba conservar el poder, Lenin lo expone de la siguiente manera: “Si los Soviets, después de un año de ‘práctica’, privan a los explotadores del derecho a votar, esto quiere decir que los Soviets son de veras organizaciones de las masas oprimidas, y no de los socialimperialistas ni de los socialpacifistas vendidos a la burguesía.”42 Ciertamente de la cita anterior pueden sacarse infinidad de comentarios, pero nosotros hemos querido situarla al final de nuestra exposición para sólo mostrar algunas posibilidades de desarrollo o de decadencia de la llamada democracia proletaria, ahora a 84 años de esa experiencia y tras la caída de la URSS, lo que resta preguntarnos es ¿Hasta dónde la democracia proletaria pudo observar de manera cierta y precisa a sus enemigos como enemigos y no como oponentes? ¿Cuándo la democracia proletaria de los Soviets se totalizó y no escuchó más críticas honestas y enriquecedoras? ¿En qué momento los profesionales de la política revolucionaria como Lenin lo expone en el ¿Qué hacer? dejaron de ser parte del pueblo, de los pobres, de los oprimidos, y se convirtieron en una nueva clase opresora? Sin lugar a dudas estas preguntas no buscan tener respuesta en este trabajo que concluye, pero son formuladas para mostrar que la experiencia soviética más que ser una calamidad en la historia, es una valiosa enseñanza para andar nuevos caminos de la mano de su experiencia. 42
Ibid., p. 202.
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Pero lo que sí nos queda claro es que durante muchos años hubo cierto resquemor entre los militantes socialistas por reivindicar el concepto de dictadura del proletariado, pues la sola palabra dictadura podía significar coartar la libertad bajo un régimen totalitario al estilo de las dictaduras de derecha en América Latina o en algunos países de Europa. Hoy en día este concepto podría ser asociado con ciertas acciones y decisiones del gobierno venezolano de Nicolás Maduro que como ya hemos visto al inicio del presente trabajo nos remiten al problema que implica el dejar que la disidencia tenga representación en las Cámaras, Asambleas constituyentes o bajo su poder a los medios de comunicación. Problema complejo el que la historia nos presenta y al cual aún no tenemos una respuesta.
Bibliografía Balibar, Etienne, Sobre la dictadura del proletariado, España, Editorial Siglo XXI, 1977. Dussel, Enrique, Ética de la Liberación en la edad de la globalización y de la exclusión, Madrid, Editorial Trotta, 1998. Dussel, Enrique, Política de la Liberación Volumen II. Arquitectónica, Madrid, Editorial Trotta, 2009. Kautsky, Karl, La dictadura del proletariado, México, Editorial Grijalbo, 1975. Lenin, Vladimir Ilich, “¿Qué hacer?” en Obras escogidas en doce tomos, México, Editorial Progreso, 1975. La revolución proletaria y el renegado Kaustky, México, Editorial Grijalbo, 1975. Trotsky, León, El joven Lenin, México, Fondo de Cultura económica, 1985.
LA DIALÉCTICA DE LA REVOLUCIÓN EN LENIN Raúl Reyes Camargo1 […]los colaboradores de la revista Pod Znameniem Marxizma deben organizar el estudio sistemático de la dialéctica de Hegel desde el punto de vista materialista, o sea, de la dialéctica que Marx aplicó prácticamente en El capital[….] concebida de manera materialista, podemos y debemos desarrollar la dialéctica en todos sus aspectos, [….], interpretarlas de manera materialista y comentarlas con ejemplos de cómo Marx aplicaba la dialéctica, así como ejemplos de la dialéctica en la esfera de las relaciones económicas y políticas, de los cuales la historia reciente, especialmente la guerra imperialista actual y la revolución,[…] los redactores y colaboradores de la revista Pod Znameniem Marxizma deben ser algo así como una “sociedad de amigos materialistas de la dialéctica hegeliana Lenin, “La significación del materialismo militante”2
I. Antecedentes Lenin, uno de los principales dirigentes de la Revolución rusa, el 12 de Marzo de 19223 escribía que la dialéctica podría aplicarse a diferentes campos del conocimiento, o Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. V.I. Lenin, “La significación del materialismo militante”, en Obras completas, Tomo, XXXVI, Madrid, Akal, 1978, pp. 197-198, 3 Es un año significativo, en el mismo mes, Lenin renegaba del proletariado ruso En el Undécimo Congreso del Partido (Cf., R. Pipes, La Revolución rusa, Madrid, Debate, 2016, p. 1080.) En diciembre del mismo año se fundaría la Unión Soviética. 1 2
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mejor dicho, la dialéctica se encuentra en la esfera de las relaciones económicas y políticas, por ello puede decir que hay una dialéctica de la guerra imperialista, y una dialéctica de la Revolución rusa. Es decir, el evento histórico que determinó el siglo XX, podría comprenderse mediante la dialéctica que inaugura Hegel, que reinventa Marx y que Lenin mismo vuelve a relanzar. La dialéctica como método de pensamiento filosófico ha sido discutida por varios filósofos marxistas, Lenin mismo en su tiempo discutía con sus contemporáneos la cuestión de la dialéctica. Una de sus frases que más marcó la discusión en el terreno del debate es el siguiente: “Aforismo: Es completamente imposible entender El capital de Marx, y en especial su primer capítulo, sin haber estudiado y entendido a fondo toda la Lógica de Hegel. !!Por consiguiente, hace medio siglo ninguno de los marxistas entendía a Marx!!”4 Estas palabras son de suma importancia en la historia de la filosofía porque se traza una relación polémica entre la obra de Hegel y Marx. Pero Lenin iría más lejos porque anudaría de forma casi indisoluble a la dialéctica como el puente teórico y metodológico entre Marx y Hegel. Tal y como el filósofo ruso lo escribe en el artículo Carlos Marx, destinado al Diccionario Enciclopédico de los Hermanos Granat, en la primavera de 1914. Así, dicha sentencia se ha vuelto canónica en la interpretación de la obra de Marx, pues ésta tendría una relación muy íntima con la dialéctica de Hegel y especialmente con la que se desarrolla en la Ciencia de la Lógica. La comprensión filosófica del marxismo tendría como principal consecuencia la marca del estigma dialéctico. V. I., Lenin, “Cuadernos filosóficos”, en Obras Completas, Tomo XLII, Madrid/México, Akal/ECP, 1978, p. 172. 4
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El pensamiento marxista incluso antes que Lenin estuvo marcado por Hegel, tal y como lo corroboran Engels y Marx. Jorge Plejanov también intentó descifrar la obra de Marx y de Engels retornando a la dialéctica de Hegel, pero lo hizo desde una concepción de la filosofía de la historia de Hegel que resulta cuestionable, aunque también siguió la línea crítica de Marx que señalaba que la filosofía hegeliana estaba atravesada por elementos metafísicos5. En una vertiente similar Kautsky en Las tres fuentes del marxismo6 señala que Marx y Engels fueron los pioneros en una compresión dialéctica de la historia, pues ésta seguiría leyes mecánicas de una supuesta dialéctica. Ante las interpretaciones de Kautsky y Plejanov, Lenin se opuso radicalmente, pues consideraba que la comprensión de la dialéctica en Marx y Engels no podría concebirse si no se acudía a la Ciencia de la lógica, lo que redimensiona el grosor de la importancia en de la dialéctica en El Capital de Marx y su proUna de las interpretaciones que cuestionaría Lenin, sería que el resultado de la filosofía dialéctica de Hegel es establecer un imaginario”. “Hegel es culpable de una doble insuficiencia. Declara que la filosofía es un Estar-ahí (Dasein) del Espíritu Absoluto, pero al mismo tiempo se guarda muy bien de presentarlos al individuo filosófico real como Espíritu absoluto. Por lo tanto, es tan sólo en apariencia que muestra al Espíritu absoluto haciendo la historia en tanto que Espíritu absoluto. Efectivamente, como el Espíritu absoluto no llega a la conciencia en tanto que Espíritu creador del mundo, sino después, en el filósofo, su fabricación de la historia sólo existe en la conciencia, la opinión y la representación del filósofo están en el reino de la imaginación especulativa (J. Plejánov, La concepción materialista de la historia, Madrid, FIM, 2010, p. 33.) 6 Cf. K. Kautsky, Las tres fuentes del marxismo. La obra histórica de Marx, Versión castellana de Les trois sources du marxisme. L’oeuvre historique de Marx, Spartacus – Cahiers mensuels, París, mayo 1969, pp 5-39. 20https://www.marxists.org/espanol/ kautsky/ 1907/lastresfuentesmarxismo-kautsky1907.pdf. [Febrero 22 de 2017] 5
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ducción conjunta con Engels. El punto que veía Lenin es que la lógica dialéctica no era tan metafísica como se creía, pero tampoco era tan materialista, el binomio materialismo-idealismo le era insuficiente porque para él la lógica demostraba que las distinciones entre el terreno de lo abstracto y lo real eran parte de un mismo proceso subjetivo, si se lee con atención la sección desde el “ser” hasta la doctrina del “concepto” se puede corroborar, Hegel no parte del sujeto, sino de la nada y del vacío lo que dará paso al devenir, por lo que se diría que funda una vertiente ontológica que a la vez es histórica. En una vertiente similar que redimensiona la dialéctica hegeliana entra en escena la interpretación de Lukács cuando demarca al marxismo vulgar que trata de identificar a la teoría marxista con una posición teórica que necesita de las leyes fijas en la historia, intenta cerrarle el paso al economicismo vulgar en la teoría marxista7, pero mantendría la fuerte influencia de la dialéctica hegeliana en Marx y Lenin. Desde la epistemología francesa surge una posición contraria al marxismo ortodoxo como el lukacsiano. La postura de Althusser y los althuserianos niega la relación de la obra de Marx con la dialéctica hegeliana y cuestiona el concepto de dialéctica, porque para este bloque de escritores, debido al corte epistemológico la dialéctica de Hegel nada tiene que ver con la obra de Marx y por lo tanto es necesario definir qué es dialéctica y así poder deslindar a cada autor, si en cada autor se cumple el concepto de dialéctica, entonces sí, alegremente Marx, Hegel, Lenin y otros tendrían como principal herramienta de reflexión a la dialéctica, cabe destacar que si sólo cumplen con la definición de dialéctica se podría decir que hay dialécCf., G. Lukács, Sobre Lenin y Marx, Buenos Aires, Gorla, 2012, pp. 45- 125. 7
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tica en cada uno de ellos. Para esta corriente cada uno de estos autores creó teorías completamente diferentes y son inconmensurables entre sí y por ello también crearon dialécticas inconmensurablemente diferentes, pues cada uno entendió una cosa tan diferente sobre la dialéctica que ya no es dialéctica, es otra cosa. Es la postura del famoso del corte epistemológico, la cual es sumamente criticable porque confunde un estatuto epistemológico con un estatuto histórico e incluso ontológico, la crítica a esta corriente se aclara en otro trabajo. Incluso cabe mencionar que Althusser en su escrito Lenin frente a Hegel trata de invalidar, de poner en cuestión la frase citada arriba. Él remarca la postura de Lenin en el escrito ¿Quiénes son los amigos del pueblo?8 De 1894, —es decir, casi veinte años antes de que Lenin leyera la lógica de Hegel— en el cual se sostiene que Marx nunca retomó la dialéctica hegeliana, en la escritura de El Capital y que debía de ser expulsada del marxismo, ante lo que curiosamente sería la lectura en la que Lenin realmente entendió a Marx y su relación con Hegel.9 Pero lo que interesa son las posturas que tratan de explicar la relación entre la dialéctica de Lenin y la Revolución rusa —por ello es dejado de lado la discusión con los althusserianos, pues no se parte de una epistemología, se parte del álgebra de la revolución— pues esto permitiría encontrar el porqué la dialéctica se recrea en la comprensión de un evento que marcaría la historia del siglo XX. Una de las contribuciones valiosas sobre la relación entre la dialéctica y la Revolución rusa y va en caV. I, Lenin, “¿Quiénes son los amigos del pueblo?” en Obras completas, T I.1893-1894, Madrid/México, Akal/ECP, pp. 146-137. 9 L. Althusser, Lénine et la philosophie suivi de Marx et Lénine devant Hegel, París, Maspero, 1972, pp.77-85. 8
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mino de esta trabajo es el aporte que hace Alain Badiou a la teoría de la contradicción de Lenin, pues para Badiou los principios de la dialéctica que desarrolla Lenin vienen a corroborar sus intuiciones ontológicas, el “Uno se divide en Dos”, lo que significaría que en los procesos históricos subversivos se puede encontrar procesos heterogéneos que se organizan a partir de un acontecimiento. Pero Badiou reflexiona acerca de lo que sería la dialéctica de Lenin y es lo siguiente. On voit ici clairement que seules les fureurs de l’historire sont à l’œuvres de faҫon créatrice dans le mouvement de la connaissance. Non seulement Lénine dépasse et critique la formulation limitée d’Engels, non seulement il place la contradition au centre de toute intelligence du réel, mais il n’hésite pas à pousser au plus loint le primat de la contradition sur l’identité: «L’unité( coïncidence, identité, équivalence) conditionnelle, temporaire, tranistoire, relative. La lutte entre contraires s’excluant mutuellemente est obsolue mouvement, comme sont absolus le développment et le movement». La lutte est le suele principe absolue de la pensée dialéctique: voilà l’essence de la dialectique comme philosophie révoltée. Le probleme que Lénine lègue à ses succeseurs est le suivent: comme articuler les principes de la dialetique à partir de cette révolt, à partir de l’énoncé uniqué qui en concentre tous les aspects, et qui est la loi de la unité des contraires ? Acomplir cette tâche, c’est donner les explicationes et le déveloment qui, d’après Lenine, permetten de saissir « le noyau de la dialectique» contenu dans le seul principe de l’unité des contraires. S’en tenir fermement à la unité des contraires, c’est-à-dire au principe un se divise en duex, comome concentré axiomatique de la
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théorie de la contradictions, et développer à partir de là l’enchaînement des thèses subordonnées, telle est la directive philosospique de Lenine.10
Esta cita esconde una disyunción, pues por un lado es certera. La dialéctica es un pensamiento que tiene como principio rector la “lucha” y es un pensamiento subversivo que aunque incluye los términos de identidad, coincidencia, traspaso de diferencia, tiene otro elemento que los hace subversivos. Y como bien sostiene Kevin Anderson, la dialéctica persiste dentro del pensamiento y actividad revolucionarios11. Hasta este punto se A. Badiou, Les anées Rouges, París, Les praires ordinaires, 2012, p. 35. Aquí vemos claramente que los furores solos de la historia están a la obra de forma creadora en el movimiento del conocimiento, no solamente Lenin rebasa y critica la formulación limitada de Engels, no solamente pone la contradicción al centro de toda inteligencia de lo real, pero él no necesita ponerla más lejos que el primado de la contradicción sobre la identidad: la unidad (coincidencia, identidad, equivalencia) de contrarios es condicional, temporal, transitoria y relativa. La lucha entre contrarios que se excluyen mutuamente es absoluta como es absoluto el desarrollo y el movimiento. La lucha es el único principio absoluto del pensamiento dialéctico: voilà, la esencia de la dialéctica como filosofía subvertida. El problema que Lenin lega a sus sucesores es el siguiente: ¿Cómo articular los principios de la dialéctica a partir de esta revuelta, a partir del enunciado único que concentra todos los aspectos y que es la ley de los contrarios? Cumplir esta empresa es donar las explicaciones y el desarrollo que de entrada Lenin, permite aprender “el núcleo de la dialéctica” contenido en el solo principio de la unidad de contrarios. Teniendo cerradamente a la unidad de los contrarios, es decir, al principio “uno se divide en dos” como concentrado axiomático de la teoría de contradicciones y desarrollar a partir del encadenamiento de tesis subordinadas, tal es la dirección filosófica de Lenin. 11 K. Anderson, “El Redescubrimiento y la persistencia de la dialéctica en la filosofía y la política mundiales”, en S. Budgen, S. 10
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puede estar completamente de acuerdo con Badiou, pero en este punto precisamente se considera que se puede tomar otro camino diferente al del filósofo francés. El punto de convergencia es el de divergencia. Pues se sostendrá al unísono con Raya Dunayevskaya, que la dialéctica surge de la realidad, que no sólo es una herramienta teórica que en dichos autores les permitió comprender el fenómeno de la subversión, Revolución o de las “Revoluciones”. Por el contrario, la Realidad, los hechos son los que son dialécticos en un sentido fuerte, pues en una Revolución es donde es visible la contradicción entre quienes buscan derrotar al poder en turno y quien lo sostiene. El acento en este escrito se coloca sobre Lenin, pues él instrumentado la dialéctica relanza su propia concepción de la Revolución rusa. En este sentido, las Revoluciones serían los hechos que importan, de los cuales se extrae la dialéctica. Pero también, se coincide con la interpretación de György Lukács sobre Lenin quien sostiene que filósofo ruso era un pensador de la Revolución, de hecho, fue un pensador dialéctico de la Revolución.12
II. La realidad es dialéctica Que la dialéctica se atenga a la realidad desde Hegel se comprende, él nombró la efectividad como distingo de los hechos que transformaban al espíritu, y en la parte de la Fenomenología del espíritu, para referirse al terror ejercido por Robespierre y los jacobinos usó dos vocaKouvelakis y S. Žižek (eds.), Lenin Reactivado. Hacia una política de la verdad, Madrid, Akal, 2010, p. 144. 12 G. Lukács, op. cit., p. 122.
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blos, la libertad absoluta y la negatividad absoluta. Ambos conceptos en La Fenomenología están empatados por efectividad de la “libertad absoluta”. Los absolutos y la negatividad son elementos tan importantes en la dialéctica como lo es el tema de la contradicción en el pensamiento de Hegel y de Marx, tal como lo constatan los trabajos de Dunayevskaya que además retoma el tema de la liberación desde el ejercicio de la libertad, tema recurrente en Hegel, Marx y Lenin. En este contexto hay que recordar que los sucesos más importantes en la Rusia Zarista ocurren a partir de 1900 una vez que Lenin es liberado de su destierro en Siberia, y de ahí conocemos los eventos de la Revolución de 1905 y a partir de la cual publicaría Materialismo y Empiriocritricismo. Fue en 1914, poco después de estallar la guerra cuando es detenido y posteriormente se dedica a la lectura de la Ciencia de la lógica de Hegel. Es en este punto donde Lenin abraza con más fuerza la relación entre la dialéctica y la Revolución. Es decir, es un contexto muy específico donde surge un cambio en la concepción de su propia teoría. Los cambios históricos continuarían por más de dos décadas, así como el advenimiento del intento de instaurar el socialismo por primera vez en la historia del siglo XX. Es así, que la Revolución de 1905 y los eventos posteriores pasaron de ser eventos subversivos locales a significar un conflicto de importancia universal, pues se combatía al imperialismo y al capitalismo y trata de instaurarse la “dictadura del proletariado”. La cuestión biográfica de Lenin, su contexto, en todo caso sirve para engrosar la hipótesis que sostiene que hay una Relación entre la dialéctica y la Revolución, pero no es el punto de interpretación de este trabajo.
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Lenin lee la dialéctica hegeliana siguiendo la recomendación marxista orientada a desmitificar dicho pensamiento. Hay que leer la dialéctica en clave materialista, pues ella estaría invertida en Hegel. En la lectura de Lenin sobre la Ciencia de la lógica se lee consecutivamente la palabra materialista, para destacar que la lógica pese a ser abstracta tenía un claro afán de superar la dualidad materialismo-idealismo. De hecho, ya se había denunciado por Marx y Engels que la concepción del Estado de Hegel era idealista. Pero aquí hay que tener cuidado con la distinción maniquea entre idealismo y materialismo, porque eso conlleva muchas veces a problemas fuera de lugar. Debido a que fácilmente se puede creer que toda la percepción de la realidad emana de un carácter subjetivo que no tiene nada que ver con lo objetivo y científico, pues serían puras elucubraciones de carácter subjetivo. En este trabajo se está más allá del materialismo y del idealismo, Lenin lo comprendió muy bien. Pues muchas veces, suele leerse a la dialéctica como una herramienta teórica que no encaja con la realidad, cuando una parte medular de este trabajo consiste en sostener que la dialéctica surge de los hechos y que en ese sentido es que Lenin retoma de la dialéctica, ese sería su materialismo. Tal y como Dunayevskaya escribe: Evidentemente, el activista, el hombre de partido, el materialista estaba soportando la “negatividad absoluta” mientras completa su nueva apreciación de la dialéctica. Al mismo tiempo que criticaba despiadadamente al misticismo y la vacua pedantería de Hegel, señalaba incansablemente la profundidad de la dialéctica “the idea of genius” [la idea del genio]. Cuando revivimos el choque del reconocimiento que Lenin experimentó al descubrir la dialéctica revolucionaria en Hegel, asistimos a la transfusión de la sangre misma de la
243 dialéctica: la transformación de la realidad, así como la del pensamiento. Cuando llegó a la Doctrina del concepto — y es aquí que rompe su pasado filosófico — Lenin subrayó los elementos materialistas presentes en Hegel. 13
Entonces, hemos de plantear tesis secundarias sobre los rasgos de la dialéctica, ella tiene un carácter histórico, la dialéctica surge de los hechos, no es una teoría R. Dunayevskaya, Filosofía y Revolución: De Hegel a Sartre y de Marx a Mao, México, Prometo Liberado, 2012, p. 519. Un excelente estudio de John Rees titulado The Algebra of Revolution : The Dialectic and the Classical Marxist Tradition va una línea similar que la de Raya Dunayevskaya, plantea que la dialéctica sería un álgebra de la Revolución. Tesis que evoca más o menos el sentido de este trabajo, la dialéctica al ser el inherente a los hechos mismo si se extrae se consigue su matema, su núcleo conceptual que escapa a las variantes subjetivas. Véase el capítulo “Lenin and Philosophy”, en especial el apartado “The fight for a dialectical method” en (J. Rees, The Algebra of Revolution: The Dialectic and the Classical Marxist Tradition, Londres Routledge,1998, pp. 161-190) Además, el texto ofrece un amplio panorama de la discusión filosófica en los círculos de Lenin y los problemas epistemológicos que trata de resolver el filósofo ruso, se podría decir que el problema ontológico entre sujeto y objeto que proviene de la discusión de Materialismo y empiriocriticismo difiere enormemente de la visión del mimo problema que Lenin retoma de la Ciencia de la lógica. El primero es epistemológico, el segundo ontológico, John Rees percibe siempre el problema desde la epistemología. Sólo en ese punto se discrepa, en todo caso aunque el problema que señala, el surgimiento de nuevos descubrimiento científicos sí atienden a un problema epistemológico (Materialismo y empiriocriticismo), lo que produjo Lenin es algo cercano a una ontología de la Revolución (Ciencia de la lógica y Estado y Revolución,) lo cual obviamente produciría una epistemología, pero no a la inversa. Pero en lo que se está de acuerdo, es que Lenin, pensó más allá de la Revolución, pero cuando en su propio contexto lo exigió, pensar la Revolución se convirtió en un axioma que apuntaría irónicamente a un álgebra de la Revolución: la dialéctica. 13
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que se aplique a la realidad. La dialéctica no puede ser atrapada en un concepto, porque eso implicaría alterar su contenido motriz, ella explica el devenir y ella misma deviene, por ello es su propio desarrollo, es histórica, por lo que a su vez tiene nuevos elementos. Es decir, ella deviene en sí misma. Esto es olvidado por los teóricos que tratan de definirla mediante la pregunta ¿Qué es la dialéctica? Pero no reconocen que la pregunta por el qué es, es un índice hacia donde apunta la reflexión filosófica, pero no se detiene ahí. Debido a que no se detiene muchos autores la han seguido desarrollando. Justamente, en este punto es donde nos encontramos posiciones que tratan de desmarcase de la idea de que la dialéctica tiene un papel central tanto en Hegel, como en Marx. Si en Hegel la dialéctica tiene un papel secundario, en la obra de Marx es terciario y debido a las diferencias teóricas dista enormemente la dialéctica de Hegel de la de Marx, tal es el caso de Emmanuel Renault14. El punto de este autor es interesante porque pide que se defina un sentido de la dialéctica en Hegel dado que está sometida a una plurivocidad. Pero entonces es necesario demarcar qué entendió Lenin por dialéctica y cuáles son sus directrices teóricas y no quedarse en la trampa fangosa de la pregunta por el ¿Qué es? En el artículo dedicado a Carlos Marx para la enciclopedia Granat Lenin escribía lo siguiente en 1914: La dialéctica hegeliana, como la doctrina más multilateral, más rica en contenido y más profunda del desarrollo, era para Marx y Engels la mayor conquista de la filosofía clásica alemana. Toda otra formulación E. Renault, “¿Qué hay de dialéctico en El capital de Marx?”, en F. Fischbach (Coord), Marx: Releer el Capital, trad. Francisco López Martín, Akal, Madrid, 2012, p. 35- 63. 14
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del principio del desarrollo, de la evolución, les parecía unilateral y pobre, deformadora y mutiladora de la verdadera marcha del desarrollo en la naturaleza y en la sociedad (marcha que a menudo se efectúa a través de saltos, cataclismos y revoluciones). “Marx y yo fuimos casi los únicos que nos planteamos la tarea de salvar [del descalabro del idealismo, incluido el hegelianismo] la dialéctica consciente para traerla a la concepción materialista de la naturaleza.”15
El punto es claro, Lenin absorbe la dialéctica principalmente de tres autores: Hegel, Marx y Engels, aunque sabemos que leyó a Fuerbach. Pero aquí resalta que la dialéctica es multilateral. La frase citada arriba encierra uno de los rasgos más incomprendidos de la dialéctica, por ejemplo, Renault y Althusser no lo ven, al contrario la dialéctica sería una idea filosófica de poca importancia. Entonces, es necesario aclarar en qué sentido es multilateral y por qué. El sentido de su multilateridad quiere decir que a esta doctrina de la dialéctica se puede incorporar a varios campos de estudio y por lo tanto es universal, la razón por la que Hegel desde la Fenomenología del espíritu escribe: Que la forma de la proposición sea puesta en suspenso no es algo que haya de ocurrir sólo de modo inmediato, sólo por el mero contenido de la proposición. Sino que este movimiento contrapuesto tiene que ser proferido; no sólo debe ser aquel refrenarse interior, sino que este retornar el concepto dentro de sí tiene que estar presentado, expuesto. Este movimiento, que constituye lo que en los casos habituales se suV. I. Lenin, “Carlos Marx”, en Obras escogidas, TI, Moscú, Progreso, 1961, p. 13. 15
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pone que proporciona la prueba, es el movimiento dialéctico de la proposición misma. Sólo ella es lo especulativo efectivamente real, y sólo proferir dicho movimiento es la exposición especulativa. En cuanto proposición, lo especulativo no es más que el refrenarse interior y el retorno no-existente de la esencia dentro de sí.16
La dialéctica es lo efectivamente real, es decir, que su ciencia está tratando de asir lo real, pero ella es especulativa, lo que quiere decir es que en la realidad ontológicamente las cosas está coodeterminadas por el traspaso de diferencias que posibilita la contradicción, lo que sería más científico que quedarse en el momento sujeto-objeto. Esta frase que es retomada de la Fenomenología, como es sabido, está inscrita en una obra que trata acerca de la Ciencia de la experiencia, en la cual la autoconciencia opera mediante el movimiento dialéctico, al menos en sus operaciones más primordiales. Hegel, es muy claro, sólo se puede aprender cómo la experiencia está empatada con la realidad si se observa el movimiento de su experiencia y dicho movimiento es dialéctico, lo cual no se contrapone con el contenido de la Ciencia de la lógica, ella va a ese desarrollo primordial que sostiene el desarrollo de la autoconciencia. Lo que no hay que perder de vista es que cuando se habla de autonconciencia no se está postulando sólo un sujeto epistemológico, sino que también el sujeto de la historia, el sujeto humano general, cuya conciencia está empatada con lo efectivamente real mediante lo espiritual, pero el ámbito de lo espiritual es más grande que la suma de sus miembros, se menciona esto porque Renault quiere a G.W.F. Hegel, Fenomenología del espíritu, Madrid, ABADA, 2019, p. 127-129. 16
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toda costa remitir la Fenomenología al campo del saber, pero no. Desde la Fenomenología lo que crítica es que la realidad tiene un trasfondo espiritual que está actuando en la realidad, el cual no es para nada irreal ni abstracto, de ahí las críticas de Marx y Engels que sostienen que Hegel es idealista sean cuestionables y de ahí el lugar de la reivindicación de la Lógica de Hegel en los Cuadernos filosóficos. Lo que está sosteniendo Hegel desde la Fenomenología es que la realidad, lo efectivamente real tiene un transfondo dialéctico. Las pruebas están remitidas en la Fenomenología, a la historia, porque cuando se habla de los tránsitos históricos de la autoconciencia, también se entiende que, por ejemplo, la forma de la autoconciencia de la Ilustración fue rebasada por la experiencia de la Revolución francesa, en dicho rebasamiento lo que se observa son varias cosas. La dialéctica de la autoconciencia revela un fondo ontológico, la realidad no deviene en un polo objetivo y otro subjetivo, pues ambos están empatados. La autoconciencia obedece a un plano histórico y el plano de la autoconciencia es dialéctico, lo cual quiere decir que la historia también es dialéctica, pero sin caer en la caricaturas o simplificaciones como las de Plejanov y Kautsty. De hecho, Hegel lo aclara, la historia que le importa es la de la libertad, de ahí que la Revolución francesa que buscaba la libertad del hombre y el ciudadano sea central en la Fenomenología del espíritu. De ahí que en la Revolución francesa, una irrupción en la historia de la humanidad, no siga el desarrollo de una ley dialéctica lineal, sino como más bien Lenin concibe la interpretación de la dialéctica de Marx y Engels en la teoría de la Evolución: Es un desarrollo que, al parecer, repite etapas ya recorridas, pero de otro modo, sobre una base más alta
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(“negación de la negación”), un desarrollo, por decirlo así, en espiral y no en línea recta; un desarrollo que se opera en forma de saltos, a través de cataclismos y revoluciones, que significan “interrupciones de la gradualidad”; un desarrollo que es trasformación de la cantidad en cualidad, impulsos internos de desarrollo originados por la contradicción, por el choque de las diversas fuerzas y tendencias, que actúan sobre determinado cuerpo, o dentro de los límites de un fenómeno dado o en el seno de una sociedad dada; interdependencia íntima e indisoluble concatenación de todos los aspectos de cada fenómeno (con la particularidad de que la historia pone constantemente al descubierto nuevos aspectos), concatenación que ofrece un proceso de movimiento único, universal y sujeto a leyes; tales son algunos rasgos de la dialéctica, teoría mucho más empapada de contenido que la (habitual) doctrina de la evolución 17.
Esto que entendió Lenin de la dialéctica de Hegel, si se lee con atención podría pensarse que se trata de la dialéctica de la Historia, pero en realidad esta visión no difiere mucho de la filosofía de la Historia de Hegel, pues: La historia universal es el progreso en la conciencia de la libertad; un progreso que hemos de conocer en su necesidad. […] la enorme diferencia entre el principio, o aquello que sólo es en sí, y lo que es real. Al propio tiempo, es la libertad en sí misma la que alberga en sí la infinita necesidad de alcanzar la conciencia —pues es ella, según su concepto, saber de sí— y, con esto, de alcanzar la realidad: la libertad es el fin que ella realiza y el único fin del espíritu. Este 17
V. I. Lenin, op. cit.,1961, p. 14.
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fin último es aquello a lo que se tiende en la historia universal, y para lo cual son consumados todos los sacrificios en el vasto altar de la tierra y en el largo transcurso del tiempo. Dicho fin es el único que se realiza y consuma, el único permanente en el cambio constante de todos los acontecimientos y situaciones, y lo que en ellos hay de verdaderamente eficaz. La pregunta que ahora debe suscitarse sólo puede ser la siguiente: ¿de qué medios necesita esa libertad para su realización?18
En cuanto al tema de las leyes de la historia, cabe destacar que Hegel es muy claro si hemos de deducir una ley en la historia de la humanidad, esta ha de ser dinamizada por la libertad en sí, lo cual no parece una ley, sino un axioma, El axioma que impulsa la dialéctica de la Fenomenología, de la Ciencia de la lógica, de la Filosofía de la historia, es el de la libertad. Es el pasaje citado arriba es donde se forman los malentendidos de la filosofía de la historia de Hegel, y de otros pasajes, donde usa la palabra progreso, superación, dialéctica de la Historia, el fin de la historia. Dicho vocabulario ha sido aprovechado por los paladines del progreso histórico o de la interpretación mecanicista de la filosofía de la historia. Pero la importancia de lo citado anteriormente tiene mucho que ver con nuestro tema y nos conecta a un nudo problemático compuesto por varias hebras. El primero, la dialéctica como método es imprescindible para conocer el porqué el ser humano tiende hacia la libertad, la libertad habría de ser un axioma que sólo es explicado por la dialéctica porque sólo ella ha mostrado cómo es G. W. F, Hegel, Lecciones de Filosofía de la historia, Madrid, Gredos, 2013, pp. 332-333. 18
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que el hombre deviene autonconciente. La dialéctica de la historia a la que remite Hegel, claramente está señalada a la lógica mayor, pero pese a eso y en este contexto se podría entender que en la historia la única ley que se cumple es el fin de la Libertad. Si nos preguntamos por el escrito más hondo sobre la dialéctica es claro que la Ciencia de la lógica es el medular, tal y como lo apreciaron Marx y Lenin. En dicha obra llama la atención que Lenin en la doctrina del concepto hace un señalamiento con el cual se está de acuerdo. Y es que “Al final del Libro II de la Lógica, tomo IV, pág. 243, en la transición al “concepto”, se da la siguiente determinación: “el concepto, el reino de la subjetividad o de la libertad”. NB Libertad =subjetividad (“o”) finalidad, conciencia, aspiración NB”19. Es aquí donde se necesita que presentar la segunda hipótesis y es que la dialéctica de Hegel, la dialéctica en la que se inspiraba Marx y Lenin, tiene que ver con la Libertad. En el caso específico de Lenin, la dialéctica está íntimamente unida con la idea de la Revolución, de hecho la forma de pensar la Revolución es mediante la dialéctica. Tal y como lo acepta Lenin en su escrito. El Estado y Revolución: El desarrollo de la democracia hasta sus últimas consecuencias, la indagación de las formas de este desarrollo, su comprobación en la práctica, etc.: todo esto constituye una de las tareas de la lucha por la revolución social. Por separado, ninguna democracia da como resultante el socialismo, pero, en la práctica, la democracia no se toma nunca “por separado”, sino que se “toma en bloque”, influyendo también V.I., Lenin, “Cuadernos filosóficos”, Op. Cit., p. 158. Cf. G. W. F., Hegel, Ciencia de la lógica, p. 506. 19
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sobre la economía, acelerando su transformación y cayendo ella misma bajo la influencia del desarrollo económico, etc. Tal es la dialéctica de la historia viva.
Lo que conecta la dialéctica con la Revolución, no es otro hecho que la dialéctica no es un pensamiento abstracto que surja de la mera cavilación de los filósofos, ni que la dialéctica obedezca a un producto meramente idealista, la dialéctica surge de los hechos mismos, por ello Lenin dice en su resumen de la Ciencia de la Lógica que “La dialéctica de las cosas produce la dialéctica de las ideas, y no a la inversa”20. Cuando Marx elabora los Grundrisse realiza la siguiente operación teórica: dilucida qué desarrollo dialéctico surgía del sujeto mismo, pero no trató de aplicar la dialéctica hegeliana, pues en una carta Marx lo aclara en una crítica a la Salle donde contundentemente señala que no es lo mismo realizar un desarrollo teórico dialécticamente que aplicar un sistema lógico abstracto a nociones vagas e imprecisas21. Por sujeto ha de entenderse las subversiones que habían sucedido hasta el momento, precisamente aquello que ha cambiado la historia. Aunque en los mismos Grundrisse, en el apartado de las “Formaciones económicas precapitalistas” hay un pasaje teórico que confirma esta operación que dice que la dialéctica surge de la realidad. Marx escribe en torno a los cambios de los sistemas de producción:”Verändert der einzelne sein Verhältnis zur Gemeinde, so verändert er damit und wirkt zerstörend auf die Gemeinde wie auf ihre ökonomische Voraussetzung; andrerseits die Änderung dieser ökonoV. I. Lenin, “Cuadernos filosóficos”, Op. Cit., p. 186. Cf., MEW 29, p. 274. Carta dirigida a Engels el 1 de febrero de 1858. 20 21
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mischen Voraussetzung —durch ihre eigne Dialektik hervorgebracht, Verarmung etc.”22. En esta cita Marx está observando un suceso económico en la forma en la que se ejerce la propiedad privada y dicho proceso tiene su propia dialéctica, de ahí que como el mismo Marx le dice Engels una cosa es pensar la dialécticamente y otra aplicar términos abstractos a la realidad. Con lo cual queda completamente claro que era Marx extrayendo la dialéctica de los hechos, mas no que le aplique términos dialécticos a la realidad para dialectizarla. Lo que quizá podría contribuir a muchos debates, sobre qué entendía Marx por dialéctica. Para Marx, para el mismo Hegel y para Lenin, la dialéctica surgía de la realidad misma, no era un invento, era una forma más compleja de comprender la realidad que los circunda y que planteaba una serie de cambios en la forma de pensar los eventos que los confrontaban, el capitalismo, las crecientes revoluciones y los cambios históricos.
III. Dialéctica y Revolución Más allá de las distinciones o definiciones que hiciera el propio Lenin sobre la dialéctica hegeliana, su núcleo consiste precisamente mostrar que hay una equiparabilidad en entre el sujeto y objeto. Subjetividad y objetividad son “dialécticas”,23 porque la dialéctica de las cosas MEW 42, p., 394. Formen die der kapitalistischen Produktion vorhergehen. “Si el individuo modifica su relación con la congregación, cambia de ese modo a la comunidad y actúa de forma destructiva sobre ella así como sobre su supuesto económico. Por otra parte, de este supuesto económico surge de su propia dialéctica, su propio empobrecimiento.” 23 Cf. V. I. Lenin, “Cuadernos filosóficos”, Op. Cit., p. 175. 22
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produce la dialéctica de las ideas, por ello la dialéctica incluso se encuentra en la naturaleza24, pero no debe entenderse que la dialéctica está en las cosas como si fueran leyes matemáticas, ella está en la naturaleza como reflejo objetivo de la realidad. Es decir, la dialéctica es especulativa, en cuanto que refleja las determinaciones de la realidad en su mutua co-determinación y movimiento y no en conceptos arrancados de toda materialidad posible. Pero uno de los resultados de la vuelta a la dialéctica de Hegel es que la Subjetividad es igual a la libertad, pero la libertad no se agota en lo subjetivo, es allende al mundo del pensamiento25. Cómo se había señalado con anterioridad, la cuestión para Lenin en Plena Revolución, es preguntarse el para qué la Revolución. En El Estado y Revolución se lee: “La cuestión de la actitud de la revolución socialista del proletariado ante el Estado adquiere no sólo una importancia política práctica, sino la importancia más candente y actual como cuestión de explicar a las masas lo que deberán hacer para liberarse, en un porvenir inmediato, del yugo del capital”26. Quizá podría rastrearse que la idea de Libertad provenía del estudio de dos grandes: Hegel y Marx. Las huellas del ideal de libertad se entrevén en los CuaIbid. p. 186. Al final de la Ciencia de la Lógica Hegel escribe: “El traspaso aquí, por consiguiente tiene que entenderse más bien de la manera siguiente: que la idea se liberta a sí misma, segura en absoluto de sí misma y descansando en sí. A causa de esta libertad también la forma de su determinación es libre en absoluto —es la exterioridad del espacio y del tiempo existente en absoluto por sí misma, sin subjetividad” (G. W.F., Hegel, op. cit., 1978, p. 741.) La idea si es idea y está atravesada por la libertad, tiene que libertarse a sí misma e independiente del sujeto aunque muchas la subjetividad esté indexada a ella. 26 V, I. Lenin, El Estado y la Revolución, p. 3. 24 25
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dernos filosóficos pues ya se concebía que la libertad es la sustancia del espíritu27. En otros trabajos he expuesto que la dialéctica hegeliana está comandada por el axioma de la libertad y su ejercicio como se puede constatar en la Filosofía de la Historia y la Fenomenología del espíritu28. Marx más adelante continuaría en una veta crítica el dúo dialéctica libertad. Lenin siguiendo los pasos de Hegel y Marx relanza la dialéctica y libertad. Pero hay que aclarar que estos dos conceptos son dos caras de una misma moneda, la cual no es falsa, como la de la libertad liberal del burgués. La dialéctica que es redescubierta en los Cuadernos filosóficos es relanzada en Estado y Revolución en donde concibe que el Estado es el producto de que no hay una superación (conciliación) de las contradicciones de clases, que por su misma constitución son irreconciliable, dialéctica que fue ignorada por los tergiversadores de la teoría de Marx que planteaba que existía una conciliación de clases. Por el contrario, Lenin planteaba que mediante la Revolución se podría llegar establecer la dictadura de clases, incluso se postulaba que si desaparecían las clases, el Estado era innecesario. Pero lo más importante es que para Lenin, la Revolución implicaba la superación de una contradicción social económica y política. Para él, el alma de la dialéctica, el criterio de la verdad y de la unidad del concepto era que: La negatividad que se acaba de considerar es el punto de viraje del movimiento del concepto. Es el punto simple de la relación negativa consigo mismo, la Cfr. V.I. Lenin, “Cuadernos Filosóficos”, Op. Cit., p. 290. R. Reyes Camargo, “Elementos para la crítica de la teoría del acontecimiento político”, Tesis, pp. 101-167. 27 28
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fuente interna de toda actividad, de todo automovimiento vital y espiritual, el alma dialéctica que toda verdad tiene en sí y solo por la cual es verdad; porque la trascendencia de la oposición entre concepto y realidad, y aquella unidad que es la verdad, se funda solo en esa subjetividad. — El segundo negativo, lo negativo de lo negativo, al que hemos llegado, es esa trascendencia de la contradicción, pero tampoco constituye la actividad de una reflexión exterior, como no lo es la contradicción; es el momento más íntimo y más objetivo, de la vida y del espíritu, en virtud del cual un sujeto, la persona, el libre, tiene ser”29
El terror jacobino de la Revolución francesa en la Fenomenología del Espíritu fue descrito con la negatividad de la negatividad, y con el momento de la libertad absoluta, la cual se empataba con la voluntad general. Es decir, no había contradicciones. Una vez, más Lenin se encarga de señalar una y otra vez que no hay reconciliación de clases, y que sólo mediante una Revolución violenta se puede resolver el espectro que rondaba a la Rusia Zarista, la creciente contradicción de clases.
Conclusiones Se podría pensar que un buen artículo sobre la Dialéctica y la Revolución rusa mostraría cómo Lenin usó la dialéctica en la comprensión de la Revolución, para ello se tendría que elaborar una definición de la dialéctica a partir de la obra de Lenin, para ver si desarrolla los requisitos de la definición. En eso consiste la trampa althusseriana, 29
Ibid., p. 216.
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pues el cambio de problemática hace inconmensurables la dialéctica de Hegel, la de Marx —como la dialéctica de Lenin es diferente, no se puede comparar con la de Marx, ni con la de Hegel son asuntos completamente distintos— y la de Lenin y por ello se exige una definición que responda a la pregunta ¿Qué es? Para ver si se cumple alegremente dicha definición ignorando que la filosofía que se agota en el qué es, solamente es una reflexión sin sentido. Un pensamiento agotado es lo que constituye un artículo “redondo”. Pero de lo que se trata es de ver y lo que se muestra como principal objetivo es que la dialéctica antes que nada surge de los “hechos mismos”, Lenin lo aclara, se habla de la Revolución en un nuevo contexto de la guerra imperialista. Sin embargo, en la Revolución rusa se piensa un nuevo fenómeno histórico particular de su contexto, que exige la superación del Estado e intenta acabar realmente con las antípodas creadas por el capitalismo en su fase imperialista. La dialéctica de Hegel, es leída al pie de la letra por Lenin, pero lo que trata de rescatar es la superación del abismo entre subjetividad y objetividad, porque esta distinción se empata con la distinción idealismo y materialismo. El filósofo ruso considera que estas dualidades son obsoletas, porque se mal entendió la dialéctica hegeliana y con ello El capital de Marx que postulaba un materialismo como centro de los cambios sociales y económicos. El mote de que la dialéctica hegeliana era sumamente idealista se sustentaba a final de cuentas en la idea de que era una ideación subjetiva que nunca se podría empatar con los objetos. En plena búsqueda de un método científico para la exposición filosófica y la cuestión de que si los escritos de Marx tenían un sustento “científico” eran uno de los
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problemas más urgentes de su tiempo. Además, la explicación de la libertad, de la emancipación habían encontrado cobijo en las teorías marxistas, pero seguía siendo punzante la pregunta por su “método”, ante lo cual era muy cuestionable la idea de usar la dialéctica como “método de investigación” científica, más si la dialéctica sólo surgía de la actividad del Sujeto por lo que nunca podría enfrentarse al objeto. Cuando Lenin lee la superación de la dualidad sujeto objeto cae en cuenta que es posible encontrar un elemento científico en la dialéctica porque ella era la única capaz de mostrar el telón de fondo de la dupla: sujeto-objeto, ese telón no es más que el movimiento que emplaza las contradicciones. Además, el filósofo ruso postula que no hay distancia entre el sujeto y el objeto, la realidad ya no permanece inaccesible, por el contrario, la realidad es dialéctica, y es posible acceder a ella dialécticamente. Además, era la única que trataba de explicar los cambios históricos y los comprendía en su naturaleza mudable y contradictoria. Las consecuencias del capitalismo se daban en los terrenos ideológicos, políticos, económicos, filosóficos e históricos, y en todos ellos, es común que exista contradicciones de clases, pero cómo explicarlas. Es cuando Lenin, comprende que la realidad misma es dialéctica y que de cada suceso tiene su dialéctica propia. Pero permanecía aún más latente la cuestión de las Revoluciones rusa, ella debería de abolir el Estado tal y como lo había enseñado Marx, el Estado burgués perpetuaba las contradicciones de clases, y habría que aprender su dialéctica para comprender las razonas por las cuales emanciparse era un axioma.
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TROTSKY A CIEN AÑOS DE LA REVOLUCIÓN RUSA. LA REVOLUCIÓN PERMANENTE EN MARX Y TROTSKY Ramón Espinosa Contreras La Revolución rusa de octubre de 1917 conmovió al mundo por los efectos que tuvieron lugar en varios países del mundo, en los oprimidos y explotados por el capitalismo y en la lucha por su liberación. Por ejemplo, África, Asia y América Latina, fueron una prueba de ello. De la misma manera, la influencia sobre el movimiento obrero internacional y sobre grandes sectores sociales de académicos e intelectuales. Estas reflexiones versan, en términos generales, sobre el papel que jugó Trotsky en la revolución y su concepción de ella. Las críticas de las teorías de Lenin y Rosa Luxemburgo han puesto a prueba la teoría de la revolución permanente tomando en cuenta la concepción de Marx. El primero, en la obra El imperialismo, fase superior del capitalismo, y la segunda, en Reforma o revolución. Por último a los crímenes de Stalin. Analizando los fundamentos esenciales de la Revolución rusa, nos permite comprender su importancia como fuente de enseñanza y base de análisis en función de las tareas revolucionarias que hay que emprender ante la deshumanización de la sociedad actual, provocada por el capitalismo neoliberal.
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Marx y Trotsky: la revolución permanente Marx y la revolución permanente. Primero, abordaremos la concepción de Karl Marx sobre la revolución mundial y permanente, y su influencia en Trotsky. La primera, Marx la aborda en Ideología alemana (1848) la segunda en el Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas (1850). Trotsky las dos teorías las retoma y analiza, las explica y desarrolla, principalmente en La Revolución permanente y en Resultados y perspectivas. Marx estudia, analiza y asimila, los dos años revolucionarios y el movimiento obrero de 1848 y 1849 en Alemania, la experiencia de La lucha de clases en Francia, La Guerra Civil en Francia, en la Comuna de París de 1871 y en el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Análisis que hace cuidadosamente para llegar a comprender sus resultados y perspectivas como experiencia para el movimiento obrero internacional y la lucha por el comunismo. Todo dirigente revolucionario y más en épocas revolucionarias, polemizan al interior del partido sobre el método, la táctica y la estrategia, para hacer y dirigir la revolución, lo mismo con tendencias políticas que giran en torno a la misma. Esto lo hicieron Engels y Marx con los acontecimientos revolucionarios en Alemania y con la Comuna de París. Lo mismo lo hicieron Lenin y Trotsky, al interior del Partido Bolchevique en cada etapa de Revolución rusa. Ya Engels y Marx, habían señalado en el Manifiesto del Partido Comunista que “la historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de
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clases”.1 Además afirman que la burguesía jugo un papel altamente revolucionario porque fue capaz de sepultar la época feudal y de revolucionar las fuerzas productivas, las relaciones sociales de la producción, el mercado mundial y la cultura universal, en ese sentido afirman: “Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países”, de la misma manera a la cultura, tal como lo dice, “la producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles; de los numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal”.2 Estas afirmaciones, son una prueba evidente, que la burguesía ha sido capaz de revolucionar las fuerzas productivas, el mercado mundial y cultura universal y lo sigue haciendo en la actualidad, como son: las comunicaciones, que se objetiva en la televisión, en el Internet y en el teléfono celular, o mejor dicho, en la comunicación electrónica e informática. Engels y Marx, apostaron al proletariado de impulsar la revolución apoyada por el Partido “las armas de que se sirvió la burguesía para derribar al feudalismo se vuelven ahora contra la propia burguesía. Pero la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha producido también los hombres que empuñarán esas armas: los obreros modernos, los proletarios”,3 afirman.
K. Marx y F. Engels, “Manifiesto del Partido Comunista”, en K. Marx y F. Engels, Obras Escogidas, Tomo I, Moscú: Progreso, 1971, p. 19. 2 Ibid., p. 23. 3 Ibid., p. 25. 1
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Pero no es el proletario local o nacional, sino mundial, por la lo tanto, la revolución y el comunismo deben darse a ese nivel, no en un sólo país, sino mundial y permanente para lograrlo. En ese tenor subrayan, “por lo tanto, el proletariado sólo puede existir en un plano histórico-mundial, lo mismo que el comunismo, su acción, sólo puede lograr a cobrar realidad como existencia histórica-universal. Existencia histórico-universal de los individuos, es decir, existencia de los individuos directamente vinculada a la historia universal”.4 ¿Marx cómo define al comunismo y como lo comprende? Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya que sujetarse la realidad. “Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual”.5 Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente. La táctica de la revolución permanente, a pesar de no haber sido inaplicable a la Alemania de 1850, siguiendo siendo un valioso legado político de Marx y del movimiento obrero. Trotsky la propuso a Rusia en 1905, pero Lenin en esos momentos consideró prematuro tratar de convertir la revolución democrática-burguesa en revolución proletaria. Sin embargo, en 1917, en el contexto de la crisis europea producida por la guerra mundial, Lenin y el partido bolchevique pudieron aplicar con éxito la táctica de la revolución permanente, llevando adelante a la Revolución rusa de aquel año del derrocamiento de zarismo y del capitalismo. Engels y Marx, tuvieron la experiencia de la derrota de la revolución de 1848 en Alemania. En el MenK. Marx y F. Engels, La ideología alemana, México: Ediciones de Cultura Popular, 1974, p. 38. 5 Ibid., p. 37. 4
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saje del comité central de la Liga de los Comunistas en marzo y junio de 1850. En marzo, llegaron a las conclusiones teóricas y prácticas de la experiencia de 1848 de asimilar este acontecimiento histórico y no perder de vista de reconstruir el movimiento obrero y levantarles la conciencia de clase para las próximas batallas. Esta experiencia más aun la lucha de clases en Francia y la Comuna de París, fueron el fundamento de la plantear la teoría de revolución permanente. Como señala Marx, que el partido pequeño burgués es muy poderoso en Alemania: En una palabra, confían en corromper a los obreros con limosnas más o menos veladas y quebrantar su fuerza revolucionaria con un mejoramiento temporal de su situación. Pero estas reivindicaciones no pueden satisfacer en modo alguno al partido del proletariado. Mientras que los pequeños burgueses democráticos quieren poner fin a la revolución lo más rápidamente que se pueda, después de haber obtenido a sumo, las reivindicaciones, arriba mencionadas, nuestros intereses y nuestras tareas, consiste en hacer la revolución permanente hasta que sea descartada la dominación de las clases más o menos poseedoras, hasta que el proletariado conquiste el poder del Estado, hasta que la asociación de los proletariados se desarrolle, y no sólo en un país, sino en todos los países dominantes del mundo, en proporciones tales, que cese la competencia entre los proletarios de estos país, hasta por lo menos las fuerzas productivas decisivas estén concentradas en manos del proletariado.6 En suma, Marx era conciente y claro en plantear la revolución mundial y permanente, tal como lo escribe en K. Marx y F. Engels, “Mensaje del comité central a la liga de los comunistas”, en K. Marx y F. Engels, Obras Escogidas, Tomo I, Moscú: Progreso, 1971, p. 95, (cursivas nuestras). 6
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La ideología alemana y en el Mensaje. La razón fundamental de ello es que el capitalismo no se desarrolla en un solo país, sino en todo el mundo, lo mismo que el proletariado. Tal como lo reafirma en los Estatutos Generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores en uno de sus considerandos que a la letra dice, “que la emancipación del trabajo no es un problema nacional o local, sino un problema social que comprende todos los países en la que existe la sociedad moderna y necesita para su solución el concurso práctico y teórico de los países avanzados”.7
Trotsky la revolución permanente Lenin y Trotsky como máximos dirigentes del partido bolchevique y de la revolución, tenían conocimiento de la concepción de la teoría de Marx sobre el comunismo, la revolución mundial y permanente. Trotsky en comparación con Lenin, la plasmó en la teoría y en la práctica. En la teoría en La revolución permanente y en Resultados y perspectivas escrito en 1906, luego del domingo sangriento del 9 de enero de ese año que termino con el fracaso del intento insurreccional de los Soviets de San Petesburgo de octubre de 1905. En la práctica desde la revolución de 1905 hasta la Revolución de octubre de 1917, “la teoría de la revolución permanente tal como está expuesta en primeros trabajos, ante todo en Resultados y perspectiva (1906), se halla inconmensurablemente más impregnada de espíritu marxista, y, por consiguiente, inconmensurablemente más cerca de la línea K. Marx y F. Engels, “Estatutos generales de la asociación internacional de los trabajadores”, en K. Marx y F. Engels, op. cit., p. 266 7
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histórica de Lenin y del Partido bolchevique, no sólo que las divagaciones actuales de Stalin y Bujarin, sino también por el último trabajo de Radek”.8
Resultados y perspectivas 1906 Trotsky en 1905 es designado Presidente del Soviet de Petrogrado, fue detenido y encarcelado con los demás miembros del Soviet. En la cárcel escribe Resultados y perspectivas, hace un balance de lo que fue la derrota de la revolución de 1905. Además un estudio de la situación económica y política de Rusia, la situación de la clase obrera y el campesinado en la perspectiva de la revolución socialista. Abordo las tendencias manifiestas al interior del Partido y sus concepciones de los mencheviques y bolcheviques sobre el carácter de la próxima revolución. Los primeros sostenían, escribe Trotsky, “era que nuestra revolución sería una revolución burguesa… El punto de vista del bolchevismo, aunque reconocía la inevitabilidad del carácter burgués de la próxima revolución, ponía por delante revolución como tarea de ésta el establecimiento de una república democrática del proletariado y el campesinado”.9 Estas visiones, se desenvolvieron hasta la revolución socialista del 17 de octubre, saliendo triunfante la visión bolchevique. Trotsky, después de la experiencia revolucionaria de 1905, analizó de una forma más certera la naturaleza y el carácter de la revolución que se estaba gestando en Rusia. En su libro Resultados y perspectivas, explica L. Trotsky, La revolución permanente, México: Juan Pablos, 1972, p. 78. 9 L. Trotsky, Resultados y perspectivas, México: Cultura obrera, 1972, p. 9. 8
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lo que más tarde sería conocido como la teoría de la revolución permanente, sostenía que en Rusia estaban pendientes las tareas revolucionarias de la burguesía como el reparto de la tierra, separación de Iglesia y el Estado, el desarrollo industrial, pero que esta clase por sus vínculos con la nobleza terrateniente feudal y con la aristocracia zarista, no podía de resolverlo. A la vez por el antagonismo existente, ya muy acentuado entre el proletariado la burguesía, no podía llevar esas tareas a cabo. Por otro lado, el campesinado, por su heterogeneidad, fraccionado, disperso para que jugara un papel revolucionario, era incapaz de tener un programa independiente de la burguesía o del proletariado. Trotsky hacen una comparación con lo que Engels y Marx con lo que plantean en el Manifiesto del Partido Comunista que la burguesía fue capaz de sepultar al feudalismo y a la aristocracia feudal, y a su aliada la Iglesia. Fue capaz de revolucionar las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción, el mercado mundial y la cultura universal. En cambio en Rusia no, las fuerzas productivas eran muy atrasadas lo mismo que las relaciones sociales, es decir, un país atrasado. Situación que la explica en Resultados y perspectivas, señalando el método de análisis para explicar el atraso de Rusia, más adelante lo desarrolla en Historia de la Revolución rusa escrita en 1932, en donde expone el método de la ley del desarrollo desigual y combinado. Las leyes de la historia no tienen nada de común con esquematismo pedantesco. El desarrollo desigual, que es la ley más general del proceso histórico, no se nos revela, en parte alguna, con la evidencia y la complejidad con que lo patentiza el destino de los países atrasados. Azotados por el látigo de las necesidades materiales vénse obligados a avanzar a saltos. De esta ley universal
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del desarrollo desigual se deriva otra que, a falta de nombre más adecuado, calificaremos de ley del desarrollo combinado, aludiendo a la aproximación de las distintas etapas del camino y a la combinación de distintas fases, a la amalgama de formas arcaicas y modernas. Sin acudir a esta ley, enfocada, naturalmente, en la integridad de su contenido material, sería imposible comprender la historia de Rusia ni la de otro país de avance cultural rezagado, cualquiera sea su grado.10 En las distintas regiones de Rusia existía un desarrollo desigual: económica, social y cultural. Desigualdad acompañada de la pobreza, la miseria y la marginación de grandes sectores sociales tanto en las ciudades como en el campo. Además, atraso educativo, cultural, político y la falta de una conciencia de clase de los obreros y los campesinos, La mayoría de los obreros calificados, eran extranjeros, en la apreciación de Trotsky. Todas estas desigualdades se combinaron entre sí formando una unidad dialéctica, que nos permite comprender y conocer la realidad concreta de Rusia. Señala el dirigente ruso que, es precisamente en el campo de la economía en donde se manifiesta con un máximo relieve la ley del desarrollo combinado, “propia de los países atrasados – caracterizada esencialmente por una peculiar combinación de elementos retrógrados con los factores más modernos—nos presenta aquí en su forma más típica, dándonos la clave para resolver el enigma más importante de la Revolución rusa…Para que naciera el Estado soviético —afirma Trotsky—, fue necesario que coincidiesen, coordinasen y compenetrasen recíprocamente dos factores de naturaleza histórica completamente distinta: la guerra campesina, movimiento característiL. Trotsky, Historia de la Revolución rusa, vol. I, México: Juan Pablos, 1972, p. 24. 10
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co de los albores del desarrollo burgués, y el alzamiento proletario, movimiento que señala el caso de la sociedad burguesa. Fruto de esta unión fue el año 1917”.11 La alianza del proletariado y el campesinado, fue indispensable para el triunfo de la revolución socialista en Rusia en 1917. Aquí Lenin y Trotsky, coincidieron totalmente, sin esta alianza la revolución sería un fracaso como la que fue en 1905. Ambos planteaban primeramente la unión de todos los obreros y la unión de todos los campesinos, premisa fundamental para la alianza de ambos sectores sociales. Estos requisitos Lenin lo escribe en la Alianza de clase obrera y del campesinado, en Las Tesis abril y en otros escritos que están en sus obras. Trotsky en Resultados y perspectivas, en Las lecciones de octubre y en la Historia de la Revolución rusa. En esa lógica, Trotsky plantea 14 tesis sobre la Revolución permanente,12 vale la pena leerla por su importancia para la sociedad actual. Lenin expone 19 tesis en La tesis de abril, terminadas en Petrogrado el 10 de abril de 1917, en donde expone las tareas del proletariado que deben de llevarlas a la práctica encaminadas hacia la revolución. Las dio a conocer a los bolcheviques y a los mencheviques delegados a la Conferencia de los Soviets de diputados obreros y soldados de toda Rusia, realizada en Petrogrado.
Lenin y las Tesis de Abril Lenin plantea en las Tesis de abril las tareas del proletariado en la revolución en alianza con el campesinado y el 11 12
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L. Trotsky, op. cit., p. 74. Véase La revolución permanente, principalmente págs. 227-
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carácter de la revolución. De entrada, escribe en la parte de la valoración la situación de la revolución en torno a ella, “el marxismo exige de nosotros un análisis estrictamente exacto y obviamente verificable de las relaciones de clase y de los rasgos concretos propios de cada momento histórico. Nosotros, los bolcheviques, siempre hemos tratado de llenar este requisito, absolutamente esencial para dar a la política una base científica”.13 Con esta visión, Lenin lo hizo y con la finalidad de tener claridad de la conformación clases sociales en la sociedad rusa y de esa manera comprender la importancia de la alianza del proletariado y el campesinado, organizarlos y preparados para revolución orientados por el Partido, tal como lo explicita en Las Tesis y en ¿Qué hacer’? Teoría y práctica del bolchevismo”. Es el partido encargado de inyectar la conciencia de clase y política al proletariado. “El socialdemócrata, como hemos dicho, si es partidario y no sólo de palabra, del desarrollo integral de la conciencia política del proletariado, debe “ir a todas clases de la población”.14 Por otro lado, Lenin era conciente de la burocratización del Partido Bolchevique y del Estado Soviético, tal como lo dice en Las Tesis, criticadas por Plejánov y Kámanev, principalmente, por plantear Lenin la necesidad de comprender y orientar la práctica de las masas hacia la revolución, por el tipo de revolución y del nuevo Estado. Para los críticos, supuestamente esta visión era conservadora. Al respecto escribe Lenin, “tampoco puede ir a parar al pantano del anarquismo, porque el anarquismo niega la necesidad de un Estado y del poder 13
p. 20.
V. I. Lenin, Las tesis de abril, Buenos Aires: Anteo, 1973,
V. I. Lenin, ¿Qué hacer? Teoría y práctica del bolchevismo, México: Era, 1977, p. 184. 14
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político en el periodo de transición de la dominación de la burguesía a la dominación del proletariado. Mientras que yo, con una precisión que excluye toda posibilidad de malentendido, defiendo la necesidad del Estado en este periodo, aunque, de conformidad con Marx y con las lecciones de la Comuna de París, defiendo, no al Estado parlamentario burgués corriente, sino un Estado sin ejército regular, sin ninguna policía enfrentada con el pueblo, sin una burocracia ubicada por encima del pueblo”.15 Lenin, tenía claro que en cualquier momento, el partido y el Estado en su proceso de consolidación, se iban a burocratizar e iban a tomar el poder del Estado la alta casta burocrática estalinista. De la misma manera la policía (la GPU) y el Ejército enfrento a la pueblo reprimiéndolo, secuestrándolo, carcelándolo y matándolo. Después de la muerte de Lenin, el poder del Estado fue usurpado por la casta burocrática, encabeza por Stalin y su mafia de criminales. Al morir Lenin el 21 de enero de 1924, se desató el debate político desde otoño de 1924 y comienzos de 1926. El debate giró en torno a la Teoría de la Revolución permanente y las Lecciones de octubre de León Trotsky. Los principales dirigentes oponentes en el debate fueron: Nicolay Bujarin, Gregori Zinoviev aliados a Stalin, en contra de las concepciones de Trotsky, defendieron El socialismo en un solo país, sostenido por Stalin y después fueron ejecutados por este último y los demás bolcheviques entre ellos Trotsky, acusándolos de ir en contra de la revolución. La historia escrita por la burocracia soviética, esta preñada de absurdos, de falsedades y mentiras. Ya Lenin en su Testamento resalta que Trotsky y Stalin, dice que, “ambos son considerados “lideres eminentes del Comité 15
V. I. Lenin, Las tesis de abril…p. 28.
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Central”, pero mientras que Trotsky “personalmente tal vez sea el hombre más capaz del actual C. C”, Stalin “es demasiado grosero, y este defecto, perfectamente tolerable en nuestro medio… se torna intolerante en las funciones de secretario general”. A Trotsky no se le propone ningún destino especial aunque se sabe que días antes lo había propuesto para vicepresidente de consejo de comisarios del pueblo–, mientras se pide “a los camaradas que reflexionen sobre el modo de desplazar a Stalin de ese cargo”. La diferencia en el tratamiento y en las proporciones es evidente”.16 La personalidad y la inteligencia de los citados tres bolcheviques. Sobre Trotsky señala es “el más talentoso e inteligente” miembro del Comité Central del Partido. De Zinoviev y Bujarin, los elogia, diciendo de que “son los más competentes entre los miembros jóvenes del C. C.” La ofensa verbal, es una agresión visible de violencia directa y física hacia al otro, se hace visible a través del comportamiento de la persona agresiva, es la caso de Stalin, llegando al grado de insultar a la esposa de Lenin y al propio Lenin. En esa orientación, le manda una carta a Stalin, con fecha de 5 marzo de 1923 (con copia a Kámenev y Zinóviev), diciéndole lo siguiente: “Ha tenido usted” la grosería de llamar a mi mujer (Krúpskaia) al teléfono e insultarle. A pesar de que ella le haya hecho saber que estaba dispuesta a olvidar todo lo que le había dicho, todo lo sucedido ha llegado a conocimiento de Zinóviev y de Kámanev (que lo han sabido por usted). No tengo intención de olvidar tan fácilmente lo que ha sido un hecho contra mi persona, y no tengo necesidad de decirle lo que ha sido hecho contra mi mujer lo considero hecho contra mi persona. Por tanV. I. Lenin, Contra la burocracia, Buenos Aires: Cuadernos de Pasado y Presente, 1974, p. 128. 16
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to, le ruego reflexione y hacerme saber si está dispuesto a retirar sus palabras y a excusarse o si prefiere romper las relaciones entre nosotros”, firma Lenin.17 La agresión es una de las partes del lado más obscuro de la mente humana en donde esta el egoísmo, la vanidad, la ambición, la ira, el poder, el odio y la violencia. Así estaba constituida la mente de Stalin con una mentalidad chauvinista, esto lo condujo a la violencia más salvaje y criminal de la matanza de millones de seres humanos, todo por el apetito poder. Stalin, creaba enemigos por todas partes, su imaginario mental lo condujo a la conclusión que les estorbaba para controlar el partido y el Estado, hasta sus propios aliados era sospechosos de ello. La psicología profunda nos permite comprender la paranoica y el odio en sus relaciones con la personalidad, nos proporcionado la evidencia de los hombres malvados y de los imperios dictatoriales como la conducta criminal y dictatorial de Stalin. La interpretación del estalinismo de la historia, tuvo el objetivo de borrar la propia historia de los acontecimientos de la Revolución socialista, de sus principales dirigentes y para borrar los grandes crímenes en contra de la humanidad.
La Revolución de octubre El 23 de septiembre Trotsky formador del Ejército Rojo, es elegido presidente del Soviet de Petrogrado, y desde esta posición se convierte en una de las piezas claves de la insurrección de octubre. Lenin, todavía en la clandestinidad, participa desde lejos y preocupado por el cariz que van tomando los acontecimientos, insiste en la nece17
V. I. Lenin, op. cit., p. 147.
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sidad de pasar inmediatamente a la acción. Para Lenin, el momento de la toma del poder ha llegado y teme que la indecisión de la dirección del partido, manifestada en febrero y marzo, se reproduzca. En esa orientación, Trotsky escribe en las Lecciones de octubre: “Ya hemos dicho cuanto temía Lenin dejar pasar el momento de la insurrección”. Al respecto Lenin escribe “existe en el Comité Central y entre los dirigentes del partido —escribe el 29 de septiembre— una tendencia, una corriente a favor de la espera del Congreso de Soviets y contra la toma inmediata del Poder, contra la insurrección inmediata. Es menester combatir esta tendencia, esta corriente”. A comienzos de octubre, escribe aún: “Esperar es un crimen; aguardar al Congreso de Soviets es un formalismo infantil y absurdo, una traición a la Revolución”. En Las tesis para la Conferencia de Petrogrado del 8 de octubre, aduce: “Hay que luchar contra las ilusiones constitucionalistas y las esperanzas en el Congreso de Soviets; hay que renunciar a la intención de guardar cueste lo que cueste, a ese Congreso”. El 24 de octubre, escribe, en fin: “Claro está que cualquier retraso en la insurrección equivale ahora a la muerte”: La Historia no perdona un retraso a los revolucionarios que pueden vencer hoy (y vencerán, de seguro), por corren el riesgo de perder lo todo si guardan a mañana”.18 La posición del partido, a instancias de Trotsky, era la de organizar los preparativos de la insurrección con la vista puesta en la apertura el 24 de octubre del II Congreso de los Soviets de toda Rusia, en que los bolcheviques tenían garantizada la mayoría. El primer punto del orden del día en dicho congreso sería la depo18
p. 56.
L. Trotsky, Lecciones de octubre, México: Juan Pablos, 1974,
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sición del Gobierno Provisional y la toma del poder por el máximo órgano soviético. La clase obrera ya en el poder tenían que emprender nacionalizar los bancos y las grandes fábricas, superando los límites del capitalismo e iniciado la tarea de la construcción de socialismo. A su vez el capitalismo se estaba desenvolviendo rápidamente a nivel internacional con el dominio del mercado mundial en la mayoría de los países, era un eslabón más en la cadena de la revolución socialista mundial. Esto era fundamental que el partido bolchevique y la clase obrera tomaran conciencia de ella. En suma, esta visión metodológica de Trotsky, nos permite a nosotros comprender más las desigualdades de los países de América Litina y el Caribe, en particular México. De la misma manera son aplicables las dos leyes articuladas entre sí, para comprender la pobreza y las desigualdades sociales de estos países.
Crímenes de los regímenes comunistas El centenario de la Revolución Socialista en Rusia, no se puede explicar sin los crímenes de los regímenes comunistas: José Stalin, Mao Tse-Tung, Pot Pot, etc. Crímenes a nombre del marxismo-leninismo, del proletariado y del comunismo, se cometieron los peores crímenes en contra del ser humano.
Los crímenes de Stalin Si hablamos de los cien años de la Revolución Socialista Rusa, tenemos la necesidad de hablar los protagonistas
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criminales, uno de ellos, José Stalin. Como afirmara Michel Foucault: La cuestión del poder decía ese mismo año, “comenzó a plantearse en su desnudez” alrededor de 1955, contra el fondo, de esas “dos sombras” que fueron, fascismo y el estalinismo”. “La falta de análisis del fascismo es un de los hechos políticos importantes en los últimos trenita años”. Si la cuestión del siglo XIX fue el de la pobreza –decía–, la planteada por el fascismo y del estalinismo fue la del poder: “demasiado pocas riquezas” por un lado, “demasiado poder” por el otro. Desde la década del treinta, en los círculos trotskistas se había analizado el fenómeno burocrático, la burocratización del partido. La cuestión del poder se retoma en la década del cincuenta, a partir, en consecuencia, de las “herencias negras” del fascismo y el estalinismo; en ese momento se habría producido el clivaje entre la antigua teoría de la riqueza, nacida del “escándalo” de la miseria y del poder. Son los años de el informe Kruschov, del comenzó de la desestalinización, de la rebelión húngara, de la guerra de Argelia.19
Más, bien diríamos, que tanto el fascismo alemán encabezado por Adolfo Hitler y la dictadura estalinista fueron dos caras de la misma menda, criminales en su máxima extensión de la palabra. El primero, mando a construir los campos de concentración de Auschwitz y de Birkenau como cárceles en donde asesinaron a miles de seres humanos y en los hornos crematorios murieron quemados más 600 mil M. Foucault, Defender la sociedad, Curso en el College de France (1975-1976), Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 246-247. 19
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personas: judíos, gitanos e incapacitados a nombre de la raza pura, el racismo en su expresión más cruel. Esto condujo al Holocausto en 1941 fue un acontecimiento histórico de barbarie. El segundo, a nombre del Partido, del comunismo y del proletariado, Stalin y su mafia, cometieron los peores crímenes de la humanidad. Sembró un estado de terror en toda la sociedad rusa carcelaria, vigilada y castigada, como un panóptico, como lo explica George Orwell en su novela 1984 en donde describe un país carcelario y vigilado, en donde se cometieron las purgas, los peores crímenes y genocidios por el “Gran Hermano”, José Stalin con la cabeza llena de mentiras y odio hacia el otro y su “Policía del Pensamiento”, diría Orwell o sea la GPU-NKVD. En línea de pensamiento de Orwell, la expresa Aleksander Solzhenitsyn, escritor ruso, Premio Nobel en 1970, escribe en la cárcel las novelas Archipiélago Gulag, Un día de Iván Denisovich y Pabellón de Cancerosos, en donde describe la situación en que vivían en la sociedad rusa, haciendo una crítica al socialismo soviético, al estalinismo y el funcionamiento del Gulag eran campos de concentración para trabajos forzados en donde Stalin los mandaba a todos aquellos que no estaban de acuerdo con su política socialista. En ese sentido, Solzhenitsin escribe: En nuestro país, los arrestos políticos de varios decenios tenía la particularidad de que los detenidos eran unos inocentes no preparados para la resistencia. Se creo un ambiente general de perdición irremediable, la idea de que (con nuestro sistema de pasaportes, bastante justa por cierto) era imposible escapar de la GPU-NKVD. Y aún en plena epidemia de arrestos, cuando la gente al salir para el trabajo todos los días se despedía de los familiares porque no sabía si regresaría por la noche, apenas
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se “escapaban (los casos de suicidio eran muy raros). Era lo que se necesitaba. De la oveja mansa se aprovecha el lobo.20 A partir de la novela de Alexander Solzhenitsin Archipiélago Gulag, se iniciaron una serie de estudios en torno al tema por varios investigadores, entre ellos Robert Conquest señalando que, a lo largo de la historia de los Gulags, pasaron por sus campos de trabajo forzado cerca de 144 millones de personas. A comienzos de la década de 1930 había aproximadamente 200,000 prisioneros detenidos en los GULAGs. Antes de la Segunda Guerra Mundial, eran cerca de 1, 0000. 000. Las mayores cifras se alcanzaron a fines de los años 40, y comienzos de los 50, con un promedio de cerca de 2, 5000. 000 prisioneros por Años. El total de muertos documentados en el sistema de trabajo correctivos y colonias desde 1944 a 1953 ascienden a 1, 053. 826 personas El “socialismo en un solo país” o sea el socialismo chauvinista, fue la barbarie, llego hasta los genocidios y matar por hambre; tenemos, por ejemplo, la hambruna de Ukrania 1932-1933 en donde murieron de 6 a 7 millones. No hay duda que Moscú quiso entonces destruir todo foco de resistencia, esta fue la intención de la matanza por hambre y destructora de Stalin, aunque algunos dirían que no. En los campos de concentración, fueron a para miles de científicos, escritores, intelectuales, obreros, campesinos, miembros del Partido Bolchevique hasta militares, en donde fueron asesinados. En un tercer proceso, se realizan las purgas en el ejército. Los nueve principales jefes fueron ejecutados A. Soljenitsin, Archipiélago Gulag 1918-1956, Ensayo de investigación literaria, Barcelona: Plaza y Janés, 1974, p. 20. 20
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en un juicio secreto. A poco tiempo 40 mil oficiales fueron despedidos, mandados a los campos de concentración y asesinados. En cuarto proceso, Stalin aplica las purgas en contra de los principales dirigentes del Partido Bolchevique, quienes participaron en la Revolución de octubre de 1917: Zinoviev (ejecutado), Kamenev (ejecutado), en 1923, Rykov (ejecutado), Bukharin (ejecutado), Krestinsky (ejecutado), Smilga (ejecutado), todos ellos ejecutados en 1923. Sverdlov (muerto), Joffe (suicidado), Kollontai (desaparecida), Uritsky (muerto), Lomov (desaparecido), Shomyan (muerto), Brenzin (desaparecido), Muranov (muerto), Nogin (muerto), Dzerzhinsky (muerto), Burnov (desaparecido), Sokolnikov (preso), Artem (muerto), Stassova (desaparecida), Miliutin (desaparecido). De esta lista de dirigentes que participaron en la Revolución de octubre de 1917, solamente Lenin y el propio Stalin, murieron de muerte natural. En lo que concierne a Trotsky el último dirigente revolucionario de esa vanguardia que dirigió la Revolución de octubre de 1917. Stalin lo persiguió a través de la GPU por todo el mundo esta encontrarlo en México, recibiendo varios atentados por David Alfaro Siqueiros y un grupo de hombres armados y después asesinado el 20 de agosto de 1940 por Ramón Mercader, agente de la GPU. Asesinato apoyado por el PCM y varios intelectuales estalinistas como el chileno Pablo Neruda y en México por Vicente Lombardo Toledano, David Huerta, Juan de la Cabada, entre otros. Recuerdo que David Alfaro Siqueiros fue a dar un Conferencia Magistral sobre Arte y Cultura en México en la Universidad Autónoma del Estado de México a finales de agosto se 1971 en el Auditorio “Adolfo López Mateos”. En aquel entonces
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yo era estudiante de la Facultada de Humanidades en donde termine la Licenciatura en Filosofía, le exprese que como pintor y muralista, era una eminencia reconocida a nivel mundial. Le dije que con esa sabiduría plasmada en sus murales, que nos explicara cuales fueron las razones de los atentados de muerte que usted cometió en contra León Trotsky formador del Ejército Rojo y uno los dirigentes más importantes de la Revolución Socialista en Rusia y después asesinado por Ramón Mercader sicario de Stalin y agente, mandado por la GPU, el señor Siqueiros no contesto nada. En suma, los asesinatos por Stalin fueron más de 23 millones y de los principales lideres de la vieja guardia del Partido Bolchevique, fueron 23. Lenin y Stalin, murieron de muerte natural.
Los crímenes de Mao Tse Tung El siniestro Mao, el mayor asesino del Siglo XX, supero a su maestro Stalin, a Hitler y a Pol Pot. En la misma línea de pensamiento y de acción “marxista-leninista” y “comunista” siguió Mao a su maestro José Stalin. Ciertos acontecimientos catastróficos, no parece haber sido deseados para millones de chinos, por dar un ejemplo, la emblemática hambruna en China Comunista y asesinatos, en donde murieron más de 70 millones de seres humanos a nombre del comunismo y de la revolución cultural del proletariado. Hasta hoy nadie a podido decir lo contrario, que Mao en su delirio del “Gran salto hacia delante” tenía la intención de destruir a su pueblo, su utopismo voluntarista y su incompetencia económica para algunos fueron las causas de esta barbarie con finalidad planificar la economía y de
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industrializar del país. Este imaginario del Gran Salto se convirtió en la realidad en el Gran Salto del crimen, de la muerte y de genocidio de lesa humanidad. La gran hambruna y la matanza en China fue la violencia más salvaje y criminal. Una de las acciones más devastadores que se tenga memoria en la historia de la humanidad (1958-1962). Mao y la burocracia china, tapó y guardó la matanza como secreto de Estado durante varios años, las críticas a su régimen a nivel mundial no se hicieron esperar, esto obligo a Mao en dar a conocer hasta 1988 la cifra oficial de 23 millones de muertos. Para otros estudiosos sobre el caso chino, las muertes fueron superiores a los 80 millones de muertos de seres humanos chinos durante la aplicación del “Gran Salto hacia delante”. Este líder, ha sido calificado como el más criminal del siglo XX, superando a Hitler y a Stalin.
Pol Pot el genocidio en Camboya Terminada la Guerra por Estados Unidos siendo presidente Richard Nixón en Vietnam y en Camboya, se estableció la calma. El régimen de Pol Pot, comenzó a reconstruir Camboya, sometiendo a millones de seres humanos a trabajos forzados de más de ocho horas diarias, después fueron ejecutados de una manera salvaje. El genocidio en Camboya ejecutado por el régimen maoísta de los “Jemeres Rojos”. Partido político de ideología maoísta con Pol Pot como gobernante entre 1975 y 1979. Durante este régimen fueron asesinados entre 2 y 3 millones de personas, aproximadamente la cuarta parte de la población, uno de cada tres hombres.
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Muertos por los regímenes comunistas Los distintos regímenes del comunismo internacional, se asesinaron a más cien millones de seres humanos. La represión, la persecución, los campos de concentración, el trabajo forzado y los asesinatos, fue el estilo de gobernar de estos regímenes estalinistas bajo la bandera del comunismo, del marxismo y del leninismo. La citada cantidad de muertos supera a los de la Primera, Segunda Guerra Mundial y las diferentes Guerras locales en distintos países, juntas. Estas guerras suman la cantidad de 187 millones de muertos. El Siglo XX fue el Siglo de la muerte.
La caída del Muro de Berlín y la URSS Estos acontecimientos de barbarie en los regímenes comunistas están, relacionados con la caída del Muro de Berlín y del “socialismo real”. ¿Por qué la caída del Muro de Berlín y del socialismo real? Una de las razones que consideramos importantes es que la libertad de expresión teórica y práctica estaban clausuradas de la misma manera la vida de las personas, estaban en juego. Los obreros no tenían el derecho a manifestar sus ideas y a asociarse libremente, mucho menos el derecho a la huelga, los obreros organizados y los campesinos. Los sindicatos y organizaciones campesinas, estaban burocratizados y subordinados al poder. Los científicos no tenían la libertad de investigación, de igual manera los intelectuales el derecho manifestar sus ideas. La libertad es como establece los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1783) en su articulo 11 que a letra dice: “La libre comunicación de los pensamientos y de opiniones es uno de los derechos más pre-
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cioso del hombre; todo ciudadano puede, pues, hablar, escribir, imprimir libremente, a reserva de responder del abuso de esta libertad en los casos determinados por la Ley” (cursivas nuestras). Las libertades son un derecho humano, pero lo más sagrado es el derecho a la vida. Se vivía en un régimen de terror bajo una dictadura de Estado. Estas fueron unas de las causas fundamentales de la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989. Este acontecimiento histórico cimbro todas las estructuras políticas del sistema soviético provocando su derrumbe en 1990. El imperialismo norteamericano no disparo ni una sola bala para su desaparición, sólo se desvaneció, como afirmar Marx: “todo lo sólido se desvanece en el aire”.
Bibliografía Foucault, Michel, 2001. Defender la sociedad, Curso en el College de France (1975-1976), Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Lenin, Vladimir Ilich, 1973. Las tesis de abril, Buenos Aires: Anteo. , 1974. Contra la burocracia, Buenos Aires: Cuadernos de Pasado y Presente. , 1977. ¿Qué hacer? Teoría y práctica del bolchevismo, México: Era. Marx, Karl y Engels, Friedrich, 1971. “Manifiesto del Partido Comunista”, en Marx, Karl y Engels, Friedrich, Obras Escogidas, Tomo I, Moscú: Progreso. ,1971. “Mensaje del comité central a la liga de los comunistas”, en Marx, Karl y Engels, Friedrich, Obras Escogidas, Tomo I, Moscú: Progreso.
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, 1971. “Estatutos generales de la asociación internacional de los trabajadores”, en Marx, Karl y Engels, Friedrich, Obras Escogidas, Tomo I, Moscú: Progreso. , 1974. La ideología alemana, México: Ediciones de Cultura Popular. Orwell, George, 2002. 1984, México: Lectorum, México. Soljenitsin, Alexandr, 1974. Archipiélago Gulag 19181956, Ensayo de investigación literaria, Barcelona: Plaza y Janés. Trotsky, León, 1972. La revolución permanente, México: Juan Pablos. ,1972. Historia de la Revolución rusa, vol. I, México: Juan Pablos. , 1972. Resultados y perspectivas, México: Cultura obrera. , 1974. Lecciones de octubre, México: Juan Pablos.
LA CENTRALIDAD EN EL MUNDO PERIFÉRICO: LA REVOLUCIÓN Y SUS DIÁLOGOS
LENIN EN LA HABANA: ACONTECIMIENTO POLÍTICO Y ACTO TEÓRICO Jaime Ortega Reyna1 El impacto de la Revolución rusa en América Latina puede ser calibrada en distintas direcciones. Existen formas clásicas de este acercamiento: los vínculos de dirigentes políticos locales, las impresiones marcadas en los trabajos periodísticos que daban cuenta de la cotidianidad y por supuesto la creación de organizaciones que respondieron de manera inmediata a aquel acontecimiento, en una búsqueda por emularlo en sus resultados. La importancia histórica se encuentra fuera de duda en el centenario de aquel acontecimiento. En este camino hemos decidido trazar una línea alternativa. Ella está marcada por una consideración de la revolución de 1917 no sólo como un acontecimiento político (que lo fue y de los más importantes), sino ante todo lo que delimitaremos como un acto teórico: es decir que tuvo un efecto específico en las consideraciones sobre la construcción de alternativas y su formalización en el pensamiento marxista de la región. Después de realizar esta consideración avanzaremos al encuentro con el otro gran acontecimiento que marca la región: la revolución cubana. Es a partir del entronque de dos tradiciones revolucionarias que es posible calibrar el peso específico que tuvo la obra de Lenin, figura fundamental del acontecimiento de 1917. Con su 1
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco.
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obra, la posibilidad de potenciar de manera universal una experiencia particular es algo que se dimensiona como un acto teórico. La Revolución Rusa no se un fenómeno universal por su impacto inmediato ni por la generación de organizaciones comunistas a lo largo y ancho del mundo, sino porque a partir del entronque, diálogo y traducción con tras experiencias es que se genera una producción de discurso. En este caso es la revolución cubana quien traduce a coordenadas particulares a la Revolución Rusa, colocando en el centro de reflexión la obra de Lenin.
Acontecimiento político y acto teórico En un escrito carcelario, el intelectual y militante comunista José Revueltas nombró el conjunto de acontecimientos del año 1968 como un acto teórico, definición que nosotros queremos destacar: “Entendamos aquí el acto teórico como el encuentro de ese tipo de ideas que, al entrar en contacto con una realidad dada, tienen la virtud de remover –trastornar– sus estratos más profundos”2. Si el 68 marcó en gran medida esta posibilidad en gran parte de Europa, lo cierto es que es 1959 el año en donde se demarca la posibilidad de un encuentro más productivo entre el acontecimiento político de 1917 y el acto teórico que surge con 1959. Por acontecimiento político nos referimos a la revolución de 1917 como aquella que supuso el impulso de una corriente radical a nivel mundial, que unificó sus presupuestos ideológicos a pesar de sus diferencias nacionales y contribuyó al establecimiento de ciertos refeJ. Revueltas, México 68: juventud y revolución, México, Era, 1978, p. 151. 2
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rentes político-simbólicos. El acto de 1917 es ante todo un fenómeno de modificación mundial de los impulsos libertarios y emancipadores, antes dispersos entre anarquismos, formas variadas del liberalismo y diversos comunismos. Ha sido Bolívar Echeverría quien sintetizó esto de mejor manera cuando entendió que si el siglo XX era el del “sin-sentido” el comunismo actuó como la fuerza que buscó dar un sentido liberador y emancipador al “sin-sentido”. En un breve pero contundente escrito, Echeverría coloca los puntos de apoyo para interpretar el comunismo por fuera de los mecanismos ideológicos dominantes, que lo equiparan con los totalitarismos. Dice Echeverría: “De lo que se trata es de un desgaste irrevocable de la figura histórica concreta que la presencia del contra-sentido en el siglo XX, como resistencia y rebeldía reales, como tríada comunismo-izquierda-marxismo, heredó del siglo anterior”3. A lo largo del siglo XX aquel intento de “dar sentido” a la modernidad tuvo en la fecha 1917 su acta de nacimiento. Aquella revolución “conmovió” al mundo, no a la manera de John Reed, sino de una forma mucho más lenta, tardía, pero también profunda. Sólo la capacidad o incapacidad de las fuerzas políticas locales demostró que tan hondo había calado aquel acontecimiento entre amplios conjuntos de la sociedad. Por otra parte es bien sabida ya la cantidad de problemas que tuvo aquella revolución para sobrevivir, no sin dilemas, no sin contradicciones, no sin sorpresas, el así llamado horizonte comunista se estableció como una coordenada política imprescindible para descifrar la política mundial a partir de ese momento. Aquello fue, como decimos, un proceB. Echeverría, El discurso crítico de Marx, México, Era, 1986, p. 12 3
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so lento y complejo que sólo con el paso de los años fue develando sus múltiples sentidos. En un primer momento quienes dirigieron la revolución esperaban, con cierto aire eurocéntrico, que la Europa proletaria, civilizada y avanzada entrara en escena para “salvarles”. El asedio militar, la guerra civil, la destrucción del aparato de producción, entre otros fenómenos, hacían poco confiable el destino inmediato del acontecimiento político de la revolución. Sin embargo ella se impuso finalmente, logró sobrevivir y paralelamente a la resolución de las múltiples crisis, sobrevinieron sus primeros y no siempre afortunados intentos por expandirse. Si en Europa la revolución había sido cancelada (particularmente en la gran esperanza de la época que es Alemania), otros pueblos fuera de aquella geo-cultura recibieron con beneplácito su presencia, celebrando sus anuncios emancipadores. Paradojas de la historia, al igual que Karl Marx que escribió El Capital pensando en los proletarios ingleses, francés y alemanas, pero encontrando mayor recepción en la campesina Rusia, así los pueblos “coloniales”, es decir, campesinos, fueron los que vieron con buenos ojos lo que se pensaba era el inicio de la revolución de los proletarios industriales. El asentamiento de la revolución como un poder establecido, gobernado por la “razón de Estado”, modificó las primeras aspiraciones de expansión de la revolución. La necesidad de reconstruir el país pronto se vie truncada por otra cruenta guerra. Esta última reordenó por completo el mapa europeo y estableció los límites y coordenadas que operaron hasta 1989. A la salida del segundo gran conflicto armado, ya instalados rumbo a la segunda mitad del siglo XX la revolución como idea o motor había perdido fuerza en Europa. Cierto es que se habían mantenido y fortalecido las estructuras que re-
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plicaban el discurso de aquel poder, pero lejos estaban de los primeros años, en donde intentos insurreccionales habían tensado la historia de la Internacional Comunista. Esta última organización también fue sepultada por la “razón de Estado” y en su lugar quedaron solo lazos de dependencia ideológica y financiera que el Estado nacido de la revolución alentaba con múltiples organismos. Pronto estos lazos también se debilitarían, ganando fuerza las perspectivas que alentaban la autonomía y las consideraciones “nacionales”. El socialismo y el comunismo seguían siendo ideales que movilizaban a sectores de la sociedad y en ese trama el recuerdo de la gesta de 1917 seguía presente, aunque el escenario había cambiado radicalmente en Europa. Puesto que no fue en Europa ni en el mundo “desarrollado” en donde se gestó de manera más poderosa la alternativa social, tenemos que llevar la atención a las otras revoluciones que se inspiraron y se auto nombraron herederas de la de 1917. En este caso nos interesa destacar el entronque de la tradición comunista con la tradición de la liberación nacional, este fenómeno marca en gran medida los conflictos geopolíticos desde los años cuarenta y tienen en América Latina un lugar muy destacado. Es el año de 1959 donde el “sentido” de la historia abierto por 1917 tuvo su momento reactualización. No fue en el mundo central europeo con su agente proletario cada vez más subsumido por la aceitada maquinaria moderno-burguesa. Por el contrario fue en el margen del mundo “occidental”, en donde la revolución pudo nuevamente, acontecer. Con mayor precisión, fue en una isla colocada a pocos kilómetros del hegemón mundial en donde se decidió el destino de gran parte de la geopolítica mundial.
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Los esfuerzos de captar el impacto de la revolución cubana a nivel teórico y político han avanzado ya. Es el caso del destacado trabajo de Kepa Artaraz para la izquierda europea. La impronta cubana en la formación, desarrollo y consolidación de los distintos segmentos conocidos como la “nueva izquierda” son el tema de Artaraz. Así, las renovadas izquierdas de Francia en primer lugar, pero también Italia e Inglaterra sufrieron con fuerza el impacto de aquel acontecimiento. Personajes tan disímiles como Jean Paul Sartre, Perry Anderson o Louis Althusser, sostuvieron relaciones con el fenómeno cubano con distinta intensidad. La relación ha sido en ambos bandos, jugándose en la tensión entre el hecho revolucionario y las fuerzas de las izquierdas europeas, que aunque con bríos, se encontraban lejos del impulso vital que veían en los cubanos. No ha sido Europa el único lugar en el que el impacto teórico ha calado hondo. Hay que destacar el más reciente trabajo del historiador cubano avecindado en México, Rafael Rojas. En su Traductores de la utopía4 Rojas explora la pluralidad de influencias de las que fueron víctimas los grupos de la izquierda en Nueva York. En su repaso desfilan tanto los grupos más liberales de “izquierda” (prontamente decepcionados de que el acontecimiento cubano no seguía el guión que ellos pensaban debía de seguir de manera obligada), como los “socialistas en Manhattan” que giraban en torno a la revista Montly Review, estos últimos centrados en la discusión económica de las formas de transición al socialismo. Especial mención debe hacerse del impacto que tuvo el acontecimiento cubano en la conformación del ideario nacionalista revolucionario que alentó un segmento considerable del Black Panther. La elaboración teórica 4
R. Rojas, Traductores de la utopía, México, FCE, 2016.
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de este grupo tan importante, debe en gran medida al impacto que tuvo la revolución cubana y las figuras de Fidel Castro y el “Che” Guevara. El pulso que han tomado estos trabajos hace parte de algunas de las influencias más importantes en una época en donde el trabajo teórico y el trabajo político parecían rendir frutos. Si bien ni en Europa ni en Estados Unidos la revolución “estaba a la vuelta de la esquina”, lo cierto es que el imaginario producto del evento cubano hacía parecer que ella se encontraba cercana o al menos no tan lejana. Además, la transformación teórica permitió desbloquear de una manera mucho más potente la productividad del discurso marxista, que se expandió entre distintos medios culturales. Debe tenerse en cuenta que no sólo se trató del XX congreso del PCUS, ni tampoco del impulso de la revuelta estudiantil del 68 lo que abrió la posibilidad de producción al discurso marxista, la revolución cubana es tan o más importante que aquellos acontecimientos. Habría que calar, al seno de la producción teórica, a la revolución cubana como un hecho con mucha más capaz de movilizar la imaginación que otros acontecimientos señalados como relevantes, como lo fue la realización del XX congreso del PCUS. Si éste último acontecimiento respondió en gran medida a un intento (fracasado según se verá en los casos de Italia y Francia) de seguir controlando los principales instrumentos de organización comunista, la perspectiva cubana puso a la orden del día la discusión en torno a las formas de la revolución. Podemos asegurar entonces que la revolución cubana fue un hecho que reactualizó el acontecimiento de 1917 a condición de entender dicho proceso en su especificidad: el horizonte revolucionario y comunista era posible, aún en el mundo “Occidental” y sin la interfe-
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rencia inmediata del poder soviético. Pero la revolución cubana fue también un acto teórico, es decir, que su existencia posibilitó la renovación de sentido de la producción de un discurso.
El “huracán” cubano A partir del año 1959 el área Caribe empezó a ser considerada como un espacio política e ideológicamente relevante para la geopolítica mundial. El “huracán” que supuso la revolución cubana transformó todas las coordenadas políticas e ideológicas, fue centro expansivo de un nuevo intento de revolución global, algo que quizá sólo acontecimiento chino de 1949 había aspirado a lograr, aunque con menos intensidad. El surgimiento de la Organización Latinoamericana para la Solidaridad (OLAS) que vinculó las luchas revolucionarias del tercer mundo fue el equivalente de los primeros años de la Internacional Comunista: el espíritu de coordinación, cooperación y trasmisión de experiencias revivió brevemente en el internacionalismo y la solidaridad emanada del centro cubano. Es bien conocida la historia de los principales vínculos que sostuvieron los revolucionarios cubanos con sus pares a lo largo del mundo, particularmente en África y en América Latina. Si Moscú fue la capital de los revolucionarios tras el 1917, La Habana lo fue durante todos los años sesenta y buena parte de los setenta. La presencia de Cuba revolucionaria modificó la geopolítica mundial pero también permitió los esfuerzos de colaboración trasnacionales de las fuerzas de izquierda que desafiaban las formas tradicionales de hacer política al seno de las corrientes de radicales o con discursos emancipatorios.
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Pero no sólo las trastocó en el sentido geopolítico inmediato en la región, hecho hoy ya constatable, sino que lo hizo en todo el mundo occidental. Y quizá un poco apresurados, podemos decir que efectivamente aquel año, con aquella revolución, transformó al mundo entero. La presencia de un Estado en proceso de construcción que aspiraba a ser centro de irradiación era un dato que desde 1917 no se vivía en el orden global. Pero la revolución cubana tuvo que enfrentar sus dilemas internos, sus contradicciones. Su proceso no ha sido terso ni sencillo, existieron cambios en su entorno. Todo ello ha tenido repercusiones en el nivel teórico. Se suele admitir que los años que transcurren del triunfo en 1959 hasta los primeros setenta son de bastante libertad y creatividad. Los años posteriores son más difíciles y complejos, pues el proceso se emparenta con la “razón de Estado” del poder soviético. Podemos señalar, a modo de paradoja, que cuando Cuba estrecha relaciones con la URSS más se aleja del espíritu creativo de 1917. La dependencia económica con respecto al poder soviético pronto se vuelca también como dependencia ideológica. Lo teórico sufre entonces un embate: el lenguaje cambia, se adoptan clichés, disminuye significativamente la originalidad y el intento de poner el marxismo a la altura de la revolución. Se trata de los “quinquenios negros de la cultura”, en donde los burócratas se imponen y construyen un discurso casi tan absolutizante como el que los soviéticos vivieron bajo la figura de Stalin. Sin embargo a pesar de este proceso es posible encontrar muestras de creatividad y ejercicio del pensamiento. El “huracán” cubano trajo nuevas notas para la sinfonía teórica marxista. Los gestos de renovación que se acontecen tras el XX congreso del partido soviético solo se vuelve efectivos a partir de 1959. Los intelectua-
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les cubanos buscaron andar una vereda novedosa, sobre el eje articulador de la propuesta de Lenin con respecto a los pueblos coloniales, como veremos más adelante. Es pertinente señalar que en 1970 con motivo del primer centenario del nacimiento de Lenin y unos años antes de los “quinquenios negros” de la política cultura aparece el número 59 de Casa de las Américas en donde concentra gran parte de los materiales con los cuales trabajaremos en adelante. Es palpable el conjunto de tensiones que genera una lectura novedosa de Lenin y también las continuidades y posibles novedades que traería su presencia al calor de las teorizaciones realizadas desde una fuerza política que emergía con fuerte impacto en América Latina. No será Casa de las Américas la única publicación sobre la que avocaremos nuestra atención. En otra órbita similar, pero con diferencias, se movía el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana. Dicho Departamento, creado unos años después del triunfo de la revolución fue dirigido por el recientemente fallecido Fernando Martínez Heredia y en la experiencia participaron dos intelectuales a los que les dedicaremos especial atención: Thalía Fung y Jesús Díaz. El Departamento tuvo una política de renovación de la enseñanza del marxismo, siendo reflejada en dos momentos cruciales. El primero de ellos es la fundación de la revista Pensamiento Crítico, una legendaria revista que será el vehículo de reactualización del marxismo en la región, apelando tanto a las tradiciones anti coloniales, como a las “occidentales”. La otra es la publicación de importantes antologías con el nombre Lecturas de Filosofía, instrumento clave para desplazar de la enseñanza del marxismo cualquier intento de “manual”.
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Lógica colonial como punto de anclaje Existe un punto que representa la lógica de encuentro entre la Revolución Rusa y la revolución cubana, es decir entre 1917 y 1959: el colonialismo y su antípoda, el anticolonialismo. Será este el principal punto sobre el cual se movilizarán las distintas intervenciones que presentan a Lenin como un teórico de la revolución en clave anti colonial. Podemos afirmar que para la reactualización que hacen los cubanos del acontecimiento de 1917 la clave se encuentra en que la obra y práctica Lenin expresaría la tensión al seno del capitalismo mundial entre potencias coloniales y países colonizados. Así, los pueblos de estos últimos, serían en realidad el corazón de la revolución mundial. Aunque Marx había pensado la dimensión colonial, el mercado mundial e incluso elaboró la categoría de “déspota del mercado mundial”, lo cierto es que es hasta el arribo de Lenin y la revolución en que se definen con mayor precisión los contornos de la forma político-económica de la dominación colonial. Los materiales que repasaremos en sus aportes tienen como eje articulador esta dimensión: captan la Revolución Rusa, a pesar de su lejanía temporal como un ejemplo cercano en el plano teórico. Ello porque eligen trabajar un motivo que resuena con persistencia en la obra de Lenin, particularmente tras ciertos acontecimientos de la coyuntura europea (la imposibilidad de la revolución en Alemania). El dilema de la política colonial y su relación con la revolución se abre entonces, en tanto que supera el reformismo eurocéntrico de la II Internacional y porque finalmente logra asentar una dimensión diferenciada al seno de la teoría de la revolución, según condiciones nacionales. Decimos dimensión diferenciada porque con Lenin se entiende finalmente
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que la de Marx no es una teoría del progreso, superando así la teleología y la persistencia “civilizadora” que vendría con el capital: la revolución puede suceder en la periferia del mundo y de hecho es ahí donde ocurrirá en todo el siglo XX. No es casual que los cubanos se sientan interpelados por esta región de la obra de Lenin, pues los increpa de manera directa. Con estas características podemos entonces observar las formas de reactualizar el espíritu del acontecimiento de 1917.
Lenin camina por el malecón En este momento de nuestra exposición, podemos adentrarnos con la suficiente información en los materiales que distintos intelectuales produjeron tras el acontecimiento cubano. El primero de ellos viene de la pluma de Thalía Fung, una politóloga cubana que durante un periodo importante fue integrante del consejo de redacción de la revista Pensamiento Crítico, de la que ya hablamos largamente. Fung produce en conjunto de textos entre cuya publicación median dos décadas, sin embargo en ellos mantiene una línea argumental que es destacable. En el caso del primer texto, aparecido en el tomo primero de las Lecturas de Filosofía, Fung establece los parámetros fundamentales para entender “la teoría de la revolución en Lenin”. Aún con un lenguaje anclado en la teleología, la “necesidad” y la centralidad proletaria, existen momentos en donde Lenin le permite escapar de ella y concentrarse en los procesos de aprendizaje político, uno de los motivos más importantes que encuentra en Lenin. Dice a este respecto sobre la clase obrera: “era necesario lanzarla a la lucha revolucionaria, táctica y estratégica
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por la toma del poder, porque para educar al proletariado, para desarrollar su conciencia de clase no hay mejor escuela, para Lenin, que la propia revolución”.5 El conjunto de elementos que la autora despliega resultan muy relevantes para comprender las coordenadas en la que el dirigente ruso despliega sus aportes teóricos de espesor general. Entre ellos para Fung el punto principal es que “el imperialismo había creado una situación nueva”6, ella consistía en que el desarrollo del despliegue capitalista se mostraban de una forma mucho más heterogénea. La teoría de Lenin demuestra entonces que el mercado mundial, tal como fue pensado por Marx, es apenas un punto de arranque para el análisis de la situación concreta, que amerita mostrar la diversidad de formas de dominación. Se trata de la metáfora famosa de la “cadena imperialista”. Según Fung Lenin habría formulado la “ley de la desigualdad del desarrollo económico y político del capitalismo”, abriendo la posibilidad para que la “necesidad” de la historia pasara de los países centrales a los países coloniales. Justamente con este punto concluye su análisis: “Lenin conceptuaba como nuevos agentes de la historia –producto del desarrollo desigual del capitalismo– a las masas explotadas de los países colonizados. Planteaba la necesidad de darle una base teórica a la tesis de que los países atrasados puedan pasar al comunismo, a través de diversas fases de desarrollo, soslayando la fase capitalista…”7. Este desarrollo encontrará una nueva formulación en un texto de título sugerente: “Tres notas sobre la dialéctica política en Lenin”. Esta producción resulta cruT. Fung, “Sobre la teoría de la revolución en Lenin”, en Lecturas de Filosofía, Tomo I, La Habana, Cuba,1968, p. 344 6 Ibid., p. 347. 7 Ibid, p. 352. 5
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cial pues en ella se exponen, finalmente los nudos problemáticos sobre el Lenin anti colonial. Comienza por demarcar lo que ella considera son vínculos entre Marx y el dirigente ruso: “Lenin no reescribe a Marx, sino que consciente de su épica tarea, verifica las tesis demostradas teóricamente en El Capital, en una sociedad más compleja por heterogénea o híbrida, donde no sólo coexisten multiplicidad de modos de producción, sino que se encuentran injertados fenómenos socioeconómicos diversos en dichos modos, pero asimismo, donde surgen tendencias que adquirirán escala universal.”8, esta cita nos permite justamente la tensión entre una perspectiva universalista y la especificidad de algunos fenómenos del mundo colonial. La tensión es perceptible en la autora, quien se mueve aún en el lenguaje del “determinismo” histórico y de la “férrea necesidad” de las leyes de la historia; pero al mismo tiempo elabora una concepción distinta. Ella se encuentra justamente en la “dialéctica política” que para ella concibió Lenin. La “dialéctica política” es posible porque se capta el paso del capitalismo en su concepción homogénea a una forma diversa y alternada de despliegue, ello repercute de inmediato en el centro de la tarea política. El paso fundamental es que lo que tradicionalmente se concibió como “revolución democrática”, pasa a ser, en las nuevas condiciones, la revolución nacional-liberadora, o en el lenguaje más clásico, la liberación nacional. El centro de la política de Lenin se encontraría entonces en la subversión del estatuto de dominación colonial. Ello tiene implicaciones, tanto en el terreno estrictamente teórico-económico como en el teórico-político. T. Fung, “Tres notas sobre la dialéctica política en Lenin”, en Marx y la contemporaneidad, La Habana, Cuba, Editora de Ciencias Sociales, 1988, p. 18 8
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La más importante de ellas es que cuando se determina la revolución democrática como de liberación nacional tienen que emerger nuevos sujetos: “Lenin caracterizo el contenido histórico-concreto del concepto de “masa”, y señaló que los comunistas no sólo deben influir en la mayoría de los obreros, sino en la mayoría de los explotados. Conceptuó a las masas como el conjunto de los trabajadores y explotados, el pueblo todo”.9 Esta manera de presentar el problema, sin embargo, será profundizada, cuando la autora señale: “Al analizar la composición clasista de los pueblos colonizados Lenin constata el peso absolutamente mayoritario del campesinado en estos países […] Consideraba que el principal factor de éxito del movimiento de liberación nacional radicaba en la participación activa de las amplias masas, por lo tanto, insistió sistemáticamente en la necesidad de apoyar, en particular, al movimiento campesino contra los terratenientes…”10. Las conclusiones son evidentes para la autora, tanto Marx y Engels en un primer momento, como para Lenin después, sostuvieron la necesidad de apoyar los movimientos “nacionalistas” de la época, después conceptualizados como de “liberación nacional”. Es evidente entonces que la operación de la autora es múltiple, concentrándose en ciertos textos de los autores clásicos y colocando en la etapa del siglo XX al componente campesino como el central. Así mismo se recurre al concepto de “masas” para descentrar la figura clásica del proletario industrial. Algunos de estos elementos serán compartidos por otros autores, aunque con sus matices y diferencias, como veremos a continuación. 9
Ibid, p. 25. Ibid, p. 27.
10
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El siguiente referente es el escritor Jesús Díaz, quien se volverá una figura controversial al desertar de la revolución y fundar en Madrid la revista Encuentro. Sin embargo en los años sesenta fue uno de los intelectuales que participó de manera activa en la configuración de la revista Pensamiento Crítico, de la que ya hemos hablado arriba. Dicha publicación, central desde nuestro punto de vista para entender la renovación de la reflexión marxista tanto en su vertiente “occidental” como en la anticolonial. Para nuestro propósito es prioritario hablar del número 38 de marzo de 1970. El número es una compilación por entero dedicado a lo que podríamos denominar “el último Lenin”; algunos de esos materiales, incluido el texto de Díaz que comentaremos a continuación, serán recogidos unos años después por el grupo “Pasado y Presente “comandado por José Aricó. En el caso del Cuaderno de Pasado y Presente, se trata del No. 25 cuyo título es Contra la burocracia/Diario de las secretarias de Lenin. En la breve nota introductoria al volumen de la revista se adelanta que el texto de Díaz es una parte de un libro más amplio, que por razones desconocidas nunca apareció. Podemos entonces preguntarnos qué tipo de Lenin se opera en la lectura de Díaz y presentada en las importantes páginas de Pensamiento Crítico. El recorrido de Díaz se ubica en el último periodo de vida de Lenin, es decir, aquel en donde los problemas de la gestión del Estado y la economía han resultado más complejos de lo esperado. Se trata de analizar la intervención de Lenin en el tránsito del “comunismo de guerra” al establecimiento de la Nueva Política Económica (NEP por sus siglas en inglés). Se trata de un periodo sumamente complejo en la historia soviética, pues se atraviesa con el periodo de estabilización de los gobiernos occidentales anterior-
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mente asediados por los movimientos revolucionarios. El fin de la guerra civil y la necesidad de organizar el Estado y la economía llevaron a Lenin por caminos insospechados, hasta ese momento. Se trata del periodo de agotamiento de los ánimos revolucionarios en Europa central, que se traduce en un cambio de actitud sobre la situación del socialismo en Rusia: ya no será sólo el proletario europeo (específicamente alemán) el que “salvará” al socialismo del país “atrasado”; sino que éste mismo tendrá que sobrevivir con sus propias fuerzas y recursos limitados. El “socialismo en un solo país” no es una traición, para Díaz, de los impulsos de la revolución mundial, sino una condición que Lenin tuvo que afrontar sobre la base de una autocrítica importante a sus postulados anteriores. El énfasis de Díaz no se encuentra tanto en las discusiones a propósito de la constitución de las formas económicas o el ceder industrias a la inversión externa, sino en el efecto teórico que esta situación tiene. Para Díaz, el hecho de que la revolución en Occidente no tuviera lugar fue ante todo un motivo para la auto crítica de Lenin, generando un espacio teórico novedoso e inesperado. Si la revolución de 1917 era un acontecimiento político de gran envergadura, su sobrevivencia demanda repensar la teoría con la que se contaba hasta ese momento: “De pronto, los esquemas teóricos estallaron quemando los ojos de los eurocentristas. La revolución no se produjo en varios de los países más desarrollados de Occidente sino en un solo país, semi europeo y semi asiático, semi civilizado y semi bárbaro. Allí donde no podía producirse, y ahora ese país estaba desangrando y sólo, luchando”11. El efecto teórico era fundamental: la J. Díaz, “El marxismo de Lenin”, en Pensamiento Crítico, No. 38, marzo de 1970, La Habana, Cuba, p. 38. 11
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revolución ocurría no donde las férreas leyes de la necesidad lo dictaban, sino en donde ella no podía. La revolución era también una subversión de la teoría. Quizá esto mismo aplicaba para la pequeña isla localizada a unos kilómetros de la potencia económica más importante del siglo XX. Ello genera cambios, para Díaz, en el pensamiento de Lenin y lo que lo ponía en un estatuto distinto y más avanzado: “Fue esta subversión, esta burla que la historia hizo a la teoría lo que no lograron comprender los marxista ortodoxos que identificaban la Revolución rusa como una aberración, ni los neo-ortodoxos que reducirían, después el proyecto a los resultados”.12 Para Díaz (y esto contrasta con la correspondencia que Fung ve con Marx), Lenin subvierte a Marx al ser la representación de la autocrítica de un proceso. Lenin logra algo no por su genialidad, sino por ser crítico ante la situación en la que interviene: “la subversión del orden teórico”13. Para el autor cubano dos son las cuestiones fundamentales. La primera tiene que ver con el problema de la “cultura” en tanto que la segunda referiría a la lucha contra la burocracia y los procesos de burocratización, perceptibles en su época. Según el argumento de Díaz es que al ser en Rusia y no en Europa en donde aconteció la revolución, el problema de la “revolución cultural” se modificaría en los términos en los que esta se sustentaba: no era el desarrollo cultural un momento previo a los procesos de emancipación, sino que la rebeldía del pueblo era el paso previo a la conquista de la cultura. Estos términos de la inversión de la ecuación permitía sostener entonces que la cultura burguesa no era el requisito que los pueblos tenían que conquistar para poder avanzar al 12 13
Idem. Ibid, p. 39.
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socialismo; sino que era la rebeldía la que configuraba un nuevo sentido de las concepciones. El socialismo no era el resultado de la cultura burguesa, sino una alternativa. De ahí se desprendía el segundo problema: según Díaz el Lenin anti-colonial es también el más antiburocrático. Para él Lenin “Estaba proponiendo, simplemente, una revolución cultural, entendiendo ésta en su acepción más amplia (y más correcta) de subversión del modo de vida, la psicología, los hábitos, la tradiciones”.14 El Lenin que lee Díaz avanza cuestionando el eurocentrismo, centra sus baterías en la capacidad de creación cultural de las masas; pero atiende a que la revolución cultural es una necesidad civilizatoria. De ahí se desprende la lucha contra la burocracia, pues de lo que se trata no es de albergar construir la civilización burguesa, sino de alterarla, construir otra forma civilizatoria. El duro peso de la tendencia burocrática se refuerza sino hay un despliegue de capacidades culturales, por ello en el momento de formulación de la NEP, escribe Díaz: La NEP aseguraba el desarrollo de las fuerzas productivas hasta un nivel dado, y ello representaba un logro de la civilización y de algunas de sus premisas culturales; pero, no sólo no aseguraba el triunfo del socialismo sino que incluso estas premisas culturales no conducían automáticamente ni necesariamente a él. Par lograr esta condición mínima –ya era descabellado aspirar directamente al socialismo– era precisa una labor específica ideológica.15
El Lenin que presenta Díaz es entonces anti colonial frente a la II Internacional; es anti eurocéntrico 14 15
Ibid, p. 48. Ibid, p. 49.
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en el sentido de que no coloca la posibilidad de que el socialismo sea producto de algo más que la civilización burguesa dominante y es anti burocrático en tanto que coloca el problema en la capacidad de la sociedad y no en la construcción de un aparato que lo controle todo. Se trata, sin duda, del Lenin más adecuado para la experiencia cubana. Finalmente apuntemos las contribuciones fundamentales contenidas en el número ya citado de Casa de las Américas, la de Carlos Rafael Rodríguez que lleva el nombre de “Lenin y la cuestión colonial” y la del poeta y crítico literario Roberto Fernández Retamar, “Notas sobre Martí, Lenin y la revolución anticolonial”. Ambos trabajos tendrán mayor difusión al ser retomados en obras más extensas como fueron Cartas sobre la mesa de Rodríguez o Lectura de Martí de Retamar. Ambos autores comienzan demarcando la importancia del tema del “eurocentrismo” operante en Marx y la necesidad que impone el tiempo histórico de aprehender el instrumental legado por el clásico alemán, más allá de de ciertas declaraciones o frases sueltas. Podemos iniciar señalando que Carlos Rafael Rodríguez, quien fuera director de la primera revista Dialéctica, se encuentra debatiendo en gran medida con la autora Hélène Carrére D’Encausse, quien en la época había presentado su libro Marxismo y Asia. El debate con esta autora le sirve de pretexto para afinar su objetivo que es el de rearticular el concepto de “revolución democrática burguesa”, es decir, dotarlo de nuevo contenido. A partir de algunas de las consideraciones sobre las incomprensiones que había tenido marxismo hacia los pueblos coloniales es que podemos entender la incursión de Rodríguez en su debate con Carrére. Es precio entonces señalar algunos puntos de vista que articulación
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su intervención. El primero sería de espesor teórico y el segundo específicamente de talante político. Para que Lenin pudiera categorizar en el plano teórico el mundo colonial era preciso desautorizar las reminiscencias populistas que concebían la posibilidad del socialismo por vías no capitalistas. En por el otro lado se encuentra la dimensión política de las vertientes más eurocentristas de la socialdemocracia, que llegaron a concebir la posibilidad real de una “política colonial socialista”. La intervención que nos entrega Carlos Rafael Rodríguez no insiste tanto en la tesis teórica sino que profundiza en la tesis política. Esta tesis política sería crucial para el marxismo en la época de Lenin, pues es al mismo tiempo anti reformista, anti revisionista y anti colonial. El autor reconstruye a partir de los textos y documentos políticos redactados por Lenin el cambio de posición, cada vez más radical con respecto a la II Internacional y específicamente con respecto a la “cuestión colonial”. Para nuestro autor el factor clave y decisivo que ha impacto en Lenin es la revolución china, pues ella abrió las puertas para entender el problema colonial en su doble dimensión, es decir, la teórica y la política. Las consecuencia de esto son amplias, por un lado emergería con fuerza el concepto de autodeterminación de las naciones y por el otro se dotaría de un contenido distinto al de revolución democrática burguesa. Aunque ambas nociones se encuentran estrechas, una no se sigue de la otra. La forma específica de entender la autoderterminación era un consenso antes de la 1914, sólo quienes se opusieron a la guerra continuaron insistiendo en la necesidad de este concepto. Rodríguez sabe que el problema real se encuentra en el contenido novedoso en el concepto de revolución democrática burguesa. Ahí se corresponde a una elaboración política
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novedosa, aquella que pone énfasis ya no en el mundo central europeo y el proletario industrial, sino que descentra esa situación y coloca el contenido a partir de la elaboración en el mundo colonial en donde los campesinos y la diversidad de formas políticas existentes ganan peso para esta elaboración. Así, dice Carlos Rafael Rodríguez: “Si en toda la primera fase de la revolución socialista, hasta la paz de Brest, sus esperanzas para el desarrollo de la revolución mundial tenían su centro en Europa y en el proletario de los grandes países capitalistas desarrollados, su genio estratégico le permitió comprender –en ese momento de reflujo revolucionario europeo– la enorme reserva que la Revolución rusa tiene en este otro lado de sus fronteras”16 . Se trata de el descubrimiento del “Oriente” como fuerza revolucionaria, principalmente campesina en su composición. Ello lo demuestran las discusiones tras la fundación de la Internacional Comunista con la posición que encabeza el hindú Roy, quien había tenido una breve pero intensa en el México pos-revolucionario, así como la derrota decisiva de la revolución alemana. Estos elementos le permiten a Lenin elaborar una estrategia política distinta a la que se tenía en el imaginario comunista y en las teorizaciones posteriores a la bancarrota de la II Internacional. Tenemos entonces que la “revolución democrática burguesa”, tal como la concibe Lenin, tendría un contenido más profundo al darle contenido no por la vía de la acción de la “gran burguesía” quien constantemente resulta ser la aliada de las clases dominantes de los países coloniales, sino que apelaría a medidas anti imperialistas en tanto que apuntaría a la conquista de la dirección política de sectores medios afectada por el imC. Rafael Rodríguez, “Lenin y la cuestión colonial” en Casa de las Américas, No. 59, marzo-abril de 1970, p. 19 16
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perialismo. Resulta entonces que la “revolución democrático-burguesa” que Rodríguez reconstruye en Lenin no tiene que ver con la acción específica de un sector social, es decir, la burguesía, más bien tiene su sustrato en la masa campesina y una pretensión hegemónica que revela la importancia del problema de la nación. El Lenin de Rodríguez es más cercano a Ho-Chi-Mihn y a Fidel Castro, es decir de aquellos políticos convencidos de la necesidad conquistar a las mayorías de sus poblaciones, sobre la base de la construcción de la nación y de la lucha contra el imperialismo. Pasemos ahora al segundo texto, producto de la afinada pluma de Fernández Retamar. En este caso el comienzo es no pone tanto énfasis en los dichos de Marx en general sobre el mundo colonial, particularmente de eso que después se conocerá como América Latina, sino que tal como lo hará recientemente Bruno Bosteels, repasa sobre la “lógica del desencuentro”17 entre Martí y Marx. Para Retamar es Martí quien “no parece haber reconocido las verdades esenciales del marxismo” 18, es decir, el que no pudo entender las potencialidades del discurso inaugurado por Marx para la lucha anticolonial. Pero ello no basta, pues también señala que “a Marx no le era posible apreciar debidamente el que sería el planteo de Martí”19, dado que las estructuras sociales existentes en el mundo colonial hacían imposible la práctica marxista tal como se hacía en Europa. El marxismo no se expandía por el continente no por falta de lecturas o de dificultad 17
2017.
B. Bosteels, Marx y Freud en América Latina, Madrid, Akal,
R. Fernández Retamar, “Notas sobre Martí, Lenin y la revolución anticolonial”, Casa de las Américas, No. 59, marzo-abril de 1970, p. 117. 19 Ibid, p. 118. 18
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de entendimiento, sino por la configuración material del mundo colonial. Sobre la base de estos desencuentros es que el también poeta cubano elabora una estrategia de acercamiento entre Martí y Lenin en quienes ve, por el contrario, profundas posibilidades de encuentro. Ambos autores actuarían en condiciones con cierta semejanza, posibilitando una lógica de encuentro potente. ¿Pero en dónde se colocarían los pilares para esta lógica del encentro? ¿En qué prácticas y configuraciones materiales? Para Fernández, podemos decir, el punto de articulación de dos prácticas tan diversas se encuentra en la época histórica denominada como imperialismo y por tanto, en la lucha contra el como núcleo de la lucha anticolonial. No sólo porque siguiendo a Lenin es que Fernández Retamar señalaría que el trabajo explotado en las colonias es fundamento esencial del capitalismo, sino además porque la práctica martiana: “fue la primera acción organizada contra el imperialismo yanqui y consecuentemente, inaugura por el lado colonial la época presente”.20 Es decir, Martí inaugura en su práctica política lo que Lenin categorizará como la época de la revolución. Como puede observarse el Lenin anticolonial que presenta Fernández Retamar es aquel que se encuentra con la práctica inaugurada en las colonias, en donde revolución y anti colonialismo se traslapan en la época imperialista. Esta concepción permite sacar a Lenin de cualquier encuadre eurocéntrico, pero también de hacer coincidir las configuraciones periféricas con la práctica emancipatoria levantada tras 1917. Roberto Fernández Retamar, de manera concisa, logra quizá de una manera más convincente establecer la “lógica del encuentro”, posible a partir de las prácticas políticas y los espacios 20
Ibid, p. 123.
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teóricos abiertos por Lenin y Martí; realizados por la revolución cubana. El Lenin de estas dos figuras cubanas es sin duda uno que está atravesado por la revolución cubana, su lectura parte de este horizonte, es decir, el de actualizar 1917 a partir de 1959. Es pertinente presentarlo porque articula a través de discusiones propias de mediados de los sesenta una posible lectura del líder ruso a partir de las especificidades del mundo colonial y sus luchas. Dicha lectura se posibilita no tanto por el sentido “indígena” de las poblaciones sometidas colonialmente, como lo hará por ejemplo el antropólogo chileno Alejandro Lipschütz,21 ni tampoco por la discusión en torno al “problema de las nacionalidades”, entendiendo por este el de la política de la autodeterminación, como lo hará por ejemplo el español radicado en Venezuela José Nuño. Se trata de un Lenin que aprende de las lecciones políticas de Asia, particularmente de China, al tiempo que coincide con los esfuerzos de otras zonas del mundo colonial, justo cuando este se encuentra subsumida en una lógica inexistente en la época de Marx: la del imperialismo, es decir, la del dominio formal y real del capitalismo a lo largo y ancho del mundo.
Lenin más allá del leninismo El leninismo fue una ideología de poder que logró legitimar un conjunto de directrices políticas a partir de una forma de interpretaciones teóricas. Comenzó a resquebrajarse a mediados de los años cincuenta. Por el lado político ello fue el comienzo de la crisis del socialismo, A. Lipschütz, Marx y Lenin en la América Latina y los problemas indigenistas, La Habana, Casa de las Américas, 1974. 21
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por el lado teórico aconteció un redescubrimiento de la obra de Lenin. Ello supuso dar pasos adelante. Lenin no era ya exclusivamente el teórico de la época del “capital monopolista” como lo consagró el comunismo soviético. A Lenin se llegó por intermedio del libertario Amadeo Bordiga, pero también de Antonio Gramsci y de Louis Althusser. El nuevo Lenin ya no era el que había consagrado Stalin. Tenía muchas caras más: el libertario del Estado y la Revolución, el teórico y realizador de la hegemonía y aquel que sustento la primera política de la filosofía en su Materialismo y empiriocriticismo. A partir de los años sesenta el nombre de Lenin suscitó múltiples y ricas reflexiones. Con J. Núñez Tenorio, Tomás Moulia, Theotonio Dos Santos y Martha Harnecker fue el teórico de la política. Con Alonso Aguilar y Vladimir Acosta fue el pensador del imperialismo. Con Carlos Cerda y Rodney Arismendi fue pensador útil para los procesos político latinoamericanos. El nombre de Lenin movilizó la imaginación de quienes, en distintas sendas (algunas de ellas encontradas), esperaban revivir el aliento de rebelión que se inició en 1917. En Cuba la obra de Lenin se trabajó, como esperamos haberlo demostrado, de una manera muy original. Es el Lenin que se coloca del lado de los pueblos coloniales, es aquel que detecta en su existencia la diversidad de formas de dominación; el que pone en la palestra el combate campesino. Es un Lenin particular, apto para nuestra región. Con el trabajo teórico, en su distintos niveles y sus límites, los cubanos demuestran que leer una obra siempre se hace desde un lugar determinado. La apropiación de Lenin en Cuba es la de un espacio-tiempo apto para ello, en donde las energías revolucionarias y la subjetividad renovadora habían colocado una alta esperanza en las posibilidades de la emancipa-
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ción. La vertiente anti colonialista apelaba a la multiversidad de colores de la lucha frente a la universalidad del imperio blanco del valor. Era la constatación de la urgencia del relevo de sentido al seno del discurso crítico.
Bibliografía Bosteels Bruno, Marx y Freud en América Latina, Madrid, Akal, 2017. Díaz Jesús, “El marxismo de Lenin”, en Pensamiento Crítico, No. 38, marzo de 1970, La Habana, Cuba, p. 38. Echeverría Bolívar, El discurso crítico de Marx, México, Era, 1986. Fung Thalía, “Sobre la teoría de la revolución en Lenin”, en Lecturas de Filosofía, Tomo I, La Habana, Cuba,1968. Fung Thalía, “Tres notas sobre la dialéctica política en Lenin”, en Marx y la contemporaneidad, La Habana, Cuba, Editora de Ciencias Sociales, 1988. Lipschütz Alejando, Marx y Lenin en la América Latina y los problemas indigenistas, La Habana, Casa de las Américas, 1974. Revueltas José, México 68: juventud y revolución, México, Era, 1978. Rodríguez, Carlos Rafael, “Lenin y la cuestión colonial” en Casa de las Américas, No. 59, marzo-abril de 1970. Rojas Rafael, Traductores de la utopía, México, FCE, 2016. Fernández Retamar, Roberto, “Notas sobre Martí, Lenin y la revolución anticolonial”, Casa de las Américas, No. 59, marzo-abril de 1970, p. 117.
DE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE A LA ACTUALIDAD DE LA REVOLUCIÓN EN AMÉRICA LATINA José Luis Ríos Vera Gabino Javier Ángeles Calderón Egbert Méndez Serrano
Introducción Hablar sobre la Revolución rusa de 1917 actualmente no es un mero pretexto para reflexionar sobre la idea general de revolución. Por el contrario, las problemáticas y retos que abrió este proceso, inscritos en la lucha contra el metabolismo expansivo del capital, continúan arrojando distintas luces a las fuerzas y movimientos revolucionarios de nuestra época. Un hilo conductor para la intelección de la Revolución rusa lo constituye la noción de actualidad de la revolución y su vínculo con el estadio expansivo del capitalismo a nivel mundial, el imperialismo. A nuestro juicio, sobre estos ejes se hace posible establecer un paralelismo entre dos momentos históricos: la Rusia de principios del siglo XX y la América Latina del siglo XXI. El presente trabajo, por tanto, pretende mostrar no sólo la actualidad de la revolución –su vigencia objetiva–como proceso de transformación radical por parte de los sujetos históricos que brota a partir de las contradicciones históricas y materiales del capitalismo, sino también esbozar algunas particularidades de ambos mo-
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mentos históricos y su articulación a partir de la lógica expansiva del capital por todo el mundo, así como las contradicciones que desencadena a nivel de las formaciones sociales. Por tal motivo, este ensayo se ha dividido en tres apartados: 1) la inmersión de la Revolución rusa en el primer periodo imperialista; 2) un esbozo de tres etapas del imperialismo y su relación con América Latina; y 3) la ofensiva actual imperialista y la actualidad de la revolución en América Latina. Antes de comenzar, consideramos necesario señalar una cuestión que nos obliga a ir a contracorriente de las concepciones hegemónicas actuales en las ciencias sociales y el espíritu de la época. A cien años de la Revolución rusa, prima un ambiente de contrarrevolución en todo el planeta: la mundialización del capital; la imposición del neoliberalismo; la anexión de nuevas periferias del “este” europeo; el “pensamiento único” y el decreto del “fin de la historia”; la apología de la democracia liberal; el predominio del capital financiero a nivel mundial; la ofensiva contra los derechos sociales y el bienestar común; las intervenciones militaristas de la hegemonía estadounidense imperialista; la crisis de la economía mundial; el extremismo religioso; la proliferación e intensificación de los Estados de excepción; la restauración conservadora en América Latina; los procesos de superexplotación, precarización y degradación mundial del mundo del trabajo; las nuevas rivalidades interimperialistas por la hegemonía mundial; la fragmentación de la izquierda. A esto se suma el hecho que de que pocas interpretaciones han osado construir una historicidad objetiva sobre los procesos experimentados en Rusia, desde la revolución de 1917 hasta la abolición de le URSS en 1991. Por todo ello, flota en la atmosfera la idea de imposibilidad de una alternativa real al capitalismo, re-
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duciendo cualquier propuesta libertaria al rincón de las utopías. Esta situación influye así en el estado moral del análisis teórico, histórico y político sobre el tema que nos ocupa, lo que nos obliga a ir a contracorriente de esta nube de pesimismo.
I. Octubre de 1917 en el marco histórico de la actualidad de la revolución
La Revolución rusa de 1917 se caracterizó principalmente por su desafío antagónico al régimen explotador y de sojuzgamiento del sistema del capital, esto es, por su carácter socialista. De un modo extraordinario, los hombres que la realizaron pretendieron la construcción de relaciones sociales basadas en un proceso de reproducción social autorregulado por ellos mismos y donde los hombres fueran conscientes de su actividad colectiva, es decir, un proceso de reproducción de la vida social fuera de las mediaciones alienantes del capital. Otro rasgo relevante de esta revolución fue el hecho de inscribirse en el marco de consolidación del imperialismo. A este respecto, Lenin decía que el imperialismo era la antesala de la revolución socialista, dada la máxima socialización del trabajo y concentración de medios de producción alcanzada por el capital.1 Este primer momento imperialista corresponde al predominio del capital monopólico y financiero, la consecuente integración de los grandes industriales y financieros, la transformación política de los Estados capitalistas en Estados imperialistas, la repartición completa del mundo por las grandes economías, el correspondiente saqueo V.I Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo, Moscú, Progreso, 1977, p. 9. 1
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del mundo por parte de un número reducido de países capitalistas, y las guerras mundiales producto de las luchas interimperialistas.2 De esta forma, las leyes del capitalismo monopolista, esencia de la fase imperialista, condujeron a los antagonismos entre las potencias cuyo desenlace culminó en la Primera Guerra Mundial. En este marco, Rusia se colocó dentro del cuadro de esta guerra como el punto de condensación de contradicciones de la cadena de operaciones imperialistas. Aquí es importante resaltar que estas contradicciones del eslabón ruso no sólo fueron económicas sino también de orden social, históricos, político e ideológico, por lo que no podemos hablar en ningún sentido de un orden lineal que va del “atraso” a la “madurez” económica, con el fin de asignar posiciones de debilidad o fuerza a los eslabones de la cadena imperialista. En Rusia se articulaba un vasto conjunto de conflictos y contradicciones, entre los que destacan: • las distintas movilizaciones y la creación de organizaciones obreras y campesinas que datan del último tercio del siglo XIX; así como el declive De acuerdo con Nicos Poulantzas, “el imperialismo, considerado como estadio del conjunto del proceso capitalista, no se limita a modificaciones que afecten tan sólo el dominio económico, […] De hecho, estos datos ‘económicos’, determinan, propiamente hablando, una articulación del conjunto del sistema capitalista y, por el mismo, modificaciones profundas de la política y la ideología. Estas modificaciones afectan a la vez cada formación social nacional y las relaciones sociales a escala internacional; más aún: las relaciones particulares entre esos dos sectores que, precisamente, caracterizan el imperialismo, reposan sobre esas modificaciones.” N. Poulantzas, Fascismo y dictadura. La tercera internacional frente al fascismo, 21ª ed., Siglo XXI, México, 2005, p 10. 2
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y la descomposición del régimen feudal ante la revolución de 1905; los inmensos contingentes de campesinos asediados por el feudalismo, a los cuales se les planteó una alianza con los obreros; la intensificación de la explotación capitalista, el crecimiento de los grandes centros urbanos y el incremento de actividades en la minería y el petróleo; las sólidas contradicciones entre el desarrollo de las fuerzas productivas de los centros urbanos y las condiciones de estancamiento prevalecientes en el campo; los procesos de simplificación de las clases sociales (trabajadores/propietarios), las luchas intestinas entre las clases y fracciones de las clases dominantes: terratenientes ligados a la autocracia zarista, los constantes conflictos entre los pequeños terratenientes que alimentaban las insurrecciones, la existencia de una burguesía liberal anti-zarista y una pequeña burguesía proclive al cuestionamiento del statu quo; la madurez y radicalización política e ideológica de obreros y sus organizaciones, cuya marcha decisiva culminó con la formación del partido bolchevique; la conformación de nuevas formas de organización política, los soviets, que fueron consejos de obreros, campesinos y soldados; el demoledor deterioro del régimen zarista en el periodo de la Guerra; la derrota ante las potencias imperialistas y las numerosas muertes de soldados rusos, miembros en su mayoría de las clases campesina y obrera; la hambruna padecida por
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los millones de campesinos rusos empobrecidos totalmente; • la acentuación e intensificación de la conciencia de las masas trabajadoras y de la lucha de clases. Daniel Bensaïd resumió este convulso cuadro del periodo revolucionario: La Revolución rusa no fue el resultado de una conspiración sino de la explosión, en el contexto de la guerra, de las contradicciones acumuladas por el conservadurismo autocrático del régimen zarista. Rusia, a comienzos del siglo, era una sociedad bloqueada, un caso ejemplar de desarrollo desigual y combinado, un país a la vez dominante y dependiente, que unía los rasgos feudales de un campo en el que la servidumbre estaba oficialmente abolida desde hacía menos de medio siglo y los rasgos del capitalismo industrial urbano más concentrado. Gran potencia, era una potencia subordinada tecnológica y financieramente. El cuaderno de quejas presentado por el pope Gapone en la revolución de 1905 es un verdadero registro de la miseria que reinaba en el país de los zares. Las tentativas de reformas eran rápidamente bloqueadas por la oligarquía, la cerrazón del déspota y la inconsistencia de una burguesía a la que ya pisaba los talones el naciente movimiento obrero. Las tareas de la revolución democrática correspondían así a una especie de tercer estado en el que, a diferencia de la revolución francesa, el proletariado moderno, aunque minoritario, constituía ya el ala más dinámica. Era en todo eso en lo que la santa Rusia podía representar el eslabón débil de la cadena
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imperialista. La prueba de la guerra prendió fuego a ese polvorín.3
La gran guerra imperialista se presentó como acelerador de la historia. En su desmesura incontrolable, el imperialismo precipitó al sistema capitalista a un desarrollo parasitario, a un estado de descomposición o agonizante.4 En este dramático cuadro histórico, irrumpió el pueblo Ruso. Así, en febrero de 1917 depuso al Zar y, como una locomotora incontenible, logró expresar y organizar sus intereses alrededor de los soviets. El ala bolchevique era sólo una gran-pequeña expresión de la radicalidad de un pueblo revolucionario. La Revolución de octubre logró consolidar una nueva correlación de fuerzas. Rompió por primera vez en la historia con la lógica universalizante del sistema del capital, consiguiendo tan sólo en su primer periodo –aproximadamente entre 1917 y 1928– una oleada de victorias revolucionarias de carácter proletario que provocarían profundos efectos en la historia mundial del siglo XX –v. gr. la influencia en distintas revoluciones socialistas, los movimientos de libeD. Bensaïd, “Las cuestiones de Octubre”, en revista Viento Sur, núm. 35, diciembre,1997, pp. 59-66. Tiempo atrás, Louis Althusser plantearía la misma idea: “La desigualdad del desarrollo del capitalismo termina, a través de la guerra de 1914, en la Revolución rusa debido a que Rusia era, en ese período revolucionario abierto a la humanidad, el eslabón más débil de la cadena de Estados imperialistas; porque acumulaba la mayor cantidad de contradicciones históricas entonces posible […] Rusia se encontraba en retardo frente a la revolución burguesa a la víspera de una revolución proletaria; gestando, por lo tanto, dos revoluciones, incapaz, aun postergando una, de contener la otra”. Louis Althusser, La Revolución teórica de Marx, 25ª ed., México, Siglo XXI, 1999, pp. 76-79. 4 Véase V.I. Lenin, “El lugar histórico del imperialismo”, en El imperialismo, pp. 136-142. 3
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ración nacional y anticoloniales; la presión externa para establecer los Estados de Bienestar e incluso, su influencia en las propias democracias burguesas, entre otros–. En este proceso, los dirigentes revolucionarios remaron a contracorriente de la ortodoxia marxista de la época –Kautsky, Plejanov–, que esperaba y teorizaba la revolución en los países avanzados y no en la periferia. Los revolucionarios rusos, por ejemplo, convergieron con Marx y Engels quienes veían a Rusia en 1882 como la “vanguardia del movimiento revolucionario de Europa”.5 Con numerosos trabajos, los bolcheviques demostraron la viabilidad de la revolución. Especialmente, en términos teóricos, fue Lenin quien logró discernir el problema fundamental de la época: la actualidad de la revolución. Al respecto, nos dice Lukács: Con la mirada del genio supo percibir […] en el lugar y en el momento de sus primeros efectos, el problema fundamental de nuestra época: la inminencia de la revolución. Y todos los fenómenos, tanto rusos como internacionales, los comprendió e hizo inteligibles a partir de esta perspectiva, la perspectiva de la actualidad de la revolución.6 Véase, “Prefacio a la edición rusa de 1882”, en K. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Progreso, 1990. Esto ocurriría posteriormente en la revolución cubana, cuando la izquierda ortodoxa creía inviable el proceso revolucionario en países con fuerzas productivas limitadas, lo que motivó la réplica de Ernesto “Che” Guevara con su propuesta de quema de etapas. 6 Así también menciona Lukács: “El genio, por el contrario, que penetra en la verdadera esencia de una época, en su verdadera tendencia primordial, viva y efectiva, percibe más allá del conjunto de los acontecimientos de su tiempo la vigencia, precisamente, de esta misma tendencia, de tal modo que aun cuando su intención no sea otra que hablar de los problemas del día tan sólo, está en realidad 5
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Otro aporte de Lenin –también señalado por Lukács– fue haber analizado cada problema particular como un momento de la liberación del proletariado y enlazarlo a los objetivos globales de la revolución.7 Desde entonces las organizaciones revolucionarias han afrontado este desafío: el desciframiento de la actualidad de la revolución.8 En resumen, Rusia experimentaba una conjugación de contradicciones acentuadas por el movimiento de la cadena imperialista y la fase monopolista del capitalismo, tales procesos llevaron a una descomposición del régimen capitalista, colocando la conflagración mundial en el horizonte inmediato. Ante esto, Lenin y los ocupándose de los problemas decisivos [/] ha vislumbrado Lenin en todo momento los problemas de la época entera: la entrada en la última fase del capitalismo y las posibilidades de orientar la lucha decisiva, convertida ya en inevitable entre burguesía y proletariado a favor de éste, para la salvación de la humanidad”. G. Lukács, Lenin. La coherencia de su pensamiento, p. 16, disponible en: http:// www.insumisos.com/lecturasinsumisas/El%20pensamiento%20 de%20Lenin.pdf. 7 Esto implica rebasar la postura pesimista de que no hay condiciones para la revolución cuando se subestima cada momento de la liberación proletaria otorgándole un carácter limitado para enfatizar la imposibilidad de que se pueda logar un proceso revolucionario. Así, la actualidad de la revolución, que es distinto al de “situación revolucionaria”, descansa en procesos estructurales y coyunturales de la totalidad social. 8 Como señala Claudio Katz: “Los seguidores de Lenin inauguraron la costumbre de teorizar las revoluciones sobre su propia marcha. Todo el pensamiento marxista fue desarrollado en estricta conexión con esos procesos y distintas teorías (dependencia, desarrollo desigual o combinado, imperialismo) fueron concebidas para esclarecer el momento, la oportunidad o la localización de la revolución”. C. Katz, “Las mismas disyuntivas que en 1917”, en revista electrónica La haine, disponible en: https://katz.lahaine.org/ las-mismas-disyuntivas-que-en-1917/
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bolcheviques respondieron, con la conversión de la precipitación de la guerra en una lucha de clases decisiva, develando con ello, el secreto de la época: la actualidad de la revolución. Ahora bien, en nuestros tiempos observamos –respetando todas las distancias– circunstancias análogas en América Latina: una ofensiva imperialista y rivalidades enconadas al interior de la cadena, acentuación peculiar de sus contradicciones sociales, amenazas de guerra, crisis y descomposición del sistema capitalista mundial, intensificación de las luchas de clases. En suma, elementos importantísimos que en conjunto nos colocan bajo los mismos rasgos generales de principios de siglo XX: en una época que eleva al primer plano de la escena histórica, el combate decisivo de la revolución y su innegable contemporaneidad.9
II. Tres etapas del imperialismo y la articulación de América Latina Para abordar la actualidad de la revolución en América Latina hoy en día, es necesario esbozar la dinámica imperialista durante el siglo XX y su etapa contemporánea, durante las últimas décadas. De igual forma, es necesario entender el cuadro histórico del capitalismo dependiente latinoamericano y el modo en que se ha vinculado al movimiento de la economía capitalista y sus fases de El reciente trabajo de Atilio Boron sostiene este mismo paralelismo entre la época de la Revolución de octubre y el momento actual en América Latina. Véase “La Revolución rusa: Logros, derrotas, fracasos. Algunas lecciones para América Latina”, en revista electrónica La haine, 16/11/2017, disponible en: https://www.lahaine.org/mundo.php/la-revolucion-rusa-logros-derrotas 9
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expansión imperialista, ello con el fin de captar las contradicciones actuales provocadas en la región por el desenvolvimiento del imperialismo.10 Omitiendo los periodos relativos a los imperios coloniales, podemos remitirnos a tres grandes fases del imperialismo durante el siglo XX y lo que va del siglo XXI: el imperialismo de entreguerras; la expansión estadounidense de posguerra; la mundialización del capital y el despliegue actual de la crisis estructural. Cada uno de estos periodos se articulan y suceden en una lógica de expansión económica y política del capital a nivel mundial, definidos a su vez por desarrollos productivos y tecnológicos, modificaciones de la división internacional del trabajo, crisis, conflictos interimperialistas, etc.
El imperialismo de entreguerras En esta etapa emergieron las primeras potencias del sistema capitalista y corresponde a la acentuación de los procesos de concentración y centralización del capital y a la consecuente consolidación del capital monopolista y financiero. La hegemonía económica y política se encontraba en disputa entre los principales países capitalistas –Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos–. Es la etapa mencionada por Lenin de exportación de caEl nexo teórico-conceptual entre el fenómeno del imperialismo y el capitalismo dependiente en América Latina, en tanto fenómenos inmanentes al sistema capitalismo, se encuentra en la interrelación de la teoría del imperialismo y la teoría de la dependencia –complemento de la primera–. Véase la obra clásica de T. Dos Santos, Imperialismo y dependencia, México, Era, 1978; y también A. Sotelo Valencia, “Capítulo 1: Imperialismo y dependencia: una revisión histórico-conceptual”, en El mundo del trabajo en tensión, México, Plaza y Valdez, 2007. 10
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pitales, donde las potencias, de la mano de un puñado de monopolios, se diputan zonas de influencia en el mundo y sus mercados. Como se ha comentado, es una etapa de descomposición y de putrefacción del capitalismo, que arrojó las dos Guerras Mundiales y el fenómeno del fascismo en Europa a partir de las crisis políticas y de la lucha de clases. Precisamente al inicio de esta etapa imperialista a finales del siglo XIX –quizá poco antes–, América Latina consolidó su articulación al mercado mundial quedando como productora de materias primas y realizando básicamente actividades dirigidas a la exportación de bienes agrícolas y de extracción –lo que se conoció como el patrón agro-minero exportador–. En este periodo, la influencia de los capitales norteamericanos fue preponderante en la región (junto con el inglés, francés, alemán, holandés).11 La etapa de entreguerras sería importante en América Latina porque le permitió a la región, producto de los conflictos bélicos y la crisis financiera de 1929, emprender procesos de industrialización con los que se integraría de un modo subordinado a la nueva etapa de la economía capitalista mundial.
Ruy Mauro Marini estudió el análisis de esta articulación estructural de la economía latinoamericana al capitalismo mundial, sobre la base del intercambio de manufacturas por exportaciones tradicionales, sustentadas en la superexplotación del trabajo como eje de la acumulación de los países dependientes, y que conformará el ciclo del capital latinoamericano y sus distintos estadios históricos. Véase, Dialéctica de la dependencia, 2ª ed., México, Era., 1974. 11
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El periodo de posguerra Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, emergió dentro del sistema capitalista la hegemonía indisputable de Estados Unidos. El desastre ocurrido en Europa y Japón a raíz de la Segunda Guerra Mundial llevó a la economía estadounidense a ocupar un lugar altamente favorable. La conflagración mundial logró estimular el desarrollo productivo y tecnológico de Estados Unidos, los cuales permitieron detentar la supremacía industrial militar a nivel mundial. Asimismo, para fines de la década de los cuarenta, la economía estadounidense logró centralizar una gran masa de capital-dinero internacional, al grado de poseer en esos años más de dos terceras partes de las reservas en oro del mundo. En general, el poderío económico, político y militar de esta nueva superpotencia modificó las relaciones antagonistas entre los países imperialistas. Con la reorganización estadounidense de las bases del capitalismo mundial se instaló la nueva fase del imperialismo. Estados Unidos desplazaría a Inglaterra y Alemania, y definiría su plena hegemonía en Latinoamérica. En 1944, se realizó la conferencia de Bretton Woods, en la que se estableció: a) liberar de todo proteccionismo nacional al comercio mundial, estableciendo las bases para la posterior creación del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT), órgano que aseguraría el libre comercio; y b) dar libertad plena a la circulación de capitales, librándolos de los obstáculos monetarios, a través del Fondo Monetario Internacional (FMI). El interés primordial del imperialismo estadounidense consistía en afirmar el desenvolvimiento del mercado mundial, de modo que su economía apuntalara el flujo de mercancías derivadas de la mayor capacidad de
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su aparato productivo. Asimismo, los intereses se centraron en profundizar el proceso de acumulación de capital –su reproducción ampliada– a efecto de orientar hacia la producción en el exterior la enorme cantidad de riqueza emanada de su expansión económica –exportaciones de capital–. En resumen, sobre las bases del liberalismo económico y la expansión monetaria, el capital norteamericano ampliaría sus áreas de acumulación, interviniendo a través de inversiones directas en los aparatos productivos de casi todo el mundo. No obstante, la reestructuración capitalista no se estableció exclusivamente a partir de los organismos multilaterales. La economía estadounidense se concentró a su vez en las relaciones bilaterales, sea mediante su intervención financiera o incluso en sus programas de apoyo económico y militar en el exterior. De tal modo, para principios de la década de los años cincuenta la gran parte de inversiones y créditos otorgados de Estados Unidos en el extranjero, correspondía a endeudamientos de otros Estados. En este sentido, mediante la nueva organización de la economía capitalista, la economía estadounidense estableció un nuevo estadio de expansión imperialista centrado en la integración de los aparatos productivos nacionales –desnacionalización–, mismo que configuró una nueva etapa de concentración y centralización de los capitales –capitalismo monopolista u oligopólico–. El incesante crecimiento de la producción trasnacional en la economía mundial fue hegemonizado por los grandes monopolios, cuya enorme relevancia se caracterizaría por su despliegue hacia el exterior y el monto de sus inversiones que se centraron principalmente en la industria
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y –en segundo término– en financiamientos.12 De este modo, se impuso el estadio imperialista dirigido a la internacionalización del capital y reestructuración de los procesos sociales de producción bajo la égida de la corporación trasnacional. Los espacios geográficos, considerados predominantemente estadounidenses por las inversiones productivas, fueron subordinados a una lógica de abasto de materias primas, energía, infraestructura, así como también subordinados a los diferenciales en la tasa de explotación entre distintos países y la existencia de mercados locales y regionales. Con el predominio estadounidense, los excedentes productivos y de capital de los países imperialistas se colocaron a través de flujos de inversión en los países de la periferia ya bajo la forma de empresas transnacionales y de capital financiero. Bajo la hegemonía estadounidense se estableció una restructuración de la división internacional del trabajo. América Latina fue convocada a reformular sus relaciones económicas con el exterior. Esta nueva fase del sistema capitalista permitió que la región ocupara un lugar distinto dentro de la reorganización de la división del trabajo. En términos generales, Latinoamérica quedó articulada al mercado mundial bajo una Así, a finales de los sesenta, de las 7,300 empresas trasnacionales, poco más de la tercera parte eran propiedad de Estados Unidos. Así también, EU controlaría el 35% de las empresas filiales. Este país, junto con Gran Bretaña y Alemania concentraban 75% de las empresas matrices. De las 300 corporaciones gigantes, 148 tienen su casa matriz en EU, al que le sigue Alemania con 47, Gran Bretaña con 45, Japón 20, Francia 18, Suiza 12. Entre las 25 más grandes, EU predomina con 14 correspondiendo a los sectores del petróleo, material eléctrico, transporte, química, alimentación. Véase, J.M. Martin, El crecimiento económico en el mundo desarrollado, España, Akal, 1992, pp. 24-28. 12
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modalidad distinta respecto del periodo anterior de entreguerras, sustituyendo su base de producción de bienes primarios industriales no durables, por bienes intermedios y de capital. La industria latinoamericana fue receptora de una gran cantidad de inversiones provenientes de estos países, principalmente de transnacionales estadounidenses,13 lo que a su vez acentúo las condiciones de concentración y centralización del capital –extranjero– existentes en la región y coadyuvó en la conformación de grandes capitales latinoamericanos. Las empresas transnacionales aprovecharon tanto las ventajas de la etapa previa de la industrialización regional y las ofrecidas en ese momento –cierto desarrollo de infraestructura, salarios bajos, abundante fuerza de trabajo, proteccionismo estatal, bajo cobro de impuestos, financiamiento, dependencia tecnológica y financiera de los industriales latinoamericanos–. Principalmente el interés de los grandes monopolios estadounidenses fue convertir a los procesos de industrialización latinoamericanos en mercados para los bienes de capital elaborados por ellos. Para los años cincuenta los capitalismos regionales buscaban pasar a una segunda fase de industrialización fundada en la producción de bienes intermedios y de capital. Esta situación fue explotada por estos grandes monopolios, pues el desarrollo tecnológico de estos provocó que un conjunto de maquinaria y equipo fuera considerado pronto como obsoleto, por lo que la solución fue su transferencia a los principales países de industrialización latinoamericanas, entre otros. Apunta Ruy Mauro Marini: “El rasgo significativo del periodo es que ese flujo de capital hacia la periferia se orientó de manera preferente hacia el sector industrial”. Op. cit., p. 67. 13
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A partir de este punto ocurrieron fuertes modificaciones en la estructura productiva latinoamericana, más propiamente en la alteración de los ejes de producción de mayor crecimiento y dinamismo, ligados a estrechos sectores de alto consumo –ramas de consumo suntuario–. Por ende, se produjo el restablecimiento de un aparato productivo dislocado de las necesidades del consumo popular y sometido al mercado exterior. En conjunto, estos procesos reconfiguraron el lugar de América Latina en el nuevo estadio imperialista de posguerra y en la redefinición de la división internacional del trabajo, hegemonizada por la economía estadounidense. Así, a pesar de los procesos de industrialización y de sus propios grados de jerarquización e integración logrados, contradictoriamente, la región reproduciría la subordinación a los capitalismos centrales, esto es, contribuyó a las dificultades del ejercicio de la soberanía, en los problemas irresolubles para establecer los programas “nacional-desarrollistas”, en la profundización de la dependencia y en la dinámica histórica de la mayor explotación del trabajador.14 Comenta Marini: “La industrialización latinoamericana corresponde así a una nueva división internacional del trabajo, en cuyo marco se transfieren a los países dependientes etapas inferiores de la producción industrial (obsérvese que la siderurgia, que era un signo distintivo de la economía industrial clásica, se ha generalizado a tal punto que países como Brasil ya exportan acero), reservándose a los centros imperialistas las etapas más avanzadas (como la producción de computadoras y la industria electrónica pesada en general, la explotación de nuevas fuentes de energía, como la de origen nuclear, etc.) y el monopolio de la tecnología correspondiente. […] Lo que tenemos así es una nueva jerarquización de la economía capitalista mundial, cuya base es la redefinición de la división internacional del trabajo acaecida en el curso de los últimos cincuenta años.” Ibíd., p. 68-69. 14
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En resumen, durante la posguerra, el sistema capitalista experimentó su mayor fase de expansión conocida como el “boom capitalista” o “los años dorados”.15 Además, en esta fase imperialista, se abrió una época de relativa “paz” entre las potencias capitalistas, mas no así en los procesos de lucha de liberación nacional –en la región el mayor ejemplo fue la Revolución Cubana–. Dicha época, si bien resultó en una nueva configuración de las relaciones imperialistas, no condujo a la superación de las contradicciones estructurales del capital ni a las soluciones del antagónico sistema imperialista. Todo lo contrario, como señala István Mészáros, se conformó un “imperialismo global hegemónico”, con Estados Unidos como centro dominante. Un imperialismo estadounidense que tendió “peligrosamente a asumir el papel del Es-
Respecto a los años dorados del capitalismo, de mitad de los cuarenta a principios de los setenta, Eric Hobsbawm comenta: “El mundo industrial, desde luego, se expandió por doquier, por los países capitalistas y socialistas y por el <<tercer mundo>> [… /] La economía mundial crecía, pues, a un ritmo explosivo. Al llegar los años sesenta, era evidente que nunca había existido algo semejante. La producción mundial de manufacturas se cuadruplicó entre principios de los cincuenta y principios de los setenta, y, algo todavía más impresionante, el comercio mundial de productos elaborados se multiplicó por diez. Como hemos visto, la producción agrícola mundial también se disparó, aunque sin tanta espectacularidad, no tanto (como acostumbraba suceder hasta entonces) gracias al cultivo de nuevas tierras, sino más bien gracias al aumento de la productividad. El rendimiento de los cereales casi se cuadruplicó con creces en América del Norte, Europa occidental y Extremo oriente. Las flotas pesqueras mundiales, mientras tanto, triplicaron sus capturas antes de volver a sufrir un descenso.” E. Hobsbawm, Historia del Siglo XX. 1914-1991, Barcelona, Crítica, 1995, p. 264. 15
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tado del sistema del capital en sí, sometiendo, por todos los medios posibles, a todas las potencias rivales”.16
La mundialización imperialista del capital y su crisis estructural
Tras el cierre del periodo de prosperidad, el capitalismo mundial, para finales de los sesenta, entró en una crisis de acumulación, reflejada bajo la forma de reducción del crecimiento, inflación y caída de las tasas de ganancia en las principales economías capitalistas. Ello obligó de nueva cuenta a una profunda restructuración de la economía a nivel mundial, que fue denominada por los medios acríticos como “globalización”. El fundamento de esta transformación fueron una nueva restructuración de la división internacional del trabajo con la hegemonía de las empresas transnacionales estadounidenses
I. Mészáros, Socialismo o Barbarie, México, Pasado y Presente XXI-Paradigmas y Utopías, 2005, p. 21. Añade este autor: “No es exagerado afirmar […] que entramos en la fase más peligrosa del imperialismo en toda la historia; pues lo que está en juego hoy, no es el control de una región particular del planeta, no importando su tamaño, ni la condición más o menos favorable, por continuar tolerando las acciones independientes de algunos adversarios, sino el control de su totalidad por alguna superpotencia económica y militar hegemónica, con todos los medios –incluyendo los más extremadamente autoritarios y violentos medios militares– a su disposición. Es esa la racionalidad última exigida por el capital globalmente desarrollado, en la tentativa vana de asumir el control de sus antagonismos irreconciliables. La cuestión es que tal racionalidad […] es al mismo tiempo la forma más extrema de irracionalidad en la historia, incluyendo la concepción nacista de dominación del mundo…”. Ibid., p. 31. 16
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y en menor grado, europeas y japonesas.17 Asimismo una proletarización mundial, el predominio del capital financiero-especulativo, una restructuración productiva global –organización de la producción y relocalización de las empresas–, una revolución de la fuerza productiva y tecnológica que permitieron mayor flujo de capitales y de mercancías, la ruptura de la resistencia del mundo del trabajo –des-sindicalización, aumento de la tasa de explotación, precarización–, nuevos procesos de subsunción del trabajo y la naturaleza, procesos de acumulación originaria –entre ellos la privatización de empresas
Para el año de 1999 el país que concentraría el mayor control de las corporaciones trasnacionales estaba muy claro: entre las 500 corporaciones gigantes, 222 eran de propiedad de Estados Unidos, 130 de la Unión Europea, mientras que 71 tenían su sede principal en Japón, y 8 residirían en América Latina. Raúl Allard Neumann, “Las empresas multinacionales en la globalización. Relaciones con los Estados” en Revista Estudios Internacionales, núm. 158 (2007), Instituto de Estudios Internacionales-Universidad de Chile. pp. 5999. Para los años 2001/2016, en un comparativo con los 100 mayores corporativos globales clasificados por el valor de sus ventas, la evolución o involución de estas corporaciones que concentran su oficina matriz en su país de origen se han generado modificaciones importantes: Según datos de Fortune Global 500, Estados Unidos pasa de 39 corporativos en 2001 a concentrar 37 en 2016, Japón retrocede de 20 corporaciones a 8, Alemania involuciona de 11 a 8 corporativos globales, Francia desciende de 8 a 7 y Suiza de 4 a 2. Así, de los países que experimentaron un incremento de su participación destaca China de 3 corporativos en 2001 a 19 en 2016, y Reino Unido de 5 a 6. Los países que concentraban uno y desaparecieron de la lista de las 100 globales son Bélgica, México y Venezuela. Véase D. Márquez Ayala, “Reporte económico”, La Jornada, 23 de octubre 2017, disponible en: http://www.jornada.unam. mx/2017/10/23/opinion/024o1eco y “Reporte económico”, La Jornada, 30 de octubre de 2017, disponibles en: http://www.jornada. unam.mx/2017/10/30/opinion/022o1eco. 17
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y bienes públicos–, la instauración de la ideología y de las políticas neoliberales. En América Latina, esta restructuración se inauguró –a excepción de Brasil en 1964– a inicios de los setenta con el establecimiento de los Estados de contrainsurgencia y las dictaduras militares en el sur del continente. Éstos tenían como finalidad el impedir cualquier ruta distinta marcada por el orden mundial del capital, así como romper la resistencia de sus poblaciones para establecer la nueva modalidad de acumulación de capital que vendría de la mano de las políticas neoliberales –desregulación, privatización, mercantilización, austeridad, etc.–Se estableció un nuevo patrón de reproducción del capital establecido en el subcontinente, la región desmanteló sus procesos de diversificación industrial, subordinando su aparato productivo bajo una nueva lógica de especialización productiva dotada de una base industrial sumamente estrecha –sólo unos pocos países– y volcada principalmente a un régimen productor de materias primas y alimentos que vino a retomar –en circunstancias distintas– su vocación exportadora de finales del siglo XIX. De este modo, América Latina ocupó un nuevo lugar en la economía mundial, y registró así una mayor degradación en la nueva división internacional del trabajo constituida en el último tercio del siglo XX y la primera década del nuevo siglo.18 Los procesos de liberalización de la economía, la profundización de las relaciones de Sobre la crisis en curso de esta modalidad de acumulación centrada en la especialización productiva exportadora, véase J.L. Ríos Vera, “Crisis del patrón exportador en América Latina: El mundo del trabajo frente al continuum depresivo global”, en revista electrónica Rebelión, 06-12-2016, disponible en: http://www.rebelion.org/docs/220079.pdf 18
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explotación internacional y subordinación de la soberanía, los violentos procesos de despojo de la propiedad estatal de carácter social, las políticas de ajuste –austeridad– dictadas por la preeminencia de la fracción financiera del capital, la mayor intensidad en la explotación de los recursos naturales, el recurso a la mayor explotación del trabajo –evidenciado en los niveles salariales–, la sustracción de gruesas partes del fondo de consumo de los trabajadores –pensiones, jubilaciones, etc.–, las crecientes transferencias de riqueza al exterior, y la correspondiente exclusión del consumo a la mayoría de las poblaciones latinoamericanas marcaron el convulso cuadro que experimentó la región en esta fase de mundialización. Como respuesta a este cuadro, surgió una nueva oleada de reorganización popular y resistencia que dio fuerza a los llamados gobiernos “progresistas”. Ahora bien, a nivel global en nuestros días las cada vez más intensas relaciones tejidas por el imperialismo en esta última fase nos traen las mayores amenazas a nuestro futuro.19 El temible avance de estas relaciones interimperialistas y de sus crecientes conflictos no ha dejado de agravar la contradicción insuperable que sustenta a este (des)orden del capital. La contradicción Estado nacional/naturaleza global del capital contrapone, de modo explosivo, el nivel histórico de expansión planetaria del capital a un férreo control bajo el mando de Estados nacionales como estructura de organización y cohesión del orden del capital.
De ahí la sentencia de I. Mészáros: “La necesidad de tener un modo sostenible de capacidad de decisiones global es un requisito insalvable para la humanidad”. Véase, I. Mészáros, “El anacronismo histórico y la extinción del Estado”, en revista Herramienta, núm. 60, invierno, 2017. 19
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De este modo, las rivalidades antagonistas entre Estados nacionales ya existentes en los últimos dos siglos– enmarcadas dentro del cuadro expansivo global del capital, han estado muy lejos de encontrar solución, por lo que en las últimas décadas el mundo viene asistiendo cada vez con más fuerza al inevitable “fracaso de constituir el Estado del sistema del capital en sí”.20 Prueba de este gran fracaso es la intensificación de las rivalidades interimperialistas que nos agobian en las últimas dos décadas, y que en un cuadro de declive de la hegemonía estadounidense –a la que esta potencia militar rehúsa renunciar– se conforman al menos los siguientes conflictos: • los crecientes antagonismos de Estados Unidos con China y Rusia en la disputa industrial, tecnológica, comercial, financiera, monetaria, energética, militar y geoestratégica por la hegemonía global; • los recientes distanciamientos de la Unión Europea y del predominio alemán –encaminado a su alianza con Francia– respecto a Estados Unidos; • las relaciones complejas –rivalidades y posibles alianzas– entre los países de la Unión Europea frente a Rusia y frente a Estados Unidos y el papel de la OTAN; • las disputas de Estados Unidos con Corea del Norte –que tienen como centro a China– y sus relaciones belicistas con Japón y Corea del Sur dentro del creciente cuadro nuclear de los sistemas de defensa antimisiles (THAAD); • la proyección imperialista estadounidense en Medio Oriente –Irak, Afganistán, Siria, Libia, etc.–, 20
I. Mészáros, Socialismo o barbarie, p. 20.
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así como la importante derrota del imperialismo en Siria; el agravado intervencionismo estadounidense en América Latina en el marco del ascenso comercial y de la inversión de China en la región; las siete guerras que el expresidente Barak Obama y el complejo industrial- militar heredaron al mundo –Irak, Afganistán, Siria, Libia, Yemen, Somalia, Ucrania–; la política belicista del presidente Trump y Arabia Saudita frente a Irán –Yemen, Líbano– influenciada por las sólidas relaciones del imperialismo estadounidense con los intereses sionistas y colonialistas de Israel; El agravamiento de las tensiones entre las luchas nacionalistas contra el imperialismo.
Así también, es necesario señalar la existencia de otros procesos que se inscriben dentro del mismo cuadro problemático de la crisis estructural del capital en la época del imperialismo actual y que amenazan la supervivencia de la humanidad y que aquí solo podemos enumerar: • la catástrofe ecológico-ambiental y el volumen creciente de sus impactos; • la economía rentista-financiera y sus efectos en el aparato productivo y el desempleo estructural; • la expansión global de la superexplotación del trabajo y precarización laboral; • la contradicción del consumo masivo irracional (producción destructiva) y el carácter limitado y no renovable de los recursos naturales;
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• la contradicción entre las fuerzas productivas y la propiedad privada concentrada en pocas manos; • la intensificación de los procesos de despojo territorial vinculados a la expansión de intereses y espacios del capital; • el agravante proceso de contaminación y envenenamiento (transgénicos, agrotóxicos, glifosato, etc.) de la cadena agro-alimentaria (desde el cultivo hasta la mesa de los hogares) y el peligroso declive de los recursos fitogenéticos (semillas) que amenazan la seguridad alimentaria en el mundo; • la mayor ofensiva del capital mediante la eliminación de los derechos sociales; • la crisis de las democracias capitalistas y del modo autoritario de tomar decisiones ligado a la crisis estructural del capital; En suma, se trata de una lógica destructiva de la reproducción material (socio-natural) y cultural subsumida y comandada por el sistema del capital, que cuyo movimiento ilimitado de valorización del valor tiende a cuestionar de modo inexorable la supervivencia de la humanidad y de la biodiversidad, esto es, nuestro futuro. Como vemos, la urgente respuesta a esta serie de conflictos, que profundizan la crisis actual y que nos coloca muy próximos de una temible conflagración mundial, no dista mucho de una de las principales banderas de la Revolución de octubre para enfrentar de modo radical los extremos a que da lugar la barbarie del sistema del capital: la necesidad de controlar de modo colectivo la reproducción social mediante un nuevo sistema de producción, distribución y satisfacción de las necesidades sociales y democracia sustantiva. Esto implica la actualidad de la revolución y la urgente necesidad de la
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actividad revolucionaria bajo una orientación socialista de alcance global que pueda conducir con ello a una paz sustentable en el futuro. Como señala István Mészáros, estamos nuevamente frente a la disyuntiva planteada por Rosa Luxemburgo: Socialismo o barbarie.21
III: La Actualidad de la revolución en América Latina El despliegue del militarismo estadounidense En estos días, Estados Unidos concentra su estrategia en la fuerza y el militarismo para imponer su dominio mundial. Su belicismo es consustancial a su estructura imperialista y está soportado por el incremento de los gastos militares y el financiamiento de múltiples guerras en sus últimos gobiernos.22 Lo significativo es que esta Al respecto, apunta perspicazmente Mészáros: “Si tuviera que modificar las dramáticas palabras de Rosa Luxemburgo con relación a los nuevos peligros que nos esperan, sumaría a ‘socialismo o barbarie’ la frase ‘barbarie si tenemos suerte’ –en el sentido de que el exterminio de la humanidad es un elemento inherente al curso del desarrollo destructivo del capital–.” Socialismo o barbarie, p. 74. 22 Como señala José Luis Rodríguez: “los gastos militares en EEUU –que alcanzaron un pico máximo de 758,0 miles de millones de dólares en el 2010 y representaban el 4,7% del PIB– en el 2015 descendieron un 21,4% computando 595,5 mil millones, con un valor equivalente al 3,3% del PIB. En ese sentido vale la pena recordar que existe un programa de rebaja de los gastos del presupuesto federal, que incluye una reducción en diez años de unos 487 mil millones de dólares de los gastos militares y de ellos ya entre el 2013 y el 2015 se redujeron en 54 609 millones. No obstante, la administración de Donald Trump ha expresado que pretende incrementar nuevamente el gasto militar en unos 54 000 millones en el 21
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vía militar para salvaguardar su hegemonía mundial es al mismo tiempo reflejo de su declive económico. Así, el siglo XXI irrumpió con el desafío al unipolarismo estadounidense. China ha logrado convertirse en un rival altamente peligroso para esta supremacía.23 presupuesto 2017/2018”. J.L. Rodríguez, “Conflictos bélicos y gastos militares en 2016 y sus perspectivas”, en Informe sobre la Evolución de la economía mundial, La Habana, CIEM, 2017, p. 129. 23 El PIB de China medido a paridad del poder adquisitivo (PPA) es mayor al de Estados Unidos desde 2014. El gigante asiático concentra en sus reservas más de 3 billones de dólares y alberga el monumental proyecto –de expansión imperialista– de la Franja Económica de la Ruta de la seda y Ruta marítima de la seda del siglo XXI, con los que conectará a Europa, Asia y África mediante colosales obras de infraestructura –comercio, inversión y financiamiento–, y en las que América Latina también está vinculada. China es el principal acreedor de la deuda extranjera de Estados Unidos. Respecto al PIB total, China está por arriba de Estados Unidos. Este último contribuye con un 15.8% del PIB mundial y China un 17.1% en 2015. El PIB nominal de China será mayor que el de EU en 2019-2020. En cuanto al PIB industrial, al igualar a 100 el PIB de EEUU en 2014, el de China es igual a 125, ello a precios constantes del año 2000; mientras que a precios corrientes EEUU es igual a 100 mientras que el PIB de China equivale a 130 en el año de 2014. Tomando la participación de las exportaciones en el total mundial, en dólares corrientes, puede verse que Estados Unidos participa con el 11.1% y China 4.9% en el año de 2003, mientras que para 2015 Estados Unidos desciende al 10.8% y la economía china se eleva a 11.6%. Así también, puede entenderse entonces la creciente expansión de China en cuanto a su capacidad tecnológico-científica y sus objetivos para el año de 2025 de convertirse en hegemón global de la cuarta revolución industrial–esto es, en los sectores de inteligencia artificial, robótica, aeroespacial, semiconductores, impresión 3D, automóviles autónomos y eléctricos, ciudades inteligentes, entre otros–. Y en lo que atañe a la inversión militar, China tiene aún amplio margen para continuar con su la dinámica de su rotundo crecimiento, aunque se encuentra en este rubro por debajo del gasto militar estadounidense, pues en 2014 representa un tercio del gasto
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Derivado de la extraordinaria expansión de la tasa de acumulación de China,24 la creciente demanda de este militar de Estados Unidos. Véase J. Valenzuela Feijóo, J. Salazar Vázquez y S. Ortiz Velásquez, “China versus Estados Unidos: la colisión que viene”, en revista electrónica Rebelión, 10-03-2017, disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=223925 24 ¿Cuáles son los fundamentos que explican la gran expansión de la economía China? Al estudiar las relaciones transitorias de los imperios hegemónicos, es decir, el declive hegemónico de Estados Unidos frente a la nueva “amenaza” asiática, la mayoría de los estudios dejan de lado esta pregunta inocente. Sin duda, la respuesta nos remite a la dimensión contemporánea del sistema mundial capitalista entretejida a la originalidad histórica de las últimas seis décadas -por lo menos- del gigante asiático. Una interpretación adecuada de la paradigmática tesis del marxista Ruy Mauro Marini, nos permite sostener el siguiente argumento. El estadio de mundialización imperialista estuvo asociado a los procesos de profundización plena de la ley del valor, que rigieron el establecimiento de los encadenamientos productivos globales. La revolución tecnológica y la intensificación de la competencia interimperialista, sentaron las bases para la nivelación de los procesos productivos (paquetes productivos, de inversión y tecnología) y el establecimiento de una productividad e intensidad media del trabajo, con lo que dichos procesos efectivizaron a nivel global la homogeneización plena del tiempo de trabajo socialmente necesario (ley del valor). Con ello, la poderosa palanca de la plusvalía extraordinaria (motor del sistema capitalista), pasó a sustentarse cada vez más en la “superexplotación generalizada del trabajo” (Hasta aquí la brillante tesis marinista). Así, sostenemos la tesis según la cual, por contar con condiciones propicias para ello, China se articuló, de este modo, al mecanismo contemporáneo de “la ley del valor en una economía globalizada”. Dejando de lado –por ahora– la originalidad histórico-política de China –que es fundamental para responder a nuestra pregunta inicial–, señalamos que el proceso de relocalización de los capitales trasnacionales, la captación de inversiones de capital internacional y la centralidad de la superexplotación del trabajo, experimentados en China, son elementos principales que ayudan a explicar la emergencia de esta nueva potencia, ello en función del proceso esencial que comanda el nuevo estadio de la ley del valor en el sistema mundial del capi-
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país provocó el auge de los precios de materias primas y alimentos en la primera década del siglo –boom de los commodities–, convirtiéndose en el principal importador de estos productos de América Latina. Al mismo tiempo, la economía asiática acrecentó sus inversiones en recursos naturales y energéticos en la región, con lo que Latinoamérica vendría a contribuir con enorme relevancia en la definición de las nuevas tendencias económicas y geopolíticas del sistema capitalista. Aunado a esto, en un esfuerzo por establecer un mundo multipolar,25 China y Rusia principalmente disputan hoy el control de la economía global a Estados Unidos. Frente al declive de su economía, Estados Unidos ha acentuado entonces su poderío militar, esparciéndolo por el mundo. Por ejemplo, posterior a la debacle financiera de 2008 acaecida en el epicentro de la economía mundial, el régimen de Obama profundizó las guerras en Irak, Afganistán y Somalia e inauguró una escalada bélica en Siria, Yemen, Libia y Ucrania. En América Latina, el desafío al unipolarismo económico también se ha hecho latente. Se han experimentado rebeliones populares que han dado paso a gobiernos progresistas dispuestos a despojarse de las cadenas imperiales y abiertos a la construcción de nuevas relaciones económico-políticas con otros países –multipolarismo–. Particularmente, Latinoamérica ha establecido nuevos tal. Véase este importante trabajo: R.M. Marini, “Proceso y tendencias de la globalización capitalista”, en R. M. Marini y M. Millán (Coords.), La teoría social latinoamericana. Cuestiones contemporáneas, t. IV, México, UNAM-El Caballito, 1996. pp. 49-68. Disponible también en: http://www.marini-escritos.unam.mx/089_globalizacion_capitalista.html 25 Véase a este respecto la serie de artículos de J. Saxe-Fernández: “El torrente imperialista” y “Revolución y multipolaridad” en, La jornada, agosto-noviembre, 2017.
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vínculos con China los cuales ha contribuido a su expansión –por medio del aumento en la tasa de plusvalía, contrapesos a la caída de tasa de ganancia–. Este vínculo se pone claramente de relieve durante la primera década del nuevo siglo XXI con la intensificación de la especialización productiva en la región –“reprimarización”– volcada a la exportación. Este vital desempeño del área, principalmente sudamericano, lo que explica actualmente el furioso contra-ataque del imperio en la región. Ante esto, en América Latina han ocurrido procesos de contrarrevolución auspiciados por Estados Unidos a través de golpes de Estado “institucionales” y, en otros casos, bajo la intervención militar directa – Haití y Honduras–. Con los resultados conocidos hasta ahora del intervencionismo estadunidense, asociado a clases dominantes locales, esta política de “restauración conservadora” atraviesa su escalada en Venezuela (2002/2010/2017), Haití (2004), Bolivia (2008), Honduras (2009), Ecuador (2010), Paraguay (2012), Brasil (2016). Como señaló James Petras: “Cuando la nueva ola de guerras y golpes de Estado (de “cambio de régimen”) para volver a imponer la unipolaridad fracasó, se pusieron en marcha políticas belicistas aún mayores que desplazaron a las estrategias económicas para conseguir la dominación mundial”.26 Actualmente, el globalismo estadounidense está inmerso en una crisis profunda, evidenciada en el año de 2008 y ratificada con la elección del gobierno Trump en 2016. Este globalismo ha venido absorbiendo las contradicciones, sin poner fin a su fractura interna que J. Petras, “La provocación de EEUU en Corea del Norte: un pretexto para la guerra con China”, en revista electrónica La Haine, 05-05-2017, disponible en: https://www.lahaine.org/mundo.php/laprovocacion-de-eeuu-en. 26
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encontraba en el régimen de Trump y su discurso de “nacionalismo económico” y “pacificación en el exterior”. Así, militaristas, globalistas, demócratas y republicanos, integrados al establishment, han venido cercando al régimen trumpista. Hasta ahora –aunque no sin contradicciones subyacentes– ha triunfado en el interior de Estados Unidos el paradigma imperialista-globalista, sustentado en la expansión militar y la salvaguarda de la hegemonía mundial mediante la fuerza.27 Esto permite explicar las nuevas escaladas militares en Siria y Afganistán, las amenazas y agresiones a Corea del Norte, Venezuela y Cuba, las sanciones y declaraciones belicistas contra Rusia e Irán, la crecientemente rivalidad antagónica con China, y el agravamiento del intervencionismo imperialista en América Latina. En resumen, la estructura imperialista actualmente amplifica sus tensiones, acentuándose sobre una base de crecientes rivalidades entre potencias, el cuestionamiento al poder hegemónico mundial y la política militarista de mantenimiento de la hegemonía estadunidense. Hechos que agravan el entrelazamiento de contradicciones y conflictos en toda nuestra región, así como a nivel mundial.
El lugar de América Latina en el imperialismo actual
Como bien señala Atilio Boron, al llegar “a este punto, conviene preguntarse por el lugar que Nuestra América ocupa en el dispositivo económico, político, cultural y Véase J. Petras, “Quién gobierna EEUU?, La élite del poder en tiempos de Trump”, en revista electrónica La haine, 10-09-2017. Disponible en: https://www.lahaine.org/mundo.php/quien-gobierna-eeuu-la-elite 27
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militar del imperio en esta etapa de transición geopolítica global”.28 A nuestro juicio, la región está inscrita dentro de las coordenadas explosivas de la estructura imperialista global y de su actual ofensiva militarista.29 Específicamente, a razón de una crisis aún más profunda en Venezuela, puede presentarse un nudo potencial que coloque a Sudamérica en un escenario de guerra, ello mediante el entrelazamiento poderosos intereses asentados en la región entre las tres mayores potencias mundiales –Rusia, China y Estados Unidos–.30 De ser así, la devastación sufrida en Siria –intervención de distintos ejércitos nacionales, guerra civil, destrucción de infraestructura y caos económico– se vuelve una lección importante para no soslayar en la región.31 A. Boron, América Latina en la geopolítica del imperialismo, 4ª ed, Buenos Aires, Editorial Luxemburgo, 2014, p. 23. 29 Como señala A. Serrano y S. Romano: “Trump está mirando hacia América Latina en un contexto en el que parece haber otorgado vía libre al Pentágono como rector de la política exterior. La región latinoamericana es parte de los objetivos estratégicos de larga data para el gobierno del Norte”. A. Serrano Mancilla y S. Romano, “Trump y su patio trasero”, Celag, 28-04-2017, disponible en: http://www.celag.org/trump-y-su-patio-trasero/ 30 Véase O. Ugarteche y A. Negrete. “Frente a la economía mundial. Perspectivas latinoamericanas”, en revista electrónica Rebelión, 12-07-2017, disponible en: http://www.rebelion.org/noticia. php?id=229050; y también “Intereses y agentes extranjeros en Venezuela”, en revista electrónica Brecha, 18-08-2017, disponible en: https://brecha.com.uy/intereses-agentes-extranjeros-venezuela/ 31 Véase, C. Katz, “Discusiones sobre la tragedia siria”, en revista electrónica La haine, 18-01-2017. Disponible en: https://katz. lahaine.org/discusiones-sobre-la-tragedia-siria/; A.Boron, “Venezuela sumida en la guerra civil”, en revista electrónica Cubadebate, disponible en: http://www.cubadebate.cu/opinion/2017/05/23/venezuela-sumida-en-la-guerra-civil/#.WfkwVVuCyM8; T. Meyssan “¿Hacia una «primavera latina»?”, en sitio web Voltairenet, disponible en: http://www.voltairenet.org/article196348.html 16-05-2017. 28
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Así también, en el marco de los antagonismos por el dominio hegemónico global, los impactos de la actual escalada imperialista sobre América Latina alcanzan una dimensión estructural (económico-político-social). Para, el imperialismo estadounidense la región se encuentra inscrita dentro de sus intereses económicos y geopolíticos de conservación de la hegemonía y control global, por ende, Latinoamérica constituye una de las principales regiones en que debe profundizar sus relaciones de explotación y dominio.32 Al salir a la superficie las enormes contradicciones de intereses con China y Rusia –que acrecientan su presencia en la región–, el poder estadounidense asienta su estrategia socavando los intereses geopolítico-estratégicos de estas potencias en la zona, así como sus esferas de poder conquistadas. De este modo, Latinoamérica se encuentra entrelazada al juego de poder y de relaciones de fuerza entre las mayores esferas de influencia económica y política del planeta.33 Veamos más de cerca esto. Como señala Atilio Boron: “Más allá de la retórica y de las argucias diplomáticas, América Latina es, para los Estados Unidos, la región más importante del planeta. Lo es por su valor estratégico, por su impacto regional y por su extraordinaria dotación de recursos naturales”. Por lo cual, añade: El imperio busca “retrotraer la situación del hemisferio al status quo imperante antes de la revolución cubana”. A. Boron, América Latina en la geopolítica…, p. 25-27. 33 Alfredo Serrano se refiere por ejemplo a las distintas ofensivas de Estados Unidos sobre América Latina en el plano de la política cambiaria, monetaria, de asfixia y presión mediática (v.gr propagando el default de Venezuela), política energética (precipitando hacia abajo el precio del petróleo) al tiempo de la búsqueda por activar el interés estadounidense en una especie de alianza atlántica trilateral, Estados Unidos-Unión Europea-América Latina y contrarrestar así el ascenso de China y Rusia en la región (BRICS). Véase, A. Serrano Mancilla, “Capítulo 3. Los años en disputa: Tensiones, con32
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El caso de Brasil es uno de los más relevantes. En desmedro de China, Estados Unidos concentra su interés en abrir espacios para sus gigantes corporativos en sectores estratégicos –petróleo, electricidad, minerales– y en participar en las nuevas concesiones del brutal periodo privatizador que encabeza el gobierno golpista de Michel Temer.34 Ello sin hablar de la nueva etapa de cooperación entre las fuerzas armadas brasileñas y estadounidenses respecto a la base militar en el estado de Amazonas.35 El caso de Argentina, con el gobierno de Mauricio Macri y su aproximación a Estados Unidos, es otro ejemplo relevante de contraposición de intereses frente a China; incluso el presidente argentino ha ido más allá ofreciendo al gobierno estadounidense territorio para una base militar. Estos dos casos contrastan con Chile y Ecuador, que hasta ahora se han mantenido re-
tradicciones y desafíos”, en América Latina en Disputa, Venezuela, El perro y la rana, 2015. 34 Por ejemplo, hay que entender aquí el involucramiento del gobierno de Estados Unidos en el golpe de Estado en Brasil (2016), ligado a su interesada proyección tanto hacia los campos petroleros del “Pre-sal”, como a la riqueza de la Amazonía, así como su interés en socavar las relaciones de ese país con el gigante asiático. 35 Sobre esta operación denominada “Amazonlog 17”, una actividad militar conjunta (Brasil, Colombia, Perú, EU) en la ciudad de Tabatinga, Brasil, véase: Silvina Romano, et all. “Operación América Unida: presencia militar permanente de EEUU en América Latina”, en sitio web celag.org, 6-11-2017. Consúltese en: http://www. celag.org/operacion-america-unida-presencia-militar-permanenteeeuu-america-latina/. Así también, hay que señalar que de acuerdo a Telma Luzzani (Territorios vigilados), América Latina cuenta ya con 76 bases militares, en las que destacan 9 bases en Colombia, 9 en Perú, 2 en Paraguay, 3 en México, 1 en Argentina, 1 en Chile, y definiendo a Brasil como el país más rodeado por 25 bases estadounidenses. Atilio Boron. Ibid. p. 267-276.
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laciones económicas con el gigante asiático sin mayor deterioro. De igual modo, debemos señalar las reuniones secretas para establecer un acuerdo de libre comercio entre Argentina, Brasil y Alemania –economía exportadora y rival actual del gobierno estadounidense–; también, cabe destacar las reuniones secretas de los países del Mercosur con la Unión Europea encaminadas a la realización de un tratado de libre comercio entre ellos, lo que contraviene a los intereses estadounidenses. En el caso de México, con el fin de revertir los problemas crónicos del déficit comercial estadounidense, el gobierno de Donald Trump36 prosigue con su estrategia de desconocer acuerdos comerciales “injustos” –TLCAN y normas de la OMC– y de presionar para la creación de nuevas y asimétricas relaciones bilaterales. Así, con lo poco que se ha dado a conocer de las “rondas de negociaciones” sobre el TLCAN, éstas llevan la marca de esta estrategia, lo que pone de rodillas a la oligarquía local favorecida con el tratado, al tiempo que redobla su condición dependiente y, por ende, –nunca se insistirá
La economía estadounidense encierra desde 1975 cuatro décadas con déficit comercial. En 2016, su déficit en la balanza de bienes supera los 500 mil millones de dólares, lo que aunado al elevadísimo nivel de endeudamiento público (más del 100% del PIB), el trumpismo busca por todos los medios endosarlos al mundo, más aun, al mundo subdesarrollado. El déficit con México (mejor sería decir, con las trasnacionales asentadas en México), es de alrededor del 9%, equivalentes a 63 mil millones de dólares en 2016; con China asciende a 343 mil millones de dólares para el mismo año, lo que da la pauta para una intensificación de la hostilidad estadounidense (guerra comercial) hacia la economía asiática. 36
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demasiado en esto– refuerza su lugar de socio subordinado a cualquier costo.37 De este modo, la nueva estrategia estadunidense, el avance de las relaciones sino-latinoamericanas y el conjunto complejo de las rivalidades interimperialistas –EU/China/Rusia/UE/y sus efectos en Medio oriente y África– condenan a la región a experimentar una ofensiva mayúscula que la conduce a un agravamiento de sus El bloque en el poder en México cuyo resumen se expresa cabalmente en la posición del Estado mexicano frente a la renegociación del TLCAN, se rige en la actualidad por una paradigmática condición de dependencia comercial, financiera, tecnológica y militar. Ello se vuelve a corroborar con el discurso de los altos mandos del Estado, en el que, ante los temores de ver en la tumba al TLCAN, vienen señalando la existencia de un “Plan A” y un “Plan B” del Estado mexicano. Luis Videgaray, canciller mexicano plantea: “Más de la mitad del intercambio actual entre ambos países, dijo, ocurre fuera del TLCAN, se hace con las reglas de la Organización Mundial de Comercio y los aranceles que podrían imponerse de uno y otro lados, aun sin tratado, son francamente bajos; difícilmente impedirían que siguiera existiendo el comercio […] eso es algo muy importante [de] transmitir a todos nuestros socios”. Rosa Elvira Vargas, “Estar preparados para cualquier escenario, incluido el fin del TLCAN, pide Videgaray”, en La Jornada, 9 de noviembre de 2017, disponible en: http://www.jornada.unam.mx/2017/11/09/ politica/009n1pol. El ex secretario de Hacienda y actual candidato presidencial del gobierno en turno, José Antonio Meade Kuribreña, reafirma el camino de la dependencia absoluta: “la integración de Norteamérica va más allá del acuerdo comercial… estamos optimistas, porque la distancia entre la Organización Mundial de Comercio y el Tratado de Libre Comercio se ha venido acortando. Si queremos darle a Norteamérica una ventaja con respecto a otras regiones del mundo necesitamos profundizar en la integración.” I. Rodríguez, et al., “Meade ve con optimismo ronda del TLCAN, en La Jornada, 10 de noviembre de 2017, disponible en: http://www. jornada.unam.mx/2017/11/10/economia/023n1eco. Como se observa, la síntesis de los “dos” planes (con y sin TLCAN) tiene una misma invariante: postración ante EU. 37
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contradicciones en tanto economía dependiente. Bajo esta línea, Latinoamérica vería reforzar su papel histórico de estructura complementaria al proceso de valorización de las economías más avanzadas, esto acorde a la liberación de obstáculos que éstas requieren. Sabido es que América Latina históricamente ha desempeñado su papel económico-social en función de su contribución a resolver los problemas de los países hegemónicos en la estructura heterogénea del capitalismo mundial y de su división internacional del trabajo. De igual modo, en nuestros días, la región es de importancia vital en la batalla estadounidense por la conquista de nuevos mercados y la profundización de los antiguos.38 Los mecanismos de transferencias de valor al exterior –sea por servicios de deuda, repatriación de ganancias, relaciones de intercambio desigual, concentración del monopolio tecnológico–, la superespecialización técnica con mayor capacidad de creación de valor, los enormes procesos de des-acumulación –privatización, cesión de infraestructura como puertos, aeropuertos, oleoductos, gasoductos–, y la desposesión del patrimonio territorial y de recursos naturales –petróleo, gas, minerales, agua, etc.,– adquieren en la región su mayor relevancia en una época de crisis estructural del capital, Por ejemplo, entiéndase el agravante caso de la comercialización de armas de Estados Unidos a la región para no hablar de su espiral de venta de armas al mundo- inscrita en su estrategia guerrerista central para contrarrestar su declive económico,: “En un informe reciente del Security Assistance Monitor se afirma que las notificaciones de ventas comerciales de armas de EEUU a América Latina y el Caribe suman más de la mitad del total a nivel mundial (351 millones de 662 millones de dólares), siendo potencialmente la mayor región receptora a nivel mundial. Esto demuestra que persiste un gran interés en recolonizar el Patio Trasero, profundizando la dependencia armamentística y militar”. A. Serrano y S. Romano. Ibid. 38
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así como en un cuadro de declive económico estadounidense, de extraordinaria expansión de la economía china y acentuación de la rivalidad imperialista por la hegemonía global . Es dentro de este cuadro que América Latina adquiere centralidad dentro de la actual ofensiva imperialista, lo que vuelve más actual y relevante la época de revolución.39 La nueva estrategia imperial convoca a la región latinoamericana a desempeñar un papel relevante en la redefinición y apuntalamiento económico y geoestratégico del imperialismo estadounidense. Ello impacta de modo cuantitativo y cualitativo en las estructuras económico-político-sociales de la región, más aun, en los lazos hasta ahora construidos en las condiciones vigentes del sistema mundial –en los BRICS, por ejemplo–. La política America First de Trump implica toda una serie de acuerdos comerciales con mayor grado de subordinación a los intereses de Estados Unidos, una mayor retención-recuperación de la inversión extranjeJaime Osorio inició la discusión sobre América Latina y la actualidad de la revolución. Si bien en otros términos, no muy distintos a nuestro argumento, plantea: “No sólo vivimos entonces en un periodo en el que ha madurado la actualidad de la revolución, sino que como región nos ubicamos en una franja económico-político-social del sistema en la que dicha actualidad irrumpe y se hace presente de manera recurrente. Esta doble contemporaneidad es un rasgo que marca nuestro ´estar en el mundo´ como latinoamericanos. […] Es la particularidad de la reproducción del capital, que tiene como ejes la explotación redoblada (o superexplotación) y la ruptura del ciclo del capital, lo que hace posible que la revolución se vuelva actual en el capitalismo dependiente latinoamericano”. J. Osorio, Explotación redoblada y actualidad de la revolución, México, Itaca-UAM-X, 2009. p. 24, 28; Véase también, R. Vega Cantor, “Actualidad de la Revolución”, en revista CEPA, Bogotá, núm. 25, 2017, disponible en: https://www.rebelion.org/noticia. php?id=233341 39
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ra, una “reindustrialización”, una serie de políticas proteccionistas, un recorte de impuestos al gran capital y una desregulación financierista. Así, esta política está sustentada en un ejercicio de control, explotación y subordinación sobre los países de la periferia, así como en la más elevada inestabilidad y volatilidad de la economía mundial. Cabe destacar que, cuando la oligarquía regional se ha subordinado a los movimientos de expansión imperialista y, con ello, a la redefinición de las bases del capitalismo mundial, lo ha hecho sobre procesos históricos nocivamente regresivos, que no han hecho sino profundizar las condiciones de atraso y subdesarrollo que laceran el nivel de vida de las grandes mayorías. Esto se debe a que la articulación histórica, que configura precisamente la dialéctica de la reproducción de las condiciones estructurales de dependencia en nuestros países, se ha fundado en relaciones de dominio y subordinación, expansión y expoliación, desarrollo y subdesarrollo, asociación y superexplotación.40 Por ejemplo, el endurecimiento de las política monetaria y fiscal del gobierno de Trump arrastran a la huida de los capitales y profundizan los desequilibrios estructurales del sector externo en la región –déficit comercial o de cuenta corriente–. Este problema de insuficiencia de divisas, que se agrava con la reorientación de la inversión extranjera dirigida al redespliegue industrial trumpista, exige a los gobiernos latinoamericanos acenPara Ruy Mauro Marini la dependencia se entiende como “una relación de subordinación entre naciones formalmente independientes, en cuyo marco las relaciones de producción de las naciones subordinadas son modificadas o recreadas para asegurar la reproducción ampliada de la dependencia […] y su liquidación supone necesariamente la supresión de las relaciones de producción que ella involucra”. Dialéctica de la dependencia, p. 18. 40
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tuar la subordinación al capital extranjero y otorgarle aún mayores facilidades de acumulación y ganancias. Al no captar la proporción necesaria de capital-dinero, se acentúa el deterioro de la inversión (en el marco de la austeridad presupuestal). Esto impacta con fuerza en la monstruosa pendiente del nivel de empleo y repercute en la intensificación de las condiciones de superexplotación y precarización del trabajo. De este modo, al influir las condiciones de superexplotación laboral en la debilidad del mercado interno –deteriorado con más fuerza por la devaluación y la inflación–, el aparato productivo acentúa su fractura con la reducida estructura del consumo popular –ruptura del ciclo del capital–. En términos de la realización del capital, esto empuja al tejido productivo a una mayor dependencia con el exterior, con lo que se recrea la espiral del capitalismo dependiente latinoamericano en el marco de un continuum depresivo global. Por tales razones, observamos en la dinámica económica de América Latina la seria tendencia hacia el redoblamiento de las condiciones de dependencia, la pulverización de la soberanía y la asociación subordinada de los gobiernos en turno –negociaciones entreguistas–, hechos que reflejan el signo de los tiempos actuales bajo la ofensiva imperialista.41 Los gobiernos de México, Perú, y Colombia, por un lado, los gobiernos golpistas de Brasil, Honduras y Paraguay por el otro, más el gobierno de Argentina, destacan a este respecto. Las siguientes palabras del presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski proclamadas el día 26 de febrero de 2017 en la Universidad de Princeton, reflejan el pulso degradante de las derechas –lumpenburguesía– en la ofensiva imperialista actual: “Estados Unidos no invierte su tiempo en América Latina porque es como un perro simpático que está durmiendo en la alfombrita del amo y no genera ningún peligro, a excepción de Venezuela que es un gran problema”. Los actos del 41
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Toda una serie de fenómenos se convierten en los síntomas de la actual condición dependiente de nuestras economías: el espejismo del alza en los precios de las materias primas, la primarización de la economía, el deterioro del aparato productivo, el incremento de la deuda y la hemorragia monetaria a razón de sus servicios, la contracción del gasto, la dependencia de las inversiones, el descenso de las mismas, el desempleo crónico, el desmantelamiento de las relaciones contractuales capital/ trabajo y el deterioro de los términos de intercambio. En los últimos años, una vez más, la economía brasileña adquiere la mayor relevancia dentro de este cuadro señalado, mismo que la empantana tanto en la recesión como en la desigualdad social. Asaltando la corona para salvar su bolsa, los grandes capitales predominantes, bajo la égida de la fracción financiera local e internacional, lanzaron una ofensiva que instauró el estado de excepción –un golpe de estado “institucional”– con el fin de recargar el enorme peso de la crisis económica y de la deuda pública en las clases trabajadoras y populares, ofensiva que el partido golpista (PMDB) denominó “Puente para el futuro”. De este modo, dado el ímpetu actual de la política imperialista y de las relaciones de dependencia, se han puesto en cuestión las deterioradas relaciones de soberanía de los países latinoamericanos, lo que ha afectado su peso relativo en los asuntos internacionales y ha debilitado las relaciones de integración económica y política –a las que apelara con la debida fuerza el comandante Hugo Chávez y la revolución bolivariana–.42 Organizaciones gobierno mexicano en la OEA, los de Argentina y Brasil en el Mercosur, ratifican dicha degradación. 42 La hipótesis de la muerte del comandante Hugo Chávez como asesinato político del gobierno estadounidense vía la CIA, está in-
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como la Celac o la Unasur no logran superar la pérdida de su influencia. Sumado a ello, no se puede soslayar el invariante papel de los gobiernos subordinados al poder estadounidense –México, Colombia, Perú, Honduras–, ya que, doblegándose a las estrategias imperiales y trabajando en contra de la integración, sirven a la protección y mantenimiento del imperio, pasando con ello de una relación infra-soberana al agravamiento autoritario de un Estado vasallo. Asimismo, la actual estrategia imperialista hace evidente el agotamiento de la estructura productiva y mercantil de la economía latinoamericana. El patrón de reproducción del capital imperante en la región, constituido como patrón dependiente de especialización productiva, se encuentra en el anacronismo de una estructura exportadora sustentada en bienes primarios tradicionales –salvo excepciones como la de México, anclado en la manufactura automotriz y electrónica de propiedad trasnacional–. Con la crisis de la economía mundial, dicho patrón ha llegado a su etapa de agotamiento. Esta dinámica de reproducción del capital, a pesar de las relaciones que han construido con China, no escapa a su tendencia general de reproducción dependiente y superexplotativa –de recursos naturales y fuerza de trabajo–, esto es, no elude su estructura monopolista de alta concentración del capital, desindustrialización y exclusión social.43 sertada dentro de la etapa actual de la contrarrevolución del imperio. A Chávez se le debe entre otras cosas, el actualizar desde 2005 el proyecto del socialismo, así como la integración sólida de Latinoamérica para lograrlo, y no precisamente en el debate de ideas, sino en la escena política latinoamericana a partir de la cual brotaría la revolución, así como su actualización histórica, teórica y cultural. 43 Jaime Osorio coloca, dentro del constructo teórico-marxista de la región, una problemática crucial para América Latina refe-
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La factura endosada a las masas trabajadoras y populares, correspondiente a la crisis actual del capitalismo mundial, se conforma de distintos procesos, entre los cuales señalamos los siguientes: una nueva fase de intensificación de la superexplotación del trabajo; la destrucción y estancamiento de la pequeña y mediana empresa; el incremento de las tasas de desocupación y de la economía informal; la mayor precarización de las relaciones laborales (tercerización y subcontratación); la vinculación de los empleos con la reproducción de las condiciones de pobreza; el usufructo privado de gran parte de la riqueza social; la mayor concentración de riqueza y su contrapartida en la profundización de las desigualdades sociales; la acentuación de los conflictos territoriales y su agravamiento en la disputa por los recursos naturales; el aumento de la erosión de los derechos sociales; la rente a sus relaciones con China en el siglo XXI. Así, nos señala: “América Latina ha desempeñado un papel de primera importancia en los movimientos en el sistema mundial que implican el desplazamiento de Estados Unidos como la principal economía del mundo… […] ha favorecido el paulatino incremento del paso de la plusvalía absoluta a la plusvalía relativa en las zonas urbanas chinas, con las exportaciones de alimentos, el incremento del mercado interno por la vía de los aumentos salariales, y la expansión de la estructura industrial, con las masivas exportaciones de materias primas. […] Todos estos importantes movimientos en los cuales ha incidido la economía latinoamericana en el sistema mundial, lo vuelven hacer redoblando los procesos que marcan su condición de dependencia y subordinación, y acrecentando a su vez el fundamento de la dependencia: la superexplotación de los trabajadores, lo que permite incrementar la masa de valor apropiado por el capital local y trasnacional, por la vía de elevar el traspaso del fondo de consumo o de vida de los trabajadores al fondo de acumulación del capital”. Véase: J. Osorio, “América Latina en la valorización mundial del capital”, en Teoría marxista de la dependencia, México, UAM-IITACA, 2016, pp. 381-402.
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desprofesionalización y descalificación de amplias capas de la fuerza de trabajo. En conjunto, se trata de procesos que excluyen económica y socialmente al grueso de la población latinoamericana, a la vez que atentan contra su nivel de vida. En el marco del agotamiento histórico del sistema del capital, se advierte el desafío a las fuerzas populares. La evidencia de la desaprobación popular de la organización económico-política del patrón de reproducción del capital y de los efectos de su agotamiento se reflejan en la nueva etapa de polarización política, masificación de la participación política, y en el periodo actual de inestabilidad política que la región alberga. La fase actual imperialista se enfrenta a un movimiento de masas y confrontación popular que ponen en entredicho sus proyectos y estrategias. El neoliberalismo pregonado por el imperio encuentra en América Latina su más firme oposición popular. En contra de los proyectos del capital, la conciencia de las masas y su innegable voluntad de participación y transformación crecen y se intensifican con la ofensiva imperialista. Esto se hace evidente en Venezuela, con la victoria de la Asamblea Nacional Constituyente en julio de 2017, y tres meses más tarde con los resultados electorales de los gobiernos estatales; asimismo se constata con la intensificación de la lucha popular en Brasil, articulada al “Frente Brasil Popular”, así como en las luchas experimentadas en Paraguay, Argentina, Chile, Colombia y México, entre otros pueblos. En este cuadro de crisis estructural del capital, las disputas entre las rivalidades hegemónicas e imperialistas y el lugar que ocupa América Latina dentro de las contradicciones y antagonismos en curso llevan a la región a intensificar sus conflictos, enfrentar sus desafíos y
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a radicalizar sus soluciones. El sistema mundial en crisis empuja a construir una alternativa sustentable a su endémico carácter destructivo. Se impone de nueva cuenta la inquietud histórica del péndulo latinoamericano: los procesos de revolución y contrarrevolución. Como se puede apreciar, América Latina experimenta encrucijadas y contradicciones muy semejantes a las que dieron paso a la Revolución de octubre: superexplotación, despojo, hambre, violencia, saqueo, dependencia, desigualdad, neocolonialismo, guerra, subordinación, amenaza a la supervivencia de la humanidad. Incluso cien años después, son condiciones alarmantemente más pronunciadas, esto sin contar con la crisis del despotismo tecnológico del capital sobre la naturaleza y toda la complejidad de sus efectos. Ante tal escala e intensidad de contradicciones acumuladas, se despliega con fuerza la actualidad de la revolución en América Latina.
Conclusiones Las distintas operaciones de cambio de régimen desplegadas en los últimos ocho años, bajo el gobierno de Barak Obama y el primer año de Trump, bien pueden sintetizar las últimas cinco décadas de asedio y dominación imperialista sobre América Latina. Al igual que en los tiempos de la guerra fría, América Latina se convierte en un escenario en disputa entre los distintos intereses de las mayores potencias del mundo. Ante las dificultades de promover sus intereses en la región, la superpotencia imperialista ha recurrido a prescindir de su estrategia basada en las “democracias gobernables” –restringidas–, reactivando los regímenes de excepción, pero esta vez, bajo las condiciones institucionalizadas del Estado de derecho, la democracia electoral y los derechos huma-
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nos –instituciones establecidas en la última etapa del siglo XX en el marco de dicha estrategia–. A este procedimiento de reactivación del régimen de excepción, por vías jurídico-formales, se le ha denominado “golpe blando”. Asimismo, la ofensiva del imperio viene conjugando en la región la intervención abierta –golpista– con el despliegue de acciones agresivas expresadas en un lenguaje violento –condenas, bloqueos, sanciones, imposiciones, obstáculos, vetos, etc.–. Con ello, el imperio busca responder al declive de sus relaciones con la región, pues durante mucho tiempo la ha considerado estratégicamente como uno de sus territorios de exclusividad. Si algo unifica a las actuales posturas contrapuestas al interior del imperio (trumpismo vs globalismo) es el interés económico y geopolítico por hacer prevalecer las décadas de hegemonía sobre Latinoamérica. Dicha convergencia entre estos dos principales polos de poder norteamericano hace más intensa la contraofensiva restauradora. Sin embargo, es importante tener presente que, en décadas anteriores, el contrapunto histórico y político a la proyección del poder imperialista fue la explosión de resistencias vitales en Cuba, Chile, Nicaragua, El Salvador, entre otras. Explosiones abiertamente antiimperialistas que llevaron a la madurez de un pensamiento crítico latinoamericano, de cuyos frutos más definidos brotaría con la teoría marxista de la dependencia. Hoy en día, el imperio busca incidir en las relaciones económicas de América Latina con la economía mundial a través de modificaciones sustantivas. Su objetivo es imponer una mayor subordinación a América Latina, así como degradar su lugar en la integración global y la división internacional del trabajo por medio de: la
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intensificación de las transferencias de riqueza hacia su eje de acumulación, la reorganización de los aparatos productivos regionales, la reformulación de los encadenamientos productivos, la apropiación y profundización de mercados y el fortalecimiento de mecanismos financieros. De igual modo, Estados Unidos busca el acceso y control de un gigantesco reservorio de recursos naturales, materias primas, bienes agroalimentarios, infraestructura y fuerza de trabajo, pues esto representa una condición de posibilidad para el control y dominio de la economía mundial frente a los retadores hegemónicos. La crisis del sistema capitalista ha llevado al agotamiento histórico de la reproducción del capitalismo latinoamericano por la vía del patrón exportador de especialización productiva. En este sentido, el progresismo sudamericano, volcado a la exportación de bienes tradicionales a Asia, y la experiencia mexicana de una cuasi-anexión productivo-territorial con Estados Unidos llevaron a la profundización del subdesarrollo y lo que conlleva: una mayor intensificación en la explotación de la fuerza de trabajo, la depredación de los recursos naturales y la desigualdad social. Uno de los más grandes errores de los gobiernos progresistas –Brasil, Argentina, Uruguay– fue haberse desprendido de una estrategia política revolucionaria que articulara las tareas inmediatas del corto plazo con el sentido político-hegemónico de largo plazo; es decir, de un vínculo fuerte entre el umbral de las luchas y las necesidades sociales con el horizonte estratégico y el objetivo final de hegemonía política. En buena parte, el fetichismo político provocó que estos gobiernos se atascaran en la maquinaria de dominación estatal, confundiendo el radio de acción del aparato de Estado con el
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sistema de dominación y de poder –de clase–. Con ello dichos gobiernos abrieron espacios para la ofensiva del imperialismo estadounidense y de las clases oligárquicas de la región –fuerzas aliadas en el área–, con la que lograrían quebrantar la articulación popular que dio sustento al llamado “ciclo progresista”. Así, los límites impuestos por las “democracias gobernables” fueron superados con éxito por las clases trabajadoras y los movimientos populares en el cambio de siglo. No obstante, los gobiernos progresistas edificaron otra serie de limitaciones de cuyos impactos en la organización y lucha política del campo popular aún no son sobrepuestos. Es por ello que el balance actual sobre estos procesos conduce a cuestionar la experiencia reformista y fortalecer la estrategia revolucionaria. En el marco de la crisis estructural del capital y la crisis de la hegemonía imperialista, las contradicciones económico-político-sociales acumuladas en América Latina exigen la ruptura con un orden social basado en la superexplotación del trabajo, la desigualdad y la exclusión social, la devastación del medio ambiente, el dominio oligárquico postrado al imperio y el impedimento a la libre determinación de los pueblos. En nuestros días, la actualidad de la revolución en América Latina se encuentra en la lucha por establecer una democracia sustantiva y emancipatoria que les permita a los pueblos latinoamericanos orientarse hacia el diseño colectivo de su propio destino y poner en sus manos un campo abierto a su autodeterminación.
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Este libro se imprimió en el mes de septiembre de 2019 en los talleres de Creative CI Ángel del Campo 14-3, Col. Obrera, Del. Cuauhtémoc, D. F., México, C. P. 06800.
l a Revolución rusa fue aquel acontecimiento que por primera
vez colocó en serios aprietos al sistema capitalista, pues no sólo modificó las coordenadas geo-políticas del globo durante más de
80 años, sino que también sembró la semilla de una profunda
transformación cultural, política e ideológica que no se limitó al mundo occidental. Los trabajos aquí reunidos tratan de establecer la magnitud de este acontecimiento y fueron elaborados desde tradiciones de pensamiento diversas. Aunque todos los textos difieren en cuanto al enfoque, convergen en dos puntos esenciales: ponen en cuestión las diferentes deformaciones que se han hecho del origen, desarrollo y descarrilamiento de los principios políticos que impulsaron a la Revolución rusa; e intentan establecer las condiciones de posibilidad para su activación teória y política en el contexto latinoamericano. No es una certeza, pero es posible que quienes los escribieron hayan decidido escuchar, asimilar y (re)transmitir aquel eco del ruido y la furia revolucionaria, con la finalidad de que nunca sea atenuado o aniquilado por la dinámi ca opresiva del capitalismo.
ISBN 978-607-8702-00-8
EDITORIAL TORRES ASOCIADOS
9 786078 702008