Latitudes no vistas

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Latitudes No Vistas


Tyrannus Melancholicus Proyectos Independientes Andrés Álvarez Laura Cerón Estefany Fajardo Santiago Mojica Juan Pablo Nieto Laura Ortiz Laura Casas Latitudes No Vistas, 2013. Bogotá, Colombia. Primera edición Los textos e imágenes a continuación, son obra y propiedad de los autores.Prohibida su reproducción sin autorización. “Este es el cuaderno 24 de 25 financiado por bolsas de impresión de La Independiente - Feria de Publicaciones, realizada en Bogotá, el 13, 14 y 15 de diciembre 2013. facebook: Tyrannus Melancholicus Taller tumblr: tyrannustaller.tumblr.com

LA INDEPENDIENTE Feria de publicaciones


Tyrannus Melancholicus | 4° 44’ 31” N 74° 5’ 32” O | Bogotá, COL

¿Cómo podemos ver a través de los ojos de otro? Los lugares que no conocemos nacen en nuestro imaginario desde el momento en el que nos son descritos. Aunque sea el lugar mas escondido del planeta, logramos llegar a ellos a través de las palabras. Sin embargo, cada mente piensa distinto y las sinapsis son diferentes, así que ¿a qué lugares llegamos? Diremos que los nuevos lugares que presentamos acá son las interpretaciones de las palabras. Las impresiones de algunos lugares que otros visitaron, que se escurren por entre los dedos y las convertimos en rápidas visitas. Lugares descritos en el tiempo que tuvieron mientras viajaban en el bus, se tomaban la merienda o esperaban a que pasara el temporal. El territorio común del lenguaje nos hace llegar a carreteras, puentes, ríos y a todos los caminos que recorremos sentados dibujando, anhelando estar con nuestros narradores; finalmente, con dibujos les respondemos sus postales.


Estoy sobre un puente antiguo de piedra al lado de la calle Museuminsel 1, ese mismo que atraviesa por encima el río Isar. Desde aquí se pueden ver muchos otros puentes similares sobre el río, y entre cada puente (que está a una distancia aproximada de 2km) hay muchos árboles. Hay también muchas personas caminando sobre el puente. El atardecer está en un degradé de colores, va de naranja a fucsia con muy pocas nubes en el cielo, mezclándose con un azul tenuemente oscuro. Un perfecto día de otoño, frío pero soleado, millones de hojas en el suelo y con cada ventisca que pasa, los árboles siguen deshojando. A mi izquierda, pasando la calle, está el Deutsches Museum, una edificación antigua; tiene una torre cilíndrica que sobresale por encima de los muros blancos que llevan a la entrada del museo. Es una estructura típica europea, antigua, de piedra. En un poste que se encuentra sobre el andén hay una pancarta promocionando una exposición llamada “Das Gelbe vom Ei”, con un huevo duro


Andrea | 48° 7’ 50” N 11° 34’ 57” E | Munich, ALE

cortado en la mitad y en un fondo negro, las letras son amarillas. A mi lado derecho, donde termina el puente, hay una avenida de cuatro carriles y al lado derecho de esta hay un edificio negro, moderno, no muy alto, de oficinas. Está todo hecho en vidrio y al lado de este, las que le rodean, son edificaciones antiguas. Entre el puente y esa calle hay un semáforo peatonal, no hay mucho tráfico pero sí muchos peatones y ciclistas.




“Querido amigo, esta ciudad existe gracias a que usted lee esta carta. Se hace visible –se deja ver– gracias a su visita a través de ella, gracias a este puente entre mi realidad cotidiana y simple – no por eso menos subjetiva– y su imaginación. Así es como la iremos descubriendo, caminando juntos por las antiguas calles de piedra del colonial San Telmo, bajando al subterráneo, recorriendo el puerto y saludando sus frías torres – que nada tienen que ver con fuertes, doncellas o guerras– , y luego de recorrer los Bosques, al fin estaremos cerca, llegando, subimos la avenida empinada… Respiro hondo, sonrío y le presento el barrio de Almagro. Y uno sabe que ha entrado. Primero se encuentra con la voluptuosidad de las copas de los árboles que se abrazan y forman largas verdes bóvedas a lo largo de las calles. Susurran entre ellos en su idioma silencioso, se mecen, nos acunan cuando el sueño quiere acercarse. Luego, el aire bohemio se va apoderando de todo: los pequeños teatros, las casas antiguas, los


Anya | 34° 36’ 11” S 58° 22’ 54” O | Buenos Aires, ARG

bares y los almacenes “de barrio”, con su serena nostalgia, invitan a pasar y detenerse en el tiempo, quedarse quieto y observar las agrietadas veredas con sus hojas secas, pasajes diminutos de extraños nombres y los balcones, cronistas amigos de los pájaros y el viento, testigos de cansancios de noches desveladas, las risas matutinas y las aguas tristes luego del llanto. ¡Plap! Salta un gato y se pone a jugar en la ventana. Mientras se termina el café, advierte la cercanía tan íntima y reveladora de esta esquina en la que hemos terminado; mira afuera y lee los nombres de las calles: Billinghurst y Guardia Vieja, El Banderín, Ciudad (Visible) de Almagro”.




Yo, Nezahualcóyotl, lo pregunto: ¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra? Nada es para siempre en la tierra: Sólo un poco aquí. Aunque sea de jade se quiebra, Aunque sea de oro se rompe, Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra. No para siempre en la tierra: Sólo un poco aquí. Poesía Nahuatl

Frente al portón de hierro las cocineras preparan quesadillas de cecina, tasajo y flor de calabaza en sus comales de barro. Los comensales no hallan dónde sentarse y el callejón –que se ha convertido en una gran feria llena de neón y escandalosos colores– no podría estar más concurrido. De un lado a otro vienen y van pequeños vampiros, pequeñas viudas y pequeños muertos. Las chicas, vestidas de tehuanas y con sus rostros pintados de blanco calavera, se sientan con sus novios –disfrazados de espantos de ultratumba– a comer empanadas de tortilla rellenas de pollo y guarnecidas con queso, lechuga y salsa verde. Adentro, una luz tenue guía a la multitud que se agolpa entre paredes y tumbas. Algunas bóvedas tienen nombre, otras solo rezan “perpetuidad”, pero a todas las ilumina una vela. Familias enteras pasan la noche velando las tumbas de sus muertos, que han decorado con manojos y manojos de cem-


Poesía Nahuatl

pasúchil (la “flor de veinte pétalos”) que cada año, y desde antes que llegaran los españoles, guía el encuentro de los muertos con sus vivos. Por eso es que la ciudad está hoy de fiesta color amarillo, pues estas mismas flores visten los deliciosos altares que se ofrecen en todas las casas. En ellos, el humo de la resina del copal se llevará el aroma de las frutas, los dulces, el pan, la cerveza, el mezcal y los platillos favoritos que quienes regresarán al mundo esta noche. Una banda de viento interpreta el repertorio tradicional mexicano. También hay tunas y mariachis serenateando a los muertos. A su alrededor se agrupan los visitantes por algunos minutos antes de seguir deambulando por el panteón. Todos hablan, ríen, se toman fotos. En este lugar la reverencia se hace sin miedo; y morir tiene sentido, porque la muerte es una fiesta.

Natalia | 17° 3’ 40” N 96° 43’ 31” O | Oaxaca, MEX

No te acobardes corazón mío: allí en medio de la llanura deseo la muerte, a filo de obsidiana.




16th y Mission es un punto estratégico en San Francisco por varios motivos: es una parada del BART (el tren que conecta parte del Área de la Bahía) y es donde comienza el tradicional barrio Latino de San Francisco, que actualmente está siendo “gentrificado” o desplazado. Esto ha obligando a cientos de Latinos a irse para abrirle paso a una gran cantidad de jóvenes (yuppies), que están ganando fortunas trabajando en compañías como Google, Facebook, Yelp y Wikipedia. La variedad de personas que se encuentran en esta intersección es infinita. Está todo el tráfico de personas que vienen y van únicamente debido al BART (que yace subterráneo en las entrañas de la calle) y a la parada del bus 22 sobre la 16th St, y de los buses 14 y 49 en Mission. Así mismo, se encuentran también quienes “habitan” esta esquina. Está el pequeño grupo de cubanos, quienes se comunican a gritos con un español cantado y cortado. A pocos pasos hay otro clan de mexicanos que chismo-


Laura | 37° 44’ 7” N 122° 26’ 2” O | San Francisco, USA

rrean y morbosean a las “güeritas”, quienes caminan apresuradamente. Por lo general se encuentran alrededor de 4 o 5 “homeless” que se sientan en las bancas metálicas, se acuestan en el piso plano, sobre los cuadros grises y negros intercalados, como los de un ajedrez. (Y pesar de que el piso es lavado constantemente con chorros de agua a presión siempre huele a orines). Hay también una infinidad de palomas, seguramente adictas al crack que se consume allí en las noches, que saltan cojas y con las alas grasosas detrás de cualquier borona de comida.




Lo llaman ‘el elevado’ o ‘minhocão’, que es el nombre de una gran lombriz de tierra. Es un monstruo construido sin planeación o un objetivo claro además del de intentar reducir el tráfico, se debate entre una obra de ingeniería pura y un adefesio arquitectónico que desemboca en una de las vías más importantes de la ciudad. Al subirlo un domingo en bicicleta quedo perpleja por la cantidad de edificios que se divisan hasta el infinito y aparecen a lado y lado (a una distancia del puente que apenas deja ver el andén que está debajo), la mayoría viejos y descuidados, con la pintura desgastada, abandonados tal vez por la misma existencia del puente; todos diferentes, no hay dos iguales. A un lado puede verse un edificio de arquitectura neoclásica con uno que otro habitante asomado a la ventana fumando un cigarro mientras observa a la gente pasar llena de vida; ellos hacen deporte o simplemente pasean –cosa que solo sucede los domingos– en frente de un loco edificio de apartamentos que aparenta un cierto


Luisa | 23° 31’ 33” S 46° 35’ 26” O | Sao Paulo, BRA

toque de posmodernidad, con una extraña malla de concreto en la fachada sin función alguna y antenas de televisión por doquier. Las medianeras de estos edificios muestran los vestigios de una ley que prohibió los avisos publicitarios de gran tamaño, y lo que queda son sólo las marcas de lo que fue quitado de ahí; marcas de la suciedad, del tiempo, como vacías, como que algo les falta. Los pilares que lo sostienen también tienen algo especial, son rostros literalmente, son retratos en blanco y negro que empapelan cada columna de 4 o 5 metros de altura. Personajes que incitan a preguntarse de dónde vienen y qué los hace cargar sobre sus cabezas el gran Minhocão. Yo lo encuentro ciertamente encantador y hasta misterioso, es un poco de vida mezclado con olvido.




Los textos del presente libro fueron escritos e ilustrados respectivamente por: Andrea Carreño y Andrés Álvarez (Munich), Anya Kovaltchouk y Juan Pablo Nieto (Buenos Aires), Laura Cerón y Santiago Mojica (San Francisco), Luisa Lozano y Estefany Fajardo (Sao Paulo) y Natalia Ortíz y Laura Ortiz (Oaxaca).


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