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Colaboran:

Asociación Española para la enseñanza de las Ciencias de la Tierra

SOCIEDAD ESPAÑOLA DE ESPELEOLOGÍA Y CIENCIAS DEL KARST

BOLETÍN DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE ESPELEOLOGÍA Y CIENCIAS DEL KARST / NÚMERO 9 SEDECK / SEPTIEMBRE 2013

La cova de les Cendres (Teulada-Moraira): Cambios culturales y paisajísticos durante 25.000 años de ocupación humana Dídac Román y Valentín Villaverde Bonilla

Federació d’Espeleología de la Comunitat Valencina

Consideraciones sobre karst y cuevas hipogénicas, con referencias al ámbito valenciano

Patrocinan:

Policarp Garay Martín

Extensión y límites del ecosistema subterráneo Alberto Sendra y Ana Sofia P.S. Reboleira Ajuntament de Benitaxell

Pesqueras en los acantilados de la Marina Alta Jaume Buigues i Vila

Teulada Moraira

SOCIEDAD ESPAÑOLA DE ESPELEOLOGÍA Y CIENCIAS DEL KARST FUNDACIÓN GÓMEZ PARDO C/ ALENZA, 1 • 28003 MADRID www.sedeck.org

Las cuevas del Saliente, norte de Almería. Un ejemplo de cavidades generadas por procesos gravitacionales

González Ramón, Antonio; Carra Vélez, Rubén; Segura Herrero, Andrés; Sánchez Díaz, Tomas J.; Gea López, D. Raul; Pérez Martínez, Pedro; Belmonte Jiménez, Gonzalo y Carra López, Juan Carlos


EDITA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE ESPELEOLOGÍA Y CIENCIAS DEL KARST FUNDACIÓN GÓMEZ PARDO C/ ALENZA, 1 • 28003 MADRID email: sedeck@sedeck.org www.sedeck.org

COMITÉ CIENTÍFICO Ana Isabel Ortega Martínez José Antonio Cuchí Oterino Antonio González Ramón Juanjo Bertomeu Oller Francisco Ruíz García Miguel Ángel Martín Merino Vicente Aparici Seguer Miguel Ánguel Rioseras Gómez

DISEÑO Y MAQUETACIÓN Vicente Aparici Seguer Depósito Legal: NA-1351-2003 ISSN: 1696-1897 Fotografía de portada: Cala del Moraig (Poble Nou de Benitaxell)/Juanjo Bertomeu


editorial Presentamos el número 9 del Boletín de la SEDECK, coincidiendo con las XXIV Jornadas Científicas de la Sociedad Española de Espeleología y Ciencias del Karst que se celebran en Moraira (Alicante), centradas en el Paisaje y cuevas costeras de la Marina Alta. El Karst Litoral. Cuando se cumplen los 15 años de la creación de la SEDECK, sus Jornadas vuelven al Mediterráneo, dándonos una nueva oportunidad de disfrutar de su entorno mientras diferentes especialistas nos muestran las peculiaridades de algunas de sus cavidades: su Geomorfología e Hidrogeología, la riqueza de su Biología subterránea, su ocupación humana en la Prehistoria y la adaptación actual del hombre a ese peculiar entorno, así como el desarrollo de las investigaciones espeleológicas, con especial incidencia en las exploraciones subacuáticas de la Cova del Moraig. En esta ocasión contamos con la colaboración de la Universidad de Alicante, la Asociación Española para la Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, la Federació d’Espeleología de la Comunitat Valenciana y el Grup Valenciá de Quaternari, así como con el patrocinio de la Diputación de Alicante, los Ayuntamientos de Benitaxell, Teulada y Benissa y de “la Caixa”. Una vez más hemos aprovechado para incluir en este número otros artículos realizados por diferentes socios de la SEDECK en otras zonas geográficas distintas del litoral alicantino.

Ana Isabel Ortega Martínez Presidenta de la SEDECK

Sociedad Española de Espeleología y Ciencias del Karst

BOLETÍN Nº 9 SEDECK / AÑO 2013 / SOCIEDAD ESPAÑOLA DE ESPELEOLOGÍA Y CIENCIAS DEL KARST

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índice 01 La cova de les Cendres (TeuladaMoraira): Cambios culturales y paisajísticos durante 25.000 años de ocupación humana. Dídac Román y Valentín Villaverde Bonilla

página 04

02 Consideraciones sobre karst y cuevas hipogénicas, con referencias al ámbito valenciano. Policarp Garay Martín

página 16

03 Extensión y límites del ecosistema subterráneo. Alberto Sendra y Ana Sofia P.S. Reboleira

página 30

04 Pesqueras en los acantilados de la Marina Alta. Jaume Buigues i Vila

página 42

05 Las cuevas del Saliente, norte de Almería. Un ejemplo de cavidades generadas por procesos gravitacionales. González Ramón, Antonio; Carra Vélez, Rubén; Segura Herrero, Andrés; Sánchez Díaz, Tomas J.; Gea López, D. Raul; Pérez Martínez, Pedro; Belmonte Jiménez, Gonzalo y Carra López, Juan Carlos

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Consideraciones sobre karst y cuevas hipogénicas, con referencias al ámbito valenciano. Considerations about hypogenic karst and caves, with special referents at Valencia region (Spain). Garay Martín, Policarp CITMA, Generalitat Valenciana. Email: garay_pol@gva.es

Resumen Tomando como punto de partida los inventarios espeleológicos del territorio valenciano, se plantea por primera vez un enfoque de espeleogénesis hipogénica (karst hipogénico) para poner de manifiesto una muestra de estas cavidades cuyas características responden a procesos y estructuras de tipo hipogénico. Pero, más que un conjunto de descripciones o una exposición de resultados concretos sobre estudios realizados, lo que se aborda es sobre todo un repaso sobre ideas y conceptos a través de los cuales, y con los ejemplos que se aportan, poder dotar de argumentos “diferentes”, sobre espeleogénesis hipogénica, al espeleólogo acostumbrado a observar y estudiar las cuevas y el karst con criterios “tradicionales” y propios del karst epigénico. El karst hipogénico es entendido aquí como un nuevo modelo natural (sensu Eraso, 1975-76) cuyos procesos de karstificación, sin ser absolutamente diferentes a la mayoría de los descritos en el karst tradicional, producen, sin embargo, formas espeleogenéticas y patrones de cavernamiento (redes laberínticas, salas gigantes, cúpulas ramificadas y drenes ascendentes), sensiblemente distintos a los modelos descritos para el karst epigénico. Asimismo, entre las cuevas claramente epigénicas y las cuevas típicamente hipogénicas, se dan formas de transición y casos intermedios, especialmente cuando se incorporan flujos hipogénicos agresivos a determinadas redes o sistemas espeleológicos propios de la cinética kárstica de acuíferos libres o freáticos. Este es el caso de las redes freáticas con influencias hipogénicas, en el sentido dado por Ginés y Ginés (2011) en el karst balear.

Abstract Taking as a starting point the Valencian territory caving inventories it is proposed for the first time a focus on hipogenic speleogenesis (Hipogenic Karst) and a sample of hipogenic caves is exposed. Rather than a set of descriptions or an exposition on particular results from carried out studies, what is dealt by is mainly a review on ideas and concepts to provide the speleologist, used to observe and study karst and caves with traditional criteria, with different arguments about hipogenic speleogenesis. The hipogenic karst is understood as a new natural model (sensu Eraso, 1975-76) which its karstification processes, without being absolutely different to most of those described by the traditional karst, produce, however, speleogenic shapes and cavernating patterns (laberynthic networks, gigant rooms, ramified domes, big ascending conducts) sensibly different to the models described in the epigenic karst.

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Additionally, amongst clearly epigenic caves and those tipically hipogenic, transition states and intermediate cases also form, specially when aggressive hipogenic flows incorporate to determined speleological networks or systems, characteristical of the karstic kinetics and the free aquifers. This is the case of the freatic networks with hipogenic influences, in the sense given by Ginés y Ginés (2011) at the Balear karst. Palabras clave: karst epigénico, karst hipogénico, cuevas hipogénicas, acuífero kárstico confinado. Keys words: epigenic karst, hypogenic karst, hypogenic caves, karstic confined aquifer.

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Haciendo repaso a los diferentes tipos de cuevas y simas que hemos tenido ocasión de explorar y estudiar durante décadas en el País Valenciano, los espeleólogos disponemos hoy de una muestra representativa de los diferentes procesos espeleogénicos y zonas hidrogeológicas que se pueden encontrar en un macizo kárstico; tanto en lo que respecta a morfologías espeleológicas típicas o representativas de condiciones hidrodinámicas concretas como en lo referente a cavidades más o menos complejas y evolucionadas en las que es posible diferenciar distintas etapas, fases o secuencias ligadas a una evolución geológica y paleoclimática cambiante a lo largo del tiempo, especialmente durante el Cuaternario. En conjunto, son miles de cavidades que constituyen un excelente e interesante laboratorio para realizar investigaciones científicas de todo tipo. En el karst tradicional (epigénico) las cavidades son el resultado de la espeleogénesis actuante en los mismos acuíferos kársticos (calizas, dolomías o yesos) que observamos en superficie, en los cuales se diferencia una zona no saturada (ZNS), donde hay aire y el movimiento del agua lo determina la ley de la gravedad, de otra zona saturada (ZS), totalmente inundada y sin aire, moviéndose el agua en función de los gradientes hidráulicos. También se puede diferenciar, entre las anteriores, una zona intermedia o de fluctuación de los niveles piezométricos (ZFP), también denominada zona epifreática, en la cual suelen formarse los ríos subterráneos de cierto desarrollo, como la Cueva del Toro (Alcudia de Veo) o la de Sant Josep (la Vall d’Uixó). En este esquema de zonificación hidrogeológica resulta relativamente fácil encajar todas y cada una de las cavidades conocidas y catalogadas en el ámbito del País Valenciano (v.g. Pla, 1953; Donat, 1966; Fernández et al., 1980 y 1982; Arenós, 2004, etc.). La mayoría de ellas (especialmente las simas) se localizan en la ZNS, mientras que sólo unas pocas son cavidades fluviales o sumergidas

Fotografías 1 y 2: Dos de los numerosos “pozos alimentadores” (feeders) de la Cova de l’Autopista.

que se sitúen dentro de la ZS o la ZFP. Pero, más allá de las formas y tipologías tradicionales y fáciles de explicar, han persistido en nuestro recuerdo y en nuestras notas casos “atípicos” que nos hacían pensar en condiciones hidrodinámicas especialmente forzadas o extraordinarias. Eran cavidades que “sorprendían” bien por sus curiosas morfologías de crecimiento o bien por su complejo desarrollo. ¿Quién no se ha preguntado por qué no se han descubierto más cuevas laberínticas como la Cova de l’Autopista (Real de Gandia; Valencia)?, ¿o por qué la Cueva del Perro (Cox; Alicante) tiene ese espectacular y extraño pozo que parece atravesar diferentes pisos de la cueva?, ¿o por qué la Cova de les Calaveres (Benidoleig; Alicante) tiene esas curiosas y extraordinarias cúpulas cenitales? En fin, son cuevas que no concuerdan bien con los esquemas del karst tradicional, pero que

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Fotografía 3 (izda.) Pared de tipo boxwork en la Cova de l’Autopista. La pared de dolomía se areniza y desprende, mientras que la calcita de las venas resiste y sobresale.

Fotografía 4 (dcha.) Pequeña galería cegada (dead ends) por las arenas dolomíticas de la Cova de l’Autopista.

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realmente no son tan extraños si tomamos como referentes otros ejemplos más remotos y exóticos. Es, pues, el momento de hablar de las cuevas hipogénicas, que suponen otra manera de entender la espeleogénesis. Es conocido que frente a los acuíferos kársticos libres (también llamados freáticos) también hay en la naturaleza los acuíferos kársticos confinados (también llamados cautivos), cuyo carácter kárstico queda puesto de manifiesto tanto por las columnas de los sondeos como por los parámetros hidráulicos medidos en ensayos de bombeo. Sin embargo, el espeleólogo generalmente pensaba que ni la espeleogénesis ni las posibles cuevas contenidas en ellos podrían resultar de su interés por no ser fácilmente accesibles. Craso error, si tenemos en cuenta que precisamente han sido acuíferos confinados los responsables de la formación de muchas de las mayores cavidades del mundo, en recorrido. Durante las últimas décadas del siglo XX, la mayoría de los espeleólogos españoles y europeos presenciábamos atónitos, como verdaderas excepciones y rarezas, las lejanas cuevas sulfúricas y termales formadas en el SW de USA (las de Carlsbad, Lechuguilla, Jewell cave, Wind cave y otras), las cuevas de origen hidrotermal formadas en el entorno de la capital de Hungría (como las del Castillo de Buda, Pál-Völgyi, Szemló-Hegy...) o los grandes sistemas en yesos de la región de Podolia, en Ucrania (Optimisticheskaja,

Ozernaja, Zolushka...). Sin embargo, la reciente difusión, en lo que llevamos de siglo XXI, de un nuevo enfoque general sobre el karst y las cuevas hipogénicas, especialmente vinculado a los acuíferos confinados, ha supuesto un punto de inflexión importante en las investigaciones espeleológicas. A mi entender, el trabajo conjunto de Klimchouck, Ford, Palmer y Dreybrodt (2000) y la difusión de numerosos trabajos a través de internet (particularmente a partir de www. speleogenesis.com) marcan el inicio de esta nueva etapa de investigaciones, pues se descubren y se reinterpretan como de origen hipogénico muchas cuevas que hasta entonces no estaba del todo claro que lo fueran. En todos los continentes se multiplican nuevos ejemplos de cuevas hipogénicas y de ello va quedando constancia en una creciente y abundante bibliografía. Otra publicación que también ha alcanzado gran difusión corresponde a las actas de la conferencia internacional de Chernivtsi (Ucrania) sobre Espeleogénesis hipogénica e Hidrogeología kárstica de acuíferos confinados (Klimchouk y Ford, 2009), si bien, la lista de referencias de renombre es ya muy amplia. Hasta aquí venimos diferenciado tácitamente dos tipos de cuevas (epigénicas e hipogénicas) y dos modalidades de karst (epigénico e hipogénico); y estos dos conceptos (epigénico versus hipogénico) los hemos relacionado y atribuido, respectivamente, a los acuíferos kársticos libres y a los confinados

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o cautivos. En mi opinión, ésta es la clave del asunto, a pesar de que en la bibliografía encontraremos opiniones de otro tipo, como las que consideran que lo hipogénico responde siempre a determinados procesos corrosivos endógenos (emanaciones de SH2 que evoluciona a sulfúrico, oxidación de sulfuros metálicos, que también generan ácido sulfúrico y CO2, ascenso de aguas termales, etc.) aunque el escenario de actuación sea un acuífero libre (Audra et alii, 2009; Palmer, 2011). Hace bastantes años que Eraso (1969) incidía en explicar con detalle la diversidad de mecanismos de corrosión que se pueden dar en el karst (en aquel momento considerando especialmente el karst epigénico que se desarrolla en rocas carbonatadas): corrosión clásica (por carbónico), corrosión por oxidación-reducción, corrosión por mezcla de aguas (Bögli), corrosión climática (cambios de estado aire-agua-hielo), oxidación de la pirita (y de otros sulfuros), sustitución (dolomitización...) y, además, diferentes procesos orgánicos (corrosión bioquímica) que se dan casi exclusivamente en el epikarst por efecto de la vegetación o de los suelos (ácidos húmicos, nítrico…), etc.

teorías (ver Jagnow et alii, 2000)- a partir de emanaciones de SH2 relacionadas con yacimientos petrolíferos; o los procesos de karstificación ligados a emanaciones volcánicas, flujos hidrotermales, etc. Sin embargo, a pesar de que estos mecanismos (especialmente el de la karstificación sulfúrica de origen profundo) han sido tradicionalmente vinculados a sistemas kársticos hipogénicos, entiendo e insisto en que la principal diferencia entre un karst hipogénico -o una cueva hipogénica- de otro que no lo sea no es solamente el mecanismo particular de la karstificación, sino, sobre todo, los controles físico-químicos y estructurales bajo los cuáles ésta se produce. Es decir, que la principal diferencia estaría en el carácter cinético de la karstificación epigénica (ligada a los flujos vadosos o freáticos de un acuífero libre) frente al balance de masas que se da en la karstificación hipogénica, debido al contacto reposado entre la roca (las paredes de los huecos) y el agua agresiva, en un medio extraordinariamente tranquilo y lento. Aquí, la karstificación se produce de forma extensiva y penetrante (incrementando notablemente la porosidad total y el

Fotografía 5 (izda.) Restos de un tabique de roca (partitions) debido al crecimiento “coalescente” de galerías. Fotografía 6 (dcha.) Outlets en la Cova de l’Autopista

A estos mecanismos de corrosión de carbonatos se podrían añadir otros como el de la karstificación por ácido sulfúrico, no ya el citado, que resulta de la oxidación de sulfuros, sino el generado –entre otras

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Fotografía 7 (izda.) Elongación vertical de un conducto de la Cova del Far, atribuida al efecto de la fluctuación piezométrica en la zona de “descompresión” del acuífero confinado.

Fotografía 8 (dcha.) Desarrollo de conductos inclinados en la Cova del Far. Foto: José Manuel Ros.

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coeficiente de almacenamiento del acuífero), si bien, ocasionalmente pueden llegar a ser notables los flujos corrosivos ascendentes (fluidos poco densos, ascenso de gas, flujos térmicos...) que son habituales bajo estas condiciones. El primer caso (karst epigénico = acuífero libre) corresponde a un sistema abierto, ya que intercambia energía y materia con el exterior (recarga hídrica, solutos, materia orgánica, carga terrígena, CO2...). En cambio, el karst hipogénico (= acuífero confinado) se comporta prácticamente como un sistema cerrado, que no interactúa con el exterior y consume sus propios recursos. Éste es el principal y determinante aspecto para concretar estos conceptos (epigénico versus hipogénico), y con esta concepción podemos también entender que nos hallamos ante un “nuevo” MODELO NATURAL en el que se da una CONVERGENCIA DE FORMAS características claramente diferentes de las observadas en los karsts hipogénicos; todo ello en el sentido que ha venido propugnando Eraso (1975-1976) y Eraso y Pulina (2011). Si tenemos en cuenta que, además de la

corrosión de los carbonatos, hay otros procesos de karstificación que actúan sobre otros tipos de rocas (disolución iónica responsable del karst salino y del karst en evaporitas, o la hidrólisis que actúa sobre los feldespatos, etc.), y que en estas rocas (al menos en yesos, notablemente), también se dan cavernas y morfologías hipogénicas cuando constituyen acuíferos confinados, se demuestra que la citada teoría de “los modelos naturales y la convergencia de formas” funciona, una vez más. Las formas características a las que me refiero son ampliamente conocidas (véase, por ejemplo, Klimchouk, 2007 y 2009) y entre ellas se comprueba que existe una clara semejanza dinámica a pesar de que las rocas en las que se dan sean distintas (calizas, dolomías, yesos...) y los agentes y procesos de karstificación también lo sean (disolución iónica, corrosión clásica, procesos hidrotermales, corrosión sulfúrica, etc.). Siguiendo los ejemplos de estas publicaciones, las formas características de las cuevas hipogénicas se pueden resumir grosso modo en puntos de alimentación (feeders), morfologías de huecos y galerías (a menudo formas de conductos coalescentes y restos de tabiques o partitions, etc.), marcas de pared (como las texturas de boxwork, y especialmente marcas de ascenso de flujos corrosivos: rising wall channels) y formas de bóveda o descargas ascendentes (outlets). De todas estas formas se muestran ejemplos

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en las fotografías 1 a 16, que se incluyen en este trabajo, todas ellas correspondientes a cavidades valencianas citadas en el texto.

Una primera aproximación al “modelo natural” de las cuevas hipogénicas De forma simple y eludiendo detalles, podemos decir que en un acuífero kárstico libre, el agua se desplaza a través de conductos que se originaron y agrandan a su paso; asimismo, por disolución, el agua en movimiento puede originar sobre las paredes, techo y suelo de estos conductos marcas y huellas de disolución (scallops, flutes, acanaladuras, entalladuras de corrosión...) y cuando coexisten depósitos de sedimentación terrígena puede formar otro tipo de estructuras de disolución (pendants, canales de bóveda...) e incluso, entrando los conductos en carga y quedando aire atrapado contra la bóveda, pueden dar lugar a cúpulas de disolución. En todo caso, el proceso de karstificación es un proceso cinético que viene determinado por el movimiento y circulación del agua en el acuífero, tanto en régimen vadoso como freático. Por el contrario, en los acuíferos confinados, la circulación del agua es extraordinariamente lenta, y hasta podríamos decir que casi inexistente, pues es sabido que la permanencia del agua en estos acuíferos (figura 1) puede llegar a ser de centenares e incluso miles de años (Custodio y Llamas, 1976; p. 1273). Por ello, los procesos físicoquímicos de la karstificación es evidente que ya no son de tipo cinético, sino que responden a balances de masas que se dan en un medio tranquilo y a lo largo y ancho del contacto entre los huecos de una roca soluble y un agua agresiva, capaz de karstificarla (por corrosión o por disolución). En consecuencia, en lugar de conductos de circulación, la espeleogénesis que se dará en estos acuíferos es más bien de cavidades reticulares y laberínticas (network mazes) de

desarrollo marcadamente bidimensional o tridimensional. La mayoría de estas redes tienen tendencia a crecer “hacia arriba” con una componente ascendente que resulta relativamente fácil de entender si tenemos en cuenta, por una parte, que nos hallamos en situaciones de sobrecarga hidráulica y elevada presión confinante (por lo tanto es el techo de la estructura el que soporta directamente esa presión o empuje “hacia arriba”), y por otra, que puede haber ascenso de gases o de flujos menos densos y originados a cierta profundidad, siendo éstos capaces de desplazarse siguiendo vías ascendentes existentes o de nueva formación.

Fig. 1 Esquema de un acuífero confinado con una estimación del tiempo de permanencia del agua (tomado de Custodio y Llamas, 1976).

En todo caso, no es habitual que encontremos estructuras de flujo (circulación) más allá de las que forman durante su ascenso los citados fluidos agresivos y burbujas (gases). Sus efectos son estructuras y morfologías “de flujo ascendente” que resultan netamente distintas a las que originaba la circulación hidrogeológica ligada a los gradientes hidráulico. A menudo, la morfología de estas redes de cavernas laberínticas se adapta a desarrollos planares (uno o varios planos superpuestos) y más o menos inclinados y paralelos a la geometría de los contactos hidrogeológicos y la estructura geológica del acuífero confinado que las contiene. Sin embargo, en los casos en que los ascensos de fluidos y gases agresivos son importantes, el desarrollo de la espeleogénesis puede tender a un modelo más arborescente e irregular

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ver publicado en breve. Otros modelos naturales de cuevas hipogénicas en acuíferos confinados Además del “modelo natural” que representan las redes cavernarias de desarrollo laberíntico (maze caves), más o menos reticuladas (network maze caves) o irregulares (spongework maze caves), hay cuevas hipogénicas que responden a otros patrones o modelos naturales claramente diferentes, a pesar de que en todos ellos suelen concurrir morfologías de detalle (de crecimiento ascendente) similares.

Fig. 2 Red laberíntica de la Cova de l’Autopista, desarrollada sobre un plano inclinado unos 20º al Norte.

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(tridimensional). Evidentemente, estos sistemas son prácticamente inaccesibles al espeleólogo –y al espeleonauta- cuando se están formando. Pero cuando el relieve evoluciona y los acuíferos cautivos dejan de serlo (al vaciarse y ocupar posiciones relativamente elevadas y vadosas, en ZNS), cualquier abertura casual se convierte en un punto de penetración (a veces diminuto) que permite al espeleólogo acceder a complejos y laberínticos sistemas, a menudo difíciles de topografiar pero generalmente muy “agradecidos” espeleométricamente hablando. Este es el caso de la conocida Cova de l’Autopista (GEM, SCAV y CUM, 1987), cuya múltiple boca de acceso se abrió casualmente durante la construcción de la autopista de peaje A-7 en el término municipal de Real de Gandia (figura 2). Y es el caso también de la menos conocida Cova del Far (en la Serra Gelada, en término municipal de Alfàs del Pi), accesible a través de una diminuta boca originada por el retroceso reciente (Holoceno) de la ladera donde se abre. Ambas cavidades han sido objeto de un reciente estudio, coordinado por Alberto Sendra, que esperamos poder

Así, son de destacar gigantescas salas, como las detectadas en el interior del macizo montañoso de Rhodope, cerca de Chepelare (Bulgaria). Sebev (1970) y Dublyansky (1974 y 2000) dieron a conocer la existencia, entre otras, de una gigantesca sala de unos 238 hm3 de volumen, de unos 800x620x479 metros, descubierta ya en 1959 y “explorada” mecánicamente en las campañas de sondeos de los años 1966 a 1969. Estas salas se encuentran completamente inundadas por aguas muy corrosivas, con una temperatura en torno a 90ºC y con una presión de hasta 170 atmósferas. La roca encajante corresponde principalmente a mármoles proterozoicos confinados por gneises que los cabalgan. Evidentemente no son cuevas accesibles al espeleólogo, pero nos indican y reproducen un nuevo modelo de cuevas hipogénicas: grandes volúmenes debidos a una karstificación intensa y concentrada, capaz de consumir un gran volumen continuo de roca a cierta profundidad y en un marco geotérmico muy evidente. Durante las XVII Jornadas de la SEDECK (celebradas en Karranza, octubre de 2006), Adolfo Eraso incidió en la importancia que a menudo tienen los mecanismos de corrosión por oxidación-reducción en el karst (Eraso 1969) y volvió a referir su ya conocida teoría (Eraso, 1996) sobre la intervención de aguas

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termales cargadas de Mg en el determinante proceso local de dolomitización de caliza Urgo-Aptiense que desencadenó la formación de la impresionante Sala Jon Arana (Torca del Carlista). Con este planteamiento y ante la proximidad de los manantiales termales del Molinar (Balneario Padres Palotinos), algunos de los asistentes a las jornadas comprendimos que nos hallábamos claramente ante una extraordinaria cueva hipogénica. Una reciente exploración a la Torca del Carlista (con el club Espeleotorre, de Torredembarra) nos ha permitido completar el esquema, al comprobar que los niveles dolomitizados están relativamente profundos y por debajo de niveles margosos y sabulosos (con un buzamiento medio de 43º al Sur) que habrían actuado como capa confinante (es la estructura de un acuífero confinado). Y referido al territorio valenciano, últimamente barajamos la hipótesis de si la gran sala de la Sima del Campillo (Tous) ¿no podría responder al hundimiento de una primera gran sala de origen hipogénico que se habría formado en un acuífero confinado, teniendo como techo las margas blanquecinas de la Formación Margas de Alarcón? En fin, por ahora esto no es más que una simple conjetura, pero lo traigo a colación para que el lector compruebe lo “contagioso” y, asimismo, arriesgado que puede llegar a ser una excesiva predisposición mental por lo hipogénico. En todo caso, es

un nuevo punto de vista que se puede tener en cuenta para futuros estudios, pues, en definitiva, nadie hasta ahora ha dado una explicación motivada sobre la formación de la mayor sala subterránea natural del ámbito valenciano. Por otra parte, siguiendo los pasos de la “escuela húngara”, entre las teorías y modelos de cuevas hidrotermales que durante décadas han sido desarrolladas y propuestas, llama la atención una dualidad de modelos (véase Muller y Sarvary, 1977): • Cuevas del tipo Satorkopuszta: una sala basal (límite de exploración) que puede ser asimilada a una cámara magmática, a partir de la cual se desarrolla una red ascendente y arborescente de cúpulas. • Cuevas laberínticas: formadas por agua ascendente a través de una formación caliza confinada (acuífero confinado). Ejemplo: Cserszegtomajikut. Collignon (1983) describe grutas termales del norte de África (macizo des Bibans, Argelia) que forman redes de cúpulas coalescentes y yuxtapuestas. Quizá con este modelo coincida la parte ascendente (redes de cúpulas ascendentes) del “modelo

Fotografía 9 (izda.) Outlets en la Cova del Far.

Fotografía 10 (dcha.) Bóvedas corrosivas de la Cova de les Calaveres.

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http://espeleologiabibliografia.blogspot.com.es/2009/10/las-calaveras-o-la-cueva-de-benidoleig.html

Fig. 3 (izda.) Topografía de la Cova Tubulada (publicada en Fernández et al., 1980)

Fig. 4 (dcha.) Arriba topografía de la Cova de les Calaveres (del Grupo Spéos, de Alcoi) donde se aprecia el carácter ascendente de la surgencia (drenada artificialmente por un túnel artrificial) y la abundancia de grandes outlets a lo largo de la cueva. Abajo detalle de la zona sumergida de Virgata i Sergi, 2008)

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Satorkopuszta”. Sin embargo, mientras no se demuestre la existencia de la gran cámara inferior, podemos considerar también que se trata de un modelo en sí mismo, separado y diferente al de las grandes salas. En todo caso, identifico con este modelo una serie de pequeñas cavidades existentes en calizas del Mioceno próximas al paraje del Tos Pelat (Moncada; Valencia), posiblemente una antigua zona de descarga ascendente del acuífero calizo y parcialmente confinado que se extiende hasta las proximidades de Llíria, unos 20 km al Noroeste de este sector. Se trata de un acuífero interesante pero prácticamente olvidado en los estudios hidrogeológicos regionales. En este sector, la Cova Tubulada (Moncada; Valencia) es, a pesar de sus modestas dimensiones (unos 15 m de recorrido), una expresiva muestra de cavidad formada por un conjunto arracimado de cúpulas coalescentes y yuxtapuestas, que forman una “falsa galería” (figura 3). En los techos de otras cuevas y abrigos cercanos siguen proliferando formas similares: conductos ascendentes y redondeados que perforan la roca (outlets). También presenta numerosas cúpulas ascendentes y estructuras esponjosas (spongework) casi todo el techo de la Cova de les Calaveres (Benidoleig; Alicante).

Pero en este caso no observamos una red coalescente ni arborescente de cúpulas, tal como la hemos entendido y visto en ejemplos anteriores, sino que se trata de un verdadero conducto principal más o menos rectilíneo y amplio (figura 4). Presenta un desarrollo ascendente y de carácter surgente (en gran parte inundado) por ser un punto de descarga lateral del Subsistema Castell de la Solana (Pulido, 1979), parcialmente confinado, sobre todo en el sector donde se produce esta descarga. Tanto por el carácter ascendente de este dren (asciende desde el acuífero confinado) como por la espectacular morfología corrosiva de su bóveda, no hay duda de que nos hallamos ante una espeleogénesis de tipo hipogénico. Hasta aquí hemos destacado varias modalidades de cavidades hipogénicas con los que hemos podido identificar o asimilar diversas cavidades valencianas (o españolas, en el caso de la Torca del Carlista). Concretamente hemos referido y diferenciado las siguientes clases: 1. Redes laberínticas (aunque hay muy diversas): COVA DE L’AUTOPISTA 2. Salas gigantes (Torca del Carlista): ¿SIMA DEL CAMPILLO? 3. Salas con ramificaciones ascendentes (tipo Satorkopuszta)

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3.b. Redes de cúpulas (coalescentes y ramificadas): COVA TUBULADA 4. Drenes ascendentes y amplios: COVA DE LES CALAVERES En todos estos casos considero que siempre hay una estructura de acuífero confinado dentro de la cual se ubica o se desarrolla la espeleogénesis hipogénica. La primera de estas modalidades o clases (REDES LABERÍNTICAS) engloba, a su vez, diferentes tipos de sistemas laberínticos. En principio resulta posible distinguir algunos sistemas de carácter más ramificado y tridimensionales (al parecer responden más al predominio de flujos muy corrosivos y ascendentes) de otros más reticulados y de predominio bidimensional (planar o multiplanar) que se desarrollan en la proximidad o en contacto de capas confinantes más o menos inclinadas. Este segundo caso lo identificamos con las redes yesíferas de Ucrania, pero también el de la Cova de l’Autopista, que se desarrolla en un acuífero dolomítico Cenomaniense (Formación Dolomías de Alatoz) teniendo como capa confinante a la Formación Dolomías y margas dolomíticas de Villa de Ves, que buzan unos 20º al Norte (figura 5). Las citadas redes laberínticas se habrían desarrollado en el seno de un acuífero confinado, donde la inclinación dominante de la red cavernaria (tanto si el desarrollo es bidimensional como tridimensional) viene a coincidir con la estructura principal y/o el buzamiento de los contactos litoestratigráficos.

En el caso de la Cova del Far (Alfàs del Pi; Alicante), aunque la estructura geológica es inclinada (Yébenes, 1996): un acuífero calizo (calcarenitas), confinado por margas del Albiense superior que buzan unos 30º al NW, la parte explorada de la cueva no se desarrolla en el contacto con la capa confinante, ni tiene la inclinación de la estructura, sino que presenta un carácter casi horizontal (figura 6). Al parecer, la corrosión habría actuado sobre todo en la parte superior del acuífero confinado, donde la presión disminuye (la desgasificación del CO2 se completa o se agudiza) y éste pasa a adquirir finalmente un carácter freático. Es decir, la karstificación es intensa (por la llegada de los flujos hipogénicos ascendentes) pero se desarrolla sobre todo acoplándose a las condiciones freáticas que se dan en el límite y parte superior del acuífero, que deja de ser confinado para convertirse gradualmente en libre. La oscilación piezométrica se nota más y ello redunda en un relativo recrecimiento o elongación vertical de los conductos que forman la red, manteniendo en todo caso su morfología hipogénica: un laberinto reticular (network maze) con sus canales verticales de alimentación (feeders) y sus estructuras de fuga ascendente (outlets), todo ello formando una yuxtaposición –más que superposición- de conductos. Entiendo que la Cova del Far forma parte de una red hipogénica, desde el punto de vista de la espeleogénesis, y aunque distal o relativamente elevada, todavía ubicada dentro del límite y estructura geológica del propio acuífero confinado.

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Fig. 5 (izda.) Esquema que muestra el desarrollo y morfología general de la Cova de l’Autopista, excavada en el contacto entre dos formaciones litoestratigráficas.

Fig. 6 (dcha.) Corte geológico de la Serra Gelada (tomado de Yébenes, 1996), con la posición que ocupa la Cova del Far, desarrollada en la parte alta (calcarenitas) de la unidad C2, teniendo como capa confinante las margas de la unidad C3.

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Fotografía 11 (izda.) Grandes outlets en el vestíbulo de la Cova de les Calaveres. Uno de ellos (izquierda) alcanza el exterior (un espeleólogo da la referencia de escala), formando un pozo de unos 25 metros.

Fotografía 12 (dcha.) Cúpulas (outlets coalescentes) en el interior de la Cova Tubulada.

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En la gran sala de la Torca del Carlista (y opcionalmente en la del Campillo, si fuera el caso) es evidente que lo que vemos hoy es una traslación hacia arriba del hueco hipogénico original (formado dentro de un acuífero confinado), como consecuencia de colapsos y de un proceso clástico remontante. Es decir, realmente presenciamos la evolución geomorfológica de lo que en origen pudo ser una SALA GIGANTE en sentido hipogénico Las cavidades ascendentes y ramificadas de la tercera modalidad (CÚPULAS RAMIFICADAS) se caracterizan por sus formas redondeadas a modo de cúpulas coalescentes, formando “pseudogalerías/ pseudopozos” cuyos desarrollos e inclinación pueden variar considerablemente de unos casos a otros. Sus irregulares desarrollos tienden a ser ramificados o incluso arracimados. Este modelo parece ser el caso más claramente vinculado al ascenso de gases o flujos corrosivos en el seno del acuífero confinado, quizá ya cerca de su límite y en transición hacia condiciones freáticas normales (ZS). La principal diferencia entre la modalidad anterior y la de la clase 4 (DRENES ASCENDENTES) es que ésta responde a una descarga hídrica bien definida y localizada, procedente de una unidad hidrogeológica que, antes de surgir al exterior, recorre un trayecto confinado, de manera que

hay un gran conducto ascendente (desde un acuífero confinado y con aguas muy agresivas) amplio y bien definido: en cierto modo un manantial vauclusiano pero con la salvedad de que procede de un medio hipogénico (acuífero confinado) aunque forme parte de un contexto regional más o menos freático. Nuestro ejemplo más claro es la Cova de les Calaveres, pero quizá la situación no diste demasiado del caso de la Cova del Moraig (Benitatxell; Alicante) que constituye un interesante conducto de descarga submarina del Subsistema de la Depresión de Benissa después de haber circulado el agua a cierta profundidad y supuestamente bajo condiciones de confinamiento, bajo las margas de “facies tap”, del Mioceno marino de la región. Para más detalles y discusión sobre este ejemplo me remito a las intervenciones de José Mª Cortés y de Juan José Rodes, previstas en estas XXIV Jornadas de la SEDECK donde presentamos también este trabajo. Cuevas o redes freáticas con influencia hipogénica En sus clasificaciones morfogenéticas de cavidades kársticas de Mallorca y de las Islas Baleares, Joaquín y Ángel Ginés (2009 y 2011) diferencian, por una parte las “cuevas hipogénicas”, refiriendo ejemplos de pequeñas cavidades formadas por

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cúpulas coalescentes, y por otra una nueva clase a la que denominan redes freáticas con influencias hipogénicas. El prototipo de esta modalidad es la ya famosa Cova des Pas de la Vallgornera, una red laberíntica de 67 km de recorrido, en parte aéreo y en parte sumergido, ubicada en el acuífero libre costero de la plataforma neógena del sur de la isla de Mallorca, y desarrollada en calizas recifales muy porosas. Resulta muy llamativo que una buena parte del sistema (su sector Oeste) presente evidencias geomorfológicas de una intensa actividad hipogénica (Merino y Fornós, 2010). La explicación de estas formas ha sido entendida por la incorporación al acuífero freático de aguas hipogénicas profundas, ligadas a una anomalía geotérmica descrita en este sector de la isla (ops. cit.). A diferencia de la Cova del Far (ligada a la estructura de un acuífero cautivo), la mallorquina es una red freática ubicada en un acuífero libre, a pesar de las claras influencias hipogénicas que manifiesta una parte notable de la cavidad. No conocemos en el territorio valenciano ningún caso similar, pero la existencia de esta modalidad, nos ayuda a entender mejor un par de aspectos que habían llamado nuestra atención en la Cova de Sant Josep (la Vall d’Uixó; Castellón). Esta cueva es el dren principal de un acuífero libre que se desarrolla

en dolomías triásicas (Muschelkalk), pero la temperatura de 19ºC de sus aguas (casi 3ºC por encima de lo esperable) es indicativa de una anomalía geotérmica, cuyo origen está en un aporte puntual de aguas termales procedentes de un acuífero confinado (areniscas y argilitas del Triásico inferior) en el entorno de Alfondeguilla (Garay, 2001). A lo largo de la cavidad se observan algunas cúpulas ascendentes (outlets) que distaban bastante de ser simples cúpulas de corrosión de bóveda como las observadas en otras cavidades freáticas. Entendemos ahora, que en cierto modo hay una clara relación causaefecto entre los dos hechos expuestos. Además de estos ejemplos, referidos a redes freáticas que han recibido aportes hipogénicos, se puede también citar un caso singular, por tratarse de una cavidad propia de la ZNS, realmente una fractura o “diaclasa” (según el argot espeleológico), que en uno de sus extremos y en sus cotas más profundas (-60 m desde la boca), alcanza un sector donde predominan las formas hipogénicas con un carácter muy restringido y local. Se trata del Avenc de la Clapissa (Serra; Valencia), una fractura de marcada dirección N-S y unos 150 m de longitud, que en profundidad y en uno de sus extremos alcanza una zona donde el acuífero llegó a estar confinado, y en ella se pasa hoy bruscamente de una

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Fotografía 13 (izda.) Outlets en la boca de la Cova Tubulada.

Fotografía 14 (dcha.) Cuencos de disolución ascendente (solution pockets) e incipiente boxwork en el Avenc de la Clapissa.

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Fotografía 15 (izda.) Disolución hipogénica de tipo boxwork en el Avenc de la Clapissa.

Fotografía 16 (dcha.) Surcos ascendentes (rising wall channels) y micropits en el Avenc de la Clapissa.

morfología gravitacional y vadosa a una morfología donde predominan estructuras y formas típicas del karst hipogénico. Lamentablemente no se alcanza ningún desarrollo espeleométrico especial, pero resulta interesante e ilustrativo como referencia de una cavidad mixta (epigénica con influencias hipogénicas): una sima que llegó a alcanzar no ya la zona saturada de un acuífero libre, sino la zona de desgasificación (flujos corrosivos ascendentes) de un acuífero confinado aledaño. Antes de finalizar estas notas debo insistir en que la clasificación que exponemos está basada en una serie de casos y experiencias concretas y, aunque conocemos otras clasificaciones de cuevas hipogénicas, como la de Audra et al. (2009), no se ajustan estrictamente a nuestro concreto planteamiento y marco regional, por lo cual, y teniendo en cuenta nuestras limitaciones de espacio y de objetivos, hemos eludido entrar en más consideraciones al respecto.

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Conclusión A través de un repaso a los catálogos espeleológicos de la Comunidad Valenciana, y habiendo realizado antes un recorrido sobre bibliografía y ejemplos referidos a la espeleogénesis hipogénica, se aportan y comentan diferentes ejemplos de cuevas hipogénicas en el ámbito territorial valenciano. Se pone de manifiesto la vinculación directa que existe entre la espeleogénesis hipogénica y los acuíferos confinados, defendiendo que, más que los diferentes procesos de karstificación, es la estructura hidrogeológica (de acuífero confinado) y la dinámica del proceso (más ligado al balance de masas que a la cinética) lo que determina el MODELO NATURAL de las cuevas hipogénicas. Se sugiere y propone diferenciar hasta cuatro clases o modalidades de cuevas hipogénicas (redes laberínticas, salas gigantes, cúpulas coalescentes y drenes ascendentes) dentro de este modelo natural que queda definido por una clara CONVERGENCIA DE FORMAS: los diferentes tipos de morfologías características de la espeleología hipogénica.

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Extensión y límites del ecosistema subterráneo. Extension and limits of the Subterranean Ecosystem. Alberto Sendra1 & Ana Sofia P.S. Reboleira2 1 Departamento de Ciencias de la Vida, Universidad de Alcalá, Alcalá de Henares, Spain. Asociación para el Estudio del Patrimonio Subterráneo, Valencia, Spain. Email: alberto.sendra@uv.es 2 Departamento de Ambiente e Ordenamento, Universidade de Aveiro, 3810-193 Aveiro, Portugal. Email: sreboleira@ua.pt

Resumen A lo largo del artículo, los autores intentan que el lector, con unos mínimos conocimientos previos de biología, pueda conocer la dimensión del ecosistema subterráneo. El texto comienza por definir el conjunto diverso de hábitats bajo la superficie denominado dominio subterráneo, donde sus habitantes no reciben luz alguna. Un mundo de perpetua oscuridad, donde la vida se abre camino en su interior. Hormigas, termitas, la fauna que habita el suelo, los organismos de las aguas intersticiales que deambulan por los estrechos espacios entre las gravas, son algunos de los habitantes subterráneos. Y por debajo de ellos, los cavernícolas se abren paso entre la red de grietas impracticables o las enormes galerías y salas de centenares de kilómetros visitables, formando el ecosistema subterráneo. En éste, sus moradores encuentran una vida de estabilidad pero con escasos recursos, donde los productores primarios que necesitan la energía solar no existen. Un elenco de invertebrados consumidores secundarios que permite la existencia de predadores, tanto invertebrados como algunos vertebrados, se alimenta sobretodo de la materia orgánica que se filtra con el agua desde el exterior.Toda esta fauna, denominada cavernícola, llega a extenderse desde las cavidades marinas hasta los acuíferos kársticos más profundos. La Sima Krubera-Voronya, la cavidad más profunda del mundo con sus más de dos mil metros desde la superficie, nos da una buena muestra de hasta donde son capaces de llegar los cavernícolas. Aunque esta extensión también tiene sus límites ya que la falta de entrada de energía del exterior en climas extremos (desiertos o tierras de suelos helados) limita o impide la existencia de vida en el ecosistema subterráneo. Por otra parte, como mostramos en la Cueva de la Autopista, las cavidades hipogénicas no poseen fauna cavernícola característica en su interior. En su formación no hubo contacto con la superficie del terreno y los conductos subterráneos permanecen aislados por una capa de litología adversa (impermeable) que impide la entrada de agua de filtración con nutrientes o simplemente la colonización de la fauna del dominio subterráneo.

Abstract

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Throughout this article, the authors pretend to explain to readers with basic prior knowledge of biology, the dimension of the subterranean ecosystem. We begin with the definition of the diversity of habitats under the surface. The so-called subterranean domain is a world of perpetual darkness, where life finds its way. Ants, termites, soil and interstitial water inhabiting fauna, are some of the subterranean dwellers. Below the surface, the organisms make their way through the network of small cracks or through huge galleries and chambers with hundreds of miles, composing the subterranean ecosystem. Its inhabitants found stable conditions but limited food resources, since primary sun dependent producers can not develop. A cast of invertebrate secondary consumers allows the existence of predators, both invertebrates and even vertebrates, feed mainly of organic matter filtered with water from the surface. All this fauna called cave-dwellers, reach caves extended from sea to deeper karstic aquifers. Krubera-Voronja, the world’s deepest cave with more than two thousand meters deep from the surface, is a good example of how deep cave animals can be distributed. The extension of the subterranean ecosystem also has its limits and the lack of external energy input in extreme climates (deserts or frozen lands) prevents the existence of life. Moreover, as we show in the Autopista Cave, hypogenic caves in development do not posses charateristic cave-dwellers. These genetic processes that lead to the formation of those caves include the lack of contact with the surface, so their subterranean conduits remain isolated by a layer of different lithology (waterproof) that prevents water nutrient input and the fauna colonization of the subterranean domain. Palabras clave: Dominio subterráneo, Ecosistema subterráneo, fauna cavernícola, Sima Krubera-Voronya, Cueva de la Autopista, colonización fauna subterránea. Keys words: Subterranean domain, Subterranean Ecosystem, dwellers fauna, Krubera-Voronya cave, Autopista cave, subterranean fauna colonization. BOLETÍN Nº 9 SEDECK / AÑO 2013 / SOCIEDAD ESPAÑOLA DE ESPELEOLOGÍA Y CIENCIAS DEL KARST


La vida se abre camino, y si no que se lo digan a los actores de las películas de Jurassic Park descuartizados por dinosaurios que no deberían haber podido reproducirse porque los clonaron sólo como hembras. Y la vida se abre camino incluso en la perpetua oscuridad de las cuevas, donde los animales que allí habitan adaptan su morfología, metabolismo y comportamiento a vivir en ausencia de la luz solar. Este mundo bajo nuestros pies, conocido como dominio subterráneo o hipogeo, es complementario, a la vez que opuesto, al denominado dominio epigeo que abarca los ecosistemas sobre la superficie terrestre. Las primeras definiciones del dominio subterráneo, propuestas por autores como Emil G. Racovitza (1907), René Jeannel (1943), Albert Vandel (1964), René Ginet & Vasile Decou (1977) o Thomas C. Barr (1968), incluyeron un conjunto heterogéneo de hábitats, con características ambientales bien distintas. No obstante, cuando la literatura científica trata el dominio subterráneo, casi siempre se centra en el hábitat más conocido: las cuevas y simas, dejando en muchas ocasiones al margen hábitats tan singulares como las microcavernas: madrigueras de mamíferos u otros vertebrados, hormigueros y termiteros. Estos hábitats cuentan, además de con sus moradores, con una fauna muy específica de insectos oscurícolas e higrófilos (amantes de la oscuridad y la humedad). El dominio subterráneo, en ambientes terrestres, también abarca hábitats de gran biodiversidad como lo son los diferentes horizontes o capas del suelo llamados hábitats edáficos (relativo al suelo). De ellos destaca la capa superior, compuesta por la hojarasca y materia orgánica en descomposición, donde viven los humícolas (amantes de la tierra vegetal o humus); y la capa inferior de suelo compacto donde predomina el componente mineral, poblada por animales endógeos (habitantes del interior del suelo) con formas adaptadas a excavar o desplazarse entre diminutos huecos gracias a su pequeño tamaño. Son precisamente estos animales

humícolas y endógeos, los que muestran mejores preadaptaciones o exaptaciones para convertirse en potenciales candidatos a invadir las cavidades y espacios subterráneos profundos, de los que vamos a ocuparnos en este artículo. En los ambientes acuáticos del dominio subterráneo, los límites entre distintos hábitats se muestran más imprecisos. Desde las aguas superficiales que se adentran hacia el interior de la tierra, formando ríos subterráneos, hasta que alcanzan los acuíferos más profundos, existen diversos grupos de organismos acuáticos que pueden llegar a adaptarse a la vida en la oscuridad, como son los anélidos, moluscos, crustáceos y más raramente insectos. Veamos algunos de estos hábitats subterráneos acuáticos. Entre los más superficiales y de mayor biodiversidad tenemos los llamados intersticiales. Son hábitats, que aparecen generalmente bajo las aguas superficiales de circulación libre, formados por partículas sólidas no consolidadas de arenas o gravas. Entre sus huecos o intersticios habita una fauna particularmente rica de organismos acuáticos que se extiende por los fondos de los litorales marinos o a lo largo de los cursos fluviales. Muchos de estos habitantes poseen cuerpos estilizados, capaces de desplazarse entre el laberinto de diminutos huecos: nemátodos, varios grupos de crustáceos, ácaros e incluso larvas de insectos se adaptan a estos hábitats instersticiales. Estos son hábitats muy vulnerables al impacto de la actividad humana, dada su proximidad con la superficie. Esta visión de conjunto del dominio subterráneo, compuesto por una heterogeneidad de hábitats, es sin duda muy completa y permite abordar las interconexiones y migración de sus distintas faunas. Sin embargo, ha sido escasamente utilizada, en particular en trabajos llevados a cabo en ambientes terrestres. Pese a ello, existen excelentes estudios como los de Gers

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(1992, 1998) que nos muestran la capacidad de la fauna terrestre del dominio subterráneo para desplazarse entre distintos hábitats, desde los hábitats edáficos hasta los más profundos de las cavidades subterráneas. En los ambientes acuáticos, con límites más difusos, este planteamiento de estudios de conjunto ha sido más frecuente, como nos muestran por ejemplo los trabajos de Gibert et al. (1990) y Ward et al. (2000) donde se estudian las interrelaciones de las aguas superficiales, los hábitats intersticiales y las aguas subterráneas (también conocidas como freáticas). Una perspectiva más reduccionista, pero con gran atractivo por la relevancia científica de su fauna, ha conducido a muchos investigadores, tanto los clásicos ya mencionados, como los modernos: Horst Wilkens, David Culver & William Humphreys (2000) o Christian Juberthie & Vasile Decu (1994, 1998, 2001), entre otros, a centrar sus estudios en el mundo de las cavernas, entendiendo el conjunto de cavidades y conductos excavados bajo las capas del suelo. Este hábitat esbozado, tanto en su ambiente terrestre como acuático, posee una singular extensión e interés biológico que le ha permitido sea considerado como un ecosistema propio: el ecosistema subterráneo.

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No obstante, no sólo el interés científico hace que el estudio del ecosistema subterráneo levante pasiones. Sin duda, la atracción del ser humano por este mundo de las cavernas, donde existe una parte importante de aventura, es otra razón de peso para la popularidad de su estudio. Para acceder a las cuevas y simas, se hace uso de aparatos para iluminación autónoma y se emplean equipos de descenso para la exploración, además de métodos específicos de muestreo. Todo ello hace del estudio del ecosistema subterráneo, algo más que una simple disciplina científica: una ciencia acuñada por Armand Viré (1904) con el nombre de bioespelología, y definida pocos años más tarde por Emil Racovitza

(1907) como subterráneo.

el

estudio

del

dominio

A partir de ahora, nos centraremos en el ecosistema subterráneo, sin olvidar que es el conjunto de hábitats del dominio subterráneo el objeto de estudio de los bioespeleólogos. En el ecosistema subterráneo, la ausencia de luz solar no permite la existencia de la base principal de nuestra cadena alimenticia: organismos fotosintéticos como plantas y algas. Esta ausencia, favorece en ocasiones la multiplicación de microorganismos quimioautótrofos (convierten materia inorgánica en orgánica) que puedan llegar a constituir la base de una rica pirámide de consumidores y depredadores. Pero estas ocasiones son extremadamente escasas. En su lugar encontramos una cohorte de invertebrados que ocupan el papel de consumidores secundarios, principalmente detritívoros y/o fungívoros, y un nutrido número de depredadores, tanto invertebrados como, en menor número, vertebrados. Entre los primeros tenemos los moluscos gasterópodos, crustáceos isópodos, diplópodos, dipluros, colémbolos, zigentomas o coleópteros leiódidos, entre otros. Todos ellos aprovechan los restos de materia orgánica procedente del exterior, las deyecciones de algunas especies visitantes, o los cadáveres de atrevidos invasores poco afortunados. De forma excepcional, algunas cavidades, poco profundas, albergan consumidores primarios, como es el caso de los insectos homópteros que se alimentan perforando y succionando las raíces de plantas del exterior. En definitiva, todos estos consumidores son pasto de una nutrida representación de invertebrados depredadores, como los arácnidos, quilópodos, crustáceos decápodos y anfípodos o coleópteros carábidos o estafilínidos, entre otros, y en determinadas regiones algunas especies de vertebrados como los anfibios, e incluso peces cavernícolas. La vida de estos organismos del ecosistema

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subterráneo transcurre con una lentitud especial. Los ritmos diarios y estacionales dejan paso a ambientes muy estables, de temperaturas casi constantes. La atmósfera se halla saturada de agua en forma de vapor o en los límites de la condensación. Un agua portadora de los escasos recursos tróficos con los que cuentan los organismos subterráneos, que bien podríamos denominar, como nos sugiere Vandel (1964) de cavernícolas. Un término que quizá no sea el más apropiado, ya que con el mismo sólo se hace referencia a las cavidades accesibles para el ser humano, sin considerar la real extensión del ecosistema subterráneo a lo largo de la red de grietas y fisuras, las cavidades artificiales o los hábitats subterráneos superficiales que abordaremos a continuación. El término cavernícola podría ser una solución de compromiso, la menos mala, para todo ser vivo que se aloja en el hábitat subterráneo formando parte de su ecosistema. Es un término que no detalla el grado de adaptación al ecosistema subterráneo, tema que no abordaremos en nuestro artículo; pero de lo que si hablaremos es de la vasta extensión del ecosistema subterráneo y los límites a la colonización de la fauna cavernícola.

Una vasta extensión El ecosistema subterráneo se halla extendido ampliamente, tanto en las tierras emergidas, como a lo largo de los más profundos acuíferos, adentrándose hacia el mar a través de las cuevas marinas. Entre estas cuevas marinas, revisten especial relevancia biológica las denominadas anquihalinas (Iliffe, 2000) por hallarse en mayor o menor grado invadidas tanto por agua dulce como salina que, al encontrarse dan lugar a una sutil frontera donde ambas coexisten, la haloclina. Esta peculiaridad permite albergar una diversidad interesante de fauna, con grupos arcaicos como los crustáceos de la clase Remipedia, sólo conocidos de estas cavidades. Muchas

de estas cuevas anquihalinas son tan emblemáticas desde el punto de vista biológico que hasta sus animales son símbolos para el turismo, como por ejemplo el “Jameíto” de los Jameos del Agua en Lanzarote (Figura 1); o atraen por su belleza como los cenotes y los agujeros azules (blue holes) de América Central.

Figura 1. Escultura dedicada al Jameito o cangrejito ciego de los Jameos del Agua (Munidopsis polymorpha) una especie endémica de esta cavidad volcánica de Lanzarote (Islas Canarias, España). Foto: S. Reboleira.

Mucho más desconocidos son los llamados hábitats marinos creviculares, que forman parte de los fondos marinos, o los laberínticos conductos que recorren el interior de los atolones de las islas oceánicas y los volcanes sumergidos. En ambientes continentales, el ecosistema subterráneo se adentra tímidamente en los terrenos no karstificables (Juberthie, 2000). Granito, gneis u otras rocas cristalinas sólo excepcionalmente contienen conductos subterráneos capaces de albergar fauna cavernícola. Mención aparte merecen las cavidades desarrolladas en suelos lateríticos de regiones tropicales, donde pese a su biodiversidad, son escasos los estudios que han sido emprendidos de forma sistemática en esta tipología de cavidades. Si queremos pistas de por dónde puede extenderse el ecosistema subterráneo, hemos de recurrir a la litología, la composición geológica de las rocas. Una parte importante de las tierras emergidas se halla cubierta de rocas solubles, de carácter sedimentario.

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Calizas, dolomías y yesos son susceptibles de ser disueltos por el agua conteniendo ácidos como el carbónico, resultante de la reacción del CO2 atmosférico con el agua. En estos terrenos llamados karstificables, se encuentra la mayor parte de las cavidades conocidas. Y, si bien éstas existen en todos los continentes a excepción de la Antártida, son América del Norte y Eurasia los que cuentan con mayor número de cuevas conocidas. Redes de galerías entrecruzadas de centenares de kilómetros de longitud, recorren muchas de las regiones kársticas. Más de sesenta cavidades en el mundo superan los 50 kilómetros de recorrido, siendo la más larga Mammoth cave en Kentucky, USA, con 643 Km de galerías interconectadas. Esta es también una de las cavidades mejor estudiadas de América del Norte, y lo es desde principios del pasado siglo, una cueva que cuenta con más de una cuarentena de especies cavernícolas descritas (Culver & Sket, 2000). Pero la extensión del ecosistema subterráneo también tiene lugar hacia el interior de la Tierra, como lo demuestra el reciente hallazgo de una comunidad de fauna cavernícola en la cueva más profundad del mundo, la Sima de Krubera-Voronya en el Cáucaso occidental. Y aunque la vida, en este mundo de las profundidades, no alcanza la imaginación del relato de Julio Verne (Viaje al centro de la Tierra), sí lo hace hasta alcanzar los más de dos mil metros, donde llega la más profunda de las cavidades. CASO ESTUDIADO: SIMA KRUBERAVORONYA (Sendra & Reboleira, 2012)

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La sima Krubera-Voronya, se estableció como récord mundial de profundidad desde los albores del nuevo siglo, y hoy día continúa siéndolo con sus -2.197 metros: una nueva inmersión, en 2012, aumentó en 6 m la cifra de -2.191 m reportada por Klimchouk et al. (2009). Sus profundas galerías, que descienden casi verticalmente, sin apenas desviarse unos pocos centenares de metros

de la sima de entrada, albergan una comunidad de cavernícolas, recientemente descubierta en la expedición Ibero-Rusa en el verano de 2010. Hasta entonces, tan solo unos pocos invertebrados se conocían a gran profundidad. Es el caso del escorpión y pececillo de plata a -750 metros y -920 metros en Huautla Plateau, en Oaxaca, México (Espinasa & Voung, 2008; Prendinia et al., 2010). Un eficaz muestreo a lo largo de la red principal de Krubera-Voronya, así como la observación directa a lo largo de varias incursiones, reveló una fauna de elementos cavernícolas con diverso grado de adaptación al ecosistema subterráneo. Entre la fauna terrestre más profunda por debajo de los -1400 se halló una especie de pseudoescorpión (Neobisium birsteini), dos colémbolos (Schaefferia profundissima y Plotomurus ortobalaganensis) y un coleóptero (Catops cavicis), así como dípteros, diplópodos chordeumatida y ácaros (Figura 2). En la superficie de las aguas del sifón terminal donde, por el momento, ha culminado la exploración de la cavidad, hacia los -2.140 metros, se recogieron dos crustáceos cavernícolas acuáticos, un decápodo del género Troglocaris y un anfípodo (o pulga del mar) del género Zenkevitchia (Figura 2). Pero existe otro tipo de cavidades, éstas aparecen en rocas volcánicas, cuyo origen nada tiene que ver con las formadas en rocas solubles. Los tubos volcánicos son de la misma edad que la formación de la roca, es decir de la erupción volcánica. Surgen al enfriarse la capa superior de una colada de lava incandescente y al vaciarse su interior, algo que sucede con cierta frecuencia en las lavas basálticas fluidas tipo pahoehoe (Becerra et al., 1997). Se hallan cavidades volcánicas en diversas regiones continentales como California, Oregón o Washington (USA), y, en especial en islas o archipiélagos de origen volcánico como Canarias, Islandia, Azores, Madeira o las Islas Hawai, donde

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Figura 2. Fauna cavernícola registrada a distintas profundidades en la Sima KruberaVoronya. A. Pseudoescorpion Neobisium birsteini; B. Opilión, Nemaspela sp.; C. Coleóptero leiódido, Catops cavicis; D. Milpies chordeumátido; E. Colémbolo Plutomorus ortobalaganensis; F. Anfípodo Zenkevitchia. (figura principal tomada de Sendra & Reboleira, 2012). Fotos: S. Reboleira y S. García-Dils.

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aparece la cavidad volcánica de mayor desarrollo, Kazamura cave, con sus 65 km de desarrollo horizontal. La formación de una cavidad volcánica es muy rápida cuando se compara con las cavidades kársticas, pero su erosión también lo es. Muchas cuevas volcánicas no superan unos pocos centenares o miles de años, son poco profundas y, en ocasiones, se hallan invadidas por penachos de raíces de la vegetación arbustiva del exterior. La presencia de estas raíces permite la aparición de una rica comunidad, que incluye consumidores primarios, como lepidópteros y homópteros que se alimentan de raíces (Stone et al., 2005). El estudio de la fauna cavernícola de cuevas volcánicas reveló secretos más interesantes que hicieron tambalear, hace unas décadas (Howarth 1972, 1973), algunos paradigmas de la bioespeleología como la creencia en la lenta adaptación al ecosistema subterráneo o la ausencia de fauna cavernícola en regiones tropicales. Las cuevas volcánicas de las regiones tropicales revelaron una exuberante biodiversidad de formas cavernícolas cuya edad no puede superar la edad de aparición de las islas volcánicas, donde se formaron cavidades. Edad que, en algunos casos, no supera unas pocas décadas de miles de años (Garcia & Lobo, 2000).

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Pese a la grandiosidad y el interés biológico de muchas de las cavidades conocidas y accesibles al ser humano, el ecosistema subterráneo no se entiende sin la consideración de la red de grietas y fisuras, algo que ya fue puesto en evidencia desde el surgimiento de la bioespeleología. Para entender la importancia de la red de grietas y fisuras, basta con exponer un ejemplo ilustrativo extraído de la obra de Ginet & Decou (1977), en la que calculan que en un área kárstica de grandes cavernas, como la región pirenaica de Niaux-LombrivesSabart, el volumen de espacios subterráneos ocupados por las grutas se estima en 0.076% del volumen del macizo, que se eleva al 0.3 –

0.4% si se incluyen la red de fisuras y grietas presentes. Pese a esta clara importancia en volumen, poco se ha podido hacer para mejorar su conocimiento, ya que el acceso a las mismas plantea problemas de toma de muestras no resueltos por el momento. En los últimos treinta años, el descubrimiento y estudio sistemático de los llamados hábitats subterráneos superficiales, los SSH, nombre elegantemente propuesto por Culver & Pipan (2009a) han permitido mostrarnos una nueva perspectiva para entender la extensión del ecosistema subterráneo. El primero y mejor conocido se descubrió en la década de los ochenta, cuando de forma paralela, tanto bioespeleólogos japoneses como europeos pusieron de manifiesto la existencia de formas cavernícolas, propias del ecosistema subterráneo en laderas de coluviones, conocido actualmente como medio subterráneo superficial “MSS” (Uéno, 1987; Juberthie et al., 1981). Estos coluviones, desprendidos de acantilados o resultantes de la fragmentación de la roca en zonas bajas, o bien consecuencia del depósito de escorias de erupciones volcánicas (Oromí et al., 1986) forman, por debajo del suelo, una red de espacios vacíos donde la fauna humícola, endógea y cavernícola llega a coincidir. En estos espacios subterráneos superficiales los cambios climatológicos del exterior se amortiguan, y la entrada de nutrientes se reduce. El MSS hizo comprender a los bioespeleólogos de la época la verdadera extensión del ecosistema subterráneo, más allá de las simples cavidades. Al mismo tiempo descubrieron la existencia de cavernícolas terrestres en el MSS, fuera de las regiones karstificables (Juberthie et al., 1980), dando una nueva dimensión a las áreas de distribución de esta fauna. Otro de estos hábitats superficiales con formas cavernícolas, parece desarrollarse en el llamado epikarst, término éste empleado por los hidrogeólogos para denominar a la red de grietas y conductos existentes

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por debajo de la superficie del karst, donde se podría acumular agua de infiltración mucho antes de alcanzar el nivel freático. Estos espacios contienen una comunidad variada de diminutos invertebrados, predominantemente acuá-ticos, cuyo muestreo es posible gracias al trampeo con depósitos provistos de filtros que recogen el agua de filtración en cavidades activas (Brancelj & Culver, 2005). No cabe duda que, en gran medida, estos SSH pueden ser considerados como ecotonos, o hábitats de transición entre el dominio epigeo, otros hábitats del dominio subterráneo (v.g. suelo) y el mismo ecosistema subterráneo (Gers, 1998; Pipan 2005), y como sugiere Moseley (2010) las mismas cavidades pueden suponer un ecotono. En lo referente al ecosistema subterráneo acuático, éste se extiende hasta los acuíferos de rocas solubles o no solubles, formando parte de las aguas subterráneas. Ello supone

una vasta extensión ya que más del 94% del agua dulce en estado líquido se halla almacenada en acuíferos subterráneos (Heath, 1982) de cualquier litología. El ecosistema subterráneo en ambientes acuáticos, además de poseer unos límites menos definidos con los ambientes más superficiales, puede también alcanzar grandes profundidades. Uno de los ejemplos mejor conocidos de acuíferos kársticos profundos nos lo ofrece el acuífero de Edwards, que ocupa un área de 10.000 km2 en Texas (USA). A través de sus pozos artesianos, donde el agua alcanza los 600 a 1000 metros de profundidad, ha sido posible estudiar una rica comunidad de moluscos, crustáceos anfípodos, con hasta 45 formas cavernícolas distintas (Culver & Pipan, 2009b). Otro ejemplo notable de acuífero kárstico profundo, lo tenemos en la región del Maestrazgo (Castellón, España). En sus sondeos macánicos, a más de trescientos metros de profundidad, y mediante el

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Figura 3. Crustáceo decápodo, Typhlatya miravetensis, endémico de las aguas subterráneas del Ullal de Miravet (Cabanes, Castelló, España). Datos recientes extienden su área de distribución hacia el sector oriental del acuífero profundo del Jurásico en el Maestrazgo (Castelló). Foto: S. Montagud.

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Figura 4 (izda.). Vista en planta de la Cueva de la Autopista (Gandía, Valencia, España), una cavidad hipogénica formada por una red laberíntica de conductos anastomados con más de ocho kilómetros de recorrido (figura extraída de Sendra et al., 2012a). Figura 5 (dcha.). Zanja abierta por la construcción de la autopista Alacant-València mostrando las entradas producidas a la Cueva de la Autopista (Gandia, València, España) y el contacto entre margas y dolomías tableadas (capa de confinamiento) y las dolomías donde la cavidad se desarrolla (figura extraída de Sendra et al., 2012b).

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uso de redes que deben ser descendidas manualmente, han sido capturados crustáceos cavernícolas, como es el caso de Thyphlatya miravetiensis (Figura 3) o Thyphlocirolana troglobia previamente descritos en un pequeño río subterráneo cercano, que discurre a una decena de metros de la superficie, el Ullal de Miravet (Sendra et al., 2010). Y por último recordar lo comentado más arriba sobre la Sima Krubera-Voronya, donde la fauna acuática habita por debajo de los dos mil metros de profundidad. Límites a la colonización Pero la vida no siempre se abre paso. Los espacios subterráneos, los conductos y cavidades, las complejas redes de grietas y fisuras se hallan en ocasiones vacíos, sin fauna o vida animal. Antes de proseguir, debemos advertir al lector que nuestro trabajo ha querido dejar a un lado la existencia de flora o vida microbiana, incluso a grandes profundidades en los sedimentos detríticos (Frederickson et al., 1989) que salvo muy pocas excepciones es incapaz de mantener una red trófica de animales. Evidentemente, la referencia a estas “excepciones” son sumamente interesantes, y para lectores interesados, recomendamos a Sarbu (2000), que resume los exhaustivos estudios emprendidos en

Pestera de la Movile (Dogrogea, Rumania), un ecosistema subterráneo aislado, con más de 48 especies de invertebrados cavernícolas soportadas por abundantes poblaciones de microorganismos quimioautótrofos. Pero, regresemos al tema que nos ocupa, los límites del ecosistema subterráneo a la colonización de la fauna cavernícola. Tales límites tienen una razón objetiva, y sencilla: en ausencia de entrada de nutrientes, en definitiva de energía del exterior en forma de materia orgánica particular o en disolución, no hay vida. El ecosistema subterráneo es totalmente dependiente de estos flujos de entrada de energía del exterior, salvo las mencionadas “excepciones” de abundancia de quimioautótrofos. Recordaremos a los interesados que, para una detallada visión del funcionamiento del ecosistema subterráneo, lean a Poulson & Lavoie (2000). Son varios los motivos por los que el flujo del exterior deja de producirse, tal y como detalla Holsinger (2000). Tenemos, por una parte, la falta de agua de infiltración capaz de llevar nutrientes, materia orgánica particular o en disolución, del exterior al interior de los espacios subterráneos. Ello impide la existencia de vida animal en el interior de cavidades en regiones desérticas o extremadamente frías donde el suelo permanece helado. Por otra parte, la desaparición en climas extremos de los hábitats más superficiales del dominio

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subterráneo y la falta de suelo o del MSS, impiden no sólo la entrada de nutrientes al medio subterráneo, sino también la posibilidad de migración o adaptación de fauna al ecosistema subterráneo. Diversos autores atribuyen el incremento o la facilidad de colonización de los espacios subterráneos a la existencia de estos hábitats superficiales, v.g. en las cuevas volcánicas de formación reciente (Howarth, 1987) o en numerosas regiones kársticas (Jeannel, 1943; Peck, 1980, entre otros). En el ecosistema acuático subterráneo no se dan las limitaciones de los ambientes terrestres. Las aguas de acuíferos se adentran incluso por debajo de los glaciares como lo muestra el caso de los crustáceos anfípodos cavernícolas Stygobromus canadensis en Castleguard cave de Canadá o el Proasellus cavaticus en norte de Europa (Holsinger et al., 1997; Morvan et al., 2013). Sin embargo, existe todo un dominio subterráneo, menos conocido, donde la ausencia de vida animal impera. Se trata de las cavidades y conductos subterráneos formados en profundidad, en estado de confinamiento, donde el agua sometida a mayor presión y temperatura, o con ácidos más corrosivos se vuelve más agresiva, generando amplias galerías y conductos anastomosados. Algunas de las grandes cavidades conocidas se han formados por esta génesis, denominada hipogénica para diferenciarla de la tradicional disolución y génesis de cavidades epigénica (Klimchouck, 2007). Muchas de estas cavidades muestran una situación azoica que desvela la imposibilidad de la extensión del ecosistema subterráneo en algunas regiones como Carslsbad (USA) o Podolia (Ucrania). CASO ESTUDIADO: CUEVA DE LA AUTOPISTA (Sendra et al., 2012a, 2012b)

kilómetros explorados, mostró ser un claro ejemplo de cavidad hipogénica (Figura 4) como hemos puesto de manifiesto recientemente en un estudio en el que también participa Policarp Garay, autor de otro de los artículos publicados en esta misma revista. En la Figura 5, se observan las distintas entradas producidas al excavar el talud que permitió el paso de la autopista Alacant-València y, por encima de las mismas un cambio de litología. La capa superior, de margas y dolomías tableadas, actuó de nivel de confinamiento, impidiendo que durante la génesis de la cavidad y con posterioridad, los conductos subterráneos se conectaran con el exterior, el MSS o la red de grietas. De esta forma, incluso después de treinta años de la abertura de las entradas, la cavidad no alberga especies cavernícolas. Un muestreo mediante el uso de trampas de caída para especies terrestres ha dado como resultado la presencia en las galerías interiores de especies recientemente introducidas por los exploradores, como psocópteros (Psyllipsocus ramburi) y dípteros sciáridos. Agradecimientos Dada la premura con la que ha salido a la luz este artículo quisimos contar con lectores críticos del mismo, y aunque no fue posible conseguirlo en todos los casos, sí que debemos agradecer sus correcciones a dos personas, Policarp Garay Martín y Loles Beltrán Barat que dedicaron su tiempo y conocimientos a mejorar el texto que tienen en sus manos. Aprovechamos también estas líneas para felicitar al responsable de la edición de este número de la SEDECK, Juanjo Bertomeu, que ha conseguido que todos podamos tener hoy la revista en nuestras manos, pese a los nefastos tiempos que vive la Ciencia y Cultura en España.

El estudio geomorfológico de la cueva de la Autopista (Gandia, España), una compleja red laberíntica de galerías con más de ocho BOLETÍN Nº 9 SEDECK / AÑO 2013 / SOCIEDAD ESPAÑOLA DE ESPELEOLOGÍA Y CIENCIAS DEL KARST

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NOTAS


Colaboran:

Asociación Española para la enseñanza de las Ciencias de la Tierra

SOCIEDAD ESPAÑOLA DE ESPELEOLOGÍA Y CIENCIAS DEL KARST

BOLETÍN DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE ESPELEOLOGÍA Y CIENCIAS DEL KARST / NÚMERO 9 SEDECK / SEPTIEMBRE 2013

La cova de les Cendres (Teulada-Moraira): Cambios culturales y paisajísticos durante 25.000 años de ocupación humana Dídac Román y Valentín Villaverde Bonilla

Federació d’Espeleología de la Comunitat Valencina

Consideraciones sobre karst y cuevas hipogénicas, con referencias al ámbito valenciano

Patrocinan:

Policarp Garay Martín

Extensión y límites del ecosistema subterráneo Alberto Sendra y Ana Sofia P.S. Reboleira Ajuntament de Benitaxell

Pesqueras en los acantilados de la Marina Alta Jaume Buigues i Vila

Teulada Moraira

SOCIEDAD ESPAÑOLA DE ESPELEOLOGÍA Y CIENCIAS DEL KARST FUNDACIÓN GÓMEZ PARDO C/ ALENZA, 1 • 28003 MADRID www.sedeck.org

Las cuevas del Saliente, norte de Almería. Un ejemplo de cavidades generadas por procesos gravitacionales

González Ramón, Antonio; Carra Vélez, Rubén; Segura Herrero, Andrés; Sánchez Díaz, Tomas J.; Gea López, D. Raul; Pérez Martínez, Pedro; Belmonte Jiménez, Gonzalo y Carra López, Juan Carlos


BERIG N.º 15 - MAYO 2015

Espeleo Club Castelló

NUEVAS GALERÍAS EN LA CUEVA DEL TÚNEL DE NAVAJAS Ana Muñoz y Guillem Nebot Grupo de Exploraciones Subterráneas del Alto Palancia (GESAP) INTRODUCCIÓN: La cueva del Túnel de Navajas, fue descubierta durante los trabajos de construcción de uno de los túneles de la antigua vía minera de Ojos Negros. Esta línea de ferrocarril entró en servicio en 1907 y conectaba el Puerto de Sagunto con la zona minera de Teruel. En 1972 se clausuró el ferrocarril y actualmente se ha habilitado el trazado como vía verde. La construcción del túnel y de la cantera de Navajas, de la que se extraía la piedra para la plataforma de la vía, dejó al descubierto varias bocas de la que ahora se conoce como cueva del Túnel. A finales de los años 1990, José Ramón Magdalena y Manuel Pavías, miembros del Grupo de Exploraciones Subterráneas del Alto Palancia (GESAP), descubren por casualidad el acceso a una nueva galería. De esta forma, se duplica el recorrido conocido hasta ese momento y la galería, pasa a ser la principal de la cavidad. Posteriormente, en el año 2000, se realiza la topografía general de la cueva, resultando un recorrido en planta de 290 metros y 19 metros de profundidad. En el año 2012, también por miembros del GESAP, se retoma la exploración de la cueva, consiguiendo forzar un paso que hasta el momento había permanecido sin explorar, encontrando una continuación y un nuevo tramo de galerías de 191 metros de longitud. En la actualidad, la cavidad posee un recorrido total de 481 metros, con un desnivel de -25 metros (desde las bocas B4 y B5).

Coordenadas de las bocas de acceso a la cavidad por la cantera de Navajas: • •

Proyección UTM - ETRS89 - Huso 30S X: 712188 - Y: 4417907 - Z: 413

Al resto de bocas de la cueva, se accede desde el interior del túnel. En la actualidad, la boca principal de acceso desde el túnel, no está tapiada y supone el acceso más rápido a la galería principal y a las nuevas galerías. DESCRIPCIÓN DEL RECORRIDO INICIAL: La cueva tiene 5 bocas diferentes, 3 situadas en el interior del túnel y marcadas en la topografía con los números B1, B2 y B3, y otras 2 situadas al exterior, en una cantera junto al túnel, marcadas en la topografía como B4 y B5. Accediendo desde el exterior por boca B4, se avanza por una galería de reducidas dimensiones, que obliga a arrastrarse la mayor parte del tiempo y que conduce hasta la boca B3 situada en la bóveda del túnel de la vía verde. La boca B5, situada unos metros a la izquierda de la anterior, continúa en una polvorienta galería, muy estrecha en algunos

SITUACIÓN GEOGRÁFICA Y ACCESO: La cueva está situada en el término municipal de Navajas (Castellón). El acceso a esta importante gruta se puede realizar a pie desde la zona del camping de Navajas. Justo a la derecha de la entrada del camping, sale un camino hormigonado de fuerte subida y con una señal de la vía verde. Tras caminar por la vía verde 1,2 kilómetros en sentido Jérica, se llega a la zona del túnel y la cantera. Pág. 70

Vía verde en la zona donde se abren las bocas de la cueva.


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puntos y de techo bajo. Esta galería cruza por encima del túnel. Se llega a una rampa descendente, con materiales sueltos y seguida de un resalte. Para evitar la bajada por la rampa de estos materiales, se puede montar un pasamanos en unos anclajes químicos instalados, y a continuación, instalar una cuerda para descender el resalte. Llegamos a una pequeña sala, a la que también se accede, de forma más sencilla, por la boca B1 del túnel. En esta sala encontramos dos posibilidades de continuación. La primera opción es un tubo situado en la pared, que nos permite bajar a unas salas inferiores con el fondo de barro. La segunda opción es un pequeño agujero en el suelo, por el que accedemos a la galería principal y que tras un tramo inicial, con varios cambios de dirección y algunas zonas de techo más bajo, adopta finalmente dirección SO y nos permite avanzar con relativa comodidad hasta el final conocido de la cueva. La entrada a la cueva por el túnel resulte el acceso más cómodo y rápido. Para ello se utiliza la boca B1, situada al nivel del suelo en el lado sur del túnel. Las bocas B2 y B3, situadas a pocos metros de ésta, son de difícil acceso por estar situadas en la bóveda.

El gran bloque empotrado conocido con el nombre de “bloc de la Tranquil·litat”.

DESCRIPCIÓN DE LAS NUEVAS GALERÍAS Y SU EXPLORACIÓN: En el año 2012, miembros del GESAP retoman la exploración de la cavidad, al poder forzar un paso que se daba como incógnita en la anterior topografía.

descansar y estudiar la situación. La diaclasa parece continuar por delante. Al desconocer la continuación y para asegurar el paso, instalamos, no sin dificultad, dos spits, ya que cuesta encontrar zonas con roca consistente. Al clavar los spits, toda la zona parece vibrar, cosa que hace poca gracia al estar situados aún, por debajo del gran bloque empotrado y que a partir de esta primera visita, lo conocemos con el nombre de “bloc de la Tranquil·litat”.

El primer día de la exploración, los componentes del grupo Txevi Bolumar y Guillem Nebot, accedemos desde el túnel por la boca B1 y nos dirigimos a la galería principal de la cueva. Situados al inicio de esta galería, avanzamos por ella en dirección SO y, tras superar una rampa ascendente, nos encontramos a la derecha una estrecha galería, topografiada ya en sus metros iniciales, que se desarrolla en dirección N, .

Con la instalación terminada, Txevi avanza en oposición y con tendencia descendente por la galería desfondada. Tras varios metros, la galería se abre y aparece un pozo por el que podremos continuar nuestro avance. Txevi consigue instalar un spit con dificultad al ser la galería muy estrecha y tener que aguantar todo el tiempo en oposición (en una visita posterior se instaló un segundo spit en la cabecera del pozo).

Se avanzan varios metros por esta galería de paredes poco consistentes, hasta encontrarnos con un gran bloque empotrado que parece obstruir el paso. En su base hay una apertura situada sobre una rampa de arcilla que permite deslizarse y superar esta zona. Ya bajo de la zona del bloque, se avanza por oposición en una galería desfondada hasta llegar a una roca empotrada que permite ponerse de pié,

Aunque este tramo no tiene una gran dificultad técnica, puede resultar delicado. La instalación de cuerdas en este punto, hacen que éstas actúan más como una ayuda moral, que como sistema de seguridad en sí mismo, debido a la imposibilidad de una mejor instalación por la poca consistencia de los materiales de las paredes y las reducidas dimensiones de la galería. Pág. 71


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recha, a nivel del suelo, y nos permite avanzar reptando. A la salida de esta galería encontramos una estalagmita muy característica, bautizada como el “huevo frito”, en este punto desembocamos en una galería un poco más amplia que retoma la dirección principal de la cueva NNE-SSO. La galería continúa alternando zonas relativamente cómodas con tramos de penosas gateras.

Poza denominada “El lago”. En caso de caída podemos quedar empotrados entre las dos paredes y resulta complicado recibir ayuda de los compañeros. Como anécdota comentar que en una visita posterior, una saca cayó en este punto y costó un buen tiempo y esfuerzo poderla recuperar, con dos espeleólogos tirando por arriba y otro empujando por la zona inferior. Instalado el pozo baja Txevi y nos llevamos una gran alegría. La galería continúa en dos sentidos. Reunidos de nuevo los dos, avanzamos en dirección NNE a través de una galería con paredes recubiertas de anemolitos. La galería termina en una poza de aguas cristalinas, aunque con una capa de arcilla blanca en el fondo que se levanta rápidamente por la caída de pequeñas piedras. Alrededor hay algunos conductos que terminan a pocos metros.

En nuestro avance, encontramos zonas con gran cantidad de fósiles en la pared que queda a nuestra izquierda. Al final de una de las gateras, encontramos una estalagmita blanca sobre un suelo lleno de materiales sueltos. En este punto localizamos una sala que presenta hundimientos importantes. Las posibles continuaciones quedan bloqueadas, salvo si seguimos el sentido principal de avance de la galería. Delante nuestro, el suelo sube hasta poca distancia del techo, existiendo también un gran bloque plano que bloquea parte del paso. Este laminador lo bautizamos como “la apisonadora”. Es un paso muy selectivo por la escasa altura libre que queda entre el bloque y el techo de la galería.

Volvemos a la base del pozo y proseguimos en sentido opuesto. A nuestro avance, el suelo cruje bajo nuestros pasos, es el sonido de una primera exploración. De nuevo la galería parece terminar pero una gatera de abre a nuestra dePág. 72

El selectivo paso de “la apisonadora”.


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Para poder forzar el paso en esta estrecha gatera y seguir avanzando en la exploración, es necesario quitarse el material de progresión vertical.

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Después de varios intentos y con las indicaciones de Txevi, Guillem consigue superar el paso con los pies por delante. Txevi lo intenta a continuación, pero la estrechez del Pág. 73


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dora” con martillo, escarpe y pata de cabra. Se trabaja sobre el bloque, eliminando la capa superficial de arcilla para ganar unos centímetros y se elimina un fragmento de roca que dificulta la entrada al laminador. La desobstrucción es realmente incomoda por la falta de espacio para poder trabajar. Cuando llegan Txevi y Paco a “la apisonadora”, nos preparamos y tras superar el laminador llegamos hasta la punta de exploración del día anterior. Montamos una cuerda en un anEspeleólogo en el inicio de la galería del “Río Seco”. claje natural y bajamos el resalte. En la base encontramos otro tramo de paso lo impide y de momento se queda a espegalería por la que avanzamos. El suelo está rar, imaginando las nuevas e inmaculadas galecubierto de pequeñas bolitas de arcilla. rías existentes tras la gatera. A partir de este punto el avance es lento y con precaución, ya que toca avanzar por un tramo de gateras apartando piedras y pequeños bloques que dificultan el paso. Finalmente se llega a una pequeña sala, en uno de sus extremos hay una posible continuación por un resalte descendente y aparentemente sencillo. Pero el hecho de ir en solitario y teniendo en cuenta que el paso de ”la apisonadora”, tan selectivo como para que difícilmente pueda superarlo alguien más, en ese momento se decide dar media vuelta y dejar la exploración para otro día. Nos reunimos de nuevo en “la apisonadora” y nos dirigimos al exterior. Hemos pasado 8 horas bajo tierra y aún no sabemos dónde está el final. Volveremos. En la segunda jornada de exploración Paco Mas se une al grupo. Mientras Paco y Txevi se dedican a topografiar, Guillem se dirige de nuevo a “la apisonaPág. 74

Llegamos a una sala cubierta parcialmente por una colada y sobre parte de la cual ha habido desprendimientos. Mirar el techo no anima a seguir avanzando, pero lo hacemos y llegamos a la zona final y más espectacular de la cueva, formada por dos pequeñas salas llenas de formaciones reconstructivas, excéntricas, estalactitas en bandera, sin lugar a dudas, es el premio final a una dura pero gratifi-

Formas litológicas de gran transparencia.


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Banderas con excéntricas. cante exploración. La entrada a la sala del fondo se realiza por un paso muy estrecho, cerrado por banderas. Volvemos un tercer día acompañados de Jesús Morcillo y seguimos los trabajos de topografía a partir del “bloc de la tranquil·litat”. Aprovechamos la visita para hacer la sesión de fotos a las salas finales. También se exploran dos agujeros en esta zona, ganando algunos metros de recorrido. En una cuarta visita, acompañados esta vez de Miguel Oury, terminamos de recoger los datos para elaborar la topografía, hacemos la sesión de fotos correspondiente y salimos satisfechos al exterior. En total hemos realizado 4 visitas de entre 8-9 horas cada una para explorar y topografiar las nuevas galerías. Y si bien no se ha traducido en una gran cantidad de metros, seguro que estos no nos dejaran indiferentes y permitirán pasar una entretenida jornada de espeleo. Más si se combina la visita con el resto de galerías conocidas de la cueva. En una posterior visita del GESAP realizada en 2014, se eliminó una de las puntas del “bloc de la Tranquil·litat”, permitiendo de este modo la superación de este delicado paso sin necesidad de tocar el bloque. Pág. 75


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