Editorial Carnaval: tiempo de cambio
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© David Estrada Larrañeta/Bluephoto. Carnaval de Riosucio Caldas, 2011
Cuentan que fue la misma Iglesia católica la
que decretó el final de las jornadas de jolgorio que se vivían varios días antes del Miércoles de Ceniza en la ciudad de Medellín, y algunos poblados aledaños, durante el siglo XIX. Sin embargo, y como era el caso de otros festejos similares en otras tierras, “el carnaval”, como se le llamaba a ese período corto de alta intensidad, festejos y mucha energía, era el perfecto fin de los rezagos del año que a escasos dos meses había terminado, para comenzar la cuaresma con borrón y cuenta nueva, y para formular e implementar los votos positivos del año ya en curso. Hoy el tema es bastante distinto; lo que antes era una fiesta de la
gente, y por la gente, parece haber sucumbido al comercio y la globalización, algo que al fin de cuentas ha logrado incluso institucionalizar un movimiento que por naturaleza era ajeno a cualquier forma de estandarización. Los alcances hoy son más que espectaculares, como lo podemos constatar por los medios, o como pueden dar fe aquellos que tienen la costumbre de ir en los meses de enero y febrero a Pasto, Barranquilla o Riosucio, este último cada dos años, y disfrutar de un tiempo en el que se permiten muchas cosas. Carnaval es sinónimo de desborde, exceso, diversión y unión, pero también de cambio y 2015 | Febrero
des nunca antes soñadas para las gentes de esta geografía, y es claro pensar que en tiempo de carnaval se puedan exorcizar demonios propios y ajenos y podamos prepararnos para tolerar los cambios venideros.
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renacer. Esta palabra, que hemos oído desde siempre, proviene del vocablo latín carnelevarium, que quiere decir, básicamente, cesar el consumo de carne. Y como es claro, hace referencia a la celebración del tiempo de cuaresma, cuando la dieta deja por fuera la carne, como sacrificio de cambio y transmutación espiritual, lo que también implica abstenerse de festejar. Lo interesante de esto es que dichas jornadas, que secundan el natalicio de Jesús en el cronograma anual de actividades, en muchas partes del mundo de herencia cristiana, son el inicio y a la vez el fin de un período. En estas fiestas, que involucran históricamente a toda la comunidad de los lugares donde se celebra, se vive un momento de transformación, una suerte de performance colectivo que da vida a la muerte, y muerte a la vida, para recordar que nada desaparece para siempre, que las cosas solo cambian, y que como reza el ya famoso estribillo cumbiambero, “quien lo vive es quien lo goza”. Este año se auguran grandes transformaciones para Colombia: muchos están formulando votos para un cambio que parece no tener retorno, que nos llevaría a un nuevo panorama, y como sucede con todo lo novedoso, viene acompañado de grandes incertidumbres por despejar. La política, la economía, la vida social y la cultura están dejando ver posibilidaFebrero | 2015
La Agenda Cultural Alma Máter, en consecuencia, es reflejo para la Universidad, y en extensión para la sociedad, de este panorama; así es como contamos con las colaboraciones de Oriana María Zapata Mejía, quien nos hace un recorrido ciertamente pedagógico sobre la figura principal del carnaval, el diablo; del antropólogo y académico Edgar Bolívar, quien nos acerca a los límites de este fenómeno social, enseñándonos las múltiples posibilidades que otorga; de Ramiro Delgado, antropólogo y docente de nuestra Universidad, quien con una crítica fundamentada nos lleva por otros caminos del mismo asunto y del profesor Carlos Ángel Arboleda Mora quien, con un trabajo de corte académico, nos aporta una visión informada y centrada sobre los carnavales; además de la notable participación del fotógrafo y reportero David Estrada Larrañeta, quien, con una mirada inquisitiva ha retratado dos de los carnavales más interesantes de nuestro país: Riosucio y Barranquilla se vuelven en su mirada testimonio de profundo arraigo e identidad. La Agenda Cultural Alma Máter comienza su actividad en este número con nueva imagen, una que ha sido preparada por todo nuestro equipo con la mejor disposición, donde hemos participado Luisa Fernanda Bernal, diseñadora, Doris Aguirre, editora, y yo, para ofrecerles una nueva cara de este querido producto editorial que inicia, además, su vigésimo año de entregas periódicas. Sea esta pues la oportunidad para invitarlos a participar de esta Agenda Cultural Alma Mater, que es de todos. Oscar Roldán-Alzate
La fiesta suprema: el tiempo de las máscaras Edgar Bolívar R.
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El carnaval: un tiempo para pensar
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n los últimos años el tema de la fiesta y el carnaval en Colombia ha ganado un espacio en el mundo académico y una creciente acogida en el mundo editorial. De los enfoques descriptivos de la fiesta y del carnaval como hechos folclóricos se ha pasado a enfoques analíticos que discuten asuntos como la construcción de identidades, economía y cultura de la fiesta, historia y territorio, antropología teatral, cartografía cultural y temas anexos. La fiesta y el carnaval dejan de ser fenómenos periféricos de la vida social, para recuperar su
lugar en la producción de imaginarios, en la activación del patrimonio inmaterial y del turismo, en la generación de la industria cultural y de las empresas creativas, al tiempo que nuevos lugares de redefinición de la identidad y de lo nacional. Los trabajos a que hago alusión emergen principalmente de actividades del mundo académico, pero es de justicia reconocer enormes esfuerzos locales y regionales de gestores y animadores culturales por situar su respectiva fiesta o carnaval en los mapas y los calendarios de su ámbito, atrayendo el interés de 2015 | Febrero
los medios, desde el periódico, la emisora y los canales comunitarios y locales, hasta la mención episódica en algún noticiero de un canal nacional, o el registro en algún magazín cultural de canales regionales o universitarios. Deberíamos examinar con cuidado cómo la fiesta y el carnaval van acomodándose a patrones de imagen, de tiempo y de espacialidad de la televisión, y atender a los nuevos relatos que se construyen desde esos medios, en los efectos que producen en los públicos. A medida que se abren espacios para adelantar programas rigurosos de inventario del patrimonio inmaterial, deberíamos acordar cuáles son las preguntas que desde hoy hacemos a este complejo dispositivo productor de sentido en el que circulan y se reconfiguran maneras de ser, modos de juntarnos en el espacio público y alternativas de expresión de lo que nos alegra o nos oprime.
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Las nuevas rutas trazadas por estudios como el del Convenio Andrés Bello, en la línea del programa Economía y Cultura,1 obligan a mirar la fiesta y el carnaval desde los impactos económicos y sociales, en relación con el empleo, el turismo, los públicos y el papel de los medios. Para ejemplificar, un espacio regional cultural como el Carnaval de Barranquilla ha sido proclamado obra maestra del patrimonio oral e inmaterial de la humanidad en 2003 y se beneficia de un plan de acción que garantiza su protección.2 El espacio cultural de Palenque de San Basilio recibió esta distinción en 2005. Las acciones de salvaguarda que les corresponden y la cuidadosa planeación y participación de sus hacedores y especialistas renuevan los modos de pensar la conservación y la defensa de este ámbito de la creación y expresión patrimonial de la diversidad cultural colombiana. Debe advertirse que temas como las metodologías de medición y la definición de indicadores de impacto son terreno de debate en el mundo entero, situación sobre la cual la Unesco ha invitado, desde hace muchos años, a asumir Febrero | 2015
el reto de contribuir a crear consensos en la comunidad académica internacional.3 No obstante, estudios, como el de Adolfo González Henríquez, muestran que ha sido su ingreso en la fase de industrialización del carnaval la que coincide con su proclamación como bien patrimonial, por medio del manejo empresarial que la élite local lleva a cabo mediante diversas sociedades y corporaciones comerciales que concurren en la organización del evento.4 En ámbitos más cercanos aparecen publicaciones como Colombia de fiesta, publicado en 2006 en edición de lujo.5 El intento por establecer una cartografía cultural desde aproximaciones regionales, a cargo de expertos investigadores, llena en parte el vacío de referencias generales sobre el amplio universo de lo festivo en Colombia. Una publicación de la Universidad de Cartagena y del Instituto de Investigación para el Desarrollo6 se suma a otros esfuerzos regionales por los estudios de la fiesta y del carnaval desde el territorio, proponiendo el realce de sus implicaciones sociales, culturales, económicas y políticas, como encarnación del multiculturalismo y del patrimonio inmaterial, para la puesta en escena y la invención de las identidades, sean étnico-raciales, regionales, de género, o políticas, como aflora en la mayor parte de estas expresiones. Obviamente, los trabajos de las colegas Sol Montoya y María Teresa Arcila, sobre Riosucio y Santa Fe de Antioquia,7 respectivamente, gestados desde el Instituto de Estudios Regionales de la Universidad de Antioquia, son hitos importantes en esta senda investigativa.
El carnaval: un tiempo fuera del tiempo Inventamos las fiestas para medir el tiempo. Así de contundente y profunda es la conclusión propuesta por el etnólogo británico Edmund Leach al incursionar en el análisis estructural de las diferentes formas de configuración del tiempo en las sociedades humanas.8
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La afirmación no tiene nada de superficial ni de arbitraria, pues cualquier observación a las categorías de agrupación y clasificación del tiempo conduce a reconocer que, por ejemplo, términos como semana o año corresponden a intervalos festivos, ya sea entre dos domingos, o entre dos navidades o dos carnavales. El resto es tiempo de la producción, el trabajo, el esfuerzo y el ahorro. Pero el festejo, en sus múltiples manifestaciones culturales, es el tiempo del despilfarro, el gasto, el desenfreno, en los cuales acontecen importantes y fundamentales procesos de la vida colectiva en torno a los intercambios simbólicos, la renovación de los lazos sociales y las afirmaciones identitarias. En consecuencia, cada sociedad posee sus propios modos de hacer y disfrutar la fiesta, sus maneras propias de reunirse y de volcarse hacia los espacios públicos para expresar sus alegrías y apegos: festivales, carnavales, mascaradas,
desfiles y otras conmemoraciones cívicas, son momentos privilegiados de la vida social de una colectividad. Si no fuera por las fiestas, no tendríamos una percepción del tiempo, de su transcurrir y de su inexorable paso. Dicho de otro modo, las fiestas constituyen nuestro reloj social, el armazón más profundo de cualquier noción de calendario, la ocasión más propicia para insertarnos en un universo lleno de sentido, que se desenvuelve con una periodicidad invariable y como siguiendo un libreto del cual todos somos a la vez autores, actores y espectadores. La intensidad de las experiencias asociadas a la profunda alegría que desata el espíritu festivo, el regocijo provocado por el hecho de estar juntos, el alboroto permitido que es inherente a la celebración colectiva, y la alborozada conciencia de participar de una situación compartida con centenares o miles de personas, en el mismo momento y en los mismos espacios, hacen de ese aquí y ahora de lo festivo un si2015 | Febrero
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nónimo de la vida y un laboratorio de creación y recreación de identidad cultural difícilmente sustituible por otros acontecimientos que corresponden a la creciente reducción o enclaustramiento de la fiesta al dominio de lo privado o de lo íntimo.
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El almanaque no es el calendario, término que huele y sabe a fiesta. El primero nos sitúa en un régimen común, de tipo administrativo, y como tal tiene algo de férreo y burocrático a pesar del colorido de ciertos dígitos ubicados en hileras diferentes a la de los domingos. El segundo es más elástico, fluido y local, pues por fortuna la fiesta no tiene otro modo de vivirse sino desde lo local, en su propio escenario y desde el acento y sabor de la región. Nuestras más de tres mil fiestas anuales se triplicarían, se septuplicarían quizás, si bajo la perspectiva de vereda, corregimiento, corporación, barrio, gremio o etnia, intentáramos contabilizar, para luego inscribir y tal vez promover nuestros infinitos motivos, tiempos y lugares para celebrar, porque en cada uno de estos referentes territoriales o sociales cada quien reclamaría con toda razón la cuota de reconocimiento a su fiesta como la más auténtica y, sin exagerar, la más patrimonial. Somos lujuriosamente festivos. La fiesta, como expresión humana, despliega las artes de la imaginación y de la creatividad y hace concurrir en su preparación, desarrollo y vuelta a la realidad cotidiana, todos los recursos disponibles que le imprimen un fuerte sello local, regional o nacional, según sea el alcance de su reconocimiento desde el punto de vista cultural y territorial. En todos los casos, al festejar congregamos memorias de aquí y de allá y, al precipitarnos al torbellino del desenfreno de unas danzas carnavalescas o al sumergirnos en la piadosa y recatada devoción a una imagen, la fiesta es algo más que ella misma, en cuanto nos atrae e impulsa a desear que no se acabe, que siga siendo y que vuelva pronto, porque a pesar de todas las contingencias que pueda deparar en lo que Febrero | 2015
hay de incontrolable o trágico de sus efectos, la fantasía, la emoción, el colorido, el brillo y el ritmo que nos envuelven, no tiene equivalente en el ámbito de la rutina de la vida diaria. Las fiestas siempre serán una ocasión para lucir aquello que se considera más valioso y una oportunidad de exteriorizar destrezas, habilidades y secretos del arte de engalanar y gozar la vida. Incluso la muerte ronda el festejo, como lo demuestran las estadísticas de los efectos de la celebración en las cifras del exceso: el costo social de la fiesta y el carnaval se expresa en la accidentalidad trágica y los homicidios que se derivan de la extralimitación de las normas de la vida colectiva. Que las fiestas son uno de los pocos lujos que nos van quedando como sociedad, en medio de la zozobra y la incertidumbre de futuro, es algo que invita a pensar en la enorme capacidad de resistencia simbólica y cultural que tenemos como nación a través de ese calendario festivo que sobrepasa las tres mil celebraciones a lo largo y ancho del país. Además de ser cierto que siempre tendremos un motivo para el dolor, también lo es que el antídoto festivo está a la mano en el abigarrado calendario de celebraciones en Colombia. Más allá de los aún despistadores efectos de la Ley Emiliani sobre la liturgia católica, o sobre importantes conmemoraciones civiles o patrias, como ocurre con el doce de octubre, conmemorado el diecisiete, o un once de noviembre, festejado el catorce, tales desplazamientos que debilitan la fuerza de la fecha en el calendario se han compensado en apariencia con el regalo de un buen número de puentes en los que, a fuerza de no saber qué conmemoramos o celebramos, se multiplican las oportunidades de acceder o desplazarse hacia destinos que se enlazan con una inusitada extensión del ciclo festivo. Por eso nuestra mirada hacia un mes como septiembre tiene algo de juicio implacable por ser un mes en apariencia austero y antifestivo. No obstante, nos lo recuerda el carnaval, existen lugares inamovibles e innegociables en la memoria colectiva, como
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el tiempo que coincide entre el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera, cuyo clímax se alcanza en la temporada de carnavales de comienzo de año en el calendario occidental y en el reguero de sus expresiones en Colombia, ya se trate de los Diablitos de Santa Fe de Antioquia o de El Retiro, del Diablo en Riosucio, del emblemático Carnaval de Barranquilla, o de las menos conocidas manifestaciones del mundo andino en el suroccidente colombiano, como el Carnaval o Festival del Perdón, arraigado en las etnias de la región. Colombia es la nación del carnaval plural. La categoría “patrimonio inmaterial”, aplicada a lo festivo, realza uno de sus componentes fundamentales, como es su condición de espacio cultural, concepto que desde 2001 aplicó la Unesco en la primera proclamación de obras maestras de la humanidad. El espacio cultural debe ser entendido como un lugar en el que se concentran actividades populares
y tradicionales, pero también como un tiempo caracterizado por una cierta periodicidad o por un acontecimiento; en otros términos, el espacio cultural es también un tiempo cultural, categorías insustituibles en todo proceso ritual, ceremonial y festivo. Se refiere a los acontecimientos que se desenvuelven en espacios y tiempos cargados de simbolismo y, como en todos los ejemplos contenidos en esta Agenda, implica manifestaciones festivas tradicionales y populares, sujetas a unos ritmos y temporalidades sociales de carácter cíclico, justamente aquellas que conforman el calendario de festivos que nos permite el desahogo de nuestras pasiones y el encuentro en la diversidad.
El carnaval: espacio ritual de la representación La fiesta tradicional, y obviamente el carnaval, pueden examinarse desde dos de sus rasgos 2015 | Febrero
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de actores o de espectadores, las llevan a cabo en los intrincados desdoblamientos y máscaras, en los múltiples repertorios de tiempos, espacios y ofertas que la propia fiesta pone en circulación. El carnaval, como fenómeno antropológico, más que un mecanismo de afirmación de identidades, se convierte en un gigantesco y complejo dispositivo generador de diversidad, un espacio productor de alteridades.9
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distintivos: el primero, como proceso ritual; y el segundo, con referencia a las manifestaciones de la corporalidad en escena. Con respecto al panorama de las festividades tradicionales de nuestro país, es importante subrayar su carácter urbano, por el marcado deslinde con las reminiscencias religiosas y por inscribirse en contextos de festividad de evidente acento laico, no obstante sujetarse a la costumbre de su realización en los días previos al inicio de la temporada de Semana Santa. La intensidad de la participación colectiva en el carnaval se pone de presente en el conjunto de operaciones rituales que tienen como eje el cuerpo en situación de representación. El carnaval puede concebirse, desde esta perspectiva, como un gigantesco juego colectivo, una dramaturgia, cuyo rasgo en común es el desdoblamiento, para asumir la condición de “ser Otro”. La danza, el disfraz, la máscara, las distintas formas de ocupar el espacio para desfilar, bailar, exhibirse, saciarse de viandas y licores, seducir y llevar a cabo una descomunal farsa, hacen del carnaval un segmento de significación, un oasis de sentido que se inserta en la vida cotidiana de la urbe industrial o de las aldeas andinas para trastrocar las maneras de ser, acudiendo al capital de reserva de las etnias reales o representadas en interacción. El asunto de las identidades en escena queda signado por las diversas adhesiones temporales de quienes, en su condición Febrero | 2015
El carnaval recorre la piel de la ciudad; abre cada uno de sus poros, realza sus intersticios, convulsiona sus articulaciones, franquea compuertas. El carnaval descentra la ciudad, traslada hacia otros confines la energía, genera flujos y epicentros desde los cuales se lleva a cabo la mezcla y la cocción de un laborioso recetario de gestos y sabores, poniendo el cuerpo y el ánimo colectivos a punto de ebullición. Entonces, en el momento preciso, como siguiendo una partitura, una especie de magma social se vuelca, se derrama, al compás de tambores, acordeones, guacharacas y flautas de millo. El ron y el guarapo llevan a la euforia y aplacan las gargantas de los cantores y los coros. Combates simulados y seducciones eróticas se entrelazan en los prolongados desfiles de las cumbiambas y las comparsas. Al congregar y al separar, al juntar y al excluir, erigiendo o disolviendo barreras simbólicas y sociales, el carnaval opera como un gigantesco dispositivo ritual que crea identidades al pluralizar las imágenes del Otro a través de la máscara, la corporalidad, la danza, el atuendo y la comensalía. En este sentido, el carnaval no es mera repetición del pasado o la reproducción de un libreto otrora establecido. A partir de motivos básicos, el carnaval se renueva y se actualiza al recrear y producir alternativas de presente, en un tiempo fuera del tiempo.
Referencias 1 Pizano Mallarino, O.; Zuleta, L.A; Jaramillo, L.; Rey, G. (2004). La fiesta, la otra cara del patrimonio.
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Valoración de su impacto económico, cultural y social. Bogotá. Convenio Andrés Bello. Colección Economía y Cultura. En 2001, la Ley 706 del Congreso de la República declaró “patrimonio cultural de la Nación el Carnaval del Distrito Especial, Industrial y Portuario de Barranquilla”, abriendo el camino a su proclamación por parte de la Unesco en 2003. Unesco (1999). Informe Mundial de Cultura: Cultura, creatividad y mercados. París. Unesco / Acento. Gutiérrez, E.; Cunin, E. —compiladores— (2006). “Danza, mestizaje y carnaval. Un fenómeno latinoamericano: el caso del carnaval de Barranquilla”. En: Fiestas y carnavales en Colombia. Medellín. La Carreta Social. Pág. 53. Fundación BAT (2006). Colombia de fiesta. Dos volúmenes. Bogotá. Círculo de Lectores. Gutiérrez, E.; Cunin, E. —compiladores— (2006). Op. Cit. Montoya, S. (2003). El Carnaval de Riosucio (Caldas). Representación y transformación de identidades. Medellín. Editorial Universidad de Antioquia / Arcila, María Teresa, (2009). Entre diablitos y santos. Fiestas en el Occidente antioqueño. Medellín. Hombre Nuevo Editores. Leach, E. (1972). “Cronos y Cronus” y “El tiempo y las narices postizas”. En: Replanteamiento de la Antropología. Barcelona. Seix Barral.
9 Marc Augé, al referirse a la percepción ritual del Otro, recuerda que “la cuestión de la identidad siempre se plantea en relación con el otro (...) En el plano etnológico, sería posible mostrar que toda actividad ritual tiene como fin producir identidad por obra del reconocimiento de alteridades”. (Augé. M. (1998). La guerra de los sueños. Ejercicios de etno-ficción. Barcelona. Gedisa. Págs. 25-26). Coincidiendo con esta idea, que inspira el análisis del Carnaval de Barranquilla, Marc Augé concibe el conjunto de operaciones rituales del carnaval como un dispositivo generador de identidad a través de la acentuación de las diferencias, y no como un mero retorno a una comunidad ilusoria y homogénea. La diversidad, el conflicto, la exclusión, más que una noción y visión plana de identidades homogéneas, es lo que interesa resaltar en esta argumentación.
Edgar Bolívar R. es antropólogo y profesor jubilado del Departamento de Antropología de la Universidad de Antioquia. Escribió este texto para la Agenda Cultural Alma Máter.
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Carnaval de Barranquilla o la confluencia de historias Ramiro Delgado Salazar
Con la emotiva y viva frase “Quien lo vive es quien lo goza”, la ciudad de Barranquilla, como un imán regional, ha construido el universo de su carnaval en el que, históricamente, se han ido articulando una amplia y variada gama de manifestaciones que han conformado el sentido de identidad y pertenencia de esta celebración. Una celebración que irrumpe en toda su efervescencia cuatro días antes del Miércoles de Ceniza con que inicia la Iglesia católica la cuaresma como tiempo litúrgico de penitencia, recogimiento y abstinencia de carne, preparativo, a su vez, para su semana mayor o Semana Santa.
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Son cuatro días de carnaval que permiten reconocer, en sus diversos componentes, casi un año de preparación y expectativa, y en los que el agua, la harina, el talco, las músicas, las danzas, comparsas, disfraces y letanías, casetas, bailes de carnaval y comidas entre otros, relatan las historias de ayer o representan las viscerales críticas al presente, mientras sus hacedores dan cuenta de un momento especial con sentido identitario y existencial: de la lectura del bando, a la Batalla de Flores, y hasta El entierro de Joselito Carnaval se vive un tiempo ceremonial, ritual lleno de profundo sentido para los locales y regionales, quienes de diversas maneras viven estos días como una fuerza renovadora, casi estática o de trance y transformación, que cíclicamente, año tras año, los convoca. La ciudad y su gente, la región y sus mundos entran en un tiempo diferente, en un ritmo que altera la cotidianidad en toda su extensión; son días de carnaval que invitan a diversos eventos en la Vía 40, como la Batalla de Febrero | 2015
Flores y la Gran Parada, y también convocan a cada barrio o cada localidad cercana a vivir y a participar de forma vital y fundacional en este momento único en el calendario de los barranquilleros y locales, nutriéndolo de cada una de sus manifestaciones y dándole sentido de identidad regional. El Carnaval de Barranquilla es una celebración que congrega a toda la ciudad y la articula, en su extensión (sus barrios, su gente y sus clases sociales) con la región, con el Río Magdalena como un canal de comunicación que lleva y trae múltiples expresiones de esta época festiva, y consolida un horizonte carnavalero o eje carnestoléndico. Indumentarias polifónicas, contrastantes músicas, danzas locales y foráneas, múltiples hacedores del carnaval y visitantes, permiten vivir Barranquilla, ciudad llamada “La puerta de oro de Colombia”, en estos tiempos carnestoléndicos, en los que pareciera que trastrocara el orden establecido para dar rienda suelta a múltiples corporalidades que expresan la vitalidad de una celebración que evoca y habla de la carne; hablamos de otro orden en torno a lo permitido y establecido que, tras disfraces, sátiras, letanías, burlas, críticas y comparsas, cubre con su presencia los cuatro días de esta celebración que invierte el orden, el tiempo, la espacialidad y la vida misma. Esa ruta anterior del Carnaval de Barranquilla deja ver en su devenir anual, cíclico, los procesos vitales de su transformación, trayendo a escena el diálogo entre la vida privada y la vida pública, entre la casa y la calle, como escenarios en los que aquel tiene su vida.
Cada barrio, cada agrupación, o cada persona que hacen el carnaval, traen siempre sus memorias sobre las dinámicas locales de este Carnaval y las rutas y lugares en los que ha construido su historia y contrapuntean entre la conocida Vía 40, en plena zona industrial de la ciudad en la que ahora se desarrolla el Carnaval, y las pasadas épocas en las que el Paseo Bolívar, en pleno centro de la ciudad, acogía esta celebración. En ese devenir y esa transformación del Carnaval de Barranquilla se logra percibir que diversos agentes locales y nacionales han ido moldeando, a su antojo y maña, una celebración cuya fuerza existencial, indómita y vital ha estado más en la espontaneidad, pertenencia y sentido de la creatividad de sus hacedores y en las distintas manifestaciones que lo constituyen, que en las propuestas globales y comerciales con que lo han ido interviniendo e incluyendo en sus agendas con una profunda incidencia en su lógica carnavalera, desde el turismo cultural hasta el complejo proceso de su declaratoria como pieza maestra del patrimonio oral e intangible de la humanidad por parte de la Unesco. Nos encontramos con una doble vía que jalona esta celebración regional, agendada desde esferas globales y externas, locales, públicas y privadas, que ha generado en los últimos quince años cambios regidos desde una oficialidad y formalidad, quizás dejando entrever razones y movimientos que hablan de la realización de dos carnavales paralelos. El Carnaval de Barranquilla es un espacio para el cuestionamiento a las acciones que desde el poder intervienen una celebración que, si bien tiene su lógica y su sentido identitario, es la espontaneidad y la inversión de los sentidos y el goce, lo que le da su vitalidad y presencia en la región. “Ser carnavalero” es una forma de existir, es darle sentido a una identidad regional en torno a esta celebración, la cual conecta historias y memorias. Enraizado en más de cien años
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© David Estrada Larrañeta/Bluephoto. Carnaval de Riosucio Caldas, 2011
de existencia, el Carnaval de Barranquilla, una polifonía de sentidos, una manifestación cultural en la cual se reconocen la pluralidad y diversidad de sus mismos componentes, resultados de una construcción a lo largo de la historia, anclada en rutas locales y en expresiones culturales que le han dado su valor y su lugar en el contexto nacional, enfrenta ahora los retos del siglo : las tensiones entre la tradición y la modernidad y los avatares de la globalización y la comercialización. Ramiro Delgado Salazar es profesor del Departamento de Antropología. Escribió este texto para la Agenda Cultural Alma Máter.
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El carnaval y el cristianismo en Colombia Carlos Ángel Arboleda Mora
Podríamos pensar que el car-
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naval y la iglesia católica son acérrimos enemigos, pues el primero es sinónimo de exceso y la segunda de norma y control y, de hecho, los documentos oficiales de la Iglesia rechazan el carnaval. Pero, miradas la historia y la sociología, lo que encontramos es una asunción en forma de sincretismo, acomodación y traducción del carnaval, especialmente desde los siglos iv y v. En Occidente hay una simbiosis conflictiva entre © David Estrada Larrañeta/Bluephoto. Carnaval de Barranquilla, 2010 cristianismo y carnaval, pues donde ha llegado aquel hay ral y conviniendo con ellos la permanencia de unas dinámicas que indican la necesidad de creencias paganas.2 Valerie Flint sostiene que aculturación o inculturación del mensaje relilos líderes cristianos, incluso, invitaron a la gioso en conceptos y prácticas que sean cercamagia medieval a hacer parte de la concepción nos y útiles a los que reciben ese mensaje. Los cristiana de la vida porque sabían que la elimimismos sacerdotes y obispos evangelizadores nación de la magia no ayudaría a convertir a no están lejanos de esas culturas, y a menudo los pueblos y porque reconocían que la magia las comparten. Ramsay MacMullen presenta daba consolación y favorecía la solidaridad esta dinámica en la que clero y pueblo compar1 donde había penuria y necesidad.3 Flint plantrata de ten una cultura que será cristianizada; tea que el compromiso con prácticas y rituales demostrar que las creencias paganas no fueapotropaicos (que conjuran las influencias maron destruidas o desaparecidas por el cristialignas) fue el resultado de una acción reflexiva nismo, sino que persistieron, transformadas. y no una muestra de ineptitud o debilidad de El cristianismo no invisibilizó el paganismo parte de la iglesia. Fue un proyecto pensado sino que lo asimiló y lo transformó para dar para ayudar a la gente a sobreponerse a sus respuesta a las expectativas y demandas de los necesidades, al mismo tiempo que se la gananuevos convertidos. La gente no jugó un papel ba para el cristianismo.4 pasivo en la conversión, sino que hizo que la doctrina cristiana se acomodara a sus creencias Se daba entonces una suerte de connivencia en la medida en que llenaban sus necesidades con la cultura pagana para hacer más fácil la culturales. El clero se acomodó también a las conversión al cristianismo. Esto es lo que se ve necesidades de su pueblo ofreciéndole formas en la historia general de la iglesia. Un probabiaceptables de vivir la fe en su contexto cultuFebrero | 2015
lismo pastoral que consideraba que a lo mejor un dato religioso discutido es bueno y puede servir para construir luego un dato doctrinal más puro. O pensar que una costumbre dada no es tan mala y luego se podrá corregir cuando la persona o el grupo crezcan en su fe. Generalmente se entiende el carnaval como un fenómeno poscristiano surgido en la Edad Media para celebrar o resistir el inicio de la Cuaresma cristiana: festejar con excesos el inicio del ayuno u oponerse a la legislación ascética del cristianismo. Pero es plausible suponer que el carnaval se inscribe en el campo de las celebraciones cósmicas de una especie de religión universal que siempre ha existido en todos los pueblos. La fiesta sin límites no es poscristiana sino inmemorial. En el estudio del carnaval hay cinco etapas históricas. 1. Los ritos del carnaval son ritos ancestrales agrarios prehistóricos para lograr el nacimiento de la cosecha y la fertilidad de las hembras y asegurar el inicio de la primavera contra la posibilidad de la muerte de la naturaleza. Así lo consideran Gaignebet y Roma5 quienes tratan de entenderlo como período de rituales cósmicos de creación y generación de vida. Se considera que el carnaval tiene su origen en la más remota historia cuando los hombres se enfrentaban a una naturaleza dura donde la fecundidad humana y natural era fundamental para la vida del grupo. Se necesitaba conocer, y tratar de dominar, el tiempo de invierno, verano, primavera y otoño. Se hacían los rituales que garantizaban la supervivencia del grupo. El sol y la luna eran como los relojes que indicaban los diferentes momentos de la naturaleza. El sol indicaba los solsticios y los equinoccios (que eran tiempos fijos en el año) y la luna indicaba los períodos móviles de la gestación y la siembra. Así también, señalaban los tiempos de las fies-
tas y celebraciones. Gaignebet afirma que la difusión tanto espacial como temporal del carnaval indica que es una religión antigua, de tal modo que se podría llamar neolítica o paleolítica, perdida en la noche de los tiempos. El carnaval poscristiano no sería sino la conservación-asimilación de unos elementos antiquísimos dentro del calendario de la visión cristiana. En términos de Gaignebet, el carnaval es el ciclo litúrgico central de las religiones antiguas. Es como la esencia más antigua de cualquier religión pues tiene los elementos de ella: mito, liturgia, rito y símbolos comunitarios. 2. El encuentro con el cristianismo. El carnaval tiene un origen pagano, pero se vincula con el cristianismo a partir del siglo iv. En el calendario cristiano se encuentran fiestas, ritos y leyendas que tienen su inicio en la religión del carnaval y que van tomando características particulares según la región donde se realicen, pero sobre la base primordial de la religión del carnaval. Ritos de fertilidad de griegos, romanos, celtas, están en el sustrato original del carnaval que luego fue asumido por el cristianismo. Si nos fijamos bien, el año litúrgico cristiano está montado sobre la rueda cósmica del año, con gran sentido agrario: invierno-Navidad, primavera-Pascua, verano-San Juan, otoño-fiestas patronales. 3. En el Medioevo se dan unas condiciones sociales estratificadas que permiten comprender la inserción del cristianismo en el carnaval, y viceversa. Mijaíl Bajtín6 considera que el carnaval es propio del Medioevo, pues en él las clases desfavorecidas o rechazadas de la sociedad podrían expresarse libremente. 4. Hay un elemento posterior en el carnaval cuando se realiza como medio de ostentación de poder y de riqueza de las clases altas, especialmente en los carnavales renacentistas.7 5. Con la evangelización española llega al nuevo mundo también el carnaval, con dos características: la primera, como producto 2015 | Febrero
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© David Estrada Larrañeta/Bluephoto. Carnaval de Barranquilla, 2012
foráneo impuesto a las culturas indígenas; y la segunda, a pesar de la imposición, adaptado y sincretizado con las condiciones cósmicas, religiosas y culturales de cada región. Por ejemplo, el caso de México y Colombia donde el Corpus Christi fue celebrado con danzas indígenas y como agradecimiento por los frutos de la tierra;
Cristianismo
Roma
o el caso del Perú donde esta fiesta muestra todo el esplendor por la correspondencia que se da entre el Intiraymi (Fiesta del sol) y la solemnidad del Corpus. En el siguiente cuadro se puede ver un resumen de algunas concordancias de fiestas cristianas con las no cristianas:
Oriente Medio
Judaísmo
San Nicolás
Wotan recorre los cielos sobre un caballo de ocho patas
Navidad: En el siglo iv se celebra el 25 de diciembre o el 6 de enero
Religión de Mitra: 25 de diciembre, Natalis invictis. Solsticio de invierno: el sol que nace
Adoración de los Magos
Alejandría de Egipto: 5-6 de enero. Se llora la muerte del sol y nace el Hijo de Isis: sol naciente
La Candelaria. 2 de febrero
Proserpina (Perséfone)
San Valentín. Carnaval antes de la cuaresma
Lupercales. 15 de Febrero. Para celebrar el despertar de la naturaleza
Martirio de San Pedro
Difuntos: 22 de febrero. Comida fúnebre
Pascua
Rogativas menores: triduo que precede a la Ascensión
Solsticio de invierno: fiesta de Yul
Imbolg: 1-2 febrero: fiesta de las luces y de la purificación
Pascua-Pesaj. 14 del mes de Nisán
Mayo: Mes de la Virgen. Árbol de Mayo: Santa Cruz Rogativas mayores: 25 de abril (siglo vii).
Nórdicos
Beltane: 1 de mayo. Dedicado a la diosa madre. Fiestas de renovación de la naturaleza 29 de mayo: Ambarvalia. Para pedir la bendición de los dioses sobre los campos Robigalia: 25 de abril. Procesión para pedir salud de las cosechas
San Juan y los fuegos de San Juan
Solsticio de verano: Fuegos Litha: 21 de junio. Hogueras para alargar el día
Fiestas patronales
Lugh-nassad: 1 de agosto. Fiesta de la cosecha
2015 | Febrero
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Cristianismo
Roma
Oriente Medio
Judaísmo
Nórdicos Mabon: 21 septiembre. Recolección de las cosechas
Fieles difuntos Todos los santos
Samhain. 31 Octubre Panteón de Agripa a todos los dioses
San Martín de Tours
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Fuegos de Wotan: 11 noviembre
De manera particular se puede decir que las fiestas patronales en América Latina tienen tres ciclos: religioso, pagano y social. El ciclo religioso se manifiesta en la relación con el santo patrono. Es necesario hacer la fiesta porque forma parte de la tradición del pueblo. La novena, la procesión, las salves y la misa son rituales que se precisa cumplir, pues nos va mal si no lo hacemos. Los párrocos agendan para las fiestas patronales la realización de todo tipo de acciones litúrgicas, paralitúrgicas, y aún no litúrgicas, pero que forman parte de las fiestas. El ciclo pagano se ve en el carnaval o fiesta. Es tiempo de regocijo, bailes, ingesta de licor y comida, disfraces, juegos y pólvora. El ciclo social se vive por el reencuentro con familiares y amigos. Para las fiestas patronales vuelven los ausentes, los que trabajan en otros lugares, los que se fueron para las grandes ciudades. Se recuerda a los fallecidos, a los padres y abuelos. Se reafirma la identidad del grupo y se refuerzan sus lazos de unión por la referencia a los antepasados y al santo patrón. Dentro de este ciclo se sitúa la realización de bautismos o rituales de paso católicos, que refuerzan los lazos sociales por los padrinazgos y compadrazgos que propician. En general, se puede descubrir en la religiosidad colombiana la huella indeleble de la religión del carnaval.8
Notas 1 MacMullen, R. (1997). Christianity and Paganism in the Fourth to Eighth Centuries. New Haven. Yale University Press.
Febrero | 2015
Samhain
2 Flint, V. (1991). The Rise of Magic in Early Medieval Europe. Oxford. Clarendon Press. 3 Ibídem. Pág. 397. 4 Ibídem. Págs. 171, 397. 5 Gaignebet, C. (1984). El carnaval. Ensayos de mitología popular. Barcelona. Alta Pulla / Roma, J. (1980). “Carnaval: la festa de Festes”. En: L’Avenç: Revista d’Història. Barcelona. 24 (febrero). Págs. 23-28. 6 Bajtín, M. (1987). La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. Madrid. Alianza Editorial. 7 Heers, J. (1988). Carnavales y fiestas de locos. Barcelona. Ediciones Península. 8 Un buen estudio sobre el carnaval en la capital del país es: González Pérez, M. (2005). Carnestolendas y carnavales en Santa Fe y Bogotá. Bogotá. Intercultura. Para referencias y ampliaciones se pueden consultar: Arboleda, C. (2003). El politeísmo católico. Las novenas como expresión de una mentalidad religiosa. Colombia S. xix-xx. Medellín. Universidad Pontificia Bolivariana / González Pérez, M. (2012). Paganismo y cristianismo en las fiestas colombianas. Medellín. Universidad Pontificia Bolivariana.
Carlos Ángel Arboleda Mora es especialista en Pluralismo religioso (Cesnur, Roma), magíster en Ciencias Sociales (Pontificia Università Gregoriana, Roma) y en Historia (Universidad Nacional de Colombia, Medellín), y doctor en Filosofía (Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín); se desempeña como profesor en esta última universidad y en la Católica del Norte. Es autor de los siguientes libros: El politeísmo católico: profundidad y cultura; Experiencia y testimonio; Guerra y religión en Colombia; Paganismo y cristianismo en la fiesta colombiana; Pluralismo, tolerancia y religión en Colombia y El politeísmo católico. Escribió este texto para la Agenda Cultural Alma Máter.
¿Qué pasó con el diablo? Oriana María Zapata Mejía
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© David Estrada Larrañeta/Bluephoto. Carnaval de Riosucio Caldas, 2011
El diablo del carnaval hace parte de los ele-
mentos fundamentales del Carnaval de Riosucio; su figura ha sido utilizada como símbolo desde el año 1915 y, según Gärtner Posada (1990), ha personificado la unión de las comunidades fundadoras. Elaborado con algunos rasgos característicos de cada una de las etnias de la localidad (indígenas, españoles y negros) que son definidos con antelación por la Junta del Carnaval (ente organizador y coordinador del Carnaval de Riosucio), la cual determina, además, qué persona se encargará de su realización, debe representar los valores carnavalescos que le permiten al riosuceño
identificarse. Y es así como se percibe el diablo del carnaval como un ideal que encarna lo que el riosuceño desea ser: un hombre sonriente, virtuoso, con poder y feliz; en el diablo toman cuerpo las representaciones mentales presentes en los intereses y aspiraciones del habitante de la región (Medina, 2011, pág. 27). La figura del diablo se caracteriza entonces por una serie de rasgos que se han establecido como propios y pareciera que se han vuelto inamovibles, y ha sido el artista Gonzalo Díaz quien se ha encargado en los últimos años, con excepción de 2005, 2009 y 2015, de la realiza2015 | Febrero
ción de estos diablos tradicionales, pues sus efigies representan el ideal triétnico constitutivo del mito fundacional riosuceño. En los años 2005 y 2015 la elaboración estuvo en manos de Gustavo Carmona, un joven artista plástico de la localidad quien, después de varios intentos, fallidos debido a sus ideas innovadoras y modernas, pudo ganar la convocatoria para su realización. Él mismo opina: “...la tradición debe ir involucrada en una evolución; es decir, ¿cómo van a impactar a alguien con el mismo diablo de hace cuarenta años? Eso no tiene sentido” (Medina, 2011, pág. 35).
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Es así como el diablo del año 2013 de Carmona utiliza elementos diferentes en su figura: los cachos son caprinos, no aluden al origen africano del toro, aunque este tipo de cachos, según Julián Bueno (2012, pág. 50), también se habían empleado en una figura del diablo de 1963 y, por lo tanto, no era la primera vez que alguien se atrevía a cambiarlos. Las alas, a su vez, no poseen las famosas cinco puntas de las alas del murciélago; el calabazo continúa estando presente junto con el tridente, pero con una estética más rústica, junto con las expresiones del rostro, pues el diablo de Gonzalo Díaz parece más una imagen representativa de tipo monárquica, con grandes anillos, collares y corona. Es pues la representación ideal la que se ha establecido en la mente del riosuceño común, y aunque en la versión del año 2005 el diablo de Carmona no generó grandes controversias, en el presente año, en 2015, se hicieron todo tipo de comentarios, pues al parecer construyó la efigie con la ayuda de algunos amigos, quienes le tomaron fotos antes de su salida el sábado 3 de enero, rompiendo así, “supuestamente”, la tradición, al dejarlo ver de algunas personas, pues se supone que su construcción debe ser en el secreto absoluto y solo se puede observar su figura el sábado de Carnaval; no obstante, otras opiniones sugieren que hace más de treinta años, uno de los primeros hacedores de diablos, Octaviano Vanegas, construía sus efigies en pleno parque con la ayuda del pueblo. Febrero | 2015
[...] En el Carnaval del año 2013, Gustavo Carmona, que se podría considerar como un representante de la estética de las nuevas generaciones del Carnaval, elaboró un diablo según su gusto personal y con recursos propios, con el cual pretendía acompañar al diablo emblemático en su entrada el sábado de Carnaval, pero no tardaron en surgir los comentarios, pues el hecho que el joven artista no pidiera autorización para participar en el desfile generó cierta incomodidad entre los dirigentes de la junta, por lo que mandaron por “la SIJIN y por todo ese tipo de instituciones para no dejarlo salir el sábado de Carnaval” (Raigosa, Cuadrillero, entrevista, 2013). No obstante, este diablo se quedó en una de las calles, al lado de la casa de su fabricante, nunca “invadió” el parque en el que se encontraba el diablo oficial, ni mucho menos fue quemado junto a él. Todo esto desencadenó un sinnúmero de comentarios: “ya no se necesita de un solo diablo”, “si ya nos metieron gato por diablo, qué más da”, “en el Carnaval solo puede haber un solo diablo”, etc., y más aún cuando el mismo ex-presidente del Carnaval 2011 afirma que él mismo se iba a encargar de dejar un acta para la siguiente junta en la que prohibiría la aparición de otros diablos, pues atentan contra la tradición, ya que Diablo solo puede haber uno. ¿Estarían pues, las manifestaciones individuales y colectivas atentando contra la tradición? Para Andrés Gärtner, “el diablo siempre va a ser el diablo, así usted saque muchos y más bonitos, el oficial siempre va a estar por encima y nunca va a ser desplazado” (Entrevista grabada, 2013). O, según Oscar Henao, “no, por el contrario, se fortalecería más la tradición: la presencia de Dios se fortalece porque hay muchas tendencias, hay muchos credos, hay muchas imágenes de él, obras de arte de él; eso fortalece el Carnaval de nosotros, tenemos que fortalecerlo” (Entrevista grabada, 2013). Sus posiciones
19 © David Estrada Larrañeta/Bluephoto. Carnaval de Riosucio Caldas, 2011
se caracterizan por la defensa o el ataque a lo que una representación del diablo puede llegar a significar, más allá de la forma cómo fue realizada, y, a veces, basan sus argumentos en la forma como se han caracterizado los elementos considerados inamovibles.
y busca que se les “reconozcan, preserven y defiendan todo aquello cuya desaparición podría a medio o largo plazo amenazar su existencia; es decir, sus entornos naturales y culturales, sus identidades, sus valores” (Prats, 1997, pág. 7).
En este afán por proteger la fiesta de los cambios que se originan con los tiempos, justamente en una sociedad enfrentada a las transformaciones que se dan en tiempos excesivamente rápidos, en los cuales si no se protegen los intereses del Carnaval y se aceptan indistintamente las voces de todos aquellos que quieran participar, correría un riesgo la conservación de la tradición, la Junta del Carnaval se ha servido del discurso patrimonialista como mecanismo para encontrar un refugio, a salvo de las ideas liberales e innovadoras,
Y no obstante, a pesar de estas posiciones de la Junta del Carnaval, existen posturas alternas de otras personas, como la de Otto Morales Benítez, riosuceño, reconocido jurista, político, e investigador del Carnaval, quien escribió: “La figura del diablo no es la misma. Evoluciona de acuerdo con las coyunturas. Hoy se encuentra entre “misiles” y armas atómicas. Al año siguiente, puede representar a los ‘hippies’. Después al poder imperialista” (Morales Benítez, 1989, p. 31). Según él, al celebrarse así, el Carnaval no envejece, conserva 2015 | Febrero
la sociedad pasa, y reelaborarlo para la fiesta, requiere de extrema agudeza y agilidad para ir reemplazando lo caduco, lo que se ha vuelvo letra muerta, por lo actual” (Montoya, 2003, pág. 27).
Bibliografía
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Anderson, B. (1997). Comunidades imaginadas, reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México. Fondo de Cultura Económica. Bajtín, M. (1976). “Carnaval y literatura. Sobre la teoría de la novela y la © David Estrada Larrañeta/Bluephoto. Carnaval de Riosucio Caldas, 2011 cultura de la risa”. Revista Eco (134). Bogotá. 311-338. Bolivar, É. (1999). “El patrimonio cultural. Algo más que obla capacidad de remozarse. Está en la “onda” jetos, algo más que pasado”. Medellín. Secretaría de Edude la actualidad. cación de Antioquia. Revista Territorio Cultural. (2). Bourdieu, P. (1989). La distinción. Criterios y bases sociales ¿Quién tiene la razón, la junta encargada o los del gusto. España. Taurus. Bueno, J. (2012). Carnaval de Riosucio. Estructura y raíces. jóvenes innovadores, los que escriben sobre el Manizales. Manigraf. Carnaval o el participante pasivo? ¿Quién deFortuna, C. (1998). “Las ciudades y las identidades: pafine qué se puede hacer en un Carnaval y qué trimonios memorias y narrativas”. México. Universidad Autónoma Metropolitana. Revista Alteridades. no? El discurso que por mucho tiempo ha cir8 (16), 61-74. culado sobre los carnavales es el que habla de Florescano, E. (1993). El patrimonio cultural y la política la suspensión temporal de las estructuras socultural. México. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes / Fondo de Cultura Económica. ciales e incluso de la inversión de las mismas: Gärtner Posada, A. (1990). En busca de la verdadera identidad del diablo del Carnaval de Riosucio. Riosucio. Las leyes, las prohibiciones, las restricciones que Mantecón, A. R. (1998). “El patrimonio cultural. Estudios determinan la estructura, el buen desarrollo de la contemporáneos”. México. Universidad Autónoma actividad normal (no carnavalesca) están suspenMetropolitana. Revista Alteridades. 8 (16). 177-178. Medina, E. (2011). “Si dañas la fiesta, te lleva el diablo”. Una didas durante el tiempo del carnaval; se comienmirada sociológica al Carnaval de Riosucio y un encuentro za por invertir el orden jerárquico y todas las con la diabla de los 30. Trabajo de grado para optar al formas de miedo que éste entraña: veneración, título de sociólogo. Medellín, Antioquia, Colombia. piedad, etiqueta; es decir, todo lo que está dictaMontoya, S. (2003). El Carnaval de Riosucio (Caldas). Redo por la desigualdad social o cualquier otra (la presentación y transformación de identidades. Medellín. de la edad, por ejemplo). [...] (Bajtín, 1976, p. 312). Editorial Universidad de Antioquia. Prats, L. (1997). Antropología y patrimonio. Barcelona. Editorial Ariel.
Entonces, ¿no se contradice la Junta del Carnaval al criticar, negar y coartar las iniciativas particulares en plena fiesta? Si la junta es la encargada de velar por el buen desarrollo de la fiesta, entonces ¿también lo es para prohibir? Es fundamental reconocer, en este punto, que el Carnaval debe “vivir de su permanente actualización. Retomar el momento por el que Febrero | 2015
Oriana María Zapata Mejía es artista plástica. Este fragmento fue extraído de la tesis de grado, Carnaval, patrimonio e identidad, para optar al título de Magister en Antropología en la Universidad de Antioquia.
Teoría y carnaval Ramón Illán Bacca
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© David Estrada Larrañeta/Bluephoto. Carnaval de Barranquilla, 2012
Mi amiga Felicia tiene una forma muy extra-
ña de disfrutar del carnaval. Le busca un marco teórico, pues, y eso es lo novedoso, todos los años éste al parecer cambia. “¿Te has dado cuenta de que las tiras que le cuelgan al gorro del Congo son ahora propaganda comercial?”. Asiento. Esto ocasionó que durante dos horas le escuchara sobre cómo las profundas raíces telúricas del carnaval se estaban desmoronando. Porque, como ya estarán descubriendo, Felicia es una teórica. Todo el tiempo, sobre todo cuando se achispa con unas copas de más, construye unas basílicas
conceptuales espléndidas, pero con bases absolutamente falsas. Hace dos años tuvo una nutrida correspondencia con una antropóloga mexicana, hija del famoso profesor Chimalpopoca. El tema discutido era si nuestro criollo disfraz de marimonda, por su larga nariz, tenía algún parentesco con los dioses aztecas Netzahualcóyotl o con la diosa Tezacatlamiáhuatl. Cuando todo indicaba que el tema iba a ser estudiado por el Smithsonian Institute, el profesor Agamenón Angulo dictaminó que ese disfraz tenía raíces africanas y no amerindias. De manera que lo correcto era encaminarse por el lado de la mitología bantú. Entiendo que ese 2015 | Febrero
punto no ha sido del todo resuelto. Al parecer, ahora hay que esperar que una amiga nuestra, radicada en Francia, le pregunte sobre el tema al profesor Soustelle que es, como quien dice, la última palabra. Pero éste no ha tenido tiempo de estudiar el tema, ocupado como está en asistir a todos los simposios promovidos y costeados por Mr. Moom.
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Lo que me tiene asombrado es que la afición de Felicia se está extendiendo como una mancha de aceite. Estudios densísimos sobre las máscaras del carnaval, el origen de la Danza del Garabato y el porqué de la expresión “¡Juepa je!” ocupan páginas enteras de los periódicos y de los magazines en estos días. Los psicólogos no se han quedado atrás, y así uno se topa con estudios, también muy profundos, sobre “El porqué de la compulsividad en disfrazarse de mujer por parte de los hombres del trópico”. No faltan los estudios sociológicos sobre las comparsas del Country, oponiéndolas a la autenticidad de las que organizan los folcloristas. Naturalmente, también están los recuerdos de los carnavales de antaño, escritos por Álvaro Ruiz Hernández, y el estudio sesudo sobre los ritmos del carnaval en los finales del siglo xviii, por Adolfo González. También aparece alguna rectificación sobre el tocado usado por la reina Niní Primera en su coronación, que era distinto del usado por Nefertiti Séptima, hecha por alguna vieja dama, que además lo sustenta con fotos de la época que nadie más tiene. No faltará, y ya se viene, una carta rectificadora de Guillermo Henríquez desde Ciénaga, en la cual sostendrá que los primeros “salones burreros” se dieron allá y no aquí. Tampoco faltará algún nostálgico que lamente la falta de las varas llenas de hormigas, con las que se castigaba al que saliera sin disfraz en la década de los veinte. Y casi se me olvida el aporte que, recalcará, ha hecho el negro al carnaval, estudio corregido y aumentado que por estas calendas escribe Aquiles Escalante. Y además, no faltará el artículo de Floro Alegre Febrero | 2015
en la publicación “Danza y Relajo”, en el que sostendrá una discusión profunda sobre si hay alguna influencia de la Tongolele en los ademanes de Idris Primera, rey de los transformistas. El artículo, titulado “Los que tenemos unas manos que no nos pertenecen”, causará revuelo en ciertos medios locales. Felicia, pues, se ha salido con la suya. Ahora todos teorizamos sobre el carnaval. Pero mi amiga también pasa a veces de la teoría a la práctica. Como quería organizar una comparsa informal para la Batalla de Flores, estuvo meditando largamente sobre cómo debería ser la bandera insignia. Así, me confesó, tenía que tener en cuenta que no sólo los aportes telúricos como son el Congo, el Torito. El Paloteo, sino también lo que ella denominó “el aspecto europeizante”, o sea, los arlequines, las polichinelas, las colombinas. Fuimos —pues yo la acompañé— donde la costurera, a quien aturdió con toda su teoría. Finalmente, llegó a la conclusión de que debía colocar una colombina a la derecha de la bandera para significar el aporte europeo y un congo del lado izquierdo para significar el aporte “telúrico”. Al cabo de una semana llegó la bandera. La costurera había resuelto hacer sus síntesis: colocó tan sólo una inmensa máscara de marimonda soltando una trompetilla escandalosa. Ramón Illán Bacca (Santa Marta, Colombia) es novelista, cuentista y cronista. Algunos, de sus múltiples libros publicados, son: en novela, La mujer barbuda; La mujer del defenestrado; Disfrázate como quieras; Maracas en la ópera y Deborah Kruel; en cuento, El espía inglés, Señora Tentación y Marihuana para Goering; y en antologías críticas y crónicas, Escribir en Barranquilla, Voces 1917 -1920 y Crónicas casi históricas (volumen publicado en 1990, de donde extractamos esta crónica: Barranquilla. Universidad del Norte. Págs. 109-111).
Programación académica y cultural Cine Martes 3
Cineclub Tardes de Cine en el Paraninfo Ciclo: Amor en verano. Amor en invierno “Match Point”, Woody Allen, Reino Unido, 2005, 120’. Lugar: Sala de cine Edificio de San Ignacio. Hora: 6:00 p. m. Organiza: Administración Edificio de San Ignacio
Miércoles 4 Cineclub Tardes de Cine en el Paraninfo Ciclo: “Humano, demasiado humano...” “Ensayo de orquesta”, Federico Fellini, Italia, 1970, 70’. Lugar: Sala de cine Edificio de San Ignacio. Hora: 4:00 p. m. Organiza: Administración Edificio de San Ignacio
Jueves 5 Cineclub Cinema Beat Ciclo: El engaño de la realidad o la realidad de la ficción “Koyaanisqatsi”, Godfrey Reggio, Estados Unidos, 1982, 87’. Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217. Hora: 2:00 p. m. Organiza: Cineclub Cinema Beat
Cineclub Tardes de Cine en el Paraninfo Ciclo: Amor en verano. Amor en invierno “Vicky, Cristina, Barcelona”, Woody Allen, Estados Unidos, 2008, 96’. Lugar: Sala de cine Edificio de San Ignacio. Hora: 6:00 p. m. Organiza: Administración Edificio de San Ignacio
Cineclub Utopía Latinoamericana Ciclo: Artistas en la Guerra Civil Española “Balada triste de trompeta”, Álex de la Iglesia, España, 2010, 101’. Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217. Hora: 4:00 p. m. Organiza: Cineclub Utopía Latinoamericana
Viernes 6 Cineclub Alucine Ciclo: El momento de las distopías
“V for Vendetta”, James McTeigue, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, 2005, 132’. Lugar: Auditorio Horacio Montoya Gil, aula 10-222. Hora: 12:00 p. m. Organiza: Alucine con el Cine
Cineclub Tardes de Cine en el Paraninfo Ciclo: “Humano, demasiado humano...” “Toro salvaje”, Martin Scorsese, Estados Unidos, 1980, 128’. Lugar: Sala de cine Edificio de San Ignacio. Hora: 2:00 p. m. Organiza: Administración Edificio de San Ignacio
Cineclub CEN Ciclo: Alfred Hitchcock “Sabotage”, Alfred Hitchcock, Reino Unido, 1936, 76’. Lugar: Auditorio 4-212. Hora: 4:00 p. m. Organiza: Cineclub CEN
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Cineclub Cinema Pensamiento Ciclo: Leos Carax: el niño terrible del cine “Mala sangre”, Francia, 1986, 119’. Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217. Hora: 4:30 p. m. Organiza: Cineclub Cinema Pensamiento
Martes 10 Cineclub Tardes de Cine en el Paraninfo Ciclo: Amor en verano. Amor en invierno “El lado bueno de las cosas”, David O. Russel, Estados Unidos, 2012, 120’. Lugar: Sala de cine Edificio de San Ignacio. Hora: 6:00 p. m. Organiza: Administración Edificio de San Ignacio
Miércoles 11 Cineclub Tardes de Cine en el Paraninfo Ciclo: “Humano, demasiado humano...” “La leyenda del pianista en el océano”, Giuseppe Tornatore, Italia, 1998, 125’. Lugar: Sala de cine Edificio de San Ignacio. Hora: 4:00 p. m. Organiza: Administración Edificio de San Ignacio 2015 | Febrero
Cineclub Cinesperanza
Cineclub Cen
Ciclo: A ghost in the Theater “Poltergeist”, Tobe Hooper, Steven Spielberg, Estados Unidos, 1982, 114’. Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217. Hora: 6:00 p. m. Organiza: Cineclub Cinesperanza
Ciclo: Alfred Hitchcock “Con M de muerte”, Alfred Hitchcock, Estados Unidos, 1954, 105’. Lugar: Auditorio 4-212. Hora: 4:00 p. m. Organiza: Cineclub CEN
Jueves 12 Cineclub Cinema Beat Ciclo: El engaño de la realidad o la realidad de la ficción “Zerkalo/El espejo”, Andrei Tarkovsky, Unión Soviética, 1975, 107’. Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217. Hora: 2:00 p. m. Organiza: Cineclub Cinema Beat
Cineclub Tardes de Cine en el Paraninfo
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Ciclo: Amor en verano. Amor en invierno “(500) días juntos”, Marc Webb, Estados Unidos, 2009, 96’. Lugar: Sala de cine Edificio de San Ignacio. Hora: 6:00 p. m. Organiza: Administración Edificio de San Ignacio
Cineclub Utopía Latinoamericana Ciclo: Artistas en la Guerra Civil Española “Las cosas del querer”, Jaime Chavárri, España, 1989, 98’. Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217. Hora: 4:00 p. m. Organiza: Cineclub Utopía Latinoamericana
Viernes 13 Cineclub Alucine Ciclo: El momento de las distopías “The Giver”, Phillip Noyce, Estados Unidos, 2014, 97’. Lugar: Auditorio Horacio Montoya Gil, aula 10-222. Hora: 12:00 p. m. Organiza: Alucine con el Cine
Cineclub Tardes de Cine en el Paraninfo Ciclo: “Humano, demasiado humano...” “La gran huida (Dreamscape)”, Joseph Ruben, Estados Unidos, 1984, 99’. Lugar: Sala de cine Edificio de San Ignacio. Hora: 2:00 p. m. Organiza: Administración Edificio de San Ignacio
Febrero | 2015
Cineclub Cinema Pensamiento Ciclo: Leos Carax: el niño terrible del cine “Los amantes del Pont-Neuf”, Francia, 1991, 125’. Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217. Hora: 4:30 p. m. Organiza: Cineclub Cinema Pensamiento
Martes 17 Cineclub Tardes de Cine en el Paraninfo Ciclo: Amor en verano. Amor en invierno “Todos dicen I love You”, Woody Allen, Estados Unidos, 1996, 101’. Lugar: Sala de cine Edificio de San Ignacio. Hora: 6:00 p. m. Organiza: Administración Edificio de San Ignacio
Miércoles 18 Cineclub Tardes de Cine en el Paraninfo Ciclo: “Humano, demasiado humano...” “El matrimonio de María Braun”, Rainer Werner Fassbinder, Alemania del Oeste, 1978, 119’. Lugar: Sala de cine Edificio de San Ignacio. Hora: 4:00 p. m. Organiza: Administración Edificio de San Ignacio
Cineclub Cinesperanza Ciclo: A ghost in the theater “The Fog (La niebla)”, John Carpenter, Estados Unidos, 1980, 89’. Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217. Hora: 6:00 p. m. Organiza: Cineclub Cinesperanza
Jueves 19 Cineclub Cinema Beat Ciclo: El engaño de la realidad o la realidad de la ficción “It’s such a Beautiful Day”, Don Hertzfeldt, Estados Unidos, 2012, 62’. Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217. Hora: 2:00 p. m. Organiza: Cineclub Cinema Beat
Cineclub Tardes de Cine en el Paraninfo Ciclo: Amor en verano. Amor en invierno
“Un método peligroso”, David Cronenberg, Reino Unido, 2011, 93’. Lugar: Sala de cine Edificio de San Ignacio. Hora: 6:00 p. m. Organiza: Administración Edificio de San Ignacio Cineclub Utopía Latinoamericana Ciclo: Artistas en la Guerra Civil Española “El laberinto del fauno”, Guillermo del Toro, España, 2006,112’. Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217. Hora: 4:00 p. m. Organiza: Cineclub Utopía Latinoamericana
Viernes 20 Cineclub Alucine Ciclo: El momento de las distopías “Inception”, Christopher Nolan, Estados Unidos, 2010, 148’. Lugar: Auditorio Horacio Montoya Gil, aula 10-222. Hora: 12:00 p. m. Organiza: Alucine con el Cine
Cineclub Tardes de Cine en el Paraninfo Ciclo: “Humano, demasiado humano...” “Naturaleza humana (Human Nature)”, Michel Gondry, Francia, 2001, 96’. Lugar: Sala de cine Edificio de San Ignacio. Hora: 2:00 p. m. Organiza: Administración Edificio de San Ignacio
Cineclub CEN
Martes 24 Cineclub Tardes de Cine en el Paraninfo Ciclo: Amor en verano. Amor en invierno “Sólo los amantes sobreviven”, Jim Jarmusch, Reino Unido, 2013, 123’. Lugar: Sala de cine Edificio de San Ignacio. Hora: 6:00 p. m. Organiza: Administración Edificio de San Ignacio
Miércoles 25 Cineclub Tardes de Cine en el Paraninfo Ciclo: “Humano, demasiado humano...” “Bellamy”, Claude Chabrol, Francia, 2009, 110’. Lugar: Sala de cine Edificio de San Ignacio. Hora: 4:00 p. m. Organiza: Administración Edificio de San Ignacio
Cineclub Cinesperanza Ciclo: A ghost in the theater “Hausu (House/La casa)”, Nobuhiko Obayashi, Japón, 1977, 88’. Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217. Hora: 6:00 p. m. Organiza: Cineclub Cinesperanza
Jueves 26 Cineclub Udeanime Ciclo: “Detective’s back”
Ciclo: Alfred Hitchcock “El hombre que sabía demasiado”, Alfred Hitchcock, Estados Unidos, 1956, 120’. Lugar: Auditorio 4-212. Hora: 4:00 p. m. Organiza: Cineclub CEN
“Detective Conan: private eye in the distant sea”, Kobun Shizuno, Japón, 2013, 105’. Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217. Hora: 12:00 p. m. Organiza: Cineclub UdeAnime
Cineclub Cinema Pensamiento
Cineclub Cinema Beat
Ciclo: Leos Carax: el niño terrible del cine “Pola X”, Francia, 1999, 134’. Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217. Hora: 4:30 p. m. Organiza: Cineclub Cinema Pensamiento
Ciclo: El engaño de la realidad o la realidad de la ficción “Bara no noretsu (Funeral parade of roses)”, Toshio Matsumoto, Japón, 1969, 107’. Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217. Hora: 2:00 p. m. Organiza: Cineclub Cinema Beat
Lunes 23 Cineclub Documental Nanook Ciclo: Ciudad “Ciudad es: narraciones del espacio y construcciones”. Lugar: Auditorio Torre de la Memoria Biblioteca Pública Piloto. Hora: 6:00 p. m. Organiza: Instituto de Estudios Regionales INER
Cineclub Tardes de Cine en el Paraninfo Ciclo: Amor en erano. Amor en invierno “Amor”, Michael Haneke, Austria, 2012, 127’. Lugar: Sala de cine Edificio de San Ignacio. Hora: 4:00 p. m. Organiza: Administración Edificio de San Ignacio 2015 | Febrero
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Cineclub Utopía Latinoamericana Ciclo: Artistas en la Guerra Civil Española “Pájaros de papel”, Emilio Aragón Álvarez, España, 2010,118’. Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217. Hora: 4:00 p. m. Organiza: Cineclub Utopía Latinoamericana
Viernes 27 Cineclub Alucine Ciclo: El momento de las distopías “Divergent”, Neil Burger, Estados Unidos, 2014, 139’. Lugar: Auditorio Horacio Montoya Gil, aula 10-222. Hora: 12: 00 p. m. Organiza: Alucine con el Cine
Cineclub Tardes de Cine en el Paraninfo Ciclo: “Humano, demasiado humano...”
“Criadas y señoras”, Tate Taylor, Rusia, 2002, 96’. Lugar: Sala de cine Edificio de San Ignacio. Hora: 2:00 p. m. Organiza: Administración Edificio de San Ignacio
Cineclub CEN Ciclo: Alfred Hitchcock “Vértigo”, Alfred Hitchcock, Estados Unidos, 1958, 128’. Lugar: Auditorio 4-212. Hora: 4:00 p. m. Organiza: Cineclub CEN
Cineclub Cinema Pensamiento Ciclo: Leos Carax: el niño terrible del cine “Holy Motors”, Francia, 2012, 115’. Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217. Hora: 4:30 p. m. Organiza: Cineclub Cinema Pensamiento
Programación académica e institucional 28
Lunes 2 Inauguración Urabá – Ciudadela Universitaria en Apartadó (primera fase) Hora: 8:00 a. m. Lugar: Teatro Universitario Camilo Torres Organiza: Rectoría, Gobernación de Antioquia y Dirección de regionalización
Jueves 5 Foro candidatos a la rectoría: “La Universidad y los Universitarios: propuestas 2015-2018” Hora: 10:00 a. m. Lugar: Teatro Universitario Camilo Torres Organiza: Secretaría General, Sistema de Comunicaciones
Viernes 6 Cátedra Pública de la Rectoría: Drogas y legalización, desafíos en Colombia Invitado: Dr. César Gaviria Trujillo, ex presidente de Colombia
Febrero | 2015
Hora: 10:00 a. m. Lugar: Paraninfo, Edificio de San Ignacio Organiza: Secretaría General, Sistema de Comunicaciones
Jueves 12 Foro Ciudadano con los candidatos a la rectoría período 2015-2018: “La Universidad de Antioquia en Colombia. Realidades y Perspectivas” Hora: 10:00 a. m. Lugar: Paraninfo, Edificio de San Ignacio Organiza: Secretaría General, Sistema de Comunicaciones
Entrega de Honoris Causa Magister en Artes a la maestra Fanny Sanín Hora: 4:00 p. m. Lugar: Auditorio Principal Edificio de Extensión Organiza: Secretaría General, Sistema de Comunicaciones y Departamento de Extensión Cultural