Editorial La palabra y la Universidad
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Adolfo Bernal. Ojo. 1980. Intervención urbana. Impresión tipográfica sobre papel. Volantes. 12 x 17 cm. Archivo del artista. Cortesía Familia Bernal Henao
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“ ienes la palabra” es el tema de la actual Agenda Cultural, dado que ese, también, es el tema que la Universidad ha decidido proponer a la comunidad universitaria en el primer semestre de 2016, mediante debates y programaciones culturales y académicas. Todo parecería indicar que este —las palabras—es un asunto ligado a la más pura cotidianidad, distinto al de la historia —tema del semestre anterior—, por ejemplo (aunque quién sabe). ¿Puede vivir un ser humano sin
la palabra? ¿Puede su vida transcurrir sin conversación? Preguntas ociosas, sin duda. Los mudos (los sordos, en realidad) conversan mediante el gesto ágil y aprendido de sus manos, convertido en palabras; y hasta alguien tan impedido para expresarse con su cuerpo y con sus palabras como el físico inglés Stephen Hawking conversa, ya que mediante sus aparatos tecnológicos emite palabras y discursos, y escribe libros; y oye las respuestas de los demás, claro. Un hombre, en solitario, conversa con las cosas del mundo (y con otras personas) 2016 | Febrero
mediante el flujo de su palabra interior, aquello que en literatura se denomina monólogo interior (que Joyce y Faulkner, por ejemplo, llevaron hasta límites espléndidos), prestado de la realidad que todos vivimos a diario.
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Los más duros críticos de los medios de comunicación contemporáneos sostienen que la tecnología ha reemplazado la palabra y la conversación y el mirarse a los ojos como una señal inequívoca de atención en lo que dice el otro. Y que ella ha incidido en los ya bajos índices de lectura en general, y en particular en los muy bajos de nuestro país. Puede ser cierto. Como puede ser cierto, también, que, justamente mediante esos aparatos tecnológicos, los usuarios de la lengua se hayan visto abocados a entenderse con mensajes e informaciones que de otro modo no estarían atravesados en su cotidianidad. La subjetividad del asunto no deja asumir una posición clara, aunque sí es un hecho que la lectura regular de buenos libros y la disposición permanente por debatir con inteligencia aspectos de actualidad y de interés de una comunidad determinada hace que fluyan las palabras, que se use un léxico decantado en la crítica inherente a la lectura, así como hace posible que la conversación sea un placer —hay temas suficientes en torno a los cuales dialogar, dado que los libros son surtidores de muchos mundos— que reemplace el ruido y el griterío —sonoro y visual— imperantes, aupados, justamente, por muchos de los medios de comunicación, cada vez más frívolos, más comerciales, más vulgares, más ignorantes. Y por una cantinela insoportable de parte de locutores y políticos. No es ocioso poner en primer plano en la Universidad el tema de la palabra y la conversación, por más que sea cierto que una institución como la nuestra finca en esos dos elementos buena parte de lo que le corresponde en la formación profesional y cultural de sus estudiantes y su comunidad universitaria en general, amén de ser un visible referente para Febrero | 2016
la sociedad como productora de ciencia, de pensamiento, de creación artística y de crítica. Aunque la Universidad hace parte de la sociedad, está compuesta por sus mismos elementos y sufre, en buena medida, sus mismos problemas, así como vive sus mismas felicidades, ella no puede ser mera reproductora del modus operandi de dicha sociedad. La Universidad está llamada a cualificar su lenguaje, sus discursos, sus debates, sus conversaciones, sus prácticas culturales, sus gustos artísticos, su producción de pensamiento, su palabra. Cualificar no significa, naturalmente, ponerse por encima de nada ni de nadie. Ella debe ser un referente para la sociedad, al contrario de lo que parece que ocurriera en su cotidianidad: los referentes son los que pone la sociedad (o impone la publicidad), es decir, bulla, informalidad, “rebusque”, lenguajes empobrecidos, y debates donde impera más la violencia que las razones, las ideas y las palabras. Por ello puede ser fructífero hacer un alto en el camino y pensar de nuevo en la palabra y en la conversación en la Universidad de Antioquia, mediante una programación académica y cultural que marque huella y nos haga volver la cabeza, como un llamado de atención en el repique cotidiano, tal vez un poco sonámbulo, un poco limitado a ver pasar la vida universitaria, sin crítica ni vitalidad. En este número de la Agenda Cultural, pues, escriben varios autores que dedican sus reflexiones y sus creaciones a los temas de la palabra, de la conversación y del silencio. Todos ellos componentes de la comunicación, aquello que, temerariamente, podríamos definir como uno de los fenómenos imposibles que rondan a los seres humanos. Una de las bellas utopías que perseguimos sin tregua y que a veces, como ahora, hace que nos detengamos a pensarla y a recrearla. Luis Germán Sierra J.
De la poesía Andrea Cote
Poema Y si la escritura fuera el cuerpo y sonara y galopante. Y si el cuerpo cayera libre en el deseo y ahuecara la escritura y al través las lloviznas escanciaran palabras para vivir. Y si yo acudiera como para coger la inquina de los días y no merecerla, entonces yo escribiría a gritos.
De la poesía La poesía es conmoción, una palabra que invoco en dos acepciones: conmoción, que es efecto certero contra la indolencia, que interrumpe el trasegar desatento ante esas cosas pequeñas, anodinas, aquellas en las que a menudo la vida guarda su hondura. Conmoción, que es poesía, por repentino temblor y casa de asombros. Pero la poesía es conmoción, también, porque se mueve al otro, con otro, y porque ella emprende siempre el viaje de regreso a lo humano; esto es, al saber que compartimos. La comunicación poética no se basa en la invención, sino en el reconocimiento.
* El poema es hermano gemelo de la fotografía, ambos anidan en el instante. La aspiración fotográfica es la de hacer un corte en el tiempo,
uno a partir del cual el elemento excluido se haga particularmente visible. Ambas experiencias son resistencia ante la muerte, y en algo nos consuelan de esa circunstancia. Por su batalla con la finitud, lo poético y lo fotográfico me recuerdan siempre las palabras que dijera Augusto Roa Bastos: “Escribo para que al miedo de la muerte no se agregue el miedo de la vida”. Como la fotografía realista, el poema es también un pacto de lectura que supone un diálogo directo con la realidad; quiero decir, aun cuando ambas expresiones son susceptibles de producir simulacros, mentiras y fabulaciones, a ellas acudimos para sentir una emoción no-ficcional.
* El poema es en gran parte una experiencia erótica; esto, en tanto erotismo se defina como una forma de elevación de la experiencia puramente material del cuerpo que se prolonga en una suerte de más allá de lo biológico. El poema es erótico en cuanto hace al cuerpo prolongarse: cuerpo físico y cuerpo del lenguaje. En palabras de Octavio Paz en La llama doble, “Erotismo y poesía: el primero es una metáfora de la sexualidad, la segunda una erotización del lenguaje”. Andrea Cote Botero ha publicado los libros de poesía: Puerto calcinado, Cosas frágiles y Chinatown a toda hora, y de ensayo: Tina Modotti. Una fotógrafa al desnudo y Blanca Varela o la escritura de la soledad. Se desempeña actualmente como profesora universitaria. Escribió estos textos para la Agenda Cultural Alma Máter.
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Sobre la entrevista (divagaciones contra natura) Ana Cristina Restrepo Jiménez
Adolfo Bernal. De la serie He was here, teach me how, señal. 1987. Impresión tipográfica sobre papel. 35 x 100 cm. Archivo del artista. Cortesía Familia Bernal Henao
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Pocas
Sólo cuando vemos a alguien que “para el tráfico” a su paso, cuando probamos un plato preparado con el ánimo de provocar, o sentimos el bienestar después de inhalar y exhalar profundamente, comprendemos a cabalidad que lo “natural”, además de atención, requiere intención (de la cual hablaba Ryszard Kapuściński).
La entrevista periodística suele ser asumida como una simple conversación: una destreza de carácter social; otra competencia lingüística, como leer, escribir y escuchar. Y no, no lo es. Como la buena escritura, las entrevistas que fluyen con más naturalidad son aquellas que esconden un trabajo exhaustivo. Son pura filigrana. Nada es tan artificioso como un texto bien escrito o una entrevista bien dirigida. ¿Dirigida? Sí. Cuando alguien acepta ser entrevistado, la entrevista le pertenece; una vez comienza el diálogo, el entrevistador es el dueño. La entrevista periodística es un sutil ejercicio de dominio del curso de la conversación (que no de la palabra), en el cual las ideas fluyen al ritmo de la batuta de un solo director: quien entrevista.
“La lectura hace al hombre completo; la conversación lo hace ágil, el escribir lo hace preciso”, dijo Francis Bacon. Si se piensa en términos periodísticos —e intuimos que el filósofo británico incluye la escucha cuando alude a la “conversación”—, esa frase es un manual abreviado del entrevistador…
No es extraño entonces que la entrevista periodística desnude tanto al entrevistado como al entrevistador; baste citar Un hombre de Oriana Fallaci. Aquella premisa de permanecer como un observador invisible en el texto, desaparecer, tan conveniente en la escritura de crónicas, presenta sus bemoles en el caso del género
actividades son tan riesgosas como aquellas que se consideran “naturales” en el ser humano: caminar, comer, respirar o conversar. Todo tiende a empeorar cuando a dichas acciones se les otorga un carácter meramente funcional y mecánico, casi inconsciente, sin acato a la forma de su ejecución: caminar para desplazarse, comer para saciar el hambre, respirar para no ahogarse...
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de la entrevista: su ejercicio demanda un pulso constante entre quienes intervienen en ella. El entrevistado suele hablar por sí mismo (a menos que represente a una institución o responda bajo presiones externas), mientras que el entrevistador habla en nombre de la colectividad que son los lectores y de su derecho a la información, al placer de conversar con un personaje “lejano” por su accesibilidad, posición social, política o geográfica, qué sé yo. (Un énfasis al margen: los buenos entrevistadores no son necesariamente periodistas. Sean Penn en su encuentro complaciente con El Chapo Guzmán no es paradigma de periodismo para nadie. Juan Gabriel Vásquez frente a Jonathan Franzen, sí lo es). La entrevista es una película cuyo guión se prepara con cuidado, pero se desacata, con atención a mínimos giros de la charla. La improvisación es una habilidad tan necesaria en el entrevistador como el dominio de la gramática de la conversación, de sus pausas, silencios (parciales y definitivos) y acentos. Ancestralmente se ha considerado el habla como una habilidad femenina; no obstante, hubo una época en la cual el género epistolar, la escritura, les permitió a las mujeres profundizar conversaciones y pensar ciertos asuntos con detenimiento (Gabriela Mistral y Victoria Ocampo), y explorar los terrenos de lo prohibido (Virginia Woolf y Lady Nicolson, Georges Sand y Alfred de Musset...). Es probable que esas conversaciones premeditadas, estudiadas, intencionales, pausadas y en varios episodios (la entrevista de perfil requiere inmersión), que llamamos “entrevista periodística” vayan contra la naturaleza misma del habla. Lo cier-
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Adolfo Bernal. S.O.S. 1983. Intervención urbana. Fotolitografía. 30 x 80 cm. Archivo del artista. Cortesía Familia Bernal Henao
to es que algo de aquellas vigías del buzón, mujeres que aguardaban un sobre arrojado bajo su puerta, palpita en quienes dedicamos nuestra vida a escribir entrevistas. Ana Cristina Restrepo recibió en 2015 el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, en la categoría de Entrevista en Periodismo Escrito por su entrevista “Carlos Gaviria Díaz: pensamiento, palabra, obra y omisión” publicada en la Revista Universidad de Antioquia (n.° 316, abril-junio de 2014, pp. 73-86). Periodista, escritora y docente universitaria, es autora del libro Página en blanco, y coautora de Dos tintas: ejercicios de investigación en Humanidades. Escribió este texto para la Agenda Cultural Alma Máter.
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¡Palabra que sí! Hilda Mar Rodríguez Gómez
Dice Juan Gelman que “Los agujeros de la pa-
labra tienen alma”, y por ese agujero se cuelan la promesa, la evasión, la propuesta, el olvido, la dilación, la espera, la esperanza, la desazón, el temor. Se pierde todo aquello que la palabra no puede asir, lo que queda fuera de su alma, y lo que está en el centro de su poder.
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El poder de la palabra está en el lápiz que la escribe o en la mente que la piensa. Tal vez, en la boca de quien la pronuncia, en la voz que la encarna, en el oído que la percibe, en el ojo que la avizora. El poder de la palabra es difuso, se pierde entre comprensiones y malos entendidos, rodea silencios e imaginarias respuestas que, en nombre de la corrección, la ética o el amor, se esperan. El poder de la palabra también es difuso, inasible en ocasiones, se esfuma, y entonces hablantes y escribientes se quedan con el vacío. El poder de la palabra es un acuerdo, una relación especular que proponemos. Una palabra que no cuenta ni describe, sino una que crea realidades. Una palabra capaz de trastocar el orden, de ofrecer una nueva visión. Quienes amamos las palabras creemos que ellas son aliento y poder; olvidamos que también la palabra ha estado detrás de los totalitarismos, en ella se asientan también las creencias de los otros, de esos otros que creemos tan diferentes. Las palabras son lugar de convicciones, de creencias, de ideales. También son tierra de apátridas, de traidores de la palabra, de su esencia, de su vacuidad, de su resquebrajamiento. Las palabras, como dice Roberto Juarroz, a veces son sucias, pringosas, desaliñadas. Incluso Febrero | 2016
pueden ser desagradables, no por el significado (que no se trata de adjetivos), sino por la intención, pues buscan convencer, recortar visiones, decorar el sentido, cambiar el significado. Entonces, asistimos al uso “políticamente correcto de la palabra”, al decorado de los términos, y las palabras se vuelven dulzonas, empalagosas, y entonces, sí que están sucias las palabras. Pues el eufemismo no solo es el culmen del empalago; también es su máscara, la manera de ocultar el rostro. Y parece que se actualizara la vieja discusión: la forma o el fondo. ¿La retórica o la argumentación? Así lo expresa Juarroz en su poema “Octavo Poema vertical”, 2: También las palabras caen al suelo, como pájaros repentinamente enloquecidos por sus propios movimientos, como objetos que pierden de pronto su equilibrio, como hombres que tropiezan sin que existan obstáculos, como muñecos enajenados por su rigidez.
Entonces debemos buscar maneras de levantar las palabras; no esperar a que, como sigue diciendo Juarroz, (...), desde el suelo, las propias palabras construyen una escala, para ascender de nuevo al discurso del hombre, a su balbuceo o a su frase final.
Levantar la palabra significa aprender a usarla. Dejarla libre para que fluya desprovista de certezas y nos aliente a la escucha, a la observación. Una palabra que muestra las dudas, las vacilaciones. Tomarla del suelo para contemplarla,
Adolfo Bernal. De la serie He was here, teach me how, señal. 1987. Impresión tipográfica sobre papel. 35 x 100 cm. Archivo del artista. Cortesía Familia Bernal Henao
desde y para los fragmentos que ella ofrece; porque la palabra está partida, no es un todo que significa, sino un conjunto de piezas que, a veces, encajan para construir sentido. Y otras veces no alcanza esa pieza para nada. El poder de la palabra también está allí, en las ruinas que anuncia, en los vestigios de una intención. Un paisaje de palabras ruinosas también debe ser una opción por contemplar; que nuestros ojos no solo conozcan el paisaje prístino de unas palabras enmascaradas. Que oteen en el horizonte los vestigios de la grandeza de la palabra que sean memoria de esos tiempos de arriería en que la palabra era acción y promesa, en que ella decía lo que decía, y no otra cosa. Construyamos con la palabra quebrada, rota, partida, fragmentada, un escenario siempre en construcción; una palabra unida por lo que la separa: el sonido, el sentido, el significado.
Y qué tal si dejamos esas palabras en el suelo, y entonces inventamos la palabra del silencio. Así dice Juarroz en su poema: Pero hay algunas que permanecen caídas. Y a veces uno las encuentra en un casi larvado mimetismo, como si supiesen que alguien va a ir a recogerlas para construir con ellas un nuevo lenguaje, un lenguaje hecho solamente con palabras caídas.
Y entonces, no decir será la propuesta. ¡Palabra que sí!
Hilda Mar Rodríguez Gómez es profesora de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia, Miembro del Grupo de Investigación Diverser. Escribió este texto para la Agenda Cultural Alma Máter.
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Otra infancia Víctor Gaviria
Las calles como brazos de un magnífico prestidigitador de hermosos dedos y mangas relucientes El niño caminando el mapa de este barrio con una atmósfera tan pura como la del más remoto lugar Extrañado y amigo
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de otros niños y del seco olor de prados que a nada compromete Vuelvo a salir con mi hermano una fiesta tranquila es todo esto y en este aire florece el más tímido gesto Salimos el alma misma a pasear Adolfo Bernal. Serie labio-lagarto / neón-plomo / asia-naranja. 1980. Intervención urbana. Impresión tipográfica sobre papel. 50 x 70 cm. Archivo del artista. Cortesía Familia Bernal Henao
para mi hermano y yo (reímos) los arbustos de esta calle las palabras que decimos y las horas son nuestro padre Nuestro queridísimo padre es la hierba y el bello muro olvidado y todo esto
Víctor Gaviria es poeta y director de cine ampliamente conocido por sus cortometrajes y por sus largometrajes Rodrigo D., La vendedora de rosas y Sumas y restas. El poema aquí publicado aparece en la página 11 de su libro Antología poética 1978 - 2003 (Medellín, Universidad de Antioquia, 2006).
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Palabras éxtasis Carlos Vásquez Tamayo
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Adolfo Bernal. Safe Area. s.f. (ca. 1987). Intervención urbana. Impresión tipográfica sobre papel. Volantes. Dimensiones no registradas. Archivo del artista. Cortesía Familia Bernal Henao
Detrás la fuente, ese flotar de aguas en el vacío. Llego temprano a la U, el día arde desde la primera hora.
“Si pensara en un perro no me reconocería”, dice el pintor. No sé cómo darme a entender, la explicación no aplica en el caso del arte.
Me pongo a hacer mis cosas. Veo pintura, pienso en mi invitado de “Diálogos” de hoy. Sus cuadros se llenan de palomas. Mujeres y palomas, caballos paloma, multitud palomas.
También aquí, detrás de mí, celebrando igual que yo el bullicio del agua, están las palomas. Qué atisban, pienso yo, por qué se quedan.
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Aquí hay aire y en el aire pasos, el éxtasis de almas suspensas. Este silencio lo llevan y traen nuestras pisadas.
Fue un mal sueño, me digo, el agua es misteriosa, sube hasta cierto punto y luego cae. No se queda arriba, no es presuntuosa ni avara.
Desde ayer, al final de la tarde, me ha envuelto un extraño sosiego. En una reunión, por ejemplo, me arropó un firme convencimiento. Esto fue lo que pensé: estoy acompañado.
Acaso las palomas den vueltas allí, sigilosas. Tan vulnerables ante las explosiones como todos aquí. Ellas y los otros animales.
Proponemos, hacemos ideas y de pronto también reímos juntos. Me siento seguro en este grupo, pensé, hay una fraternidad que trae el agua, la fuente, la cascada de estas risas que no desordena el ruido ni apaga los miedos. Esa dicha dura hasta hoy. Hace un momento, al llegar, seguía intacta la plenitud. Me pongo a buscar palabras, miro los cuadros del pintor, elijo para él mis ideas.
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Ansío el día que está por empezar, vienen enseguida personas. Me verán y las oiré, les daré mi voz y mis manos. La U me acogerá en su lenta distancia. Lo de los días en estruendo fue acaso un sueño. La realidad con cara ceñuda. La U se lava lenta con el agua. No quiere majestad, los cuerpos de piedra de la fuente dejan de ser mayestáticos. El agua los toca, los suelta y libera. No más arrogancia ni sed de estrellas. Lo que importa es este aquí, el fluir, un dejar de ser, desprenderse y flotar. Como estos jóvenes que pasan y se van con el agua. Hacia los libros que son el viento que nos lleva a la infancia. No hay nada que temer, me digo, el mal es fugaz, la ira se desdibuja y deja que el rostro vuelva a su faz. Febrero | 2016
Las especies de esta U, también los árboles, forzados a asistir a la intemperancia. Ahora es la tierra la que devuelve nuestros desvelos a la serenidad. Ellos y ellas y los muchachos que recuerdan la vocación de viaje que trae el día. La humildad de esa fuente, la certeza de ese decir sosegado. Si miráramos a las palomas, si entendiéramos lo que la palabra árbol dice y regala. Hoy estamos de nuevo aquí y la eternidad es esa fuente y uno se puede poner a conversar, acompasado por aguas absortas.
Carlos Vásquez Tamayo es poeta, filósofo y profesor del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia. Ha publicado, entre otros, los libros de poesía: El oscuro alimento, Agua tu sed, Hilos de voz, Aunque no te siga, Pasos y Pequeña luz; y de ensayo: El arte jovial: la duplicidad apolíneo-dionisíaco en El nacimiento de la tragedia de Nietzsche, Método de dramatización. Acerca del tratado primero de la Genealogía de la moral, La nada luminosa. Fernando Pessoa un poeta de la naturaleza, Las hojas breves. Acerca de Fernando Pessoa, y Arder en el tiempo. Encuentros con Fernando Pessoa. Este texto se publicó inicialmente en el portal de la Universidad de Antioquia el 16 de junio de 2015.
Lenguas Paloma Pérez Sastre
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Adolfo Bernal. Serie capitán, jaula, boca, tren, miel, neón, oso, 458374. 1980. Intervención urbana. Impresión tipográfica sobre papel. 35 x 50 cm. Archivo del artista. Cortesía Familia Bernal Henao
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a pasada noche de brujas [octubre de 2014], asomados a la ventana del segundo piso, observábamos la llegada de un animado grupo de jóvenes a la fiesta de disfraces de la casa de al lado. Después de detallar cada uno de los variados y coloridos ropajes, advertimos que los muchachos venían hablando en inglés. Comentábamos este hecho con extrañeza, cuando Alicia, mi nieta de tres años y medio, explicó: “Disfrazaron la lengua”. La perplejidad es la reacción que acompaña esas salidas geniales de los niños. Encierran una sabiduría proveniente de una región pura y misteriosa;
una verdad insólita e iluminadora, ajena a la información y la experiencia. La Biblia le atribuye a la soberbia del hombre el origen de las lenguas. Después del diluvio, los hombres, convencidos del poder de la asociación, pretendían alcanzar el cielo construyendo una torre. Entonces Dios les confundió la lengua y tuvieron que abandonar el proyecto y desperdigarse por el mundo. Duro castigo, cándida solución —propia de los que creen poder controlarlo todo—, pues diversificar los idiomas no significó la abolición del lenguaje 2016 | Febrero
mismo, el don de la comunicación. Eso habría equivalido a extirpar el alma, la misma esencia de la especie.
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Encontré en un blog un mito banta, en el que coinciden el origen del lenguaje y el origen de los males. En un principio los humanos no necesitaban el lenguaje porque eran transparentes y podían verse sus mutuos pashka — que significa alma y mente a la vez—. Bastaba mirarse para compartir pensamientos, sentimientos, gustos, necesidades. Esto dejaba por fuera la posibilidad del secreto y, por tanto, excluida la desconfianza. Pero, como consecuencia de terribles sucesos protagonizados por una pareja de jóvenes,1 aparecieron los chuub-baká, los cuatro pecados que originaron el dolor humano: el odio, la crueldad, la traición y la venganza. Invadidos por la desconfianza, el miedo y el sufrimiento, los humanos no podían soportar la presencia de otro, y tuvieron que esconderse y desperdigarse por el mundo. El dios se compadeció y les concedió la capacidad de ocultar su pashka. Entonces, no siendo ya transparentes, el dios creó el lenguaje para que pudieran volver a trabajar y vivir en comunidad. Pero llegaron la mentira, la hipocresía, la impostura, la adulación. Los mitos explican el origen de aquello que hace posible la diversidad de las lenguas; esa pérdida irreparable de un signo único y total, ese corte por el que se nos escapa el sentido. Las palabras tienen una estaca incrustada en su puro centro. Nada nos faltaba hasta que vinieron el significado y el significante a dividirnos: la cosa misma y su vestido, o su piel. Pero también es verdad que de ese tajo surge la fuente de la metáfora y la posibilidad misma de intuir la metáfora. Disfrazar la lengua es vestir el espíritu de color, juego y poesía. Hablar una lengua es investirse de su espíritu. Tengo una amiga alemana que dice que cuando habla en español es otra: abierta, espontánea, alegre, expresiva; muy distinta a la alemana que tiende a la melancolía. Tal vez por eso Febrero | 2016
Adolfo Bernal. El. ca. 1980. Impresión tipográfica sobre papel. 21 x 28 cm. Colección Museo de Arte Moderno de Medellín. Cortesía Familia Bernal Henao
eligió estudiar filología hispánica en Madrid y trabajar en la DW Latinoamérica. Vestimos y desvestimos la existencia incluso cuando dormimos. Las lenguas nos dividen y nos incomunican, pero también cantan, acarician, saborean, sienten, humedecen, curan, miman e inventan. Y quizás sean las lenguas de los poetas y las de los niños las más llamadas a aliviar la herida original; quizás sea esa su paciente y necesaria misión de todos los días: tejer vestidos sublimes y nuevos. Esos que no ocultan la desnudez del vacío, sino que la visten para salir a la calle. Quizás sea esta la única manera de cumplir el sueño de Babel de alcanzar el cielo.
Referencia 1. http://poetaquejugovideojuegos.wordpress. com/2011/10/25/elorigendellenguaje/
Paloma Pérez Sastre es profesora de la Universidad de Antioquia. Publicó este texto en la sección Minúsculas de la Revista Universidad de Antioquia (N. °. 319, enero-marzo de 2015, pp. 10-11). Es autora de los libros: Antología de escritoras antioqueñas 1919-1951 y Como la sombra o la música, cuentos y crónicas.
Silencio Natalia Ginzburg
He oído Pelléas et Mélisande. De música no en-
tiendo nada. Sólo se me ha ocurrido confrontar la letra de los viejos libretos de ópera (“Pago con mi sangre / el amor que puse en ti”), letras fuertes, sangrientas, pesadas, con la letra de Pelléas et Mélisande (“J’ai froid … ta chevelure”), letras fugaces, como de agua. Del cansancio, del disgusto por las letras fuertes y sangrientas, ha nacido esta letra de agua, fría, huidiza. Me he preguntado si no ha sido ese (Pelléas et Mélisande) el principio del silencio. Porque, entre los vicios más extraños y graves de nuestra época, hay que mencionar el silencio. Los que hoy hemos probado a escribir novelas, conocemos el disgusto, la infelicidad que se apodera de uno cuando llega el momento de hacer hablar a personajes entre sí. Durante páginas y páginas, nuestros personajes se intercambian observaciones insignificantes, pero cargadas de una desolada tristeza: “¿Tienes frío?”, “No, no tengo frío”. “¿Quieres un poco de té?”, “No, gracias”. “¿Estás cansado?”, “No lo sé. Sí, quizá estoy un poco cansado”. Nuestros personajes hablan así. Hablan así para engañar al silencio. Hablan así porque no saben ya cómo hablar. Poco a poco van saliendo también las cosas más importantes, las confesiones terribles: “¿Le has matado?”, “Sí, le he matado”. Arrancadas dolorosamente al silencio, surgen las pocas y estériles palabras de nuestra época, como señales de náufragos, fuegos encendidos entre colinas lejanísimas, débiles y desesperadas llamadas que el espacio se traga. Entonces, cuando queremos hacer hablar entre sí a nuestros personajes, medimos el profundo silencio que se ha ido adensando poco a poco en nuestro interior. Comenzamos a callar de ni-
ños, en la mesa, ante nuestros padres, que nos hablaban todavía con esas palabras sangrientas y pesadas. Nosotros permanecíamos callados. Estábamos callados por protesta o por desdén. Estábamos callados para hacer comprender a nuestros padres que aquellas grandes palabras suyas no nos servían ya. Nosotros teníamos en reserva otras. Emplearíamos nuestras nuevas palabras más tarde, con personas que las comprendieran. Éramos ricos de nuestro silencio. Ahora estábamos avergonzados y desesperados de él, y conocemos toda su miseria. No nos hemos liberado jamás de él. Aquellas grandes palabras viejas que servían a nuestros padres son monedas fuera de curso y no las acepta ya nadie. Y las palabras nuevas, nos hemos dado cuenta que no tienen valor, de que con ellas no se compra nada. No sirven para establecer relaciones, son como agua, frías, infecundas. No nos sirven para escribir libros, ni para mantener ligada a nosotros a una persona querida, ni para salvar a un amigo. Entre los vicios de nuestra época, sabido es que está el de la sensación de culpa: se habla y se escribe mucho de ella. Todos la padecemos. Nos sentimos implicados en una historia cada día más sucia. También se ha hablado de la sensación de pánico: todos la padecemos también. La sensación de pánico nace de la sensación de culpa. Y aquel que se siente espantado y culpable, calla. De la sensación de culpa, de la sensación de pánico, del silencio, cada cual se busca un modo de curarse. Unos se van a hacer viajes. En el ansia de ver países nuevos, gente distinta, está la esperanza de dejar tras de uno los propios turbios fantasmas; está la secreta esperanza de descubrir en algún punto de la tie2016 | Febrero
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Adolfo Bernal. Serie Amante-chicago / seda-beatle / rana-jinete / camisa-bicicleta / luna-papel. 1979. Intervenci贸n urbana. Impresi贸n tipogr谩fica sobre papel. 50 X 70 cm. Archivo del artista. Cortes铆a Familia Bernal Henao
rra la persona que pueda hablar con nosotros. Otros se emborrachan para olvidarse de sus turbios fantasmas y para hablar. Y están, también, todas las cosas que se hacen para no tener que hablar: unos se pasan las veladas dormidos en una sala de proyecciones, con una mujer al lado a la que, de esta forma, no están obligados a hablarle; otros aprenden a jugar al bridge; otros hacen el amor, que se puede hacer también sin palabras. Suele decirse que estas cosas se hacen para engañar el tiempo: en realidad se hacen para engañar al silencio. Existen dos especies de silencio: el silencio consigo mismo y el silencio con los demás. Una y otra forma nos hacen sufrir igualmente. El silencio con nosotros mismos está dominado por una violenta antipatía que nos invade hacia nuestro propio ser, por el desprecio hacia nuestra misma alma, tan vil que no merece que le digan nada. Está claro que hay que romper el silencio con nosotros mismos si queremos intentar romper el silencio con los demás. Está claro que no tenemos ningún derecho a odiar a nuestra propia persona, ningún derecho a callar nuestros pensamientos a nuestra alma. El medio más difundido para liberarse del silencio es ir a que le psicoanalicen a uno. Hablar incesantemente de sí mismo a una persona que escucha, que es pagada para que escuche: poner al descubierto las raíces del propio silencio; sí, esto quizá puede dar un momentáneo alivio. Pero el silencio es universal y profundo. El silencio volvemos a encontrarlo en cuanto salimos por la puerta de la habitación donde aquella persona, pagada para que escuchara, escuchaba. Volvemos a caer inmediatamente en él. Entonces, aquel alivio de una hora nos parece superficial y trivial. El silencio está sobre la tierra: que se cure de él uno de nosotros por una hora, no sirve para la causa común. Cuando vamos a que nos psicoanalicen, nos dicen que tenemos que dejar de odiar con tanta fuerza a nuestra propia persona. Pero para libe2016 | Febrero
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rarnos de este odio, para liberarnos de la sensación de culpa, de la sensación de pánico, del silencio, se nos sugiere vivir de acuerdo con la naturaleza, abandonarnos a nuestro instinto, seguir nuestro puro placer, hacer de nuestra vida una pura elección. Pero hacer de la vida una pura elección no es vivir de acuerdo con la naturaleza, sino vivir contra natura, porque al hombre no le es dado elegir siempre: el hombre no ha elegido la hora de su nacimiento, ni su propio rostro, ni a sus padres, ni su infancia; el hombre, en general, no elige la hora de su muerte. El hombre no puede sino aceptar su propio rostro, del mismo modo que no puede sino aceptar su propio destino; y la única elección que le está permitida es la elección entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto, entre la verdad y la mentira. Las cosas que nos dicen aquellos a los que acudimos para que nos psicoanalicen no sirven porque no tienen en cuenta nuestra responsabilidad moral, la única elección que no está permitida en nuestra vida; los que hemos ido a que nos psicoanalicen sabemos muy bien que aquella atmósfera de efímera libertad en la que gozábamos viviendo según nuestro puro placer, era una atmósfera enrarecida, innatural, en definitiva, una atmósfera irrespirable. En general, este vicio del silencio que envenena nuestra época suele ser expresado con un lugar común: “Se ha perdido el gusto de la conversación”. Es la expresión fútil, mundana, de algo verdadero y trágico. Diciendo “el gusto de la conversación”, no nombramos nada que nos ayude a vivir; pero lo que nos falta es la posibilidad de una libre y normal relación entre los hombres, y nos falta hasta el punto de que algunos de nosotros se han matado por la conciencia de esta privación. El silencio cosecha sus víctimas día a día. El silencio es una enfermedad mortal. Nunca como hoy las suertes de los hombres han estado tan estrechamente ligadas entre sí, de tal modo que el desastre de uno es el desastre de todos. Se verifica, pues, este extraño hecho: Febrero | 2016
que los hombres se encuentren estrechamente ligados cada uno al destino del otro, de modo que la caída de uno solo arrastra a otros miles de seres, y al mismo tiempo están todos sofocados por el silencio, incapaces de intercambiarse unas cuantas palabras libres. Por eso —porque el desastre de uno es el desastre de todos— los medios que se nos ofrecen para curarnos del silencio se revelan sin base. Se nos sugiere que nos defendamos con el egoísmo de la desesperación. Pero el egoísmo no ha resuelto jamás ninguna desesperación. Estamos demasiado habituados incluso a llamar enfermedades a los vicios de nuestra alma, y a sufrirlos, a dejarnos dirigir por ellos, o a ablandarlos con jarabes dulces, a curarlos como si fueran enfermedades. El silencio debe ser considerado y juzgado desde un punto de vista moral. No nos es dado elegir ser felices o infelices. Pero es preciso elegir no ser diabólicamente infelices. El silencio puede llegar a una forma de infelicidad cerrada, monstruosa, diabólica: puede enviciar los días de la juventud, hacer amargo el pan. Puede llevar, como se ha dicho, a la muerte. El silencio debe ser considerado, y juzgado, desde un punto de vista moral. Porque el silencio, como la pereza y como la lujuria, es un pecado. El hecho de que sea un pecado común de todos nuestros semejantes en nuestra época, de que sea el fruto amargo de nuestra época malsana, no nos exime del deber de reconocer su naturaleza, de llamarlo por su verdadero nombre. Natalia Ginzburg (1916-1991). Novelista, ensayista y activista política italiana, autora de una vasta obra. Algunos de sus libros más conocidos son: Las palabras de la noche, Las pequeñas virtudes, Léxico familiar, Querido Miguel, No podemos saberlo y Antón Chéjov. El presente ensayo, publicado con fines formativos, lo extractamos del libro Las pequeñas virtudes (Madrid, Alianza Editorial, 1966, pp. 56-59).
El Poieta. Adolfo Bernal: Hombre Palabra Oscar Roldán-Alzate
En El Banquete, Platón define el término poiesis
como “la causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no-ser a ser”. Un poieta es un creador, un sujeto privilegiado que tiene la habilidad de hacer tangibles los mitos, de enseñar caminos a otros, incluso de “recordar” el futuro; es decir, de prever lo que aún no sucede, pero que definitivamente ya comenzó su accionar y terminará por revelarse con ímpetu en cualquier momento; es una suerte de antena receptora de señales invisibles al sentir de la multitud. Su relación con las palabras es íntima: se sabe y se conoce en ellas: es quien las nombró por primera vez y tiene el poder de conocer las cosas por la palabra que lee en ellas. Con el poieta entendemos que la palabra es el origen del mundo, y que aquello que no acertamos a llamar por el nombre, que necesariamente debe ser una palabra, no existe completamente. Solo aquello que podemos nombrar tiene espacio y tiempo, nos acompaña porque lo tenemos presente. La palabra es cosa, cada individuo incluso es palabra y frase. Esta es la materia prima del poieta, del poeta como hoy se le conoce, un ser extraño, tanto como necesario, y que este semestre tendremos en mente en la Universidad de Antioquia. Con firmeza, Adolfo Bernal (Medellín, 19542008), sin lugar a dudas uno de los pocos poietas que ha producido esta tierra, uno tan extraño como escaso para este tiempo, aseveró que cambiaría todo su trabajo, todo lo que hasta esa tarde del 2008 había hecho, por haber aprehendido la manera de pintar un bodegón. Mirándolo sorprendido, pero con gran regocijo por lo que oí, mi recuerdo puso entre su rostro y el mío una pinturita pastel de cinco o seis frascos vacíos sobre una mesa, ejecutada por
Giorgio Morandi, un pintor italiano que pasó su vida haciendo solo una cosa: una y otra vez el mismo cuadro, un bodegón austero, con la luz clara de abril y una serenidad triste, dramática, tanto como los pocos objetos que con el tiempo aprendió de memoria, en un ejercicio terco que solo logra alguien especial, uno que se propone entender la vida en el silencio de las cosas. No le pregunté por qué; me pareció que su sentencia era sumamente elocuente. Seguí pensando en Morandi. Aclararlo no fue necesario. Ahora quisiera saber, con certeza, si lo que sentí al escuchar su afirmación, realmente era lo que me estaba tratando de decir. Este poieta se sabía a sí mismo como guardián de ciudad —la misma que conocía mejor que los mensajeros que la rondan—; era un jugador experto del simulacro que representa la vida; conocedor como pocos de la didáctica y la pedagogía, pues siempre se debió a otros, a sus alumnos; era un instructor sin igual que mantenía el tono creativo de sus iniciativas, tanto al interior como afuera de las aulas. Hizo de la ciudad un salón de clases gigantesco, y divagó por sus nervaduras, encontrándole ángulos insólitos con sus amigos, sus alumnos. Adolfo era amante del cine como pocos; de allí bebió insaciablemente, pero, sobre todo, de la palabra. Comenzó muy temprano a formular preguntas fuera de lo común a través de la escritura. Siendo muy joven, caminó entre los nadaístas hasta llegar a experimentar con el haiku, sin proponérselo. La poesía breve le brotaba; pensaba incluso de esa forma, con sustantivos sucedáneos y contrastados que incitaban a ima2016 | Febrero
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Adolfo Bernal. Señal: Medellín. ca. 1981. Intervención urbana. Placa en plomo fundido de 53 x 15 cm. Archivo del artista. Cortesía Familia Bernal Henao
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ginar. Estar con él un rato era tener el privilegio de asistir a un proceso inventivo, a la construcción en vivo del sentido de las cosas y de los fenómenos. Presenciar el desenvolvimiento de un horizonte no percibido que se desplegaba sobre la mesa, de la mano de su voz, es, quizá, el recuerdo más vívido que tengo de este sujeto que alguna vez una amiga común llamó “hombre de sombra de árbol”. “¿No jerto?” era la forma muy suya de terminar usualmente las oraciones. Con una voz grave, y misteriosamente arrulladora, esa muletilla era un llamado a creer y a crear, a convenir con quien lo rodeaba una cosa que se estaba apenas nombrando. Su creatividad incluía, definitivamente, al otro; no se concedía licencia para hacerlo solo. A los veintidós años editó una carpeta de poemas: Antes del día. Hojas sueltas evadían el orden del librero y lo acercaban a un tipo de Febrero | 2016
producto distinto. Rápidamente, los párrafos le fueron pareciendo largos y se vieron simplificados, hasta quedar solo dos líneas: en cada una de ellas, sólo un sustantivo. De esta manera, la palabra comenzaba su tránsito a la imagen, una que resultaba de la sumatoria de sentidos que lograba el otro-lector. En 1975 inició su asalto a la ciudad. Sin saber sobre los situacionistas franceses, ni mucho menos de Guy Debord y sus reflexiones sobre “la deriva”, inventó una forma novedosa de relacionarse con el ámbito urbano: comenzó a rotular las calles con duplas de nombres yuxtapuestos, composiciones simples, pero contundentes. Pares de palabras fueron apareciendo en lugares arbitrarios. Cualquier espacio de ciudad era importante, la estaba convirtiendo en un lienzo posible. Hasta el mayo francés del 68 se pensó que las artes convencionales, como la pintura y la es-
cultura, debían evocar en el espectador conceptos, palabras que resonaran en su mente y llevaran a un paseo por el pensamiento, mientras que la literatura y la poesía debían producir imágenes, escenas y temporalidades. Este cruce lógico es pervertido por Adolfo Bernal en todo su trabajo. Su gran aporte es evidente en la transmutación del sentido de las palabras a la hora de considerar el significante imagen, y el significado forma y línea, en cada letra. Así mismo, la configuración poiética de su accionar dependía necesariamente del trabajo colectivo, de la eficaz evasión del mercado que ejercía decididamente, pues cualquier asomo de intercambio económico limitaba su maquinar y, por último, el anonimato como lugar estratégico del ejercicio comunicativo. Esta tríada le valió su felicidad: sólo hacía cosas que disfrutaba inmensamente, algo que lograba la trascendencia de sus inusitadas propuestas.
Señales Señales, en general, fue la palabra que el poieta usó para nombrar su trabajo. La piel de la ciudad, con sus paredes cambiantes, gracias a los avisos peregrinos de espectáculos y edictos, sobrepuestos, rasgados y pegados nuevamente, una y otra vez, en un palimpsesto incesante, conmovía su mirada. Horches es como se han conocido este tipo de carteles urbanos que con tintas puras sellan el papel periódico y son usualmente empleados en la divulgación popular de información. Allí, donde no se adivinaba mensaje alguno, entre capas y capas de papel, Adolfo Bernal ponía a jugar los suyos. El resultado: un nombre para un lugar que no había sido nombrado, un gesto ambiguo que incitaba a vivir la ciudad con otros ojos, a atisbar, más que a simplemente mirar. Rápidamente entendió que la autoría
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Adolfo Bernal. Medellín. 1981. Intervención urbana. Impresión tipográfica sobre papel. 36 X 100 cm. Archivo del artista. Cortesía Familia Bernal Henao
sólo era un obstáculo entre él y sus congéneres, los otros que a la vez eran quienes le permitían ser. Su trabajo aparecía de repente en cualquier sitio. Cada cartel que disponía duraba allí exactamente lo necesario, esperando al privilegiado que se detuviera a volverse o a verse: AMANTE CHICAGO1 Adolfo Bernal estudió periodismo y luego rectificó sus intereses: terminó graduado como diseñador gráfico; sin embargo, la palabra se quedó en él. La imagen, que llegó del universo del diseño, entró a concursar en su trabajo de 2016 | Febrero
manera decidida. En 1981, en la concreción de una poesía breve, se valió de pico y pala y enterró una palabra en el jardín de esculturas adyacente al edificio del Museo Universitario de la Universidad de Antioquia. La palabra se volvía, así, verbo, movimiento, acción e indicio. Medellín, el vocablo que escogió para llevar a cabo este trabajo, había sido fundida en plomo, un metal maleable como pocos y con una fuerte presencia simbólica en la historia colombiana y en el imaginario futuro de la ciudad homónima que, a la vez, era el sitio del entierro.
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De forma estratégica se seleccionó el emplazamiento del “futuro yacimiento arqueológico”: el área ocupada por las copias prehispánicas de tallas en piedra, de la llamada cultura San Agustín, que circundan, cual gárgolas, el centro de salvaguarda cultural de la Alma Máter. Su idea consistió en implantar un indicio, una señal cargada multidireccionalmente de sentido, una piedra roseta contemporánea que trascendiera nuestra propia cultura, a la espera de que en otro tiempo, más allá de los tiempos preconcebibles, esta forma hable por nosotros a otras gentes o seres, que esta palabra-objeto cuente historias, como por ejemplo que éramos expertos en el plomo, con todo y lo que esto conlleva.
Señal: Medellín. 1981 Señal: Medellín. 1981 es el nombre de la poesía que, además, fue una señal tripartita. Dos iniciativas más hicieron parte integral de la propuesta, que aún sigue viva de maneras distintas. Para el Primer Coloquio Latinoamericano de Arte No Objetual y Arte Urbano de Medellín, convocado por el Museo de Arte Moderno de Medellín ese mismo año, Adolfo cifró en clave morse las letras que identifican mundialmente a Medellín: MDE. Para muchos, el Coloquio se entendió como una contra-bienal, un evento opuesto a la iniciativa de revivir las Febrero | 2016
bienales que, patrocinadas por la exitosa compañía textilera del momento, Coltejer, desde 1968 habían puesto a la ciudad en el mapa cultural latinoamericano. MDE fue emitido de manera ininterrumpida por los 1.650 kHz de la amplitud modulada, durante el lapso de tiempo que duró el evento. El tercer componente de este novedoso tríptico con el que participó en la IV Bienal, fue la palabra Medellín, impresa en un cartel producido bajo la técnica horche con el que fue empapelada la ciudad en una noche. A la mañana siguiente, los ciudadanos tenían la certeza de caminar por Medellín, en una imagen que recuerda a Macondo, rotulado por doquier para combatir el olvido que trajo consigo la peste del insomnio. Medellín fue y será la casa de este constructor de caminos, de este poieta, necesario y, paradójicamente, desconocido por el gran público que, como Morandi, a fuerza de pronósticos adversos logró izar un mundo, uno que vive en nosotros a pesar de su imagen modesta y anónima. Adolfo pasó, hizo su trabajo, y quedó como los hombres necesarios. Poblareto, un lugar bautizado por él, entre los barrios de El Poblado y Loreto, fue el mirador desde donde contempló el gran bodegón final, uno que de alguna manera había pintado los últimos años con signos y códigos, señales de vida para una ciudad inquieta. “¿No jerto?”.
Nota 1 Texto impreso en carteles y volantes de la serie Obra impresa/urbana, intervención en el espacio público, noviembre de 1979, V Salón Atenas, Museo de Arte Moderno de Bogotá.
Oscar Roldán-Alzate es maestro en artes plásticas, curador y Magíster en Ciencias Políticas. Dirige el Departamento de Extensión Cultural de la Universidad de Antioquia.
Palabras libres Proyecto Medellín se toma la palabra
Cada palabra es un universo en sí misma, no
hay una igual a otra, no tiene una palabra el mismo sabor en cada boca. Ellas, que nacen libres, algunas veces nos hacen esclavos, nos capturan y aprisionan entre sus rejas, porque así como existen palabras para crear, para acariciar, para viajar por mundos extraordinarios, también las hay que aprendieron en nuestras lenguas a matar, a hacer daño, a desgarrar, a estrujar y a aturdir; pero lo que es aun más absurdo, es que algunas perdieron su sabor y su valor: gratitud, amor, felicidad, respeto, solidaridad representan a muchas de las palabras que parecen ecos fantasmales que salpican discursos, consejos, periódicos, canciones y conversaciones cotidianas; palabras que están sin estar, que se dicen, pero no se sienten. ¿Dónde está aquel hablante que procura las palabras desarmadas? ¿Dónde puede encontrarse aquel que no esté contaminado por un mundo que solo habla de vanidad, de dinero, de angustia y de violencia? Se presienten las palabras libres y liberadoras, esas que nos permiten más allá de ser escuchados, ser incluidos. En el patio o el corredor de esta prisión puede habitar la palabra como verdad, como un pacto contraído y manifestado que genere confianza, credibilidad, hermandad…y tú puedes ser partícipe activo de esa nueva conversación que a la par irá cambiando la cara de un país, de una sociedad que no ve a sus presos, que los esconde, que les arrebata las palabras. Las palabras para que bailen con el viento, deben decirse. No ser impuestas, deben ser garantes de inclusión, no de exclusión; son ellas la casa de la lealtad, la confianza y la felicidad,
son ellas las que nos permiten sentirnos vivos para un mundo que nos ha matado política y socialmente, para una sociedad que muchas veces solo nos arroja palabras de lástima, de juicio o de prejuicio. Ya vienen esas deliciosas palabras que saben a esperanza, a perdón, a nueva oportunidad, esas que nos dan libertad porque permiten decir lo que pensamos y expresar lo que sentimos; palabras que liberan el amor por sí mismos y por los otros, que cantan, que sonríen, que se aventuran a decirse honestamente, que conviven siendo opuestas, que tienen tiempo para encontrarse con otras palabras, para hacer familia, para escuchar con calma, para batallar, pero no con violencia sino con el valor y con la suficiencia de argumentos, palabras para aprender a mirar desde un punto de vista diferente, palabras que no se las lleva el viento porque van atadas a actos coherentes, palabras para el oportuno silencio, para edificar, para recordarnos que lo más simple de la vida es quizás lo más importante. ¡Tenemos una cita con las palabras!
El proyecto Medellín se toma la palabra, como fruto de su labor con la comunidad carcelaria del Complejo Penitenciario Pedregal, comparte este texto, escrito por internos en un proceso formativo en torno al valor de la conversación. El proyecto parte del entendido de que democracia directa, diálogo y entendimiento son términos colindantes en un estado social de derecho, participativo y garantista.
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Prográmate CON EL MUSEO UNIVERSITARIO Visita el Museo Universidad de Antioquia ¡Vive el Museo! Nuestro horario: Lunes a jueves: 8:00 a. m. a 5:45 p. m. Viernes: 8:00 a. m. a 3:45 p. m. Sábado: 9:00 a. m. a 12:45 p. m. #ViveelMuseo #MuseoUdeA #LaMagiaenelMuseo #TachuelaenColombia Si no tienes vínculos con la Universidad de Antioquia y deseas visitar el MUUA, puedes solicitar el permiso de ingreso con 24 horas de anticipación marcando al número de teléfono: 2198186 http://museo.udea.edu.co
Visitas guiadas Recorridos por las salas temporales y permanentes del MUUA. Duración: dos horas Cupo máximo: 40 personas por recorrido
TALLERNAUTAS Tallernautas es una actividad que tiene por objetivo fomentar en niños y niñas, a través de la elaboración de un juguete, el interés por diversos conocimientos relacionados con las artes y las ciencias destacando la importancia de incluir las visitas al museo como parte fundamental en sus procesos educativos Ciclo: Folclor, Festivales y Carnavales Todos los sábados de febrero Hora: 10:20 a. m. Lugar: Hall entrada al MUUA Costo: $ 4.000 • • • •
6 de febrero: Jeeps 13 de febrero: Marimonda 20 de febrero: Negros y Blancos 27 de febrero: Mi carriel
TÍTERES EN ESCENA Hora: 11:30 a. m. Lugar: Auditorio principal MUUA. Costo: Gratuito • 6 de febrero: Arte y fantasía en la vida de Canito • 27 de febrero: Colorín Colorado ¿Quién te ha creado?
CAFÉ EN EL MUSEO Café en el Museo, es un espacio de encuentro informal con los visitantes del MUUA para de una manera espontánea recorrer los espacios del Museo y dialogar sobre las exposiciones. Se realiza todos los miércoles a la 1:00 p. m.
Exposiciones permanentes • Exposición larga duración Colección de Antropología: constituida en 1943, conserva alrededor de 35.000 objetos del patrimonio cultural de Colombia. • Exposición larga duración Colección de Ciencias: compuesta por una serie de montajes permanentes, temporales y murales enfatiza en especies nativas de animales colombianos.
Exposiciones temporales • Bicentenario, vida académica y personajes. Colección de Historia Relato de la vida universitaria entre 1901 y 2001 • Tapir. El fantasma de la selva El tapir, danta o gran bestia es uno de los mamíferos terrestres más grandes de Colombia; alcanza dos metros de largo, uno de altura y un peso de 250 kilos • Paisajes de recordación Esta exhibición presenta cuatro paisajes colombianos: selva del Chocó, ciénaga, bosque de niebla y páramo y nevado, los cuales ilustran algunos aspectos de nuestra biodiversidad 2016 | Febrero
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• Sin Tierra. Artista: María Cecilia Carvajal Velasco La imagen es la de millones de animales que han perdido su hábitat y que se refugian en lo más cercano a su naturaleza: un arca, un útero, un vientre de semilla • Eduardo Ramírez Villamizar vive en el MUUA Una oportunidad excepcional para aproximarse a la obra de uno de los más grandes artistas de la historia del arte en Colombia • Convocatoria de creación auxiliares administrativos del Museo Universidad de Antioquia MUUA-2015 Diversas expresiones del arte en un reconocimiento de la importante labor que cumplen los Auxiliares Administrativos en nuestras labores cotidianas y en sus múltiples frentes de acción • Parque Nacional Natural Las Orquídeas Hace parte de las 59 áreas protegidas del Sistema de Parques Nacionales de Colombia adscritas al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Territorial en Colombia. Con 32.000 hectáreas de extensión, es único en representación de la biodiversidad del departamento de Antioquia • Alfarería ancestral: una experiencia con el barro en el MUUA Se muestran los resultados de investigación y experimentación sobre la reproducción de piezas arqueológicas que se conservan en la Colección de Antropología
Cursos y talleres en el MUUA Talleres teórico prácticos sobre las colecciones Duración: dos horas Cupo máximo: 25 personas por taller Costo: Instituciones públicas: $3.000 por persona. Instituciones privadas: $6.000 por persona Informes: 2198185 coordinacioneducacionmuseo@udea.edu.co
Maletas viajeras Maleta didáctica con contenidos específicos y representativos de las colecciones del Museo Duración de préstamos: entre 15 días y 1 mes Costo: gratuito. Informes: 2198185 coordinacioneducacionmuseo@udea.edu.co
Programa radial Punto de Encuentro Emisora Cultural Universidad de Antioquia Miércoles 3, 10, 17 y 24 de febrero Hora: 8:30 a. m. Sintonícelo en: Valle de aburra 1.410 AM Urabá: 102.3 FM Bajo Cauca: 96.3 FM Oriente 101.3 FM Suroeste: 100.9 FM Occidente 93.9 Magdalena medio 94.3
Prográmate con el Sistema de Bibliotecas Ciclo de cine “Ver y leer” Todos los viernes Lugar: Auditorio de la planta baja de la Biblioteca Carlos Gaviria Díaz. Hora: 4:00 p. m. • 5 de febrero: El conde de Montecristo, Kevin Reinolds, Estados Unidos, 2002, 131’. Basada en la novela del mismo nombre de Alejandro Dumas, padre (Francia). • 12 de febrero: Asunto de mujeres, Claude Chabrol, Francia, 1988, 103’. Basada en la novela del mismo nombre de Francis Szpiner (Francia).
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• 19 de febrero: Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar, Woody Allen, Estados Unidos, 1972, 87’. Basada en el libro Todo lo que siempre quiso saber sobre sexo de David Reuben (Estados Unidos). • 26 de febrero: Ciudad de Dios, Fernando Meirelles, Brasil, 2002, 130’. Basada en la novela homónima de Paulo Lins (Brasil).
Exposición Lugar: Sala de Exposiciones de la Biblioteca Carlos Gaviria Díaz. Dibujos de Jhonatan Correa, estudiante de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia. Fechas: 10 al 27 de febrero
Prográmate CON LA RED DE CINECLUBES Martes 2 CINECLUB TARDES DE CINE EN EL PARANINFO Ciclo: Fantásticas aventuras “Los Goonies”, Richard Donner, Estados Unidos, 1985, 111’ Lugar: Sala de cine Edificio San Ignacio Hora: 6:00 p. m. Organiza: Administración Edificio San Ignacio
Miércoles 3 CINECLUB TARDES DE CINE EN EL PARANINFO Ciclo: Lo mejor de 2015 “500 días juntos”, Marc Webb, Estados Unidos, 2009, 96’ Lugar: Sala de cine Edificio San Ignacio Hora: 4:00 p. m. Organiza: Administración Edificio San Ignacio
Jueves 4 CINECLUB CINOCIO Ciclo: Buenos mentirosos “9 reinas”, Fabián Belinski, Argentina, 2002, 115’ Lugar: Ciudadela Robledo, aula 47-215 Hora: 6:00 p. m. Organiza: Cineclub Cinocio
CINECLUB TARDES DE CINE EN EL PARANINFO Ciclo: Fantásticas aventuras “Sherlock Holmes”, Guy Ritchie, Estados Unidos, 2009, 128’
Lugar: Sala de cine Edificio San Ignacio Hora: 6:00 p. m. Organiza: Administración Edificio San Ignacio
Viernes 5 ALUCINE CINECLUB
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Ciclo: Ganadoras de Oscar en 2015 “Lolita”, Stanley Kubrick, Reino Unido, 1962, 152’ Lugar: Auditorio Horacio Montoya Gil, aula 10-222 Hora: 12:00 p. m. Organiza: Alucine con el Cine
CINECLUB TARDES DE CINE EN EL PARANINFO Ciclo: Lo mejor de 2015 “La Dalia Negra”, Brian de Palma, Reino Unido, 2006, 115’ Lugar: Sala de cine Edificio San Ignacio Hora: 2:00 p. m. Organiza: Administración Edificio San Ignacio
CINECLUB CINE MAESTRO Ciclo: De la fantasía y otras realidades “El mapa de los sonidos de Tokio”, Isabel Coixet, España, 2009, 109´ Lugar: Auditorio 10-206 Hora: 4:00 p. m. Organiza: Centro de Documentación Facultad de Educación —CEDED—
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Martes 9 CINECLUB TARDES DE CINE EN EL PARANINFO Ciclo: Fantásticas aventuras “Dentro del laberinto”, Jim Henson, Reino Unido, 1986, 101’ Lugar: Sala de cine Edificio San Ignacio Hora: 6:00 p. m. Organiza: Administración Edificio San Ignacio
Miércoles 10 CINECLUB TARDES DE CINE EN EL PARANINFO Ciclo: Lo mejor de 2015 “Dallas Buyers Club”, Jean-Marc Vallée, 2013, Estados Unidos, 117’ Lugar: Sala de cine Edificio San Ignacio Hora: 4:00 p. m. Organiza: Administración Edificio San Ignacio
Jueves 11 CINECLUB CINOCIO
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Ciclo: Buenos mentirosos “Stonehearst Asylum”, Brad Anderson, Estados Unidos, 2014, 113’ Lugar: Ciudadela Robledo, aula 47-215 Hora: 6:00 p. m. Organiza: Cineclub Cinocio
CINECLUB TARDES DE CINE EN EL PARANINFO Ciclo: Fantásticas aventuras “Troya”, Wolfgang Petersen, Estados Unidos, 2004, 163’ Lugar: Sala de cine Edificio San Ignacio Hora: 6:00 p. m. Organiza: Administración Edificio San Ignacio
Viernes 12 ALUCINE CINECLUB Ciclo: Literatura en el cine “El lado bueno de las cosas”, David O. Russell, Estados Unidos, 2012, 120’ Lugar: Auditorio Horacio Montoya Gil, aula 10-222 Hora: 12:00 p. m. Organiza: Alucine con el Cine
CINECLUB TARDES DE CINE EN EL PARANINFO Ciclo: Lo mejor de 2015 Febrero | 2016
“Sonata de otoño”, Ingmar Bergman, Alemania del Oeste, 1978, 99’ Lugar: Sala de cine Edificio San Ignacio Hora: 2:00 p. m. Organiza: Administración Edificio San Ignacio
CINECLUB CINE MAESTRO Ciclo: De la fantasía y otras realidades “Perfect Sense”, David Mackenzie, Reino Unido, 2011, 88´ Lugar: Auditorio 10-206 Hora: 4:00 p. m. Organiza: Centro de Documentación Facultad de Educación —CEDED—
Martes 16 CINECLUB TARDES DE CINE EN EL PARANINFO Ciclo: Fantásticas aventuras “Encuentros cercanos del tercer tipo”, Steven Spielberg, Estados Unidos, 1977, 132’ Lugar: Sala de cine Edificio San Ignacio Hora: 6:00 p. m. Organiza: Administración Edificio San Ignacio
Miércoles 17 CINEÍSMO CINECLUB Ciclo: Una ciudad, una película “Tokyo” Michel Gondry, Leos Carax, Bong Joon-ho, 2008, Francia, Japón, Corea del Sur, Alemania, 112’ Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez 10-217 Hora: 12:00 p. m. Organiza: CINEÍSMO —Semillero de investigación Audiovisual UdeA
CINECLUB TARDES DE CINE EN EL PARANINFO Ciclo: Lo mejor de 2015 “Django desencadenado”, Quentin Tarantino, Estado Unidos, 2012, 165’ Lugar: Sala de cine Edificio San Ignacio Hora: 4:00 p. m. Organiza: Administración Edificio San Ignacio
Jueves 18 CINECLUB CINEMA BEAT Ciclo: Alejandro Jodorowsky, retrato de un psicomago
“El topo”, Alejandro Jodorowsky, Mexico, 1970, 125’ Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217 Hora: 12:00 p. m. Organiza: Cinema Beat
CINECLUB CINOCIO Ciclo: Buenos mentirosos “Match Point”, Woody Allen, Estados Unidos, 2005, 124’ Lugar: Ciudadela Robledo, aula 47-215 Hora: 6:00 p. m. Organiza: Cineclub Cinocio
CINECLUB TARDES DE CINE EN EL PARANINFO Ciclo: Fantásticas aventuras “No es país para viejos”, Joel y Ethan Cohen, Estados Unidos, 2007, 122’ Lugar: Sala de cine Edificio San Ignacio Hora: 6:00 p. m. Organiza: Administración Edificio San Ignacio
Viernes 19 ALUCINE CINECLUB Ciclo: Literatura en el cine “El club de la lucha”, David Fincher, Estados Unidos, 1999, 139’ Lugar: Auditorio Horacio Montoya Gil, aula 10-222 Hora: 12:00 p. m. Organiza: Alucine con el Cine
CINECLUB TARDES DE CINE EN EL PARANINFO Ciclo: Lo mejor de 2015 “Pequeña Miss Sunshine”, Jonathan Dayton, Valerie Fairis, Estados Unidos, 2006, 201’ Lugar: Sala de cine Edificio San Ignacio Hora: 2:00 p. m. Organiza: Administración Edificio San Ignacio
CINECLUB CINE MAESTRO Ciclo: De la fantasía y otras realidades “Rusalka”, Anna Melikyan, Rusia, 2007, 115´ Lugar: Auditorio 10-206 Hora: 4:00 p. m. Organiza: Centro de Documentación Facultad de Educación –CEDED
Martes 23 CINECLUB TARDES DE CINE EN EL PARANINFO Ciclo: Fantásticas aventuras “Centauros del desierto”, John Ford, Estados Unidos, 1956, 119’ Lugar: Sala de cine Edificio San Ignacio Hora: 6:00 p. m. Organiza: Administración Edificio San Ignacio
Miércoles 24 CINEÍSMO CINECLUB Ciclo: Una ciudad, una película “Timbuktu” Abderrahmane Sissako, 2014, Mauritania, Francia, 100’ Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez 10-217 Hora: 12:00 p. m. Organiza: CINEÍSMO —Semillero de investigación Audiovisual UdeA—
CINECLUB TARDES DE CINE EN EL PARANINFO Ciclo: Lo mejor de 2015 “Selma, el poder de un sueño”, Ava Du Vernay, Reino Unido, 2014, 123’ Lugar: Sala de cine Edificio San Ignacio Hora: 4:00 p. m. Organiza: Administración Edificio San Ignacio
Jueves 25 CINECLUB CINEMA BEAT Ciclo: Alejandro Jodorowsky, retrato de un psicomago “Santa sangre”, Alejandro Jodorowsky, México, 1989, 123’ Lugar: Sala de cine Luis Alberto Álvarez, aula 10-217 Hora: 12:00 p. m. Organiza: Cinema Beat
CINECLUB TARDES DE CINE EN EL PARANINFO Ciclo: Fantásticas aventuras “Scarface”, Brian de Palma, Estados Unidos, 1963, 163’ Lugar: Sala de cine Edificio San Ignacio Hora: 6:00 p. m. Organiza: Administración Edificio San Ignacio 2016 | Febrero
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Viernes 26 ALUCINE CINECLUB Ciclo: Literatura en el cine “Los miserables”, Tom Hooper, Reino Unido, 2012, 152’ Lugar: Auditorio Horacio Montoya Gil, aula 10-222 Hora: 12:00 p. m. Organiza: Alucine con el Cine
CINECLUB TARDES DE CINE EN EL PARANINFO Ciclo: Lo mejor de 2015
“Lars y una chica de verdad”, Craig Gillesie, Estados Unidos, 2007, 106’ Lugar: Sala de cine Edificio San Ignacio Hora: 2:00 p. m. Organiza: Administración Edificio San Ignacio
CINECLUB CINE MAESTRO Ciclo: De la fantasía y otras realidades “Tokyo”, Bong Joon-ho, Leos Carax y Michel Gondry, Japón, 2008, 110’ Lugar: Auditorio 10-206. Hora: 4:00 p. m. Organiza: Centro de Documentación Facultad de Educación —CEDED—
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Adolfo Bernal. Medellín. 1981. Intervención urbana. Impresión tipográfica sobre papel. 36 x 100 cm. Archivo del artista. Cortesía Familia Bernal Henao
Febrero | 2016