Revista Adventista - Unidos en la testificación de la verdad (Septiembre 2005)

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nº 369 · año 30 · septiembre 2005

Lecturas para la Semana de Oración


L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N PETER R. KUNZE Tesorero de la División Euroafricana (Berna, Suiza)

Ofrenda especial para la Semana de Oración

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extranjeros, una parte de esos fondos recogidos en todo el mundo.Este año 2005, como en los años precedentes, alrededor de 650.000 dólares. En relación a la División Euroafricana, durante el año civil 2005, en el marco de “Misión Global”, 84 proyectos de implantación de nuevas iglesias en nuevos territorios están en curso. Para cada proyecto, hay que presentar una propuesta de proyecto, exponiendo en él de un modo claro el grupo social que se pretende alcanzar, el programa de evangelización y el presupuesto necesario. Una vez hecho el proyecto, los directores del mismo pre-

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a semana de oración anual, que tiene lugar en los últimos meses del año, es uno de los puntos álgidos en la vida de los adventistas europeos. Sus lecturas nos permiten dirigir nuestros pensamientos hacia Jesús y el buscarlo por la oración dentro del círculo de los que comparten la misma fe que nosotros. La ofrenda recogida el último sábado de la semana de oración es una expresión de nuestro apego al Señor y a su obra. Mediante ella estamos sosteniendo la predicación del mensaje de los tres ángeles en este mundo en el que el Señor nos ha situado. El Señor nos ofrece hoy tantas posibilidades de evangelización que tenemos que usarlas tanto tiempo como sea posible. Nuestras ofrendas de la semana de oración sirven para abrir una brecha particular de evangelización en nuestros paises y en el exterior. Todos los fondos recogidos son enviados a la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día y destinados a “Misión Global”. Recibimos para nuestra obra en Europa, en los nuevos territorios y en favor de los

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SUMARIO 4 PRIMER SÁBADO PhootoDisc

Unidos en la testificación de la verdad.

7 DOMINGO sentan un informe sobre el desarrollo de esta campaña de evangelización e indican también como se han utilizado esos fondos. He aquí algunos ejemplos de la obra de “Misión Global”, que muestran cómo son utilizados los medios financieros que damos. Quiero exponer unos proyectos en Europa que han sido escogidos de entre numerosos programas que se extienden sobre varios años y que han sido promovidos gracias a las ofrendas de la semana de oración, para mostrar lo que Dios ha hecho:

1. Alemania El evangelismo entre los rusos, los ghaneses y los coreanos a progresado. Ha producido, entre otras cosas, la implantación de nuevas iglesias en las regiones de Berlín, Hamburgo y Renania. Nuevos proyectos se están llevando a cabo ahora mismo en Nuremberg.

2. España La Unión Española lleva a cabo en Madrid y en localidades adyacentes una campaña de evangelización para alcanzar a los rumanos. Durante siglos, este grupo de población ha sufrido discriminación debido a los prejuicios. Durante las últimas décadas, hemos observado un gran aperturismo de este colectivo hacia el mensaje adventista. Por ejemplo, la problemática familiar ha atraído a 45 personas; 60 personas se han interesado a los problemas de la juventud; 150 personas abiertas al mensaje de Jesús han asistido a los estudios bíblicos que tuvieron lugar a continuación. Tenemos hoy en la localidad de Coslada, una iglesia de numerosos miembros bautizados. Están agradecidos de nuestro apoyo económico; sin embargo son autónomos en el plano financiero desde hace tiempo y ellos mismos se financian sus campañas de evangelismo. En Zaragoza, más de 100 gitanos y rumanos se reúnen en sus propias iglesias. Esto no ha sido siempre así. Hace 40 años, Matilde Hernández Gabarre, conocida entre sus familiares como “la faraona”, comenzó a hacer evangelismo entre estos colectivos; pero fue en 1988 cuando por fin se consolidó un grupo. Después las cosas fueron rápidas. Gracias a los dones que aportó “Misión Global”, la obra en-

tre los gitanos y los rumanos fue consolidada. De este modo se realizó la visión de nuestra hermana Hernández Gabarre de una gran iglesia.

Unidos en la testificación de la verdad acerca de Jesús.

9 LUNES Unidos en la testificación de la verdad de las Escrituras.

3. Portugal

11 MARTES

Esta es la experiencia de una pareja de misioneros en el comienzo de su labor en Portugal. Al llegar a la ciudad donde pensaban instalarse, fueron a una agencia inmobiliaria en busca de una vivienda. La señora que los recibió quiso saber más cosas acerca de esta pareja y la razón por la cual querían instalarse allí. Los dos le contaron que eran adventistas del séptimo día y que deseaban estudiar la Biblia en esta ciudad con las personas interesadas. Esta joven señora fue una de ellas. Siguió los estudios bíblicos y fue bautizada en julio del 2005.

Unidos en la testificación de la verdad divina.

4. Rumanía

20 SEGUNDO SÁBADO

Aunque nuestra iglesia en Rumanía se haya desarrollado bien, aún quedan territorios en los que los adventistas deben ser conocidos. He aquí una experiencia que ocurrió durante un proyecto de implantación de nuevas iglesias. Gualea había conocido a Jesús por su madre, que le había dado una educación cristiana. Pero el conocimiento de Jesús no había alcanzado su vida espiritual. Comenzó a dudar de su existencia al hacerse mayor. Al volver a casa después de haber pasado la noche en un bar, se detuvo en medio de la calle. Se puso a reflexionar sobre su estilo de vida, y sobre lo que el alcohol le aportaba realmente. De repente, el rostro de un antiguo compañero de clase, adventista, le vino a la mente. Al día siguiente, Gualea visitó a su antiguo camarada y le pidió que le llevase al culto. El siguiente sábado así como todos los demás sábados, volvió a ese grupo. Nos dice: «Mi vida ha cambiado, aunque los problemas hayan aparecido en mi familia. Ahora encuentro mi fuerza en Jesús». Mediante los proyectos de “Misión Global” financiados por las ofrendas de la semana de oración, 26 nuevas iglesias pudieron ser fundadas en Europa en el territorio de la División Euroafricana. Pueden encontrar más información sobre la obra de “Misión Global” en globalmission.euroafrica.org Les agradecemos mucho sus ofrendas del último sábado de la semana de oración.

13 MIÉRCOLES Unidos en la testificación: nuestro llamamiento.

16 JUEVES Unidos en la testificación: nuestro destino.

18 VIERNES Unidos en la testificación de la segunda venida de Cristo. Unidos en nuestro cometido de testificar de la verdad.

23 Semana de Oración para los menores. REVISTA ADVENTISTA: Órgano oficial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de España nº 369 · año 30 · septiembre 2005 Director de la Revista, Alberto F. Guaita; Director general de Safeliz, Jonathan Valls; Coordinadora editorial, Elisabeth Sangüesa Editor, Luis González; Redacción, Raquel Carmona, Juan Fernando Sánchez, Mónica Díaz; Diseño y maquetación, José Mª Weindl, Isaac Chía; Procesos informáticos, Javier Zanuy; Producción, Martín González; Envíos, Juan José Reta; Suscripciones y secretaría, Mª Teresa Tello, Mª del Pilar Artal; Publicidad, publicidad@safeliz.com Impresión: IBERGRAPHI 2002 Mar Tirreno, 7, 28830 San Fernando de Henares (Madrid) Depósito Legal: M-32.993-1974

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PRIMER SÁBADO

L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N JAN PAULSEN Presidente mundial de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, cuya sede se encuentra en Silver Spring, Maryland, EE.UU.

Unidos en la testificación de la verdad Es la razón de nuestra existencia, como cristianos y como iglesia.

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n las Escrituras, se llama testigos a quienes han visto o se han enterado de algo y están bajo la obligación legal de contarlo (por ejemplo, Lev. 5: 1; Juan 3: 32). Al testificar, describen su experiencia en relación con el fenómeno sobre el que se sienten en condiciones de hablar. Si, ante una situación en la que deberían hablar, deciden callar, automáticamente testifican de la mentira. Dada la inevitabilidad de que veamos personas o cosas, o de que nos enteremos de ellas, no sería impropio sugerir que la existencia humana puede, hasta cierto punto, definirse en términos de testificación. Constantemente testificamos de algo o acerca de algo. Todo indica que testificar es ineludible. La manera en que vivimos habla no solo de nosotros, sino también –particularmente– del fundamento sobre el que estamos construyendo nuestros caracteres. Testificamos de la verdad o de la mentira. En lo que a esto respecta, no hay zona neutral (ver Isa. 43: 9, 10).

Llamados a testificar Siendo que nadie puede librarse de testificar de alguna manera (positiva o negativamente), Dios nos insta a hacerlo en su favor: «Sed mis testigos». No somos esclavos de fuerzas impredecibles sobre las que no podemos decir ni hacer nada. Dios nos ha dado libertad: la facultad de escoger a favor de quién queremos testificar. Anhela que lo hagamos en su favor, pero no nos obliga. Para el corazón humano, es natural testificar de la mentira, a través de una vida de pecado y rebelión; pero, para ser testigos de la verdad de Dios, tenemos que escoger responder “sí” a su llamado y permitirle designarnos como sus testigos. Cuando Jesús se le apareció a Pablo camino a Damasco, le dijo: «He aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti» (Hech. 26: 16). Pero esta no fue solo la experiencia de Pablo. Todo creyente adventista ha sido elegido y llamado por Dios para testificar por él. La Escritura, incluso, llega a afirmar que ni siquiera existe otro poder real sobre el cual deberíamos testificar. «No temáis, ni os amedrentéis; ¿no te lo hice oír desde al antigüedad, y te lo dije? Luego vosotros sois mis testigos. No hay Dios sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno» (Isa. 44: 8). Testificar –por medio de nuestras palabras y de nuestras vidas– de algo que no sea Dios es testificar de lo efímero: de la nada misma. Dios, que es omnisapiente, ilustra este punto sugiriendo (no sin cierta ironía) que él mismo ha buscado para ver si, en efecto, habría alguien más digno de nuestro testimonio, y concluye: «No hay Fuerte; no conozco ninguno». Nuestro mayor privilegio es testificar del único y ver4 · [196] rA sep. 2005

dadero Dios, que se reveló a sí mismo ante nosotros en la persona de su Hijo, Jesucristo. El llamado bíblico a testificar de la verdad no es solo un privilegio que se nos concede por medio de la elección y el llamado de Dios, sino también su exhortación a que participemos en una de sus principales tareas en favor de sus criaturas. Es inherente a la naturaleza de Dios revelarse a sus criaturas. Tal revelación es, en esencia, el acto de testificar de sí mismo. El testimonio divino de sí mismo fue patentemente claro en el ministerio de Jesús. Por eso, bien podemos llamar a Jesús el Testigo, «El testigo fiel y verdadero» (Apoc. 3: 14). En su persona, el mensaje y el testimonio son uno. Su testimonio es irrefutable, por la evidencia que él mismo presentó: «Las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado» (Juan 5: 36). Para Jesús, el testimonio y la misión son inseparables. Por lo demás, el Padre mismo es testigo. Jesús dijo: «También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí» (Juan 5: 37). Su testimonio se oyó en ocasión del bautismo de Jesús, cuando el Padre públicamente declaró: «Este es mi Hijo amado» (Mat. 3: 17; comparar con Juan 1: 3234). También el Espíritu Santo es testigo. Al prometer a sus discípulos enviarles otro Consolador, Jesús les dijo: «Cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre [...] él dará testimonio acerca de mí» (Juan 15: 26). En lo que respecta a la re-


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velación y el desarrollo del plan de salvación, una de las funciones principales de la Trinidad es, justamente, la de testificar de ese plan y de su fiabilidad, ante nosotros. Cuando Dios nos llama para ser testigos suyos, en realidad nos invita a incorporarnos a su propia misión. Testificar por el Señor es, en verdad, un privilegio magnífico y un honor que Dios nos concede a cada uno por medio de su gracia.

Testimonio de la verdad Hemos sugerido que testificar es inevitable. Por medio de nuestras vidas, testificamos constantemente de nuestros valores, y de lo que consideramos particularmente importante para nosotros y nuestras familias; en esencia, testificamos de nuestro compromiso con Dios o con cualquier otro poder prioritario en nuestro ser. Pero, en la Biblia, el testimonio cristiano se presenta en favor de Jesucristo. El Padre y el Espíritu Santo testifican de Jesús. Jesús declaró ser Hijo de Dios, y el Padre lo apoyó, testificando en su favor. El Espíritu se dio a la iglesia para testificar de Jesús, presentándolo como único medio de salvación. El testimonio cristiano es, por definición, cristocéntrico. No se llama a la iglesia a testificar de su poder como tal (de sus instituciones, del valor de su organización ni de sus éxitos).

No debería testificar de sí misma, sino de lo que Jesús ha hecho por todos nosotros. Los dirigentes religiosos, así como los miembros de iglesia, nunca deberían testificar de sí mismos ni de sus pretendidos logros, sino de aquel que los hizo posibles y que siempre está dispuesto a usarlos para su gloria. En el servicio de adoración no deberíamos testificar de nuestros edificios ni de nuestros coros, como tampoco de la capacidad de nuestro pastor ni de los planes extraordinarios que tenemos para fomentar el crecimiento de la iglesia. Se nos llama a testificar ¡de Jesucristo! Testificar de él contribuirá a someter a Dios nuestro egoísmo y a cumplir con la misión que él nos encomendó. Convoco a cada miembro de iglesia, en todos los niveles organizativos de ella, a testificar de Jesús y de la verdad tal como es en él. Oficialmente, el testimonio de la iglesia comenzó con el derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés. Poco antes de su ascensión, Jesús les dijo a sus discípulos: «Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos» (Hech. 1: 8). Tras contarles que el Consolador, el Espíritu Santo, daría testimonio acerca de él, Jesús agregó: «Y vosotros daréis testimonio también» (Juan 15: 27). Es elemento indispensable del plan de salvación de Dios, que nos unamos a él para testificar acerca de Jesús.

Específicamente, ¿qué fue lo que la iglesia apostólica testificó acerca de Jesús? Testificó que Jesús murió en la cruz, que Dios lo resucitó de entre los muertos y que «A este, Dios ha exaltado a su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen» (Hech. 5: 31, 32; comparar con 2: 32, 33). Esta es la verdad, tal como se revela en Jesús. En un mundo en el que imperan el secularismo y el espiritualismo, se nos llama a testificar de la realidad de la muerte, la resurrección, la ascensión y la mediación de Cristo en favor de la raza humana pecadora. Refiriéndose a Jesús, Pedro dijo: «Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos» (Hech. 10: 42). Esta es una idea sorprendente. Hasta cuando proclamamos el Juicio Final, testificamos de Jesús como Juez del mundo. No testificamos acerca de la condenación ni de la destrucción, sino del Juez justo, santo y amoroso. En el siguiente pasaje, Pedro agrega: «De este dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre» (Hech. 10: 43). ¡Estas son buenas noticias! Es de esto que tenemos que testificar. Tenemos que rA sep. 2005 [197] · 5


abrazar el testimonio que el Padre dio acerca de su Hijo, y compartirlo con otros: «Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo» (1 Juan 5: 11). ¡Esta es la verdad! No hay otro lugar ni otra persona por cuyo medio podamos encontrar vida.

Unidad en el testimonio Debemos proclamar con poder lo que Dios ha hecho y continúa haciendo por nosotros y en nosotros, a través de Jesucristo. Dios nos ha encomendado la responsabilidad de proclamar el evangelio del Reino «para testimonio a todas las naciones» (Mat. 24: 14). En la realización de esta misión, la iglesia debe presentar un frente unido. En los tribunales, una de las situaciones más desconcertantes es ver a los testigos dando versiones contradictorias sobre un mismo evento o incidente. Al hacerlo, pierden su credibilidad y debilitan enormemente la defensa. Cuando los testigos disienten seriamente acerca del mensaje que se supone que deben dar, el mensaje mismo se desacredita, y la gente se pregunta: «¿Dónde está la verdad?» Mientras la iglesia continúe creciendo, uno de los desafíos que enfrentaremos será el de permanecer unidos en nuestro testimonio de la verdad tal como es en Jesús. Para mantener una unidad de testimonio eficaz y persuasiva, la unidad de credo es indispensable. Es triste ver cómo algunos alteran significativamente ciertos aspectos del mensaje que se nos ha encomendado, para crear significados paralelos a los de la iglesia organizada, a fin de promover su mensaje personal. El testimonio mundial de la iglesia ha estado y continuará estando bajo la dirección de aquel

que nos llamó a testificar de él al final del gran conflicto cósmico. Permitamos que los miembros de iglesia crezcan en el conocimiento de nuestro mensaje centrado en Cristo, y que se preparen para testificar de él en cada región del mundo. La iglesia no solo testifica a quienes están fuera de ella; también lo hace ante las nuevas generaciones que están emergiendo en su seno. Desafío a los padres a dar a sus hijos un claro testimonio de la verdad tal como es en Jesucristo, mediante palabras y acciones caracterizadas por el amor cristiano. Debemos pasar a las nuevas generaciones la verdad inmaculada que, en su amor, Dios nos ha confiado. Para semejante testimonio, los padres son indispensables. También desafío a los pastores y los administradores, así como a los predicadores laicos, a testificar –desde el púlpito de nuestras iglesias alrededor del mundo– de la verdad del mensaje que se nos ha encomendado. Hablemos en acorde a nuestras iglesias; evitemos la disonancia del error; permitamos que los miembros de iglesia oigan la verdad tal como es en Jesús. Los insto a proclamar las verdades bíblicas adventistas que nos caracterizan, y que son de especial aplicabilidad en estos tiempos. No callemos al respecto, porque ellas nos protegerán de los engaños de los últimos días. Por último, desafío a los maestros adventistas alrededor del mundo –a quienes el Señor y su iglesia han encomendado trabajar juntamente con él– a formar las mentes de nuestros alumnos a semejanza de la mente de Cristo. Que las aulas sean el lugar en el que demos un testimonio unido de la verdad y de su significado para nuestros alumnos. Que

Debemos

proclamar con poder lo que Dios ha hecho y continúa haciendo por nosotros y en nosotros, a través de

Jesucristo.

ninguno testifique de su verdad privada, sino de la verdad que Dios ha dado a su iglesia, para que la proclame. No permitamos que en nuestras escuelas se analice tan minuciosamente la verdad, que esta llegue a perder su belleza y atractivo por causa de la duda. Permitamos, más bien, que florezca allí, mientras con oración los maestros la examinan juntamente con sus alumnos, y destacan su importancia para estos. Anhelamos fervientemente que llegue pronto el momento en que nuestro testimonio, en este planeta de pecado, llegue a su fin. Luego, tendremos la eternidad toda para testificar, a los seres no caídos, acerca de la maravillosa obra de salvación de Dios, por medio de su Hijo amado. La testificación nunca tendrá fin.

Preguntas para compartir

1. ¿Qué diferencia encuentras entre argüir con la gente acerca de la verdad y testificarle de ella? 2. ¿Qué enfoques o planteamientos consideras más poderosos o eficaces, para testificar? 3. ¿Qué papel desempeñas, personalmente, para ayudar a tu iglesia local en la testificación en su comunidad? 4. ¿Qué impresión tiene tu comunidad acerca de la Iglesia Adventista?

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DOMINGO

L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N ARMANDO JUÁREZ Pastor de la Iglesia Adventista Maranata Hispana, en las Vegas, Nevada, EE.UU., y coordinador para el habla hispana de la Asociación de Nevada-Utah.

Unidos en la testificación de la verdad acerca de Jesús ¿Refleja tu congregación su relación con Jesús? ¿La reflejas tú?

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o obstante todas las predicciones de los cineastas de Hollywood, la película La pasión de Cristo, de Mel Gibson, tuvo un enorme impacto en nuestra sociedad secularizada. A pesar de las controversias que provocó, indujo a muchos a pensar seriamente en el sacrificio de Cristo. Millones vieron la cinta en el cine, o en reproductores de DVD o de vídeos, en sus hogares. El sacrificio de Cristo en la cruz siempre causa impacto en el corazón humano. Jesús sostuvo: «Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo» (Juan 12: 32).

La centralidad de la cruz Elena White declaró: «Cuando contemplamos al Cordero de Dios sobre la cruz del Calvario, el misterio de la redención comienza a abrirse a nuestra mente y la bondad de Dios nos guía al arrepentimiento. Al morir por los pecadores, Cristo manifestó un amor incomprensible; y este amor, a medida que el pecador lo contempla, enternece el corazón, impresiona la mente e inspira contrición al alma».1 En su libro Cristo, nuestro Sustituto, Norman Gulley señala que la muerte de Cristo «expuso cabal y detalladamente las profundidades a las que Dios estuvo dispuesto a llegar para salvar al hombre [...]. El Calvario constituye el precio más caro jamás pagado por algo. Todo el Cielo fue derramado en ese don».2 De ahí que Elena White pudiera decir: «La cruz se levanta sola; [es] un gran centro del mundo. No encuentra amigos; los hace. Crea sus propios instrumentos».3 Pero, ¿por qué la cruz?

El problema del pecado El pecado de Adán y Eva no solo separó de Dios a la humanidad, sino también rompió la integridad y la unidad que Dios había creado. La gran controversia causada por su transgresión los separó de Dios, por lo que su naturaleza entera se corrompió. A partir de entonces, todos sus descendientes heredaron la consecuencia de su pecado: la separación de Dios. Los seres humanos nacen centrados en sí mismos, no en Dios. El punto inicial de todo pecado es una vida separada de Dios, en la que el yo es rey, en lugar de Dios. El pecado ha pervertido y desorganizado la naturaleza humana, trayendo no solo enfermedad y esclavitud, sino también condenación y juicio divinos. Dios escogió resolver el problema del pecado no por medio de la fuerza, sino del amor: dándose a sí mismo en la persona de su Hijo, para redimir a la humanidad. La cruz se convirtió en símbolo de la obra redentora de Cristo. La cruz se yergue, como grabada a fuego contra el cielo, con ambos bra-

zos extendidos en direcciones opuestas: uno, simbólicamente dirigido hacia la eternidad pasada, y el otro, hacia la eternidad futura. Abarca la extensión total de la historia de la salvación, desde el comienzo del pecado hasta su erradicación final. La redención tiene tres objetivos principales: el primero, reconciliar a la humanidad con Dios y restaurar en ella la imagen divina; el segundo, destruir el pecado, que ha roto la integridad y la unidad del universo; y el tercero, vindicar el carácter de Dios ante el universo. La muerte del Hijo de Dios es la verdad central y fundamental del plan de redención. La cruz no solo facilitó la redención a todo ser humano; también posibilitó la destrucción del poder del pecado. Los pecadores perdonados tienen una nueva posición (Rom. 8: 16, 17), una nueva vida (Heb. 10: 10), y vida eterna (Juan 3: 15, 16; Heb. 9: 28). Por eso, Elena White declaró: «La iglesia histórica de la tierra y la iglesia redimida del cielo tienen su centro en la cruz del Calvario».4

El mensaje de la cruz Según Elena White, nuestro mensaje siempre debería ser: «Cristo crucificado por nuestros pecados, Cristo resucitado de los muertos, Cristo nuestro intercesor ante Dios; y estrechamente relacionada con estos asuntos se halla la obra del Espíritu Santo, el representante de Cristo, enviado con poder divino y con dones para los hombres».5 Este ha sido el mensaje del cristianismo desde sus comienzos. Así lo declaró Pablo: rA sep. 2005 [199] · 7


«Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucito al tercer día, conforme a las Escrituras» (1 Cor. 15: 3, 4). Era el plan de Dios mantener viva la poderosa influencia del mensaje de la cruz. Según su divino propósito, los dos sacramentos de la iglesia –el bautismo y la cena del Señor– debían señalar la obra redentora: la muerte, la resurrección, la mediación sacerdotal y la segunda venida de Cristo. Refiriéndose al bautismo, Pablo escribió: «¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva» (Rom. 6: 3, 4).Lo mismo pasa con el sacramento de la cena del Señor (1 Cor. 11: 23-26); el vino y el pan son símbolos del sacrificio de Cristo en la cruz. Jesús mismo lo dijo: «Haced esto en memoria de mí» (1 Cor. 11: 24). La Cena del Señor fue instituida para mantener fresca, en la mente del creyente, la memoria del sacrificio de Cristo en la cruz. El mensaje de la cruz es el evangelio que Cristo ordenó que se predicara a todos (Mat. 28: 19), la verdad tal como es en Jesús. Pero, ¿qué más espera Dios de nosotros?

La influencia de la cruz en los creyentes Antes de su sacrificio, Jesús oró al Padre, diciendo: «Ruego [...] que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste» (Juan 17:

20, 21). Era el propósito de Dios restituir la armonía en la relación entre él y sus criaturas. Pablo escribió: «Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación [...] para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo pueblo, matando en ella las enemistades» (Efe. 2: 14-16). Cristo quiere romper las barreras humanas que nos separan de él y del prójimo. En el día de Pentecostés, al predicarse el evangelio, todas las barreras lingüísticas desaparecieron, y toda la gente pudo oír y entender el mensaje en su propio idioma (Hech. 2: 7-11). En la casa de Cornelio, Pedro reconoció la intención de Dios de eliminar las barreras raciales y sociales: «En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia» (Hech. 10: 34, 35). Pablo también declaró: «Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gál. 3: 27, 28). La unidad entre los creyentes es la mayor evidencia del poder transformador de la verdad de Jesús. La unidad entre el pueblo de Dios muestra al mundo que el ministerio de Jesús fue ordenado por Dios (Juan 17: 21). Y la unidad conduce a la misión. Cristo «no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescato por muchos» (Mat. 20: 28); y también «vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Luc. 19: 10). La cruz de Cristo es un poder: «Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los

La unidad de los creyentes es la mayor evidencia del poder transformador de la verdad de Jesús. que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (2 Cor. 5: 14, 15). Por eso, antes de dejar esta tierra, Jesús ordenó a sus discípulos: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura» (Mar. 16: 15). Él espera que seamos sus «testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hech. 1: 8), para hablarles a todos del deseo de reconciliación de Dios (2 Cor. 5: 18-20). Tenemos un maravilloso Salvador y Redentor. Murió en la cruz para salvarnos, dándonos con ello el privilegio de convertirnos en hijos de Dios (1 Juan 3: 1) y «ser participantes de la naturaleza divina» (2 Ped. 1: 4). Pedro escribió: «Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia» (2 Ped. 1: 3). En su segunda venida, Jesús querrá encontrar un pueblo unido y amante, que ha proclamado su verdad al mundo entero y que ha cumplido con la misión que se le encomendara. Ruego a Dios que, para entonces, cada uno de nosotros pueda escucharlo decir: «Bien, buen siervo y fiel [...] entra en el gozo de tu señor» (Mat. 25: 21). Referencias:

Preguntas para compartir

1. Elena White, El camino a Cristo, ACES, Buenos Aires, 1989, pág. 25.

1. ¿Cuál es la característica principal por la que se conoce a la Iglesia Adventista en tu comunidad? ¿Te agrada que se la conozca de ese modo? Si se necesitara cambiar esta percepción, ¿qué harías para conseguirlo? 2. Da algunos ejemplos de unidad (por lo menos tres) en tu congregación. Da también tres ejemplos de desunión. ¿De qué manera la muerte y la resurrección de Cristo influyen en la unidad de tu congregación? 3. Siendo que la vida y el ministerio de Jesús fueron inclusivos (abarcando aun a los marginados por la sociedad), ¿cómo explicas el hecho de que la religión moderna parezca basarse tanto en la exclusividad? 8 · [200] rA sep. 2005

2. Norman Gulley, Christ Our Substitute, Review and Herald Publishing Assn., Washington, D.C.,1982, págs. 22, 23. 3. Comentarios de Elena White, Comentario bíblico adventista, ACES, Buenos Aires, 1995, t. 5, pág. 1.112. 4. Elena White, Testimonios para los ministros, ACES, Buenos Aires, 1977), pág. 433. 5. Ibíd., El evangelismo, ACES, Buenos Aires, 1975, pág. 140.


L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N LU N E S

JERE D. PATZER Presidente de la Unión Norte del Pacífico de la División Norteamericana.

Unidos en la testificación de la verdad de las Escrituras La Biblia cambia la vida. ¿Ha cambiado la tuya?

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ace años, tuve el privilegio de predicar en una parte del mundo en la que hasta no hace mucho, todavía había cazadores de cabezas. Tras la llegada de misioneros cristianos y el establecimiento de las sociedades bíblicas, la vida allí cambió. Ahora, muchos son adventistas, gracias al poder transformador de la Biblia. De aquel país nos llega una anécdota referente al poder de las Escrituras para unir al pueblo de Dios en la verdad y en la práctica. Según esto, un día un soldado estadounidense se encontró con un viejo cacique, sentado a la entrada de su choza de barro, leyendo la Biblia. El soldado le preguntó qué leía, a lo que, alzando su Biblia, el hombre respondió: –Leo el libro de Dios. –¿No está un poco atrasado? –preguntó el soldado, con aire burlón–. En mi país, lo consideramos inaplicable, carente de actualidad. Es solo un libro de mitos. Tras pensar detenidamente por unos instantes, el cacique contestó: –Tal vez en tu país no creáis en este Libro; pero él me ha convertido en el hombre que soy hoy. Si hubieras venido a mi tierra antes que el Libro, yo te habría comido. Ahora, dime: ¿quiere que tire este Libro, y te coma? Oyendo esto, el soldado se despidió del cacique, diciendo: –No. No. Está bien... quédate con su Libro... ¡Sigue leyendo!

Ese Libro está es tus manos Hay poder en este libro, no solo para hacer de un cazador de cabezas un santo de Dios, sino también para responder a tus necesidades cotidianas y a las mías. Consideremos este libro, o mejor dicho, esta colección de libros; porque la Biblia es, en realidad, una colección de 66 libros escritos en distintas épocas por diferentes autores, a lo largo de 1.600 años. Cuarenta y seis personas escribieron estos libros y, sin embargo, conforman una unidad. El acuerdo entre ellos solo puede explicarse por el hecho de que todos han tenido una Fuente de inspiración común. Más de 2.500 veces leemos, en las Escrituras, expresiones como «así dice el Señor», «Dios dijo» o «palabra del Señor que habló por el profeta». Pedro mismo escribió: «Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo» (2 Ped. 1: 21). Según 2 Timoteo 3: 16, la Biblia es inspirada. ¿Significa esto que los libros apócrifos –incluidos en algunas versiones– también fueron inspirados? Tomemos un ejemplo de los libros apócrifos. En 2 Macabeos leemos:

«Hizo una colecta entre los soldados y reunió dos mil dracmas de plata, que envió a Jerusalén para que ofreciesen un sacrificio por el pecado [de los muertos]. Acción noble, inspirada en la creencia de la resurrección [...] creyendo firmemente que está reservada una gran recompensa a los que mueren piadosamente, pensamiento santo y piadoso, ofreció el sacrificio expiatorio para que los muertos fuesen absueltos de sus pecados» (12: 43-46). Con estos textos se sostiene la doctrina del purgatorio y la oración por los muertos, creencias en conflicto con el testimonio del canon oficial de las Escrituras. Ninguno de los profetas utilizó citas de los libros apócrifos. Cristo tampoco usó estos escritos espurios. Considera la siguiente declaración de Frederic G. Kenyon: «Es de notar que, aunque en el Nuevo Testamento hay muchas citas de cada grupo de los libros del Antiguo Testamento, no hay ni una sola cita directa de los libros apócrifos». En relación con la supremacía de las Escrituras, Elena White escribió: «Quien conoce a Dios y su Palabra mediante la experiencia personal [...] no aquilata la Biblia por las ideas que los hombres tienen de la ciencia, sino que somete más bien estas ideas a la prueba de la autoridad infalible. Sabe que en la ciencia verdadera no puede haber nada contrario a la enseñanza de la Palabra; puesto que ambas proceden del mismo Autor» (El ministerio de curación, pág. 367). Felizmente, nuestra iglesia ha rechazado lo que en la jerga religiosa se con53] · 9rA sep. 2005 [201] · 9


sidera modernismo (teoría evolutiva aunada a la perspectiva bíblica de la Alta Crítica) y, gracias a ello, se ha salvado del desastre. La tentación de abrazar el pluralismo (la aceptación de interpretaciones de las Escrituras múltiples y contradictorias) en pro de la aparente unidad del cuerpo de la iglesia es engañosa. En última instancia, conduce a significativos desacuerdos y, en definitiva, a la desunión. El profeta Amós pregunta: «¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?» (Amós 3: 3).

Para evitar una crisis En su obra premiada The Presbyterian Controversy [La controversia presbiteriana], Bradley J. Longfield señala que, en general, en Estados Unidos (y nosotros diríamos que “en todo el mundo”), las iglesias principales están enfrentando una crisis. La Iglesia Presbiteriana, representante de muchas religiones cristianas, ha perdido 1.200.000 miembros durante los últimos 21 años. Longfield señala que mientras que la adherencia al pluralismo doctrinal ha mantenido la unidad institucional, ha dejado a las iglesias «desprovistas de una clara voz teológica». Ahora, nota las palabras de Pablo: «Toda la Escritura es inspirada por Dios» (2 Tim. 3: 16). ¿Cómo es que tantos cristianos –incluso conservadores– han llegado al punto de colocar la autoridad de la ciencia moderna o de la arqueología por encima de la del registro bíblico? Permitidme contaros la exoeriencia de mi amigo, el pastor Neil Watts. En 1999, siendo presidente de la Unión Misión del Pacífico Occidental (parte ahora de la Unión Misión Transpacífico), con sede en las Islas Salomón, viajaba como pasajero en un avión pequeño, cuando este se estrelló en el océano. Siete personas murieron; seis sobrevivieron al accidente. Los supervivientes se encontraban a varias millas de la costa, pero llegado el momento, alcanzaron a ver las luces de Port-Vila. Al contar esta experiencia, el pastor Watts dijo: «Estaba al borde del agotamiento. Me imaginaba que tal vez moriría, y me preguntaba cómo sería. También pensaba que quizás otros del grupo tampoco 10 · [202] rA sep. 2005

sobrevivirían y que acaso morirían sin haber conocido a Cristo. Sin duda, impulsado por el Señor, empecé a recordarles a mis compañeros algunas de las maravillosas promesas de Jesús, que dicen que, independientemente de lo que nos suceda, si creemos y confiamos en él, podemos tener la seguridad de la vida eterna. »Solo un hombre tenía un chaleco salvavidas, con una luz en él. Seis de nosotros decidimos mantenernos juntos. Nos concentramos en esa luz y nos sostuvimos diciéndonos unos a otros: “No nos separemos, mantengámonos juntos, cerca de la luz”. Tras aproximadamente seis horas en el agua, milagrosamente llegaron a salvo a la costa». Esa es la clave: permanecer juntos y concentrarse en la luz. Sí, hay quienes abogan por reducir la autoridad de las Escrituras. Considerando que las aparentes contradicciones entre la ciencia, y otras disciplinas, y la Biblia son irreconciliables, escogen la verdad aparente por encima de la verdad eterna de las Escrituras. La esencia de nuestra fe se basa en nuestra creencia en Cristo, el Verbo hecho carne, y en las Escrituras, como el registro inspirado de lo que él ha hecho por nosotros.

Un tema central El escritor de la Epístola a los Hebreos declaró: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía» (Heb. 11: 1-3). La Biblia es más que un mero libro de historia. Es más que un libro sobre nuestros orígenes. Es más que un registro arqueológico. El tema central del libro es el

relato de lo que sucedió en una tosca cruz, hace dos mil años. De todos los libros santos de la mayoría de las religiones del mundo, la Biblia es el único que declara que «Dios es amor» (1 Juan 4: 8). Tal vez la mayor evidencia de la autoridad de la Biblia es su poder de cambiar la vida. Ese poder se concentra en una persona, Jesús, que nos amó tanto que murió por nuestros pecados: los tuyos y los míos. De eso trata la Biblia. Todo apunta a Jesús, quien dijo: «Escudriñáis las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí!» (Juan 5: 39).

La luz todavía brilla A través de las edades, todo esfuerzo que los humanos o los demonios pudieran inventar se ha usado para perjudicar, pervertir o destruir el testimonio de la Biblia. Incluso en la década de 1860, el papa Pío IX escribió en su encíclica Quanta Cura: «El socialismo, el comunismo, las sociedades clandestinas, las sociedades bíblicas [...] las pestes de este tipo deben ser destruidas por todos los medios posibles» (citado en El conflicto de los siglos). No obstante, siempre hubo quienes se atrevieron, por fe, a creer en la Biblia como suprema Palabra de Dios, por mucho que los persiguieran, los traicionaran, los torturaran, los dejaran pudrirse en las mazmorras, los forzaran a huir hacia las montañas o los martirizaran por su fe. Creyendo en la Palabra de Dios, estos hombres y mujeres fieles siguieron protegiéndola y compartiéndola, y se mantuvieron unidos, por medio de ella. Esta misma Palabra puede mantener –y mantendrá– al pueblo remanente de Dios unido hasta el fin, en la proclamación de su mensaje a un mundo que perece.

Preguntas para compartir 1. ¿Cómo ha cambiado o se ha enriquecido tu vida por medio de la lectura de la Biblia? ¿Cómo te ha guiado la Biblia en momentos difíciles? 2. ¿Cuál es tu manera preferida de leer la Biblia? ¿Cuál es tu versión favorita de la Biblia? 3. ¿Hay peligro en leer la Biblia solo para probar algún punto? ¿Qué tipo de peligro? ¿Cuál debería ser siempre nuestro objetivo principal al estudiar la Biblia?


L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N M A RT E S

BERTIL WIKLANDER Presidente de la División Transeuropea, con sede en St. Albans, Inglaterra.

Unidos en la testificación de la verdad divina Los adventistas tienen un mensaje, ¿sabes cuál es?

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n una de nuestras iglesias, una puerta de vidrio separa el vestíbulo del salón de reuniones. Un día, uno de los feligreses, inadvertidamente, se la llevó por delante haciéndola añicos.

La vida sería mucho más fácil si las cosas fueran como parecen. A menudo, lo que vemos refleja lo ignoto: factores desconocidos determinan eventos y conductas. ¿Cómo puede uno entender las dimensiones más profundas de la vida? La vida es una lucha entre el bien y el mal (tema común en la interminable serie de películas y vídeos producidos por la industria del entretenimiento). Puede que soñemos con una vida mejor para nosotros, nuestros familiares y nuestras comunidades, pero a menudo parecemos estar indefensos frente al mal. Este acaba con los lazos de afecto en la comunidad; siembra la desconfianza; destruye la paz; inflige dolor, pena y muerte; y nos mantiene en estado de sufrimiento y pecado. ¿Cómo encontrar la solución? Pablo nos lo explica: mediante «la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación» (Efe. 1: 13).

Dios y su enemigo El evangelio describe un conflicto espiritual continuo entre Dios y un enemigo al que la Biblia llama con diversos nombres; por ejemplo: Satanás, el maligno, la serpiente antigua, el dragón, el dios de este siglo. El objetivo final de este ser motivado por la envidia y el orgullo es ocupar el lugar de Dios (Isa. 14: 12-14; Eze. 28: 12-18; 2 Tes. 2: 3-8). Las intenciones del enemigo se revelan claramente en el relato de las tentaciones con las que enfrentó a Cristo en el desierto. Satanás quiere que, en vez de adorar a Dios, lo adoremos a él (ver Mat. 4: 8-10). Difama a Dios, acusándolo de no ser confiable, y niega el derecho de Dios a ser adorado universalmente. Cuestiona la verdad de Dios, atacando su Palabra, su Ley y a su pueblo. En El conflicto de los siglos, Elena White, ofrece una visión panorámicahistórica de cómo el ataque de Satanás a la verdad de Dios ha influido en la historia de la humanidad y, particularmente, en la iglesia cristiana. A causa de este conflicto, la vida se reduce a escoger entre vivir para Dios o para el enemigo. Debido a que los adventistas del séptimo día optamos por vivir para Dios, el conocimiento de su verdad nos une. Buscamos no solo co-

nocer la verdad de Dios, sino también crecer en nuestra comprensión de ella. Por eso, consideramos que la lectura y el estudio de la Biblia deben ser ocupaciones diarias, particularmente entre los niños y los jóvenes. La oposición, por parte del enemigo de Dios, comenzó en el cielo. Al engañar a la humanidad induciéndola a pecar contra Dios, el enemigo introdujo el mal, el sufrimiento y la muerte en el mundo; pero, por su gracia y verdad, Dios nos trajo la salvación en Jesucristo (Juan 1: 12, 14). Nos toca ahora participar en la etapa final del conflicto entre Cristo y Satanás, acerca de la verdadera naturaleza y el verdadero carácter de Dios. Es nuestro deber unirnos en entender «el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento» (Col. 2: 2, 3). Pero, ¿podemos realmente entender a Dios?

Dios y su verdad Nuestra capacidad de entender a Dios es limitada, pero él se revela a sí mismo a través de su Palabra inspirada (1 Cor. 2: 9-16). En los tiempos bíblicos, cuando se hacía una declaración, se esperaba que existiera una verdadera relación entre la declaración y el asunto al que se refería. Esta expectativa dependía de la relación confiada entre el orador y la audiencia (el hablante y el escucha). En la comunirA sep. 2005 [203] · 11


cación siempre había un elemento moral; la verdad de la declaración revelaba la honradez del orador que la originaba. La fe en la declaración del orador revelaba la fe en el carácter del orador. De manera similar, la verdad de la Palabra de Dios supone nuestra confianza en su persona y en su buena voluntad: está garantizada por su carácter, su poder y su honradez, es decir, por su divinidad. Al comunicarse con nosotros, Dios se arriesgó. En caso de probarse que su Palabra o sus promesas resultaran falsas en la vida de sus seguidores, podría llegarse a dudar de su poder y honradez, y aun de su divinidad. Toda confirmación de la verdad de la Palabra de Dios atestigua de su carácter y genera confianza en él. Por consiguiente, estar unidos en dar testimonio de la verdad de Dios es, fundamentalmente, un acto de adoración: confirma y reconoce la divinidad de Dios (Apoc. 14: 7).

Dios y su Hijo Jesucristo es la palabra de salvación de Dios; encarna la verdad del evangelio por la que confirma que Dios es justo y veraz. Él mismo lo dijo: «El que recibe su testimonio, este atestigua que Dios es veraz. Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla» (Juan 3: 33, 34). De manera similar, Juan señaló: «Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo: Este es el verdadero Dios, y la vida eterna» (1 Juan 5: 20). Por causa de esto, estamos unidos en dar testimonio de la verdad de la divinidad y de la justicia de Dios. Damos tes-

timonio de la verdad de su Palabra, de su Ley y de su creación, conforme a las enseñanzas de Jesús, quien «les abrió el entendimiento [de los discípulos] para que comprendiesen las Escrituras» (Luc. 24: 45).

Dios y su iglesia Dios estableció a la iglesia cristiana para contrarrestar los planes del enemigo. De esto da fe la misión que Jesús le encomendó a Pablo: «a quienes ahora te envío [tu propio pueblo y los gentiles], para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados» (Hech. 26: 17, 18). Dado que muchos cristianos e iglesias se desentienden de la verdad y se debilitan espiritualmente, Dios llama a un movimiento profético para restituir a la verdad su valor original (Apoc. 14: 6-12). Solo por la gracia de Dios y con profunda humildad, la comunidad mundial de los adventistas del séptimo día acepta este llamado divino, reconociendo que vivimos en tiempos cuando «el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies» (Rom. 16: 20). Son tiempos de esperanza, en los que nos preparamos para la victoria de Dios sobre el mal, el sufrimiento, la muerte y el pecado. Son también tiempos cuando la verdad debe defenderse vigorosa y valientemente; y en los que es necesario continuar con la reforma de la iglesia cristiana iniciada en el siglo XVI. Necesitamos estar unidos en exponer las falsas enseñanzas, tal como lo hicieron los primeros cristianos al poner en evidencia

Preguntas para compartir 1. La verdad tal como es en Jesús, ¿es teórica o práctica? ¿Puede ser lo uno sin ser lo otro? Explícalo. 2. No se puede ignorar la realidad de la lucha entre el bien y el mal. ¿Hay peligro en concentrarse demasiado en lo uno o lo otro? ¿Cuál es la mejor manera de mantenerse en equilibrio? 3. Los doce discípulos crecieron en su comprensión de Dios, gracias a su contacto personal con Jesús. ¿Cuál es la lección más importante que aprendieron? Por medio de su estudio de la vida de Jesús, ¿cuál ha sido tu más reciente descubrimiento acerca del carácter de Dios?

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al hechicero Elimas. Pablo le dijo entonces: «¡Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor?» (Hech. 13: 10). Necesitamos permanecer unidos en mantener la fe en la Biblia, la verdadera Palabra de Dios; comprometiéndonos a observar su Ley –incluso en lo que respecta al sábado–, y a vivir en el Espíritu (Gál. 5: 22, 23) y en el amor cristianos (1 Cor. 13: 4-8). Por encima de todo, necesitamos estar unidos en dar testimonio «conforme a la verdad que está en Jesús» (Efe. 4: 21). Pablo escribió: «Dios nuestro Salvador [...] quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad» (1 Tim. 2: 3, 4). Dios se conduele de los que se pierden. Siendo que a Dios le importan, también a nosotros deben importarnos. Debemos ofrecernos como instrumentos de Dios para la salvación que él ofrece. Sin unidad en esta verdad, nosotros mismos nos perdemos. Cuando dejamos de dar testimonio de la divina verdad en Jesús, dejamos de cumplir con el propósito de Dios en nuestras vidas.

La verdad, la iglesia y los perdidos Jaime White describió así a nuestro movimiento: «Unidos por los lazos del amor: amor por la verdad, amor del uno por el otro y amor por el mundo que perece» (citado Review and Herald, 11 de agosto de 1853). Esta debe seguir siendo nuestra consigna y nuestro compromiso. Se trata de un compromiso serio, porque el apóstol Pablo declaró que la gente se pierde «por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos» (2 Tes. 2: 10). Cuando vemos a nuestro alrededor tanta gente que no lo conoce, el Espíritu Santo nos hace sentir compasión por ella, lo que nos induce a orar y a testificarles de la verdad. Dios tiene una obra que encargarnos: la obra de la salvación que nos encomendara Jesús. Solo cuando aceptemos plenamente la comisión del evangelio, Jesús estará con nosotros siempre, hasta el final del tiempo. Cuando él entra en nuestros corazones, nos enseña que el amor «no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad» (1 Cor. 13: 6).


M I É R CO L E S

L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N GABRIEL ZIEGLER Encargada de la producción de vídeos en las oficinas de “La Voz de la Profecía”, en el Centro Adventista de Medios, en Alemania.

Unidos en la testificación: nuestro llamamiento Principios de testificación con sugerencias específicas

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o que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida [...] eso os anunciamos» (1 Juan 1: 1). Testificar no significa hablar de una teoría teológica o de lo que se rumorea, sino de algo que hemos experimentado. Pero, este “hablar” no siempre ni necesariamente se expresa en palabras: se “habla” también con las acciones, la vida y la participación personal en todo tipo de proyectos.

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pués de la muerte ni de por qué la gente muere; pero apreciaron que estuviera allí para escucharlos, ayudarlos en lo que estuviera a mi alcance y darles un abrazo cuando más lo necesitaban. Seguiré orando por ellos y esperando las oportunidades que Dios proveerá.

Él vino como testigo ¿Qué hacen? Cazuelas y ollas en mano, me dirigía a mi automóvil para colocarlas en él. Minutos después, mis vecinos adventistas salían de su casa, cargados de manera similar. –¿Qué hacéis? –preguntó un vecino que se había mudado hace poco. Otro, que trabajaba en el garaje contiguo, le contestó por nosotras: –¡Oh, van a la iglesia! –Sí –le explicamos–. Solemos almorzar juntos después de la reunión en la iglesia. Todos llevamos algo, y lo compartimos. Es una comida informal. –Interesante –señaló el nuevo vecino. Se trata de un principio de comunicación: uno no puede comunicarse independientemente de su estilo de vida cristiano; no puede evitar testificar con su estilo de vida. Cuando la gente sabe que uno es cristiano, lo observa. De ahí que, en cierta manera, solo podemos ser buenos testigos o malos testigos. Somos buenos testigos cuando hacemos «buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas» (Efe. 2: 10). Siempre deberíamos preguntar a Jesús cómo acercarnos a nuestros vecinos, amigos y colegas en el trabajo. Deberíamos pedirle que nos haga saber cuándo hablar y qué decir. Hace poco, empecé a orar por mis vecinos. Hasta ahora, hemos tenido buenas relaciones, pero no muy cercanas. Saben que soy cristiana, pero no hablamos mucho de eso; de modo que me he estado preguntando cómo podría demostrarles el amor de Dios, que para mí es tan evidente. Fue así como se me ocurrió comenzar a hablar con Dios sobre esto, y esperar luego que se me presentara alguna oportunidad. Semanas después, dos personas de una misma familia fallecieron en una misma semana. De hecho, no me preguntaron nada acerca de la vida des-

Dar testimonio de Jesús fue la razón de vivir de Juan el Bautista. «Vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él» (ver Juan 1: 7). Juan solo guiaba a la gente hacia la luz (Jesús), para que por este medio creyeran. Es importante destacar que –tanto en el caso de Juan como en el nuestro– la gente no llega a creer por medio del testigo de la luz, sino por la luz misma, Jesús. Comprender esto nos quita un gran peso de encima; porque no nos toca “hacer” que la gente crea. La conversión ajena no es mérito ni éxito nuestro; no la producimos nosotros: no podemos jactarnos de haberla logrado. Al acercarse a la mujer samaritana, Jesús nos dio un excelente ejemplo de cómo testificar (ver Juan 4). En primer lugar, entabló una conversación con ella (algo que, para un hombre judío, no era común en sus días). Luego, al pedirle agua, se puso al mismo nivel que ella (no como superior ni mejor); incluso le hizo ver que la “necesitaba”. Y entonces dirigió la conversación a un tema que la mujer conorA sep. 2005 [205] · 13


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cía bien: cómo sacar agua del pozo, día tras día. «Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamas» (Juan 4: 13, 14). Esto despertó la curiosidad de la mujer y su deseo de obtener algo mejor. La siguiente declaración de Jesús fue interesante y profunda a la vez: «El agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna» (vers. 14). El hecho de que este manantial sea una fuente inagotable de agua en el creyente, implica que yo no volveré a tener sed, porque Jesús (por medio del Espíritu Santo) vive dentro de mí. Él es la fuente inagotable de fortaleza, apoyo, amor, paz y gracia. Él es el manantial de salvación, y yo puedo beber de sus aguas gratuitamente (ver Isa. 55: 1). Más aún: como él se convirtió en una fuente de agua en mí, también de mí 14 · [206] rA sep. 2005

sus aguas fluyen, para ayudar a otros a encontrar a Jesús, su amor, su paz, y –por creer en él– la salvación. Visto así, dar testimonio significa permitir que el manantial de agua en que me he convertido por medio de Jesús fluya hacia quienes me rodean. Jesús guió a la mujer, paso a paso. Cuando ella trajo a colación el tema del Mesías, él sencillamente le dijo: «Yo soy, el que habla contigo» (Juan 4: 26). Jesús no la presionó; solo la invitó. Quedaba en ella responder afirmativa o negativamente a su invitación. Sin duda, en ese momento los rodeaba una atmósfera muy especial. Cuando luego llegaron los discípulos, «ninguno dijo: ¿Qué preguntas? O, ¿Qué hablas con ella» (vers. 27). La mujer «dejó su cántaro» y «fue a la ciudad» (vers. 28). Ansiaba volver a los suyos cuanto antes. No quiso demorarse car-

gando el cántaro lleno de agua. El Agua viva era mucho más importante que la del cántaro. La mujer fue –directamente– a su pueblo y a su gente. Algunos eruditos dicen que ella había ido al pozo alrededor del mediodía, justamente para evitar encontrarse con la gente. Tal vez tuviera mala reputación a causa de sus aventuras amorosas. ¿Le avergonzaría su vida? Tras hablar con Jesús, ya nada de eso le importaba; acababa de conocer al Mesías, y había sido perdonada. Volvía ahora directamente al pueblo, para hablar con la gente de la que antes huía. «Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?» (vers. 29). Entusiasmada, invitó a la gente a ir y experimentar a Jesús por sí misma: «Él me conoce, sabe de mis pecados y a pesar de ello me acepta, me ama [...]. Vengan y vean por ustedes mismos» (paráfrasis del vers. 29).


La invitación «venid y ved; tocadlo; experimentad su presencia» es especialmente importante hoy. La gente no cree ingenuamente lo que otros puedan decirle; cree cuando experimenta por sí misma a Jesús. En lo que a testimoniar respecta, de esto mismo se trata: de contar lo que hemos experimentado con Jesús y animar a la gente a comprobarlo por sí misma. Muchos del pueblo fueron al pozo de Jacob para pedirle a Jesús que se quedara con ellos, lo que él aceptó de buen grado. «Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: “Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo, el Cristo”» (vers. 41, 42). Me imagino que entre ellos habría escépticos que tal vez se preguntaban si debían creerle a una mujer como ella. ¡Tenían que comprobarlo por sí mismos! Esto demuestra, una vez más, que solo al ver la luz –Jesús– la gente se convence y cree. Con todo, pueden sentir curiosidad y querer conocerlo, a través de nuestras palabras y nuestras vidas. Dar testimonio directamente a nuestros compañeros creyentes también es muy importante. Recientemente, asistí a una convención aunque no me sentía muy bien. Estaba agobiada por problemas personales. Entonces, los testimonios de otros me levantaron el ánimo y me ayudaron a crecer espiritualmente. Los relatos de cómo Dios había tocado sus vidas y cómo los había ayudado a resolver situaciones difíciles eran realmente inspiradores. Sentí que Dios quería que oyera estas historias para recibir, a través de ellas, este mensaje: «También a ti puedo sanarte». Como creyentes, necesitamos animarnos unos a otros, compartiendo lo que Jesús ha hecho por nosotros. Tenemos que dar testimonio los unos a los otros, así como a los niños y los jóvenes adultos en nuestras iglesias, y por supuesto y sobre todo, a la gente de nuestro vecindario que no asiste a la iglesia. Los adolescentes de la iglesia “han enloquecido” (en el buen sentido de la expresión)! He recibido un boletín informativo con noticias sobre iglesias “hijas” recién organizadas. Los informes que nos llegan son animadores e inspiradores. Es realmente emocionante leer que los adolescentes de la iglesia están “locos” de en-

tusiasmo respecto de “crear programas para aquellos amigos suyos que normalmente no asisten a la iglesia”; y que están aprendiendo “cómo entender y vivir su compromiso para con Jesús”, lo que hace que “crezcan espiritual y personalmente”. Piensa en las ventajas de este plan: los adolescentes no solo alcanzan a sus amigos que no suelen asistir a la iglesia, sino también ellos mismos están creciendo espiritualmente. Dios quiere que participemos unidos en dar testimonio; desea que alcancemos a gente que nunca ha oído hablar de un Dios amante; y sabe que al hacerlo, nosotros mismos nos sentiremos inspirados y creceremos espiritualmente. Hay muchas maneras de testificar en equipo. Sea que nuestra iglesia local organice un proyecto para los niños de la comunidad, presente un seminario, envíe a sus feligreses de puerta en puerta, recaude fondos para algún proyecto de ADRA, patrocine un programa radiofónico o televisivo, ayude con un proyecto para personas socialmente desfavorecidas, funde una nueva iglesia, organice un Club de Conquistadores, participe en una campaña de evangelismo vía satélite o planee cualquier otra actividad misionera, la cuestión es que Dios nos llama a participar. Por eso, insisto: lo más importante es pedir a Dios que nos muestre qué quiere que hagamos, y estar atentos y con actitud receptiva, a la espera de su respuesta. Creo que él ya ha preparado el proyecto y la gente que habrá de participar en él. Utilizar los medios de comunicación, como la red electrónica, la radio y la televisión, también representa una gran oportunidad de testificar. Muchos tienen fácil acceso a Internet. La cantidad de partici-

pantes en cursos bíblicos por correspondencia, a través de este medio, sigue en aumento. En algunos países en los que es difícil o está prohibido predicar abiertamente el evangelio, la radio ha sido un buen método (y, a veces, aun el único) para hablarle a la gente acerca del amor de Jesús. Asimismo, es interesante ver la obra que se está llevando a cabo en varios países alrededor del mundo, a través de la televisión. Tenemos, sin duda, una oportunidad excelente de alcanzar a la gente en sus propios hogares. No obstante, solo podemos responder a estos retos si nos unimos. Es necesario que más gente participe –con su tiempo y sus ideas– en la producción de páginas cibernéticas en Internet, y programas radiofónicos y televisivos. Necesitamos orar mucho para que los programas “hablen” a la gente. Y también necesitamos dinero para financiar la producción de programas radiales y televisivos. El testimonio unido a través de los medios de comunicación representa una gran oportunidad para la Iglesia Adventista mundial. Sea donde fuere que vivamos, y sea cual fuere nuestra situación, Dios nos llama a testificar de su amor... ¿De qué manera? Dios nos lo hará saber. En lo personal, le ruego que mi estilo de vida cristiano sea como un libro abierto en el que la gente pueda leer acerca de su amor, para sentir el deseo de conocerlo personalmente. Por el momento, sé que Dios me ha llamado a trabajar en un Centro de Medios de Comunicación Adventista y a producir –entre otras cosas– programas televisivos. ¿Y en cuanto a mis vecinos? Mi reto sigue siendo... hablarles de él.

Preguntas para compartir 1. ¿Cómo puedo testificar a la gente más cercana a mí: mis familiares no creyentes? ¿Y al vecino de al lado? 2. ¿Puede programarse el testimonio (digo: ofrecerlo en un “paquete de opciones”)? ¿Por qué sí o por qué no? 3. Piensa en la semana pasada. ¿Cómo has testificado por tu Señor? Y yo, ¿cómo lo he hecho?

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JUEVES

L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N ROBERTO PEREYRA Profesor de Teología y vicepresidente de asuntos académicos en la Universidad Adventista de Bolivia, en Cochabamba (Bolivia).

Unidos en la testificación: nuestro destino ¿Por qué necesitamos testificar?

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ay, como mínimo, tres razones elementales por las cuales dar testimonio. Dar testimonio es necesario porque (1) el mundo perece bajo la tiranía del pecado, (2) es un privilegio colaborar con Cristo en su misión de salvar al mundo que perece y (3) hacerlo fomenta nuestro crecimiento espiritual en Cristo.

1. Un mundo que perece Cuando contemplamos el mundo en que vivimos, ¿qué vemos? Observamos índices crecientes de violencia, inseguridad, adicciones, falta de honradez y corrupción; vemos familias destrozadas, falta de respeto para con las autoridades, individualismo, desenfreno sexual y destrucción ecológica. Todo esto nos habla de una sociedad que sufre bajo la tiranía del mal y del pecado. Nuestra sociedad se caracteriza por asesinatos, consumo de sustancias ilícitas, divorcios, maltrato y violencia infantil, secuestros, adolescentes embarazadas, un enfoque materialista de la vida y el nacionalismo indiscriminado. La corrupción moral y el terrorismo internacional en aumento son altamente inquietantes. La crisis de la sociedad –que se infiltra en cada aspecto de su vida económica, política e ideológica– produce inseguridad, ansiedad y miedo. En tiempos de derrumbes empresariales y amenazas de recesión económica, el temor de un colapso mundial acecha en las sombras. Obviamente, la continua crisis de una economía mundial, con amenazas de desintegración económica, corroe la confianza, la credibilidad, la esperanza y la paz. No obstante, en general, nuestra sociedad desconoce el hecho de que está bajo la tiranía del mal. No reconoce que el pecado es una fuerza interior, una condición inherente, un poder degradante que afecta la personalidad, la familia y la sociedad. El apóstol Pablo personifica al pecado, al describirlo diciendo que «el pecado entró en el mundo» (Rom. 5: 12), produciendo –desde su ingreso en él– toda clase de codicia (Rom. 7: 8), dominando (Rom. 6: 14; 7: 14-23), reinando sobre los seres humanos (Rom. 5: 21; 6: 12), engañando y provocando la muerte (Rom. 7: 11, 13, 24; 6: 23), y separándonos de Dios (Rom. 3: 23). En consecuencia, nuestro mundo es «un escenario de miseria al que no nos atrevemos a dedicar siquiera nuestros pensamientos. Si nos diéramos cuenta exacta de lo que es, el peso sería demasiado aplastante».1 Dios le había advertido a Adán que cuando el pecado entrara en el mundo, la muerte sería el resultado de la desobediencia (Gén. 2: 17). De este modo, la muerte –inicialmente intrusa– se convirtió en parte natural de la vida. Y, desde 16 · [208] rA sep. 2005

entonces, nos vemos en medio de un conflicto; un conflicto entre la ética de la vida y la de la muerte. Todos los seres humanos descienden al sepulcro; en este sentido, todos participamos del resultado de la transgresión de Adán. Cuando Adán y Eva se rebelaron contra Dios, no solo perdieron el derecho al árbol de la vida. A causa de su pecado, debilitaron y depravaron su propia naturaleza, imposibilitando para ellos mismos y su descendencia resistir por sí mismos el poder del pecado en sus vidas. A causa de su transgresión, el pecado se introdujo –como un poder infeccioso– en la raza humana. Desde entonces, esa infección ha continuado degradando y afectando profundamente a la sociedad humana, que desfallece bajo su dominio. Ciertamente, la paga del pecado es degradación, desintegración, muerte. No obstante, «la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Rom. 6: 23). De no ser por el plan de redención concebido por Dios en Cristo, el resultado del pecado de Adán habría sido muerte eterna. «Mientras exista el pecado, los sufrimientos y la muerte serán inevitables. Únicamente porque el Redentor llevó en nuestro lugar la maldición del pecado puede el hombre esperar escapar, en su propia persona, de sus funestos resultados».2 ¡La maravilla del amor de Dios! Así, el acto central de la historia de este mundo degradado y sufriente (sentenciado a perecer bajo la tiranía del pecado) es el advenimiento y la encarnación del


Hijo de Dios, que murió por la raza humana (2 Cor. 5: 14, 15; Heb. 2: 9; 1 Juan 2: 2). Por supuesto, es cierto que «nuestro mundo es un vasto lazareto»; «sin embargo [...]. Para destruir el pecado y sus consecuencias, dio a su Hijo amado y nos permite que, mediante la cooperación con él, terminemos con esta escena de miseria».3

Es un privilegio cooperar con Cristo en su misión de salvar al mundo

2. Cooperación con Cristo en su misión «Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin» (Mat. 24: 14). Sí, el mundo está pereciendo bajo la tiranía del mal y del pecado. Sin embargo, dentro de este marco filosófico y bíblico, nuestro Señor y Salvador nos ha dado las mismas instrucciones que dio a sus discípulos: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones» (Mat. 28: 18, 19). El mensaje de esperanza y la invitación al discipulado, dados a quienes perecen bajo la tiranía del pecado, son evidentes. • El promotor del pecado, y de la rebelión ha sido derrotado. • El poder del pecado ha sido quebrantado. • El precio de la redención ha sido pagado. • El Sumo Sacerdote del Santuario Celestial ha ocupado su lugar e intercede en favor de todos los creyentes. • A través de los méritos de la cruz, y a causa de la obra de Jesús –nuestro Sumo Sacerdote en el Santuario Celestial–, la salvación está ahora a disposición de todo aquel que cree. • Cristo, nuestro Señor, vendrá pronto para poner fin a este mundo de pecado y miseria. Este es nuestro mensaje, nuestro privilegio y nuestra responsabilidad: cooperar con Cristo y acabar con esta escena de miseria. Sin embargo, hay aun algo más sublime en el andar y la experiencia del discípulo cristiano: su crecimiento espiritual en Cristo.

3. Para fomentar el crecimiento espiritual Tal como dijimos anteriormente, Dios nos ha llamado para servir a un mundo que se encuentra bajo el poder de las ti-

nieblas. Nuestro desafío consiste en convertirlo al cristianismo por medio del testimonio de la verdad que nos une. A fin de lograr esto, «a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho» (1 Cor. 12: 7), y Dios espera que desarrollemos estas manifestaciones, en cooperación con Cristo, para finalizar el drama de un mundo que perece. Dios nos concede talentos para bien de la iglesia. Crecemos espiritualmente a medida que los ponemos al servicio de los demás. «El crecimiento espiritual depende de compartir con otros la luz que se nos dio [...] en lugar de crecer en ansiedad ante la idea de que no está creciendo en gracia, sencillamente cumpla con cada deber que se le presente, lleve la carga de las almas en su corazón y, por todo medio posible, procure salvar a los perdidos. Sea amable, cortés y compasivo; hable con humildad acerca de la bendita esperanza; hable del amor de Jesús: cuente a otros de su bondad, de su misericordia y de su justicia».4 La Biblia indica que todo cristiano es parte del sacerdocio que sirve a Dios y a su pueblo (1 Ped. 2: 5). Cada uno es un ministro, un siervo. Los pastores sirven a Dios de la manera en que él los capacita para hacerlo. Y lo mismo ocurre con los cantantes, los maestros y todos los que de uno u otro modo testifican del amor y el poder redentor de Dios. El caso es que cada uno ministra conforme a la capacidad

que recibió de Dios y que, al hacerlo, crece «en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo [...] recibe su crecimiento para ir edificándose en amor» (Efe. 4: 15, 16). «Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros [...]. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén» (1 Ped. 4: 10, 11). Dios nos ha puesto en este mundo que perece para que demos testimonio de su amor y de su poder redentor. Así que, testifica entre tus familiares, tus amigos y en el lugar donde te encuentres. Di con tu vida que eres cristiano... cristiana... Habla de la Biblia; cuenta cómo y por qué recibiste a Cristo como tu Salvador y Señor personal. Nuestro mundo que perece necesita esta labor. Es un privilegio cooperar con Cristo en su misión de salvar al mundo. Testificar en unidad fomenta nuestro crecimiento espiritual en Cristo. Salgamos y testifiquemos, porque el mundo perece: es nuestra responsabilidad. Cooperemos con Cristo en salvar al mundo que perece: es nuestro privilegio. Crezcamos espiritualmente en Cristo: ¡esnuestro desafío!

Referencias 1. Elena White, La educación, ACES, Buenos Aires, 1978, pág. 264. 2. Elena White, Patriarcas y profetas, ACES, Buenos Aires, 1985, pág. 522. 3 Elena White, La educación, pág. 264. 4 Elena White, Our Father Cares, pág. 219.

Preguntas para compartir 1. El autor da tres razones para testificar. ¿Cuál le motiva a usted más, y por qué? 2. ¿Hay momentos cuando es mejor testificar con nuestras palabras, y momentos cuando más conviene testificar con nuestras acciones? De ser así, da algunos ejemplos. 3. El autor declara que tenemos el desafío de hacer cristiano nuestro mundo «a través del testimonio de la verdad que nos une». ¿Cómo respondes a esto? ¿Dónde te ves en este proceso? rA sep. 2005 [209] · 17


VIERNES

L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N LUCILE SABAS Rectora de la Universidad Adventista de Cosendai, en la División Africana Centro Occidental.

Unidos en la testificación de la segunda venida de Cristo ¿Es real este evento para ti? ¿puedes hablar de ello con tus amigos y vecinos?

V

i volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas» (Apoc. 14: 6, 7). A este pasaje bíblico sigue la alusión a dos ángeles más que proclaman al mundo un mensaje especial. En 1844, los cristianos que en diversas partes del mundo anunciaron el regreso de Jesús en gloria prepararon el camino para la proclamación del mensaje del primer ángel de Apocalipsis 14. Tras el gran chasco de 1844 –y el derramamiento de nueva luz por parte del Señor–, un grupo remanente de fieles comenzó a anunciar el mensaje del primer ángel, en medio de burlas y sarcasmo. Así comenzó a proclamarse el mensaje de la hora del Juicio de Dios, llamando a todos a adorar «a aquel que hizo el cielo, la tierra, el mar y las fuentes de las aguas». La voz del ángel de Apocalipsis 14: 6 y 7 se oyó a través de instrumentos humanos. No constituían una multitud ni venían de diversos lugares, profesando doctrinas y creencias distintas; eran un bloque unido, como una sola voz detrás de un mismo mensaje, marchando juntos pero dispuestos a dispersarse por toda la tierra. En ese contexto de unidad, se echaron los cimientos del movimiento adventista. Su objetivo era continuar la obra comenzada por Jesús y sus discípulos, quienes anunciaron con poder el glorioso retorno de Cristo.

«

Una esperanza en común Hoy, la iglesia mantiene la esperanza de vivir con Cristo, su Señor, por toda la eternidad. Hace alrededor de dos mil años, Jesús dijo: «Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis» (Juan 14: 2, 3). Desde entonces, esta promesa ha constituido la bendita esperanza de la Iglesia Adventista: esperanza que se ha mantenido como factor de unidad fundamental del pueblo de Dios, y que se torna una fuente de aliento, cuando se graba en nuestros corazones y en nuestras mentes, pues enciende la fe y nos habilita para navegar con calma por los mares de las crisis y las dificultades actuales, contemplando el futuro con serenidad. A través de su lente, las injusticias, el dolor y el sufrimiento que experimentamos, al vivir en este mundo de pecado, se ven como lo que realmente son: algo pasajero. Nuestra verdadera vida es la que pasaremos con nuestro Señor por toda la eternidad. Cuando los cristianos se proyectan al futuro, mientras viven en la tierra con esa expectativa maravi18 · [210] rA sep. 2005

llosa, las cargas de la vida se les hacen más llevaderas. Deberíamos hacer de Jesús el objeto de nuestro pensamiento –nuestra meditación– y comunicarnos con él momento tras momento. Los que han experimentado este compañerismo, dan testimonio del hecho de que en los tiempos de problemas y dificultades, el mayor y más dulce consuelo se encuentra en mantenerse en contacto con nuestro Señor. Deberíamos mantener nuestros ojos fijos en él siempre, y aun imaginarnos caminando con él por las calles de oro de la Nueva Jerusalén. Todo cristiano que medite en esto constantemente, experimentará, sin duda, genuino gozo cristiano. (1 Tes. 5: 16.) Deberíamos atesorar esta esperanza maravillosa, pues le da sentido a nuestra existencia. Bien se ha dicho que sin esta esperanza seríamos como un velero sin vela en alta mar. Pablo nos recuerda que fuimos «llamados a en una misma esperanza» (Efe. 4: 4). Los cristianos compartimos esta singular esperanza en todo el mundo. No decae. Aun rodeado de incertidumbre, inseguridad, caos y confusión, nuestro gozo se profundiza. El ambiente actual nos recuerda el futuro mejor que nos aguarda, y da paso a la felicidad duradera a todo aquel que espera el retorno del Señor. Es heraldo de la inminente aparición gloriosa de Cristo. Las señales de su pronta venida están ocurriendo ante nuestros ojos: solo no las perciben los que no quieren creer. Pe-


dro señaló: «Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos» (2 Ped. 3: 5-7). Por lo tanto, como hijos de Dios aguardamos con gozo, porque la venida del Señor marca nuestra liberación y nuestro tan esperado encuentro con él. No estamos sorprendidos. Tenemos que discernir en qué tiempos vivimos. La crisis del mundo político, la decadencia moral de nuestro mundo y la predicación del evangelio en todo el mundo no pueden escapar de la atención del cristiano que vive a la expectativa.

Un testimonio en común La expectativa del regreso de Cristo une a los cristianos y los induce a anhelar ese evento. Esta expectativa fue la que nos condujo a la iglesia y nos instó a hacer cambios en nuestra vida, al presentarnos un estilo de vida bíblicamente coherente, que atestigua que pertenecemos a “un pueblo peculiar”: el pueblo que aguarda la segunda venida de Cristo. La Iglesia adventista, establecida después de 1844 para dar voz a los mensajes de los tres ángeles, no constituye una iglesia más entre las iglesias cristianas. Se fundó en el momento profético preciso, que coincidió con el comienzo de la obra del Juicio, a cargo de Cristo, en el Santuario Celestial. El otro aspecto del mensaje destacó el llamado a adorar a Dios como Creador y, consecuentemente, a guardar el cuarto Mandamiento, que es el sello de autoridad del Creador del universo. En la plenitud de los tiempos proféticos, Dios mismo preparó a su iglesia para llevar estos mensajes al mundo entero. Ahora, cada nuevo miembro de la Iglesia Adventista se une al cuerpo de creyentes ya existente, para fortalecer y ampliar el impacto de los tres mensajes, a fin de invitar a hombres y mujeres por igual a arrepentirse y convertirse en gente peculiar, gente santa, lista para proclamar a Cristo Jesús descendiendo en gloria, en las nubes de los cielos. Jesús ya había encomen-

dado esta misión a sus primeros discípulos: «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mat. 28: 19). La realidad del pronto regreso de Jesucristo debe constituir un asunto de esencial interés para los cristianos. No solo hemos de compartir esta esperanza, sino también hacer que sea parte de nuestra vida diaria. Los cristianos deberíamos difundir este mensaje como si nuestra vida dependiera de ello. En verdad, la vida de sus padres, vecinos y colegas está en juego. El apóstol Pablo, justamente, confirma esta idea: «Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo: ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?» (Rom. 10: 13, 14). Por esto, las voces de los ángeles se oyen en todo el mundo a través del ministerio de la Iglesia Adventista, invitando a la gente a unirse al pueblo que comparte la experiencia en común de alistarse para ver al Señor volver en gloria y vivir con él para siempre.

Una experiencia en común Apocalipsis 21: 2 al 4 revela algunos detalles sobre la morada celestial de los seguidores de Jesús, la Nueva Jerusalén: la ciudad en la que «ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor» y en la que Dios mismo «enjugará [...] toda lagrima de los ojos de ellos». ¡Cuántas realidades maravillosas Dios tiene preparadas para su pueblo! Debería

mos tener siempre presentes las bellezas de nuestra herencia celestial, a fin de evitar que las dificultades actuales nos desanimen. Los que se aferran a esta promesa, permanecen unidos en torno a sus principios en común, forjando sus caracteres a la semejanza del de Cristo. En su carta a Tito, Pablo le recordaba lo siguiente: «Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo» (Tito 2: 11-13). Pedro hace una recomendación similar a todos los que comparten esta misma esperanza, mientras aguardan el regreso de Jesús: «Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¿cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios?» (2 Ped. 3: 11, 12). Estos recordatorios caben especialmente para nosotros, los cristianos del tiempo del fin, que habiendo recibido «una fe igualmente preciosa que la nuestra» (2 Ped. 1: 1), aguardamos como los discípulos de ayer la manifestación de la bienaventurada esperanza. Mientras esperamos ese encuentro maravilloso y la perspectiva de vivir para siempre con nuestro Señor, deberíamos prepararnos, viviendo ya, en la tierra, como «linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios», proclamando las obras maravillosas de aquel que nos llamó «de las tinieblas a su luz admirable» (1 Ped. 2: 9).

Preguntas para compartir 1. ¿Qué aspectos de la sociedad contemporánea te hablan de la inminencia de la segunda venida de Cristo? 2. ¿Cuándo fue la última vez que compartiste con otros (fuera de yu comunidad religiosa) tu creencia en la segunda venida de Cristo? ¿Qué estrategias consideras más eficaces para la testificación? 3. ¿Por qué quieres que Jesús vuelva? ¿Qué elementos de la vida de hoy desearías ver más como cosas del pasado? Especifícalos. rA sep. 2005 [211] · 19


S EG U N D O S Á B A D O

L EC T U R A S PA R A L A S E M A N A D E O R AC I Ó N ELENA WHITE Una de las pioneras de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Su obra sigue siendo una voz profética entre los adventistas.

Unidos en nuestro cometido de testificar de la verdad Un asunto práctico de eternas consecuencias

A

continuación, presentamos una conferencia de Elena White, para la Semana de Oración, según se presentó en el número de la Review and Herald del 24 de noviembre de 1904, con el objeto de usarla el sábado 10 de diciembre de ese mismo año. Por entonces, se la tituló Preparación para la venida del Señor. Significativamente, coincide con los temas que estamos considerando en nuestra Semana de Oración actual. Hemos abreviado el material y añadido nuevos títulos. ¿Qué es lo que el Señor requiere de su herencia comprada con su sangre? La santificación del ser entero: pureza como la de Cristo, perfecta conformidad con la voluntad de Dios. Mis hermanos y hermanas, Dios requiere esto de nosotros. En la Santa Ciudad no puede entrar nadie que la profane o mienta. La Palabra de Dios nos dice: «Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto» (Gén. 17: 1). «Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos» (Lev. 20: 26). «Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios» (1 Cor. 6: 20). «Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad» (Col. 2: 9, 10). Él «se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras» (Tito 2: 14).

Unidos al Salvador Podemos, podemos revelar la semejanza de nuestro divino Señor. Podemos saber la ciencia de la vida espiritual; podemos honrar a nuestro Hacedor. Pero, ¿lo hacemos? ¡Oh, qué ejemplo tan ilustre tenemos en la vida que Cristo vivió en esta tierra! Él nos ha mostrado lo que podemos lograr mediante la cooperación con la Deidad. Tenemos que procurar la unión a la que se refiere cuando dice: «Permaneced en mí, y yo en vosotros» (Juan 15: 4). Esta unión es más profunda, más fuerte y más genuina que ninguna otra, y produce todo tipo de bien. Quienes así están unidos al Salvador, permanecen bajo el control de su voluntad y, movidos por su amor, sufren con los que sufren, se regocijan con los que se regocijan y sienten una profunda simpatía por todo aquel que cae en la debilidad, el pesar o el infortunio. Más elevado de lo que el más elevado pensamiento humano puede alcanzar es el ideal de Dios para sus hijos. Él quiere que nuestras mentes sean claras; nuestros temperamentos, agradables; nuestro amor, abundante. Entonces, la paz que sobrepasa todo entendimiento fluirá de nosotros, para bendecir a todos aque20 · [212] rA sep. 2005

llos con quienes entremos en contacto. La atmósfera que circundará nuestra alma será refrescante [...].

Unidos unos a otros Se me ha instruido especialmente acerca del peligro de apartarse, hablar mal de los demás y contender unos con otros. Necesitamos inclinarnos ante Dios en arrepentimiento, por causa de nuestra falta de amor mutuo y de amor a quien murió por nosotros. El oro del amor y de la fe no abunda en nuestro medio. Muchos se aferran a la verdad con apenas las puntas de los dedos. Muchos gastan en habladurías el tiempo precioso que deberían emplear en hablar del poder del Señor para salvar. A menos que hagan un cambio decidido, serán hallados faltos [...]. Que nuestra gente se ocupe de la tarea asignada: la obra de salvar almas. Que no piensen que sobre ellos se ha puesto la carga de vigilar y criticar la obra de los demás. Los que pongan toda su alma en la obra que Dios les ha encomendado, no tendrán tiempo para criticar los esfuerzos de sus colegas, ni para debilitar las manos de quienes se esfuerzan al máximo para llevar adelante la obra. Que ningún hombre ni ninguna mujer sienta que se le ha asignado llevar informes maliciosos de iglesia en iglesia, ni de Asociación en Asociación. Me ha afligido sobremanera ver cuán fácil es para algunos perder el tiempo precioso en esta obra tan cruel. Nuestra obligación debe ser, ahora, la proclamación de los men-


ran con afán tratar de lograr que los profesos cristianos hablen imprudentemente. Cuando tienen éxito, Satanás se regocija, porque los seguidores de Dios han perjudicado su influencia. En estos momentos solemnes, no tenemos tiempo para contender unos con otros [...]. Hablen palabras amables, palabras edificantes; porque tal es el fruto del árbol cristiano. Venzan toda aspereza. Solo la eternidad revelará el daño que las palabras ásperas hacen a quienes las pronuncian y a quienes las oyen. Aférrense firmemente de Aquel que tiene todo el poder en el cielo y en la tierra. Aunque a menudo no logren mostrar paciencia y calma ante la provocación, por nada del mundo cesen de intentarlo. Resuelvan de nuevo, esta vez con más firmeza, que serán ejemplos de paciencia cristiana. Recuerden que solo entrarán en el cielo los que hayan vencido la tentación de pensar y hablar lo malo. «Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre» (Isa. 32: 17). Cristo será para su pueblo todo lo que estas palabras expresan, si ellos atienden a la invitación de Cristo de venir a él. Él será para ellos vida y poder, fuerza y eficiencia, sabiduría y santidad. Dios nos llama a vivir la vida de Cristo y revelar esta vida al mundo. Cuando lo hagamos, el prejuicio se desvanecerá y las dificultades

se arreglarán por sí solas. Nos reuniremos con el gran Misionero, con corazones llenos de gratitud y amor.

Unidos en el testimonio al mundo Mis hermanos y hermanas, en vez de perder el tiempo mirando los defectos ajenos y hablando de ellos, entréguense a la obra que Cristo hizo cuando estuvo en este mundo. ¡Cuán incansablemente él trabajó! En el Templo y en las sinagogas, en las calles de las ciudades, en el mercado y en el taller, a orillas del mar y entre los collados, predicó el evangelio y sanó a los enfermos. Su vida fue una vida de servicio desinteresado, y ha de ser nuestro libro de texto. Debemos continuar con la obra que él empezó. Hermanos y hermanas, ¿cuánto han hecho para Dios el año pasado? ¿Piensan que solo los hombres que han sido ordenados como ministros del evangelio son los que tienen que trabajar para levantar el espíritu de la humanidad? ¡No, no! Dios espera que todo aquel que invoca el nombre de Cristo se ocupe de esta obra. Aunque no les hayan impuesto las manos de la ordenación, ustedes son mensajeros de Dios. Así como no pueden evitar que el viento sople, si han probado que el Señor es magnánimo –si conocen su poder salvador–, no podrán evitar contárselo a alguien. Tendrán

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sajes de los tres ángeles. Los que pierden el tiempo en pensar y hablar mal de los demás, están trayendo a los cimientos material representado por la paja, la madera y el rastrojo, los cuales serán consumidos por el fuego de los últimos días. Ellos verán, un día, que perdieron el tiempo en debilitar a las iglesias, las instituciones y las asociaciones. Dios detesta este tipo de obra. Él llamará a rendir cuentas a todos los que participan en ella. Que los que temen a Dios y creen en su Palabra pongan guarda a sus labios. Decidan no hablar palabras que puedan perjudicar la causa de Dios o dar una falsa representación de la obra realizada en cualesquiera de sus instituciones. Cuídense de pronunciar palabras que pudieran tentar a alguien a negar la confianza y las palabras de aliento que deberían darse a quienes pasan por severas pruebas, y a quienes, tal vez, trabajan temprano y tarde para cumplir con sus múltiples responsabilidades, hasta parecer que sus mentes y sus cuerpos podrían colapsar bajo tanta presión. Como el vilano de cardo que lleva el viento, las palabras de sospecha y desconfianza se esparcen por todas partes; ya nunca se pueden recoger. Al habla desemejante a la de Cristo se debe nueve de cada diez de las dificultades que existen en la iglesia. Los agentes satánicos procu-

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una palabra oportuna para el cansado; guiarán los pies del extraviado, para llevarlo de nuevo al redil. Sus esfuerzos para ayudar a otros serán incansables, porque el Espíritu de Dios obra en ustedes [...]. El valor del cristiano no depende de talentos brillantes, cuna insigne ni poderes maravillosos, sino de un corazón limpio, un corazón que –purificado y refinado– refleje la imagen de la Deidad. Es la presencia de aquel que dio su vida por nosotros lo que embellece el alma. No se necesita tanto oradores elocuentes, como obreros humildes y sinceros: hombres y mujeres que tengan confianza infantil en Dios. Son los hombres de oración los que son hombres de poder. A ellos se capacitará, para que lleven a los pecadores a la cena del Cordero.

Unidos en la verdad bíblica Mis hermanos y hermanas, no permitan que cosas insignificantes absorban su tiempo y atención. Mantengan su mente en los temas gloriosos de la Palabra de Dios. El estudio de estos temas les dará la fuerza que los sostendrá durante las pruebas y las dificultades de los últimos días, y que los conducirá adonde caminarán con Cristo, vestidos de blanco, porque son dignos. En la Palabra de Dios, estudiada 22 · [214] rA sep. 2005

y obedecida, poseemos una guía y un instructor espirituales, merced a los cuales las peores formas de mal, en nosotros, pueden sujetarse a la disciplina de su Ley. Si las enseñanzas de esta Palabra hubieran sido la influencia controladora en nuestras vidas; si la mente y el corazón se hubieran sujetado a su poder contenedor, los males que ahora existen en las iglesias y en las familias no habrían encontrado lugar. Sobre los hogares convertidos se derramarían las más puras bendiciones, y desde tales hogares se extendería una influencia que haría del pueblo de Dios un poder del lado de la verdad. Pero hay muchos, en nuestras iglesias, que conocen muy poco del significado de la verdad para este tiempo. No han buscado la verdad con corazones humildes y contritos. Exhorto a los miembros de nuestras iglesias a no menospreciar el cumplimien-

to de las señales de los tiempos, que tan claramente indican que el fin está cerca...

Unidos en el Reino En el día de la coronación de Cristo, él no reconocerá como suyo a nadie que tenga mancha, o arruga o cosa semejante; pero a sus fieles les dará coronas de gloria inmortal [...]. En aquel día, los redimidos brillarán en la gloria del Padre y de su Hijo. Los ángeles del cielo, tocando sus arpas de oro, darán la bienvenida al Rey y a los trofeos de su victoria: los que hayan sido lavados y purificados por la sangre del Cordero. Resonará un cántico de triunfo, que llenará todo el cielo. Cristo ha vencido: entrará en las cortes celestiales acompañado de sus redimidos, los testigos de que su misión de sufrimiento y abnegación no han sido en vano.

Preguntas para compartir 1. ¿Qué dice la autora acerca de la crítica destructiva? ¿Cuán serias son sus consecuencias? 2. ¿De qué manera esta admonición te afecta, en lo personal? ¿Te ve a sí mismo en el extremo dador de esta actividad, en el extremo receptor o en ninguno de los dos? A pesar de todo, ¿qué puedes hacer –personalmente– para remediar esta situación negativa en la iglesia? 3. ¿Cómo describirías la importancia de la pureza en la vida cristiana?


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S E M A N A D E O R AC I Ó N PA R A LO S M E N O R E S


S E M A N A D E O R AC I Ó N PA R A LO S M E N O R E S

Un mensaje para padres y maestros LINDA MEI KOH

La testificación constituye una enorme tarea para cada niño. Desdichadamente, el mundo actual tiene muchas distracciones para los niños, a través de la televisión, Internet y otros medios masivos de comunicación. Pero el mandato dado por Jesús le pide a cada persona, incluyendo a los niños, que dé a conocer el evangelio. Al acercarse rápidamente la segunda venida de Jesús, tanto los padres, como los maestros y cada miembro de la iglesia necesitan unir sus esfuerzos para proclamar el evangelio a todos aquellos que no lo han escuchado. Involucremos a nuestros niños, haciendo de ellos pequeños misioneros de Dios que comparten las buenas nuevas con sus amigos. Las siguientes lecturas enfatizan la importancia de unificar los esfuerzos

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Directora del Departamento Ministerio de de Infancia de la Asociación General. Ha prestado sus servicios a la iglesia durante más de treinta años como profesora universitaria en Singapur, y más tarde como directora de Departamento en la División del Asia–Pacífico del Sur.

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...el mandato dado por Jesús le pide a cada persona, incluyendo a los niños, que dé a conocer el evangelio.

para testificar, a través de historias, ilustraciones, actividades y aplicaciones. Para comenzar, tal vez desee probar las siguientes ideas con los niños:

1.

Comenzad a elaborar un libro de oración misionera, para ser usado por los niños, a los que habrás distribuido en grupos. Pedidles que anoten el nombre de sus amigos que no asisten a la iglesia o que no saben acerca de Jesús, que oren en favor de cada amigo anotado en la lista y que los inviten a la escuela sabática o a otras actividades.

2.

Elaborad tarjetas de invitación para asistir a la iglesia, para entregarlas a esos amigos específicos por quienes habéis orado.

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Nota especial: Casi todas las historias, a continuación, están contadas en primera persona, pues han brotado de mi propia experiencia. Por lo tanto, antes de leerlas, tal vez deseéis decirles a los niños algo como lo siguiente: «Queridos niños, el día de hoy la Sra. Koh tiene otra historia para nosotros». Esto los ayudará a identificar al sujeto que está hablando en cada historia y a darles una mejor perspectiva.

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PRIMER SÁBADO

Un hueco en el corazón del bebé

Versículo para memorizar «Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hechos 1: 8).

Motivación Muestra una serie de láminas o un videoclip muy breve de un accidente automovilístico. Pide voluntarios que describan lo que ven y anota lo que digan en la pizarra o en un pliego grande de papel. Pide a los niños que comparen los informes de cada voluntario. Pregúntales: «¿Pensáis que todos los niños que vieron el accidente dieron informes iguales? ¿Por qué pensáis que varían sus descripciones?» Explica que cualquier persona que vea o experimente un acontecimiento, es un testigo. Jesús quería que sus discípulos dieran su testimonio a otros acerca de su amor. Sugiere que Jesús desea también que seamos testigos y demos a conocer las buenas nuevas de su amor a nuestros amigos.

Historia ¡Eran muy malas noticias! ¡Eran noticias muy tristes! La familia Kozinski había estado esperando con gran anhelo la llegada de un nuevo hermanito. Para Iván, el hermano mayor, era un sueño que se había hecho realidad. –¡Qué bueno! –dijo Iván–. ¡Al fin tendré alguien con quién jugar! Pero, todas sus esperanzas se derrumbaron muy pronto cuando llegaron al hospital. –¿Por qué lloras, mamá? –le preguntó tiernamente, mientras le acariciaba sus suaves manos. Su mamá le explicó que el médico les había anunciado que Alejandro, el nuevo bebé, tenía un hueco en el corazón. Fue una noticia que impactó a todos. Pero el médico había dicho también: «Siempre existe la posibilidad de que el hueco se cierre cuando Alejandro crezca». ¡Una posibilidad!, pero, ¿cuán grande era esa posibilidad? La familia creía en Dios. Creían que Jesús podía sanar a Alejandro, si esa era su voluntad. –Vamos a reunir a muchas personas para sesiones de oración –sugirió el padre–. Voy a comunicarme con muchas personas y a pedirles que oren en favor del bebé Alejandro. El padre dividió la lista de personas con las que debían comunicarse. Él llamaría a los miembros de la iglesia y familiares, mientras la mamá se comunicaría con sus amigas y conocidas en todas sus relaciones. –Iván, ¿qué tal si te pones en contacto con tus maestros, tus compañeros de clase y nuestros vecinos? –le pidió su papá. –Está bien, papá –contestó Iván, dispuesto a cooperar. 26 · [218] rA sep. 2005

El papá estuvo comunicándose por teléfono toda la noche. Tenía ciertamente una larga lista de personas a quienes llamar. En cuanto a Iván, se puso a trabajar inmediatamente al día siguiente, después de llegar a la escuela. Les pidió a los maestros, al director y a toda la escuela que oraran por su hermano. Y, después de algunos meses, Dios contestó sus oraciones. –Bueno, ¡es sorprendente que el hueco se haya cerrado solo! –dijo asombrado, el médico–. ¡Es un milagro! ¡Es un milagro! –¡Iván, vamos a llamar a todos para darles las buenas nuevas! –anunció el papá. Iván estaba tan emocionado con la noticia que les daría a sus maestros y amigos la mañana siguiente, que ya no podía esperar. ¡Era algo que merecía celebrarse! Cuando tienes muy buenas noticias, ¡simplemente no puedes esperar para contarlas! ¿Recuerdas a la mujer samaritana junto al pozo de Sicar? Cuando esta mujer encontró a Jesús, el Mesías, estaba tan contenta, que puso a un lado su cántaro con agua y regresó corriendo al pueblo. Le dijo a la gente: «¡Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?» (Juan 4: 29). ¡Sí, ella tenía buenas noticias para darlas a conocer! En otra ocasión, cuatro leprosos encontraron abundante alimento y tesoros en el campo de sus enemigos, los sirios. Comenzaron a tomarlos para ellos, pero entonces se dijeron los unos a los otros: «No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos [...] Vamos, pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey» (2 Rey. 7: 9). ¡Qué buenas noticias eran aquellas, en un tiempo cuando ya casi no había alimentos en la ciudad! Ahora todos pudieron comer hasta llenarse. ¡Los leprosos fueron grandes testigos! Después de que Jesús ascendió al cielo, los discípulos se sintieron animados a darles las buenas nuevas a personas en todas partes del mundo, diciéndoles que Jesús las amaba y que se había ido a preparar un lugar para todos en el cielo. Jesús prometió darles poder. Al reunirse a orar en un lugar todos juntos, «fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen» (Hech. 2: 4). Sí, los discípulos unieron sus esfuerzos para dar las buenas nuevas, las cuales esparcieron por todo el mundo. Gracias a eso, hoy tenemos la iglesia cristiana. Todo comenzó con un pequeño grupo de personas en esa pequeña iglesia en Jerusalén.


Aplicación ¿Puedes pensar en algunas buenas noticias para contárselas a tu amigo, tu vecino o tu abuelito? Tal vez obtuviste un 10 en un examen, o tal vez ganaste un concurso. ¿Recibiste un regalo especial que siempre habías querido? ¿Vas a ir de viaje al Japón o a otro lugar muy lejano? Haz, entonces, una lista de las bendiciones que Jesús te ha dado este mes y muéstrasela a un amigo.

Análisis 1. ¿Por qué es tan difícil callarse las buenas noticias?

2. ¿Cuáles son los beneficios de trabajar juntos al dar a conocer las buenas nuevas? 3. ¿Cuál es la mejor forma de dar a conocer las buenas nuevas acerca de Jesús?

Actividad Dibujad dos carteles que promuevan algunos acontecimientos emocionantes que estén por ocurrir en tu colegio o iglesia. Decoradlos con muchos colores y anotad mensajes que cautiven a la audiencia.

DOMINGO

Una grandiosa reunión

Versículo para memorizar «No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado» (Marcos 16: 6).

Motivación Junta varios periódicos y busque las páginas de los obituarios. Recorta algunas figuras de mujeres que han muerto y deja que los niños las observen juntos. Examinad las láminas una por una, y notad la cantidad de hijos y nietos que estas mujeres han dejado atrás. Pregúntales a los niños: «¿Por qué las madres tienen tanto valor para nosotros? ¿Cómo puede honrar cada uno a su madre? ¿Recuerdan el cumpleaños de su mamá?»

Historia Era el acontecimiento del año más emocionante para mí. Nuestra familia haría el viaje anual a Hong Kong, para visitar a nuestros familiares. ¡Qué felicidad! «Ya no puedo esperar para entrar en ese enorme trasatlántico», pensé. «Siempre hay tantos ricos alimentos y actividades divertidas para los niños». Esperamos pacientemente hasta que fuera tiempo de ir al puerto. De pronto, sonó el teléfono. Era papá, que dijo muy seriamente: –Venid inmediatamente al hospital. Mi tía salió apresuradamente rumbo al hospital. –¿Qué le pasa a mamá? ¿Está bien? –pregunté ansiosamente, tan pronto como me encontré con papá. Estaba muy asustada y confundida. Justamente esa mañana habíamos estado empacando muy felices nuestras cosas y hablando acerca de lo que haríamos durante nuestras vacaciones en Hong Kong. Entonces, mamá había decidido ir a hacerse su revisión médica regular, pues faltaba mucho tiempo para la partida. En ese momento, siendo una niña de ocho años, no podía entender por qué estábamos en el hospital y no en el puerto. Papá se sentó con nosotros y nos dijo con mucha calma:

–Algo le acaba de pasar a mamá. Los médicos la están atendiendo. Pero, ciertamente se le veía muy, muy triste. Finalmente, a las cinco de la tarde, tres médicos salieron del quirófano y hablaron con papá. Le dijeron: –Hicimos todo lo que pudimos, pero no pudimos salvarla. Papá lloró y se lamentó fuertemente. Yo corrí hacia papá y, colgándome de sus piernas, lloraba diciendo: –Quiero estar con mamá. Quiero estar con mamá. Pero los médicos no pudieron salvar a mamá. Murió ese día de agosto. En el servicio fúnebre, el pastor habló acerca de cuando nos reuniremos con mamá cuando Jesús venga otra vez. Nos dijo que ella va resucitar de la tumba. Inmediatamente, me sentí mejor. Comencé a esperar ese momento cuando veré a mamá otra vez en la segunda venida de Jesús. De esa misma manera, cierto día en Jerusalén, los discípulos y muchas otras personas que amaban a Jesús se pusieron muy tristes al recordar la terrible cruz. Estoy segura de que hubo muchas lágrimas y sollozos. Pero, imaginaos cómo se habrán sentido cuando María les dio las buenas noticias: «¡He visto al Señor!» (ver Juan 20: 18). ¡Sí, Jesús vive! Cuando Jesús se apareció ante sus seguidores, «los discípulos se regocijaron» (Juan 20: 20). Sí, sus discípulos y otros seguidores de Jesús se sentían muy felices, porque Jesús estaba vivo. Comenzaron a predicar estas buenas nuevas a todas las personas en Judea, Galilea, Samaria y en todas partes. Pronto iniciaron una iglesia. Querían que todo el mundo supiera acerca del gran sacrificio del Hijo de Dios en la cruz y de su gloriosa resurrección, que le da esperanza a todo el que lo acepta. Cuando estén sentados en la escuela sabática o en la iglesia cada semana, recordad que Jesús ama a cada uno de vosorA sep. 2005 [219] · 27


tros y un día regresará para llevaros a estar con él. Podéis unir vuestras voces a las de todos los demás al cantar mi himno favorito: “Jesús resucitado” (Himnario Adventista, Nº 100). Aun cuando extraño mucho a mi mamá, ya no estoy triste, porque Jesús nos ha prometido que «Enjugará [...] toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor» (Apoc. 21: 4) «He aquí yo vengo pronto», dice en la Biblia, «para recompensar a cada uno según sea su obra» (Apoc. 22: 12). Yo espero con gran anhelo esa grandiosa reunión en el cielo. Vamos a decirles a otros estas maravillosas buenas nuevas, para que ya no estén tristes. ¡Jesús es nuestra esperanza!

en Jesús, quien va a venir muy pronto nuevamente para llevarnos a su hogar. Compartid, con los niños del hospital, algunos versículos bíblicos que les den esperanza.

Análisis 1. ¿Cómo te sentirías si alguien a quien amas se muriera de cáncer? 2. Imagínate que alguien te dijera: «No estoy seguro de que volveré a ver a mi padre, que se murió hace tres años». ¿Qué le dirías a esa persona? ¿Qué versículos de la Biblia podrías usar para ayudar a esa persona a tener esperanza? 3. ¿Qué puedes hacer para alegrar a las personas enfermas o que se están muriendo?

Aplicación Pedid a viestros padres, o a quienes os cuiden, que os lleven a visitar un hospital. Visitad la sala infantil y entregad algunos regalos a los niños que están allí. Entrégadles tarjetas que hayáis elaborado vosotros, con un mensaje de gozo y esperanza en Jesús. Pedidles que confíen

Actividad Aprende el canto que dice “Jesús resucitado está en el mundo hoy” (Himnario Adventista, Nº 100) y pregúntale a tu maestro o maestra de escuela sabática si puedes enseñárselo al resto de los alumnos en tu clase.

LU N E S

Se cayó del camello

Versículo para memorizar «Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino» (Salmo 119: 105).

Motivación Coloca una gran caja negra en el frente del auditorio. Pide voluntarios que entren en la caja, y luego ciérrala. Pregúntales si pueden ver allí adentro. Entrégales, entonces, un libro para leer. Después de un rato, entrégales una linterna de mano, para que lean el libro mientras están todavía dentro de la caja. Pídeles que salgan de la caja, y pregúntales luego: «¿Cómo os sentisteis leyendo en la oscuridad?» «¿Tuvisteis que forzar la vista para poder leer las palabras?» «¿En qué forma os ayudó la linterna de mano?»

Historia Hace algunos años, mi esposo se fue de viaje a Tierra Santa. Ya muy tarde, cierto día, el grupo con el que viajaba tenía programado escalar el monte Sinaí. Mi esposo estaba muy emocionado. ¡Cuán impresionante sería subir por el mismo monte que había subido Moisés! La subida era muy inclinada, y el guía que los llevaba caminaba al frente del grupo. Después de subir lo que parecían centenares de metros, mi esposo estaba muy cansado. Otros más, en el grupo, iban caminando también cada vez más despacio. De pronto, y como si hubieran salido de la nada, aparecieron unos camellos, juntamente con sus dueños, que gritaban: 28 · [220] rA sep. 2005

–¡Suban, cobramos barato! ¡Cobramos barato! Por supuesto, mi esposo no se pudo negar. Inmediatamente subió al lomo de un camello. «Ahora sí se me va a hacer fácil subir el resto del camino», se dijo sonriente. El sol estaba por ocultarse, y todo se estaba poniendo oscuro. Cuando finalmente los envolvió la oscuridad, parecía imposible avanzar. No había ninguna luz que iluminara el camino. Mi esposo sujetó fuertemente las riendas del camello, que iba siendo guiado por su dueño. «Me pregunto cómo sabe el camello por dónde debe caminar», pensaba mi esposo muy preocupado. Mientras la fila de camellos avanzaba por el camino, de pronto se escuchó un fuerte grito: –¡Auxilio! Entonces se escuchó un ruido sordo, de algo que caía con estrépito. Luego, una conmoción de gente que hablaba al mismo tiempo, corriendo de aquí para allá. Cuando mi esposo giró su rostro hacia la izquierda, vio a su amigo Sonny, que se caía de su camello. –Sujétate de mi mano –le gritaba mi esposo. En un instante, Sonny asió fuertemente la mano de mi esposo. Los encargados de los camellos vinieron rápidamente con una lámpara. Para su sorpresa, el camello había dado un mal


paso, y uno de los cascos de la izquierda estaba colgando hacia un despeñadero. Gracias a Dios, el camello no se cayó hasta abajo, pues entonces Sonny seguramente habría perdido la vida. Todos, absolutamente, se negaron a seguir avanzando hasta que los encargados de los camellos trajeron lámparas de combustible y de mano para alumbrar el camino. El resto del camino que llevaba a la cima del Monte Sinaí, estaba alumbrado ahora por rayos de luz. Ahora, todos sabían bien por dónde iban. La Biblia, que es la Palabra de Dios, se parece mucho a esas lámparas. Nos dice que «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia» (2 Tim. 3: 16). Cuando Jesús fue tentado por Satanás en el desierto, usó la Palabra de Dios para vencer esas tentaciones. Jesús le contestó al diablo: «Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mat. 4: 4). Y añadió: «Porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás» (Mat. 4: 10). El rey David hizo planes para matar a Urías, uno de sus comandantes, a fin de poder casarse con la esposa de este comandante. Las Escrituras señalaron su pecado, recordándole uno de los Mandamientos: «No cometerás adulterio» (Éxo. 20: 14). Sí, la Biblia es una luz importante y es «útil para corregir las faltas y enseñarnos cómo debemos vivir correctamente. Usando las Escrituras, la persona que sirve a Dios puede estar lista y tendrá todo lo que necesita para hacer toda buena obra» (paráfrasis de 2

Tim. 3: 16). No la guardes solo para ti. Compártela con tus amigos, de manera que ellos puedan vivir también correctamente.

Aplicación Haz una lista de las buenas cosas que la Biblia te enseña a hacer. ¿Cuántas veces debes perdonar a los demás? ¿Visitas a las viudas y a los huérfanos? Prepara, ahora, una segunda lista de malos hábitos y comportamientos que la Biblia condena. ¿Eres una persona orgullosa? ¿Odias a tus enemigos? ¿Desobedeces a tus padres? Ahora, muéstrale tu lista a un amigo y háblale acerca de cómo te puede ayudar Jesús a hacer dos o tres obras buenas de tu lista cada semana.

Análisis 1. ¿Te enseña la Biblia cómo enfrentar las tentaciones de las drogas, las bebidas alcohólicas y la lectura de malos libros? 2. ¿Cómo puede la Biblia continuar siendo una luz en tu camino? 3. ¿Qué piensas que puedes realizar para hacer más interesante tu estudio de la Biblia?

Actividad Consulta un libro que hable de luciérnagas. Descubre en qué forma las luciérnagas dan luz. Redacta una breve descripción de cómo las luciérnagas son similares a la Biblia en cuanto a su capacidad de dar luz.

M A RT E S

Una fuerte lucha

Versículo para memorizar «Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar» (1 Pedro 5: 8).

Motivación Coloca, sobre una mesa, dos cajas envueltas para regalo. Anota, en una de las cajas, las palabras “Satanás tienta” y, sobre la otra, las palabras “Jesús gana”. Pide a los niños que anoten, en tiras de papel, las tentaciones que tienen y las coloquen en la primera caja. Luego, en otra tira de papel, pide a cada niño que anote cómo puede ganarle a Satanás en cada una de esas tentaciones. Pídeles que lo coloquen ahora en la segunda caja, que dice: “Jesús gana”. Pregúntales luego: «¿Os parece que es fácil dejar de pelear con Satanás?» Dialogad sobre el tema.

Historia –¡Yo vi primero ese avión! –gritó Yoyo. –¿Quién dijo eso? –contestó Raquel a todo volumen–. ¡Yo lo vi primero!

–¡Eso no es justo! –dijo más fuerte Yoyo, acercando hacia sí el avión. Muy pronto, los dos hermanos estaban enzarzados en una gran pelea. Raquel tiró fuertemente del ala del avión hacia ella, mientras Yoyo sujetó la cola del avión tan fuerte como pudo. De pronto, el avión se rompió en dos pedazos, con cada uno de los hermanos sujetando fuertemente una de las partes. –¡Mira lo que has hecho! –gritó Raquel–. ¡Lo rompiste! –¡Fue tu culpa! –dijo Yoyo muy enojado. De pronto, Yoyo tomó en sus manos unas tijeras que estaban en el suelo y se las arrojó a su hermana. Las tijeras pasaron volando a solo unos centímetros de la cara de Raquel, en el momento en que la mamá entraba en la habitación. rA sep. 2005 [221] · 29


–¿Qué es lo que has hecho, Yoyo? –preguntó la mamá–. Pudiste haber cortado la cara de tu hermana y haberla lastimado grandemente. –Lo siento mucho –dijo Yoyo, con una expresión en su cara como si fuera a llorar. –Yo también lo siento –dijo Raquel muy bajito, al poner su mano sobre el hombro de su hermano. La mamá se acercó, y abrazó a Raquel y a Yoyo. Todos oraron entonces, pidiéndole a Jesús que los ayudara a amarse y a no lastimarse uno al otro. La Biblia nos dice que hubo una gran pelea en el cielo. Satanás, un ángel llamado Lucifer, pensó que él era más inteligente que Dios. Creía que él era tan bueno como el Hijo de Dios. Satanás se enojó mucho cuando Dios no lo incluyó en todos sus planes. Por esa razón, Satanás se volvió contra Dios y comenzó una guerra en el cielo. ¿Te puedes imaginar? ¡Satanás estaba tratando de convencer a los ángeles para que pelearan contra Dios! Les dijo que Dios era egoísta y que lo que hacía no era justo. Les dijo también que no debían confiar en Dios. Eventualmente, Satanás y una tercera parte de los ángeles fueron arrojados del cielo. Satanás tentó a Adán y a Eva a ponerse de su parte al comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. El elegir a Satanás es pecado, y el precio del pecado es la muerte. Aunque Adán y Eva no murieron inmediatamente, comenzaron a pagar desde ese momento el precio de haber pecado. Discutieron y se echaron la culpa uno al otro. Tuvieron que trabajar muy duro para su propio sustento. Y tuvieron que abandonar el Jardín del Edén. Pero Dios tenía un plan para arreglar todas las cosas y hacerlas otra vez como eran en el principio. Su plan era que Je-

sús viniera a esta tierra como un pequeño bebé. Jesús viviría en esta tierra y le mostraría a la gente cómo es Dios. Entonces, moriría en una cruz. El Hijo de Dios nos salvaría de nuestros pecados. «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3: 16). ¿No os parece maravilloso? Si creéis en Jesús y eligís seguirlo, ¡viviréis para siempre con Dios y con Jesús en la Tierra Nueva! Vamos a hablarles a nuestros amigos y vecinos acerca de esa terrible batalla en el cielo y de la salvación de Jesús. Los podemos ayudar a elegir a Jesús en vez de a Satanás.

Aplicación Pregúntales a los niños: «¿Cómo podéis protegeros de Satanás?» Haced un dibujo de la armadura de Dios, según se describe en Efesios 6: 11 al 17, e identificad cada arma que nos puede ayudar a ganar la batalla contra Satanás. Mostrad vuestro dibujo a un amigo.

Análisis 1. ¿Por qué pensáis que las peleas son siempre malas? 2. ¿De qué forma pelea Satanás contra ti, en la vida? 3. ¿Cuál es la mejor arma para pelear nuestras batallas contra Satanás?

Actividad Buscad, en la Biblia, versículos que muestren cómo ganar vuestras batallas contra Satanás. Anotad esos versículos en tarjetas de colores. Añadidles ilustraciones a cada uno de ellos. Podéis colgarlos en vuestra habitación o tal vez en el colegio.

M I É R CO L E S

Obra misionera en bicicleta

Versículo para memorizar

«Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo... Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mateo 5: 13-16).

Motivación Muestra la lámina de un faro. Pide a los niños que identifiquen los usos de un faro. Comentad acerca de si son necesarios los faros en este mundo de ordenadores y alta tecnología. Pregúntales, entonces: «¿En qué se parece vuestra vida a un faro?»

Historia César y Juan tenían ambos 11 años. Vivían en Arequipa, República del Perú. ¡Cuánto les gustaban las montañas que ro30 · [222] rA sep. 2005

deaban sus casas en esa población! Tenían también muchos amigos especiales en la región vecina de Cerro Colorado. –Juan, ¿te gustan esas reuniones de “grupos pequeños” a las que asistimos cada miércoles por la noche? –le preguntó muy entusiasmado César a su amigo. –¡Son maravillosas! –dijo Juan–. ¡Y tú eres un gran director de canto! –Gracias. Oye, ¿por qué no vamos a la montaña e invitamos a tus amigos a formar un grupo allí también? –sugirió César muy emocionado.


–¡Es una gran idea!, pero, ¿cómo podemos hacerlo? –se preguntó Juan–. Nos tomaría muchos días para poder llegar caminando a Cerro Colorado. –No se te olvide que tenemos nuestras bicicletas. Eso nos puede ayudar –dijo, muy confiado, César–. Puedes ir e invitar a Pedro, Jacinto y Ronaldo, mientras yo voy a invitar a Juan, Rosita y Alberto. –Entonces, nos pondremos a trabajar –dijeron ambos. Cada día, César y Juan subían en bicicleta el camino hacia la montaña que llevaba a Cerro Colorado, para encontrarse con sus amigos y vecinos del “grupo pequeño”. Se dividieron los temas bíblicos, y ambos dirigían los cantos, las historias bíblicas y el relato de las experiencias. Había dificultades en los caminos montañosos, pero nada podía hacer que se desanimaran, ni los podía detener en su misión. Después de muchos meses, seis de sus amigos decidieron seguir a Jesús y ser bautizados. ¡Qué luces tan brillantes habían llegado a ser César y Juan! ¿Recuerdáis la historia de esa pequeña esclava que ayudaba a la esposa del capitán Naamán? Ella era una luz en la casa de su amo Naamán. Cuando supo que Naamán tenía lepra, una dañina enfermedad de la piel, la jovencita le dio inmediatamente a su ama las buenas nuevas de que el profeta de Samaria podía sanarlo. La Biblia dice: «Entrando Naamán a su señor, le relató diciendo: Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel» (2 Rey. 5: 4). ¡Qué buen testimonio daba la vida de esta niña! El capitán creyó en el verdadero Dios, después de que fue sanado. En la vida de Rut, una joven de Moab, su suegra Noemí fue como una luz, al compartir con ella las buenas nuevas. El amor y la bondad de Noemí ayudaron a Rut a comprender el amor de Dios. Aunque Noemí le sugirió que la dejara y regresara a

su casa con su pueblo, Rut le contestó en forma decidida: «No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios» (Rut 1: 16). Noemí era ciertamente la luz y la sal de su hogar y su comunidad.

Aplicación Invita a un amigo a unirse a ti en un proyecto en favor de la comunidad. Elige un proyecto en el que puedas ayudar en la comunidad y cuéntaselo a tu maestro de escuela sabática o a tu pastor. Puedes, también, ofrecer tus servicios voluntarios en un proyecto que ya tenga tu iglesia en favor de la comunidad. Tal vez puedas dedicar una hora para leerle la Biblia a una persona anciana o contarles historias de la Biblia a niños menos privilegiados. Anota algunas otras cosas que puedes hacer para darles a conocer a Jesús a otras personas.

Análisis 1. ¿Por qué es importante tratar a otras personas con amor y bondad? 2. ¿De qué forma puede un verdadero y amante cristiano ser un mejor testigo en favor de Jesús? 3. ¿Qué significa ser intencionalmente luz o sal en la comunidad?

Actividad Recorta algunas noticias aparecidas en periódicos con respecto a niños enfermos o niños que hayan sufrido algún accidente. Escríbele una carta o tarjeta a cada uno de ellos y pídeles a tus padres o a tu maestro que se las envíen por correo o se las lleven al hospital.

JUEVES

Todo arreglado

Versículo para memorizar «Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús» (Romanos 3: 23, 24).

Motivación Pide a los niños que busquen, en algunos periódicos, noticias acerca de varios tipos de actividades criminales: asesinatos, abuso infantil, robos, etcétera. Luego, pide a tus alumnos que hagan una lista de cosas malas que ellos hacen algunas veces. Pídeles que comparen sus listas y luego comenten sobre lo que significa el pecado.

Historia Hace muchos años, cuando trabajaba como maestra en la cárcel del condado, conocí a Hugo en mi clase de Ciencias So-

ciales. Era un muchacho inteligente y bien parecido, pero había sido arrestado por la policía por robar atomóviles. Traté de ayudarlo a pasar bien sus exámenes de escuela secundaria, para que pudiera salir pronto de la cárcel por su buen comportamiento. –¡No tengo remedio! –dijo suspirando Hugo, cierto día–. No puedo vivir en forma correcta. –¿Por qué no puedes hacerlo? –le contesté sorprendida. –Señora –me dijo–, no tengo mamá, no tengo dinero, no tengo nada –contestó–. La cárcel es mi mejor hogar. rA sep. 2005 [223] · 31


Desdichadamente, Adán y Eva no le dijeron no a Satanás. En vez de ello, eligieron desobedecer a Dios y hacer lo que Satanás los tentó a hacer. Como resultado, se acarrearon a sí mismos pecado y muerte, y también a sus hijos y a cada persona que nació después de ellos. Dios quiso arreglar las cosas terribles que Satanás hizo que les pasaran a este mundo y a sus hijos. Así que, envió a su Hijo, Jesús, para que muriera en la cruz en nuestro lugar. Siendo que Jesús nunca pecó, podía morir por el pecado de todas las personas. No fue fácil para Jesús morir una muerte tan cruel, pero era la única manera de hacer desaparecer el pecado para siempre. ¿No te gustaría unirte a Jesús para poder alejarte del pecado y de Satanás?

Aplicación Identifica dos o tres de tus debilidades y pídele a Jesús que te ayude, a fin de que puedas decir “No”. Practica la forma de decirle a Satanás: «Aléjate de mí. Está escrito en la Biblia que...»

Análisis 1. ¿Piensas que es una tentación de Satanás cuando nuestros amigos nos presionan a hacer lo malo? 2. ¿Cómo puedes vencer la tentación de no ser honesto, de hablar mentiras acerca de tus amigos o de lastimar a alguien? 3. ¿Son los Diez Mandamientos buenas reglas para evitar el pecado, o ya están pasados de moda?

Actividades Haz una tela de araña usando lana de color negro sobre una base de cartulina blanca. Teje cuidadosamente la red. Recorta, entonces, algunos círculos de color amarillo y escribe en ellos las tentaciones que la mayoría de los niños de tu edad estáis enfrentando. Pégalos en la tela de araña. Cuélgala en tu habitación o escritorio para que te acuerdes cada día de orar para pedirle a Jesús la ayuda necesaria para vencer esos pecados.

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–¿Sabías que Jesús te puede ayudar a quitarte de encima tus pecados? –le pregunté. –¿Jesús? ¿Quién es? Nunca he oído hablar de él –confesó Hugo. Cada sábado, mi esposo y yo visitábamos a Hugo en la cárcel. Orábamos con él, le enseñamos cantos acerca de Jesús y le contamos la historia maravillosa de Cristo Jesús. Después de ocho meses de espera, Hugo fue finalmente puesto en libertad. Quedaba libre para irse a su casa. Todos sus maestros le dimos buenos consejos: «Adiós, pórtate bien. No te metas en problemas. Vamos a estar orando por ti». Muy temprano, el lunes por la mañana, fui nuevamente a la cárcel para enseñar mis clases. ¿Adivinen quién estaba en mi clase? –¡Hugo!, ¿qué estás haciendo aquí otra vez? –le dije sin poder creerlo. –Bueno, salí fuera el viernes pasado –me contestó–. Pero no tenía dinero. Así que, le apunté con una pistola al encargado de la caja de una gasolinera y me llevé todos el dinero. Fue una gran hazaña, ¿no es cierto? Hugo entraba y salía de la cárcel muchas veces. Cada vez que salía, nuevamente caía en serio pecado. Estaba completamente enredado en el pecado, y no podía liberarse por sí mismo. ¡El pecado es una cosa terrible! La Biblia dice que Satanás «anda como león rugiente, buscando a quien devorar» (1 Ped. 5: 8). Le gustaría engancharte en el pecado. Te susurra al oído: “Está bien que tomes para ti la pluma de tu compañero; tiene tantas que no se va a dar cuenta si le falta una”. “Está bien engañar un poquito, siempre y cuando no te descubran”. “Dispárale a esa persona para que puedas vengarte de ella”. Satanás también tentó a Jesús a pecar cuando no había probado alimento por cuarenta días y cuarenta noches en el desierto. Le pidió a Jesús que convirtiera las piedras en pan, que saltara hacia abajo desde las alturas del Templo y que se inclinara para adorarlo a él. Pero, en cada ocasión Jesús le contestó con un enérgico ¡No!

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VIERNES

Papá regresa a casa

Versículo para memorizar «He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él» (Apocalipsis 1: 7).

Motivación Consigue un álbum de fotografías que tenga algunas de tu papá. Busca en él algunas de cuando era joven, otras de cuando se casó con tu mamá, y otras en donde esté contigo y tu familia. Pregúntales a los niños: «¿Cómo se sentirían si su papá tuviera que estar fuera de la casa mucho tiempo? ¿Por qué? ¿Qué cosas especiales harían para darle la bienvenida a casa?»

Historia ¡Realmente extrañaba mucho a mi papá! Siempre parecía como si se hubiera ido por mucho, mucho tiempo. Mi papá se marchaba con frecuencia porque trabajaba en un enorme barco. A veces, se iba por tres largos meses. En ocasiones nos hablaba por teléfono cuando el barco anclaba en el puerto. Entonces, corría yo hacia el teléfono para hablar con él. –Papito, papito, ¿cuándo vas a venir a casa? ¿Me conseguiste esa muñeca especial? –le preguntaba rápidamente, porque teníamos que tomar nuestro turno todos, mi mamá, mi hermana mayor y mi hermano mayor. Todos queríamos hablar con él. –Te voy a estar esperando, papi –le gritaba emocionada antes de que se cortara la llamada. Iba a cumplir nueve años, y en esta ocasión papá iba a estar en casa durante mi cumpleaños. ¡Imagínate lo emocionada que estaba! Simplemente, no me podía quedar dormida esa noche. Mi mente estaba llena de ideas e imaginaciones acerca de lo que papá me traería como regalo de cumpleaños. Estuve dando vueltas y vueltas en la cama por mucho tiempo, antes de que por fin me venciera el sueño. Muy temprano, en la mañana, la casa entera estaba envuelta en un gran bullicio. –Mami, ya limpié mi cuarto, y todo está arreglado y limpio –le dije orgullosa–. Y mira, hasta le hice a papá una tarjeta en rojo y azul para darle la bienvenida. ¿Qué te parece? –añadí alegremente. Luego, la coloqué cuidadosamente en el salón de casa, para que papá no dejara de notarla al llegar. Mi mamá estaba muy ocupada con las tareas de última hora: cocinar, decorar, hornear, de manera que pudiéramos tener una gran fiesta de bienvenida para papá. Verificamos ansiosamente la hora de llegada del barco, de manera que pudiéramos estar en el muelle justamente antes de que su barco arribara al puerto. Mamá nos recordaba constantemente:

–Acordaos de que debéis buscar la señal de un pañuelo rojo. ¡Oh, sí!, el pañuelo rojo nos iba a ayudar a identificar a nuestro padre. De otra manera, sería casi imposible encontrarlo entre los centenares de marineros vestidos todos con sus uniformes blancos. ¡El pañuelo rojo era nuestra señal! ¡Pronto vimos algo rojo! El trozo de tela roja se movía vigorosamente. –Allí está. Sí, ese es papá agitando su pañuelo rojo en la cubierta –yo gritaba emocionada, agitando los brazos–: ¡Papi! ¡Papi! ¡Bienvenido a casa! Cierto día, muy poco tiempo antes de que muriera, Jesús les dijo a sus discípulos que se iría por un tiempo. Pero les prometió que regresaría otra vez: «Voy, pues, a preparar un lugar para vosotros. Pero después que me vaya a prepararos un lugar, vendré otra vez y os llevaré conmigo, para que estéis donde yo estoy» (Juan 14: 1-3, parafraseado). La Biblia dice: «Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero» (1 Tes. 4: 16). ¿No te parece que esta es una promesa maravillosa? Los discípulos estaban muy tristes y quebrantados de corazón cuando Jesús murió en la cruz. Pero, muy pronto dejaron de llorar. Cuando Jesús resucitó de la tumba, nuevamente se llenaron de emoción y de esperanza. Más tarde, cuando Jesús ascendió al cielo, los discípulos recordaron lo que su Maestro les había dicho antes. Al mirarlo ascender en las nubes de los cielos, de pronto dos ángeles se les pusieron a un lado y les dijeron: «¿Por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo» (Hech. 1: 11). Podemos imaginarnos a los discípulos diciéndose emocionadamente unos a otros: «¡Vamos a decirles a todos que Jesús va a venir otra vez! Queremos que todos, en Jerusalén, en Samaria, en Judea y en todo el mundo estén listos para la venida de Jesús!» Pero ¿cómo podían hacer eso? Estudiaron mucho la Biblia, oraron por el descenso del Espíritu Santo con poder y salieron a enseñarles a otros acerca de Jesús. También sanaron y ayudaron a muchos. ¿Qué señales les dio Jesús a sus discípulos que debían buscar antes de su venida? Jesús les dijo a sus discípulos que iba a haber guerras y rumores de guerras, desastres naturales, tales como terremotos, huracanes, etcétera. Habría también personas que engañarían diciendo que eran Jesús. rA sep. 2005 [225] · 33


¿Te ha tocado ver esas señales hoy? ¿Cuáles señales ya se han cumplido? Sí, podemos ver que hay muchas guerras que ocurren en muchos países. Es muy desconsolador observar a niños y adultos que mueren en Irak. Es muy triste saber que muchas personas pierden sus casas en los huracanes. ¿Te estás preparando para la venida de Jesús? ¿Les estás, también, diciendo a tus amigos que estén listos para cuando Jesús venga?

Análisis 1. ¿En qué se parece prepararte para la venida de tu papá a prepararte para la venida de Jesús? 2. ¿En qué forma te ayuda tu iglesia a prepararte para la segunda venida de Jesús? 3. ¿Cómo puedes enfrentar las tentaciones de la televisión, de Internet y de otros medios de comunicación que te distraen de la tarea de prepararte para la venida de Jesús?

Aplicación Haz una lista de las cosas que puedes hacer con el fin de prepararte para la venida de Jesús. Te puedes unir a un grupo de estudio de la Biblia. Puedes ayudar a los menos afortunados. Puedes invitar a tus amigos a asistir a reuniones de niños o campamentos bíblicos. Muéstrale tu lista de ideas a tu maestro de escuela sabática o a tu pastor, y diles que deseas ofrecerte como voluntario para ayudar a los demás a alistarse para la venida de Jesús.

Actividades Averigua con tu maestro, tu pastor o en un hospital infantil, si alguien está regresando a casa después de recuperarse de una enfermedad. Ofrece voluntariamente tus servicios a fin de ayudar a planificar una fiesta de bienvenida para esa persona. Diseña tarjetas de bienvenida para él o ella. Anota, en la tarjeta, un mensaje interesante y añádele tu mejor dibujo.

SEGUNDO SÁBADO

Carrera de tres piernas

Versículo para memorizar «Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz» (Efesios 4: 3).

Motivación Forma grupos de cuatro o cinco niños. Proporciónales papel tamaño cartel y marcadores o lápices de colores. Pide a cada grupo que prepare un cartel que anuncie un acontecimiento que esté por celebrarse en la iglesia o en el colegio: un campamento, un proyecto para reunir fondos financieros, etcétera. Cuando cada grupo haya terminado, háblales acerca de cómo el esfuerzo de grupo se unió para producir el bello cartel. Pregunta a los niños de qué forma trabajaron juntos en su grupo.

Historia Uno de mis juegos favoritos para jugar en equipo en el colegio, era la carrera de relevos. Era un juego que requería que cada miembro del grupo trabajara coordinadamente con los demás. Una vez más había llegado nuestro Día del Deporte anual. Mi equipo rojo había sido el equipo campeón tres años consecutivos. Queríamos asegurarnos de quedarnos nuevamente con el trofeo de ese año. El clima era delicioso en ese día dedicado a los deportes. Nuestro equipo estaba programado para ser el cuarto en la fila. Aunque habíamos ya practicado duramente durante varias semanas, nuestro corazón estaba lleno de ansiedad. Pronto, la persona encargada anunció que había llegado nuestro turno. 34 · [226] rA sep. 2005

Las ocho estábamos en fila, y ese año habíamos decidido jugar la carrera en tres piernas. Echamos a correr en cuanto nos dieron la señal. –¡Apresúrate! Ata la tira alrededor de mis tobillos. –gritó Kim. –¡No te muevas!, lo estoy haciendo lo mejor que puedo –le contesté. –¡Vamos! –gritamos juntas al empezar a correr por la pista. Tratamos de apoyarnos unas a otras, asegurándonos de que las dos piernas atadas una a la otra corrieran tan rápido como si fuera una sola. Avanzamos por el camino de regreso tan rápido como en el de ida. Tan pronto como tocáramos a la siguiente pareja, las dos siguientes compañeras debían atarse juntas, cada una de ellas una de sus piernas a la de la otra, y correr la carrera por la misma pista. –¡Vamos! ¡Apresúraos! –gritábamos tan fuerte, que sentía que mis pulmones me iban a estallar. Cuando la última pareja de nuestro equipo iba llegando a la meta, nos acercamos corriendo para animarlas con nuestros gritos y nuestros aplausos: –¡Corred! ¡Más rápido! ¡Más rápido! ¡Eso es! ¡Ya casi llegáis! ¡Sí! ¡Nuestro equipo rojo había ganado otra vez! Ganamos porque trabajamos juntas, en equipo. Si cada una de nosotras hubiéramos corrido a nuestra manera, habría habido mucha división.


Aplicación Elige dos amigos o familiares e invítalos a asistir a un programa de la iglesia. Muéstrate feliz de conocer a Jesús. Pídele a tus padres que te ayuden a ir por ellos y llevarlos en el atomóvil. Tal vez desees darles un CD o una cinta grabada que contenga historias bíblicas. O, a lo mejor prefieres prestarles libros de historias de la Biblia que tienen esas buenas nuevas.

Análisis 1. ¿Qué pasaría si un grupo de vosotros tratara de construir una casa de juguete sin planificación alguna? 2. ¿Es más efectivo compartir en grupo las buenas nuevas de salvación? ¿Es bueno testificar uno solo? 3. ¿Por qué no es suficiente ser un buen cristiano e ir a la iglesia habitualmente? ¿Nos está pidiendo mucho Jesús cuando nos pide que les comuniquemos a otros las buenas nuevas de salvación?

Actividad Mantén un registro personal de tus amigos cercanos y tus familiares. Tómate tiempo para invitar a cada persona a la escuela sabática o a cualquier otra actividad de la iglesia. Después de asistir a tu iglesia, ¿cuál es la reacción de estas personas que invitaste? Ora en favor de cada nombre.

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¿No os parece magnífico pensar que somos un solo cuerpo dentro de la familia de Dios? Con razón, el apóstol Pablo nos dice que «Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo [...] y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu» (1 Cor. 12: 13). Sí, compartimos ese cuerpo al cuidar unos de otros. ¡Imagínate! ¡Un cuerpo con muchas partes, todas trabajando juntas! Después de que Jesús regresó al cielo, sus discípulos y otros creyentes se unieron para compartir las maravillosas nuevas de salvación. «¡Sí, Jesús ha resucitado!», seguramente se decían unos a otros. «¡Y va a venir otra vez! No podemos quedarnos sin anunciar esas buenas nuevas». El apóstol Pablo fue a Roma, Corinto, Filipos, Galacia, Éfeso, y otras ciudades de Asia Menor, a predicar las buenas nuevas de Jesús. Lucas, Bernabé, Juan Marcos y Timoteo lo acompañaron a algunos de sus viajes misioneros. Felipe predicó en las áreas cercanas a Jerusalén y se alegró mucho al tener la oportunidad de explicarle Isaías 53 al eunuco etíope. Sí, nada podía detener a los discípulos, al apóstol Pablo y a otros al testificar en favor de ese Salvador resucitado. Su corazón estaba lleno del gozo y la emoción de decírselo a los demás. Así fue como comenzó la iglesia cristiana: primero en Jerusalén, luego en Samaria y en Asia Menor, y hasta lo último de la tierra.

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