REVISTA
ADVENTISTA Febrero 2017
Sufridos en la tribulaciรณn
revista.adventista.es
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ADVENTISTA Febrero 2017
Una iglesia genuina
Fidelidad en
Sufridos en la
los detalles
tribulación
Gozosos en la
esperanza
Crisis de oración
Educar en tiempos
de crisis
El Plan «A»
El poder de
una idea
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ÍNDICE La Unión informa
Bautismos
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Nueva estructura organizativa en el Media Center oficial de la EUD
Dedicación nuevo templo en Cornellà de Llobregat
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Un desconocido en el camino
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Una iglesia genuina «Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús» (1 Tesalonicenses 5: 16-18). Si cada adventista tuviese que expresar algún deseo respecto a la iglesia, estoy convencido, de que uno de ellos sería que la iglesia fuese genuina. ¿Qué significa eso? En pocas palabras sería ¡que la iglesia sea lo que tiene que ser! La misión que tiene la iglesia en este mundo es muy abarcante, lo que conlleva riesgos que pueden afectar a su esencia. Conseguir una iglesia genuina es primordial para todos. Pero, ¿cuáles son los referentes que nos muestran si lo somos o no lo somos? O mejor todavía, ¿cómo saber si nos acercamos o nos alejamos del objetivo mencionado? DESEO O REALIDAD Los deseos son buenos porque nos marcan un camino y un objetivo. Pero no es lo mismo desear que alcanzar. El deseo consiste en soñar, mientras que alcanzar supone esfuerzo, sacrificio y constancia. Alcanzar un sueño no es fácil porque soñamos con cosas grandes y buenas, y lo bueno siempre cuesta. Por ejemplo, todos desean vivir y no morir, el problema está en que para vivir hay que luchar contra uno mismo: lo que me gusta, lo que quiero, lo que me interesa… ¡Difícil tarea! REFERENTES DE UNA IGLESIA GENUINA Sin duda, son muchos los referentes que se podrían considerar a la hora de catalogar a la iglesia como genuina. Permitidme que use tres criterios que se corresponden con tres consejos que el apóstol Pablo da a los tesalonicenses al final de su epístola. Pablo dirá: «Estad siempre gozosos, orad sin cesar y dad gracias en todo». Como has podido notar, se trata del texto que aparece al inicio de esta reflexión y que será el objeto de nuestro estudio. Creo que las palabras de Pablo pueden ser consideradas más allá de simples consejos y convertirlos en objetivos loables que nos indicarán si nuestra iglesia puede ser considerada como genuina. PRIMER CRITERIO: EL GOZO «Estad siempre gozosos». El «gozo» forma parte de lo que conocemos como una virtud. Una virtud es algo que se sale de lo normal, que no es natural que se posea. Tener gozo implica haber aprendido a vivir con los desafíos de la vida. ¿Cuál es la diferencia entre el gozo y la alegría? Es una cuestión de nivel. Dentro de la personalidad existen tres niveles de asentamiento (esto se aplica tanto a las virtudes como a los defectos). Los niveles son: superficial, medio y profundo. La alegría se mueve a nivel superficial. Quiere ello decir que la alegría va a depender siempre de las circunstancias. Si recibes una buena noticia te pondrás alegre, si te dan una mala, automáticamente esta desaparecerá y será suplantada por otra emoción distinta: tristeza, preocupación, duda, etcétera. El gozo ¿en qué nivel está? Clarifiquemos antes que el gozo no es algo pasajero como la alegría. El gozo siempre se apoya en una convicción buena e importante. Dicho esto, ahora sí que podemos decir que el gozo se sitúa a dos niveles dentro de la personalidad: puede estar a nivel medio y a nivel profundo. Revista Adventista
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¿Cuál es la diferencia? Se dice que una convicción está a nivel medio cuando está aceptada y además hay argumentos para defenderla frente a la oposición. No obstante, es frágil y puede ser atacada y destruida sobre todo por dos enemigos: la duda y la desconfianza, dos armas que el enemigo usa para quitarnos nuestras convicciones. El otro nivel del gozo es el profundo. La diferencia con el anterior es que hemos conseguido asentar de tal manera la convicción que no hay puntos de fluctuación; no hay nada que pueda removerla y mucho menos eliminarla. Pablo se refería a este nivel cuando hizo la siguiente pregunta: «¿Quién nos separará del amor de Cristo?» A lo que responderá: «Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir[…] nos podrá separar del amor de Dios» (Rom. 8:35,38,39). Solo una convicción a nivel profundo puede conseguir esta estabilidad. Y llegamos a la conclusión de este punto: Para que una iglesia sea genuina debe tener el gozo a prueba de circunstancias, de dudas y, por supuesto, de desconfianzas. SEGUNDO CRITERIO: LA ORACIÓN «Orad sin cesar». ¿Por qué la recomendación de Pablo no se limita a decir a la iglesia que ore? Pablo está presentando el segundo criterio que una iglesia debe poseer para ser considerada genuina: la constante dependencia de Dios. Es por este motivo que Pablo dirá: «Orad sin cesar». La dependencia de Dios debe ser una constante en la iglesia, sobre todo hoy, cuando nos movemos en tantos frentes a la vez. Llueve por todos los lados pero con lluvias diferentes. Unos dicen blanco, otros negro y otros todo lo contrario; en cierta forma nos movemos en un ambiente de total incertidumbre donde creemos saber, pero quizás no sabemos o sabemos mal. ¿Cuál es nuestra única seguridad? La dependencia de Dios. Él sabe, Él ve y por lo tanto Él nos puede ayudar a tomar las mejores decisiones y a elegir los mejores caminos. ¿Qué significa la declaración de Pablo cuando dijo: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Fil.4:13)? Dios no te dice todo de una vez, Dios no te da todo lo que tu necesitas al comienzo de cada camino. Día a día, paso a paso es la fórmula que Dios usa para ayudar a sus hijos. Lo que te sirve para hoy quizás para mañana no sea suficiente, por este motivo la oración debe ser constante. TERCER CRITERIO: EL AGRADECIMIENTO «Dad gracias en todo» ¿Qué es todo? Pues todo es todo, es decir, lo bueno y lo malo; lo que me gusta y lo que no me gusta. Quizás te deje perplejo lo que acabo de decir, pero cuando lo examines de cerca te darás cuenta de lo sabio que es este consejo. Todo en la vida tiene su enseñanza y su grado de utilidad. Lo bueno nos hace bien y nos ayuda a mantener la confianza en nosotros mismos. Lo malo o lo que no nos gusta, nos obliga a pensar, lo cual nos permite ver más claramente las cosas. Cuando uno tiene esta visión entiende que las palabras de Pablo son ciertas: «Dad gracias en todo». Lo que en realidad nos está diciendo Pablo es que necesitamos las dos visiones: por un lado necesitamos disfrutar para reponer el ánimo y, por otro, necesitamos lo malo que nos obligue a pensar. Solo cuando la iglesia sea capaz de ver ambas cosas podrá cumplir la recomendación de Pablo: «Dad gracias en todo». CONCLUSIÓN Querido hermano/a, todos queremos una iglesia genuina, ¿cómo hacer realidad este deseo? Esforcémonos para conseguir, con la ayuda de Dios, la recomendación que Pablo nos da: Implantar el gozo en lo más profundo de nuestro ser. Aprender a depender constantemente de Dios. Poner en nosotros un espíritu de agradecimiento. Con estos tres referentes estoy convencido de que cualquiera que nos mire se dará cuenta de que somos especiales. De esta manera, nos convertiremos en luces que iluminarán este mundo. Y, como consecuencia de todo ello, las gentes comenzarán a dar gloria a Dios. Esto será la evidencia de que somos una iglesia genuina. Que Dios nos bendiga y nos ayude a todos para que nuestro sueño se haga realidad. Jesús Calvo Manso, presidente UAE. Revista Adventista
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Fidelidad en
los detalles
«Todo acto, por insignificante que sea, tiene su influencia para el bien o para el mal. La fidelidad o el descuido en lo que parecen ser deberes menos importantes puede abrir la puerta a las más ricas bendiciones o a las mayores calamidades. Son las cosas pequeñas las que prueban el carácter. Dios mira con una sonrisa complaciente los actos humildes de abnegación cotidiana, si se realizan con un corazón alegre y voluntario. No hemos de vivir para nosotros mismos, sino para los demás. Solo olvidándonos de nosotros mismos y abrigando un espíritu amable y ayudador, podemos hacer de nuestra vida una bendición. Las pequeñas atenciones, los actos sencillos de cortesía, contribuyen mucho a la felicidad de la vida, y el descuido de estas cosas influye[…]en la miseria humana» (Elena G. de White, Patriarcas y Profetas, pp. 154, 155). Mi buen amigo y compañero en el ministerio, el pastor Juan Domingo Arnone, compartió esta cita hace poco en una famosa red social. Siempre he sido un fiel defensor, dentro de mis fallos, de prestar atención a los detalles, por insignificantes que sean. Aquellos que han trabajado estrechamente a mi lado podrán confirmar o desmentir esto. Hace no mucho supe de una técnica de entrevista de trabajo que ilustra muy bien lo que arriba nos explica la cita. Un empresario buscaba un asistente competente. Tenía a la puerta de su oficina una fila de candidatos esperando para entrar por turnos. Uno de ellos entró en el despacho del empleador, y de camino hasta la silla frente a la mesa, vio un pequeño papel de caramelo en el suelo. Se agachó para recogerlo y preguntó dónde estaba la papelera. El empleador, al final de la entrevista le dijo: «Está usted contratado, no solo por su currículum, sino porque ha sido el único que se ha tomado la molestia de tomar el pequeño papel del suelo que yo mismo dejé a propósito para ver cúal de los candidatos se dignaba a recogerlo».
Hay muchos que por querer complacer a todos los demás, se equivocan y descuidan los detalles y la fidelidad a los principios, a lo básico. Como dice la cita de arriba, los detalles a veces pueden conducir a las mayores bendiciones, o las peores calamidades. Intento inculcar esto mismo a mis hijos, cada día, a veces rayando el hastío, pero es sin duda uno de los mejores valores que les puedo dejar en herencia. No importa lo poco «apreciado» que sea el gesto que tengas que hacer. No importa si poca gente o nadie se da cuenta de lo que has hecho. Lo que sí importa es que siempre hay Alguien que valora lo que el resto de la humanidad no sabe valorar, la fidelidad al deber y a los principios. Dios no mide como medimos los hombres, ni valora de la misma manera como nosotros valoramos. Dios valora la fidelidad al deber y los detalles. No todo vale de cualquier manera. Pablo nos lo expresa de esta manera: «Procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de Revista Adventista
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EDITORIAL
A veces no prestamos atención al aparente deber, porque no es de nuestra incumbencia, o porque creemos que no tiene suficiente importancia. Quizá alguno de los entrevistados pensaron «si me agacho a recoger el papel, el empleador pensará que le estoy indirectamente llamando «descuidado» o «sucio», y mejor ignoro el papelito por respeto al futuro jefe». Cuánto nos equivocamos a veces.
los hombres» (2 Corintios 8:21). Manipular, tergiversar, cambiar, buscar que otros cambien de opinión con artimañas, engañar a las autoridades, a los consejos, hacer que otros actúen a espaldas de los demás, convocar reuniones a espaldas de terceros… Cuántas cosas podemos hacer que son abiertamente contrarias y opuestas al principio que Dios más valora, la fidelidad al deber y la honestidad, con Dios y con los hombres. Hace muchos años, cuando comenzaba mi ministerio, un pastor muy veterano y querido en España, D. Manuel Martorell, se me acercó en una de mis primeras iglesias, en concreto en la ciudad de Santander, al norte de España, y me preguntó: “¿Qué tal el ministerio? ¿Te gusta? ¿Estás contento con tus inicios?” Mi respuesta fue: “Soy feliz, aunque sea barriendo con una escoba. Mientras sea al servicio del Señor, aunque sea barriendo, haré lo que Dios me pida”. Su réplica fue: “Eso mismo dije yo al entrar al ministerio. No cambies nunca de opinión. Ojalá siempre sea esta tu actitud”. Hace 15 años casi de ese momento. Hoy mi pensamiento no ha cambiado ni variado un milímetro desde entonces. Prefiero ser feliz “barriendo en la casa del Señor”, que descuidar los verdaderos deberes y principios. Pedro Torres Martínez, pastor en Francia.
ARTÍCULOS
Sufridos en la
tribulación
Cuando era pequeño, mi madre siempre que tenía que comprarme unos pantalones o un jersey se empeñaba en que fuese de colores «sufridos» (generalmente grises jaspeados y marrones mezclados), es decir, que aguantasen lo más posible entre dos lavados. Quería que las prendas fuesen lo más resistentes posibles a los mil atentados de mi juvenil energía. ¿Qué quiere decir Pablo con el término «sufrido» en Romanos 12:12? En el lenguaje coloquial, una persona sufrida es alguien que aguanta mucho, que no se deja vencer por los problemas o las adversidades. La palabra exacta que Pablo usa aquí para decir «sufridos» es upomenontes. Este término equivaldría hoy a algo parecido a pacientes, resistentes, o aún mejor, «resilientes». Este término es un préstamo del lenguaje de la metalurgia que describe la cualidad de ciertos objetos metalicos de no partirse ante la presión, como el hierro, ni quedarse doblegados como el plomo, sino de volver a la posición original en Revista Adventista
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cuanto cesa la presión, como un muelle o un resorte. Pablo nos exhorta, en medio de la dificultad, a asumir una postura de aguante y resistencia. • Ante la tribulación, resistid. Que nada os aplaste. En la tribulación, manteneos firmes. Esa es la idea. Y la palabra que nuestras biblias traducen por «tribulación» describe cualquier situación adversa o desfavorable que pueda sobrevenirnos. Lo que Pablo nos dice con la fórmula lapidaria «sufridos en la tribulación» es que desea que los creyentes seamos capaces de resistir en circunstancias adversas. Porque hemos de saber que, hasta que Cristo vuelva, problemas, crisis y tribulaciones no nos van a faltar. En toda tribulación, los cristianos podemos mantenernos erguidos y fieles al Señor, pero no gracias a nuestras admirables virtudes, sino «mediante el poder de su fuerza» (Efesios 6:10). De modo que esta invitación es a la vez un tremendo desafío (¿quén se siente con fuerzas para aguantar ciertas tribulaciones?) y una motivadora esperanza. En las pruebas de la vida, cuando llega la prueba, en medio de la lucha, Pablo nos pide que adoptemos una postura de resistencia, porque esta guerra (lo que llamamos “el gran conflicto”) requiere una constante resistencia, y se lleva a los inconstantes. Los cristianos tenemos que resistir, hasta cuando nos sintamos miedosos y cobardes. Porque todos estamos llamados a ser valientes, ya que Cristo nos ha asegurado la victoria. Con él todos somos capaces de sobrevivir y triunfar, aunque la lucha sea sin cuartel y el enemigo se muestre implacable. Para ello Pablo nos exhorta a equiparnos debidamente: «[…]Vestíos de toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales» (Efesios 6:11,12). Resistir en esta lucha no es cosa fácil. Tenemos un enemigo muy poderoso, que utiliza como secuaces a todas las mafias espirituales de las tinieblas. En medio de la maldad creciente que nos rodea, de injusticias que nos abruman, de crímenes que nos desconciertan, de la violencia y de la corrupción que nos indignan, de las incontables tragedias de este estado de cosas, tenemos que resistir. Cuando la tribulación amenaza con arruinar nuestra vida, cuando llega un despido laboral injustificado, un diagnóstico de cáncer imprevisto, un divorcio insospechado, cuando el banco se traga el dinero que teníamos ahorrado para los años del retiro, y lo hemos perdido todo, ¿qué podemos hacer?
Cuando la tribulación azota, Dios nos llama a tener paciencia, para con los demás, para con las circunstancias, y para con nosotros mismos. Ante la venida del Señor, en estos últimos estertores de la historia humana, la paciencia, la resistencia y la fortaleza, se necesitan más que nunca. La fórmula de Pablo es una fórmula para sobrevivir en tiempos de crisis, y lleva en sí misma su propio secreto: Para mantenernos «gozosos en esperanza» y «sufridos en la tribulación» necesitamos mantenernos «constantes en la oración». Para no olvidar nunca la promesa divina: «Porque yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20). Roberto Badenas, departamental de Educación de la UAE.
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ARTÍCULOS
• Resistir, dice la palabra del Señor: «Tened también vosotros paciencia y, afirmad vuestros corazones, porque la venida del Señor se acerca» (Santiago 5:8).
Gozosos en la
esperanza
El pensamiento paulino expresado en el capítulo 12 de la Carta a los Romanos nos lleva a escoger entre la conformidad o la esperanza. Conformidad ante cosas tan cotidianas como la injusticia, la enfermedad, la muerte o la inmoralidad; esperanza ante la certeza de una promesa que, aunque tarde en llegar, seguro se cumplirá. Así, Pablo nos invita a tomar una decisión y nos dice: «no os conforméis a este mundo»(v. 2). Conformarse en este versículo es sinónimo de adaptarse, de acomodarse o de acostumbrarse. La recomendación paulina va orientada a no creer que este mundo, tal y como lo conocemos, es nuestro hogar. A no olvidar que estamos de paso y que, en el fondo, todos anhelamos una «patria mejor» (Heb. 11:16).
ARTÍCULOS
Pensemos en lo que nos ofrece «este mundo». Es cierto que no todo lo que nos rodea es malo; todavía hay mucha belleza a nuestro alrededor. El planeta en el que vivimos revela la innegable firma del que lo creó permitiéndonos «discernir por medio de las cosas hechas, lo invisible de Él, su eterno poder y su divinidad» (Rom. 1:20). El propio apóstol nos anima a reflexionar sobre todo aquello que sea «verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, cualquier cosa que tenga virtud o que merezca elogio» (Fil. 4:8). Estas cosas, aunque no sobreabunden a nuestro alrededor, todavía podemos encontrarlas aquí y allá. Sin duda, hay cosas buenas en este mundo; cosas por las que vale la pena vivir… o morir. Juan nos dirá que «de tal manera amó Dios al mundo» (Jn. 3:16), que decidió darse a sí mismo para rescatar a todos aquellos que creyeran en su iniciativa salvífica. Ahora bien, que Dios ame al mundo no quiere decir que nosotros tengamos que amar «lo que hay en el mundo» porque, aunque en él pueda haber cosas buenas, lamentablemente la mayoría de experiencias que nos rodean tienen sabor a egoísmo, a enfermedad y a muerte. Cuando Pablo nos dice que no nos conformemos a este mundo está queriendo decir que evitemos todo aquello que, aunque nos resulte Revista Adventista
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atractivo, nos aparta de Jesús. Una vez más, el pensamiento paulino encuentra su eco en la escritura de Juan cuando nos invita a alejarnos específicamente de «los deseos de la carne, la codicia de la vista y el orgullo en la vida» (1 Jn. 2:16). A diferencia de las cosas buenas, que a veces son difíciles de encontrar, estos elementos se empeñan en inundar nuestras vidas diariamente dejando un rastro de dolor, maldad, desánimo y sufrimiento. Vale la pena tomarse en serio el consejo de Pablo porque, al fin y al cabo, él sabe bien de lo que habla. Aunque haya cosas que nos puedan despistar hasta hacernos pensar que aquí no se está tan mal, el apóstol se encarga de desenmascarar la otra cara de la moneda enumerando algunas de las experiencias por las que él mismo ha tenido que pasar: «tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada» (Rom. 8:35). Teniendo en mente estas cosas, es necesario que nos hagamos la pregunta: ¿vale la pena conformarse con este mundo? ¡Claro que no! Y esta es la razón por la cual Pablo nos invita a no olvidar que estamos de paso, que este mundo será nuestro hogar, pero que, por ahora no puede serlo porque necesita una profunda y total rehabilitación. De este modo, se nos invita a «poner la mira en las cosas de arriba» (Col. 3:2) porque de arriba vendrá Jesús. He aquí la promesa que da sentido a nuestra esperanza: Jesús pronto volverá y entonces sabremos «que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse» (Rom. 9:18). Por eso, queridos amigos, pase lo que pase, vivamos «gozosos en la esperanza» (Rom. 12:12) porque «fiel es el que prometió» (Heb. 10:23). Vivamos gozosos en la esperanza porque «ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos» (Rom. 13:11). Vivamos gozosos en la esperanza porque ya queda menos para ver a Jesús cara a cara. Gozosos en la esperanza porque volveremos a estar con aquellos que ya se fueron y que ahora descansan en Jesús porque «el que cree en mí aunque esté muerto, vivirá» (Jn. 11:25). Porque aunque muchas veces no entendemos el por qué, creemos de todo corazón que, a pesar de la tristeza por la despedida, cercano está el día en que «todos los que están en los sepulcros oirán su voz» (Jn. 5:28).
Como cristianos adventistas, la esperanza es para todos nosotros la más «segura y firme ancla del alma» (Heb. 6:19). Ya puede clamar la maléfica melodía de este mundo con sus cantos de sirena que nos invitan a acomodarnos, a perder de vista la recompensa… Hoy, con el gozo de la esperanza puesto ante nosotros, decimos: «nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que avanzan por fe para vida eterna» (Heb. 10:39). Amén. Gloria a Dios por el gozo de la esperanza. Óscar López Teulé, pastor en Castellón y Sagunto. Revista Adventista
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Gozosos en la esperanza porque el cumplimiento de la promesa implicará que por fin veremos lo que siempre hemos creído. Que podamos estar con aquellos personajes de los que hemos predicado. Que podamos entender perfectamente aquello que ahora solo hemos podido asimilar en parte (1 Cor. 13;12).
Crisis de oración Los intereses personales en el seno del pueblo de Dios se han convertido en uno de los enemigos más difíciles de batir y no son, por desgracia, nada nuevo. Ya en el círculo más íntimo del Salvador eran comunes las luchas de poder. Imaginémonos esta dura escena: Cristo se entrega a las últimas horas de vida que le restan sobre la tierra en compañía de sus amigos. Nos es imposible imaginar los duros momentos de dolor y desasosiego por los que está pasando, los mismos que no mucho después le harán sudar sangre en el Monte de los Olivos. Es muy probable que en una situación tal deseara el afecto y la simpatía de los suyos, aquellos que le habían acompañado a lo largo de su ministerio. Pero cuando gira el rostro buscándolos, solo se encuentra con un conflicto cotidiano: cada uno de ellos discutía con los demás por ser el más importante del reino que creían llegaba pronto (Lucas 22: 24). De algún modo, todos los evangelistas han querido reflejar ese desmedido afán de protagonismo que caracterizaba a los discípulos. Por si el pasaje de Lucas no fuera suficiente, Marcos nos confirma que ante la subversiva discusión de los doce, Jesús ha de mostrarles que el más importante en los cielos no será un hombre hecho y derecho, ni siquiera uno que camina tras el Mesías, sino un humilde niño (Marcos 9: 30-37). Mateo, por su parte, relata el desagradable incidente con la madre de Santiago y Juan. Ella prácticamente demanda de Cristo un lugar de honor para sus hijos a su lado. Lo más terrible es que, tras la solicitud, los discípulos se enfadan, no porque considerasen la petición de la mujer una falta de respeto, sino porque se les había adelantado (Mateo 20: 20-28).
ARTÍCULOS
Pero si hay un pasaje bíblico que impacta es el de Juan 21: 20-22. En él, Pedro, que había negado al Mesías en un momento de cobardía, es restaurado. Hasta en tres ocasiones (las mismas que Pedro le negó), Jesús le ha preguntado si le ama, para pedirle al final que apaciente a sus ovejas. Sin embargo, inmediatamente después de su restablecimiento espiritual, Pedro mira hacia atrás y se da cuenta de que Juan camina tras ellos. «¿Qué pasa con este?», – pregunta entonces. Y Jesús, en su infinita paciencia, le da la respuesta que todos nosotros necesitamos: «¿A ti qué te importan los demás? Sígueme tú.» El deseo de ser más que el otro es mucho más que una triste anécdota en los Evangelios. En realidad es la consecuencia de una profunda crisis que lleva mucho tiempo gestándose entre los seguidores más cercanos de Cristo: una crisis de oración. Los discípulos no están en contacto con el Dios al que dicen adorar, lo cual castra dramática y profundamente su impacto entre el pueblo. Esta inercia se muestra en numerosas ocasiones en las Escrituras, pero entre ellas destacan algunas por su crudeza: – La falta de preparación espiritual de los discípulos finaliza con su incapacidad para sanar a un joven que sufre de ataques epilépticos en Mateo 17: 14-21. Ni siquiera la gloria de la transfiguración de la que han sido testigos algunos de ellos momentos antes les sirve de apoyo. La clave es la oración y el ayuno, sentencia Jesús más adelante, algo de lo que ellos adolecen. – Frente a la oración constante de Cristo en el Monte de los Olivos, los discípulos responden con desidia y duermen (Lucas 22: 45-46). Su comportamiento les invalida para hacer frente poco después a la captura Revista Adventista
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de su Maestro y huyen despavoridos abandonándole, en una actitud más propia de bandoleros que de hombres de Dios. – En definitiva, es la propia actitud de los discípulos en Lucas 11:1 la que nos ayuda a comprender la dramática situación que viven. «Enséñanos a orar», piden, puesto que no saben hacerlo. Es un grito desesperado de aquellos que, aun con sus muchos defectos y conflictos internos, son conscientes de que, cuando hablan con Dios, lo hacen mal. La crisis de oración abre grandes fisuras en el pueblo de Dios. Nos hace mirar hacia abajo, hacia nosotros mismos, en vez de elevar la vista hacia Dios. Un cristiano que ansía satisfacer sus deseos dentro de la iglesia es, en realidad, alguien que ha dejado de orar o, al menos, de orar adecuadamente. Porque no siempre se trata de no hablar con Dios en absoluto. Si algo nos enseña la parábola del fariseo y el publicano es que uno puede llenarse de razones para considerarse mejor que los demás, incluso cuando se encuentra frente a aquel de quien deriva la existencia misma. Es sorprendente (y espantoso) encontrar a un cristiano que habla con Dios mirando por encima del hombro a su prójimo. Sin embargo, quizás yo me comporte así en más de una ocasión. Si lo pensamos bien, la oración en la que uno demanda de Dios lo que considera justo, la oración que va dirigida a obtener de Él lo que se desea en vez de lo que se necesita, no es muy distinta a la letanía sin sentido que encontramos en distintas confesiones cristianas y no cristianas. No solo es una oración incapaz de llegar a los oídos del Señor, sino que también denota una flagrante falta de fe; aquella en virtud de la cual uno considera que el Señor no es lo suficientemente listo como para saber qué ha de ser de mí dentro de mi comunidad religiosa o en cualquier otra área de la vida. Cabe plantearse si en realidad hoy no vivimos algo semejante en la iglesia. Si no nos pasamos demasiado tiempo desconfiando unos de otros, mirándonos con resquemor, creyendo que los demás son sin duda inferiores a mí y que, por tanto, deberían estar a mi servicio. Si es así, las grietas entre nosotros serán cada vez más grandes y nos pasará como a los discípulos quienes, a pesar de andar con Jesús, contribuyeron con sus afanes desenfocados y desmedidos a que el crecimiento del mensaje cristiano se viera lastrado cuando no anclado directamente. ¿Y cómo salir de una crisis tal? ¿Cómo puede realmente crecer y trascender la iglesia de Cristo? Las Escrituras nos dan la respuesta.
Quizás la solución a todas nuestras crisis como individuos y como colectivo sea tan sencilla que la hemos pasado por alto: necesitamos orar, orar de verdad. Es ese tipo de oración que une, que nos hace preocuparnos por el otro y dejar nuestros intereses personales a un lado. Es la oración del niño Samuel frente al Todopoderoso, la oración de Daniel por un pueblo al que cree perdido y también la de Esteban por sus enemigos. Es, en definitiva, la oración que deja espacio al Señor para que haga de nosotros lo que desea y así podamos triunfar. Rubén Óscar Guzmán Pérez, pastor en Cartagena, San Pedro del Pinatar y Torrevieja. Revista Adventista
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En Hechos 2:1, se nos relata cuáles fueron las condiciones necesarias para que el derramamiento del Espíritu Santo se produjera y, con ello, la iglesia saliera de esa profunda crisis en la cual se encontraba aun antes de nacer. Y la palabra clave sería «unidos». Así es como se encontraban los seguidores de Jesús en el aposento alto. Al fin habían dejado de mirar hacia abajo y, quizás por primera vez en su vida, decidieron que todos eran realmente importantes. Elena G. de White apostilla además en la página 30 de Los Hechos de los Apóstoles, que todos ellos oraban «con intenso fervor». Todo lo demás, los milagros, el crecimiento, la devoción, la fraternidad, los viajes misioneros y la victoria, vino seguido.
Educar en tiempos
de crisis
Óscar quiere unas zapatillas de deporte nuevas muy caras, de la marca que lleva su amigo Mario. Y Laura quisiera ir a un campamento de esquí con su amiga Silvia. El padre de ambos lleva ya mucho tiempo cobrando el paro, y sabe perfectamente que si accede a las demandas de sus hijos no podrán llegar a final de mes o tendrán que pedir otro préstamo a sus suegros. Sin embargo la madre dice que los niños no tienen culpa de nada y que es una injusticia que sufran de una crisis que no va con ellos. ¿Cómo reaccionas tú ante situaciones similares? ¿Qué dices a tus hijos para que entiendan que ellos también tienen que asumir su parte para ayudar a la familia a hacer frente a la crisis? Mucho de lo que aprendemos de niños lo adquirimos por imitación de lo que vemos en nuestro entorno. Eso significa que los padres estamos educando siempre, tengamos conciencia de ello o no: en casa, de vacaciones, en tiempo favorable y en tiempos de crisis. Aunque no nos demos cuenta, nuestros hijos ven y oyen, con más lucidez de lo que a veces quisiéramos, lo que les decimos a ellos y lo que nosotros hacemos. Como educadores queremos que nuestros hijos asuman ciertos valores que a nosotros nos parecen importantes para su vida, pero no es lo mismo tener unos ideales que ponerlos en práctica. Ese desfase entre lo que profesamos o creemos y lo que hacemos en realidad, siempre se manifiesta a la larga en nuestra existencia, pero de un modo más claro en tiempos de crisis. Así, por ejemplo, en las encuestas habituales la mayoría de nuestros compatriotas profesan ser razonablemente patriotas, bastante democráticos y muy solidarios. Pero a la hora de redactar su declaración de la renta, muchos no demuestran por ninguna parte, ni su patriotismo ni su talante democrático, ni su solidaridad…
ARTÍCULOS
Este mismo desfase es visible en otras esferas del desempeño de nuestras responsabilidades. Las crisis ponen al descubierto cuáles son nuestros verdaderos valores y nuestras prioridades reales. Eso significa que las crisis afectan también a nuestra tarea como educadores. Decimos que queremos lo mejor para nuestros hijos, pero eso no siempre lo demostramos en nuestras vivencias cotidianas. Cuando la economía familiar ya no llega para todo, ¿dónde aplicamos nosotros nuestros recortes presupuestarios? Para mostrar lo fácil que es sacrificar en tiempos de crisis nuestros principios en aras de nuestra comodidad o de nuestros intereses personales, Jesús contó una parábola muy interesante (Lucas 10:30-35). Un día, va un hombre de viaje por una carretera poco transitada, pero muy peligrosa, y es asaltado por unos ladrones que lo dejan tirado en la cuneta, medio muerto. Para su gran suerte, por allí aciertan a pasar dos hombres muy religiosos, un sacerdote y un levita, plenamente convencidos de profesar la religión verdadera. Pero estos hombres tan religiosos resulta que, por miedo, por prisa o por lo que sea ¡pasan de largo sin atender al herido! Hoy, en un país como el nuestro podrían ser procesados por no asistencia a una persona en peligro… El texto dice que al poco también acertó a pasar por allí un samaritano. Es decir, un palestino, alguien que, desde el punto de vista judío, se podría etiquetar como un enemigo o un hereje. Hoy diríamos que se trata Revista Adventista
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de un extranjero seguidor de otra religión. Este samaritano no es un socorrista de guardia, es un hombre cualquiera, con sus proyectos personales, que se encuentra de pronto con un herido en su camino. Él también tiene sus prejuicios nacionales y sus convicciones religiosas, pero el relato cuenta que al ver al herido «se le conmovieron las entrañas», aparcó sus planes y se puso a atender a un extraño que, en circunstancias normales, nunca le hubiera saludado. La urgencia del caso hace que este viajero no vea en el accidentado a un judío despreciable sino a un ser humano que lo necesita. El samaritano no pasa de largo, sino que hace lo que puede para restañar las heridas del accidentado y sacarlo de allí. Le improvisa un vendaje, lo carga sobre su montura, lo lleva a la posada, paga los gastos y se compromete a ayudar más si hace falta. Ante una situación de crisis salieron a relucir los puntos flacos del sacerdote y su ayudante, pero también los admirables valores del samaritano. Sin saberlo, este último resultó estar practicando lo que la Biblia define como «la religión verdadera delante de nuestro Dios y Padre,» que es esta: «Asistir a los huérfanos y viudas en sus apuros y guardarse de la contaminación del mundo» (Santiago 1:27), es decir, comprometerse en ayudar a los necesitados y no dejarse llevar por los prejuicios de la mayoría. Frente a las diferentes formas de religiosidad que existían en aquellos tiempos, el apóstol Santiago describe para sus lectores cristianos la religión auténtica ante Dios, que sigue siendo la misma hoy en día. Se trata de una religión muy sencilla, porque solo tiene dos características básicas: 1. La primera es «visitar» con el propósito de asistir, ayudar o atender en sus infortunios a los pobres, a los marginados e indefensos, de los cuales los huérfanos y las viudas eran los prototipos en aquellos tiempos. Visitar a huérfanos y viudas «en sus tribulaciones» significa atender a los necesitados en sus problemas, apuros y desgracias. La religión que Dios espera de nosotros se distingue de otras por su solidaridad con el necesitado, porque «Dios es padre de huérfanos y defensor de viudas» (Sal 68:5). La religión que Dios aprueba se demuestra en el espíritu de servicio. 2. La segunda característica de la religión verdadera según Dios es guardarse sin mancha del mundo. Eso indica una actitud interior de vigilancia. «Guardarse» significa desmarcarse de un mundo regido por la ambición, la codicia, el dinero, el capital, el interés, el poder, todos ellos valores opuestos al servicio. Guardarse del mal es no dejarse manipular ni utilizar por ningún sistema egoísta basado en la ley del más fuerte. Así pues, según Santiago, ser religioso es mucho más que aceptar una doctrina o una serie de creencias: consiste en adoptar un estilo de vida y una actitud ante la vida solidarios, vivir una ética personal y social en armonía con la voluntad de Dios.
En tiempos de dificultades económicas como el presente los necesitados — antiguamente llamados huérfanos y viudas — aumentan. Porque aumentan los arruinados, los desahuciados de su vivienda, los parados, los despedidos, y los desprovistos de sus derechos sanitarios y sociales. En estos tiempos de crisis un gran número de ciudadanos están siendo penalizados económicamente para compensar el despilfarro, los desmanes y la mala gestión de sus bienes, tanto en el ámbito familiar como en el sector público, a todos los niveles, incluyendo bancos, ayuntamientos, comunidades autónomas y el Revista Adventista
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Supongo que todos los padres creyentes estamos convencidos de que nuestra manera de profesar la religión es la correcta, pero Dios apunta un poco más lejos, un poco más adentro que las doctrinas de un credo. Para él la religión solo es verdadera si transforma nuestra manera de pensar, nuestra manera de vivir, y nuestra manera de ver a los demás, es decir, si se manifiesta en actos de servicio.
mismo Estado. Esta crisis está haciendo que las desigualdades sociales aumenten y proliferen las injusticias. El desempleo pone a miles de familias en situaciones límite, y las clases más modestas estamos perdiendo derechos en educación y sanidad que nos han costado décadas conseguir tras esfuerzos enormes. Educar a nuestros hijos en circunstancias de crisis nos lo pone todo más difícil: ¿dónde recortar? ¿Renunciar a las zapatillas de Óscar o al campamento de Laura? ¿Sacarlos a ambos de la escuela adventista? ¿Suprimir el transporte escolar? ¿Y el comedor? ¿Y las clases de música? Etcétera. Es importante que, a partir de cierta edad – y los niños son más capaces de comprender la realidad de lo que nos creemos – los hijos conozcan la situación real de la familia y se solidaricen con los padres, para aceptar que ellos también deben renunciar a algo. Un vecino socarrón me decía: «Después de recibir las últimas facturas de electricidad, les estoy quitando a los niños el miedo a la oscuridad: ahora a lo que le tenemos todos miedo es a la luz». Ya sabemos que explicar la crisis no es fácil, pero el fondo del problema, hasta el niño más pequeño puede entenderlo. Yo se lo expliqué a mi nieto así, a los 9 años, y me dijo que lo entendía: «POCOYO, poco tú, poco él, poco nosotros, poco vosotros…mucho ellos.» Todo el mundo entiende que una crisis como esta se resume finalmente en más dinero para los más ricos, y más poder para los más poderosos. Nuestros hijos son capaces de entender muy bien que nuestros administradores públicos, muchos famosos ya por incompetentes, manirrotos o corruptos, han despilfarrado el dinero bajo su responsabilidad, o se han hecho con todo el que han podido; y que eso exige grandes sacrificios de los trabajadores y de las clases medias, porque para cuadrar los presupuestos de la administración se recortan partidas que se venían dedicando a la educación, a la salud y a otras ventajas sociales. El desempleo desemboca en salarios cada vez más bajos, pero en beneficios cada vez mayores para los grandes capitales y los grandes accionistas de las grandes multinacionales. Esto implica que, en tiempos de crisis, los pobres y las clases medias se hagan cada vez más pobres mientras que los ricos se hacen cada vez más ricos. Ante esta situación, se entiende que muchos tiendan a volverse insolidarios y no se sientan muy dispuestos a ayudar a nadie. Porque, como siempre hay aprovechados que abusan, también existe el riesgo de criminalizar al parado considerándolo sospechoso de holgazanería, y de abandonar a su suerte a los más desfavorecidos.
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Educar en tiempos de crisis exige explicaciones sencillas, claras y verdaderas a nuestros hijos, tanto en casa como en el aula o en la iglesia. Cuidado con presentar al triunfador como el ciudadano modelo, y a sus riquezas como «bendiciones divinas». Las historias de éxito gustan a todos. Pero en tiempos de crisis, este discurso puede ser muy injusto contra muchos, porque refleja una profunda insensibilidad por quienes realmente necesitan ayudas públicas. Es útil que nuestros hijos, a partir de cierta edad, sepan que, según datos de la ONU, mil millones de personas pasan hambre de manera habitual, y entre 13 y 18 millones mueren anualmente como efecto del hambre y sus consecuencias. En otras palabras, unos 35.000 seres humanos mueren cada día de miseria, o 24 cada minuto, de los cuales 18 son niños menores de cinco años de edad. No hay ninguna catástrofe natural comparable a la de la devastación producida por el hambre. Esto puede ayudar a los niños a la hora de quejarse de la comida, de exigir gastos
superfluos, etcétera.1 Revista Adventista
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Conviene explicar a nuestros hijos que la Biblia deplora la mentalidad insolidaria de los explotadores adinerados y que deja claro su deseo de que pronto cese esa situación injusta (leer Santiago 5:1-6). Es bueno que nuestros niños sepan que Dios invita a la solidaridad, tanto en forma de salarios justos (Santiago 5:1-6) como de colectas eventuales para los pobres víctimas de las crisis (Rom. 15:26; Hechos 2:4-6). Cómo nos posicionamos nosotros, como padres cristianos, ante la crisis, va a tener un importante efecto en la educación de nuestros hijos. Si nuestra ética o nuestra «religión» es la que Dios propone, no podemos por menos que sentirnos solidarios con las victimas, y llamados a compartir con otros lo poco o mucho que tengamos. La última parábola de Jesús (Mateo 25:31-46) contiene una importante lección. En ella Jesús se describe a sí mismo como el gran pastor de la humanidad volviendo en calidad de Juez Supremo, para separar a los seres humanos en dos grupos como el pastor separa a sus diferentes reses. En esta parábola Jesús ya no se sitúa en el «érase una vez» de la ficción, sino en el final real de la historia, y nos dice que esta terminará para algunos con un «y vivieron siempre felices», mientras que, por desgracia, para otros acabará con un punto final. El gran Maestro promete volver un día a pasar revista a lo que cada ser humano haya hecho en su ausencia. Sin embargo, el centro de su relato no es tanto lo que ocurrirá entonces como lo que ocurre ahora en nuestra vida presente. Este relato sitúa los actos de nuestra vida en la perspectiva de la eternidad. Cada decisión, cada gesto, hasta el más insignificante – como colaborar con un banco de alimentos o negarse a compartir – cobra dimensiones definitivas. Sin embargo a pesar de su solemnidad, el mensaje resulta definitivamente animador, porque es reconfortante saber que a Dios no le es indiferente que un ser humano oprima a otro o que le ayude a vivir, que explote a sus empleados o que comparta sus ganancias con ellos. Por insignificantes que nos parezcan nuestros actos, todos se integran en el proyecto de Dios o se oponen a él. Hay acciones que responden a la religión verdadera según Dios, y otras que le son ajenas. Hay actos que educan y otros que insensibilizan. Desde su partida hasta su regreso, Jesús ha prometido venir de incógnito a visitarnos, pero en la persona de los que están en crisis: el extranjero rechazado, el pobre sin remedio, el prisionero y el enfermo. Muchos habrían acogido a un Cristo rey, Señor del gran poder, y harían de él el invitado de honor de sus banquetes de beneficencia. Pero ¿cuántos lo acogen en la persona del mendigo, del desahuciado, del emigrante y del hambriento? Como dijo Mahatma Gandhi: «Si no eres capaz de descubrir a Dios en la próxima persona que encuentres, pierdes el tiempo buscando más lejos». Nuestro Juez se identifica especialmente con los dolientes, los oprimidos y los amenazados; con el pobre vagabundo con quien nos cruzamos cada día, y con el parado avergonzado que no pedirá ayuda jamás. Cuando yo estaba muriéndome de hambre, muy cerca de vuestra casa, vosotros tirabais comida sobrante a la basura. Cuando yo agonizaba de sed, vosotros malgastabais y contaminabais el agua. Cuando yo buscaba asilo, vosotros me blindasteis las puertas de vuestros hogares. Cuando vuestros armarios estaban repletos de ropa yo tiritaba de frío con los sintecho. Cuando vosotros disfrutábais de buena salud y de mejores servicios médicos, a mí me negaron el derecho a la asistencia sanitaria. Revista Adventista
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A través de esta parábola, con cada uno de ellos nos dice:
Cuando la desgracia me arrojó en la cárcel y la soledad doblegó mi espíritu, privándome de dignidad y de esperanza, dijisteis: «Que la justicia cumpla su deber.» Según esta terrible parábola, en aquel día solemne, el Señor no dirá: «Fui a la iglesia y no os vi»; o «Inspiré libros sagrados y no los leísteis.» A Dios no le importa la religión que profesamos sino la que practicamos. No nos pregunta por las observancias externas de nuestra comunidad eclesial sino por el ejercicio de nuestra humanidad, y anuncia que no va a juzgarnos por lo que hayamos creído sino por la manera en que hayamos tratado a nuestro prójimo. Su juicio final no será un último ajuste de cuentas, sino la constatación irrefutable que revelará de qué lado hemos querido estar cada uno. Jesús volverá un día, porque quiere tenernos con él eternamente, pero entretanto, viene hasta nosotros cada día, no para pedirnos caridad o una limosna que nos premiará más tarde; eso sería servirnos de los pobres – ¡una vez más! – para comprar nuestra salvación o nuestra tranquilidad de conciencia. Viene para abrirnos los ojos a las necesidades del otro, al valor increíble que puede tener un bocadillo ofrecido a tiempo, una manta donada o una visita al hospital. Jesús se solidariza con cada necesitado y espera, a su vez, que nosotros hagamos lo mismo y enseñemos a nuestros hijos los verdaderos valores; eso forma parte esencial de nuestra misión como educadores. Muchos seres humanos no tienen más recursos que los nuestros para sobrevivir en tiempos de crisis, ni más ropa que la nuestra para ponerse, ni más dinero que el nuestro para hacer frente a sus deudas. Sin que ellos se lo hayan buscado están a la merced de nuestra solidaridad o de nuestra indiferencia. Identificándose con ellos, Jesús pasa cada día de incógnito entre nosotros, por nuestros hogares, nuestras tiendas, fábricas, oficinas, escuelas e iglesias. Conoce los pesares de los que pasan apuros y escucha los sueños hasta de los que ya no son capaces de soñar. En estos tiempos de crisis la indiferencia abunda porque es lo más fácil. Pero los padres y demás educadores estamos avisados: el juicio final tendrá el trato a nuestros semejantes como elemento básico a examen. O nuestra fe y nuestra caridad nos impulsan a intervenir o se reducen a un vago discurso espiritual que nos adormece en nuestro egoísmo haciéndonos aún más insensibles a la dolorosa realidad.
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Porque estos tiempos de crisis son también tiempos privilegiados para la solidaridad, y para la simple humanidad. Ante tantas necesidades, Jesús nos invita a comprometernos nosotros y a iniciar a nuestros hijos en el camino del servicio. A abrir las fronteras de nuestros prejuicios, a derribar los muros de nuestros miedos, y a compartir nuestra esperanza y nuestros recursos con generosidad y alegría. Dejemos que la solidaridad irrumpa en nuestra conciencia y desborde en nuestros actos. Dejemos que despierte en nosotros y en nuestros hijos impulsos generosos, actos de compasión, signos inequívocos de que el Espíritu de Dios ya está produciendo en nuestros corazones el prodigioso fruto del amor. Porque «Dios ama al dador alegre» (2 Cor. 9:7). Cuando la fe obra por amor, es fácil educar en la solidaridad, y ésta encuentra soluciones a problemas que parecen insolubles. Si nos atrevernos a amar hasta ser capaces de compartir, descubriremos asombrados que «hay más satisfacción en dar que en recibir» (Hechos 20:35), aún en tiempos de crisis. El escándalo mayor es constatar que satisfacer todas las necesidades básicas de la población de todos los países pobres del mundo (alimentación, agua potable, infraestructuras sanitarias, salud y educación) costaría solo el 4% de la riqueza conjunta de las 225 fortunas personales más grandes del mundo (Intermon OXFAM, 2012). Roberto Badenas, departamental de Educación de la UAE. 1
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El Plan «A» Raquel Carmona, redactora y editora en Editorial Safeliz
En cualquier familia, cuando uno de sus miembros pasa por un momento difícil, todos a una se vuelcan para ofrecer su amor, su apoyo y su ayuda, sin menoscabo del amor, apoyo y ayuda que existe entre ellos. Pero, la necesidad manda. ¡Hay que estar junto al más débil! Como toda comparación es inexacta; sin embargo nos puede ayudar a entender por qué, como tú mismo dices, somos «la niña de tus ojos» (Zac. 2: 8); por qué desde el momento de la Creación nos has buscado para caminar a nuestro lado. En aquel espacio de tiempo cuando aún no había entrado el pecado en el mundo, cada tarde venías al encuentro de Adán y Eva para hablarles de tu amor, de lo felices que iban a ser para siempre junto a ti. También les enseñaste que los habías creado libres; libres para escoger continuar con esa vida plena y placentera, y libres para dejar de hacerlo. Supieron por tu propia boca las consecuencias que les sobrevendrían si decidían vivir lejos de ti, la Fuente de la vida. Y eligieron mal. Aquella fatídica tarde, tras haber optado por creer a Satanás antes que a ti, cuando te encontraste con la humanidad caída, no te dolió solo su desobediencia. Lo que más te lastimó fue la ausencia del hijo. ¿Dónde estaban Adán y Eva que no corrían presurosos a tus brazos, a tu encuentro? ¿Por qué se esconden de ti? ¿Por qué no quieren verte ni que los veas? Allí, en ese preciso instante, en ese idílico lugar comienzas a buscar desesperadamente a tus hijos, y sigues haciéndolo. Nos amas tanto que no puedes vivir sin nosotros (esto es solo una manera de hablar, porque realmente, tú no necesitas al hombre para vivir; tú eres la Vida) y te desvives por encontrarnos porque sabes positivamente que lejos de ti morimos irremediablemente.
¡Siempre tan delicado con nosotros! Siempre a nuestro lado, siempre junto nosotros, pero respetando nuestra libertad. Y fue allí en el Edén, tras fallar por causa de tus hijos el «Plan A» para la felicidad, donde anunciaste que había un «Plan B», y que nada estaba perdido; que nos habías creado para vivir felices toda la eternidad junto a ti y que no cejarías en tu empeño hasta conseguirlo. Te quiero mi Creador, mi Redentor, mi Amigo. Revista Adventista
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No te rindes. Ya no puedes estar físicamente con nosotros, aunque sí que mantienes una relación especial con ciertos hombres y mujeres de la antigüedad: Enoc, Moisés, Noé, Débora… Y el ser humano transita por este mundo por las sendas de la injusticia y del mal. Algunos experimentan en su propia vida el tremendo vacío que ha dejado tu ausencia y, tal vez, claman en su angustia.
El poder de
una idea
La libertad nunca es dada voluntariamente por el opresor; debe ser experimentada por el oprimido a pesar de las presiones. Por eso la libertad siempre se obtiene por medio de una guerra. No hay opresor que reconozca su injusticia y, por eso, si no hay una guerra por parte del oprimido, nunca ganará su libertad. Sin embargo, hay una gran confusión respecto a cómo se gana correctamente una guerra. Los gobiernos mundanales, al no aceptar la dimensión espiritual de la vida, piensan que las guerras se ganan por medio del poder militar, bélico o, en el caso del terrorismo, por medio de la violencia indiscriminada. Esa forma de pelear gana batallas pero nunca gana una guerra que lleva a la paz y a la libertad. La Biblia nos muestra que una guerra se gana mediante el poder de una idea. Jesús hizo tambalear al Imperio Romano sin usar un arma, sin odio ni venganza. El Imperio empleó toda su fuerza material para aniquilar el movimiento iniciado por el humilde Carpintero, y lo único que consiguió fue reavivarlo. Eso es lo que pasa cuando se pretende aniquilar una idea espiritual por medio de la fuerza material. La gran calamidad para el cristianismo llegó cuando el estado se unió a la institución religiosa con el fin de propagar sus creencias por medio de la fuerza material. Esa fue la señal de que se había perdido la idea original iniciada por Jesucristo. Donde se usa la fuerza física, política, bélica o jerárquica para imponer una creencia se pierde la fuerza de la idea original que hizo de un determinado grupo un movimiento victorioso.
COLUMNAS
La Biblia habla en Apocalipsis de un ejército que Dios formará al final de la historia. Será un ejército que proclamará una idea: el evangelio eterno en Jesucristo. Este ejército no usará armas, no se movilizará por odio, sino que avanzará solamente por la fuerza del amor basado en la Palabra. Un amor que será firme como una roca, que no someterá su conciencia a las presiones de la conveniencia y que no vacilará en dar un testimonio claro acerca de Jesucristo. Sin embargo, es necesario destacar que dado que ese grupo se formará alrededor de una idea, todos sus integrantes deberán ser pensadores; no podrá ser de otra forma. No serán pensadores independientes, sino pensadores individuales que, en humildad, profundizarán la idea de Jesucristo por medio del diálogo comunitario. Este ejército no se formará como resultado de una campaña rápida, ni por el arrebato de una emoción momentánea. Todo lo contrario, ese ejército se formará poco a poco, con sacrificio y perseverancia, en fidelidad a Jesucristo hasta en las cosas más pequeñas. No se formará de manera apresurada, movidos por la necesidad de confeccionar un informe abultado que se deba presentar en algún inminente congreso. Será el resultado de colaborar con la obra y los tiempos del Espíritu Santo, dejando de lado nuestras agendas personales. El reclutamiento del ejército final se hará con la consciencia de que cada persona no solo deberá saber en Quien creyó, sino «porque» cree, y eso, aunque no nos guste, lleva tiempo, experiencia de vida y diálogo franco y honesto basado en la Palabra. Revista Adventista
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No estamos formando movimiento cuando nos movemos motivados por agendas que buscan el éxito por el éxito en sí. Hemos sido llamados a formar un movimiento de mártires, no de profesionales exitosos. Hemos sido llamados a proclamar los principios del reino encarnados en la vida de Jesucristo, no un estilo de vida denominacional. Hemos sido llamados a preparar camino para la segunda venida de Cristo, no a aplicar los más novedosos métodos para hacer crecer iglesias. Hemos sido llamados a ser fieles a una Persona, no a una institución. Que Dios nos bendiga y nos haga descubrir nuevamente la idea original. Joel Barrios, pastor y evangelista internacional de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
El amor no es una cárcel El apóstol Pablo, exhortando a los cristianos de Galacia, les escribe diciendo: «Ustedes, hermanos, han sido llamados a la libertad» (Gálatas 5:13); en su pensamiento es un mensaje constante. Los seres humanos no deberían renunciar a su libertad. A muchas personas les cuesta mucho entender que el amor y la libertad van juntas. Amar es un acto libre y soberano. Nunca impuesto o exigido. Imponer amor es desvirtuar el verdadero sentido del amor. Una mujer vino a verme afligida y me soltó a bocajarro: —Él hizo una promesa y la está rompiendo.
—Que me iba a amar y ahora dice que ya no me ama, que ha decidido irse. Pero no puede hacer eso; tiene una obligación conmigo. He escuchado estas frases tantas veces que he perdido la cuenta. Pueden parecer válidas, pero esconden una falacia. El amor nunca, por ninguna razón, puede imponerse. Se es libre para amar y para no amar. El amor no es una cárcel. Muchas veces, quienes utilizan esas frases no logran captar el sinsentido Revista Adventista
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COLUMNAS
—¿Qué promesa? —le dije.
de lo que están diciendo; de alguna forma están manifestando que quieren a alguien a su lado por «obligación» y no por «amor». El amor nunca obliga. El amor está teñido de libertad, o simplemente, no es amor. Solo el que ama puede dejar en libertad a quién ha decidido no amar. Por esa razón, el concepto de obligatoriedad no está presente en la Biblia. Allí se habla de pacto, pero no de deber. Cuando el amor se convierte en «deber» se desvirtúa y se le quita su esencia fundamental. Si alguien exige que le amen, entonces, con ese gesto, revela dependencia afectiva y demuestra tener otro problema muy serio en su identidad como persona. No se puede exigir a alguien que nos ame cuando ha elegido no hacerlo. De alguna manera, esa exigencia es un atentado contra la propia dignidad porque nos convierte en mendigos de amor y eso, lesiona nuestra autoestima y valía personal. El amor solo crece en la libertad. No se puede exigir lo que no se está dispuesto a dar de manera voluntaria. Se cuenta que en la antigua Grecia, antes del siglo VI antes de Cristo, es decir, antes de la llegada de personajes como Platón y Aristóteles, muchas mujeres preferían suicidarse antes que ser dadas en matrimonio; no querían ser consideradas «propiedad» de alguien, como era la costumbre en muchos pueblos antiguos, y, lamentablemente, aún en la actualidad, en pleno siglo XXI. Hay varones o quienes, como dice el autor mexicano Rodolfo Pérez en su Para matrimonios con o sin problemas (México: Panorama Editorial, 2003), les cuesta entender en sobre manera que «el matrimonio no es un título de propiedad, tampoco un seguro que garantice la tolerancia de una persona cuando su cónyuge tenga un comportamiento muy negativo». No se trata de un cheque en blanco que se otorga sin garantía. Nadie puede ser propiedad de otra persona; la esclavitud fue abolida hace mucho tiempo en casi todo el mundo. Cuando nos referimos a «mi» mujer o «mi» marido, muchos y muchas, actúan como si fueran «dueños» de un ser humano, lo que no solo es psicológicamente malsano, sino que además, introduce el sesgo de confundir los términos de una relación.
COLUMNAS
El matrimonio, SIEMPRE es consensuado. Eso implica que es una relación donde dos personas deciden voluntariamente vivir un vínculo que les provea amor, pero en un clima de respeto, abnegación, paz, tranquilidad, dominio propio y apego irrestricto a la consideración de cada persona como un ente libre y que libremente elige estar en una relación. Eso implica que, cuando los términos de la relación se alteran, no hay razón para continuar dicha relación. Los pactos se pueden romper cuando una de las partes no cumple su parte. Casarse es un acto que implica la expectativa de gozo y felicidad. Cuando eso no se da, por los motivos que sean, es perfectamente lícito pensar que las condiciones del pacto no se están cumpliendo. Algunos actúan como si casarse fuera una cárcel de la que no es posible alejarse, por ninguna razón, eso no solamente es absurdo, sino que además, es cruel, especialmente cuando se padece violencia y abandono. Revista Adventista
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«Nubes y oscuridad alrededor de él Justicia y juicio son el cimiento de su trono» Salmo 97:2 Cuando leo este salmo, recuerdo un sermón titulado «Dios habita en la oscuridad». En esa predicación se explica muy bien que si bien Dios es luz inaccesible, es precisamente ese el motivo por el cual ningún pecador puede permanecer y vivir ante Dios, pues la luz es tan potente que se convierte en fuego consumidor. Así se confirma en los versículos siguientes (Salmo 97:3-5). Precisamente para poder estar cerca del ser humano, Dios se veló a sí mismo en forma de hombre, en Cristo Jesús, para poder habitar entre nosotros (Juan 1:14). Sin embargo antes de la encarnación, la Divinidad estuvo cerca del ser humano en muchas ocasiones, y no pocas veces se envolvió en nubes y oscuridad, para velar su gloria y majestad y así poder estar al lado de la humanidad, lo más cerca posible.
Cuando uno está pasando por momentos de prueba, de «oscuridad» en la vida, es cuando parece que Dios está más lejos. No obstante, es precisamente en esos momentos cuando Dios más se acerca a sus hijos, para ayudar, sostener, salvar y sanar. Dios es luz, y en la alegría y el brillo de su gloria y bendiciones nos gozamos, pero nunca olvidemos que Dios también habita en la oscuridad, acercándose más que nunca a sus hijos e hijas en los momentos de mayor prueba. Pedro Torres, pastor en Francia. Revista Adventista
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COLUMNAS
Cuando Jesús mismo estuvo en la cruz, le rodeó una densa oscuridad. Elena G. de White declara respecto a ese momento: «En esa densa obscuridad, se ocultaba la presencia de Dios. Él hace de las tinieblas su pabellón y oculta su gloria de los ojos humanos. Dios y sus santos ángeles estaban al lado de la cruz. El Padre estaba con su Hijo. Sin embargo, su presencia no se reveló. Si su gloria hubiese fulgurado de la nube, habría quedado destruido todo espectador humano. En aquella hora terrible, Cristo no fue consolado por la presencia del Padre. Pisó solo el lagar y del pueblo no hubo nadie con él. Con esa densa obscuridad, Dios veló la última agonía humana de su Hijo. Todos los que habían visto a Cristo sufrir estaban convencidos de su divinidad. Ese rostro, una vez contemplado por la humanidad, no sería jamás olvidado. Así como el rostro de Caín expresaba su culpabilidad de homicida, el rostro de Cristo revelaba inocencia, serenidad, benevolencia: la imagen de Dios.” (Deseado de Todas las Gentes, p. 702).
La Unión informa Resumen del informe de Secretaría del 4º trimestre 2016 Miembros a 31-12-2015: 16.638 Miembros a 31-12-2016: 16.563 Comparativa: crecimiento/disminución: ALTAS Bautismos: 110 Profesiones de fe: 33 Cartas de traslado: 217 BAJAS Cartas de traslado (nacionales): 162 Cartas de traslado (al extranjero): 25 Apostasías: 26 Fallecimientos: 22 Falta de información: 44 Iglesia de reciente organización: Número total de iglesias: Iglesias que informaron:
-75
2 (Barcelona Brasileños y Madrid Pinto) 111 101
ACTUALIDAD
(Sin información de: Azuqueca, B-Sants, Badalona, C-Esperanza, Calahorra, M-Beneficencia, M-Betania, M-Edén, Salamanca, Vecindario y Vitoria)
EL FERROL El sábado 7 de enero de 2017 fue bautizada, en la iglesia adventista de Ferrol, Ana G. Prussing. La emotiva ceremonia estuvo a cargo del pastor Josué Reta. Sin duda es la ceremonia que más ansiamos en nuestras iglesias y oramos porque sean abundantes. El pastor hizo un llamamiento a aquellas almas deseosas de entregar también su vida a Dios, y pudimos orar por las que respondieron a dicho llamamiento. ¡Felicidades por poner a Dios en primer lugar y demostrarlo públicamente! Y también le damos una cordial bienvenida a la feligresía de la Iglesia Adventista. Recordad que si los catecúmenos envían su dirección de correo electrónico a revista@adventista.es, recibirán completamente gratis la suscripción a la Revista Adventista en su buzón de correo electrónico cada mes (previa confirmación de su parte).
Bautismos
Revista Adventista
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EL FERROL El día 7 de enero de 2017 fue presentado ante nuestra iglesia adventista de Ferrol el niño Nahuel Casal Penedo, hijo de nuestra hermana Irene Penedo y de Pablo Casal. El pastor Josué Reta estuvo a cargo de esta presentación a Dios en una mañana de sábado llena de alegría y emociones, así como de presentes para los padres y el niño. Irene, la mamá del bebé dedicó una hermosa canción a su recién llegado hijo. Deseamos que Nahuel crezca en nuestra iglesia, permaneciendo siempre en el camino de Dios. Le damos la enhorabuena a los felices papá y mamá ¡Que Dios guíe vuestra mente y corazón con sabiduría para educar a vuestros hijos en armonía con el mensaje de amor, paz, gozo y redención!
EL FERROL El 17 de diciembre fallecía Dolores Merlán Vázquez, a la edad de 86 años. La ceremonia fue oficiada por nuestro pastor Josué Reta. Compartimos con ella la esperanza de volver a vernos pronto en la Nueva Jerusalén que nuestro padre Dios nos ha prometido. MADRID VENTAS El 21 de diciembre fallecía Florentino Ventura de Lara, uno de los fundadores de la Iglesia Adventista de Ventas. Nacido el 16 de octubre de 1930, se bautizó con casi 40 años, el 22 de febrero de 1970, y desde entonces, primero en la iglesia de Alenza, donde estaban sus hijos Luis Javier y Amparo, y José Miguel que le precedió en el descanso, y después en Ventas, fue un fiel servidor de Dios en cualquiera de las tareas y actividades de la misma. Compartimos con ellos y sus familiares la esperanza de vernos pronto porque «Yo sé que mi Redentor vive, y al final se levantará sobre el polvo. Y después que hayan deshecho esta mi piel, ¡en mi carne he de ver a Dios, a quien yo mismo he de ver! Lo verás mis ojos, y no los de otro. Mi corazón se consume dentro de mi» (Job 19:26-27). SAGUNTO El pasado 10 de enero en la iglesia del CEAS, despedimos en el Señor a nuestra hermana Pascuala Felices (Lina), a los 94 años. Dedicó su vida al servicio de la palabra escrita y, gracias a su labor muchos conocieron al Salvador. Haciendo honor a su apellido, siempre mostraba una sonrisa amable a quien se acercaba, lo que nos lleva a afirmar que fue una cristiana feliz que repartió felicidad a su alrededor. «Secará todas las lágrimas de ellos y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor; porque todo lo que antes existía ha dejado de existir» (Apocalipsis 21:4). ¡Hasta pronto Lina!
TERRASSA El 10 de diciembre fallecía Conchita Raventos. Nacida en Terrassa, pasó toda su vida laboral en Colombia, donde conoció el evangelio y se bautizó. Tuvo 3 hijos, de los cuales 2 siguen en Colombia y uno está en Londres. Diagnosticada de una enfermedad degenerativa, volvió a España donde pasó sus últimos 8 años cuidada y visitada por los miembros de su iglesia. El pastor Jorge Roura ofició su sepelio al cual solo pudieron acudir sus hijos, quienes se vieron rodeados por el cariño y la fraternidad de todos los miembros de iglesia. El pasado 23 de diciembre, nuestra querida hermana Magdalena Valero Campos partió al descanso. Pionera del mensaje adventista en la ciudad, hermana muy querida en la iglesia adventista de Terrassa, amaba profundamente al Señor. Su cariño y esperanza en el Señor perdurarán siempre en quienes la Revista Adventista
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ACTUALIDAD
El 12 de enero fallecía Dolores Sierra, madre de Esther, Eli, Nati y Marta y esposa del pastor jubilado Efraim Saguar. Sentimos la pérdida de tan querida abuela y madre, pronto volveremos a verla en un mundo donde no hay más dolor ni sufrimiento.
conocieron. Desde aquí queremos transmitir todo nuestro cariño a Antonio, su esposo. Y compartimos su sentir con la última frase de una de sus poesías: «Así queridos hermanos que a todos os quiero mucho, y cuando venga Jesús que estemos todos unidos para poder estar con Él, como Él lo ha prometido. Amén.» Acompañamos a todos los familiares con nuestro más profundo y sincero cariño. Pronto podremos volver a disfrutar de su presencia para siempre, sin más lágrimas, dolor, ni pena, cuando regrese de nuevo nuestro Señor.
En la madrugada del 4 de diciembre de 2016 fallecía en el hospital de Sagunto, el pastor Mariano Gómez Huerta a los 91 años de edad. Nacido en Madrid el 9 de octubre del año 1925, hijo de Mariano y Paulina, tuvo siete hermanos: Juanita, Isabel, Santiago, Vicente, Fernando, Joaquina y Ramona. Tuvo que sufrir la muerte prematura de su padre y… la Guerra Civil Española de 1936.
REPORTAJES
Juntamente con su hermano gemelo Vicente fue bautizado en la iglesia adventista a los 16 años de edad y estudió teología en el Seminario Adventista Español de Madrid, dirigido por el pastor Isidro Aguilar. Experimentó diferentes pruebas y vicisitudes por ser fiel en la observancia del sábado durante su prestación del servicio militar en el ejército español de Melilla. El 31 de julio de 1952, fundó un nuevo hogar con Carmiña Seco con la que tuvo dos hijos: Mariano y Berta, en compañía de los cuales llevó a cabo su ministerio como pastor adventista por diversas iglesias y lugares de nuestra geografía: Valencia, El Ferrol, Barcelona, Vigo, La Coruña, Murcia, Bilbao, Lérida, Alcoy, Elche, Alicante, Badalona y Gerona. La familia agradece las muestras de condolencia recibidas y se reconforta con la esperanza en el reencuentro en ocasión de la próxima segunda venida de Cristo. Mariano Gómez Seco, Colegio Adventista de Sagunto. Revista Adventista
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Pascuala Felices García, Lina para los más allegados, pasó al descanso en el Hospital de la Mini Fe de Sagunto, el miércoles 11 de enero de 2017, a los 94 años de edad, rodeada de sus familiares y amigos. ¿QUIÉN ERA LINA FELICES? Había nacido en Barcelona el 9 de diciembre de 1922 en el seno de una familia humilde, su padre era barbero y Lina, la tercera de cuatro hermanas. A la edad de 13 años, en 1936, estalló la Guerra Civil Española y le tocó vivir los horrores y miserias de las guerras: hambre, privaciones… Al término de la contienda cuando ya había alimentos, en un mes engordó 18 kilos. Lina fue forjada en la escuela del dolor y tenía arrestos para enfrentar la vida. Lina se enamoró del joven Miguel Bel Martí cuando ambos tenían 19-20 años de edad; corría el año 1942. Después de 11 años de noviazgo se casaron en Barcelona, en la Iglesia de Loyola en 1953. Miguel padecía una atrofia progresiva y caminaba ayudado de un bastón. La atrofia se hizo tan severa que cayó en silla de ruedas. Tenía un tallercito de zapatero remendón, como se decía entonces. Para Miguel y Lina no eran tiempos fáciles. El 11 de marzo de 1955 les nació el único hijo, Óscar Bel Felices.
En 1963 Miguel estaba reparando calzado y Lina en la trastienda cuando un caballero muy elegante y educado, abrió la puerta y entró, era el colportor Carlos Córdoba. Miguel y Lina hicieron bueno el texto de Salomón: «Compra la verdad y no la vendas» (Prov. 23:23). La adquirieron como un riquísimo tesoro de manos de Carlos Córdoba, quien inició los estudios bíblicos con la pareja y continuaron con los pastores Rafael Hidalgo y Efraim Saguar. El 18 de julio de 1964 el pastor Efraim Saguar bautizaba a Lina en el templo de Guinardó y, unos días después, Miguel era bautizado en un río, lo sacaron de la silla de ruedas y fue sumergido en brazos por el pastor Saguar. Los Bel habían comprado la verdad para vivirla y la incapacidad de Miguel no iba a ser un obstáculo. LINA COLPORTORA Cinco meses después, en enero de 1965, Lina ingresa en el ministerio del colportaje como ocasional, y dos años después adquiriría la máxima categoría hasta la jubilación 23 años después. Los recuerdo en la Convención de Colportores en M-Vallecas de 1967, Lina sentada en el extremo de un banco y Miguel en su silla de ruedas al lado; Lina iría al fin del mundo con su esposo. Sus ventas siempre Revista Adventista
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LINA Y MIGUEL ADVENTISTAS
fueron muy altas y administrativamente perfectas. Y no era solamente vendedora, se calcula que llevó a la fe unas 30 personas. Este espíritu misionero la llevó lejos… Gerona. Eran miembros de la iglesia de Guinardó y a Gerona no había llegado la verdad todavía. En 1967 Lina y Miguel, Vicente Abella y María Naquer, su esposa, y Carmen Cabezas, decidieron colportar en Gerona con el propósito de abrir obra. Por entonces Lina ya tenía coche, un Seat 600 y dicho y hecho; los cinco en el 600 y la silla de ruedas sobre la baca. De lunes a viernes colportando en Gerona, sábado y domingo en Barcelona; la ruta Barcelona-Gerona por aquellas carreteras era de unas tres horas. Alquilaron en Gerona una «vivienda» para los cinco. Era un salón de unos 20 m2, una mini cocina y baño. Con una cortina en el centro hicieron «dos habitaciones»; en una dormían Miguel y Lina y en la otra los demás. Y llegaron los interesados y los bautismos, y finalmente se abrió el primer templo en un primer piso de la Travesía de la Creu con una superficie de unos 35 m2. Era el triunfo de la fe conseguido con oración y mucho trabajo. La fe y el profundo sentido de misión les otorgó el más valioso de los premios. Tenerife. En 1972 la Obra le propone a Lina el traslado a Tenerife para ayudar en el desarrollo del evangelio en la isla. Los tres, Lina, Miguel y Óscar, se instalan entre los tinerfeños, donde Óscar conoce a Cecilia, la que vendría a ser su esposa y madre de sus dos hijas. En 1974 regresan a Gerona como residencia definitiva, Lina y Miguel ya tienen 52 años. Muere Miguel. El 10 de septiembre de 1978 fallece Miguel tras 25 años de matrimonio, el dolor de la separación lo afrontará con entereza y continúa por la nada fácil ruta del colportaje en estado puro, puerta a puerta mañana y tarde. Valladolid. En 1979 el pastor Juan Lozano proyecta una Campaña de Evangelización en Valladolid, donde es muy útil enviar algunos colportores meses antes. La Unión propone a Lina desplazarse a la ciudad castellana formando pareja de colportaje con Clarita Catalán, con el objetivo de visitar puerta a puerta la mayor parte de la ciudad. La Campaña dio como fruto organizar la Iglesia de Valladolid entre cuyos miembros bautizados están Jesús Calvo y Luis A. Fernández, actualmente presidente y secretario de la UAE respectivamente. Finalizando… Lina regresa a Gerona para continuar con una labor que le encanta: ir puerta a puerta presentando nuestros libros y hablando con la gente, como ella me decía. En 1988 a los 66 años de edad y habiendo dejado atrás 23 años de colportaje, abandona la cartera y pasa a la jubilación con residencia en Gerona. Diez años después se traslada a Sagunto al arrimo de sus hijos y nietas, hasta que el pasado 11 de enero de 2017 fue llamada al descanso con 94 años de edad, viva en la fe y llena de esperanza.
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A la vista del largo camino recorrido podemos resumir su vida con el pasaje de Pablo: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor… en aquel día…» (2 Tim. 4:7-8).
Andrés Tejel Almorín, pastor e historiador jubilado.
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Nueva estructura organizativa en el Media Center oficial de la EUD Aunque el objetivo continúa siendo el mismo — inspirar a la gente a acercarse a Dios y acompañarlos en su caminar de fe —, el Media Center oficial de la División Intereuropea EUD cuenta ahora con una nueva estructura organizativa. Desde principios de 2017, el Stimme der Hoffnung (La voz de la Esperanza), Media Center oficial de la División Intereuropea, cuenta con una nueva estructura organizativa. A partir de ahora, los contenidos y los servicios se dividen en cuatro ministerios, cada uno de ellos con un equipo responsable distinto.
El centro de prensa del Stimme der Hoffnun informó que el rápido desarrollo del Media Center en los últimos años, así como la buena dinámica de la obra, han propiciado este cambio en las responsabilidades y el flujo de trabajo en la Voz de la Esperanza. Para más información: www.stimme-der-hoffnung.de Esther Azón, HopeMedia-ANN-España.
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Paulin Giurgi es responsable de las comunicaciones, mientras que Sven Fockner lo es de contenidos; Wolfgang Schick es el responsable del Departamento de Medios de Comunicación y Steffi Wießner del de Finanzas y Administración. Al mismo tiempo, los jefes de departamento también asumen el cargo de directores generales adjuntos. La dirección del Media Center permanecerá a cargo del Pastor Klaus Popa, confirmado en ese puesto por el Consejo de Supervisión.
Dedicación nuevo templo en Cornellà de Llobregat El 28 de enero de 2017 pasará a la memoria de la historia de la Iglesia Adventista porque ese día quedó dedicado el nuevo templo en la ciudad de Cornellà de Llobregat. Atrás quedan varios meses de obras y preparación, también los recuerdos de la querida iglesia en L’Hospitalet de Llobregat. Pero lo importante no son los ladrillos, sino las personas, y el deseo que tienen todos los que forman parte de la membresía de la iglesia de compartir la esperanza de la pronta venida del Señor. Desde el programa de Escuela Sabática, en el que se estudia por clases según edades la lección bíblica trimestral, — que este trimeste versa acerca del Espíritu Santo —, todos, grandes y pequeños, estuvieron involucrados en las diferentes partes del programa. Se contó con la presencia de varios invitados de otras iglesias cercanas e incluso algunas personas que otrora fueron miembros de la iglesia. El servicio de adoración a cargo del pastor Jesús Calvo, fue inspirador, pues recordó a todos las claves para ser servidores de Cristo. Al llegar el momento de la entrega de la Biblia y la oración de dedicación, la emoción se palpaba en el ambiente. Fue muy especial que todos los presentes, juntos, prometieran hacer del nuevo templo un lugar de refugio para todos aquellos que vengan a encontrarse con el Señor. Al finalizar el acto solemne se pasó por otro momento especial donde se realizó una sesión de fotos, y eso a más de uno le hizo recordar la historia de sus vidas y cómo el Señor les ha cuidado desde siempre.
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Por la tarde se continuó con la programación planificada. Con la participación del pastor Jarib Sánchez, se recordaron hechos históricos de la denominación adventista en Cataluña y también de la historia de la iglesia local. El coro de la iglesia alabó al Señor y también hubo momentos de testimonio y varias participaciones musicales más. Según el sentir de todos los reunidos, fue una tarde muy especial. Ninguno de los participantes podrá olvidar este momento, ni todo el apoyo recibido de las oficinas de la Unión Adventista Española y de las iglesias de la zona. Todos los planes que tenian los organizadores en mente, el Señor los ha hecho realidad con creces y, aunque aún hay objetivos que alcanzar, todos están seguros de que, con la ayuda de Dios, se conseguirán. Termino con un deseo que todos los que hemos participado en este evento tenemos: «Que el Señor bendiga a cada iglesia, a cada grupo, a cada creyente para que mantengamos nuestra esperanza viva». Agradecemos de manera especial a todos los hermanos que han colaborado para hacer realidad este proyecto: a los miembros del consejo de iglesia, a la comisión de obras y al pastor Jonatan Dolçet. Madalina Cristea, corresponsal en Cornellá. Revista Adventista
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9 formas de ser solidario durante todo el año La solidaridad no debe ser una virtud relegada solo a la Navidad. Si bien en las fiestas navideñas proliferan las campañas solidarias, hay muchas formas de ser solidario durante todo el año. Si deseas realizar tareas de ayuda, cuentas con un amplio abanico donde elegir. 1. Contribuye económicamente. Existen muchas formas de hacer aportaciones económicas a causas solidarias. Lo puedes hacer de forma puntual para un proyecto concreto, o de forma permanente asociándote o adquiriendo un compromiso de aportación fija periódica como ocurre, por ejemplo, con los apadrinamientos. Además, las nuevas tecnologías han facilitado mucho las formas de pago, de manera que, sin moverte del salón de casa, a través de internet, puedes aportar tu pequeño granito de arena. 2. Comparte con quien más lo necesita. Existen un montón de opciones que te permiten ayudar a los que más lo necesitan. Por ejemplo, cuando vayas a hacer la compra semanal de tu casa, puedes hacerla por duplicado para entregar esa compra extra a alguna familia necesitada o a algún albergue. Un caso de este tipo de acciones es la iniciativa de los #cafespendientes, gracias a la cual, cuando tú te tomas un café, puedes dejar otro pagado para quien no pueda costeárselo. 3. Dona objetos y enseres personales.
Por su parte, la ONG Humana, recoge ropa usada. Aproximadamente el 12 % de esa ropa está en buen estado y es susceptible de ser vendida, por lo que se destina a las tiendas de ropa de segunda mano de Humana España. Alrededor del 48 % también se vende a pequeños comerciantes de África para reactivar la economía local. El 32 % es ropa muy desgastada, inservible, que se recicla a través de empresas especializadas. Mientras que el 8 % restante es ropa no reutilizable fabricada con tejidos no reciclables que se envía directamente a los vertederos. Con todos estos procesos, Humana consigue recursos económicos para sus proyectos de cooperación para el desarrollo. 4. Ofrece tu tiempo y afecto. Si no tienes ni dinero ni cosas materiales que ofrecer, esa no es una excusa para no ser solidario, siempre puedes ofrecer tu tiempo colaborando como voluntario en campañas eventuales, pero constantes como, Revista Adventista
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Esta es una buena fórmula si tu economía personal no es la más boyante pero quieres colaborar ofreciendo lo que tienes. Si tienes libros que ya no lees y no sabes qué hacer con ellos, puedes entregarlos a la librería solidaria Libros Melior, que vende libros de segunda mano, donados por particulares y organizaciones, y destina los fondos recaudados a financiar las actividades y campañas de la Fundación.
por ejemplo, las de recogida de alimentos. También se puede hacer de forma continuada colaborando semanalmente con alguna ONG que trabaja con niños, mayores, discapacitados o personas en riesgo de exclusión. Este tipo de proyectos suelen prestar especial atención a las necesidades afectivas además de las económicas. Así, los voluntarios de la Asociación Infantil Oncológica de la Comunidad de Madrid (ASION) tratan de ser un pequeño oasis de diversión para los niños que, con su alegría, son capaces de infundir nuevas energías a sus padres y los familiares que los acompañan en la dura lucha contra el cáncer infantil. 5. Participa en actividades de sensibilización. Esta labor es muy amplia y va desde lo que promulga el famoso refrán de «predicar con el ejemplo» hasta la labor de difundir las campañas por doquier. Hay que compartir las campañas de sensibilización con la versión clásica del tú a tú con las personas de nuestro entorno, o a través de las nuevas tecnologías y las redes sociales que multiplican exponencialmente la difusión y el alcance. Así, gran parte de la labor de la Fundación Melior comienza con la sensibilización social y la promoción de un cambio de pensamiento. Utiliza su web melior.is y sus redes sociales para crear una comunidad convencida de ser motor de cambio. No obstante, la sensibilización de Melior traspasa internet para materializarse al lado de los que son el futuro de esta sociedad: los niños. Aprovecha el bagaje y la experiencia de los mayores con el grupo de cuentacuentos «Los mayores también cuentan» que imparte la unidad lúdico-didáctica acerca de la solidaridad desarrollada por Melior. Estos recursos están disponibles para que los que lo deseemos, podamos utilizarlos con nuestros hijos e infundirles el espíritu solidario. 6. Organiza tu propia campaña solidaria. Si eres una persona inquieta, siempre puedes desarrollar tu propia acción solidaria, como por ejemplo encargarte de organizar un mercadillo solidario en tu vecindario para recaudar fondos para la campaña o proyecto que desees o incluso llevar a cabo tu propio proyecto si eres más osado. 7. Lánzate a la aventura. Los programas de voluntariado internacional permiten vivir una experiencia única en otros países. Este voluntariado se suele realizar en los periodos vacacionales de los voluntarios que convierten sus días de descanso en unas vacaciones solidarias a menudo más reconfortantes que los días de sol y playa en resorts de turismo y ocio. Así, hay organizaciones específicamente especializadas en programas de voluntariado internacional, como es el caso de Cooperatour, que lleva a cabo proyectos en América Latina, India y Nepal. 8. Sé solidario con el medioambiente.
SOLIDARIDAD
Este es otro tipo de solidaridad que implica desarrollar la conciencia ecológica y la responsabilidad medioambiental. Esto se puede simplificar en estar comprometido con un correcto reciclaje, por ejemplo. Sin embargo, también puede incluirse dentro de otro tipo de campañas solidarias como las mencionadas anteriormente de donación de objetos y enseres personales, que cumplen una doble función: La de ofrecer recursos para recaudar fondos y la de dar una segunda vida a las cosas que ya no utilizas, contribuyendo así a un mejor aprovechamiento de los recursos y a la conservación de nuestro planeta Tierra. 9. Sé solidario con la donación de órganos. Hay personas que no necesitan recursos económicos o ayuda, lo que necesitan es salud. Para ayudar a esas personas podemos donar sangre, hacernos donantes de órganos o incluso de médula. Sin embargo para poder practicar esta solidaridad, debemos desprendernos del miedo. El temor nos frena a la hora de participar en este tipo de acciones que, sin embargo, pueden salvar vidas. Si quieres saber dónde se te necesita, no dejes de inscribirte en la Plataforma del Voluntariado de España, que cuenta con un buscador de voluntariado presencial, con las ofertas de ONG clasificadas por ámbito y localidad, y un mapa del voluntariado, con las organizaciones más cercanas donde poder colaborar. También hay directorios de demandas de voluntarios en voluntariado.org y hacesfalta.org. Martina Calzada, Fundación Melior. Revista Adventista
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Un desconocido en el camino La parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-37) nos invita a ayudar con amor y compasión a los desconocidos que encontramos en nuestro camino. Mi padre era uno de ellos. Esta es su historia. Nació en Croacia, que por aquel entonces formaba parte de Yugoslavia, pero mi abuela lo trajo a Estados Unidos cuando aún era niño. Toda su vida soñó con regresar a su patria y, por fin un día, billete en mano, estuvo listo para volver. Cuando se acercaba la fecha de su viaje me llamó por teléfono y me dijo que la noche anterior había sentido como una explosión en la cabeza, que estaba débil y no podía caminar bien. Sospeché que mi padre había sufrido un leve derrame cerebral. Con urgencia le aconsejé: «No vayas a Yugoslavia, papá; ve a ver al médico» y, aunque era muy testarudo, accedió a mi pedido. El médico lo examinó, le hizo algunas pruebas y le pidió que volviera en un par de días para ver juntos los resultados de los análisis. Llegado el momento, en lugar de volver a la consulta del médico, mi padre nos dijo: «Me siento bien. Salgo para Yugoslavia». Y así lo hizo.
Llegó la fecha en que mi padre debía regresar, y mi hermano fue a buscarlo al aeropuerto de Detroit. Los pasajeros salieron del avión, pero papá no estaba entre ellos. Mi hermano me llamó enseguida y, en ese momento, se me pasaron por la mente tres palabras: «Ataque al corazón». Supuse que recibiría alguna noticia de mi padre, pero no fue así. Por fin, dos días después, llegó un telegrama con un breve mensaje: «Su padre está en el hospital. Ataque al corazón». No decía nada respecto a su estado actual ni a su localización. Creí que recibiría un nuevo mensaje con mayores detalles, pero tampoco fue así. Decidí llamar a la embajada de Estados Unidos en Zagreb, la capital de Croacia. Una señorita contestó el teléfono y, bondadosamente, se ofreció a localizar a mi padre y telefonearme. Al día siguiente llamó y me dijo: «Lo siento, Sr. Blazen, su padre ha sufrido un ataque al corazón y se encuentra grave en un hospital», y se despidió con tiernas palabras de consuelo. Me di cuenta de que papá estaba a punto de morir y deseé fervientemente estar a su lado antes de que eso ocurriera. Yo nunca había estado en Yugoslavia y necesitaba orientación respecto a mi viaje y Revista Adventista
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Desde allí recibí una postal suya. Había llegado a Split, una ciudad costera sobre el Adriático. En la postal me describió la región como un lugar muy hermoso, pero también me contó que llevaba un ritmo muy acelerado; viajaba con amigos y se sentía… La frase estaba sin terminar; una línea sinuosa señalaba el recorrido del lápiz que se salía del margen, y eso me preocupó.
permanencia en ese país, quizá por un tiempo prolongado. Repasé la lista de estudiantes yugoslavos que se encontraban en la Universidad Andrews, donde trabajaba. Al azar, elegí el nombre de un estudiante casado del Seminario de Teología y, al visitarlo, me dio consejos útiles y me dijo que haría algunos preparativos para mi llegada. Poco después tomé el avión rumbo a Yugoslavia. ¿Llegaría a tiempo? Al llegar allí me enteré de lo que le había sucedido a mi padre: El día anterior a su regreso, visitó el lugar donde había nacido el mariscal Tito, ex presidente de Yugoslavia. Mi padre lo admiraba porque Tito había combatido contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. La casa natal se encontraba al pie de una colina muy alta en cuya cumbre había una tienda de recuerdos y un restaurante. Mi padre estaba más o menos a dos tercios de la cima de la colina cuando sintió un intenso dolor en el pecho a causa del ataque al corazón que estaba sufriendo. A pesar de todo, subió el tercio que quedaba y, al llegar a la cima, se desplomó. A partir de ese momento se sucedieron eventos inesperados. Yo me había criado en el seno de una familia católica, y la relación con mi padre había sido muy difícil durante mi adolescencia cuando decidí convertirme al adventismo. Él se enojó en gran manera y dejó incluso de considerarme su hijo. Poco imaginaba yo que a partir de su colapso en la cima de esa colina, al final de su vida, mi padre iba a tener tantos contactos con adventistas. Desde la colina trasladaron a mi padre a toda prisa a una clínica, y una médico adventista le aplicó una inyección directamente en el corazón que lo mantuvo con vida hasta que lo llevaron al hospital de Zagreb. La hermana de la médico, otra doctora adventista, trabajaba en ese hospital. Ella y otra enfermera adventista que trabajaba allí comenzaron también a visitar a mi padre.
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Aunque parezca increíble, los padres de la esposa del seminarista yugoslavo a quien yo había pedido consejo vivían al lado del hospital. Este matrimonio visitó todos los días a mi padre. Le llevaron alimentos, aunque él se sentía demasiado débil para ingerirlos, y le prepararon jugos de fruta, alguno de los cuales pudo beber. Confortaron su dolorido cuerpo, lo ayudaron a levantarse y a acostarse y, además, le hablaron de Jesús. Cierto día, le preguntaron con afecto si había entregado su corazón al Señor y, con toda sinceridad, dijo que sí. Mi padre se había acercado al Señor porque, como en la parábola del Buen Samaritano, alguien se había acercado compasivamente a él, un desconocido a la vera del camino. Todo eso había ocurrido antes de que yo llegara a Yugoslavia, pero aún sucederían grandes cosas. Al salir del avión en Zagreb, me abordó un señor alto, de apariencia distinguida, quien me dijo que me llevaría al hospital. Sin duda aquello formaba parte de los «preparativos» que el seminarista había hecho para mí. Rumbo al hospital, le dije a mi generoso anfitrión: «Supongo que es usted uno de los pastores de la ciudad», y me respondió: «Se podría decir que soy algo así». ¡Era el presidente de la Asociación Adventista! ¡Qué honor! Yo era un desconocido y él había venido a ayudarme. Qué contraste con los dos clérigos de la parábola, el sacerdote y el levita, que no quisieron servir a un desconocido gravemente herido. Viví un momento inolvidable cuando entré en la habitación de mi padre en el hospital; él no sabía que había venido a verlo. Lo encontré sentado en el borde de la cama, sostenido por la enfermera y, al verme, noté cómo una creciente sonrisa se dibujaba en su rostro. Me invadió un torrente de emoción. Había llegado a tiempo; la bendición de Dios era evidente. Cuando comenzamos a hablar, mi padre me dijo cosas que nunca olvidaré. Durante muchos años había Revista Adventista
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anhelado que llegara a conocer al Señor y abrazara la fe adventista. Sus palabras fueron: «Si de él sale gente como esta, yo quiero formar parte de ese pueblo. Son gente noble». Con «gente como esta» se refería a los hermanos adventistas que habían estado visitando y cuidando del desconocido que habían encontrado a la vera del camino. Poco después mi padre dijo: «Si salgo vivo de aquí, quiero bautizarme para unirme a estas personas». ¡Increíble! ¿Qué lo había llevado a tomar esa decisión? No había sido una doctrina, sino un grupo de adventistas que irradiaban el amor de Cristo. Esto se sumaba a lo que había sucedido antes de que papá viajara rumbo a su patria. Cada año acudían a la Universidad Andrews yugoslavos adventistas procedentes de toda América del Norte para celebrar un congreso en el contexto de su cultura. Se me ocurrió que debía invitarlo a esas reuniones para que escuchara de nuevo su idioma natal y la música ejecutada con instrumentos que él mismo solía tocar. Aceptó la invitación y disfrutó mucho de la experiencia. A la hora del sermón del sábado predicó el pastor Teodoro Carcich, croata de nacimiento que entonces era uno de los vicepresidentes de la Asociación General de la Iglesia Adventista. En un momento de su sermón comenzó a referirse a la marca de la bestia. Me preocupé pensando en cómo reaccionaría mi padre católico, sentado junto a mí. Comencé a orar en silencio: «Amado Señor: Ayuda al pastor Carcich a cambiar de tema». De repente, el predicador dijo: «En la zona del Estado de Washington, donde yo vivo, hay muchos católicos. ¿Saben? La única manera de atraer a un católico hacia la Iglesia Adventista es amándolo de corazón».
Un día, papá me dijo en su habitación del hospital, en presencia del presidente de la Asociación: «Pon tu mano derecha junto a la suya». Nuestras palmas y nuestros dedos quedaron paralelos. Entonces papá rodeó nuestras manos con las suyas y dijo, mirándome a los ojos: «Tú eres mi hijo». Y volviéndose hacia el presidente le dijo: «Usted es mi amigo». Sus palabras contrastaban con las que me había dirigido años antes: «Ya no eres mi hijo. ¡No hay lugar para ti en esta casa!». Ahora, en los momentos finales de su vida, declaró solemnemente que yo era su hijo, y creo que, en ese momento, nuestro Padre celestial también se inclinó hacia él y le dijo tiernamente: «Y tú eres mi hijo». Los medicamentos que se le habían administrado a mi padre no habían aliviado sus fuertes dolores. Supe después que el ataque había destruido dos tercios de su corazón y su circulación era tan pobre que los dedos de los pies habían empezado a gangrenarse. El dolor y la sensación de frío eran intolerables. Le rogué al doctor que le administrara un analgésico más potente y, después de reflexionar un poco, me dijo que un medicamento más fuerte podría causarle un paro cardíaco. No obstante, decidió administrarle morfina, sumiéndolo en una dulce somnolencia. Esa tarde, dos personas que había conocido me invitaron a cenar. Con papá descansando en el hospital, Revista Adventista
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¡El pastor Carcich estuvo más acertado de lo que jamás pudo imaginar! Después del sermón, mientras papá conversaba con algunos, le pregunté al pastor Carcich si le gustaría conocer a mi padre. Respondió con un entusiasta: «¡Por supuesto!», y avanzó rápidamente en dirección a mi padre, como si fuera un tanque yugoslavo. ¡Uy! Le dio un abrazo gigantesco. Papá era un hombre grande, pero mi querido pastor era más grande aún, y todo lo que quedó a la vista de mi padre fue su rostro lleno de asombro. La expresión del amor y aceptación de los adventistas resultó conmovedora. Las palabras y las acciones del pastor Carcich fueron un anticipo de lo que iba a ocurrir en Yugoslavia tiempo después.
nos fuimos en automóvil hasta un restaurante lejano. Regresamos después de medianoche, y creí que me llevarían directamente al hotel; sin embargo, me preguntaron si quería ver a mi padre antes de irme a dormir. Acepté, y pocos momentos después me encontraba en la sala de terapia intensiva del hospital. En la quietud del momento, sin enfermeras presentes, me acerqué a la cama de papá. Estaba recostado sobre su almohadón, tal como lo había dejado. Le puse la mano encima y oré: «Amado Padre celestial: Perdónale sus pecados y recíbelo en tu reino eterno». Más o menos una hora y media después papá falleció. ¡Qué privilegio haber podido pronunciar una bendición sobre la persona que posibilitó mi presencia en este mundo! Cuando era niño, papá me contó que una noche había tenido un sueño en el cual se le había señalado que debía dedicar diez días a Dios, y en varias ocasiones le pregunté si le había dado a Dios esos diez días. Siempre me contestaba: «No todavía, pero lo voy a hacer». Lo notable es que yo pasé diez días con mi padre en el hospital, y falleció en el día número diez, el día que los católicos denominan: «Día de Todos los Santos». Creo que mi padre, católico como era y adventista como llegó a ser, está incluído en la lista de los santos, como llama Pablo a los cristianos sinceros, y que los diez días que pasé con él, fueron los diez que se le habían pedido que ofreciese a Dios. Nunca debemos abandonar la esperanza en la salvación de un persona. La gracia de Dios se puede manifestar en cualquier momento, aún en medio del sufrimiento, incluso al final de la vida.
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Antes del fallecimiento de papá, la enfermera del turno de noche dijo algo impactante: «Dios no es bueno. Yo soy buena». No era una blasfemia; quería decir que ella estaba haciendo todo lo posible para aliviar al paciente, mientras parecía que Dios no estaba haciendo nada por él. ¿Dónde estaban las evidencias de su poder? Sin embargo, yo sé que Dios estaba allí. Su presencia invisible estaba obrando en medio de los sufrimientos de mi padre. El Señor no le quitó sus dolores, pero su providencia lo guió a una sincera conversión, a conocer a Dios como su Salvador y Señor. Cuando papá despierte en la resurrección, se encontrará en los amantes brazos de Dios. Pastor Carcich, usted tenía razón. El amor que los adventistas manifestaron a mi padre lo condujo hasta el Dios de amor. Y Elena G. de White estaba en lo cierto cuando escribió: «El último mensaje de clemencia que ha de darse al mundo, es una revelación de su carácter de amor» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 342). Eso ha de ocurrir por medio de nosotros, los siervos de Dios, al brindar amor y cuidado afectuoso a todo desconocido que encontramos en nuestro camino. Ivan T. Blazen, profesor en la Universidad Andrews, EE.UU.
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