Angel Fuentes

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Notas sobre el Álbum de Familia ( en la Fototeca de la Diputación de Huesca)

De las formas plurales adoptadas para la difusión y custodia de la memoria fotográfica, pocas han sido tan infravaloradas como la de sus álbumes. El nacimiento de la fotografía se dio en el seno de una sociedad en que las áreas del conocimiento científico alcanzaban esa inercia poderosa que requiere

la

interpretación

comprobables. El siglo

XIX

de

los

fenómenos

en

parámetros

no es solo un tiempo de duelos a pistola,

valses y princesas; en él se asentaron las sólidas bases de casi todas las ciencias. Pese a los tremendos avances en el entendimiento del mundo gran parte de la sociedad llevaba a cabo una vida anclada al lugar de nacimiento y en la que los escasos viajes abarcaban unos pocos kilómetros y evidentes riesgos. La memoria documental de la mayoría del paisanaje estaba basada en la propia experiencia o completada por las tablas del retablo de la iglesia local y su imaginería. El árbol genealógico, a partir de los abuelos, carecía de rostros y los miembros de la familia fallecidos antes de esa edad en que son posibles los recuerdos, estaban doblemente vacíos. En 1839 Louis Jacques Mandé Daguerre (1787-1851) presentó sus registros realizados sobre una lámina de plata

sensibilizada a los


vapores de yodo y revelada al vapor de mercurio. Los originales, positivos directos de cámara, carecían de negativo por lo que cada uno era único y de difícil difusión. En 1841 William Henry Fox Talbot (18001877) patentó la calotipia, procedimiento sobre papel sensibilizado con nitrato de plata y ácido gálico, que permitía la obtención de una matriz negativa capaz de producir un alto número de copias sobre papeles a la sal; la imagen única y la imagen múltiple se abrieron paso en una sociedad ávida de la información que trasladaban aquellos primeros registros, que estaban destinados a un público muy minoritario, compuesto por la élite social y económica, sociedades científicas y familias reales. En la década de los años cincuenta del siglo

XIX,

una sucesión de técnicas

y de patentes abrirán las puertas de lo fotográfico a todos los anillos de la esfera social. En 1850 Louis Désiré Blanquart-Evrard (1802-1872) presentó la técnica de las copias a la albúmina, un año más tarde Gustave Le Gray (1820-1884) acortó los tiempos de exposición mediante los negativos al colodión húmedo sobre vidrio y en 1854, André Adolphe Eugène Disdéri (1819-1889), patentó el sistema de impresión que combinaba un negativo obtenido mediante el uso de múltiples objetivos en el montante delantero de la cámara (4, 8 y 10) y una sola impresión sobre una hoja de papel albuminado copiado por ennegrecimiento directo; el resultado, tras el guillotinado de cada registro y su montaje


sobre

un

soporte

secundario

de

cartón

eran

varias

imágenes

(generalmente 8) en el nuevo formato (6,7 x 10,8 cm) al que denominó «tarjeta de visita». Las copias al papel albuminado eran fáciles de preparar y muy económicas de producir, ello permitió que acudir al gabinete del fotógrafo fuera asumible para casi cualquier economía. Presidieron el nacimiento de la industria fotográfica y estuvieron en uso hasta 1929. La combinación de los negativos de colodión húmedo, las copias a la albúmina y el formato tarjeta de visita produjeron profundos cambios en una sociedad que supo crecer con las nuevas herramientas que trasladaban flujos formidables de conocimiento. Tarjetas de visita, tarjetas de gabinete y pares estereoscópicos fueron coleccionados con avidez. La fotografía abandonó la esfera de la memoria familiar y trajo la identidad de reyes y Papas, de las celebridades de la escena o la arena, de la ciencia, de la literatura a las gentes. Los álbumes anteriores al nacimiento de la industria fotográfica eran bloques de texto compuestos por cartulinas de pulpa de trapo de algodón o lino y primorosamente encuadernados; herederos de los utilizados para componer herbarios, las copias fotográficas se adherían median pastas vegetales como los engrudos de distintos almidones. Algunos protegían la superficie de los originales con hojas de papel cristal incorporadas entre cada una de las páginas. Los álbumes que recogen

etapas

fundamentales

de

nuestra

historia

fotográfica,


pertenecen a esta tipología. En 1861 O.G. Mason (1830-1921) obtuvo la primera patente en los Estados Unidos para álbumes fotográficos de tarjetas de visita. El formato octavo, realizado en 25 0 50 hojas permitía albergar 50 0 100 originales, el cuarto 400 y el doceavo entre 6 y 12. Estaban realizados en hojas de cartón troquelado a la medida de la tarjetas de visita y vestidas con hojas de papel que presentaban un canal por donde posicionar las fotografías; permitían alojar 2 originales por nicho. Realizados de manera industrial, su precio resultaba muy atractivo y pasó a ser el arca donde se depositaba la memoria familiar. En el cambio del siglo

XIX

al siglo XX el

auge del formato Tarjeta Postal desposeyó a los registros del uso de soportes secundarios y la llegada de materiales de toma y copiado ya fotosensibles conocimientos

y

de

las

primeras

específicos,

cámaras

ampliaron

la

que

no

memoria

requerían familiar

a

de las

fotografías de los aficionados. Los álbumes cambiaron para adaptarse a las necesidades de los nuevos formatos y a la cantidad de los nuevos materiales. Los ponentes que me han precedido, José Miguel Pesqué y Valle Piedrafita, han asentado los criterios que establece el Mandato, la Misión, las Metas y los objetivos de la Fototeca de Huesca, institución con quien nuestra deuda es impagable y cuyo trabajo es fundamental para el profundo entendimiento de la memoria gráfica de la comunidad


y el territorio de Huesca. Ello me permite centra mi intervención en los álbum de familia que custodian y en las especificidades de su conservación. El álbum es algo más que un continente que faculta un ordenamiento de las copias y provee a los contenidos de cierta protección; el álbum es el objeto fotográfico y el bien cultural. No es un artefacto prescindible que puede ser alterado según marquen las necesidades de la explotación cultural de los registros. El álbum es un ejercicio de redacción, un discurso complejo, escrito por quien compuso la puesta en página de cada imagen. De igual forma que no podemos manipular el orden de los capítulos de libro o de las tablas de un retablo, la deontología que preside la custodia patrimonial no nos faculta a establecer alteraciones en un guión que no hemos redactado. Salvo en los casos extremos que la inestabilidad química o biológica del continente amenace la integridad del contenido el álbum no permite ninguna alteración. La Fototeca de la Diputación de Huesca no es pródiga en la cantidad de álbumes de familia porque quienes han ofrecido sus fondos y archivos a su custodia se han reservado las esferas que afectan a la estricta memoria familiar y que, por ello, no suelen formar parte de los fondos que se ofrecen. A diferencia de los álbumes de Charles Clifford (18301863) o Félix Teynard (1817-1892) que fueron divulgados mediante cuidadas ediciones y cuyos contenidos eran demandados por amplios


sectores del mundo de la cultura, el álbum de familia es un ejemplar único que afecta al edificio sensible de un círculo reducido al entorno más próximo de unos pocos individuos y a los intereses o aficiones de los mismos. La Fototeca recoge entre sus fondos

muy interesantes

ejemplos de los álbumes de familia originales compuestos por fotógrafos como Ricardo Compairé, Alberto Boned, Vicente Cajal, Saúl Gazo, Mariano Gómez Zamora, José Oltra o la familia Eras; los ejemplares incorporados mediante la conversión digital de álbumes cuya custodia ejercen familiares y propietarios dispara la cualidad y la cantidad de los fondos consultables. Un claro ejemplo de cooperación para una custodia compartida es la cuidada digitalización de los extraordinarios álbumes sobre el Pirineo Aragonés compuestos por el barón Bertrand de Lassus.


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