Suplemento 08/08/2016

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suplemento del diario Ultima Hora

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Acarigua, 8 de agosto de 2016

Trabajo y esperanza En la ciudad de Araure cuyas calles necróticas y heridas de desidia apenas soportaban la lluvia que formaba profundas charcas y parecía haber ahuyentado a la gente, daba la sombría sensación de asolamiento y, sin embargo, en uno de los negocios que diariamente abre sus puertas a pesar de la merma de clientes, conseguimos a Blas Lucena y Rogelio Parra, quienes aseguraron que para salir de la crisis son necesarios el trabajo constante y la esperanza, convertidos en compromiso con la nación.


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Dirección: Néstor Ramírez Paz Coordinación: Johnny E. Mogollón E. / C.N.P. Nº 20572 Reportero gráfico: Luis Marchán

Editado por Editorial Llano Adentro C.A. Av. Eduardo Chollet, Acarigua, estado Portuguesa Telfs.: 0255 - 6211144 / 6212353

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Allí, pasadas las tres de la tarde, en una de esas calles que alguna vez transitó Don Simón José Antonio, de camino hacia la ahora derruida casa donde le dieran aquella mítica fiesta, encontramos a los señores Blas Lucena y Rogelio Parra, en un pequeño taller de reparaciones

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En la Araure ahora melancólica, que ha sido sacada de la lontananza pétrea de su historia libertaria por la necrosis de sus calles sometidas a la indolencia y casi abandonadas debido a la lluvia que se cernía sobre ellas como un oscuro presagio, es una imagen que quizá nadie mayor de veinte años soñó jamás, ni siquiera en sus más sombrías pesadillas. La sensación de asolación, de pueblo agónico, de aceras mortecinas y vecinos anónimos resguardándose de un mundo que ya no espera por ellos es, cuando menos, desoladora.

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ACARIGUA/ Johnny E. Mogollón E.

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“En estos tiempos uno no puede darse el lujo de echarse a dormir”

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La situación del país “se está comiendo nuestras ciudades”, coinciden los araureños Blas Lucena y Rogelio Parra


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eléctricas para automóviles, a la espera de los primeros clientes del día. Don Blas que ha tenido la suerte de pisar el territorio, aún desconocido para muchos, de los 70 abriles, armado de un ejemplar de Ultima Hora en las manos y la voz cansina pero a la vez firme y añeja de quienes han vivido acumulando la experiencia en los huesos, nos contó que ante la imposibilidad de trabajar, cada día hace lo posible por visitar el taller que es propiedad de su hijo José Luis Lucena, y ver en qué puede ayudar porque “uno no puede darse el lujo de echarse a dormir, menos en estos tiempos”. El tema de la crisis económica que nos sigue a todas partes como la sombra maligna que es, no pudo faltar, el señor Rogelio que diligentemente seleccionaba piezas desvencijadas para saber cuáles podía reutilizar, en el caso de que un cliente así lo pidiese, y cuáles debía poner en el bote del reciclaje, fue enfático en afirmar que la situación del país “se está comiendo nuestras ciudades”, que la economía en evidente deterioro ha impactado muy negativamente a la industria de las autopartes y


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El señor Rogelio detalló que en los 30 años que lleva trabajando como electromecánico jamás se había visto con tanta frecuencia que los clientes pidiesen tan pertinazmente que se saltasen la política del taller que los insta a colocar refacciones nuevas, para colocar repuestos usados o reconstruidos

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Ambos coincidieron en que el taller puede pasar hasta tres días a la espera de clientes, es una situación que les preocupa pues de ello depende el sustento de sus familias, “y con lo costoso que está la comida, ya sabrá usted como estamos, no está nada fácil, uno hace un dinerito cada tanto y en poco tiempo de esfuma, más cuesta conseguirlo que gastarlo comprando a los revendedores, porque uno no puede perder un día de trabajo para ir a hacer una cola en la que sólo conseguirás uno o dos productos que no alcanzarán para nada”.

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que, en parte, ello ha contribuido a la merma cada vez más acentuada de clientes que demanden sus servicios.


que les permitan bajar a su mínima expresión los costos de la reparación. Por su parte, don Blas dijo que “Lo reconstruido es lo que más sale, es más económico y la gente no tiene cómo comprar nuevo, por eso lo buscan tanto, para ahorrar un poco”. Don Blas y el señor Rogelio recordaron con nostalgia los tiempos en que si bien hacía falta esfuerzo, se podía, con trabajo y perseverancia, obtener lo que se quisiera, el cielo era el límite entonces, ahora en cambio todo parece ser inaccesible, incluso el futuro, que cuela por las rendijas de nuestra propia historia y nos ha dejado estancados en la oscuridad.

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Llegada la hora dejamos atrás a esos dos araureños de amplia conversa, no sin que antes dejasen en claro que “no hay mal que dure cien años” y que, más temprano que tarde, la lluvia se irá y con ella la noche plutónica y los oscuros presagios, pero para ello es necesario que arda la llama de la voluntad, del trabajo consecuente y de la esperanza convertida en esfuerzo diario y compromiso por la consecución de la nación que queremos, y entonces, tímidamente comenzó a salir el sol de entre las nubes plomizas, llenando de esa luz dorada y premonitoria las aguas de los charcos endémicos de la ciudad tricentenaria.


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