Heterodoxia

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HETERODOXIA (Del gr. ετεροδοξια) In memoriam de la revista on-line Heterodoxia. REDACCIÓN Armando López Jiménez Cristina Lores Eliso Eduardo Torres Asensio José Antonio Jiménez Macías José Carlos Merino Barba María Jiménez Berlango Natalia Marina Pérez Muñoz Paola Benito Fernández Pedro Sánchez González Rafael Elena Torremocha Salvador Sánchez de Benito Samuel González González DIRECCIÓN EDITORIAL Txus Marcano DISEÑO Y MAQUETACIÓN Gladys Yolanda González Guarnizo IMPRESIÓN Y ENCUADERNACIÓN GRÁFICAS CALVENTE


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Editorial 6 Mensaje en una botella 8 Libros que nadie quiere leer 16 Rendimientos decrecientes 20 La utop铆a de la inclusi贸n 30 La ra铆z ideol贸gica del Malthusianismo 48


Después de años repitiendo que en España no había una mayoría de monárquicos, sino de juancarlistas, ahora que el rey se va descubrimos que no, que el juancarlismo no era para tanto: que lo que de verdad hay aquí son republicanófobos. Gente que tiene miedo a una república, que prefiere ni intentarlo, que elige lo malo conocido y que me quede como estoy. Solo así, desde esa republicanofobia, desde esa inquietud por lo que pudiese traer una república, se entiende el argumentario que estos días manejan tantos, y que convierte el debate democrático sobre la forma de Estado en un debate tramposo: «mejor una monarquía sueca que una república norcoreana o siria»; «mira cómo acabó la de 1931»; «imagínate una república presidida por Aznar»; «bastantes problemas tenemos ya como para abrir ese melón»… El argumentario lo usan los monárquicos, sí, pero sobre todo quienes dicen tener «alma republicana», pero cuando les preguntas te dicen que no, que mejor lo dejamos, que no es el momento, para qué vamos a meternos en ese berenjenal. ¿A qué tienen miedo los republica-


nófobos? ¿Qué calamidad podría traernos una república? ¿Que se hundiese la economía y millones perdiesen el trabajo? ¿Un empobrecimiento generalizado? ¿Malnutrición infantil? ¿Corrupción sistémica? ¿Inestabilidad política? ¿Un jefe de Estado con cuentas en Suiza, amistades peligrosas y patrimonio dudoso? Es decir: ¿de verdad piensan que una república puede ser más calamitosa de lo que ya lo ha sido esta monarquía parlamentaria? ¿Tienen fantasía suficiente para imaginar una ruina económica, social y política mayor de la que nos ha traído el sistema actual? Y sin embargo, reconozcámoslo: la republicanofobia es una realidad. Que después de tantos escándalos, con el deterioro imparable del rey y su familia en los últimos años, todavía sean más los partidarios de la monarquía que de la república; y que haya bastado un leve maquillaje abdicatorio y rejuvenecedor para que aumente su respaldo, demuestra que ese miedo a la república está ahí, de fondo, y es muy fuerte. Lo saben los antirrepublicanos (no confundir con los republicanófobos), que estos días cargan las tintas para alimentar el temor ciudadano a que un cambio de sistema traiga inestabilidad, caos, enfrentamiento. Y lo saben también aquellos republicanos que estos días, en un movimiento táctico, evitan hablar de república, incluso nombrar la palabra, para a cambio hablar de democracia, capacidad de decisión, referéndum, con cuidado de no asustar a los asustadizos republicanófobos.

Lo saben también los monárquicos, la corte política y mediática del todavía príncipe. Algunos de ellos incluso coquetean con la posibilidad de convocar un referéndum, con la seguridad de ganarlo y así legitimar a Felipe VI y a la monarquía por mucho tiempo. Cuidado, republicanos, que estamos pidiendo un referéndum, y como nos lo den tenemos un problema. De la republicanofobia tienen culpa los antirrepublicanos, que llevan décadas agitando el coco de la república fallida, violenta y guerracivilista. Pero también tenemos parte de responsabilidad los republicanos, que durante años no hemos hecho suficiente pedagogía republicana, y nos hemos conformado con una nostalgia tricolor muy identitaria pero más bien inofensiva. Sí, la experiencia republicana de 1931 es parte de nuestra memoria democrática, y así será siempre. Pero su evocación no nos ayudará a traer una república en 2014. Y créanme que lo digo con dolor. El reto es ser capaces de construir un proyecto republicano donde quepan todos, también quienes no se reclaman de esa tradición, quienes prefieren la rojigualda a la tricolor, quienes no son monárquicos, incluso pueden ser antimonárquicos, pero no por ello acaban de decirse republicanos.

imagínate una república presidida por Aznar

ZONA CRÍTICA | ELDIARIO.ES ISAAC ROSA 7




Querido lector, Siento de verdad que tengas que leer estas líneas. Has llegado aquí porque estás desesperado, y porque necesitas entender. Entender qué es lo que ha pasado. Entender por qué tu vida se ha ido al garete, y por qué todo el mundo parece estar volviéndose loco. Probablemente aparte de una explicación buscas un consuelo, y quizá también una solución. Yo no podré darte ninguna de esas dos cosas, o quizá sí pero no de la manera que te imaginas. Y sin embargo soy la última cosa que te queda. Soy tu última esperanza. Y soy muy poca cosa en realidad. Lo primero sería entender qué ha pasado. Por qué tu mundo se ha desmoronado. Sí, ya lo sabemos, la economía va mal, el paro aumenta, hay disturbios en la calle y cada vez más recortes y menos prestaciones por parte de las cada vez más inoperantes y vacías instituciones, pero eso es lo que los economistas llaman el «cuadro macroeconómico». Seamos sinceros, a ti lo que te preocupa es lo tuyo: qué va a ser de ti y de tu familia. El cuadro microeconómico. Y tienes razón; todas esas zarandajas llenas de siglas (PIB, IPC, IBEX35...) y de expresiones extrañas (tipos de interés, deuda soberana, hacer default o suspensión de pagos...) no tienen en realidad la más mínima importancia. Son nombres con los que la gente importante y los telediarios quieren cartografiar el desastre. Pero, en realidad, por más que llenen el telediario de repuntes, aversión al riesgo de los inversores, reducción del déficit, balanza de pagos o de otras cosas esotéricas lo cierto es que están como tú. No tienen ni idea de qué es lo que está pasando. Esta10


mos todos en un barco que se hunde y el capitán está tan aterrado e impotente como nosotros. Así que lo primero y más justo es explicarte por qué está pasando lo que está pasando, con palabras sencillas, sin entrar en grandes explicaciones teóricas ni hacer indigestas ensaladas de datos. Yo no puedo darte los detalles exactos de la evolución de las cosas porque no los tengo ni creo que se puedan tener, pero sí que te puedo dar las líneas generales de por dónde han ido e irán las cosas y, créeme, hasta ahora se están cumpliendo muy bien. En realidad, el curso general de los acontecimientos es muy simple. Es tan simple que los niños y los viejos lo entienden con dos o tres frases. El problema somos el resto de la población, los que estamos en la edad adulta y con la responsabilidad de hacernos cargo de la sociedad; y como asumo que tú estás ahí tendré que usar algo más que dos o tres frases. Unas cuantas más, de hecho. La cosa es evidente, pero estamos educados para que el concepto sea inaceptable, así que como un ordenador que falla nos reiniciamos continuamente en busca de otra explicación, de algo que case con nuestros esquemas mentales. Porque la simple y llana verdad es inaceptable. Y esa simple y llana verdad es que el crecimiento, el crecimiento en general, ya sea de la economía, de la población, del bienestar, etc ya no es posible. No sólo ya no es posible, es que estamos condenados a decrecer durante un tiempo, durante una laaarga temporada. No por elección, no por conciencia y todas esas cosas que dicen los grupos ecologistas, no. Decrecemos porque no queda más remedio. A la fuerza. Por narices. ¿Alguna vez te planteaste por qué crecíamos? ¿Por qué la economía crecía -el PIB aumentaba cada año, decían? ¿Por qué la población crecía? ¿Por qué nuestro nivel de vida mejoraba? Todo esto pasaba porque teníamos muchos recursos; no sólo muchos, sino que cada año teníamos más. Hemos tenido más comida, más agua, más energía, más coches, más electrodomésticos, ... No sólo más, sino cada vez mejores, y han aparecido cosas nuevas y más maravillosas: ordenadores potentísimos que caben en una maleta, teléfonos inteligentes que van en nuestro bolsillo y nos indican en el mapa dónde estamos y a dónde vamos, medicamentos

que curan males antes incurables, aviones que nos transportan de una a otra parte del mundo, tomates en invierno y naranjas en verano... Bien es verdad que una parte de la Humanidad, la mayoría de hecho, no ha tenido jamás acceso a tales maravillas, pero para los que hemos vivido aquí ha sido un tiempo glorioso. Un sueño de progreso continuo y rápido que ha durado muchas décadas, hasta el punto que casi ha desaparecido la memoria de un mundo pasado donde las cosas iban más lentamente y la vida era más difícil. Crecíamos, cada vez éramos más poderosos, la gente tenía trabajo, se compraban casas (a veces con piscina y todo), dos coches, varios ordenadores y se iba a la Rivera Maya en verano y a Praga por Semana Santa. Llegó un momento en que pensamos que todo esto era fruto de nuestra inteligencia y nuestro esfuerzo, y pensamos que teníamos garantizada la continuidad de estas cosas, que teníamos derecho a ellas. Pero no prestamos atención a un detalle fundamental. Mientras nuestro progreso material se aceleraba también lo hacía nuestro consumo de materias primas, de todas las materias primas: petróleo, carbón, gas, uranio, hierro, cobre, aluminio, oro, plata, estaño, litio, cobalto, fosfatos... Porque nuestro progreso era material y se basaba en la materia; necesitábamos más materiales para construir cada vez más cosas, cada vez mejores. Estábamos tan seguros de que siempre iríamos a mejor que montamos un sistema económico y financiero basado en el crédito. Crédito viene del latin credere, creer; el que concede crédito cree que el que lo recibe podrá devolverlo; no sólo eso, sino que podrá devolver más de lo que recibe, que podrá abonar un interés. Es decir, que no sólo podrá generar la riqueza suficiente en el futuro, sino que además lo hará a un ritmo creciente, creciente de una manera muy rápida (los matemáticos dirían exponencial), un porcentaje cada año. El problema es que cuando la deuda ya es muy grande hasta un pequeño porcentaje implica incrementar en muchos millones la deuda total. Pero en fin, nuestro sistema económico ha funcionado así durante más de un siglo y de vez en cuando requiere hacer tabla rasa -las crisis-, se reinicia pero después vuelve a funcionar. Pero esta vez no. ¿Qué falló? Fallaron los recursos. El planeta es finito; grande, pero

Es tan simple que los niños y los viejos lo entienden con dos o tres frases.

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finito, así que la cantidad de materiales que hay en él es finita. Este problema no es demasiado grave con respecto a los metales si se usan de manera que se puedan reciclar (aunque como nunca se puede reciclar al 100% siempre surgirían problemas en el muy largo plazo), pero es crítico con las materias energéticas porque se queman en su uso, se consumen y nunca más pueden volverse a utilizar: sólo quedan las cenizas. Así que tal manera de hacer las cosas sólo puede durar un tiempo, hasta que se acaben el petróleo, el gas, el carbón y el uranio que proporcionan más del 90% de toda la energía que se consume en el planeta Tierra. Así que a principios del siglo XXI, con reservas de estos combustibles para varias décadas, decían, teníamos que empezar a pensar verde y poco a poco irnos pasando a las energías renovables. Eso decían. Pero era mentira. Por razones profundas que tienen sus raíces en la Geología y en la Física, resulta que no se puede extraer el petróleo, el carbón, el gas y el uranio a la velocidad que nos dé la gana. Bueno, sí que se puede, pero haciendo las cosas de manera tan brutal y gastando tanta energía que al final el combusti-

ble recuperado no nos daría tanta como la que hemos gastado, y entonces no tiene sentido hacer minas de ese tipo. Por tanto, si queremos ganar energía en la extracción, sacar más energía que la que empleamos en nuestras minas y perforadoras, hemos de aceptar que no siempre saldrá lo mismo, no siempre tendremos la misma cantidad de energía. Un geólogo muy reputado, un tal Marion King Hubbert, estudió esto en los años 50 del siglo pasado y llegó a una conclusión: cualquier pozo o mina sigue una cierta curva de producción; al principio se extrae poco cada año; después, va aumentando durante los años hasta llegar a su máximo o cenit; y después, inexorablemente, disminuye. Con más tecnología se puede mejorar la eficiencia y aumentar el ritmo de subida durante un tiempo, pero a costa de acelerar el ritmo de bajada después. El caso es que la producción de materias primas no es constante. Al principio sube y sube rápidamente, exponencialmente, al igual que los intereses de nuestras deudas, al igual que nuestro PIB. Pero tarde o temprano llega a su techo, a su máximo, a su cenit. Y malas noticias: aunque varía de unos minerales a otros, eso

...La nave espacial Tierra en la que todo se regula para garantizar la supervivencia de sus tripulantes...

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pasa típicamente cuando se ha extraído más o menos la mitad del recurso. A partir del cenit la producción va bajando, al principio muy poco a poco, hasta el punto de parece que la producción, simplemente, se ha estancado; pero después la caída se acelera y la producción decae muy rápido, exponencialmente. Y aunque nunca llega a desaparecer del todo, en la práctica al cabo de pocos años, pocas décadas a lo sumo, la producción es tan marginal que en la práctica no podemos contar con ella, sobre todo si queremos mantener lo que tenemos. Nuestra economía que debe crecer exponencialmente para poder pagar nuestras deudas que crecen exponencialmente. Esto fue lo que pasó, querido lector. El cenit de producción del petróleo fue en 2005, el del carbón en 2011, el del uranio en 2015 y el del gas natural en 2025. Este blog está lleno de datos y referencias que avalan lo que digo, no tienes por qué tomar mi palabra por cier-

ta. Compruébalo. Posiblemente cuando leas este artículo habrán pasado algunos años, y si la información está aún accesible podrás verificarlo. Quizá las fechas finales bailen de unos años, pero eso no cambia nada. Cuando yo escribí esto, el 25 de Agosto de 2011, las principales fuentes de energía del planeta estaban mostrando síntomas de agotamiento, de final de un ciclo. Del final del crecimiento. A fin de cuentas, ¿no es dejar de crecer parte de un proceso natural? Cuando somos niños crecemos y crecemos hasta llegar a adultos, y ahí paramos de crecer. Y eso es lo sano y lo saludable; ¿qué pasaría si creciéramos sin cesar? Pues con nuestra sociedad pasa lo mismo; de hecho es análoga a un ser vivo. Al principio nos regíamos por las reglas del cowboy que sólo ve ante sí extensas praderas por recorrer y conquistar. Pero ahora somos muchos, somos 7.000 millones de habitantes en este planeta y sólo tocamos a un pañuelo de tierra cultivable, a un cuadrado de 40 o 50 metros de lado por persona en esta roca aislada en medio del espacio. Ya no podemos tener la economía del cowboy que no puede abarcar los límites con su vista, sino la de la nave espacial Tie-


rra en la que todo se recicla y se regula para garantizar la supervivencia de sus tripulantes. ¿Lo hicimos? ¿Cambiamos del modo «verdes praderas» al de «nave espacial»? No, claro que no. Décadas de enseñanza económica en las grandes facultades no permitían que nuestros expertos económicos, los asesores de las grandes corporaciones y los Gobiernos, pudieran entender un concepto en el fondo tan sencillo y evidente. Encima, las grandes y complejas instituciones que hemos creado tienen mucha inercia y estaba, cómo olvidarlo, esas deudas que teníamos, esos créditos que se basaban en que creíamos que podríamos generar riqueza y, no sólo eso, crecer para poder pagar el interés. Así que desde que hacia 2005 se empezó a hacer patente que en nuestro gigantismo estábamos empezando a comprimirnos bajo la bóveda celeste del Planeta Tierra hemos estado trampeando y jugando a hacer algo mientras perdíamos el tiempo pretendiendo que lo ganábamos. En 2008 la compresión fue tan fuerte que el sistema hizo crack y por un momento se habló de refundar el capitalismo, de cambiar las reglas, de repensarlo todo; por un momento hubo miedo de que todo se hundiese y por eso se habló de cambiarlo todo. Pero la inercia mental, la imposibilidad de aceptar que no podamos seguir cre-

ciendo, la identificación falsa del crecimiento económico con el propio bienestar, hizo que al final creásemos más deuda para salir del hoyo de 2008. Es decir, creímos que en el futuro generaríamos más riqueza y la cogimos prestada del futuro para tapar los agujeros de hoy. Sin darnos cuenta que hicimos más grandes los agujeros del mañana. Querido lector, si has llegado aquí posiblemente has perdido tu trabajo, o tienes miedo de perderlo próximamente. Si aún lo conservas prácticamente con seguridad te han reducido el sueldo; si ha pasado el tiempo incluso te lo habrán bajado varias veces mientras los precios de las cosas básicas subían. El caso es que no estás pasando un buen momento, y en tu familia las cosas no están mucho mejor. Cuando esto escribo, en Agosto de 2011, anticipo que este otoño será complicado, será un otoño negro: se aplicarán más recortes, veremos más caídas de las bolsas, la recesión de las grandes economías será inminente y habrá más tensión en las calles. Estamos esperando la nueva tormenta y el daño que dejará tras de sí. Para ti, querido lector, eso formará parte quizá de tu pasado, y tú ya sabrás cómo habrá acabado todo... si es que se puede decir que haya acabado nunca. Porque la realidad es que esta crisis económica no puede acabar; busca en el blog, lee los datos. No acabará hasta que no volvamos a encontrar un nuevo suelo firme donde asentarnos; de momento sólo podemos esperar caer y caer. ¿Quiero decir eso que no hay esperanza? No, por supuesto que no. Pero tenemos que comprender que tenemos que cambiar. Toda la sociedad ha de cambiar. Porque tenemos que organizarnos de otra manera, dejar de ver la cubierta de nuestra nave como la pradera inacabable que hace tiempo que dejó de ser. Habrá quien te diga que estamos abocados al apocalipsis y la destrucción total. No les hagas caso. Es el típico caso de profecía autocumplida: si creemos que todo se irá al garete entonces todo se irá al garete. Pero si comprendemos lo que pasa, si entendemos que el problema no es el partido A o B, ni el dirigente Fulanito o Menganito, sino la concepción misma del sistema económico, estamos a tiempo de revertir la situación. Esencialmente nuestro problema es de crédito, de creer en una determinada cosa. Muy bien, creamos otra, otra muy diferente. Tenemos medios técnicos para proporcionar energía sin basarnos en combustibles fósiles y el uranio. No podremos producir tanta energía de manera sostenible (las grandes instalaciones industriales de hoy en día sólo pueden mantenerse gracias a los combustibles fósiles), seguramente a 14


largo plazo no podremos producir ni el 10% de todo lo que consumimos hoy en día, pero probablemente eso es más que suficiente. Pero tenemos que prepararnos ordenadamente para ello, hemos de organizarnos. Y antes de pensar en energía, pensemos en aquello que realmente necesitas tú y tu familia, querido lector. De momento agua, comida y dónde cobijarte. Tener un trabajo, un trabajo digno con el cual mantenerte y contribuir al mantenimiento propio y de tu comunidad. Y hablando de la comunidad y de tu propio interés en realidad, tenemos que mantener limpias nuestras calles y nuestra agua para evitar que proliferen las infecciones. Tenemos que ser capaces de producir medicamentos simples, como los antibióticos, para poder tratar las enfermedades más comunes; algunos los podremos derivar directamente de las plantas, como hacíamos antaño. Tenemos que preservar la energía en primer lugar para mecanizar el campo y aumentar su productividad, pero hemos de cultivar de manera sostenible, sin esquilmar los terrenos. Tenemos que organizar la producción de los bienes necesarios pero no malgastando nada, ni materiales ni energía. Hemos de mantener las casas calientes en invierno y frescas en verano pero sin atosigarlas con humos tóxicos. Hemos de enviar a nuestros hijos a las escuelas para que aprendan a vivir en un mundo diferente del actual, y a nuestros enfermos a hospitales lo más dignos y adecuados que podamos. Tenemos mucho trabajo que hacer. Necesitamos muchas manos. Deja de lamentarte por lo que has perdido y trabaja por lo que necesitamos ganar entre todos. Quizá te preguntes qué fue de mi en concreto. Si tuvimos suerte, quizá conseguimos, yo junto con otros locos que intentamos concienciar a la sociedad, que mucha gente, la suficiente, leyera y entendiera este mensaje, y actuara en consecuencia. Sé que es poco probable, pero como es lógico tenía que intentarlo: por eso envié este mensaje dentro de esa botella. Quizá no pudimos evitar que la degradación económica y societaria continuara, pero a pesar de ello yo tuve suerte, en este caso en singular, y pude adaptarme en mi entorno y sobrevivir. Quizá no y hace tiempo que estoy muerto; espero que no, la verdad, porque quiero conocer a mis nietos. En todo caso, poco importa lo que me pasó o pasará a mi. Ahora se trata de saber qué te pasará a ti, querido lector, y a tu familia. Sé valiente y escribe tu propia historia.

antes de pensar en energía, pensemos en aquello que realmente necesitas tú y tu familia

CRASHOIL.BLOGSPOT.COM.ES ANTONIO TURIEL MARTÍNEZ 15




Pierre-Thomas-Nicolas Hurtaut

Thomas Piketty

[…] Es en el mundo social donde el pedo puede tener sus mejores desarrollos, ya sea para iniciar una conversación, para hacer callar a un contertulio fatigoso o como salida triunfal en una disputa dialéctica. Hay que ser claro: el pedo es un acto de afirmación existencial solo al alcance de aquellos que han conquistado su libertad más allá de los prejuicios sociales. […]

Para el autor, cada país, en relación con su historia y su compromiso democrático, responde de manera diferente a una ley básica del capitalismo de mercado que estimula la concentración de la riqueza en los sectores más favorecidos. El trabajo de Piketty cuestiona la relación óptima entre desarrollo e igualdad sugerida por Simon Kuznets y destaca el papel de las instituciones políticas y fiscales en la evolución histórica de la distribución de la riqueza.

(Extracto del prólogo de Antón Ventolín)

Jared Diamond

El arte de tirarse pedos Ensayo físico-teórico y metódico de 1751

El capital en el siglo XXI

Colapso Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen

GUY STANDING

Precariado Una carta de derechos En su libro El precariado. Una nueva clase social, Guy Standing introducía el concepto de «precariado» como una clase masiva emergente a la que se le han negado derechos políticos, civiles, sociales y económicos, y caracterizada por una creciente desigualdad e inseguridad. De una naturaleza cada vez más global, el precariado se ha convertido en un fenómeno social, reivindicado por movimientos como Occupy Wall Street o el 15M. Pero esta masa no es una simple víctima, es también un agente dinámico de cambio social. El autor nos habla de la importancia de redefinir nuestro contrato social alrededor de las nociones de libertad asociacional, agencia y comunes.

Jared Diamond se pregunta cómo unas sociedades han desaparecido sin apenas dejar huella de su evolución han alcanzado una próspera civilización material y cultural. Después de su clásico Armas, gérmenes y acero, Jared Diamond se pregunta cómo unas sociedades han desaparecido sin apenas dejar huella de su evolución han alcanzado una próspera civilización material y cultural. El punto de partida es una rigurosa investigación de los casos de culturas que no han perdurado: historias trágicas como la de los mayas, los habitantes de la isla de Pascua, los indios anasazi en Norteamérica; historias menos terribles como la de Islandia o de Japón, culturas que han sabido reaccionar con éxito a desafíos ambientales; historias de vencedores y vencidos, como el caso de la República Dominicana y de Haití, y finalmente, historias aún abiertas como las de China o Australia, que están buscando soluciones innovadoras a sus desafíos ecológicos y sociales.

Un texto indispensable, no solo porque pone al día el marco teórico desarrollado en su libro anterior, sino porque ofrece un detallado programa político para acabar con las desigualdades extremas que la globalización neoliberal ha generado. Su concepto y sus conclusiones han sido admiradas extensamente por pensadores de la talla de Noam Chomsky o Zygmunt Bauman, y por muchas destacadas figuras del activismo político. Esta carta de derechos es un regalo para aquellos que aspiran a forjar una nueva sociedad, en la que el trabajo humano tenga significado y los derechos de los trabajadores sean totalmente respetados.

David Graeber

En deuda

Una historia alternativa de la economíaGanador del premio Bread and Roses for Radical Publishing 2012. Todo libro de economía hace la misma aseveración: el dine18


ro se inventó para dar solución a la complejidad creciente de los sistemas de trueque. Esta versión de la historia tiene un grave problema, no hay evidencia alguna que la sustente.

hacinaban en condiciones infrahumanas. Otros sucumbieron a las condiciones de los batallones de trabajo. A más de medio millón de refugiados no les quedó más salida que el exilio, y muchos perecieron en los campos de internamiento franceses. Varios miles acabaron en los campos de exterminio nazis. Todo ello constituye lo que a mi juicio puede llamarse el «holocausto español». El propósito de este libro es mostrar, en la medida de lo posible, lo que aconteció a la población civil y desentrañar los porqués.

Graeber expone una historia alternativa a la aparición del dinero y los mercados, y analiza cómo la deuda ha pasado de ser una obligación económica a una obligación moral. Desde el inicio de los primeros imperios agrarios, los humanos han usado elaborados sistemas de crédito para vender y comprar bienes, antes incluso de la invención de la moneda. Es hoy, transcurridos 5000 años, cuando por primera vez nos encontramos ante una sociedad dividida entre deudores y acreedores, con instituciones erigidas con la voluntad única de proteger a los prestamistas.

josé Luis Cuerda

Amanece, que no es poco (La serie) Antes de que nadie tenga la tentación de decir aquello de «segundas partes nunca fueron buenas», hemos de avisar que los textos que aquí presentamos se escribieron con anterioridad a la película Amanece, que no es poco: son el primer desarrollo del esbozo original de lo que acabaría siendo una de las películas más aclamadas del cine español contemporáneo.

En deuda es una crónica fascinante y pertinente que viene a desmontar ideas encastradas en nuestra conciencia colectiva y superarlas conociendo cuál es la verdadera historia de la economía.

Paul Preston

Este volumen contiene los cinco primeros capítulos de lo que iba a ser la serie de televisión Amanece, que no es poco. Son guiones que comparten localizaciones y personajes con la película pero que tienen una trama diferente, un desarrollo de los personajes muy distinto y están atravesados por una mala leche y un humor negro que dista lo suyo de la película que finalmente llegó a las pantallas.

El holocausto español Odio y exterminio en la Guerra Civil y después. La represión durante la guerra y en la inmediata posguerra contada por el más prestigioso hispanista de la actualidad. Durante la Guerra Civil española, cerca de 200.000 hombres y mujeres fueron asesinados lejos del frente, ejecutados extrajudicialmente o tras precarios procesos legales, y al menos 300.000 personas perdieron la vida en los frentes de batalla. Además, un número desconocido de hombres, mujeres y niños fueron víctimas de los bombardeos y los éxodos que siguieron a la ocupación del territorio por parte de las fuerzas militares de Franco. En el conjunto de España, tras la victoria definitiva de los rebeldes a finales de marzo de 1939, alrededor de 20.000 republicanos fueron ejecutados. Muchos más murieron de hambre y enfermedades en prisiones y campos de concentración, donde se

Compartiendo con nosotros una parte de sus archivos, José Luis Cuerda nos descubre un aspecto desconocido de su trabajo, algo que a buen seguro hará las delicias de los creyentes —y los escépticos— de la única religión sin dios ni amo. Esta edición cuenta además con un prólogo de Jordi Costa («Retorciéndole el pescuezo a la lógica») y con un epílogo de José Luis Cuerda («Alrededores del amanecer»), ambos redactados para la ocasión. 19




En el colegio donde estudian mis hijos han implementado un novedoso sistema para pagar la comida en el comedor. A cada niño le dan un «chip» RFID y cada vez que pasa con la bandeja por un arco que han instalado a la salida del área donde sirven la comida le descuenta los cinco euros que vale. El chip se recarga por internet en un sitio web donde hay que meter el número de serie del chip — a menos que usted disponga de un lector USB de chips RFID en su ordenador — luego debe dar un número de tarjeta de crédito o cuenta bancaria para acto seguido introducir la cantidad a precargar en el chip. Antes de hacer nada de esto usted se ha tenido que dar de alta en la página web, introducir su nombre de usuario, password, nombre, dirección, escuela, etc,etc. Al cabo de un rato llega un mail pidiendo confirmación donde hay que picar sobre un link que le lleva a otra página web donde se cierra la transacción. Eso si usted ha dado una cuenta de banco. En caso de tarjeta de crédito la cosa es un poco diferente, ya que con anterioridad a todo esto debe usted darse de alta en un tinglado que se llama Verisign, desde donde le envían un SMS a su móvil con una clave. Cuando llega el email usted debe meter la clave en la página a donde le ha llevado en link para completar la transacción. Ahora si usted decide pagar con PayPal debe ir a la

no son para

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página de PayPal donde debe recargar su cuenta con la tarjeta de crédito para luego recibir un mail de confirmación donde debe meter el código que llegó por SMS y finalmente proceder a recargar el chip RFID de su hijo con el número de cuenta de PayPal de forma que el pobre pueda comer en el comedor de la escuela. Ya llevábamos media hora tratando de «recargar» el dichoso chip de mi hijo y todavía faltaba el de mi hija. Entonces pregunto: - ¿ Pero se puede pagar en efectivo ? A lo que mi hijo responde: - Si. Pues toma el dinero para la semana y pídete lo que más te apetezca o te hacemos un bocadillo y fuera. - Y yo y yo, dice mi hija. Tu también princesa, toma aquí tienes.

a tomárselos a broma

¿ Por qué cuernos algo que es tan sencillo como pagar en efectivo es substituido por semejante tinglado y encima lo venden como una mejora ?

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Mi formación de ingeniero me impulsó a investigar el por qué el lavavajillas es un aparato tan «ñoña» , y que mejor que investigar cómo funciona un lavavajillas de los que utilizan los que viven de esto, es decir: restaurantes y hoteles. Pues resulta que un lavavajillas profesional – o sea de los que si funcionan – tiene una bomba de alta presión que lanza potentes chorros de agua a unos cuantos bares contra los platos, esta bomba es redundante, el lavavajillas trae un descalcificador o una pequeña planta de ósmosis inversa para descalcificar el agua y no manchar de cal los platos. Lleva una soplante de aire caliente para el secado, bombas dosificadoras de productos químicos donde se conectan las garrafas de jabón y un desinfectante muy potente ya que cada tantos lavados realiza un ciclo de desinfección. Por otra parte el desagüe de dicho aparato posee un triturador eléctrico para moler todos los restos de comida antes de enviarlos al desagüe y así evitar embozamientos y malos olores. Total que esta maravilla de la tecnología vale entre dieciocho y venticuatromil Euros. Eso sí: deja los platos que «pa que». Un lavavajillas industrial más o menos decente junto con sus equipos auxiliares ocupa una superficie de unos dos por dos metros y requiere la visita periódica de un técnico que sepa. El lavavajillas doméstico funciona con la presión de la red, es decir unos dos bares en lugar de veinte, posee un descalcificador de juguete — ese agujero donde se pone la sal –, no tiene triturador y de ahí los malos olores y seca con una resistencia en lugar de con una soplante y de ahí su enorme gasto de energía. Vamos: un timo. - ¿ Por que ?. - Porque el que funciona de verdad vale veinticuatromil más trescientos al mes de mantenimiento. El de la cocina vale setecientos Euros. - ¿ Por que las personas compran el de la cocina ?. - Porque no tienen dinero ni sitio para el que si sirve. - ¿ Y porque no lavan los platos a mano, total no son tantos y de todas formas «hay que pasarles un agua bien pasada»…o sea: lavarlos. - Porque les han vendido que con este cacharro de setecientos Euros «no tendrán que lavar los platos».

...OTRA.

Donde vivimos ahora tenemos lavavajillas. Vamos aquello no limpia los platos ni «pa-tras». La conversación con mi mujer es más o menos la siguiente. - Es que esto deja los platos sucios - Claro es que no les pasas un agua antes de meterlos. Dice mi mujer - No si les pase un agua, digo. - Debe ser que nos les pasaste «bien» el agua, hay que quitarles toda la comida que tengan pegada. - O sea, los lavo ¿no?. - No, no es «lavarlos» es pasarles un agua «bien». - Pero mira estas ollas, salen asquerosas. - Es que las ollas hay que lavarlas «aparte». - Y estos vasos están pringados de grasa y cal. - Claro es que no has puesto el «abrillantador» - Y el dichoso lavaplatos huele a rayos. - Es que no le pones el producto de limpieza. - ¡ Este cacharro es un timo hombre ! - No, no es un timo, mi hermana tiene uno y está muy contenta. Resulta que para hacer funcionar el cacharro primero hay que «pasarle bien un agua a los platos», poner el jabón, el abrillantador, la sal en no sé dónde y cada tantos lavados hay que comprar un tratamiento de desinfección que viene en un bote y echárselo. Eso sí: cuando «se le pasa el agua bien» los platos salen limpios.

- ¿ Y porque alguien vende algo que funciona tan mal e inclusive crean una industria alrededor de esto ?. - Porque «se vende» y sube el PIB. 24


De esto van precisamente los rendimientos decrecientes: en lugar de pagar en efectivo pago con un chip que a su vez pago con una cuenta de PayPal que a su vez pago con una tarjeta de crédito que a su vez pago con una cuenta bancaria y también tengo que tener ordenador, ADSL, antivirus, etc. O en lugar de lavar los platos a mano en un momento los lavo con una maquineja donde antes de meterlos hay que «pasarles bien un agua….. pero bien, bien», no lava ollas ni sartenes y hay que comprar además unas pastillas «especiales» de jabón, abrillantador, sal y desinfectante para los malos olores. Luego la máquina se tira un par de horas erre-que-erre. La ley de los rendimientos decrecientes es universal y se aplica a todo. No produce el mismo beneficio ni utilidad el tomar un vaso de agua luego de estar perdido en el desierto que tomarse un vaso de agua después de haber tomado otros cincuenta. Es más: probablemente esa agua ya comience a hacer daño. Todas las necesidades se satisfacen de esa forma: asintóticamente. El primer vaso luego de salir del desierto sabe a gloria, el segundo y hasta un quinto también. A partir del séptimo ya la cosa aburre y con toda seguridad el veinteavo ya comienza a repugnar para comenzar a ser un peligro para la salud cuando se llega al número cuarenta. Eso es lo que pasa cuando se quiere satisfacer una necesidad y una vez satisfecha se quiere seguir con lo mismo de siempre. El síntoma inequívoco es que comenzamos a hacer exactamente las mismas cosas de antes pero de una forma endemoniadamente complicada, como en lugar de pagar en efectivo

en el comedor paguemos con un chip que…bueno, ya sabéis de que va. Esto provoca que el sistema no sea «mejor» en realidad provoca que el sistema sea más débil ya que al aumentar la complejidad y poner de por medio mas y mas cosas, al fallar cualquiera de ellas falla todo. Yo les doy dinero a mis hijos, ellos pagan en el comedor y comen. De la otra forma para que ellos puedan comer la conexión a Internet de mi casa debe funcionar, el servidor de la escuela debe funcionar, el de PayPal también, el de la tarjeta de crédito, el del banco, debe haber electricidad, el arco que lee los chips debe funcionar y poder comunicarse con el servidor del cole para descontar el saldo. Vamos: un milagro que los niños puedan comer. ¿ Todo esto para nada ?, si para nada menos para el que le vendió la fantasmada de los chips al cole: su negocio funciona y genera PIB. Este es un negocio que vende rendimientos decrecientes. ¿ Por que?, porque algo habrá que vender ¿no?. Otra característica de un sistema en rendimientos decrecientes es que se piensa que sus problemas no provienen de querer hacer lo mismo de siempre pero de una forma más complicada, piensan que el problema es que no lo hacen lo suficientemente rápido. Entonces la cosa es peor ya a al mismo tiempo que intentan hacer lo mismo de antes pero con más compli25

cación intentan hacerlo más rápido y sin madurar el asunto, por lo que todo comienza a salir mal. Llevamos décadas metidos en una espiral de rendimientos decrecientes. Yo me atrevería a decir desde finales de la década de los setenta y todo el tinglado hace eclosión en estos días. Solo hay que mirar alrededor y percibir la complicación existente hasta para las cosas más simples.

No debemos confundir el desarrollo tecnológico con la satisfacción de las necesidades humanas, no tiene nada que ver. Internet está ahí, es un gran vehículo para aprender lo que sea y para un sin número de cosas, pero es un pésimo instrumento para pagar la comida del cole.

La dinámica de los rendimientos decrecientes lleva a la sociedad a siempre mayores niveles de complicación y velocidad, llegando a convertirse en una especie de sociedad maníaca donde todo es un galimatías veloz y el resultado siempre es el mismo: mal.


Hace sesenta años habían colas de dos años para adquirir un coche, ahora los fabricantes persiguen con propaganda, promociones, planes especiales, viajes a no sé donde a los consumidores que no necesitan de tantos coches, que ya no caben en las calles ni en las aceras y que en realidad se han convertido en un incordio por aquello del aparcamiento. Al mismo tiempo las fábricas de coches siguen con la producción a todo gas. Ellos mismos saben que sobra el veinte por ciento de la producción y solo hacen mirase los unos a los otros a ver quién será el que pasará a formar parte de ese veinte por ciento. Tome usted cualquier modelo de coche, entre opciones, motorizaciones, colores y accesorios de cada modelo existen casi 1000 variaciones. Esas son mil variaciones de cada modelo de cada fabricante. En el catálogo de Amazon existen 1920 modelos diferentes de televisores, 600 modelos de cámaras compactas , 450 modelos de cámaras SLR y 1500 tipos de lentes para esas cámaras. En total se ofrecen 5.259.635 diferentes productos electrónicos.

Si eso no es sobreproducción y rendimientos decrecientes que baje dios y lo vea.

Mientras más fabricantes intentan fabricar y vender lo mismo y más se pisan los unos a los otros, mas piensan que el problema son los costes y a la final lo paga el más débil: el empleado. El problema en realidad es que a la sociedad occidental no se le ocurren nuevas ideas desde hace décadas, ni siquiera se le ocurre atacar antiguos problemas latentes como el acceso a la vivienda. El problema en las empresas y en toda la economía se lo achacan a los costes, que son muy altos y de aquí la lógica del lavavajillas: «no sirve pero es barato». En 1961 un SEAT 600 valía casi lo mismo que un piso (65.000 pesetas) y había cola de dos años para comprar uno. Al día de hoy un coche muchí-


simo mejor vale un décimo de lo que vale un piso y hay que perseguir y engañar a los consumidores para que compren algo: el problema no son los costes. Lo importante es la necesidad, si de verdad hubiese necesidad de tanto coche las personas harían cola frente a los concesionarios. Todo esto se traduce en rendimientos decrecientes del capital. Cada vez las inversiones industriales son menos rentables por lo que dejan de ser atractivas. ¿ Que hacemos entonces con todo este dinero ?. Pues nos dedicamos a intentar ganar dinero con dinero y el mundo financiero de financiar a la industria pasa a financiar un galimatías especulativo que pocos entienden pero que busca encontrar la rentabilidad que ya no consigue en la industria: intenta buscar rentabilidad en sí mismo. Y todos sabemos que eso no es posible, pero de ilusiones también se vive. Entonces el capital, siguiendo con la ley de rendimientos decrecientes, también quiere seguir haciendo lo mismo de siempre pero de forma cada vez más complicada….y rápida, degenerando en el actual estado donde es más importante ganar cinco milisegundos en hacer tal o cual transacción que buscar un negocio industrial con nuevas ideas. El PIB del mundo es de unos 60 billones de dólares y se estima que hay unos 750 billones de dólares circulando. Esto quiere decir que existe muchísimo capital en circulación buscando una rentabilidad que la economía real no puede proporcionar y este es el problema de fondo de la crisis a la que hoy asistimos. La economía real tendría que multiplicar por más de diez sus beneficios para que esos 750 billones lleguen a significar algo. La masa salarial representa aproximadamente el 20% de los costes por lo que así todo el planeta trabajase gratis y sin ningún tipo de cobertura social lo más que se podría llegar a justificar como capital real serían 12-15 billones, el resto de esos setecientos y tantos tendría que desaparecer. Si el mundo fuese una empresa sus ventas anuales ascenderían a 60 billones de dólares. Supongamos que fuese un muy buen negocio y que genere el 10% en beneficios luego de impuestos, es decir: 6 billones. Estos serian los réditos disponibles para resarcir a esa masa de 750 billones que anda a la búsqueda de dividendos. Con estas cuentas el capital disponible en el mundo rendiría bastante menos del 1%. Eso quiere decir que es imposible que la economía real genere los dividendos que la cantidad de dinero y por lo tanto de capital existente requiere, por esto el capital se enroca sobre si mismo buscando dividendos no en la economía productiva sino dentro de sí mismo: especulando los unos contra los otros. Pero es imposible que especulando los unos contra los otros todos ganen dinero. Algunos ganarán, pero para el resto las pérdidas serán inmensas. Y aquí estamos. La cosa ha llegado a ser tan enfermiza que hoy es más importante tener una línea de comunicaciones rápida conectada a los ordenadores de las diferentes bolsas que invertir en industrias con cara y ojos. El mundo degenera en un ictus frenético donde las acciones de las empresas son vendidas y compradas cientos de veces por segundo sin importar la buena o mala marcha de esa industria y donde nadie sabe muy bien lo que pasa ni lo que hace. Solo el mercado de derivados suma unos 400 billones de dólares. Esos son productos financieros que 27

no cotizan en mercados abiertos tales como la bolsa, en su lugar son productos «over the counter» eufemismo para decir que son productos que se compran y se venden los banqueros entre sí a precios pactados entre dos personas y que nada tienen que ver con la realidad. Si el mundo tiene un PIB de 60 billones de dólares, unos 12 billones serán beneficio bruto –un 20% –. Eso arroja una cifra probable de entre 50-60 billones de dólares en capital invertido. El resto hasta llegar a los 750 billones es capital ficticio que tarde o temprano desaparecerá debido a que no se encuentra soportado por ninguna actividad productiva. Como mínimo las nueve décimas partes del dinero que circula hoy día en el mundo es ficticio, es producto de préstamos de unos supuestos inversores en realidad dedicados a especular. Tarde o temprano todo ese dinero tendrá que desaparecer. No importa cuanto recorten salarios y beneficios sociales: nunca, pero nunca ni en sus más salvajes sueños la economía planetaria llegará a producir las suficientes rentas para satisfacer las pretensiones de tamaña montaña de dinero. De esos 750 billones, estimo que capital real es decir capital invertido en activos tangibles productores de réditos y capital de trabajo – cuentas por pagar de clientes, etc — será como máximo-máximo el valor del PIB mundial más digamos un 50%, o sea unos 90 billones de dólares que redondearemos en 100. De ahí hasta 750 billones es dinero que no representa absolutamente nada, y es dinero que tarde o temprano tendrá que desaparecer.

Y en estas estamos...


Desde donde ahora vivo puedo contemplar los inmensos edificios del centro financiero de Frankfurt. En el cristal de la ventana desde donde escribo esto, uno a uno se pueden ir tachando los inmensos rascacielos que los gobiernos han tenido que ir rescatando o que están con problemas. El majestuoso edificio de UBS a escasas cuadras construido en el antiguo jardín de la mansión Roschtild, mas allá se ven los casi sesenta pisos de Dexia y el edicicio del Commerzbank. Miles de jóvenes vestidos todos iguales de traje oscuro, corbata roja o azul y camisa celeste o blanca pasan por frente a mí puerta todos los días camino a esas inmensas moles: a seguir perdiendo dinero y a continuar con el desapalancamiento masivo al que asistimos hoy día, mientras los políticos creen que prestándoles más dinero podrán devolver los préstamos que han tomado para hacer las desastrosas inversiones en que se han metido. Solo mentiras y más mentiras, el desapalancamiento continuará llevándose a muchos por delante. Desde hace décadas que debimos de haber cambiado de rumbo. El desapalancamiento, o sea la cantidad de dinero que se perderá equivaldrá a casi diez años de PIB mundial. El dinero del que dispone el estado es un submúltiplo de esta cantidad por lo que es imposible que ningún estado les pueda rescatar, es como ver a los políticos poniendo el dedo en el chorrito de agua que sale de la presa, mientras siguen apareciendo inmensas grietas. Yo creo que la situación es irrecuperable. HETERODOXIA.INFO JAVIER BARRAJON

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EL PROBLEMA No hay como volver la vista atrás para valorar las tendencias que sigue el mundo, de forma lenta pero hasta ahora claramente definida. En 1999, en la llamada batalla de Seattle, conocimos la existencia de los antisistema, que nos dijeron debíamos valorar como un anacronismo, un sedimento del pasado, radicales que no aceptaban de buen grado que habíamos, por fin, alcanzado el fin de la historia. Una década y media después, el grupo de antisistema sigue engordando a derecha e izquierda, y de repente recordamos que la política y la sociedad no son un mero apéndice de lo único importante: la economía. En estos años hemos sido sacudidos por una crisis económica descomunal, de proporciones desconocidas hasta ahora ¿verdad? Según datos del Banco Mundial nuestro PIB por habitante ha pasado de 26.927 dólares en 2007 a 24.817 dólares en 2012, a precios constantes. Hemos perdido casi un 8% de muestra renta media, volviendo a la que teníamos en 2002. Sin embargo en ese año se decía que «España va bien», y hoy por el contrario nadie se atrevería a afirmar semejante cosa.


¿Por qué estamos tan mal ahora con el ingreso promedio que hace una década no nos parecía para nada inadecuado? Aceptando que había cierta dosis de demagogia en la afirmación de que las cosas iban bien, hay que reconocer que no existía la sensación de drama nacional que ahora percibimos por doquier. La respuesta a esta aparente paradoja es sencilla, se trata de la desigualdad. Según Thomas Piketty, autor del libro de moda, si la distribución del ingreso es tremendamente desigual, lo es todavía más la riqueza. Dado que usamos riqueza (tierra, edificios, dinero, máquinas) para producir aquello que necesitamos para sobrevivir y para el disfrute de la vida, el que esta esté acaparada en unas pocas manos plantea un problema enorme, poniendo en riesgo la propia supervivencia de la sociedad y de la mayoría de sus individuos. El mercado de trabajo es la institución encargada de solventar esta dificultad. A través del empleo conseguimos el ingreso que nos permite sobrevivir y disfrutar de la vida. El objetivo de la política económica no es por tanto producir lo necesario para el bienestar de los individuos, y repartir entre ellos los costes y beneficios de la producción, sino alcanzar el pleno empleo, que todo el mundo disponga de ingresos y nadie sea excluido. Planteadas las cosas de esta forma, el único objetivo racional es el crecimiento de la actividad económica, por dos razones, el crecimiento de la población hace necesaria más actividad económica para dar empleo a más gente, y el crecimiento de la productividad hace innecesarios cierto número de empleos para el mismo nivel de producción. Esta sencilla exposición, muestra el principal problema de nuestra civilización, la razón por la cual continuamos por este camino pese a los muy razonables avisos de que este rumbo nos conduce de forma inexorable al desastre, y a pesar de que tal y como hemos explicado en otro artículo los rendimientos decrecientes en la extracción de recursos naturales son la causa profunda de esta crisis. El problema es que los sistemas de precios tienden a asignar a los recursos el coste de su extracción, es decir, no valoran en sí el recurso, y la necesidad de conservar, extraer tasas razonables para permitir la renovación de los recursos renovables, o proceder a la sustitución preventiva de los no renovables. Son por tanto insostenibles. Sin embargo, el más leve amago de enderezar el rumbo hacia la sostenibilidad será combatido a izquierda y derecha con denuedo. La política del crecimiento es innegociable, y los terribles problemas sociales que aquejan ahora a nuestro país se mostrarían como la prueba palpable de los males que nos esperan si nos alejamos de «la senda virtuosa». El problema no tiene solución dentro de este paradigma, pero eso es porque el problema está mal planteado. Toda sociedad tiene que desarrollar actividad económica, para producir aquello necesario para sobrevivir y para que sus miembros disfruten de la vida. Para lograr eso habrá que repartir los costes y beneficios de la producción. El problema, por tanto, no es la producción, sino que nuestro sistema socioeconómico sólo es capaz de aparentar levemente que reparte los costes y beneficios de forma justa y equitativa cuando existe el crecimiento. Es preciso replantear el problema, adoptar un nuevo marco institucional que no necesite crecer para dar la oportunidad a sus miembros de acceder a una vida buena, en la medida en que también contribuyen al bienvivir general.

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MERCADO DE TRABAJO, EXCLUSIÓN, EXPANSIÓN Y COLAPSO La creación del mercado de trabajo, institución insólita en la historia de la humanidad, es uno de los temas centrales de la obra La gran transformación, del científico social Karl Polanyi. Según Polanyi, a finales del siglo XVIII, el proceso de mercantilización de esferas de la vida social (en particular la tierra, con el cercamiento de campos comunales) que habían quedado hasta entonces al margen del mercado, dio lugar a una crisis política, a la que se respondió con medidas paliativas redistributivas, a través de subsidios a los pobres, a los que se garantizaba una especie de renta básica. La retirada de estas medidas habría concluido el proceso de mercantilización del trabajo, una de las tres mercancías ficticias necesarias para el funcionamiento de un mercado autorregulado: Es evidente que trabajo, tierra y dinero no son mercancías en el sentido de que, en lo que a estos tres elementos se refiere, el postulado según el cual todo lo que se compra y se vende debe haber sido producido para la venta es manifiestamente falso. En otros términos, si nos atenemos a la definición empírica de la mercancía, se puede decir que trabajo, tierra y dinero no son mercancías. El trabajo no es más que la actividad económica que acompaña la propia vida –la cual, por su parte, no ha sido producida en función de la venta, sino por razones totalmente distintas(…). La tierra por su parte es, bajo otra denominación, la misma naturaleza que no es producida por el hombre. Finalmente, el dinero real es simplemente un signo del poder adquisitivo que, en líneas generales, no es en absoluto un producto sino una creación del mecanismo de la banca o de las finanzas del Estado. Fuera del mundo rural ese proceso de mercantilización del trabajo habría seguido otras estrategias, pero siempre bajo el mismo principio de exclusión, es decir, dejar al individuo en un estado de necesidad en el que su única opción era buscar un patrón. El estado colaboró a través de diversas medidas disciplinarias, que dieron lugar a la conocida interpretación de Michel Foucault de la obra Panóptico, del filósofo liberal Jeremy Bentham, como punto de partida de lo que Foucault denominó sociedades disciplinarias. Es preciso recalcar que las interpretaciones de Polanyi o

Foucault, pese a estar bastante alejadas de ese poso indefinido de conocimiento que se va sedimentando con el tiempo en el inconsciente colectivo, son las interpretaciones más aceptadas por los historiadores contemporáneos. Citaré ahora al historiador de la Universitat de Valencia Carles Sirera, y su artículo, La falacia del economista productor Desde los trabajos de Maxine Berg sabemos que hubo un crecimiento sostenido de 1700 a 1850 fundado, principalmente, en la mejora de la producción agraria y que el Verlag System fue capaz de atender al incremento del consumo sin rápidos crecimientos ni una rápida proliferación de la industria o la maquinaria. De igual modo, la industria algodonera británica se proveía de algodón cultivado por esclavos y los contratos de trabajo se consideraban una compraventa de la fuerza laboral y, en consecuencia, si el trabajador decidía abandonar el trabajo, se le encarcelaba por deudas por no haber indemnizado al patrón por su incumplimiento de contrato. En resumen, se forzó a la gente a trabajar más y a producir más y se usó al Estado para disciplinar a la población con el fin de que entendiesen que, racionalmente, tenían el imperativo de trabajar y, si no querían, serían castigados por ello. Como puede observarse, la ley de la oferta y la demanda fijaba los salarios. Por último, citaré al filósofo y estudioso de las relaciones laborales Andre Gortz, en su obra Metamorfosis del trabajo El salario al rendimiento, que, en efecto, hubiera sido la forma más racional económicamente, se reveló originalmente impracticable. Porque para los obreros de finales del siglo XVIII, el «trabajo» era una habilidad intuitiva, integrada en un ritmo de vida ancestral y nadie habría tenido la idea de intensificar y prolongar su esfuerzo con el fin de ganar más. El obrero «no se preguntó cuánto podría ganar al día rindiendo el máximum posible de trabajo sino cuánto tendría que trabajar para seguir ganando los dos marcos y medio que ha venido ganando hasta ahora y que le bastan para cubrir sus necesidades tradicionales. 33


las sociedades basadas en los principios de exclusión y disciplina permiten una rápida expansión. ... (El riesgo es no saber cuándo parar) La repugnancia de los obreros a cubrir día tras día una jornada de trabajo entera fue la causa principal de la quiebra de las primeras fábricas […]. Para cubrir sus necesidades de mano de obra estable, la industria naciente tuvo que recurrir, a fin de cuentas, al trabajo de los niños como la solución más práctica. Porque, como lo señala Ure, «es prácticamente imposible, pasada la edad de la pubertad, transformar a las personas procedentes de ocupaciones rurales o artesanales en buenos obreros fabriles. Después de que se ha luchado durante un tiempo para vencer sus hábitos de dejadez o de indolencia, o bien renuncian espontáneamente a su empleo, o bien son despedidos por los capataces por falta de atención». Esta coacción para trabajar más, aunque a la larga habría tenido el efecto de mejorar las condiciones de vida del conjunto de la población, habría adquirido su propia lógica autónoma, destructiva, desprovista ya de la racionalidad que podía justificarla en un pasado: el aumento de la producción, en una época donde la escasez de la producción era un problema. En los tiempos actuales esta lógica continúa alimentada por el miedo a la exclusión, la ansiedad por el estatus, y sobre todo la capacidad de las empresas para disciplinar a sus empleados, seleccionando y premiando a los que disponen de mayor capacidad para sacrificar sus propios intereses en favor de los de la organización. En definitiva, las técnicas disciplinarias, la Vigilancia y Castigo de Michel Foucault, mantiene su vigencia, a pesar del tiempo transcurrido, y es tanto más imperceptible en cuanto lo hemos integrado y normalizado en nuestra vida como algo natural, un deber ser, y no algo creado y fabricado. Por razones obvias, las sociedades basadas en los principios de exclusión y disciplina permiten una rápida expansión de las fuerzas productivas. El riesgo es no saber cuándo parar, quizás, dominados por las propias instituciones que hemos creado, podemos sobreexplotar el medio natural, con terribles consecuencias. 34

La historia de Roma nos ofrece un buen ejemplo de esto, no exento de cierta ambigüedad. Sabemos que tras la fundación de la ciudad sobrevienen una serie de crisis de deudas y disturbios sociales, que habrían dado lugar a una serie de instituciones inclusivas, como los tribunos de la plebe, leyes que moderaban el poder de los acreedores y tierras comunales, como último recurso para los proletarios (los que sólo son propietarios de su propia prole). La situación daría un vuelco tras la II guerra púnica, donde se capturan numerosos esclavos y se hacen cuantiosos botines. Los patricios se hacen con las tierras comunales, y se forman grandes latifundios cultivados por mano de obra esclava, contra los que no pueden competir los pequeños agricultores, que quedan excluidos (en las economías esclavistas no parece fácil la inclusión a través del salario). Con el tiempo se produciría una crisis de erosión, por la intensa tala de bosques en busca de nuevas tierras. Según el antropólogo Ronald Wright en su Breve historia del progreso Varias inundaciones llevaron tal volumen de tierra de las colinas hacia los estuarios, que se formaron alrededor de Roma los pantanos donde se crío el paludismo endémico, y quedaron encenagados los puertos de Ostia y Paestum. Crisis ambiental que habría sido apenas una leve molestia en el ascenso de Roma, dada la facilidad para importar trigo de las provincias exteriores. Se fundan nuevas ciudades en esas provincias, donde se reparten tierras a los veteranos del ejército, pero a pesar de ello es necesario desarrollar


instituciones redistributivas centralizadas, como el famoso reparto de pan (ley annona) o incluso de monedas (en ocasiones especiales, como el ascenso de un nuevo emperador, se reparte «la limosna»). Las instituciones políticas, seguramente no por casualidad, también se centralizan. Finalmente, como sabemos, todo se vendría abajo. Sobre las razones de la caída hay mil argumentos, Graeber incide en la escasez de metales preciosos (que perduraría durante toda la edad media, hasta «el descubrimiento» de América), por el comercio con Asia, la ausencia de nuevos botines y el declive de los yacimientos que se habían explotado intensivamente gracias a la abundancia de esclavos. Escasez que habría hecho cada vez más difícil mantener un ejército formado en su mayor parte por mercenarios, y del que hacía tiempo habían desaparecido los hijos de los campesinos libres que antaño formaran su columna vertebral. Wright, por el contario, habla de nuevas crisis ambientales, esta vez alrededor de todo el arco mediterráneo. Los trabajos arqueológicos han revelado en Italia y España una erosión grave, que indica una gran intensidad de las actividades agrícolas en tiempos imperiales, seguida del colapso demográfico y el abandono de las tierras hasta bien entrada la edad media. Mientras el Imperio iba empobreciendo los suelos cultivables de la Europa meridional, Roma exportaba su carga medioambiental a las colonias en función de su dependencia de los cereales del norte de África y del Orien-

te Próximo. Las consecuencias pueden verse hoy en esas mismas regiones. Antioquía, la capital de la Siria romana, está sepultada bajo unos 9 metros de sedimentos que han bajado de las colinas deforestadas, y las impresionantes ruinas libias de Leptis Magna se alzan en medio de un desierto. Los antiguos graneros de Roma están ahora llenos de polvo y arena. Dado que ejército y producción agrícola eran la base de toda la sociedad, estas explicaciones son bastante razonables, y quizás pudieron reforzarse mutuamente. Luego están los economistas, que confunden causa con efecto, para vendernos su propaganda, retorciendo un poco los hechos, para que encajen en sus ideas preconcebidas.

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Lo interesante de la historia es que las instituciones excluyentes pueden ser la base de una sociedad estable basada en la expansión: roturar nuevos campos, capturar nuevos botines, capturar esclavos para trabajar en el campo y en las minas. Al mismo tiempo, la propia circunstancia de la exclusión sirve de motor para el crecimiento, la zanahoria que una vez sea alcanzada logrará al fin la inclusión de todos. Sin embargo, este marco institucional no puede lidiar con el estado estacionario, y eventualmente puede colapsar. Como veremos, no ocurre lo mismo con otro tipo de sociedades.


GEORGESCU-ROEGEN Y LAS SOCIEDADES CAMPESINAS RUMANAS. LA RACIONALIDAD DE LA INCLUSIÓN Según cuenta Oscar Carpintero en su libro sobre el economista rumano, Georgescu-Roegen dedicó dos artículos a exponer sus estudios y reflexiones sobre las sociedades campesinas rumanas sobrepobladas. El término sobrepoblada es definido como aquella economía en la que la productividad marginal del trabajo es cero. En estas economías, los factores tierra y capital son limitativos, es decir, sus productividades son positivas y constantes, pero añadir un trabajador adicional al proceso productivo no incrementa el producto. En una economía en la que se den esas condiciones, la regla de maximización del beneficio no conduce a maximizar el PIB, según demostró Georgescu-Roegen, hecho que concuerda con el marco institucional empírico observado en estas economías. Según indicó en su texto Teoría económica y economía agraria. En estas economías se desarrollan instituciones inclusivas Los visitantes de tierras de abundancia con frecuencia señalan en reproche que la gente de los países pobres gozan de mayor ocio que ellos. Parecen ignorar el hecho de que en países estrictamente sobrepoblados la gente no tiene alternativa. En estos países el ocio es impuesto

por condiciones geográfico-históricas, y no es el resultado de escoger una alternativa entre más ocio y más ingreso real, como es el caso de las economías avanzadas. En una economía estrictamente sobrepoblada, el ocio no es propiamente hablando un bien económico, porque no tiene otro uso que como ocio. Su valor, entonces, no puede ser otro que cero… [Por eso] regular la producción a través de la maximización del beneficio es probablemente lo peor que puede sucederle a una economía sobrepoblada porque aumentaría el ocio no deseado a la par que disminuye el producto nacional. Con un excedente de mano de obra, cada uno lucha por establecer un sólido derecho a una parte del producto nacional. Esto lleva a un patrón social que puede denominarse «partición del empleo». Varias personas desempeñan un trabajo que técnicamente requiere sólo una persona pero cada una insiste en ser considerado como empleado a tiempo completo por temor de ver desplazado su derecho. En un artículo posterior, Georgescu-Roegen analizaría los principios que rigen las comunidades campesi-

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nas, descubriendo que se rigen por dos reglas muy simples. Primero: Sólo el trabajo crea valor. Segundo: Existe igualdad de oportunidades para que todos trabajen, pero no igualdad de ingresos para todos. Es decir, quien cultiva la tierra tiene derecho a recoger sus frutos, pero esto no implica que sea propietario, el derecho al trabajo es independiente de la propiedad. La tierra es para ser utilizada no para ser poseída a través de la exclusión de uso por otros. Esto enlaza con el argumento anterior sobre las economías sobrepobladas. Si se aplicase el principio de productividad marginal al trabajo, el resultado sería un nivel de empleo menor que cualquier otro, y se impediría la igualdad de oportunidades para trabajar. El derecho al trabajo es independiente de que exista demanda efectiva de empresas o agentes. Es evidente que una condición necesaria para que uno pueda elegir su tiempo dedicado al mercado, por el lado de la producción y del consumo, es tener garantizado que no te quedarás sin tu silla, por mucho que esta puede verse reducida, en función de tu mayor o menor esfuerzo. Quizás esto explica la compulsión por el acaparamiento en nuestra sociedad, y que no existan otras formas alternativas de estatus, excepto la acumulación de bienes materiales.


LA URGENTE NECESIDAD DE UNA ECONOMÍA INCLUSIVA Si existe La Proa del Argo, y blogs como el de mi compañero de asociación, Jordi Llanos, La economía del Dr. Pangloss, o el de Antonio Turiel, The Oil Crash, es por la misma razón por la que asciende Le Pen en Francia, y otros nacionalismos por todo el globo, o lo que llaman «izquierda radical», en tantos otros lugares. Es el fracaso de la política del crecimiento, y de los partidos políticos «no radicales», que la avalan, los conservadores, liberales y socialdemócratas, así como el de sus brazos armados ideológico-académicos, la economía neoclásica y neokeynesiana (es de justicia excluir a los postkeynesianos, puesto que no tienen ninguna influencia política, aunque tampoco creo que sean la solución, si bien en cuestiones como el dinero estoy más cercano a sus planteamientos). ¿De verdad España va a crecer? Tenemos un 25% de paro, con lo que eso implica para el consumo, y no somos capaces de tener un superávit en la balanza de pagos, y lo poco que crecemos lo hacemos a través del crédito externo. Entonces, ¿qué pinta España en un mercado mundial? Si la economía mundial no termina de recuperar las tasas de crecimiento anteriores, sólo podremos exportar reduciendo las exportaciones de otros, es decir, empobreciendo al vecino. En esas condiciones, ¿realmente el capital extranjero va a reindustrializar nuestro país? No se lo cree nadie, pero vamos a firmar un tratado de libre comercio con EEUU para que por ejemplo Amazon arruine a los libreros españoles, una empresa que no paga un duro de impuestos, lo que a su vez llevará a nuevos recortes sociales, o subidas de impuestos a los ciudadanos. ¿Se puede crecer sin aumentar el consumo de energía? No. Como bien sabía Frederick Soddy, la energía es para nosotros un factor limitativo ¿Realmente se van a invertir los 53 billones de dólares hasta 2035 que dice la Agencia Internacional de la Energía que son necesarios para mantener el suministro de energía? Y realmente ¿»Sólo» es necesaria esa inversión? La cantidad es similar a lo que se viene invirtiendo en la actualidad, pero la producción no sube, está estancada en volumen, y desciende en términos de energía neta. Y si conseguimos el milagro de lograr el suministro de energía necesario para la economía del crecimiento ¿Vamos a crecer cuando nuestro país se llene de insectos tropicales transmisores de enfermedades desconocidas para nosotros? ¿Cuándo suframos eventos climáticos extremos como sequías e inundaciones? ¿Cuándo todo tipo de especies animales y vegetales raras empiecen a reproducirse como setas en los nichos ecológicos que hemos vaciado, capturando toda la biomasa del planeta para nuestra alimentación? No. Pasará como con la energía nuclear, que iba a ser la puerta de entrada a un progreso desconocido y tras más de medio de siglo de investigación no sabemos que hacer con los residuos nucleares, y ahora tenemos que destinar incontables recursos a ges37

tionarlos, precisamente cuando los recursos empiezan a escasear. El crecimiento de ahora es el desastre de mañana, porque nuestro crecimiento es antieconómico, tiene más costes que beneficios, pero no contabilizamos los costes, e incluso algunos costes los contabilizamos en el haber, y no en el debe. Cuantos antes terminemos con esa política suicida mejor. No hay que tener miedo a problemas ficticios como el desempleo, lo único que hay que hacer es adoptar instituciones inclusivas, que permitan a todos participar libremente en los costes y beneficios de la producción, y gozar de los segundos en relación a su participación en los primeros. La inclusión es además una cuestión ética, no se puede justificar moralmente excluir a alguien por el simple hecho de que no hay demanda para su trabajo, ya que el derecho a la dignidad de las personas debe primar sobre la racionalidad económica. En la segunda parte de este artículo, detallaré algunas de las muchas posibilidades que existen para comenzar a desarrollar esa economía inclusiva.


LA SOLUCIÓN En la primera parte de este artículo realizamos una breve descripción de uno de los problemas centrales de nuestra sociedad: el problema de la inclusión. En nuestra sociedad no existe el derecho a participar en los costes y beneficios de la producción, quedando esta condicionada a la demanda de empresas y agentes, y de forma indirecta al crecimiento económico. Es complicado polemizar una realidad tan sólidamente sedimentada en nuestros hábitos y en nuestro día a día, hasta el punto que pocos se atreverían a cuestionar lo que puede llegar a parecer el orden natural de las cosas. Nada más lejos de la realidad, tal y como mostramos, si bien el trabajo siempre acompañó al hombre en su relación con el medio natural y en la búsqueda de su sustento, la creación del mercado de trabajo es un suceso histórico, nada natural, más bien al contrario, el resultado de una gran coacción. Otras sociedades, en el pasado, institucionalizaron el derecho a la inclusión, tradicionalmente a través de los bienes comunes, y lo hicieron porque es tanto racional como sostenible. El problema no es sólo todo el sufrimiento que provoca la exclusión, imposibilitando la satisfacción de necesidades humanas básicas, sino que la solución indirecta a este problema, a través del crecimiento económico, se ha convertido en un móvil en sí mismo. De esta forma, problemas ficticios como producir más bienes en un mundo con abundancia de bienes, se convierten en centrales, por sus consecuencias sobre el bienestar de las personas. Es así como entramos en una lógica perversa, según la cual no se pueden resolver los problemas reales, como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, o el agotamiento de materias primas, puesto que están condicionados por problemas ficticios. El problema no se puede resolver, puesto que está mal planteado, necesitamos replantear el problema. Es preciso entender que la economía está para servir al ser humano y no el ser humano para servir a la economía. A continuación valoraremos algunas alternativas que se presentan como solución, o cuando menos como paliativo de este problema. 38


REDUCCIÓN DEL TIEMPO DE TRABAJO La evolución a partir de las instituciones existentes es, aparentemente, la solución más sencilla, natural y menos traumática. Esta es la principal ventaja de la reducción del tiempo de trabajo. Entre sus inconvenientes se encuentra que es tan sólo un paliativo, ya que no institucionaliza el derecho a participar en la economía, sino que se trata de una medida política que trata de garantizar el acceso al mercado de trabajo a más ciudadanos. Es una medida que puede encontrar resistencia por parte de los trabajadores, cuando la reducción de tiempo va acompañada de la correspondiente reducción proporcional en el salario, y de los empresarios, por la previsible dificultad para compensar la reducción de jornada de ciertos trabajadores con habilidades específicas. Por último, debería complementarse con medidas redistributivas para aliviar la pérdida de poder adquisitivo en los escalafones salariales más bajos, como por ejemplo un Renta Básica de Ciudadanía. En los Países Bajos se está implementando, con cierto éxito, una política de reducción de jornada laboral que ha contribuido a que este país tenga el número medio de horas de trabajo más bajo de entre los países ricos, junto con una tasa de desempleo muy baja (por debajo del 4% en 2009) y una tasa de actividad muy alta (casi el 80% de la población en edad de trabajar). Se está consiguiendo dando facilidades legales (protección frente al despido) a los trabajadores que quieran reducir su jornada o tomar una excedencia temporal, junto a facilidades para poder diferir sus ingresos, a través del ahorro o de préstamos a bajo interés, de periodos de la vida laboral en los que se trabaja más horas, a periodos en los que se trabaja menos.

Cada trabajador holandés dedica 500 horas menos al año a su empleo que los americanos. A pesar de reducir un espectacular 14% la longitud de la jornada en el periodo 1980-2000, las horas trabajadas por cada persona en edad de trabajar han aumentado, fruto de un espectacular incremento de la tasa de actividad.

La clave para una reducción más rápida del tiempo de trabajo podría estar en incentivar también a los empresarios, por ejemplo reduciendo las cotizaciones que paga el empleador cuando un trabajador reduce voluntariamente su jornada, o dando facilidades formativas, para evitar la escasez de ciertas habilidades. 39


RENTA BÁSICA DE CIUDADANÍA

GARANTÍA PÚBLICA DE EMPLEO:

Se debe evitar confundir la renta básica con la propuesta de subsidio para pobres que recientemente están comenzando a enarbolar tanto PP como PSOE. La renta básica es universal, se concedería a todo aquel que tenga derecho a la ciudadanía, sea rico o pobre, trabaje o no trabaje. Entre sus ventajas se cuenta que el coste de gestión es prácticamente nulo, ya que no hace falta un funcionario que compruebe que quienes reciben la prestación cumplen los requisitos, y que no fomenta la economía sumergida, al ser compatible con el trabajo, como si lo hace el subsidio para pobres. Es también, al igual que la reducción del tiempo de trabajo, un paliativo, ya que podría institucionalizar (idealmente debería quedar fijada constitucionalmente, intentando que quede al margen de los caprichos del partido en el poder) el derecho a participar en los beneficios de la producción, pero no en sus costes. El trabajo, pese a tener su vertiente negativa como actividad heterónoma, satisface necesidades humanas básicas, como la participación o la identidad, y está fuertemente arraigado en nuestra cultura el ganar el sustento mediante el trabajo en lugar de recibirlo pasivamente. Es una medida con un coste elevado, dar 450 euros a cada español supondría recaudar y redistribuir 20.000 millones de euros cada mes. Si tenemos en cuenta que los menores de edad deberían recibir una cantidad menor, y que se solaparía con otros subsidios, como las pensiones, el coste terminaría siendo significativamente menor, si bien seguiría siendo alto, aunque ni mucho menos inasumible, como muchas veces se plantea. Por otro lado, es preciso reseñar que el importe redistribuido no es «el coste» de la medida, la política redistributiva implica que habrá unos ganadores y unos perdedores, pero lo que se redistribuye no se pierde.

La garantía pública de empleo supone que el estado se convierta en empleador de último recurso, garantizando un empleo, aunque sea de pocas horas y por un salario básico, a todo aquel que esté dispuesto a trabajar y no encuentre un empleo en el mercado. Se trata de una propuesta del post-keynesiano Hyman Minsky. No cabe duda que, al igual que la Renta Básica, puede tener un coste alto, aunque menor que esta, y posiblemente es muy complicado encontrar una ocupación útil para tantas personas, en el lugar donde los desempleados se encuentren, y de las características adecuadas a las habilidades y formación de estos. Tras la crisis financiera en Argentina en el año 2002, y la grave situación económica a la que esta dio lugar, se desarrolló una experiencia en este país, en la que el estado actuó de forma similar a un empleador de último recurso. A través del denominado Plan Jefes de Hogar se dio trabajo a dos millones de personas, el 5% de la población argentina, y el 13% de la fuerza laboral, con un coste aproximado del 1% del PIB. La garantía pública de empleo resuelve el problema de la inclusión, lo convierte en una cuestión política, por encima de consideraciones económicas. Si bien es cierto que puede dar lugar a un cierto grado de «socialismo» jerarquizado indeseable, esto dependerá en gran medida de la participación ciudadana y de la descentralización de la gestión.

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BIENES COMUNES Los «comunes» son la forma que adoptó la inclusión en las sociedades tradicionales, como las sociedades campesinas rumanas que estudió Georgescu-Roegen, y de las que hablamos brevemente en el artículo anterior. La teoría económica postula la privatización de la propiedad comunal como remedio universal a «la tragedia de los comunes», una racionalización del destino de estos bienes, basada en unos presupuestos de partida tremendamente restrictivos, y que pronostica que la regla de la maximización del interés individual, al contrario que con los bienes privados, dará lugar a un menor bienestar colectivo. Estas ideas han quedado completamente desacreditadas merced al trabajo de diversos investigadores de la corriente institucionalista, entre los que destaca Elinor Ostrom. Aunque sería muy extenso resumir aquí su trabajo, y no conozco en profundidad el mismo, baste decir que la idea clave es «la capacidad institucional», capacidad que requiere voluntad para cooperar, y tiempo para desarrollarse a partir de la experiencia, y que hace referencia a la capacidad de la comunidad propietaria, para reconocer y darse cuenta de si las reglas de juego y los hábitos de pensamiento y de comportamiento son los adecuados para el mantenimiento «sostenible» del recurso, y en el caso de no serlo cambiar dichas reglas. Esta capacidad puede implicar distintos elementos, como nos cuenta la propia Ostrom en su artículo Capacidad institucional y solución al dilema de los recursos de propiedad común: En la Cuenca Occidental del condado de Los Angeles, en el sur de California, los usuarios conjuntos de un rpc han formulado durante varios años una solución al dilema (el agotamiento y contaminación del acuífero) de su uso. Su solución no es puramente privada, ni tampoco ha sido impuesta externa y coactivamente. Implica el desarrollo de la capacidad de comunicación, del reparto de los costes y del control y el uso y la adaptación de la capacidad de aportar información, del establecimiento de acuerdos y de la aplicación de los mismos. Cabría la tentación de resumir sus conclusiones diciendo que lo que hace falta para gestionar eficazmente los comunes es democracia, algo de conocimiento, y mucho sentido común. Los bienes comunes resuelven, en teoría, el problema de la inclusión, pero que exista un modelo exitoso de gestión de los acuíferos, pesquerías, bosques y otros recursos, sin pasar por su privatización o por el monopolio estatal, no implica que a través de ellos podamos hacer participar fácilmente a toda la población en los beneficios y costes de la producción. Esos bienes comunes ahora no existen, por lo tanto habría que ir creándolos de forma paulatina, seguramente con bastantes dificultades, y su explotación tradicional generalmente estaba asociada a actividades de escasa productividad. Pongamos el ejemplo que seguramente nos viene a todos a la mente: la agricultura urbana. No sería muy difícil promover la aparición de huertos comunitarios en esas franjas de tierra abandonada que nos encontramos en numerosas ciudades, reconvertir algún jardín poco lustroso, e incluso alguna azotea, con la ayuda de algunas macetas o jardineras. Un ejemplo exitoso y reciente de desarrollo de la agricultura urbana lo encontramos en Cuba. Es bien sabido que la caída del bloque soviético sumió en una profunda depresión a la isla, cuya economía estaba orientada a la exportación al resto de países socialistas, y que dependía en gran medida de las importaciones que realizaba de ellos, en particular de 41


combustible y alimentos. A consecuencia de la crisis, y la situación de desabastecimiento que esta creó, la población comenzó a producir sus propios alimentos, al principio de forma espontánea, y más tarde con la colaboración del gobierno. La experiencia ha sido un éxito, y en el año 2002 la producción de hortalizas había ascendido a 3.345.000 toneladas, partiendo de un nivel de 140.000 en 1997. Por su parte la producción de fruta pasó de 550.000 toneladas en 1997 a 3.082.300 en 2002.

Es mucha comida. Considerando un consumo anual de 675 kg de comida, que es lo que consumimos los españoles en 2013 (aunque gran parte serían «alimentos para el alma» como cerveza, vino o pequeños lujos como el agua embotellada), daría para alimentar casi a 10 millones de personas. Los cubanos nos dan una cifra a la que podría aspirar a llegar, tendencialmente, la productividad de este tipo de agricultura, y es de 20 kg/m2/año. Una parcela de 10 m2, poco más de un cuadrado de 3x3 metros, podría llegar a producir 200 kg de comida al año. Parece mucho, pero si lo valoramos en dinero es muy poco. A un precio de mercado de 2 €/kg (bastante alto, los precios hoy en un punto de venta en el barrio de Pueblo Nuevo en Madrid oscilaban entre 0,50 €/kg para el melón, y 2,70 para los kiwis, la mayoría de hortalizas valía algo más de 1 €/kg) son tan sólo 400 euros al año. Para alcanzar una renta de 450 €/mes, lo que se supone es un renta básica (muy básica y suponiendo que existe un acceso universal y gratuito a sanidad y educación), cada trabajador tendría que disponer de 135 m2, por encima de la media cubana, que he estimado en 117 m2 en el año 2005. Un problema adicional sería la competencia que esto introduce en el resto del sector agrícola, y el resto de intereses afectados, por ejemplo el sector de transporte y distribución de alimentos (parte de la producción sería autoconsumida y distribuida entre pequeños grupos de familiares y amigos, reduciendo los intermediarios y las comisiones correspondientes). Existe otra alternativa que resuelve el problema de la inclusión, la socialización completa de la producción, pero no la consideraremos. Quizás ninguna de estas políticas sea una solución sencilla al problema que nos ocupa, quizás no haya una solución ideal para todas las naciones y regiones, y cada una de ellas deba buscar el acuerdo que mejor encaje en su cultura, pero es probable que la solución al problema tome elementos de cada una de ellas. El factor determinante puede ser la sinergia y refuerzo entre ellas, junto con instituciones políticas más cercanas y deliberativas. 42


HACIA UNA ECONOMÍA INCLUSIVA Es evidente como la Renta Básica Universal y el Empleo Público Garantizado, lejos de ser opciones excluyentes, pueden funcionar conjuntamente, reforzándose. Por ejemplo, se podría exigir a los ciudadanos que lleven un cierto tiempo cobrando únicamente la renta básica, participar en los programas de empleo público, contribuyendo de esta forma también por el lado de los costes. Al mismo tiempo, la participación en los programas podría estar condicionada a la existencia de ocupaciones útiles, evitando de esta forma que el empleo público termine convirtiéndose en «cavar hoyos» ¿Y quién mejor para determinar lo que es útil y lo que no que la propia ciudadanía? El empleo público garantizado podría ser gestionado por asambleas ciudadanas auxiliados por funcionarios profesionales, de forma similar al presupuesto participativo de Portoalegre. La robustez moral de este sistema es evidente, existe un ingreso mínimo garantizado, y puede conllevar la obligación de trabajar, pero condicionado a que tus propios vecinos encuentren ocupaciones útiles. Adicionalmente podrían existir programas nacionales de empleo, con un salario ligeramente mayor, que por una parte ayudasen a solventar la problemática de las labores que son necesariamente intercomunitarias, y que por otro lado permitiesen emplear a aquellos que pertenecen a comunidades más pobres, con más desocupados, y con menos posibilidades de ser empleados en su comunidad. No es necesaria mucha imaginación para ver el potencial de estas políticas para desarrollar los bienes comunes. Las comunidades tendrían incentivos para desarrollarlos y mejorarlos y así emplear a aquellos que no encuentran acomodo en el mercado. Pequeños huertos urbanos, talleres de reparación (incluso fabricación, dadas las nuevas tecnologías disponibles) podrían desarrollarse y florecer de forma relativamente rápida. Llegar a institucionalizar un sistema de trabajo de último recurso basado en la explotación de bienes comunes sería una forma muy robusta de garantizar la inclusión. Al mismo tiempo, tal y como argumenté en el programa «Vida Verde» de Radio Exterior de España, la Renta Básica, el Empleo Público Garantizado, y los bienes comunes, podrían ir institucionalizando una red de seguridad, que permitiría a los individuos reducir libremente su tiempo de trabajo en el mercado, con la seguridad de no quedar, en el peor de los casos, desamparados. Esta reducción del tiempo de trabajo podría realizarse en todos los niveles salariales, dada la existencia de un amplio programa de redistribución. La reducción del tiempo de trabajo favorecería todo tipo de actividades autónomas, en particular el desarrollo interno de las personas, la creación de sus propios valores y significados, de forma distribuida y no jerarquizada como hasta ahora. Favorecería también actividades autónomas de contenido estrictamente económico, se suelen mencionar los cuidados, pero podrían intercambiarse todo tipo de servicios, con la ayuda de bancos de tiempo, e incluso monedas locales. Esta actividad económica autónoma podría llegar a ser un complemento importante de la renta del individuo, de mayor peso cuanto menor sea la renta obtenida en el mercado, sirviendo de elemento redistribuidor, junto con la renta básica. Si bien la inclusión debería tener valor en sí misma, seguramente habrá quien pregunte ¿cuánto cuesta? El coste financiero de una Renta Básica o de un programa de Empleo Público Garantizado oscila entre el 1-15% del PIB, aunque el coste real para un país es difícil de estimar, dado que en realidad estamos redistribuyendo ese importe, no destruyéndolo. Se supone que los impuestos necesarios para realizar esa redistribución crean una distorsión, y que eso hace que el PIB no crezca 43


un cierto importe que sí crecería sin esa intervención ¿Y a quién le importa? cabría preguntarse. Una vez resuelto el problema de la inclusión, el crecimiento deja de ser una necesidad. La gran cuestión, que desgraciadamente pocos se plantean, es ¿cuánto cuesta lo que no valoramos? Uno de los problemas más graves que enfrentamos es sin duda la grave alteración de la biosfera que estamos provocando como consecuencia de los cambios en los usos del terreno: de bosques a monocultivos, y de estos a terrenos urbanos. Esto está provocando una transición de fase de la biosfera, «con sorpresas desagradables a nivel local y global». Las condiciones de nuestra vida en este planeta están amenazadas, ni que decir tiene que la economía, nuestro sus-

tento, y el capital que nos facilita el disfrute de la vida, mucho más. La agricultura urbana permitiría recuperar usos ancestrales de la tierra, convertir monocultivos en dehesas, y dehesas en bosques, pero este sencillo propósito se encuentra con un obstáculo insalvable: el precio. Nuestros sistemas de precios no valoran que un bosque sirve de cobijo a la biodiversidad, a los polinizadores, que frena y reduce la erosión y que actúa de sumidero de CO2. Dado que todo esto no tiene precio, no es económicamente rentable cultivar alimentos en las ciudades y recuperar usos tradicionales de la tierra. Tenemos un grave problema cuando nuestro sistema económico asigna un coste cero a lo que nos es más preciado, pero eso ya lo sabemos, dada la insostenibilidad de los sistemas de precios.

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SOSTENIBILIDAD Y TRABAJO, MÁS ALLÁ DE LA HEGEMONÍA DEL MERCADO El pilar más importante de los que sostendrá la sociedad del futuro es sin duda el nuevo concepto, que debe surgir, sobre el trabajo. En este blog hemos argumentado que son necesarios cambios radicales en los mercados de dinero (cuando hablamos de la historia monetaria, del pensamiento económico de Frederick Soddy, y de su reforma monetaria) y tierra o recursos naturales (cuando hablamos de Henry George). A posteriori he descubierto que, junto a los cambios en el mercado de trabajo que estamos proponiendo ahora, este programa tiene una marcada inspiración (no buscada, accidental) en la obra de Karl Polanyi. Lo que estamos proponiendo son rupturas radicales en cada uno de los mercados que Polanyi definió, en su obra La Gran Transformación, como mercancías ficticias:

Es evidente que trabajo, tierra y dinero no son mercancías en el sentido de que, en lo que a estos tres elementos se refiere, el postulado según el cual todo lo que se compra y se vende debe haber sido producido para la venta es manifiestamente falso. En otros términos, si nos atenemos a la definición empírica de la mercancía, se puede decir que trabajo, tierra y dinero no son mercancías. El trabajo no es más que la actividad económica que acompaña la propia vida –la cual, por su parte, no ha sido producida en función de la venta, sino por razones totalmente distintas- (…). La tierra por su parte es, bajo otra denominación, la misma naturaleza que no es producida por el hombre. Finalmente, el dinero real es simplemente un signo del poder adquisitivo que, en líneas generales, no es en absoluto un producto sino una creación del mecanismo de la banca o de las finanzas del Estado.

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La gestión de los recursos, como parte de la adaptación a la vida en nuestro planeta, tendrá que hacerse sobre la base del conocimiento que tenemos de los mismos, con la debida prudencia respecto a la incertidumbre que indudablemente nos acompañará, dado el desconocimiento que todavía tenemos respecto de muchos de los procesos que se dan en la biosfera. El dinero y el trabajo son creaciones humanas, por lo tanto deben democratizarse, como corresponde a una sociedad que tiene presente que la causa de la libertad no está cerrada. El proceso puede entenderse como una ampliación de derechos, en el caso del trabajo hablaríamos de derechos productivos.


Cada una de estas tres reformas es importante, pero sin duda la del trabajo reviste especial dificultad, por implicar hábitos de pensamiento y de conducta arraigados en el pensamiento del conjunto de la ciudadanía. Por otro lado, si bien cada una de ellas es importante por separado, es evidente que también aquí encontramos elementos de sinergia y refuerzo entre ellas. El elemento central de la gestión prudente de los recursos es una reforma fiscal sostenible que en palabras de Herman Daly incluye al menos estos dos elementos:

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Sistema de fijación de límites máximos e intercambio de derechos mediante subasta para la explotación de los recursos básicos. Límites biofísicos máximos a escala de acuerdo con la fuente o el sumidero que los limite, el que sea el más restrictivo. La subasta captura las rentas de la escasez para una redistribución equitativa. El comercio permite la asignación eficiente para los mejores usos.

Reforma fiscal ecológica—cambiar la base imponible desde el valor añadido (capital y trabajo) sobre «aquello a lo que se añade valor», es decir, el flujo entrópico de recursos extraídos de la naturaleza (agotamiento), a través de la economía y, de vuelta a la naturaleza (contaminación). Internalizar los costes de las externalidades así como aumentar los ingresos más equitativamente. Apreciar lo escaso en la contribución de la naturaleza que previamente no tenía precio.

Es evidente como esta medida tiende a hacer que valoremos de una forma distinta los usos de la tierra, el bosque destruido para crear tierras de cultivo, los insumos utilizados en forma de fertilizantes, combustible y pesticidas, todo ello pasa a ser ahora la base de los impuestos, y entonces pasa a tener sentido, también por precio, la agricultura urbana y la reparación y reciclaje de objetos, frente a su disposición en vertedero. Ello a su vez da sentido a las políticas en torno al trabajo que acabamos de definir, da valor a la producción local de alimentos mediante la creación y mejora de bienes comunes, a la recuperación y gestión de bosques y al reciclaje mediante el empleo público garantizado, por poner tan sólo unos ejemplos. La nueva fiscalidad permite reducir los impuestos al trabajo, y ello a su vez permite potenciar las actividades autónomas con contenido económico, como el intercambio de servicios semi-profesionales. Sin impuestos al trabajo la distinción entre economía sumergida y economía legal desaparece, y sin impuesto al valor añadido el valor de los servicios disminuye, siendo más accesibles. Todo ello es aplicable desde el primer momento desde una base nacional, sin necesidad de acuerdos internacionales, ya que la reducción de impuestos al trabajo permite atraer capital, en lugar de expulsarlo. Encontramos, por tanto, la base para un proyecto de internacionalización, que se puede construir superando las fuerzas coactivas de la globalización.

Formas de integración Dinero Recursos naturales Trabajo 46


La reforma monetaria, por su parte, permite financiar, dentro de un límite, mediante los derechos de señoreaje, actividades que no son rentables, en el sentido de no dar lugar un nuevo flujo monetario que pague los intereses. Esto nos permite disponer de financiación para actividades que crean valor a muy largo plazo, o que mejoran el capital natural que no es valorado por el mercado, ya que sostiene servicios medioambientales que no tienen precio. Estas medidas, tienen sentido por sí mismas, como mejora de la calidad de vida de las personas, además de solucionar nuestros problemas de sostenibilidad. Se puede comparar el nuevo marco institucional resultante con los que hemos vivido bajo el capitalismo y el socialismo, atendiendo tanto a las formas de integración (reciprocidad, redistribución, intercambio) como a las mercancías ficticias de Karl Polanyi. El resultado se pùede observar en la tabla. Si añado la reciprocidad como forma de integración en la nueva sociedad es porque la liberación de tiempo de

trabajo indudablemente dará lugar a comportamientos autónomos con significado económico que se pueden englobar dentro de esta forma de integración. Es el caso del conocimiento y la información, por ejemplo, al que se puede contribuir de forma completamente altruista (tenemos el ejemplo cercano de la Wikipedia) esperando que otros hagan lo mismo, y así salir todos beneficiados. La razón de añadir la tabla al final de esta reflexión es volver a hacer hincapié en que no existen sólo dos tipos de sociedades, «capitalistas» y «socialistas», ni estamos en la mejor de ellas. Por el contrario, existen infinitas formas de vida colectivas, atendiendo a los criterios expresados en la tabla, o a otros muchos que podrían citarse. En nuestras manos está elegir el más adecuado, para nosotros y para nuestros hijos. No hay determinismo, y todos podemos contribuir al cambio. LAPROADELARGO.BLOGSPOT.COM.ES JESÚS NÁCHER FERNÁNDEZ

Capitalismo

Socialismo

Nueva Sociedad

Intercambio/redistribución

Redistribución

Intercambio/redistribución/ reciprocidad

Creación privada

Creación pública, finanzas públicas

Creación pública, finanzas privadas

Privados

Públicos

Públicos, de gestión privada

Privado

Público

Privado, con derecho universal de acceso

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El Hombre es un «ser-para-la-técnica» Se me considera un «tecno-optimista» en lo relacionado con las posibilidades que la Sociedad tiene para resolver sus acuciantes problema energéticos, demográficos, medio-ambientales y de todo tipo. O dicho de otra forma, que pienso que esos problemas podrían arreglarse, en gran parte, «técnicamente» contradiciendo, por ejemplo, la idea de Jospeh A. Tainter de que «cualquier inversión en complejidad, sea del tipo que sea, sólo acelerará el colapso», es decir, que las actividades de los científicos y técnicos en tratar de resolver los problemas de la «Civilización Industrial» están llamados al fracaso, pues hace ya mucho tiempo que estamos en los «rendimientos decrecientes» científicos y, de alguna manera, la «Civilización Industrial» está «condenada» y si seguimos intentando solucionar sus problemas por medios técnicos sólo aceleraremos más el proceso. Todo ello apoyado

en el «incontrovertible» análisis de J.A. Tainter en la caída de las civilizaciones en el pasado, como las que he comentado en otro post previo. Efectivamente, según esa definición no tengo más remedio que considerarme «tecno-optimista» en toda regla, es decir, creo que el Hombre, desde su origen, ha subsistido por medio de la resolución «técnica» de sus problemas, eso, de hecho, ha condicionado la forma de nuestro esqueleto, nuestra piel, nuestra habilidad para manejar objetos, la forma (indefensa y a «medio hacer») en que nacemos, etc...Por que, como dirían los filósofos el Hombre es un «ser-para-la-técnica», y eso nos permitió «salir de Olduvai» y ocupar cada rincón del planeta sin ser muy rápidos corriendo, sin tener garras y dientes fuertes, sin poder volar, sin poder desplazarnos por los árboles, siendo débiles físicamente bajo cual48


quier punto de vista, pero teníamos la capacidad de desarrollar «técnicas» y transmitirlas a través de nuestra cultura La invención de la agricultura y la ganadería son frutos «técnicos», como la creciente complejidad de los artilugios que hemos fabricado, y que ha permitido vivir cada vez más personas sin la constante amenaza de la subsistencia, hasta la situación actual donde nunca en la historia ha habido menos porcentaje de la población humana amenazada por el hambre, y es un hecho que la población mundial obesa ha superado, y con mucho, a la desnutrida; aunque esto no es bueno de por sí, si indica que en realidad «sobran» alimentos en el mundo, y mucho. Por otra parte no quiero negar la tremenda complejidad de los retos a que nos enfrentamos, producto tanto de nuestro desquiciado sistema de consumo en Occidente, como de la gran población que alberga la Tierra. En particular en el tema energético, lecturas como el blog «The Oil Crash» me han servido como un aldabonazo de

alerta de la ya muy urgente importancia de estos temas, que siempre he considerado importantes, pero ahora entiendo mejor el sentido de la urgencia de los pasos que debemos dar todos juntos en el futuro; sin que eso sea incompatible con la idea de que una gran parte de la solución o minimización de los efectos adversos de esa dinámica de reducción de recursos debe provenir de remedios técnicos, aunque también pienso que no serán suficiente y los aspectos de ahorro y conservación serán también, imprescindibles, pero para eso se debe contar, creo, con la voluntad de los individuos, pues los sistemas de racionamiento y en general las estrategias «top-down» promovidos por las élites «bien-intencionadas» suelen haber acabado, en el pasado, en desastres o tener el efecto contrario al buscado. En primer lugar voy a detenerme un poco en algunas de las ideas más inquietantes sobre las perspectivas del futuro de la Humanidad y su posicionamiento sobre el papel de la tecnología en ese proceso. 49


Los efectos de una Sociedad Agraria La perspectiva de J.A. Tainter es, para mí, una de las más peligrosas derivas del movimiento conservacionista, pues implica la asunción de que no debemos ya tratar de abordar los problemas de sostenibilidad tecnológicamente (científico-técnicamente), y además ve muy poco probables las posibilidades de un proceso de reducción del consumo y la natalidad. Por todo ello, hemos de prepararnos para un «colapso» completo de la «Civilización Industrial», como todas las que lo han prededido. Siguiendo la lógica de Tainter, todos los intentos en desarrollar la fusión nuclear, desarrollar las energías renovables, estudios del efecto invernadero, legislaciones y sistemas de limitación de emisiones de CO2, etc...están condenados al fracaso, pues consumiremos más y más recursos económicos y, por tanto, energéticos y de todo tipo en geneal en estas tareas, y esto sólo acelerará el «inevitable» colapso, que de todas formas va a suceder tarde o temprano La Teoría de Olduvai (de Richard C. Duncan) va incluso más lejos y llega a decir que, cuando se «acabe» el petróleo, en la cuesta abajo en nuestra «rodada» (como dice el tango de Gardel) no nos vamos a quedar, por ejemplo, en el tipo de sociedad de principios del siglo XVIII, en la llamada Revolución Agrícola del siglo XVIII, con el sistema Norfolk de cultivos o las mejoras en maquinarias (tiradas por animales) como las ideadas por Jethro Tull (un agrónomo muy famoso aunque ahora la gente sólo conoce al grupo de música de los 70’s que usó su nombre), que pudieron aumentar los rendimientos de las cosechas un 100% sin usar ni un gramo de fertilizantes o plagicidas o maquinaria con combustibles fósiles, no, sino que vamos inevitablemente a acabar como clanes dispersos de cazadores-recolectores de la Edad de Piedra, iguales a los de la Garganta de Olduvai. Para R.C. Duncan, la Civilización actual, tal y como la conocemos no es más que un «pulso» de petróleo, y cuando

el petróleo se «acabe», el colapso es inevitable hasta acabar, como he comentado antes, en grupos reducidos (clanes) y dispersos de cazadores-recolectores viviendo al modo de los «homínidos de Olduvai», habremos de olvidar, por tanto, todo lo que sucedió desde el Neolítico hasta el siglo XX Yo, la verdad no sé cómo calificar esta «teoría», para no ser muy «radical» en mi juicio, creo que se trata de una hipótesis como mínimo «atrevida» y creo que no soporta la mínima revisión histórico-antropológica, (tengo retenidas en la mente palabras algo más fuertes, pero me las voy a callar) Este tipo de teorías (como la de Olduvai de R.C.Duncan) parte, además, de la idea de que la tecnología consiste únicamente en «artefactos» o «combustibles», ignora el hecho de que la tecnología es sobretodo «software», puro ingenio humano, en el sentido de que las cosechas aumentaron en el Norte de Europa, desde los tiempos de los romanos al siglo XVIII, en 3 ó 4 veces su rendimiento aún antes de usar un sólo gramo de fertilizante, plagicida o maquinaria, simplemente por la observación y estudio minucioso de los efectos de la rotación de cultivos, las mejoras en el arado, el uso mucho más eficiente de los animales de tiro, estabulación del ganado, la selección de los granos de las cosechas y del ganado, la combinación de diferentes especies vegetales para enriquecer en nutrientes la tierra y evitar los períodos de barbecho, etc....Sólo por poner algunos ejemplos del mundo rural, pero esto es así en todos los campos del saber humano: perfeccionamiento de los molinos de viento en Holanda, aprovechamiento de energía hidráulica en molinos, mejoras en diseño de barcos trans-oceánicos a vela, etc... La deriva obvia de aceptar este tipo de teorías, que podemos llamar del «colapso inevitable» como válidas consiste en que el movimiento por la sostenibilidad se convierte en un «survivalismo» (usando un anglicismo), un asunto de prepararse quasi-individualmente, o en comunidades

La única estrategia «racional» es prepararse para un futuro post apocalíptico de comunas agrarias cuasi-aisladas hostigadas por bandas de desesperados.

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muy muy pequeñas, para lo «inevitable», es decir, buscar estrategias de supervivencia (survival) puras y duras Por tanto, ¿para qué presionar a los políticos para acelerar la investigación en la fusión nuclear, en las mejoras de ahorro en energía y recursos, en la mejora de los transportes públicos, en las energía renovables, en la eficiencia energética de los edificios, en la educación medio-ambiental, en el menor despilfarro-consumo, etc....? si NADA de eso sirve ya para nada, sino sólo para acelerar el desastre, si dentro de poco no habrá ni gobierno, ni estructuras «complejas» ni nada similar. Por consiguiente la única estrategia «racional» es centrarse en buscar un trozo de tierra que sembrar, un techo, algunos animales, un pozo con agua y uno o mejor varios Kalashnikov y prepararse para un futuro de comunas agrarias cuasi-aisladas hostigadas por bandas de desesperados de las que hay que defenderse a tiros para que no nos roben nuestros medios de vida. El medio-Oeste de los USA está lleno de individuos que

piensan exactamente esto, con auténticos arsenales para defenderse del «caos» y los «saqueadores», de hecho yo diría que esperan fervientemente esa especie de «Juicio de Dios», porque hay que tener en cuenta que Apocalipsis significa en griego «revelación», pues en la Escatología de los primeros cristianos era un suceso positivo, fervientemente esperado, para acabar con el «mal» y separar el «grano» de la «paja», y ahora el fenómeno mental es similar. Las herejías milenaristas del medievo europeo está llenas de esa misma idea = Waldenses, Tanchelmitas, Taboritas de Bohemia, Pastoreaux, Dolcinianos, Flagelantes radicales, Fraticelli, los seguidores de los falsos emperadores «dormidos», etc...A quien quiera más información sobre esta temática de al Edad Media le recomiendo el magnífico libro del autor Norman Cohn «En Pos del Milenio» Ideas tan antiguas como el mundo, de hecho es ahora quizás uno de los períodos de la Historia donde menos «apocalipticismo» y «profetas» del mismo hay, aunque «haberlos haylos».

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Pero para pensar en un futuro así, en una sociedad post o no-industrial, aparte de pensar si es «inevitable» o «buena», hay que pensar en el efecto que tendrá en la población un futuro casi o exclusivamente agrario tras la caída de la «Civilización Industrial»: ALEMANIA: PLAN MORGENTHAU En 1947 el ex-presidente americano Hebert Hoover fue enviado a Alemania para verificar las posibilidades de poner en marcha el que se denominó «Plan Morgenthau», cuyo nombre proviene del secretario del Tesoro de USA Henry Morgenthau, y que pretendía convertir a Alemania en un estado agrícola para siempre y evitar así que pudiese convertirse en el futuro una vez más en una amenaza para la paz mundial. Evidentemente Hoover llevaba a un nutrido equipo de expertos en agricultura, en desarrollo, etc...para hacer el estudio que se le había pedido, y así en su carta al presidente Harry Trumman del 18 de Marzo de 1947, con las conclusiones de los informes, decía: «Existe la ilusión de que la Nueva Alemania que ha quedado tras las anexiones puede ser reducida a un “estado pastoril”. Eso no puede hacerse salvo que exterminen o trasladen 25.000.000 de personas fuera del país». Evidentemente Trumman no iba (no podía) permitir eso, y más cuando el comunismo empezaba a verse como una alternativa viable en muchas zonas de Europa Occidental por las penurias de la posguerra, por ello, al final se decidió enterrar el Plan Morgenthau y lanzar el Plan Marshall, con el objetivo de re-industrializar el país, única manera de evitar un desastre humanitario y así frenar al comunismo en Europa. Como nota al margen diré que lo que nos está aplicando Alemania a nosotros en la actualidad es una suerte de «Plan Morgenthau» crediticio, para que no volvamos a ser una «amenaza crediticia» a las finanzas europeas. El efecto está siendo bastante devastador. CAMBOYA: UTOPÍA JEMER Afortunadamente el proyecto «agrarista» no se llevó a cabo en Alemania, pero donde sí se llevó a cabo sistemáticamente fue en Camboya en 1975, en la «Utopía», por fín hecha realidad, de los Jemer Rojos, que decidieron establecer una sociedad agraria totalmente igualitaria, y para eso enviaron a toda la población de las zonas urbanas, a trabajar al campo, sin métodos modernos de cultivo ni jerarquías organizativas. Creo que todo el mundo se equivoca al juzgar los motivos de Pol-Pot, en realidad él lo hizo pura y exclusivamente por el «Bien» de la población; lo hicieron pues lo importante, para los Jemer, no es el Ser Humano en sí, lo importante, es el Bien Supremo, que no es otros que la «Igualdad», a la que, desgraciadamente, la ya corrupta naturaleza de las personas «aburguesadas» no pueden aspirar por sí mismas y deben ser obligadas «a ver la luz» en los campos de arroz. Se trata de la simplificación social llevada a su máximo extremo en nombre del mayor bien a que el Hombre puede aspirar: «La Igualdad», sólo posible sin división del trabajo, sin jerarquías, sin complejidad, pues cualquier división del trabajo trae, inevitablemente la distinción y la jerarquía. El resultado fue muertes por malnutrición, por enfermedades «normales» fácilmente curables, por falta de higiene básica, por mortalidad infantil y en los partos, etc....se ha calculado que murieron del orden de 3 millones de personas de una población total de 8 millones. Y las muertes no se debieron apenas a ejecuciones, sino a la imposibilidad de nutrirse medianamente bien o de dar una sanidad de lo más básica cuando los médicos y las enfermeras estaban recogiendo arroz y las potabilizadoras y los hospitales estaban cerrados, pues había desaparecido cualquier rastro de «Sociedad Industrial» salvo para fabricar armas. En realidad la población de Camboya se enfrentaba a un exterminio casi total si los vietnamitas no invaden el país en 1979, que, por cierto, casi supone una guerra total entre Vietnam y China, auténtica defensora de la «Utopía Jemer».

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CHINA: REVOLUCIÓN CULTURAL El «experimento» Jemer es una secuela de la serie de experimentos, comenzados por Mao, al que consideraban su «padre intelectual», que pretendía «cambiar el Ser Humano» desde arriba (top-down) y por coj****, pues Mao había llegado a la conclusión de que el Ser Humano, nacido en su familia, tiende a desarrollar conductas «burguesas» en cuanto deja de trabajar con las manos o hay la mínima jerarquía en el trabajo, por ello es el Estado el que debe educar a los niños desde muy pocos años, alejándolo de las familias y además es necesaria una siempre renovada «Revolución Cultural» sobre los «aburguesados», es decir, los técnicos, intelectuales, artistas, médicos, profesores de universidad, etc...los cuales, desde 1966 a 1976, fueron ferozmente perseguidos en China por la «Guardia Roja», enviados a los campos o asesinados, por su falta de compromiso con el ideal igualitario. Se calculan que fueron varios millones los muertos, no sólo por los asesinatos, sino por el efecto nefasto que en el desarrollo económico y la cobertura sanitaria, tuvieron estas medidas, como había ocurrido antes con el «Gran Salto Adelante».

Con todo lo anterior quiero insistir en que sin una «Civilización Industrial», sin una compleja división del trabajo con médicos, enfermeras, hospitales, fabricación de medicinas, fertilizantes, transporte, electricidad, etc... el efecto inmediato es una mortandad en masa que dejaría en pañales a la Peste Negra de 1348, y yo, por mi parte, estoy firmemente convencido que merece la pena intentar, por todos los medios, que no ocurra nada parecido a esto en el futuro en ninguna parte del Mundo, y además creo que es más que probable evitarlo si nos ponemos manos a a obra y se da a los científicos y técnicos medios suficientes para buscar la manera de evitarlo; es decir, si se invierte fuertemente en «complejidad» Respecto al modelo económico de la sociedad, creo que se debe buscar por todos los medios posibles, la forma de distribuir mucho mejor la riqueza, al menos retomar el ideal social-demócrata «de verdad», pero sin el crecimiento de instituciones «parásitas» con su «clientelismo» normalmente asociado, y para ello es necesario una mayor participación de las personas (sociedad civil) en el proceso y menos «partitocracia». Ojalá pueda ser posible una economía más basada en el mundo de las cooperativas que en el de las grandes empresas, y a lo mejor hay que ir a medidas como la propuesta por John Stuart Mill en el famoso capítulo sobre

el «Estado Estacionario» de su libro «Principios de Economía Política» en el que proponía que no se pudiese dejar en herencia más de una cantidad de dinero que permitiese una vida «digna» a los herederos, pero nada de inmensas fortunas y propiedades, que anulaban, de raíz, el principio de «igualdad de oportunidades» por el que tanto clamaban los liberales de esa época (completamente distintos a los neo-liberales que sólo parecen buscar un mundo cada vez más estamental y oligopólico). Pero en cualquier caso creo que los sistemas de producción que funcionan son los auto-organizados, los sistemas centralizados de planificación resultan, necesariamente ineficaces a la hora de proveer necesidades complejas. La URSS fue un caso paradigmático de derroche de recursos y de contaminación, teniendo, por ejemplo, que importar trigo de Europa, USA y Canadá, a pesar de haber sido siempre el «granero de Europa» (por Ucrania), perdiéndose una parte muy importante de las cosechas por los deficientes sistemas de almacenamiento, distribución, reparto de fertilizantes y semillas, etc...un auténtico desastre organizativo, entre otras cosas, por la ausencia total de incentivos en los participantes en el proceso, y que al final era incapaz de proveer las necesidades más básicas de la población sin ayuda externa.

Los sistemas de producción que funcionan son los auto-organizados.

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Las raíces del las ideas Malhusianas Creo que es preciso investigar no sólo las ideas, sino su historia, cómo se generaron, al objeto de identificar el «sentido» oculto de las mismas, porque en muchos casos da una idea del «proyecto de sociedad» de los que las defienden Es público y notorio que el reverendo Thomas Malthus escribió su archi-famoso libro «Ensayo sobre el principio de la población» (1798) como una respuesta «contundente» a las tesis de «utópicas» de William Godwin, en particular su libro llamado «Disquisición sobre la justicia política y su influencia en la virtud y felicidad de la gente» (1793), escrito en ese ambiente de explosión de ideas y optimismo (para muchos) que fueron los años posteriores a la Revolución Francesa. Godwin, en ese libro, defendía que el Hombre, todas las personas, se deben dirigir hacia la liberación de las condicionantes sociales que los oprimen, y el instrumento de la liberación no puede ser otro que la razón, teniendo en cuenta que este largo camino sólo puede hacerlo cada persona por sí solo, de tal forma que el proceso de desarrollo de su raciocinio, de análisis interiorizado, mostrará a cada individuo la realidad de la esclavitud en la que vive y la manera de obrar para que cada vez más prevalezca la justicia y una vida mejor para todos. En el mundo del trabajo Godwin ya resalta la importancia del «ocio», como método «liberador», y dice que en realidad, la necesidad de esfuerzo y horas de trabajo podrían ser muchísimo menores, pues una inmensa cantidad de ese trabajo se dedica a sostener la «holganza» de otros (los ricos), y sólo una parte muy pequeña del trabajo realizado va a parar al propio obrero. Manifestando ya ahí su defensa de la necesidad de un reparto de las riquezas mucho mayor, y por tanto, decía, más justo Voy a parar aquí la descripción de las ideas de Godwin, que en realidad, como puede entenderse, son mucho más extensas y complejas, pues las que he descrito son suficientes, creo, para describir los motivos que pusieron en marcha la «campaña» Malthusiana. Creo que ya se puede ver claro por donde van a desarrollarse los contra-argumentos Malthusinos a las tesis de Godwin: Según Malthus, dado que los pobres, los obre-

ros, no son más que «bacterias en una placa de Petri» (usando el lenguaje biologicista moderno), en el caso de que se hiciera un mayor reparto de la riqueza, ésto originaría «inevitablemente» y de inmediata un incremento sostenido de la población (el crecimiento de las bacterias es directamente proporcional al alimento: dB/dt = AxB, siendo A el alimento y B el nº de bacterias, pues los seres humanos igual), de tal forma que cualquier incremento en los salarios, o en la riqueza de los pobres (al final alimentos) sería inmediatamente «invertido» en la procreación de más y más niños, más y más población, dado el «enfermizo» e incorregible afán reproductor de los pobres, se produciría, por tanto, un crecimiento demográfico mucho mayor que el de los recursos alimentarios, y al final, tendremos una inevitable hambruna y un colapso total de la sociedad, que afectaría tanto a los antiguos ricos como a los pobres Hay que decir que la famosa «paradoja de Jevons» es del


mismo «linaje intelectual», y deriva de ésta misma lógica Malthusiana. Hubo otras «leyes universales» de este tipo, que yo llamo «Leyes de Hierro» como la «Ley de Hierro de los Salarios» del aristócrata David Ricardo y todo el resto de «Leyes de Hierro» de las últimas décadas, como las de Tainter y Duncan. Según todas estas «Leyes de Hierro» son inútiles los repartos de riqueza (Malthus) o las mejoras en eficiencia (Jevons), Malthus y Jevons nos han «enseñado» que somos «bacterias en una placa de Petri» y destruiremos cualquier mejora en la redistribución o en la eficiencia del uso de los recursos o de productividad, tanto por la mayor reproducción como el siempre mayor consumo (o consumismo) generalizado de los pobres. Igualmente los «Incrementos de Complejidad» sólo traerán un desastre mayor y más rápido (Tainter dixit) y tras agotar hasta la última gota todo el petróleo (como bacterias que somos) volveremos a «Olduvai» y no hay nada que podamos hacer para evitarlo (also sprach Duncan). Para Malthus, por tanto, la pobreza y la miseria de la clase

trabajadora es una consecuencia «inevitable» de la propia dinámica de la población, es una Ley Natural insoslayable, es decir, aunque se detrajese toda la riqueza a las clases adineradas, en poco tiempo el aumento de la población de los pobres que eso conllevaría, haría que de nuevo, hubiesen agotado todos los recursos y volverían a estar en la misma situación de mera subsistencia o peor aún, pues después de terminarse el efecto positivo de esa «inyección» de recursos (overshoot), vendría una hambruna generalizada y el verdadero colapso. Es exactamente la misma lógica del Dr. Garrett Hardin y su «Ética del bote salvavidas», si los ciudadanos de los países occidentales permitimos que los «nadadores» en la miseria de los países pobres se suban a nuestro «bote salvavidas» de riqueza, acabaremos todos hundidos, por ello el mejor comportamiento «ético» es dejarlos que se ahoguen en la miseria y el hambre, que era exactamente lo mismo que decía Malthus. Por tanto, dada la «inevitable» situación de miseria de los obreros es preciso preservar la riqueza de los poderosos, pues sería inútil y pernicioso cualquier otra cosa para el conjunto de la sociedad, la misión de los poderosos es, entre otras cosas, poner las condiciones «pasivas» para una correcta regulación «natural» de la población (miseria, pobreza, «leyes de pobres», mano dura, etc...), y esto lo hicieron bastante bien los ricos británicos, y uno de los ejemplos más claros fue la Gran Hambruna Irlandesa de 1845, donde no se tiene noticia de que ni un solo terrateniente británico permitiese a la población irlandesa alimentarse de los inmensos trigales que gozaban de buena salud, mientras la cosecha de patatas se hundió por el tizón, asimismo la Corona Británica no hizo absolutamente nada, sólo esperar la «regulación natural» de las poblaciones, como diría F. Hayek ó G. Hardin, pues no hay mejor combinación que la de pobres+católicos para justificar dejar morirse de hambre a todos. misma «lógica» o «linaje de pensamiento» que los que se oponen y se han opuesto a la «Revolución Verde» y otras «catástrofes ecológicas», la de aquellos que esperan, ansiosos, la «Gran Mortandad» post-industrial, como medio de «limpiar» la Tierra. Otros que sostienen este «linaje de pensamiento « fatalista son Hobbes y Herbert Spencer, de los que ya he hablado en otros artículos y de su influencia en la «visión del mundo» actual


Como ya he dicho en otros artículos, la lógica interna de este modo de pensar es la completa destrucción del ideal Humanista, que defiende la posibilidad del mejoramiento interior y exterior del Ser Humano, heredera de la ética cristiana (no protestante) de la «justificación por las obras» que hace posible la perfección personal del Hombre, por sus propios medios, por su siempre creciente capacidad de discernir el Bien del Mal; tal y como lo expresó magníficamente Erasmo y otros humanistas. Porque la Predestinación protestante establece una división infranqueable, una «falla» esencial entre los seres humanos, de tal forma que la sociedad queda fatalmente dividida entre los elegidos («triunfadores», «winners») y los condenados («perdedores», «losers»), porque en la lógica católica «Mediterránea» nosotros ganamos o perdemos, son circunstancias de la vida, contingentes, pero en el universo predestinacionista tu «eres» (en esencia) un «ganador» o un maldito «perdedor», y eso NO es una situación vital contingente, sino la manifestación clara y definida de tu «destino», decidido por un Dios inmisericorde allá en el mismo Principio de los Tiempos. Pero, ¿a dónde queda en este esquema la lógica de la redención de Cristo, con su pasión y muerte cuando ya está decidida la suerte de TODA la humanidad desde inicio del universo?¿No queda eso ya como una «comedia»? En este linaje de ideas el Ser Humano en su mayoría, salvo la minoría de los «elegidos», claro, queda reducido al extenso rebaño de los «condenados», a los cuales no debemos dedicar ningún tipo de «caridad», «ayuda» o «consideración», pues sería, de hecho, contravenir los designios divinos, expresado tanto en su forma teológica, como en las Leyes Naturales, que son parte, también, de su Obra. Según estos principios, hay una absoluta coherencia entre la teología predestinacionista y las «Leyes Naturales» (como la Ley de la Población del sacerdote Malthus y las otras «Leyes de Hierro») que podemos observar, pues ambas (la Revelación y la Ley Natural) son de origen divino Evidentemente las sociedades no son entes homogéneos, y el ideal Humanista no ha dejado de ganar fuerza, incluso en las sociedades calvinistas anglosajonas, como fue el caso de Godwin, muy «contaminado» por los ideales del otro lado del Canal de la Mancha, y esto es así en gran parte porque el mensaje Humanista está cargado de sentido y de esperanza para toda la Humanidad, en vez de la «ferocidad» y elitismo pesimista del ideario predestinacionista, porque sin esperanza nada puede siquiera intentar resolverse. Las ideas de Malthus, recogidas en los escritos de David Ricardo, auténtico «padre» de la Economía tal y como la conocemos nosotros, llevó al famoso escritor inglés Thomas Carlyle a llamar a la Economía, «la Ciencia Lúgubre» («The dismal science») pues los argumentos de la Ecomoía se basaban en las condiciones de escasez, hambrunas, rendimientos decrecientes, control preventivo de la natalidad, etc..que tanto hemos oído hablar a tantos escritores que se han basado en las ideas de Ricardo, entre ellos Marx. Carlyle encontraba todo esto desesperanzadoramente triste y también «interesado», lo cual es del todo cierto. Al final todo esto, creo, se reduce en gran parte al «combate» de ideas que reproduce la «eterna» diatriba entre el Humanismo de Erasmo y el Predestinacionismo de Lutero, éste último defiende la naturaleza «intrínseca y radicalmente corrupta» de la naturaleza humana, con un destino ya definitivamente descrito y «marcado», del que deriva «lo mejor» del Malthusianismo reaccionario apocalíptico. La diatriba Godwin-Maltus es otra etapa de ese eterno enfrentamiento que sigue muy vivo. 56


A vueltas con la energía Es tiempo de volver brevemente al problema de la energía, aunque es sólo un caso particular del cúmulo de retos al que tenemos que enfrentarnos, y en el cual tenemos que trabajar por buscar una solución lo mejor posible, tratando de evitar un posible «colapso» en algunas partes del Mundo, pues un colapso total y absoluto, para mí, es más que improbable, porque evidentemente no vamos a agotar «hasta la última gota» de petróleo, carbón y gas, no creo que a nadie se le ocurra seriamente pensar en algo así; pero sí podemos tener un agravamiento de los problemas económicos y sobretodo la posibilidad de una carestía de los alimentos potencialmente muy problemática en algunos países pobres, así como el impacto, que parece cada vez más severo, del cambio climático. En una entrevista, en Septiembre del año 2010, realizada a Stephen Hawking y a Brian Cox, a la pregunta de cual es el reto científico principal a que se enfrenta la Humanidad en las próximas décadas ambos no dudaron en la respuesta: la producción eléctrica por fusión nuclear, y creo que hay pocas personas en la comunidad científica que piense de forma diferente. Brian Cox piensa que sin esta tecnología «nuestra especie se encontrará en grave peligro para el fin de este siglo», quizás sea tan necesaria incluso antes... He escuchado recientemente entrevistas a algunos de los máximos responsables del programa mundial de desarrollo de la tecnología de fusión nuclear para la producción de energía, como el profesor Steve Cowley, director del centro experimental de Culham en UK, el cual se muestra absolutamente convencido de que la fusión nuclear es YA una tecnología viable y sólo resta demostrarlo en una planta como la que está construyendo el ITER en Cadarache, el Sur de Francia, y que el motivo del interminable retraso es la falta de recursos económicos para acelerar el proceso En España el físico Francisco Castejón del CIEMAT es igual de tajante en este asunto, y dice que si los políticos que toman las decisiones «de verdad» apostasen por acelerar el desarrollo de esta tecnología, los plazos se acortarían mucho más.

Yo pienso que cuando científicos como estos, todos de primera fila, hablan de forma tan tajante, con tanta seguridad de la viabilidad de esta tecnología no se me ocurre pensar que lo hacen para «coger subvenciones», «vivir de la mamandurria» ni nada de eso, creo que son personas archi-profesionales, muy seguras de lo que hacen y que pueden afirmar eso de frente y abiertamente ante el resto de la comunidad científica. Para mí sería el equivalente de los Oppenheimer, Fermi y Einstein cuando aseguraron a F.D.Rossvelt que si invertía suficientes recursos en el Proyecto Manhattan, en pocos años tendría una bomba atómica; sólo que en el caso de la fusión hay mucho más camino avanzado que en la bomba atómica antes de que empezase el Proyecto Manhattan Es verdaderamente triste que se esté acometiendo recortes en este campo debido a la crisis de la zona Euro, que se estén revisando los presupuestos, alargando los plazos, escatimando recursos, cuando no creo que exista en el Mundo ningún otro proyecto igual de importante para la especie humana en su conjunto, como igualmente afirma Hawking y Cox De hecho desde el punto de vista económico es ya una verdadera aberración que no se active más ese desarrollo, pues el déficit energético le costó a la UE «sólo» 400.000 millones de euros en 2008, y se estima que las necesidades de infraestructuras para poder cumplir con el compromiso de energía renovables en 2020 equivale a 1 billón (trillion en USA) de euros. Supongo que los intereses de las empresas energéticas pesan en el proceso... En encuestas del Eurobarómetro el 82% de los europeos reconoce que la forma en que se produce y consume la energía tiene un impacto negativo en el clima, es decir la inmensa mayoría de los europeos reconoce ya el efecto perverso del cambio climático, y el 50% reconocen el cambio climático como uno de los mayores problemas mundiales y afirma que es necesario tomar acciones YA, todo esto contrasta con la actitud de los políticos, y con el propio movimiento ecologista al respecto. Por ejemplo Ecologistas en Acción se manifiestan en contra

Un colapso total y absoluto, para mí, es más que improbable

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de del ITER al que consideran «una fantasía de alta tecnología peligrosa y cara», y yo creo que antes de hacer el cúmulo de afirmaciones que figuran en ese artículo deberían hablar con los científicos involucrados en el proceso (como el dr. Castejón), considerar las alternativas realistas que hay y el impacto real de aplicarlas, porque, por ejemplo, en el caso de la fusión NO hay residuos radiactivos de larga vida, sino otros de vida corta, en muy pequeñas cantidades que no presentan, ni remotamente, los problemas de manejo de las centrales nucleares convencionales, que pueden gestionarse de manera simple, y que no tienen riesgos intrínsecos en la operación (por ejemplo de explosión o de fusión de barras de combustible, etc...) como muy bien explica el dr. Castejón y toda la comunidad científica. Creo que lo que es una verdadera fantasía es pensar en el sostenimiento de una sociedad compleja como la nuestra, con 7.000 millones de personas, sólo con energías renovables, bueno, si de lo que se trata es de volver al «agrarismo» (y su precio en vidas), o de una solución sólo para Occidente, que es quien puede financiar las grandes inversiones en renovables (con su pobre TRE: Tasa de Retorno de la Energía), bien, pero creo que hay que pensar en el resto de la Humanidad también, y buscar la manera que una tecno-

logía renovable o quasi-renovable (como la fusión) pueda ser viable para los países en desarrollo, pues de lo contrario gastarán más y más CO2 (del carbón), por mucho que quieran los ecologistas, y sólo retrasaremos algo el problema de agotamiento de los recursos energéticos. Evidentemente esta confusión en el seno del movimiento por la sostenibilidad es lo que está haciendo que los políticos no sientan ninguna presión por el desarrollo de la generación de energía por fusión, y no tengan el mínimo reparo en hacer los recortes que hagan falta en su desarrollo, pues nadie le va a pedir cuentas por los retrasos, y de hecho hay una buena parte del movimiento conservacionista que está en contra de gastar esos 10.000 millones de euros, 4.500 millones de la UE, en este proyecto, por ser un «despilfarro» (ver enlace al artículo de Ecologistas en Acción), cuando, cuando, por compararlo con otro esperpento, se trata de menos de la mitad de lo que, sólo en España, le han «inyectado» a Bankia (23.500 millones) y que vamos a pagar con nuestro sudor y sólo para el enriquecimiento de unos cuantos. Creo que hay que pensar en el futuro energético en términos de fusión nuclear, en plantas muy distribuidas, y buscar un vector de alta energía a partir de la electricidad (¿H2?) para poder usarlo en el transporte, además, por supuesto, del uso de energías renovables, las mejoras sustanciales en eficiencia en todos los procesos, reciclaje al máximo, el ahorro y la limitación voluntaria del consumo, reforzando la educación, pues los impactos medio-ambientales del consumo evidentemente no sólo son energéticos, suponiendo que pudiésemos solucionar esto, y los problemas de agotamiento de recursos no son exclusivos de la energía, aunque una fuente de energía sostenible y abundante aliviaría mucho los problemas, pero en ningún caso acaba con ellos. No soy un experto en absoluto en estos campos e ignoro si hay suficientes metales para construir una red eléctrica masiva para una futura «sociedad eléctrica», supongo que habría que usar aluminio y cobre, pero también investigar otros vectores energéticos, transmisión inalámbrica de electricidad (¿laser?) por decir una «burrada», es decir, en suma dedicar a muchos cerebros a solucionar estos problemas, porque siempre vamos a tener nuevos problemas que resolver, y no tienen porqué faltar soluciones.


Conclusión Creo que hay una parte no despreciable del movimiento por la sostenibilidad fatalmente «contaminado» por el «doomerism» (apocalipticismo) pesimista Malthusiano, su «agenda» ideológica y su pobre concepto del Hombre, que lleva a buscar sólo soluciones individuales o quasi-individuales, con la renuncia a realizar un verdadero esfuerzo necesario en la solución de los problemas que tenemos encima, tanto en nuestros países como para la Humanidad en su conjunto, y además estoy convencido de que las soluciones a estos problemas deberán ser, en una parte muy importante, de naturaleza tecnológica, aunque estoy de acuerdo que no sólo de esa naturaleza, como he repetido «ad-nauseam». Creo que el campo de la generación por fusión nuclear es una excelente oportunidad para paliar gran parte de los problemas energéticos del futuro y, para mí, es una verdadera aberración que sea precisamente el movimiento ecologista el que se oponga a su desarrollo, cuando debería ser el máximo interesado en su implantación. Los recursos que se están dedicando son verdaderamente irrisorios comparado con los beneficios que obtendremos y los peligros a los que tenemos que hacer frente como especie. Desde aquí no puedo hacer otra cosa que un llamamiento a todo el que lea este post a apoyar al desarrollo de la generación de energía de fusión nuclear en cualquier ámbito posible, en presionar, en lo posible, a nuestros electos en este campo (no es fácil), en extender la idea de que es algo absolutamente vital para nuestro futuro, y por supuesto continuar sensibilizando a todos con el problema de la energía, de los recursos y del medio-ambiente, en la reducción personal del consumo (energético y de todo tipo), y en tener un comportamiento orientado a la conservación del medio-ambiente en todo momento. DFC-ECONOMIAHISTORIA.BLOGSPOT.COM

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