Un día de soledad me quise ir al sur sin más propósito que ver los paisajes pero el viaje incluía las fiestas del lugar y aunque llovía me llevaban a soñar las nubes las aguas las flores y no podía creer que la mujer conocida allá aunque casi ciega era más feliz que un colibrí yo fui su lazarillo y nos dejamos llevar por la risa no había reído así hacía no sé cuanto juntas aprecié la piedra esculturada del lugar su aborrecimiento de la desigualdad todo se fue
enmarañando la plaza y sus visitantes su valoración de la sencillez el muelle estúpido sin sabor a nada estático y la lluvia mojándonos la pretendida cantante el atardecer contrariado el sol en el cerro desapareciendo como su cariño que me mata…