Colombia Étnica

27 Colombia Étnica

Sept. 2019

Bogotá

UN PERIÓDICO POR LOS MENOS ESCUCHADOS

Las minorías étnicas colombianas trabajan por el reconocimiento de su identidad

“Yo pienso que se le debería decir “excelentísimo” es al pueblo trabajador Juan Gregorio Palechor, miembro del resguardo de Guachicono habla de su experiencia de vida

El caso de Juan Gregorio Palechor es una manifestación de etnicidad, este indígena arraizado del Cuca se presta para narrar el transcurso de su vida dentro del resguardo de Guachicono. Palechor se presenta como un hombre orgulloso de su familia, de su resguardo y de las lecciones que de ambos ha aprendido, además se refiere a sus vecinos indígenas como personas respetuosas, serviciales y activas.

Este hombre pinta un panorama favorecedor para los valores que le han sido enseñados en torno a la familia, el trabajo y el trato con cualquier persona. Esto por supuesto va en contra de perspectivas que predominaron hasta el siglo XX y que correspondían a la visión de los indígenas como “razas” inferiores, gente sin educación y erróneos hábitos, tal como lo explica Sanders en Pertenecer a la gran familia Granadina.

Y es que es verdad que los indígenas no recibían ni hoy día reciben mayor grado de educación, a pesar de eso Palechor nos revela que las personas del resguardo eran cultas y obtenían el entendimiento a través de la cotidianidad de la convivencia y de la vida laboral pues por las buenas, pocas veces a las malas, había que aprender a ser honrado, respetar un compromiso y sobre todo trabajar, trabajar es la base de vida de los indígenas.

Podía llamársele sagrado al trabajo para estas personas, Palechor nos dice : “al niño se le preparaba desde el vientre, no con los mimos de ahora” ya que aún en estado de embarazo las mujeres realizaban todo tipo de labores, lo que recae en que los niños desde muy temprana edad comenzaran también a trabajar. Palechor y sus hermanos comenzaron a trabajar desde muy jóvenes y aprendieron el valor de laborar, las largas jornadas, el merecido descanso del día domingo y la necesidad de conseguir las cosas con su propio esfuerzo.

Estas lecciones no provenían solo de la familia de Palechor, eran lecciones que se extendían por todo el resguardo, pues cada familia se preocupaba por inculcar responsbilidad a sus hijos.

El hogar era donde estos pequeños recibían la mayoría de enseñanzas, pues en una zona marginada por el Estado con apenas una escuela en la cabecera del pueblo no había lugar suficiente para todos los niños, y en familias numerosas y humildes como la imposible mantener a los hijos en la escuela, de modo que la madre enseñaba a las niñas a cultivar y oficios del hogar, mientras que a los niños el padre les enseñaba a trabajar la tierra y manejar ganado:

“Mi mamá les daba seno a los niños hasta los dos años. Claro que al quitar el seno extraña. Por eso Palechor está bravo porque el gobierno me quitó el seno que fue la educación”.

Palechor se retiró de la escuela tan solo dos años después de entrar puesto que era una escuela privada y no habían posibilidades económicas para mantenerlo allí. Ya siendo un adulto fue este hombre quien buscó y consiguió efectuar una escuela mientras trabajaba en la Vega, convencido de la necesidad de educar a los niños y la importancia de las lecciones escolares, sin buscar demeritar la educación que él mismo recibió en su resguardo, sino brindar más y más posibilidades a los niños.

Este indígena habla del respeto por ejemplo como un valor fundamental inculcado por sus padres, cuenta que se les enseñaba a ser respetuosos hacia la autoridad hasta el ´punto de llamarlos excelentísimos, pero también manifiesta un ligero desacuerdo con este trato noble:

Bogotá

“Yo pienso que se le debería decir “excelentísimo” es al pueblo trabajador quien afronta con el sudor de su frente el trabajo material, dentro del trabajo de la producción agrícola”.

27 Sept. 2019

Bogotá

La Comisión Coreográfica: discriminación étnica en el siglo XIX El continuo esfuerzo de las comunidades étnicas de luchar contra estereotipos implantados por grupos de la sociedad colombiana ha tenido una característica innegable: ha sido un camino largo. En principio, recordar ese pasado puede ser considerado una acción censurable, partiendo de la idea que es mejor dejar de pensar en los antiguos estereotipos para que nunca regresen y, por el contrario, las ideas deben enfocarse en las dificultades que aquejan en la actualidad a los grupos étnicos de nuestra nación. Sin embargo, rememorar el pasado realmente es también una forma de continuar la lucha, de demostrar que hay situaciones incorrectas que fueron corregidas y que el esfuerzo colectivo de las minorías en Colombia ha resultado en la superación de ideas que constituían discriminación. Con el fin de lograr tal alcance, en el presente se hará un breve recuerdo de la discriminación hacia las comunidades étnicas, durante las primeras décadas de Colombia como país independiente.

“Rememorar el pasado realmente es también una forma de continuar la lucha, de demostrar que hay situaciones incorrectas que fueron corregidas y que el esfuerzo colectivo de las minorías en Colombia ha resultado en la superación de ideas que constituían discriminación.”

Comisión Coreográfica. (1850). Tejedoras y mercaderas de sombreros nacuma en Bucaramanga. Ilustrador: Carmelo Fernández.

Hacia mitad del siglo XIX, durante una primitiva construcción de lo que ahora llamamos Colombia, el gobierno nacional comisionó a un grupo de académicos colombianos y extranjeros a realizar un mapa en el que se describiera de manera detallada las regiones del país. El anterior esfuerzo, que respondía a la necesidad política y económica de ampliar la influencia del Estado en lugares donde previamente no había llegado, tuvo como una de sus principales herramientas ilustraciones de los habitantes de dichas regiones. Lo anterior con el objetivo de poder describir a los futuros trabajadores de estos nuevos territorios que tanta utilidad le darían al país.

27 Sept. 2019

Bogotá

“La anterior idea de inferioridad de las comunidades afrodescendientes, es un estereotipo sobre la capacidad productiva de ellos que se ha venido desvirtuando gracias a una lucha que se ha dado durante la historia de Colombia. Todas las reivindicaciones que han logrado las comunidades étnicas de la nación son una victoria y también un imperativo a seguir eliminando dichos estereotipos.”

En las anteriores ilustraciones se demuestra una forma de discriminación a la que se vieron sometidas las comunidades étnicas (principalmente afrodescendientes e indígenas) hace más de cien años. Lo primero que debe decirse, es que no debe juzgarse de manera indiscriminada sus ilustradores, ellos tienen desventaja de ser víctimas de su propio tiempo y las ideas que allí plasmaron son reflejo del pensamiento general de su época. No por ello, debe dejar de criticarse y condenarse tales ideas. Nuevamente, esto es un esfuerzo encaminado a combatir los diferentes estereotipos que han afectado a diversas comunidades de la nación.

Comisión Coreográfica. (1852) Venta de aguardiente en el pueblo de Lloró. Ilustrador: Manuel María Paz.

Entonces, cuáles son las ilustraciones que tanta relevancia han tenido durante nuestra historia. Con el objetivo de darle brevedad y contundencia al presente texto únicamente se han escogido dos de ellas de una colección mucho más variada: La primera, Venta de aguardiente en el pueblo de Lloró y la segunda, Tejedoras y mercaderas de sombreros nacuma en Bucaramanga. Estas dos imágenes muestran el contraste entre la concepción de la época sobre la productividad y la cultura de las comunidades afrodescendientes en comparación con las comunidades blancas y mestizas del centro del país.

En la primera ilustración, se observa lo que en su época fue una plaza de un pueblo del Chocó.

Allí se ve a dos hombres locales, consumiendo aguardiente en un estado evidente de embriaguez, sin hacer ninguna tarea productiva o útil según los estándares de dicho periodo. En la segunda ilustración, por el contrario, se observa a un grupo de mujeres mestizas y blancas, vestidas con los atuendos exigidos para las personas “cultas” de la época, ejerciendo una actividad productiva en un pueblo con una infraestructura mucho más moderna que la de la ilustración anterior. De lo anterior, se logra extraer, en pocas palabras, que existe un grupo étnico en la nación productivo, culto, civilizado, apto para el desarrollo conformado por personas blancas y mestizas del centro del país y de forma contraria, existe una comunidad de personas perezosa, no productiva, llevada por vicios, que por lo tanto no es apta para el desarrollo. Esta segunda comunidad, eran los afrodescendientes de las regiones del país. Ello fue lo que representó la Comisión Coreográfica en estas dos ilustraciones.

La anterior idea de inferioridad de las comunidades afrodescendientes, es un estereotipo sobre la capacidad productiva de ellos que se ha venido desvirtuando gracias a una lucha que se ha dado durante la historia de Colombia. Todas las reivindicaciones que han logrado las comunidades étnicas de la nación son una victoria y también un imperativo a seguir eliminando dichos estereotipos. Al final, dichos esfuerzos representarán que pensamientos como los de la histórica Comisión Coreográfica, sean parte de un pasado ya superado.

Para nadie es un secreto que el racismo hacia la etnia afro fue impuesto en Colombia desde la época de La Colonia mediante la esclavitud.

Lastimosamente, este ha sido inculcado e implantado a lo largo de los años en la sociedad colombiana hasta la actualidad pues, incluso, hoy en día, después de legitimarlos como ciudadanos con exactamente los mismos derechos hace alrededor de tres décadas, continúan evidenciándose casos de este, con una menor severidad afortunadamente. Se trata del caso del Soldado Micolta quien representa el papel de una persona afrocolombiana en el programa de televisión Sábados Felices.

“AY EL NEGRITO. ES QUE ASÍ HABLA MICOLTA” – MÁS ALLÁ DE ESTEREOTIPOS

27 Sept. 2019

Bogotá

Radio Ambulante (2018). Obtenido de https://radioambulante.org/audio/no-soy-tu-chiste El show o la comedia del Soldado Micolta, llevado a cabo por Roberto Lozano, no es del todo una fuente de risa para todos, principalmente por la compleja caracterización que abarca su personaje. Se basa esencialmente en caracterizar a una persona afro resaltando los estereotipos y los prejuicios que se han asignado a esta etnia a lo largo de la historia, tales como el salvajismo, delincuencia, suciedad, etc., con el fin de representarlos a la sociedad de un modo jocoso. Es por este motivo que se genera un choque entre la comunidad afro y el desarrollo de este personaje pues los afrocolombianos han luchado constantemente con el fin de ser libres y respetados por la sociedad, aspecto que impide el personaje. Es así como deciden realizar una manifestación con el fin de que el personaje de Roberto sea eliminado de la televisión, sin embargo, se contempla un nuevo conflicto racista,

puesto que se eliminaría prácticamente la participación o la representación de la comunidad afro en la televisión.

Finalmente, la insistencia de la comunidad afro logra que el show del Soldado Micolta sea modificado al punto que se deja de lado un carácter que ha afectado y martirizado a la comunidad desde el siglo XIX el “blackface”. Esto representa un esfuerzo que han realizado los afrodescendientes para destruir aquellos estereotipos que los han marcado desde La Colonia y permite dar un paso adelante para identificar aquellas bellas costumbres y culturas que poseen, como lo es El Currulao, uno de los tantos aspectos o invenciones (actualmente considerado como Patrimonio Cultural) que han desarrollado y han sido marginados desde los inicios de su historia.

27 Sept. 2019

Bogotá

Se han verificado lideres negros que luchan abiertamente con la clase dominante para reconocer sus derechos Los afrocolombianos siempre han sido una comunidad marginada que ha sido víctima del racismo. En Cartagena de Indias, una ciudad reconocida a nivel mundial por su belleza y por ser un destino turístico, los afro-colombianos son obligados a vivir en un barrio marginado al otro lado de la muralla de manera que no se pierda el esteticismo de la ciudad. Es Chambacú, un lugar donde las personas viven en condiciones de vida miserables, aguantando hambre y viviendo con el temor de ser capturados por los soldados que los quieres llevar a la guerra. Esto con el fin de tener soldados que peleen por Colombia en la guerra de Corea, al mismo tiempo que son asesinados, cumpliendo los dos propósitos del gobierno, que son eliminar a la población considerada inferior. Es así como se afirma que “sólo se acuerdan de nosotros para jodernos. Si buscaran hambre y miseria, la encontrarían a montones” (Olivella, 1963).

Recientemente, los afro-latinoamericanos han optado, en vez de participar en movimientos raciales, en tener éxito en las profesiones ejercidas. Es así como los negros que han ascendido a la clase media se sienten orgullosos por expresar la cultura afro mediante el uso y consumo de ropa, música y cultura negra.

A pesar de lo anterior, esta comunidad se siente orgullosa de sus orígenes. Máximo, el protagonista de “Chambacú: corral de negros”, una novela que denuncia las condiciones de vida de los afrocolombianos de Cartagena, demuestra los ideales de lucha y la defensa de sus raíces. El joven prefiere ser apresado que dejarse aplastar por el racismo de manera tal que se muestra como una persona disruptiva al orden social normal y lucha por defender sus derechos. Además, a pesar de vivir en condiciones infrahumanas en las que “levantaron las paredes con retazos de fique, tablas y lonas envejecidas. El techo de ramazones, palma de coco y oxidadas hojas de zinc”, los chambaculeros buscan defender sus ideales y hacer respetar sus derechos. Es así como la Cotena, la madre de Máximo dice “mi rancho es pobre pero honrado”.

27 Colombia Étnica

Sept. 2019

UN PERIÓDICO POR LOS MENOS ESCUCHADOS

COLUMNA EDITORIAL: Yaqueline Poloche Arango Nicolás Camacho Parrado Valeria Maria Garcia Drago Manuel Julian Gonzalez Castañeda