UNIANDINOS PRESIDENTE NACIONAL Darío Meza Latorre
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GERENTE Carlos Mosquera Franco
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EDITORA GENERAL Irma Yenny Rojas Jovel REDACCIÓN Y EDICIÓN Yulieth Mora Garzón Irma Yenny Rojas Jovel COMITÉ EDITORIAL Carlos Mosquera Carlos Jaime Fajardo Cristina Forero Darío Meza Latorre Germán León Morales Jorge Prieto Tolosa Nicolás Barbosa López Santiago Arcila Naranjo DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN Comunicaciones Uniandinos DIRECCIÓN DE ARTE Kelly Castañeda Rua CORRECCIÓN DE ESTILO Nicolás Barbosa López IMPRESIÓN Panamericana Formas e Impresos S.A. COMERCIALIZACIÓN María Páez Vásquez Cel: 311 262 0371 mpaezvasquez@gmail.com UNIANDINOS Bogotá. Calle 92 Nº 16-11 PBX: 616 2211 comunicaciones@uniandinos.org.co
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Barranquilla. Cra. 51B Nº 76-27 Ofi. 204 Telefax: (5)368 6851 - (5)360 7830 Cali. Calle 4A Nº 35 - 31 San Fernando Viejo Tel: (2) 556 9946 Cel: 300 677 0553 www.uniandinos.org.co • www.revistaseneca.com • Bogotá - Colombia comunicaciones@uniandinos.org.co Algunas fotografías de esta edición fueron suministardas por los entrevistados, de sus archivos personales.
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Esta edición de la revista Séneca es impresa en un papel ecológico y su producción garantiza una gestión forestal ambientalmente responsable.
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CON TE NIDO
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EDITORIAL
04 Hagamos las paces
Contexto
06 Hacer un museo para la paz en casa
CULTURA
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10 Quedamos en paz
TEMA CENTRAL
14 De la magnitud del dolor a las ideas de paz
perfil
18 Pedalear la paz: César Salamanca
Responsabilidad social uniandina 22 Caminos diversos
talento profesional
25 La felicidad empresarial
COLUMNA DE OPINIÓN
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28 Angélica Rettberk 29 Vera Grabe
MUNDO UNIANDINO
31 Eventos del trimestre
REVISTA SÉNECA SÉNECA •• Editorial Editorial REVISTA
Hagamos las paces Por Darío Meza Latorre Presidente Uniandinos
Se anhela, se sueña, se critica, se cuestiona, se piensa, se analiza, pero ¿Qué es lo que cada uno de nosotros hace a diario para hacer la paz?
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a inminente firma de un acuerdo para poner fin al conflicto armado entre la guerrilla de las Farc y el Gobierno colombiano resulta, sin duda, un paso histórico para el país, pero ¿un escenario de postconflicto es necesariamente un escenario de paz? La respuesta claramente es no; la paz es un reto inmenso que tenemos para construir como sociedad, no solo como Estado. Es la urgente necesidad de permear la cultura nacional con profundo respeto hacia las diferencias, con tolerancia, con honestidad y con otros tantos valores que definen lo que somos como país y como sociedad.
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La paz debe ser un estado que construimos a diario, en el saludo de la mañana en la familia, en el trato amable en el trabajo y en esa capacidad de todos los días que es “ponerse en los zapatos del otro”. Tal como lo dice Carolina Meza, Investigadora de la Fundación Ideas para la Paz, en una columna recientemente publicada en la Revista Semana Educación “me uno a un gran grupo de personas y de organizaciones que reconocen el valor y la responsabilidad de las instituciones educativas en la creación de una cultura de paz. Es en la escuela, después de la casa, donde deberíamos aprender a relacionarnos con otros de forma pacífica, a afrontar las frustraciones con serenidad, a valorar la diferencia y a soñar mundos posibles. La escuela es
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La paz debe ser un estado que construimos a diario, en el saludo de la mañana en la familia, en el trato amable en el trabajo, en esa capacidad de todos los días, que es “ponerse en los zapatos del otro”.
la encargada de mostrarnos que la historia la construye cada uno, con decisiones cotidianas y no grandes héroes lejanos a nosotros. Es también la escuela la que nos ayuda a definir el tipo de personas que queremos ser”. Esto solo para mencionar que la construcción de paz parte de una profunda transformación cultural y que no solo se da a través de un camino, sino a través de muchos. Como pretendemos mostrarlo en esta edición, para llegar a la paz existen múltiples caminos y debemos hablar en plural, porque quizá nuestro querido país requiera también múltiples formas de reconciliación, requiera que todos hagamos las paces. Hemos buscado, entonces, a colegas Uniandinos que desde su campo de desarrollo profesional trabajan en procesos de paz y reconciliación. En las siguientes páginas encontraremos historias en las que se reconoce a las víctimas del conflicto armado, miradas y voces de paz desde la academia y desde el Observatorio para la paz, un artista que busca resignificar las balas haciendo con ellas obras de arte, una bicicleta para pedalear hacia la paz, una fundación que hace goles, otra que descubrió que vivir es un arte -las dos gestionan paz- y una casa que se convirtió en un museo de paz, entre otros. Pretendemos dar un panorama tan diverso como es nuestro país mismo, que permita llevarnos a la reflexión de lo que estamos dispuestos a hacer para lograr algún día lo que ha sido una búsqueda incansable: La Paz. Encontrar en la diversidad una mejor comprensión, de lo que significa reconocernos en el otro que busca sanar sus heridas de una guerra que de distintas maneras hemos vivido todos en este país. Debemos tomar acción protagónica para que algún día hagamos las paces. Finalmente, quiero invitarlos a participar activamente en la escogencia de la Junta Directiva y de la Asamblea para los próximos dos años. Una Junta y una Asamblea elegida por muchos y no en medio de la abstención y la indiferencia, permitirá a los nuevos cuerpos directivos dirigir y proyectar a Uniandinos con total seguridad y respaldo de sus afiliados.
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Fotos cortesía: Archivo Yo Creo en Colombia
REVISTA SÉNECA • Contexto
UN MUSEO de 6
LA PAZ en casa
Por Yulieth Mora
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obre las baldosas color crema de un baño al norte de Bogotá, hay una frase escrita a puño y letra, “el perdón nos lleva a saborear el presente sin el veneno del pasado”. El baño no es uno cualquiera, Pedro, el dueño de ese baño y esa letra, le llama ‘La inoteca’. Enfrente del sanitario está clavada una caja de madera con libros que rotan por días de donde provienen otras frases que a Pedro le han parecido reveladoras, ideas nuevas que le gusta repetirse mientras se alista para salir de su apartamento o para quedarse en los recorridos que ofrece por él. Ese lugar que habita, que también es su casa, es un museo-hogar, Pedro Medina es su fundador, el creador del Museo de la Paz. “Está loco”, le dicen a Pedro, tan loco como otros que tienen museos de este tipo, como ‘Beto’ Murgas, que hizo en su casa de Valledupar, el Museo del Acordeón, como Ron Antonio que plantó en su casa esquinera de La Soledad en Bogotá, el Museo de la Basura o como Alfonso Rodríguez, que tiene el primero de broma en el país, el Museo del Carajo en Felidia, Valle, a 17 kilómetros de Cali.
Se saben cosas de Pedro. Estudió Economía e Historia en la Universidad de Virginia, tiene un MBA, fue nombrado Colombiano Ejemplar, dictó clases en la Universidad de los Andes y tiene un Bachelor en Hamburguerología en la Universidad de la Hamburguesa de Chicago. Se sabe que fundó McDonald’s en Colombia, que tiene 3 hijos, es separado, que renunció a su posición en esa cadena de restaurantes,
que hoy no come carnes rojas, ni gaseosas; que es el fundador de Yo Creo en Colombia, organización conformada por más de 2.500 personas alrededor mundo y que en sus conferencias reparte agua de panela para que la gente se mantenga activa, que compró un lote en Choachí para instalar La Minga, centro de ampliación de conciencia; que más adelante piensa vivir allá, sacar zanahorias, recoger uchuvas y simplificar la vida. Se saben cosas de Pedro, ‘El hombre que más cree en Colombia’, dicen los titulares.
En la puerta una lámina indica que allí es el Museo de la Paz. La puerta se abre y detrás está Pedro con gafas de marco rosado y lentes azules de plástico que sobrepasan el tamaño de su cara; da la bienvenida inusual, como el museo. Pedro dice: “yo tengo cuatro desafíos para sentirme cada día en Paz y el museo los combina”. Pedro abre su casa cuando llaman y planean la visita. Le encanta la idea de que la casa no se vuelva necesariamente privada, que el mayor orgullo no sea la cenefa del baño. Abre su museo a exguerrilleros, a indígenas, a jóvenes, a viejos, a su tía, sus hijos, la gente, a los periodistas.
Un tapete de colores inicia la INSPIRACIÓN. Con ayuda de Pedro los visitantes recuerdan que hubo una mujer… “Era Manuela Beltrán, cogió el edicto del Rey, en la plaza de mercado, frente de todo el mundo y lo arrancó, lo volvió pedacitos, se sentó encima y se orinó en un acto de desafío profundo” y hubo un hombre, “José Antonio Galán que lideró una marcha de mil personas desde Socorro hasta el Puente del
Común” al que condenaron y al que le cortaron el cuerpo en cuatro partes, “a él, y a otros tres, les cortaron la cabeza, los brazos, las piernas… Las colocaron en plazas diferentes de Colombia para que no hubiera revolución, desde entonces hay revolución en Colombia. Yo soy revolucionario”, dice Pedro y los invitados pisan este tapete hecho en Socorro, Santander, el mismo pueblo en que esos dos patriotas se hicieron. El recorrido avanza y salen las anécdotas, como esa en que el presidente de una compañía le pidió que le cambiara el chip a sus empleados, con irreverencia – como los revolucionarios – le dijo: “Su gente no es un celular. A la gente no se le puede cambiar el chip. Lo que uno puede es: inspirar el deseo de cambio”. Inspirar, eso hace Pedro. Tres pasos más y aparecen objetos. Un corazón de panela, un baúl con cucharas de palo, un instrumento de origen persa, atípico, que se llama Salterio, cinco segundos del himno de la alegría, una frase de García Márquez –que no es cualquiera–, una escultura que se llama Yesman, a la que Pedro le consulta todo, que sube y baja la cabeza a pesar de que nadie pregunte. Objetos. Rocas que fueron animales, un frailejón, una foto, una mesa de comedor que se convierte en galería de dibujo con los carboncillos que aprendió a hacer cuando tenía 40 años; entre objeto y objeto, los ojos abiertos y los visitantes ya están en otro desafío: INNOVACIÓN. Con el arte que solo sabe un acumulador, Pedro recolecta historias sorprendentes sobre
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asuntos que parecen evidentes, rompe los paradigmas con sus objetos; se puede ver lo que fueron testículos de un toro, piedras con huecos a la mitad que invitan a entender nuevas perspectivas si se mira a través de ellas, una gallina de plástico que cacarea. “Innovar es arriesgarse a hacer cosas. Entre más, uno se arriesga más se desarrolla esa capacidad. ¿Cuál es el límite? Los valores y principios eso no se debe sobrepasar. Innovar es cómo nos quitamos la máscara, cómo usamos nuestra realidad. En Colombia por mucho tiempo nos dijeron, no muestre, no haga, no se acerque, no conecte, guarde la distancia, perfil bajo, ¿qué dirán? El país ha cambiado y eso está pasando frente a nuestras narices”, dice Pedro, que ha innovado haciendo de su casa un museo de objetos que narran una nueva forma de ver el mundo.
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Los visitantes cruzan el pasillo que conecta con TRANSFORMACIÓN, su habitación principal, en primer plano su cama, el íntimo espacio donde Pedro duerme, donde hace el amor, donde descansa y lee. La cama la hizo un carpintero de Pensilvania, Caldas, con las raíces del café que cultivan en la finca de Los Vásquez, en Chachagüí, Nariño, “les dije qué van a hacer con todas esas raíces y me dijeron que quemarlas que eso no servía para nada. Me traje en mi carro 13 raíces de 20 años, 260 años de historia. Esta cama es única como el dueño”, cuenta Pedro, el que convirtió raíces ‘inservibles’ en muebles, el mismo que está seguro de que ninguna persona toma decisiones equivocadas, sino correctas basadas en sus paradigmas y lo que se necesita, dice Pedro, es transformar esos paradigmas, crear unos nuevos
que sanen, reparen y construyan una sociedad distinta. Frente a su cama se despliega una caja que más parece una colmena con pequeños objetos adentro, es el Sistema de Visitante Frecuente; en el recorrido Pedro pide a las personas que elijan uno de los objetos que almacena y las personas se llevan, un grano de café, uno de cacao, un chochito del Caquetá, una paloma
de la paz, algo muy colombiano, que le recuerde su visita al Museo de la Paz. Un paso fuera de la habitación y los visitantes pasan a ‘La Inoteca’ y se quedan con una frase. La que
los confronte, la guardan dentro, “El perdón nos lleva a saborear el presente sin el veneno del pasado”. Casi acaba el recorrido, pero antes, Pedro entra a la cocina, la zona de ALIMENTACIÓN –abarrotada de platos de barro, uno sobre otro aseguran que un batallón comió la noche anterior–, cuenta que su amigo Toño del Chocó, lo visitó, que lo conoció durante un viaje al Parque de Utría donde Toño era guía y que hoy su amigo estudia para convertirse en un chef admirable. Pedro abre la nevera, saca un plato, corta y ofrece una rodaja, los visitantes mastican; sabe a jengibre, como a anís, pero también a wasabi y mientras se vuelve un sabor familiar Pedro pregunta “¿Saben qué es? Se da en Colombia. Me lo dio a conocer un alemán. Anoche les di a probar a mis invitados y la gente decía: ¿por qué en Colombia no conocemos esto?”, al fin se deja de rodeos y dice: “son cubios. Cubios amarillos. Crudos”. Los visitantes se despiden, la puerta se cierra y ellos se quedan pensado en todas esas historias. Se quedan pensando que son privilegiados de vivir en Colombia, como dijo Pedro, “en un país que pasó de 3 mil secuestrados a 150, que pasó de tener un jugador de fútbol en ligas internacionales a 400, un país lleno de naturaleza, el más biodiverso por metro cuadrado del planeta”. Se quedan pensando que van a hacer cosas nuevas, que van recorrer más el país, que quieren transformarse. Fuera de la casa de Pedro es cuando cobra sentido tener un museo en la casa, porque la paz no se dice, se construye, se contagia. La paz empieza en casa, esta vez en casa de Pedro.
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REVISTA SÉNECA • Cultura
QUEDAMOS
: EN PAZ una obra directa que evoca la vida con objetos que matan Fotografía: Moris Moreno
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Valor o humildad? Usted elija de qué se trata cuando a un hombre se le entrega la convicción de ser uno y se aferra a ella con su vida. Elija qué se necesita para dejar de ser lo que se prometió y reconocer que no logrará igualar a los que admira. Ese hombre es Federico Uribe, un artista plástico que a los 34 años remojó por última vez los pinceles y se animó a convertirse en escultor. Hoy radicado en Miami, este colombiano es elogiado por la prensa internacional, y sus inusuales esculturas, creadas a partir de objetos cotidianos, son valoradas en el ámbito artístico con euforia. Hablamos con él a propósito de su más reciente serie de esculturas, ‘Quedamos en paz’, una obra directa que evoca la vida con objetos que matan.
REVISTA SÉNECA: Decidió estudiar arte en la Universidad de los Andes ¿Por qué eligió esa carrera y esta universidad? FEDERICO URIBE: Creo que siempre quise ser pintor desde muy niño, así que no elegí; ya sabía. En ese tiempo no había muchas opciones, era la Universidad de los Andes o la Nacional. En los Andes no estaba establecido como
una carrera, se llamaba talleres artísticos y esa parte informal me gustaba mucho. Como la facultad era nueva hubo, en ese momento, muy buenos profesores. R.S. En un momento de su carrera, luego de ganar diversas becas, usted decide dejar la pintura y se dedica a hacer esculturas con objetos ¿De dónde surge ese interés por objetos cotidianos?
F.U. Yo creo que yo no fui el pintor que quería ser. Trabajé mucho, con disciplina, y podría decir que aprendí a pintar. Sin embargo, pintar es como tocar piano, hay gente que toca y otra que aprende a hacerlo. Dejé de trabajar por unos meses y luego empecé a comprar objetos con los que construí otros objetos que eran casi todos relacionados con expresiones populares y algunos estereotipos literarios. Encontré
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REVISTA SÉNECA • Cultura
en este medio las maneras de la manufactura y la libertad que en la pintura no encontré. Muy pronto le cogí confianza y comencé muy rápido a hacer objetos cada vez más grandes. R.S. ¿Cómo nació la idea de su obra ‘Quedamos en paz’? F.U. Hace cinco años hice mis primeros objetos con balas, los hice más pensando en la cacería que en otra cosa. La gente les da bala a los animales para matarlos, yo los hago de balas para reencontrar a través de esa poética el eco de la vida. Hoy por hoy volví a comenzar la serie pero teniendo en mente el Proceso de Paz, el peso de las armas en la cotidianidad. Es el reto de encontrar la belleza en este tipo de objetos asociados, por lo menos para los colombianos, con la guerra en la que todos perdemos.
R.S En ‘Quedamos en paz’, vemos animales, naturaleza. ¿Qué tienen que ver esas imágenes con su idea de la paz? F.U. Siento que la intención de crear la belleza siempre tiene un principio en la naturaleza. Es de alguna manera la belleza conocida y conocible, y esa es mi prioridad e intención. También está en paz lo que está muerto, y todos hemos puesto muertos en Colombia. Ellos quedaron en paz de todas maneras. Mi intención es reinventarme una vida con el símbolo de la muerte, que si lo logro evocará más la vida que la muerte. R.S. Usted está radicado en Miami. ¿Cuál es su relación con el país y con su situación actual cuando estamos tan próximos a tener un posible acuerdo de paz?
F.U. Todos los exilios, aún los voluntarios, son agridulces. Yo le debo a este país la carrera que he logrado; me ha proporcionado la tranquilidad para crear sin parar. Por otro lado soy beneficiario de políticas que no comparto y no entiendo, y eso no siempre es agradable. Admiro y respeto a las personas comprometidas con el Proceso de Paz y su intención, y espero que logren un acuerdo. El Proceso de Paz va a durar muchos años, sin importar lo que se firme, la cultura de la violencia nos es natural y tendríamos que reemplazarla por otra para resolver los problemas de otra manera. Yo tengo nostalgia por el país. Tengo una casa en Pereira, de donde somos, y cada día me gustaría estar más tiempo allí. Mi intención es reinventarme una vida con el símbolo de la muerte, que si lo logro evocará más la vida que la muerte. R.S. Se le reconoce por ser un artista muy disciplinado que dedica mucho tiempo a sus obras, lo cual puede notarse. ¿Cuál de sus obras ha resultado ser todo un reto?
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F.U. Todos y cada uno de los materiales son un reto. El día que logro manipularlos de tal manera que no me cuesten trabajo los abandono por otros. Uno hace objetos que son aciertos y otros que no. Los aciertos son más difíciles de hacer que los desaciertos, pues uno está tratando de convertir una sensación en una imagen. A veces esa imagen construida genera otra sensación distinta a la que estaba en tu corazón, lo cual es frustrante. No importa que el
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resultado sea estéticamente lindo o comercialmente viable. La felicidad está en lograr que tu idea sea igual a tu capacidad de manufacturarla. R.S. Escucha audiolibros en su estudio ¿Desde cuándo empezó? F.U. Empecé hace como 20 años, ahora más disciplinado desde que vivo en Miami porque tengo más fácil acceso a ellos. He leído casi todo lo que está en el mercado en literatura clásica, leo historia y ahora literatura contemporánea. Estoy haciendo la tarea de escuchar Premios Nobel de Literatura. No sé qué queda, me acuerdo de poco, pero es el placer de transportar tu mente a otra parte. Asumo que en alguna parte de mi trabajo está la presencia de la literatura, pero no sé exactamente cómo. No creo
nada a partir de especulaciones racionales, ni para informar a nadie de nada. Parto de sensaciones y pienso en imágenes que manipulo en mi cabeza hasta lograr que se parezcan a una imagen. Siento que el arte habla en un lenguaje no verbal o verbalizable; algo dice que uno siente, no que uno entiende. R.S. Ha usado lápices, ganchos, balas, cordones, tenedores, entre muchos otros objetos. ¿Qué objeto no ha usado y está tentado a hacerlo? F.U. No pienso en eso. Me gustaría hacer esculturas monumentales con carros y con maquinaria pesada, porque siempre los veo como animales, como insectos gigantes, pero yo solo hago cosas que puedo financiar y eso está
fuera de mi alcance todavía. Lo que puedo hacer lo hago sin parar. Ahora estoy concentrado en las balas pero al mismo tiempo siempre estoy haciendo experimentos con otras cosas que tienen otros pesos simbólicos. Todos tenemos memoria emocional con los objetos. A mí me gusta la idea de que sobre esta memoria se pueda crear otra manera de acercarse a las cosas, pensar que lo que uno cree siempre puede ser diferente, entenderse diferente, verse diferente.
la cultura de la violencia nos es natural y tendríamos que reemplazarla por otra para resolver los problemas de otra manera.
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De la magnitud del
DOLOR a las
ideas de
PAZ Por Yulieth Mora
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a cifra es brutal. Quizá no pueda imaginarse que la cantidad de víctimas registradas en Colombia sea similar al número de habitantes en Bogotá, que para hacerse una idea de la cifra habría que llenar el Estadio Nemesio Camacho El Campín unas 190 veces, con personas nuevas cada vez, para considerar la magnitud del dolor y todo lo que eso conlleva.
CICATRICES PROFUNDAS Las víctimas son desplazados, a los que les han quitado sus tierras donde tenían una vida y ahora son errantes; son secuestrados, torturados, atacados sexual, física y sicológicamente, amenazados, heridos en combate por atentados y minas antipersonas; son desaparecidos, fallecidos. Las víctimas son todas sus familias y amigos, las comunidades de las que hacen o hicieron parte, que cargan con historias desgarradoras. Una mujer asesinada por un collar bomba, un hombre que también murió cuando intentó desactivar el artefacto. Ráfagas de fusil a la madrugada, madres que pierden a sus hijos, explosiones en iglesias y escuelas. Masacres. Sillas vacías. Imágenes crueles, reales. Cicatrices profundas. Paula Gaviria Betancur es abogada y especialista en Periodismo de la Universidad de los Andes. Desde hace cuatro años es la directora de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, aunque su cercanía al tema de los derechos humanos ya completa década y media. La organización que lidera está conformada por más de 900 personas que tienen como objetivo reparar integralmente a las víctimas del país. La meta es que en 2021 todas hayan sido reparadas. La directora y sus colaboradores tienen el compromiso de reparar lo irreparable. “Hoy hay esperanza. Las víctimas son reconocidas, están puestas en el centro de la política pública pero también en el proceso de negociación. Hoy el Estado colombiano reconoce que lo que pasó nunca debió pasar, reconoce su responsabilidad y se compromete a que nunca vuelva a suceder; no solamente expidiendo una Ley de Víctimas, sino poniendo a andar una institucionalidad y apostándole a la paz”, explica Gaviria.
REPARAR LO IRREPARABLE A enero de 2016 el Registro Único de Víctimas (RUV) de Colombia completa más de 7 millones de personas desde el inicio del conflicto armado, hace ya 60 años. Según la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, al menos el 14 por ciento de la población colombiana ha sufrido el impacto de la guerra más larga y la única que persiste en el continente. La diferencia para que el registro complete 8 millones es de apenas 140 mil personas, y es probable que se supere en los próximos meses si el Proceso de Paz logra la firma para la terminación del conflicto y si otras víctimas silenciadas se suman al histórico y monumental registro.
Reparar no es un trabajo fácil. Reparar el dolor exige más de lo que un ser humano es capaz de comprender: toda la compasión. No solo es dinero, ni una tierra; es conocer la verdad, sentirse protegido por la justicia, es el reconocimiento que por años se les negó a las mismas víctimas, considerándolas una carga para la sociedad y hasta culpables de un destino que no eligieron. La reparación no es solo una. No es una igual para todos. No es solo para uno. La reparación puede ser colectiva, para comunidades a las que la guerra les arrebató sus tradiciones, su lengua, sus territorios. Para ello se necesita identificarlas, acercarse y preguntarles si quieren o no hacer parte de este nuevo modelo. Tendrán que saber a qué tienen derecho, empoderarse; cada uno, como individuo o colectivo, merece una reparación ajustada porque el dolor y las pérdidas no son los mismos en ningún cuerpo, en ninguna zona. “No solo les quitaron cosas o personas, sino que también se afectó su salud emocional, su mirada de sí mismos, del mundo. Se afectó su esencia y su dignidad. Hay un trabajo fuerte que se tiene que hacer de recuperación emocional. Reparación también es eso”, dice Gaviria.
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DIÁLOGO Y DIGNIDAD Durante un evento que conmemora 20 años de la desmovilización de la Corriente de Renovación Socialista en Sucre, Eduard Ortega, líder comunal de Flor del Monte, lo dice sin miedo y con micrófonos abiertos frente a cientos de personas en su comunidad: “Sí, aceptamos. Porque aunque no nos pidieron permiso para hacer la guerra, agradecemos que hoy nos pidan permiso para hacer la paz, demostrando así que somos un pueblo pacífico, hospitalario y solidario. Un pueblo que cree que la mejor manera para resolver nuestros conflictos y diferencias es a través del diálogo”. Paula Gaviria, directora de la Unidad, acompañó a la delegación de 60 víctimas que fue a La Habana y participó en la construcción de acuerdos que ya están f i n finalizados alizados entreentre el Gobierno y las Farc. Farc.Van Van desde la garantía de no repetición, la participación, protección y seguridad de las víctimas, hasta el esclarecimiento de la verdad. Muchos estarán de acuerdo. Muchos no lo harán.
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“Las víctimas tienen la clave en la construcción de país. Ellos tienen las pistas que no tiene otro colombiano para hacer de este un país más humano, más respetuoso, más digno, democrático. La paz se hace con ellas, oyéndolas, buscando siempre mejorar como Estado y comprender nuestra realidad fortaleciendo la diversidad”, afirma Gaviria.
Las víctimas tienen la clave en la construcción de país, ellos tienen las pistas que no tiene otro colombiano para hacer de este un país más humano.
UN NUEVO PAÍS Según el documento ‘La oportunidad de la paz. Una propuesta de transformación’ de la Fundación Ideas para la Paz, “el conflicto armado ha evolucionado generando un contexto diferente, el uso de las armas para hacer política ya no es una opción, se han hecho avances inéditos en el proceso de negociación con las Farc y estamos ad portas de uno con el ELN. Todo esto nos hace pensar que es posible cerrar un ciclo de violencia política que ha durado décadas”. Desde hace nueve años, María Victoria Llorente, politóloga de la Universidad de los Andes y experta en políticas de seguridad nacional y ciudadana, ha ha sido d i r directora ectora ejecutiva de la Fundación Ideas Fundación para la Paz (FIP). Esta organización se creó hace 15 años -durante el proceso de paz en el que surgió la zona de distensión del Caguáncomo un centro de estudios que daba soporte técnico a las negociaciones. Su labor se ha ido transformando como ha pasado con el conflicto en el país. “Era una época difícil y lo del Caguán se estaba volviendo migas. Por eso se crea la fundación, pero con una convicción muy fuerte de que la salida
de este conflicto era negociada. Era la paz. El mayor orgullo de la FIP en estos 15 años es haber contribuido al Proceso de Paz. Sin embargo, donde hemos creído que hay decir cosas lo hemos hecho, pero nuestro talante es más propositivo porque criticar es muy fácil”, afirma Llorente
IDEAS PARA LA PAZ La guerra también empezó con una idea. La paz necesita millones de ideas para que se asiente en el país. Llorente cree que en este momento existe la oportunidad de la paz y eso exige todo un reto de transformación: “Si se firma el acuerdo tendremos más trabajo. Hasta ahora empezamos. Los empresarios que fundaron esta organización lo hicieron para crear una paz sostenible. Si uno mira, hacer la paz es un pedacito, mantenerla un poquito más y construirla es el resto. No solo es el trabajo de la Fundación, sino de todos los colombianos”, explica. Por eso recientemente, gracias a sus colaboradores e investigadores, la FIP ha lanzado sus ideas para la construcción de paz. Su manifiesto propone revisar, priorizar y concentrarse en al menos cuatro aspectos para que la paz perdure en la sociedad.
•Animan a considerar la importancia
de los gobiernos locales, la destinación y uso equitativo de recursos en los municipios del país y el acompañamiento a los funcionarios públicos para que fortalezcan su capacidad de gobernanza para alcanzar esa autonomía territorial.
•Llaman
la atención por el mantenimiento de la seguridad en el país, la propuesta de un enfoque a la seguridad ciudadana y la convicción de que en un escenario
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de paz la Policía Nacional salga del Ministerio de Defensa y sea reubicada en el ámbito institucional.
•Plantean
conservar la idea de la participación de empresarios
en la construcción de paz
y el apoyo incondicional del Estado en la generación de oportunidades en nuevos modelos de emprendimiento para la paz, que permitan la recuperación económica de sectores devastados por la guerra.
•Proponen impulsar la cultura de
paz, no solo desde la educación con la cátedra de paz, sino a través de la promoción de la cultura de lo legal y las nuevas narrativas que permitan a los colombianos conectarse emocionalmente bajo los principios del reconocimiento y la reconciliación.
“El país quedó muy tocado con la cultura de la ilegalidad y el ‘todo vale’. Es un asunto bien interiorizado. El estigma es algo que tenemos que trabajar, en nuestras relaciones, sobre cómo nos miramos los unos a los otros. Son temas de profundo calado”, explica Llorente, directora de la FIP. Miles de personas en Colombia no conocen un día de paz. La guerra se quedó como si fuera una costumbre y, a pesar de todos los esfuerzos, es posible que no exista una ecuación exacta que como resultado lleve a alcanzar una idea de la paz; pues se trata de un concepto abstracto, distinto para cada ser humano. La paz llega para unos en acciones, para otros en imágenes, en palabras, en momentos. La paz no es una idea sino muchas, y se necesita la paciencia del día a día y el valor para recuperarla como sociedad.
Se necesitan personas que trabajen con dedicación en la preservación de los derechos humanos, como Paula y María Victoria, como miles de colombianos que desde los rincones del país se interesan por este tema. Es cierto, la cifra de víctimas es y seguirá siendo brutal, monumental, inimaginable y dolorosa, y nunca debería olvidarse. Es cierto, la cantidad de ideas para la paz también es brutal, monumental, inimaginable pero esperanzadora y nunca debería olvidarse. El estigma es algo que tenemos que trabajar, en nuestras relaciones, sobre cómo nos miramos los unos a los otros.
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PEDALEAR LA PAZ: CÉSAR SALAMANCA
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ecurre a su memoria con un gesto en los ojos y repite la frase que su mamá le dijo mientras le amarraba los zapatos y le abotonaba la camisa —una acción que era recurrente desde un mes atrás cuando César había tenido un accidente y se había quebrado una vértebra—: “Yo nunca pensé
que un hijo mío fuera a estudiar en la Universidad de los Andes”.
Sigue siendo un recuerdo vivo. Para César Salamanca, fundador de la PAZcicleta, así empezó el primer día en que asistió como becario del programa Líderes por Bogotá, creado por la Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo y la Fundación Liderazgo y Democracia. Eso fue en 2013 en la Universidad de los Andes. * Le pide al público: “Levanten la mano todas las personas que se acuerden cuando aprendieron a montar en bicicleta”. El auditorio en pleno sube
sus manos y se escuchan algunas risas. “Ahora ¿quiénes se acuerdan de haberse caído?”, dice César. Se aprecia la misma cantidad. “Déjenla arriba los que se acuerden de haberse levantado”, casi las mismas manos permanecen. Eso fue en 2014, durante el TEDxBogotá. * “La PAZcicleta nació como un sueño de los que uno tiene dormido. No como una idea inspiradora, no. Escuché a Dios: ‘vas a hacer la bicicleta de la paz’”, explica César. Cuenta que se levantó y anotó en
un papel “La PAZcicleta”. En los siguientes días diseñó una idea de negocio social y casi como un milagro aparecieron personas diciendo “yo creo en ese sueño”, “yo la diseño”, “yo la fabrico”. Expuso su idea en la Universidad de los Andes por primera vez, en el cierre de su beca Líderes por Bogotá. Al final de su intervención, los becarios y profesores le dieron un espaldarazo desde la opinión y le dijeron que su idea tenía salida en los temas de paz, cultura, movilidad, salud y pedagogía.
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Un profesor le compró una bicicleta. Le dio hora, fecha y dirección para que llevara el pedido. Así lo hizo. La dirección era del Gaula de la Policía Nacional. Se trató de la primera entrega pública de una PAZcicleta, la Asociación de Vecinos del Barrio Chicó Norte en Bogotá, de la que el profesor hace parte. Se la entregó a la Policía Nacional para que hiciera sus rondas por el sector pedaleando. Una reconciliación entre vecinos y uniformados. Todo empezaba a rodar.
Cesar Salamanca, fundador PAZcicleta
* El aro de la rueda trasera es rojo. Rojo intenso. Representa la violencia. Las ruedas están cubiertas de blanco, que representa el perdón, y la rueda delantera marca el camino. En el marco blanco de la bicicleta puede leerse desde lejos PAZcicleta. Es una bicicleta grande, la todoterreno que todo niño soñaría tener, ese regalo de Navidad que esperan destapar, sobre todo cuando se caminan entre una y cuatro horas diarias para ir al colegio que queda en la otra vereda. Es lo que pasa en miles de zonas rurales de Colombia.
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* Al principio César solo quería ver PAZcicletas por todos lados. Llevó su prototipo pionero hasta el Puente de Boyacá y fue una sorpresa cuando la bicicleta quedó perfectamente ajustada en el puente; 2 milímetros más hubieran impedido la perfección. Hoy los proyectos van más lejos. Van desde fundar un equipo de ciclistas —y sabe el reto que eso significa en este país— hasta hacer una carrera de ciclismo por la paz, año tras año. A César le brillan los ojos, se pone pensativo y mira a un punto lejano, como un lugar que no existe, mientras dice lo que quisiera, lo que proyecta. Para la carrera se imagina tener invitados que sean glorias del deporte que le ha dado tanta esperanza al país. Se imagina a Cristóbal Pérez, campeón de la Vuelta a Colombia en 1982, y junto a él traería a Nairo Quintana para liderar la comunidad Soy PAZciclista. Una vuelta a Colombia por la paz. * En un par de meses, César Salamanca dejará de hacer parte del equipo de la PAZcicleta. Seguirá siendo su Fundador pero no participará de manera directa con el proyectó que soñó sobre la almohada, que hizo realidad y
que rodó por toda Colombia. Ha conformado un equipo nuevo de emprendedores que van a orientar la marca y el concepto. Andrea, Juan y Natalia serán los que avancen con el reto de formar líderes de paz. César no va a dejarlo porque quiera, sino porque la vida se lo ha puesto así, pues la gente le confió sus votos y hace poco se posesionó como edil de la localidad de Suba en Bogotá. Es una labor que merece toda su energía y enfoque: “Tengo que ser coherente y la PAZcicleta no es un tema político”, dice. * Las dificultades aparecen al doblar la esquina y no hubo excepción para la PAZcicleta, ni lo habrá para la paz, pero César ya se ha levantado muchas veces con la misma fuerza que cuando se cayó por primera vez tratando de montar en bicicleta. A la PAZcicleta ya le han puesto trampas, le han dicho “le doy treinta millones y déjeme asociarme”, e incluso en plena campaña política a la PAZcicleta se han subido candidatos presidenciales que han tenido que bajarse para evitar el daño de asociar el proyecto con
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política. Al proyecto le ha tocado frenarse: han intentado sustituir el nombre de su fundador y lo han demandado por las últimas cinco letras de su nombre que son iguales a las de una marca privada. A César le ha tocado caerse muchas veces y le ha tocado levantarse otras tantas.
la Fundación Bavaria y la Agencia Colombiana para la Reintegración ha entregado más de 500 bicicletas a niños del país para llevar la bicicleta, un juguete, como una herramienta para construir la paz. Ya se ha hecho mucho. Siempre puede hacerse más.
* Hay muchos sueños que hoy son metas tangibles. Ya existe un taller para líderes de comunidades que se llama Soy PAZciclista. Ya están las compras de Pazcicletas por Internet desde cualquier lugar del país; ya existe la posibilidad de comprar una bicicleta o accesorios para ciclistas y donar una parte del dinero para que un niño del país pueda pedalear e inspirar el cambio en sus comunidades. Ya el programa Pedaleando Sueño de
* Va a casarse pronto. Hace un par de años se convenció de que su mensaje al mundo era llevar paz, no solo la que unos decidan firmar. Se metió en la cabeza que había que cambiar las narrativas y usar la bicicleta como herramienta para formar líderes. Sabe que quien pedalee sobre una PAZcicleta está declarando que no quiere guerra, que es un líder, que tiene un sueño –vivir en paz– y que va a intentarlo a pesar de las veces que caiga.
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esde distintas miradas Colombia le apunta a la paz y el trabajo de muchas organizaciones no resulta ajeno a ese propósito. Aquí tres historias de fundaciones que hacen parte de Alianza Social Uniandina –Programa de Responsabilidad Social de Uniandinos- y que desde su cotidianidad trabajan en avanzar, por diversos caminos en la construcción de paz.
Caminos diversos 22
Porque vivir es un arte Un mundo libre de estrés y violencia sería un escenario ideal. Sin embargo, en el escenario real, esos dos son factores se deben combatir a diario y representan una amenaza a la tolerancia y la sana convivencia social.
Juan vino a este mundo a mostrar el camino de la salvación a muchos y quizás no sea así en el estricto sentido religioso, pero sí resulta ser un facilitador en procesos que para muchas personas resultan transformadores.
Esta es la misión que tiene la Fundación El Arte de vivir, de la que Juan Bautista es coordinador y voluntario. Con ese nombre bíblico parece que
Es orientador de The Happiness Program, una experiencia que ofrece El Arte de Vivir para brindar herramientas que ayuden a las persona
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a mantener una mente tranquila. Usa la respiración como instrumento para oxigenar las células y liberar toxinas, proceso que resulta efectivo para eliminar el estrés, transformar las emociones y restaurar la paz de la mente. “Cuando tu respiras, te das cuenta como que suspiras y tienes paz adentro. Es como cuando uno está en un cuarto y está sonando la nevera y de pronto se apaga, como que te das cuenta que se apagó. Hay un ruido del que no habías sido consciente, pero está ahí todo el tiempo y cuando se va sientes descanso. Es algo muy similar a lo que pasa con la respiración, la tienes todo el tiempo pero no te has dado cuenta lo poderosa que es. Yo tomé el curso y después de un tiempo dije: quiero que todo el mundo comparta esto. Quiero que todo el mundo conozca una forma de vivir mejor. Es muy práctico, porque es con lo que ya tienes, es con la respiración, no necesitas ningún instrumento, es lo que tú ya tienes como ser humano”, dice Juan. El Arte de Vivir es una ONG fundada en 1981 por Sri Sri Ravi Shankar, -reconocido líder espiritual indio, maestro de yoga y técnicas de respiración-. Con presencia en más de 150 países, la organización está enfocada en el manejo del estrés y en las iniciativas de servicio para el bienestar de la comunidad. Desde hace más de 30 años ofrece cursos y actividades para eliminar el estrés a través de técnicas de respiración, meditación y yoga. En Colombia, ha liderado iniciativas sociales para liberar estrés en las cárceles e incluso han logrado que algunos presos hoy sean facilitadores de las técnicas que practica la organización. Estas prácticas de meditación han
llegado incluso a algunos de los negociadores de paz en La Habana, Cuba. Según Juan, “el año pasado, Ravi Shankar estuvo en Colombia y habló con el presidente Santos poniendo a disposición del todo lo que El Arte de Vivir tiene para ofrecer, en temas de paz personal. Luego se fue a La Habana a hablar con los integrantes de la guerrilla y ellos recibieron este curso para conocer precisamente estas técnicas de respiración”. Su experiencia como voluntario en El Arte de Vivir, también le ha permitido a Juan ser un testigo excepcional de realidades de paz en Colombia. “En un evento en el Hotel Tequendama, que habíamos organizado a propósito de la visita de Sri Sri Ravi Shankar a Colombia, invitamos a víctimas, desmovilizados de las Farc y de los paramilitares. Entre ellos no se conocían y resulta que al final del evento, terminamos hablando con un grupo y nos dimos cuenta que habían en el mismo grupo, victimas y desmovilizados tanto de la guerrilla como de los paramilitares. Para mí eso fue un momento de decir: ¡Esto es!. Yo creo que el reto hacia la paz está en entendernos desde el corazón y no desde la cabeza”. En ese reto, por estos días se han convocado a tres y medio millones de personas en Nueva Delhi, India, para realizar la meditación masiva más grande del mundo, en torno a la paz mundial.
Aprender a jugar sin árbitro El fútbol sin duda resulta un deporte que mueve pasiones en Colombia y es precisamente esa pasión la que se ha potencializado desde la Fundación Colombianitos, que ha encontrado en él la mejor herramienta para llevar educación a los sectores más
vulnerables de Colombia. Con presencia en regiones como Bogotá, Cartagena, Puerto Tejada, Barbosa, Bucaramanga, Barrancabermeja, Meta, Manizales, Tocancipá y Orito, han logrado impactar a más de 5 mil niños, con proyectos educativos a través del deporte y la recreación. Con más de 14 años, Colombianitos fue creada para ayudar –lo que sus fundadores consideran- el activo más valioso y vulnerable de Colombia: los niños. Surgió como iniciativa de un grupo de colombianos residentes en Atlanta, Georgia- Estados Unidos y trabaja principalmente con 3 programas, uno de rehabilitación, orientado a niños y niñas víctimas de minas antipersonas, donde en alianza con Unidos por Colombia proporcionan a los niños prótesis, terapia física, rehabilitación psicológica y apoyo educativo. Otro de sus programas está orientado a brindar formación en liderazgo a jóvenes de sectores vulnerables del país, para que estos sean agentes de cambio y transformación positiva en sus comunidades y se conviertan también en multiplicadores de su tercer programa denominado ‘Goles para una vida mejor’. En el marco de este programa insigne de Colombianitos, próximamente se realizará la Semana del Fútbol y Paz, entre el 18 y 22 de abril. Junto a otras organizaciones de la Red Fútbol y Paz sumarán esfuerzos para seguir con la tarea de educar a través del juego. La Fundación Tiempo de Juego hará una gala en el Club el Nogal, se realizará un foro y un partido donde se espera contar con la presencia de celebridades colombianas a quienes los jóvenes de estas organizaciones enseñarán la metodología de jugar
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sin árbitro y con la participación de niños y niñas en el campo, porque una de las particularidades de educar a través del fútbol es que se juegan partidos con otras reglas, aquí no hay árbitros. Los niños deben sortear las dificultades del juego y lograr acuerdos para continuar el partido, reconocer sus faltas, pedir excusas y pasar la página. Aprenden habilidades para la vida, cómo solucionar conflictos de forma pacífica y además hay partes del gobierno, tanto a nivel local como nacional, que dan cuenta de la importancia que tiene el deporte para catalizar o acelerar cambios en las comunidades. Deben además asumir el reto de jugar con niños y niñas, asumir que son diferentes y hallar puntos de encuentro para jugar respetando a todos los jugadores.
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“La Semana del Fútbol y Paz es una iniciativa de Colombianitos y de una organización a la que pertenecemos que se llama Street Futbol World, que agrupa organizaciones que han encontrado en el fútbol una herramienta para transformar alguna realidad social, de género, equidad y Colombianitos es miembro desde el 2004. A final del año pasado empezamos a soñarnos como poner el tema del fútbol como herramienta para la paz y así surgió esta iniciativa”, afirma Ana Cecilia Arizabaleta, Directora Ejecutiva de Colombianitos. Además del fútbol, Colombianitos ha incluido a sus prácticas otras formas de expresión como la música y la danza, con el fin de llegar al mayor número de niños posible y vincular así a un público que no necesariamente es amante del fútbol, porque aunque no parezca, lo han encontrado. Actualmente, han
logrado acompañar en sus procesos de formación a cerca de 5.500 niños, gracias en gran medida a personas que desde distintos lugares del mundo han decidido apadrinarlos. “Nosotros tenemos un programa de Plan Padrino, en donde una persona, por 50 US al mes, puede financiar que un niño, no solo vaya al colegio, sino que además participe de todas las actividades de nuestro programa Goles para una vida mejor”, explica Ana. De esta manera, el fútbol se convierte en otro camino que recorrer para construir paz en Colombia.
Un Caleidoscopio para la paz Con el fin de promover la protección y desarrollo integral de las comunidades se creó en 1988 la Fundación Prolongar. A lo largo de su historia, han trabajado con diversas comunidades, en especial con adultos mayores, pero fue en el 2013, cuando empezaron a trabajar desde lo que ellos denominan: ‘Creatividad estratégica para la paz’, lo hicieron luego de ocupar el segundo lugar en el concurso Ventures Colombia 2013, en la categoría Innovación en Educación y Cultura. El galardón les permitió crear un programa de educación para la paz, que incrementa las capacidades de los individuos y sus comunidades para manejar los conflictos de forma constructiva, por medio de herramientas artísticas. María Luisa Pinto, Directora Ejecutiva de la Fundación Prolongar, lo explica de una forma más sencilla, “transformamos emociones violentas y comportamientos a través de enfoques artísticos y de comunicación”.
Para lograr un éxito en su metodología trabajan bajo el concepto de ‘El triángulo de la violencia’ de Johan Galtung, teórico en estudios de paz y conflicto, “para Galtung toda expresión de violencia se explica con un triángulo. En la punta está toda la violencia manifiesta, aquella que llega a su límite: el secuestro, el asesinato. Pero lo que está en la base del triángulo es lo que explica por qué llegamos a estas formas de violencia”, afirma María Luisa, y lo que está en esa base es la cultura y la estructura social de las comunidades.
Así bien, lo que hace la Fundación Prolongar es trabajar en esa parte cultural, motivando la transformación de los discursos y las actitudes que justifican lo violento en cada comunidad y para ello el lenguaje es distinto según el contexto, por ejemplo, la danza funciona para unos, mientras las artes plásticas aportan en los procesos a otros. Al final, todo este trabajo se concentra en que la violencia no llegue a la punta del iceberg. El camino ha sido largo en la consecución de proyectos y recursos quizá porque es más recurrente encontrar apoyo al manejo de la violencia directa, de los casos ya perpetrados, sin embargo ha dado frutos. Recientemente, con el Centro Nacional de Memoria Histórica, realizaron el Informe Nacional de Memoria Histórica sobre Minas Antipersonal y Remanentes Explosivos de Guerra en el país. “Además de ser el primer informe de memoria histórica del conflicto armado sobre el fenómeno, es el primero que incluye a las víctimas combatientes”, explica María Luisa.
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La Felicidad: un camino E
“
ncontrar cosas que sean significativas y placenteras, que den sentido y propósito, y que uno disfrute”. Esta es la respuesta que Tal Ben-Shahar, profesor de la catedra de Psicología Positiva y Liderazgo de la Universidad de Harvard, más conocida como “la cátedra de la felicidad”, dio ante la pregunta: ¿qué es ser feliz? El concepto de felicidad, que hasta hace algunas décadas solo era entendido desde el ámbito personal, ha permeado entornos laborales hasta entenderse hoy como un valor organizacional cada vez más
relevante, que contribuye no solo al incremento de la productividad, sino a escenarios de mejor convivencia entre los colaboradores. Ha dejado de ser entonces un anhelo personal para convertirse en un interés colectivo. “La gente feliz es más exitosa” o “las personas felices son más productivas” son algunas expresiones que se han vuelto comunes en entornos empresariales. Según Ricardo Ortiz, presidente de Siigo, el modelo de felicidad en el trabajo dentro de su organización se ha constituido en un motor de
paz y buena convivencia entre sus empleados y sus familias: “Lo primero que hicimos fue cambiar el estilo de dirección, pasando de un modelo de control a uno de confianza, donde dejamos de invertir energía y recursos en establecer mecanismos de control y empezamos a invertir en el desarrollo de hábitos y comportamientos que hagan que las personas siempre hagan lo correcto sin que estén vigilados”. Este modelo de confianza es similar al que expone Henry Steward en su libro Manifiesto de la felicidad, en el que cita como ejemplo el caso de Netflix. A esta reconocida empresa
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de videos y televisión digital le ha resultado muy exitoso eliminar el mayor número de reglas posibles y confiar mucho más en su gente. El lineamiento de su política de viajes, por ejemplo, se reduce a: “viaje como si lo hiciera con su propio dinero”. Las técnicas que se aplicaron en Siigo en torno a este tema incluyen combatir todo aquello que se roba la felicidad de las personas. Los primeros factores atacados fueron el mal genio, la tristeza y el miedo.
Según Ricardo, este modelo les ha permitido “crecer más del 30% anual, reducir los índices de rotación a menos del 3%, tener un alto índice de satisfacción de clientes y reducir el ausentismo a menos de 1%. Las cifras demuestran, entonces, que quizá la felicidad no solo sea el camino para lograr mejores niveles de convivencia en entornos personales, como la familia y la comunidad, sino que es un concepto capaz de permear entornos empresariales con
Durante 2015, en Uniandinos se realizó la primera medición de la felicidad empresarial, la cual arrojó un importante resultado del 75% que ubica a la organización por encima del promedio nacional de 67%. Así mismo, durante el mes del administrador, desde el capítulo de Administración de Empresas se generaron diversas actividades que abordaron el tema de la felicidad empresarial en distintos escenarios. Se realizaron, entre otros, las conferencias denominadas ¿Cómo implementar una cultura de humor en la empresa? y Organizaciones felices, con Juliana Rueda e Irene Kerner, de la Fábrica de Risas. Además se realizó la conferencia Gestionando la felicidad, con Olga Lucía Cardona. Algunos temas abordados fueron el poder de la risa y el juego, la innovación como elemento de desarrollo y herramientas activadoras del humor y la diversión, entre otros.
26 Así mismo, se avanzó paralelamente en apostarles a seres mucho más humanos. Para ello, según Ortiz, se trabajaron seis elementos claves: comprensión, aceptación del mundo tal y como es, gratitud, valoración de las cosas positivas, perdón y una actitud mucho más servicial.
resultados positivos tanto para las personas como las organizaciones. La felicidad parece ser un camino no solo para el bienestar personal, sino para la productividad empresarial y, de paso, la convivencia pacífica.
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El INMINENTE FIN DEL CONFLICTO COLOMBIANO
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Angelika Rettberg Profesora asociada del Departamento de Ciencia Política y directora de la Maestría en Construcción de Paz de la Universidad de los Andes. Ha publicado más de diez libros y 50 capítulos y artículos académicos y participa regularmente como columnista y comentarista en medios nacionales e internacionales.
Todo parece indicar que 2016 será el año en el que terminará el conflicto armado colombiano (o por lo menos la confrontación con el grupo ilegal más importante, pues queda pendiente el futuro del ELN). Se lograría así una hazaña considerada hasta hace poco muy improbable tanto por la literatura académica como por quienes formulan políticas públicas. Según los académicos, Colombia formaba parte del grupo de los conflictos “intratables” o de difícil resolución. Factores como el narcotráfico —el principal combustible de esta guerra— y una serie de factores sociales y económicos contribuyeron durante años a que académicos y formuladores de políticas fueran escépticos respecto al logro de un cese de la guerra en Colombia. Sin embargo, aun sin haber superado muchos de estos problemas, el país ha sido testigo de un proceso de negociación que los observadores han considerado ejemplar por su diseño, la voluntad política de las partes y porque ambas han cedido hasta el punto de llegar a este momento, en el que buena parte de los aspectos sustanciales han sido resueltos y en el que ya, como decía el jefe de la delegación del Gobierno, Humberto de la Calle, la negociación va en escalera eléctrica hacia la firma del acuerdo final. Se trata del logro político más importante del país en las últimas décadas. Sin embargo, la construcción de una paz duradera enfrenta varios desafíos. En primer lugar, la implementación de los eventuales acuerdos será costosa y demorada. A pesar de los múltiples esfuerzos realizados por el Gobierno Nacional para obtener apoyo internacional, las sumas comprometidas son por ahora insuficientes y sugieren que los colombianos deberemos asumir gran parte de los costos de la paz. Esto tiene aspectos positivos porque nos obliga a ser líderes de nuestro propio futuro y no delegar en terceros la responsabilidad de nuestra transformación.
Sin embargo, esboza también la difícil negociacióndespués-de-la-negociación que habrá que adelantar para priorizar entre las múltiples, simultáneas y siempre apremiantes necesidades de una paz estable. En segundo lugar, la opinión pública colombiana, si bien históricamente ha preferido la negociación por encima de la solución militar como mecanismo para cesar el conflicto colombiano, es escéptica frente a la voluntad real de las Farc a entregar las armas, renunciar al narcotráfico y asumir las reglas de la competencia civil por los votos de la población colombiana. Que renuncien a la lucha armada es un paso fundamental para las Farc, pero aún no les garantiza su legitimidad como actor político civil ante la mayoría de la población colombiana. Esto se convierte en uno de sus retos futuros más importantes. En tercer lugar, la implementación de los acuerdos y planes en las regiones requiere de la colaboración incierta de autoridades locales recién instaladas que evadieron el tema de la paz en sus campañas pero que ahora dispondrán de nutridos presupuestos para implementar la agenda de la paz territorial. Ya sabemos que, a pesar de los grandes logros de la descentralización política y administrativa en el país, el nivel local sigue siendo un eslabón débil en el logro de metas nacionales, pues es insuficiente la capacidad administrativa y abundan las oportunidades para el despilfarro y la malversación de recursos. Acompañar la implementación en el nivel local para que redunde en el fortalecimiento del Estado, y no en su ulterior debilitamiento, es otro gran desafío en los próximos meses. Finalmente, el fantasma centroamericano —región donde la violencia homicida se disparó después del acuerdo— parece exagerado para el caso colombiano. Sin embargo, la criminalización en regiones antes ocupadas por los actuales actores armados ilegales así como la continuación y transformación de algunas formas de criminalidad constituye un riesgo real y debe ser prevenido prioritariamente para no perturbar la percepción y realidad de creciente seguridad en el país. Los libros de historia remarcarán en esta, la etapa que se iniciará cuando se plasmen las firmas en el acuerdo final, como una nueva etapa de la vida nacional. De la manera en la cual nos preparemos y abordemos estos desafíos dependerá que no se afecte la grandeza del momento.
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REVISTA SÉNECA • Opinión
PAZ COMO CULTURA O ALFABETIZACIÓN EN PAZ Vera Grabe Loewenherz Nació en 1951, en Bogotá. Es antropóloga y magister en Historia de la Universidad de los Andes, profesional en estudios políticos y resolución de conflictos, y doctora en Paz, Conflicto y Democracia de la Universidad de Granada, España. Fue miembro del movimiento guerrillero M-19, desde sus inicios en 1974 hasta la dejación de armas en 1990. Representante a la Cámara, senadora de la República y agregada de Derechos Humanos en la Embajada de Colombia en España, actualmente es directora del Observatorio para la Paz. Ha sido editora de textos pedagógicos, autora del libro autobiográfico Razones de vida (2000) y de reflexiones sobre procesos de paz.
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La paz se decide, se negocia, se pacta, se firma. Pero sobre todo se construye. La paz es fin, pero también es método y una manera de ver la realidad y la historia misma. En Colombia tenemos arraigada la idea que la violencia es parte de nuestra esencia como país y pueblo. Esta idea está instalada en la sociedad pero también en la academia, reflejo de esta sociedad pero también generadora de pensamiento y cultura. Además, siempre hay cómo demostrarlo. Pero ¿qué tal si nos ponemos las gafas de la paz para vernos de otro modo, incluso ver la violencia de otro modo? No como manera de ser, origen y destino, sino como cultura por desmontar y desarticular, desde nosotros mismos.
REVISTA SÉNECA La negociación de paz en La Habana es un hecho fundamental para que Colombia supere una historia de guerras. En esta tarea están el Gobierno y las Farc. Todo indica que el proceso marcha y que la firma de un acuerdo no es lejana. El acuerdo contendrá temas esenciales y tiene la virtud de poder recoger muchas experiencias anteriores. Tanto en el mundo como en Colombia existen experiencias exitosas que aportan lecciones importantes. Con exitoso no quiero decir ausente de problemas y tropiezos, sino procesos que lograron cumplir con lo que se propusieron y generaron transformaciones, como es el caso de los procesos de paz de la década de los 90 del siglo pasado.
están sentados en la mesa de negociaciones, a la espera de nuestra refrendación, y se hace nuestra.
Son obviamente transformaciones parciales y procesos aun en curso, pero eso no les quita su valor. Enseñan que la paz, a partir de su firma, desata otros procesos y nuevos conflictos. Por lo tanto demanda una postura flexible, asumir contingencias, retos y dificultades. La paz no es una varita mágica y su ruta despejada y fácil; pero una mentalidad de paz encuentra caminos, desde una actitud apreciativa y de valoración de lo que se logra, de confianza y de disposición a encontrar salidas.
La educación fue uno de los mayores logros de los procesos de paz de los años 90 del siglo pasado, si hablamos de reinserción. Pero la pregunta por la educación va mucho allá de la apertura de la escuela y la Universidad a quienes vienen de la guerra. Este será sin duda un termómetro de la disposición de la sociedad a la reconciliación, pero es sólo una parte. La educación para la paz es más que una clase. La Cátedra de Paz es, desde luego, un paso, pero la paz es más que una materia adicional.
Hay dos temas, enunciados, pero que poco espacio ocupan en la agenda, son esenciales. Uno, la participación efectiva de la sociedad en el proceso. La validación del proceso no es un favor que le estamos haciendo al Gobierno o al presidente, para “su paz”. La paz también nos pertenece y no la podemos delegar. La mesa de negociaciones escucha múltiples voces y ha propiciado espacios de encuentro. Pero no tiene un diseño participativo. Esto no nos exime de nuestra responsabilidad y posibilidad de darle a la paz diversos sentidos desde la sociedad, desde nosotros mismos: desde la paz política hasta la paz en la vida cotidiana. La experiencia de más de quince años en el Observatorio para la Paz, de construir e implementar estrategias y programas de paz como pedagogía y transformación cultural con las más diversas comunidades de Colombia, demuestra que la paz, cuando adquiere sentido en la vida cotidiana, cuando es educación en el amplio sentido de la palabra, como posibilidad de desmontarnos de lógicas violentas, miedos, prejuicios, discriminaciones, negaciones, exclusiones culturales, toma fuerza y cobra vida. Deja de ser un fin y un buen propósito, y se convierte en herramienta y capacidad propia. Deja de estar solamente en manos de quienes
Dos, la educación, entendida no sólo como aula y escuela, sino proceso de socialización en todos los ámbitos de la vida. Experiencias como las centroamericanas, en las cuales hubo acuerdos definitivos entre guerrilla y Gobierno, y los excombatientes ocupan cargos decisivos en el poder, pero que son países con los más altos niveles de violencia cultural y social, plantean la pregunta: ¿Qué tanto hubo una real labor educativa en el conjunto de la sociedad para construir una nueva cultura?
Nelson Mandela decía: “La educación es el arma más poderosa para transformar el mundo”. La paz debería ser eje rector y fundamento de todo el proceso educativo, para un real cambio de mentalidades. Hoy el reto no es sólo de firmar la paz con la guerrilla más antigua de Colombia, sino de hacer de esta paz una posibilidad de comprendernos, repensarnos y vernos. Empieza por algo tan esencial como simple: desmontar el escepticismo y la visión que tenemos de nosotros mismos como violentos por naturaleza; y entender y aceptar que la violencia es cultura y por tanto se puede cambiar. Y afianzar la idea que una paz activa, que transforma nuestras prácticas, comportamientos, lenguaje, y nuestra propia historia. Solamente si la paz se convierte en una posibilidad de acción activa para las personas y grupos, independiente de su historia, su condición social, su etnia y nivel educativo, será real. De lo contrario, las violencias se producen. Por lo tanto son esenciales las pedagogías para desarmar ante todo los espíritus y las mentes. Además, este campo de la paz como transformación cultural no solamente es un enorme reto para el país, sino permite la acción de todos, desde su propio ámbito.
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REVISTA SÉNECA • Mundo Uniandino
Exposición de anteproyectos para la Sede Nacional
Exposición de anteproyectos para la Sede Nacional
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Entrega de regalos en la Guajira - Alianza Social Uniandina, ASU
Entrega de regalos en la Guajira Alianza Social Uniandina, ASU
Entrega de regalos en la Guajira Alianza Social Uniandina, ASU
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Homenaje Grados de Medicina Homenaje Grados de Medicina
Entrega del carro al ganador del Bono Pro-congreso
Entrega del carro al ganador del Bono Pro-congreso
REVISTA SÉNECA • Convenios
ELECCIONES
UNIANDINOS 2016
Si eres afiliado egresado de programas de pregrado y/o postgrado (magíster y/o doctorado) de la Universidad de Los Andes tienes el derecho a elegir y ser elegido. Participar activamente en el proceso electoral generará los mejores cuerpos directivos posibles, elegidos por un número muy representativo de afiliados.
VOTACIONES
28 marzo 7:00 a.m.
hasta
27 abril 6:00 p.m.
Podrá ejercer su voto de forma digital, pero si desea hacerlo en físico, lo podrá depositar en las urnas ubicadas en: Bogotá: Recepción de la Sede Nacional y Centro de Servicio al Afiliado. Regional Norte – Barranquilla: Carrera 54 # 75 – 45 Local 2 Edificio Arawak Regional Suroccidente – Cali: Calle 4 A No.35-31 Barrio San Fernando. El voto físico debe solicitarlo al correo uniandinos@uniandinos.org.co y lo recibirá en su domicilio. También podrá obtenerlo en el Centro de Servicio al Afiliado o en la Sede Nacional de Uniandinos. Para elegir o ser elegido debe estar al día por todo concepto en las obligaciones con vencimiento anterior al 1 de febrero de 2016.
La Asamblea General se realizará el jueves 28 de abril de 2016 a las 6:00 p.m.
COMUNICADO PROYECTO NUEVA SEDE
SELECCIONADO ANTEPROYECTO
PARA LA SEDE DE UNIANDINOS
El concurso realizado por la Sociedad Colombiana de Arquitectos (SCA) para seleccionar anteproyecto para la nueva sede de Uniandinos, dio como ganadora a la firma CONVEL S.A.S – JAVIER VERA ARQUITECTOS S.A.S. La convocatoria que recibió en total 55 propuestas participantes, cerró el pasado 15 de enero y los días 19, 20 y 21 de enero, el jurado integrado por los arquitectos Eduardo Mazuera Nieto, designado por la CSA Bogotá, Ricardo Navarrete Jiménez, designado por la SCA Presidencia Nacional y Alberto Miani Uribe, designado por Uniandinos seleccionaron los siguientes proyectos así: Tercer puesto: Anteproyecto con código DF5 Segundo puesto: Anteproyecto con código WF1 Primer puesto: Anteproyecto con código BN4 Mención especial: Anteproyecto con código VB4 Tras haberse cumplido con los tiempos y reglas definidas en las bases del concurso, el 28 de enero de los corrientes se realizó la lectura pública del informe de evaluación final, en la que se hizo la apertura de la urna que contenían los sobres de identificación, así: Primer puesto código BN4: UNIANDES 2016 (CONVEL S.A.S – JAVIER VERA ARQUITECTOS S.A.S.) Segundo puesto código WF1: LUIS EDUARDO GARCÍA CALDERON Tercer puesto código DF5: ROJAS IRAGORRI ARQUITECTOS S.A.S. Mención especial código VB4: ARPRO ARQUITECTOS INGENIEROS S.A.S. La Junta Directiva Nacional aprobó realizar el contrato con el ganador para lo cual será necesario surtir algunas fases (estudios urbanísticos, estructurales, y de suelos, así como conseguir la aprobación de la oficina de Patrimonio). Una vez obtenida la licencia hay un término de dos años –prorrogables otros 2 años- para iniciar la construcción. Bogotá, febrero de 2016 Carlos Mosquera Franco Gerente Uniandinos
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