V Concurso la ciencia es todo un cuento 2016

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Cuentos ganadores

V Concurso La ciencia es todo un cuento 2016 Universidad de los niĂąos EAFIT


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Presentamos los cuentos ganadores de la quinta versiĂłn del concurso La ciencia es todo un cuento, organizado por la Universidad de los niĂąos EAFIT. Se trata de relatos escritos por participantes de las etapas Expediciones al conocimiento y Proyectos de ciencia, quienes se inspiraron en las preguntas desarrolladas en los talleres de 2016.


Categoría I (8 a 12 años) Primer lugar

Deinococco Cavache Salomé Ríos Hoyos, 12 años Colegio Colombo Británico Inspirado en el taller: ¿Cómo es la vida en ambientes extremos? 12 de Julio de 2015 Yo soy la doctora Valeria, estudié en la universidad de EAFIT y me gradué del pregrado de Biología. Realicé investigaciones en el área de los organismos que viven en condiciones extremas o extremófilos. En este momento estoy escribiendo desde el vuelo 231 de Ukraine Airlines con destino a Chernóbil, cruzando el Océano Atlántico rumbo a Ucrania, lugar de la explosión nuclear de 1986 que todavía está contaminada. Sé que es arriesgado, pero creo que es uno de los sitios más adecuados para buscar estas bacterias. El Instituto Molecular de Biología y Genética de Ucrania me contrató por intermedio de la Universidad. 18 de julio de 2015 Acabo de llegar a mi destino. Mi colega Camila Serrano me recibió. Ella y yo éramos muy buenas amigas en la Universidad EAFIT y seguimos en contacto. Somos colegas, ya que ella también se interesó por este tipo de organismos y ha estado trabajando en Chernóbil desde hace dos años. Está investigando una desconocida bacteria que ha estado asesinando científicos

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sin poder determinar la causa de muerte. 20 de julio de 2015 Hoy empecé a explorar la zona de Chernóbil anotando en mi libreta todos los sitios que consideraba más aptos para la vida de las bacterias radiófilas, ya que este tipo es el que soporta tan altas cantidades de radiación. Para empezar a explorar con todos mis equipos el lugar me tuve que poner unos trajes especiales que me hacían caminar raro. Aunque los tenga puestos no puedo estar mucho tiempo en la zona contaminada ya que los niveles de radiación siguen siendo muy altos. 25 de agosto de 2015 Ya llevo un mes aquí y mi amiga Camila se ha estado sintiendo mal estos días. ¿Qué le estará pasando? Espero que no sea nada muy grave…. no soportaría perderla. Sus investigaciones han confirmado la presencia de una bacteria derivada del Deinococo pero sus desarrollos en el laboratorio no son concluyentes. 30 de agosto de 2015 Hoy por la tarde se ha muerto Camila. Los médicos no lograron llegar hasta acá en la brevedad que necesitaba y no pude hacer nada. Su última voluntad fue que su cuerpo fuera examinado para concluir las investigaciones que ella inició. Tengo muchas ganas de examinar su cuerpo porque estoy sospechando que esto tiene algo que ver con Chernóbil. Debo iniciar las pruebas. Ya mandé una muestra de su sangre al laboratorio para que la examinen.

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5 de septiembre de 2015 Me acaban de llegar los resultados de los análisis de sangre de mi amiga, me apareció que no tenía nada. ¡Qué extraño!, juraría que hay algo más en todo esto. Llevaré su cuerpo a Chernóbil a ver qué pasa, espero que pase algo. 6 de septiembre de 2015 -3 pmNo creerán lo que acaba de pasar. Cuando llevé el cuerpo de Cami a Chernóbil este se empezó a inflar y le salieron unas bombas moradas. ¿Qué le está pasando? Decidí hacerle yo misma los análisis de sangre, pero dentro de Chernóbil, que es donde le pasaba todo eso. Estoy asombrada con sus reacciones y los exámenes de sangre que le acabo de hacer. Tiene un tipo de bacteria que nunca había visto. Espero poder hacer más experimentos con ella. 6 de septiembre de 2015 -5 p.m.Hoy la saqué del campo. Se desinfló y se le quitaron las bombas moradas pero esa reacción solo podría pasar por alguna bacteria extremófila que adquirió cuando estábamos en Chernóbil. Nunca había visto este tipo de bacteria, creo que es una variación de la Deinococo que produce alergias, mareo y pérdida de conciencia. Nunca había visto esta variación entonces he decidido llamarla Deinococo Cavache. (Cavache por nuestros nombres Camila y Valeria y che por Chernobil). 10 de septiembre de 2015 Estoy empezando a sentir los mismos síntomas de Camila. Creo que he contraído la bacteria. Además debo pasar más tiempo en

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la zona de radiación porque es donde se manifiesta la bacteria… Debo trabajar rápido para encontrar un antídoto para mí y los demás biólogos y científicos que vienen a investigar. Estoy muy preocupada porque si esta enfermedad se llevó a Cami, puede pasar lo mismo conmigo… Y le prometí a mamá que estaría de regreso para Navidad. No quiero decepcionarla y quiero ayudar a esta investigación y a que la muerte de Cami no sea en vano. Dos meses después 15 de noviembre de 2015 Estuve en coma por casi un mes. Al despertar mi mamá estaba conmigo… Los doctores batallaron con los efectos de la radiación y aún son inciertas las secuelas que conservaré en mi cuerpo. Pero mis investigaciones fueron exitosas y determiné el ciclo y características de la bacteria Deinococo Cavache y su antídoto basado en nuestros resultados; y hasta se realizaron mejoras en las medidas de seguridad para los trajes de Chernóbil. Todo gracias a mis descubrimientos y los de la doctora Camila, lo que significa más seguridad para los científicos en un futuro y para la zona de Chernóbil. No sé si volveré a casa para Navidad, pero al menos mi mamá está conmigo y ella y la familia de Camila podrán estar orgullosos de nuestros resultados.

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Categoría I (8 a 12 años) Segundo lugar

El espectro

Daniel Alejandro Giraldo Calderón,12 años Colegio Corazonista de Medellín Inspirado en el taller: ¿Cómo crear ambientes virtuales? El “ambiente virtual”, eje envolvente en el que me encuentro atrapado, ha venido siendo para mí el horizonte al que lleve la educación. Mi madre es una joven y hermosa mujer, a la que visualizo desde que recuerdo que estoy vivo, y siempre “tiene que ir a estudiar”. Estudia en la universidad pública y en la universidad privada porque el ambiente de una es diferente al de la otra y, cuando se quiere conocimiento, detectar “los ambientes” es la clave. El motivo por el cual estudia derecho es el mismo por el que estudia ciencias políticas: estudia un problema que conoció como “una consulta” y estudia para resolver el problema consultado. Estudiar es el espectro de la educación pero, lo sé y muy pocos lo saben, no quiero estudiar, solo quiero deshacerme del espectro de la educación. Me niego a hacer lo que ya hizo mi madre: desplazarse, inscribirse en una universidad, elegir la carrera que no corre, escuchar lo que dice el que lo dice para ser evaluada por este y luego repetir lo que él dijo. Y entonces aquél le aprobará lo dicho, con el espectro nombrado en la educación como calificación para que mi madre, en su próximo ambiente, multiplique el ambiente espectral del que salió cuando obtuvo el

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título por haber sido parte del ambiente espectrado por largo tiempo. Yo seré diferente porque así ha venido siendo. Miren no más, cuando logré levantarme del piso contaba con pocos meses de vida y fui incluido en un ambiente que “educa”, pero cuando apenas me iniciaba en ese mundo para educarme ya mis maestras llamaron a mi joven madre para decirle que ese no era el ambiente que yo necesitaba. Y, entonces, acordaron cambiarme de ambiente. El cambio se limitó a enviarme a un grupo de niños mayores, con una edad dos o tres años mayor a la mía, para observarme y evidenciar que ese era realmente mi ambiente. Estuve ahí igual a como estaba allá, en el otro ambiente del que me habían retirado, y todas fueron felices porque no “extrañé” el nuevo ambiente. Me dejaron entre los grandes. La verdad, no vi diferencia en los ambientes, los grandes, los niños, los viejos, hoy tienen muy poca diferencia, yo así lo veo y he tenido el valor de contárselo a mi abuela quien, en gratitud porque le participo mis cuentos, me cuenta cómo amó a su papá. Me dice que lo amó porque era un “sabio”, un “filósofo”, un “lector”, un “pensante”, pero todas esas actividades no le generaban lo necesario, en ese entonces, para mantener a su gran familia y, por ello, tenía dos ambientes, uno “virtual” y otro “material”. El virtual era el de los proyectos, el de los caminos de larga mirada, el de los puertos de dicha a donde se podía llegar y que era algo así como una vida proyectada geométricamente. El otro era un ambiente material, que señala lo necesario para un cotidiano digno, que permite vivir y prolongarse en todos y cada uno de los hijos nacidos. Este ambiente real era el lugar de trabajo remunerado para poder gozar la realidad de la vida en un sitio nombrado como “el hogar” con quince (15) hijos.

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Cuenta mi abuela que fue la hija número trece (13) y, por eso, le tocó un papá “mayor”, con experiencia, quien, dice ella, amó tanto a su cónyuge que nunca tuvieron parientes, que eran solo “ellos” su familia. Cuenta, igualmente mi abuela, que su vida eran sus hermanos, su papá, su mamá, sus vecinos, su escuela, pero de parientes nunca supo nada. Era como el precio que, por ese momento de la historia de Colombia se pagaba por el solo hecho de haber elegido la persona con quién compartir la vida sin contárselo a los padres. Parece que esa era la razón de no contar con parientes. Mi abuela dice: –no conocí primos, ni tíos, ni abuelos y, la verdad, nunca me hicieron falta porque nunca los tuve. No entiendo muchas veces lo que dice la abuela porque siempre habla de su vida como recordando “ambientes virtuales”. Pone su mirada en lontananza, esa que le ilumina el rostro cuando habla de su padre, mi bisabuelo, y afirma –¿sabes una cosa? “ambientes virtuales” fueron los que creó mi papá, quien me contó cómo se había leído, a la luz de una vela, la obra completa de Julio Verne y la de Juan Jacobo Rousseau, y que esa literatura le había afianzado en la existencia de otros mundos. Esos mundos virtuales, visibles sólo para personas muy sensibles, muy simples, permiten sentarse y ver mucho más allá de lo que señala el horizonte. Me contó cómo fue capaz de crear su papá, hace ya tiempo, “el ambiente virtual” pero como que para llegar a la creación de un “ambiente virtual” es muy necesario pararse en el ambiente material y hacer lo que se nos obliga hacer, asistir a donde se nos obliga a ir.

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A diferencia de lo que dice mi abuela de su papá, mi ambiente, lo sé, ya sí es el “ambiente virtual”, ese universo al que no podemos acezar desde nuestros sentidos sino al que logramos llegar por el espectro electromagnético*. Somos una generación que se puede gozar los grandes inventos de la humanidad, como fue la imprenta, pero hoy tenemos que generar otros códigos, otros lenguajes, otros diagramas, otros alfabetos. Podemos llegar hasta el sitio donde están recursos como el “helio cuatro”, generador de toda la energía que la humanidad requiere, con tan solo el diseño para el uso de un “ambiente virtual”, porque ese producto está entre nuestro planeta y la luna. La creación de un “ambiente virtual” para recoger el helio cuatro es el que yo quiero diseñar. Este sueño lo vengo teniendo desde que, en la universidad de los niños, hicimos la pregunta ¿por qué existe la pobreza? La búsqueda de la respuesta a esa pregunta me llevó a leer cómo existen recursos que los países desarrollados requieren, dadas las condiciones exógenas que poseen como, por ejemplo, el tener, la mayoría de ellos, estaciones, lo que les exige el consumo exagerado de energía para regular el excesivo frío y/o el excesivo calor, y cómo esos recursos se encuentran en lugares del mundo que llaman países “no desarrollados” que no presentan las necesidades de aquellos. Igualmente, que los países desarrollados inventaron la guerra para saquear esos recursos, depositados en donde no son tan urgentemente necesarios, y que a esos saqueos y hurtos es a lo que se le nombra como “la política”, porque ella es la guerra continua, guerra que les permite abastecer sus necesidades sin pagar porque muchos de los pueblos llamados no desarrollados no

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conocen las variables del mercado y para los países desarrollados es más fácil la guerra que la igualación de mercados, salarios, consumos fundamentales diferentes a los de los pueblos que poseen lo que ellos requieren. Nos enseñan que la herramienta de los científicos son los sentidos y, hoy, con infinita tristeza, escucho cómo mis ancianos maestros repiten eso con la firmeza de que están en lo cierto y sonríen y dicen –tendremos aulas virtuales en nuestro colegio–. Entonces les miro fijamente a los ojos, en mi interior les pregunto ¿conocen acaso “lo virtual”? y vuelo a ese universo nuevo que publicitan en mi colegio como “aula virtual” y veo un televisor smart TV y un computador. Busco y no encuentro nada diferente a lo que vi, por primera vez, en mi hogar. ¿Será que nací en un “hogar virtual”? No, no creo, “son simples herramientas de trabajo porque por ellos podemos ver o leer la mayoría de la información que se maneja en el mundo”, dice mi abuelo con un dejo que me permite entender que no le parecen tan buenos, “pero es como lo que se salva”, dice él. Yo hoy sé que es un ambiente virtual el indicado para obtener el helio cuatro, entregarlo a quien lo necesite y darle así un vuelco a la humanidad como una historia capaz de satisfacer necesidades y no de generarlas para empobrecer, embrutecer, saquear y esclavizar. ¿Cómo sería entonces la política? Si la vida se orientara en colectivos a satisfacer necesidades colectivas, se terminarían las élites, eso sería “ambiente virtual”, es ese, hoy, mi cuento. *Espectro electromagnético: Es el conjunto de longitudes de onda de todas las radiaciones electromagnéticas. Incluye desde los rayos gamma que tienen las longitudes de onda más cortas y las frecuencias más altas conocidas hasta las de radio con las mayores longitudes de onda. Dentro

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de esta amplia gama de posibilidades, el espectro visible es la región del espectro electromagnético que el ojo humano es capaz de percibir y a la radiación electromagnética en este rango de longitudes de onda se le llama luz visible o simplemente luz. (Esto no es cuento, es ciencia).

Categoría II (13 a 17 años) Primer lugar

La esperanza del recuerdo

Carolina Muñoz Benítez, 17 años Colegio San José de las Vegas Inspirado en el proyecto de Justicia Transicional Mamá parada en una butaca junto al naranjo buscando fruta fresca para alimentarnos. Papá sanándole una herida a mi hermano Juan, un niño juguetón con las rodillas llenas de raspones. Y yo, sentado en el pastizal, sereno, recibiendo los tiernos rayos del sol en la tierra fértil del Amazonas colombiano. Estos son los recuerdos de mi infancia, los años felices, como llaman los creyentes de que todo tiempo pasado fue mejor. Han transcurrido 32 años, pero aún escucho a mamá llorando por las noches, como si existiera una vergüenza en su dolor, como si el mundo nunca fuera a estar en condiciones de escucharla y brindarle algunas palabras de aliento. –¿Y qué vas a hacer cuando seas grande, Miguel? –Preguntaba mi padre contemplando el horizonte montañoso –Voy a ser músico –le dije– y dirigiré una banda en la que tocarán todos los niños de la vereda. Él sonreía y me besaba en la frente

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antes de empezar sus labores en la huerta del hogar. No olvidó mis palabras. Días después apareció con una gaita, esas flautas indígenas que tocan en el caribe colombiano. Ese fue el comienzo de mi sueño musical, que se materializó gracias a él, y que hoy continúa vigente para rendirle homenaje. La gaita fue mi mejor amiga por décadas enteras, y recuerdo con nostalgia como los fines de semana bajaba al pueblo a tocar en las tabernas, recibiendo aplausos de la gente y danzando las canciones de la noche. Otras veces me quedaba en casa cuidando a Juan, mi hermano menor, que sufría de los pulmones y se asfixiaba constantemente. Mamá corría despavorida cuando entraba en uno de sus ataques, y sus ojos delataban una zozobra permanente, un gesto de intranquilidad que nunca llegaba a desaparecer. Vivíamos en medio de la selva y no había hospitales cerca, las pocas medicinas que llegaban eran muy costosas y en ocasiones debíamos comer poco para poder pagarlas al menos por unos días. Así pasaron los primeros años de mi vida y, a pesar de no asistir al colegio, mamá se encargó de enseñarme a leer y desarrollar las operaciones básicas. A fin de cuentas éramos felices y las pequeñas angustias matutinas no lograban borrar nuestra sonrisa ni frustrar nuestras aspiraciones de un futuro mejor. Las cosas comenzaron a cambiar cuando cumplí 12 años. En algunas regiones del país se habían escuchado violentas manifestaciones de campesinos enfurecidos ante la inclemencia del abandono y la falta de condiciones de vida digna. El exhaustivo trabajo y la enfermedad los conducían a una vida sin alegría y a una muerte detestable, y cada vez estaban más

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dispuestos a mostrar su profundo resentimiento. Las olas de violencia se habían desatado e inevitablemente llegaron a la puerta de mi hogar. Todo sucedió en cuestión de minutos. Papá fumaba un tabaco en el único sofá de la casa; mamá estaba sentada a su lado; Juan dormía y yo tocaba la gaita en la ventana que daba a nuestra huerta. De repente las puertas se abrieron de par en par y seis hombres que cargaban machetes entraron al recinto. Instintivamente me eché en el piso y me escondí detrás de una puerta, aterrorizado y respirando con agitación. Oí gritos, pero no me permití salir. Gotas de sangre salpicaron a mi derecha y un pánico voraz me invadió todo el cuerpo. Mamá maldecía, pero al mismo tiempo suplicaba en medio de su desesperación. Luego, un ruido estruendoso, unos pasos fuertes y un silencio sepulcral. Esperé varias horas, aún temeroso de salir de mi escondite. Giré la puerta lentamente y la escena me rompió el alma en mil pedazos: papá había muerto. Yacía en el suelo con un gesto desgarrador en el rostro. Mamá, estupefacta, estaba a su lado, dejando las lágrimas correr en sus mejillas. No se movía, no hablaba, solo vivía su pena. Apenas levantó la mirada al notar mi presencia y fue entonces cuando volvió en sí. Se me acercó apresurada a darme un abrazo y soltar un sollozo desconsolador. Yo, deshecho por dentro, me esforzaba por asimilar lo que ocurría pero ahora debía pensar en mi hermano. –¡Juan! ¡Juan! –gritaba con todo el aliento de mis pulmones mientras salía disparado a su cuarto. Él no se encontraba en su camita y la ventana estaba abierta de manera forzosa. Se lo habían llevado y con su ausencia nos

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habían adentrado en la más profunda tristeza e incertidumbre. Como era de esperarse, unas semanas después llegaron las amenazas: querían nuestras tierras y continuar su absurda revolución a costa de nosotros. Nadie podía frenarlos. Sentíamos miedo y mamá decidió que nos iríamos. Empezaríamos una nueva vida en otro lugar. Su firmeza me dio la fortaleza suficiente para asumir el reto. En medio del dolor por mi padre, el misterio del destino de mi hermano fue lo único que complicó nuestra novedosa meta, robándonos el sueño hasta el presente. Así, con una mano tome la de mi madre y en la otra cargué mi gaita, listo para partir a la ciudad. La pobreza fue una consecuencia inevitable durante los primeros años, pero con el tiempo la situación mejoró. Mi gaita me acompañó en incontables veladas y mi madre con su talento natural consiguió estabilizar nuestros ingresos. La vida se podía volver a soñar. Ahora mismo escribo sentado en mi pequeño estudio ubicado en esta ciudad que me ha recibido a pesar de las adversidades, mientras observo las fotografías que heredé de papá y lo mantengo vivo en mi memoria. Últimamente los periódicos han insistido en publicar crónicas de la guerra, en contar historias y rendir honor a las víctimas. Podrá este relato empolvarse en mis estantes o aparecer en primera plana para las horas de la madrugada del día siguiente, pero lo cierto es que no es solo amargura y abatimiento lo que busca expresar. He forjado un camino, he vivido la música y se la he dedicado a mi padre; he logrado hacer sonreír de nuevo a mamá. De hecho, acaba de llegar de su trabajo. Viene corriendo a abrazarme, llora de felicidad.

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¡Qué importa el periódico de mañana y lo que pueda traer o no traer! El que ella lleva en sus manos, con la fecha del día de hoy, cambiará nuestra historia para siempre: Juan Restrepo, joven excombatiente del bloque 20 sur, nos cuenta su historia Desde la Amazonía colombiana relata: “(...)Expectantes tiempos los que vivimos, con la posibilidad de remendar los errores, de ser las personas que habíamos soñado, y finalmente, desde mi propio ser, de buscar a mi madre y encontrar a mi hermano retumbando con su gaita caribeña”.

Categoría II (13 a 17 años) Segundo lugar

El protagonista Daniel Sebastián Pestana Villa, 16 años Colegio San José de las Vegas Inspirado en proyecto de Literatura “Respira hondo. Cuenta 1, 2, 3. Sube los escalones y ya estás aquí, en la cima del mundo”. Resuenan las palabras en su cabeza, no sabe si las piensa, tal vez lleguen de algún lugar lejano, tal vez llegan de algún tiempo lejano. Lo había logrado. (Al fin) Se posesionaba como presidente de su patria. Era marzo.

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Señor presidente, ¿podría decirse que ha usted cumplido su sueño? –comenta alguien perdido entre los flashes. Sí (no lo sé) se podría decir. ¿Sería ese su sueño? Todo había sucedido tan rápido. Hace un instante estaba jugando fútbol en los barrios periféricos y ahora sudaba goteras frías sobre el discurso que a sus manos llegó y nunca pidió. Miraba a lado y lado y solo veía ojos duros y sonrisas falsas. Alguien le zarandeaba del hombro mientras le susurraba al oído “hora de brillar”. Y brilló como nunca. Toda la nación había vuelto de la calle a sus respectivos sillones y se disponían a ver los resultados de sus protestas, esas de estudiantes muertos y vidrios rotos. Su sorpresa fue mayúscula al ver a su nuevo presidente despotricar sobre sandeces de comunismo y patria entre gagueos en que le saltaban los ojos y las babas. Las risas no se hicieron esperar, fue una grata sorpresa. No sabía lo que decía, pero lo dijo “estaba en el guión, en el discurso”, se decía y se repetía. ¿Pero qué más da? No tenía a nadie a quien rendirle cuentas, al fin y al cabo era el presidente. O eso creía hasta que lo vinieron a felicitar unos cuantos extranjeros que agitaban tablas con estadísticas de rating y le ordenaban el uniforme con condescendencia; y entre las sonrisas y las miradas cortantes y las palmadas en la espalda y la soledad. ¿Dónde están los míos? ¿Mis compatriotas? De estar rodeado de gente, rodeado de esa gente, se dio cuenta de que le tenía que rendir cuentas a ellos. Por alguna razón en su mente no se encontraban sus conciudadanos; ese amado pueblo que (al parecer) lo eligió. Ellos estaban también, muy lejos.

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Los días transcurrían con total normalidad. Un día sentado en el escritorio mirando la bandera o la ventana junto al jardín. Otro día sentado en el estadio, saludando; de pie para el himno. Cumplía su papel a la perfección. Leer el periódico se volvió su afición, de vez en cuando se enteraba de lo que iba a ser noticia al día siguiente por las conversaciones en los corredores entre ejecutivos, que cuando se sentían incómodos por la presencia del presidente le sonreían, se sonreían entre sí y se iban caminando a algún lugar de la inmensa mansión. Un día, ya por agosto, se descubrió famoso. A su escritorio había llegado el periódico del día con la primicia de que él se encontraba en una relación amorosa con una desconocida mediante cartas; había una adjunta, que el periódico había conseguido “exclusivamente”, firmada por él mismo que describía el dolor en su corazón por no ver a Emilia. (Se pudieron haber inventado un nombre mejor). Su “único y más grande amor” tan seguido como quisiera. Los días siguientes, el periódico sacaba una carta nueva y más y más mujeres proclamaban a los cuatro vientos ser la tal Emilia y exigían ser nombradas primera dama. Una incluso llegó a decir que tenía un hijo con el presidente. Y a Clemente Caballero, el presidente, le gustó la situación. Era excitante ser aquel romántico exótico que se expresaba con tan elegante elocuencia en aquellas cartas; más excitante era tener un amor, de esos de telenovelas. Desde el primer día, por allá en marzo, se sentía en una telenovela, pero una con historias tras bambalinas y escándalos. De lo mejor que le había pasado. Pero la romántica historia no completó dos meses circulando

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cuando ya “las gentes” llamaban a la revolución y demandaban expulsar a los extranjeros que tanto le habían robado al país por debajo. Ya cuando estaban los manifestantes y militares dentro del palacio presidencial, todos juntos (pues algún sentimiento patriótico y de búsqueda de poder los unió en ese momento, cada uno con unos cuantos muertos en la consciencia); y no vieron por ningún lado a los extranjeros, le fueron preguntando a las señoras del servicio, de las pocas personas que trabajando en el lugar seguían allí, por el paradero del presidente y muy juiciosas guiaron a la turba a la sala presidencial con mirada al balcón. El presidente Clemente Caballero se encontraba acompañado de unas cuantas cartas que los del periódico le habían enviado por petición de los extranjeros, y muy detenidamente las leía con el corazón en la mano y a punto de llorar. Le conmovía profundamente su propia elocuencia y apasionadas palabras. Al percatarse de la situación, él, que ya no era más el presidente de la República, dio un grito de auxilio nombrando su amor por Emilia y que él era su amado y el poeta que todos sabían que era. La turba enfurecida le sujetó de hombros y piernas y al grito de: Libertad al pueblo, compatriota, es usted el primer mártir le lanzaron por el balcón. Y mientras caía hacia su muerte veía las caras sonrientes y las miradas cálidas de su pueblo, y era feliz. Pero cuando el asfalto se acercaba ya a unos metros de su faz, notó como los créditos subían y subían cuando él no paraba de bajar; y él era el protagonista de esa telenovela tan bonita de tan inesperado final. Le dio un vuelco el corazón y luego todo se fundió en negro.

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Mención especial

CORAZÓN MORENO María Duque Betancur, 10 años Colegio Jesús María Inspirado en el taller: ¿Cómo nos afecta la desigualdad? Entonces ya estábamos subiendo hasta la cima y… de repente…. Oh esperen, me adelanté un poco. Hola, yo soy Alex, soy blanco y si no lo fuera me estaría lamentando. Bueno sigamos, tengo 14 años y vivo en Chile, tengo dos hermanas y un hermano. Todo empezó un día común y corriente en el cole. Jugaba con mis amigos, comía y les tiraba tierra a los profesores (a eso no le presten atención) y en ese momento hubo un pequeño sismo. Un negro se asustó y yo dije lo que cualquier persona diría: “¡ay quiere llorar!”. Y obviamente mis amigos y yo nos reímos. Claro que en ese momento me sentí muy raro. Después de esto hubo un pequeño terremoto y nos dijeron que evacuáramos. Todos estaban en el centro de la ciudad ya que es un lugar seguro y despejado. Al fondo se escuchó una voz aterradora diciendo: “vengo a tomar venganza” y yo grite: “¿por qué?”. Se escuchó la misma voz diciendo: “ignorante, lo hago porque voy a retomar el liderazgo y poder de la raza negra”. Yo le pregunté: “¿Cómo? ¿Usted cree que sea capaz?”, a lo que la voz respondió: “Pondré el mayor esfuerzo, pero si no lo logro, no habrá más opción que destruir el mundo”.

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“Iiiiiihhhyy” fue lo único que se escuchó y la voz dijo: “voy a tener un elegido y serás tú” recalcó la voz. Yo miré atrás para ver si le estaba hablando a otra persona cuando de repente aparece algo así como un fantasma con piel morena y dijo: “eres tú Alex”. Mi respuesta fue: “¡noooo!, ni loco que fuera para ayudar a la raza negra”. “Lo debes hacer” dijo el espíritu, “y si no lo hago ¿qué?” dije yo. “Tú verás si quieres que destruya el mundo”. “Ok” dije. El espíritu me dijo: “el plan es este”. Me lo dijo en secreto para que nadie escuchara porque era muy importante según él. Al final del secreto, el cual fue una eternidad, me paré frente a todos en una banca y grité fuerte: “yo soy el elegido y necesito un equipo de almas valientes”. Una negrita estaba gritando y saltando como loca para que la escogiera y obviamente le diría que no y punto. Además, se ofreció un gordito y de inmediato pude ver que era mi día de mala suerte. Al final se ofrecieron dos blancos, como no hubo más me tocó decirle a la negrita que sí. Misión: Ir a un volcán por el camino difícil. Propósito: Salvar el mundo. Ventajas: ¡Seré más popular! Cuando empezamos el viaje, los blancos que eran Andrés y Arthur, estaban chateando. El gordito Miguel estaba comiendo chocolate y Amara la negra me preguntaba, preguntaba y seguía preguntando, hasta que me harté. Pero a una mujer no se le pega ni con el pétalo de una rosa sino con el palo de una escoba. Al fin Andrés y Arthur dejaron de chatear y seguimos nuestro camino. Estábamos cansados y agotados. Ya no hay chocolate dijo Miguel y

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pensó que no había comido por lo tanto se comió un insecto. Pasamos al lado de muchos hoteles hasta que los flojos de Andrés y Arthur pararon y se quedaron en uno de ellos, mientras entraba decían: tenemos muchas cosas más importantes para hacer y eso que aseguraron ser almas valientes. Un pequeño detalle, que yo sepa no hay volcanes que rujan en Chile así que pregunté. Me acabo de dar cuenta de que no presto mucha atención en sociales ya que tenemos muchos volcanes. Según el espíritu él iba a hacer que surgiera uno como en la era de los dinosaurios. El espíritu nos regaló una gorra a cada uno la cual nos serviría para protegernos. Seguimos caminando hasta que llegó el anochecer e hicimos un mini campamento (créanme que rebajé aproximadamente 10 kilos porque les serví de comida a los mosquitos). Al otro día Miguel no estaba. Claro que sabíamos que no iba a durar mucho caminando. Llegamos hasta donde él estaba y Amara le preguntó que por qué se había ido del campamento, a lo que Miguel le respondió que no aguantaba la incomodidad. “Ok, quedamos tú y yo” dijo Amara y yo pensé “mal... es decir, ¡rayos!, en qué lío me metí”. Seguimos el camino, pero en más silencio. Hasta se podía escuchar el aleteo de una mariposa. Claro que Amara es una de esas chicas que no soportan el silencio entonces comenzó una conversación de aproximadamente una hora. Al parecer Amara es mejor de lo yo pensaba y gracias a esta conversación me conseguí una nueva amiga. Aproximadamente media hora después empecé a sentir calor, pero no me incomodó. Después de un rato apareció el espíritu que decía: “ha llgado la hora”. Lo que pasaba era que no nos habíamos dado cuenta de que estábamos caminando hacia la punta del volcán, por eso hacía tanto calor. Le conté el plan a Amara y se traumó ya que el plan era que una negrita de corazón puro se tirara al volcán para

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salvarnos. Amara se ofreció con mucha valentía, y cuando estaba a punto de tirarse dijo: “moriré porque amo la vida”. Cuando se tiró, grité con todas mis fuerzas: “nooooooooo” y me lamenté. De repente todo se detuvo y Amara quedó en el aire. El espíritu apareció de nuevo y le grité muy fuerte: “¿Qué quieres de mí?”. El espíritu me contestó: “Pudiste salvar el mundo, venciste tu propio racismo”. Me explicó que todo volvería a la normalidad, aunque todos pensarían que fue un sueño menos Amara y yo. Y corrijo lo que había dicho: Misión: Salvar el mundo. Propósito: Quitarme el egoísmo. Ventajas: Conseguí la mejor amiga del mundo. Moraleja: No juzgues a las personas por afuera cuando no las conoces por dentro.

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Más información Teléfono: 2619500 ext. 8780 uninos@eafit.edu.co

www.eafit.edu.co/ninos


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