3er Fascículo
Fundación UNIR Bolivia Director Ejecutivo ANTONIO ARAMAYO TEJADA Área de Ciudadanía y Comunicación Gerente RENÉ ZEBALLOS CLAVIJO Compilación, sistematización y redacción MARÍA SOLEDAD QUIROGA
Contenido
Coordinación de edición y publicación Equipo de Ciudadanía Intercultural Diseño gráfico SERRANO Design UNIR tiene el respaldo financiero de los gobiernos de Bélgica, Holanda, Suecia y Suiza, así como de la Unión Europea, Cristian Aid y Trócaire
Las identidades, la sociedad y la cultura 5. La migración y las identidades urbanas
Direcciones Fundación UNIR DISTRITAL UNO: La Paz – Beni – Pando Sede: Ciudad de La Paz Av. 6 de Agosto #2528, entre calles P. Salazar y L. Gutiérrez Tel. (+591-2) 2117069 – 2119767 – 2110665 – 2115096 Tel./Fax: (+591-2) 215 3021 Casilla 2787 info@unirbolivia.org
La migración y las identidades urbanas
DISTRITAL DOS Santa Cruz – Tarija – Chuquisaca Sede: Santa Cruz de la Sierra Av. Alemania, entre tercer y cuarto anillo Calle 10 Oeste Nº 3665 Tel./fax (+ 591-3) 3115072 santacruz@unirbolivia.org
La migración y las identidades urbanas
DISTRITAL TRES Cochabamba – Potosí – Oruro Sede: Ciudad de Cochabamba Calle Paccieri #772 entre Antezana y 16 de Julio Tel./fax (+591-4) 4110438 cochabamba@unirbolivia.org Imprenta Iniciativa Printers Tel.: 2223694 - 70654170 Tiraje 2.000 ejemplares Septiembre de 2009 Número de depósito legal: 4-1-2078-09 ISBN: 978-99954-727-3-3 www.unirbolivia.org La Paz -Bolivia Esta publicación cuenta con el auspicio de:
Unión Europea
en el Altiplano
3
7
La migración y las identidades urbanas en los Valles
9
La migración y las identidades urbanas en la Amazonia
11
La migración y las identidades urbanas en el Oriente en el Chaco 6. Idioma e identidad
13 15 17
Los idiomas del Altiplano
18
Los idiomas de los Valles
19
Los idiomas de la Amazonia
19
Los idiomas del Oriente
20
Los idiomas del Chaco
20
7. Cosmovisión, religión e identidad
22
Cosmovisión y religión en el Altiplano
22
Cosmovisión y religión en los Valles
25
Cosmovisión y religión en las tierras bajas
26
8. Expresiones culturales e identidad
29
Expresiones culturales en el Altiplano
29
Expresiones culturales en los Valles
32
Expresiones culturales en la Amazonia
34
Expresiones culturales el Oriente
34
Expresiones culturales en el Chaco
36
LAS IDENTIDADES, LA SOCIEDAD Y LA CULTURA
María Soledad Quiroga
Tercer FascĂculo
4
5. LA MIGRACIÓN Y LAS IDENTIDADES URBANAS La migración interna es una práctica antigua que en Bolivia se remonta al período prehispánico, cuando en las tierras bajas se produjeron importantes movimientos poblacionales de distintos grupos étnicos, como el arribo de los pueblos guaraní al actual territorio nacional y su búsqueda de la Tierra sin Mal, y las prácticas milenaristas de búsqueda de la Loma Santa de los pueblos de los llanos de Moxos; en las tierras altas los incas trasladaron a miles de mitmaqkuna o colonizadores de una región a otra. Esta práctica continuó desarrollándose bajo otras modalidades durante la Colonia. Desde sus primeros años la República buscó ocupar el territorio nacional, la primera ley de colonización e inmigración data de 18331 y durante el siglo XIX la producción de quina y goma movilizó población a la región amazónica. Pero es a partir de la década de 1950, con las políticas de colonización del MNR y la apertura de la carretera asfaltada Cochabamba - Santa Cruz, que se inició la ocupación efectiva de las tierras bajas (Santa Cruz, norte de La Paz, sur del Beni y trópico cochabambino) por población del Occidente del país.
Una encuesta realizada en 20063 en las ciudades capitales y en El Alto muestra que cerca de 43% de la población urbana no nació en el lugar donde habita; las ciudades que reciben mayor migración son Cobija (50,5%), Santa Cruz (49,4%), Tarija (48,7%) y Oruro (48,6%); 66% de la población entre 18 y 25 años ha migrado; 60,9% de quienes se identifican como indígenas migraron. La causa principal de la migración es la búsqueda de trabajo4; en las ciudades de La Paz y Santa Cruz, 75% de los migrantes lograron ubicarse en una actividad laboral cuyo salario es mayor al que hubieran alcanzado en su lugar de origen, mientras que en El Alto las expectativas son menos satisfechas.5 1
Salinas, 2007. INE 2003 en PIEB, 2005. 3 Fundación UNIR, 2006. 4 INE-MECOVI, 2002. 5 Mercado e Ibiett, 2006 citados en Peña y Boschetti, 2008. 2
5 Las Identidades en las Grandes Regiones de Bolivia
Actualmente la tasa de migración interna en Bolivia es de 15,2%, lo cual indica que quince de cada cien bolivianos vive en un departamento distinto a donde ha nacido. Mientras algunos departamentos, como Santa Cruz, Cochabamba, Tarija y Pando, reciben más población de la que expulsan, otros como Potosí, Oruro, Chuquisca, La Paz y Beni, son expulsores de población.2
Por otra parte existe un importante fenómeno de migración internacional (hacia Argentina, EEUU, España y otros países) que se ha incrementado en los últimos años debido a la falta de empleo (la tasa de desempleo abierto es de 9,1%).6 La migración ha ido modificando la estructura poblacional del país, las prácticas productivas y mercantiles, la disponibilidad de recursos e incluso la configuración identitaria ya que pone en relación y contacto directo a poblaciones diferentes, con lo que se producen una serie de cambios por influencias mutuas y procesos de adaptación, dominación o resistencia. En los últimos años, Bolivia ha dejado de ser un país rural; actualmente 62,4% de la población vive en áreas urbanas. Esta situación se aplica a la mayoría de los departamentos del país, lo que se puede apreciar en el siguiente cuadro:
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6
6
INE, Estad ísticas 2008.
Cuadro N. 7 Población según Departamento y Área POBLACIÓN
PORCENTAJE
Bolivia
8.274.325
Área urbana Área rural La Paz Área urbana
5.165.230 3.109.095 2.350.466 1,552,146
62,42 37,58
Área rural Cochabamba
798.32 1.455.711
33,96
Área urbana
856.409
58,83
Área rural
599.302
41,17
Oruro
391.870
Área urbana
236.110
60,25
Área rural Chuquisaca
155.760 531.522
39,74
Área urbana
218.126
41,03
Área rural
313.396
58,96
Potosí
709.013
Área urbana
239.083
33,72
Área rural
469.930
66,27
Tarija
391.226
Área urbana
247.736
63,32
Área rural
143.490
36,67
Santa Cruz Área urbana
2.029.471 1,545,648
76,16
Área rural
483.823
23,84
Beni
362.521
Área urbana
249.152
68,72
Área rural
113.369
31,27
Pando
52.525
Área urbana Área rural
20.820 31.705
Fuente: Elaboración propia en base a datos del INE, 2003.
La mayor parte de la población urbana del país (72%) reside en siete grandes ciudades, lo que muestra la existencia de un proceso de alta concentración. La gente ya no se establece en ciudades intermedias o pequeñas,7 sino que se dirige hacia las ciudades capitales, con la consecuencia de un rápido crecimiento urbano sin planificación ni adecuado desarrollo de la infraestructura y de los servicios necesarios para atender a la población. El crecimiento urbano ha ocasionado, por otra parte, que algunas ciudades intermedias, como El Alto y Quillacollo, se hayan unido con las ciudades de La Paz y Cochabamba, conformando grandes manchas urbanas. 7
PIEB, 2005.
66,04
39,63 60,36
7 Las Identidades en las Grandes Regiones de Bolivia
DEPARTAMENTO
La urbanización del país durante los últimos treinta años se debe a la conversión de áreas rurales en urbanas y a la migración de la población rural por la crisis del agro. Este proceso ha tenido dos consecuencias importantes: la pérdida de población en edad de trabajar en el campo, lo que limita sus posibilidades de desarrollo, y la indigenización de las ciudades, antes reductos de la población mestiza criolla. Las mujeres y los jóvenes son actores centrales en las ciudades. Aunque poco reconocido, el rol de la mujer es protagónico, cada vez más mujeres son jefes de hogar y deben cumplir doble e incluso triple jornada de trabajo: cuidado de los hijos y del hogar –lo que no es valorado ni remunerado–, actividades que permitan generar ingresos para sostener o contribuir al sostenimiento de sus familias, y alimentación de relaciones de parentesco y compadrazgo que permiten la reproducción cultural.
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8
La mujer migrante de origen rural se desempeña principalmente en el trabajo doméstico, cumpliendo un sinnúmero de tareas y haciendo posible que los miembros de los sectores de elite, de la clase media e incluso de sectores populares puedan estudiar y trabajar fuera del hogar, pese a lo cual su nivel salarial es por lo general extremadamente bajo. Un resultado importante de esta situación –con consecuencias para el conjunto de la sociedad– es la postergación indefinida de la corresponsabilidad doméstica de los varones.8 Las dificultades que enfrentan estas mujeres inmigrantes las conducen a una especie de “suicidio identitario” a través del cambio de lengua, de vestimenta y de hábitos de sus hijas, buscando que se eduquen y estudien para no ser como ellas, para que no sufran como ellas y para que puedan ascender socialmente.9 Pese a que de acuerdo al mandato tradicional la mujer debe preparase para atender el hogar, hoy las jóvenes están buscando su propio rumbo, incluso en áreas de ocupación tradicionalmente reservadas a los hombres, como la carpintería, mecánica, llantería, etc., opciones laborales que no son bien vistas debido a la discriminación de género.10 Los jóvenes son actores fundamentales en Bolivia ya que los menores de 25 años constituyen aproximadamente 60% de la población total11. Sin embargo, los indicadores muestran que su situación es precaria, la mayor parte no logra concluir sus estudios 8
Criales, 1994 citado en Rivera, 2004. Salazar, 1999. 10 Quispe et al., 2007. 11 Estadísticas demográficas. INE, 2008. 9
ni formarse adecuadamente para incorporarse al mundo del trabajo: en 2001 39,9% de los jóvenes que cursaban la secundaria en las áreas urbanas no pudieron concluirla (39,2% de varones y 40,5% de mujeres)12 debido, principalmente, a las condiciones de pobreza que los obligan a trabajar desde muy temprana edad. El proceso de globalización cultural, la revolución digital y de las comunicaciones, tienen un fuerte impacto sobre los jóvenes urbanos, modificando sus imaginarios, valores y prácticas, e incluso sus identidades. Los jóvenes pasan mucho tiempo ocupados con juegos electrónicos, televisión e Internet, conociendo otras realidades y comunicándose con jóvenes de otras regiones del mundo, lo cual permite el desarrollo de un imaginario y de códigos distintos a los de sus padres y de su comunidad, que los acercan más a jóvenes de otras culturas y países con quienes terminan compartiendo visiones.
La migración y las identidades urbanas en el Altiplano
La población alteña es diversa, existen significativas diferencias según el origen de los migrantes y el tiempo de su residencia en la ciudad: inmigrantes aymara rurales antiguos, gente de otras regiones del departamento y del país que llegó en 1985 con la “relocalización”, y gente de la ciudad de La Paz con una cultura más ligada al mundo criollo-mestizo. Otro punto tradicional de recepción de migrantes son los Yungas de La Paz, que desde tiempos prehispánicos recibieron colonizadores. Los actuales flujos migratorios proceden de las cabeceras de valle del norte de La Paz y en menor medida de localidades de las provincias Omasuyos y Manco Capac. En la década de 1980 se reconocía abiertamente que había muy 12 13
Ministerio de Educación, 2004. Rossell y Rojas, 2002 citados por Barragán y Solíz en Calla et al., 2007.
9 Las Identidades en las Grandes Regiones de Bolivia
El Alto es una ciudad que se conformó a partir de migraciones de distintas épocas. La mayor parte de los inmigrantes proviene de las provincias Omasuyos, Larecaja y Manco Capac del altiplano paceño; aunque también llegaron migrantes desde la ciudad de La Paz y de otros departamentos. En 1993, 53% de la población de El Alto era migrante; esto ha cambiado, actualmente 51% de la población nació en la propia ciudad.13
pocos “yungueños legítimos”, entendiendo por tales a quienes tenían ancestros en los Yungas.14 Por otra parte, existe una importante migración temporal desde distintos puntos fronterizos de La Paz y Oruro hacia Chile, donde los migrantes se emplean principalmente en labores agrícolas. En algunos casos, estas migraciones se han convertido en definitivas, aunque el emigrado regresa durante un año a su comunidad para cumplir con el cargo de autoridad que le corresponde y conservar sus derechos comunales. Las ciudades de La Paz y El Alto experimentaron un significativo crecimiento entre los años setenta y noventa, pasando de 635.238 habitantes en 1976 a 1.137.906 en 1992.15 El carácter de esta población urbana ha sido muy debatido, por una parte se la considera eminentemente mestiza, una especie de síntesis de los diversos orígenes, por otra se distingue un grupo criollo occidental y otro de indígenas urbanos, con lenguas, ocupaciones y espacios diferenciados.16
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10
En la ciudad de El Alto, las relaciones internas son jerárquicas y están atravesadas por la discriminación. Para los sectores medios, los ex-campesinos son indios ignorantes; para los migrantes de origen rural, sus vecinos de origen urbano son cholos que mantienen elementos culturales de origen andino. La cultura criolla se ubica en el polo positivo, a partir de ella se configuran múltiples estamentos, un sector reprocha al nivel inmediato inferior su “indianidad”, que es vista como sinónimo de ignorancia y pobreza.17 Al parecer, actualmente la población alteña se identifica al mismo tiempo como indígena, aymara, mestiza, vecina, productora y comerciante. Los jóvenes alteños han logrado mejorar sus condiciones de vida respecto a la de sus padres, como lo muestra el nivel educativo de los jóvenes trabajadores: 62% de quienes tienen de 21 a 24 años ha terminado el bachillerato y 36% ha iniciado una carrera universitaria18, esto les proporciona mayores oportunidades y una visión distinta de la de sus mayores. Estos jóvenes se agrupan en organizaciones de tipo cultural, deportivas, educativas y religiosas, reforzando los lazos con sus pares y distanciándose de sus padres.19 La mayoría de los jóvenes alteños (70%) reconoce su identidad 14
Spedding en Calla et al., 2007. Barragán y Solíz en Calla et al., 2007. 16 Albó, Greaves y Sandoval, 1983; Albó, 1987, 1988, 1990 citados ibidem. 17 Sandoval y Sostres, 1989 citados por Barragán y Solíz, ibidem. 18 Rossell y Rojas, 2002 citados por Barragán y Solíz, ibidem. 19 Méndez y Pérez, 2007 citados por Barragán y Solíz, ibidem. 15
cultural aymara; muestra un profundo rechazo hacia los partidos políticos por la corrupción y el mal gobierno, y 61% dice que no se identifica ni siquiera con los movimientos sociales porque la política les provoca disgusto, sin embargo hacen política a través de la cultura y se expresan mediante el hip hop que mezcla la música de origen norteamericano con la lengua aymara.20 Las mujeres de origen rural andino se desenvuelven en los mercados y en las calles ocupadas por el comercio, aunque con grandes diferencias internas de clase y prestigio.21 Las vendedoras de los mercados de la ciudad de La Paz se organizan en un sistema jerárquico: maestra mayor, maestra menor, alcalde mayor, alcalde menor y porta estandarte. Por su parte, las vendedoras callejeras están organizadas en un sistema de turnos: madrugadas, mañanas, mediodías, tardes y noches.22
La migración y las identidades urbanas en los Valles La ciudad de Cochabamba es una importante receptora de migrantes, indicativo de ello es que algunos barrios, como Alto Cochabamba, Cerro Verde y otros, han adquirido la fisonomía característica de las ciudades de Oruro y La Paz. La “relocalización” produjo una importante migración hacia la ciudad y la zona del Chapare. Estos procesos migratorios han incidido fuertemente en las relaciones socioeconómicas locales y dieron 20
Samanamud, Cárdenas y Prieto, 2007 citados por Barragán y Solíz, ibidem. Salazar, 1999 citada en Barragán y Solíz, ibidem. 22 Barragán, 2006 citada por Barragán y Solíz, ibidem. 23 Guaygua, Quisbert y Riveros, 2000 citados por Barragán y Solíz, ibidem. 24 Barragán y Solíz, ibidem. 21
11 Las Identidades en las Grandes Regiones de Bolivia
Los procesos de diferenciación en el ámbito urbano están cruzados por conflictos y tensiones. Los diferentes niveles de alejamiento de lo andino expresados en hábitos, como la vestimenta, reciben nombres precisos, por ejemplo: las cholas visten pollera, las chotas visten falda, mandil y llevan una trenza, las birlochas visten falda o pantalón, blusas modernas y llevan el pelo suelto o con algún peinado de moda.23 La chola es más que una mera intermediaria entre el mundo urbano criollo y el rural andino, ya que expresa la voluntad de diferenciarse de ambos, mientras conserva la pollera como símbolo de status –puesto que cambiarla por el vestido sería renunciar a la cúspide del mundo donde es reconocida y quedar indiferenciada– impulsa a sus hijos para que se inserten en el mundo criollo.24
lugar al surgimiento de nuevas identidades urbanas distintas a la tradicional identidad mestiza.25 Cochabamba es también un departamento expulsor de población hacia otros países, fenómeno que está causando transformaciones en los sistemas familiares, en los procesos productivos y en las lógicas económicas de quienes permanecen en la región, así como el surgimiento de nuevas expresiones culturales, quienes retornan del extranjero parecen tener un mayor conocimiento y ejercicio de su ciudadanía, así como una mayor orientación hacia los derechos individuales; se estarían produciendo también nuevas formas de concebir la territorialidad –ampliándose e incluso transnacionalizándose–, cambios en el uso de lengua, en la religiosidad, en las festividades, en las redes de solidaridad, etc.26
Tercer Fascículo
12
La población rural de los departamentos de Chuquisaca y Potosí ha ido migrando a la ciudad de Sucre debido a la escasez de tierras aptas para el cultivo y a la falta de alternativas productivas en las comunidades, lo que ha generado un cinturón urbano periférico, los barrios Patacón, 6 de junio y Urkupiña conformados por migrantes del norte de Potosí que ofrecen mano de obra barata: albañiles, cargadores y empleadas domésticas. Por otra parte, esta migración se dirige también al Chapare y al Oriente del país. También la población chuquisaqueña ha empezado a emigrar del país, especialmente hacia Argentina, en Buenos Aires y Salta hay barrios formados por gente de Huasa, Ñujcchu y Escana.27 La creciente migración desde el Occidente del país y desde las áreas rurales del departamento hacia la ciudad de Tarija la han convertido en una urbe multicultural y en un escenario conflictivo debido a que estos nuevos actores sociales han provocado rupturas culturales que han generado el rechazo y la intolerancia de los sectores tradicionales, principalmente hacia los andinos.28 Por otra parte, las duras condiciones de vida del pequeño campesino del valle tarijeño lo obligan a migrar a Argentina, adonde viaja para recuperarse de períodos de sequía o de discontinuidad en la producción agropecuaria familiar, y siguiendo la tradición de “hacerse hombre mostrándose capaz de ganarse la vida en tierras lejanas29. En las ciudades de los valles estos procesos migratorios desde las áreas rurales han generado espacios vinculados con la economía informal que están dando lugar a nuevas formas de 25
Sánchez et al., 2008. Ibidem. 27 Ibidem. 28 Olarte, 2005 citada en Sánchez et al., 2008. 29 Sánchez et al., 2008. 26
categorizar a los ex campesinos. Así, los mercados informales permiten la reconstrucción de las identidades agropecuarias como campesinas, indígenas o productoras, y han generado una cultura de la informalidad con emblemas identitarios propios, como la “cancha”, espacio privilegiado de construcción y pugna entre identidades de productores informales, campesinos y empresarios, y la música “chicha”.30 La mujer como símbolo (“warmi valiente”) ha tenido importancia hasta la década del noventa. Después de la Revolución de 1952, las mujeres del valle cochabambino fueron excluidas de los espacios públicos construidos mediante los procesos de movilización campesina, y los sindicatos, comandos y otros ámbitos organizativos se convirtieron en espacios prebendales y de mediación clientelar masculina, pese a que la actividad de las mujeres como empresarias de la chicha y de otros rubros permitió a los hombres dedicarse a la actividad sindical y política31. En los últimos años esta identidad femenina vinculada con la chola, la fertilidad de la tierra y la idea de nación mestiza ha empezado a ser cuestionada, introduciéndose nuevos elementos, como el étnico y el productivo, y priorizándose lo masculino en la identidad regional.32
La migración y las identidades urbanas en la Amazonía La migración ha tenido enorme relevancia sobre la composición y las tendencias demográficas de las distintas localidades amazónicas. Durante el auge de la goma se produjeron migraciones desde Santa Cruz que incidieron en la diversificación de la composición social regional y en la urbanización de pueblos como 30
Ibidem. Lagos, 1988 y Paulson, 1992; citados en Rivera, 2004. 32 Velasco, 1999 y Godkowitz, 1995, 1997, 2000, 2003; citados en Sánchez et al., 2008 33 Ramírez y Sánchez, 2005 citados ibidem. 31
13 Las Identidades en las Grandes Regiones de Bolivia
Los jóvenes vallunos están construyendo identidades distintas de las de sus mayores a causa de los cambios ocurridos en el país, del mayor contacto entre el campo y la ciudad, del fenómeno de la migración nacional e internacional y de la influencia de los medios de comunicación que han acortado las distancias, poniendo en contacto realidades distintas y generando mutuas influencias. En este sentido es ilustrativo el que 20 de los 45 municipios cochabambinos cuenten con cibercafés.33
Villa Bella, Cachuela Esperanza, Riberalta y Cobija; asimismo las contrataciones y reclutamientos forzosos entre los grupos étnicos locales llevó a que familias moxeñas retornaran al campo y formaran comunidades. En los últimos veinte años Cobija, Guayaramerín, Riberalta, San Borja y Rurrenabaque han recibido migraciones interdepartamentales e intradepartamentales. Actualmente, en Pando los inmigrantes nacionales constituyen 32,3% de su población.34
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14
Algunos inmigrantes se ubican en las ciudades donde se ocupan del comercio; en Trinidad hay migrantes antiguos, que aunque son aceptados por la población beniana, no tienen las mismas oportunidades de empleo que ésta, por lo que deben dedicarse al comercio y, en el caso de las mujeres, ocuparse como empleadas domésticas. Otros provenientes de las áreas rurales de la Paz y Oruro y de Potosí se encuentran en el área de Yucumo y en la localidad de El Palmar. Estos colonizadores se ocupan en la agricultura y ganadería y están organizados en sindicatos agrarios afiliados a la Federación de Colonizadores. Aunque los mayores siguen identificándose en relación a su origen territorial y étnico (como aymaras, quechuas, paceños, orureños o potosinos), los jóvenes están construyendo una nueva identidad territorial como yucumeños. Los inmigrantes andinos son generalmente percibidos de manera negativa, vinculándolos con la deforestación y con la invasión de tierras,35 esta percepción es compartida por los grupos étnicos nativos –como el trinitario y el yuracaré en el TIPNIS, el chimane en San Borja que conviven con migrantes, y el moxeño– que los consideran avasalladores de tierras, destructores y contaminadores, lo que ha sido respaldado por los discursos políticos de sectores cívicos y empresariales.36 Un caso particular es el de las comunidades campesinas de Potosí y Cochabamba vinculadas con una iglesia evangélica, que llegaron buscando la tierra prometida y conformaron las comunidades de Arca de Israel y Gran Cruz. Tienen una identidad centrada en la adhesión a mitos bíblicos, trabajan comunalmente la tierra, venden sus productos a brasileños, distribuyendo las ganancias equitativamente entre los miembros de sus comunidades.37
34
Molina et al., 2008. Ibidem. 36 Ibidem. 37 Ibidem. 35
La región amazónica se caracteriza por la existencia de varias ciudades medianas y pequeñas con una importancia demográfica y socioeconómica similar a la de las capitales, Trinidad y Cobija, a diferencia de las otras regiones del país donde las ciudades capitales concentran la población y las actividades. Estas ciudades son multiculturales debido a la presencia de distintos pueblos indígenas, de migrantes de otras regiones del país y a las necesidades de intercambio y de provisión de servicios; es el caso de Cobija donde interactúan cobijeños, inmigrantes de la región andina, benianos y brasileños Si bien gradualmente se va reconociendo este carácter multiculturalidad, esto no significa que la cotidianeidad esté exenta de tensiones y conflictos.38 Riberalta es una ciudad industrial, lo que se expresa en el imaginario de sus actores, trabajadores, empresarios y profesionales articulados con el negocio de la castaña y ligados al ámbito del comercio internacional, que conocen los precios del mercado, las condiciones sanitarias en los países europeos, etc.39
La migración y las identidades urbanas en el Oriente Si bien la migración hacia la región del Oriente se ha mantenido constante desde mediados del siglo XX, la composición de los migrantes ha cambiado, ya no son únicamente personas de escasos recursos en busca de trabajo y mejores ingresos, sino también profesionales, inversionistas y empresarios de clase media alta y alta que buscan una “cultura emprendedora” y mayor seguridad para sus actividades. Trece de las quince provincias cruceñas son receptoras de migrantes; los municipios de Santa Cruz, Montero y San Julián 38
Ibidem. Ibidem. 40 Ibidem. 39
15 Las Identidades en las Grandes Regiones de Bolivia
Actualmente los límites entre lo urbano y lo rural se van acortando y se produce una articulación gradual entre los territorios comunales y las ciudades, al punto que mucha gente afirma que se puede ser intermitentemente urbano y rural. Es el caso de los yaminahua que permanecen en la ciudad de Cobija entre una semana y un mes y medio y visitan con frecuencia la localidad de Assis en Brasil.40
son los que reciben mayor migración en todo el departamento, mientras que Camiri, Boyuibe y Pucará son expulsores.41 La mayoría de los migrantes pobres se asientan en las zonas periféricas de la ciudad de Santa Cruz, en los barrios cercanos a los mercados y en la ciudadela “Andrés Ibáñez” - “Plan 3.000”, en el distrito N° 8. En Plan 3000, 45% de los hogares es pobre, 43% moderadamente pobre y 1,9% indigente.42 Debido al rápido crecimiento poblacional, la gente se hacina en viviendas precarias sin servicios básicos. La migración ofrece mano de obra barata en ocupaciones poco calificadas, como albañilería, servicio doméstico y otras. La principal actividad económica de los habitantes del Plan 3000 es el comercio (63%), a través de pequeños emprendimientos de tipo familiar con niveles de ingreso bajos, por lo que también ofrecen mano de obra barata en ocupaciones poco calificadas, como albañilería, servicio doméstico y otras.
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Por otra parte, existen importantes asentamientos de población de origen extranjero, es el caso de las colonias japonesas y menonitas que se establecieron en la región a partir de la década del cincuenta con las políticas estatales de promoción de la inmigración, y se dedican a actividades agropecuarias. Más recientemente, la región ha recibido inmigrantes argentinos y de otras nacionalidades que se han asentado en la ciudad de Santa Cruz. En la década de 1960, la ciudad de Santa Cruz inició un proceso de planificación de su desarrollo que permitió la modernización de la que hasta entonces había sido una ciudad tradicional y provinciana. El rápido crecimiento urbano ha dado lugar al surgimiento de un área metropolitana que hoy incluye a los municipios de Warnes, La Guardia, El Torno, Cotoca y Porongo. Pese a haberse convertido en el núcleo industrial, comercial y financiero de mayor relevancia nacional, los niveles de pobreza de la población cruceña originaria e inmigrante son altos: 29% de los hogares son pobres.43 Montero se ha desarrollado también como una importante ciudad intermedia; cuenta con una población cercana a los cien mil habitantes, muchos de los cuales son inmigrantes de áreas rurales del mismo departamento o de la región andina. Es el segundo municipio en términos demográficos y se ha convertido en un importante centro agroindustrial, vinculado especialmente con la industria azucarera, comercial y financiero. 41
Peña y Boschetti, 2008. Fundación PAP, 2006 citada en Peña y Boschetti, 2008. 43 Ibidem. 42
En el imaginario cruceño, el modelo de hombre es el empresario industrial, ganadero y agricultor; mientras que el de la mujer cruceña está vinculado con los roles tradicionales del hogar, la maternidad y el papel de “embajadora” cumplido por las numerosas modelos y reinas de belleza, aunque más allá del estereotipos las mujeres cruceñas desarrollan diversas actividades que contribuyen al desarrollo económico de la región. Las mujeres inmigrantes del área rural del departamento y del Occidente del país trabajan como empleadas domésticas, en cambio, para tareas de oficina se elige a mujeres cruceñas.44
La migración y las identidades urbanas en el Chaco
En el siglo XX se inició la migración de población quechua y aymara del Occidente del país, que se asentó en áreas rurales y en localidades urbanas; el mayor flujo migratorio se produjo entre las décadas del ochenta y del noventa. Los inmigrantes quechua se dedican a la agricultura en zonas de pie de monte, los aymara desarrollan actividades comerciales en las ciudades de frontera y a lo largo de la carretera Yacuiba - Santa Cruz. En general, conservan su identidad originaria, sus formas organizativas y sus ritos propios. El desarrollo urbano de Camiri es resultado de la inmigración durante los años del auge de la producción petrolera; esta población está muy ligada a la dinámica de Santa Cruz,46 aunque también existen inmigrantes provenientes de las zonas rurales del departamento de Chuquisaca y de la ciudad de Sucre. En Villamontes, el crecimiento urbano ha sido impulsado por el auge petrolero que se experimenta actualmente.
44
Ibidem. Combés, 2005 y Roca, 2001 citados en Galindo et al. (doc. no publicado) 46 Combés citada ibidem. 45
17 Las Identidades en las Grandes Regiones de Bolivia
Desde su fundación, la Gobernación de Santa Cruz se interesó por ocupar el Chaco; sin embargo, el avance cruceño recién comenzó en 1787, cuando se construyó el fuerte de San Carlos de Saipurú, que con el de San Miguel de Membray, atrajeron población civil que dio inicio a la ganadería y agricultura estables, cambiando definitivamente la región. Aunque la colonización del Isoso se inició a fines del siglo XVIII, su ocupación efectiva ocurrió recién entre 1844 y 1854.45
El peso de los inmigrantes andinos, sobre todo quechuas, en la configuración demográfica chaqueña es importante. En 2001 había más de diez mil quechuas y dos mil trescientos aymaras en Yacuiba; dos mil quinientos quechuas en Monteagudo; mil novecientos en Camiri; mil doscientos en Cabezas; y mil en Villamontes.47 Por otra parte, la población extranjera es también relevante. En el Chaco cruceño, en los municipios de Charagua y Cabezas, se establecieron en la década de 1970 asentamientos menonitas que se dedican a la agropecuaria. Asimismo, hay colonias menonitas en la zona de Caiza, en la provincia Gran Chaco de Tarija. Son tres los centros urbanos importantes del Chaco: Yacuiba, Camiri y Villamontes, aunque ninguno es una ciudad capital concentran alrededor de 60% de la población chaqueña y poseen una dinámica económica muy significativa. Sin embargo, en el Chaco la identidad urbana se mezcla aún con la rural mestiza, la originaria guaraní y la de los migrantes quechua y aymara.
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Actualmente una serie de factores determinan que los centros urbanos chaqueños tengan una fuerte influencia internacional y de los procesos de globalización, lo que incide en la identidad de la población. Las principales ciudades se encuentran muy próximas a fronteras con países de mayor desarrollo económico, la economía regional está fuertemente ligada con la producción de hidrocarburos, que requiere tecnología de punta y se orienta hacia los mercados internacionales, y el comercio y el contrabando es una actividad de central importancia, especialmente en Yacuiba.48 En los últimos años se ha incrementado notablemente la participación de la mujer en distintos ámbitos, constituye 63% de la PEA de los municipios49, las migrantes de origen andino desempeñan un rol fundamental en el comercio. En la actividad política también existe una fuerte presencia femenina, hay seis concejalas en los dieciséis municipios, una alcaldesa en el municipio de Muyupampa y diez en los municipios del Chaco cruceño.50
47
Bazoberri, 2004. Galindo et al. (doc. no publicado) 49 Vargas, 2004 citado ibidem. 50 Ibidem. 48
6. IDIOMA E IDENTIDAD Actualmente en Bolivia, además del castellano, existen quince familias lingüísticas y más de treinta lenguas. Las tierras bajas presentan mayor diversidad: doce familias lingüísticas y más de treinta lenguas; mientras que en las tierras altas existen sólo tres familias lingüísticas (quechua, aymara y uru) y cuatro lenguas, si se incluye la lengua hablada por los especialistas kallawaya. Pero no todas esas lenguas tienen un peso similar; como muestra el CNPV 2001, el castellano ha ido ganando terreno frente a las lenguas nativas: 49,8% de la población boliviana habla sólo castellano, 33,2% habla castellano y una lengua nativa, y 11,6% habla sólo lengua nativa. Esto significa que 83% de la población habla castellano, ya sea como única lengua o en adición a otra nativa, y que 44,8% habla alguna lengua nativa, como única lengua o en adición al castellano. La mayor concentración de quienes hablan únicamente lenguas nativas se encuentra en el área rural (88%), y la de quienes hablan únicamente castellano en el área urbana (79%).51
Entre las lenguas nativas, la de mayor uso es el quechua (27,6%), seguida por el aymara (18,5%), el guaraní (0,8%), las más de treinta lenguas existentes englobadas en “otro nativo” (con 0,6%), y los idiomas extranjeros (con 3,0%).54
51
Molina y Albó, 2006. Ibidem. 53 Ibidem. 54 Ibidem. 52
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Una comparación de la situación lingüística actual con la de hace una década muestra que el proceso de castellanización se ha ido consolidado en detrimento del uso de lenguas nativas: si en 1992 casi la mitad (46,8%) de los mayores de seis años eran bilingües castellano - lengua nativa, en 2001 más de la mitad (52,6%) de éstos son monolingües en castellano52, lo que se explica porque el castellano es la lengua oficial, la de mayor prestigio social y la que, dada la organización de la sociedad boliviana, permite a las personas desenvolverse mejor en ámbitos educativos y laborales. El proceso de castellanización se hace también evidente en el hecho de que, a diferencia de lo que ocurría hasta 1992 cuando la tendencia general era pasar del monolingüismo nativo al bilingüismo castellano - lengua nativa, en los últimos diez años la tendencia es el paso del bilingüismo al monolingüismo en castellano.53
La situación de las lenguas nativas no corresponde con la autoidentificación con pueblos indígenas y originarios registrada por el CNPV 2001 ya que 62% de la población dijo pertenecer a algún pueblo indígena, pero 52,6% era monolingüe castellano, esto evidencia que el idioma no es ya un indicador válido de pertenencia étnica.
Los idiomas del Altiplano A lo largo de la historia la región andina ha sido plurilingüe. Las familias lingüísticas quechua y aru o aymara desplazaron la diversidad de idiomas que se hablaban hasta el siglo XVIII y, en algunos casos, hasta el siglo XX. Por su parte, el castellano se ha extendido y continúa haciéndolo hacia la zona de habla quechua; a su vez, el quechua está desplazando al aymara.55
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Las lenguas nativas mayoritarias en la región siguen siendo el aymara y el quechua, aunque están siendo desplazadas por el castellano. A nivel departamental, la situación es la siguiente: en La Paz 84,0% habla castellano y 50,3% aymara, aunque no como únicas lenguas; en Oruro 87,4% habla castellano, 34,2% quechua y 32,4% aymara; en Potosí aún predomina el quechua, con 72,7%, sobre el castellano, con 61,9%, y sólo 8.1% habla aymara.56 Un caso dramático de pérdida de la lengua es el sufrido por los uru; actualmente sólo en la comunidad de Chipaya la mayoría de la población habla uru-chipaya, los niños aún aprenden la lengua en el hogar. Según el censo de 2001, había 1.568 hablantes de la lengua en toda la región de Chipaya.57 En las zonas quechua, esta lengua se mantiene vigorosa en la vida cotidiana, aunque el castellano está muy difundido; casi la totalidad de los varones son bilingües y/o trilingües (hablan castellano, quechua y aymara). En Charazani, en el departamento de La Paz, se habla mach’ajuyay, el “idioma secreto de los kallawaya” que, a nivel de vocabulario, posee rasgos de la lengua pukina y elementos de la estructura gramatical quechua.58 Los varones mayores de las comunidades kallawaya usan este idioma en contextos rituales 55
Arnold y Yapita en Calla et al., 2007. Molina y Albó, 2006. 57 Arnold y Yapita en Calla et al., 2007. 58 Adelaar y Muyksen, 2004, y Fabre, 2005 citados por Arnold y Yapita, ibidem. 56
profesionales, aunque los ritos se desarrollan en quechua, aymara o castellano, según el cliente. Las reglas sociales prohíben que las mujeres se expresen en éste.59
Los idiomas de los Valles En la región de los valles la lengua nativa principal es claramente el quechua; a excepción de los valles tarijeños, donde la presencia del castellano es incontrastable. En el departamento de Cochabamba 75,8% de la población habla castellano y 60% quechua. En Chuquisaca 70,8% habla castellano y 56,1% quechua. En Tarija, 93,7% habla castellano (88% es monolingüe) y 9,5% quechua. El uso de otras lenguas es muy minoritario: 1.8% habla aymara, 1,1% guaraní y 0,6% otras lenguas nativas.60
En Chuquisaca hay una distinción entre la autoidentificación como originario y el idioma en el cual se aprendió a hablar, 61,1% se autoidentificó como quechua, aunque solamente 47% aprendió a hablar en esta lengua.62
Los idiomas de la Amazonía En la región amazónica existe una diversidad de lenguas nativas, aunque el idioma claramente mayoritario es el castellano. En el departamento del Beni, 91,5% de la población habla castellano y sólo 4,6% alguna lengua nativa. Hay también presencia de las lenguas originarias del Occidente del país debido al asentamiento de colonizadores: 2,3% son quechua hablantes y 2,1% aymara hablantes.
59
Arnold y Yapita, ibidem. Molina y Albó, 2006. 61 Sánchez et al., 2008. 62 Ibidem. 60
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El quechua es hablado por gran parte de la población cochabambina, tanto por quienes se autoidentifican como originarios, como por personas de clase media e incluso de la elite, debido a la fuerte vinculación con el campo. Considerando que 66,1% de la población se autoidentificó como quechua en el censo de 2001, se puede plantear, en este caso, que existe una homología entre lengua y pueblo.61
En Pando, 87% de su población es castellano hablante, 3,5% habla aymara y 3,2% quechua. Al igual que en el Beni, la presencia de hablantes de lenguas originarias de la región es ínfima, llegando a sólo 1.6%.63 El uso activo o decreciente de las lenguas nativas está estrechamente relacionado con los procesos de cristianización y de educación pública. Los pueblos que formaron parte de misiones presentan menores índices de uso del idioma propio, pero también menor tasa de analfabetismo y mayor continuidad en la formación escolar básica; en cambio los pueblos que no fueron reducidos mantienen su idioma, pero presentan altas tasas de analfabetismo y abandono escolar.64 Es el caso de los chimane, la totalidad de su población habla su idioma y 70% de los adultos son bilingües chimane – español, aunque su tasa de analfabetismo es muy alta.65 Los grupos yaminahua y machineri hablan su propio idioma –aunque ya no toda la población–, castellano y portugués debido a su frecuente contacto con la ciudad de Cobija y con la población brasileña de Assis.66
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22 Los idiomas del Oriente En el departamento de Santa Cruz, el idioma nítidamente predominante es el castellano, hablado por 91% de la población; sólo 2,2% habla guaraní; la presencia de lenguas nativas del Occidente del país tiene cierta significación, con 12,6% de quechua hablantes y 2,5% de aymara hablantes.67
Los idiomas del Chaco La mayor parte de la población chaqueña, 75%, habla castellano, la segunda lengua en importancia en la región es el guaraní con 11%, en tercer lugar se encuentra el quechua de los inmigrantes con 7%, y en cuarto lugar las lenguas extranjeras con 5%.68
63
Molina y Albó, 2006. Molina et al., 2008. 65 Ibidem. 66 Ibidem. 67 Molina y Albó, 2006. 68 Ibidem. 64
La principal lengua indígena del Chaco es el guaraní, aunque sólo un porcentaje reducido de la población se expresa en ella. 9,7% del total de la población chaqueña aprendió a hablar en este idioma, 9,4% es bilingüe guaraní – castellano, y 3,1% habla únicamente guaraní.69
Las Identidades en las Grandes Regiones de Bolivia
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69
Atlas Estadístico de Municipios, 2005 citado ibidem.
7. COSMOVISIÓN, RELIGIÓN E IDENTIDAD La cosmovisión es el conjunto de ideas y creencias de un grupo a partir de las cuales éste percibe e interpreta su propia realidad y la de los otros. Los grupos sociales tienen cosmovisiones propias; así los valores, las creencias y los códigos de los distintos pueblos indígenas son diversos y diferentes de aquellos de los sectores criollo mestizos urbanos, aunque pueden existir aspectos comunes entre esas distintas cosmovisiones, como ocurre con algunos elementos que los diferentes pueblos andinos reconocen como propios. Bolivia es un país tradicionalmente religioso, en el que la fe católica ha sido un referente fundamental a lo largo de la historia; sin embargo ésta no es la única religión existente en el país. En los últimos años se ha incrementado de forma significativa el número de creyentes evangélicos y de otras religiones cristianas. Además, pese a su invisibilidad en las cifras oficiales, junto con la fe cristiana subsiste la religiosidad indígena, cuyas creencias y prácticas se encuentran muy arraigadas no sólo en las áreas rurales, sino también en las ciudades.
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Datos de 2004 muestran que la población católica en el país alcanza a 80%, seguida por otros cristianos con casi 15% (9,6% evangélicos y 5,2% cristianos); el porcentaje que no profesa religión alguna alcanza solamente a 2,9%.70 La emergencia de credos religiosos no católicos está incidiendo en la conformación de nuevas identidades a partir de ciertas actitudes y prácticas específicas: el uso de los medios de comunicación para la evangelización, la negativa a participar en fiestas y a consumir alcohol, el incentivo al ahorro y otras, que difieren grandemente de las tradicionales.
Cosmovisión y religión en el Altiplano En la región andina la fuerte presencia indígena y su interacción de larga data con el mundo mestizo criollo han generado una serie de influencias mutuas. Por ello, si bien pueden reconocerse cosmovisiones indígenas, éstas no están exentas de elementos provenientes de la cultura occidental, así como la cosmovisión mestizo criolla no está desprovista de elementos propios del mundo indígena. 70
Verdesoto y Suazo, 2006.
Sin embargo existe un discurso indígena esencializado que plantea la existencia de una cosmovisión que guiaría todos los aspectos de la vida de los pueblos indígenas, la convivencia social, los actos políticos y la actividad económica, y que sería opuesta al punto de vista occidental.71 Sostiene que la cosmovisión y las prácticas indígenas serían de carácter colectivo, fundadas en la reciprocidad y armónicas con la naturaleza, dejando de lado la realidad de la existencia de prácticas productivas tradicionales que no son apropiadas y que en varios sectores del país ocasionan daños ambientales.72 Este discurso considera que la cosmovisión andina es agrocéntrica, encerrando así la identidad andina en el mundo rural y campesino, reproduciendo los prejuicios sociales que imponen la desindianización como parte necesaria para pasar del campo a la ciudad y al mundo moderno.73 Esta manera de encarar las cosas establece una separación entre los sectores populares que tienen una posición más de tipo clasista, y los indígenas, que enfatizan lo espiritual por encima de la lucha de clases y la pugna por los recursos naturales74, y puede despolitizar los movimientos sociales y reforzar una identidad indígena de tinte folklórico y arcaizante.75
La andina es una religiosidad fundamentalmente ritual; los diferentes momentos del ciclo vital, así como las actividades productivas y económicas en general, están marcados por ritos que buscan preservar el equilibrio de la comunidad, entendida ésta no sólo como el mundo de las personas vivas, sino también de los difuntos y la naturaleza.77 La integración con el cristianismo ha ocasionado la ampliación de este mundo hacia lo sobrenatural cristiano, dando a elementos foráneos un lugar dentro de la religiosidad propia. En los Andes la Pachamama es la deidad principal. No es una figura unívoca; en realidad, tiene muchas caras, por un lado es la madre universal, la tierra que alimenta a todos, por otro lado está vinculada con la Virgen María, y hay también una visión 71
Arnold en Calla et al., 2007. Ibidem. 73 Canessa, 2004; Gerbrandy y Hoogendam, 1998 citados por Arnold en Calla et al., 2007. 74 Hale, 1991 citado por Arnold, ibidem. 75 Arnold, ibidem. 76 Ibidem. 77 Barnadas, 2002. 72
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En cuanto a la religión, en la región del altiplano 78,3% de la población se asume como católica, 16,0% como cristiana y 4,6% dice no profesar ninguna religión, aunque probablemente esto enmascara a otros creyentes (religiosidad andina) que no se reconocen como católicos ni como otros cristianos.76
campesina que la reconoce tanto en su faceta generosa (dadora de buenas cosechas), como en su faceta maligna de esposa del “Tío” (figura diabólica de la mina), que causa enfermedades y castiga.78 También existen otras deidades y seres míticos: Tunupa (señor del fuego), Copacabana (señor de los peces del lago Titicaca), Viracocha (creador de todo lo existente), Illapa (señor del rayo), y las sirenas Quesintu y Umantu. A lo largo del tiempo, a las figuras míticas iniciales se les fueron sobreponiendo otras deidades: a Tunupa se sobrepuso Viracocha, a éste el Sol y a éste el Dios cristiano; asimismo, sobre la de Illapa se sobrepuso la figura del apóstol Santiago.79
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La región andina tiene una compleja geografía sagrada. Las elevaciones naturales (cerros y piedras de gran tamaño) son consideradas deidades; los uywiris (cerros tutelares) representan la relación de la comunidad con sus antepasados. Las wak’as constituyen el nivel superior de toda la geografía sagrada, permiten cartografiar el territorio y establecer territorios identitarios. A nivel familiar, las piedras sagradas llamadas qunupa definen la relación entre la identidad espiritual y el hogar; a nivel del linaje, esta identidad se ordena en torno a la figura de los mallki o ancestros momificados que relacionan entre sí al conjunto de hogares; a nivel regional, las wak´as son ordenadores de la identidad espiritual-política; a nivel panandino, las wak’as más sobresalientes y las divinidades cósmicas como el Sol, la Luna, las estrellas y el rayo son ordenadores de estas identidades.80 Cualquier lugar con nombre puede ser una wak’a y, como tal, objeto de atenciones rituales; aunque se considera que sólo algunos poseen poderes significativos. Estos sitios se encuentran jerarquizados en base a su altura, los cerros suelen ser las wak’as más importantes. Los grandes cerros nevados, como el Illimani o el Sajama, son las wak’as que dominan los territorios más amplios; los cerros regionales (como el Uchumachi para los Yungas paceños) también son wak’as; al igual que los cerros locales.81 En el territorio chipaya, que es totalmente plano, se construyen montículos artificiales para señalar los sitios sagrados.82 En el siglo XVI las poblaciones indígenas dejaron de cumplir sus ritos en los cerros por temor a la represión de la Iglesia, pero los realizaban en sus casas.83 78
Harris, 2000 citada por Arnold, ibidem. Gisbert et al., 2003. 80 Chacama, 2003 citado por Arnold en Calla et al., 2007. 81 Arnold, ibidem. 82 Wachtel, 1990/2001 citado por Arnold, ibidem. 83 Tovar Pinzón, 1993-6 citado por Arnold, ibidem. 79
Los ritos andinos no buscan solamente el diálogo y la reciprocidad con las deidades y con la naturaleza, sino también con otras fuerzas y eventualidades, como los riesgos de las carreteras en mal estado, la competencia comercial o los altibajos de la economía globalizada. Gran parte de la ritualidad andina posee una finalidad económica, como el culto de los santos y la “teología de la prosperidad” de algunos grupos evangélicos. 84 Los ritos andinos son una relectura de los patrones impuestos por los grupos dominantes y una forma de resistencia que ha configurado la cultura de la región85, mediante el rito se descomponen ideas y elementos foráneos y se los reconstruye para que la comunidad pueda apropiarse de ellos, es lo que ocurre con la incorporación de santos y vírgenes cristianos en los ritos indígenas, con la ofrenda de mesas rituales en la inauguración de obras de infraestructura urbanas y con el empleo de elementos andinos en celebraciones católicas.86
Cosmovisión y religión en los Valles
84
Arnold, ibidem. Glave, 1992 citado por Arnold, ibidem. 86 Arnold, Yapita et al., 2000 citados por Arnold ibidem. 87 Laserna et al., 1995 citado en Sánchez et al., 2008. 88 Gordillo, 1987 y Larson, 1992 citados ibidem. 89 Sánchez et al., 2008. 85
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Dentro del folklore cochabambino hay tres elementos que conforman la identidad regional: “la clima”, “la wilster” y “la lloyd”.87 La consideración del clima como elemento de construcción identitaria tiene antecedentes en las postulaciones telúricas de principios del siglo XX; a la imagen pétrea y homogénea del altiplano, las elites locales contrapusieron la imagen de la fecundidad y abundancia de los valles, cuya metáfora más potente es la “chola valluna” o la “cholita cochabambina”. Este imaginario de fertilidad femenina expresa la fecundidad agrícola de Cochabamba vinculada con el maíz y la producción de chicha, que posee antiguos referentes históricos: la llegada de mitmaqkuna a fines del siglo XV y la constitución de Cochabamba en abastecedora de maíz del mercado potosino durante la Colonia.88 Pero esta imagen idílica oculta los conflictos internos de exclusión social y explotación de las poblaciones indígenas y de las mujeres en el régimen de la hacienda. El amplio proceso de mestizaje ocurrido en Cochabamba, que al parecer se habría iniciado ya en la época prehispánica, dio lugar a que la identidad regional se exprese a través de la figura de la chola valluna89.
En lo religioso, los valles aparecen como la región con mayor porcentaje de católicos, (84.3%); 12,7% profesa otra religión cristiana y 2,7% no profesa ninguna.90 Una muestra de la religiosidad de la población valluna son las numerosas festividades religiosas existentes. En 1996 se registraron más de noventa fiestas patronales sólo en la ciudad de Cochabamba; es claro que en el conjunto del departamento este tipo de manifestaciones es aún más amplio, como se puede apreciar en los calendarios de festividades.91 En Tarija la fiesta de San Roque es un verdadero referente identitario. A través de ella se diferencia el habitante urbano del campesino, y el chapaco del colla; según los tarijeños la fiesta se celebra con auténtico espíritu religioso y sin consumir bebidas alcohólicas. La Navidad es una fiesta en la cual se diferencian también los sectores dominantes, cuyas prácticas son occidentales, de las clases medias bajas y de las comunidades campesinas, que la celebran con el Niño y las trenzadas. En el campo, la celebración religiosa está ligada con la producción agropecuaria; la reproducción ritualizada del ciclo agrario permite mantener una relación de reciprocidad con la Pachamama y otras deidades.92
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28 Cosmovisión y religión en las Tierras Bajas La cosmovisión amazónica varía entre el Norte y el Sur, en las ciudades y pueblos de los llanos de Moxos (Trinidad, Santa Ana del Yacuma, San Borja, San Joaquín, San Ramón, Magdalena, Concepción de Baures, Reyes y San Ignacio de Moxos), el eje de la identidad local está constituido por elementos de origen milenario, pre republicano y religioso, mientras que en el Norte amazónico son los símbolos nacionales y laicos los que otorgan cohesión social y expresan la forma en la que se conformaron las sociedades locales.93 Los pueblos indígenas amazónicos han construido una visión holística del mundo, la que pese a la influencia de la cultura mestizo criolla y de la lógica del mercado, se mantiene, aunque ya mermada. Los indígenas creen en espíritus de la naturaleza, como “los dueños de los animales” que velan por la conservación de los recursos naturales. 90
Verdesoto y Suazo, 2006. Sánchez et al., 2008. 92 Ibidem. 93 Molina et al., 2008. 91
En la región chaqueña la cosmovisión está permeada por la lógica guaraní que, al ser el pueblo indígena más numeroso, ha impreso una huella profunda en la mentalidad regional. Al igual que en la Amazonia, en el Chaco se conserva el ideal de una “tierra sin mal”, donde reina el bien y hay abundancia; este mito está vinculado a Kaa Poti y a los tumpas, hombres - dioses que conducirían al pueblo guaraní hacia la libertad. La tapie té es una muestra de esta proyección del deseo de liberarse de toda forma de opresión94. En cuanto a la opción religiosa, en las tierras bajas (Amazonia, Oriente y Chaco) 79,1% de la población es católica, frente a 18,2% de cristianos no católicos –el mayor porcentaje del país–, y a 1,8% de personas que no profesan ninguna religión.95
La profunda religiosidad católica de estos pueblos no ha sido obstáculo para que se conserven también creencias y mitos provenientes de la religiosidad prehispánica, como los dueños del monte, de los animales, de las aguas, etc., a quienes se respeta y solicita autorización para aprovechar los recursos naturales. La situación es similar en el Oriente, donde la gran mayoría de los chiquitano, por ejemplo, profesa el catolicismo; aunque todavía practica la religión tradicional en los momentos cruciales de la vida, como las ceremonias que rodean el nacimiento, el matrimonio y la muerte. Aún se conservan relatos mitológicos y 94
Galindo et al (doc. no publicado) Verdesoto y Suazo, 2006. 96 Molina et al., 2008. 97 Molina et al., 2008. 95
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La relación de los pueblos indígenas de las llanuras benianas con lo religioso católico, al igual que la de los grupos étnicos del Norte amazónico con lo evangélico, deviene de las misiones establecidas en distintas épocas. Esta vinculación ha sido fundamental para definir sus patrones de ocupación del espacio, su relación con las ciudades, y las características y componentes de sus identidades actuales.96 Las creencias y prácticas religiosas aprendidas en la etapa misional se han arraigado profundamente en los pueblos indígenas del Beni, especialmente en el pueblo moxeño. A principios del siglo XIX, la celebración de Semana Santa entre los moxeño incluía flagelaciones destinadas a alcanzar la salvación; actualmente en Trinidad, Santa Ana, San Ignacio, San Joaquín, Magdalena y San Ramón, la celebración de fiestas en torno al santo patrono es central para la formación de la identidad local.97
los chamanes continúan vigentes.98 Igualmente, los guarayo “… al mismo tiempo que rezan y cantan en latín, mantienen un gran respeto por sus lugares sagrados, como la Chapacura, lugar al límite norte del territorio guarayo, o Cerro Grande. También conservan las creencias animistas sobre los ‘dueños’ del bosque, de las aguas, de ríos y lagunas y de los animales”.99
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98 99
Peña y Boschetti, 2008. Díez y Murillo, 1998 citados ibidem.
8. EXPRESIONES CULTURALES E IDENTIDAD La fiesta es un espacio fundamental de socialización y de expresión cultural; en ella se desarrollan procesos de construcción y de reafirmación identitaria. Debido a su alto nivel de convocatoria, permite la transmisión de imaginarios sociales, económicos, políticos, religiosos, etc. En la fiesta se celebra la pertenencia a un grupo o a un territorio, se genera identificación colectiva, en ésta los individuos se sienten parte de una identidad con valores y códigos propios. Las fiestas son forjadoras y revitalizadoras de la identidad; constituyen, pues, la celebración de las identidades.100
Expresiones culturales en el Altiplano
A fines del siglo XVIII e inicios del XIX se prohibieron las danzas indígenas en las procesiones, por lo que se trasladaron al carnaval otorgándole un cierto sentido religioso en el que el culto de la Virgen María se mezcla con el del Tío de la mina. Según Bernabé Cobo, el término de Tío se originó porque: “los mismos indios cristianos… como no tuvieron en su lengua D sino que en lugar de ella usaban esta letra T, así en lugar de decir Dios, suelen pronunciar Tíos.” Este Dios o Tíos personifica las entrañas del cerro –es decir, la mina– y por tanto el anverso de la Pachamama, que se identifica con la Virgen María.101 La celebración del carnaval de Oruro concluye con una misa a la cual asisten los bailarines y con una serenata de madrugada, en la que todas las bandas de música tocan en honor de la Virgen del Socavón.
100 101
Peña y Boschetti, 2008. Gisbert, 1989.
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La fiesta es una de las expresiones culturales más importantes de Bolivia y, entre éstas, el carnaval es una de las más relevantes, especialmente el de la ciudad de Oruro, declarado por la UNESCO en 2001 “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad”. El carnaval de Oruro es un reflejo de la gran riqueza y diversidad cultural y folklórica del país. La danza de la diablada –que escenifica la lucha entre el bien y el mal, personificados en el arcángel Miguel y en Lucifer– es la más representativa de este carnaval; además se presentan otras varias danzas indígenas y mestizas, como morenada, incas, llamerada, kullawada, waca tokori, auqui-auqui, tinku, chunchus, caporales, etcétera.
La fiesta religiosa folklórica del Señor del Gran Poder se desarrolla por las principales arterias del centro de la ciudad de La Paz, congregando a gran parte de la población. Esta festividad surgió en la década de 1920 en la zona de Chijini, con unos pocos grupos de danzas autóctonas, como los sicuris; con los años fue creciendo y transformándose de una pequeña celebración barrial en la fiesta de gran envergadura que es hoy. En 2008 congregó a cincuenta mil bailarines de 59 fraternidades y a una cantidad inmensa de espectadores. La música es un elemento cultural de fundamental importancia en el país. La música sirve para marcar la identidad étnica, de clase, regional o generacional, así como los cambios que ésta sufre por efectos de la migración o de otros factores. En la región andina, la música tradicional indígena está regida por el calendario anual, dividido en dos estaciones vinculadas con las labores agrícolas: el período seco o awti pacha, y el de lluvias o jallu pacha. Así, en la época seca, en el altiplano se tocan sicus de distintos tipos con el objetivo de atraer las heladas necesarias para la elaboración del chuño. Y en la época húmeda se toca el pinquillo para convocar la lluvia y evitar las heladas, alternativamente con la tarka, que atrae la sequía cuando las lluvias son excesivas.
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Otra expresión cultural de importancia crucial en los Andes son los textiles, que presentan enorme diversidad y riqueza. Los textiles utilizan una serie de símbolos que –a manera de una escritura– “narran” la historia de la región, sus condiciones ambientales, los recursos naturales existentes, su economía, la organización del territorio, sus dioses y mitos, etcétera. Durante la Colonia se prohibió la representación de los dioses y mitos andinos que remitían a los indígenas a sus orígenes. A raíz de ello en algunas zonas los textiles se modificaran por completo, es el caso de Tarabuco, donde se eliminó de los tejidos toda huella original y se la sustituyó por elementos barrocos de influencia virreinal. No obstante, muchos textiles siguieron mostrando a deidades y mitos originarios gracias al aislamiento en que se encontraban algunas comunidades y, en otros casos, de manera disfrazada para evitar represalias. 102 Aunque a lo largo del tiempo los textiles han ido incorporando las marcas culturales de las diferentes etapas históricas vividas por el país, conservaron algunos elementos propios que se remontan a los pueblos prehispánicos (como los correspondientes a Paracas y Tiwanaku), si bien lo que ha prevalecido es la estética aymara originaria con influencias incaicas, coloniales 102
Gisbert et al., 2003.
y republicanas. Así, los tejidos contienen elementos diversos, como la estrella de ocho puntas y los tocapus incaicos103, el águila bicéfala símbolo de los Austria que se encuentra en los textiles del lago Titicaca, y el caballo que aparece en los de Tarabuco104 y, últimamente, figuras de máquinas como camiones, helicópteros y otras. Más allá de su utilidad como prendas de abrigo y para guardar y transportar objetos, los textiles han cumplido otras funciones de gran trascendencia. Por una parte, se han constituido en auténticos mapas y como tales fueron usados en las Cortes para el tratamiento de asuntos jurídicos; es el caso de los tejidos de la comunidad de Coroma, entre Potosí y Oruro, que sirvieron como documentos para reclamar territorios en disputa.105 Las mujeres de los ayllus de Oruro y del norte de Potosí elaboran en sus textiles mapas históricos del territorio, en el ayllu Qaqachaka una joven teje una vez en su vida un aguayo que refiere la historia regional, ubicando los ayllus dentro de las unidades políticas mayores de la región.106 Por otra parte, los textiles sirven para hacer una relación de los recursos naturales y de la producción local, lo que los convierte en marcadores de identidad cultural y política.107
103
Tipo de diseño textil. Según la mitología andina, Tocapu es el tercer Viracocha vinculado con la producción de tejidos. 104 Gisbert et al., 2003. 105 Bubba, 1997 citada por Arnold en Calla et al., 2007. 106 Arnold y Espejo, 2004 citados por Arnold, ibidem. 107 Arnold, ibidem.
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Por otra parte, durante un siglo, entre 1690 y 1790, en las tierras altas de la Audiencia de Charcas se desarrolló un nuevo estilo artístico llamado barroco mestizo o barroco andino, que se manifestó especialmente en la arquitectura y en las artes plásticas. Los maestros de obra y artesanos indígenas y mestizos tomaron elementos del barroco español y los adaptaron con gran creatividad y destreza a su propia visión; aunque dejaron de lado aspectos importantes del barroco europeo, conservaron el horror vacui u horror al vacío que lleva a sobrecargar los espacios de elementos diversos. De ese modo, en las obras barroco mestizas aparecen mezclados ejemplares de la flora y la fauna de los trópicos con sirenas, mascarones y elementos pertenecientes a la tradición cristiana (aves, vides, etc.), como se puede observar en las portadas de las iglesias de San Francisco de la ciudad de La Paz y San Lorenzo de la ciudad de Potosí, del Museo Nacional de Arte y del Museo de Etnografía y Folklore de La Paz.
Muestras importantes del barroco mestizo en la pintura son las hermosas pinturas murales de la iglesia de Curahuara de Carangas en la provincia Sajama del departamento de Oruro. En dichas pinturas los motivos de aves, flores, frutas y follaje policromados surgen junto con imágenes religiosas; sucede lo mismo en los muros de la iglesia de Carabuco, en la provincia Camacho del departamento de La Paz. Ambas obras son testimonio de la creatividad y originalidad de los pintores indígenas.
Expresiones culturales en los Valles
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En la región de los valles, la música es uno de las expresiones culturales de mayor significación en la construcción de identidades. Durante la Colonia, la música tenía importancia dentro de la política cultural de asimilación y como un dispositivo de seducción de los nativos, y para difundir la ideología religiosa. Esto se prolongó en la Republica y sigue aconteciendo incluso en la actualidad.108 A partir de la década de 1960, la música folklórica se constituyó en parte importante de las narrativas nacionalistas, contribuyendo a la construcción de una comunidad política unitaria y homogénea en respuesta a la diversidad cultural del país.109 La música ha servido también como un mecanismo de diferenciación entre el campo y la ciudad, y entre la elite y los sectores populares; así, la cueca y el bailecito chuquisaqueños –vinculados con las élites locales– alcanzaron un grado de exquisitez en la obra de los maestros Valda, Verdecio y Auza. La Normal de Música de Bolivia establecida en Sucre fue un centro de irradiación de las corrientes musicales nacionalistas. Por su parte, las élites cochabambinas desarrollaron un nacionalismo musical como propuesta estética e identitaria; en ese marco, artistas como Teófilo Vargas tuvieron gran impacto en la sociedad local.110 Frente a la música folklórica que simboliza la homogeneidad del país, la música autóctona reivindicada por algunos movimientos musicales urbanos ha servido como narrativa de grupos étnicos, como los yuqui y yuracaré, que buscaban consolidar sus propias identidades frente a la identidad nacional. La música indígena de los valles altos refleja los cambios producidos en 108
Rossells, 1996 citada en Sánchez et al., 2008. Ibidem. 110 Sánchez et al., 2008. 109
el proceso de transición entre la tradición y la modernidad que viven muchas comunidades indígenas, como las de Tapacarí y otras zonas que se encuentran entre lo rural y lo urbano.111 Las coplas que se cantan en el valle cochabambino expresan la interacción entre distintas identidades: de género, generacionales y otras. Por otra parte, ciertas formas de música popular constituyen narrativas que reinventan, negocian y replantean las identidades de los grupos migrantes, es el caso de la cumbia chicha, y de la música de los campesinos andinos que migran a la ciudad de Cochabamba, a las ciudades intermedias y al Chapare.112
En el departamento de Chuquisaca, la actividad religiosa es intensa y forma parte de la identidad regional. La Navidad, la Semana Santa, la fiesta de la Virgen de Guadalupe y otras fiestas religiosas son expresiones no sólo de la religiosidad, sino también de la identidad chuquisaqueña. Pese a que las culturas indígenas no son apreciadas por las elites urbanas, el folklore de Yamparaes, el Carnaval (Phujllay) de Tarabuco y otras manifestaciones culturales son consideradas parte de la identidad chuquisaqueña y se busca promocionar su valor turístico.114 Los textiles de los grupos étnicos chuquisaqueños tienen gran belleza y significación ya que expresan su visión de mundo. Mientras los jalq’a representan en sus tejidos animales y k’urus (seres en formación pertenecientes al submundo) en tonos rojos y negros, los tarabuco representan elementos luminosos del mundo actual, bailarines del Phujllay, caballos, aviones, trenes, helicópteros, etcétera.115 111
Ibidem. Ibidem. 113 Ibidem. 114 Ibidem. 115 Ibidem. 112
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Las festividades cívicas son una puesta en escena de los imaginarios dominantes de nación, de las visiones que las elites políticas tienen sobre la historia, y permiten la construcción de lazos de reciprocidad entre el Estado central y la región. También las fiestas religiosas contribuyen a la consolidación de la identidad nacional; así, la fiesta de la Virgen de Urkupiña funciona como un espacio de convergencia y cohesión de la diversidad nacional, aunque se den disputas por el sentido entre indígenas y no indígenas, clases medias y sectores tradicionales y modernos. La fiesta de Santa Vera Cruz aparece como una expresión de interculturalidad, aunque también es un espacio de disputas simbólicas entre lo religioso y lo pagano.113.
Expresiones culturales en la Amazonía En la región amazónica la fiesta cumple un papel importante en la integración simbólica de las sociedades locales y define la forma de pertenencia al territorio. Participar en la fiesta significa marcar límites respecto a otros actores y espacios. En ella, los roles de los indígenas y de los karayanas son diferentes: unos realizan la fiesta y otros la miran, pero ambos mantienen su adhesión a ciertos valores históricos y culturales comunes.116 En los últimos veinte años, los municipios del Beni que tienen origen étnico-misional han entrado en una verdadera competencia por promocionar las fiestas patronales de cada pueblo. Así, lo más importante de la identidad trinitaria se expresa en las fiestas en honor del santo patrono, celebradas a lo largo del año. En la fiesta patronal o Chope Piesta se expresan las principales tradiciones culturales y artísticas a través de la música y la danza, contribuyendo a mantener una identidad propia.117
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En las ciudades de Cobija, Riberalta, Guayaramerín y otras localidades del Norte amazónico dichos elementos culturales están ausentes. Las sociedades locales se adhieren, más bien, a las tradiciones y rituales republicanos, como los actos cívicos en las fiestas nacionales que sirven para reforzar los lazos y la identidad locales. El 6 de agosto, el 23 de marzo, así como las fechas de fundación de los departamentos y ciudades, son festividades de gran significación que contribuyen a la articulación social. En lugar de santos y vírgenes, los emblemas son banderas bolivianas, estandartes, escudos y marchas militares.118
Expresiones culturales en el Oriente La cultura del Oriente boliviano puede ser definida como fundamentalmente festiva. Las fiestas constituyen uno de los elementos culturales más característicos de la sociedad cruceña que expresa en éstas los valores que la sustentan, el gusto por el disfrute y la ostentación.119 Las fiestas son elementos culturales paradigmáticos, a través de ellas se construye la identidad oriental. La fiesta es también un elemento de diferenciación social ya 116
Molina et al., 2008. Ibidem. 118 Ibidem. 119 Díaz, 2004 citado en Peña y Boschetti, 2008. 117
que la situación socioeconómica de sus participantes queda claramente evidenciada por el tipo de fiesta en el que participan y por las características de la institución organizadora.120 A lo largo del año se celebran fiestas de diverso tipo: religiosas, cívicas, tradicionales, populares, sociales, etc., además de numerosas ferias y festivales que expresan los valores, creencias y formas de organización social. En estas festividades se construye y reafirma la identidad cultural cruceña y se sustenta una importante industria del ocio que dinamiza la economía local al dar trabajo a un amplio sector de la población.
Las fiestas cruceñas hacen un uso simbólico e ideológico de lo femenino. Todas cuentan con azafatas, modelos o reinas –existen incluso reinas infantiles y reinas “de antaño”– como elementos de fundamental importancia en la construcción del imaginario regional a partir de ciertas peculiaridades étnicas: mestiza, blanca, de lengua castellana y de cultura y valores cambas. Los más de cuarenta certámenes de belleza celebrados cada año consolidan la idea de que Santa Cruz es la tierra de las mujeres más 120 121
Peña y Boschetti, 2008. Ibidem.
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El carnaval es “la fiesta grande de los cruceños”, un instrumento de defensa de la identidad y de los valores regionales. El carnaval cruceño es muy distinto de los del Occidente del país; tiene carácter ciudadano y estructura clasista, y la figura central es la reina. Cada sector social participa de manera distinta y en escenarios separados: el corso del centro, que representa a las clases dominantes y el corso de los barrios, de los sectores populares. El carnaval establece también una clara división de género: excepto siete, las 161 comparsas existentes están integradas solamente por hombres. Las comparsas son indicadores de los estratos sociales cruceños, la pertenencia a éstas permite conocer la edad del individuo, su situación económica, la relación que mantiene con la estructura de poder, sus relaciones sociales, sus gustos, etcétera. El espectáculo carnavalero de cada año responde a la situación regional y nacional y a la orientación del discurso hegemónico cruceño. Así, en 2004 la carroza más destacada fue “El tren del carnaval”, en alusión a Santa Cruz como la “locomotora económica” de Bolivia; en su interior bailaba un selecto grupo de empresarios cruceños y dirigentes del Comité Cívico. El espectáculo del carnaval del 2007 se llamó “Rueda grande chiquitana”, su objetivo era mostrar la inclusión de los grupos indígenas del Oriente y su apoyo a la causa autonomista.121
hermosas de Bolivia. Las fiestas religiosas contribuyen también a la construcción de la identidad oriental, fundamentalmente la de la Virgen de Cotoca, Patrona del Oriente, llamada “Mamita” y “Reina de reinas” haciendo referencia a la belleza y carácter de mujer - madre atribuidos a la mujer cruceña.122 Las fiestas expresan el complejo espacio sociocultural en que se ha convertido Santa Cruz; a causa del intenso proceso migratorio de las últimas décadas coexisten distintas culturas locales, nacionales y extranjeras. Así, junto a las fiestas tradicionales cruceñas se desarrollan las celebraciones de los migrantes, como la feria de alasitas, que es rechazada por los sectores hegemónicos por considerarla una forma más del “avasallamiento andino”.123
Expresiones culturales en el Chaco En el Chaco se celebran numerosas fiestas, tanto religiosas como de otras varias motivaciones, que contribuyen a la construcción y reforzamiento de la identidad chaqueña.
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Entre las fiestas religiosas se encuentra la festividad de San Pedro, que se realiza con novenas, misas, procesión y serenata de música folklórica y danzas en las que participa toda la población de Yacuiba. Desde hace más de veinte años se lleva a cabo en Yacuiba el Festival de la Frontera (FESTIFRON), que rescata la música y danza chaqueñas (como la chacarera, el gato, el triunfo y el escondido), y presenta también danza y música del Occidente del país, en una trama simbólica que expresa la multiculturalidad de la región del Chaco. En la localidad de Entre Ríos, la fiesta grande reúne a los indígenas montados a caballo, cubiertos de grama, en un acto que representa los enfrentamientos entre pueblos ocurridos en el pasado y –en una expresión del sincretismo religioso– celebra también a la Virgen de Guadalupe.124 Todos los años se realiza el “Festival de la Tradición Chaqueña” en la localidad de El Palmar, que se celebra con actividades diversas: rodeo, marcada de ganado, carreras de caballos, doma de potros, riña de gallos, juegos de taba y sortija, danzas y música folklórica.
122
Ibidem. Ibidem. 124 Galindo et al. (doc. no publicado). 123
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