Revista Lazos 03

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Presentación l anterior número de LAZOS tuvo que ser reeditado por el interés que concitó su aporte sobre los desafíos que implica la construcción de lo intercultural. Esto nos llevó a retomar el tema en esta edición junto con otras contribuciones de igual calidad que, combinadas con una reflexión sobre el diálogo interregional y cuatro ensayos sobre la negociación marítima, la más paradigmática que ha llevado Bolivia, nos muestran la necesidad de potenciar nuestras capacidades en el campo de la comunicación. La primera parte de la revista cuenta con aportes que —más allá del mero recuento histórico o diplomático— no tienen otro objetivo que el de indagar las razones por las que las negociaciones para retornar al mar no lograron avanzar. El tema es analizado por el ex canciller Javier Murillo de la Rocha, el embajador Jorge Gumucio, el analista de temas internacionales Ramiro Prudencio y el historiador Fernando Cajías. Luego retomamos la reflexión sobre interculturalidad. En este marco se inscribe el trabajo de Paula Peña, que escribe sobre la construcción inconclusa de los conceptos de patria y nación y por ende de nuestra identidad. Adán Pari, a su vez, sugiere que vivimos una confrontación radical entre diferentes. Sarela Paz, finalmente, plantea que no se puede pensar la interculturalidad al margen del tema de poder. En la tercera parte de esta edición ofrecemos seis artículos que exponen la importancia del diálogo en el actual periodo constituyente. Los dos primeros tienen como punto de referencia a la Asamblea Constituyente: Virginia Kolle mira al cónclave de Sucre como una oportunidad para el diálogo, y en esto coincide con Kathia Saucedo, que enfatiza en la necesidad de un esfuerzo para construir un significado común que impregne la visión del nuevo Estado boliviano. Las cuatro siguientes propuestas combinan experiencias, oportunidades y riesgos a considerar en un contexto en el que el diálogo es un proceso urgente. En este camino, Elena Díaz comparte algunas lecciones aprendidas durante su práctica como experta en el tema y nos habla de las ventajas de pensar al otro con el corazón. Carlos Hugo Molina advierte sobre los falsos debates, que a la postre anidan en tendencias. Mauricio Lea Plaza sugiere la necesidad de impulsar un diálogo interregional y la importancia de generar “empates” a este nivel. Finalmente, Jenny Cárdenas postula la condición pluriétnica de Bolivia como el tema de mayor importancia en el debate nacional. La entrevista no podía quedar fuera de este número. De ello se encargan Franz Barrios Suvelza y José Luis Roca, entrevistador y entrevistado, que redibujan el mapa político del país en una amena charla que da cuenta de la versatilidad de ambos en diversos temas. Cerramos la edición con una crónica de César Rojas, en la que relata su encuentro con John Paul Lederach, uno de los grandes expertos mundiales en la construcción de paz y la mediación en conflictos y de cuya voz viene el consejo: no es suficiente zanjar el conflicto, hay que transformarlo. Lectores de LAZOS, el banquete está servido.

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Los temas de esta edición son diálogo, negociación e interculturalidad



Historia de una negociación sin fin Desde hace 128 años Bolivia ha optado por la vía de la negociación para retornar al mar. Digamos que lo hizo obligada por las circunstancias, pues no tenía las posibilidades de resolver este problema de otra manera, pero también por su clara vocación pacifista y por la debilidad intrínseca del Estado, que a esta altura de su historia se está recién planteando temas que hacen a su construcción como una nación pluricultural. Nuestros negociadores fueron diversos y utilizaron distintas estrategias. Todas ellas resultaron infructuosas, pues el problema sigue irresuelto y sus consecuencias pesan cada día más en el desarrollo nacional y nuestra autoestima. En esta edición, la revista LAZOS se propuso indagar los aciertos y los errores de ese largo y fustrado empeño por resolver un tema vital para el país. Para ello acudió a diplomáticos que estuvieron involucrados en las relaciones con Chile o con el Perú y que hablan desde su experiencia, pero


también echan una mirada a la historia de esas

negociar se requiere que las partes estén dispuestas

relaciones desde una óptica enfocada a las

a perder un poco para que ambas ganen. Los

circunstancias que rodearon a cada negociación,

ensayos nos hablan de Chile como un interlocutor

cómo se elaboraron las estrategias y se las llevó

duro, difícil, poco confiable. Se acercó a Bolivia

adelante, cómo actuó la contraparte y la forma en

cuando tenía problemas con sus otros dos vecinos.

que Perú, el tercero en discordia, jugó sus cartas.

Perú nunca fue neutral en el tema ni dio señales de

Hay en estos ensayos muchos aspectos que salen a

querer que éste se resuelva por territorios que le

luz por primera vez o que tienen un enfoque

pertenecieron antes de la Guerra del Pacífico, por el

distinto al tradicional. A nuestros invitados les

contrario, hizo que las negociaciones se

hicimos notar que no queríamos un mero recuento

complicaran y llegaran a punto muerto. No hubo

histórico o diplomático, aunque ambos elementos

presidente o canciller boliviano que no apostara a

fueran ineludibles. Lo que le interesa a una

resolver este centenario problema y terminar con el “pinponeo” al que nos han

Los ensayos nos hablan de Chile como un interlocutor duro, difícil, poco confiable.

sometido ambos países a lo largo del tiempo. Consideramos que ejercicios

institución como UNIR, que trabaja en las áreas del

como éste pueden servir de punto de partida para

diálogo y la negociación como instrumentos de

explorar nuevos caminos de diálogo.

resolución de conflictos o controversias, es indagar

Para ello tenemos el ensayo del ex canciller Javier

las razones por las que un asunto de tanta

Murillo de la Rocha, a quien le tocó ser protagonista

trascendencia para el país no ha logrado avanzar.

de excepción en varias negociaciones y que publicó

¿Fueron buenos nuestros negociadores, estuvieron

hace un par de años “El largo conflicto entre Chile y

debidamente preparados? ¿Tuvieron nuestros

Bolivia, dos visiones”, una obra cuya autoría

interlocutores la voluntad de avanzar o las

compartió con el diplomático chileno Luis Maira y

negociaciones fueron simples fuegos de artificio?

que es indispensable para situar el tema en la arena

Son algunas preguntas que hoy mismo se hace la

actual. Está la mirada acuciosa del embajador Jorge

ciudadanía sin dejar de lado la premisa de que para

Gumucio, que ha dedicado al tema marítimo tres

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libros y tiene en preparación otro sobre el que

en los Estados Unidos o la de Lovaina en Bélgica

versa su artículo, y que se inscribe en la corriente

han convocado a personalidades de Bolivia, Chile y

reivindicacionista frente a la de Ramiro Prudencio

Perú para analizar fórmulas y caminos que ayuden

Lizón, considerado exponente de la línea

a destrabar este más que centenario problema.

pragmática, analista permanente del área internacional con una vasta experiencia en las relaciones bilaterales. Tenemos,

Perú nunca fue neutral en el tema (marítimo) ni dio señales de querer que éste se resuelva a través de Arica, que antes le perteneció.

finalmente, la visión del historiador Fernando Cajías, quien desde la

Desde la sociedad civil de los tres países se han

Prefectura de La Paz hizo grandes esfuerzos por

impulsado iniciativas de historiadores e incluso de

reconstruir los lazos que unen a los tres países con

organizaciones sociales para repensar el encierro

iniciativas e intercambios culturales del occidente

boliviano y darle una solución.

boliviano con las ciudades situadas en el sur

Hay muchos ejemplos donde la voluntad política ha

peruano y el norte chileno, que lamentablemente

logrado cambiar los escenarios de hostilidad y

no tuvieron continuidad, aunque podría

desconfianza por otros de compromiso y visión de

considerarse que esa mirada es compartida hoy por

futuro. Uno de ellos es el que nos brindan Francia y

el gobierno, que apuesta por la diplomacia de los

Alemania, que supieron cortar el “nudo gordiano”

pueblos y que ella nos conduzca al mar.

de sus conflictos con un sistema de negociación y

En los últimos años, hubo algunos intentos desde

de compromisos permanentes, que los han

fuera para analizar la permanencia en el tiempo de

convertido en los pilares sobre los que se ha

un conflicto que no ayuda a crear un clima de paz

construido el edificio de la Unión Europea.

en el cono sur de América y que, por el contrario, es

Los trabajos que presentamos a continuación

una permanente invitación a que el conflicto

debieran servir para explorar nuevas fórmulas de

rebrote en nuevas formas y circunstancias.

solución sin dejar de lado las enseñanzas recogidas

Universidades tan prestigiosas como la de Harvard

a lo largo del tiempo. 7


Preguntas esenciales para abordar el enclaustramiento ¿Cuáles fueron los designios que finalmente determinaron el encierro geográfico de Bolivia, privándola de su soberanía marítima que ejerció por el lapso de 54 años? JAVIER MURILLO

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o cabe duda que el mayor reto de la diplomacia boliviana es el encontrar la fórmula y el camino para terminar con el encierro geográfico que, desde hace 128 años, afecta al desarrollo integral de Bolivia. En ese largo período se intentaron, con tal propósito, infinidad de negociaciones, bajo distintas circunstancias y épocas, sin resultado alguno. En algún momento se pensó —como quizá se piensa ahora— que las afinidades ideológicas de los gobiernos en funciones despejarían los obstáculos y abrirían las vías de entendimiento bilateral. También se creyó, hace cuatro décadas, que la integración eliminaría todas las barreras, generando espacios ampliados que darían un sentido meramente convencional a las fronteras tradicionales. No faltaron quienes, con enorme candor, veían en los organismos internacionales aquellos instrumentos supranacionales con capacidad para imponer arreglos fronterizos entre los miembros de la comunidad internacional, en nombre de la solidaridad y la justicia, la paz y la armoniosa convivencia; expresiones que, invariablemente, aparecen en todas las declaraciones solemnes que nuestros gobiernos suscriben sin pausa, cada vez con menos convicción y más escepticismo de los pueblos. El hecho incontrovertible es que en el plano internacional los problemas no se resuelven porque las causas sean justas, o porque existan simpatías entre los pueblos y gobiernos, o porque gocen del apoyo, creemos sincero, aunque declamatorio de otros países. Es el realismo político el que prevalece. Se dice que para obtener buenas respuestas hay que formular bien las preguntas. Y creo que tal afirmación es cierta. Para intentar descifrar la clave de problema tan complejo hay que comenzar por preguntar, sin rodeos, ¿qué designios determinaron el encierro geográfico de Bolivia, privándola de la soberanía marítima que ejerció por el lapso de cincuenta y cuatro años? La segunda interrogante intenta encontrar una explicación lógica y realista para los fracasos de las sucesivas negociaciones emprendidas; vale decir, identificar dónde estuvo y está la falla. Y, la tercera, es aquella que nos obliga a preguntarnos: ¿qué se puede hacer hacia adelante? Respecto de las causas que determinaron la pérdida de nuestra soberanía marítima, los motivos están en el frío y visionario cálculo del liderazgo de Chile que hizo, en el siglo XIX, lo que debió hacer para asegurar la consolidación de un Estado que surge a la independencia enfrentando factores particularmente adversos: un territorio estrecho y vulnerable, aprisionado entre la cordillera y el océano, con escasos recursos y vecinos potencialmente más fuertes.

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Los recursos y el espacio vital que necesitaba Chile estaban al norte de Copiaprotagonista de las pó, más allá de su frontera, en territorio negociaciones bi y boliviano y en suelo del Perú. Y allí fue a multilaterales en buscarlos sin reparar en los medios. Elivarias minó, bajo el desiderátum de Portales, la oportunidades. Confederación Perú - Boliviana, el gran obstáculo para su marcha hacia el norte y contentó a la Argentina aceptando que la disputa sobre la Patagonia fuera sometida a la instancia arbitral. Destruida la Confederación y neutralizada la presión argentina, el camino hacia Atacama y Tarapacá quedaba expedito. Para quienes dudan de la veracidad de estos datos será suficiente reproducir, resumidamente, una pequeña parte de las anotaciones hechas por el presidente chileno Anibal Pinto Garmendía acerca de la profunda crisis económica que enfrentaba Chile en 1878. “Si algún descubrimiento minero o alguna otra novedad por el estilo” —subrayaba Aníbal Pinto— “no vienen a mejorar la situación, la crisis que de años se está sintiendo, se agravará” ¿En qué pensaba el presidente Pinto? Según los investigadores chilenos, citados en mi libro El largo conflicto, ¿pensaba en el yacimiento de salitre en las inmediaciones de Taltal, en territorio de Chile?, ¿O pensaba en los yacimientos existentes en Antofagasta y Tarapacá? La respuesta está más que clara. El alivio a las tribulaciones del presidente Pinto y los recursos para recuperar la quebrantada economía de su país estaban al norte de Copiapó. Esa “alguna novedad por el estilo” era, sin réplica, la guerra de conquista. Y así fue. Vayamos a la segunda interrogante: ¿Por qué seguimos enclaustrados? Se sostiene, con frecuencia, pero bajo una óptica superficial, en la mayoría de los casos, que lo que falló fue la diplomacia boliviana, a la que se pretende mostrar como carente de imaginación o habilidad para sustentar las distintas gestiones emprendidas. En el afán de atribuirnos siempre las derrotas se dice, también, con no menos superficialidad, que la falta de una acción coherente, sustentada en ideas claras, explicaría las razones de los sucesivos fracasos; lo que en manido lenguaje se proclama como la falta de una política de Estado. Hay veces que la opinión nacional, influenciada por la propaganda elaborada en Santiago, admite públicamente que en Bolivia no hay unidad para nada, ni siquiera para presentar una fórmula de posible arreglo que goce del respaldo ciudadano, y que la inestabilidad política impide iniciar y culminar un proceso de negociación. Ex canciller y


Si bien, en este punto, hay algo de cierto, ello no tiene la magnitud para justificar la aseveración autoabsolutoria de Chile en sentido de que las cosas no marchan porque “los bolivianos no saben lo que quieren ni cuánto durarán sus gobiernos”. No se habla de las verdaderas causas que llevaron al fracaso las sucesivas negociaciones emprendidas. Se las busca, invariablemente, en supuestas inconsistencias internas, pero raras veces el análisis aborda el animus de llegar a una solución; lo que en otros términos equivale a la voluntad trascendente que Chile no mostró como determinación firme de alcanzar un acuerdo de dimensiones históricas con Bolivia, factor vectorial irremplazable en ese propósito, como se desprenderá de los datos y reflexiones siguientes. Comencemos por la supuesta falta de creatividad boliviana. No hay que ser un experto en la materia para darse cuenta que la imaginación, por extraordinaria que fuera, no puede alterar las realidades concretas geográficas, jurídicas, económicas y políticas. Esos son sus límites y el marco dentro del cual puede elaborarse una propuesta. Esos límites, para el problema marítimo, están dados por los tratados impuestos que alteraron la geografía vecinal y las condiciones que se derivaron de tales instrumentos, más allá de las diferencias que otorga el poder, en virtud de las cuales el país más débil no puede imponer sus condiciones. A partir del Tratado de Ancón, suscrito en 1883, por el cual el Perú cedió a perpetuidad la provincia de Tarapacá, Bolivia ya no podrá salir soberanamente al Pacífico, por su antigua costa, sin dividir en dos el territorio chileno. Desde 1929, y como resultado del Protocolo Adicional, Bolivia ya no podrá lograr una salida por Arica sin el consentimiento previo del Perú, país que se opone a cualquier solución que interrumpa la unidad socioeconómica entre Tacna y Arica. Esos son los marcos inflexibles dentro los cuales tendrá que manifestarse la creatividad de la diplomacia nacional. Y así fue a lo largo de todo el siglo XX, durante

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el cual, por las razones anotadas, y a pesar del escollo colocado por el citado Protocolo del 29, no había otra alternativa que apuntar a un acceso soberano al mar por Arica. Hubo, históricamente, un sentido de continuidad en esa dirección, lo que desbarata el argumento de que jamás se contó con una política coherente. Todos los planteamientos en el largo período de un siglo y, concretamente desde 1929, apuntaron a una salida a través de Arica, porque es una condicionante de la lógica que no puede alterar el capricho de la imaginación. Así lo demuestran las tratativas diplomáticas emprendidas en 1950, 1975, 1986 y las conversaciones posteriores. Hay quienes sostienen, con loable aunque ingenuo patriotismo, que la persistencia en una sola línea reivindicacionista hubiera permitido resolver nuestro enclaustramiento. Lo que equivaldría a creer que la obstinada demanda, sin ninguna otra alternativa que la de exigir la devolución de los territorios perdidos, hubiera operado, finalmente, sólo por la terquedad y el transcurso del tiempo, el milagro de que Chile accediera a devolvernos el territorio conquistado. Es una pretensión quimérica. Siempre en rescate de la diplomacia boliviana, es justo destacar que, salvo algunos episodios lamentables, muy pocos, nuestros negociadores mostraron gran lucidez y habilidad en los distintos procesos a través de los cuales se intentó resolver el problema marítimo. Su accionar estuvo restringido, es obvio, por las circunstancias mencionadas, y porque los argumentos, por brillantes que fueran, nunca tuvieron, ni tendrán, la fuerza suficiente

El hecho incontrovertible es que en el plano internacional los problemas no se resuelven porque las causas sean justas o porque existan simpatías entre los pueblos y gobiernos o porque gocen del apoyo de otros países. como para vencer la resistencia de intereses más poderosos. Hay que tener presente que en un proceso de negociación el país más débil tiene éxito cuando haya alcanzado el máximo del nivel de concesión definida por el Estado más fuerte. Ir más allá es, simplemente, imposible, amén de la genialidad de la propuesta o de la habilidad con que se la elabore y formule. Se habla mucho de la técnica de la negociación, de los modelos teóricos y de la llamada empatía, como medio para conocer las motivaciones del otro. Este método funciona, sin duda, en determinados casos, y con más eficacia cuando se trata de negocios privados. Pero, cuando nos enfrentamos a muy complejos procesos que comprometen cuestiones territoriales e históri-

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cas, de raíces profundas que calan en el espíritu de los pueblos, tales modelos ayudan muy poco. Chile entiende muy bien el contenido de nuestra demanda, y tengo la certeza de que sus negociadores se pusieron, muchas veces, en los zapatos de sus pares bolivianos. Pero, mientras la solución del encierro geográfico que padecemos no figure entre sus intereses prioritarios, sencillamente no existirá la voluntad, el animus, que es el factor irremplazable para resolver este más que centenario problema. Y es ahí donde está el quid del asunto. A esta altura surge la pregunta inevitable: ¿por qué, entonces, Chile accedió a negociar en diversas oportunidades una salida soberana de Bolivia al Océano Pacífico? Lo hizo, invariablemente, atendiendo a dos motivaciones fundamentales: disminuir la acumulación de presiones externas, provenientes de Perú y Argentina, aislando a Bolivia bajo el irresistible atractivo de una negociación que ponga fin al problema marítimo e intentando, de paso, obtener importantes ventajas económicas. Tomemos, como ejemplos, las tratativas más cercanas en el tiempo. Tanto en 1950 como en 1975 , se advierte la existencia de condiciones que pone Chile extraordinariamente difíciles de cumplir, las que se hacen más duras en la medida en que se despejan las citadas presiones externas. En 1950, el gobierno del presidente Gonzáles Videla acepta, es cierto, entrar formalmente en una negociación directa destinada a buscar la fórmula que pueda hacer posible dar a Bolivia una salida propia y soberana al Océano Pacífico y a Chile obtener las compensaciones que no tengan carácter territorial. Pero también es cierto que el precio era utilizar “las caídas de agua del altiplano para promover la transformación y el desarrollo económico de las provincias del norte de Chile”. Eran las aguas de los lagos Titicaca, Poopó y Coipasa, exigencia que, de principio, condenaba al fracaso la negociación, porque era absurdo pretender que el Perú estuviera dispuesto a dar su consentimiento para viabilizar un arreglo que le habría significado renunciar a una parte de las aguas del Titicaca, sujetas al régimen de condominio indivisible, y a la vehementemente proclamada unidad socio-económica entre Tacna y Arica. Esto para no abundar en las feroces reacciones contrarias a la gestión que se produjeron en las opiniones públicas de Bolivia y Perú. Aparte del beneficio económico antes mencionado, era obvio que el gobierno de Santiago alentaba un posible acuerdo con Bolivia lo más lejos posible del centenario de la Guerra del Pacífico, para disminuir o despejar las amenazas reivindicatorias del Perú, anunciadas para tal aniversario. En 1975 se inicia en Charaña, donde se encuentran los presidentes de facto Banzer y Pinochet, la negociación más importante emprendida en el siglo XX. Chile acepta ceder a Bolivia una costa marítima soberana unida al territorio boliviano por una franja territorial igualmente soberana. Descarta los enclaves al sur por ser “inaceptable cualquier cesión de territorio que pudiera afectar la continuidad territorial del país”. Pero, al igual que en 1950, somete el eventual


No se puede compensar la pérdida de un atributo, como el de la soberanía marítima, sino con un bien político, jurídico y económico de naturaleza equivalente, lo que descarta el camino de soluciones meramente comerciales. acuerdo a condiciones muy difíciles de satisfacer: el canje territorial simultáneo, en el que se incluirían las áreas marítimas, la desmilitarización del área y el derecho a utilizar el cien por ciento de las aguas del Lauca. ¿Por qué aceptó ingresar en la negociación? Las respuestas son obvias: Se había intensificado la presión argentina sobre el Canal de Beagle; se estaba a menos de tres años del centenario de la Guerra del Pacífico, y el Perú, bajo el mando del general Velasco Alvarado, no cesaba de proclamar su decisión de recuperar las provincias cautivas; el gobierno de Chile sufría, como nunca, un severo aislamiento internacional por la dictadura del general Pinochet. Depuesto Alvarado y alejada la posibilidad de un conflicto bélico, aquietado el ambiente con la Argentina, Chile va perdiendo interés en la negociación con Bolivia. A medida que se disipan los peligros, La Moneda hace más difíciles las condiciones del arreglo, declina de plano considerar la propuesta peruana, que plantea el acuerdo previo, y sigue exigiendo a Bolivia una definición sobre el precio, vale decir, el canje, pero sin sanear los títulos que le permitieran transferir el territorio, mediante la venia peruana. Pretendió, inclusive, transferir esa responsabilidad a Bolivia, que no es parte pero sí víctima del Protocolo del 29. Una vez más, a pesar de todos los esfuerzos de la diplomacia nacional, surgió la evidencia de que Chile nunca tuvo voluntad política efectiva para la solución que demanda Bolivia. Podemos ensayar, en consecuencia, algunas conclusiones, que las resumimos a continuación, y que son parte del libro El largo conflicto, que publiqué en noviembre de 2004. El éxito de una negociación diplomática, de las características que se requieren para solucionar el problema marítimo boliviano, no depende de la genialidad del planteamiento, de la creatividad de la fórmula o de la habilidad con que se lo exponga porque, en este tema, ningún factor reemplaza a la decisión política para viabilizar el arreglo; voluntad que estuvo ausente en el comportamiento histórico de Chile en todas las negociaciones emprendidas. Cualquier política de Estado que se adopte tiene que fundarse en objetivos posibles. La demanda boliviana no se extinguirá por el transcurso del tiempo. No se puede compensar la pérdida de un atributo, como el de la soberanía marítima, sino con un bien político, jurídico y económico de naturaleza equivalente, lo que descarta el camino de las soluciones meramente comerciales.

El problema marítimo boliviano sólo podrá ser resuelto cuando concurran en un mismo momento político la efectiva voluntad de Chile, el consentimiento del Perú y la convergencia de criterios en Bolivia.

Si el análisis es correcto, ¿cómo se puede enfocar el futuro? El enclaustramiento boliviano no ha sido parte importante, hasta el presente, de la agenda internacional de Chile. Su diplomacia optó por el statu quo. Esta situación puede cambiar en función del nuevo escenario externo y de los activos económicos y políticos que puede desarrollar Bolivia. Dicho de otra manera: mientras el gobierno de Santiago no acepte que el enclaustramiento boliviano tiene costos económicos y políticos para Chile, seguirá apostando al statu quo. Hay, no obstante, algunas señales, todavía muy tibias, de esa nueva percepción. De hecho, si este conflicto hubiera estado superado, Chile habría recibido alrededor de 1500 millones de dólares, que era la inversión calculada en su territorio como resultado de la exportación del gas boliviano por un puerto chileno hacia los mercados del norte. Al mismo tiempo, hubiera podido concretar con Bolivia un contrato de provisión de gas natural, en términos seguramente muy convenientes en plazos y precios. Ése es un costo económico. De otro lado, las acciones, buenas o malas, desplegadas por Bolivia y Perú, contrarias a la elección del Secretario General de la OEA, mostraron la persistencia de resentimientos vecinales y desconfianza en el candidato chileno, quien no fue elegido por aclamación y en una sola instancia, sacando a la luz la existencia de fisuras en la relación vecinal de tres países sudamericanos. Ese es un costo político, porque el liderazgo a que aspira Chile debe fundarse, como todo liderazgo, en el prestigio, que es resultado de credenciales intachables en el trato internacional. El desafío actual de la diplomacia boliviana es desarrollar la agenda sin exclusiones, acordada en Algarbe, en febrero de 2000, con la voluntad, sin cortapisas, de superar las diferencias históricas y políticas que han impedido una efectiva integración binacional. Es un avance importante haber incluido explícitamente el tema marítimo en dicha agenda. Sin embargo, habrá que promover las aclaraciones pertinentes, porque las recientes declaraciones del Canciller del vecino país, evasivas y ambiguas, no son alentadoras. Dijo que se tratará, conjuntamente, la forma de perfeccionar el acceso de la “economía boliviana” a los puertos del Pacífico, lo cual nos deja una interrogante aún más grande que todas las que hemos tratado de despejar en estas líneas.

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Chile, Bolivia y Perú: negociaciones y rupturas Un repaso a la historia de las relaciones entre los tres países; una historia más de “quiebres y rupturas” que de “convenios y de acuerdos”. FERNANDO CAJÍAS

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olivia, por su ubicación geográfica, su biodiversidad y su multiculturalidad pertenece a varias macroregiones. Una de ellas es la del océano Pacífico, compartida con los estados vecinos de Perú y Chile. Varias circunstancias históricas han impedido que los tres países actúen con objetivos comunes dentro de un bloque trinacional, condición que favorecería su presencia dentro de la inmensa cuenca del Pacífico. Por el contrario, la historia entre los tres países ha sido más de quiebres y rupturas que de convenios y de acuerdos. Pocas veces las ya escasas negociaciones han sido abordadas trinacionalmente. Es más, cuando Bolivia negociaba con Chile se alejaba del Perú, cuando negociaba con el Perú se alejaba de Chile. El fracaso de las políticas integracionistas bolivarianas tiene su explicación en los tres siglos de dominio español, época en la que se construyeron identidades intermedias, sobre la base de audiencias y capitanías, con mucha más fortaleza que las macroidentidades, construidas sobre el cimiento de los virreinatos. Así, los virreinatos del Perú, de Buenos Aires, de Nueva Granada y de México no pudieron convertirse en repúblicas con todo su inmenso territorio; se fragmentaron, naciendo de esa manera repúblicas como Bolivia y Chile. Una de las primeras diferencias entre ambos países fue que Chile tenía con el Perú vínculos de carácter administrativo; no mantenía ni mantiene los vínculos históricos que existen entre Bolivia y Perú, heredados de Tiwanaku, el Incario y el propio Virreinato. Esos lazos produjeron, paradójicamente, en los primeros años republicanos, una relación mucho más conflictiva e intensa entre Bolivia y Perú; negociaciones, invasiones y enfrentamientos caracterizaron ese periodo, situación que duró hasta la batalla de Ingavi, batalla que determinó el fin de los que tenían el propósito de un estado confederado. El intento más sólido fue el encabezado por el Mariscal Andrés de Santa Cruz, quien fundó la Confederación Peruano Boliviana; la unión de ambos países fue la causa de la primera gran ruptura con Chile. Para el gobierno chileno quedaba claro que Bolivia y Perú unidos iban a ser más fuertes que ellos y que la Confederación rompía el equilibrio continental, a más de poner en peligro la hegemonía de Valparaíso en el Pacífico Sur. Al no existir el Canal de Panamá, casi todos los barcos llegados de ultramar desembarcaban sus mercaderías en Valparaíso, desde donde se redistribuían a los puertos bolivianos y peruanos. Uno de los objetivos del gobierno del Mariscal Andrés de

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Santa Cruz fue lograr el desarrollo del puerto de Arica, constituido en un puerto Catedrático de la común de Bolivia y Perú, para terminar Universidad Mayor con el reinado de Valparaíso. de San Andrés La ruptura de Chile con la Confedera(UMSA) y la ción no admitió negociaciones; pese a los Universidad intentos del Mariscal, se pasó de inmeCatólica Boliviana diato al conflicto armado. Andrés de San(UCB). Ha ta Cruz no sacó partido de su victoria y neestudiado goció la partida intacta del ejército chilemúltiples temas, no, el mismo que se reconstruyó y contrien particular las buyó a la destrucción de la Confederacausas de la ción. La victoria de Yungay dejó a Chile Guerra del Pacífico como dueño del Pacífico, cumpliéndose y temas de la la máxima de Portales: “Debemos domicultura boliviana, nar para siempre en el Pacífico”. como la fiesta. Después del derrocamiento de Santa Cruz se dieron intensas relaciones entre los tres gobiernos, pero no para plantear alternativas integracionistas, sino para asegurar que el “temido” Mariscal no intentase nuevamente tomar el poder. El Archivo de la Cancillería boliviana contiene muchas cartas intercambiadas por los tres países en torno al destierro de Santa Cruz, como única garantía para poner fin a los intentos unionistas. Para comprender la derrota es necesario recordar que la victoria chilena pudo darse gracias a sus alianzas con el gobierno argentino y con importantes dirigentes políticos y militares del Perú y Bolivia. Si bien no se puede hacer generalizaciones absolutas, la oposición interna al proyecto de la Confederación provenía de sectores influyentes de Lima y de Sucre; en cambio, tenía un gran apoyo en La Paz y el sur peruano, así como simpatía del gobierno ecuatoriano, que fue el que lo asiló por un buen tiempo. Sin embargo, también es importante recordar que cuando los crucistas promovieron un golpe para derrocar el gobierno de Velasco, lo hicieron encabezados por el chuquisaqueño Mariano Enrique Calvo, ex Ministro de Relaciones Exteriores y Vicepresidente del Mariscal; pero, al final, quien se hizo con el poder fue el paceño José Ballivián, bajo cuyo gobierno se puso punto final a cualquier intento de unión con el Perú al derrotar al presidente Gamarra en Ingavi y al consolidarse el destierro del Mariscal Santa Cruz en Francia, a quien reivindicaría con un cargo diplomático el presidente Belzu, una década después, y cuyos restos volverían a Bolivia recién a fines del siglo XX. Historiador.


Otro ingrediente para la evaluación de lo sucedido en los primeros quince años de historia republicana es que Portales es reconocido casi unánimemente en Chile como el gran constructor de esa nación y sus dos principios de política internacional: equilibrio continental y hegemonía en el Pacífico (por lo demás, muy parecidos a los principios de la política internacional inglesa) han sido máximas de la política chilena. En cambio, la memoria histórica de su gran rival, el Mariscal Andrés de Santa Cruz, no goza del mismo consenso en Bolivia. Nuestros historiadores y políticos se dividen en fanáticos admiradores o en fervientes detractores. Para el tema que nos preocupa en este artículo, fue un gran error no continuar con su política de frenar la hegemonía chilena en el Pacífico. Los intereses locales, de partido y de grupo, pudieron más que un proyecto geopolítico muy ambicioso de dimensiones continentales. Los tres gobiernos pasaron a tener un objetivo común: desterrar a Santa Cruz para alejar el peligro integracionista y construir los tres países autónomos; pero la armonía duraría poco tiempo. En las periféricas provincias de Tarapacá y Atacama, pertenecientes a Perú y Bolivia, respectivamente, se valorizaron riquezas naturales que despertaron paulatinamente el otro gran eje de la política internacional chilena del siglo XIX, manifestado oficial y extraoficialmente: la expansión a esas regiones, como única manera de incorporarse al mercado internacional. Las potencias europeas, especialmente la inglesa, a través de sus empresarios, pusieron también interés, entre otras cosas, porque fueron precisamente sus mercados los que pusieron en valor internacional el guano, el salitre y la plata. Ya no sólo estaba en juego la hegemonía en el océano y el equilibrio continental, sino el desierto con sus riquezas naturales. Así se inició la segunda fase de nuestra historia trinacional. Para comprenderla, es necesario recordar el destino común de la provincia peruana de Tarapacá con la provincia boliviana de Atacama, luego denominada departamento del Litoral.

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Ambas provincias contenían guano y salitre, recursos naturales apetecibles en los mercados europeos desde 1840; ambas fueron explotadas por los mismos empresarios anglochilenos; en ambas hubo ausencia de burguesías nacionales; ambas se constituyeron en el objeto principal de la expansión chilena; ambas se convirtieron, después de la Guerra, en el Norte grande de Chile; en ambas existieron y existen puertos útiles para Bolivia, desde tiempos prehispánicos y coloniales. Cuando el gobierno de Chile, en 1842, aprobó la norma constitucional que incorporaba el desierto de Atacama como parte de su territorio y, por ende, puso en tela de juicio su frontera con Bolivia, sosteniendo derechos hasta el paralelo 23, siendo que la frontera tradicional estaba en el paralelo 26. Planteado el problema los sucesivos gobiernos bolivianos optaron por la vía de la negociación, la misma que duró más de veinte años.

Para comprender la derrota es necesario recordar que la victoria chilena pudo darse gracias a sus alianzas con el gobierno argentino y con importantes dirigentes políticos y militares del Perú y Bolivia. La búsqueda de una salida pacífica al problema planteado se refleja en el envío, por parte de Bolivia, de varias misiones diplomáticas que no obtuvieron mayor éxito. La mayor parte tuvo el rango de Encargados de Negocios, personas preparadas, conocedoras del tema, con trayectoria política, con prestigio e influencia en Bolivia. Si bien no se tiene biografías de todos ellos, en el periodo entre 1842 hasta el Tratado de 1866, destacan el polémico Casimiro Olañeta (cuya misión se llevó a cabo entre 1842 - 1843) y Tomás Frías (1864). Tuvieron también un rol importante Manuel Buitrago (1843 -1844), luego Prefecto del Litoral; Joaquín Aguirre (1846); Juan de la Cruz Benavente (1853), quien estuvo en la legación de segundo en la época de Olañeta; Manuel Macedonio Salinas (1858-59) y José María Santiváñez (1860-61). Por su parte, el gobierno chileno envió menos misiones; una de ellas, también infructuosa, fue la de Joaquín Vallejo (1855). Bolivia, al igual que Chile, se documentó con mapas y documentos coloniales; las misiones tuvieron instrucciones precisas, especialmente para defender Mejillones. Probablemente, el gran error en cuanto a la documentación fue el excesivo apego a mapas y documentos jurídicos, cuando la mayor prueba de la propiedad de Bolivia sobre el territorio estaba en documentos económicos, como el tributo indígena, por ejemplo (los indios de Atacama pagaban su tributo, durante toda la época colonial

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en Potosí) o documentos religiosos (los párrocos de Atacama eran nombrados desde Charcas). Pese a esa falencia, el mayor error no estuvo en la preparación de las misiones negociadoras, sino en la falta de continuidad y, lo peor, en la falta de políticas para lograr una mayor presencia en el Litoral y para explotar el guano. Los problemas internos de Bolivia y los continuos cambios de gobierno, antes y después de la guerra, dieron largos “respiros a Chile”, como afirma el historiador chileno Mario Barros, que los supo aprovechar para explotar el guano de Mejillones. El auge de la explotación del guano alcanzó uno de sus puntos más altos a fines de la década de los 50 y principios de la de los 60, cuando Bolivia estaba gobernada por José María Achá. En un intento de soluciones diplomáticas, el gobierno de Linares envió la misión de Santiváñez, ratificado por Achá. Santiváñez reclamó airadamente; por ello fue calificado, por el lado chileno, como “altanero e inamistoso”. Su misión terminó abruptamente. Ambos países dieron concesiones de explotación del guano de Mejillones; Bolivia pretendió defenderla con un cuerpo de policía y Chile con un buque de guerra. La indignación en Bolivia fue tal que el Congreso boliviano autorizó al gobierno la declaratoria de guerra, con el sentimiento de que estaban agotadas las gestiones diplomáticas por parte de Bolivia. Sin embargo, Achá envió otra misión encabezada por Tomás Frías, calificado por historiadores chilenos “como una de las inteligencias más vigorosas que ha producido Bolivia y que unía a su talento un trato cordial”. Pero Frías no encontró un trato cordial, más bien, mucha hostilidad. Existían en Chile dos posiciones: una que no quería negociar y que proclamaba la conquista del desierto; y otra, más americanista, que apostaba por evitar el derramamiento de sangre entre hermanos. La coyuntura internacional favoreció el triunfo de la ola americanista en ambos países. La invasión española y el ascenso de Melgarejo al poder permitieron una negociación pacífica, aunque considerada posteriormente como muy desfavorable para Bolivia. Las arbitrariedades y abusos de Melgarejo eclipsaron en la memoria histórica su doctrina americanista, que proclamaba un continente en el que las fronteras debían significar “simples líneas aritméticas”. Convencido de su vocación americanista y bajo la influencia de pensadores, empresarios y políticos liberales, proclives a un arreglo con Chile, creó un ambiente favorable a un entendimiento, tanto que se institucionalizaron las legaciones y misiones diplomáticas entre ambos países. Además de los dos presidentes, destacan varios actores en esos años de acercamiento, como Donato Muñoz, talentoso representante de la elite paceña de la época, encargado de iniciar las negociaciones con el canciller chileno Alvaro Covarrubias. Luego estuvieron como ministros plenipotenciarios de Bolivia en Chile: Juan Ramón Muñoz Cabrera, Aniceto Vergara Albano, el conocido historiador José Rosendo Gutiérrez (duró nueve meses), Jorge Oblitas (luego canciller en el gobierno de Daza).


Mientras Bolivia cambió varias veces sus representantes, Chile mantuvo por mucho tiempo como Jefe de Misión a Ramón Sotomayor Valdez. Julio Méndez, profundo crítico de los resultados de esta época de acercamiento, reconoció que mientras en esos años la legación peruana en La Paz era mediocre, la de Chile “era excelente”. Para él, los gobiernos chilenos esquivaron toda discusión con los gobiernos bolivianos hasta 1866, en tanto funcionaba el despojo y explotaban el guano. El resultado de la negociación fue el polémico Tratado de 1866, el cual fijó la frontera en el grado 24 y garantizó un beneficio para ambos países en la explotación conjunta del guano y los derechos de exportación de minerales al fijar la medianería entre los grados 23 y 25; Mejillones fue declarado puerto libre. Si bien, tanto en esa época como por la historiografía posterior, se juzgó al melgarejismo por la cesión de un extenso territorio, éste no fue su gran error, porque, tal como estaban planteadas las relaciones entre ambos países desde hacia más de veinte años, en algún momento se tenían que fijar los límites. De hecho, el Tratado de 1874 volvió a ratificar la necesidad de un límite. En este sentido, si el tratado hubiera seguido vigente, Bolivia conservaría su costa, con sus cuatro puertos y la provincia con Calama, San Pedro de Atacama y Chuquicamata. El error mayor, también aplicable a los negociadores de 1874, por sus consecuencias, fue la concesión de una libertad sin límites a empresas anglo-chilenas en la explotación del salitre, lo que prueba que no se pueden separar las negociaciones políticas de las económicas. Dos años más tarde de la firma del Tratado, el gobierno de Melgarejo concedió a la Sociedad Explotadora del Desierto de Atacama, de los chilenos Ossa y Puelma, el derecho de explotar libremente el salitre en exclusividad y por un plazo de 15 años. Sobre la base de esa concesión se constituyó la compañía Melbourne Clark y Cía., con un 45% de capital inglés y un 55% de capital chileno. Posteriormente, la compañía se denominó Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, empresa clave para las futuras negociaciones, antes y durante la Guerra del Pacífico. Las dos negociaciones concluidas por el gobierno de Melgarejo adolecían de una gran debilidad: no fueron realizadas sobre la base de una política de Estado asumida por la mayoría de los bolivianos. Su principal protagonista no gozaba de la confianza necesaria para que la negociación trascendiera su periodo de gobierno; por eso, apenas Melgarejo perdió el poder, las negociaciones y sus resultados fueron desconocidas y se volvió a foja cero. La falta de una política de Estado, asumida por los principales sectores políticos y sociales de Bolivia; la división entre dos concepciones, la proteccionista y la liberal, respecto a la explotación del salitre; las vinculaciones de la primera corriente con el Perú y de la segunda con Chile; la debilidad de la primera corriente de convertir su discurso en medidas concretas; el desconocimiento de la costa, fueron las causas de una política exterior contradictoria durante la década de 1870 e, inclusive, durante la propia Guerra del Pacífico.

En la década de los 70 se inició un acercamiento profundo al Perú, que culminó en el Tratado de Alianza de 1873; paradójicamente, se buscó nuevamente poner fin a los problemas pendientes con Chile: los límites y el tratamiento a los intereses chilenos dentro de Atacama. En cuanto a los límites, Bolivia mejoró su posición con respecto a 1866, ya que la frontera fue fijada en el paralelo 24º; pero, en cuanto a los intereses chilenos en Atacama, se convirtió el interés privado en una cuestión de Estado al establecerse en el Tratado que las personas, industrias y capitales chilenos no estaban sujetas a ninguna contribución por el plazo de 25 años. Una situación similar se vivió en el Perú, donde también el mayor beneficiario era el inglés Gibbs. El gobierno peruano, desde 1875, inició un proceso de nacionalización del salitre que entró en contradicción con la libre exportación en Atacama. Influido por sus colegas peruanos, presionado por diputados de la región, el gobierno de Hilarión Daza inició una política para lograr un mejor aprovechamiento de la exportación salitrera. En 1878 se promulgó la ley que establecía el pago de un impuesto de 10 centavos; la reacción de la empresa anglo-chilena fue inmediata: se negó a pagar el impuesto y el gobierno chileno consideró vulnerado el Tratado. La medida tomada por Daza era justa; pero no vislumbró las consecuencias y no tomó medidas de presencia militar en el Litoral para garantizar la ejecución de su política; así sobrevino la guerra y Bolivia no pudo defender su territorio. En la década de los 70 los actores bolivianos en las misiones diplomáticas fueron también personas destacadas, por ejemplo, el prestigioso hombre público Rafael Bustillos (1871-72) y el Secretario de la Legación por varios años, el historiador Gabriel René Moreno. En todo caso, uno de los personajes más influyentes, sobre todo para el acercamiento con el Perú, fue Julio Méndez. Méndez, además de ser un actor político en el gabinete de Daza, escribió artículos periodísticos, compilados en el folleto (publicado en Lima en 1874) titulado “Realidad del equilibrio hispanoamericano y necesidad de la neutralización perpetua de Bolivia”. Méndez abordaba el tema con un análisis trinacional.

El error mayor —también aplicable a los negociadores de 1874— fue la concesión de una libertad sin límites a empresas anglo-chilenas en la explotación del salitre. Esto prueba que no se pueden separar las negociaciones políticas de las económicas. 15


Si bien se juzgó al melgarejismo por la cesión de un extenso territorio, éste no fue su gran error porque, tal como Para él, el equilibrio hispanoamericano dependía, principalmente, de que Perú y Chile tuviesen un número igual de grados geográficos en la costa del Pacífico. Observaba que, antes del Tratado de 1866, Chile tenía aproximadamente 18 grados, Perú 17 y Bolivia 5 grados. Con el Tratado, Bolivia se quedaba con sólo dos grados; Chile subía a 21 con miras a obtener ocho más a costa de Argentina. Con ello, el equilibrio quedaba completamente roto. Méndez afirmaba que la paz dependía de ese equilibrio y del respeto al uti posidetis de 1810; por ello, es uno de los mayores críticos a la negociación de 1866. Para Méndez, la existencia de Bolivia era vital para el equilibrio en la América del Sur por pertenecer a tres grandes regiones: la del Pacífico, la del Amazonas y la del Plata. Equilibrio que se rompía con la política chilena de apoderarse, primero tímida y luego audazmente, del desierto y de excluir a Bolivia del Pacífico meridional para hacerle ambicionar el Pacífico central, a costa del Perú. Méndez basaba su afirmación en artículos de la prensa chilena que hacían esa oferta, posición que quedó confirmada con las propuestas chilenas durante la guerra. Recordaba que el gobierno chileno aprovechó para avanzar en sus despojos, en los momentos de discordia entre Perú y Bolivia; por ejemplo, al inicio de la década de los 40, comenzó el avance al desierto de Atacama, aprovechando el enfrentamiento de Ballivián con el gobierno peruano; en cambio, Chile se frenó cuando se dio una importante amistad entre los gobernantes bolivianos Velasco, Belzu y Cordova con el peruano Castilla, para retomar nuevamente el despojo cuando se dio un distanciamiento entre peruanos y bolivianos, durante los gobiernos de Linares y Achá. Con todos esos argumentos, Méndez fue uno de los mayores impulsores de acciones conjuntas entre Perú, Bolivia y Argentina, para que se mantuviera el equilibrio entre Perú y Chile y para que Bolivia y Argentina no fueran excluidos del Pacífico. Fue el primero en plantear que se buscase soluciones en un organismo multilateral, como el Congreso americano; el gobierno chileno, en cambio, condicionó su participación a que no tratase el problema de límites con Bolivia. Varios articulistas de la prensa chilena respondieron a la teoría del equilibrio de Méndez, afirmando que los chilenos tenían derecho a romper el equilibrio produciendo y armándose más que el vecino. Otra de sus certeras observaciones fue vislumbrar el avance económico de chilenos en Atacama. Muy acorde con la doctrina de la época afirmaba: “Los metales preciosos no son de la propiedad de la nación que los guarda en su seno. Pertenecen a esos dos agentes que crean la propiedad bajo todas sus clasificaciones: el trabajo y el capital. Si Chile explota el desierto de Atacama, no es porque a ello le dan derecho los tratados de anexión con Melgarejo, sino por poseer el trabajo y el capital... Las necesidades de la industria chilena no autorizan el desmembramiento del Litoral boliviano”. Las reflexiones de Méndez refuerzan el argumento de que no bastan las negociaciones, son necesarias también las políticas

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estaban planteadas las relaciones entre ambos países desde hace más de 20 años, en algún momento se tenían que fijar los límites. concretas. Bolivia, en las décadas antes de la guerra, no pudo competir con la presencia chilena en Atacama por carecer de trabajo y capital en la región. Para comprender aún más los intereses en juego, antes y durante la guerra, es importante recordar la profunda relación entre la industria minera boliviana y capitales anglo-chilenos. Como ha demostrado ampliamente el historiador Antonio Mitre, Aniceto Arce controlaba sólo el 33% de las acciones de la mina de plata “Huanchaca”; la mayor parte estaba en manos de capitales chilenos, que eran los mismos que explotaban el salitre de Atacama y de Tarapacá. La asociación de capitalistas bolivianos, como Arce y Aramayo, con capitales chilenos, quienes, a su vez, tenían intereses en el litoral boliviano, y la participación de capitales ingleses en la explotación del salitre, de la plata y el comercio, explican por qué los tres tipos de capitalistas hicieron causa común contra el proteccionismo que asumieron los gobiernos de Perú y Bolivia. Aniceto Arce, antes, durante y después de la Guerra, defendió una política prochilena. En Bolivia, por lo tanto, en los años previos a la guerra y durante la guerra, existían dos posiciones: una estatista y proclive al Perú, otra capitalista y proclive a Chile. Esas dos posiciones repercutirían durante la guerra. Daza se mantuvo leal al Perú, mientras que Arce y otros empresarios y políticos conspiraron, en plena guerra, a favor de una alianza con Chile, bajo el argumento muy práctico de que el litoral boliviano ya estaba perdido y que lo que quedaba era asegurarse una salida al mar por Arica. Desde los años inmediatos a la guerra hasta nuestros días, a la hora de analizar las causas de la derrota, las opiniones están divididas entre los que cargan las tintas contra Daza y los que lo hacen contra Arce y Campero. Ni las culpas ni las virtudes pueden verse de un solo lado. En las décadas de postguerra, mientras políticos y diplomáticos discutían la nueva situación de límites, empresarios chilenos continuaron invirtiendo en minas bolivianas de plata, estaño y cobre. El caso más significativo fue el de Llallagua, que fue “nacionalizado” por Patiño, ya bastante entrado el siglo XX. Trabajadores chilenos también llegaron y bolivianos fueron a las salitreras de Iquique. A manera de evaluar las negociaciones bolivianas antes de la guerra, se puede concluir que la mayor parte de los negociadores fueron personas preparadas y representativas; que la Cancillería se documentó, pero de manera insuficiente. La mayor debilidad diplomática fue la falta de continuidad en la presión,


dando demasiados respiros a Chile, que aprovechó para consolidar su presencia en la provincia. Otro error grave fue la falta de presencia en el Litoral; trabajo, capital y armamento marcaron la diferencia y el desequilibrio. Finalmente, no existió, como hasta ahora, una política de Estado respecto a los medios y a las alianzas. Todos defendieron que Atacama y su costa pertenecían a Bolivia, pero las tácticas y estrategias variaron. Los gobiernos de Santa Cruz, Belzu, Morales y Daza (con la clara influencia de Méndez) fueron proclives al Perú; en cambio, los gobiernos de Ballivián, Melgarejo y los empresarios mineros fueron proclives a Chile. La opinión pública era más proclive al Perú. En las negociaciones antes de la guerra, por las debilidades anotadas, Bolivia fue perdiendo terreno en el Litoral, pero todavía mantuvo soberanía sobre parte del desierto y de la costa, mantuvo también la fuerza necesaria para negociaciones en igualdad de condiciones. En cambio, después de la guerra, su situación negociadora empeoró: ante Chile, era el país perdedor y ante el Perú, era el país con una profunda deuda moral. Los gobiernos chilenos, salvo honrosas excepciones, adoptaron el aire triunfante de país vencedor, basando sus derechos, sobre las provincias de Tarapacá y Atacama, en su victoria, dejando, por lo tanto, poco espacio para la negociación, con el argumento que no hay nada pendiente; los gobiernos peruanos adoptaron —como sostén de su dignidad— mantener Tacna y Arica, dejando también poco espacio para una negociación que dé una salida al mar para Bolivia, por el que fuera su territorio. Bolivia, por su parte, tuvo un objetivo claro en su política exterior desde 1880: Retornar al Mar. El problema fue, y lo es todavía, la diversidad de criterios para definir el “cómo”. Las negociaciones posteriores a la guerra, durante más de un siglo, han estado marcadas por esas tres visiones, llevando Bolivia la peor parte, por su debilidad política, económica y militar. El Pacto de Tregua de 1884 y el Tratado de 1904 sellaron su mediterraneidad,

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Pese a la política liberal, la opinión pública clamaba por la salida al mar. Los liberales, salvo alguna que otra pero dadas las condiciones de imposición con las que fueron firmados y, por la pérdida de la cualidad marítima, nunca fueron asumidos como definitivos por Bolivia, al contrario de lo que sucedía con Chile. En las negociaciones de postguerra, la posición boliviana tampoco fue única; nuevamente, los intereses políticos y económicos influyeron. Tanto para el Pacto de Tregua, como para las negociaciones de 1895 y el Tratado de 1904, la principal pugna se presentó entre los conservadores del sud y los liberales del norte. Cuando los conservadores firmaron el Pacto de Tregua, la mayor crítica provino del Partido Liberal. Paradójicamente, los que firmaron el Tratado de 1904 fueron los liberales del norte con la fuerte oposición de los conservadores del sur apoyados por congresistas de Cochabamba y Santa Cruz. La llamada minoría del sur lanzó un manifiesto a la nación contra los que firmaron el tratado. Mucho se insiste que la negociación debe ser bilateral; sin embargo, Perú, directa o indirectamente, ha estado y está presente. Aunque con menor intensidad, no se puede negar la influencia de Argentina y Brasil. Chile no empezó la contienda bélica hasta no tener la seguridad del alejamiento de la Argentina de su alianza con Perú y Bolivia. Argentina aprovechaba del conflicto para conseguir mayores ventajas en sus límites con Chile. Si Chile llegó a ofrecer Arica en las negociaciones de 1895, fue porque tenía problemas con la Argentina. Brasil fue, durante el siglo XIX, un tradicional aliado de Chile y, en cuanto a cantidad de territorio, es el país que produjo a Bolivia más despojos. Precisamente, la Guerra del Acre coadyuvó enormemente en debilitar aún más a Bolivia en la negociación con Chile. La victoria militar rompió el frágil equilibrio; los tratados de 1866 y 1874 quedaron para el archivo; Chile, al conquistar también Tarapacá, consideraría ilógico dividir su territorio. En las primeras décadas de postguerra se presentaron en ese país dos posiciones: imponer su victoria sin concesiones o evitarse con Bolivia problemas futuros, otorgando una salida al mar por Arica, a espaldas del Perú. En Perú, existía resignación por la pérdida de Tarapacá, pero recuperar Tacna y Arica era fundamental para recuperar la dignidad perdida. En Bolivia, los políticos e intelectuales estaban divididos también en reinvindicacionistas y practicistas. Nuevamente, los actores directos de la negociación fueron personas preparadas y representativas. En el Pacto de Tregua participaron Belisario Salinas y Belisario Boeto; en el Tratado de 1904, empresarios mineros como Carlos Aramayo e intelectuales como Alberto Gutiérrez, a más del empuje del presidente Montes. En el Congreso aprobaron el polémico tratado políticos representativos de la elite paceña, como Rosendo Villalobos, Rigoberto Paredes, Sabino Pinilla y Quintín Barrios, enfrentados al cochabambino Daniel Salamanca, al tarijeño Tomás O’Connor y al cruceño Pablo Roca, quienes lucharon por el no. En su momento, también estuvo a favor de continuar con la guerra el conocido escritor Nataniel Aguirre, desde su curul parlamentario.

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acción, dieron a Chile 15 años de respiro, tiempo suficiente como para “chilenizar”, paulatinamente, los territorios conquistados. Es difícil juzgar sin apreciar el contexto. Para los liberales, seguidores de Montes, Bolivia no estaba en condiciones de continuar un estado de beligerancia, debilitada como estaba por la Guerra Federal y la Guerra del Acre. Era necesario conseguir recursos para lograr la ansiada modernidad con carreteras y trenes, y los tratados con Brasil y Chile les dieron libras esterlinas para ello; pero, mientras la pérdida del Acre se fue borrando de la memoria colectiva, no sucedía lo mismo con la del mar. Pese a la política liberal, la opinión pública clamaba por la salida al mar. Los liberales, salvo alguna que otra acción, dieron a Chile quince años de respiro, tiempo suficiente como para que Chile logre “chilenizar”, paulatinamente, los territorios conquistados. En más de un siglo de historia sin mar, se han dado negociaciones bilaterales, debates en organismos multilaterales, acercamientos y rupturas de relaciones; pero nunca los tres países se han sentado en una misma mesa de negociaciones. Pese a la postura oficial de Chile de no tratar el tema marítimo boliviano, sus sucesivos gobiernos, unos más que otros, reconocen que la mediterraneidad boliviana es una piedra muy grande en su zapato. Por eso, en las contadas ocasiones de real acercamiento, mostraron su predisposición de ceder una salida soberana al mar, pero, por no dividir su actual territorio, el ofrecimiento es por territorios anteriormente peruanos. Arica primero, luego un corredor al norte de Arica, luego un corredor por canje territorial son parte de sus ofrecimientos. La mayor fortaleza de la posición boliviana es la concienciación de casi todos sus ciudadanos sobre la necesidad y la justicia de retornar al mar; su mayor debilidad es la división entre reivindicacionistas y practicistas. Los reivindicacionistas plantearon y plantean el retorno al mar por territorio que fuera boliviano. A decir de José Canelas, uno de sus portavoces, a principios de siglo XX: “Arica es una droga embrutecedora que distrae el verdadero objetivo boliviano de recuperar su litoral”. Esta corriente, sobre todo en las décadas posteriores a la guerra, está profundamente vinculada con la lealtad a su aliado, Perú. En cambio, los practicistas, más realistas y pragmáticos, aceptaron y aceptan una salida al mar por el antiguo territorio peruano, solución que no ha podido plasmarse por la falta de apoyo de la opinión pública, el precio del canje, y porque requiere la aceptación del Perú. La oferta de un corredor reemplaza a la oferta de Arica, a partir de 1950. El protagonista boliviano principal fue el canciller


Ostria Gutiérrez y el principal antagonista, el famoso poeta y político Franz Tamayo, quien, en un famoso mensaje, publicado en Última Hora, el 25 de julio de 1950, llamó a los estadistas chilenos malos plagiadores del corredor polaco y abusivos por pedir, además, compensaciones con las aguas del Lago Sagrado, “después de haber sacado una montaña de oro en 71 años del litoral salitrero boliviano”. Llamó a los practicistas “taifa de traidores”. La posibilidad del corredor fracasó en 1950. Luego el abrazo de Charaña, en el que los protagonistas eran representantes de las dictaduras militares y, por el lado boliviano, representantes nuevamente del empresariado minero, en que existió una fuerte oposición interna, sobre todo por el tema de las compensaciones, pero también la oposición del Perú. Perú ha flexibilizado su posición desde un no rotundo a un sí condicionado. El no rotundo más terminante fue dado ante la propuesta del Secretario de Estado norteamericano, Frank Kellog, de entregar a Bolivia Tacna y Arica, previo al plebiscito y al Tratado de 1929. Un no más abierto fue dado después del abrazo de Charaña, cuando, si bien no respaldó la posibilidad del corredor, propuso la alternativa de una soberanía compartida. Durante más de un siglo de historia de Bolivia sin mar, han existido largos periodos en los que la presión boliviana bajó de intensidad: los veinte años de gobierno liberal; las dos décadas entre 1930 y 1950 por la Guerra del Chaco y los conflictos internos; los doce años de gobierno del MNR. Pese a la gran amistad entre los presidentes Ibáñez y Paz Estensssoro, se dio prioridad al desarrollo interno bajo la hipótesis de que un país desarrollado podía negociar mejor. Este respiro no fue debidamente reconocido por el gobierno de Chile, ya en manos de Alessandri, al desviar las aguas del río Lauca. Los republicanos, y en particular el presidente Bautista Saavedra, representaron una lucha tenaz por la reivindicación marítima e iniciaron la estrategia multilateral. Ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo en negociaciones bilaterales y trilaterales, Bolivia optó por presentar su causa marítima en foros multilaterales. En 1920, el gobierno de Saavedra inició gestiones ante la Sociedad de las Naciones para la revisión del Tratado de 1904, pero la Sociedad no admitió la demanda. Pese a ese fracaso, la estrategia era buena, para que no se archivase el problema. La estrategia multilateral se repitió esporádicamente hasta convertirse en el principal instrumento de batalla de los sucesivos gobiernos bolivianos, desde mediados de la década de los 60. La mala imagen de Chile, por la dictadura militar de Pinochet, y la buena preparación del gobierno de Guevara Arze lograron finalmente, en 1979, la Resolución de la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos que establece: “es de interés hemisférico permanente encontrar una solución equitativa mediante la cual Bolivia obtenga acceso soberano y útil al Océano Pacífico”. Esta victoria diplomática fue empañada por el golpe de Natusch Busch, sobre quien y sus colaboradores pesa esa terrible responsabilidad histórica. La negativa chilena a tratar el tema marítimo, el desvío del río Lauca y la persistencia boliviana en su retorno al mar oca-

sionaron la ruptura de relaciones en 1964, situación con la que se llegó al fin del siglo XX. A partir de la década de los 90 y, sobre todo, a principios del nuevo siglo, la posición boliviana en las negociaciones oficiales y extraoficiales ha mejorado gracias a una serie de circunstancias. Se presentaron nuevos escenarios para el encuentro de los tres gobiernos y de las tres sociedades civiles. Existe un cambio profundo en las relaciones internacionales, mundiales y regionales; los tratados basados en la guerra han dejado de ser intangibles. Los conceptos y alcances de la soberanía de los Estados-nación, propios del siglo XIX, han cedido paso a las soberanías compartidas y a la distribución del poder. La formación de bloques en el mundo y una paulatina concientización han creado una nueva ola americanista integradora, bajo las consignas de futuro compartido y complementariedad económica.

Mucho se insiste en que la negociación debe ser bilateral, sin embargo Perú —directa o indirectamente— ha estado y está presente. Aunque con menor intensidad, no se puede negar la influencia de Argentina y Brasil. Bolivia adquirió nuevas fortalezas que le permiten negociar en mejores condiciones: su territorio es vital para la construcción de los corredores interoceánicos; su potencialidad energética, sus depósitos de agua dulce y la simpatía de varios líderes mundiales y latinoamericanos a su causa marítima. Sin embargo, en la década de los 90 no se lograron significativos avances, y las relaciones por las coincidencias democráticas y de modelo económico fueron cordiales. Esa cordialidad se rompió, a partir de octubre de 2003, cuando, ante la posibilidad de exportar gas a través de un puerto chileno, nuevamente salió a flote la reivindicación marítima, esta vez acaudillada por las organizaciones sociales, que la pusieron en la agenda de prioridades de la política boliviana y en primeras planas de la prensa internacional. La agenda de octubre y la conmemoración del centenario del Tratado de 1904, a más de la decidida acción del presidente Carlos Mesa y su canciller Ignacio Siles, pusieron el tema al rojo vivo, especialmente cuando se dio el duelo verbal de Monterrey, entre los presidentes Mesa y Lagos, el 13 de enero de 2004. La posición boliviana recibió el respaldo del presidente de Venezuela y de personalidades como Kofi Annan y Jimmy Carter. Su principal logró fue colocar el problema en las agendas internacionales.

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La salida soberana y útil al mar para Bolivia es parte de la agenda latinoamericana y de los tres países directamente involucrados. El problema es que no bastan las buenas intenciones y las circunstancias favorables; es necesario pasar del discurso al hecho. Nuevamente, los problemas internos del país evitaron conseguir más frutos. Se cumplió la advertencia del intendente de Arica de que Chile no debía preocuparse de la ofensiva boliviana porque, por sus rencillas internas, iba a durar poco. Así fue; inclusive Lagos fue principal invitado en la posesión del nuevo Presidente, olvidándose su dureza frente a la posición boliviana. Felizmente, nuevas esperanzas se presentan en el horizonte. Además de las potencialidades ya señaladas, se añaden las coincidencias políticas entre los actuales gobiernos de Bolivia y Chile, así como un ambiente más favorable a un arreglo, por parte de importantes sectores de la opinión pública de ambos países. La salida soberana y útil al mar para Bolivia es parte de la agenda latinoamericana y de los tres países directamente involucrados. El problema es que no bastan las buenas intenciones y las circunstancias favorables. Es necesario pasar del discurso al hecho. Si la solución para desentrampar las relaciones es una salida al mar para Bolivia, todos apuntan en esa dirección. El problema es encontrar el “cómo” que satisfaga a los gobiernos y a la sociedad civil de los tres países. Un grupo de intelectuales de los tres países, invitados por la Universidad de Lovaina la Nueva, en septiembre del 2006, intentó proponer vías de negociación y solución. Después de amplios debates, el grupo consideró tres soluciones posibles:

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– Un corredor y un espacio trinacional por Arica. Bolivia obtendría la soberanía marítima y, a cambio, otorgaría recursos energéticos para el desarrollo de un amplio espacio trinacional que comprende el norte de Chile, el sur del Perú, el oeste y sur de Bolivia. – Un corredor boliviano entre los límites de Chile y Perú, fruto de la voluntad de ambos países para revisar el Tratado de 1929. Plena soberanía a Bolivia sobre el corredor y el mar que le corresponde. Puerto trinacional, administrado por un ente especial sobre la base de una estrategia de integración trinacional. – Enclave boliviano soberano en la región de Antofagasta. Este enclave puede construirse en Cobija, y así brindar a Bolivia un acceso soberano al mar. Bolivia coadyuvaría en crear, con su aporte energético, un polo de desarrollo en la región de Antofagasta. Se acordó, también, que el enfoque trilateral a la solución de la demanda boliviana debe fundamentarse en escenarios de cooperación sustantiva en las áreas fronteriza, regional, macroregional y nacional. La reunión de Lovaina, como otras reuniones similares, muestra posibles caminos de solución. En todo caso, los negociadores bolivianos deben aprender del pasado, evitar errores, como el de firmar acuerdos sin un respaldo suficiente de la ciudadanía; construir una política de Estado que garantice la continuidad de los acuerdos; procurar negociaciones trinacionales que tomen en cuenta a las regiones involucradas; no descartar que la mayor fortaleza negociadora de Bolivia es su riqueza energética. Ceder, si ceden, para ganar todos. Lo interesante es que la propuesta fue presentada a la Comunidad Económica Europea. Pese a los avances de las negociaciones bilaterales, no hay que olvidar la presencia del Perú y, menos, el apoyo o el arbitraje de organismos multilaterales como la misma Comunidad Europea y las Cumbres Americanas.


La cuestión marítima en el siglo XX Una visión crítica sobre las principales negociaciones entre Bolivia y Chile, y el estado actual del problema marítimo.

RAMIRO

Las principales negociaciones llevadas a cabo en el siglo XX

H

ace tres años, el 20 de octubre de 2004, se cumplió el centenario de la suscripción del Tratado de 1904 que determinó el encierro geográfico de Bolivia. Cabe señalar que durante el curso del siglo XX hubo muy importantes negociaciones para solucionar el problema marítimo boliviano en forma definitiva y satisfactoria para ambas partes. Se hará somera referencia, sólo a las principales. La primera se dio en 1920, cuando se suscribió en La Paz el Acta de 10 de enero, entre el canciller Carlos Gutiérrez y el ministro plenipotenciario chileno Emilio Bello Codesido. Este diplomático firmó, como Canciller de Chile, el Tratado de Paz de 1904, que determinó el enclaustramiento geográfico boliviano. Ello demuestra que hasta el propio autor del Tratado de Paz había comprendido lo injusto del acuerdo y la necesidad de modificarlo, dando a Bolivia una salida propia y soberana al mar. En la mencionada Acta de 10 de enero de 1920 se expresa textualmente: “con el propósito de cimentar sobre sólidas bases la unión futura de los dos países, Chile está dispuesto a procurar que Bolivia adquiera una salida propia al mar, cediéndole una parte importante de esa zona al norte de Arica y de la línea del ferrocarril que se halla dentro de los territorios sometidos al plebiscito estipulado en el Tratado de Ancón”. El Acta señala asimismo que: “independientemente de lo establecido en el Tratado de 1904, Chile acepta iniciar nuevas gestiones encaminadas a satisfacer la aspiración del país amigo, subordinada al triunfo de Chile en el plebiscito”. Se consideraba que la entrega de una zona costera por Chile debía entrañar una compensación equivalente. Y así se determinó en el Acta: “que la cesión de Arica a Bolivia no importaría una ventaja unilateral a favor de ese país, sino una concesión que debería ser compensada, consultando los mutuos intereses y asegurando una situación de cordialidad aún más estable”. Con la Revolución del 12 de julio de ese mismo año de 1920, y con la asunción al poder del Partido Republicano, se cambió el curso de la cuestión. El nuevo gobierno presidido por Bautista Saavedra se esmeró en la revisión del Tratado de Paz, y dejó de lado lo estipulado en el Acta de referencia. La segunda trascendental negociación se llevó a cabo en 1950, cuando se cursaron entre los dos gobiernos las célebres notas de 1º y 20 de junio. La primera, firmada por el embajador Alberto Ostria Gutiérrez dirigida al canciller chileno, Horacio

PRUDENCIO LIZÓN

Walker Larraín, proponía que “los gobiernos de Bolivia y Chile ingresen formalHistoriador con 30 mente a una negociación directa para saaños de ejercicio tisfacer la fundamental necesidad bolidiplomático. viana de obtener una salida propia y soMagíster en berana al océano Pacífico, resolviendo así derecho el problema de la mediterraneidad de Bointernacional livia sobre bases que consulten las recípúblico. Director procas conveniencias y los verdaderos inde la Académica tereses de ambos pueblos”. Diplomática La respuesta chilena, del día 20 de juBoliviana. nio, enviada por el canciller Horacio WalColumnista del ker, expresaba que su gobierno, “animadiario La Razón. do de un espíritu de fraternal amistad hacia Bolivia, está llano a entrar formalmente a una negociación directa destinada a buscar una fórmula que pueda hacer posible dar a Bolivia una salida propia y soberana al océano Pacífico, y a Chile obtener las compensaciones que no tengan carácter territorial y que consulten efectivamente sus intereses”. Aunque no se lo indicaba en las mencionadas notas, en la negociación se estableció la cesión por Chile de un corredor al norte de Arica, con continuidad territorial desde Bolivia hasta el mar. Como señala la nota del canciller Walker, Chile en ese momento aceptó no exigir una compensación territorial a cambio de la zona costera que cedería a Bolivia. Y quedó como alternativa una compensación con aguas de la Cuenca del Altiplano. Pero desde esa época se comprobó que hay poca agua en esa altiplanicie y que, además, la principal de ellas, la del lago Titicaca, no puede ser utilizada unilateralmente porque conforma un condominio bilateral boliviano – peruano. Veinticinco años después, en 1975, se llevó a cabo la negociación más importante que sobre el tema marítimo se realizara en todo el siglo pasado. Fue la iniciada en el encuentro presidencial de Charaña entre los generales Hugo Banzer y Augusto Pinochet. En esa negociación, Bolivia planteó que se le ceda un Corredor al norte de Arica, semejante al negociado en 1950 y, además, un enclave, o sea un territorio soberano, de unos 50 kms. de extensión a lo largo de la costa y 15 kms. de profundidad, que estaría situado cerca de Iquique, Antofagasta o Pisagua. La respuesta de Chile se dio mediante nota de 19 de diciembre de 1975, cursada por el canciller almirante Patricio Carvajal, al embajador boliviano Guillermo Gutiérrez Vea Murguía. En

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ella, Chile ofrecía ceder un Corredor al norte de Arica, de unos 2500 km2 de extensión, desde Bolivia hasta la costa. Esa zona incluía al aeropuerto de Chacalluta y al ferrocarril de Arica a La Paz. Naturalmente Bolivia pagaría por el aeropuerto y por el ferrocarril y además por todas las instalaciones y construcciones estatales existentes en el Corredor. Asimismo, respetaría los bienes de los particulares radicados en él. Lo que Chile no aceptó fue la cesión del enclave al sur del territorio ariqueño. Consideró muy difícil que el pueblo chileno se aviniese a ceder dos territorios con soberanía. En compensación por el Corredor ofrecido, el gobierno del general Pinochet exigió una compensación territorial. La verdad es que en Bolivia no agradó la idea de pagar con territorio por el Corredor. Desde un principio comenzaron las críticas a este tipo de resarcimientos, recordando que en 1950 Chile había aceptado no recibir territorio boliviano como compensación. Pero es menester preguntarnos: ¿si Bolivia no acepta un canje territorial, cómo podría pagar por el territorio que recibiría? A la cuestión de la compensación territorial se sumó posteriormente otro grave problema: la respuesta peruana a la consulta que le hizo Chile de acuerdo al Protocolo Complementario al Tratado de 1929. Se suponía que la respuesta debería ser afirmativa o negativa. Pero el gobierno peruano, astutamente, presentó en cambio una nueva propuesta de solución, creando una zona trilateral al norte de Arica. Chile consideró que el Perú se había sobrepasado en sus derechos, ya que pretendía tener participación en el territorio costero del Corredor, sin haber ofrecido, por su lado, otro territorio semejante en el lado peruano. Por lo tanto, el problema de la compensación territorial y la contrapropuesta peruana llegó a congelar la negociación. El gobierno del general Banzer, en su desesperación y angustia, prefirió romper relaciones diplomáticas y dar fin con ello a tan importante entendimiento, que pudo haber roto el enclaustramiento geográfico boliviano hace más de un cuarto de siglo.

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Hubo, posteriormente, otra negociación digna de ser mencionada. Se realizó en 1987, entre los cancilleres Guillermo Bedregal y Jaime del Valle. Al igual que la anterior, Bolivia presentó una base de solución sustentada en el Corredor al norte de Arica y en el enclave al sur del territorio ariqueño. Pero esta vez Chile no dio una respuesta positiva. El gobierno de Pinochet aclaró que su país no estaba llano a ceder ningún territorio y que sólo trataría cuestiones de libre tránsito.

Causas fundamentales del fracaso Como se dijo anteriormente, la primera negociación efectuada después de la firma del Tratado de Paz de 1904, fue le realizada en La Paz, en 1920, entre el canciller boliviano, Carlos Gutiérrez, y el Ministro Plenipotenciario chileno, Emilio Bello Codesido. Fruto de la misma fue la mencionada Acta Protocolizada de 10 de enero de 1920, donde Chile manifestaba estar dispuesto a ceder “una parte importante de esa zona” al norte de Arica y de la línea del ferrocarril de Arica a La Paz. Pero con la revolución del 12 de julio de 1920, el nuevo gobierno del Partido Republicano cambió radicalmente la política liberal consistente en la adquisición de un territorio en la zona de Tacna y Arica, que entonces era disputada por Chile y Perú. El gobierno del doctor Bautista Saavedra impuso la política reivindicacionista que consistía en la exigencia de la revisión del Tratado de Paz de 1904 y la recuperación de una parte del territorio perdido en la Guerra del Pacífico. Esta nueva concepción marítima sepultó a la citada Acta Protocolizada. Respecto a la segunda fundamental negociación, efectuada bajo la conducción del embajador boliviano Alberto Ostria Gutiérrez, durante los años de 1947 y 1951, y que culminó con el intercambio de notas entre este diplomático y el canciller chileno, Horacio Walker Larraín, fechadas el 1º y 20 de junio de 1950, varios factores determinaron no su fracaso, sino su postergación. Primero, el hecho de que el gobierno del Partido de la Unión Republicana Socialista (PURS), que asumió el poder en 1947, tuvo una muy fuerte oposición, al extremo de desencadenarse una guerra civil en 1949, que le quitó poder negociador en las cuestiones internacionales. Además, el mismo partido había mantenido tradicionalmente la política reivindicacionista, que clamaba por el territorio que antaño había sido boliviano y rechazaba toda solución por la zona de Arica. Y, por último, los políticos que se inclinaban por el territorio ariqueño lo hacían en el entendido de que sería el puerto de Arica el que Chile debería ceder a Bolivia. En esa época, un territorio al norte de Arica se consideraba inútil, por no tener las condiciones para poderse edificar en él un puerto que satisfaga las necesidades del comercio exterior nacional. Por todas estas cuestiones, el embajador Ostria no se atrevió a hablar de una compensación territorial por el Corredor al norte de Arica, negociado en esa ocasión. Prefirió hablar de aguas del Altiplano que bajarían al territorio norte de Chile. Y ello complicó la negociación, porque desde un principio se comprendió

que Bolivia no tenía aguas importantes en la zona y, si éstas eran trasladadas a la costa, podía convertirse a esa altiplanicie en un verdadero páramo. Además, como se señaló, las principales aguas del Altiplano, las del lago Titicaca, no se podían utilizar unilateralmente, porque se entendía que conformaban un condominio bilateral boliviano – peruano, y así lo mencionó el presidente peruano general Manuel Odría. Cabe señalar, además, que tanto en Bolivia como en Chile los principales opositores a los gobiernos de entonces, Víctor Paz Estenssoro y Carlos Ibáñez del Campo, eran encarnizados enemigos de la negociación culminada con las notas de 1950. Y cuando estos dos personajes subieron al poder, en 1952, el entendimiento al que llegaron se basaba precisamente en la exclusión de dichas notas de la relación boliviano – chilena, las cuales se circunscribirían al mejoramiento del libre tránsito otorgado por Chile a Bolivia en 1904.

En cuanto a la negociación iniciada en Charaña, fue la progresiva debilidad del gobierno de Hugo Banzer la que obligó a éste a romper relaciones diplomáticas con Chile. Pasados los años, mediante Memorándum de 10 de julio de 1962, el gobierno chileno propuso reivindicar las notas de 1950 y, en base a ellas, iniciar negociaciones relativas a la cuestión marítima boliviana. Pero el conflicto bilateral por el desvío de las aguas del río Lauca, que se pronunció al año siguiente de 1962, sepultó tanto al Memorándum como a las citadas notas. En cuanto a la negociación iniciada en Charaña, fue la progresiva debilidad del gobierno de Bánzer la que determinó que éste se viese obligado a romper relaciones diplomáticas con Chile. Como se tiene conocimiento, Bánzer comenzó su gestión con gran poder, ya que tenía como base no sólo al Ejército sino también a los dos partidos políticos más importantes del país: el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y la Falange Socialista Boliviana (FSB). Pero, absurdamente, pronto rompió con los jefes de estos dos grandes movimientos políticos. A ello hay que agregar que la economía del país, que había comenzado también con buenos auspicios, fue lentamente derrumbándose con la reducción de la producción petrolera y minera. La oposición siempre creciente, tomó como bandera contra el gobierno autoritario el oponerse tenazmente al entendimiento con Chile. Como manifestó el eximio historiador, Alberto Crespo Rodas, la oposición temía que si se lograba solucionar el problema marítimo nacional, podría darse lugar a que el dictador permaneciese en el poder por lo menos unos diez años más. Las críticas de

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Se debe manejar la prensa con habilidad. Los gobiernos anteriores, temerosos a la opinión pública, esta creciente y enérgica oposición al arreglo con Chile, no tuvieron a nadie que las contrarreste en el oficialismo. Lamentablemente, Bánzer nombró a militares amigos suyos como ministros de relaciones exteriores, y éstos no tenían la adecuada preparación para poder convencer a la opinión pública nacional sobre la importancia de la negociación que se estaba realizando en ese trascendental momento. A principios de 1978, acorralado por tan enérgica y constante oposición, el gobierno prefirió librarse del engorroso problema marítimo, dando un puntapié a la mesa de las negociaciones y rompiendo relaciones diplomáticas con Chile. Las consecuencias de esta abrupta ruptura fueron muy graves porque el Ejército chileno se consideró ultrajado por esta inesperada y violenta repulsa a la propuesta chilena de dar un Corredor al norte de Arica con plena soberanía a Bolivia. De este modo, cuando se llevó a cabo la última negociación pública del siglo veinte, en 1987, las Fuerzas Armadas chilenas, sobre todo la Armada, se opusieron a cualquier cesión territorial a Bolivia. Además, en esta ocasión, el gobierno boliviano siguió desechando un posible canje de territorios y continuó con la política de compensar con aguas del Altiplano. En consecuencia, es necesario que algunos parámetros fundamentales sean tomados en cuenta para poder llevar con éxito una futura negociación sobre tan trascendental tema. Primero, es conveniente que el gobierno boliviano tenga gran apoyo popular, apoyo que no tuvieron los anteriores, para poder enfrentar una negociación con paciencia, serenidad y tenacidad. Además, la política exterior debe ser conducida por expertos, tanto en la Cancillería de la República como en nuestra misión en Chile. De otro modo, se pierde el tiempo en fruslerías y detalles que a nada conducen. Segundo, se debe manejar la prensa con habilidad. Los gobiernos anteriores, temerosos de la opinión pública, preferían mantener las negociaciones en reserva. Pero la reserva era unilateral, porque el gobierno chileno siempre prefirió que su gente conociese el problema y, además, creyese que se estaba llevando a cabo una negociación muy favorable para Chile. Por último, es importante no desviar la política nacional que desde 1950 consiste en la obtención de un Corredor al norte de Arica, con continuidad territorial desde Bolivia hasta el mar. Esta solución debe tener un corolario obligatorio: el canje de territorios con Chile. Como se mencionará más adelante, sin dicho trueque territorial es imposible que este país se avenga a ceder una zona con plena soberanía al nuestro.

La cuestión marítima en los últimos años Desde el 1987 se llevaron a cabo varias conversaciones reservadas. Hasta se propuso la convocatoria de una comisión mixta reservada, conformada por cuatro miembros por lado. Asimismo, se llegó a mantener por un tiempo enviados confidenciales, uno por lado. Pero nada se concretó en una negociación positiva.

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preferían mantener las negociaciones en reserva, pero ésta era unilateral, ya que el gobierno chileno siempre prefirió que su gente conociera el problema. Hay que tener presente que, aparte de la cuestión marítima, surgieron otros problemas que dividieron aun más a los dos países. Los principales fueron los relativos a las aguas del Silala y al sembrado de minas antipersonales a lo largo de la frontera. Pero al comenzar este siglo XXI se suscribió un comunicado conjunto, en febrero del año 2000, entre los cancilleres Javier Murillo y Juan Gabriel Valdés, en Algarve, Portugal, que podía haber dado lugar a un nuevo entendimiento bilateral. El comunicado decía que los dos países estaban dispuestos a tratar todos los temas de la agenda bilateral, “sin exclusión alguna”. Luego surgió la posibilidad de vender gas a Chile y también a ultramar a través del territorio chileno. Las negociaciones se iniciaron con grandes expectativas entre el canciller Gustavo Fernández y el cónsul general Edmundo Pérez Yoma. Ese proyecto suponía una inversión superior a los cinco mil millones de dólares. Comprendía un complejo proceso de licuefacción de gas en el puerto de Patillos, destinado a la exportación a Estados Unidos y México de un volumen inicial de gas entre 30 y 40 millones de metros cúbicos diarios. Para concretar tan importante objetivo el Estado chileno daría en concesión al Estado boliviano, por un período de 50 años prorrogables por igual período, una superficie aproximada de 600 hectáreas, ampliables de común acuerdo en función de las necesidades del proyecto, para el establecimiento de una zona franca, denominada Zona Económica Especial, destinada a la recepción, procesamiento, industrialización y comercialización de petróleo, gas natural, sus derivados y subproductos, y otras actividades industriales y de servicios asociados. El complejo industrial en Patillos no estaría gravado con aranceles aduaneros o impuestos del Estado chileno. Bolivia tendría el derecho de fiscalizar y auditar a las empresas operadoras de la zona franca para el fiel cumplimiento de las franquicias tributarias y aduaneras. En materia laboral, la legislación boliviana sería la aplicable, menos para los trabajadores de nacionalidad chilena. Para estos fines, el gobierno chileno otorgaría las facilidades necesarias, incluidas las migratorias y las de residencia. Después de haber sido aprobada por Chile la concesión de la zona franca en Patillos, con todos los requisitos señalados, el gobierno boliviano de entonces decidió intempestivamente pedir también al gobierno peruano que presente un proyecto semejante, para la posible construcción de un gasoducto hacia un puerto peruano, si es que el pueblo boliviano rechazaba la solución por Chile. Como era de esperar, el Perú también decidió conceder facilidades para que se pudiese instalar ese complejo industrial


gasífero en un puerto de su territorio. Pero lo que no se informó fue que la concesión ofrecida no se otorgaba al Estado boliviano, como se había concertado con Chile, sino sólo a las empresas privadas. Además, nunca se determinó cuál sería el puerto donde se llevaría a cabo el complejo industrial. Se pensó en Ilo, pero luego se observó que ese puerto estaba muy poblado y el complejo, por contener elementos inflamables, requería de una zona deshabitada. Por lo tanto, hasta ahora no se cuenta con un puerto peruano para la exportación de gas boliviano a ultramar. La política interna boliviana se fue deteriorando. Los últimos gobernantes demostraron carecer del carácter necesario para sujetar firmemente las riendas del gobierno. La extrema debilidad gubernativa llegó al clímax con el gobierno del presidente Carlos Mesa, el cual tuvo que acortarse para salvar al país de la permanente anarquía reinante. Naturalmente, la debilidad del gobierno de Mesa repercutió en su política exterior. De todos modos cabe destacar que ella se inició con los mejores auspicios en lo referente a la relación boliviano – chilena. Carlos Mesa tuvo una conversación muy constructiva con su colega chileno, Ricardo Lagos, en Santa Cruz de la Sierra, en ocasión de la XIII Cumbre Iberoamericano de Jefes de Estado y de Gobierno, llevada a cabo en noviembre de 2003. En esa oportunidad, Lagos manifestó su intención de ceder a Bolivia un Corredor al norte de Arica, tal como se había estipulado en anteriores negociaciones, pero solicitó que sea el gobierno boliviano quien se encargase de levantar el denominado “veto peruano”. Además, fue designado Canciller de la República a Juan Ignacio Siles, nacido en Viña del Mar y de madre chilena, la ilustre historiadora, doña María Eugenia del Valle de Siles. Era seguro que el nuevo Canciller se preocuparía en buscar buenos entendimientos entre las dos naciones. Pero la primavera cordial entre los dos gobiernos duró corto tiempo, pocos meses después los dos presidentes se enfrascaron en una fiera disputa en la Cumbre de las Américas, realizada en Monterrey, en enero de 2004. ¿Qué sucedió? Pues que Mesa exigió que el ofrecimiento chileno en Santa Cruz sea oficializado en esa Asamblea Continental. Mientras que Lagos deseaba que las conversaciones sobre la cuestión marítima quedaran todavía en el plano confidencial, hasta que se llegase a un entendimiento concreto sobre el tema. Es menester reiterar que la debilidad interna del gobierno de Mesa repercutió indudablemente en su política exterior. El propio Presidente se ató las manos convocando un Referéndum sobre el gas, donde incluía preguntas confusas que podían ser interpretadas a gusto del votante. Fruto de ese Referéndum fue la Ley de Hidrocarburos promulgada por el Congreso Nacional, la cual está mal redactada y pone trabas al futuro desarrollo energético de Bolivia. El Referéndum impidió, asimismo, un claro acercamiento a Chile. El punto cuarto del mismo preguntaba si la gente estaba de acuerdo en que el gas sea negociable con el mar. La gran mayoría de los que votó afirmativamente lo hizo en el entendido

que el gas sería un elemento negociador para alcanzar la anhelada salida al mar propia y soberana. Pero el gobierno, en su extrema flaqueza, enunció una política demagógica denominada “la molécula de gas”. Ella consistía en que Bolivia no sólo no vendería gas a Chile, sino que no permitiría que países que se abastecieran de su gas, como la Argentina, pudieran hacerlo a Chile. En otras palabras, decidió imponer un dicktat a Chile: o entregaba una costa marítima o no recibiría ninguna “molécula” del gas boliviano. Esta política desembocó en situaciones muy negativas para Bolivia. Primero, Perú, con quien se había suscrito una carta de intenciones para una exportación de gas boliviano por ese país, se entendió con Chile para venderle el hidrocarburo de Camisea y librarle de los inconvenientes producidos por “la molécula de gas”. Y segundo, provocó la determinación de los demás países vecinos de ponerse de acuerdo para crear un “anillo energético” con el fin de someter a Bolivia a sus designios, basados en el interés de que nuestro país no exporte gas a ultramar, sino que sólo cuente con los mercados del continente, los cuales definirían los montos y los precios del mismo. En otras palabras, la política de la “molécula de gas” obstaculizó la instalación de un gran complejo en el puerto de Patillos para su ulterior exportación a ultramar; impidió, también, la venta a Chile que es el mejor mercado de todos los vecinos, ya que no posee recursos gasíferos como Argentina y Brasil; y, por último, cerró la posibilidad de tratar la cuestión marítima con el gobierno de Lagos. La “molécula de gas” endureció, asimismo, la posición del gobierno chileno frente a Bolivia hasta llegar a situaciones alarmantes. Basta señalar que la ex canciller, Soledad Alvear, retiró a un distinguido diplomático, Emilio Ruiz Tagle, de su cargo de Cónsul General de Chile en La Paz, sólo porque éste se avino a manifestar su deseo de que algún día se solucione el problema marítimo boliviano. Además, la cancillería a su cargo, llegó a declarar que Chile nunca aceptará conceder a Bolivia una costa con soberanía. Más aun, determinó entregar la concesión del puerto de Arica a la misma empresa que detenta la de Matarani, único puerto que podría hacerle competencia. Ahora los

Los últimos gobernantes demostraron carecer de carácter para sujetar firmemente las riendas. La extrema debilidad llegó al clímax en la gestión del presidente Carlos Mesa, que debió acortarse para salvar al país de la permanente anarquía reinante. 25


exportadores e importadores bolivianos están sujetos a las altas y arbitrarias imposiciones decretadas en los dos puertos, imposiciones que crearon un verdadero monopolio contra el comercio exterior que efectúan por el Pacífico. Por este grave motivo, y con el fin de dar un respiro a dicho comercio, la cancillería boliviana se preocupó en los últimos meses en negociar con Chile la habilitación del puerto de Iquique para Bolivia. El canciller Juan Ignacio Siles trató de suavizar la posición chilena; pero con la “molécula de gas” tenía muy poco espacio para maniobrar. De todos modos, se esmeró para que el canciller Ignacio Walker mantuviera una postura menos rígida. Con el retiro del presidente Mesa la situación con Chile se modificó. El gobierno de Eduardo Rodríguez se preocupó de concretar un nuevo entendimiento entre los dos países. Y es necesario destacar sus principales logros. Cabe señalar que en el año 2004 el gobierno de Chile manifestó oficialmente que no deseaba conversar con Bolivia sobre la comercialización del gas ni mucho menos sobre la cuestión marítima. Pero el año 2005, dando un vuelco radical, dio a conocer su interés por volver a tratar el asunto del gas y, asimismo, no desechar la posibilidad de conversar más adelante sobre el problema marítimo. Por otra parte, se debe reconocer que desde que fue nombrado canciller de Chile Ignacio Walker Prieto hubo mayor preocupación en el gobierno chileno de buscar mejores relaciones con Bolivia. Seguramente el hecho de ser nieto de Horacio Walker Larraín, quien cursó las célebres notas de 1º y 20 de junio de 1950, a las cuales ya se hizo referencia, influyó en su intento de acercar a los dos países. Es importante mencionar que los encuentros sostenidos con el ex canciller Armando Loaiza fueron francos y cordiales. Y éste es el mejor modo de que dos estadistas lleguen a entendimientos permanentes y definitivos, lo que determinará que en el futuro los dos países puedan solucionar todos sus problemas bilaterales. Fruto de esos encuentros y de la nueva política de acercamiento fue el desmina-

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do de la frontera común. Luego, la supresión de los pasaportes para facilitar el tránsito de las personas de un país al otro. Asimismo, la negociación del Acuerdo de Complementación Económica (ACE), suscrito en 1993, negociación que estuvo paralizada en tiempos del gobierno de Mesa. Por último, las declaraciones del Canciller chileno de que su país trataría la agenda boliviana sin exclusión de ningún tema. Ahora bien, con el cambio de gobierno en Bolivia, la relación bilateral ha mejorado. Vino a La Paz el Presidente de Chile, Ricardo Lagos, con una importante comitiva. Esta es la segunda vez que un mandatario chileno viene a Bolivia en forma oficial. La primera ocurrió en 1955, cuando el presidente Carlos Ibáñez del Campo, visitó nuestra capital para participar en las celebraciones del aniversario de la independencia nacional. Pero en esa oportunidad, el gobernante chileno exigió que no se tratara la cuestión marítima durante su estadía en Bolivia. Mientras que ahora la situación cambió radicalmente. El presidente Lagos reiteró categóricamente en La Paz que su gobierno, y el que presidirá la señora Michel Bachelet, está dispuesto a conversar y negociar con nuestro país sobre todos los temas de la agenda bilateral, sin ninguna exclusión.

Estado actual del problema Es necesario recalcar que ningún país ni ningún organismo internacional, sea la ONU o la OEA, pueden obligar a Chile a tratar la cuestión marítima nacional. Sólo mediante una negociación directa, franca y amistosa podremos retornar al mar. Y así lo comprendió el presidente Evo Morales al recibir en su departamento al presidente Lagos, y al manifestarle que “somos de la cultura del diálogo y queremos apostar a este diálogo”. Ahora bien, para comenzar una negociación sobre la cuestión marítima, ésta, inicialmente, debiera ser confidencial, ya sea o por medio de negociadores ad hoc o de comisiones mixtas reservadas. Existe la creencia en los dos países que una negociación sobre el problema marítimo será difícil y compleja, y que a la larga acarreará más divisiones, como sucedió en el pasado. Pero esa es una concepción equivocada porque la solución ya está dada: un corredor al norte de Arica, con continuidad territorial desde Bolivia hasta la costa. Dicha solución fue acordada en 1950, luego en la negociación de Charaña de 1975 y, posteriormente, en la de 1987. Por último, es la propuesta dada por el presidente Ricardo Lagos al presidente Mesa, en Santa Cruz, en noviembre de 2003. Vale destacar que esta solución da satisfacción al anhelo boliviano de alcanzar el mar con plena soberanía. Pero, además, se recibiría una costa no sólo soberana sino también útil, porque ella estará comunicada con el país por medio de un aeropuerto, el de Chacalluta; un ferrocarril, el de Arica a La Paz; y una carretera, la de Arica a Charaña, que con el tiempo podría ser pavimentada. De todos modos, es pertinente tomar en cuenta que Bolivia necesitaría también de un puerto para la zona sur de su territo-

rio. Así se pudo certificar cuando se estudió la posibilidad de exportar gas a ultramar. Y eso se previó tanto en la negociación de 1975 como en la de 1987, cuando se pidió a Chile un enclave que podía estar situado cerca de Iquique o de Antofagasta. Pero es importante considerar que Chile jamás otorgará dos zonas costeras con plena soberanía. Por tanto, se podría obtener el enclave sin soberanía, ya sea como comodato o como una zona franca. Y eso es lo que se consiguió con el gobierno de Ricardo Lagos, una zona franca en Patillos, sin soberanía territorial, pero con soberanía funcional. Si hubo entendimiento en la solución del problema, ¿por qué en el pasado no se llegó a concretar ninguna negociación? Porque hubo dos problemas que hasta ahora no se estudiaron debidamente. El primero, el relativo a la compensación que Bolivia debería otorgar a Chile por el Corredor. Hay que tomar en cuenta, además, que una salida al mar boliviana podría determinar una importante pérdida económica para ese país, derivada de los cobros de las tasas portuarias, de la utilización de la Zona Franca de Iquique y del turismo. En la negociación de 1950 se habló de una compensación con aguas del Altiplano, y ése fue un error, porque no se cuenta con las debidas aguas en esa zona, y sabiendo esto, absurdamente Bolivia volvió a plantear esta compensación en 1987, lo que determinó el fracaso. La única compensación posible es la considerada en la negociación de Charaña: un canje de territorios. De este modo ninguno de los dos países pierde territorio. La superficie de los mismos quedaría igual. A muchos bolivianos no les gusta la idea de compensar con territorio. Pero si se rechaza esta contingencia, ¿con qué se podría compensar a Chile? Actualmente hay sugerencias para indemnizar a Chile con la comercialización del gas. Pero aparte de que una transacción de esta índole sería inicua, ya que obligaría al país a vender este producto no renovable a un precio inferior a sus pretensiones, lo dejaría dependiente de Chile por muchos años. Pero, además, existe el rechazo chileno a esta posibilidad. En la negociación de Charaña, el gobierno de La Moneda argumentó que la solución marítima debía conllevar la supresión

Es menester reiterar que la debilidad interna del gobierno de Mesa repercutió en su política exterior. Él mismo se ató las manos convocando un referéndum sobre el gas, donde incluía preguntas confusas que podían ser interpretadas a gusto del votante. 27


Es necesario recalcar que ningún país ni ningún organismo internacional, sea la ONU o la OEA, puede obligar a Chile a tratar la cuestión marítima. Sólo con una negociación directa, franca y amistosa podremos retornar al mar. definitiva de toda queja posterior. Por esta causa, no podía admitir que en el futuro se lo pudiera acusar de ser explotador de un país pobre. Además, hay que tomar en cuenta la convicción chilena de no permitir una reducción de su territorio. Así lo manifestó terminantemente el gobierno de Pinochet en esa época. La única alternativa es, pues, el trueque de territorios, tal como Chile lo propuso en la negociación de 1975. Y es conveniente recordar para el efecto que existe un antecedente sobre el particular: el Protocolo de Canje de Territorios de 1º de mayo de 1907, mediante el cual Bolivia cedió a Chile la zona comprendida entre el cerro Chipapa y el Volcán Olca, y recibió a cambio la del cerro Patelán y el Alto de Panantalla. Esta operación se llevó a cabo con el fin de mejorar la ruta del ferrocarril de Antofagasta a Bolivia. Y si se aceptó canjear territorios con objeto de regularizar mejor el tránsito de un ferrocarril, ¿por qué no se lo haría por algo verdaderamente fundamental como es el libre acceso al mar? El segundo gran problema se refiere al llamado “veto peruano”, o sea al derecho que tiene el Perú de ser consultado para cualquier modificación territorial que comprenda el territorio de Arica, de acuerdo al Protocolo Complementario del Tratado de Lima de 1929, entre Chile y Perú. Ciertamente, uno de los factores que contribuyó al fracaso de la negociación de Charaña fue la denominada contrapropuesta peruana, que complicó grandemente la situación. Pero esos eran otros tiempos, cuando el Perú, gobernado por el general Velasco Alvarado, tenía intenciones de reconquistar Arica. El resultado de ese atrevimiento es de todos conocido: el golpe militar efectuado por el general Morales Bermúdez, con el fin de terminar con toda amenaza a Chile. Como se sabe, el gobierno de Chile construyó un muelle en Arica para uso del Perú. Ese muelle está administrado por el gobierno peruano, el cual lo utiliza casi simbólicamente, porque no tiene carga ni visos de mejorar en el futuro. Ahora bien, si Bo-

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livia contase con un puerto al norte de Arica, podría dar lugar a la constitución de un megapuerto que controle los tres puertos existentes en la zona: el chileno, el concedido al Perú, y el que construiría Bolivia; megapuerto que bien podría estar administrado por un consorcio privado con capitales mayoritarios de los tres países. En consecuencia, es absurdo continuar pensando en que el Perú tratará de interferir en una futura negociación sobre la cuestión marítima nacional. Mucho más ahora que hay un apoyo internacional creciente para que se encuentre una solución al problema. Lo que sí interesa al Perú, y eso se debe tener muy en cuenta, es participar en la solución del problema, para que ésta sea definitiva y satisfactoria para los tres países. Todo lo expuesto ya se conversó con Chile. Ello se produjo en la última reunión de Consultas Políticas a nivel de Viceministros de Relaciones Exteriores, efectuada en Iquique, en noviembre de 2005. En esa ocasión, la delegación chilena manifestó que su país estaba llano a ceder el Corredor al norte de Arica. En cuanto a la compensación, señaló que el trueque de territorios sería la única posible, porque ni el ejército ni los partidos de oposición ni la opinión pública chilena aceptarían que su país redujese su territorio. Sobre el veto peruano, indicó que lo factible sería que juntos, Bolivia y Chile, se preocupasen de obtener la aquiescencia peruana a la cesión del corredor, buscando para el efecto el apoyo de todos los Estados americanos o incluso de Naciones Unidas. Resta un grave problema, el de la delimitación marítima. Problema que surgió con las pretensiones del gobierno peruano de que se respete la línea equidistante en su frontera con Chile. Pues bien, quizás la mejor solución sería que se conformase una zona marítima trinacional con las aguas que bañan las zonas de Tacna, del futuro corredor boliviano y de Arica. Queda la última pregunta: ¿cuándo se debiera comenzar una nueva negociación sobre la cuestión marítima? Varios de nuestros anteriores cancilleres consideraron que había que crear un clima propicio para ello. En otras palabras, trataron de eludir tan grande responsabilidad y se limitaron a asumir posiciones patrioteras dejando el gran problema para su sucesor. Pues bien, la respuesta es única: ahora y siempre se debe buscar la solución, tratando de llegar a una negociación leal, franca y amistosa con Chile.


Retrospectiva del enclaustramiento marítimo Una revisión crítica sobre cómo se inicio el conflicto y las razones que, según el autor, lo mantienen inalterable. JORGE GUMUCIO

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as diferencias entre Bolivia y Chile sobre sus límites y la posesión del litoral de Atacama se dieron desde 1842. La posición negociadora boliviana se apoyó en títulos coloniales, mientras que la de Chile se sustentó en defender sus intereses y designios de expansión territorial por ¡la razón o la fuerza! Lo que Bolivia cedió en el tratado de 1866 se debió a la necesidad de recuperar el puerto de Mejillones invadido en 1863. El Pacto de Tregua suscrito en 1884 reflejó los resultados de la guerra y se suscribió ante la amenaza de una invasión al territorio altiplánico como continuación de la ocupación del Litoral. En todo este contencioso la presencia del Perú fue determinante y Bolivia le prestó total lealtad sacrificando sus propios intereses. El tratado de 1904 fue el resultado que buscaba el vencedor y se lo impuso a Bolivia que no tenía opciones para negociar. Este artículo presenta el desenlace de esos eventos.

Chile inició la disputa fronteriza con Bolivia en 1842 y por veinte años se llevaron negociaciones para acordar un nuevo límite, dado que ese gobierno no reconoció el Uti Possidetis Juris de 1810. Para Bolivia el límite estaba en el paralelo 27º (río Salado), luego, para allanar una solución, retrocedió al paralelo 25º (río Paposo). Las misiones de los plenipotenciarios enviados a Santiago, Casimiro Olañeta(1843), Joaquín Aguirre (1847), Macedonio Salinas (1858) y José María Santibáñez (1860) fracasaron en llegar a un entendimiento con sus contrapartes chilenos. Chile dispuso la ocupación del puerto de Mejillones en 1857 y nuevamente en 1863, tensionando las relaciones con Bolivia y obligando al Congreso a declararle la guerra si no desocupaba ese territorio. Bolivia envió una quinta misión presidida por Tomás Frías, quien recibió la oferta del canciller Tocornal para comprar el territorio entre los paralelos 25º y 23º latitud sur, por el monto de cien mil pesos. En estas circunstancias, Frías requirió la suma de un millón de pesos, que el canciller chileno consideró excesiva.

Tratado de Límites de 1866 El plenipotenciario Aniceto Vergara Albano, enviado a La Paz, llegó a fijar las bases de un acuerdo con el presidente Melgarejo que permitió a los dos gobiernos suscribir en Santiago, el 10 de agosto de 1866, un tratado de límites mediante el canciller Álvaro Covarrubias y el ministro boliviano residente en Chile, Juan Ramón Muñoz Cabrera, fijando la frontera en una línea que siguiera el paralelo 24° sur, desde la cordillera hasta el océano Pa-

cífico, adoptando una medianería sobre los beneficios de la extracción de recursos viceministro de naturales de los territorios extendidos enRelaciones tre los paralelos 23° y 25° latitud sur. Exteriores. Autor En esa ocasión el canciller chileno prode varios artículos puso una rectificación de fronteras, por y libros sobre el las cuales Chile incorporaría a su estatuto tema marítimo. territorial el Litoral boliviano junto a Tarapacá del Perú y Bolivia, con el apoyo militar de Chile adquiriría, mediante una acción bélica contra el Perú, los territorios de Arica y Tacna, considerando que Arica servía de puerto principal al comercio boliviano. Esta propuesta fue rechazada por Mariano Donato Muñoz, reiterando la oposición del presidente Mariano Melgarejo ante la misma propuesta de Vergara Albano que había sido presentada anteriormente en La Paz. En marzo de 1872 el canciller chileno, Ibáñez, propuso al enviado Rafael Bustillo comprar el Litoral boliviano y la declaratoria del puerto de Mejillones con un status binacional chilenoboliviano; Bustillo dio a conocer la consulta al presidente Morales y al canciller Casimiro Corral y más tarde, junto con rechazar la proposición de Ibáñez, dejó sus funciones en Santiago, considerando que la negociación se trasladó a La Paz. El enviado chileno Santiago Lindsay propuso al canciller Corral el arrendamiento a Chile del territorio situado entre los paralelos 23° y 24° latitud sur y, luego del rechazo a la misma, consultó entonces si Bolivia vendería ese territorio a Chile, propuesta que tampoco fue aceptada; finalmente, ambos negociadores ajustaron un protocolo el 5 de diciembre de 1872, por el cual se ratificaba el límite acordado en el tratado de 1866. Embajador y ex

El Tratado de Límites de 1874 El gobierno de Chile acreditó como plenipotenciario a Carlos Walker Martínez para resolver las desavenencias resultantes en la aplicación del Tratado de 1866. Walker Martínez y el canciller Mariano Baptista acordaron un nuevo instrumento que debería superar las complicaciones emergentes de dicho tratado. Se suscribió en Sucre, el 6 de agosto de 1874, un nuevo tratado que derogaba el anterior, no obstante, se reconocía el paralelo 24° como la línea de frontera, se disponía un beneficio equitativo entre ambos países sobre depósitos de guano existentes o por descubrirse y no se fijarían nuevos impuestos a las empresas chilenas con concesiones entre los paralelos 23° y 24° latitud sur por un plazo de 25 años. Durante el canje de ratificaciones de es-

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te tratado, Baptista y Walker Martínez suscribieron en La Paz, el 21 de julio de 1875, a solicitud de Chile, un protocolo que dispuso someter a arbitraje las diferencias que pudieran surgir en la aplicación del Tratado de 1874 y su protocolo.

Las divergencias en 1878 Ante un desastre sísmico que afectó a la costa del departamento de Litoral, el 9 de mayo de 1877, el diputado por Antofagasta y Mejillones, Franklin Alvarado, propuso la contratación de un empréstito extranjero para atender a esas regiones; su propuesta fue secundada por el diputado por Cobija y Tocopilla, Abdón Senén Ondarza. Sin embargo, el Ministro de Hacienda, Manuel Ignacio Salvatierra, se opuso argumentando que el erario nacional no tenía capacidad de endeudamiento. El diputado Francisco Buitrago recordó que la concesión de 1873 en favor de la compañía de salitres de Antofagasta no había sido debidamente autorizada por el Congreso Nacional como disponía la Constitución de 1871, pero ese incumplimiento podría remediarse gravando a la mencionada compañía con un impuesto de 10 centavos por quintal exportable. El diputado Ondarza presentó un proyecto de ley que fue aprobado el 14 de febrero de 1878 y beneficiaba en su totalidad a los cuatro puertos: Antofagasta, Cobija, Mejillones y Tocopilla. El Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Alejandro Fierro, se dirigió a su homólogo boliviano, Martín Lanza, el 8 de noviembre de 1878, con una extensa nota en la que se refería al tratado de 1874 y su estipulación de evitar nuevos gravámenes a empresas de capital chileno por 25 años, por ello, consideraba como una violación el impuesto de 10 centavos a la Compañía de Salitres, señalando que esa violación daría curso a la anulación del tratado de 1874 y renacerían los derechos de Chile anteriores al tratado de 1866. El presidente del Concejo de Estado de Bolivia, Serapio Reyes Ortiz, tuvo que responder a Fierro, el 11 de diciembre del mismo año, con una nota donde pasó revista a la controversia e hizo notar que la conce-

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El ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Alejandro Fierro, se dirigió a su homólogo boliviano, Martín Lanza, el 8 sión de 1873 a favor de la Compañía de Salitres no se había perfeccionado de acuerdo a la legislación boliviana y, en consecuencia, no podía acogerse al Tratado de 1874 que fue suscrito un año más tarde. El Encargado de Negocios de Chile acreditado en La Paz, Pedro Nolasco Videla, recibió la nota anterior y la respondió el 14 de diciembre con otros argumentos sobre cobros adicionales que se practicaban en Antofagasta, reiterando lo planteado por el canciller Fierro en sentido de que para Chile, si se insistía en establecer esos impuestos, implicaría un ataque directo al Tratado de 1874 y llevaría a declarar nulo el tratado de límites. El canciller Fierro envió una nota a Videla, el 3 de enero de 1879, donde le instruía aceptar el arbitraje propuesto por Bolivia, siempre que se deje sin efecto y pendiente la imposición del impuesto de 10 centavos o las penalidades, que incluían el remate de bienes de la Compañía de Salitres; reiteraba la instrucción de anunciar que si Bolivia se negaba a suspender la aplicación de la Ley de 14 de febrero de 1878, implicaría la anulación del Tratado de 1874 y que, terminado el mismo por la acción de Bolivia, Chile consideraría que renacían sus derechos anteriores sobre el territorio sometido al Tratado de 1866. El ministro Lanza se dirigió a Videla, con nota de 6 de febrero de 1879, anunciándole que el gobierno boliviano había decidido rescindir el contrato de concesión a la Compañía de Salitres en virtud de las protestas de la misma, ignorando, la compañía, que no había cumplido con todos los trámites de ley para perfeccionar sus derechos. No obstante, el gobierno boliviano reiteraba que estaba dispuesto a un arbitraje en virtud del artículo 2° del tratado con Chile y hacia votos para una normalización de las relaciones entre los dos países. El mismo día, horas mas tarde, Lanza renunció a sus funciones. Videla respondió al Canciller boliviano, el 8 de febrero de 1879, con una nota en la que aceptaba un arbitraje pero exigía saber, en un plazo perentorio de 48 horas, si Bolivia dejaba o no en suspenso las medidas adoptadas por ese gobierno sobre la Compañía de Salitres. En ese clima de tensión, Videla envió una nota el 12 de febrero al nuevo Ministro de Relaciones Exteriores, Eulojio D. Medina, expresando el malestar de su gobierno por esta controversia y haciendo constar que el plazo de 48 que le dio al gobierno boliviano para recibir una respuesta fue ignorado, esto lo obligaba a pedir de inmediato sus pasaportes pues consideraba que “su infructuosa misión en Bolivia había concluido”. Al finalizar su nota, Videla hacía constar que el Tratado de 6 de agosto de 1874 fue terminado por Bolivia y, en consecuencia, para Chile renacían sus derechos anteriores al territorio ajustado en el Tratado de 1866. El canciller Medina respondió el mismo día 12 de febrero, recriminándolo tanto por su actitud como por la de su gobierno, calificando la nota del ministro Fierro, de 8 de noviembre de 1878, como un ex-abrupto, y a la nota de Videla exigiendo respuesta en un plazo perentorio de 48 horas como una actitud que se salía de las prácticas diplomáticas. En esta misma nota, el canciller boliviano señalaba que la presencia del “Blanco Enca-

de noviembre de 1878, con una extensa nota en la que consideraba como una violación el impuesto de 10 centavos a la Compañía de Salitres... lada” en la bahía de Antofagasta constituía una amenaza que obligaba a Bolivia, por decoro y dignidad, a suspender toda negociación con Chile mientras ese buque y su dotación militar no se retiren del Litoral boliviano. El canciller Fierro se dirigió a Videla el 13 de febrero anunciándole la inmediata ocupación de Antofagasta e instruyéndole retirarse de La Paz inmediatamente. El día anterior Fierro, mediante instrucciones al Cónsul chileno en Antofagasta, Nicanor Zenteno, le comunicó su designación como Gobernador Político y Civil de Antofagasta y le anunció el inminente desembarco de unidades navales y militares en ese territorio, por cuanto Chile decidió reivindicar sus derechos en los territorios sometidos anteriormente al Tratado de 1866. El canciller Medina dirigió al canciller Fierro una extensa nota el 20 de febrero, en ella se hacía un recuento de todo el contencioso originado por la renuencia de la Compañía de Salitres a reconocer el pago de legítimos impuestos no cubiertos por el Tratado de 1874; censuraba las actuaciones agresivas del encargado Videla, cuyas amenazas bélicas sirvieron poco para un arreglo diplomático entre dos naciones amigas, y reflexionaba a su colega Fierro en sentido que la ocupación por la escuadra chilena de las indefensas poblaciones del Litoral boliviano constituía un acto de guerra que significaba un escandaloso abuso de fuerza que no resolvería ninguna cuestión territorial; por consiguiente, el Canciller boliviano apelaba a su colega a buscar conjuntamente una solución pacífica y satisfactoria al desacuerdo pendiente. Esa nota nunca fue respondida por Fierro ya que Chile tenía otros designios sobre el Litoral boliviano.

El inicio de las hostilidades Las hostilidades de la Guerra del Pacífico se iniciaron con el desembarco chileno en el puerto boliviano de Antofagasta el 14 de febrero de 1879 y luego se extendieron con la ocupación de los otros puertos de Cobija, Tocopilla y Mejillones y de las localidades interiores de Calama, Caracoles, Chiu-Chiu y San Pedro de Atacama, todas ellas integrantes del departamento boliviano del Litoral de Atacama. El Ministro chileno de Relaciones Exteriores, Fierro, se dirigió el 3 de marzo de 1879 a las misiones diplomáticas acreditadas en Santiago comunicándoles los motivos que justificaban su reivindicación de los territorios comprendidos entre los paralelos 23° y 24° latitud sur que, afirmaba, le pertenecían antes del tratado de límites suscrito con Bolivia en agosto de 1866

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El gobierno de Chile se dirigió a su Congreso el 20 de marzo y requirió la autorización para declarar la guerra a Bolivia, asimismo presentó un proyecto de ley por el cual se aprobaba la resolución del Tratado de 6 de agosto de 1874 y disponía la ocupación del territorio comprendido entre los paralelos 23° y 24° latitud sur. Esta ley, terminando de manera unilateral el tratado con Bolivia de 1874, fue promulgada el 3 de abril de 1879 y, dos días mas tarde, el 5 de abril, Chile aprobó la declaratoria de guerra al Perú y las hostilidades se extendieron de inmediato al departamento peruano de Tarapacá. El gobierno chileno decidió, a escasos dos meses de la ocupación del Litoral boliviano y a dos semanas de las declaratorias de guerra contra Bolivia y Perú, ofrecer al gobierno boliviano una negociación para establecer las bases de un acuerdo de paz fundado en la cesión del Litoral boliviano a Chile y una rectificación de fronteras que permita a Bolivia acceder de manera soberana al Pacífico por el puerto de Arica, consolidando también la anexión por Chile de la provincia peruana de Tarapacá; estableciendo una alianza defensiva entre Chile y Bolivia dirigida a disuadir al Perú de posibles acciones contra los intereses de los nuevos aliados. El gobierno boliviano rechazó las bases chilenas porque aceptarlas implicaba una traición al Perú, y así lo hicieron saber a las autoridades de ambos países.

La gestión del ministro Pettis En ese tiempo el gobierno de Estados Unidos acreditó, en junio de 1879, al juez Newton Pettis como Ministro Plenipotenciario ante Bolivia. El Canciller boliviano, Pedro J. Guerra, al recibirlo en la ciudad de La Paz le pidió la inmediata mediación de los Estados Unidos ante Chile para lograr el fin del enfrentamiento bélico y un ajuste de paz. Pettis se dirigió a Santiago y el canciller Huneus le dijo que él y el Presidente estaban no sólo deseosos sino ansiosos por el arbitraje de los Estados Unidos de preferencia al de cualquier otra potencia. Pettis entregó un borrador al que Huneus pidió se agregará que en el caso que los árbitros fallaran indicando que la línea comprendía a Antofagasta como de Bolivia, dichos árbitros deberían resolver qué cantidad debía abo-

El ministro Lanza se dirigió a Videla, con nota de 6 de febrero de 1879, anunciándole que el gobierno boliviano había decidido rescindir el contrato de concesión a la Compañía de Salitres en virtud de las protestas de la misma... 32

nar Chile a Bolivia para que la nueva demarcación comprendiese Antofagasta en el lado de Chile, términos bajo los cuales creía segura la aceptación de su gobierno. Pettis aceptó haciendo constar que Bolivia y Perú probablemente no accederían fácilmente a dichas proposiciones. De regreso a Arica, Pettis se reunió con los generales Prado y Daza y notó cierta desconfianza en ambos mandatarios, por lo cual fue escueto en su informe y no entró en mayores detalles. En la referida entrevista, Prado le dijo que el Perú se hallaba en guerra a causa de Bolivia, que si Bolivia opinaba por la paz el Perú opinaría por la paz, que si Bolivia quería el arbitraje el Perú estaría también por el arbitraje.

Conferencias de Arica Luego de las victorias chilenas en Tacna y Arica, y cuando sus fuerzas se preparaban para marchar hacia Lima, el Ministro Plenipotenciario de Estados Unidos ante Chile, Thomas Osborn, ofreció una iniciativa de buenos oficios para solucionar el conflicto. La iniciativa fue aceptada por Chile y por los aliados, cuyos representantes se reunieron en octubre de 1880 a bordo del buque “USS Lackawanna”, fondeado en Arica. Se efectuaron tres sesiones los días 22, 25 y 27 de octubre, respectivamente. En la primera sesión la Delegación de Chile presentó, mediante su presidente Eulogio Altamirano, siete condiciones esenciales para la paz, la más importante implicaba la cesión a Chile de los territorios de Antofagasta y Tarapacá. En la segunda sesión, el Delegado peruano, Antonio Arenas, rechazó los planteamientos chilenos porque su país no reconocía la ocupación militar como título de dominio. El representante Altamirano respondió que su país aceptó la guerra como una necesidad dolorosa y añadió que los casos de rectificación de fronteras eran numerosos en la historia y que la pretendida conquista de Chile se había efectuado únicamente en territorios fecundados por el trabajo y capital chilenos. El representante boliviano, Mariano Baptista, afirmó que las declaraciones de Altamirano imposibilitaban toda solución en búsqueda de la paz. Expresó la solidaridad de su país con la posición peruana y rechazó enérgicamente el principio de adquisición territorial por la fuerza. El representante peruano, Aurelio García, entre otras consideraciones planteó la necesidad de un arbitraje a cargo de los Estados Unidos, basándose en la buena disposición expresada por los enviados norteamericanos. Juan Crisóstomo Carrillo, representante boliviano, recordó que el arbitraje internacional era un elemento legítimo y, junto con Baptista, aceptó a nombre de Bolivia que Chile mantuviera fuerzas de ocupación en el Litoral boliviano hasta que el tribunal arbitral encontrara soluciones. Los delegados bolivianos y peruanos coincidieron en largas exposiciones doctrinales sobre arbitraje y también sobre las raíces comunes que tenían Bolivia y el Perú. Los delegados chilenos se esmeraron en presentar argumentos contra un arbitraje e insistieron en lograr la paz entre los beligerantes, siempre que los aliados aceptaran que el domi-


Las hostilidades de la Guerra del Pacífico se iniciaron con el desembarco chileno en el puerto boliviano de nio chileno sobre los territorios al sur de Camarones era irreversible. El ministro Osborn aclaró que su gobierno no buscaba ser árbitro y no dudaba que aceptaría el cargo si se lo pedían debidamente los tres países. El enviado chileno rechazó la opción de un arbitraje. En la tercera sesión, los representantes chilenos afirmaron que no podían modificar las bases de paz presentadas. Los delegados peruanos declararon que ellos tampoco podían presentar nuevas ideas considerando que el arbitraje fue rechazado por Chile. Los negociadores bolivianos reiteraron que la situación era clara: los aliados no aceptaron las condiciones de Chile y este país rechazó el arbitraje planteado por los aliados, tampoco se aceptó la proposición de Bolivia sobre una administración temporal de los territorios por Chile para resarcirse de los costos de la contienda. En consecuencia, lamentaban la falta de acuerdos en esta mediación norteamericana y por lo tanto Bolivia como el Perú no encontraban utilidad en seguir con esas negociaciones bajo patrocinio estadounidense. Osborn deploró la falta de resultados conciliadores y declaró que ese fracaso causaría pésima impresión al gobierno de Estados Unidos.

La gestión de Baptista ante Lillo El gobierno de Bolivia designó a Mariano Baptista como delegado a la Conferencia Panamericana que debía celebrarse en Panamá. No obstante, el verdadero propósito del presidente Campero fue que Baptista, a su paso por Tacna, iniciara conversaciones informales con el chileno Eusebio Lillo, con quien ya había tratado en el “USS Lackawanna”. El Ejecutivo boliviano temía la posibilidad de que Chile le impusiera al Perú suscribir un tratado de paz por separado con la aquiescencia de los Estados Unidos y luego reiniciar las hostilidades en territorios del Altiplano boliviano, razón por la que Campero se concentró con el Ejército en Oruro y dejó el gobierno en La Paz a cargo del vicepresidente Belisario Salinas. En su encuentro en Tacna, a principios de enero de 1882, Eusebio Lillo le entregó a Mariano Baptista un memorándum que presentaba las líneas de un futuro arreglo que disponía una rectificación de fronteras con la cesión definitiva del Litoral y se ofrecía a Bolivia un puerto en la zona del norte, probablemente Moquegua, ya que para pagarse los costos de la guerra Chile también se quedaría con Tacna y Arica. Asimismo, Lillo ofreció a Baptista que mientras se ajuste un tratado de paz, se podría negociar un pacto de tregua mediante el cual Chile continuaría ocupando el Litoral, restableciéndose el intercambio comercial y decidiendo que los beligerantes no podrían reiniciar hostilidades sin anunciarlo con un año de anticipación. Baptista tomó conocimiento de la propuesta de Lillo, que también fue entregada al general Eliodoro Camacho, quien se encontraba como prisionero de guerra en Santiago. Baptista hizo conocer a varios amigos peruanos, entre ellos Miguel San Román y Aurelio García, que a su paso por Tacna planteó a Chile un modus vivendi para preparar un armisticio

Antofagasta, el 14 de febrero de 1879, y luego se extendieron con la ocupación de los otros puertos y localidades del departamento boliviano de Atacama. con participación del Perú hasta conocer los resultados de la iniciativa del plenipotenciario estadounidense W. Trescot. Con igual propósito, el gobierno boliviano envió a Juan Crisóstomo Carrillo al Perú para informar e intercambiar criterios con las autoridades del gobierno del almirante Lizardo Montero, entre ellos su canciller Mariano Alvarez y su colaborador Ramón Rybeiro. Baptista optó por renunciar a su misión el 9 de febrero y antes de partir envió a La Paz, el 23 de febrero, el texto del Protocolo de Viña del Mar suscrito por el ministro chileno Balmaceda con el enviado estadounidense Trescot.

El Protocolo de Viña del Mar Bajo la influencia del Secretario de Estado, Frederick Frelinghuysen, se enviaron nuevas instrucciones al plenipotenciario estadounidense William Trescot en Chile sobre las cuales se logró la suscripción del Protocolo de Viña del Mar de 11 de febrero de 1882. Lo acordado en el Protocolo de Viña del Mar consistía en lo siguiente: a) Cesión a Chile de los territorios de Perú situados al sur de la quebrada de Camarones. b) Ocupación de Tacna y Arica por 10 años, debiendo pagar el Perú 20 millones de pesos a la conclusión de ese plazo. c) Chile ocuparía las islas Lobos mientras hubiese guano en ellas; las utilidades netas de las mismas se dividirían en partes iguales entre Chile y los acreedores de la deuda externa del Perú. El canciller boliviano, Pedro José Zilveti, pidió al ministro Charles Adams información acerca del Protocolo firmado en Viña del Mar entre Chile y los Estados Unidos, a lo que Adams respondió no conocerlo. Posteriormente, el Canciller boliviano reclamó que en el Protocolo de Viña del Mar no se hacía mención a la situación de Bolivia, desconociendo que este país había hecho una deferencia a la mediación de los Estados Unidos y que suspendió toda iniciativa diplomática con Chile. Trescot envió entonces a La Paz a Walker Blaine, para dar una explicación de esas conversaciones. Blaine se entrevistó con el vicepresidente Belisario Salinas y dio información general sobre el Protocolo de Viña del Mar, pues tenía instrucciones de no dar a conocer los detalles de las conversaciones entre Trescot y Balmaceda ni tampoco el alcance de las instrucciones del Secretario de Estado, que estaban dirigidas

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Chile decidió, a escasos dos meses de la ocupación, ofrecer a Bolivia una negociación para establecer un a apoyar al Perú dejando a Bolivia de lado. Blaine envió a Trescot una explicación sobre sus conversaciones en Bolivia: 1° Su misión fue muy oportuna y productiva. 2° Si bien la guerra no había logrado extenderse aún más dentro de los límites de Bolivia y por esta razón ha sufrido menos que su aliado, es de mucha importancia para Bolivia lograr ya sea una tregua o la paz definitiva. 3° Si resultara imposible salvar el actual Litoral de Bolivia, y no creía que existiera forma de evitarlo, y como le informó el Ministro peruano en La Paz, Del Valle, que Perú no deseaba vender o canjear parte de su costa por otro territorio como resultado de la guerra, consideraba Blaine que Bolivia quedaría clausurada del Pacífico y los años de esta república estarían contados.

El Tratado de Ancón Los negociadores chilenos iniciaron una ofensiva para lograr la paz, apoyando con dinero y armas el establecimiento de un gobierno peruano presidido por el general Miguel Iglesias, a fin de que éste acepte las bases de paz propuestas por Chile, o pudiera obligar a Montero a firmar la paz sobre las citadas bases. El diplomático peruano José Antonio Lavalle se encontraba prisionero en Chillán y fue invitado por Iglesias, a principios de enero de 1883, para representarlo en las negociaciones con Chile, con ese motivo fue liberado a principios de febrero y a su regreso, al pasar por Santiago, se reunió con el presidente Santa María y le planteó que debería invitarse a Bolivia para las negociaciones de paz, consulta que fue rechazada por el mandatario chileno. Lavalle se reunió con el negociador chileno Jovino Novoa a mediados de marzo de 1883 y recibió las bases de un acuerdo de paz, que disponía la cesión a perpetuidad de Tarapacá y la compraventa de Tacna y Arica. Lavalle aceptó la cesión de Tarapacá como un gran sacrificio que implicaba grandes pérdidas para el erario peruano; sin embargo, argumentó que Tacna y Arica estaban pobladas por ciudadanos peruanos que no podrían ser vendidos y, por ese motivo, sugirió una ocupación temporal de diez años, al cabo de ese término se sometería una consulta plebiscitaria a las poblaciones de esas dos localidades para que decidan el futuro de su pertenencia. Lavalle informó de esta propuesta a Iglesias y espero instrucciones. En ese tiempo, los parlamentarios chilenos Benjamín Vicuña Mackenna y José Francisco Vergara llevaron adelante una interpelación al canciller Luís Aldunate, entre el 25 de junio y el 11 de julio de 1883, sobre los acuerdos bilaterales alcanzados con el Perú y sus posibles repercusiones sobre Bolivia. Aldunate defendió la idea de una tregua y no un tratado de paz con Bolivia en ese momento, pues con la tregua se podría canjear después Tacna y Arica, previa compensación a darse por Bolivia y así permitir la suscripción de una alianza impercedera. Vergara felicitó al Canciller chileno pues, afirmó, que no se debería dejar a Bolivia sin salida soberana al Pacífico. Chile y el Perú de Iglesias ajustaron el texto definitivo en el balneario de Ancón, a pocos kilómetros de la capital peruana.

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acuerdo, fundado en la cesión del Litoral boliviano a Chile y una rectificación de fronteras que permita a Bolivia acceder de manera soberana al Pacífico por el puerto de Arica. Chile, de conformidad a lo acordado, reconoció a Iglesias como presidente del Perú y suscribió el llamado Tratado de Ancón, el 20 de octubre de 1883, en la ciudad de Lima. En ese instrumento se reconoció la conquista territorial al ceder Perú a Chile el departamento de Tarapacá, que sirvió además de base jurídica para justificar el enclaustramiento de Bolivia, al quedar encerrado su departamento del Litoral de Atacama entre territorios chilenos situados al sur y al norte del mismo. El Ejército chileno desocupó Lima el 23 de octubre y marchó hacia Arequipa con 14 mil hombres y a Puno con otros 5 mil. Esto significó que cambió el escenario de la guerra. El otro presidente peruano, Lisandro Montero, junto a sus colaboradores, huyó de Arequipa el 25 de octubre hacia Bolivia, Arequipa se rindió sin hacer resistencia y el presidente Campero se movilizó con sus tropas desde Oruro hacia el camino a Desaguadero para esperar al Ejército de Chile.

Gestión del canciller Quijarro ante el canciller Aldunate El canciller Antonio Quijarro, al tomar conocimiento de las tratativas confidenciales entre el gobierno chileno y el general Iglesias, decidió dirigirse personalmente al canciller Luís Aldunate mediante nota de 14 de marzo de 1883. En la misma, el canciller boliviano le decía que seguramente Chile, a pesar de las ventajas obtenidas durante la guerra, deseaba ajustar una paz y, si esta no era posible, al menos una tregua con los dos países aliados. Añadía que luego del fracaso de las conferencias de Arica se había perdido tiempo valioso y se debería ingresar a contactos directos entre los gobiernos. Quijarro y Aldunate intercambiaron notas durante cuatro meses sin llegar a ningún acuerdo debido a la insistencia del Canciller boliviano de incorporar al Perú en las tratativas y la cerrada oposición de Aldunate. En ese contexto, Quijarro dirigió un mensaje al Congreso Nacional, el 4 de octubre de 1883, donde hizo un recuento de las ambiciones de Chile sobre el Litoral boliviano desde 1842, para luego referirse a las dificultades que encontraba Bolivia para hacer la paz con Chile, o al menos pactar una tregua, adelantando las bases pactadas por Chile con el general Iglesias en mayo de ese año. El jefe de la diplomacia boliviana sostenía que su gobierno cumplió el mandato de la Convención Nacional de 1881, en sentido de negociar la paz o la tregua cumpliendo con lealtad los acuerdos que ligaban a Bolivia


con el Perú, concluyendo que le tocaba al Congreso Nacional decidir si se ajustaba la paz con Chile. Por su parte, el canciller Aldunate justificó su postura al sostener que Chile había tenido desde el inició de la guerra, como objetivo central, el romper la alianza entre el Perú y Bolivia y que esto se logró con el Tratado de Ancón; en consecuencia, el Canciller chileno consideró que fue la tenacidad de Quijarro la que perjudicó a Bolivia y la dejó en una posición disminuida para ajustar un pacto de tregua. El Presidente chileno, Santa María, decidió poner en “jaque a Bolivia” e instruyó el 14 de noviembre al almirante Lynch, jefe de la ocupación chilena en el sur del Perú, decretar la interdicción comercial a Bolivia por los puertos de Mollendo y Puno

Pacto de Tregua de 1884 El presidente Campero, al conocer la suscripción del Tratado de Ancón, dispuso el traslado inmediato de una misión negociadora a Santiago, conformada por el segundo vicepresidente Belisario Salinas, de trayectoria liberal, y de Belisario Boeto, con nexos conservadores. Las instrucciones a Salinas y Boeto, firmadas el 7 de noviembre de 1883, disponían que ambos enviados deberían buscar un ajuste de paz, logrando en primer término un armisticio. Iniciadas las negociaciones se debería indagar si en las bases generales Chile proponía la cesión de Tacna y Arica a Bolivia, en cuyo caso deberían hacer notar que esa proposición, para ser considerada, debería expresar la aceptación del Perú de manera explicita y, en ese caso, Bolivia reconocería al Perú una indemnización. En caso que Chile no presente propuestas específicas los delegados bolivianos entregarían un memorándum, que se incluía como anexo a las instrucciones. Se consideraba que la cesión a Chile del departamento del Litoral tenía un valor mayor a la indemnización de guerra que Bolivia debería abonar, por consiguiente, se debería pedir a Chile hacerse cargo de los gravámenes que pesaban sobre ese territorio, tales como los

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créditos Meiggs, López Gama, Banco Garantizador de Valores, Bonos del Ferrocarril de Mejillones y otros. Se establecía que si Chile requería restitución de los bienes secuestrados, los mismos deberían compensarse con las rentas de las que Chile se beneficiaba con la ocupación del Litoral desde febrero de 1879, entre ellas el salitre de Antofagasta, el guano de Mejillones, los minerales de plata de Caracoles, el cobre y bórax de Ascotán y las salitreras del Toco. En el memorándum anexo se estipuló que: 1° El armisticio debería ser fijando las áreas de ocupación. 2° Declaración solemne de la necesidad de Bolivia en forma indispensable de una salida directa al océano Pacífico por territorio propio; de ser la salida por Arica y Tacna se requería el asentimiento previo del Perú. 3° Se proponía que las dificultades entre los dos países se resuelvan mediante arbitrajes encomendados a la Corte Suprema de Estados Unidos o a la Confederación Helvética.

Bolivia y Chile estuvieron muy cerca de llegar a un acuerdo definitivo de paz en 1895, cuando ambos gobiernos firmaron cinco acuerdos interrelacionados. Los dos delegados viajaron a Chile, contando con los buenos oficios y la colaboración del diplomático español Emilio de Ojeda y arribaron a Santiago el 17 de noviembre, donde tuvieron que esperar la decisión del Canciller chileno, Luis Aldunate, para recibirlos; éste los hizo esperar tres semanas, mientras el Ejército de Chile se desplazaba por el sur del Perú con el propósito de alistar su incursión al territorio altiplánico de Bolivia. Aldunate destacó que el gobierno boliviano resistió por dos años las reiteradas insinuaciones de Chile, pero la situación había cambiado y para dar a Bolivia una salida al Pacífico no habría sino dos caminos posibles. O bien esa salida se abriría produciendo una solución de continuidad en el territorio de Chile; o bien sería forzoso procurárnosla dando paso a Bolivia por el extremo norte de ese mismo territorio. La primera de las hipótesis contempladas era absolutamente inaceptable por su propia naturaleza y, la segunda, la cesión a Bolivia al extremo norte del territorio chileno, no estaba dentro la esfera de acción y facultades del gobierno. A continuación trataron los negociadores sobre la posible delimitación del territorio del Litoral bajo dominio chileno y los derechos del comercio chileno y el uso de los puertos por parte de Bolivia, con base al proyecto de tregua presentado por Lillo a Baptista en enero de 1882. Así mismo, las compensaciones que Bolivia debería reconocer a las inversiones chilenas en el país, que fueron embargadas por la guerra. Finalmente, los delega-

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dos de Bolivia, al afirmar que no veían inconvenientes a la propuesta de tregua indefinida de Chile, requerían autorización expresa de su gobierno para poder suscribirla, por cuanto sus instrucciones estaban dirigidas a firmar un ajuste de paz y no de tregua. El presidente Santa María dispuso que las conferencias con Bolivia se reanudaran en Valparaíso el 13 de febrero de 1884, con el nuevo canciller Vergara Albano, quién se reunió con los dos Belisarios y pasaron revista a lo conversado anteriormente con el canciller Aldunate y, al finalizar ese encuentro, suscribieron un protocolo que reflejaba los avances en las posiciones de ambos países. El 23 de abril Salinas informó que el gobierno chileno no aceptaba las bases formuladas por los delegados de Bolivia, presentadas en las conferencias de febrero y, por el contrario, exigía la inmediata aceptación de los planteamientos de Chile. En La Paz ya se conocía que Chile contaba con 4000 hombres en Puno, al mando del comandante Dublé Almeida, otros 1500 hombres en Juli cerca del Desaguadero, además de un contingente de 2000 hombres concentrado en Tacna y otros 4000 en Calama. Aún mas, el Coronel Velásquez, como jefe de la ocupación de Arequipa, contaba con otros 9000 hombres y reportó al mandatario chileno que sus tropas estaban listas para marchar hacia Bolivia. Salinas y Boeto informaron a su gobierno de nuevas bases chilenas para ser incorporadas en el Pacto de Tregua, entre las que se incluía no sólo la anexión del departamento del Litoral sino también parte del departamento de Potosí: La prensa chilena informaba en ese entonces sobre los deseos de anexarse Tupiza, los Lípez, las minas de Guadalupe, el lago de Ascotán y Huanchaca, entre otros. Salinas mencionaba que las exigencias de Vergara Albano culminaron con el anuncio de un ultimátum. Salinas comentaba al canciller Aguirre que suponía que Bolivia no aceptaría esas “monstruosas proposiciones” y por consiguiente debería prepararse para una invasión inminente en el Altiplano. Aguirre respondió a Salinas, el 8 de marzo, indicando que el gobierno estaba imposibilitado de pronunciar una palabra definitiva sobre las bases chilenas para la tregua; sin embargo, al señalar el rechazo a entregar territorios de Potosí, aconsejaba a los delegados bolivianos hacer esfuerzos “sobrehumanos” para impedir una ruptura de las negociaciones y, en caso extremo, aceptar ad referéndum un documento que satisfaga sus patrióticas conciencias para salvar a la patria. El presidente Santa María, al tomar conocimiento de la información de Salinas que firmarían el Pacto de Tregua posiblemente ad referéndum se exasperó y ordenó al Coronel Velásquez, en fecha 15 de marzo, alistarse para marchar hacía Bolivia, sin embargo, Eusebio Lillo convenció a su presidente a tener un poco más de paciencia y esperar unos días. El 29 de marzo Salinas y Boeto enviaron un escueto cifrado al Canciller boliviano señalando: “Gobierno Chile declaró rota negociación. Procuramos plazo, vuele respuesta telegráfica a consulta de día 26”. Los dos Belisarios se reunieron con el presidente Santa María y Vergara Albano el 2 de abril y fueron notificados que las negociaciones ya llevaban casi cuatro meses y que Chile


“Con Chile se cultiva relaciones cordiales y Bolivia ha intentado inspirarse en la equidad y la no podía seguir esperando. Los delegados pidieron un nuevo plazo que les fue concedido hasta el 3 de abril e informaron por telegrama a Campero: “Plazo hasta el 3. Invasión inminente. Si no llega respuesta, firmamos”. Los delegados bolivianos, sin recibir respuesta de Bolivia al finalizar el plazo fatal, asistieron a mediodía a su encuentro con el presidente chileno Santa María y el canciller Vergara Albano y, angustiados, suscribieron el Pacto de Tregua en Valparaíso el 4 de abril de 1884. El Pacto de Tregua disponía en su artículo 1° que Chile y Bolivia declaraban que el estado de guerra había concluido y que ninguno de los dos países podría iniciar nuevas hostilidades sin que lo notifique al otro con una anticipación de por lo menos un año. En el artículo 2° se establecía que el territorio del Litoral boliviano, desde el paralelo 23 hasta la desembocadura del río Loa en el Pacífico, quedaría bajo el gobierno político y administrativo del gobierno chileno. Se establecía el límite entre el Litoral ocupado y el territorio boliviano y definía aspectos de comercio, libre tránsito y otros. Se señalaba que el Pacto de Tregua estaba destinado a preparar y facilitar un ajuste de paz sólida y estable entre las partes. Vergara Albano, en su mensaje al Congreso para aprobar el Pacto de Tregua, afirmó que “para la negociación de un tratado definitivo de paz, presentaban los plenipotenciarios de Bolivia, con el carácter de indeclinable, la condición de que a este país se le dejase un puerto propio en el Pacífico”. Por consiguiente, el Canciller chileno agrego que “la idea de celebrar un tratado definitivo de paz quedó así aplazado para un momento mas oportuno”. A su vez, el presidente Domingo Santa María en su mensaje al Congreso sostuvo que: “en el pacto ajustado con Bolivia, hemos puesto especial empeño en dar mayor vuelo al comercio e industria bolivianos, como el medio mas eficaz de crear vínculos”. El Congreso Nacional de Bolivia aprobó la ratificación del Pacto de Tregua en sesión de 20 de septiembre y ambos gobiernos pudieron intercambiar las ratificaciones de esos instrumentos en Santiago el 29 de noviembre de 1884. Mas aún, los dos gobiernos acordaron el 30 de mayo de 1885 un nuevo protocolo complementario al Pacto de Tregua, suscrito en Santiago por el canciller Vergara Albano y el nuevo plenipotenciario boliviano Aniceto Arce.

Un decenio de esperanza: 1885-1895 El gobierno boliviano reconoció al gobierno revolucionario de Pedro Montt y suscribió un acuerdo que derivó posteriormente con un nuevo instrumento en 1895 sobre el que el canciller Cano informó al Congreso en sentido que “era necesario poner término al Pacto de Tregua, cuyas ominosas estipulaciones, de carácter transitorio, pesaban sobre Bolivia, desde hace once años”. Cumpliendo instrucciones nuestra legación en Santiago suscribió los tratados de los que se dará cuenta en tiempo oportuno. “Allí, en las orillas del mar Pacífico, en ancha o estrecha faja de tierra propia, se ostentará majestuoso el emblema de la soberanía boliviana”.

moderación en sus cuestiones con aquel Estado”, José Manuel Pando. Bolivia y Chile estuvieron muy cerca de llegar a un acuerdo definitivo de paz en 1895, cuando ambos gobiernos firmaron cinco acuerdos interrelacionados. Se estipulaba el dominio de Chile sobre los territorios bolivianos referidos en el Pacto de Tregua y las obligaciones financieras emergentes de la guerra; la entrega a Bolivia de Arica o en su caso la Caleta Vítor, por parte de Chile, una vez solucionado el diferendo entre Chile y Perú. El tercer instrumento era un Reglamento Comercial, y los otros dos eran protocolos que reglamentaban los créditos y obligaciones económicas y la estipulación de que estos convenios constituían un “paquete integral” e indivisible entre sí. Estos tratados no entraron en vigor debido a que, por una parte, el Congreso boliviano no aprobó el cuarto protocolo referente a los créditos, y por la otra, el Congreso chileno no aprobó el quinto protocolo que se refería a la indivisibilidad de los dos protocolos referentes a la transferencia de territorios y el restablecimiento de la paz. Se destaca que lo sustantivo de estos acuerdos, la salida soberana de Bolivia al Pacífico, fue aprobada por el Congreso chileno.

El ultimátum Köning El presidente Federico Errázuris envió a Bolivia como Ministro Plenipotenciario al político radical Abraham Köning, quien se había caracterizado en el Senado por su línea intransigente en defensa de los derechos de Chile sobre los territorios conquistados en la Guerra del Pacífico. Errázuris decidió olvidar los Acuerdos de 1895 y replantear la posición del desaparecido presidente Balmaceda, quién ya había planteado en 1890 la imposibilidad de conceder a Bolivia un puerto a cambio del Litoral y la necesidad de que Bolivia comprendiera que había perdido la guerra. Köning llegó a Bolivia en el año 1900 con instrucciones de plantear las bases generales que Chile consideraba necesarias para cualquier arreglo y, apenas llegó a La Paz, inició conversaciones al respecto y el Canciller le reafirmó su oposición a las bases chilenas. No obstante, el presidente Pando le expresó su preocupación sobre la situación con Brasil y también sostenía que la salida por Arica parecía condenada por la oposición peruana y por sectores políticos bolivianos para un arreglo sin la participación del Perú. El Congreso boliviano inauguró sus sesiones y el presidente Pando presentó un mensaje a la nación, en lo referente a Chile, decía: “Con Chile se cultiva relaciones cordiales y Bolivia ha intentado inspirarse en la equidad y la moderación en sus cuestiones con aquel Estado. Es una aspiración vehemente, del gobierno de Bolivia, sustituir el oneroso Pacto de Tregua de 1884, con un Tratado de Amistad, Paz, Comercio y Límites. No obstante que las deliberaciones con el nuevo ministro de Chile han tenido lugar en condiciones muy amistosas y que el excelentísimo

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señor Köning manifiesta verdadero interés por Bolivia, no ha podido llegarse a ningún acuerdo porque se ha rechazado la muy legítima exigencia de Bolivia, de que en compensación de su valioso Litoral se le conceda por lo menos la soberanía de un puerto, para su comunicación libre e independiente con los demás Estados del mundo civilizado. El ministro Abraham Köning luego de numerosas conversaciones con las autoridades bolivianas y demostrando su impaciencia, especialmente por lo que él llamaba la falta de realismo de los parlamentarios bolivianos que, como ya se vio, no aceptaban la idea del enclaustramiento, envió una famosa nota-ultimátum el 13 de agosto de 1900 reiterando la posición final del gobierno chileno. Es necesario resaltar algunos de los conceptos más importantes de ese ultimátum: “No podemos esperar más. El gobierno y el pueblo de Chile consideran que han esperado con paciencia. Según nuestro criterio, las bases propuestas por Chile son equitativas, las únicas compatibles con la situación actual. Sería una verdadera desgracia que el Congreso boliviano pensara de distinta manera… Terminada la guerra, la nación vencedora impone sus condiciones y exige el pago de los gastos ocasionados. Bolivia fue vencida, no tenía con qué pagar y entregó el Litoral. Esta entrega es indefinida, por tiempo indefinido; así lo dice el Pacto de Tregua: fue una entrega absoluta, incondicional, perpetua… En consecuencia, Chile no debe nada, no está obligado a nada, mucho menos a la cesión de una zona de terreno y de un puerto.” Al negar los derechos argumentados por el Congreso y opinión pública boliviana, el Ministro chileno arguyó: “Es un error muy esparcido y que se repite diariamente en la prensa y en la calle, el opinar que Bolivia tiene derecho de exigir un puerto en compensación de su Litoral. No hay tal cosa. Chile ha ocupado el Litoral y se ha apoderado de él con el mismo título que Alemania anexó al imperio Alsacia y la Lorena, con el mismo título con que los Estados Unidos de la América del Norte han tomado a Puerto Rico. Nuestros dere-

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Seguro de enfrentar una dura realidad, el presidente Montes asumió su mandato y aceptó suscribir el Tratado de 1904, sobre la base del Acta de 1903, como una forma de romper el círculo vicioso sobre el problema de Arica entre Chile, Perú y Bolivia. chos nacen de la victoria, la ley suprema de las naciones. Que el Litoral es rico y vale muchos millones, eso ya lo sabíamos. Lo guardamos porque vale: que si nada valiera, no habría interés en su conservación.” El canciller Villazón rechazó la nota de Köning y la diplomacia boliviana circuló ampliamente el texto del enviado chileno. La cancillería chilena desmintió los conceptos torpes pero no lo substancial de la nota y dio término a la misión de Köning en La Paz y, en 1901, retiró de su Congreso los tratados de 1895 argumentando que habían nuevas bases para un arreglo. Al año siguiente envió a La Paz a Beltrán Mathieu para empujar una negociación donde la cirugía mayor ya había sido planteada por Köning. Con el conflicto del Acre en pleno desarrollo y la amenaza bélica de Brasil, el gobierno de Pando llevo negociaciones en La Paz y Santiago en los años 1902 y 1903. El canciller Pinilla y el enviado Alberto Gutiérrez suscribieron un acta el 24 de diciembre de 1903 donde las bases de un tratado de paz presentadas por el canciller Agustín Edwards fueron finalmente aceptadas.

solucionado el problema de Tacna-Arica con Perú, la salida al mar para Bolivia llegaría por gravitación propia. Para eso, Bolivia no debería interferir sino más bien esperar pacientemente a que Chile y Perú lograran superar sus dificultades. El tratado suscrito en Santiago, el 20 de octubre de 1904, incorporó en su texto las cláusulas planteadas anteriormente por Abraham Köning. Dispuso, en su artículo 1º, el restablecimiento de la paz y amistad entre ambas repúblicas dando fin al régimen de tregua establecido en el Pacto suscrito en Valparaíso en 1884. En su artículo 2º se reconoció el dominio absoluto y perpetuo sobre los territorios ocupados del Litoral y se definió la línea de frontera. Se acordó la construcción del ferrocarril de Arica a La Paz, más garantías para construcción de otros ferrocarriles, se reconoció el libre tránsito entre los puertos de Chile y el territorio boliviano y otras medidas sobre las obligaciones de Bolivia garantizadas anteriormente con las rentas del Litoral. La publicación del tratado en Bolivia causó una honda impresión e indignación. En realidad, la entrega del Litoral ya había sido aceptada en el Pacto de 1884 y 20 años mas tarde se reconocía esa usurpación. Por el contrario, en Chile causó satisfacción y El Mercurio, diario de la familia de Agustín Edwards, el autor del Acta de 1903 y accionista de la Compañía de Salitres de Antofagasta, afirmó en un editorial que: “Debe decirse que todas las pretensiones de Chile han sido aceptadas, salvo detalles sin importancia”.

Coda El tratado de 1904 El presidente Montes asumió su mandato en 1904, seguro de enfrentar una dura realidad y aceptó suscribir el Tratado de 1904 en base al Acta de 1903, como una forma de romper el círculo vicioso sobre el problema de Arica entre Chile, Perú y Bolivia. La construcción del ferrocarril Arica - La Paz ofrecía la oportunidad de modernizar e incrementar el vínculo económico de Bolivia con Arica. Los negociadores chilenos siempre deslizaron entre los bolivianos la noción que el enclaustramiento boliviano por Antofagasta era un hecho irreversible, pero que por Arica estaba la solución. Decían que Chile nunca se opondría a una salida que no comprometiera su continuidad territorial y que una vez

El pueblo boliviano nunca se resignó a su enclaustramiento y los diferentes gobiernos replantearon la recuperación de un acceso soberano al Pacífico en varias tratativas desde 1910. El Secretario de Estado de Estados Unidos, Frank Kellogg, propuso en 1926 a Chile y Perú otorgar una salida al mar a Bolivia por Tacna y Arica, Chile aceptó y Perú se opuso. Estos dos países resolvieron finalmente la controversia sobre Tacna y Arica mediante la partición de esos territorios en 1929, suscribiendo un protocolo complementario donde decidieron, de darse el caso, acordar conjuntamente un posible acceso soberano a un tercer país. Desde entonces, los bolivianos esperan ya 78 largos años para que ambos países vecinos resuelvan su injusto encierro.

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Reflexionar lo diverso Interculturalidad es nuevamente el tema sobre el que proponemos reflexionar. Los siguientes tres artículos, junto a otros, fueron presentados en el marco del seminario “La interculturalidad en Bolivia”, realizado en las ciudades de Sucre, Cochabamba y La Paz en el segundo semestre de 2006. La construcción de patria y nación, la posibilidad de convivir entre distintos, y los debates y enfoques sobre nuestra diversidad, son los temas puestos sobre la mesa por Paula Peña, Adán Pari y Sarela Paz, respectivamente. Con ellos cerramos la publicación de las exposiciones presentadas en los mencionados eventos, mas no las reflexiones y el debate sobre un tema siempre presente, aunque como nunca vigente. Los tres autores tienen la palabra.


Construyendo la patria y la nación Estamos a tiempo de construir la nación boliviana, diversa étnica y culturalmente, asegura la autora. Sin embargo, advierte que existen riesgos si sólo se piensa en lo local y no en lo nacional. PAULA PEÑA

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de una educación pública y masiva. Mientras que la nación étnica supone la escritora e existencia de una ascendencia común, de investigadora. mitos de origen, de identidad, lengua y Novel miembro de costumbres. La nación étnica convierte y la Academia articula sus elementos de tal manera que Boliviana de la logra una cohesión colectiva. Ambas naHistoria. ciones deben ser construidas. Si la nación es una construcción, podemos aspirar a crear la nación boliviana, en el entendido de que la solución se encuentra no en la realidad sino en el imaginario colectivo. En 1825, la construcción de la nación suponía la construcción de la nación cívica y de la nación étnica. En la construcción de la nación boliviana el territorio era el único espacio capaz de lograr una unificación ante la diversidad social que conformaba el nuevo país. Pero si nos detenemos a analizar este punto veremos que, hasta 1952, el Estado boliviano perdió la mitad del territorio que tenía en 1825. Por lo que es de suponer que las pérdidas territoriales debilitaron de alguna manera el papel unificador del territorio en la construcción de la nación. La representación política es también un elemento importante a tener en cuenta en la formación de la nación. La práctica electoral en el primer siglo de Bolivia no fue participativa. Si bien en algunos departamentos, como en el caso de Santa Cruz, había un alto número de población votante, se tuvo que esperar hasta 1952, cuando se estableció el voto universal. La pregunta a partir de esa fecha ¿pudimos establecer un sistema representativo y una cultura política en los que nos sintiéramos partícipes? La educación es otro pilar en la conformación de la nación. Desde 1825, hasta la Reforma Educativa de 1955, la enseñanza estuvo en manos de las municipalidades, por lo que había mayor vinculación con los contenidos educativos. Sin embargo, a partir de la Reforma se buscó la unificación de los estudiantes y Historiadora,

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ace diez años, este seminario hubiese tenido sentido en la construcción teórica de lo “multi” y de lo “pluri”, hoy, sin embargo, es un espacio que intenta llevar a la práctica la diversidad que todos sabemos que existe, pero que no hemos podido asumir como una gran fortaleza y que nos está llevando a enfrentamientos. Nuestra esperanza de que la Asamblea Constituyente sea un pacto donde se reconozcan las diferencias que sí existen, pero que no dividen ni separan —simplemente nos permiten ser diversos— se esfuman día a día y no vemos consensos sino más bien desencuentros, que nos llevan donde nadie quería llegar. Es por eso que estos espacios son necesarios como oportunidades, sino las últimas si las urgentes por hacer que las diversas miradas sean capaces de conjugar un proyecto superior, la voluntad de mantener un país unido en la diversidad. Por eso, es que pensé en la necesidad de analizar cómo construimos, y cómo estamos construyendo la patria y la nación. No hablo del país, porque creo que el país lo hicimos lentamente, con deficiencias, con muchos obstáculos, pero lo hicimos, y para ello considero necesaria una mirada histórica a este proceso.

II En 1825, se creó la República de Bolivia y, como dice el padre Calzavarini, no se independizó Charcas, sino que se creo un nuevo Estado (Calzavarini, 2006: p.7). Desde ese momento empezamos a construir “la nación boliviana”. Es, justamente, este proceso de construcción de la nación el que no pudimos consolidar. Fue posible hacerlo, y seguro lo es aún, pero debemos reflexionar acerca de ello. Para analizar el problema de la nación en Bolivia, considero importante hacerlo a partir del concepto de Benedict Anderson: la nación como una comunidad imaginada. Y preguntarnos sí se ha desarrollado entre los bolivianos una cohesión, la nación, materializada en nuestro imaginario colectivo. Me parece que en la respuesta a esta pregunta podríamos encontrar algunos puntos de partida para encarar el debate actual. Anthony Smith considera que es necesario analizar la construcción de las naciones a partir de dos planos que se sobreponen en diferentes momentos: la nación cívica y la nación étnica. Para Smith, la nación cívica supone la ocupación de un territorio, el establecimiento de una institucionalidad, de unas leyes comunes e idénticas para todos los ciudadanos y el desarrollo

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Creo que es importante el tema de la identidad boliviana más allá de las diferencias de etnia, de regiones y de clase. La identidad es un hecho consciente y voluntario.


de esta manera se intentó formar ciudadanos profundamente nacionales. En historia se unificaron los contenidos y se buscó desarrollar una memoria colectiva, vinculando el glorioso pasado prehispánico y la república, intentando de esta manera configurar un origen común. Por todo ello, consideramos que la construcción de la nación en Bolivia es más efectiva desde 1952, pero ya fue demasiado tarde. Ya las tendencias mundiales dejaban de lado la homogenización y respetaban la diversidad, las diferencias étnicas y culturales y, sobre todo, daban paso a una nueva forma de derecho: el derecho comunitario. De esta manera consideramos que el debate actual, entre la nación, las regiones y las etnias, tiene como punto de partida el Estado de 1952, que no logró los objetivos de todo Estado moderno: hacer una nación1. En los últimos años, los especialistas y estudiosos de la nación y de los nacionalismos llegaron a algunos consensos entre sus desacuerdos. Tres los fundamentales: 1. Los nacionalismos son fenómenos modernos e inseparables del Estado. 2. La nación es “el producto contingente de un proceso de construcción social y política que tiene lugar en determinados contextos institucionales y sociales” 3. “El concepto de nación deviene, por lo tanto, una categoría práctica más que objetiva o sustancial, destinada a dar cuenta de la percepción política, compartida en la conciencia de los actores, de una identidad colectiva específica nacionalista y por ello, necesariamente, un fenómeno de masas y no de elites” (Máiz, 2003:44) De acuerdo a los anteriores tres puntos, la construcción de la nación se hace de generación en generación. Estamos a tiempo de construir la nación boliviana, diversa étnica y culturalmente, pero capaz de establecer en su imaginario colectivo elementos de cohesión interna. Considero que lo más importante, para lograr este objetivo, es la educación. Y para ello necesitamos enfocar nuestros esfuerzos en la creación de una nueva escuela, incluyente y participativa; no en la escuela única, en la que se impone una visón sobre otras visiones, unas formas de pensar y de entender el mundo sobre otras formas de pensar y de entender el mundo. Es la mejor manera de conocernos y aceptarnos en nuestras diferencias. La perversa propaganda mediática, de un lado y del otro, profundizaron unas diferencias que, como dije inicialmente, son nuestra fortaleza como país.

III La patria es un concepto más abstracto que la nación, pero también es construido. Y tengo la esperanza que seamos capaces de construirlo, ya que hasta el momento los afanes no nos dieron resultado. La patria es el suelo que nos vio nacer y la patria es

chica y grande a la vez, es mi pueblo y es mi país. Cómo ser profundamente patriota, si esa patria me exige desconocer lo que está más cercano o a la inversa, cómo ser patriota si sólo reconozco mi espacio local sin llegar a lo nacional. La patria queda definida, sin lugar a dudas, cuando la selección nacional de fútbol juega un partido internacional. Todos somos profundamente bolivianos en ese momento, somos nueve millones de jugadores, de técnicos y de “opinadores”. Es en esos momentos que nos queda clara nuestra identidad con la “roja, amarilla y verde”. Y cuándo más, ¿el 23 de marzo?, ¿el 6 de agosto?... No supimos concretizar la patria. Pero se juega mucho con la patria, porque en el fondo tiene mucho significado. Cuando se dice “vende patria”, se está aludiendo a un sentimiento más inconsciente que racional y, por ello, puede tener un gran efecto en las masas. En este sentido, creo que es importante el tema de la identidad boliviana, más allá de las diferencias de etnia, de regiones y de clase. No pudimos construir nuestra identidad. La identidad es un hecho consciente y voluntario. Son espacios los que permitirán construirla, reconociendo el mestizaje y las etnias, encontrando lo mejor de sí y generando al nuevo boliviano. Aunque parezca reiterativa, será la escuela el único instrumento que nos permita lograr este objetivo. Por ello, una sugerencia al proyecto de colectivos interculturales: habría que analizar qué idea de patria, de nación y de Bolivia hay en la escuela; porque creo que en ese estudio encontraremos muchas de las claves que se nos piden hoy. Esas claves necesarias para conocernos y reconocernos y, de esa manera, aunque parezca un poco romántico, amarnos. 1 Como afirma Hobsbwan (2000), “Las naciones no hacen Estados y nacionalismos, sino a la inversa”

Bibliografía Anderson, Benedict . Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica 2da. edición Hobssbawn, Eric. Naciones y nacionalismos desde 1780. Barcelona: Crítica Máiz, Ramón. Nacionalismos y movilización política. Barcelona: Prometeo Libros. Mignolo, Walter D. Espacios geográficos y localizaciones epistemológicas: la ratio entre la localización geográfica y la subalternización de conocimiento. Roca García, José Luís. Fisonomía del regionalismo boliviano. La Paz :Plural, 2da edición Rodríguez Ostria, Gustavo. Poder Central y Proyecto Regional, Cochabamba y Santa Cruz en los siglos XIX y XX. Bolivia: ILDIS – IDAES. Sandóval Rodríguez, Isaac. Nación y Estado en Bolivia. Etnias-RegionesClases. La Paz: Editorial Mundy. Smith, Anthony. “¿Gastronomía o geología? El papel del nacionalismo en la reconstrucción de las naciones” en Anthony Smith y Ramón Máiz: Nacionalismos y movilización política. Buenos Aires: Prometeo libros. Quijada, Mónica. “América Latina entre la homogeneización y la diversidad: una reflexión en la longue durée”, en Dalla Corte.

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Encontrarnos y conocernos… para vivir juntos Vivimos una confrontación radical entre diferentes, un escenario que es posible superar si se toman en cuenta tres pasos: encontrarse, conocerse y convivir. ADÁN PARI

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ara nadie es desconocida la situación multicultural de Bolivia, más aún debido a la emergencia de los movimientos sociales e indígenas de los últimos tiempos; mucho más porque la emergencia de estos grupos sociales ha generado un estado de “incomodidad”, alterando una situación de tranquilidad y generando desconfianzas y cuestionamientos. Sin embargo, planteo que estas diferencias “naturales” no son el problema, sino aquéllas que generan las desigualdades, la injusticia y la discriminación, fundamentalmente raciales, económicas y de poder. El tema de la interculturalidad ya es conocido y trabajado, especialmente desde el campo de la educación, la justicia, la medicina, el proceso de descentralización municipal, entre otros; aunque no fue ni es suficiente, eso lo vemos en los recientes problemas sociales que estamos viviendo, una polarización y confrontación radical entre diferentes, situación que nos sirve de marco para discutir el tema. Por tanto, a fin de generar debate, parto de aspectos y lecciones cotidianas; desde la vivencia del mundo indígena, mi mundo, sin hacer demasiada teorización de la interculturalidad, sino tratar de ver cómo se construyen estas relaciones en lo cotidiano, pues lo que necesitamos son ideas y acciones pragmáticas para encaminar este gran proyecto de ser un país diverso, pero que entre lo diverso existan puentes y espacios no de tolerancia sino de convivencia; para ello planteo tres pasos fundamentales, aunque no necesariamente secuenciales: encontrarse, conocerse y… convivir. El encontrarse se plantea como uno de los pasos. En nuestro país, a pesar de estar juntos, no nos encontramos, son múltiples las fronteras que nos separan: límites geográficos naturales (orientales, altiplánicos, vallunos), geopolíticas (potosinos, cruceños, cochabambinos), culturales (aimaras, mojeños, chiquitanos), políticas, económicas, entre otras. El siguiente paso es la necesidad de conocernos. Aquellas fronteras existentes no nos permiten conocernos, no permiten saber quiénes somos ni quiénes son los que están al otro lado. Para que eso suceda es importante la tarea del Estado y sus instituciones administrativas, a través de sus mecanismos se puede tender los puentes necesarios; a través de la educación, de las formas de administración del aprovechamiento de los múltiples canales de comunicación y lenguaje. Luego podremos convivir debido a que nos conocemos, sabemos quiénes somos; los lazos de unión o puentes tendidos nos permiten acercarnos. Esta situación se ve en muchos grupos

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sociales, no sólo indígenas, que por medio de mecanismos sociales (un padrino, especialidad en un compadre, un bautizo, un matrimoeducación nio, un preste) o mecanismos de unión teintercultural rritorial (ayllu, tenta, barrio, comunidad) bilingüe. se cohesionan, son unidades de convivencia, a pesar de sus diferencias, más aun, sus diferencias son diluidas. Educador, con

Encontrarnos En principio planteaba la necesidad de encontrarnos. En el territorio boliviano existimos muchos grupos sociales que no nos vemos; hasta hace poco las acciones del Estado no eran para nada incluyentes, todo lo contrario, no se construyó ni se hizo el esfuerzo de aglutinar estos grupos en torno a objetivos y proyectos comunes, vivíamos cada cual por su lado; si hay pequeños grupos que conviven y se hacen compactos es por la dinámica social propia de las personas que los conforman, mas no, reitero, por un espíritu de construir un país basado en su diversidad. Hasta aquí, a través de las diferentes estructuras de gobierno o de administración estatal, se han ido profundizando las barreras o fronteras que nos separan. Haciendo un repaso general de aquellas fronteras podemos citar, por ejemplo, las divisiones geopolíticas al interior de Bolivia, a primera vista muchos nos identificamos por ser potosinos, cruceños, pandinos, paceños, aunque esto no signifique nada para cada uno de los individuos; por otro lado, es conocido otro factor de separación, el geográfico, por ello algunos somos vallunos, altiplánicos, orientales, amazónicos, chaqueños. Sin embargo, el problema no está ahí, en que uno sea de uno u otro lugar, sino que en torno a ello se construyan estereotipos o se caractericen ciertos rasgos o actitudes que generan discriminación. Particular atención merece el factor étnico como frontera de separación. No sé para cuántos de los bolivianos las culturas indígenas y originarias eran desconocidas hasta hace unos años, probablemente hasta hoy. Cuántas culturas existen, dónde se encuentran, qué características tienen. Como los mencionados, desde otra perspectiva, podemos citar muchos otros factores de separación: la universidad no se encuentra con su pueblo; las escuelas con las comunidades; la justicia con quienes dice ser justa; los gobernantes con sus gobernados; el quechua con el chácobo, con el tsimán. Finalmen-


te, quien sabe tal vez sea necesario reencontrarnos con nosotros mismos, con nuestra identidad, con quienes somos, y preguntarnos adonde vamos. Aquí tengo una experiencia personal que contar. Mi vida ha transcurrido por este camino del reencuentro conmigo mismo; hubo desencuentros entre la escuela y mi cultura, no pude dar continuidad a lo que me brindaba mi cultura; sin embargo, ya en la Carrera de Idiomas de la Universidad San Francisco Xavier pasó algo singular, yo ingresé allí con la idea de estudiar inglés, para ser profesor de este idioma y a partir de ello, quien sabe, hacer alguito más. Sin embargo, una vez allí me enteré que también se enseñaba quechua, entré a algunas clases por curiosidad, para saber qué se enseñaba, y fue el momento del reencuentro. Este aspecto se profundizó debido a un viaje que hice al Ecuador para hacer un postgrado, donde encontré en pleno auge el movimiento indígena, una demanda fuerte del respeto a la identidad, a los derechos de los pueblos indígenas y que fui acompañando con mis clases sobre educación intercultural bilingüe, y aquí estoy metido en el tema, aunque ahora el inglés lo utilice de vez en cuando. Por tanto, es importante considerar este primer paso de encontrarnos o reencontrarnos entre todos los que vivimos en este territorio. Generar espacios de intercambio de ideas, experiencias en todo campo. Ahí el rol del Estado es fundamental, si no se pone las instituciones administrativas al servicio de la sociedad para que generen encuentros, sea a través de la educación, de una oficina pública por medio del manejo de lenguas, de la escuela, de la posta médica, de la policía, de los

En nuestro país, a pesar de estar juntos, no nos encontramos. Son múltiples las fronteras que nos separan. 45


medios de comunicación, o que los eventos sociales sean más plurales y de acogida a esta diversidad, caso contrario seguiremos viviendo en el estado en que estamos en este momento.

Conocernos Buscando una relación lógica entre los pasos del convivir que planteo, el segundo es conocernos, poca importancia tiene que en una oficina haya un aimara y un cruceño, si cada uno vive su mundo no servirá de nada que dicha institución genere espacios de interculturalidad y de equidad; entonces hay que ir más allá, a que estos individuos, en ese espacio pequeño, se conozcan, interactúen, pero por acción y obra del gerente y de los mecanismos de esa oficina, en el nivel macro, por el Estado. Aquí traigo un ejemplo concreto de cómo en los ayllus, modo de sociedad en la que se vive en mi comunidad, se genera un fuerte proceso de conocimiento y convivencia. Las estrategias o mecanismos para que ello suceda son variadas y tienen múltiples formas, aunque muchas de ellas no son exclusivas; debido a la dinámica de las culturas, se han socializado en múltiples espacios, incluso citadinos. Por cualquier motivo, sea éste de matrimonio, migración u otro, cierta persona llega al ayllu, una vez que eso sucede, se le hace conocer a todos por medio de una reunión o fiesta social. A partir de ese momento se le ayuda y entrega responsabilidades comunitarias, por ejemplo, producir, se le entrega el terreno que le corresponde, por parte suya o de la esposa; otra vez, mediante mink’as, ayni u otras modalidades se le presta ayuda; así, sucesivamente, hasta que con el tiempo asume más y más responsabilidades hasta pasar cargos políticos (jilaqata, curaca, junta, originario) prestes; tiene luego ahijados, es padrino de matrimonios, de bautizos, al final es uno más de la comunidad y así se renueva el ciclo. Como en el ejemplo anterior, para que este momento de discusión sobre interculturalidad no sea nada más que teórico y de discurso, voy a tratar de hacerme conocer como individuo y como indígena quechua, qué cosas deberían conocer de esta cultura, lo mismo se debe hacer con todas las características, elementos, conocimientos que tienen los diferentes grupos sociales, porque todos construyen conocimientos culturales, todos son generadores de cultura; entonces, conociendo todo ese bagaje, podemos utilizarlo en algún momento, lo que nos llevaría a convivir mejor y, como dicen en términos modernos, tener calidad de vida.

Fuentes y formas de conocer lo quechua La oralidad o la tradición oral La falta del desarrollo de la escritura por parte de las culturas indígenas y originarias no ha sido una condicionante para que no puedan desarrollar y generar una serie de conocimientos. La oralidad se define como: “la fuente viva de transmisión de las leyendas y hechos de la comunidad” (Roa Bastos 1974, citado en Melià 1998) en el entendido que:

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“(a través) del cultivo de la oralidad y de las capacidades cognitivas y verbales asociadas con ella, contribuirán a asegurar la continuidad de una práctica social importante para la reproducción de los pueblos originarios a través de la perpetuación de sus tradiciones etnoliterarias y de la recuperación de su memoria histórica a través de la modalidad más directa y personal que la escritura (ETARE 1993:16) Son numerosas las investigaciones y publicaciones que incursionaron en este campo, por tanto ya se cuenta con un bagaje relativamente amplio, aspecto que está contribuyendo a la revalorización del conocimiento andino. Entre algunos trabajos importantes podemos citar el de Juan Carlos Godenzzi (comp.), Tradición oral andina y amazónica; de Regina Harrison, Signos, cantos y memoria en los Andes; muchos trabajos del Taller de Historia Oral Andina (THOA); de Elvira Espejo, Ahora les voy a narrar; de Carmen Escalante y Ricardo Valderrama, la autobiografía de Gregorio Mamani y Nosotros los humanos; de Vincent Nicolas, Ayllusninchismanta parlarispa. En consecuencia, ésta puede ser una fuente rica para conocer las culturas indígenas y originarias.

Poca importancia tiene que en una oficina estén un aimara y un cruceño si cada uno vive en su mundo. Los sabios, bibliotecas vivas Quiero contextualizar la razón por la que identifico a los sabios indígenas como una fuente del conocimiento quechua. No hubieron universidades como las que actualmente conocemos. El ser andino no ha pasado por los rituales de la graduación de licenciados o doctores; sin embargo, se ha mantenido la creación y generación de conocimientos a través de personas que, por un lado, heredaron estos conocimientos y lo fueron transmitiendo de generación en generación, o se dedicaron al estudio y comprensión particular de todos los objetos existentes del mundo andino; debemos recordar que cuentan con el reconocimiento de su propia comunidad. Es por ello que en todas las culturas existe un tipo de personas que recibe una serie de denominaciones, según campos o categorías de conocimientos, podemos enumerar a los yatiri, yachaq, jampiri o kuka qhawaq. Una característica principal de la forma de adquisición del conocimiento es que no sólo pasan por el análisis y el estudio profundo de las cosas, sino, en muchos casos, reciben los dones de la naturaleza o son los “elegidos por los seres sobrenaturales”. Es por ello que se dice que a muchos de ellos, para que lleguen a ser tales, les ha caído el rayo o han nacido bajo la tutela de algún astro o wak’a importante; por eso es que los mejores yatiris van a Tata Bombori ca-


da 25 de julio a fin de renovar su fuerza, o su capacidad curativa; en algunos casos, las personas identificadas desde el mundo occidental como discapacitadas poseen estas cualidades altamente compensatorias. Este campo es valorable en este momento en que los pueblos indígenas demandamos una forma de vida acorde a nuestras necesidades y características socioculturales, exigimos que de este proceso participen los sabios de las comunidades en los diferentes espacios sociales, pues ellos podrían guiar un proceso de fortalecimiento de nuestra identidad. La naturaleza y la vida cotidiana De acuerdo a la filosofía del mundo andino, la naturaleza es concebida como otro ser vivo con enorme influencia o, mejor dicho, en estrecha interrelación con el ser humano, de manera que la misma guarda atributos del ser humano y viceversa; por ejemplo, la naturaleza está categorizada entre elementos macho y elementos hembra; es posible dialogar con ella, es posible escuchar y leer la naturaleza, animales, plantas, fenómenos o el universo entero. En primer lugar, esta forma de entender o concebir la naturaleza hace de ella otra fuente de conocimientos, al igual que de los sabios, pues al convertirse en otro ser vivo es posible recibir sus enseñanzas a través de diversas señales o códigos, los mismos que rigen la vida del ser humano andino. Tienen enorme influencia en el comportamiento, en la forma de pensar y hacer las cosas. Enumeraremos algunas de ellas: – Hay aves que anuncian sucesos o hechos: el waychu, el wichiku. – Hay otro tipo de animales que anuncian ciertas cosas negativas: como la ch’usiqa, el zorro, el pitilku, el juku. – Hay anuncios o señales de algunos elementos, plantas o animales que predicen el tiempo, con incidencia en el manejo agrícola: si las pariguanas hacen su nido muy cerca del nivel del lago habrá poca lluvia, caso contrario, mucha; si por el mes de agosto primero aúlla el zorro antes que los truenos, será época seca. – Cuando está lloviendo, si al caer las gotas hacen burbujas en los charcos, o las aves se mojan, significa que habrá más lluvia. En segundo lugar, esta concepción de relación intrínseca entre el ser humano y la naturaleza presume que a través de ciertos ritos o actitudes se pueda controlar o anticipar algunos de sus fenómenos o comportamientos; por ejemplo, hay posibilidades de generar lluvia, de cesar el viento o desviar el granizo; pero también, por cierto tipo de actitudes negativas del ser humano, los mismos fenómenos pueden convertirse en hechos negativos. En tercer lugar, como se sabe que la naturaleza ejerce una enorme influencia en el ser humano se generaron formas de cuidado del medio ambiente, aunque para algunos sean simples creencias; por ejemplo, de mis padres siempre escuché que no debían matar a los sapos porque sino sufriría dolor de espalda, a

simple vista esto no parece ser cierto, sin embargo, conociendo que la naturaleza y todos los que formamos parte de ella somos interdependientes, es decir que vivimos en cadenas de ecosistemas, podemos fácilmente entender que si sacamos al sapo de una de estas cadenas sufriremos algún efecto: la plaga de algunos insectos que controla este animal. Los mayores siempre recomiendan a los niños que no deben jugar en las vertientes de agua “ama pukyupi pukllankichu”, porque “pueden aparecernos y llevarnos los duendes”, podemos preguntarnos si los duendes existen, como no encontramos pruebas de ello concluimos que la anterior advertencia es una creencia; pero veamos desde el otro lado, para todos es sabido que el agua es uno de los elementos vitales del ser humano y que a través del buen o mal manejo de ella podemos sufrir consecuencias graves tanto de salud como de sobrevivencia.

Mi vida ha transcurrido por este camino del reencuentro conmigo mismo; hubo desencuentros entre la escuela y mi cultura, no pude dar continuidad a lo que me brindaba esta última. Finalmente, para cerrar este subtítulo, podemos mencionar otro campo de conocimientos generado de la vida cotidiana, en cuanto al uso y aprovechamiento de los elementos que brinda la naturaleza: saber por la experiencia si un tipo de tierra es buena para la siembra de un tipo de producto u otro (la haba lamphaya produce bien en tierra gredosa), que si un tipo de greda es buena para cierto tipo de cerámica, o algo más complejo, saber qué tipo de medicina o planta es buena para una u otra enfermedad. Así podemos enumerar y categorizar un campo vasto de conocimientos (de la sociología, de la historia, de las ciencias naturales, de la economía) que no necesariamente se generaron ni transmitieron en universidades ni escuelas, pero que nos permiten vivir, no sólo vivir, sino vivir bien.

… para vivir mejor Hay muchas cosas que podemos conocer e intercambiar para que esta vida entre diferentes sea más llevadera, de múltiples opciones y oportunidades. Planteo algunas de ellas, desde el punto de vista de los principios que rigen la convivencia dentro del mundo quechua. En síntesis, se trata de aprender y desaprender, reformulando modelos de relaciones, de vida, del planteamiento de lo social, lo económico y de otros campos.

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En el campo social sería interesante entender la dualidad, es decir que no hay elementos individuales sino pares En el campo social, sería interesante entender la dualidad, esto significa que no hay elementos individuales sino pares que hacen una unidad indisoluble; este concepto se expresa plenamente en el lenguaje: janan-urin, qhari-warmi, chiri-q’uñi, jatun-juch’uy, yuraq-yana; a partir de estos principios, por ejemplo, se clasificaban las plantas, se organizaba el espacio, los animales y otros elementos culturales. Por otro lado, tenemos la complementariedad, “la especificación de los principios de correspondencia y relacionalidad. Ningún ente y ninguna acción existe ‘monádicamente’, sino siempre en co-existencia con su complemento específico” (Estermann, 1998), esto puede deducirse, por ejemplo, por la articulación que hacen de los conceptos de tiempo y espacio. El concepto de reciprocidad es considerado fundamental en las relaciones sociales, no se puede recibir sin dar, ni viceversa, tiene que ser recíproco, ahí es donde se integran a su vez estos tres conceptos. Por ende estamos frente a un modelo distinto de concepción de vida, de ser y sociedad que generó el pueblo quechua, una concatenación de elementos materiales y espirituales (Troll y Brush; 1987) Por otro lado, desde el punto de vista económico se requiere de un replanteamiento de enfoque basado en este conocimiento de la diversidad sociocultural. Por ejemplo, el concepto de desarrollo concebido desde la visión occidental hace referencia solamente al nivel de desarrollo económico, por tanto, mientras más capital acumulado y crecimiento favorable del PIB, se considera un país más desarrollado. Sin embargo, deja de lado el papel del ser humano como también de la naturaleza, son considerados solamente como recursos, la naturaleza como un reservorio de materia prima dispuesta a ser explotada y transformada por la más moderna tecnología y por la capacidad de trabajo del ser humano. En este modelo de economía y desarrollo está ausente el concepto de reciprocidad, el de dar y recibir; solamente se considera que unos deben donar y regalar, y otros sólo recibir. En consecuencia, en esta forma unilateral de pensar el desarrollo, se deja de lado la formación integral de las personas,

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que hacen una unidad indisoluble. Este concepto se expresa plenamente en el lenguaje: janan-urin, qhari-warmi, chiri-q’uñi, jatun-juch’uy, yuraq-yana. obviando la parte afectiva y trascendental, enfatizando solamente en la formación intelectual y en las habilidades y destrezas, aspectos que los quechuas tienen muy en cuenta, por tanto su cosmovisión es más integradora de todos los elementos que conforman una cultura, tanto en la relación hombrenaturaleza como en la concepción del ser humano como ente social, se vela porque todos los miembros de una determinada comunidad estén o vivan bien, en armonía, tanto en términos económico-productivos como espiritualmente, en su relación con el cosmos. “Lo económico, comprendido en su amplitud conceptual andina, abarca la integridad total de las relaciones de producción, transformación, distribución y consumo de bienes requeridos por una comunidad humana”. Ejemplifiquemos esta definición. En la etapa de producción, tanto en la siembra como en la cosecha y en los otros procesos agrícolas participa toda la comunidad a través de la mink’a y el ayñi; de igual manera se considera que la producción del año está bajo la tutela de los dioses (por eso se hace la q’uwa, wilancha y otros rituales) y de la autoridad principal de ayllu, el kuraka; por tanto, cuando se cosecha, parte de la producción simbólicamente se devuelve, se retribuye al kuraka cuando éste pasa la fiesta. Bajo este concepto de desarrollo la naturaleza es considerada como parte fundamental para la vida de “todos” (interdependencia), por tanto, “todos” tienen vida (árboles, piedras, seres humanos, animales), de manera que no se puede atentar fácilmente contra ellos, más al contrario, se rinde culto y se deifica los elementos más importantes de la vida como la luz, el agua, el aire y la tierra.


Reflexiones, debates y enfoques sobre interculturalidad ¿A qué llamamos interculturalidad, a una situación dada, una situación deseada o a una propuesta de cómo debemos relacionarnos entre diferentes? SARELA PAZ

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l propósito de este artículo es debatir sobre el término de interculturalidad en relación con el conflicto social. Para ello no buscaré la génesis de la categoría, sino más bien reflexionaré sobre los usos y conceptos que se ha dado en el marco de las últimas transformaciones constitucionales, incorporando la reflexión de intelectuales o dirigentes del movimiento indígena. Identificaré, luego, los aspectos que deben tomarse en cuenta para una reflexión más compleja de la interculturalidad. ¿A qué llamamos interculturalidad? ¿A una situación dada, una situación deseada o a una propuesta de cómo debemos relacionarnos entre diferentes? Muchos consideran que el término de interculturalidad corresponde a una realidad plural antigua en países como Bolivia, Guatemala, Ecuador o México (Albó 2001, Alvarado 2002) y que a raíz de las movilización y reivindicación de organizaciones indígenas de Ecuador y Bolivia en las décadas del 70 y del 80, la connotación del término tomó un carácter político que fue tiñendo las transformaciones constitucionales llevadas a cabo por ambos países durante la década del 90, sobre todo en lo que se refiere al tema de derechos indígenas. Autores como Xavier Albó consideran que el debate y reflexión sobre interculturalidad contribuye a cambiar una situación de la condición multiétnica y plural de Bolivia, condición que se vive debido al establecimiento de una hegemonía criolla dominante que no reconoce este hecho empírico (2001:3). Cambiar las condiciones peyorativas de la situación multiétnica tiene relación con las movilizaciones desatadas por los sectores que son objeto de discriminación cultural. Por ejemplo, a fines del 60, y sobre todo en la década del 70, nos encontramos con el surgimiento de un katarismo vigoroso que hace contribuciones sustanciales al debate intercultural como un dilema no sólo cultural, sino de orden político. Por otro lado, Bolivia es testigo de la emergencia indígena en tierras bajas, que desatan

¿Cuál el concepto de interculturalidad que está en juego cuando destacamos indicadores de reconocimiento que aparentemente transformaron la sociedad boliviana?

transformaciones importantes en la sociedad y en la comprensión de lo interCandidata a doctora cultural. en antropología Xavier Albó evidencia algunos indicasocial, CIESAS, dores de cambio y transformaciones una México. vez que estas movilizaciones articulan objetivos y se materializan en las esferas institucionales de la sociedad boliviana. En 1989 tenemos en el parlamento la primera diputada de pollera, Remedios Loza; en 1991 el gobierno de Paz Zamora ratifica el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y a raíz de ello se abren las posibilidades de avanzar en el tema de derechos indígenas, reconociéndose sus territorios en algunas regiones del Oriente, a través de la figura de decreto supremo; en 1993 tenemos un vicepresidente indígena; en 1994 se aprueba la Ley de Reforma Educativa con enfoque intercultural bilingüe, considerada como una de las más avanzadas en sus principios interculturales (Walsh 2001). Nuestro autor destaca además las elecciones municipales de 1995 bajo el amparo de la Ley de Participación Popular, evento que muestra resultados donde un contingente importante de concejales y alcaldes son originarios (2001:3); a su vez, en 2002, en las elecciones nacionales la presencia indígena es vigorosa, por los resultados de dicha contienda se transforma cualitativamente el parlamento. Indicadores de la transformación institucional en las esferas estatales muestran también el proceso a través del cual la atención pública sobre temas indígenas y étnicos se desplazó y creció desde el Instituto Indigenista pasando por la Secretaría de Asuntos Étnicos, hasta cuajar en la figura de viceministro y ministerio. A este escenario —local y nacional— debemos sumar un contexto, por lo menos regional de la década del 90, que se caracteriza por un conjunto de conflictos y transformaciones sociales que están evidenciando condiciones políticas específicas y una situación de relaciones de fuerza en las que se realiza el debate y la comprensión de lo intercultural. Por ejemplo, el surgimiento del zapatismo como parte de un reclamo de los derechos políticos de los indígenas, pero a su vez como respuesta al advenimiento del Tratado de Libre Comercio (TLC), firmado por Salinas de Gortari; o los vitales levantamientos indígenas en el Ecuador que están muy relacionados con el cambio de las formas de gobierno de dicho país. A su vez, la notable presencia de parlamentarios indígenas en Colombia y el reconocimiento amplio de derechos que se hacen a los resguardos. Incluso llama la Socióloga.

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atención que en un país como Chile se desarrollaran movimientos indígenas de mapuches y aymaras que articularon un conjunto de demandas sobre su diferencia cultural. Las transformaciones mencionadas se desarrollan dentro de una agenda política del reconocimiento a la diversidad cultural, donde gobiernos y organismos internacionales confluyeron para diseñar los marcos en los cuales puede ser estructurada la diferencia y, a su vez, cómo esta diferencia puede convivir con un achicamiento de las funciones del Estado en las esferas productivas y de servicios. Por otro lado, hubo un claro desplazamiento en los análisis de la condición de clase social como categoría casi exclusiva de conocimiento de las colectividades hacia categorías de orden más culturalistas, indagándose con más fuerza elementos de identidad y capitales simbólicos en juego en la construcción de los actores sociales, en la formación de alteridades, en las formas de invención que se hace del “otro”. Es decir, nos detuvimos a dilucidar con más cuidado las bases constructivas de la identidad y la diferencia, no sólo con fines académicos sino también políticos; politizamos la diferencia porque su conocimiento no se desprende de las acciones reivindicativas de quienes luchan por su conocimiento, herencias en la política del movimiento indigenista, feminista y negro.

Entre diferentes* ¿Cuál el concepto de interculturalidad que está en juego cuando destacamos indicadores de reconocimiento que aparentemente transformaron la sociedad boliviana? Xavier Albó nos dice que “existe ya una forma de interculturalidad, siempre y cuando se desarrolle alguna relación entre personas o grupos humanos de una cultura con referencia a otros grupos culturales (…) Esta relación es negativa cuando conduce a anular o reducir al grupo distinto, sea por eliminación física (cómo en conflictos recientes del Viejo Mundo), o por una asimilación forzosa a la cultura dominante (…) La intercultura-

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lidad que aquí propugnamos es otra, la positiva. Empieza con la aceptación y respeto de lo y los culturalmente distinto(s), percibidos ya como iguales en validez y derechos” (Albó 2001:4). Sin embargo, para hablar de interculturalidad no basta una aceptación de lo diferente, una situación de tolerancia mutua, es necesario intercambiar el potencial que hay entre los diferentes, requerimos avanzar hacia un segundo paso que está referido a tomar en serio los aportes y valores de los distintos, para con ello construir un tejido común de reconocimiento y enriquecimiento (Albó 2001, Alvarado 2002, Walsh 1999/a). ¿De qué depende que la relación entre diferentes sea positiva o negativa? Siguiendo a Albó encontramos que una visión favorable o desfavorable sobre el “otro”, el “diferente”, depende en gran medida de las construcciones de alteridad que se arraigaron en nuestras sociedad y que se viven como trauma cuando estas visiones son de negación de la diversidad, pero el desarrollo y promoción de actitudes positivas puede acabar modificando lecturas negadoras de la alteridad. “Este proceso puede empezar siendo una actitud de apertura al y a lo distinto, pero a la larga, si se toma en serio, acabará modificando también las concepciones, acciones y estructuras en cualquiera de los ámbitos culturales (…) La interculturalidad positiva debe llegar a penetrar todas las estructuras de nuestra sociedad” (2001:4)

El problema central no radica en las nociones que tengamos de lo intercultural ni en la pertinencia generada por una política pública que atiende la diferencia, sino más bien en las condiciones políticas donde se realizan los principios de la interculturalidad. Otros autores, como Xavier Medina, consideran que la interculturalidad tiene que ver con los principios de comprensión cultural que están en juego en la sociedad boliviana. Ejerciendo una visión de dualidad, el autor identifica un esquema explicativo donde se dan relaciones entre la civilización occidental y la civilización amerindia. Si la civilización está marcada por la exclusión en los principios de identidad y, por consiguiente, del tercero excluido, el eje de la interacción está dado por la civilización occidental; en cambio, si la dualidad es pensada en términos incluyentes, donde la relación de opuestos es de complementariedad antes de contradicción, y de un tercero incluido, la base de la interacción está dada por la civilización amerindia (2001:5)

El paradigma dual de la civilización occidental, continúa Medina, es el que hegemoniza las relaciones; por ello, para pensar en términos de interculturalidad necesitamos disolver dicha dualidad: “aplicar un modelo no dualista de tipo cuántico a las relaciones entre la civilización occidental y la civilización amerindia” (Medina, 2001:5) y lograr un complejo de interacción entre civilizaciones que se articulan en tiempo y espacio con distintos principios y, a su vez, ampliándolos. Así, la veta occidental caracterizada por ser patriarcal, logocéntrica, newtoniana y cartesiana, deberá ser alimentada por las savia amerindia de carácter místico, semiocéntrico, animista y holista. Ampliar los principios supone que en los espacios de convivencia municipales prime lo comunitario, lo amerindio y, a la vez, se cultive el derecho a la disidencia como factor subordinado, como polaridad opuesta. Lo propio en los factores nacionales e internacionales donde prima el principio individualista deberá cultivarse el derecho a la solidaridad como elemento subordinado (idem:17) Desde mi perspectiva, en estas lecturas la comprensión de la interculturalidad queda atrapada en un problema de actitud que deberá diseminarse en las instituciones del Estado, en un caso, o en la aplicación de una visión dualista pero incluyente, en otro, reduciendo los términos de relacionamiento entre diferentes a construcciones de alteridad positivas o negativas, siendo las últimas susceptibles de transformación a través de la promoción de visiones positivas que cambiarán actitudes. Pero ¿qué factores son los que determinan visiones de aceptación o negación del “otro”? ¿De qué depende que un modelo no dualista o dualista inclusivo, oriente las relaciones culturales en Bolivia? ¿Cuánto nos ayuda a entender las relaciones entre diferentes un modelo cuántico que concibe a la civilización occidental y amerindia como estructuras separadas en sus principios? Considero que en buena medida la explicación de las diferencias tiene una profunda raíz colonial que se relaciona con una hegemonía criolla dominante, como menciona Albó, pero ello no es un problema de actitud hacia el “otro”, de la forma negativa en que se comprenden las alteridades o los principios de diferencia de las civilizaciones occidental/amerindia, sino más bien son factores seculares que estructuraron la relación entre diferentes en términos de un sistema de dominación; por tanto, una lectura de interculturalidad que pone énfasis en la temática de actitudes no tiene una visión clara sobre el rol que juega el conflicto y el poder en la constitución de relaciones entre diferentes; es decir, carece de una teoría del poder. Además, debemos enfatizar, como nos recuerda Bourdieu (1999 - 2000), que las diferencias sociales y culturales de una sociedad que está atravesada por relaciones de dominación, se convierten en sistemas de clasificación social que permiten, efectivamente, construir identidades, pero a la vez diferencias, que son usadas para ejercer el poder. Así, las diferencias entre hombres y mujeres indígenas y no indígenas, negros y blancos sirven para ejercer la distinción y la distinta ubicación de los sujetos en un sistema de relaciones sociales. Por ello, a la par que

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La época nos muestra que estamos ejerciendo la interculturalidad y el reconocimiento a la diferencia en nuestra comprensión de interculturalidad no pude desentenderse del conflicto y las relaciones de poder, a su vez, no puede ser solamente comprendida desde una lectura de la identidad, sino también desde la diferencia. La importancia de lecturas como las de Albó radica en que son fuente de inspiración y han orientado una buena parte de las reformas constitucionales desarrolladas en América Latina. En el caso de Bolivia y Ecuador, la intencionalidad se la propone como un principio ético/político que orienta las expectativas de construcción de lo diverso, y para muchos va más allá del multiculturalismo anglosajón. Mientras el multiculturalismo nos permite avanzar hacia una concurrencia social conducida por una visión de tolerancia (Walzer 1994, 1998), la interculturalidad busca una articulación de un tejido entre diferentes (Albó) 2001), una convivencia que supera la coexistencia cultural y enfatiza la interacción en la diversidad (Alvarado, 2002), convirtiéndose en un proyecto político que moviliza sectores campesinos indígenas (Walsh, 2002, Schiwy 2002, Cárdenas 2001)1.

Condiciones políticas ¿Qué nos dicen los líderes y dirigentes sobre la interculturalidad? Tomando como base los supuestos planteados por Xavier Albó, Guido Chumirai, líder guaraní, considera que la interculturalidad es un marco de convivencia entre diferentes marcada por el respeto. Pero la función política más importante de lo intercultural está en que permite conocer la alteridad, es decir, permite conocer al “otro”, al karai2, según la lectura guaraní. “El enfoque intercultural es el respeto a la cultura, está enmarcado en ciertos parámetros, ¿qué puedo enseñar yo sobre lo que sucede en la ciudad?, ¿cómo es el comportamiento del otro frente a mi comportamiento?, en lengua materna yo debo conocerme y, a su vez, entender cómo funciona el mundo. Es un estudio de lo que sucede en el otro mundo y en el mío. Ese conocimiento no existe en el niño guaraní después de 11 ó 12 años de escolaridad, el niño no tiene conocimiento de los externo, entonces, cuando sale a otro colegio de Gutiérrez, sale con miedo”.3 Desplazándose de la visión de convivencia y enfatizando el marco del conflicto y el poder, Simón Yampara, líder aymara e intelectual sociólogo, considera que la interculturalidad en la última década está más relacionada con la aceptación del reconocimiento por parte de la hegemonía, situación política que busca cooptar valores culturales andinos como una estrategia de continuidad colonial. Si bien el principio básico, para este líder campesino indígena, es el diálogo entre distintos modos de saber, diálogo en condición de equidad, respetando los derechos y la cultura; no podríamos cultivar la interculturalidad como política de relacionamiento entre culturas si las condiciones entre los diferentes son inequitativas, si hay desconocimiento, “lo que para nosotros es una especie de ‘sublimación’ de la colonización, puesto que no hay condiciones de equidad, menos de diálogo de saberes y conocimientos que son presupuestos básicos

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un contexto político donde el neoliberalismo es hegemónico, donde la organización productiva ha sido liberada al libre mercado. para tejer un proceso de interculturalidad entre pueblos (…) lo demás es balbuceo (…) tal vez para satisfacer ciertas exigencias de las agencias de cooperación (2001:29). Si las condiciones en las que se intenta realizar una propuesta de interculturalidad se caracterizan por ser excluyentes, discriminatorias, de relaciones asimétricas en la administración territorial, este principio político seguirá jugando un rol de asimilación del “otro” y, antes que generar diálogo, será productora de conflictos entre culturas. Para el autor, los marcos de la interculturalidad son escenarios de conflicto que puede ser corregidos a través de políticas estatales que promuevan equidad de oportunidades, de derechos, y produzcan simetría en las relaciones de poder; una política de descolonización que permita socializar la interculturalidad, no sólo entre los pueblos indígenas sino también en la élite boliviana, superando los procesos de inquisición civilizatoria occidental (Idém:30) Me interesa resaltar un aspecto que señala Simón Yampara en el tratamiento que hace de la interculturalidad, si bien la concibe como una relación de diálogo entre diferentes —coincidiendo con Albó—, la posibilidad de ello es casi nula, porque el contexto donde se realiza la interculturalidad es un contexto marcado por relaciones de conflicto y asimetría de poder, siendo las bases constitutivas de este hecho las relaciones coloniales que estructuraron las formas de exclusión de la diferencia cultural. La superación del dilema se puede gestar con una política estatal que descolonice y promueva equidad de condiciones. Con estos argumentos, ¿podemos suponer que el desarrollo de una política pública que atienda la diferencia permitirá superar el conflicto y la asimetría de poder? Planteo que el problema central no radica en las nociones que tengamos de lo intercultural ni en la pertinencia generada por una política pública que atiende la diferencia, sino más bien en las condiciones políticas donde se realizan los principios de la interculturalidad. Estas condiciones son las que marcan el compás de los logros, la posibilidad de construir bases plurales verdaderamente fértiles para pensar en una sociedad que acepta su diversidad; en otras palabras, la interculturalidad es una intención política que se realiza en un campo de relaciones de fuerza, y no podemos reflexionarla al margen del conflicto y del poder. El análisis debe llevarnos a ubicar el peso específico del conflicto y del poder; pero, además, la condición diferenciada que se presenta cuando la interculturalidad forma parte de la retórica oficial. Así, la interculturalidad no sólo puede ser evaluada como un principio que acompaña la movilización o reinvidicación de los


movimientos indígenas, sino también como parte de una política pública de reconocimiento en Bolivia. Nuestro balance deberá tomar en cuenta, por tanto, dos aspectos: Primero, la interculturalidad, al volverse parte de una retórica de política pública está institucionalizando las formas en que puede existir la diferencia y abriendo espacios de intervención donde el Estado se vuelve el conductor de las relaciones entre diferentes y la entidad privilegiada para regular sus interacciones controlando y desmovilizando el potencial político de dicha propuesta. Su oficialización destaca una condición de relaciones de fuerza donde el Estado acceda a un lugar privilegiado en la lucha por la nominación y clasificación social4. Segundo, como política pública que promueve atención a la diferencia consolidó sectores privilegiados, sectores de la subalternidad diferenciada que empezaron a beneficiarse de la política pública a través de la figura de discriminación positiva, generándose con ello procesos importantes de diferenciación y movilidad social5. Como menciona Benjamín Artidi (2002), el avance generalizado de la política de la diferencia en los Estados modernos ha cambiado el contenido y los alcances de las luchas reinvidicativas de movimientos feministas, negros, migrantes musulmanes a los países europeos. Su contribución a una visión plural de la democracia es un factor que debemos empezar a evaluar, desde una posición crítica y con elementos de procesos ya dados.

Doble juego La época nos muestra que estamos ejerciendo la interculturalidad y el reconocimiento a la diferencia en un contexto político donde el neoliberalismo es hegemónico, donde la organización productiva ha sido liberada casi en su plenitud al libre mercado. Interculturalidad y reconocimiento son principios políticos que se desenvuelven de forma subordinada a los objetivos neoliberales de la política y la economía; por ello, jugando un rol de legitimación de democracias que esconden agudos procesos de diferenciación económica, social y, como diría Zizeck (2002), el anonimato del capital global. ¿Cuál será el peso específico del poder y el conflicto en la interculturalidad? Siguiendo a Catherine Walsh, vemos que no podemos pensar y reflexionar sobre interculturalidad al margen de los procesos de hegemonía, porque con ellos vamos a entender la interculturalidad dentro de un entramado de intereses donde la diferencia cultural sea parte de un juego de poder y dominación que desate conflictos en la sociedad (2002:118). Si nos acercamos a esta noción de interculturalidad, una tarea importante es analizar la diferencia cultural en su contenido histórico, social, económico y el rol que está jugando en las estructuras institucionales del Estado, visualizando el conjunto del significado que se pone en juego. Reiterando lo mencionado, parte de estos significados es la movilización política de los sectores discriminados que conquista derechos, evidencia también procesos de lucha subalterna que intenta romper con la historia hegemónica de las culturas dominantes; a su vez, intenta reforzar identi-

dades tradicionalmente excluidas, pero también forma parte de los procesos de movilidad social generados por las exigencias educativas y la especialidad laboral del neoliberalismo. Todos y cada uno de estos significados se realizan en un contexto de relaciones de fuerza. La heterogeneidad de sentidos evidencia diversidad de direcciones, de intereses, puntos de tensión que destacan intencionalidades distintas. A raíz de ello, me adscribo a una lectura de interculturalidad como campo de batalla, un espacio semántico que evidencia luchas simbólicas entre sectores, disputando temas de derecho, de diferencia, de identificación cultural; un espacio donde se ha politizado la diferencia y se busca un acceso a la igualdad ratificando esa diferencia. Hay un desplazamiento que debemos destacar, por lo menos en aquellos países donde la interculturalidad forma parte de las luchas indígenas. Como acción reivindicativa centrada en una búsqueda por consolidar lo propio como identidad, las luchas políticas del movimiento indígena/campesino de países como Bolivia y Ecuador posibilitaron la ampliación de su significación al conjunto de la sociedad y, con ello, la interculturalidad juega un rol importante en la profundización de la democracia, constituyéndose en un elemento que forma parte de las nociones de bien común en dichas sociedades.

La otredad neutralizada denota un proceso de apropiación de los diferentes por la hegemonía porque reconoce lo subalterno dentro de su eje discursivo y lo subordina a sus intereses. Sin embargo, nuestro fenómeno lleva una paradoja. A la par que es un paso importante para construir bases de instituciones plurales, es también una estrategia de doble juego en el sentido que promueve la diferencia pero a la vez la debilita, socava su movilización y resistencia. ¿De qué manera? La figura de lo pluri y multi, de la diversidad en la unidad, tiende a alejarnos de los conflictos sobre la dominación y el poder y hace las veces de ocultamiento de dominaciones seculares, alejándonos de una visión de otredad como constitutiva de lo plural en la democracia. Como nos dice Walsh (1999:14-15/b), esa tendencia marcada en los últimos años de tomar al “otro” indígena en su versión folclórica, antropologizarlo y regionalizarlo en su diferencia lingüística y cultural, presentándolo como parte de la tradición histórica, como cuerpo cultural rígido, identificable, fijo, distintos a la cultura nacional, nos acerca mucho a una noción de otredad susceptible de formar parte de un programa liberal. Es una otredad neutralizada, en términos de Zizek privada de una sus-

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Si reconocemos que lo intercultural no sólo forma parte de las luchas subalternas o de la heterogeneidad de tancia, un otredad regulada que está aportando a la construcción de un orden mundial post Estado-nación en la medida que desata un proceso inverso a la temprana constitución de los Estados nación; es decir, el desarrollo de una etnización de lo nacional como reacción al mercado mundial (1998:168).

la población boliviana, sino también de las diferencias oficiales, entonces estas diferencias culturales tienen relación directa con la diferencia colonial

Lo indígena La otredad neutralizada denota un proceso de apropiación de los diferentes por la hegemonía, porque reconoce lo subalterno dentro de su eje discursivo y lo subordina a sus intereses. Así, por ejemplo, en el proceso de elaboración de la demanda de Tierra Comunitaria de Origen (TCO) baure, encontramos importantes indicios que develan rigidez en el tratamiento de las identidades. La TCO baure es una demanda territorial ubicada entre los ríos Mamoré e Iténez (ambos afluentes del río Madera, principal tributario de Bolivia al Amazonas), en lo que se denomina la parte central de la llanura amazónica boliviana. Una de las características no resueltas en la solicitud territorial de este pueblo es la condición “indígena” que requiere asumir como categoría de pertenencia cultural, categoría que los habilitaría a demandar un área territorial. En el proceso de elaboración de su demanda, las comunidades perteneciente a dicho pueblo se dividieron entre: a) quienes querían ser parte de la denominación “pueblo indígena”, y b) quienes querían ser considerados como campesinos. Esta división no obedece a que se dieron procesos históricos distintos en las comunidades, sino que la acepción “campesino” forma parte de una conquista local en el período de la Reforma Agraria y, a su vez, denota una relación no servil con los ganaderos de la zona. A la comunidad baures le costó quitarse el estigma de “indígena”, sujeto incivilizado y, además, objeto de relaciones gamonales. Como parte de los pueblos amazónicos que vivieron en prósperas misiones jesuitas y posteriormente conformando los poblados tradicionales de la región, este pueblo se vinculó con las precarias organizaciones campesinas que existían en la zona6. Algunas de sus comunidades lograron tramitar títulos individuales bajo la figura de pro indiviso7. Podemos decir que la condición campesina fue una conquista de este pueblo en el contexto de las relaciones sociales locales. Ahora la demanda territorial trabajada en los primeros meses de 1997, los enfrentó a un dilema en tanto les planteaba modificaciones en sus relaciones culturales. Asumirse nuevamente como indígenas supone una carga peyorativa que no ha sido superada en la localidad, aunque a nivel nacional se tenga una valoración distinta de lo indígena por las transformaciones constitucionales. Algunos dirigentes y comunitarios de este pueblo entienden que la adscripción a la figura “pueblo indígena” les permitirá demandar áreas territoriales que las aprovecharían con fines de cacería y recolección de chocolates silvestre, pero más allá de las ventajas jurídicas que se tienen con la demanda territorial, existe un problema de identidad no resuelto.

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Cuando la comisión oficial se hizo presente en la zona8 para evaluar la viabilidad de la demanda territorial, los personeros del gobierno consideraron que la coexistencia cultural del pueblo indígena demandante era precaria, que la disonancia que existía entre ser campesino o indígena debilitaba enormemente las posibilidades técnicas de dar curso a la demanda territorial, las palabras de un funcionario del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) fueron las siguientes: “Si aquí unos dicen que son campesinos y otros indígenas, este es un pueblo indígena inventado, son un grupo de oportunistas que quieren beneficiarse con la Ley INRA; si no es así pónganse de acuerdo, o son indígenas o son campesinos”. En nuestras palabras podríamos decir: “o muestran que hay tradición histórica como indígenas o el Estado no los reconoce como tales, o son cuerpos rígidos, fijos y distintos a los campesinos, que son mestizos, o no les reconocemos la legalidad de su demanda territorial”. Finalmente me gustaría apuntar una última idea, si reconocemos que lo intercultural no sólo forma parte de las luchas subalternas o de la heterogeneidad de la población boliviana, sino también de las diferencias oficiales, tenemos que reconocer que estas diferencias culturales tienen una relación directa, como nos decía Simón Yampara, con la diferencia colonial, y es esta diferencia colonial que subalternizó a los pueblos indígenas bajo una dominación secular no superada. Por tanto, es a su vez formativa de mecanismos en que se produce nuevamente la exclusión. La superación de este fenómeno poco o nada tiene que ver la voluntad o las actitudes positivas o negativas que se tenga respecto a la diferencia cultural. La diferencia colonial puede ser productora de categorías étnicas altamente radicalizadas, pero que finalmente forman parte de una cadena de dominación, eslabonamientos de la opresión que están incrustados entre quienes son objeto de discriminación. Así, la radicalidad étnica no necesariamente rompe con sus formas constitutivas y suele reproducirla bajo un discurso de aparente contestación. También puede ser productora de categorías esencializantes que encuentran sustancia para el caso de los pueblos indígenas en la etnicidad y no en la colonialidad del poder. 1 Es el caso de los movimientos campesino/indígena del Ecuador, Bolivia y en menor medida Guatemala. 2 Blanco, el criollo mestizo. Aceptación que usan los guaraníes para diferenciarse del resto de los habitantes no indígenas de la región del Chaco. 3 Entrevista con Guido Chumira, Santa Cruz, octubre del 2003.


4 El reconocimiento de la personería jurídica a las poblaciones campesinas e indígenas, el itinerario que tienen que seguir organizaciones locales, sociales, consejos o capitanías para demostrar o “certificarse” que son “originarios” del lugar y que cuentan con los atributos culturales debidos para no ser vistos como cualquier OTB son un buen ejemplo. Es el caso de la población guaraní que se ubica en la provincia Gran Chaco del departamento de Tarija, aledaña a la carretera que va a Yacuiba, o los sindicatos quechuas de Raqaypampa, de la provincia Mizque en el departamento de Cochabamba, o de las centrales campesinas de Independencia del mismo departamento, quienes han sufrido y sufren una serie de tropiezos por parte de los municipios y las prefecturas en el otorgamiento de las personerías jurídicas bajo la figura de población originaria. Detrás de estos impedimentos está el temor de que dichas poblaciones ejerzan control territorial sobre sus zonas. 5 Parte de este fenómeno puede observarse en sectores que pertenecen a los pueblos indígenas y han acumulado un capital cultural importante. Estos sectores son beneficiarios de programas de formación superior y especializada, tienen la capacidad de poder capturar fondos de la cooperación internacional y en cierta medida son un sector que se ha posesionado en lugares cualitativamente distintos de los sectores que buscan representar. La ecuación intercultural bilingüe es un campo que expresa con fuerza estos procesos de movilidad social. 6 Los baure son uno de los pocos pueblos de la Amazonía que desarrollaron una condición social distinta en un contexto marcado por el latifundio para la ganadería. La Reforma Agraria boliviana en esta zona en vez de otorgar tierras a los campesinos centralizó y legalizó las tierras en manos de los grandes hacendados. Sin embargo, los baure, a pesar de que se constituyen en una mano de obra fundamental para la ganadería grande y mediana de la región, se movilizaron en la década del 70 para pedirle al Estado parcelas campesinas; por tanto tenían que demostrar su condición campesina. Además, conquistar el derecho a ser llamados campesinos formó parte de las luchas radicales de la región, en el sentido que asignaba otra condición social. 7 Figura legal de tenencia de la tierra donde existen parcelas individuales para cada campesino, pero la propiedad es colectiva; se puede decir que es una pequeña propiedad comunal que toma sólo en cuenta el uso de la tierra y no así las actividades de caza y pesca. 8 Comisión conformada por miembros de la entonces Secretaría de Asuntos Étnicos, dependiente del Ministerio de Desarrollo Humano, personeros del Instituto Nacional de Reforma Agraria, representantes de la Confederación Indígena del Oriente Boliviano, más el equipo encargado de elaborar la demanda territorial. • Los pretítulos son de UNIR.

Bibliografía Albó, Xavier 2001, “Eso que llamamos interculturalidad”, en La encrucijada cultural (La Paz: Anuario COSUDE). Alvarado, Virgilio 2002, “Política públicas e interculturalidad”, en Fuller, Norma (comp.) Interculturalidad y política: Desafíos y posibilidades (Lima: IEP, Universidad del Pacífico, Universidad Católica). Artidi, Benjamín 2000, El reverso de la diferencia: Identidad y política (Caracas: Nueva Sociedad) Bourdiu, Pierre 1999, ¿Qué significa hablar?: Economía de los intercambio lingüísticos (Madrid: Akal) —2000, Poder, derecho y clases sociales (Bilbao: Desclée) Cárdenas, Víctor Hugo 2001, “Reconocimiento de los derechos indígenas “, en La encrucijada cultural, (La Paz: Anuario COSUDE). Medina, Xavier 2001, “Cultura, civilización e interculturalidad: Algunas definiciones básicas”, en La encrucijada cultural (La Paz: Anuario COSUDE). Schiwy, Freya 2002, ¿Internos subalternos?. Notas sobre las dificultades de pensar en diálogo intercultural, en Schiwy y Castro-Gomez (comp) Interdiciplinar las ciencias sociales (Quito:Universidad Andina/ABYA YALA) Walsh, Catherine 1999/a, “La Interculturalidad en el Ecuador:Visión, principio y estyrategia indígena para un nuevo país”, en identidades (Quiro), No 20 —1999/b, Interculturalidad en la nueva onda de los pluri: Significados y políticas conflictivas”, en Dossier sobre Ecuación Intercultural: Multicultiralidad y espacios educativos (Cochabamba: CESU) —2001, La interculturalidad en la educación (Lima: Ministerio de educación) —2002, “(De) construir la interculturalidad: Consideraciones críticas desde la política, la colonialidad y los movimientos indígenas y negros en el Ecuador, en Fuller, Norma (comp) Interculturalidad y política: Desafíos y posibilidades (Lima: IEP, Universidad del Pacífico, Universidad Católica) Walter, Michael 1994, “Comment the politics of recognition”, en Taylor Charles Multiculturalims (new Jersey: Princentos University Press) —1998, Tratado sobre tolerancia (Barcelona: Paidos) Yampara, Simón 2001, ¿Interculturalidad o “sublimación” de la neocolonización?, en La encrucijada cultural (La Paz: Anuario COSUDE). Slavoj, Zizek y Jameson, Fredic 1998, “Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo multinacional”, en Estudios culturales:reflexiones sobre el multiculturalismo (Buenos Aires:Paidos).

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El diálogo es la cuestión Como resultado del seminario “Asamblea Constituyente: una oportunidad para el diálogo”, realizado en la ciudad de Sucre el segundo semestre del año pasado, presentamos en este capítulo seis artículos que completan los títulos ofrecidos a nuestros lectores en el número anterior. Con esta segunda entrega, por lo tanto, cumplimos con la publicación de todas las ponencias expuestas en el mencionado evento. Los autores invitados en esta ocasión son: Khatia Saucedo, Virginia Kolle, Elena Díez Pinto, Carlos Hugo Molina, Mauricio Lea Plaza y Jenny Cárdenas. Cada uno, desde su perspectiva, configura una visión de conjunto sobre el estado del diálogo en esta etapa de rediseño estatal del país.


Diálogo constituyente y democracia deliberativa El diálogo en la Asamblea Constituyente es un proceso de cooperación conjunto que servirá para construir entre todos un significado común. KATHIA SAUCEDO

Estado constitucional

P

ara poder hablar de un Estado constitucional resulta imprescindible el contar con una constitución democrática. Cuando esto se logra, resulta que la democracia y la constitución resultan ser la misma cosa. Siguiendo a Salvador Nava, para lograrlo se necesitan tres condiciones: 1º) Que la constitución provenga de una constituyente democrática y legítima: 2º) Que la constitución formal contenga los valores de la constitución material: y 3º) Que el texto constitucional incluya las instituciones y dinámicas necesarias para salvaguardar la intención constituyente como la referencia positivizada, es decir la idea sobre la constitución y la democracia. Es preciso detenerse en la primera condición: el documento (la constitución) resultante de lo que muchos autores llaman el “momento constituyente” debe reflejar lo que el pueblo (el soberano) quiere sobre su idea de Estado y de constitución, que al final es el único sujeto capaz y legitimado para decir como quiere ser gobernado. El Estado constitucional plantea una relación indisoluble entre constitución y democracia. En la democracia todo es susceptible de modificación, si es el sujeto legitimado quien lo plantea (el pueblo), y esta opción se hace jurídicamente viable. El Estado constitucional entonces, a decir de Manuel Aragón, es “el intento de juridificar la democracia y la constitución, la forma en que esa pretensión se verifica”. En el desarrollo del concepto de democracia formal en Bolivia, se ha verificado un interesante desarrollo, de democracia meramente representativa a una de corte representativa y semidirecta con la inclusión de Institutos como la propia Asamblea Constituyente, la iniciativa legislativa y el referéndum, donde se garantiza la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones del Estado; sin embargo, se omitió la revocatoria de mandato o recall, que seguramente será abordado por los legisladores constituyentes, En los tres institutos incluidos en la actual constitución boliviana, la deliberación y la participación ciudadana son elementos fundamentales, que necesariamente deben ser complementados con la revocatoria de mandato, porque ésta trasluce el poder del soberano, que otorga la autoridad de poder a determinadas personales elegidas, pero también puede revocarlo, en este último elemento se encuentra un control social real.

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Fue viceministra de

Momento constituyente

Derechos Humanos

En el marco del proceso de conformación o renovación del Estado que quiere y deConstitucionales y sea el pueblo, del Estado constitucional, asesora en Asuntos existe el llamado” momento constituyenConstitucionales y te”, que se refiere al proceso en el cual ese Legislativos del Estado es positivizado en un texto constiDefensor del tucional. Se produce cuando el legislador Pueblo. constituyente arma, discute la constitución, sopesa las ideas que se tienen sobre el Estado, sus instituciones, plantea consensos y, finalmente, la redacta. Es un proceso de ingeniería no sólo jurídica, sino de soberanía, de política y sobre todo de reconocimiento de la realidad social que circunda a ese “momento constituyente”. Lo que se pueda hacer o no en el momento constituyente tiene íntima relación con el tipo de poder constituyente de qué se trate. Por ello vamos a revisar rápidamente sus nociones: y Asuntos

a) El poder constituyente es la capacidad o competencia que constituye o da constitución a un Estado, es decir que lo organiza, estableciendo su estructura jurídica política. Es originario cuando se ejerce en la etapa fundacional o primigenia del Estado, para darle su nacimiento y estructura. Es derivado cuando se ejerce para reformar la constitución. La posición constitucional refiere que una vez establecido el Estado, en el momento de la fundación, ya no puede haber más poder constituyente originario. b) Esta clásica división doctrinaria presenta algunos matices, en este sentido hay que reconocer que también puede ser constituyente originario el que se ejerce en un Estado ya existente (después de la fundación) cuando se cambia y sustituye una Constitución anterior con innovaciones fundamentales en su contenido. En materia de doctrina constitucional, coinciden los autores, el meollo de la cuestión no es meramente la reforma total; así, una reforma total que no altera la sustancialidad de los contenidos “vertebrales” de un texto constitucional, no puede ser calificada como resultante de un poder constituyente originario, es decir, que no es la totalidad de la reforma a la Constitución la que define este matiz, sino lo “vertebral” de la misma. c) La importancia de ingresar a ese ámbito doctrinal de discusión en Bolivia, no sólo es un tema que interese a expertos en materia constitucional, radica en las capacidades que puede


tener el poder constituyente. Si el matiz de la Asamblea Constituyente que se instalará en agosto en Sucre es originaria, sus capacidades son ilimitadas; si por el contrario responde a un poder constituyente derivado, sus capacidades serán limitadas.

Asamblea Constituyente en Bolivia Sobre la base de una revisión de la regulación en la Asamblea Constituyente, intentemos definir las intenciones del legislador al incorporarla a la Constitución, y al establecer su convocatoria. 1º La inclusión de la Asamblea Constituyente, conjuntamente con el referéndum y la Iniciativa Legislativa Ciudadana, marcan el tránsito de una democracia meramente representativa hacia una participativa y semidirecta. 2º Se delimitan dos ámbitos de competencias en materia de reforma constitucional, una de corte parcial a cargo del Congreso Nacional (art. 230) y otra total bajo la competencia de la Asamblea Constituyente (art. 232). 3º La Ley de Convocatoria a la Asamblea Constituyente establece un marco legal básico, ingresando a ámbitos que pueden calificarse como internos del órgano constituyente, es el caso de la previsión sobre su Reglamento Interno y de la comisión ad hoc (arts. 21 y 22). La duda surge en sentido que si la Asamblea Constituyente fuera expresión de un poder constituyente originario ¿podría imponérsele mandatos vinculados a la organización interna de la propia Asamblea? La respuesta es no. 4º La Ley de Convocatoria a la Asamblea Constituyente establece que ésta deberá normar en la nueva Constitución, en el proceso de transición progresivo, hasta su plena vigencia (art. 29 parr. II). Si se aplica la pregunta anterior y la respuesta es la misma: no. Si bien podríamos afirmar por la competencia de “reforma total” otorgada a la Asamblea Constituyente en la última re-

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forma constitucional, que esta —aunque no estamos en etapa fundacional del Estado— podría inscribirse en ese matiz que detallamos al inicio y constituirse en un poder constituyente originario. Sin embargo, las previsiones establecidas en la Ley de Convocatoria parecen inclinarse por un poder constituyente derivado. Expliquemos a continuación los motivos: a) El poder constituyente originario no tiene limitación alguna ya que, en cuanto poder originario, no está sometido a normas. La teoría del poder constituyente originario surte sus efectos y consecuencias en aquellos casos en los que la Constitución surge tras una ruptura con el ordenamiento constitucional y legal precedente. Esa ruptura en el caso boliviano no ha existido, en tanto y en cuanto se consensuaron y encontraron los mecanismos jurídicos que incorporaron la Asamblea Constituyente en el texto constitucional vigente, es decir, la Constitución que prevemos será sustituida por otra. Esta sustitución se cumplirá a través de un referéndum post asamblea y de un procedimiento establecido en la Ley de Convocatoria. Entonces, el poder constituyente a ejercer desde su instalación se regulará por un sistema jurídico preexistente. b) La ruptura legal y constitucional mencionada provoca que no exista régimen jurídico anterior a la Asamblea, o el Estado constitucional no existe o ha desaparecido. En el caso boliviano, las manifestaciones jurídicas del Estado, llámese reforma constitucional o régimen legal de convocatoria a la Asamblea, infieren que no ha existido tal ruptura. c) En un poder constituyente originario no existen normas preestablecidas que rijan su actuar, los ejemplos contenidos en la Ley de Convocatoria denotan que antes de su funcionamiento la Asamblea se encuentra regulada por una norma (en este caso de rango legal, no constitucional) que ha prefijado algunas de sus actuaciones y competencias.

Diálogo constituyente y emergencia de una nueva Constitución Siguiendo a Salvador Nava, el poder constituyente es un órgano colegiado, deliberante, legislativo, representante y popular. Es formal, porque un conjunto de personas que realizan la función legislativa primaria y fundamental producen la Constitución. Es colegiado, porque todos tiene la misma jerarquía, cada posición y opinión tiene el mismo valor y por tanto el resultado de su trabajo debe ser producto de las opiniones y el consenso de todos. Es legislativo, porque la función de elaborar una Constitución es un proceso de producción normativa. Es representante, porque su función está supeditada a la voluntad de quienes los eligieron, del pueblo, del soberano. Es popular, porque representan a sectores de la población. Finalmente, el poder constituyente es esencialmente deliberativo, porque el trabajo de elaborar una Constitución tiene co-

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mo punto de partida la participación de los constituyentes en los debates; tienen que oírse todas las voces de las representaciones, sean estas regionales, sectoriales o de género. Es aquí donde tiene que plasmarse unos de los pilares de la democracia: el respeto a la voz de los grupos minoritarios. Me detengo en la característica y función deliberativa de la Asamblea Constituyente. Para ello permítanme compartir una definición de diálogo que me impacto por la sencillez del planteamiento y la profundidad del contenido: “Diálogo es el resultado de un proceso de cooperación y trabajo conjunto para construir un significado común”. El proceso de cooperación conjunto deberá ser realizado por el espacio de un año en que la Asamblea trabajará una nueva Constitución, el significado común será el nuevo Estado boliviano y la nueva Constitución que deberá aglutinar y consensuar la idea del Estado y democracia de todos los bolivianos. Del diálogo y la función deliberativa que deberán cumplir los constituyentes en Sucre emergerá una nueva Constitución. ¿En esa nueva Constitución —y volviendo al concepto de poder constituyente— se podrá cambiar todo lo preexistente? ¿Hay contenidos que no serán susceptibles de cambio o que podrán ser mejorados? A continuación, ensayo respuestas a esas interrogantes: Si bien el poder constituyente originario es en principio y por esencia ilimitado, es decir que no tiene límites de derecho positivo o, en otras palabras, que no hay instancias superiores que lo condicionen, ni formales ni legales, la doctrina constitucional no descarta: 1) límites suprapositivos del valor de justicia o de derecho natural; 2) límites que deriven del derecho internacional público y; 3) los condicionamientos que impone la realidad social y que deben ser considerados a tiempo de organizar la estructura del Estado. En el caso del poder constituyente derivado, ya dijimos que es limitado y estos límites pueden ser variados, entre ellos el orden jurídico preexistente, la norma que lo crea y lo regula, el sistema de reforma y su procedimiento, los tratados internacionales, entre otros. Existen límites al ejercicio del poder constituyente derivado a lo que en materia constitucional llamamos parte pétrea o

El poder constituyente es esencialmente deliberativo, porque el trabajo de elaborar una Constitución tiene como punto de partida la participación de los constituyentes en los debates.


Toda Constitución debe contener los medios de defensa para mantenerla vigente por el mayor tiempo posible; contenidos pétreos de la Constitución, que se refiere a la parte del texto constitucional que no es susceptible de reformas o de revisión, sólo admite mejoras, que no es posible abolirlas o hacerlas desaparecer. Me estoy refiriendo, en primera instancia, a los derechos fundamentales (aquellos catalogados en el art. 7º de la Constitución). Existen constituciones en las que el reconocimiento de las cláusulas pétreas es explícito, el caso de Alemania, por ejemplo, en lo relativo a la inalterabilidad de los principios fundamentales; o el espíritu de la Constitución o de la inderogabilidad de la declaración de los derechos fundamentales. En la mayor parte de los casos es la doctrina constitucional la que nos sirve de fuente para definir los contenidos pétreos de la Constitución. Toda Constitución debe contener los medios de defensa para mantenerla vigente por el mayor tiempo posible, estos medios son regularmente los preceptos normativos constitucionales que versan sobre la supremacía, los modos de reformar la Constitución. Algunos estudiosos del derecho constitucional incluyen en estos medios de defensa aquellos recursos procedimentales para garantizar la restauración de un derecho violado, en clara alusión a la jurisdicción constitucional y al sistema de justicia. El poder constituyente no puede ignorar el pasado reciente, donde en materia constitucional se realizaron notables avances, me permito citarlos brevemente: reconocimiento del Estado multiétnico y pluricultural; reconocimiento a los derechos sociales, económicos y culturales de los pueblos indígenas y a sus tierras comunitarias; reconocimiento estatal a la personalidad jurídica de las comunidades indígenas, asociaciones y sindicatos campesinos; reconocimiento de la justicia comunitaria; creación de la jurisdicción constitucional especializada a través del Tribunal Constitucional; la Defensoría del Pueblo; reconocimiento del Estado social y democrático de derecho con sus valores superiores: libertad, igualdad, y justicia; inclusión de institutos de la democracia participativa (Asamblea Constituyente, Iniciativa Legislativa Ciudadana y Referéndum); recurso constitucional de habeas data; conteni-

estos medios son regularmente los preceptos normativos constitucionales que versan sobre la supremacía, los modos de reformar la Constitución. do de igualdad de género en reconocimiento de la nacionalidad de los bolivianos y las bolivianas casados con extranjeros y extranjeras y los extranjeros o extranjeras casados con bolivianas o bolivianos; reconocimiento de la primacía de la nacionalidad de origen (de nacimiento); limitación de la inmunidad de los parlamentarios en materia penal; ejercicio de la representación popular, conjuntamente los partidos políticos, las agrupaciones ciudadanas y los pueblos indígenas (año 2004). Finalmente, ante la emergencia de una nueva Constitución, existen temas pendientes en la agenda constitucional que es menester abordarlos en la Asamblea Constituyente: el reconocimiento de nuevos derechos en el catálogo de derechos fundamentales; tierras; la regulación de las autonomías en los departamentos donde ganó el sí, cumpliendo la Ley de Convocatoria sin cerrar la posibilidad de que otros departamentos puedan asumir esta posibilidad a futuro en base a su decisión soberana; la regulación del Congreso Nacional; la justicia comunitaria alternativa y complementaria al sistema formal; la mejora al sistema de jurisdicción constitucional dotando de mayor operatividad a los procedimientos que resguardan derechos y aumentando el número de magistrados.

Bibliografía consultada Salvador O. Nava Gomar. El Estado Constitucional sinonimia positivizada entre Constitución y Democracia, México. Gérman Bidart Campos. Tratado elemental de Derecho Constitucional, Argentina. José Antonio Rivera Santibáñez. El proceso constituyente en Bolivia. Reflexiones sobre la reforma de la Constitución, Bolivia.

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Asamblea Constituyente: ¿cómo construir el bien común? Un repaso a manera de diagnóstico de la situación del proceso constituyente y sus perspectivas desde el poder y la sociedad civil. En cualquier caso, la base será siempre el diálogo. VIRGINIA KOLLE

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gradezco a la Fundación UNIR la invitación a participar en este evento sobre la Asamblea Constituyente y su influencia en el proceso de diálogo; dada la importancia y complejidad del tema, ello constituye un enorme reto. De hecho, este seminario se desarrolla en una circunstancia particular. Hay un contexto que le da un significado especial, y de éste es posible extraer una relación de problemas que pueden ser considerados de mayor gravedad. Sin el ánimo de exagerar, sí para remecerlos, intentaré señalar algunos de los problemas que, desde las diferentes perspectivas, se han esbozado y aparecen como una suerte de común denominador de todos los diagnósticos. En primer lugar, en el contexto actual, no se puede negar la crisis del sistema político, no hay que esforzarse mucho para percibir la desconfianza que siente la población, que se ha manifestado en toda su intensidad, sobre todo en los últimos años; la ciudadanía ha rechazado la democracia pactada para la alternancia en el ejercicio del poder. Nadie puede poner en duda que el modelo de la democracia pactada está desprestigiado, no sólo por los excesos y abusos de sus principales operadores, sino también porque éstos realizaron una interpretación forzada de la independencia y coordinación de los órganos del poder. A ello se suma (aunque resulte paradójico) una actitud desinteresada, desengañada de un buen número de ciudadanos y ciudadanas. Si se pregunta al “ciudadano de a pie” qué piensa de la política, las respuestas más frecuentes son: “no entiendo la política”, “no creo en la política”, “me da igual” o “no me meto en política”. Un segundo problema está vinculado a esa parte del territorio nacional, que aparece reiteradamente en los diagnósticos, que se encuentra sustraído de la autoridad del Estado, pues no se puede negar la presencia de una violencia estructural que ha

Por desigual, la democracia se quedó en el nombre. Sólo alcanzó a los que aún creen y esperan; a los que aún aguardan el justo reparto de posibilidades. 62

mantenido en la marginalidad a enormes sectores de la población. No existe en el constitucionalista y Estado boliviano una política social de inactual tereses generales que atienda o responda representante de la institucionalmente las demandas de la Fundación UNIR sociedad, una ordenación que integre a Bolivia en la ciudad los individuos, a los grupos y las fuerzas de Sucre. sociales con reglas de juego comunes, vinculantes y respetadas. Otro tema que aparece en el diagnóstico: la exclusión de amplios sectores de la población. Me limito a recordar que el Estado de Derecho supone igualdad ante la ley, particularmente en el ejercicio de los derechos humanos y en la observancia de los deberes. Puedo afirmar que el débil —y me refiero al socialmente débil— el marginado, es el que goza de menos derechos y soporta, cualitativamente, los mayores deberes. Hoy nos sorprende que el débil se hace fuerte y todavía hay quienes se preguntan ¿por qué? Porque, cansado de esperar, él mismo se hace poder. Y el campesino, los originarios, la mujer, los jóvenes se hacen fuertes por otras vías, acudiendo a estrategias de presión, movilización, bloqueos, como si en ellas encontrarán seguridad, equilibrio, igualdad. Están cansados de esperar, parece operar una suerte de transmutación; el individuo deviene especie, pasa a ser algo, pasa a “ser”y su rebelión está contra ese poder; poder entendido como la formal explicitación del “orden del desorden”, en contra del derecho, mirado como la legitimación de privilegios y flagrantes desigualdades. Un cuarto tema está vinculado a la perpetuación del colonialismo interno. Baste recordar que en Bolivia existen varias lenguas. La lengua propia, que se mantiene como señal de identidad cultural de los pueblos que constituyen nuestra realidad compleja y supone en la actualidad un problema de importancia política. Como también su derecho, consuetudinario o no, que se constituye en un elemento básico de identidad. Un quinto tema: la falta de reconocimiento y de inclusión de los derechos de la población indígena. Creíamos ser “uno” como nación, pero no era así; el indígena no estaba en mí como probablemente no estaba en cada uno de ustedes y, sin quererlo, hemos instituido un esquema excluyente, prescindente y, en ese sentido, es probable que también aniquilante y opresor. En otros términos, hemos practicado el democidio, entendido jurídicamente como la disminución de derechos de una persona, pero también como el atentado contra la cultura. Abogada


Y la democracia se quedó en el nombre, por desigual; tan sólo alcanzó y motivó a los que aún creen y esperan; a los que todavía aguardan el justo reparto de posibilidades. A pesar de que en la década de los ochenta se retorna a la normalidad institucional, no es menos cierto que los bolivianos y bolivianas atravesamos por situaciones desfavorables al momento de iniciar el camino histórico de la democracia: No estábamos acostumbrados a esa forma de vivir, probablemente porque demostramos ser un pueblo fácil de gobernar, al que se le impuso un orden de sumisión que padeció sin rechistar; sin embargo, también es bueno recordar que hubo una minoría que luchó en esta tierra por la democracia. Se iniciaron prácticas administrativas que generaron una mayor corrupción, que se extendieron y arraigaron, siendo difícil solucionarlas en el camino hacia la democracia. Hoy, la corrupción es el mal que afecta a la sociedad boliviana. Son muchos los que disfrutan de prebendas que no están dispuestos a perder; hay quienes pretenden seguir conservando sus privilegios y que no desean que nada importante (para ellos) cambie. Hay un irracionalismo político que se percibe respecto a quienes llevan viviendo muchos años bien, sin apenas trabajar, a costa de otros y en perjuicio de muchos. Otro tema de fundamental importancia es la aguda crisis económica que ahonda la pobreza en nuestro país y que, de manera inevitable, contribuye a la inestabilidad y la ingobernabilidad Qué decir de los condicionamientos que provienen de organismos internacionales que aún hoy amarran y bloquean la adopción de decisiones políticas económicas legales y soberanas. Podría hablar también de desigualdades regionales en el desarrollo económico y de brechas e inequidades de género Ante la instalación de la Asamblea Constituyente no podemos eludir la necesidad de diálogo, sin embargo, cada vez que encaramos un conflicto estamos convencidos de que la resolución pacífica debe ser encarada a través del diálogo, aunque se trata de un término desgastado y, en alguna medida, deslegitimado. En un material elaborado por José Mario Oroxon, encontramos un nuevo significado de diálogo y una concepción moderna, como la del físico inglés David Bohm, quien hace algunas diferenciaciones entre el diálogo y el debate o discusión, afirmando que “el diálogo, en contraste, implica unir nuestros pensamientos y sentimientos en un fondo común de significados que continuamente fluye y evoluciona, llevando a todos los participantes del mismo hacia niveles más profundos de comprensión que ninguno de nosotros haya previsto antes”. En un proceso de diálogo es posible identificar ciertas características que se reconocen como elementos distintivos de diálogo y se presentan como principios, entre ellos inclusividad, empoderamiento, aprendizaje, humanismo, y visión de largo plazo. El primero, inclusividad, exige que la gente tenga el conocimiento y la sabiduría para abordar el problema que le afecta, es necesario que se apropie del problema.

No hay que esforzarse mucho para percibir la desconfianza que siente la población, que se ha manifestado en toda su intensidad, sobre todo, en los últimos años. El principio de empoderamiento significa que las autoridades gubernamentales, así como los que detentan el poder, no sólo compartan con los demás su poder, sino también participen del proceso de diálogo y tengan la predisposición de asumir la responsabilidad para generar cambios. El aprendizaje, que constituye un proceso, demanda no sólo la participación individual sino, sobre todo, colectiva. Es necesario encarar este proceso con personas o grupos que tengan poca comunicación para que compartan nuevos enfoques y visiones, esto contribuirá a una mejor comprensión de la realidad compartida. El principio de humanismo exige que prime la noción de respeto y apertura a perspectivas y pensamientos distintos a los propios. Finalmente, la visión a largo plazo demanda el reconocimiento que para generar cambios sostenibles se requiere de tiempo para madurar ideas, cuestionar, indagar y reconstruir nuevos significados.

La Constituyente, como se la ve desde el poder y desde la sociedad civil Las respuestas de la ciudadanía demuestran que la madurez política es algo que debe aprenderse, y esto sólo es posible a través de la participación. Debemos formarnos democráticamente, porque sólo así podremos participar concientemente en los asuntos públicos. Urge mayor información, sólo así el pueblo podrá contar con los elementos que le permitan la “discusión de los juicios de valor”. Es precisamente la descripción y explicación de los contextos y de los problemas sociopolíticos lo que fomenta la participación. No podemos continuar eludiendo llamar “al pan pan, y al vino vino”, esto es rehuir la aclaración de los intereses y de los conflictos reales en el seno de la sociedad, así no podremos contribuir a la solución de los problemas, hay que conocer esta sociedad con sus intereses, sus flaquezas y sus virtudes. La educación para la ciudadanía es también educación para la participación. El ciudadano sólo aceptará la democracia como forma de gobierno cuando la viva, para su propia utilidad, mediante su participación activa. Cuando perciba que el Estado es casa de todos, de los partidarios de la política gubernamental

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y de los adversarios de la misma. Por ello, los gobernantes de la democracia tendrán que habituarse a mirar a su alrededor y aceptar la opinión del pueblo que los eligió, no pueden estar distantes con el hombre de la calle. La sociedad boliviana quiere estar informada de lo que sucede, quiere vigilar y fiscalizar. Y esto será válido cuando la democracia en profundidad se proyecte, asimismo, sobre la enseñanza, la que reclama la presencia en el campo político de colectivos de base (asociaciones de vecinos y otros) que constituyan un instrumento para la libre y eficaz expresión de legítimas pretensiones. Sin lugar a dudas, la identificación deseada entre gobernantes y gobernados, la democracia, progresará en los colectivos de base, los que deberán anteponer el bien común superior sin imposiciones, porque la democracia deberá realizarse día a día, por medio de diálogos de entendimiento en los que se esgriman razones, sin que nadie se considere poseedor de la misma. La cuestión no es hablar de democracia, sino actuar en ella. No se entiende de otro modo la propuesta de una democracia deliberativa, participativa, que provenga de diversos sectores de la ciudadanía. Educar para la participación, capacitar a los ciudadanos de una democracia para un enjuiciamiento racional de la realidad social y política. Motivarlos para tomar parte activa en los asuntos públicos.

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Se reclama una democracia en profundidad, que se extienda por todos los ámbitos del quehacer individual y colectivo. No estamos acertando si eludimos las responsabilidades que tienen los ciudadanos para ser dirigidos democráticamente, tenemos que modificar costumbres adquiridas en otros tiempos. Hay que habituarse a pedir y exigir lo que sea procedente, en la forma debida. Se trata de que seamos demócratas los componentes de la mayoría del pueblo boliviano. La batalla por la democracia tiene que situarse a otro nivel de convivencia, gobernantes y gobernados tienen que ejercitarse en el difícil arte de dialogar, que sólo se posee plenamente cuando se adopta una postura de espíritu generosa hacia los otros. La victoria sobre la corrupción y la conquista de los hábitos democráticos: he aquí el desafío que tenemos delante. Estas reflexiones tienen que ayudar a generar cambios que permitan a los asambleístas enfrentar desafíos y se centren en nuevas formas de relacionamiento entre ellos y la sociedad civil, basadas en la comprensión mutua y el respeto. Es el pueblo el sujeto político que demanda el bien común, esa es la premisa que hay que acatar ¿Cuál es el bien común? Éste es un proceso irreversible, el cambio obedece a una especie de “ecología sociológica”. Así como el terremoto puede derribar lo débil, respeta lo consistente y obliga a reconstruir lo primero. Es un llamado al resurgimiento. Es el alimento del futuro, de ese futuro que no es tiempo, sino identidad; suma de lo mejor del ayer y del hoy.


Diálogo interregional: cuatro tendencias que se deben superar Existen cuatro falsos debates, que luego anidan en tendencias, y que deben superarse en escenarios de diálogo —particularmente entre regiones— en este periodo constituyente. CARLOS HUGO

H

ace muchos años, una mujer posesionada como la primera Defensora del Pueblo, dijo que había que ser irreverentes con el poder. Voy a honrar y hacer mía la consigna. En noviembre del año 1825 hubo un acto gubernamental muy especial en la ciudad de Charcas porque el Libertador Bolívar, junto al mariscal Sucre y el general Álvarez de Arenales, le reconocieron el grado de coronela a Juana Azurduy de Padilla, grado que ya se lo confirieran en Argentina. Correspondió que en los primeros días del mes de diciembre llegó a Bolivia la otra coronela de los ejércitos libertarios, doña Manuela Sáenz, y que se encontraran en ese espacio. El recuerdo de un hecho histórico, permite la posibilidad de proponer que Sucre recupere la memoria de esta extraordinaria mujer, Manuela Sáenz, que ayudó tanto en el inicio de la formación de la republica. Creo que estamos en un espacio de creatividad y de recuperación en la construcción de la republica; no estuvimos antes en un momento en el cual todas las fuerzas, los sectores y las personas tendríamos la posibilidad de opinar. No debemos perder esta oportunidad, porque no sé si volverá a presentarse con estas características. Esto nos obliga a tenernos paciencia, porque no hay un libreto por delante. Si esto fuera un Congreso, si fuera un proceso de elección y de definición de una reforma constitucional, existirían procedimientos parlamentarios; pero, bajo estas condiciones y características, ¿quién tiene la verdad y quien tiene la palabra final? Nadie, y aquí se cometerán muchos errores, y tenemos derecho a cometerlos porque estamos construyendo sobre nuestras necesidades. Lo planteo en términos personales, porque somos muy proclives a ver el vaso medio vacío y creo que no debe ser ese el espíritu; si lo admitimos, vamos a tener la posibilidad de crear y construir de mejor manera. Nos pidieron que intervengamos desde nuestras regiones y eso nos puede llevar a un falso debate, porque en este momento todos estamos viendo el país. Ya no hay la elección de un constituyente por una circunscripción; la circunscripción fue simplemente la suma de votos que eran necesaria para elegir a un asambleísta; no existen constituyentes departamentales ni de circunscripciones, todos son nacionales, y esta es la oportunidad de plantearlo en esas condiciones. Por eso nos extrañó, con buen genio, el constatar que muchas de las campañas electorales previas ofrecían cosas que no se podían cumplir, porque la Asamblea Constituyente no era el espacio para esas ofertas.

MOLINA Abogado con especialidad en Derecho Constitucional y Administrativo. Ocupó funciones públicas como Secretario Nacional de Participación Popular y Prefecto

El pedido y la demanda es plantear cómo podemos lograr que los constituyentes que son de la Republica de Bolivia puedan hacer una suma virtuosa a partir de sus experiencias, orígenes, cualidades para realizar propuestas con una visión nacional; este compromiso nos obliga a tratar de superar cuatro tendencias, tendencias que las estamos viendo de manera reiterada en las diferentes actividades que participamos.

de Santa Cruz.

Susceptibilidades y prejuicios

Preside el Centro para la Participación y el

Lo primero es tratar se superar las susceptibilidades y prejuicios, que nos haSostenible (CEPAD). cen mucho daño. Yo vengo de Santa Cruz y no soy oligarca, apoyo las autonomías y no soy terrateniente; a ver, ¿cómo se entiende esto?, porque la categoría y calificación que se formuló fue inmediatamente de descalificación del otro, y se incurrió en un error estratégico por parte de los que votaron por el No en el Referéndum sobre Autonomías. Considero que el que votó No por las autonomías se está negando el derecho de definir el desarrollo de su departamento, con su visión departamental, y eso fue producido, en gran medida, por una susceptibilidad y un prejuicio. Desarrollo Humano

Falsos debates Segundo, los falsos debates; ¿cómo vamos a votar por el Si o el No sobre las autonomías, si este país esta autonomizado plena y absolutamente? Si formamos parte de gobiernos municipales autónomos en los que ejercemos las categorías de planificación, inversión y elección de autoridades, de inversión concurrente y control ciudadano, ¿cómo se puede ser autónomo en el espacio local y no en el espacio departamental? Otro falso debate: “los collas de El Alto son bloqueadores”, ¿cómo hacemos para que estos falsos debates, que no nos ayudan a construir, puedan ser superados? Este diálogo, que nos provoca la Fundación UNIR Bolivia, es una oportunidad para plantearlo.

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Superando las provocaciones Tercero, ¿cómo identificamos y superamos las provocaciones en favor de la violencia? Hay muchas personas que están nerviosas en este momento en el país porque se ha cambiado el libreto. Estamos como en un día después de una noche de fiesta, con el chaki del día siguiente; y como esto se expresa en intereses económicos, por supuesto que la preocupación es mayor; no tenemos un libreto para la Asamblea Constituyente, muchos están con dificultades de aceptar los cambios políticos, sociales y económicos con planteamientos aparentemente radicales con relación a lo que estamos viviendo, cambios, pero sin saber en qué concluirán. Este es el reto que tenemos para evitar conductas estúpidas, porque no es posible llamarlas de diferente manera a las planteadas por el señor Roberto de la Cruz, que está proponiendo la creación de “talibanes andinos”, para ir a pelear con los “valientes jóvenes” de la Unión Juvenil Cruceñista. Una estupidez tan grande de un lado, como del otro. ¿Cómo evitamos caer en estas provocaciones que no nos harán ningún bien en un momento de contradicciones como en el que estamos viviendo? ¿Cómo hacemos para que no nos lleven a situaciones de violencia que no queremos los ciudadanos y ciudadanas, a pesar de que los que no las queremos somos mayoría? Como decía Gandhi: los otros parecen más porque son más bullangueros y logran imponerse; ¿cómo hacemos para no entrar a falsos debates y superarlos?

Habrá que insistir que no hay un modelo único de autonomía; que no existe una propuesta única, advierte Molina. 66


Construyendo acuerdos básicos Cuarto, ¿cómo hacemos para llegar a acuerdos básicos que nos permitan superar esto que desde el punto de vista comunicacional se llaman conceptos polisémicos? Este término expresa palabras que tienen tantos significados como interpretaciones quiera darle cada uno que las utiliza. Este es el reto más grande, es la primera condición en materia de las ciencias, ponernos de acuerdo, más allá de la diferencia de nombres debemos definir si estamos hablando de lo mismo, porque si no hacemos eso el desencuentro será permanente. Me atreví a hacer una lista de estos términos polisémicos, en el que cada uno de los actores interpreta de manera distinta; entiendo que debiera ser el primer esfuerzo para entendernos en esta difícil construcción de diálogos. Y este es un llamado angustioso a los partidos políticos que quedan, que existen o que se puedan formar; a las agrupaciones ciudadanas que, como elemento de orientación e intermediación, tienen que cumplir esa labor; a los comunicadores, para que nos ayuden a socializar el debate sobre posiciones democráticas y dejen de realizar provocaciones suicidas a través de los medios de comunicación. En esa línea de conceptos polisémicos, ¿cómo hacemos para ponernos de acuerdo respecto a temas como: derecho consuetudinario y justicia comunitaria?; porque justicia comunitaria no es Ayo Ayo para asesinar impunemente; ni tomar el chicote y pegarle a la gente; ni ponerle faldas a los hombres como sinónimo de vergüenza. Eso no es justicia comunitaria, eso es violación de derechos humanos. Es mucho mas grande el derecho consuetudinario en nuestras comunidades que esa expresión que no corresponde a lo que se hace a nivel local; y no hay porqué tener temor de decirlo si sabemos de lo que estamos hablando; ahí hay un espacio para ponernos de acuerdo y entender que hay mucho qué aprender antes que reaccionar de manera negativa con susceptibilidad y prejuicio

¿Cómo hacemos para resolver el tema tierra-territorio? Hasta donde conocemos los que trabajamos el tema, no se ha planteado seriamente que el concepto tierra territorio sea una nueva división política administrativa; si fuese división política administrativa estaríamos hablando de la creación de nuevos departamentos, más allá de los nombres que tengan. En Panamá se llaman Comarca; en Colombia se llaman Resguardos; en Brasil, Territorio Indígena; y aquí, se llamará lo que tenga que llamarse. Estamos hablando de ámbitos territoriales de gestión para resolver problemas de la gente que está dentro de ellos, con sus propias diferencias. Eso también tenemos que conversarlo, porque en algún momento tenemos que ponernos de acuerdo sobre tierra - territorio, sobre los alcances de las Tierras Comunitarias de Origen (TCO), porque si para unos es una gestión admi-

nistrativa, de servicio o identidad, y para otros es una propuesta de división política administrativa, entonces tendremos dificultades. Soseguémonos y tratemos de esclarecernos en este espíritu creador para avanzar. ¿Cómo hacemos para establecer reglas que definan que los recursos naturales, que están en los territorios, sean instrumentos para el desarrollo de todos y ya no para seguir utilizándolos como mercancía que tenemos que vender cada vez que se nos plantea una necesidad? En algún momento tenemos que dar un paso de calidad en esta materia. Sobre los temas de autonomía que señalaba, habrá que insistir que no hay un modelo único de autonomía, que no existe una propuesta única, como la del Comité Pro Santa Cruz; que existen propuestas que cuando se les quita la susceptibilidad y los prejuicios, son absolutamente válidas para Potosí o para Oruro.

¿Cómo hacemos para que no nos lleven a situaciones de violencia que no queremos los ciudadanos y ciudadanas, a pesar de que los que no las queremos somos mayoría? Cómo hacemos para ponernos de acuerdo con el tema de la reaparición de la ideología. La ideología debe ser un instrumento de la ciudadanía para lograr la consolidación de la democracia; si algo debemos tener claro es que los resabios corporativos que tiene el país son demasiados fuertes y las estructuras corporativas son centralistas y autoritarias por naturaleza. En este país hemos apostado para vivir en democracia de manera participativa, administrando el territorio de la manera como lo hicimos hasta ahora, con instituciones que tienen la posibilidad de representar orgánicamente necesidades, y canalizarlas, y resolverlas. ¿Cómo hacemos para que estos vasos comunicantes, a los que hacia referencia Xavier Albó, entre todos lo que tienen algo que decir, empiecen a funcionar? Porque si la Representación Presidencial para la Asamblea Constituyente (REPAC) no trabaja en coordinación con los procesos de autonomía que es su mandato, ni con el Viceministerio de Descentralización que está proponiendo regionalización, ni con el Ministerio de la Presidencia que está llevando adelante la gestión, el desperdicio de gente y tiempo es un acto de irresponsabilidad. Esta es la visión que tenemos en Santa Cruz otros ciudadanos y ciudadanas, que sin ser oligarcas ni terratenientes pensamos distinto pero igual; como suena, distinto pero igual; y ejerzo mi derecho a compartirla.

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Diálogo y democracia: lecciones desde la práctica Diez Pinto comparte su experiencia en temas como democracia y diálogo; un instrumento, este último, para el manejo y prevención de conflictos. ELENA DÍEZ PINTO

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as democracias de los países de América Latina y el Caribe continúan enfrentando problemas severos de pobreza y desigualdad. A ellos se suman los desafíos propios del nuevo siglo, como la globalización y la degradación ambiental, que contribuyen a agudizar aún más las divisiones políticas, sociales, culturales y económicas al interior de los países. Los enfoques tradicionales para lidiar con estos retos complejos a la democracia tienden a ser fragmentados y de corto plazo, y han probado ser insuficientes para enfretnar las crecientes amenazas a la estabilidad social en los países y para atender adecuadamente el riesgo de conflictos violentos. En nuestras sociedades latinoamericanas, la capacidad de las instituciones de la democracia representativa para ofrecer soluciones es cada vez más cuestionada por los mismos ciudadanos que vieron en ésta la mejor alternativa para asegurar la paz y dar solución a los conflictos sociales de sus países. Ante esta situación, ha surgido una marcada necesidad de explorar alternativas novedosas para atender la conflictividad. Y esta búsqueda requiere dirigir nuestra atención no sólo a comprender a profundidad la naturaleza y las causas del conflicto, sino a indagar acerca de las relaciones entre las personas —o la falta de ellas— que dieron origen a este conflicto y podrían contribuir a su solución. En este sentido, el diálogo ha probado ser una herramienta útil para fortalecer las instituciones y la gobernabilidad democrática, además de ser una práctica fundamental de dichas sociedades. La experiencia acumulada en la región latinoamericana evidencia que el diálogo puede ser un medio para el manejo y prevención de conflictos, identificando respuestas apropiadas y sostenibles a las crisis. En situaciones de alta polarización, la dinámica inherente a los procesos de diálogo contribuye a que personas y sectores con intereses encontrados y posiciones ideológicas opuestas descubran puntos en común, que permitan avanzar hacia soluciones satisfactorias. El diálogo, además, puede aumentar la eficiencia de dichas respuestas, al utilizar la naturaleza y la calidad de la deliberación pública como un medio fundamental de inyectar vitalidad a la democracia y de incrementar la participación en la esfera política. El avance de nuestras democracias, entendiendo que la democracia implica no sólo contar con regímenes electorales (elecciones libres), sino también la construcción de ciudadanía plena1, requiere de innovaciones y cambios en el ámbito de los individuos, los grupos, las organizaciones y las sociedades. A su vez, la capacidad de realizar estos cambios depende de la habi-

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lidad de las personas para reconocer y trascender sus supuestos y modelos Proyecto Regional mentales acerca de cómo funciona el de Diálogo mundo, y de imaginarse y adoptar nuevas Democrático para formas de interacción con uno mismo y América Latina y el con los demás. Caribe, del Para dialogar, las personas deben tener Programa de las la habilidad de conectarse profundamenNaciones Unidas te con otras alrededor de sus anhelos bápara el Desarrollo. sicos y valores compartidos, y aún de sus diferencias, para poder re-crear futuros posibles. Esta conexión sólo puede resultar a partir de un proceso de reflexión e indagación mutua —el proceso que llamamos diálogo—. Este proceso está caracterizado por ser generativo (suscita lo nuevo), transformador (innova a las personas y sus relaciones) e integral (su abordaje es holístico). Directora del

Diálogo democrático Para el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, el término “diálogo democrático” refleja los procesos de construcción de consensos que se desarrollaron en la región en los últimos años. Basados en esta experiencia, definimos el diálogo como un proceso transinstitucional para resolver problemas sociales complejos o retos que no pueden ser adecuada, exitosa, sostenible, legítima ni pacíficamente resueltos por una única institución. Es una herramienta para la gobernabilidad democrática que complementa las instituciones democráticas, tales como legislaturas, partidos políticos e instituciones públicas. Un diálogo democrático es multiactor, reuniendo personas que son parte del problema y tienen que ser parte de la solución o, alternativamente, son un microcosmos de líderes formales e informales de la sociedad. Un diálogo democrático es influyente: personas de diferentes sectores, clases, jerarquías, partidos, regiones, generaciones, género y culturas que normalmente trabajan de forma separada, o aún en oposición, se comprometen en un proceso común. El diálogo democrático promueve espacios seguros para que la gente hable y se escuche, contribuyendo así a restaurar o construir confianza. Estas conversaciones les permiten llegar a consensos, es decir, a entendimientos compartidos de cuál es el problema, qué parte tienen en él, y qué pueden hacer para resolverlo. Final y críticamente, el diálogo está conectado a la acción. Sus participantes emergen del proceso con un sentido compar-


tido de propósito, de compromiso con un futuro común alternativo y pasos acordados para realizar el futuro deseado2.

Diálogos en América Latina y el Caribe: algunas lecciones aprendidas Varios años de experiencias en procesos de diálogo en América Latina y el Caribe dejaron algunas lecciones y aprendizajes esenciales: – Cada vez con más frecuencia nos enfrentamos a asuntos para los cuales es inadecuada la toma de decisiones de manera unilateral o a través de una sola autoridad jerárquica. Por sí solo, ningún director ejecutivo puede transformar la habilidad innovadora de una compañía o crear una cultura basada en valores. El presidente de ningún país puede, por sí solo, resolver los inextricables atascos políticos que se atraviesan en el camino del desarrollo nacional. Por ello, las habilidades parlamentarias para tratar y resolver de manera conjunta los “problemas complejos” de las sociedades son ya una exigencia cotidiana y nunca habían sido tan necesarias.3 – Si observamos el contexto global y latinoamericano, constatamos que la acelerada dinámica de los factores que contribuyen a la gobernabilidad y la democracia plantea a los líderes políticos y sociales un escenario de elevada complejidad. Ocurre que los problemas actuales son complejos de dos maneras: dinámica y socialmente.

El diálogo democrático promueve espacios seguros para que la gente hable y se escuche, contribuyendo así a construir confianza. 69


Son dinámicamente complejos, porque la causa y el efecto están muy lejos en tiempo y espacio, lo que dificulta captarlos a primera vista. Y son socialmente complejos, porque las personas involucradas ven las cosas de manera diferente, y por ello los problemas se polarizan. Un conflicto de límites territoriales, por ejemplo, tiene ambos tipos de complejidad al desenvolverse de manera desconocida e impredecible y debido a que su solución requiere de la participación de múltiples actores.4 – Enfrentados a esta realidad observamos, por un lado, una gravitante sensación de impotencia frente a la debilidad de la capacidad pública de tomar decisiones complejas y conflictivas y, por otro lado, una creciente necesidad de implementar estrategias de trabajo que permitan la construcción de consensos entre múltiples actores. Algo que sí sabemos es que los problemas complejos no pueden ser resueltos por expertos, sino por las partes involucradas. – En el terreno de lo público es frecuente encarar las controversias mediante la confrontación de posiciones que aparentan ser irreconciliables. Como resultado, la conversación —que posibilitaría el encuentro de soluciones— queda absorbida por la polémica. Se polariza el debate, se constituyen grupos opuestos y las prácticas que podrían facilitar la resolución no hacen más que intensificarla. – Como consecuencia de esta polarización del debate se suele dividir el tema de manera antagónica: se trata de ganar a toda costa y, para ello, el otro debe perder. Gracias a esta tensión los involucrados en el debate deben escoger entre dos respuestas simplistas frente a dilemas sumamente complejos. Por ello, usualmente, los problemas complejos no se resuelven sin conflicto, o se atascan o se resuelven por la fuerza. En una familia, se repiten los mismos alegatos una y otra vez. En una organización, se vuelve a pasar por las mismas crisis. En una comunidad, la gente involucrada en un problema no puede ponerse de acuerdo sobre cuál es la solución, se divide y, quienes tienen el poder —la autoridad, el dinero, las armas—, imponen su solución a todos los demás.

Para dialogar, las personas deben tener la habilidad de conectarse profundamente con otras alrededor de sus anhelos básicos, valores compartidos e inclusive de sus diferencias para, de esta manera, poder re-crear futuros posibles. 70

– En nuestro trabajo encontramos que hay formas alternativas de enfrentar los conflictos y desafíos y crear nuevas realidades. Por ejemplo, las personas involucradas pueden hablar y escucharse unas con otras, y tratar de encontrar así una solución. Pero este abordaje, que produce resultados de mediano y largo plazo, se percibe como difícil de implementar frente a la urgencia que plantea el contexto. Por lo tanto, la fuerza se convierte en la opción inmediata. – Nuestros modos de hablar y escuchar no permiten solucionar problemas complejos. Nuestra manera más común de hablar es “afirmar” cómo son las cosas y cómo deben ser, sin permitir que pueda haber otras verdades o posibilidades. Y nuestra manera más común de escuchar es no escuchar o escuchar sólo lo que nosotros mismos decimos, no lo que dicen los otros. Estas maneras de hablar y de escuchar sirven cuando los problemas son sencillos, cuando una autoridad o un experto puede analizarlos y aplicar soluciones que sirvan en el pasado. Pero un problema complejo sólo puede ser resuelto de manera pacífica si las personas que son parte del mismo trabajan juntas, con ánimo creativo, para entender su situación y mejorarla. – Cuando el cambio es constante, la creatividad y la adaptación son fundamentales para crear nuevas posibilidades. Exige, además, estrategias de diseño y búsqueda que puedan admitir las diferencias y armonizarlas. La experiencia muestra que el diálogo es un espacio privilegiado para explorar las posibilidades que están allí, pero que no tuvimos capacidad de ver y comprender para encontrar futuros emergentes.

El diálogo y el abordaje de problemas complejos ¿Qué tipos de diálogos se requieren para abordar problemas complejos? ¿Qué condiciones deben propiciar? ¿Cuál debiera ser nuestro enfoque? Nuestra experiencia apunta a que los diálogos que lograron cierto grado de éxito en el tratamiento de problemas complejos son aquellos que han propiciado cierta forma de “hablar, pensar y actuar” conjuntamente. Pareciera que cuando transformamos la manera en que hablamos (siendo abiertos y escuchando con empatía, tratando de entender al otro), la manera en que pensamos (descubriendo un significado compartido de las cosas y de los problemas que nos aquejan) y el modo en que actuamos (a partir de una mejor comprensión mutua) entonces pueden ocurrir cambios significativos en los líderes y en todos nosotros —padres de familia, ciudadanos y personas en todos los niveles de las organizaciones. Para algunos, estas condiciones pueden ser fácilmente descartadas como idealistas e irreales, pero la experiencia también nos ha demostrado, en los diversos ámbitos de la vida, que si algo no nos da los resultados que queremos, continuar haciendo lo mismo no nos dará resultados diferentes. Un aspecto fundamental de hablar bien es escuchar bien. ¿Cómo se hace esto? Tenemos que abrirnos, sincerarnos. Usual-


En el corto plazo es posible que las manifestaciones sociales de un proceso de diálogo generativo, transformador e mente, frente al conflicto, nuestra manera típica de escuchar es “táctica”, no está basada en la relación con el otro. Escuchamos solamente aquello que queremos oír. Escogemos sólo los puntos de vista de quiénes son útiles para sostener los propios. Y luego medimos el éxito de nuestra conversación por la eficacia con la cual logramos ventaja. Aun y cuando esos motivos se escondan bajo un manto de cortesía es raro que las personas con algo en juego abran de verdad su mente y descubran las limitaciones de su propia manera de ver y de actuar. Y ¿en qué consiste abrir nuestra mente? Significa, en última instancia, abrir nuestro corazón. Pero aquí también hay quienes descartan esta alternativa, porque piensan que utilizar el corazón es sinónimo de pensamiento confuso y debilidad personal de quien toma decisiones con “eficiencia”. Sin embargo, las culturas más antiguas y los pueblos del mundo a lo largo de su historia han conectado sus decisiones a este aspecto subjetivo. Actualmente, los pueblos indígenas del mundo comienzan sus más importantes conferencias con oraciones en las cuales imploran orientación y guía, para olvidar prejuicios y temores y actuar prudentemente al servicio de sus comunidades. El más antiguo símbolo de la mente entre los chinos es una representación del corazón.5 En el corto plazo es posible que las manifestaciones sociales de un proceso de diálogo generativo, transformador e integral no sean aparentes. De hecho, pueden tomar meses o años, tal vez décadas, para emerger. Es de todos sabido que los cambios sociales toman tiempo. Pero lo que sí será evidente en el corto plazo es el cambio en la mente de los individuos y sus relaciones

integral no sean aparentes. De hecho, puede tomar meses o años, tal vez décadas, para que éstas emerjan. y entre los grupos multiactores, las cuales serán cualitativamente diferentes. Este tipo de cambio es profundo porque involucra una transformación personal. Es sistémico porque cambia las relaciones en el ámbito tanto de la percepción como de la acción. Y es integral porque aborda al ser humano en todas sus esencias objetivas y subjetivas, personales y colectivas. Creemos que los diálogos con estas cualidades constituyen la base para cambios sostenidos positivos en las personas, sus relaciones y sus sociedades. Y son una alternativa real para abordar los problemas complejos que nos desafían tanto a nivel global como en los escenarios nacionales. 1 Esta es una de las hipótesis centrales promovidas por el Informe sobre el “Estado de la democracia” publicado por el PNUD (2004). 2 Diez Pinto, Elena. Hacia la construcción de una tipología de diálogo, Guatemala: Magnaterra: 2004. Ver también www.democraticdialoguenetwork.org 3 Senge, Peter. Presence: An exploration of profound change in people, organizations and society, New York: Doubleday, 2005. 4 Kahane, Adam. Resolviendo Problemas Complejos, Madrid: Editorial Norma, 2006. 5 Ibid.

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El diálogo interregional Lea Plaza parte de un escenario de disputa hegemónica entre visiones distintas de país, que se resolverá siempre y cuando se cohesionen los intereses sectoriales con los territoriales y se busquen empates interregionales. MAURICIO

E

s importante partir de la constatación de que crisis del Estado, que intentamos sobrellevar, tiene que ver no sólo con el conflicto de las relaciones entre éste y la sociedad civil, sino con los distintos tipos de desarticulación que se dan: – De la relación Estado–ciudadanos, que se manifiesta en la crisis del sistema tradicional de representación política y del sistema de democracia pactada. – De la relación Estado–economía, que generó la crisis del modelo neoliberal. – De las relaciones de integración e inclusión social y cultural, que se manifiestan en la impugnación al racismo y a la discriminación estatal de las mayorías indígenas y originarias de Bolivia. – De las relaciones entre el Estado y sus expresiones territorial/regionales, lo que pone en riesgo la propia unidad nacional. Por ello, la crisis del Estado se manifiesta en una dinámica de desarticulación de las expresiones territoriales de naturaleza regional, hecho que expresa las debilidades estructurales de la forma de organización gubernamental y de la aplicación en el ámbito territorial regional y local de políticas y prácticas nacionales poco equitativas, ineficaces, verticales y poco participativas.

Todo ello pone en crisis el contrato social del año 1825 que dio lugar al ordenamiento republicano que aún tenemos. Y siento que estos temas no merecieron mucho trabajo ni movilización, pero que, a mi juicio, son la expresión de una política y una forma de comportamiento del Estado respecto a sus regiones poco equitativa, ineficaz, verticalista y excluyente. Reconocer estos elementos a la hora de intentar superarlos en la Asamblea Constituyente me parece fundamental, porque

Estamos viviendo una disputa hegemónica con visiones distintas de país, visiones que se desarrollaron y posicionaron en estos últimos años. 72

LEA PLAZA

se tratarán temas múltiples para los que hay expectativas de actores políticos, soEconomista y ciales, gremiales, institucionales y regioexperto en nales que no se pueden soslayar. descentralización. También se debe reconocer la doble Trabaja en la pertenencia de los asambleístas, si bien Prefectura de Tarija. son representantes de un partido político, también son de un departamento, de una circunscripción, de un sector, etnia o de pueblo indígena; esto implica que si bien el origen de la representación es de naturaleza partidaria, su desempeño tendrá que responder a su identidad y pertenencia social y espacial. La gran mayoría de los asambleístas (82%) son representantes uninominales y pertenecen a una circunscripción territorial y, en muchos casos, tienen mandatos regionales muy claros. Por su naturaleza los asambleístas, los procesos de consulta y retroalimentación social reforzarán un debate con un sentido de vinculación y de posicionamiento regional. El mapa político en el país nos muestra que la polarización política no es sólo partidaria o ideológica, sino también territorial. Ejemplo de ello es la polarización Oriente y Occidente, de la que Tarija no se siente partícipe, porque está demostrando tendencias políticas que tienen una clara aplicación territorial y que históricamente generaron posicionamientos regionales concretos. Estamos viviendo una disputa hegemónica con visiones distintas de país, visiones que se desarrollaron y posicionaron en estos últimos años. Cada una de éstas tiene un enclave social y territorial muy bien definido, y también es portadora de reinvindicaciones históricas que serán discutidas en la Asamblea Constituyente. Además, creo que el referéndum autonómico, por la naturaleza de la pregunta, significó un posicionamiento departamental legitimado en el voto del soberano, que tendrá un efecto directo en el debate que se establezca en la Asamblea, a la que llegamos sin acuerdos previos, prácticamente no existió un proceso preconstituyente. Este hecho complicará o al menos prolongará el debate constitucional. El tema autonómico es, por tanto, un tema de interés regional y, como dijo Jenny Cárdenas: el gran desafío, la condición pluriétnica de Bolivia y el rediseño estatal. El tema de las autonomías será un tema central en el debate.


En este marco de consideraciones hay que reconocer que el proceso de diálogo interregional es un escenario obligado en la Asamblea, su éxito no sólo pasará por aprobar determinadas reformas constitucionales, sino por lograr un equilibrio de carácter regional y nacional; y por eso creo que uno de los secretos fundamentales es tratar de cohesionar los intereses sectoriales con los territoriales, evitando que uno se sobreponga al otro. Si esto no ocurre tendremos un claro fraccionamiento.

Propuestas de distorsión Comparto con Carlos Hugo Molina, que plantea en su artículo “El dialogo interregional” que éste, el diálogo interregional, no puede partir de prejuicios, como sucedió en el debate de las autonomías, porque fue un concurso de consignas distorsionadas que generaron confusión y que no permitieron una profundización del tema mismo: los alcances de la autonomía. Creo que es un buen ejemplo de cómo no se debe generar el debate en la Asamblea. Otro ejemplo es la propuesta de regionalización que hizo el gobierno, en el que plantea dividir el país en más de 40 regiones que, a mi juicio, no contribuyó a esclarecer el debate ni a generar elementos de discusión que permitan entrar en el fondo del problema. También se debe evitar las consignas, porque si no logramos empates básicos que las superen, la Asamblea será un fracaso por no tener grandeza de espíritu para generar algunos puntos de entendimiento. Asimismo, se debe cuidar que la expectativa y presión social que se ejercerá sobre la Asamblea no se desborde, sino que ese escenario pueda trascender su propia institucionalidad y constituirse en un escenario de mayor polarización. Tuvimos dos experiencias claras, yo siento que cercar la ciudad de Sucre (Chuquisaca) y obtener determinada conquista no será fácilmente asimilable por el conjunto del país ni de las regiones. Ese tipo de prácticas no nos ayudarán a encontrar los empates interregionales que hoy necesitamos.

Apuntes para el proceso de diálogo Quisiera comentarles algunos de los temas que, en el caso de Tarija, resultan muy sensibles en este diálogo interregional. 1. Integridad territorial departamental. Ustedes saben que hay una propuesta de creación del décimo departamento. Creemos que la Asamblea no debería tocar la delimitación político- territorial, ya que significaría un escenario de desencuentro muy complicado de superar. 2. La vigencia de la delimitación político-administrativa del departamento y el tratar de plantear que el país se regionalice en vez de departamentalizarlo, tampoco ayudará a encontrar puntos de encuentro. 3. La autonomía departamental. Figura gubernativa imprescindible para profundizar la democracia, potenciar las capaci-

dades de autodeterminación y desarrollo, y consolidar la articulación nacional a partir del reconocimiento de las particularidades de las diferencias regionales. 4. Las conquistas históricas de la participación regional en los ingresos nacionales. Por ejemplo las regalías, que seguramente los departamentos tratarán de hacer respetar. 5. El caso de los hidrocarburos para una región como Tarija, que alberga cerca del 90% de las reservas de gas, obviamente es un tema de interés, asumiendo siempre que este recurso es de domino estatal y nacional, y lo que se buscará es cómo generarlo de forma que sus beneficios lleguen a todos. 6. ¿Es viable el diálogo interregional? ¿Son irreconciliables las visiones regionales? Ello pasa indudablemente por lograr los puntos de empate, de encuentro, los elementos de unidad o los consensos básicos, a pesar que en principio se manifiesta una ausencia programática para discutirlos, hay que saber reconocer esas diferencias de visiones e intereses y plasmarlas en la nueva Constitución.

Hay que reconocer que el proceso de diálogo interregional es un escenario obligado en la Asamblea; su éxito no sólo pasará por aprobar las reformas constitucionales, sino por lograr un equilibrio regional y nacional. A partir de estos elementos creo que todos compartimos la esperanza de que se logre un pacto social e institucional en democracia; pero es insuficiente creer que los pactos pueden generarse naturalmente y que de la crisis va a surgir siempre la posibilidad del acuerdo. Mas bien creo que se debe desarrollar un conjunto de acciones, una metodología de trabajo y una actitud muy clara de parte de los entes gubernamentales. Esfuerzos como el que está haciendo la Fundación UNIR Bolivia son los que se deben seguir, pero ya en el escenario del debate y que requieran de un acompañamiento técnico-metodológico y de un clima más propicio para encontrar puntos de encuentro. Debo concluir manifestando un deseo: que las polarizaciones puedan encontrar los puntos de equilibrio y los pactos necesarios para viabilizarnos como Estado-nación. La sociedad boliviana demostró históricamente su capacidad para encontrar equilibrios en los momentos de crisis. Esperemos que este sea un nuevo momento de reencuentro nacional.

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El gran desafío: la condición pluriétnica de Bolivia y el rediseño estatal La condición pluriétnica de Bolivia es el mayor tema político del actual debate nacional, que supera —dice Cárdenas— cualquier discusión de tipo administrativo, como las autonomías. JENNY

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ara nadie ha sido fácil imaginar el derrotero que tendrían los duros enfrentamientos de octubre de 2003 cuando los movimientos sociales obligaron —no sin antes sufrir una cruenta represión— al entonces presidente Sánchez de Lozada a renunciar y salir en fuga del país. Ese momento venía ya cargado de las amenazas de la llamada “media luna” de una idea que nos hicimos los del otro lado, los de La Paz —al menos—, de que el propósito, principalmente de sus elites, antes que aceptar perder el poder que siempre detentaron y que se les iba de las manos, antes que aceptar en democracia el gobierno de los populares, era preferible dividir al país, no sin antes protagonizar una casi segura guerra civil. Cuanta ansiedad, preocupación y miedo, y cuantos deseos de aproximarnos entre paceños y cruceños se expresaban a través del proceso que se inició cuando quedó marcada la llamada “agenda de octubre”, cuyo eje articulador era la realización de la Asamblea Constituyente y la nacionalización de los hidrocarburos. Quienes estamos reunidos en este seminario nos hemos visto en esos afanes de buscar el encuentro, de articular propuestas e intercambios; de crear condiciones que, inclusive entre nosotros, amigos de uno y otro lado, abrieran una brecha que permitiera establecer confianzas y mutuos empeños despejando las miradas sospechosas para rearmar puentes de contacto. En esos trajines lo primero que nos pareció básico, una vez que la realización de la Asamblea Constituyente se posicionó en el imaginario de casi todos los bolivianos, fue buscar lo que se llamó “construir la Asamblea desde abajo”, con la más amplia participación, especialmente de los sectores populares e indígenas. Por primera vez la constitución se imprimió en papel sábana y se editó por miles y miles de ejemplares; por primera vez muchos nos enteramos de su existencia y la leímos, la estudiamos, la discutimos, inclusive llegamos a pensar que —como decía una de las mujeres que llegó desde el Chaco (a tres días de viaje) al primer ejercicio asamblea— simulacro que organizamos en Cochabamba con la Universidad de la Cordillera, mujer indígena y pobre: “¡ah! ¡Pero esta constitución no está tan mal!... lo que pasa es que no la conocíamos”. Ese momento pasó. Y muchos otros momentos dramáticos, como cuando Carlos Mesa renunciaba y no renunciaba. O cuando tuvo verdaderamente que renunciar y hacer la entrega del poder al presidente de la Corte Suprema de Justicia en un escenario plagado de incertidumbres. Todo eso sucedió, para ser gráfica, tan solo ayer. Hoy, estamos a días de iniciar la Asamblea Constituyente; tenemos los 255 constituyentes ya electos, la realización del Referéndum —tema altamente espinoso— que finalmente

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CÁRDENAS

fue resuelto de una manera que muchos quedamos “descolocados”; igual que la Socióloga, decisión del Movimiento Al Socialismo cantautora y (MAS) de aceptar no llevarse el ganador concejal del los tres constituyentes electos si el voto era municipio de del 50% más uno; en fin, el camino se allaLa Paz. nó, para sorpresa de todos. Consecuencias aparte —hoy se esta buscando hacer acuerdos para tener los dos tercios necesarios para aprobar cualquier tema de la nueva constitución—, esto también hace al proceso con sus inesperados giros y más allá de todo, aunque no sin sus densidades y ruido, estamos con una temperatura que en política y para Bolivia parece “normal”. Es en este marco —de acercamientos al borde de los abismos, para reinventarnos poco después sin mucha dificultad aparente— que algunos optimistas creemos que este proceso nos está brindando una oportunidad para obtener buena salud y una vida prolongada. Es un momento cargado de paradojas pero, a nuestro entender, saludable por donde se mire y, como es natural, cosas de tanto tiempo encapsuladas son complejas, densas, pero —queremos creer— curables, posibles, potables. Los diálogos interregionales ya comenzaron. Los periódicos dan muestra de este estado del proceso: “El MAS y Santa Cruz se abren a un diálogo sobre las autonomías: los dos sectores coinciden en la necesidad de buscar consensos, aunque dejarán la decisión final a la Asamblea Constituyente“; “Las autonomías necesitan de una visión nacional: hay que trabajar los contenidos de régimen autonómico, pero con visión nacional”; “Las autonomías indígenas pueden ser viables en un Estado moderno”; “Las autonomías no son sinónimo de división”; u otros que señalaban “La capacidad de anteponer los intereses comunes a las naturales divergencias”, titulaban los periódicos del martes 11 de julio de 2006. Lo que sucede es que hace ya mucho que se inició un proceso de gestión descentralizada. Desde la implantación e implementación de la Ley 1551, de Participación Popular, y poco después la Ley 1654, de Descentralización Administrativa, está echada la suerte para que se profundicen los procesos de gestión y fiscalización, además de identificadas las 224 competencias que tienen, por ejemplo, los prefectos. Sumando, tenemos en nuestro haber descentralizador un otro ejercicio de democracia ampliada: la elección directa de los prefectos. El Municipio de La Paz, de cuyo concejo soy miembro, tiene ya un buen trecho de camino recorrido en asuntos de autono-


mía institucional. En ese orden, de ampliar la participación directa —otra demanda contemporánea de la sociedad civil— se aprobó hace unos meses una norma que permite esta participación de manera revolucionaria: la Norma de Participación Ciudadana, que prevé la elección directa de subalcaldes, el Referéndum Municipal, la Iniciativa Legislativa Ciudadana, los Concejos Macrodistritales, la Asamblea del Municipio, y otras instancias que otorgan el derecho a los ciudadanos de participar de manera directa en todo asunto que tenga que ver con su distrito y, en consecuencia, con sus intereses, con su desarrollo, y, en la base, con la transparencia del manejo de recursos. Alcanzamos un mejor y mas amplio desarrollo de una cultura democrática y, con ella, una profundización y una mayor participación ciudadana; estamos entrando a un proceso de agrandamiento y consolidación de una nueva estatalidad que tiene en su base la institucionalidad que se va creando alrededor de estas nuevas leyes y normas. En este marco acordar, re-fundar, realizar ese nuevo pacto social en el que nadie quede fuera, que nadie quede herido, es lo que estamos buscando todos los bolivianos. Sin embargo, más allá de este fervoroso optimismo, paso a considerar el tema duro que, a la par de las buenas noticias, surgió en estos días. El curso que las cosas puedan tomar nos previenen de cuidar la gran oportunidad que tenemos a través de la Asamblea

Es un momento cargado de paradojas pero, a nuestro entender, saludable por donde se mire; cosas tanto tiempo encapsuladas son complejas y densas. 75


¿Qué hacemos con la condición pluriétnica de Bolivia, que se ha revelado ante nuestros ojos con todo el Constituyente. Tal vez, en el peor escenario, el exacerbamiento al que por momentos llega el enfrentamiento en Santa Cruz, entre masistas y comiteistas, con una violencia por instantes difícil de creer —jóvenes pegando con un pedazo de tronco a una señora de pollera, que inevitablemente nos lleva a pensar en esas escenas de películas que anunciaban la llegada del nazismo— o las teatrales como altamente sospechosas escenas de jóvenes de El Alto inducidos por Roberto de la Cruz vistiendo camisetas y autoproclamándose talibanes, en el peor escenario, decimos, estas provocaciones con seguridad financiadas por oscuros intereses, pueden desatar peores odios con resultados que, en última instancia, a nadie beneficiarían. Sobre el odio nada puede construirse. Es necesario comprender que tanto el mando gubernamental como el comiteísta en las tierras bajas está comenzando a ser sujeto de presiones de mayor o menor fuerza desde las líneas de acción más radicales de la lucha social entre “ricos” y “pobres”, entre “derecha” e “izquierda” y entre “particularismos” y “agregacionismos” que se abrió en Bolivia a raíz de la crisis, de la debacle neoliberal y el ascenso político del MAS de mano de los movimientos populares antineoliberales. Los efectos de esa presión, combinados con el diseño de las estrategias políticas propias, tanto del gobierno como del comiteismo, marcarán los límites en los que una negociación factible pueda proceder dentro de la Asamblea Constituyente entre los bloques de delegados allí concurrentes Debe también quedar claro que las decisiones finales sobre el debate de las autonomías departamentales serán tomadas por los propios asambleístas electos el 2 julio; sujetos, empero, a la presión que sobre ellos ejercerán actores de diverso carácter. También, previsiblemente, el influjo de la Federación de Juntas Vecinales (FEJUVE), la Central Obrera Departamental (COR) y otros grupos de movilización informal de la ciudad de El Alto, podrá dejarse sentir sobre la Asamblea Constituyente con posicionamientos “duros” y confrontacionales contra las élites de las tierras bajas del país.

Hoy el tema de las autonomías departamentales ocupa a tal grado la agenda de discusión nacional, que la cuestión de los derechos indígenas en el rediseño de la Constitución Política del Estado en la Asamblea es un tema secundario.

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dolor de sus racismos y exclusiones étnicas, al ingresar como país en la posmodernidad de una realidad global que, finalmente, se reconoce como mundo diverso? En este misma línea, por un lado, el sector “duro” antimasista radical del bloque de los comités cívicos de Santa Cruz, Tarija y Beni puede —de imponerse— llevar al país al borde, incluso, de estallidos de violencia y de amagos de desgarramiento y fractura de su unidad republicana. Y, por otro, igualmente, de imponerse el sector “duro” de radicalismo antilatifundista del bloque de los movimientos rurales organizados en el “Pacto de Unidad”, podrían precipitar el estallido de violencia al interior de Santa Cruz. Consecuentemente, puede preverse un proceso muy tensionado para la Asamblea Constituyente si los sectores más radicales de los distintos polos de la lucha social en el país “ganan la mano” sobre los sectores más blandos y proclives a la concertación, vinculados, ya sea al gobierno en uno de los polos, o al comiteísmo, en el otro. La existencia de sectores “blandos” en ambos polos de la lucha social en Bolivia da pie, por su parte, a pensar que son posibles, a futuro inmediato, escenarios de negociación capaces de producir una Asamblea Constituyente con resultados sin que medien estallidos de violencia ni desquiciamientos políticos mayores. Sin embargo, parafraseando a Zavaleta, como la historia tiende a caminar con su pierna coja, hay que estar atentos también a la posibilidad de que prevalezcan sobre la Asamblea la violencia y la confrontación. En tal caso, seguramente, por fuera, pero con el fin de influir sobre ella, surgirán instancias de mediación que buscarán acercar a la izquierda gobernante con la oposición comiteista, de modo que el potencial de violencia de la coyuntura amaine. Nos parece imprescindible que tal factor de mediación debiera ya formarse y organizarse de inmediato a través de la constitución de una comisión conformada por la Defensoría del Pueblo, la Iglesia Católica, la Asociación Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (APDHB) y personalidades invitadas, comisión que debiera, inicialmente, encargarse de realizar una observación pausada y sin alarmismos del conjunto de la coyuntura política del país. Para terminar, algo que preocupa y es vital considerar, la preeminencia de las luchas entre “ricos” y “pobres”, entre “”derecha” e “izquierda” y entre “particularismos y “agregacionismos” en la actual coyuntura tiene efecto adverso contra los ideales y reivindicaciones de quienes inicialmente impulsaron la Asamblea Constituyente: los pueblos indígenas.


Hoy el tema de las autonomías departamentales ocupa a tal grado la agenda de discusión nacional, por efecto del vigor del desafío comiteista al todavía más vigoroso gobierno del MAS, que la cuestión de los derechos indígenas en el rediseño de la Constitución Política del Estado en la Asamblea Constituyente es, a lo más, un tema secundario. Con ello se hace evidente que la derecha ya logró la mitad de su victoria: hoy parece importar más el tema de la autonomía departamental que el de la dominación étnica y racial que caracteriza a Bolivia desde su fundación y que la Asamblea Constituyente, se supone, iba a tratar como tema principal. Así, un tema administrativo (autonomías) se está imponiendo sobre el tema más importante para el diseño de los estados en la época de la globalización: el del tratamiento de la plurietnicidad como condición de la posmodernidad. Sin duda se trata del tema político mayor de Bolivia: ¿Qué hacemos con la condición pluriétnica de Bolivia, que se ha revelado ante nuestros ojos con todo el dolor de sus racismos y exclusiones étnicas, al ingresar como país en la posmodernidad de una realidad global que, finalmente, se reconoce como mundo diverso? Urge hacer el desciframiento de cómo un tema administrativo en rigor secundario pudo imponerse sobre la revelación, a lo largo de ya más de una década, de una plurietnicidad cargada de racismos que requiere ser cambiada. Pero aún urge más invertir el orden de las prioridades: o se encuentra el camino para transformar de raíz el desequilibrio interétnico en Bolivia o la Asamblea Constituyente habrá sido simplemente otro desliz en re-

cambios burocráticos sin mayores consecuencias que los de proyectar la desigualdad interétnica bajos nuevos moldes político-administrativos. Podemos decir que la demanda de autonomías es de todos: indígenas, comités cívicos, la sociedad en su conjunto. En este complejo orden de cosas nos animamos a proponer algunas acciones: iniciar una intensa y masiva campaña publicitaria que dé señales de unidad, y de hermanamiento, y que asiente en el imaginario colectivo las experiencias de amistad y orgullo que sentimos unos por otros; propiciar continuos encuentros de diversa índole: académicos, artísticos, institucionales, estudiantiles entre los departamentos en conflicto; promover la organización de grupos de observadores permanentes o intermitentes en la Asamblea Constituyente; invitar a los propios constituyentes a reuniones focales de técnicas en diálogo, negociación, y de orientación general. Finalmente, en nuestra percepción, nada nos haría mayor daño que —por cumplir rigurosamente una idea de refundar todo—, hagamos omisiones y tabula rasa de los precedentes procesos histórico-sociales e institucionales que hacen a la base de legitimación de la realización de nuestra Asamblea Constituyente.Y es que la oportunidad que se nos presenta debe intentar abrir diálogos sin complejos y sin temores, a condición de que de allí —una vez conceptualizada la Asamblea como un escenario de paz, de acuerdos y de compromisos— partamos hacia la construcción de un nuevo, mejor y más justo destino para todo el país.

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MANO A MANO

DIÁLOGO ENTRE REGIONES Redibujando el mapa político a la sombra de la Constituyente Una conversación de ida y vuelta entre el experto en temas de descentralización Franz Barrios Suvelza y el historiador José Luis Roca. Un intento a mano alzada de proyectar el nuevo mapa político del país; una reflexión necesaria sobre las propuestas hasta ahora presentadas. JOSÉ LUIS ROCA

FRANZ BARRIOS SUVELZA

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ranz Barrios Suvelza (FBS): Auscultemos si a pesar de los difíciles meses vividos es posible en Bolivia un estilo de diálogo con una metodología o agenda en torno al problema regional. Sobre todo en torno a las ideas legítimas pero muy polémicas, por ejemplo de querer regionalizar Bolivia, que fue una de las propuestas del Poder Ejecutivo. Querer regionalizar a través de más de 40 regiones. José Luís Roca (JLR): O sea cambiar el mapa actual, redibujar el mapa político. FBS: El Poder Ejecutivo tiene dos versiones. Una en la que dice que no es su intención sustituir nada ni poner en cuestión provincias ni municipios, sino promover unidades de planificación. Pero en otras exposiciones parece leerse entre líneas que es un poco más que eso; por ejemplo, uno podría especular que es una especie de contrapropuesta a la idea del departamento de Santa Cruz y su autonomía, como diciéndole a Santa Cruz y a su

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comité cívico: “quién le ha dicho a usted que el departamento es el sujeto de una futura autonomía. Tal vez el sujeto sea una región chiquitana o una región de valles orientales”. JLR: Son dos cosas distintas ¿no es cierto? Una es la unidad de planificación, que creo nadie podría objetar, pues no tendría consecuencias profundas en cuanto a la organización política ni a la identidad regional que tenemos los bolivianos. Pero otra cosa distinta es querer hacer como el dictador Linares y sus famosos 32 distritos electorales, mejor dicho, acabar con los departamentos, que fue un poco la idea gonista de hacerle un by pass a los departamentos, de ignorar su existencia para entenderse directamente con los municipios, asignándoles una suma de dinero en su presupuesto. Hay muchas modalidades, desde entonces, de pretender lo mismo, pero lo difícil será alterar los límites departamentales, e incluso provincia-

les. El otro tema es cómo se encara la autonomía de municipios, departamentos y dónde quedan los indígenas. Ciertamente hay mucha confusión en este tema. FBS: Debo confesar que con los años mi escepticismo frente a las provincias se ha debilitado. Siempre me pareció una lámina territorial puesta en duda por la Participación Popular: mal o bien la provincia parecía haber sido sometida a un proceso de compresión social, institucional, y mucho tiempo me incliné a pensar que sus días estaban contados; pero tengo la sensación de que será muy difícil que se prescinda de las ellas. Primero, porque muchas, como en el caso de Santa Cruz, tienen más sustancia sociológica e histórica de lo que nos imaginábamos. Nos atormentó el discurso de que la provincia era una herencia colonial perversa y que fue una especie de trazo español siempre arbitrario e irracional, cosa que ciertamente fue, pero creo que con los años te-


nemos en la provincia una cosa muchísimo más arraigada, y esto está siendo convincentemente aprovechado en algunos departamentos, que están encaminando procesos de desconcentración prefectural vía provincias. Hay que añadir que a esa discusión se sumó la creciente convicción de la gente municipalista, que a través de la mancomunidad creía darle una estocada final a la provincia. En resumen, podríamos “abuenarnos” con la provincia. Nunca dudé de los departamentos, pues está claro que el departamento boliviano no es una invención de ayer. Está presente en más de cuatro siglos, pero creo que también podríamos ver cuán fuerte es la provincia en nuestra vida. JLR: La fortaleza del departamento se expresa a través de sus provincias, muy especialmente en la “media luna”, todo lo que es Oriente y Chaco, donde las provincias no pudieron ser aniquiladas con la Participación Popular. Es distinto en el Altiplano, donde sí esa estocada probablemente liquidó la existencia de la provincia. En el departamento de La Paz la provincia Franz Tamayo no es tan fuerte como la del Gran Chaco en Tarija; otro ejemplo está en el Beni, donde la provincia Ballivián alberga a tres pueblos como Reyes, Rurrenabaque y Santa Rosa con sus propias élites. Porque lo que define la existencia de estas circunscripciones es la presencia de élites. Y aquellas provincias que tengan élites aymaras podrían consolidarse… pues élites son élites. Lo que pasa es que la palabra está mal entendida, ya que se la toma en sentido clasista y peyorativo. Lo que quiero señalar es que cada uno de esos tres pueblos benianos tiene una importancia específica en una misma área provincial. En Santa Cruz ocurre lo mismo en la provincia Cordillera, con pueblos como Charagua, Camiri, Lagunillas. Ahí está establecida la identidad departamental a través de la provincia. Los municipios del 94 formularon un intento de hacer desaparecer la provincia y el departamento, pero se ha impuesto otra realidad. Posiblemente en municipios que en muchos casos abarcan una sola provincia,

como Yacuma en el Beni que alberga a Santa Ana, la situación sea diferente. Si triunfa un estado triterritorial —en el cual yo creo fervientemente— lo óptimo sería resolver por esa vía estos dilemas. Porque ahí están también los municipios indígenas. No habría mayor problema si la base del tercer eslabón territorial sean los municipios, que incluiría a los que son manejados con elementos indígenas. Posiblemente el empoderamiento que hubo a través de la Participación Popular nos demuestre que si bien la provincia no desaparece, por lo menos quedará como un recuerdo histórico, y que el dinamismo se consolide en los municipios. Si admitimos el viejo refrán español: “no hay mal que por bien no venga”, entonces pienso en los municipios de la Participación Popular que, al empoderarlos dándoles dinero, acabaron siendo una realidad muy difícil de negar y que viene como “anillo al dedo” si hacemos los dos niveles subnacionales. No sé lo que piensas de eso. FBS: Mucha gente cree que la triterritorialidad supone eliminar láminas territoriales, como el cantón, a nivel municipal, o como la provincia, cuando lo único que implica es que entre las varias láminas se discrimine capas con mayor fuerza gubernativa. De entre las láminas básicas territoriales lo que hace el modo de Estado triterritorial es seleccionar tres niveles que serán los que comportarán una cualidad gubernativa muy fuerte: el municipio, el departamento y la nación. Pero eso nunca implicó que la provincia tenga necesariamente que desaparecer, ya que puede tener funciones de unidad geográfica de desconcentración del departamento sin

que eso cargue a la provincia un peso constitucional equivalente. Por eso siempre confunde mucho cuando los políticos declaran: “queremos autonomías de cantones, provincias, departamentos, secciones”. Es decir, se diluye tanto la noción de autonomía que a mi juicio pierde nitidez en términos de debate. Volviendo a Linares, ¿hubo algo así como una especie de exposición de motivos de su norma de regionalización? JLR: Hablamos de un episodio lejano en el intento de debilitar a los departamentos, ese fue el gran anhelo de muchos. Y el que lo denunció fue un personaje pintoresco de nuestra historia, Eleuterio Villamil de Rada. Después de haber sido colaborador se retira del gobierno ante el intento de acabar con los departamentos y, justamente, prevé que eso ocasionaría la ruina. Al poco tiempo Linares se declaró dictador y su decreto no entró en funcionamiento porque cayó en la forma que sabemos. FBS: Pero ¿se sabe cuál fue el argumento de Linares para estar indispuesto con los departamentos? JLR: El argumento fue que el gobierno necesitaba salir de esa especie de contrariedad absoluta que ejercían los prefectos que siempre fueron, en el siglo XIX, una especie de control de los excesos. FBS: ¿Acaso los caudillos no los designaban? JLR: Los designaban, pero siempre prevalecía más la identidad regional que el compromiso político; eso fue así en toda la historia, y es lo que la gente no entiende. Aunque a un prefecto se lo designe, siempre estará más identificado con el departamento al que pertenece. Antes los prefectos eran enviados de otros distritos,

Hay una contaminación lingüística que perjudica todo. Bajo el ropaje de autonomía hay infinidad de actitudes, de códigos de conducta, de ideologías que están disfrazadas… (José Luis Roca) 79


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como en caso típico del Oriente donde eran collas que estaban cerca del poder, pero después del 52 ya no eran enviados, sino debían ser del lugar. Entonces siempre fueron un incordio para las tendencias autoritarias, y la tendencia autoritaria es igual a centralismo. Las dictaduras son el intento persistente y dañino de controlar el poder desde el centro ignorando la periferia, queriendo darle instrucciones de acuerdo al sentimiento centralista. Es así como veo el proceso histórico boliviano. Estamos viendo en estos momentos si hay diferencias entre el centralismo gonista, mesista o masista. Yo veo la misma manía: que si hay descentralización o autonomía el país se disuelve, es el mismo eslogan y eso muestra la persistencia de una idea. FBS: Eso es lo que quería retomar cuando me distraje con Linares. Pero antes de discutir la prospectiva y lo que pudiera salir de la Asamblea, quiero distraerme una vez más. Hay un tema que me parece sensible, y es la perspectiva real de que haya en nuestro país un diálogo cuando estamos atosigados de la valoración rápida y carente de fundamento. Existe una raza de argumentos que me asusta más, y es aquella que viene metida en un empaque técnico. Hay gente que puede presentarse con un gran análisis jurídico y en realidad es una pantalla, pues sigue siendo un análisis jurídico que viabiliza prejuicios. A lo que voy es ¿cómo podemos realmente sacar optimismo si al parecer los códigos de diálogo y comunicación están tan afectados por el prejuicio, ya sea aquellos atribuibles a la autosuficiencia de los técnicos, ya sea desde la óptica que cree que ciertas ideas son malas por sólo venir de la cultura occidental? Que bueno sería que se pueda discrepar, pero que esa discrepancia presuponga que los interlocutores se mueven en terminologías más o menos compartidas y racionales. Porque se puede discrepar mejor cuando se sortea el riesgo de un alejamiento entre interlocutores por mera divergencia de vocabulario. JLR: Hay una contaminación lingüística que perjudica todo. Bajo el ropaje de

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JOSÉ LUIS ROCA Abogado e historiador. Nació en Santa Ana de Yacuma en 1935. Embajador, ministro de Estado y senador por Pando. Catedrático y miembro de la Academia Boliviana de Historia y la Academia Cruceña de Letras.

Podríamos “abuenarnos” con la provincia… podríamos ver cuán fuerte es la provincia en nuestra vida. (Franz Barrios) autonomía hay infinidad de actitudes, de códigos de conducta, de ideologías que están disfrazadas. El tema nuevamente está candente. Ahí entran viejos prejuicios raciales, las continuas rivalidades regionales, el deseo de tener un gobierno fuerte controlado desde el centro. Si ha de haber un diálogo lo primero será que el país cambie su tradicional y, reiteradamente, fracasado modelo centralista para llegar a formas de descentralización. Si no encaramos el problema en esos términos vamos a divagar y ocultar nuestras verdaderas intenciones sobre el debate de autonomía y los centralismos. Álvaro García Linera, en una entrevista reciente, señalaba que fue un error que el gobierno no hubiera llevado adelante la propuesta de autonomía. Efectivamente

fue un error, pero cuando uno lo reconoce está en capacidad de enmendarlo, por eso para mí es una buena señal lo dicho por el Vicepresidente: “Nos equivocamos”. Entonces, para subsanar la equivocación será bueno decir que queremos autonomía y discutamos cómo, pero no mezclemos con otros temas, como la “soya para los chanchos”, o que en cierta parte del país hay oligarquías egoístas, o no sé que. FBS: Al reconocerle una dosis de hidalguía al Vicepresidente me lleva a una constatación algo inversa, si veo la otra orilla del debate. No sé cuál será su percepción, pero capto a momentos menos afán de autocrítica en los impulsores doctrinarios de la propuesta autonómica oriental… JLR: Han cambiado de actitud, ciertamente. FBS: ¿Cómo lo hicieron? JLR: Para mal… FBS: Mire, hay que reconocer el mérito de la gente que ha estado estos años fundamentando la propuesta autonómica en Santa Cruz, de tal manera que hoy pocos dudarían que existe una propuesta elaborada y reflexionada. Tampoco se puede caer en los prejuicios de creer que el movimiento de Santa Cruz es un movimiento de la oligarquía, pues estamos frente a un movimiento social, ciudadano. No obstante, no me imagino que ellos puedan admitir que en aquel o en este otro punto se equivocaron. Usted me dirá: en qué se equivocaron. Por ejemplo, en el modelo de retención fiscal de inspiración foral vasca. Justo un modelo que le da argumento al prejuicio radical del occidente del país para atacar por el lado de la insolidaridad. Segundo ejemplo, si uno hace el seguimiento sosegado de las propuestas técnicas de Santa Cruz está claro que, como sucede en España, encapsula al municipio como parte de la jurisdicción departamental, aunque muy disimuladamente uno ve como ellos fueron matizando este error. Bajaron la propuesta española constitucional de encapsulamiento municipal pero se olvidaron de bajar el debate actual


¿ES POSIBLE EL DIÁLOGO ENTRE REGIONES?

en España alrededor de este sesgo. Es el debate del llamado “pacto local”, donde los municipios españoles después de más de 25 años se dicen: “oye, realmente no estamos en la fiesta de las autonomías; parece que este es un tema entre las comunidades autónomas y la corona”. Es cierto que la tensión política e ideológica que envuelve el diario vivir y la lucha en Santa Cruz por salvarse de los prejuicios cocinados desde Occidente explica mucho de las tácticas de reserva y enjundia propositiva. Pero cree usted que le haría mal al proceso declarar, por ejemplo: “Sí… nos hemos equivocado en esa propuesta fiscal, no era la que correspondía…” JLR: Insisten en acaparar los municipios para someternos a su tutela. FBS:Y por esa vía a las opciones indígenas que acabarán optando por la vía de autonomía municipal. Claro que los proponentes orientales no desconocen la realidad étnica en Santa Cruz. Pero me apenaría que la solución que ellos se animen a lanzar se malinterprete como “nuestro estatuto de autonomía departamental ya verá qué hace con sus indios”. Soluciones minimalistas en este punto simplemente alientan radicalismos etnicistas. Soluciones de parche sólo soplarán viento a las alas de los prejuicios etnocentristas. JLR: Coincido, lo que sucede es que lo que era diálogo, después debate, discusión y luego pelea fue tensionando los ánimos y quitó la posibilidad de entrar en estos detalles técnicos. Entonces, la discusión se trasladó a lo elemental: “Queremos autonomía”. En ese sentido fue un retroceso porque hubo un momento que parecía de consensos. Hace un año, no más, yo recuerdo al Presidente en el periodo de las inundaciones abrazado con el Prefecto, haciendo bromas con el Comité Cívico. Parecía que todos íbamos en la misma dirección. Este año hubo un deterioro tremendo e inesperado en las relaciones Oriente y Occidente, de manera que no hay oídos para entrar en detalles. La polémica volvió a fojas cero: “Yo quiero autonomía; yo no la quiero”. Por ejemplo, ¿qué es eso de querer echar a un prefecto de su cargo? No olvidemos que el

No descarto que algunos departamentos quieran manejar a sus provincias y municipios desde un centro departamental fuerte, reproduciendo en pequeño el gobierno central. (Roca) término autonomía no es invención española ni cruceña, sino aymara o paceña, porque Felipe Quispe empezó con eso. FBS: ¿Cierto? JLR: Claro, cuando habló de autonomía aymara. Pero luego vino la contaminación ideológica política que revivió viejas pugnas que parecen realmente decimonónicas. De manera que en este momento del debate no hay oídos para los tecnicismos. El diálogo fundamental ahora es “queremos o no autonomías”. Por eso yo le doy un gran valor a lo que dijo el Vicepresidente después del radicalismo de estos grupos afines al gobierno que quisieron destituir al prefecto de Cochabamba por la fuerza, porque tuvo la osadía de usar esa mala palabra llamada autonomía. Si volviéramos al nivel de hace un año, creo que podríamos avanzar. No descarto que algunos departamentos, y no sólo Santa Cruz, posiblemente La Paz y Chuquisaca, quieran manejar a sus provincias y municipios desde un centro departamental fuerte, reproduciendo en pequeño el gobierno central. Sería el mayor de los disparates. Es tiempo de que la Constituyente diga de una vez cómo lo hacemos. Yo creo que triunfará la tesis de los municipios. Los municipios van a triunfar porque en el momento que quieran quitarles las prerrogativas que les dio la Participación Popular, se resistirán. Si va a haber un optimismo es ese. Lo sumaría a mi optimismo por las declaraciones de Álvaro García Linera. Si la próxima semana la Asamblea dice “habrá una constitución autonómica”, yo creo que triunfará la tesis donde la racionalidad sea mayor buscando la adaptación de nuestro proceso autonómico. Los

municipios ahora son más fuertes que las provincias; éstas son una vieja representación del departamento a través de sus élites. Los municipios no tienen élites y en 311 es muy difícil que eso pase. Lo único que atinan con la plata que les mandan es a poner losetas en sus plazas. Desde el momento que les demos políticas, además del poder económico y competencias administrativas, creo que la cosa puede cambiar para bien. FBS: Llegando a la prospectiva, que en cierta forma está casada con la Constituyente en este momento, valga mencionar que las comisiones empezaron a tomar vuelo. Yo creo que en lo que hace a la Constituyente, por la presión moral sobre todo, no descartaría que finalmente, por lo menos la Comisión de Autonomía, lave la cara a esta experiencia hasta ahora insatisfactoria y nos sorprenda con un propuesta inteligente, flexible y técnica. Le tomo distancia a la creencia de que por dar un máximo espacio al diálogo y la concertación se acabe forjando el famoso “Frankenstein” territorial, porque cuando uno exagera con la consulta a la gente por no decepcionar a los que dieron su opinión, uno acaba metiendo todo a la cacerola y produce un sopa amarga. Yo creo que en términos de diseño constitucional debe haber apertura, pero hay un momento a partir del cual el criterio técnico tiene que jugar un rol para no hacer construcciones cuyas partes respondan a lógicas distintas. JLR: Pero en una segunda etapa, estamos de acuerdo en eso. Este momento no es para lo técnico. FBS: Creo que es momento, sin dejar de tener una apertura participativa, (que lo político) se case con lo técnico, de lo

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MANO A MANO

contrario sacaremos una propuesta extravagante e inmanejable. La comisión y el debate constituyente entre bolivianos debe percibir este riesgo: el que finalmente va a tender a la sostenibilidad y puede contribuir a la pacificación del país es un diseño robusto. Pero robusto no sólo porque dicen que todos nos identificamos y participamos, pues con sólo eso puede acabar siendo un diseño frágil. JLR: Y una manera de evitar ese peligro es no hacer una constitución ampulosa. Debería ser algo muy escueto y dejar todos los tecnicismos para leyes posteriores. Si se meten a poner detalles en la constitución volvemos a la “constitución Ekeko”, no sólo en la parte de autonomía, sino en todo. Se dice que la mejor constitución del mundo es la de Gran Bretaña porque no existe, la segunda mejor de Estados Unidos porque tiene 28 artículos, mientras que la peor es la del Brasil. Dictaron una constitución donde se regulaba hasta salarios mínimos y tasas de interés bancario. El que salgamos de la “constitución Ekeko” y hagamos una declaración de autonomía muy sincera, nos serviría por dos razones: Uno, porque facilitaría el consenso para que se apruebe la constitución; y dos, porque nos da tiempo para discutir los detalles en el proceso. De ahí que soy un nostálgico y solitario en aquella Ley de Descentralización que fue frenada bruscamente y de la que nadie rindió cuentas al país. Porque frenaron en la Cámara de Diputados una Ley de Descentralización, en 1993, que fue unánimemente aprobada en el Senado. Era imperfecta, cierto, pero

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Comparto su aspiración de una Constitución sobria, pero hoy sobria no excluye, por razones históricas, que tenga que ser más larga de lo que se suponía. (Franz Barrios) si hubiésemos avanzado en estos 12 a 14 años en esa dirección ahora estaríamos en una situación distinta. Ni se trata de frenar bruscamente cualquier cosa ni de meterle todo a la constitución. Habría que pensar preartículos, mandárselos y decirles que no se metan en un debate donde quieran arreglarlo todo. FBS: Tengo un reparo que me viene a la cabeza, si uno revisa las constituciones en boga, como la sudafricana o española y esto se ratifica con la de de Alemania en su versión actual —y ni mencionar la sorprendente constitución Suiza totalmente reformada en 1999— todas ellas tienen algo que me llama la atención. Y es que son mucho más detalladas de lo que uno quisiera. Hay una contundente evidencia de que las constituciones son mucho más ampulosas de lo que uno cree, y tengo la impresión que parte de la explicación de esas constituciones puede deberse a que cuando se hace una transición de un Estado simple a otro compuesto, donde se rompe el monopolio legislativo, es como inevitable que la Constitución intente —en lo posible— prever una relativamente gran cantidad de situaciones para evi-

tar que ese diseño complejo colapse. Por supuesto, esto no justifica una degradación de una constitución hasta acabar siendo tremendamente extensa. No se me entienda mal. Comparto su aspiración de una Constitución sobria, pero hoy sobria no excluye, por razones históricas, que tenga que ser más larga de lo que se suponía. JLR: Todo depende de cómo se conduce las cosas, lo ideal es que den detalles para que no sean muy escuetas, pero la fórmula que se me ocurre de hacer sólo declaraciones de tipo general, que tengan el consenso absoluto, es para destrabar el proceso. Ciertamente puede ser mejor poner detallitos como la española. Tenemos que pensar en ideas para destrabar sin disputarnos tanto, por ejemplo: “Bolivia: Estado autonómico. Las autonomías se resuelven de acuerdo a sus peculiaridades, el termino región debe entenderse como departamento”, y así sucesivamente. Ojalá los de la Comisión tuvieran tiempo para reflexionar al respecto. FBS: Por suerte ya no estamos en el medioevo…


MIRADAS EXTERNAS

LA TELARAÑA DEL CONFLICTO Cinco claves para la acción CÉSAR ROJAS

l destino de uno depende del bienestar del otro. Esta idea es la piedra angular del último libro que acaba de publicar John Paul Lederach: La imaginación moral, luego de Construyendo la paz: reconciliación sostenible en sociedades divididas, Enredos, pleitos y problemas, Conflicto y violencia y Tejiendo relaciones. El profesor de la Universidad de Notre Dame (Indiana – Estados Unidos) es considerado uno de los grandes mediadores en conflictos internacionales.Trabajó en mediación directa con los miskitos y el gobierno de Nicaragua, asesorando a los mohawks en el conflicto con el gobierno canadiense y con conflictos étnicos en Somalia, hasta el apoyo a procesos de diálogo en Irlanda del Norte, el País Vasco y Filipinas en los años 90. Hoy se encuentra dirigiendo un programa de construcción de paz en Nepal que se desarrollará durante los próximos 20 años. El pasado mes de abril estuvo en Buenos Aires dictando un taller sobre enfoques y herramientas para trabajar en procesos de construcción de paz. Día de protesta. Los docentes rodeaban la Casa de Gobierno de Salta luego de haber sido reprimidos con gases por la policía. El motivo: el profesor de química, Carlos Fuentealba, había sido asesinado en una movilización de maestros una semana antes por la policía neuquina. Y las resonancias del conflicto y la posterior conciliación llegaron a Buenos Aires. Precisamente donde el experto internacional en resolución de conflictos y mediación, John Paul Lederach, se disponía a desarrollar el Taller sobre “Enfoques y herramientas para trabajar en procesos de construcción de paz”, organizado por Mediadores en Red. El hombre, el tema y el momento coincidían. La pertinencia del evento estaba justificada.

E

ES COMUNICADOR Y SOCIÓLOGO.

GERENTE SOCIOCULTURAL

DE LA

FUNDACIÓN UNIR BOLIVIA.

Una crónica sobre el encuentro del autor con John Paul Lederach, considerado uno de los grandes mediadores en conflictos internacionales y de cuya voz viene el consejo: no es suficiente zanjar el conflicto, hay que transformarlo.

JOHN PAUL LEDERACH

Empezó el taller señalando que desde Nicaragua, pasando por Irlanda del Norte, terminando en Nepal la gente en conflicto pide ayuda, pero no mediadores —correveidiles como él los denomina con picardía—; pues no quieren perder el protagonismo ni el poder de gestionar su propio proceso. Lo dice John Paul Lederach en un fluido castellano, pero con dejos y ecos de muchos países y el rostro de numerosos pueblos. Parado frente a un

auditorio de aproximadamente 70 asistentes (la mayoría argentinos, pero también brasileros, chilenos, ecuatorianos, una alemana, una italiana, un estadounidense y otro boliviano) lanza la interrogante que sobrevolará los dos días de taller (9 y 10 de abril): ¿Cómo tratar la mediación como un proceso de transformación social estructurado en un contexto de conflicto prolongado? John Paul Lederach es una persona alta y espigada. Lleva adelante el taller en camisa y con las mangas arremangadas. Expande sus brazos y sus ideas como la fuerza de sus metáforas abrazan la mente de su auditorio. Tiene los ojos vivaces, la nariz recta y franqueza en sus palabras. Habla y camina. Empieza realizando algunos gráficos en un papelógrafo y luego en otros dos adicionales, porque las ilustraciones se fueron alargando como si una víbora saliera de su madriguera y en el curso de dos días dejara ver todo su cuerpo. Y fue mucho lo que se expuso en esas 16 horas de taller ante un público ávido y agradecido.

1. Pensar la complejidad Lederach utiliza (y colecciona) diversas palabras para definir el conflicto que ha escuchado en los distintos lugares donde ha trabajado. “Despelote”, “embrollo”, “kilombo”, “desmadre”. Esta última es la que más le agrada, porque insinúa lo que su-

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MIRADAS EXTERNAS

cede cuando la madre se ausenta de casa dejando a los hijos: el caos total. En cuanto lo dijo, y más bien pensando en la realidad boliviana, pensé que el desmadre o el conflicto se producen en una sociedad, cuando las relaciones de ternura, colaboración y solidaridad, que encarna la madre, se retiran para dar paso a relaciones egoístas, injustas y dolorosas, apañadas por el Estado-padre; entonces los hijosciudadanos salen a la calle espoleados por su conciencia crítica. Lederach plantea pensar la complejidad del conflicto. Esto significa muchas y distintas cosas. La primera, la complejidad te desborda intelectualmente y este sentimiento de sentirse rebasado, te puede llevar a la parálisis de análisis: no hacemos nada porque no acabamos (ni acabaremos) de entender el todo. Lo embrollado del conflicto acaba por enredar tu mente y atarte de manos y brazos. La segunda, lograr que la complejidad sea la amiga y no la enemiga del proceso de construcción de paz. Esto implica que no se debe pensar en términos de “esto o lo otro”, sino, de “esto y lo otro”. Para graficar mejor lo dicho, la primera metáfora de Lederach: las frutillas. Sus plantas tiene la siguiente particularidad: aparecen por encima de la tierra, pero por debajo son más grandes, activas y expansivas. El jardinero corta una parte, pero más fortalece la mata que acaba por expandirse por lugares insospechados. ¿A colación de qué va esto? Le sirve para diferenciar episodio de epicentro. Episodio: la parte visible del conflicto, su contenido manifiesto. Aquí interviene la resolución y la mediación de conflictos. En lo inmediato y urgente. Busca la solución del problema (acuerdo) que tensiona el presente. Epicentro: la parte invisible del conflicto, sus causas profundas. Está lejos del episodio que lo causa, pero es precisamente en el contexto relacional donde se encuentra la energía que lo produce —las grietas sociales producen ruidos en zonas muy alejadas—. Aquí interviene la transformación de conflictos. En abordar las causas estructurales del conflicto y sus patrones, que son relaciones continuas y repetidas en el largo tiempo. Entonces, se

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trata de mediar (episodio) y transformar el conflicto (epicentro). Y la tercera, la lente que aborde el conflicto debe tener tres niveles de enfoque: lo cercano, lo mediano y lo lejano. No basta lo uno sin lo otro, o si se tiene un solo lente, por ejemplo para mirar de cerca, desenfoca si se quiere apreciar lo mediano o lejano. Necesitamos de estos tres niveles de enfoque, porque sólo así se puede aprehender la globalidad.

2. Transformar es el verbo ¿Resolver el conflicto? Lederach es enfático: sí, porque es imprescindible zanjar el problema cuanto antes. Pero eso no es suficiente, se requiere transformarlo. Esto significa que la resolución no es el paradigma de abordaje para resolver el conflicto, sino apuntar a su transformación. Ir más allá. ¿Dónde? Al contexto relacional del conflicto. ¿Y cómo? Alentando la búsqueda creativa de las raíces del problema en una intervención más amplia y profunda. Segunda metáfora de Lederach: la dificultad puntual o el conflicto de carne y hueso es similar a una ventana; pero los ojos no deben mirar sólo la ventana, sino lo que está del otro lado, lo que no se ve con claridad pero se encuentra activo. El desafío es encontrar el patrón del conflicto, para lo que es imprescindible ampliar su marco temporal de análisis. Dicho de otra forma, encontrar la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Qué genera tanta energía para movilizar a tanta gente? Este enfoque plantea tres niveles y una forma de trabajo. Los tres niveles de trabajo: la base, donde se encuentra la co-

¿Resolver el conflicto? Lederach es enfático: sí, porque es imprescindible zanjar el problema. Pero eso no es suficiente, se requiere transformarlo.

munidad; el centro, líderes destacados pero de talla mediana; y la cima, líderes y jefes políticos. Tomando como punto de partida una visión interdependiente se trata de actuar horizontalmente (en cada nivel) y también verticalmente (relacionando los tres niveles). Así se logra la integración horizontal y vertical. La forma de trabajo: aquí Lederach plantea la tercera metáfora, tejer la telaraña. ¿Tejer una telaraña? Lederach descubrió viendo un documental sobre arañas con su hijo, que el concepto que buscaba para expresar el tejido de redes era efectivamente el de una telaraña. Las arañas son espaciales y trabajan exclusivamente con el recurso de sus patitas: la cera. Empiezan con un tipo de análisis más intuitivo, es decir, reconocen el espacio donde trabajarán y ubican los puntos de anclaje que sostendrán el cuerpo de la red. Son varios, y si una parte se destruye, los demás pueden seguir trabajando con independencia, pues la fortaleza de la red no consiste en su dureza, sino en su flexibilidad. Otro punto: la red conecta puntos muy lejanos, pero lo hace a través de distintas órbitas, que son como una especie de anillos concéntricos. Esto significa tres cosas: una, a todos les gusta trabajar con su grupo de iguales, con los que piensan de la misma manera; pero no con los diferentes, con los que piensan de otra forma. Pero, ¿cómo cambiar trabajando sólo con los nuestros? No es posible, el cambio tiene un espectro muy variado. No puede ir adelante con cuatro gatos todos igualitos. Otra, la telaraña es un espacio de relaciones, se trata de generar las capacidades suficientes para integrar el eje vertical entre la cúpula y la base, con los ejes horizontales, para así superar la polarización. Y luego, el cambio puede surgir de pocas personas, si y sólo si tienen incidencia social. ¿Cómo un movimiento tiene impacto social? Aquí la cuarta metáfora: formando una levadura y masa críticas. Levadura: unos pocos que, si están juntos, son potentes y pueden ir jalando otros (aquí no importan el cuánto, sino el quién, la calidad). Masa: inducir procesos de interacción en la comunidad donde luego los participantes se


LA TELARAÑA DEL CONFLICTO: CINCO CLAVES PARA LA ACCIÓN

reproducen y multiplican por sí mismos y conectan con la idea que esos pocos, arriba, están tratando de hacer cuajar. Finalmente, como la araña, se trata de cuidar y proteger el espacio, manteniendo vivas las relaciones entre las diversas personas.

3. Mediación: del dicho al hecho Estamos en Nicaragua, 1980. En el proceso de guerra civil Lederach realizó un aprendizaje fundamental sobre la mediación. ¿Qué le dijo la teoría y qué le enseñó la práctica? La teoría señala que un mediador debe ser una persona neutral, imparcial y equidistante. Es decir, no tiene una solución preferencial del problema, está colocada a igual distancia de cada una de las partes y proviene de fuera del contexto del conflicto. Esto se encuentra en los libros, pero no se presenta en los hechos. ¿Qué se presenta entonces en la realidad? Los bandos en conflicto están polarizados, pero siempre se encuentran personas allegadas, o sea, cercanas y próximas al bando contrario con las que es posible construir puentes —no existe un proceso de paz, existen procesos de paz simultáneos—. No son neutrales, tienen su visión; no son imparciales, tienen sus simpatías y su posición; no son equidistantes, están más próximas a uno u otro bando. Lo importante es que no son vistas como radicales, sino más bien como moderadas, y tienen una actitud más proclive al diálogo que a la confrontación, y tienen ascendencia moral en su bando y respeto en el ajeno. Estas serían las verdaderas características de los mediadores que permiten tejer relaciones entre ambos bandos; porque si bien cada quien está con los suyos, no está exactamente en la misma posición de conflicto que su grupo. Por tanto, estos mediadores “naturales” no son ajenos al contexto, son parte del propio contexto. Son parte del problema, pero, fundamentalmente, pueden ser más parte de la solución. Ellos permiten entender y traducir el contexto de sus respectivos grupos y también serán ellos los que deberán posibili-

tar que se generen relaciones de confianza entre los suyos y los ajenos. Tender puentes empieza por encontrar a las personas que permitan contestar a la pregunta: ¿A quién conozco que conozca al otro? ¿Cuáles son nuestras redes? ¿Quién tiene capacidad de tener relaciones con el nivel alto y la comunidad de forma sostenida? Ahí está el capital social que les permite a estos mediadores naturales formar redes de comunicación, confianza y concertación. ¿Por qué problemas atraviesan estos mediadores? El que sale de su grupo y entabla contacto con el grupo adversario puede ser visto, en el proceso de ida, como un traidor por los suyos y como un espía por los ajenos, y en el proceso de vuelta, como un manipulador por los ajenos y un vendido por los propios. No es tarea fácil la suya, porque está trabajando en medio de relaciones tóxicas: desconfianza, “no se puede confiar en ellos, te pueden engañar”, y prejuicios, “ya sabemos lo que piensan, ¿para qué vas a ir?”. Otro punto que añade Lederach: la necesidad de mediadores estratégicos. No sólo que sepan actuar sobre el episodio o síntoma, sino tener una visión sobre el epicentro del conflicto abriendo espacios de cambio. El mediador llano va directo al punto y lo “resuelve” formando un grupo de 20 personas con las que buscará lograr un acuerdo (busca mediar). Ataca el síntoma, pero descuida la enfermedad. Mientras el investigador, ve como irrelevante el síntoma y se concentra en la enfermedad o los patrones del conflicto (busca entender). Los investigadores contemplan factores a los que los mediadores no tienen acceso, pero no sabrían qué hacer con las 20 personas convocadas por ellos. De ahí la necesidad de contar con mediadores estratégicos: tienen una lectura profunda del conflicto, pero también saben operar en lo inmediato alcanzando acuerdos. O si se quiere, también saben cómo lograr acostar al león con los conejos.

4. Trabajar la polarización Lederach plantea que la polarización puede variar mucho de contexto a contexto, puede ser étnica, regional o de cla-

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MIRADAS EXTERNAS

se; pero, en todos los casos, la polarización se presenta como una brecha profunda entre los contendientes. ¿Qué situación nos presenta la polarización? En cada grupo hablan del bando opuesto, pero no hablan con ellos; los integrantes tienen la presión por estar muy de acuerdo con ellos y lo más en desacuerdo con los otros; la comunicación es más indirecta y menos directa (perciben de lejos, no de cerca); y la polarización es funcional para el liderazgo, es decir, se mantiene la polarización para afirmar el protagonismo del líder, porque cuanto menos dividida la sociedad más atenuado el liderazgo. Para los líderes es funcional el conflicto, no el acuerdo. Otro dato fundamental: cuando la situación está polarizada todo está claro, sé quien es mi enemigo, pero cuando ésta disminuye y se incrementa la ambigüedad, entonces uno tiene que redefinirse. La ambigüedad es divina, pero no siempre querida. Y, precisamente en este contexto opera la transformación de conflictos. Dos puntos a tomar en cuenta: la paradoja del tiempo y la teoría de cambio. Para Lederach la paradoja del tiempo aparece cuando muchos países experimentan la permanencia de crisis, y se está en la disyuntiva de ser conducido por la crisis (mediar y mediar) o gestionar el cambio a largo plazo. Cuarta metáfora: la agricultura. Cuando la gente te pide comer, cuando quiere que los alimentos estén sobre la mesa, resulta que todo eso requiere de tiempo. Ningún alimento se produce de la noche a la mañana, necesita ser sembrado y cultivado: preparar los recursos humanos que permitan responder a las demandas del presente puede llevar cuatro años, pero lograr cambios generacionales en la creación de una cultura de la paz implica unos 30 años, pues lleva igual tiempo salir del conflicto que entrar en él. Los sembradores de robles siembran algo que nunca verán, pero son de extremada utilidad. Por eso la apuesta es trabajar en distintos espacios de tiempo: atender las urgencias del presente, pero no encapsularse en el momento de la crisis (episodio), sino avanzar en el proceso de cambio (epicentro). No se debe caer

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FOTO: JOSÉ LUIS QUINTANA

No existe un manual para la transformación de conflictos. Un mapa de rutas con sus coordenadas, paradas, señalizaciones y gasolineras. Cada contexto particular sugiere sus propias preguntas y respuestas. en la mentalidad secuestrada por el armazón de los proyectos, para luego recurrir a las narrativas de justificación de los incumplimientos. El futuro se siembra, por eso la transformación de conflictos no debe aceptar los límites que le quieren imponer, se debe visualizar y responder a la crisis, pero respaldarla y conectarla con el cambio. Lederach señala que la teoría de cambio adecuada no es de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia arriba. Esto implica que el cambio necesita una fundación amplia o una infraestructura de relaciones; porque aumentando la participación, aumenta la sostenibilidad del proceso. El reto es abrir espacios de cambio y si existen es porque el cambio es posible. El eco del cambio no es rápido. Primero, no es fácil construir algo que no sabemos lo que

es, por eso es necesario describirlo.Y luego, hay que demostrar que el cambio es posible, porque si agarra, tendrá eco, acabará por expandirse. Pero, cambio, según Lederach tiene cuatro dimensiones, él las denomina como las cuatro “as”: todo va adelante (experiencia positiva y en la que generalmente todos pensamos), esto no va a ningún lado (topamos con una pared que frena el proceso), ahora va atrás (el proceso empieza a retroceder hacia el punto de origen) y todo se viene abajo (lo construido se destruye y se debe comenzar de nuevo). Para tomar en cuenta cuándo el cambio como avance se convierte en su sepultura. Pues la peor de las cosas que le puede suceder a un pueblo es perder la esperanza, porque cuando la pierde, las personas son capaces de cualquier cosa.


LA TELARAÑA DEL CONFLICTO: CINCO CLAVES PARA LA ACCIÓN

5. Cinco principios de la construcción de paz No existe un manual para la transformación de conflictos. Un mapa de rutas con sus coordenadas, paradas, señalizaciones y gasolineras. Cada contexto particular sugiere sus propias preguntas y respuestas, y Lederach contribuye señalando cinco principios de la construcción de paz, que nos permiten despejar esa impresión de sentirnos como Robinson en una isla conflictiva. El primero, englobar, no enfeudarse en lo episódico del conflicto, sino visualizar un proceso más amplio. ¿Cómo? Dando un paso atrás para situarnos con mayor distancia y de esta forma tener una mayor perspectiva de conjunto. Esto también contribuirá a ubicar de mejor manera las actuaciones programadas. El segundo, interdependencia, no se puede sostener procesos de cambio en solitario, cada proceso necesitará conexiones con otras instancias. Tomar conciencia de que lo nuestro no es lo único. Preguntarnos, ¿quién falta? ¿Quién no está con nosotros? El reto, como siempre, es hablar con personas que no se sitúan ni piensan como uno. Y siempre hacerlo con una perspectiva sistémica que permita dar cuenta de roles, personas y actividades. El tercero, infraestructura, crear los espacios y apoyos necesarios, construir una plataforma de relaciones con capacidad de respuesta de abajo hacia arriba, algo así como levantar la fundación de una casa. El cuarto, ser estratégicos, pensar más allá de lo inmediato y coyuntural, responder creativamente a las crisis viendo en

El mediador llano va directo al punto y lo “resuelve” formando un grupo de personas con las que buscará lograr un acuerdo (busca mediar); ataca el síntoma, pero descuida la enfermedad. Mientras que el investigador ve como irrelevante el síntoma y se concentra en la enfermedad o los patrones del conflicto (busca entender). ellas una oportunidad. El error: ser conducidos por la crisis de manera reactiva, ser una especie de boyas en aguas turbulentas. Y el quinto, sostenibilidad, actuar para que el proceso arraigue. La idea es romper con el modelo de transferencia de afuera hacia dentro —interesante, pero no pega—, para generar desde dentro procesos de apropiación. Finalizada la tarde del segundo día, Lederach reveló la sorpresa que nos tenía prometida al inicio del primer día de taller. Se trataba de un cuenco tibetano, elaborado con la aleación de cinco metales diferentes. Tenía un color café negrusco y él lo podía sostener en la palma de una de sus manos. En la otra, agarraba un cilindro de madera con una punta de cuero. Antes de comenzar a frotar por la parte externa el cuenco con la punta de cuero del cilindro de madera, con voz calma pero sugestiva, nos dijo: todos tenemos una visión temporal y procesual del cambio. Pensamos que se trata de una línea recta. Pero, ¿y si el cambio fuera más espacial y circular? A ve-

ces pensamos que dar vueltas es ir a ningún lado. Entonces empezó a frotar el cuenco a una velocidad que los físicos denominan como “frecuencia natural”, ni muy lento ni muy rápido, a una velocidad media y constante. Lentamente, salido del silencio, surgió un sonido suave pero cada vez más sostenido y envolvente que fue reverberando en todo el espacio del aula. Te tocaba y calaba. Y concluyó diciendo: dar vueltas es ir a lo profundo, es convocar. El cambio social resulta siendo como un eco: si un grupo de personas empieza a realizar cambios, produce eco, genera un efecto de contagio. Giras, giras y giras, y así generas resonancias transformadoras. ¿Quién contiene el conflicto? La comunidad. Se trata en consecuencia de profundizar y expandir la voz del cambio desde su interior. Todos de pie lo aplaudimos. Nos agradeció el gesto con modestia. También la gratitud es un sonido que envuelve y cambia el mundo —me dije— cuando la palabra que te toca sale de lo profundo.

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BIBLIOTECA LIBRERO UNIR

Ury L., William

Fisher Roger, Kopelman Elizabeth, Kupfer Andrea

ALCANZAR LA PAZ

Altschul Carlos

Diez Caminos para resolver conflictos en la casa, el trabajo y el mundo

MÁS ALLÁ DE MAQUIAVELO

DINÁMICA DE LA NEGOCIACIÓN ESTRATÉGICA

Herramientas para afrontar conflictos

Ed. Granica S.A., 1999, p. 277

Ed. Paidos SAICF, 2000, p. 245

Ed. Harvard University Press, original 1994, p. 203

El libro refleja la búsqueda personal y profesional del autor por encontrar respuestas a algunas preguntas.Por ejemplo,¿cómo podríamos llevarnos bien todos a pesar de nuestras diferencias y ante las constantes disputas en el ámbito familiar,en la escuela, entre nacionalidades o religiones? o ¿es posible la paz o es sólo un sueño? El autor da un paso más allá del “si o del no”, especialmente si se trata de una situación de conflicto. Señala que el problema que enfrentamos hoy es cambiar la cultura del conflicto en “sí”, sea en el seno familiar, en el trabajo o el mundo. Crear, en última instancia, una cultura en la que incluso las disputas más graves se manejen no con la fuerza y la coerción sino sobre la base del interés mutuo y la coexistencia. El libro está dividido en tres partes. La primera presenta el “tercer lado”, es decir, la multitud de individuos que participan en —y sufrren por— los conflictos nuestros y de otros. La segunda es una exploración del pasado,con el fin de dilucidar si estamos condenados a convivir con la violencia —por ser parte de nuestra naturaleza humana— o no. Ury nos indica que la violencia y la paz son elecciones y nos invita a decidirnos por la última.En la tercera,finalmente,nos brida caminos concretos para poner en práctica las ideas desarrolladas en el libro.

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Los conflictos son una industria creciente porque la gente tiene problemas cada vez más a menudo. El libro propone pensar, sistemáticamente, acerca de lo que está mal en el mundo, cómo sería si éste fuera mejor y,en particular,qué pasos puede dar la gente o uno mismo para mejorarlo. Proporciona herramientas que pueden ayudar a afinar las capacidades de resolución de problemas. En lugar de preguntar por qué las cosas funcionan o no,la pregunta debiera ser cómo los individuos pueden influir en el funcionamiento de las cosas.En consecuencia, surge otra pregunta: ¿cuáles son los componentes de un conflicto para avanzar en el camino de su solución, buscando las formas constructivas de percibir las diferencias? El libro despliega las herramientas prácticas para analizar los conflictos y para aplicarlas, especialmente, en problemas internacionales.Estos instrumentos también serán útiles en la vida cotidiana para negociar con nuestro empleador, socio o vecino.

La experiencia de un negociador internacional está resumida en este libro, que propone lineamientos para atender las necesidades de cada caso. No son pasos sucesivos: se trata de un sistema donde unas cosas hacen eco en otras y las afectan. En los dos primeros de los 10 capítulos de los que está compuesto el texto,se expone el acto de la negociación a partir de casos y situaciones donde los intereses de las partes son interdependientes. En el tercer capítulo explica los juegos de supervivencia,intransigencia y situaciones de encierro que obligan a extremar recursos.En el cuarto se explica que la clave consiste en equilibrar el deseo de competir con la necesidad de colaborar, sin embargo las negociaciones prosperan cuando los involucrados parten de imaginar un futuro en el cual el vínculo con el otro produce mayores frutos. El libro también contiene casos reveladores,algunos resueltos y otros fracasados, dónde el diálogo jamás tuvo posibilidad de negociación. Finalmente, incluye un “Cuaderno de Bitácora” que le permite al lector avanzar en su propio perfeccionamiento como negociador.


De Manuel Dasí Fernando y Martínez-Vilanova Rafael

Bazerman H. Max y Neale A. Margaret

LA NEGOCIACIÓN RACIONAL

Pérez Fernández del Castillo Orthón y Rodríguez Villa Bertha Mary

TÉCNICAS DE NEGOCIACIÓN

En un mundo irracional

MANUAL DEL CONCILIADOR

Un método práctico

Ed. Paidós Ibérica S.A., 1993, p.259

Ed. Vivir en Paz, ONG, 2003, p. 135

El texto contiene la experiencia de más de una década de los autores, quienes intentan presentar tres secciones planificadas para que el lector tenga una idea completa de una negociación. La primera examina qué errores cabe esperar si no se negocia racionalmente; y qué se puede hacer para evitarlos.Esta reflexión se la hace mediante ejemplos que permitan al lector revisar sus propios procesos de decisión en una negociación entre dos partes. En la segunda parte, se muestra un marco general para presentar la negociación de un modo más racional.Además de ejemplos particulares para guiar al lector a través de los pasos que deben darse para evaluar cuándo y cómo debe cerrarse un acuerdo. En la tercera sección se va más allá de la negociación entre dos partes. Se considera la variedad de escenarios y contextos en los que los ejecutivos tienen que negociar racionalmente,con múltiples oponentes y sobre diversas cuestiones, ateniéndose a variadas limitaciones. Se concluye con consejos sobre cómo negociar con oponentes que actúan irracionalmente y de la manera de convertir en parte integrante de la propia conducta todo lo que se ha aprendido respecto a la negociación racional.

Este libro presenta los medios alternativos sobre solución de controversias, sobre el concepto de conflicto en las relaciones interpersonales, el contexto en el que se mueve una persona que solicita apoyo, así como el procedimiento general a seguir.Su objetivo es responder a las preguntas que surgen al operar un proceso de solución asistida de conflictos. El texto contiene un manual inédito,producto de las experiencias previas de los autores,tanto en la práctica como en la docencia y propuestas de diversos autores reconocidos por la trascendencia de su trabajo. La estructura del manual fue diseñada para responder a un curso taller de conciliación de la Universidad de Estudios de Postgrado en Derecho (EPED) en México, con el fin de proporcionar una herramienta que les permita actualizarse y reforzar sus conocimientos y habilidades de forma práctica. Incluye un código de ética como aspecto primordial para el desempeño del conciliador, que está dividido en seis módulos que dirigen al lector por los más diversos caminos para lograr una conciliación en el ámbito familiar, civil, comercial, laboral, penal, agrario y vecinal.

Ed. ESIC, 1997, p. 283

Los límites de la negociación y las formas finales de un acuerdo,además del empleo de la variable tiempo, son algunos aspectos expuestos en este texto, dividido en cuatro partes. En la primera de ellas se exponen las distintas fases del proceso de negociación; la preparación y la definición de los objetivos; prioridades, propuestas de aceptación mínima y la identificación de los intereses del otro. La segunda parte está dedicada al análisis del comportamiento de los individuos y grupos para proseguir, en el resto de la obra,con la descripción de las técnicas concretas de negociación. Al leer el libro, es posible que a muchos lectores les venga a la mente situaciones reales de negociación vividas,que se insertan perfectamente en la casuística presentada. Los autores ordenan, de forma estructurada,ideas claras.Por ejemplo,cómo proceder en un amplio conjunto de situaciones, en qué momento proponer una pausa y la utilización de la misma,además del manejo adecuado de las preguntas:cuándo y cómo cerrar la negociación.

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WWWs DESTACADAS

www.fride.org PAZ Y DERECHOS HUMANOS Esta web contribuye a la consolidación de la democracia,la paz,el respeto de los derechos humanos y el desarrollo humano en el mundo.A través de la realización de proyectos,estudios, análisis, publicaciones, debates y actividades de información pública;fomenta tanto la reflexión como la acción directa sobre estas cuestiones y contribuye a la orientación de las políticas públicas. La Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE) participa en varios proyectos, como el Centro Internacional de Toledo para la Paz (CITP),que tiene el objetivo de contribuir a la prevención y reso-

lución de conflictos violentos o potencialmente violentos,y a la consolidación de la paz dentro de un marco de respeto por los derechos humanos y a los valores democráticos. Asimismo, participa del Club de Madrid, organización independiente dedicada al fortalecimiento de la democracia en el mundo, apoyándose en la experiencia y recursos únicos de sus miembros y ex jefes de Estado. Concentra sus actividades en las áreas de democratización,paz y seguridad,acción humanitaria y desarrollo, además de impulsar los derechos humanos.

Idioma: español

www.ilo.org/public/spanish/dialogue POR UN TRABAJO DECENTE Este portal es parte de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y promueve que las mujeres y los hombres obtengan un trabajo decente y productivo, en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana. El diálogo social resulta crucial para alcanzar este objetivo y es considerado, a la vez, como un medio para lograr el trabajo decente y productivo y como un fin en sí mismo.

Una de sus líneas estratégicas señala que el buen funcionamiento de las estructuras y los procesos de diálogo social pueden contribuir a resolver importantes problemas económicos y sociales.El portal Dialogue cumple una importante función promoviendo y perfeccionando las instituciones y los procesos eficaces para el diálogo social en los Estados miembros de la OIT.

Idioma: inglés

www.imtd.org DIÁLOGO Y DIPLOMACIA El Instituto para la Diplomacia de varias Trayectorias (IMTD,por sus siglas en inglés) ofrece su experiencia en la enseñanza de la estrategia de diálogo desarrollada por ellos mismos, denominada “diplomacia de varias trayectorias: un acercamiento de sistemas a la paz”. El planteamiento consiste en nueve pistas para trabajar con el gobierno, profesionales, negocios, ciudadano privado, investigación, comunicaciones, religión y activismo, en el marco de este sistema complejo de actividades denominado “peacemaking”.

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Cada una de estas nueve pistas representa un mundo en sí mismo,pero al mismo tiempo existe en el contexto de los otros porque es más que una simple visión individualmente. Sus creadores tienen experiencia en la enseñanza de esta técnica en más de 40 países del mundo, como en Israel, Jordania, Bosnia, Liberia,Sierra Leona,Kenia,Etiopía,Sudán,Somalia, Tanzania, Congo, Zimbabwe, Rwanda, la India, Paquistán, Cachemira, Nepal, Sri Lanka,Taiwán y Cuba

Idioma: inglés


www.geocities.com/negoziazion/index.html NEGOCIACIÓN “Temas de negociación” es el título de está web, dedicada a ofrecer diversos elementos conceptuales, provenientes de diferentes fuentes y relacionados con el tema de la negociación. Ofrece conceptos básicos como ¿por qué y cómo negociar?, hasta teorías como las del drama o la de juegos que permiten identificar tipos de situaciones para negociar o me-

diar.También incluye comentarios de expertos internacionales y enlaces a otras páginas similares. El análisis cultural en modelos de negociación internacional también ofrece la sistematización de sus experiencias de regiones como la de los anglosajones,franceses,chino,japoneses, árabes, venezolanos, holandeses, alemanes y latinos, entre otros. Idioma: español

www.cartercenter.org CENTRO CARTER Este Centro ofrece su experiencia en resolución de conflictos y el impulso de la cultura de paz mediante su consejo internacional, compuesto por expertos internacionales reconocidos en mediación de conflictos. Para este organismo la guerra y la distensión civil continúan siendo los impedimentos más significativos para el desarrollo sostenible y para el desarrollo de los derechos humanos básicos. Por ello sostiene que la resolu-

ción del conflicto se centra en la prevención y la resolución del conflicto armado. Además, sistematiza muchos de los conflictos armados del mundo,en los que intervinieron –para entender mejor sus historias- a través de los agentes primarios implicados y los esfuerzos que son hechos para resolverlos y prevenir posibles resurgimientos de la violencia.

Idioma : inglés

www.international-alert.org ALERTA INTERNACIONAL Para Internacional-Alert,las diferencias se resuelven sin entrar en una erupción de conflicto violento, es decir, que cuando la gente busca vidas mejores para sus familias y comunidades, cualquier conflicto que se presente se maneja pacíficamente, con honradez y sabiduría. Con esta visión, en 1986, un grupo de abogados de los derechos humanos conducidos por el ex secretario general de Amnistía Internacional, Martín Ennals, inicio Internacional-Alert.

Este organismo trabaja directamente con la gente afectada por conflicto violento para mejorar sus perspectivas de paz. Esto implica la formación de sociedades locales y regionales en comprensión mutua;además de identificar nuevas soluciones a los problemas persistentes. Sus expertos trabajaron en la región de Great Lakes de África, África del oeste, el Cáucaso, la región andina de Suramérica, de Sri Lanka, de Nepal y de las Filipinas, entre otros.

Idioma: inglés

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www.iknowpolitics.org/es MUJER Y POLÍTICA Las mujeres en política han sido tradicionalmente identificadas como forjadoras de consenso, por lo que el afianzamiento de sus aptitudes diplomáticas inherentes puede llevar al establecimiento de otros lazos. Es por eso que la Red Internacional de Información sobre la Mujer y la Política (iKNOW Politics) intenta impulsar su participación en la negociación y la solución de conflictos. La página virtual muestra cursos académicos para el género femenino,foros,debates,biblioteca y novedades sobre cómo las mujeres

en el mundo contribuyen en todas las facetas de la reconstrucción posterior a un conflicto. Esta red internacional surge como un proyecto conjunto entre el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM), el Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales (NDI), la Unión Interparlamentaria (IPU) y el Instituto Internacional de Democracia y Asistencia Electoral (IDEA).

Idioma: Inglés, francés y español

www.mediadoresenred.org.ar MEDIADORES EN RED Es una fundación interdisciplinaria de y para mediadores. Es un espacio para compartir información, experiencias y proyectos en el área de la resolución de conflictos en todos los ámbitos. Sus miembros fundadores son pioneros de la mediación en todas las provincias argentinas. Cuenta con apoyo académico de un Consejo Consultivo Internacional de alto nivel. Forma parte de la Red de Organizaciones de

la Sociedad Civil (Red OSC),auspiciada y coordinada por el Centro de Estudios de Justicia de las Américas (CEJA-OEA). La experiencia de los miembros de Mediadores en Red se encuentra reflejada en los documentos presentados en el sitio web. Además de un espacio para el diálogo,a través del Chat, también tiene una muestra de mejores prácticas para la resolución de conflictos.

Idioma: español

www.solucionegociada.com NEGOCIACIÓN PARA TODO Solución Negociada muestra cómo la negociación puede servir para solucionar diversos problemas, como adquisiciones, antropología legal, asuntos corporativos, asuntos rurales, comercio exterior, contabilidad forense, desarrollo sustentable y educación, entre otros. Proporcionan herramientas a directivos y empleados de diferentes grupos para lograr soluciones negociadas que comprometan en el trabajo en equipo y además capacitan para

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convertir los conflictos en oportunidades y, sobre todo,disminuir la tensión en una negociación y utilizar el sentido del humor para ver lo mismo de modo diferente Estadísticamente, cerca del 90 por ciento de los casos en que las partes de un conflicto toman la negociación para terminar un conflicto, el resultado es una solución negociada satisfactoria para ambas partes porque en la gran mayoría de las soluciones negociadas sí se cumplen los acuerdos. Idioma: español


Instrucciones para publicar en la Revista LAZOS

La presentación incluirá el nombre completo del autor, su título profesional, ocupación, en su caso la institución desde donde desarrolle su actividad profesional, ciudad y país de residencia.Estos datos serán publicados junto con cada artículo,y deberán incluirse como nota al pie en la página 1 del artículo.En caso de que el autor lo desee, puede incluir su dirección de correo electrónico para posibilitar el contacto personal de los lectores interesados.

al pie), y según el formato que se detalla a continuación. – Libros: apellido del autor, nombre. Título. Lugar, editorial, año. – Artículos en una compilación: apellido del autor, nombre.Título del artículo entre comillas, en mayúsculas el título del libro, compilado por apellido y nombre del compilador.Lugar, editorial, año. – Artículos en una revista:apellido del autor, nombre.Título del artículo entre comillas y en cursiva. Nombre de la revista, número y año.Lugar, editor: páginas. – Documentos tomados de un sitio web: apellido del autor, nombre. Título del artículo entre comillas y en cursiva, año de la publicación. Copiado en (fecha en que fue copiado de Internet), del sitio web: (dirección de la página web).

RESÚMENES

SELECCIÓN

Cada trabajo deberá incluir un resumen de 150 a 200 palabras como máximo, en castellano, el que será publicado en el sitio web de la Fundación UNIR Bolivia, con la referencia a la edición correspondiente. El resumen debe ser escrito en forma impersonal, y transmitir únicamente el contenido esencial del artículo.

Cada trabajo enviado será recibido,aprobado o rechazado por el concejo de redacción de LAZOS en la medida en que responda a las indicaciones formales que se detallan en estas instrucciones. Una vez confirmada su recepción será considerado por LAZOS, cuya decisión será comunicada al autor a la brevedad posible. En caso de que el trabajo no sea elegido para el número en preparación, LAZOS podrá reservarlo en sus archivos durante un año desde su recepción,para publicarlo en un número posterior, salvo que el autor lo requiera antes por e-mail.

ENVÍO

Los trabajos, para ser considerados, deberán enviarse por correo electrónico a LAZOS (lazos@unirbolivia.org), adjuntando el artículo en un archivo en Microsoft Word, con una extensión mínima de 12000 caracteres con espacios y una máxima de 14000 DATOS PERSONALES

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Es responsabilidad del autor presentar con precisión las referencias bibliográficas.Deberá incluirlas al final del artículo (no como nota

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