Los Bicentenarios de la Cortes de Cádiz, Constitución de 1812 e Independencia de las Repúblicas Americanas: Una oportunidad para realizar el Espacio Iberoamericano del Conocimiento (EIC)
Cuando en su 35ª reunión en París, 6-23 de octubre de 2009, la UNESCO decidió celebrar en su seno el Bicentenario de los procesos de Independencia de los países de América Latina y el Caribe, reconocía que dicha celebración “reviste una importancia y trascendencia histórica, social y cultural de los pueblos latinoamericanos y caribeños, llevados a cabo por ilustres libertadores de este continente, cuyo pensamiento se inspiró en las ideas de los sabios de la Ilustración y de los próceres de otras gestas emancipadoras”. No está de más recordar en este punto que Todorov ha caracterizado la Ilustración como «la creación más prestigiosa de Europa», una Ilustración que se define por un pensamiento que fomenta la emancipación y la autonomía, que defiende la finalidad humana –no puramente trascendente- de nuestros actos, y la aspiración a la universalidad, al reconocimiento del otro en su diferencia, y a la igualdad de derechos para todos. Esta interpretación de la Ilustración es justamente la que reivindica la UNESCO cuando motivaba la 73ª resolución a la que me acabo de referir en los siguientes términos: Esta celebración marca un hito en la historia de nuestros pueblos que se construyen sobre la base de los ideales y valores democráticos de paz, justicia, igualdad y solidaridad, y se fundamentan en el respeto de los derechos humanos, en las libertades fundamentales y en el Estado de derecho, reafirmando el principio de soberanía y de no intervención, reconociendo el sagrado anhelo del derecho de cada pueblo a vivir en paz y estabilidad con sus propios sistemas políticos e instituciones, consolidando sus propios valores, respetando la diversidad cultural, el diálogo de civilizaciones y el multilingüismo, como fundamentos esenciales para alcanzar la cultura de paz, la solidaridad y el entendimiento entre las naciones. Pues bien eran ilustrados muchos de los que se reunieron por primera vez en Cortes en la Isla de León, hoy San Fernando (Cádiz), y luego en Cádiz para promulgar la Constitución de 1812. Este año 2010 se conmemora el Bicentenario de la reunión de las Cortes en la Real Isla de León (San Fernando), y dentro de dos años el de la proclamación de la Constitución de 1812, dos hechos ligados que supusieron un hito trascendental en la historia de España y en la de la entonces denominada Monarquía Hispánica. La Constitución de 1812 tuvo una gran trascendencia en el desarrollo de la contemporaneidad en Europa y en América, ya que la norma gaditana se convirtió en modelo y en estandarte de las reivindicaciones de libertad de muchos pueblos del viejo y del nuevo continente. Y
de forma muy directa, La Constitución española de 1812, enlaza con proyectos constitucionales y políticos desarrollados en Iberoamérica durante su independencia y la formación de las nuevas naciones americanas, puesto que las luchas por la emancipación no impidieron que el modelo político que se estaba elaborando en las Cortes de Cádiz, que tuvo como paradigma la Constitución de 1812, fuera el principal referente ideológico y político de las nuevas naciones americanas. Tras conocerse la restauración del absolutismo en España, después del regreso de Fernando VII en 1814, los independentistas de Nueva España proclamaron el 20 de Octubre de ese mismo año la Constitución de Apatzingán (Apatzingán de la Constitución, Estado de Michoacan, México), que seguía muchos aspectos de la gaditana, aunque adaptándolos a las circunstancias del país americano, lo que confirma el carácter de referente que la Constitución de 1812 cobró desde los primeros momentos, convirtiéndose en recurso de interinidad en muchos lugares, mientras se redactaba la propia constitución. Por este motivo, el profesor Mario Rodríguez en su libro El Experimento de Cádiz en Centroamérica 1808-1826 (FCE, México, 1984), concluye que la actividad de los diputados de la circunscripción centroamericana en la Cortes de Cádiz les sirvió para posteriormente luchar y elaborar sus propios códigos liberalizadores, ya que «el liberalismo español que se forjó en Cádiz, aportó líneas ideológicas clave para un programa de modernización y de existencia independiente». En este sentido, la Constitución de 1812 fue un modelo de gran influjo en el devenir político de las antiguas colonias españolas en América. La idea de nación y las referencias a la tradición española del constitucionalismo que «Cádiz» defiende, tendrán sus paralelos en los textos constitucionalistas americanos, en los que la asunción de la soberanía nacional reforzó la imagen del pasado mítico representado por el gobierno indígena y por la independencia, es decir, la situación previa a la conquista española, de manera que, como proponía la propia Constitución de Cádiz, se remite a una antigua constitución histórica y a la tradición. Por todo ello, el Consejo de Gobierno de la Universidad de Cádiz ha considerado conveniente proponer que la conmemoración del Bicentenario de la reunión de Cortes en 1810 y la Constitución española de 1812 se celebren ligándolos a la celebración del Bicentenario de los procesos de independencia de los países de América Latina y el Caribe. Pero no se trata de una mera conmemoración histórica, por el contrario, la UCA ha decidido implicarse en dichas conmemoraciones y aprovechar su
posición geoestratégica para favorecer que el puente entre Europa y América se refuerce con este motivo es porque está convencida de que en aquellos procesos históricos estaban ya las bases del Espacio Iberoamericano del Conocimiento que hoy queremos construir. Esta es la oportunidad de que las Universidades, que tiene un papel fundamental en la vertebración del territorio donde se localizan, y que deben convertirse en vehículos de cultura, se sientan heredera de la Ilustración y haga suyos aquellos valores. Efectivamente, algunos de aquellos ilustrados doceañistas fueron asimismo los que empezaron a entender que los españoles de uno y otro lado del Atlántico eran iguales, que tenían los mismos derechos, la misma capacidad para decidir por sí mismos sin la tutela de la metrópolis. Fueron ellos quienes igualmente pensaron en los americanos en su condición de otredad, de seres humanos sujetos a los mismos principios de convivencia universal. La Universidad comparte con aquellos ilustrados doceañistas, que fueron también abanderados de la libertad, el mismo fin: trabajar en pro del bienestar social y garantizar la formación de ciudadanos. Si ellos hicieron lo posible para dotar a los españoles de una Constitución, hoy nuestra misión debe ser contribuir al avance de la democracia en el mundo, y particularmente en el marco del EIC. Como el espíritu de la Ilustración contempla, apoyándonos en nuestra historia y nuestra cultura común, trabajando en lo que nos une y no en lo que nos separa, debemos fomentar el acervo que compartimos, respetando las diferencias pero rehuyendo de cualquier relativismo que nos obligue a renunciar a nuestra humanidad, a nuestro destino colectivo. Ahora es el momento de reivindicar los valores que los líderes de las independencias de América Latina y el Caribe vieron en aquel proceso innovador de la Constitución de 1812, el reconocimiento de que la soberanía reside en la nación representada por los diputados reunidos en Cortes, la igualdad de derechos de los ciudadanos, la libertad de expresar por escrito cualquier idea sin que fuera previamente censurada por ningún tribunal, la separación de poderes, es decir el fundamento de nuestras democracias y, por ende, los principios básicos del funcionamiento de la Universidades. Pero no concluye aquí la lección. En la Constitución de 1812 se confía en la educación como el único motor de progreso individual y de progreso del conjunto de la sociedad. En ella se legisla por primera vez los derechos de autor, uno de los principios básicos para el desarrollo de la cultura y las artes. Igualmente se apuesta por la agricultura,
la industria y el comercio protegiendo la invención de los descubrimientos, es decir, que pusieron las bases de las patentes que hoy preservan la innovación científica y técnica. Por todo ello, resulta evidente, que la lengua y la cultura común, la apuesta por la educación, la protección de la cultura, las artes y las ciencias, la discusión y trasvase de ideas y conocimientos habían establecido las bases para que existiera hace ya doscientos años un mismo espacio para la formación, la transferencia de conocimientos, la igualdad, la cooperación, y la paz. Si a ello se suma el avance que en materia de reconocimiento de las culturas indígenas aportaron los movimientos que se desarrollaron para la independencia de América Latina y el Caribe, puede decirse con seguridad, que esta es la mejor oportunidad para actualizar aquellas lecciones y convertir aquellos ideales de libertad, humanismo e independencia, aquella utopía de reunir bajo unos mismo sueños a los hombres y las ideas de ambos lados del Atlántico en la realidad que debe ser el EIC. Por ello, como proponían Enrique Iglesias y Álvaro Marchesi en su documento “Los Bicentenarios: Una oportunidad para la Educación Iberoamericana” La conmemoración de los bicentenarios puede ser el hilo conductor a lo largo de la próxima década que impulse el deseo de lograr una nueva generación de ciudadanos cultos y libres, que transforme las formas de vivir y las relaciones sociales y que abra nuevas perspectivas para la igualdad de todas las personas y para el reconocimiento de su diversidad. La década de los bicentenarios de las independencias ha de suponer un impulso definitivo para garantizar los derechos de las mujeres y de los colectivos durante tanto tiempo olvidados, (…). Se busca no dejar pasar la conmemoración de los bicentenarios para situar la educación en el centro de las preocupaciones de cada país y lograr de esta forma el apoyo de la sociedad. El EIC debe ser el marco, pues, donde teniendo como referente lo que los diputados doceañistas y los próceres de las gestas emancipadoras consiguieron, hagamos realidad esa “universidad comprometida” con la diversidad cultural y especialmente con las minorías, con extender la inclusión social, avanzar en la igualdad y el progreso, esa “universidad sin fronteras” que haga efectiva la posibilidad de reunión y trabajo conjunto a uno y otro lado del Atlántico, así como la internacionalización universitaria, esa “universidad formadora” que haga realidad la fe en la educación como medio para el progreso, esa “universidad creativa e innovadora” que facilite y proteja la investigación y propicie la transferencia del conocimiento; en fin, esa “universidad eficiente” que avance en la cultura digital al tiempo que busque y use racionalmente los recursos que la universidad necesita para su óptimo funcionamiento. De manera que consigamos la mejor universidad posible en el marco del EIC para la generación universitaria de los Bicentenarios.