Palabras de Su Majestad el Rey en la inauguración del Curso Universitario 2010‐2011
San Fernando. (Cádiz), 14 de octubre de 2010 Antes de iniciar mis palabras, no puedo dejar de expresar nuestra gran alegría por el feliz rescate de todos los mineros atrapados en la mina San José de Atacama en Chile, a quienes dirigimos nuestro afecto. Felicito en nombre propio, de mi familia y de toda España, al Señor Presidente, al Gobierno y al pueblo de Chile, por el ejemplo de espíritu de superación y de trabajo en equipo que nos han dado a todos, contando con la entereza y capacidad de sacrificio de los rescatados. Muchas gracias por vuestro recibimiento y amables palabras. En el transcurso de pocas semanas tenemos la alegría de volver a estas muy queridas tierras gaditanas, al mismo lugar donde, hace doscientos años, se reunieron las Cortes para proclamar la soberanía de la Nación española y redactar nuestra primera Constitución. Una efeméride que exalta un afán de progreso colectivo que todos deseamos ilumine asimismo la apertura de este Curso Universitario. Hoy la Universidad de Cádiz ‐en representación de toda la comunidad universitaria española‐ nos acoge en este Real Teatro de San Fernando para proceder a la Apertura del Curso 2010‐2011. Enhorabuena a sus profesores y alumnos, así como a sus autoridades, por esta elección que realza la trayectoria de servicio a la sociedad y de excelencia académica que esta institución se propuso desde su fundación. Éste es un día para que todos celebremos el papel esencial que la Universidad ocupa en el desarrollo y el progreso de toda Nación moderna. Un papel esencial como principal fuente de investigación y de conocimiento, y como institución a la que corresponde formar los mejores profesionales en todos los ámbitos del saber. De este modo, la Universidad busca aportar a la sociedad hombres y mujeres competentes, capaces de impulsar con su labor el desarrollo científico y cultural, el crecimiento económico y el bienestar social. Pero junto a ello, la Universidad contribuye asimismo a estimular en los estudiantes principios y valores básicos ligados al esfuerzo, la ética, la responsabilidad y la convivencia democrática. Al cumplir sus funciones, la institución universitaria se convierte en portadora de nuestros mejores afanes de superación y de nuestros mayores anhelos para luchar a favor de un mundo cada vez más libre, más justo y más próspero. Por todo ello, hoy más que nunca la Universidad española, que cuenta con una larga trayectoria de prestigio y solera, asume la preciosa y decisiva tarea de volcar sus mejores energías en la más alta preparación de nuestra juventud para construir una España cada vez mejor. Señoras y Señores, El Curso que hoy comienza supone un muy importante punto de inflexión en el proceso de adaptación de las enseñanzas universitarias a los criterios de convergencia europea, en el marco del Espacio Europeo de Educación Superior. Ha sido un proceso realizado con los esfuerzos coordinados de la comunidad universitaria, fuerzas políticas y agentes sociales y económicos.
Sin duda debemos felicitarnos por ello, pero sin olvidar la necesidad de seguir mejorando, juntos y día a día, nuestra educación universitaria, para situarla en la cima de las del entorno europeo en el que se inscribe. Recordemos que la búsqueda de la excelencia es consustancial al espíritu universitario. Dicho de otra forma, no basta con estar entre los buenos, tenemos que estar entre los mejores. Todos somos responsables de promover con rigor sus mejores virtudes, pero sobre todo de seguir paliando deficiencias y redoblando esfuerzos para elevar aún más su calidad. Se trata de una tarea sin duda difícil y especialmente compleja en tiempos de crisis, pero que a todos nos incumbe, pues a todos nos afecta. El informe que acaba de hacer público la Fundación COTEC España ‐de la que soy Presidente Honorario‐ sobre la cultura de la innovación de los jóvenes españoles en el marco europeo, aporta precisamente datos reveladores sobre la necesidad de seguir mejorando nuestro sistema educativo en general. De ello depende, ni más ni menos, que el futuro de España, nuestro bienestar colectivo, la promoción personal de cada uno de nuestros ciudadanos, así como la igualdad de oportunidades y la cohesión social. Señoras y Señores, Esta renovada apuesta por la educación se basa en el convencimiento de que el crecimiento de nuestros países, las posibilidades de empleo y el bienestar de nuestros ciudadanos, dependerá cada vez más de su nivel de formación. En el mundo complejo y globalizado en el que vivimos, nuestros ciudadanos tienen que estar cada día mejor preparados para afrontar con éxito múltiples retos, así como una creciente e imparable competitividad en todos los ámbitos y niveles. Una formación que no puede descuidar por ello, como he dicho en otras ocasiones, el mayor conocimiento de otras culturas y el dominio de lenguas extranjeras. Se trata de favorecer el desarrollo de una sociedad con una sólida preparación cultural y científica que, al mismo tiempo, promueva el reconocimiento del talento y de la creatividad, así como el fomento del espíritu emprendedor, fundado en el saber y en el rigor. En este marco, las Universidades están llamadas a desempeñar un papel muy relevante para avanzar hacia un nuevo modelo económico basado en el conocimiento. Por su labor de investigación, de formación y de transferencia del saber, deben convertirse en polos innovadores a nivel nacional e internacional. Como dije recientemente, el proceso innovador necesita de más científicos que creen conocimiento, de más emprendedores que lo apliquen, y de ciudadanos bien formados que aprecien los resultados de la innovación y que ‐con ello‐ la estimulen. A tal fin la Universidad debe perseguir la comunicación permanente con el resto de las instituciones, con la iniciativa privada y con los ciudadanos, de modo que el conocimiento que genere sea aprovechado de la forma más rápida y eficaz posible. Al proyectar su sabiduría, la Universidad cumple un papel impulsor de los mejores valores sobre el conjunto de la sociedad. Señoras y Señores, Hace doscientos años se producía un hecho que marcaría en todo el mundo una nueva concepción de la Universidad.
En 1810 Wilhelm von Humboldt constituía la nueva Universidad de Berlín aplicando propuestas de su pensamiento, entre ellas el concepto dual de enseñanza e investigación, o la oferta de una educación tanto humanística como científica. También en 2010 celebramos un siglo del libre acceso de la mujer a la Universidad española. Un aniversario que nos llena de alegría, pues fue la simiente de un proceso que nos llevaría a la feliz realidad de la importante presencia actual de las mujeres en la Universidad. Quiero por último reiterar el más firme y amplio compromiso de la Corona con toda la comunidad universitaria española, y subrayar mi apoyo y estímulo a sus responsabilidades y nuevas metas. A las autoridades educativas y al profesorado dedico mi mayor reconocimiento por su trabajo constante y riguroso al servicio de la mejor formación superior de nuestros hombres y mujeres. A los estudiantes les deseo de corazón que aprovechen con todas sus fuerzas e inteligencia estos años preciosos de sus vidas, claves para su porvenir profesional. Y a las entidades que colaboran con la Universidad, ‐fundaciones y empresas‐, gracias de verdad por contribuir a hacer más sólido un pilar fundamental para el progreso de España y de los españoles. Con los mejores deseos de éxito para todos, declaro inaugurado el Curso Académico Universitario 2010‐2011. Muchas gracias.