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La Casa Collage
El patio de Abraxas 1, 2006, acrílico sobre cartón, 35 x 25 cm.
Paisaje narcótico (díptico), 2012, acrílico sobre tela, 90 x 69 cm cada módulo
LA CASA COLLAGE
Para Zapata la ubicación de su taller no ha sido un asunto menor. El primero lo instaló en la Casa Collage de Abraxas Aguilar, en 2005. En este lugar de encuentro de artistas fue donde empezó su trabajo con disciplina. En la mañana salía a dibujar a la calle. Y en la tarde volvía a su estudio a pintar a partir de sus bocetos y de lo que se acordaba. Permanecería allí hasta 2016. Desde entonces, junto a la gestora cultural Teresita Rivera, compañera infaltable de sus exploraciones en el territorio Barbacoas, ha intentado comunicarse de maneras creativas con el entorno y sus habitantes. El mural de la Navidad de 2006 fue una de estas experiencias seminales.
“El taller de Jorge Zapata es un cuartico de dos por tres metros al fondo de una casa grande y vieja ubicada en la calle 57, cerca de la Catedral Metropolitana. Más que una casa es una monumental obra que su dueña, Abraxas Aguilar –dos veces Guinness Records de collage–, hizo con recortes de revistas que van desde el piso hasta el techo a manera de tapiz. La obra continúa hasta el solar, que está repleto de árboles, maleza, pedazos de baldosa y discos compactos pegados por doquier. Al lado derecho, antes del solar, está el rinconcito de JAZ. Adentro apenas caben dos mesas, una repisa y algunas obras”. María Isabel Naranjo, “Las crónicas de JAZ”, Universo Centro, Número 49, septiembre 2013.
El patio de Abraxas 2, 2007, grabado y acrílico sobre cartón, 52 x 40 cm.
NAVIDAD PINTADA
Ese año una mujer que manejaba una plaza de vicio le pidió que pintara el pesebre en una fachada. Los comerciantes y habitantes de la calle se unieron para comprar los materiales. Sin embargo Zapata, en lugar de reproducir la iconografía católica tradicional, representó a los personajes del lugar: “Muchos se sintieron reflejados y les pareció gracioso. Concluí que se había logrado el efecto de converger en un símbolo las diferentes personalidades de una zona compleja”.
El pesebre, como símbolo del orden familiar y social occidental, fue dinamitado en esta versión donde ninguno de los personajes es ejemplar, según el dogma católico. O exitoso, según las expectativas capitalistas. Al contrario, el lugar de las figuras de la Biblia es usurpado por una familia del lugar, un ex sicario que hace hostias, un pastor dudoso, un hincha del Nacional y un vendedor de tinto, entre otros traficantes y sobrevivientes. Zapata, como un Caravaggio contemporáneo, acogía así en su marco desprejuiciado y compasivo a los desheredados urbanos de hoy. Y la calle, con sus contradicciones y crisis, se reflejaba en el espejo que nunca tuvo. Al siguiente año, junto a Rivera, organizaron una fiesta de Navidad con la comunidad de Barbacoas de la que ya llevan 15 versiones y es hoy uno de los encuentros comunitarios más emblemáticos de la zona.