El cuerpo humano definido desde el estatuto científico sólo en términos naturalistas e anatomía y fisiología, tiene una dimensión muy restringida o reduccionista para el ejercicio del acto médico como totalidad y para una adecuada relación médico-paciente, pues restringe dicha relación al puro ámbito sujeto-objeto. Esta dualidad genera el conflicto cuya resolución suele concluir con la apreciación del paciente "como un algo" liberado de su ser-en-el-mundo, sin realidad humana, liberado de su relación con el mundo. Para evitar esto, se debe formar al médico dentro de una concepción antropológica para evitar ese dualismo poniendo en perspectiva una concepción ontológica acerca de la corporeidad.