Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología. Volumen 12. Número 1

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P s i C o l o g ía

Bogotá, D.C. • Colombia - Enero - junio 2012


Diagramaci贸n e impresi贸n: Editorial Scripto S.A.S PBX: 756 20 03 Info@scripto.com.co Bogot谩, D.C., Colombia 2012


UNIVERSIDAD EL BOSQUE DIRECTIVOS 2012 -2014 RECTOR DR. CARLOS FELIPE ESCOBAR ROA VICERRECTOR ACADEMICO DR. MIGUEL RUIZ RUBIANO VICERRECTOR ADMINISTRATIVO DR. RAFAEL SANCHEZ PARIS SECRETARIO GENERAL DR. LUIS ARTURO RODRIGUEZ BUITRAGO

CLAUSTRO 2012- 2013 PRINCIPALES SUPLENTES PRESIDENTE DR. JOSE LUIS ROA BENAVIDES VICEPRESIDENTE DR. ERIX EMILIO BOZON MARTINEZ SECRETARIO DRA. LUZ HELENA GUTIERREZ MARIN CONSEJO DIRECTIVO 2012 – 2013

PRINCIPALES SUPLENTES DR. JOSE LUIS ROA BENAVIDES DR. ERIX EMILIO BOZON MARTINEZ DRA. LUZ HELENA GUTIERREZ MARIN DR. CARLOS ALBERTO LEAL CONTRERAS DR. JUAN GUILLERMO MARIN MORENO DR. OTTO BAUTISTA GAMBOA DR. CARLOS EDUARDO RANGEL GALVIS DR. ALVARO FRANCO ZULUAGA DR. JAIME ESCOBAR TRIANA DRA. ANA GUERRA DE BAUTISTA DR. JOSE ARMANDO LOPEZ LOPEZ DR. MIGUEL OTERO CADENA DR. MATIZ MEJIA DR. GERARDO ARISTIZABAL ARISTIZABAL DRA. MARIA CLAUDIA RAMIREZ GONZALEZ DRA. MARTA LUISA MONTIEL EST. DIANA PATRICIA LATORRE NIÑO EST. DAVID ROJAS COMETA PRESIDENTE VICEPRESIDENTE DR. CARLOS EDUARDO RANGEL GALVIS DR. JAIME ESCOBAR TRIANA PRIMER SECRETARIO SEGUNDO SECRETARIO DR. JUAN GUILLERMO MARIN MORENO DR. HERNANDO MATIZ MEJIA

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CUADERNOS HISPANOAMERICANOS DE PSICOLOGÍA Volumen 12 Número 1 EDITOR Eduardo Ponce de León, M.Sc. COMITÉ EDITORIAL Mauricio Bonilla, Ph.D Universidad El Bosque - Colombia Rosa María González Universidad de La Coruña - España María del Rocío Hernández Pozo, Ph.D Universidad Autónoma de México - Iztacala Elvers Medellín, M.Sc.. Universidad Konrad Lorenz Luz Anyela Morales Q.. Ph.D Universidad Autónoma de Puebla - México Ana María Salazar, Ph.D Universidad El Bosque - Colombia COMITÉ CIENTÍFICO María Isabel Díaz Universidad Abierta y a Distancia – España Angélica Garzón, Candidato a Ph.D Universidad El Bosque – Colombia José Rodríguez Valderrama - Colombia Carlos Ruano, Ph.D Canadá ASESOR EXPERTO COMITÉ EDITORIAL Ernesto L. Ravelo C. ASISTENTE EDITORIAL Jacquelinne Macias Q. COMITÉ DE PUBLICACIONES FACULTAD DE PSICOLOGÍA Pilar Baracaldo Sandra Briceño Leonardo García Claudia Hernández Julio Ponce de León José Antonio Sánchez-González Juan Manuel Sánchez

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CONTENIDO

Estudio bibliométrico de las variables cognoscitivas relacionadas con el dolor crónico Ruby Osorio-Noriega y Laura Pilar Bohórquez........................................................................................................ 9 Representaciones sociales sobre la resolución de conflicto entre las mujeres en la unidad doméstica Sandra Pulido Chaparro, Liliana Pardo Niño, Karen Hernández-Peña y Santiago Sánchez-Tovar........................ 25 Relación entre rasgos de personalidad y conducta antisocial en función de variables sociodemográficas de un grupo de barristas de fútbol Clara Gutiérrez, Vivian Hernández –Bencardino, Joan Sebastián Rodríguez, Andrea Suarez – Salamanca........... 37 Diseño de una guía de práctica clínica de intervención en crisis dirigida a familiares en una unidad de cuidados intensivos Jeannette Torres Benavides, Carolina Álvarez, Luisa Fernanda Ceballos, Andrés Chiquillo e Indira Galvis.......... 53 Retratos reales de historias inimaginables II: La memoria colectiva de las víctimas del conflicto armado en Colombia Myriam Ocampo Prado y Mayerlín Férguson López................................................................................................ 65 El programa de las asignaturas como un primer criterio para la enseñanza de la ciencia Tiberio Pérez Manrique............................................................................................................................................. 79 Características psicométricas del inventario de miedos de Ollendick Claudia Gutiérrez, Natalia Bustos, Liliana Flórez, José Parra, Diana Rodríguez y Juanita Rojas........................... 85

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CONTENTS

Bibliometric study of cognitive variables related to chronic pain Ruby Osorio-Noriega y Laura Pilar Bohórquez....................................................................................................... 9 Social Representations of Conflict Resolution among Women in the Household Sandra Pulido Chaparro, Liliana Pardo Niño, Karen Hernández-Peña y Santiago Sánchez-Tovar........................ 25 The Relationship between Personality Traits and Antisocial Behavior According to Socio-demographic Variables of a Group of Soccer Fans Clara Gutiérrez, Vivian Hernández –Bencardino, Joan Sebastián Rodríguez, Andrea Suarez – Salamanca........... 37 Design of a Clinical Practice Guide of Intervention in Crisis for Relatives in an Intensive Care Unit Jeannette Torres Benavides, Carolina Álvarez, Luisa Fernanda Ceballos, Andrés Chiquillo e Indira Galvis.......... 53 Real Portraits of unimaginable Stories: The Collective Memory of Victims of Armed Conflict in Colombia Myriam Ocampo Prado y Mayerlín Férguson López................................................................................................ 65 The Subjects Syllabuses as First Criterion for Teaching Science Tiberio Pérez Manrique............................................................................................................................................. 79 Psychometric Characteristics of the Fear Survey Schedule for Children Reviewed by Ollendick (FSSC-R) Claudia Gutiérrez, Natalia Bustos, Liliana Flórez, José Parra, Diana Rodríguez y Juanita Rojas........................... 85

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CUADERNOS hispaNOAMERICANOS DE PSICOLOGÍA, Vol 12 Nº 1, 9-22

Estudio bibliométrico de las variables cognoscitivas relacionadas con el dolor crónico Ruby Osorio-Noriega1 y Laura Pilar Bohórquez2 Universidad El Bosque

Resumen El objetivo de este estudio fue analizar la producción científica sobre variables cognoscitivas asociadas al dolor crónico durante el periodo Enero de 2000 a primero de agosto de 2011. Las variables asociadas al dolor crónico estudiadas fueron: creencias, expectativas, afrontamiento y pensamiento catastrófico. El número total de documentos analizados fue de 119, obtenidos a través de 3 bases de datos diferentes. Los principales resultados apuntan a: (a) un incremento continuado en cuanto a producción científica, (b) pocos autores son responsables de un elevado número de documentos, y la gran mayoría de los autores sólo han publicado un artículo en el periodo, (c) la colaboración entre autores se incrementa en el periodo, (d) la mayoría de publicaciones se concentra en Estados Unidos y Europa, (e) los centros de investigación académica presentan el mayor volumen de publicaciones, (f) el papel de las variables cognoscitivas aún no es claro y (g) no se determina el peso de cada una de las variables asociadas al dolor crónico. Los resultados muestran el impacto de la investigación desde un punto de vista bibliométrico. Palabras clave: Afrontamiento, creencias, cognoscitivo, dolor crónico, expectativas. Abstract The objective of this study was to analyze the scientific production of cognitive variables associated to chronic pain since January of 2000 until August the 1st of 2011. It was taken into account the following variables associated to chronic pain: beliefs, expectations, coping and catastrophic thinking. 119 documents were analyzed. They were obtained from 3 databases. The main results indicate: (a) a continuous increase in terms of scientific production, (b) few authors are responsible for a large number of documents, and most of the authors only published one article in the period, (c) There was an increasing collaboration between authors in the period, (d) Most publications are concentrated in the U.S. and Europe, (e) academic research centers have the highest number of publications, (f) the role of cognitive variables is still unclear, and (g) it can’t be determined the weight of each of the variables associated to chronic pain. Finally, results show the impact of research from a bibliometric point of view. Keywords: Beliefs, chronic pain, cognitive, coping, expectations. 1 Psicóloga docente, Facultad de Psicología. Universidad El Bosque. 2 Estudiante que opta por el título de Psicóloga. Recibido. 05 de Abril de 2012 Aprobado. 14 de Mayo de 2012

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Introducción Históricamente, lejos de tratarse de un proceso único, el dolor ha sido considerado como un fenómeno complejo y subjetivo de carácter personal de quien padece la experiencia. El impacto de dicha experiencia negativa hace que exista una transformación y un impacto biopsicosocial que influye en el resultado terapéutico, e incluso, en ocasiones, en el fracaso del mismo. Las investigaciones realizadas, principalmente a partir de los años 80, han permitido conceptualizar el dolor en general y el dolor crónico en particular. Se ha establecido que ésta es una experiencia subjetiva compleja cuyo acercamiento debe realizarse desde una perspectiva biopsicosocial, dado que el dolor es el resultado de la interacción de elementos biológicos, que pueden provocar y mantener distintas dolencias; factores psicológicos, que influirán en la percepción de la experiencia subjetiva interna; y elementos socio-ambientales, moduladores de la percepción de la estimulación nociceptiva y moldeadores de las respuestas del organismo (Muñoz y Tapia, 1999). El dolor es ocasionado por una descarga los terminales nerviosos, una alteración metabólica en las membranas celulares, una sensación, un signo de lesión y un problema para el sujeto que lo padece. El dolor no es sólo un problema físico, sino también una experiencia emocional para el individuo, una señal que evoca la idea de daño. Frente a esta señal, aparece una serie de comportamientos que modifican la conducta del ser humano, y esto es reconocido por los demás. La experiencia de dolor es el resultado de un complejo proceso perceptivo donde interviene la información procedente de los nociceptores, los factores motivacionales, cognoscitivos, emocionales y socioculturales, así como las características propias de la persona (afectividad, motivación, actitudes, creencias, cultura, experiencia anterior, etc.). Todos estos aspectos confluyen y, como resultado, dan forma y significado a la estimulación sensorial (Muñoz y Tapia, 1999). El enfoque biopsicosocial concibe el dolor crónico como un fenómeno perceptivo cuya caracterización

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necesita de un enfoque multidimensional y no de tipo lineal como el biomédico. Desde este punto de vista, los componentes de tipo psicosocial alcanzan gran relevancia en los problemas de dolor crónico, en donde el dolor se relaciona con el contexto social, las actitudes, las creencias, las emociones, los pensamientos y las expectativas, así como con sus características específicas (Gatchel, Peng, Peters, Fuch, y Turk; Miró; Novy, como se citarón en Moretti, 2012) La evolución en la conceptualización del dolor también ha hecho que, en la actualidad, se contemplen las variables cognoscitivas como factores de vital importancia en la experiencia dolorosa de cada persona. Estas variables pueden afectar de manera positiva o negativa dicha experiencia. Numerosas investigaciones demuestran que existen una gran cantidad de variables (cognoscitivas, conductuales, emocionales, físicas y sociales) que juegan un rol importante en la experiencia final de dolor (Boersma y Linton; Gatchel, como se citarón en Moretti, 2010). Ahora bien, dentro de los factores cognoscitivos que afectan de manera significativa la percepción individual del dolor crónico, se encuentran los siguientes: el afrontamiento, las creencias y los estilos atribucionales, la percepción de control, las expectativas y la autoeficacia, los errores cognoscitivos y la catastrofización o el pensamiento desiderativo. Entre estos, los más estudiados son el pensamiento catastrófico, las creencias, el afrontamiento y las expectativas que tiene cada paciente frente a su proceso doloroso. Se ha logrado establecer que los pensamientos catastróficos y las expectativas negativas son factores que influyen de manera negativa en la percepción de dolor, mientras que las estrategias adecuadas de afrontamiento influyen de manera positiva en la percepción del dolor ya que disminuyen su intensidad (Aldana, Lima, Casanova, y Casanova, 2003). Por otra parte, dependiendo de su contenido, las creencias pueden influir de manera positiva o negativa en la percepción dolorosa. En el ámbito específico del dolor crónico, las creencias son consideradas cogniciones que las personas tienen acerca de su problema de dolor y sirven para obtener conocimiento y comprensión de los eventos que sucedieron, suceden o sucederán. Son conceptualizaciones propias de cada persona sobre qué es el dolor y

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qué significa para ellos; además, son un subconjunto de un sistema de creencias que representa una comprensión personal de la experiencia de dolor. Las creencias desadaptativas ejercen una influencia desfavorable en el afrontamiento del dolor crónico, al mantener o incrementar el dolor crónico (Camacho y Anarte, 2001). Desde el modelo cognoscitivocomportamental, las cogniciones han sido definidas como respuestas en forma de auto-verbalizaciones que son específicas a una situación del ambiente. Por otro lado, las creencias se definen como nociones o constructos personales preexistentes acerca de la realidad, que dan forma o permiten interpretar el significado de los, así como tomar decisiones acerca de uno mismo y del ambiente, las cuales son el resultado de experiencias de aprendizaje previas y del contexto cultural del paciente (Lazarus y Folkman, como se citarón en Moretti, 2010). A su vez, la expectativa es definida por Reeve (2003) como una predicción subjetiva de lo probable que resulta una situación; puede ser un resultado o un curso de acción que da origen al resultado. Existen dos tipos de expectativas: • Las expectativas de eficacia, las cuales son un juicio sobre la capacidad de un individuo para realizar un acto particular o un curso de actividad, y hacen referencia al grado de confianza que el individuo tiene respecto de su habilidad para ejecutar dicho acto • Las expectativas de resultado, entendidas como un juicio respecto a que una actividad dada, una vez hecha, provocará un resultado específico. De las diferentes variables que influyen en la experiencia de dolor crónico, dentro de las variables psicológicas y más concretamente de las cognoscitivas, las expectativas de autoeficacia han demostrado cumplir un papel importante. Este tipo de expectativas se definen como aquellos juicios que las personas establecen acerca de las propias capacidades; a partir de estas expectativas, los individuos organizarán y ejecutarán acciones con el fin de alcanzar el rendimiento deseado. Así mismo, las expectativas de autoeficacia se relacionan con el juicio individual de cuán bien (o mal) se enfrentará una situación, dadas las destrezas que la persona posee y las circunstancias que enfrenta; es decir, la autoeficacia expresa la

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creencia que posee la persona acerca de su habilidad para desempeñarse en una determinada tarea (Bandura, como se citó en Moretti, 2010; Reeve, 2003; Moretti, 2010). En general, las expectativas en el dolor crónico están asociadas con la búsqueda de ayuda, la adherencia a las recomendaciones del tratamiento y la percepción de discapacidad. Por otra parte, la valoración del dolor y su afrontamiento son procesos indisolublemente unidos que determinan, en gran medida, la evolución de los síntomas, e incluso la cronificación del cuadro. En este sentido, los investigadores han orientado sus esfuerzos para determinar los modos de afrontamiento del dolor que aparecen, con qué tipo de valoraciones se relacionan y qué resultados tienen en la evolución de la enfermedad (Rodríguez, Cano y Blanco, 2004). En cuanto a los modos de afrontamiento, se ha tratado de determinar la estructura de las estrategias de afrontamiento utilizadas en el control del dolor, centrándose más en estrategias específicas que en estilos. Dentro de estas estrategias, se destacan las de tipo cognoscitivo (utilizar la imaginación para ignorar el dolor o transformarlo en otra sensación, las de distracción y la reestructuración cognoscitiva) y las conductuales (la búsqueda de apoyo social, el descanso, la evitación de actividades o situaciones determinadas, la medicación, el ejercicio, etc.). En cuanto a los procesos de valoración del dolor, las variables más relacionadas con el afrontamiento son las referidas al lenguaje interno, especialmente las creencias de control explicadas anteriormente. Los resultados del afrontamiento se han relacionado con cambios en los parámetros del dolor, tanto sensoriales (intensidad, frecuencia, duración), como emocionales (ansiedad, depresión) y funcionales (conductas de dolor, discapacidad, interferencia en la vida social, laboral, etc.) El modelo teórico que más se ha utilizado para establecer el funcionamiento del afrontamiento es el planteado por Lazarus y Folkman (1984). Desde el modelo procesual del estrés de dichos autores, el dolor crónico es concebido como una situación estresante que, además de persistir en el tiempo, requiere esfuerzos adaptativos continuos por parte de la persona que lo sufre. Estos esfuerzos se deno-

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minan estrategias de afrontamiento y se utilizan con la intención de manejar el dolor; además, están determinadas por el tipo de valoración que hace la persona de su situación y de los recursos de los que disponga (Camacho et al., 2001). Las estrategias de afrontamiento, en el contexto de dolor, son entendidas como las actividades que utilizan las personas para minimizar el impacto que los eventos negativos pueden tener sobre su bienestar psicológico; dichas estrategias se han categorizado en diferentes dimensiones (Truyols, Pérez y Medinas, 2008). Una de las clasificaciones más utilizadas de las estrategias de afrontamiento es aquella que las divide en activas y pasivas, y en cognoscitivas y conductuales. Las estrategias de afrontamiento activas hacen referencia a acciones instrumentales (ejercicio, planificación, autocontrol); estas estrategias son consideradas adaptativas para los pacientes ya que requieren responsabilidad y el desarrollo de acciones instrumentales tendientes al manejo del dolor (como pueden ser el ejercicio físico o el uso de estrategias distractoras) (Truyols et al, 2008). Por su parte, las estrategias activas se han agrupado en dos tipos: (a) las que intentan inicialmente alterar la valoración de la situación de dolor y (b) las que intentan diversificar la atención fuera del dolor. A diferencia de las estrategias activas, en las estrategias de afrontamiento pasivas, el paciente atribuye el dolor a una fuente externa (inactividad, ausencia de toma de medicación, etc.). Estas estrategias se consideran desadaptativas debido a que implican el abandono por parte del paciente o porque éste no asume la responsabilidad de actuar de manera correcta, sino que; por el contrario, sitúa el control de su dolor en factores externos (por ejemplo, la ingesta de analgésicos). Con respecto de la segunda clasificación, las estrategias de afrontamiento conductuales se conciben como aquellas conductas con carácter observable que realiza la persona con el propósito de afrontar su dolor (por ejemplo, frotarse la zona afectada). Por otro lado, las estrategias de afrontamiento cognoscitivas se refieren al uso de pensamientos con el objetivo de alterar la percepción de la intensidad del dolor y la propia capacidad para manejarlo o tolerarlo, con el fin de continuar con las actividades de la vida diaria (Camacho et al.,

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2001). Por último, las estrategias de afrontamiento cognoscitivas influyen en el dolor a través del pensamiento (distracción de la atención, reinterpretación de sensaciones, humor), mientras que las estrategias conductuales modifican la conducta abierta (permanecer en cama, tomar medicamentos o pasear) (Truyols et al, 2008). Por otro lado, la catastrofización ha sido definida como una orientación exageradamente negativa hacia el dolor; se refiere a los pensamientos excesivamente negativos e irreales en forma de autoverbalizaciones acerca del dolor (por ejemplo, “el dolor es terrible y siento que me desborda” o “no puedo soportar esto). Una de las características más importantes de la catastrofización es que el dolor se percibe como excesivamente amenazante, lo que genera miedo y malestar. Además, supone la dificultad de focalizar la atención en otros estímulos diferentes al dolor; éste se percibe como extraordinariamente intenso y se presenta un sentimiento de desamparo frente al control del mismo (Moretti, 2010). En cuanto a los errores cognoscitivos, la tendencia a la dramatización, la indefensión, la sobre generalización de los acontecimientos relacionados con el dolor o la autoculpabilización, suelen asociarse con mayores niveles de dolor, disfunción física y psicológica, así como con resultados menos exitosos en el tratamiento. Algunos autores señalan que el uso de pensamientos negativos en respuesta al dolor (autoafirmaciones negativas, cogniciones sociales negativas y autoculpabilizaciones) se asocia con inactividad, disminución de las relaciones familiares y sociales, así como altos índices de ansiedad, depresión y una mayor preocupación por los síntomas físicos. Así mismo, las distorsiones que el paciente realiza sobre la información que procesa tienen un efecto directo sobre la percepción de dolor y un efecto indirecto sobre el nivel de funcionamiento cotidiano (Anarte, Esteve, López, Ramírez y Camacho, 2001). Por último, cabe señalar que no se debe considerar cada una de estas variables cognoscitivas como independientes. Hay una mutua interrelación entre ellas. Así, por ejemplo, Anarte et al., (2001) señala que se ha encontrado que las creencias del paciente están relacionadas con el tipo de afrontamiento que

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éste realiza. El tipo de creencias que tiene el paciente determina el tipo de estrategia cognoscitiva que utiliza para afrontar el dolor. Más concretamente, aquellos pacientes que presentan creencias de control utilizan con mayor frecuencia autoafirmaciones de afrontamiento, mientras que aquellos pacientes que tienen creencias de indefensión usan con mayor frecuencia autoafirmaciones de catastrofismo. Además, estas creencias y autoafirmaciones determinan la intensidad del dolor y el estado emocional del paciente. Así, los pacientes con fuertes creencias de control desarrollan autoafirmaciones de afrontamiento, y ello se asocia con menor intensidad del dolor referido y con un mejor estado anímico. Así mismo, el tipo de estrategia de afrontamiento cognoscitiva que los pacientes utilicen se relacionará de manera directa con la percepción final del dolor. La utilización de autoafirmaciones de catastrofismo se relaciona de forma positiva con el dolor, mientras que las autoafirmaciones de afrontamiento se relacionan de manera negativa con la intensidad del dolor (Camacho et al., 2001). Es decir, las estrategias de afrontamiento cognoscitivas de tipo pasivas, junto con las conductuales pasivas, afectan de manera negativa el nivel de dolor percibido, la incapacidad percibida y la depresión (Truyols et al, 2008). Cuando los pacientes creen tener recursos para afrontar el dolor, utilizan más autoafirmaciones de afrontamiento, mientras que aquellos pacientes cuyas creencias son de indefensión tienden a ser más catastrofistas. Al respecto, Camacho et al. (2001) afirman que la percepción de control sobre el dolor se relaciona con una mejor adaptación al dolor crónico, mientras que las creencias de ausencia de control están relacionadas con estrategias de afrontamiento no efectivas para el manejo del dolor. De acuerdo con esto, la creencia de incontrolabilidad aumenta la percepción de la intensidad del dolor. Cuando el paciente cree no tener control sobre su dolor, se acentúan aún más las características aversivas del mismo. En otras palabras, cuando la persona se siente indefensa ante la imposibilidad de hacer algo para disminuir el dolor, éste puede ser percibido de forma más negativa (Infante, 2002). Por otro lado, las creencias de indefensión son consideradas como un estado psicológico que se

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produce cuando los acontecimientos a los que se enfrenta una persona son incontrolables e impredecibles. Este tipo de creencias se relacionan de manera positiva con la percepción de la intensidad de dolor y el catastrofismo, y se correlacionan de manera negativa con las creencias de los pacientes acerca de que poseen recursos para afrontar el dolor (Camacho et al., 2001). Así mismo, las creencias de indefensión son las variables que contribuyen de manera más fuerte a la percepción de incapacidad y al nivel de dolor percibido, independientemente del miedo asociado al dolor y de las estrategias de afrontamiento pasivas. Las creencias de indefensión parecen ser determinantes en la percepción que tienen los pacientes acerca del tratamiento, por lo que el paciente podría empezar a creer que ningún tratamiento ha resultado y que ninguno podrá ayudarlo. Como consecuencia de ello, los pacientes que sostienen estas creencias podrían no esforzarse en el tratamiento. Esto incrementaría las posibilidades de que el tratamiento no ayude, lo cual reforzaría la creencia de “nada puede ayudarme” (Sharp, 2001). Con respecto a la relación entre las expectativas de autoeficacia y el empleo de estrategias de afrontamiento, Jensen, Turner y Romano (como se citó en Vallejo, Comeche, Ortega, Rodríguez y Díaz, 2009) encontraron un nexo consistente entre los esfuerzos de afrontamiento informados por los pacientes y las creencias de los mismos en su capacidad para utilizar estrategias como el ejercicio activo, el reposo, la ignorancia del dolor o la toma de medicación. Además, las expectativas de autoeficacia no sólo parecen incrementar los comportamientos emprendidos para enfrentarse al dolor, sino que podrían influir en el tipo de estrategia utilizada. Los pacientes de dolor crónico con un alto nivel de autoeficacia parecen conocer y confiar más en estrategias activas, como persistencia en la tarea, en detrimento de las pasivas, como descansar (Vallejo, et al., 2009). Las creencias de autoeficacia y expectativas de resultado aparecen relacionadas con un mejor afrontamiento, menor depresión y, por tanto, menor inadaptación y mejor ajuste al dolor crónico (Truyols et al., 2008). Existen dos tipos de estrategias de afron-

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tamiento cognoscitivas desadaptativas que han sido ampliamente estudiadas en el ámbito del dolor crónico y que se hallan relacionadas: la preocupación y la catastrofización. La primera se basa en modelos de desórdenes de ansiedad. La segunda hace referencia a que existe una tendencia a priorizar el procesamiento de material amenazante y a interpretar estímulos ambiguos de manera amenazante. Esta variable puede conducir a una reducción considerable del nivel de funcionamiento físico y psicológico. Además, el impacto negativo que posee sobre los sistemas musculoesquelético y cardiovascular puede aumentar la incapacidad percibida y conducir a consecuencias físicas indeseables, que pueden producir, consecuentemente, un funcionamiento limitado de la persona. El análisis bibliométrico en materia de dolor crónico permite determinar cuáles son las áreas temáticas sobre las que más se investiga; así mismo, tiene en cuenta la evolución en la inversión de capital en investigación dentro de esta disciplina y el estado actual de conocimiento de las variables cognoscitivas asociadas con el dolor crónico. El objetivo de este artículo es describir los indicadores bibliométricos sobre las variables cognoscitivas asociadas al dolor crónico, según lo presentado en artículos nacionales e internacionales, publicados en texto completo, en inglés o español, en las bases de datos Science Direct, Proquest y Ovid durante los últimos diez años. Método Tipo de investigación El presente estudio es de tipo bibliométrico descriptivo, cuyo objetivo es hacer un recuento de la productividad científica en un área específica de conocimiento, a través de mediciones cuantitativas. Cabe mencionar que esto se realiza mediante indicadores bibliométricos. Específicamente, se hace una revisión descriptiva de la producción científica referente a las variables cognoscitivas asociadas al dolor crónico (afrontamiento, creencias, pensamientos catastróficos y expectativas). En este punto, cabe anotar que revisión fue realizada durante

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el periodo comprendido entre el año 2000 y el 1o de agosto de 2011. Unidad de análisis El estudio se realizó con un total de 119 artículos en inglés, provenientes de las bases de datos Science Direct, Proquest, y Ovid. Criterios de inclusión. (a) publicaciones periódicas como revistas científicas y series en las bases de datos Science Direct, Proquest, y Ovid; (b) texto completo; (c) escritos en español o inglés y; (d) año de publicación dentro del periodo 2000 a 01 de agosto de 2011. La elección de las unidades de análisis se realizó teniendo en cuenta el dolor crónico y las variables cognoscitivas: (a) creencias, (b) expectativas, (c) afrontamiento y (d) pensamiento catastrófico. Criterios de exclusión. Publicaciones no periódicas, artículos en prensa, artículos con aspectos que se salgan de los parámetros de los criterios de inclusión. Instrumentos Se diseñó una rejilla, en una ficha de registro en Microsoft Office Excel 2007, en la cual se organizó la información de los artículos según los indicadores establecidos: • Número de artículos por año de publicación: se establecieron cuatro categorías: (a) de 2000 a 2002, (b) de 2003 a 2005, (c) de 2006 a 2008, y (d) de 2009 a agosto de 2011. • Número de publicaciones por autor: se determinaron las siguientes categorías: (a) transeúntes: no superior a un artículo; (b) aspirantes: de dos a cuatro artículos; (c) productores moderados: de 5 a 9 artículos; y (d) grandes productores: 10 o más artículos. • Distribución de artículos por número de firmas: se establecieron categorías para cada número, según el número de firmas encontrado en los artículos revisados. Adicionalmente, se incluyó la categoría no aplica para aquellos artículos en los que no aparece el autor. • Instituciones que realizan la investigación: se tuvieron en cuenta las siguientes categorías: (a)

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centros de investigación académica, tales como universidades y centros de investigación adscritos a las mismas; (b) organizaciones gubernamentales; es decir, instituciones pertenecientes al gobierno del país en cuestión; y (c) organizaciones no gubernamentales, donde se incluyen organismos de carácter transnacional como ONGs y agencias internacionales. Tipo de artículo: estudios empíricos, de reseña o recensión, teóricos, metodológicos y estudios de caso. Muestra: se establecieron las siguientes categorías según el número de sujetos: (a) 1 sujeto o estudios de caso único, (b) entre 2 y 50, (c) entre 51 y 100, (d) entre 101 y 200, (e) entre 201 y 300, (f) más de 301 y (g) no aplica. Distribución por género: se establecieron las categorías: (a) femenino, (b) masculino, (c) femenino y masculino, y (d) no aplica para aquellos estudios que no incluyeron muestra de sujetos. Edades de la muestra: se establecieron las siguientes categorías: (a) niños, (b) niños y adolescentes, (c) adolescentes, (d) adolescentes y adultos, (e) adultos y, (f) no especifica, para aquellos estudios en los que la edad de la muestra no se especifica, y g) no aplica, para aquellos estudios que no incluyeron muestra de sujetos. País de publicación: se estableció una categoría para cada país. Continente de publicación: Europa, América, Asia, África y Oceanía. Idioma: se establecieron las siguientes categorías: a) inglés y b) español. Número de referencias por publicación: se establecieron cuatro categorías: (a) 1-10, (b) 11-20, (c) 21-30, y (d) más de 30. Variable psicológica abordada: puede ser: (a) pensamiento catastrófico, (b) creencias, (c) afrontamiento, y (d) expectativas. Además, en cuanto al propósito del estudio de dichas variables, los estudios empíricos podrían hacer: (a) evaluación del efecto o impacto que ejerce la variable cognoscitiva en la percepción del dolor y (b) intervención para la modificación de las variables cognoscitivas.

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Técnicas estadísticas empleadas: se establecieron las categorías: (a) pruebas paramétricas, (b) pruebas no paramétricas, (c) pruebas paramétricas y no paramétricas, (d) no especifica, para aquellos estudios en los que no se nombra el tipo de prueba utilizada ni se puede deducir, y e) no aplica para aquellos estudios en los que no se realizó el análisis de datos a través de dichas pruebas. Procedimiento

Este estudio se desarrolló a través de cuatro fases: 1. Fase de exploración: se determinaron los descriptores de búsqueda de los documentos objeto de estudio, tomando como referencia el Thesaurus de la APA. Los descriptores fueron: dolor crónico (chronic pain), expectativas (expectations), afrontamiento (coping), catastrofización (catastrophizing) y creencias (beliefs). 2. Fase de elaboración de instrumento: se elaboró una rejilla con los indicadores bibliométricos que se iban a utilizar en el estudio, cada uno con su respectiva definición operacional. 3. Fase de recolección de las unidades de análisis: se realizó la búsqueda de documentos de texto completo en formato electrónico, en las bases de datos Science Direct, Proquest y Ovid, con base en los descriptores seleccionados. Se hallaron 230 documentos que cumplían con los criterios establecidos. Se realizó una lectura crítica de estos documentos para determinar cuáles se ajustaban al objetivo de esta investigación; finalmente, se estableció una muestra de 119 artículos. Posteriormente, se rastrearon los indicadores bibliométricos estipulados en la rejilla del presente estudio, en cada uno de los artículos seleccionados. Para esto, se realizó una base de datos en Excel con la información pertinente de cada artículo y; posteriormente, se llevó a cabo la sistematización de los elementos básicos para permitir su recuento y análisis. 4. Fase de descripción y análisis: la información recogida en esta matriz permitió realizar un conteo e identificar la frecuencia de ocurrencia en cada uno de los indicadores.

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Resultados Se analizaron en su orden: (a) base de datos de origen, (b) número de artículos por año de publicación, (c) número de firmas por artículo, (d) número de publicaciones por autor, (e) instituciones que realizan la investigación, (f) país de publicación, (g) continente de publicación, (h) número de referencias por publicación, (i) variable psicológica abordada, (j) tipo de artículo, (k) tamaño de la muestra, (l) distribución por género de la muestra, (m) edades de la muestra, y (n) técnica estadística empleada. Es importante resaltar que todos los artículos encontrados en las tres bases de datos estaban escritos en inglés. De los 119 artículos seleccionados, 39 fueron obtenidos de la base de datos de Ovid, 43 de Proquest, y 37 de Science Direct. En la figura 1, se muestran los porcentajes de participación en el presente estudio por base de datos.

Al revisar el número de firmas por artículo, de las 119 unidades de análisis, 7 artículos registran con una sola firma; 21, con 2 firmas; 34, con 3 firmas; 24, con 4 firmas; 16, con 5 firmas; 5, con 6 firmas; 5, con 7 firmas; 3, con 8 firmas; 1, con 11 firmas; 1, con 12 firmas; y 1, con 13 firmas. En la figura 3, se muestra la relación entre el número de artículos por número de firmas. Cabe anotar que los artículos están discriminados según cada una de las bases de datos analizadas.

Figura 3. Cantidad de artículos por número de firmas según base de datos

Figura 1. Porcentaje de participación de las bases de datos según el número de artículos aportados a la muestra.

En cuanto al año de publicación, de los 119 artículos, 7 fueron publicados durante el periodo 2000 a 2002, 15 en el periodo 2003 a 2005, 43 en el periodo 2006 a 2008, y 54 en el periodo 2009 a Agosto de 2011. En la figura 2, se observa la participación por base datos según el periodo de publicación de los artículos.

Figura 2. Número de artículos según periodo de publicación discriminado por base de datos.

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Al revisar el número de publicaciones por autor, se registraron en total 362 autores; 312 registran en una sola publicación y, de acuerdo a los parámetros establecidos para este estudio, se denominaron transeúntes; 40 autores registran en 2 publicaciones; 3, en 3 publicaciones; y 4, en 4 publicaciones (este grupo conforma la categoría de aspirantes, con un total de 47 autores). Finalmente, 3 autores registran en 5 publicaciones, por lo que pertenecen a la categoría de productores moderados. Cabe mencionar que no se encontraron grandes productores en este estudio. En la figura 4, se muestra el porcentaje de acuerdo con el número de publicaciones por autor.

Figura 4. Porcentaje de acuerdo al número de publicaciones por autor

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Según la institución que realiza la investigación, se encontró que de los 119 artículos, 2 fueron realizados por asociación de organizaciones; 91, por centros de investigaciones académicas; 13, por organizaciones gubernamentales; 9, por organizaciones no gubernamentales; y en 4, no se especifica la institución. En la figura 5, se muestra el porcentaje de artículos según la institución que realiza la investigación.

De acuerdo a los continentes, se encontraron: 2 artículos cuya investigación se realizó en África; 70, en América; 1, en Asia; 54, en Europa; y 12, en Oceanía. En la figura 7, se muestran los porcentajes para cada continente.

Figura 7. Porcentaje de acuerdo al continente donde se desarrolló la investigación. Figura 5. Porcentaje de artículos según la institución que realiza la investigación

Según el país donde se realizó la investigación, y teniendo en cuenta que algunos artículos presentaron asociaciones entre países, que para efectos de conteo se separaron, se encontraron: 5 artículos de Alemania, 11 de Australia, 5 de Bélgica, 1 de Brasil, 15 de Canadá, 54 de Estados Unidos, 4 de España, 1 de Finlandia, 15 de Holanda, 1 de India, 16 de Inglaterra, 1 de Portugal, 1 de Sudáfrica, 7 de Suecia, 2 de Suiza, 1 de Taiwán y 1 no especificaba el país. En la figura 6, se muestra en porcentaje la cantidad de artículos según el país que realizó la investigación.

Para el número de referencias, se encontró: 1 artículo dentro del rango de 11 a 20 referencias; 3, dentro del rango de 21 a 30 referencias; y 115, dentro del rango de más de 30 referencias. No se encontraron artículos con menos de 11 referencias. En la figura 8, se observa el porcentaje de artículos encontrados por número de referencias.

Figura 8. Porcentaje de artículos encontrados por el número de referencias.

Figura 6. Porcentaje de acuerdo al país donde se desarrolló la investigación.

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Al rastrear las variables cognoscitivas en los 119 artículos, se encontró que 88 abordaron el afrontamiento; 73, las creencias; 37, las expectativas; y 109, el pensamiento catastrófico. En la figura 9, se muestra el porcentaje de artículos que abordó cada una de las variables cognoscitivas.

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Figura 9. Porcentaje de artículos según la variable cognoscitiva abordada

Además, en cuanto al propósito de la investigación de la variable cognoscitiva abordada en los estudios empíricos, se encontró que, de los 89 artículos, 73 evaluaban el efecto o el impacto que ejercía la variable cognoscitiva en la percepción de dolor, mientras que 16 evaluaban o planteaban estrategias de intervención asociadas a la variable cognoscitiva abordada. En la figura 10, se observa el porcentaje de artículos de acuerdo al tipo de investigación realizada.

Figura 10. Porcentaje de artículos empíricos según objetivo de la investigación

En relación con el tamaño de la muestra, de los 89 artículos empíricos encontrados en las tres bases de datos, 11 trabajaron con una muestra de entre 2 y 50 sujetos; 25, con muestra de entre 51 y 100 sujetos; 30, con muestra de entre 101 y 200 sujetos; 8, con muestra de entre 201 y 300 sujetos; y 15, con muestra de más de 301 sujetos. No se encontraron estudios de caso único. En la figura 12, se presenta el porcentaje de acuerdo con el tamaño de la muestra.

Figura 12. Tamaño de la muestra de los artículos empíricos.

Así mismo, en cuanto a la distribución por sexo, de los 89 artículos empíricos, 5 incluyeron solo participantes de sexo femenino; 81, participantes de ambos sexos; 2, solo participantes de sexo masculino; y 1 que incluyó esta variable. Este último era un estudio empírico de análisis de literatura de una base de datos, por lo que la muestra no presenta sexo ni edad. En la figura 13, se observa el porcentaje de artículos de acuerdo al sexo de los participantes.

Según el tipo de artículo, se encontró que, de los 119 artículos seleccionados, 28 eran artículos de reseña; 2, teóricos; y 89, empíricos. En la figura 11, se muestra la relación entre el número de artículos según el tipo y la base de datos de origen del mismo.

Figura 13. Porcentaje de artículos de acuerdo al género de la muestra.

Figura 11. Tipo de artículo por base de datos

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En cuanto a la distribución por periodo de edad, 2 artículos presentaron muestra conformada solamente por niños; 1, muestra conformada por niños y adolescentes; 3, muestra conformada por adoles-

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centes únicamente; 1, muestra de adolescentes y adultos; y 81, muestra conformada por adultos. En la figura 14, se muestra el porcentaje según el periodo de edad de la muestra.

.

Figura 14. Porcentaje de artículos según la distribución por periodo de edad de la muestra.

Al rastrear la técnica estadística empleada en estos 89 artículos, se encontró que 43 artículos utilizaron pruebas paramétricas; 37, pruebas no paramétricas; 5, pruebas paramétricas y no paramétricas. Así mismo, un artículo no especificaba la técnica estadística utilizada y tres no aplicaban estadística paramétrica ni no paramétrica. Es de resaltar que todos los artículos empíricos utilizaron estadísticos descriptivos para realizar una descripción de los principales aspectos de la muestra (edad, sexo y ocupación o nivel de escolaridad, entre otros aspectos). En la figura 15, se observa el porcentaje de artículos de acuerdo a la técnica estadística empleada.

Figura 15. Porcentaje de artículos de acuerdo a la técnica estadística empleada.

Discusión En términos generales, se encuentra que la investigación sobre dolor crónico y las variables cognosciti-

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vas asociadas ha evolucionado de manera importante. Se encuentra mayor productividad, representada por un aumento en el número de documentos publicados; así mismo, hay mayor internacionalización por la colaboración de autores de diversos países. Por otra parte, es importante reconocer la creación de fondos destinados a la financiación de la investigación. Cabe mencionar que estos recursos son tanto públicos como privados. Además, se debe señalar que el establecimiento de incentivos a los investigadores puede estar influyendo en el aumento de publicaciones. En cuanto al tipo de artículos publicados, se observa una clara tendencia a realizar estudios empíricos sobre la influencia de las variables cognoscitivas en la percepción del dolor. Así mismo, se hace evidente que es necesario realizar estudios teóricos y de reseña que recopilen la información aportada por las diferentes investigaciones. Además, es importante contar con lo ya descrito como punto de partida para poder generar un avance en el estudio de dichas variables. Lo anterior porque sólo se encontró un estudio que revisaba literatura con respecto a este tema; pero dicho estudio no era lo suficientemente profundo ni abordaba todas las variables que debe contemplar una bibliometría. A partir de los resultados obtenidos, se puede observar un incremento sostenido de la producción científica a lo largo del periodo de estudio, lo que demuestra que hay una tendencia a publicar cada vez más en revistas internacionales de prestigio. La razón de publicaciones por autor sigue una estructura piramidal, de modo que son muy pocos los autores que tienen un gran volumen de documentos y muchos, los que publican poco. Además, la gran mayoría de publicaciones fueron realizadas por centros de investigaciones académicas (universidades y hospitales adscritos a universidades). Así mismo, se puede observar que la coautoría o colaboración es frecuente, sobre todo entre investigadores de una misma comunidad o centro de investigaciones. Del mismo modo, hay una tendencia al alza en las colaboraciones internacionales. La colaboración con centros de otros países se centra, especialmente, en Estados Unidos y Europa. En lo que respecta a este último, se presenta colaboración en publicaciones entre centros de Inglaterra, Holanda y Suecia. Es

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importante resaltar que muy pocos artículos señalaban de manera explícita los patrocinios obtenidos o la entidad que financió el estudio. Estos fondos fueron adjudicados por los gobiernos, fundaciones o becas obtenidas por los investigadores. Katz y Martín (1997) argumentan que existen razones específicas que explican por qué se dan las colaboraciones. Las más destacadas, y que podrían explicar lo descrito en este estudio, son las siguientes: 1. Acceder a equipos o recursos 2. Acceder a nuevos conocimientos y aprender nuevas habilidades o técnicas 3. Satisfacer la curiosidad e intereses intelectuales 4. Compartir con otros el entusiasmo de la investigación y reducir el aislamiento 5. Reducir el número de errores 6. Centrar los esfuerzos en el área de interés de los investigadores 7. Acceder a nuevas fuentes de financiación 8. Aumentar la productividad 9. Conocer gente y crear redes de trabajo 10. Incrementar la visibilidad y reconocimiento de la investigación 11. Obtener un mayor impacto en los avances científicos 12. Incrementar la especialización de la investigación y la ciencia, teniendo en cuenta la intervención de diferentes disciplinas 13. Avanzar en el conocimiento y aprendizaje de los investigadores 14. Abordar grandes problemas o dificultades 15. Agilizar el aprendizaje y la producción científica mediante las nuevas tecnologías de la información y la comunicación A la vez, las colaboraciones también aportan nuevos costes. El principal suele darse en términos de tiempo: tiempo para definir el proyecto entre todos los colaboradores, llevar a cabo la investigación en diferentes espacios académicos y científicos, reconciliar diferentes puntos de vista y culturas, decidir la distribución de las tareas, responsabilidades y productos, etc. Un segundo coste es el incremento en los gastos por desplazamientos que se dan a lo largo del desarrollo del proyecto de investigación. En todo caso, se estima que los beneficios esperados

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superan a los posibles costes asociados a la investigación en red. Es importante resaltar que todos los artículos encontrados, tanto los que hicieron parte de la muestra final para este estudio, como aquellos que fueron excluidos, se encontraban publicados en inglés, incluso aquellos cuyo país de origen de la investigación no tuviera como lengua materna este idioma (por ejemplo, los estudios realizados en España). No obstante, dentro de los criterios de inclusión, se encontraba el idioma español. Al revisar el periodo de edad de la muestra analizada en los artículos empíricos, se encontró que la mayoría de los artículos utilizaron muestras de adultos de ambos sexos, siendo muy escasos los estudios realizados con población adulta mayor (sólo dos estudios), niños o adolescentes. Esto puede deberse a que la presencia de dolor crónico se ha asociado a enfermedades crónicas, las cuales muchas veces se deben al deterioro producido por el envejecimiento. Entonces, se encuentra una mayor prevalencia en la población adulta; además, las entidades médicas asociadas a dolor crónico en la población infantil o adolescente son escasas. En el caso de los países de origen de la investigación, llama la atención que, dentro de la búsqueda realizada, no se hayan encontrado artículos realizados en Colombia, ni en el resto de Latinoamérica, a excepción de un artículo realizado en Brasil, pero con colaboración de Australia. Esto demuestra que hay un claro déficit, no sólo en investigación y fondos destinados por los gobiernos y por entidades privadas, sino también en la publicación de aquellos estudios que se han realizado y que no son publicados en las revistas internacionales, sino en revistas locales, las cuales no son indexadas y por ende, no registran en las principales bases de datos. El hecho de que la mayor cantidad de publicaciones sean realizadas en Estados Unidos, seguidas por las de Inglaterra, Holanda y Canadá, evidencia el apoyo que tienen los científicos en estos países para publicar, no sólo por los fondos gubernamentales y privados para apoyar la investigación, sino también por los incentivos generados a aquellos científicos con afiliaciones institucionales en las que se motiva la

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investigación y se hace de ésta uno de los requisitos para la vinculación. Esto plantea la necesidad de realizar estudios sobre esta temática, no sólo en Colombia, sino en Latinoamérica, con el fin de brindar evidencia empírica en contextos culturales similares a los ofrecidos por nuestra población y los demás países de Latinoamérica. En cuanto a las variables cognoscitivas asociadas al dolor crónico, se hallaron diferencias entre los porcentajes de artículos que abordaban tales variables. Cabe anotar que la más estudiada fue el pensamiento catastrófico, seguida del afrontamiento. Por otra parte, se debe resaltar que es relevante llevar a cabo más estudios que demuestren la importancia de las expectativas y su influencia en la percepción del dolor, ya que esta variable no se estudió en ninguno de los artículos revisados de manera aislada, sino que fue abordada en conjunto con otra variable cognoscitiva. En otras palabras, se les asignó un papel secundario a las expectativas, lo cual le quitó peso a su estudio individual. De igual forma, para el caso de los estudios empíricos, es importante resaltar que es necesario desarrollar investigaciones que evalúen las estrategias de intervención existentes o que planteen nuevas estrategias de intervención que permitan modificar la percepción de dolor en los pacientes. A manera de conclusión, y después de analizar los artículos de la muestra establecida para este estudio, se pudo observar que en el estudio del dolor crónico están implicadas distintas variables, tanto del sujeto como de su ambiente. Y, para comprenderlas, es necesario conocer cómo se establece la interdependencia de dichas variables. Por tal razón, es necesario estudiar el dolor crónico dentro de un marco biopsicosocial que permita el abordaje integral del mismo. En este orden de ideas, se deben valorar las características descriptivas del dolor (intensidad, localización, frecuencia, duración, persistencia, etc.), los diferentes componentes de la experiencia del dolor (respuestas cognoscitivas, estado emocional, discapacidad funcional, impacto en la vida cotidiana, respuestas del ambiente social y familiar, niveles de actividad del sujeto, etc.), los recursos y estrategias de afrontamiento que uti-

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liza el paciente para manejar el problema y; por último, los factores socio-evolutivos (edad, sexo, estado civil, ocupación, nivel educativo, etc.), ya que todos ellos son elementos significativos en la experiencia del dolor crónico. Por otra parte, los resultados de los estudios concuerdan con lo planteado por los principales autores en cuanto al papel de las variables cognoscitivas en el dolor crónico. Así por ejemplo, se ha encontrado que las creencias del paciente están relacionadas con el tipo de afrontamiento que éste realiza. Así mismo, se ha observado que el tipo de creencias que tiene el paciente determina el tipo de estrategia cognoscitiva que utiliza para afrontar el dolor. Más concretamente, aquellos pacientes que presentan creencias de control utilizan con mayor frecuencia autoafirmaciones de afrontamiento, mientras que aquellos pacientes que tienen creencias de indefensión usan con mayor frecuencia autoafirmaciones de catastrofismo. Esto, a su vez, determina la intensidad del dolor y el estado emocional del paciente. De hecho, los pacientes con fuertes creencias de control desarrollan autoafirmaciones de afrontamiento, y ello se asocia con menor intensidad del dolor referido y con un mejor estado anímico. Ahora bien, aunque se encontraron estudios que analizaban el papel de sólo una de las cuatro variables, es importante resaltar que los autores señalaban la interacción que existe entre dicha variable y las que no fueron abordadas a profundidad en el estudio. Por lo tanto, se puede establecer que existe una interacción entre ellas; pero no es claro cuál tiene mayor importancia en la percepción del dolor. Además, este estudio adopta el recuento de autores y coautores de los documentos incluidos como medidas de resultado de las colaboraciones y productividad de los autores. La identificación de cada uno de los autores ha resultado notablemente difícil debido a la gran variabilidad en sus firmas, las cuales podían ser: con una o dos iniciales, bien sea del nombre o del apellido; con uno o dos apellidos, incluso sin respetar el orden de estos; y las posibles combinaciones de estos dos factores. Cabe anotar que esta variabilidad en las firmas podría estar influenciada por la movilidad de los autores entre centros de tra-

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bajo o afiliaciones institucionales, en especial en lo que respecta a aquellos autores con apellidos muy comunes. Entonces, un mismo autor puede convertirse falsamente en dos o más personas; o viceversa, dos o más autores pueden ser identificados como un solo autor si firman los documentos con la misma firma, o con firmas muy parecidas. En fin, este estudio deja en evidencia la escasez de publicaciones teóricas y de reseña referentes al dolor crónico y, específicamente, la ausencia de variables cognoscitivas asociadas a éste, lo cual limita el conocimiento al respecto a nivel mundial. También, es evidente que es importante realizar estudios empíricos con muestras que no sólo involucren mujeres adultas, sino población de diferentes grupos de edad y género. Esto permitirá hacer comparaciones en la percepción de dolor crónico asociadas a dichas variables. Así mismo, es necesario que futuras investigaciones busquen establecer no sólo la relación entre las variables cognoscitivas asociadas al dolor crónico, sino también el impacto y la jerarquía de cada una de ellas en la experiencia dolorosa. Referencias Aldana, L., Lima, G., Casanova, P., Casanova, P., y Casanova, C. (2003). Enfoque psicológico y fisiológico del dolor agudo. Revista Cubana de Medicina Militar, 8 (3). Tomado el 03 de agosto de 2010 de la página http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid =S0138-72003000300006. Anarte, M., Esteve, R., López, A., Ramírez, C., y Camacho, L. (2001). El rol de las cogniciones en la modulación del dolor: evaluación de creencias en pacientes con dolor crónico. Revista Española de Neuropsicología, 3 (4), 46-62. Tomado el 15 de octubre de 2011 de la página http://www. papel+de+las+expectativas+en+dolor +cronico& hl=es&prmd=imvns&ei=4v2bTq7GNufw0gGM 08DJBA&sqi=2&start=10&sa=N&bav=cf.osb&fp =260db9fce4b30422&biw=1280&bih=705 Boersma, K., y Linton, S. (2005). How does persistent pain develop? An analisis of the relationship between psychological variables, pain and function across sta-

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CUADERNOS hispaNOAMERICANOS DE PSICOLOGÍA, Vol 12 Nº 1, 25-36

Representaciones sociales sobre la resolución de conflicto entre las mujeres en la unidad doméstica Sandra Pulido Chaparro1, Liliana Pardo Niño2, Karen Hernández-Peña y Santiago Sánchez-Tovar3 Universidad El Bosque

Resumen La presente investigación tuvo como objetivo conocer las representaciones sociales que tienen las madres e hijas sobre la resolución de conflicto en la unidad doméstica. Se contó con la participación de cuatro madres cabeza de familia y cuatro adolescentes; se utilizaron técnicas cualitativas para obtener la información. Al analizar los resultados, se encontró que las madres, tras la ruptura con la pareja, empiezan a desempeñar nuevos roles, como el de madre luchadora. Este rol se caracteriza por asumir la responsabilidad económica de la familia; debido a esto, se observa que la hija cumple con el rol de hija hogareña, generado por los conflictos presentes en el hogar. Dichos conflictos son resueltos a partir de la agresión instrumental y/o hostil, con el fin de dar cumplimiento al rol. A partir del estudio, se pretendió comprender la integralidad de los conflictos y su importancia en la dinámica familiar para, de esta forma, plantear estrategias de abordaje e intervención que se ajustaran a las necesidades de la población. Palabras clave: representaciones sociales, conflicto, resolución de conflicto, rol, familia monoparental Abstract This research aimed to understand the social representations of the resolution of conflict in the household by mothers and daughters. The sample was constituted by four single mothers and four adolescents. On the other hand, qualitative techniques were applied in order to provide the desired information. In analyzing the results, it was found that after breaking up with the couple, mothers began to play new roles. One of them was the struggling mother, characterized by assuming financial responsibility for her family. Besides, daughters assumed the role of daughter in charge of home because of the conflicts that have taken place at home. It must be taken into account that instrumental or hostile aggression emerge to solve conflict to fulfill the role. Through this study, it was intended to understand the whole conflict and its importance for the family dynamics. So, it would be possible to establish intervention strategies which fit the population needs. Keywords: social representations, conflict, conflict resolution, role, single parent family 1 Directora, docente de la Facultad de Psicología y Humanidades de la Universidad El Bosque 2 Codirectora, docente de la Facultad de Psicología de la Universidad El Bosque 3 Auxiliares de Investigación. Recibido. 20 de Marzo de 2012. Aprobado. 17 de Mayo de 2012

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Sandra Paulido, Liliana Pardo, Karen Hernández y Santiago Sánchez

Introducción La familia se caracteriza por ser un sistema complejo, cuyos integrantes desempeñan diferentes roles y se interrelacionan para llevar a cabo diferentes funciones que son importantes para el individuo, su familia y la sociedad. La familia se caracteriza por tener un conjunto de miembros, los cuales se agrupan en subsistemas como: el conyugal, el cual está conformado por los miembros de la pareja; el parental, conformado por los miembros de la pareja y sus funciones como padres; el fraterno, conformado por los hermanos, y el intergeneracional, conformado por las diferencias generacionales. Cada uno de estos subsistemas contribuye con el funcionamiento del hogar, manteniendo su identidad mediante el cumpliendo de roles, funciones y tareas que son claves para la supervivencia de la familia. Cuando los roles, las funciones y las tareas no se cumplen de manera adecuada por cada miembro que compone el subsistema, aparece el conflicto familiar. Éste puede aparecer de forma positiva, brindando oportunidades de crecimiento y de transformación en cada miembro de la familia; así mismo, se puede dar de forma negativa, generando lo que hoy se conoce como violencia intrafamiliar. Así mismo, el conflicto familiar se genera, ya sea por tensiones que se presentan entre los miembros de la familia, por la diferencias entre deseos, intereses, opiniones y valores, entre otros. Estas diferencias se pueden presentar por el proceso evolutivo de cada miembro de la familia; cabe resaltar que estos cambios evolutivos permiten a la familia crecer, desarrollarse y adaptarse al contexto sociocultural en el que se desenvuelve cada uno (Universidad Externado de Colombia, 2002). Esta investigación se interesa por estudiar este tipo de problemática en familias monoparentales; es decir, “Un padre o madre que no vive en pareja (entendiendo pareja casada o que cohabite) puede vivir o no con otras personas (amigos, padres) y, al menos, con un hijo menor de 18 años (distinto de hijo dependiente). El término «hijo dependiente» implica que éste todavía sigue siendo educado en algún sentido, pero también que es económicamente dependiente” (Rodríguez, 2003, p. 66).

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Este interés se origina a partir del incremento significativo en cuanto al número de hogares compuestos por familias monoparentales y al modo como éstas representan cambios significativos en la dinámica familiar, social, cultural y económica de nuestro país. Justificación La violencia intrafamiliar es un fenómeno social que ha sido legitimado por muchas décadas. A pesar de su gravedad, es un tema al que aún no se le ha dado la importancia que merece debido, tal vez, a que, anteriormente, el aspecto familiar era reconocido como un espacio íntimo del cual no se podía hablar; así mismo, se reconocían los comportamientos violentos como herramientas de educación, de control y de solución de conflictos. La violencia en la familia ha sido considerada como funcional, ya que reforzaba las conductas de poder y de relaciones jerárquicas, así como la legitimación de patrones de crianza violentos como parte del proceso educativo en los menores (Caicedo, 2005). En la mayoría de las investigaciones sobre la violencia intrafamiliar en Colombia, se presenta a la mujer como un agente pasivo en relación a la violencia conyugal. Sin embargo, en estos estudios no se tiene en cuenta la transformación que ha sufrido la familia y, en consecuencia, sus roles principales. En la actualidad, prevalecen las familias monoparentales, en las que la madre ejerce el rol tanto materno como paterno y, como resultado de lo anterior, exige a sus hijas que sean como ella, una mujer que hace de todo y llega a todo (Pulido, 2009). Esta exigencia y modelo genera conflictos entre madre e hija, lo que también puede desencadenar en violencia; la madre se convierte en agente violento que genera dinámicas maltratadoras entre las mismas mujeres que conforman la familia. Durante el proceso investigativo, en la revisión teórica, se pudo observar que hay pocos estudios que abordan las dinámicas que se presentan en las familias monoparentales donde una mujer cumple múltiples roles y que; por lo tanto, carga con la mayor parte de las responsabilidades de un hogar.

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Representaciones sociales sobre la resolución de conflicto

Además, tampoco se cuenta con suficientes investigaciones con respecto al conflicto que se presenta entre madres e hijas. Esto pone de manifiesto que la presente investigación brinda un parámetro de comprensión importante en lo que respecta a este tema. Por todo lo anterior, el objetivo de la investigación es identificar y comprender las representaciones sociales sobre la resolución de conflicto entre las madres y sus hijas en la unidad doméstica. Así, el análisis de la dinámica de interacción entre las anteriores, los factores generadores de conflicto y su forma de resolverlo, permitirá una mayor compresión de la violencia intrafamiliar, uno de los fenómenos sociales más complejos que protagoniza la sociedad colombiana. Por medio de este estudio, se contará con aportes de tipo metodológico, los cuales consisten en la aplicación de técnicas no usadas comúnmente en este tipo de investigaciones. De este modo, se podrá brindar apoyo a nuevas investigaciones en esta línea, ya que se espera que los resultados del presente estudio brinden más argumentos para la comprensión de las dinámicas familiares y los procesos de las representaciones sociales en torno a las dinámicas de resolución del conflicto. También se espera que los resultados ayuden a comprender la integralidad de los conflictos y su importancia en la dinámica familiar para, de esta forma, plantear estrategias de abordaje e intervención que se ajusten a las necesidades de la población. Objetivo general Comprender las representaciones sociales sobre la forma de resolver el conflicto entre madre e hijas en la unidad doméstica. Objetivos específicos ▪ ▪ ▪

Describir los procesos de socialización, en la dinámicas de interacción, entre madre- hija. Describir el conflicto que se desarrolla entre las mujeres en la unidad doméstica. Identificar las diferentes formas de resolver el conflicto entre madre e hija.

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Método Tipo de investigación La presente investigación es de tipo exploratorio descriptivo, con técnicas cualitativas, las cuales permitieron comprender las representaciones sociales sobre la resolución de conflicto entre las mujeres en la unidad doméstica, describiendo los roles que representa cada miembro de la familia, en especial la madre y la hija. Esto indica que este tipo de investigación puede percibir a los participantes como únicos y hace que los investigadores describan la realidad de los participantes en su contexto (Cardona, 2002). Participantes La investigación se desarrolló con 4 familias de tipo monoparental, conformadas por la madre y sus hijas, de la localidad de Usaquén, de estratos socioeconómicos 2 y 3, trabajadoras de los servicios generales de la Universidad el Bosque. Las hijas tienen un rango de edad entre los 15 y 17 años y todas son estudiantes de bachillerato. Técnicas de recolección de datos Se utilizaron 3 técnicas de recolección de datos, las cuales se rán descritas a continuación: ▪ Entrevistas semi-estructuradas a profundidad: éstas contienen preguntas abiertas que permitieron a las entrevistadas contestar lo que pensaban de un tema. Además, se formularon preguntas cerradas, donde sólo se podía responder con un sí o un no. Por su parte, la entrevista estuvo dirigida a las madres de las adolescentes. En el caso de la entrevista dirigida a las madres, dicho instrumento contenía 45 preguntas abiertas de las siguientes temáticas: datos sociodemográficos, unidad doméstica, procesos de socialización, rol de género y conflicto. Por otra parte, cuando la entrevista se dirigió a las adolescentes, ésta se modificó, caso en el cual se incluían 32 preguntas abiertas, en las siguientes categorías: datos socio demográficos, unidad doméstica, procesos de socialización, rol de género y conflicto. A

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Sandra Paulido, Liliana Pardo, Karen Hernández y Santiago Sánchez

través de este instrumento, se obtuvo información acerca de las representaciones sociales, los diferentes ámbitos de la vida, el conflicto y la forma en que lo solucionan. Técnica Garfinkel: esta técnica fue aplicada a la madre y la hija, y se centró en el último conflicto que se presentó en su relación. Así bien, se les pidió a las participantes que describieran de la mejor forma posible su situación real; tenían que describir cómo entendieron el conflicto y cómo les hubiese gustado solucionarlo; se buscó en los datos suministrados la relevancia de los supuestos subyacentes y los significados compartidos entre sí, con base en el conflicto. Fotobiografía: esta técnica fue aplicada a las madres y a sus hijas adolescentes; aquí, las participantes debían suministrar imágenes fotográficas de su familia y narrar con sus propias palabras las experiencias vividas, por cada una, atendiendo a los sentimientos y a las emociones que pudieron experimentar en el momento en que se desarrolló la historia de la fotografía. Cabe mencionar que esta técnica permitió la comprensión, interpretación y comparación de las dinámicas de los procesos de socialización y las pautas de crianza.

Procedimiento La investigación se llevó a cabo en las siguientes fases: 1. Se seleccionó a las participantes por conveniencia de los investigadores; se eligieron cuatro madres cabeza de familia que trabajaran en servicios generales de la Universidad El Bosque. Estas participantes debían tener hijas adolescentes con edades entre los 15 y los 17 años; además, debían vivir en barrios clasificados en estratos 2 y 3 de la ciudad de Bogotá. 2. Elaboración y adecuación de las técnicas de recolección de información a la población, para ello se llevó a cabo el diseño de las entrevistas semi-estructuradas a profundidad, dirigidas a las madres y a las adolescentes. En esta fase se diseñaron las entrevistas y, después de llevarse a cabo los simulacros de aplicación a una pobla-

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ción similar de madres cabeza de familia de estrato 2 y 3, se realizaron los cambios pertinentes a cada entrevista, de acuerdo a lo obtenido en la prueba; lo anterior permitió la adecuación de términos y una previa comprensión de la dinámica de aplicación de la misma. Para la realización se repartió la población y cada investigador aplicó las técnicas a dos madres con su respectiva hija adolescente. 3. Entrenamiento de los investigadores y aplicación de instrumentos en la población seleccionada. Para ello se realizó previamente un simulacro de entrevista, los investigadores tuvieron la oportunidad de mejorar las habilidades de manejo de las entrevistas y las demás técnicas. Cabe anotar que la técnica de fotobiografía es la única de las tres que se aplicó en conjunto a madre e hija, por el nivel de integración que se espera en dicha técnica. 4. Sistematización de los resultados por medio de categorización, taxonomías e interpretación de los mismos a nivel cualitativo. Se realizaron los siguientes pasos para la sistematización de los resultados y su posterior interpretación: (a) pre-análisis, (b) codificación, (c) categorización y (d) interpretación. El análisis se llevó a cabo de forma manual, estableciendo taxonomías que permitieron interpretar la información de forma completa y concisa. Consideraciones éticas Durante el desarrollo de la investigación, se respetó la dignidad y valía de los participantes, procurando preservar los derechos humanos fundamentales. Los investigadores se comprometieron a utilizar los datos recolectados para la promoción del bienestar humano. Así bien, se estuvo de acuerdo con los siguientes principios: (a) responsabilidad, (b) competencia, (c) normas morales legales, (d) declaraciones públicas, (e) confidencialidad, (f) bienestar del participante, (g) relaciones profesionales, (h) técnicas de evaluación, e (i) actividades de investigación (Sattler, 2003). A su vez, se llevó a cabo la investigación con respeto e interés por las personas que participaron, velando siempre por su bienestar (Ley 1090 de 2006).

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Representaciones sociales sobre la resolución de conflicto

Además, como esta investigación se realizó con personas, se enmarcó en el título II, artículo 2, apartado que enfatiza el código del psicólogo, que señala que el psicólogo abordará la investigación, respetando la dignidad y el bienestar de las personas que participarán y con pleno conocimiento de las normas legales y de los estándares profesionales que regulan la conducta de la investigación con participantes humanos. Resultados Los resultados obtenidos en esta investigación surgieron a partir de la aplicación de las diferentes técnicas cualitativas (las entrevistas semi-estructuradas, la Fotobiografía y la técnica Garfinkel) tanto a las madres, como a sus hijas adolescentes. Las categorías que se muestran a continuación se llevaron a cabo por medio de los procesos inductivos y deductivos. El primero se refiere a aquellas categorías procedentes de los datos con base en los patrones y recurrencias presentes en ellos; y el segundo surge a partir de la teoría y el problema de estudio (Bonilla y Rodríguez, 2000). En la investigación, se obtuvo un total de 10 categorías inductivas y 3 deductivas, para un total de 13 categorías, que fueron analizadas por medio de las matrices descriptivas, las cuales contienen un nombre de categoría (Cod), categoría inductiva (I), categoría deductiva (D), número de sujetos, descriptor y cita. Taxonomías A continuación, se presentan las taxonomías que surgieron en la investigación. A partir de ellas, se evidencian las relaciones existentes entre los procesos de socialización y los tipos de conflicto, para así entender las representaciones sociales de madres e hijas en la resolución de conflictos.

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Hija hogareña

Mujer hogareña

Mujer Luchadora

Proveedor económic o Rol de hombre prescrito

Figura 1. Procesos de socialización en las dinámicas de interacción entre madre e hija.

(Adscrito) Hija Hogareña

(Prescrito) Mujer Hogareña

Carencia del padre

Mujer Luchadora

Hombre proveedor Ausente

Hermanos y Hermanas

Hija ideal

Sentimiento de culpa

Tiene que asumir el rol de la madre en el hogar mientras que la madre provee económicamente

Figura 2. Tipo de conflicto que se desarrolla entre las mujeres en la unidad doméstica

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Conflictos en la dinámica familiar

Hombre proveedor Ausente

No se hace nada

Hijos vs Hijos

Agresión instrumental

Hijos y sus pautas de crianza

Agresión Hostil

Figura 3. Formas de resolver el conflicto entre madre e hija.

Discusión A continuación, se presenta la discusión con base en los resultados obtenidos de la aplicación de las diferentes técnicas cualitativas en la investigación. Del primer objetivo específico, “comprender los procesos de socialización en la dinámica de interacción entre madre e hija”, surgieron seis categorías inductivas, relacionadas con las siguientes matrices: 1. Representaciones sociales dimensión información. Rol prescrito de la mujer. Se encuentra una mujer hogareña. 2. Representaciones sociales dimensión información. Rol adscrito de la mujer. Se encuentra una mujer luchadora. 3. Representaciones sociales dimensión información. Rol adscrito de las madres. Se encuentra una madre proveedora del hogar. 4. Representaciones sociales dimensión información. Rol adscrito de las hijas. Se encuentra una hija hogareña. 5. Representaciones sociales dimensión información. Rol prescrito de las hijas. Se encuentra una hija ideal. 6. Representaciones sociales dimensión información. Rol prescrito de los hombres. Se encuentra un hombre proveedor económico. Para el segundo objetivo, “describir los tipos de conflicto que se desarrollan entre las mujeres en la

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unidad doméstica”, surgieron tres categorias deducativas; la primera se refiere al conflicto que se da por un padre ausente; la segunda, por problemas con los hijos; y la tercera, por problemas entre hermanos. Por último, el tercer objetivo, “identificar las diferentes formas de resolver el conflicto entre madre e hija”, se encontraron tres categorias inductivas. La primera fue conciliar; la segunda, castigar verbalmente; y la tercera, castigar fisicamente. Además, se encontró una categoría inductiva, que se basa en no hacer nada. Las anteriores categorías proporcionan información sobre las dimensiones (información, actitud, campo representacional) de las representaciones sociales; algunas de las dimensiones se evidencian en las matrices descriptivas y en las taxonomías. Cabe aclarar que la dimensión que más abordaron las participantes fue la de información, ya que ésta se relaciona con el conocimiento que tiene el individuo frente a un hecho (Araya, 2002). A continuación se presentan los datos encontrados en la investigación, teniendo en cuenta los objetivos específicos y las interpretaciones realizadas con base en las categorías de estudio. En la identificación de las representaciones sociales presentes en la dinámica familiar, Moscovici afirma que éstas “son modalidades particulares de conocimiento, cuya función es la elaboración de los comportamientos y la comunicación entre los individuos, lo que ayuda a la percepción de la realidad física y social” (Moscovici, 1993, p. 17). Cabe anotar que, dentro de las representaciones sociales, se encuentran dimensiones importantes para esta investigación: información, campo representacional y actitud. De acuerdo con el primer objetivo de la presente investigación, basado en describir los procesos de socialización en la dinámica familiar, se tuvo en cuenta el papel que desempeñan las madres y sus hijas en los procesos de individualización y socialización a través de las pautas y prácticas de crianza. Esto es entendido como un sistema complejo que tiene inicio en la infancia, donde se memorizan roles que son aprendidos activamente e influyen en la información de la identidad individual y social. El individuo realiza un aprendizaje por medio del con-

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texto en el que se encuentra inmerso, del cual toma elementos socioculturales y los integra a su personalidad para adaptarse a la sociedad (Umaña-Tylor y Hamaca (Como se citarón en pulido et al, 2007). Con base en lo anterior, emergió la categoría “mujer hogareña”, la cual hace referencia a la que está pendiente de su familia; por ejemplo, colaborando en el hogar, manteniendo la casa organizada, delegando funciones en el hogar y siendo buena madre y esposa, lo cual se puede ver reflejado en la siguiente cita; “Mi madre me enseñó a ser una buena mujer en el sentido de ser buena madre, esposa, ser hogareña, a responder por mis cosas”. A partir de esto, se puede observar que este tipo de mujer corresponde al rol prescrito, el cual hace referencia a lo que la sociedad espera que se cumpla (Cohen, 1992). En esta categoría, también se encontró que la mujer hogareña se caracteriza por ser juiciosa, permanecer más en la casa y no en la calle: “mi mamá me dice que la mujer debe ser juiciosa, y no salir tanto a la calle”; así mismo, este tipo de mujer está pendiente de su esposo y es sumisa ante los hombres: “mi mamá tiene una forma de pensar muy rara, hay cosas que dice que uno tiene que ser sumiso con los hombres y yo no estoy de acuerdo con eso”; y no trabaja porque está al pendiente de sus hijos: “mi mami es un poquito más enchapada a la antigua, ella dice que de pronto la mujer era la que cuidaba a los hijitos y estaba muy pendiente de su esposo, que cuando llegara lo atendiera”, “anteriormente la mujer solo era de casa, no salía a trabajar por el solo hecho de que era mujer y tenía que estar en las cosas del hogar”. En esta categoría, se puede identificar claramente una actitud negativa acerca de que las mujeres realizaran actividades en la calle y que no mantuvieran una posición sumisa ante los hombres. Lo anterior se puede ver reflejado en cómo las relaciones que se dan en la familia están basadas en la jerarquía: la mujer está sometida al hombre; su función consistía en hacerle agradable la vida, cuidar de la casa, engendrar sus hijos y darle placer; para esta circunstancia, se creó una imagen pasiva de la mujer, la cual no tomaba el control de su propia vida, lo que le impedía trabajar ya que sólo se encargaba de las labores domésticas. A la mujer se le enseñaba desde joven a agradar, en lugar de luchar por su propio desarrollo y satisfacción; se le impulsaba a

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buscar marido. Por lo tanto, desde joven, debía disponerse al matrimonio, en vez de luchar por sus propios intereses: “mi mamá nunca fue partidaria de que uno estudiara. Ella decía que las mujeres debían estudiar hasta quinto de primaria”. Así mismo, anteriormente, la mujer que no se arreglaba tenía más posibilidades de casarse, ya que al no ser tan deseada, no había peligro de ser infiel. Por consiguiente, el hombre estaba más tranquilo; además, la mujer era sometida a la autoridad del marido, aceptaba y acataba sus gustos en vestidos, maquillaje y amistades; se les decía cómo debía ser el largo de las faldas, escotes, vestidos de baño, etc. Su vestuario no podía ser provocativo, no podía insinuar a otra gente lo que Dios le había dado y provocar pensamientos malos (Soto, s.f). Esto se puede ver reflejado en la siguiente cita: “la mujer no podía usar faldas altas, que no nos debíamos maquillar mucho”, es así como además de lo anterior, el hecho de que una mujer se arreglara y llamara la atención de los hombres podría producir atracción y deseo, lo que podría originar fornicaciones y no llegar virgen al matrimonio. Esto último era mal visto por la sociedad, y se convierte en una orientación desfavorable hacia una mujer arreglada. Por otro lado, se puede observar que como consecuencia del conflicto presentado con la pareja, y resuelto a través de la separación o ruptura de la relación, la mujer asume un nuevo rol. Así bien, se convierte en una “mujer luchadora”, caracterizada por ser multifuncional; es decir, se encarga de las labores domésticas, así como de trabajar y estudiar. Esta mujer es la que hace parte de la familia monoparental, la cual está a cargo de la crianza de sus hijos, no cuenta con la ayuda del cónyuge y se diferencia de la mujer hogareña en que debe trabajar y estudiar para brindarle un mejor bienestar a sus hijos; estos cambios le han permitido establecer relaciones interpersonales fuera del contexto familiar: “tenemos el privilegio de salir a trabajar y estar con otras personas, con hombres, mujeres”, así como salir adelante y solucionar los problemas sin ayuda de un hombre. Igualmente, esta mujer establece las bases en el hogar y se convierte en pieza clave para el mismo. De acuerdo con Matud (s.f), la incorporación de la

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mujer en el mundo laboral le ha agregado un nuevo rol, junto con los ya establecidos de esposa y madre; las mujeres con empleo siguen ocupándose de múltiples tareas que están dirigidas al hogar y la crianza de los hijos. Además, se ha encontrado que, pese a los nuevos cambios, es común ver que la mujer que hoy en día trabaja y sigue ocupándose de múltiples funciones en el hogar; así mismo, parece ser que las pautas tradicionales de socialización de las mujeres y los hombres ponen más énfasis en los cambios sociales que familiares. Una consecuencia de esto es que las mujeres se han incorporado al campo laboral, mientras que los hombres no lo han hecho, en igual medida, en el campo familiar. Lo anterior hace referencia al rol adscrito, el cual se refiere a la forma en que una persona ejecuta un rol especifico (Cohen, 1992). Esto refleja una actitud positiva frente al hecho de desarrollar actividades fuera del hogar, en el ámbito laboral, lo que le permite a la mujer relacionarse con otras personas. De igual manera, se puede observar que la “mujer luchadora” y la “mujer hogareña”, forman una madre proveedora del hogar, la cual se determina por ser quien cuida a los hijos: “desde que están pequeñitos yo siempre los he cuidado”, por encargarse de las labores domésticas, por proveer económica y afectivamente, generando bienestar en su familia: “mis funciones son salir a trabajar y llevar la plata a la casa, tener bienestar económico para mis hijas y enseñarles a crecer o a ser buenas niñas”. La mujer ha estado dedicada al cuidado de sus hijos, al trabajo doméstico y a mantener su casa organizada, pero su participación en el campo laboral ha generado algunos beneficios, como no reconocer sus funciones domésticas como una condición de trabajo, lo que le permite trabajar y aportar en el mejoramiento de la calidad de vida de su familia y, sobre todo, sentirse capaz de asumir cada vez más nuevos roles, así como de creer en sí misma y sentir que vale (Macias, s.f). Se puede observar que los roles que se describieron anteriormente determinan los procesos de socialización de los hijos. Una vez la madre adquiere su rol de proveedora del hogar, empieza a delegar funciones del cuidado del mismo, lo que produce la adquisición de un rol adscrito de hija hogareña, la

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cual se encarga del cuidado de sus hermanos: “Yo le tenía que ayudar a mi mamá mucho en la casa, cuidando a mis otros hermanos porque yo soy la segunda; entonces, los otros eran más pequeños; entonces, eran mis obligaciones”, ayuda en las labores del hogar y estudia: “Yo tengo que arreglar mi cuarto y ayudar con la casa, así como barrer y tener limpio, pero sobre todo los fines de semana, porque entre semana estudio”. De acuerdo con Espinosa (s.f), los niños comienzan a adquirir estereotipos de género cuando empiezan a tomar conciencia de su identidad de género. Por ejemplo, las niñas suelen necesitar ayuda, les gusta jugar a las muñecas y ayudan a su madre en las labores domésticas, como cocinar y limpiar. En cambio, a los niños les gusta jugar con coches y ayudar a sus padres a construir cosas. Esta construcción de los estereotipos de género que se da en la infancia se da por el trato diferencial desde el momento en que nacen y determinan un comportamiento y expectativas diferentes que están en función al sexo biológico, lo cual se puede ver reflejado claramente en este estudio. Por otra parte, de acuerdo a los procesos de socialización presentes en cada uno de los roles, surge una hija ideal (prescrito), definida como una hija respetuosa, honesta, juiciosa, buena estudiante, profesional y que sale adelante: “Mi mamá y mi papá me enseñaron a ser buena persona, trabajadora, luchadora y que tengo que lograr mis cosas, como quien dice estudiar y salir adelante”. De acuerdo con Prado (s.f), la mujer de hoy tiene la oportunidad de entrar al ámbito educativo profesional, y es allí donde empieza a tener un desarrollo personal. Gracias a esto, puede ingresar al campo laboral, el cual no sólo le permite brindar aportes económicos, sino también sociales, ya que se relaciona con otras personas. Este ámbito educativo le permite a la mujer obtener oportunidades en otros niveles profesionales que antes solo eran ejercidos por el hombre; sin embargo, a pesar de todos estos cambios, la mujer sigue jugando un papel importante en la familia. Esta hija ideal es un ser integral que cumple con su deseo de entrega hacia el mundo familiar y laboral; por esta razón, busca ser reconocida socialmente y que se le permita prepararse profesionalmente, con el fin de contribuir a la sociedad (Prado, sf). Estas

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nuevas expectativas que tienen las hijas para el futuro, se basan en la forma como las madres fomentan en sus hijos el desarrollo de la capacidad de resolver los problemas por medio del respeto, la educación, la responsabilidad y la tolerancia. Así, logran que sean más seguros de sí mismos. Esto se puede observar en los resultados que arrojó la investigación, donde se observa que las madres desean que sus hijas estudien y se incorporen en el mundo laboral, con el fin de que salgan adelante (Prado, s.f). Con base en los roles expuestos anteriormente, se puede evidenciar que las mujeres y la familia consideran que es importante enseñarles a sus hijos las funciones principales dentro de la dinámica familiar. De acuerdo con Macias (s.f), “la mujer recibió de sus padres, en especial de su madre, los valores, actitudes, comportamientos y normas que hacen parte de ser social. Así, ella lo hace con sus hijos, transmitiendo de generación en generación los modelos de hombres y mujeres. Se estima, entonces, que estos comportamientos obedecen a las representaciones de rol de madre que han adquirido en su cultura. Se asume que toda mujer posee ciertas cualidades que son reforzadas por el medio, como la dedicación, la entrega y el sacrifico, además de la fuerte influencia que el medio ejerce en cuanto a que es la mujer quien debe encargarse de las funciones en el hogar y el padre debe dedicarse a otras labores fuera del hogar. Esto se puede observar en la categoría de “hombre proveedor económico” (rol prescrito), quien se caracteriza por ser la persona encargada de trabajar para mantener la casa y mandar sobre las mujeres. Por lo tanto, sus labores no están centradas en el hogar como tal: “Mi mamá, era de las que me decía cuando llegue XX atiéndalo, él viene de trabajar, él trae la plata a la casa, porque ella se crió así, ella nunca trabajó y mi papá era quien le traía las cosas a la casa y ella lo atendía súper bien”. En muchos países, el jefe de la familia debe ser el hombre, ya que él tiene socialmente asignada la función de financiar las necesidades de las personas que forman parte de su familia, a las cuales considera como su patrimonio. Por lo tanto, los hombres piensan que sus funciones empiezan y terminan con las contribuciones económicas, razón por la cual no perciben ningún problema en el hogar mientras ellos provean económicamente. “Es común el hecho

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de que las mujeres perciban a los hombres únicamente como proveedores y se relacionen con ellos exclusivamente en función de esta característica, lo cual tiene consecuencias nocivas para la familia en conjunto. Surgen enfrentamientos graves cuando el hombre está imposibilitado en cumplir este papel de proveedor” (Jiménez, 2009 p3), como se puede ver reflejado en la siguiente cita: “Lo que pasa es que a él no le gustaba trabajar y yo trabajaba; lo poco que yo conseguía era para la casa. Un día le dije: se va o se queda para trabajar conmigo y sacar los niños adelante, y él se fue, no se llevó ni siquiera la ropa, hasta el sol de hoy”. Por lo tanto, se puede evidenciar que un factor generador de conflicto es dado por falta de equidad en el aporte económico en el hogar. Esto se puede ver reflejado en la categoría sobre “conflicto parental”, en donde el hombre no colabora económicamente con las necesidades del hogar y éstas son asumidas por la mujer con el fin de generarle bienestar a su familia. Debido a esto, la madre proveedora del hogar empieza a darle mayor importancia a los recursos económicos. Entonces, la pérdida de estos origina un conflicto, la mayoría de veces, entre la madre y los hijos. Esto se puede evidenciar en la siguiente cita: “Un día le pegué a mi hija; me botó un billete de 20.000 pesos y era lo único que tenía en el momento; de la desesperación, le pegué y después me dio pesar.” A partir de esta pérdida, se presenta agresión hostil ya que la madre, en un momento de ira, provoca daño o lesión hacia su hija. Así mismo, al verse obligada a ser proveedora económica y estar fuera del hogar, la madre le transmite a su hija la responsabilidad de las labores del hogar, y cuando ésta desobedece, la madre, por medio de verbalizaciones, hace sentir mal a su hija, generándole culpa por no colaborarle con las labores de la casa, mientras ella trabaja. A este tipo de resolución de conflicto se le conoce como agresión instrumental: “A veces, cuando llega mi mamá de trabajar, el apartamento no está organizado. Entonces, le da mucho malgenio y dice que nosotros no le colaboramos con las cosas de la casa, mientras ella trabaja”, lo que reafirma su rol de hija hogareña. Es común ver que las mujeres hogareñas cuidan a las demás personas, escuchan los problemas de otros, cuidan a sus hijos y mantienen sus familias unidas; esto se puede evidenciar, en un estudio que

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se realizó en 1997, con una muestra representativa de la población belga. En esta investigación se incluyeron 2699 hombres y 3092 mujeres, todos mayores de 16 años. Se encontró que la mujer era quien se encargaba, a través de todas las etapas del ciclo vital, de mantener la cohesión en las relaciones sociales, jugando un papel central como hijas, hermanas, madres y abuelas (Matud. s.f. p4). Por último, se puede presentar conflicto entre hermanos: “XX y XX por las diferencias de edades se llevan casi 10 años, entonces XX es una niña adolescente y XX es traviesa, le coge los cuadernos le hace desorden, le desorganiza el computador, viven en conflicto por las diferencias de edades”. Esto se debe a la diferencia generacional presente al interior de la familia. Por otra parte, se pueden presentar conflictos generados por lucha de poderes: “XX quiere mandar, quiere tener el control de todo y mientras que XX es autoritaria, entonces hay viene el choque entre ellas”, celos afectivos: “En cuanto a un permiso, a mi hija; por ejemplo, la cuido más, y mi hijo me dice: mami a XX no la deje ir por allá”, preferencias: “mis hermanos me dicen que yo soy la consentida de la casa, y que desde chiquita me pasaban todo, y que por eso yo soy así de caprichosa” y comparaciones: “mi mamá con mis otros hermanos se la lleva bien, supuestamente yo soy la mala de todo, soy la hermana mala, la mala madre, la mala hija, yo ya me acostumbré, no le paro bolas”. Estos tipos de conflicto, en la mayoría de ocasiones, son resueltos no haciendo nada; es decir, dejan pasar el tiempo y que terminen las discrepancias para volverse a hablar: “Con ella nunca nos decimos nada, pues peleamos y ya cada una por su parte y ya queda así”, “no me hablo con mi hermano por un tiempo, pero después ya todo es normal”. Es importante tener en cuenta que los conflictos en el ámbito familiar también están asociados con la edad de los miembros de la familia. Por ejemplo, cuando los hijos entran a la etapa de la adolescencia, se empiezan a diferenciar los roles entre los padres y los hijos. La familia varía en su estructura según el establecimiento de los roles de sus miembros. Es importante aclarar que, en el proceso de socialización, la familia tiene un rol trascendental ya que no sólo trasmite valores propios de la cultura donde se desarrolla, sino que también sirve para determinar los lineamientos que permiten la interacción coti-

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diana de los miembros dentro de la sociedad (Álvarez, 1988). Las madres prestan mayor atención a que la conducta de sus hijos e hijas aparezca claramente estereotipada, considerando que puede haber algún problema si el comportamiento de sus hijos no se manifiesta en la forma en que ella considera adecuada (Espinosa, s.f). Limitaciones En lo que respecta a las limitaciones, aportes y propuestas surgidos a partir del proceso de investigación, se encontró un manejo de impresión o auto representación que las participantes (madres e hijas) pudieron haber utilizado con los investigadores, comportamientos producidos por el hecho de pertenecer a la misma institución educativa Universidad El Bosque. Por esta razón, es posible que no se evidencie claramente maltrato hacia los otros hijos o demás miembros de la familia. Lo anterior puede explicarse al atender que el comportamiento busca crear impresiones deseadas; es decir, una buena imagen, para obtener recompensas sociales, sentirse mejor con ellas mismas, e incluso estar más seguras con la propia identidad social. Así mismo, es importante tener en cuenta que, al trabajar con adolescentes, existe cierto grado de incertidumbre. Lo anterior se debe a la realidad en la que están inmersas, pues no saben qué hacer ni cómo construir un espacio para ellas mismas; de cierta manera, viven la vida de sus madres y están en búsqueda de una identidad social e individual a partir de su entorno socio cultural. Otra limitación es la formación de los investigadores, ya que ésta se encuentra dirigida hacia el enfoque cuantitativo. Entonces, cambiar dicho esquemas mental por uno cualitativo y desarrollar las habilidades necesarias para su análisis, requiere de una preparación dispendiosa y; por ende, una mayor tiempo en su elaboración. Es decir, esta limitante de tiempo generó dificultades en el momento de realizar la descripción y el análisis de la información recopilada por medio de las técnicas propuestas; sin embargo, no tuvo repercusiones en el análisis de los resultados correspondientes.

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Representaciones sociales sobre la resolución de conflicto

Aportes Un aporte importante es la inclusión de la fotobiografía como técnica de recolección de información ya que ésta nunca se había utilizado en otras investigaciones de la Facultad de Psicología. El uso satisfactorio de esta herramienta en la presente investigación permitió indagar sobre el contexto social e individual de las participantes y brindó la posibilidad de ir más allá y profundizar un poco más acerca de los aspectos estudiados. Por otra parte, se identificaron los tipos de resolución de conflicto entre madre e hija dentro de la unidad doméstica, destacándose la agresión instrumental y la agresión hostil; ambas causan un gran daño, ya sea psicológico o físico, en el receptor. El hecho de identificar estos tipos de agresión resulta de gran importancia para la creación de programas de prevención que permitan crear espacios de sana convivencia familiar. También se identifica el papel que juega el conflicto como un factor que promueve la aparición de nuevos roles dentro del hogar por parte de la hija, quien tiene que afrontar responsabilidades propias de la madre, lo cual genera procesos de trasmisión de endoculturación. Por otro lado, dada la información encontrada en esta investigación, se hace importante la realización de un estudio similar a éste, pero dirigido hacia el padre, con el fin de contrastar la información proporcionada por madres e hijas y, de esta forma, aportar más información de los procesos de socialización en la dinámica familiar. Así mismo, se recomienda investigar las representaciones sociales presentes en familias nucleares estructuradas (padre, madre e hijos) acerca de la resolución de conflicto presentes en la dinámica familiar. Finalmente, los resultados de la presente investigación orientan el abordaje de las categorías de estudio desde un enfoque biopsicosocial. Por ello, se establece que es importante conformar grupos de trabajo interdisciplinarios, donde se involucren disciplinas como la psicología, el trabajo social, la sociología y la antropología. Este tipo de abordaje permitirá una visión más amplia e integral de las dinámicas estudiadas.

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CUADERNOS hispaNOAMERICANOS DE PSICOLOGÍA, Vol 12 Nº 1, 37-52

Relación entre rasgos de personalidad y conducta antisocial en función de variables sociodemográficas de un grupo de barristas de fútbol Clara Gutiérrez1, Vivian Hernández-Bencardino, Joan Sebastián Rodríguez, Andrea Suárez-Salamanca2 Universidad El Bosque

Resumen El presente estudio es de tipo descriptivo-correlacional y tuvo como principal objetivo relacionar los rasgos de personalidad con la conducta antisocial en función de variables sociodemográficas en un grupo de barristas de fútbol. Para esta investigación se contó con una muestra de 70 barristas pertenecientes a los equipos de Millonarios, Santafé y Nacional. Los instrumentos utilizados fueron el cuestionario de personalidad de Eysenck para menores (J) y mayores (A) de edad, el cuestionario de conducta antisocial y delictiva de seis dedos (AD) y la encuesta de variables sociodemográficas elaborada por los investigadores. Los resultados evidenciaron las correlaciones entre los rasgos de personalidad, las variables sociodemográficas y la conducta antisocial, permitiendo concluir que el psicoticismo y la extroversión tienen una correlación positiva alta con la conducta antisocial; en cuanto a las variables sociodemográficas, la única que evidenció diferencias significativas entre los grupos fue la edad, ya que los jóvenes de 16 a 17 años presentaron más comportamientos antisociales. Para futuras investigaciones se recomienda investigar con una muestra más grande y tener un grupo de comparación. Palabras clave: Conducta antisocial, Personalidad Abstract This is a descriptive and correlational study, whose main objective was to relate personality traits to antisocial behavior. For doing so, socio-demographic variables of a group of soccer fans were taken into account. The sample was constituted by 70 soccer fans of Millonarios, Santa Fe and Nacional– Colombian soccer teams-. The Eysenck Personality Questionnaire for children (J) and adults (A), The Seisdedos Criminal and Antisocial Behavior Questionnaire and the socio-demographic variables survey- developed by the researchers-, were the instruments applied. The results showed correlations between personality traits, socio-demographic variables and antisocial behavior. So, it could be concluded that psychoticism and extraversion have a high positive correlation with antisocial behavior. In terms of socio-demographic variables, age was the only one which presented significant differences between the groups. In fact, youth from 16 to 17 years old presented more antisocial behaviors. For further research, it is recommended to use a larger sample and a comparison group. Keywords: Antisocial behavior, Personality 1 Docente de la Facultad de Psicología de la Universidad el Bosque, Directora del proyecto de investigación, gutierrezclara@unbosque.edu.co 2 Auxiliares de Investigación. Recibido. 22 de Noviembre de 2011. Aprobado. 27 de Febrero de 2012

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Introducción En las últimas décadas, múltiples estudios descriptivos han arrojado un alto grado de asociación entre personalidad y conducta antisocial, sobre todo en adolescentes y sujetos que han cometido actos delictivos. Uno de los constructos de personalidad que mayor reconocimiento y aval empírico ha recibido, son las dimensiones de personalidad propuestas por Eysenck. De acuerdo a este autor, el neurotismo, la extroversión y el psicotismo son los factores que mejor explican un conjunto de actuaciones a lo largo de la vida de un sujeto. De igual forma, las personas que sean más neuróticas, extrovertidas y psicóticas, van a tender a manifestar una mayor cantidad de conductas delictivas y actos que vayan en contra de las normas sociales en el transcurso de su historia personal. La mayoría de estudios que han tenido como propósito relacionar la personalidad con la conducta antisocial, también han intentado explicar y predecir este comportamiento a través de otras variables, tanto de tipo biológico como de tipo sociocultural. El sexo, la edad, los pares sociales, el tipo de familia, entre otras, han sido algunas de las variables más estudiadas, y que han tenido bastante importancia en la aparición y mantenimiento de la conducta antisocial. El fenómeno sociocultural de las barras bravas de fútbol en las dos últimas décadas ha causado un alto impacto en Latinoamérica, sobre todo por su gran cantidad de manifestaciones violentas en los escenarios deportivos y su generalización en diferentes espacios públicos de la población. En Colombia, muchos de los actos violentos que van en contra de las normas sociales, el respeto y la vida, la constitución y el código penal, son causados por algunos barristas. Dichos actos violentos son un tema de total interés para la psicología; así mismo, brindan la oportunidad de hallar correlatos entre ciertas variables (como la personalidad) y las conductas antisociales y delictivas que manifiestan ciertos grupos sociales (como las barras bravas de fútbol). De este modo, se podrán prevenir ciertas consecuencias (como futuras carreras criminales, tasas de homicidio, etc.) que son complejas de intervenir en este contexto. Así bien,

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surge el interés por estudiar el comportamiento de los barristas de fútbol, ya que se ha intensificado la atención hacia estos grupos debido a los problemas de seguridad y los hechos de violencia en los que se han visto involucrados. De la misma manera, se ha evidenciado que las conductas o comportamientos de los miembros de estos grupos generan un gran impacto a nivel social; de hecho, en los últimos años se ha registrado un aumento significativo en la participación de los jóvenes en hechos violentos. De acuerdo con lo mencionado anteriormente, se hará una revisión teórica de aspectos relevantes para dicha investigación. Primero, se tratará a nivel general el tema del contexto de las barras bravas; después, se relacionará con el fútbol y; por último, se dará información sobre los aspectos psicológicos de este grupo. Barras bravas La barra quiere decir grupo afectivo con intensa participación emocional, casi una familia, y brava señala que son personas de acción y violentas, haciendo alusión a las formas como viven su experiencia (Moffat, como se citó en Cañón y García, 2007). Por su parte, Rivera (como se citó en Cañón y García, 2007) explica que los medios de comunicación en Colombia les rotuló como barras bravas por la forma de éstas de apoyar a su equipo; sin embargo, algunos prefieren que se les llamen barras de acompañamiento, dado que su accionar no es comparable con las dinámicas de estos grupos en otros países. Así mismo, Collazos et al. (como se citó en Cañón y García, 2007) sugieren que se les llame barras furiosas. Es importante aclarar que no todos los que pertenecen a las barras bravas son violentos, ya que hay personas que van al evento deportivo dispuestas a cometer actos violentos y se refugian en la barra para ocasionar conflictos; no obstante, hay sujetos que optan por tener comportamientos violentos como resultado de las injusticias en medio del partido, ya sea porque el árbitro o juez no fue justo, o porque los equipos provocaron a los hinchas (Urra, 1997). Adicionalmente, se deben tener en cuenta aquellos aspectos que se consideran factores de riesgo para

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tener comportamientos agresivos o violentos, tales como el consumo de alcohol o sustancia psicoactivas, las diferencias individuales (direccionalidad antisocial), las pautas de crianza, el estrato socioeconómico y el contexto donde se han desarrollado (Urra, 1997). Referente al contexto, se puede afirmar que los territorios donde habitan los jóvenes barristas son lugares que han sufrido un proceso histórico de erradicación y radicación forzada. Como consecuencia de ello, la convivencia entre los pobladores experimentará un proceso de degradación continua, al punto de desatarse una serie de enfrentamientos de gran intensidad entre los diversos grupos de pobladores, enfrentamientos donde la violencia entre grupos de varones pasa a ser la fuerza fundacional de un orden basado en la defensa de la territorialidad y en el temor que se es capaz de infundir. Dentro del grupo, la violencia viene a ser un recurso fundamental de la identidad, en la medida en que delinea las identidades y establece un sistema de equilibrio disuasivo. Al calor de este proceso, se instala un sistema de prestigio basado en una manera peculiar de resolver los conflictos, conocido como la Ley del más malo; ésta es ejercida por grupos de hombres, que tienen como finalidad moldear la masculinidad del sector. La puesta en escena de las segundas y terceras generaciones de jóvenes varones, que han nacido o se han desarrollado en el territorio de erradicación, marca el surgimiento de un proyecto de identidad colectiva que viene a suplir la memoria negada por la migración forzada, afirmándose la noción de barrio bravo (Ferrándiz y Feixa, 2005). La barra se puede considerar como una subcultura juvenil, como una tribu “urbana” dentro de la cual se da cabida no solo al sentimiento colectivo de equipo, sino que se articulan a ella categorías de tipo sociocultural como status, poder, territorio, etc. Dichas categorías conllevan al ejercicio de la violencia como medio para diferenciarse del otro y establecer una supremacía sobre el mismo. La subcultura se entiende como un sistema social, para el que rigen valores, normas y símbolos propios que pueden coincidir parcialmente con la cultura superior y dominante pero que, en parte, se diferencia claramente de ella. Por lo tanto, los miembros de

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una subcultura adoptaron e internalizaron valores y normas de la cultura dominante (Maffesoli, como se citó en CEACSC, 2006). En relación con el fútbol, hoy llama la atención la violencia en este deporte; su origen fue considerado como un mecanismo para batir y aniquilar al enemigo, porque ese era el sentido de las victorias; fue así como en Inglaterra, la primera pelota utilizada para jugar fútbol fue la cabeza de un soldado romano muerto en batalla. La creciente aceptación del fútbol y el aumento de la violencia reinante condujeron a una disyuntiva: su prohibición o la introducción de un mecanismo civilizador para procesar pacíficamente el conflicto; en otras palabras, entender y concebir el futbol como la guerra, pero desarrollada por medios pacíficos. Y esto último se logró mediante la creación de una institucionalidad que vela por la justicia, el desarrollo de la normativa, la creación de un juez para imponer reglas y el impulso de una política antiviolencia (Carrión, 2010). De acuerdo con Sustas (2009), desde la etapa fundacional del fútbol, se mantiene constante la relación entre futbol y muerte; sin embargo, la violencia sufre cambios cualitativos que se deben tener en cuenta al momento de investigar los hechos violentos que rodean al futbol. Así mismo, José Garrida (2008) aborda el tema de la violencia en el fútbol, entendiendo que ésta es producto de prácticas que van construyendo lazos e interacciones entre los actores a partir del uso de la violencia, pues ésta no solo es entendida como práctica, sino como capital simbólico que los hinchas adquieren y utilizan al interior de su grupo y en concepción con otros actores del mundo del fútbol. La violencia en este deporte comienza a ser identificada como la cultura del aguante, concepto que remite no solo a lazos de sociabilidad específicos entre los miembros del grupo, sino al uso y exposición del cuerpo de los hinchas a distintos mecanismos que tienen como fin la demostración de la tolerancia al sufrimiento y al dolor. Otro aspecto importante hace referencia a las categorías obtenidas por los trabajos de Garriga (2008), los cuales permiten confrontar los supuestos teóricos con los datos observables surgidos de la cuantificación de las víctimas del fútbol (Sustas, 2009).

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El fútbol no solo adquiere autonomía a nivel de espectáculo masivo y mercantilizado; es en sí mismo, un campo con sus discursos y sentidos propios, creador y formador de identidades, y lugar de disputa por la significación de valores. La violencia en el fútbol, más que hablarnos de una violencia presente en la sociedad, nos indica de forma carnal y efectiva las distintas luchas que en el seno de lo futbolístico se desarrollan. Referente a la conformación de esta tribu urbana, el porcentaje de mujeres pertenecientes a barras bravas equivale a un 10%, con edades que oscilan entre los 13 y los 16 años; por su parte, los hombres se encuentran entre los 12 y 22 años, si bien las edades predominantes están entre los 12 y los 25 años. Al parecer, los integrantes de mayor edad pueden tener papeles más relevantes (ser capos). Las personas que integran la barra son todos los jóvenes, y los capos están entre los 21 y 30 años (CEACSC, 2006). A nivel sociológico, el principal factor que motiva a los jóvenes para entrar en las barras bravas es el amor por el equipo y la afición al fútbol que comparten con sus congéneres y; en general, toda la hinchada. En los partidos, la emoción colectiva que se produce canaliza toda la energía que tiene consigo la juventud pero; al mismo tiempo, ese amor enfermizo de la barra se convierte en la excusa para que algunos cometan actos de vandalismo, actos que en sí mismos son asumidos como naturales y necesarios dentro de la ideología barrista (CEACSC, 2006). La pertenencia casi exclusiva que estos jóvenes profesan por su barra, hace que surjan sentimientos fuertemente arraigados dentro de su subjetividad. Tales sentimientos se complementan con el sentir colectivo que se genera en los momentos cuando se congregan para apoyar al equipo, ya sea en su propia ciudad o en ciudades foráneas donde éste compite. De hecho, dicho sentir colectivo produce lógicas maniqueas fundamentadas en la oposición amigoenemigo y promueve el desarrollo de mecanismos de defensa y ofensa, ante y hacia el grupo externo o ajeno. Lo expuesto anteriormente se puede explicar, dado el contexto propio de la contienda futbolera, sustentado en la competencia entre bandos contrarios que permite que dicha dinámica se reproduzca

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velozmente en las tribunas; ésta es una condición detonante para el surgimiento de brotes agresivos y violentos en las tribunas (Gómez, s.f). Conducta delictiva Por otra parte, se tendrán en cuenta aspectos relacionados con la conducta delictiva, la cual se refiere al “comportamiento opuesto a las normas (no necesariamente legales) impuestas por la sociedad. Cuando la conducta antisocial se halla tipificada en el código penal se trata de un delito. Desde una perspectiva médico-psiquiátrica, la conducta antisocial se enmarcaría dentro de un trastorno antisocial de la personalidad; algunos de sus criterios serían: fugas del hogar, expulsión de instituciones, consumo de sustancias toxicas, mal rendimiento escolar, práctica de actividades ilegales, conductas impulsivas, etc. En la práctica, el término se emplea preferentemente para referirse a los predictores tempranos que aparecen en el desarrollo evolutivo del niño” (Garrido, 1998, p. 85). En relación con lo anterior, Millon y Davis (2006) exponen que no todos los antisociales son criminales, ni todos los criminales son antisociales; los individuos con rasgos antisociales se consideran en el intervalo de la normalidad y son elogiados en nuestra sociedad competitiva, en la que la capacidad de actuar con dureza y de saltarse las reglas se considera un atributo necesario para la supervivencia. Para reafirmar la idea anterior, se presenta una comparación entre los rasgos de personalidad expuestos por Eysenck (como se citaron en Cloninger, 2003 ). El primer factor es el de extroversión-introversión, definidos en términos conductuales y de activación del sistema nervioso central. Los extrovertidos son personas sociables e impulsivas, mientras que los introvertidos presentan las características opuestas. Eysenck (como se citó en Cloninger, 2003) encontró que las personas extrovertidas tienen un sistema nervioso central que les permite tener mayor inhibición a las demandas del ambiente, cuentan con más habilidades sociales y pueden soportar mucha gente a su alrededor al tiempo que realizan diferentes actividades. Según este autor, los introvertidos tie-

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nen un sistema nervioso débil, ya que no soportan con facilidad la excitación proveniente del ambiente; además, evitan estar en lugares donde haya mucha gente, debido a que no pueden responder de manera adecuada o rápida ante la estimulación provocada por los demás; al evitar dichas situaciones, estas personas se tornan introvertidas. El segundo factor es el neuroticismo, el cual representa el grado de emocionalidad del sujeto; este factor se puede expresar en dos polos: en un extremo se encuentran aquellos sujetos que tienen gran sensibilidad a los estímulos con carga emocional o estresante; estas personas son inestables emocionalmente. En el otro extremo se encuentran los sujetos que son más estables emocionalmente y que tienen menor excitación emocional en situaciones amenazantes (Polaino-Lorente, Cabanyes y del Pozo, 2003). El último factor es el psicoticismo, el cual hace alusión a la no conformidad o desviación social. En este factor se han encontrado inconvenientes, ya que hace alusión a la exageración de la patología; por ejemplo, hay personas que son muy creativas y al resolver pruebas que midan el grado de psicoticismo pueden puntuar alto, pero no es porque padezcan este trastorno, sino por el alto grado de creatividad que presentan (Cloninger, 2003). Adicional a esto, Maisto (2005) plantea que en un extremo se encuentran las personas sensibles y con poca cooperación, mientras que en el otro extremo se ubican las personas que son tiernas, cálidas y amables. Para concluir, esta revisión teórica permite tener como base diferentes aspectos que permiten sustentar el objetivo de la investigación: correlacionar los rasgos de personalidad, conducta antisocial y variables sociodemográficas en un grupo de barristas de futbol. Esta investigación se realizó con el fin de que futuros trabajos generen programas de prevención y promoción en dicha población. Método Tipo de investigación Descriptivo correlacional: este tipo de estudio tiene como propósito medir el grado de relación que existe entre dos o más variables (en un contex-

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to en particular). Son utilizados para determinar cómo se comporta una variable, conociendo el comportamiento de otra u otras variables relacionadas (Dankhe, como se citó en Hernández, Fernández y Baptista, 1991). En relación con el diseño, dicha investigación es no experimental; es decir, se lleva a cabo sin manipular variables deliberadamente (Hernández, Fernández y Baptista, 2003). Participantes Los participantes fueron 70 personas con edades entre 13 y 19 años, seleccionados a través de un muestro no probabilístico y elegidos a conveniencia de los investigadores. Las edades oscilarón entre 13 y 19 años, debido a que, en el cuestionario AD, el límite de edad para la aplicación es de 19 años, y lo que se busca es poder relacionar la conducta antisocial del cuestionario AD con el cuestionario de personalidad de Eysenck en la escala CA (conducta antisocial), que está constituida por las tres variables de la personalidad N, E y P (neuroticismo, extroversión y psicoticismo). Criterios de inclusión. Jóvenes residentes en Bogotá, con edades entre 13 y 19 años, miembros activos (asistencia semanal al estadio y reuniones) de una barra seguidora de un equipo de futbol y con un tiempo mínimo de pertenencia a ésta de un año. Criterios de exclusión. Personas analfabetas, menores de 19 años. Instrumentos Inventario de personalidad de Eysenck (EPQ-J y EPQ-A). Este inventario permite evidenciar las tres dimensiones de la personalidad: extraversión, neuroticismo y psicoticismo. La aplicación de cada uno de estos instrumentos dependerá de la edad del sujeto: para el EPQ-J, la edad es de 13 a 17 años y para el EPQA, de 18 años en adelante. Por otra parte, el Cuestionario de conductas antisociales (AD) permite evidenciar la presencia de conductas antisociales y delictivas, en una población entre los 13 y 19 años. Finalmente, se realiza la encuesta de datos sociodemográficos, donde se

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recopiló información relacionada con el sexo, la edad, la ocupación, el equipo al cual pertenece, la permanencia en la barra y el correo electrónico. Procedimiento 1. Se buscó información conceptual y empírica relacionada con el comportamiento de los integrantes de las barras bravas de fútbol, además de una explicación de la psicología jurídica y criminológica, ya que el presente estudio está enmarcado en dicha línea de estudio; por otro lado, se buscaron los temas relacionados con el análisis del contexto de las barras bravas de futbol, con aspectos psicológicos, con la personalidad antisocial, modelos explicativos, factores de riesgo, entre otros. 2. Se llevó a cabo la convocatoria para la selección de los participantes; durante tres reuniones se contó con la participación de 40 personas aproximadamente; de dichas reuniones se escogió a los 70 participantes que cumplían con los criterios de inclusión. Posteriormente, se les explicaron las condiciones del estudio y se les solicitó su correo electrónico, ya que por medio de éste se realizó la convocatoria para la aplicación de los instrumentos; así mismo, se les entregó consentimiento informado, y a los sujetos menores de edad el asentimiento, el cual debía ser diligenciado por los padres y presentado el día de la aplicación. 3. Se llevaron a cabo dos reuniones con los tres investigadores; en éstas se realizaron 51 aplicaciones aproximadamente; luego, cada uno de los investigadores realizó una aplicación individual (5 aplicaciones cada uno) con los participantes del estudio. La programación de cada una de las reuniones se llevaba a cabo mediante el comunicado por vía correo electrónico a cada uno de los participantes, donde se indicaba la hora y la fecha de la aplicación. 4. En cada aplicación se daba la información correspondiente a cada uno de los formatos que se les entregaba. Además, se les aclaraba que disponían de 30 minutos aproximadamen-

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te para completar el paquete, el cual incluía la encuesta de datos sociodemográficos, el cuestionario AD y el cuestionario de personalidad de Eysenck (EPQ-J y EPQ-A). 5. Se llevó a cabo el análisis de los datos arrojados por la encuesta de datos sociodemográficos, mediante las medidas de frecuencia central. 6. Se analizaron los resultados obtenidos en el cuestionario AD y en el cuestionario de personalidad de Eysenck por medio de la aplicación del Coeficiente de Pearson y el Análisis de Regresión. 7. Se redacta la discusión y se hacen recomendaciones a partir de los resultados obtenidos. Consideraciones éticas Con el fin de respetar los derechos que tienen los participantes de esta investigación se tuvieron en cuenta tres aspectos éticos, según la ley 1090 del 2006. El primero fue el bienestar humano; en éste se establece que los psicólogos respetarán la integridad y protegerán el bienestar de las personas y de los grupos con los cuales trabajan. Cuando se generan conflictos de intereses entre los usuarios y las instituciones que emplean psicólogos, éstos últimos deben aclarar la naturaleza y la direccionalidad de su lealtad y responsabilidad, y deben informar a las partes acerca de sus compromisos. Los psicólogos mantendrán suficientemente informados a los usuarios, tanto del propósito como de la naturaleza de las variaciones, de las intervenciones educativas o de los procedimientos de entrenamiento. A su vez, reconocerán la libertad de participación que tienen los usuarios, estudiantes o participantes de una investigación. En segundo lugar, se debe tener en cuenta la confidencialidad, que hace referencia a que los psicólogos tienen una obligación básica respecto a la confidencialidad de la información obtenida de las personas en el desarrollo de su trabajo como psicólogos. Revelarán tal información a los demás, sólo con el consentimiento de la persona o de su representante legal, excepto en aquellas circunstancias particulares en que no hacerlo podría causar perjuicio a la persona implicada o a un tercero. De cualquier manera, los psicólogos informarán a los participan-

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tes acerca de las limitaciones legales de la confidencialidad. En tercer lugar, se debe hacer alusión a los anuncios públicos. De acuerdo con la ley 1090 del 2006, esto hace referencia a los avisos de servicios, las propagandas y las actividades de promoción de los psicólogos, que servirán para facilitar un juicio y una elección adecuada. Los psicólogos publicarán cuidadosa y objetivamente sus competencias profesionales, sus afiliaciones y funciones, lo mismo que las instituciones u organizaciones con las cuales ellos o los anuncios pueden estar asociados. Por otra parte, en lo que atañe al desarrollo de la investigación, se deben evitar los riesgos de perjuicios psicológicos. Este aspecto es clave, ya que al momento de resolver las pruebas, los sujetos pueden experimentar diferentes emociones. Esto puede generar dificultades con las respuestas, o llevar a que los participantes no sepan si deben responder por la forma de pensar o por lo que los investigadores esperan de la investigación. Además, después de recabar los datos, se debe evitar que los investigadores hagan juicios para evitar discrepancias con los resultados y las conclusiones (Franca-Tarragó, 1996). Resultados De acuerdo con el objetivo principal del estudio, se analizó el grado de correlación entre conducta antisocial con personalidad (correlación de Pearson), y la conducta antisocial con las variables sociodemográficas (Análisis de Anova), por medio del programa estadístico SPSS. De igual, forma se realizó un análisis descriptivo de los participantes con base en las variables sociodemográficas. En primer lugar, de acuerdo a las características sociodemográficas, el grupo de participantes se conformó de la siguiente manera: 1. 94% de hombres frente a un 5,7% de mujeres (ver Figura 1). 2. El 50% de barristas son hinchas de Millonarios; el 37,1%, de Santa Fe y el 12,9%, de Nacional. 3. El 21,4% de los participantes estaban en el rango de 13 a 15 años de edad, el 30% de 16 a 17 años y el 48,6% de 18 a 19 años.

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4. El 11,4% pertenece al estrato 1; el 57,1%, al estrato 2 y el 31,4%, al estrato 3. 5. El 18,6% de los participantes son desempleados; el 68,6%, estudiantes y el 12,9%, empleados. 6. En relación con la localidad de la muestra, la mayor parte de los participantes pertenece a la zona de Fontibón (38,6%). La localidad de Kennedy aporta el 18,6%; la de Bosa, el 21,4%; las de Tunjuelito y Ciudad Bolívar, el 4,3% cada una; y la de Suba, el 12,9%.

Con respecto a la correlación existente entre conducta antisocial y personalidad (Ver Tabla 1), los resultados indican que el neuroticismo tiene una correlación positiva baja con la conducta antisocial (0,21); es decir, los barristas de futbol del grupo seleccionado para el estudio, que poseen rasgos de personalidad asociados al neuroticismo no tienden a manifestar conductas antisociales. Por otra parte, el resultado obtenido en la relación neuroticismo - conducta antisocial no fue significativo (0,13 < 0,05). En cuanto al psicoticismo, se encontró una correlación positiva alta entre este factor y la conducta antisocial (0,85). Esto indica que, en el grupo estudiado, las personas que poseen rasgos de personalidad relacionados con el psicoticismo, van a tender a presentar más conductas antisociales. Así mismo, el resultado obtenido en la relación psicoticismo - conducta antisocial fue altamente significativo (0,00 < 0,05). El último rasgo de personalidad que se estudió fue la extroversión. Se encontró una correlación positiva alta con la conducta antisocial (0,93), lo cual indica que, en el grupo estudiado, las personas que poseen rasgos de personalidad relacionados con este factor van a tender a emitir mayores conductas antisociales. Además, el resultado obtenido en la relación extroversión - conducta antisocial fue altamente significativo (0,00 < 0,05). Por otra parte, se encontró que el neuroticismo obtuvo una correlación positiva baja con la conducta delictiva (0,21), y no se obtuvo un resultado significativo (0,75). En la relación psicoticismo - conducta

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delictiva, se encontró una correlación positiva alta (0,95) y se hallaron diferencias significativas (0,00 < 0,05). Por último, la extroversión presentó una

correlación alta y positiva con la conducta delictiva (0,70) y se evidenciaron diferencias significativas (0,00 < 0,05).

Tabla 1

Grado de correlación entre rasgos de personalidad y conducta antisocial y delictiva. Conducta Antisocial Conducta Antisocial Conducta delictiva Neuroticismo Extroversión

Psicotismo

Correlación de Pearson Sig. (bilateral)

Conducta delictiva 1

Extroversión

Psicotismo

,871**

,294*

,935**

,855**

,000

,013

,000

,000

1

,214

Correlación de Pearson Sig. (bilateral) Correlación de Pearson Sig. (bilateral) Correlación de Pearson Sig. (bilateral)

,871

,000

,000

,007

Correlación de Pearson Sig. (bilateral)

,855**

,953**

,207

,678**

,000

,000

,086

,000

**

,000 ,294*

,214

,013

,075

,935**

,703**

En las puntuaciones de conducta antisocial, con respecto a la variable equipos de fútbol (Tabla 2), se encontró que los sujetos pertenecientes al grupo de Santa Fé obtuvieron puntuaciones más altas, tanto en la conducta antisocial (88, 33) como en la conducta delictiva (97, 07). Estos resultados estuvieron seguidos por los barristas de Millonarios, donde la puntuación promedio de conducta antisocial fue de 81,94, y la conducta delictiva, 97, 07. Por último, los participantes de Nacional obtuvieron la puntuación más baja (el promedio en conducta antisocial fue de 73,66, y en conducta delictiva, 88, 66) (Ta. En el análisis de medias, a partir de la Anova (Tabla 3), se obtuvo el test F=2,890 (V1: conducta antisocial), al que corresponde un valor-p de 0,063. Como 0,063 >0,05, se rechaza la hipótesis alternativa y se acepta la hipótesis de nulidad; así mismo, se concluye que no hay diferencias significativas entre las medias de las puntuaciones de conducta antisocial de los equipos de fútbol al 5%.

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Neurotismo

**

,953**

,075

,000

,000

1

,322**

,207

,007

,086

1

,678**

,322**

,703

,000 1

Tabla 2 Puntuaciones de conducta antisocial y delictiva de acuerdo al Equipo de Fútbol de los barristas. Media N Media N

Conducta Antisocial 81,9429 35 88,9231 26

Conducta delictiva 91,7429 35 97,0769 26

Media N

73,6667 9

88,6667 9

Equipos de Fútbol Millonarios Santa Fé Nacional

Con respecto a la segunda variable dependiente (V2: conducta delictiva), se obtuvo el test F=1,445, al que corresponde un valor-p de 0,243. Como 0,0243 >0,05, se rechaza la hipótesis alternativa y se acepta la hipótesis de nulidad Además, se concluye que no hay diferencias significativas entre las medias de las puntuaciones de conducta delictiva de los equipos de fútbol al 5%.

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Relación entre personalidad y conducta antisocial EN un grupo de barristas de fútbol

Tabla 3 Análisis de Anova relacionado con el Equipo de Fútbol. Suma de cuadrados Conducta Antisocial * Equipos de fútbol

Inter-grupos (Combinadas)

1719,711

2

859,855

Intra-grupos

19937,732

67

297,578

Total

21657,443

69

648,911

2

324,455

Intra-grupos

15042,532

67

224,515

Total

15691,443

69

Conducta delictiva * Equipos Inter-grupos (Combinadas) de fútbol

En lo referente a las puntuaciones de conducta antisocial, en relación al rango de edad (Tabla 4), se encontró que los sujetos pertenecientes al grupo de 16 a 17 años obtuvieron puntuaciones más altas, tanto en la conducta antisocial (90,42) como en la conducta delictiva (97,19). Estos resultados estuvieron seguidos por el grupo de 13 a 15 años, donde la puntuación promedio de conducta antisocial fue de 88,80, y la conducta delictiva, de 96,80. Por último, los participantes del grupo de 18 a 19 años de edad obtuvieron la puntuación más baja; la puntuación promedio de conducta antisocial fue de 76,82 y la de conducta delictiva, de 89,41. Tabla 4 Puntuaciones de conducta antisocial y delictiva de acuerdo al rango de edad. Edad 13 a 15 16 a 17 18 a 19

Media cuadrática

gl

Media N Media N Media N

Conducta Antisocial

Conducta delictiva

88,8000 15 90,4286 21 76,8235 34

96,8000 15 97,1905 21 89,4118 34

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F

Sig.

2,890

,063

1,445

,243

En el análisis de medias, por medio de la Anova (Tabla 5) se obtuvo el test F=5,272 (V1: conducta antisocial), al que corresponde un valor-p de 0,007. Como 0,007 < 0,05, se rechaza la hipótesis de nulidad y se acepta la hipótesis alternativa. También, se concluye que hay diferencias significativas entre las medias de las puntuaciones de conducta antisocial de los grupos de edad al 5%. Específicamente, el grupo de 16 a 17 años muestra diferencias con respecto a los otros grupos; en este grupo, las puntuaciones de conducta antisocial fueron más altas. Con respecto a la segunda variable dependiente (V2: Conducta delictiva) el test F=2,318 al que corresponde un valor-p de 0,10. Como 0,10 >0,05, se rechaza la hipótesis alternativa y se acepta la hipótesis de nulidad, y se concluye que no diferencias significativas entre las medias de las puntuaciones de conducta delictiva de los grupos de edad al 5%. (Tabla 5). En las puntuaciones de conducta antisocial, en relación al estrato socioeconómico (Tabla 6), se encontró que los sujetos pertenecientes al estrato 2 obtuvieron puntuaciones más altas en la conducta antisocial (84,90). En la conducta delictiva, se presentó una puntuación de 95,30. Estos resultados estu-

45


Clara Gutiérrez, Vivian Hernández-Bencardino, Joan Sebastián Rodríguez, Andrea Suárez-Salamanca

Tabla 5 Análisis de Anova rerlacionado con el rango de Edad. Suma de cuadrados Inter-grupos Conducta Intra-grupos Antisocial * Edad Total

(Combinadas)

Inter-grupos

(Combinadas)

Conducta delictiva * Edad

18712,484

67

279,291

21657,443

69 2

507,785

67

219,043

Total

15691,443

69

Conducta Antisocial

Conducta delictiva

Media

85,2500

96,5000

N

8

8

Media

84,9000

95,3000

N

40

40

Media

80,2273

88,5909

N

22

22

En el análisis de medias, con la Anova (Tabla 7), se obtuvo el test F=0,532 (V1: conducta antisocial), al que corresponde un valor-p de 0,59. Como 0,59 > 0,05, se rechaza la hipótesis alternativa y se acepta la hipótesis de nulidad. También, se concluye que no hay diferencias significativas entre las medias de las puntuaciones de conducta antisocial de los estratos socioeconómicos al 5%. Con respecto a la segunda variable dependiente (V2: conducta delictiva), se obtuvo el test F=1,634,

46

1472,479

1015,569

Estrato socioeconómico

Estrato 3

2

14675,873

Tabla 6 Puntuacciones de conducta antosocial y delictiva de acuerdo al Estrato Socioeconómico.

Estrato 2

2944,959

Intra-grupos

vieron seguidos por el estrato 1, donde la puntuación promedio de conducta antisocial fue de 85,25, y la conducta delictiva, de 96,50 (valor más alto de C.D.). Por último, los participantes del estrato 3 obtuvieron la puntuación más baja; el promedio de conducta antisocial fue de 80,23 y el de conducta delictiva, de 93,32.

Estrato 1

Media cuadrática

gl

F

Sig.

5,272

,007

2,318

,106

al que corresponde un valor-p de 0,20. Como 0,20 >0,05, se rechaza la hipótesis alternativa y se acepta la hipótesis de nulidad. Así mismo, se concluye que no hay diferencias significativas entre las medias de las puntuaciones de conducta delictiva de los estratos socioeconómicos al 5%. En las puntuaciones de conducta antisocial, con relación a la ocupación (Tabla 8), se encontró que los participantes que son desempleados obtuvieron puntuaciones más altas en la conducta antisocial (87,30). En la conducta delictiva, se presentó una puntuación de 94,38. Estos resultados estuvieron seguidos por los sujetos que son estudiantes; en este grupo, la puntuación promedio de conducta antisocial fue de 83,29 y la de conducta delictiva, de 92,83. Por último, los participantes que son empleados obtuvieron la puntuación más baja; para este grupo, la puntuación promedio de conducta antisocial fue de 78,88 y la de conducta delictiva, de 94,44 (valor más alto de C.D.). En el análisis de medias, de la Anova (Tabla 9), se obtuvo el test F=0,601 (V1: conducta antisocial), al que corresponde un valor-p de 0,551. Como 0,551 > 0,05, se rechaza la hipótesis alternativa y se acepta la hipótesis de nulidad. También, se concluye que no hay diferencias significativas entre las medias de las puntuaciones de conducta antisocial de las ocupaciones de los participantes al 5%. Con respecto a la segunda variable dependiente (V2: conducta delictiva), se obtuvo el test F=0,80, al que corresponde un valor-p de 0,923. Como 0,923 >0,05, se rechaza la hipótesis alternativa y se acepta

Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología


Relación entre personalidad y conducta antisocial EN un grupo de barristas de fútbol

Tabla 7 Análisis de Anova en puntuaciones obtenidas en Estrato Socioeconómico.

Conducta Antisocial * Estrato socioeconomico

Conducta delictiva * Estrato socioeconomico

Suma de cuadrados

gl

Media cuadrática

F

Sig.

338,479

2

169,240

,532

,590

Intragrupos

21318,964

67

318,193

Total

21657,443

69

729,725

2

364,862

1,634

,203

Intragrupos

14961,718

67

223,309

Total

15691,443

69

Intergrupos

Intergrupos

(Combinadas)

(Combinadas)

Tabla 8 Puntuaciones de conducta antisocial y delictiva de acuerdo a la Ocupación. Conducta Antisocial

Conducta delictiva

Media

87,3077

94,3846

N

13

13

Media

83,2917

92,8333

N

48

48

Media

78,8889

94,4444

N

9

9

Ocupación Desempleado Estudiante Empleado

la hipótesis de nulidad. Así mismo, se concluye que no hay diferencias significativas entre las medias de las puntuaciones de conducta delictiva de las ocupaciones de los participantes al 5%. En las puntuaciones de conducta antisocial, con relación al sexo (Tabla 10), se encontró que los participantes de sexo masculino obtuvieron puntuaciones más altas en la conducta antisocial (84,03). En la conducta delictiva, se presentó una puntuación de 93,57 (valor más alto de C.D.). Por su parte, las mujeres obtuvieron una puntuación promedio de 74,25 para conducta antisocial y 89,25, para conducta delictiva.

Tabla 9

Análisis de Anova relacionado con la Ocupación Suma gl de cuadrados

Conducta Antisocial * Ocupación Conducta delictiva * Ocupación

Inter(Combinadas) 381,868 grupos Intra21275,575 grupos Total 21657,443 Inter(Combinadas) 37,477 grupos Intra15653,966 grupos Total 15691,443

Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología

Media cuadrática

F

Sig.

2

190,934

,601

,551

67

317,546

,080

,923

69 2

18,739

67

233,641

69

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Clara Gutiérrez, Vivian Hernández-Bencardino, Joan Sebastián Rodríguez, Andrea Suárez-Salamanca

Tabla 10 Puntuaciones de conducta antisocial y delictiva de acuerdo al Sexo de loa particiapantes Sexo Hombre Mujer

Media N Media N

Conducta Antisocial 84,0303 66 74,2500 4

Conducta delictiva 93,5758 66 89,2500 4

En el análisis de medias, a partir de la Anova (Tabla 11), se obtuvo el test F=1,152 (V1: conducta antisocial), al que corresponde un valor-p de 0,287. Como 0,287 > 0,05, se rechaza la hipótesis alternativa y se acepta la hipótesis de nulidad. Además, se concluye que no hay diferencias significativas entre las medias de las puntuaciones de conducta antisocial en lo que respecta al sexo de los participantes al 5%. Con respecto a la segunda variable dependiente (V2: conducta delictiva), se obtuvo el test F=0,307, al que corresponde un valor-p de 0,581. Como 0,581 >0,05, se rechaza la hipótesis alternativa y se acepta la hipótesis de nulidad. Así mismo, se concluye que no hay diferencias significativas entre las medias de las puntuaciones de conducta delictiva en lo que respecta al sexo de los participantes al 5%.

De acuerdo al modelo de análisis de regresión por pasos que se implementó para determinar los rasgos de personalidad que mejor explican la conducta antisocial, y los rasgos que no son tan buenos predictores, se encontró que de las tres variables introducidas (psicoticismo, neuroticismo y extroversión), solo dos explican la variable dependiente (conducta antisocial); el psicoticismo y la extroversión explican este modelo en un 96%. Debido a que tanto el psicoticismo como la extroversión tienen un valor de significancia inferior a 0,05, contribuyen a la explicación de la conducta antisocial. El neuroticismo tiene un nivel de significancia superior a 0,05, lo cual disminuye su probabilidad de predicción de la variable dependiente. En el presente análisis por pasos, la única variable que se excluyó del modelo fue precisamente el neuroticismo. (Tabla 12) Discusión El objetivo de este estudio es mostrar la relación que hay entre rasgos de personalidad, conducta antisocial y variables sociodemográficas en un grupo de barristas de fútbol. Los resultados demuestran que hay una alta relación entre los rasgos de personalidad, específicamente extroversión y psicoticismo con la conducta antisocial y delictiva.

Tabla 11 Análisis de Anova relacionado con la variable Sexo. Suma gl de cuadrados

Conducta Antisocial * Sexo Conducta delictiva * Sexo

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Inter(Combinadas) 360,753 grupos Intra21296,689 grupos Total 21657,443 Inter(Combinadas) 70,572 grupos Intra15620,871 grupos Total 15691,443

Media cuadrática

F

Sig.

1

360,753

1,152

,287

68

313,187

,307

,581

69 1

70,572

68

229,719

69

Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología


Relación entre personalidad y conducta antisocial EN un grupo de barristas de fútbol

Tabla 12 Rasgos de personalidad excluidas per medio de Análisis de Regresión por Pasos Beta dentro

t

Sig.

Correlación parcial

Psicotismo

,409a

13,171

,000

,849

Neuroticismo

-,008

a

-,168

,867

-,021

Neuroticismo

-,002b

-,094

,926

-,012

Modelo 1 2

En esta investigación, los resultados obtenidos indican que el neuroticismo tiene una correlación positiva baja con la conducta antisocial, la cual se refiere a aquellas personas que se caracterizan por ser ansiosas, despreocupadas, que experimentan cambios de humor frecuente y que se consideran inestables emocionalmente (Salvador, 2004). En contraste, la teoría afirma que este componente juega un importante papel en la conducta delictiva ya que actúa como impulso, multiplicando los hábitos conductuales adquiridos de los extrovertidos o introvertidos (Fernández, 2011). A diferencia del neuroticismo, las escalas de psicoticismo y extroversión obtuvieron una correlación positiva alta con la conducta antisocial. En cuanto a la extroversión, se afirma que los individuos extrovertidos son aquellos a quienes les gusta estar rodeado de personas, son impulsivos y tienen poco control de sus sentimientos; su sistema nervioso central les permite tener mayor inhibición de las situaciones del ambiente, motivo por el cual se consideran sociables y activos, ya que ellos pueden inhibir las situaciones ambientales de manera fácil y les gusta realizar actos o estar involucrados en situaciones que les produzcan placer (Cloninger, 2003). Así mismo, la teoría de Eysenck postula que los delincuentes puntuarán alto en la dimensión de psicoticismo, ya que sus características de frialdad afectiva, hostilidad, insensibilidad y despreocupación, conllevarán a una mayor probabilidad de violar las normas sociales. Por tanto, un delincuente tenderá a ser un individuo con altas puntuaciones en la variable de psicoticismo (Fernández, 2011). De manera complementaria, en estudios posteriores realizados en España que intentan confirmar la teoría de Eysenck, se encontró que la variable psicoticismo (muy

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Estadísticos de colinealidad Tolerancia 1 2

relacionada con la necesidad de estimulación) aparece más asociada al delito que la variable extraversión; además, se halló que la variable Neuroticismo parece no tener relación con la delincuencia (Carrillo y Pinillos, 1983; Pérez, 1984; Pérez et al., 1984; Valverde, 1988, citado por Fernández, 2011). Por todo lo anterior, se puede afirmar que los apartados teóricos de la teoría de Eysenck corroboran los resultados obtenidos en el presente estudio; se observa que la correlación positiva alta se da principalmente en los rasgos de psicoticismo y extroversión; además, tomando como referencia los autores expuestos y diferentes investigaciones realizadas con delincuentes, se evidencia que aquellos que presentan comportamientos antisociales puntúan alto en la dimensión de psicoticismo y extraversión. Esto se da como resultado de su búsqueda de estimulación y excitación; de hecho, estos individuos se sienten más atraídos por aquellas situaciones que son más riesgosas. En cuanto al neuroticismo, en la revisión teórica, se encontró que existen dos puntos de vista para esta temática: el primero afirma que el neuroticismo está relacionado con las conductas antisociales, mientras que el segundo rechaza la idea de que los individuos delincuentes tienen alto nivel de neuroticismo. Este punto de vista permite comprobar la efectividad de los resultados obtenidos en la investigación. Por otra parte, en la investigación se estudiaron diferencias significativas entre las puntuaciones obtenidas para cada una de las variables sociodemográficas relacionadas con la conducta antisocial. Las variables sociodemográficas son: equipo de fútbol, sexo, edad, estrato y ocupación. En relación a la variable equipo de fútbol, se contó con una muestra de 70 sujetos, de los cuales el

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Clara Gutiérrez, Vivian Hernández-Bencardino, Joan Sebastián Rodríguez, Andrea Suárez-Salamanca

50 % eran hinchas de Millonarios (35 sujetos); el 37, 1%, de Santafé (26 sujetos) y el 12,9%, de Nacional (9 sujetos). Con respecto al análisis de medias (Anova) se encontró que no hay diferencias significativas entre las puntuaciones de los tres equipos; es decir, no se puede concluir que en un equipo se presente mayor o menor presencia de comportamientos antisociales. Referente a los resultados obtenidos, la teoría plantea que pertenecer a una barra significa mostrar identidad dentro de un grupo, y esto se evidencia a través del uso de coros, ropas y gestos, que sirven para mostrar la pertenencia a un grupo y la rivalidad hacia el otro (Urra, 1997). Pertenecer a una barra brava permite construir una violencia ritual que va más allá de ver un partido de fútbol, porque también abarca problemas de territorialidad. Es por esto que los barristas en sus canticos utilizan términos para desprestigiar y ofender a sus rivales (Cassigoli y Turner, 2005). Adicionalmente, como se mencionó en la recopilación teórica, los medios de comunicación han sido agentes fundamentales en la consolidación de estos sujetos como violentos. Los medios los han etiquetado como integrantes de barras bravas, por la serie de hechos agresivos, antisociales y delictivos en los que se habían visto involucrados de manera sucesiva. Especialmente, los integrantes de las barras de estos tres equipos de fútbol (Millonarios, Santafé y Nacional) han sido los principales protagonistas de estos hechos (cabe aclarar que ninguno de estos equipos ha tenido mayor participación que otro en conductas antisociales). Esto se puede observar a través de la revisión de noticias del periódico y de los noticieros. En relación con la variable sexo, se contó con la participación de un 94,3% de hombres (66 sujetos) y un 5,7% de mujeres (5,7%). Esto se debe principalmente a que, en las barras bravas, hay mayor presencia de hombres que de mujeres. Los hombres obtuvieron la puntuación más alta en conductas antisociales y delictivas, a diferencia de las mujeres. En lo que respecta al modelo de Anova, se rechazó la hipótesis alternativa, la cual plantea que hay diferencias significativas en las medias de las puntuaciones con respecto al sexo.

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En cuanto a esta variable, estudios teóricos y empíricos han encontrado diferencias significativas. Es frecuente que los hombres incurran en más conductas antisociales que las mujeres, principalmente en la infancia y en la adolescencia. Sin embargo, estudios recientes han mostrado una participación reiterada de las mujeres en bandas y grupos delictivos; pese a los cambios evidenciados, siguen existiendo diferencias entre los dos sexos (Scandroglio et al., 2002, citado por Garaigordobil, 2005). La conducta antisocial en hombres está relacionada con la calidad de sus relaciones con hermanos y hermanas, y muestra una asociación significativa e inversa con los niveles de empatía (que clásicamente han sido bajos en las mujeres). Además, aparece una mayor implicación de las creencias acerca de la responsabilidad personal (Sobral, Romero, Luengo y Marzoa, 2000). Con respecto a la conformación de la muestra para la variable edad, se contó con un 21,4% (15 sujetos) de jóvenes de 13 a 15 años; un 30% (21 sujetos) de jóvenes de 16 a 17 años; y un 48,6% (34 sujetos) de 18 a 19 años. Se obtuvo como resultado que los sujetos que se encuentran entre las edades de 16 a 17 años obtuvieron las puntuaciones más altas en relación con la conducta antisocial y la conducta delictiva, seguidos por los sujetos de 13 a 15 años y; por último, el grupo de 18 a 19 años. Analizando las medias de estas puntuaciones (Anova), se encontró que hay diferencias significativas en esta variable; es decir, se acepta la hipótesis alternativa. El grupo de 16 a 17 años es un mejor predictor de la conducta antisocial en relación con los otros dos. De acuerdo con Santrock (2004), en el proceso de desarrollo de los individuos, se encuentra que entre estas edades, los jóvenes buscan formar parte de un grupo. Éste; por lo general, está conformado por personas que tienen la misma edad o nivel madurativo; de la misma manera, se identifica que los sujetos en estas edades se encuentran en la búsqueda de su identidad; pueden estar experimentando dos sensaciones: el aislamiento o la inclusión en el mundo de los iguales, lo que lo lleva a perder su identidad al diluirse en la masa. Están expuestos de manera más abierta al consumo de drogas y alcohol, a la adquisición de armas y a la asociación con grupos antisociales y marginales.

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Relación entre personalidad y conducta antisocial EN un grupo de barristas de fútbol

Otro resultado importante es que las puntuaciones de conducta antisocial son mayores en el grupo de 16 a 17 años, en comparación con el de 13 a 15 años. Además, se observa que la puntuación más baja se da en el grupo de 18 a 19 años. Con respecto a lo anterior, se puede suponer que, en la etapa de la adolescencia, hay un incremento de conductas antisociales, mientras que dichas conductas disminuyen en la adultez. Esto es congruente con la hipótesis validada en estudios anteriores. Por ejemplo, se ha encontrado que muy pocas personas presentan, por primera vez, comportamientos antisociales en la edad adulta; usualmente, se ha observado que las cifras delictivas se “disparan” al llegar a la adolescencia y disminuyen posteriormente; sin embargo, también se ha encontrado que las conductas antisociales de la niñez / adolescencia pueden predisponer a una mayor inadaptación social en la adultez (Moffit, 1993, citado por Fernández, 2011). En lo que respecta a la variable estrato, la configuración de los participantes fue la siguiente: el 11,4% (8 sujetos) pertenece al estrato 1; el 57,1% (40 sujetos), al estrato 2; y el 31,4% (22 sujetos), al estrato 3. Los resultados obtenidos permiten evidenciar que los sujetos de estrato 2 fueron los que tuvieron puntuaciones más altas en la variable de conducta antisocial, seguidos de los sujetos de estrato 1 y; por último, de los sujetos de estrato 3. Con respecto al análisis de las medias de las puntuaciones, se rechazó la hipótesis alternativa, lo cual indica que no hay diferencias significativas en esta variable. Los resultados de la presente investigación confirman que los sujetos pertenecientes al estrato 2 presentan mayores índices de conducta antisocial y delictiva. De acuerdo con Santrock (2004), las variaciones en el nivel socioeconómico afectan de manera significativa el nivel de ajuste de los adolescentes, familias o padres de estratos bajos; éstos últimos son quienes más recurren al castigo y a las críticas constantes. Así mismo, en un estudio descriptivo-correlacional, que tenía como objetivo evaluar las relaciones de interacción entre una serie de predictores de conducta antisocial previamente identificados en una muestra de 3.186 adolescentes, los resultados arrojaron que la conducta antisocial se relaciona

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débilmente con el estrato socioeconómico. De hecho, éstos no fueron significativos, de tal forma que no se evidencia que exista mayor prevalencia de conductas antisociales en algún nivel socioeconómico (Sobral, et al., 2000). Por último, está la variable de ocupación. Para esta variable, se contó con la participación de un 18,6% (13 sujetos) de desempleados, un 68,6% (48 sujetos) de estudiantes y un 12,9% (9 sujetos) de empleados. De los tres grupos de ocupación, el grupo que puntuó más alto fue el de desempleados, seguido por el de estudiantes y; por último, el de empleados. El análisis de medias mostró la aceptación de la hipótesis de nulidad, lo cual indica que no se encontraron diferencias significativas entre los grupos. En lo que respecta a la revisión teórica y empírica, no se encontraron estudios que respalden en alguna medida la relación entre conducta antisocial y diferentes ocupaciones. Aunque los resultados no arrojaron diferencias significativas entre las ocupaciones, se puede relacionar la mayor puntuación de los desempleados en conducta antisocial con la variable edad (la mayoría son jóvenes) y la disponibilidad de tiempo libre. Con base en un reporte sobre calidad de vida de la localidad de San Cristóbal, el cual fue entregado por la Secretaria de Salud en el año 2010, se encontró que los adolescentes que no estaban estudiando y que permanecían solos la mayor parte del tiempo, tendían a involucrarse en grupos sociales que, en su mayoría, incurrían en actos delictivos (Secretaria de Salud, 2009). Para finalizar, se puede establecer que existe un alto grado de relación entre las dimensiones de personalidad de psicoticismo y extraversión con la conducta antisocial. Además, en relación con las variables sociodemográficas, la edad fue la única variable que mostró diferencias significativas entre los grupos con la conducta antisocial, específicamente el grupo de 16 a 17 años. Así bien, se observa que la adolescencia es el grupo etario donde hay mayor presencia de conductas antisociales. Adicionalmente, para futuras investigaciones se recomienda trabajar con muestras más representativas, así como contar con un grupo de comparación e incluir más variables sociodemográficas, tales como: tipo de familia, antecedentes delictivos, entre otros.

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Clara Gutiérrez, Vivian Hernández-Bencardino, Joan Sebastián Rodríguez, Andrea Suárez-Salamanca

Por último, se considera que es importante contar con el mismo número de participantes en las diferentes categorías para realizar un mejor análisis de resultados. Referencias Cañón, L. y García, B. (2007). Estudio de Caso sobre el Fenómeno de Barras Bravas: Uno Mirada desde la Escuela. Típica, Boletín Electrónico de Salud Escolar, 3 (2), 1-14. Carrión, F (2010). Futbol y violencia: las razones de una sin razón. Cassigoli, R. y Turner, J. (2005). Tradición y emancipación cultural en América Latina. México: siglo XXI editores. Centro de Estudio y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana (CEACSC). (2006). Los jóvenes: víctimas y victimarios. Bogotá: CEACSC. Cloninger, S. (2003). Teorías de la personalidad. México: Pearson Prentice Hall Fernández, E. (2011) Conducta antisocial en adolescentes: factores de riesgo y de protección. [Tesis Doctoral]. España: Universidad Complutense de Madrid. Ferrandiz, F y Feixa, C. (2005). Jóvenes sin treguua: culturas y politicas de La violência. Antrophos: España Franca-Tarragó, F. (1996). Ética para psicólogos. Bilbao: Desclée De Brouwer. Garaigordobil, M. (2005). Diseño y evaluación de un programa de intervención socioemocional para promover la conducta antisocial y prevenir la violencia. España: CIDE

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CUADERNOS hispaNOAMERICANOS DE PSICOLOGÍA, Vol 12 Nº 1, 53-64

Diseño de una guía de práctica clínica de intervención en crisis dirigida a familiares en una unidad de cuidados intensivos Jeannette Torres Benavides1, Carolina Álvarez, Luisa Fernanda Ceballos, Andrés Chiquillo e Indira Galvis2 Universidad El Bosque

Resumen El objetivo de esta investigación fue el diseño de una Guía de Práctica Clínica (GPC) en intervención en crisis en primera instancia, dirigida a familiares con paciente de una Unidad de Cuidados Intensivos adultos; el diseño de esta guía se realizó mediante la lectura experta según la teoría de la Psicología basada en la evidencia, la cual permite validar con criterios de evidencia el grado de pertinencia del tema tratado y facilitar la toma de decisiones bajo el criterio de cientificidad. Tomando como base los lineamientos de búsqueda con validez, se revisaron las GPC, las cuales son recomendaciones elaboradas sistemáticamente, relacionadas con el tema hospitalario e intervención en familia en situación de crisis. Los resultados de la evaluación y selección preliminar de las GPC se analizaron bajo el criterio de los indicadores propuestos por el AGREE, 2003 (Appraisal of guidelines research and Evaluation), que es una herramienta diseñada para ayudar a los elaboradores y usuarios de guías de práctica clínica en la evaluación de la calidad metodológica de las mismas. Finalmente, se propuso una GPC, tomando en cuenta aspectos tales como: modelo de intervención en crisis, validado según la teoría de Rubin y Bloch (1998) y Slaikiu (1996); el modelo de psicología hospitalaria para la intervención en familia en situación de adaptación a condición de salud de su pariente y; por último, los aspectos de contenido según el AGREE, 2003. Palabras clave: intervención en crisis, crisis, familia Abstract The objective of this research was to design a Clinical Practice Guide (CPG) to intervene in crisis. This guide is directed to the relatives of a patient in an Intensive Care Unit. This guide was designed through expert reading. It allowed for the validation -with evidence criteria- of the level of the topic pertinence. Besides, it made it easier the decision-making under scientific criteria. Then, CPGs on family intervention in crisis were reviewed. The results of the selection and evaluation of the CPGs were analyzed through the indicators proposed by the AGREE. Finally, a CPG was proposed taking into account aspects such as: the crisis intervention model- validated by the theory of Rubin and Bloch (1998), and Slaikiu (1996)-; the hospital psychology model for family attention in adapting to a relative health situation; and the content aspects of the AGREE (2003). Keywords: intervene in crisis, crisis, family 1 Psicóloga, especialista en Psicología y Salud, Directora del proyecto de investigación, Universidad el Bosque, torresjeannette@ unbosque.edu.co 2 Auxiliares de Investigación. Recibido. 20 de Febrero de 2012. Aprobado. 2 de Abril de 2012

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Jeannette Torres Benavides, Carolina Álvarez, Luisa Fernanda Ceballos, Andrés Chiquillo e Indira Galvis

Dentro de la Psicología se encuentra una disciplina llamada Psicología de la salud, la cual busca la intervención de todos los aspectos que se relacionan con el proceso de salud, tales como la prevención y la promoción; del mismo modo, esta rama de la psicología busca la concientización de que en la vida de todo ser humano, la salud no solo está constituida por condiciones biológicas, sino que existen otros factores como los ambientales y psicológicos que, en conjunto, regulan: (a) las emociones, (b) los pensamientos, (c) las conductas, (d) el estilo de vida y (e) el estrés. En el ambiente hospitalario, para Novoa y Ballesteros (2006), la función que cumple el psicólogo de la salud, dentro de una institución de la salud, es garantizar la integridad de la atención médico-sanitaria que el paciente recibe al tratar y valorar no sólo la parte física, sino también su dimensión psicológica. Según Soriano, Monsalve, Carnajo y Santolaya (s.f.), el rol que cumple un psicólogo dentro de este contexto se relaciona con múltiples actividades centradas en la prestación de atención psicológica, tanto a los pacientes como a sus familiares. Para Zas-Ros (2001), el psicólogo que se desenvuelve dentro del ámbito hospitalario realiza tres tareas básicas: (a) prevención, (b) diagnóstico y (c) intervención psicológica. Esta última es de gran importancia, no sólo para el paciente sino también para sus cuidadores, pues permitirá a futuro prevenir alteraciones emocionales (Gómez-Carretero, como se citó en Soriano et al., s.f.). Es importante señalar que estas reacciones psicológicas se encuentran influenciadas por mitos, creencias y costumbres que hacen que cada familia y, a su vez, cada miembro que la conforma reaccione de manera diferente (Espejo, Arias y Dolores, 2000). En la Unidad de Cuidados Intensivos, el equipo de trabajo busca el cuidado integral de los pacientes que allí se encuentran. Tanto el ingreso como la enfermedad afectan no sólo el funcionamiento de los familiares, sino su composición. Lo anterior obedece a que, en algunos casos, esto podría desarrollar un desequilibrio emocional, cognoscitivo y conductual, a lo cual se le denomina crisis (Nascaró, 2007). La familia es una parte fundamental de todo paciente, ya que influyen dentro del proceso de salud-enfermedad de éste. Por eso, sus necesidades

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y su participación no son ajenas ante el abordaje; una de las necesidades que demanda el familiar es que se le brinde una información adecuada del estado del paciente, lo cual ayuda a tranquilizar y a minimizar los estados de ansiedad y preocupación que produce el estar en la unidad. Otra de las necesidades que demanda un familiar es que se le informe acerca de las implicaciones de tener un paciente en la UCI, así como de las posibles consecuencias, como puede ser la muerte (Albístur et al., 2000). Debido a esta situación, es de gran importancia la presencia del psicólogo de la salud dentro del ambiente hospitalario. Así, se busca garantizar una atención eficaz y efectiva por medio del diseño de instrumentos como las Guías de Práctica Clínica. Estos instrumentos servirán de apoyo en la intervención adecuada para la toma de decisiones y para disminuir la variabilidad en la práctica (Martin y Ruiz-Canela, 2008). Una tarea diaria que tiene todo profesional de la Psicología está encaminada a la búsqueda y validación de información; es decir, que no sólo el profesional debe basar su ejercicio en la experiencia sino que; por el contrario, debe tener una prueba científica que apoye y sustente su práctica. En Colombia, el Ministerio de Protección Social (2009) ha decretado la implementación de GPC de manera obligatoria para todo profesional que trabaje dentro del ambiente hospitalario. Lo anterior con el fin de dar un uso más eficiente a los recursos de salud, construir planes de beneficio basados en la evidencia y brindar un mejoramiento de la práctica clínica, lo cual redundará en beneficio para los familiares y pacientes. Sin embargo, a partir da la revisión teórica, se encontró que los médicos, las enfermeras y los psiquiatras, son los únicos que cumplen con este decreto; desafortunadamente, la psicología se encuentra aislada en el cumplimiento del mismo. Por ello, surge la necesidad de implementar estrategias basadas en le evidencia que permitan contrarrestar las diversas alteraciones emocionales que la crisis genera. Aunque la psicología de la salud en el ambiente hospitalario ha ido avanzando en la aceptación por parte del personal médico y de enfermería, también ha presentado una serie de inconvenientes para llegar a desempeñar su rol con los pacientes y las

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familias, quienes por los eventos adversos, como la hospitalización o el ingreso a la UCI, han modificado sus rutinas y sus estilos de vida, lo cual genera desequilibrio. Para concluir, los psicólogos que se desenvuelven en un hospital deben ser vistos como los profesionales más competentes para realizar de manera efectiva la intervención adecuada. A su vez, estos profesionales deben ser agentes importantes de apoyo para las familias de los pacientes. Cabe mencionar que el reconocimiento de su labor dependerá de una intervención oportuna y correcta, teniendo siempre presente la buena práctica clínica, con instrumentos que orienten al psicólogo a decidir cuál será la mejor opción de intervención; por ello, será necesario dejar de lado el “ojo clínico” (Becoña et al., 2004) y dar paso a una opinión e intervención que sea profesional y ética para los pacientes y, claro está, para sus familias. Así, se podrá garantizar el equilibrio emocional ante la nueva situación vivida. Ahora bien, el objetivo general de este trabajo es diseñar de una Guía de práctica clínica de atención psicológica para intervención en crisis de familiares de pacientes hospitalizados en la UCI. Guía de práctica clínica en intervención en crisis como estrategia para el abordaje de la familia en la Unidad de Cuidados Intensivos Para la presente investigación, es importante describir temas relevantes que ayuden a comprender la razón por la cual es importante incluir en la práctica profesional una estrategia que ayude a mejorar la calidad de vida de los familiares inmersos en una situación difícil. Unidad de Cuidados Intensivos Es importante poder definir qué es la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Para ello, se toma la definición dada por Estrada, Hincapié y Betancur (2004): “Un servicio de salud especializado en instituciones de tercer nivel de complejidad, y tiene unos estándares para presentación de servicio a la comunidad, con requisitos en recurso humano, físico y

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tecnológico, descrito en la resolución 1439 del 2002 del Ministerio de Protección Social” (p.6). Del mismo modo, la UCI es una sección del hospital, en donde se brinda atención especializada a pacientes que presentan problemas de salud con complicaciones que pueden llevar a la muerte y que necesitan atención constante y supervisión inmediata por parte del personal médico (García, s.f.). Teniendo en cuenta que la UCI es una unidad especializada que requiere de equipo técnico y apoyo artificial, debe cumplir con ciertos objetivos como: (a) clasificar a los pacientes críticos que ingresan al hospital, (b) clasificar al paciente para el egreso de las áreas de medicina crítica, (c) disminuir la morbimortalidad del paciente crítico, (d) disminuir el período crítico de la enfermedad aguda, (e) facilitar la vigilancia continua de los pacientes en estado crítico, (f) contribuir a la prevención de secuelas e invalidez, (g) colaborar en programas de enseñanza e investigación, (h) detectar los eventos problemáticos del paciente grave, e (i) disminuir el costo del tratamiento crítico, sin disminuir la calidad (Juárez, Sáenz, Solís y Tijerino,2007). Familia y pacientes en la UCI. Dada la naturaleza del ambiente de la UCI, tanto la familia como el paciente presentan una serie de complicaciones psicológicas. Según Torrenst, Olivia y Saucedo (2003), los familiares que se encuentran afuera de la UCI tienden a experimentar grandes niveles de ansiedad y depresión que los llevan a dejar de lado sus propias necesidades. Teniendo en cuenta que la familia es una unidad y que el apoyo de estos sobre el paciente puede beneficiar la recuperación, los profesionales de la salud deben proporcionar mayor atención a las necesidades físicas y psicológicas que se presentan durante la estancia del paciente. Esto pone de manifiesto la necesidad y la importancia del psicólogo, quien haciendo acompañamientos óptimos tanto a las familias como a los pacientes logrará mejorar la calidad de vida en esta unidad (Gómez-Carretero, Monsalve, Soriano y De Andrés, 2006). Pacientes. La vida del ser humano gira alrededor de tres elementos: (a) biológico, (b) psicológico y (c) social. Estos elementos se encuentran relacionados

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entre sí; por consiguiente, si uno de ellos se ve afectado directamente, los otros dos también lo harán de manera indirecta; se presentará una pérdida de equilibrio, lo cual llevará a la aparición de problemas de diferente índole, mientras que si se logra mantener un funcionamiento adecuado de los tres componentes, se podrá llevar una calidad de vida satisfactoria (Zuluaga, s.f). Por lo anterior, se ha generado la necesidad de realizar estudios en donde se demuestre cómo la enfermedad puede llegar a afectar y desencadenar diferentes tipos de respuestas emocionales, como se observó en la investigación realizada por Miguel – Tobal, Cano – Vindel, Casado y Escalona (1994) en Madrid. Esta investigación se realizó mediante un programa cognitivo – conductual, el cual constaba de varias técnicas: (a) sesiones informativas, (b) entrenamiento en relajación muscular progresiva, (c) técnicas de respiración, (d) solución de problemas y (e) técnicas de autocontrol. Todas estas técnicas permitían controlar variables psicológicas que pueden afectar al paciente, tales como ansiedad, estrés e ira, entre otras. No obstante, es importante no dejar a un lado el tipo de enfermedad que padece el paciente, pues de ésta depende el tratamiento médico y el seguimiento psicológico. Tener suficiente conocimiento acerca de la enfermedad conlleva, a su vez, a una mejor comprensión sobre cómo se va a llevar a cabo el tratamiento y, de esta forma, tratar de disminuir problemas de ansiedad, depresión y estrés, que alteran el diario vivir. Es claro que cuando una persona se encuentra enferma, presenta cambios psicológicos que afectan su vida de manera positiva o negativa, y estos cambios, en algunos casos, interfieren en la evolución de la enfermedad. Por ello, es necesario trabajar en los tres componentes y, de esta manera, lograr el equilibrio en el que el paciente se encontraba antes de padecer la enfermedad (Zuluaga, s.f). Por otra parte, en la UCI, los pacientes empiezan a manifestar cuatro tipos de necesidades; según Blanca, Blanco, Luque y Ramirez (2008), estos son: (a) interacción social, (b) personalización, (c) confianza y seguridad, y (d) religión. Familia. En este ámbito hospitalario, tanto la familia como el paciente entran en un estado de cri-

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sis por un evento estresante como lo es el ingreso a la UCI; el cambio repentino de ambiente lleva a tener emociones y pensamientos negativos, como: desesperanza, miedo, angustia, ansiedad, debilidad física y mental. Todo esto desencadena pobres expectativas con respecto a la evolución del familiar (Uribe, Restrepo y Muñoz, 2004). Por consiguiente, es de gran importancia permitir que los familiares tengan mayor acceso al paciente, ya que es una fuente de motivación para la pronta recuperación. Según López (2005), la familia es: “un grupo de personas con un grado de vinculación emocional muy fuerte, con una historia en común y un futuro como grupo. Las relaciones entre los componentes de la familia se caracterizan por persistir en el tiempo, compartir un alto grado de intimidad en lo cotidiano y ser emocionalmente intensas” (p.27). Como lo menciona Torrents, Torras y Saucedo (2003), la familia maneja un nivel de estrés alto al saber que su familiar va a pasar mucho tiempo en el hospital; esto se incrementa ya que, en muchos casos, la persona internada es responsable económicamente del núcleo familiar. Por otro lado, se presenta una gran tensión, desencadenada por la poca información sobre la evolución, el diagnóstico y el pronóstico que el familiar recibe. Para Gómez –Carretero et al. (2006), la familia experimenta: (a) estrés, (b) ansiedad, (c) desorganización, (d) sentimientos de desamparo, (e) confusión, (f) preocupación, (g) irritabilidad, (h) culpa, (i) frustración, (j) depresión y (k) incertidumbre. Todos estos factores afectan la calidad de vida de las personas. Por consiguiente, es necesaria la intervención psicológica, ya que ésta le permitirá a la familia expresar todos los sentimientos generados en ese momento (Calderón – Gómez, 2003). Ahora bien, según Díaz y Gonzáles (s.f), la intervención psicológica se divide en tres niveles: (a) acciones educativas, (b) aplicación de diferentes técnicas de modificación de conductas y (c) técnicas de reestructuración de la personalidad. Además, las técnicas psicoterapéuticas deben: brindar apoyo, persuadir, motivar la expresión de emociones y proporcionar información para sobrellevar la situación, Por lo anterior, es de gran importancia que el personal que trabaja en la UCI considere a la fami-

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lia como un factor fundamental para el entorno del paciente, ya que los familiares empiezan a experimentar diferentes sensaciones o pensamientos que, como afirman Pérez y Lozano (como se citó en Martin – Rodríguez y Pérez–San Gregorio, 2007), son debidos al estrés que manejan. Así bien, los familiares pueden presentar: (a) incertidumbre, (b) cambio, (c) falta y dificultad para comprender la información y (d) falta de control de conductas. Estas situaciones desencadenan sensaciones de estrés y angustia, lo que puede explicar la inestabilidad e inseguridad que sienten las familias ante la posibilidad de muerte. Por esto, Albistur (2000) considera necesario e importante que se reconozca cómo perciben los familiares la atención y cuidado al paciente y a su familia; además, plantea que las familias no sólo tienen percepciones sobre la satisfacción, sino también sobre el papel que juegan en el hospital. Teniendo en cuenta la situación problemática de la comunicación entre el personal de la salud y el familiar, se llegan a presentar reacciones defensivas que pueden considerarse como agresivas; entre ellas se encuentran: (a) la negación, (b) la represión y (c) la proyección (Albistur, Bacigalupo, Gerez, Uzal, Ebeid, Maciel y Soto, 2000). Atención psicológica en la UCI. La psicología de la salud permite tener un mayor conocimiento con respecto a la situación psicológica que enfrenta una persona al estar enferma; por lo tanto, se podrán entender y/o modificar las percepciones de una persona con respecto a su salud. De igual manera, la psicología de la salud busca conocer el compromiso del paciente con el tratamiento y si se encuentra preparado para una intervención quirúrgica, así como si conoce los aspectos psicológicos que conlleva la hospitalización y; por último, esta área de la psicología se centra en la relación médico paciente. En este orden de ideas, Matarazzo (como se citó en Pérez, 2003), define la psicología de la salud como un “conjunto de contribuciones educativas, científicas y profesionales de la disciplina de la psicología a la promoción y mantenimiento de la salud, la prevención y el tratamiento de la enfermedad, la identificación de los correlatos etiológicos y diagnósticos de la salud, la enfermedad y las disfunciones relacionadas

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y el análisis y mejora del sistema sanitario y formación de políticas sanitarias” (p. 124). Por su parte, Zas – Ros (2001) define que el rol del psicólogo dentro del ambiente hospitalario es complejo ya que debe realizar diferentes actividades, sin olvidar que éstas deben cumplir con condiciones, organización y funcionamiento del centro de salud. Entre dichos requerimientos se encuentran: (a) prestar atención psicológica, (b) usar y aplicar diferentes técnicas de intervención, (c) integrarse al trabajo multidisciplinario, (d) aumentar la satisfacción de los usuarios, (e) colaborar con el bienestar psíquico y de la salud mental mediante programas preventivos, (f) participar en la selección, evaluación y clasificación de personal, y (g) ejecutar una línea de investigación central. Hay muy pocas personas que conocen realmente el trabajo del psicólogo de la salud. En este sentido, Suarez (2002) menciona diferentes concepciones erróneas acerca del papel que desempeñan los psicólogos en el ambiente hospitalario. Entre tales concepciones se encuentran las siguientes: (a) el psicólogo es portador de malas noticias, (b) el psicólogo es el último recurso y (c) el psicólogo es el apaga fuego. Para poder abolir estas ideas, es necesario delimitar la acción del psicólogo de la salud en el ambiente hospitalario; se debe enseñar qué funciones reales cumple este profesional para lograr garantizar la integralidad de la atención médica que el paciente recibe. Aquí, la integralidad se refiere al tratamiento y valoración no sólo del cuerpo, sino del mundo subjetivo del paciente (Zas –Ros, 2001). Intervención en crisis De acuerdo con Slaikeu (1996), la crisis es un estado temporal de trastorno y desorganización, que se caracteriza por la incapacidad del individuo para manejar las situaciones que está enfrentando. Sin embargo, no es posible predecir una crisis ante un evento traumático, puesto que se cree que si bien éste puede precipitar una crisis en una persona, no necesariamente lo hará en otra (Benveniste, 2000). Al respecto, Fink (como se citó en Franco, 2004), establece cuatro tipos de crisis: retirada defensiva, aceptación, adaptación y cambio y; por último, resultados de la crisis.

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Es necesario poder identificar los diferentes elementos que deben estar presentes para poder identificar la crisis. Para Aja (2009), dichos elementos son: (a) tiempo (corto), (b) desorganización y desequilibrio, (c) sucesos precipitantes y (d) vulnerabilidad. Después de identificar los elementos propios de la crisis, el profesional deberá observar por cuál de las etapas de la crisis se está atravesando en el momento. Según Horowitz, Parad, Resnik y Parad (como se citarón en Slaikeu, 1996), dichas etapas son: (a) desorden, (b) negación, (c) intrusión, (d) translaboración y (e) terminación. Cuando un profesional de la salud hace una intervención en crisis, es necesario que éste cuente con el suficiente entrenamiento y preparación para garantizar la eficacia de la intervención. Según Caplan (como se citó en Costa y de García, 2002), el profesional debe intervenir con rapidez, estabilizar la situación, facilitar la comprensión de los hechos, centrarse en la comprensión del problema y alentar la autodependencia. Además, el profesional de la salud, a la hora de realizar la intervención en crisis, debe proporcionar liberación de las emociones y apoyo social; así mismo, debe facilitar estrategias de afrontamiento (Costa y De Garcia, 2002). Por otra parte, la intervención debe realizarse en el menor tiempo posible y; por lo general, en un sola sesión (García, s.f). Existen diferentes opiniones acerca de qué se debe hacer en una intervención en crisis, pero autores como Roberts (1991), citado por, Rubin y Bloch (2000), afirman que la intervención en crisis debe cumplir con los siguientes pasos: (a) establecer un contacto psicológico para crear una relación rápidamente, (b) examinar la dimensión del problema para luego definirlo, (c) estimular la exploración de los sentimientos y las emociones, (d) generar y explorar soluciones alternativas y específicas, (e) explorar y evaluar los intentos previos del afrontamiento, (f) restablecer el funcionamiento cognoscitivo por medio de la aplicación de un plan de acción, y (g) realizar un seguimiento. Para finalizar este tema, el modelo más apropiado es el trabajado por Rubin y Bloch (2000), quienes tienen en cuenta tres aspectos importantes para poder realizar una intervención completa, estructurada y eficaz. Tales aspectos son: (a) relación, (b) evaluación y (c) revisión.

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La relación hace referencia al primer contacto terapéutico, de consideración positiva incondicional, cuyo objetivo es identificar la necesidad del paciente. La evaluación tiene como objetivo establecer la correspondencia entre la severidad de la crisis y los recursos con que se cuenta (estrategias de afrontamiento). Por último, la remisión son los recursos con que se cuenta para complementar la intervención, de acuerdo a la capacidad del profesional Guías de práctica clínica Por la gran incertidumbre que ha existido por parte del equipo médico, es necesario diseñar, construir e implementar herramientas que beneficien la toma de decisiones clínicas, reduzcan la variabilidad en la práctica de los profesionales de la salud y ayuden a cumplir las metas y objetivos del sistema de salud (Jovell, Guarga, Marquet, 2008). Se han encontrado diferentes definiciones acerca de qué es una Guía de práctica clínica (GPC). Para autores como Jovell, Navarro, Aymerich y SerraPrat (1997), una GPC es una serie de recomendaciones creadas para ayudar a seleccionar las mejores opciones diagnósticas y/o terapéuticas; además, para Jovell, Guarga y Marquet (2008), las GPC son revisiones basadas en la evidencia que guían la toma de decisiones a partir de la estructuración de conocimiento explicito – táctico. En Colombia, según el Ministerio de la Protección Social (2009), se cuenta con un servicio que garantiza la Atención Primaria en Salud (APS), regulado bajo el decreto 1011 de 2006. Dicho servicio busca que se garanticen los principios de accesibilidad, oportunidad, seguridad, pertinencia y continuidad, en conformidad con estatutos y desarrollos internacionales, para regular la oferta en salud. En este orden de ideas, el Ministerio de la Protección Social plantea la construcción de GPC basadas en la evidencia. Las GPC pretenden certificar y garantizar la delimitación de estrategias efectivas de cuidado, mejorar la calidad del cuidado, reducir los gastos innecesarios e improductivos, responder estratégicamente para poder traducir resultados médicos en términos prácticos y aplicables, garantizar al personal de la salud la toma de decisiones correctas y darle protagonis-

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Diseño de una guía de práctica clínica

mo al paciente para que pueda participar de manera activa en el cuidado de su salud. Pese a lo anterior, a partir de la revisión sistemática, se ha encontrado que el objetivo propuesto por esta entidad no se cumple a cabalidad únicamente los profesionales están interesados en crear protocolos y GPC para garantizar el manejo de la enfermedad física, sin tener en cuenta el manejo de la enfermedad mental y las diferentes reacciones emocionales que se pueden presentar debido al impacto del escenario hospitalario y de la patología misma. Según Jovell, Navarro, Aymerich y Serra-Prat (1997), para tener un buen producto final, la GPC debe pasar por el siguiente proceso, siguiendo una metodología de rigor. En primera instancia, el diseño y la construcción deben partir de la formulación del problema a resolver; luego, se deben delimitar los objetivos del alcance de la GPC. Posteriormente, se debe seleccionar el grupo de trabajo interesado y relevante para el desarrollo de las distintas fases del diseño de la GPC. Después de esto, se debe establecer el tiempo de trabajo y formular un plan de tareas que debe seguir cada uno de los miembros del grupo. A continuación, se deben seleccionar los formatos de presentación de la GPC, teniendo en cuenta los usuarios o beneficiarios de la misma; luego, se deben plantear estrategias de diseminación, promoción y circulación de la GPC y; por último, delimitar el tempo pertinente, tanto para la evaluación como la actualización de la GPC. En segunda instancia, una vez establecidos los elementos importantes para el diseño de la GPC, se ejecutan dichos elementos para la construcción. Para ello, se deben seguir los siguientes parámetros: establecer la situación clínica a resolver, involucrando el contexto específico y la población a la cual va dirigida, directa o indirectamente; seleccionar la posibles intervenciones, modelos y técnicas de intervención relacionadas con el problema; tipificar todos los resultados posibles que resulten relevantes para el diseño y construcción de la GPC (ya sean políticos, económicos gubernamentales, institucionales, personales y de la población a la cual va dirigida); realizar una revisión sistemática de la evidencia con

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el fin de estudiar la factibilidad que puede tener la GPC para el escenario requerido; revisar la redacción y la adaptación del lenguaje; someter la versión preliminar de la GPC a revisión externa pues ésta puede requerir modificaciones; realizar la prueba piloto; redactar la versión final que se va a publicar en los diferentes diseños de formatos seleccionados; implementar y distribuir la guía a los diferentes profesionales beneficiarios; medir el impacto de la GPC y actualizarla según la planificación acordada. En tercera instancia, con respecto a la distribución de la guía a los profesionales que la utilizarán, se establecen estrategias donde se pretende; en primer lugar, eliminar las posibles barreras de adopción, describir los detalles de su construcción de manera llamativa, apoyándose en estrategias educativas como tutorías a distancia, conferencias locales y líderes de opinión. Por último, en lo que respecta a la implementación, se debe tener en cuenta que la estrategia formulada para esta fase depende de factores culturales que incluyen estilos de práctica clínica, motivación, factores educativos, creencias, valores, hábitos y normas sociales de una localidad, o región en particular. Además, la implementación debe generar en los profesionales de la salud una cultura de adquisición de conocimiento sobre condiciones clínicas específicas; así mismo, este ejercicio busca modificar la resistencia del profesional a aceptar las nuevas recomendaciones, a realizar cambios en las prácticas clínicas. De este modo, la implementación de la GPC pretende garantizar una mejor calidad de vida (Conroy, 1995). La evaluación en esta fase pone a prueba la calidad de la GPC; es aquí donde se evalúa si las recomendaciones dadas son las mejores para los usuarios y si la GPC puede ser una alternativa en la práctica. Las recomendaciones también sirven para hacer comparaciones con GPC similares, con el fin de saber si se requieren adaptaciones y modificaciones. Finalmente, para hacer efectiva la evaluación, se deben seleccionar instrumentos aceptados y avalados por la comunidad científica; al respecto, cabe mencionar que el instrumento más utilizado para evaluar GPC actualmente es el AGREE.

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Método Tipo de investigación El presente trabajo se enmarcó dentro de una investigación de desarrollo tecnológico. En este caso, este tipo de estudio permite responder a una necesidad hospitalaria, ya que se centra en el diseño de un guía de práctica clínica basada en la evidencia para la atención psicológica en primera instancia a familiares en crisis con pacientes en la UCI. Procedimiento El presente trabajo se desarrolló a partir de los requerimientos y lineamientos propuestos en el instrumento de guías AGREE. A continuación, se especificarán los pasos que se tuvieron en cuenta para el diseño de las Guías de Práctica Clínica: 1. Se realizó una búsqueda exhaustiva de evidencia científica, centrada en modelos de atención en crisis en ambiente hospitalario con énfasis en familia. En este sentido, se hicieron varias revisiones sistemáticas en diferentes medios electrónicos, libros, artículos y GPC. Por medio de diferentes bases de datos y fuentes de información, se identificaron las GPC principales (locales, nacionales e internacionales), elaboradas por otros grupos que pudieran ser relevantes para esta GPC. Las bases de datos utilizadas fueron: Guía salud, Psicoevidencia, Guideline Sumary, Medline, Embase, PsucInfo y de diferentes entidades como: Ministerio de Salud de España, Ministerio de Protección Social. Además, se tomaron en cuenta revistas científicas, tanto de salud pública como mental, y libros de atención primaria recientes, entre otros. Finalmente, vale la pena mencionar que se encontró un total de veintidós Guías de práctica clínica en salud mental. 2. Se realizó un análisis de la lectura de las veintidós GPC más adecuadas que se relacionaron con el tema y se clasificaron de acuerdo a las temáticas de interés: familia, intervención en crisis, atención primaria y Unidad de Cuidados Intensivos. A las ocho GPC que cumplieron con los requisitos anteriormente mencionados se les

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realizó un análisis riguroso por medio de la clasificación numérica del AGREE. 3. Se compararon las guías seleccionadas. Para ello, se organizó la información disponible de cada una, teniendo en cuenta la puntuación obtenida mediante acuerdos y desacuerdos que se obtuvieron en consenso de grupo de trabajo a partir de la integración de la evidencia de las recomendaciones propuestas. 4. Se diseñó la guía, teniendo en cuenta la evidencia empírica, los parámetros del AGREE y el modelo de intervención en crisis que más se ajustó para el abordaje de las familias con paciente internado en la UCI. 5. Se creó, como valor agregado para la presente investigación, una segunda guía para la comunicación e intervención en el fallecimiento e inicio del duelo en la UCI, bajo el modelo de intervención en crisis de Slaikeu y de duelo de Worden. Además, se realizó una revisión teórica acerca de la salud familiar, con el fin de facilitar la compresión de las diferentes reacciones que presenta la familia ante un ambiente hospitalario. Resultados En el siguiente apartado, se presentarán los resultados obtenidos para el diseño de la GPC; en primera instancia, se mostrará el proceso de búsqueda de las GPC, seguido de la comparación de las guías seleccionadas para establecer los acuerdos y desacuerdos y; por último, se establecen las estrategias de intervención. Teniendo en cuenta el “Instrumento para la Evaluación de Guías de Práctica Clínica” (AGREE), se realizó la evaluación de las ocho guías más adecuadas según las seis áreas en las que se encuentra dividido este instrumento. En el proceso que se llevó a cabo para la evaluación se tuvieron en cuenta los puntajes estandarizados; cuando las puntuaciones son superiores al sesenta por ciento, la guía tiene una alta calidad general y puede utilizarse en la práctica sin modificaciones. De las ocho guías evaluadas, sólo se tuvieron en cuenta cinco debido a su alto puntaje en las áreas de rigor en cuanto a elaboración, claridad y presentación (ver tabla 1).

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Tabla 1 Puntuaciones de la evaluación de las guías seleccionadas CP

A

Trastorno mental grave

GPC

92%

AC

58%

PI

81%

RE

81%

44%

63%

IE

Cuidados paliativos

92%

65%

82%

77%

42%

46%

Esquizofrenia y trastorno psicótico

94%

75%

81%

88%

28%

50%

Insomnio en atención primaria

86%

83%

85%

83%

64%

50%

Trastornos de ansiedad en atención primaria

86%

75%

90%

81%

53%

79%

Nota: AC (alcances y objetivos); PI (participación de los implicados); RE (rigor en la elaboración); CP (claridad y presentación); A (aplicabilidad) e IE (independencia editorial)

De las cinco guías seleccionadas se extrajeron las recomendaciones más adecuadas que se ajustan al diseño de la GPC propuesta para el presente trabajo; pese a que la temática central de las guías seleccionadas no corresponde en un primer plano al eje principal de la GPC diseñada, éstas tratan temáticas relacionadas con la atención psicológica en familia en un segundo plano, lo cual permitió tener una base para guiar el diseño de la GPC. A partir de los desacuerdos y acuerdos extraídos de las recomendaciones mencionadas en cada una de las GPC seleccionadas, se lograron establecer las principales estrategias de intervención que permitirán un abordaje básico de la familia. A partir de esto, se tomaron los acuerdos estipulados en el anexo D para el diseño final de la guía, la cual consta de los siguientes apartados: presentación, autoría y colaboraciones, preguntas para responder, resumen de las recomendaciones, introducción, alcance y objetivos, metodología, formulación de preguntas, estrategia de búsqueda, elaboración de recomendaciones, definición y diagnóstico de intervención en crisis, etapas de la crisis, intervención ante una crisis, intervención psicológica, bibliografía y agradecimientos. Como valor agregado a la investigación y teniendo en cuenta la importancia de establecer una adecuada intervención ante la crisis por el fallecimiento del paciente que se encuentra internado en la UCI, se diseña una segunda guía de práctica clínica, en la cual el psicólogo encontrará una explicación teórica sobre el duelo, recomendaciones e intervención

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psicológica, basados en el Modelo de intervención en crisis de Slakeiu (1996) y de duelo de Worden (2004). Así mismo, se llevó a cabo una revisión teórica acerca de la salud familiar para dar una explicación de las diferentes reacciones que presenta la familia ante un ambiente hospitalario. Discusión La evaluación llevada a cabo hizo evidente la necesidad de crear una guía para que los psicólogos que se desenvuelven en un ambiente hospitalario tengan una herramienta que garantice el correcto manejo de situaciones en las que se ven envueltas las familias al tener a uno de sus integrantes internado en una UCI. Así mismo, se observó que es necesario disminuir el impacto de dicha situación en la calidad de vida funcional de una persona y/o una familia que se encuentra en crisis. La participación del campo de la psicología dentro de un hospital ha demostrado no solo su importancia dentro del manejo de la promoción y mantenimiento de la salud, sino también ha justificado su función debido a que es el psicólogo de la salud quien tiene un visión clara e integral del ser humano; desafortunadamente, a dicha profesión se le han otorgado falsas funciones, pues son muy pocos los profesionales de la salud que saben que el objetivo de un psicólogo dentro de un ambiente hospitalario es el de garantizar la integridad de la atención médica que recibe el paciente y su familia, además de tratar y valo-

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rar no solo la enfermedad física, sino también la salud mental (Gómez et al., 2007). Existen múltiples funciones que debe desempeñar el psicólogo dentro del ambiente hospitalario; dentro de ellas, se encuentran las siguientes: utilizar y aplicar diferentes formas y técnicas de intervención psicológica, ya sea a nivel individual o grupal; contar con herramientas que le ayuden a garantizar que se cumpla con el objetivo de las instituciones de salud de manera efectiva, eficaz y eficiente; todo profesional de la salud sin excepción alguna debe trabajar con parámetros claros, basados en una evidencia que le ayude a validar su trabajo; por ello, la creación y utilización de protocolos y/o Guías de Práctica Clínica contribuyen a que el profesional sepa qué hacer ante una situación que se presenta y requiera de su servicio de atención (Flórez, 2001). Las GPC son catalogadas como un conjunto de recomendaciones creadas de manera sistemática para ayudar a los profesionales a tomar la mejor decisión o la más apropiada ante una situación y/o problema, bajo diferentes opciones diagnósticas o terapéuticas. Es importante señalar que el uso de las GPC ayuda a reducir la variabilidad y a mejorar la práctica clínica (Jovell et al., 1997). A partir de la búsqueda realizada en el presente trabajo, se pudo evidenciar, en primera instancia, la ausencia de una guía dirigida específicamente a psicólogos que trabajan en un ambiente hospitalario y, en segunda instancia, que trataran el tema de desequilibrio emocional, el cual es muy común dentro de este ambiente, en especial en la UCI. Como muy bien se sabe y se desarrolló en la investigación, cuando una persona entra en crisis está enfrentando una situación ante la cual sus recursos de adaptación y defensa no son los adecuados para afrontar la situación. Del mismo modo, las manifestaciones o diferentes respuestas tales como: (a) shock, (b) desconfianza, (c) desorganización, y (d) angustia (Torrents et al., 2003), son señales que el profesional debe tener presente para la adecuada intervención inmediata; así, podrá restablecer el equilibrio del individuo que, en el caso de este trabajo, son los integrantes de la familia.

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Dentro de la revisión realizada, referente a las familias con pacientes en la UCI, se evidenció que los familiares se encuentran expuestos a altos niveles de estrés frente a la estadía de su familiar en la unidad. Según Pérez (2003), esto se debe a: (a) la incertidumbre, pues enfrentan la posibilidad de morir; (b) el cambio, ya que deben modificar su diario vivir; (c) la falta y dificultad para comprender la información dada por el médico; y (d) la falta de control de las conductas en el momento de hacer frente a la situación que se presenta. El apoyo brindado por el profesional en la UCI le permitirá a la familia expresarse, desahogarse y calmarse; de igual manera, se le podrá brindar todo el apoyo que requiera (Martin-Rodríguez y Pérez-San Gregorio, 2007) ante un suceso que genere una crisis. Así bien, la intervención en crisis es un proceso de ayuda que está dirigido a auxiliar a una persona o a una familia a sobrellevar un suceso traumático. Desafortunadamente, no existe ningún material o teoría que explique o enseñe al profesional a realizar dicho proceso. Además, tras la búsqueda realizada, se puede ver que tampoco existe una herramienta que oriente al profesional para identificar y actuar. Otro desafío que enfrenta el psicólogo, y que también se evidencia en la intervención en crisis a los familiares, es la escasa información ante el fallecimiento del paciente, lo que dificulta el abordaje de este evento. El duelo no es un solo sentimiento, sino una sucesión de sentimientos a los que el psicólogo debe estar atento. Además, debe abordarlos adecuadamente para evitar complicaciones; es claro que una intervención adecuada por parte del psicólogo no sólo garantizará herramientas para afrontar ese momento vivido, sino que también brindará alivio en ese primer impacto. Entonces, una herramienta como la GPC, donde se especifiquen los pasos correctos a seguir, le ayudará al psicólogo a evaluar y ofrecer un servicio de calidad, basado en evidencia científica. Para concluir, uno de los factores importantes que debe tener presente todo profesional es la relación terapéutica. El modelo de Rubin y Bloch (2000) propone una intervención en crisis denominada “modelo general de la respuesta de Relación – Evaluación –Remisión”; éste integra otros modelos que trabajan

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Diseño de una guía de práctica clínica

dicha temática y hace hincapié en los aspectos actitudinales y técnicos de la relación terapéutica mencionada anteriormente. Este modelo, desarrollado en la guía diseñada debido a la ausencia de herramientas que trabajan dicha temática, le permitirá al psicólogo de la salud tomar decisiones adecuadas y oportunas. Referencias Aja, L. (2009). Intervención en crisis. Recuperado de http://buscandoanimo.org /Descargas/04_Intervencion_en_crisis.pdf Albístur, M., Bacigalupo, J., Gerez, J., Uzal, M., Ebeid, A., Maciel, M. y Soto, J. (2000). La familia del paciente internado en la unidad de cuidados intesivos. Revista médica uruguay, 16, 243256. Tomado el 24 Agosto de 2009, de la base de datos Lilacs. Benveniste, D. (2000). Intervención en crisis después de grandes desastres. Revista del sociedad psicoanalítica de Caracas, 1 (8), 1-6. Tomado el 25 de Octubre de 2010, de la base de datos Redalyc. Blanca, J., Blanco, A., Luque, M. y Ramirez, M. (2008). Experiencias, percepciones y necesidades en la UCI: Revisión sistemática de estudios cualitativos. Enfermería global, 12,1-14. Tomado el 24 de Agosto de 2009, de la base de datos Dialnet. Calderón-Gómez (2003). Intervención en crisis a cargo de las y los profesionales en Enfermería. Enfermería en costa rica 25 (1) 39-44. Tomado el 15 de Marzo de 2010, de la base de datos Redalyc. Costa, A. y De García, M. (2002). Debriefing y tria psicológica en la intervención en crisis: una revisión. Revista Psiquis, 25 (5) 198-208. Tomado el 27 de Febrero de 2010, de la base de datos Dialnet. Estrada, J., Hincapie, J. y Betancur, C. (2004). Caracterización epidemiológica del paciente critico en una institución de tercer nivel de atención. Fundación universitaria del área andina, 5-15.Tomado el 7 de Septiembre de 2010, de la base de datos Scielo. Franco, J. (2004). Percepción del familiar del paciente crítico, respecto a la intervención de enfermería durante la crisis situacional en la Unidad de Cuidados Intensivos. Hospital Nacional Edgar-

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CUADERNOS hispaNOAMERICANOS DE PSICOLOGÍA, Vol 12 Nº 1, 65-78

Retratos reales de historias inimaginables ii: La memoria colectiva de las víctimas del conflicto armado en Colombia Myriam Ocampo Prado1 y Mayerlín Férguson López2 Universidad El Bosque

Resumen En el presente trabajo se buscó reconstruir los acontecimientos violentos que reconfiguraron las historias de vida de las personas que los experimentaron. Esto se realizó a través del desarrollo de microhistorias, las cuales contribuyeron a la elaboración de un pasado común, factible de ser contado y aporte a la vida en comunidad. Se planteó la necesidad de escuchar a las víctimas del conflicto armado y conocer su visión de los sucesos. A través de ello, se pretendió establecer una memoria colectiva que emane de las particularidades, para así llegar a una verdad en común que permita plantear un futuro de paz. Palabras Clave: Memoria Colectiva, Víctimas, Conflicto Armado, Justicia Abstract The present work aims to rebuild the violent events that reshaped the life stories of people who experienced them. For doing so, micro-stories were used. These contributed to the development of a common past to be told to others. In this way, it could be a support for the community life. So, it was established that it was necessary to listen to the victims of the armed conflict in order to know their view of the events. In doing so, it was intended to establish a collective memory based on the specificities, whose purpose is to reach a common truth, which makes it possible to propose a future in peace. Keywords: Collective Memory Victims, Conflict, Justice

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Ph.D. en Psicología, Directora de la Especialización en Psicología Social Cooperación y Gestión Comunitaria de la Universidad El Bosque, myriamocampo@yahoo.com.mx 2 Psicóloga, Auxiliar de Investigación Recibido. Marzo 14 de 2012 Aprobado. Abril 24 de 2012

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Myriam Ocampo Prado, Mayerlín Férguson López

Introducción En los distintos países de Latinoamérica que se han visto afectados por la violencia (dictaduras, guerras civiles, etc.) se viene planteando como estrategia de intervención social las comisiones de verdad; éstas han permitido, en alguna medida, reconstruir la memoria colectiva y; por ende, plantear estrategias de implantación de la justicia (para algunos casos, no para todos, ya que depende de quién lidere las comisiones -el estado, la sociedad civil, etc.-). Para el caso de Colombia, esta forma de resarcir a las víctimas y lograr esclarecer los hechos sólo se ha aplicado en casos puntuales (por ejemplo, lo sucedido en el Palacio de Justicia), pero esto no ha logrado mayor impacto en el área judicial. Sin embargo, existen esfuerzos por parte de la Comunidad Ética Internacional para conseguir un reconocimiento a las víctimas del conflicto armado en Colombia, de focalizar la atención sobre los crímenes de Estado, entre otros; esto permitiría que las víctimas recobraran, en cierta forma, su estatus, rol y lugar (como en el caso de los mal llamados “falsos positivos”). Al observar estos esfuerzos, como los de muchos otros expertos en el tema, llama la atención la necesidad de seguir reconstruyendo esa memoria colectiva, de tal forma que no sólo las personas sientan un reconocimiento simbólico, sino que –así sea– a escala micro, genere un impacto sobre la legislación en torno a las víctimas y la judicialización de los victimarios. El objetivo de este proyecto de grado es reconstruir con algunas personas los acontecimientos violentos, de tal modo que ellos mismos logren realizar un duelo a estas historias en el proceso de recrearlas y socializarlas; y además, se comiencen a restituir los relatos que lleguen en un futuro no muy lejano a lograr establecer una verdad, una historia de la nación que permita construir un sueño de paz. Planteamiento del problema En un país desgarrado por un conflicto armado de más de cuarenta años, trazado por una historia de violencia continuada, con innumerables víctimas y una historia por escribir, se hace

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necesario desarrollar y visibilizar los intentos por reconstruir la memoria de aquellos acontecimientos que han cambiado el curso de las vidas de los distintos actores sociales y; por consiguiente, del colectivo de un pueblo. Es en esta dirección donde nace el interés por indagar sobre los recuerdos de los sucesos violentos que experimentaron las víctimas. Entonces, se impone la tarea de buscar en las historias particulares la forma en que se erige la memoria colectiva. La reconstrucción de la memoria colectiva por parte de las comunidades, en países afectados por la guerra, dictaduras y conflictos armados prolongados (como en el caso de Colombia), elabora los hechos, instituye una verdad que no solo abre el camino para comenzar a resarcir, simbólica y materialmente, a las víctimas, sino que permite visualizar posibilidades ciertas para llegar a hacer justicia. Esta elaboración se constituye en la única forma de construir un futuro más libre del lastre de la violencia vivida, un futuro de paz. El olvido o el perdón son normalmente las herramientas o mecanismos de defensa de los victimarios, que finalmente éstos ven como una opción de resarcimiento para reingresar a la sociedad. Por esto, la recuperación de la memoria colectiva es necesaria para construir la historia de una nación con la verdad de todos, así como para encaminarse a procesos de elaboración del duelo: de los que han visto pasar los hechos y de los que han generado la tragedia, todo como un proceso colectivo más consciente y menos diluido en la malla de los recuerdos. La memoria colectiva de la que aquí se habla es la referente a la forma en que se vivieron los acontecimientos por parte de los actores sociales; esto viene a plantear una diferencia significativa con la memoria histórica o versión de los hechos oficiales, que procuran resaltar fechas, espacios y sucesos puntuales; es decir, es lo que podríamos llamar un intento de objetividad. La memoria colectiva no tiene tales pretensiones; en el reconocimiento de la subjetividad y las intersubjetividades se erige con el propósito de capitalizar la historia de vida personal como patrimonio de un colectivo de personas que participaron, experimentaron y transformaron sus vidas a partir de los hechos violentos.

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Antecedentes Frente a los silencios ominosos, frente al sistemático intento de ocultar la realidad y de defender a sus responsables, está la lucha incansable por la recuperación de la memoria. Una lucha presidida por su probado valor terapéutico individual y por su incuestionable papel preventivo, desde el punto de vista social (Blanco, 2002). El tema de la memoria histórica de las víctimas se encuentra enmarcado en un plano político, legislativo y judicial; esto hace que quien asuma una posición ante él, también lo haga sobre los otros frentes antes nombrados. En el contexto académico, aparecen una serie de investigaciones; la gran mayoría se ha enfocado en el tema de las comisiones de verdad. Éstas han sido estudiadas, no solo por tener el carácter de constructores de “una verdad” o de recuperar la “memoria histórica” de un país abatido por alguna clase de conflicto armado que ha perturbado a su población, sino porque a partir de ellas se toman medidas de compensación; tal es el caso de la reparación o resarcimiento y el de la justicia a los victimarios. Entonces, se plantean numerosas investigaciones (Bleeker, 2007; Britto, 2006; Capella, 2008; Cuya, 1996; Díaz, 2008; Fuentes y Cote, 2004; Isaacs, 2006; Marchesi, 2009; Mujica, 2003; Osorio, 2009; Popkin; 2009; Salazar, 2003; Vidal, 1997; Yankelevich y Jensen, 2009) enfocadas en indagar por el funcionamiento de las comisiones de verdad en los distintos países de Latinoamérica (Argentina 1984, Brasil 1985, Uruguay 1989, Chile 1991). Dichos países han utilizado las comisiones de verdad como mecanismos para lograr consolidar la paz y pensar en la reconstrucción del futuro. Según se plantea, cuando se encuentran esclarecidos los hechos, las víctimas se hallan representadas y reparadas (al menos simbólicamente) y, no menos importante, los victimarios han sido castigados por los crímenes cometidos o las instituciones han sido reformadas, los países pueden pensar en un futuro. Sin embargo, no en todos los casos las comisiones de verdad logran llegar al plano de la justicia, ya que los resultados de ésta también se encuentran supeditados a los intereses particulares de quien la desarrolle (el estado o agentes exter-

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nos), consolidándose estados de insatisfacción en el pueblo al que encarne o aquellos que excluya; por ejemplo, los exiliados. Además, se da cuenta del rol que las comisiones de verdad juegan en el futuro de los pueblos de América Latina: ¿Cómo éstas han entrado a configurar a la ciudadanía? ¿Qué lugar ocupa esa memoria histórica en nuestras prácticas? ¿Cómo afectan e influyen en las colectividades, en su futuro? ¿Qué impacto tangible tienen en el curso de la historia? Por otro lado, se encuentran autores (Bello y Villa, 2005; Camacho, 2003; Halbwachs, 1991; Peinado, 2008; Stern, 2009) cuyos estudios han hecho énfasis en el carácter mismo que tiene la construcción de la memoria histórica y colectiva de una nación. El rol que desempeñan las guerras, los grupos de poder, la situación de desplazamiento en la historia de un pueblo, las persecuciones y violaciones masivas a los derechos humanos, se encuentra allí. Obviamente, dicho rol depende del punto de vista desde el cual se plantee, el de las víctimas o los victimarios, el Estado o los rebeldes. No obstante, empezar desde las particularidades de las personas no es tarea fácil; construir una verdad en torno a mil historias requiere paciencia, coherencia y un sentido de la moral. Es el análisis de cómo se construye esa memoria colectiva el objetivo que se proponen las pesquisas antes mencionadas. Una orientación muy común en las investigaciones que se realizan sobre temáticas relacionadas con la violencia, es la evaluación o percepción de las propuestas de intervención que se realizan con los actores sociales; en este caso, las víctimas del conflicto armado. Las intervenciones se proponen en estilos singulares, dependiendo desde el área que se tome (más individualista desde el sector salud, más colectivo desde el sector social); empero, en la última década la intervención o atención psicosocial se ha erigido como una propuesta más que viable que trasciende el asistencialismo, aunque éste sea necesario y todavía se practique. Existen pesquisas (Duque, 2005; Ferraz, Herrera, Walter y Mari, 2009; Torres, 2007; Vicente, 2009) sobre los modelos de intervención que utilizan el giro narrativo como proceso terapéutico en la intervención, ya sea desde lo teológico, psicológico, psiquiátrico o el trabajo social con las víctimas.

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Finalmente, se hallan estudios desde la perspectiva feminista o la categoría de mujer (Centeno, Alba y Bohórquez, 2009; Miller, 2005) dentro del conflicto armado. Estas indagaciones retoman la narrativa como modelo terapéutico, tanto a nivel social como individual, y pretenden establecer los cambios en el rol que sufre la mujer dentro de las situaciones de conflicto, situándola como la víctima más diciente y vulnerable del mismo. Asumen que las mujeres deben disponerse a jugar un papel masculino de proveedoras de la economía y protección familiar, lo cual les causa depresión, angustia y, en algunos casos, se deriva en maltrato. Así bien, éstas son las investigaciones que conforman el marco de estudio de la memoria histórica en el conflicto armado en los distintos países de América Latina; plantean, como se propuso inicialmente, el carácter político que asumen ya que pretenden orientar las medidas de ley y analizar las repercusiones judiciales en los actores sociales protagonistas del mismo. La búsqueda de la verdad, tan inalcanzable, es el duro trabajo que se proponen las comisiones de verdad al tratar de recuperar y reconstruir la memoria histórica; el impacto social que genera puede llegar a ser terapéutico o traumático, dependiendo de si los resultados intentan ser o no objetivos. Se continúa planteando la condición de víctima especial para la mujer, lo cual podría encasillarla más en el rol de vulnerabilidad. Método La investigación es de tipo cualitativo; en la medida que se plantea una perspectiva fenomenológica, que busca comprender, más que explicar, la investigación cualitativa se erige como el mejor modo de llevar a cabo el presente trabajo. Dentro de las características de este enfoque, se encuentran las siguientes, según Bogdan y Taylor (s.f.): es inductivo; no está orientado a comprobar hipótesis preconcebidas, sino que se asume como un modelo flexible, susceptible de cambio. La mirada es holística; procura concebir el contexto y los actores como un todo articulado. Así mismo, los actores son personajes con aspectos particulares, sensibles a las concepciones del otro, autoreferenciados, cuyas formas de ver el

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mundo son todas valiosas. Por su parte, el investigador reconoce sus prejuicios al momento de entrar en relación con el otro. Para este tipo de metodología, los significados construidos por los actores y enmarcados culturalmente son valiosos ya que determinan la acción. Sin embargo, ese cumulo de significados se crean y recrean en la interacción; su carácter intersubjetivo viene a postular la interpretación como el puente a través del cual emerge el sujeto mediante el lenguaje. Investigación acción participativa A partir de la reconstrucción de las historias se busca que las personas logren establecer socialmente su versión de los hechos y, a su vez, elaborar posibles duelos. Así, se contribuye a la elaboración de una verdad pública, la cual les puede proporcionar no solo el reconocimiento, sino la reparación simbólica y, en alguna medida, la justicia, que no es alcanzada necesariamente por la vía legal. La investigación acción participativa (IAP) se propone cualificar y legitimar el saber popular, llegar a la equidad social, el desarrollo de la conciencia social, la autonomía, la gestión y la auto-organización, así como a la producción de conocimientos con utilidad social. Además, este tipo de investigación busca promover el cambio social y el desarrollo integral, mirada adoptada como precepto fundamental del presente trabajo. La IAP viene a plantear la ruptura entre la relación sujeto-objeto; es decir, rompe con la desigualdad entre investigador e investigado; se parte de un reconocimiento de que ambos actores pueden aportar conocimientos, reflexiones e información fructífera para la investigación, en la medida que la dinámica es escucharse mutuamente. También se transforma la relación entre teoría y práctica, no se parte de la comprobación de teorías ya estructuradas, sino que éstas se construyen a lo largo de la interacción con la comunidad; no hay nada apriori. La validez se plantea cuando se comprueba que el proceso permitió el crecimiento de las personas y que el enfoque es coherente. Las inferencias se encuentran contextualizadas de modo que, tanto el entorno micro como el macro, se ven representados. Finalmente, el objetivo de la IAP es situarse como un

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“proceso de construcción mediante el cual no sólo se conoce la realidad social, sino que se pretende transformarla a través de procesos participativos y organizativos de los grupos y comunidades humanas en un proceso de concientización y compromiso con el cambio” (Betancourt, Álvaro, s.f.). La investigación pretende producir conocimiento sobre la realidad social; la investigación acción se define como un proceso continuo de planificación, acción, evaluación y vuelta a empezar, ceñido a prácticas completas (Kemmis y Mctaggart, 1998), que pretenden el cambio social, por parte de un colectivo de personas. Además, es participativa porque se erige en un dispositivo de producción colectiva del conocimiento. Participantes Se realizaron 28 entrevistas a personas víctimas del conflicto armado en Colombia que se encuentran adelantando un proceso de búsqueda de la reparación o resarcimiento por parte del Estado a través de la Defensoría del Pueblo. Instrumentos A través de las técnicas que se describen a continuación se recogió la información. Entrevista Semi-estructurada. Se define como una conversación o intercambio verbal cara a cara, que tiene como propósito conocer en detalle lo que piensa o siente una persona, con respecto a un tema o situación particular (Maccoby y Maccoby, 1954). Cuando la entrevista es semi-estructurada, como lo plantea Domínguez (2009), el investigador tiene un conjunto de preguntas a disposición que guiarán la entrevista; sin embargo, éste puede realizar otro tipo de cuestionamientos que a su libre albedrío resulten pertinentes con el objeto de la investigación; por lo tanto, se permite mayor flexibilidad en las entrevistas, ya que el investigador puede apuntar a áreas que considere importantes y la entrevista puede seguir los intereses de los entrevistados. Este tipo de entrevista busca comprender las perspectivas que tienen los sujetos de sí mismos en cuanto a experiencias, situaciones y vida.

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Microhistorias o historias de vida. Éstas son la reconstrucción de una historia personal o colectiva a partir de diferentes fuentes biográficas y/o autobiografías (oralidad, escritura, testimonios de otros/as, objetos personales, etc.) realizadas por un investigador social. En la elaboración de una historia de vida, el papel del analista social es inducir la narración, realizar su trascripción y procesamiento textual, como lo plantea Domínguez (2009). En la historia de vida, el investigador trata de aprehender las experiencias destacadas de la vida de una persona y la forma como ésta se sitúa frente a dichas experiencias. La historia oral viene a construir la historia social; en la historia de vida, lo importante es la experiencia y la trayectoria de vida del sujeto y no particularmente un tema de indagación. Para construir y sistematizar nuevas fuentes de evidencia histórica, que inicialmente son de carácter oral, hay que integrarlas con las demás fuentes en el proceso del análisis histórico. Recurrir al testimonio oral es la forma de conocer la vida de los grupos sociales, no sólo los acontecimientos sino sus sentimientos y creencias. El pasado ofrece a los grupos sociales símbolos y mitos poderosos que proveen de sentido al presente y permiten vislumbrar el futuro. Así mismo, los acontecimientos compartidos en el pasado y las interpretaciones colectivas sobre los mismos, permiten una construcción colectiva de la identidad. Por ello, las narrativas populares son alternativas de explicación e interpretación del pasado, que pueden afectar la misma percepción del presente y aun condicionar la acción a futuro. La memoria colectiva de los sectores populares no siempre es contestataria, pero frecuentemente presenta contenidos y versiones sobre hechos y personas del pasado, de modo contrario a las versiones dominantes oficiales, por lo que recogerlas es parte de la reconstitución de su historia e identidad colectiva (Aceves, s.f.). Es justamente en este sentido que se observa la necesidad de capitalizar la historia de vida como patrimonio colectivo, que permite ser una versión alterna a la verdad oficial y; por lo tanto, viene a reivindicar el lugar de las personas víctimas del conflicto armado en Colombia. Lo anterior porque no se ha oficializado una comisión de la verdad para

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el caso de Colombia que tenga incidencias judiciales; sin embargo, existen esfuerzos académicos que, de una u otra forma, buscan la reivindicación de las versiones de los acontecimientos narrados por las víctimas, cuya contribución es simbólica pero fehaciente dentro de las comunidades o pequeñas organizaciones. Entrevista Narrativa Semi-Estructurada. (a) Cuéntame una historia sobre tu vida antes del suceso violento, (b) cuéntame el suceso violento, (c) cuéntame una historia sobre tu vida después del suceso violento, (d) cómo cambió su vida después del suceso violento, (e) Cómo ve ahora lo que le sucedió, (f) cómo ve ahora lo que le sucedió si piensa en sus derechos, y (g) cómo es una persona a la que se le respetan sus derechos.

las prácticas sociales y cognitivas que instrumentalmente recurren a la comunicación para facilitar la interacción que subyace a los actos comunicativos concretos y subtiende la superficie material del texto. Como señala Bardin (como se citó en Piñuel y Gaitán, 1995), el análisis de contenido se convierte en una empresa de des-ocultación o re-velación de la expresión, donde ante todo interesa indagar sobre lo escondido, lo latente, lo no aparente, lo potencial, lo inédito (lo no dicho) de todo mensaje.

Técnicas de Análisis de la Información

La verdad

A continuación se presentarán las técnicas e instrumentos a través de los cuales se realizó el análisis de la información. Se utilizó el enfoque para el estudio del rango total de medios comunicativos y simbólicos, incluyendo diálogos verbales, películas, publicidad, caricaturas, teatro y discursos políticos. A partir de estos, los investigadores cualitativos buscan hacer inferencias sobre fenómenos de interés. Se utiliza en cualquiera de los enfoques cualitativos y su diferencia está en las dimensiones psicológicas individualistas o colectivistas que se escojan para el análisis, según lo plantea Domínguez (2009). Se suele llamar análisis de contenido al conjunto de procedimientos interpretativos de productos comunicativos (mensajes, textos o discursos) que proceden de procesos singulares de comunicación previamente registrados y que, basados en técnicas de medida, a veces cuantitativas (estadísticas basadas en el recuento de unidades), a veces cualitativas (lógicas basadas en la combinación de categorías), tienen por objeto elaborar y procesar datos relevantes sobre las condiciones mismas en que se han producido aquellos textos, o sobre las condiciones que puedan darse para su empleo posterior. El análisis de contenido no debe perseguir otro objetivo que el de lograr la emergencia de aquel sentido latente que procede de

La verdad de las víctimas se encuentra situada en tres momentos: la vida antes, el acontecimiento violento y la vida después; vertientes que permiten establecer un paralelo del giro que ha dado su realidad a raíz de la violencia. En la vida antes, se observan dos factores preponderantes que caracterizan este momento de la vida; por un lado, la estabilidad económica, la cual resulta fundamental ya que gracias a la existencia de oportunidades laborales, ellos mismos podían garantizar el acceso de sus familias a la salud, la educación, la vivienda, la alimentación y la recreación, en gran parte de los casos; además, la familia se encontraba unida, de tal forma que gozaban de una mutua comprensión que les proporcionaba tranquilidad y el poder llevar a cabo una vida normal. Sin embargo, la vida va contemplar un vuelco inesperado: el acontecimiento violento va entrar a transformar sus realidades; todo comienza con la presencia de los Grupos Armados al Margen de la Ley (GAML) en el territorio donde se habita, en donde empiezan a concebirse enfrentamientos entre los bandos existentes (ya sea guerrilla, paramilitares o ejército) que empiezan afectar a la comunidad. Es decir, se da inicio a la convivencia entre comunidad y GAML, situación que termina por derivar en amenazas directas sobre la comunidad y las familias en particular, comúnmente

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Resultados Los resultados de las microhistorias recolectadas se vislumbraron desde el marco de tres categorías de análisis: verdad, justicia y reparación.

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dirigidas a incitar el reclutamiento de los varones o el desalojo de las personas de su territorio. Empero, existen casos alternos en los que la victima llega al territorio, ya sea como visitante de su grupo familiar primario o en calidad de empleado (como comerciante o abogado; por ejemplo). Esta situación va dar origen a dos tipos de acciones posibles: por un lado, empieza la huida de las víctimas. Las familias se dispersan en la búsqueda de municipios aledaños y/o ciudades capitales en donde puedan encontrar refugio, aunque tienen la certeza de ser perseguidos constantemente por los GAML, de tal modo que esta huida nunca acaba. Sin embargo, existe otro grupo de victimas que asumen otras opciones, como lo es oponer resistencia dentro del territorio; es decir, al negarse a huir por las amenazas o la simple presencia de los GAML dentro del territorio, son sometidos a los más crueles castigos que dan origen a muertes, secuestros, violaciones sexuales, torturas, pagos de vacunas, desapariciones forzadas, masacres, hurtos, intimidación, mentiras, incendios, etc.; esto determina el camino a seguir: el desplazamiento. No obstante, alterno a este tipo de situaciones, encontramos las más absurdas coincidencias: victimas que se encontraban en el lugar equivocado, en donde se da un tiroteo; dos entidades de la misma fuerza pública se ven confrontadas (por ejemplo, policía y ejército); o civiles al margen del conflicto armado que son asesinados por las mismas entidades destinadas a protegerlos (como en el ejemplo anterior). Es en esta trayectoria donde podemos obtener el panorama actual de las víctimas. Primero, la economía ahora es inestable; la vida después se caracteriza por la pérdida de bienes materiales, cargados en gran medida de un significado y sentido (como los animales) y/o indispensables para suplir las necesidades básicas cotidianas (la casa); esto acompañado por la inexistencia de oportunidades laborales y/o la oferta de empleos mal pagos (la mayoría de tipo informal). Esto genera un espacio en donde el grupo familiar no tiene garantías para el acceso a salud, educación, alimentación, recreación ni vivienda ya que, en la mayoría de los casos, se encuentran en calidad de arrimados en los lugares donde habitan.

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Segundo, la realidad familiar ha cambiado: cada cual ha cogido su camino, ya sea a nivel físico porque partieron a lugares o municipios diferentes; o a nivel mental, en la medida en que ahora no establecen vínculos con la realidad y/o los otros. Todo esto conlleva claramente a determinar que cual barcazas en la profundidad de la mar después de la tempestad, han quedado sin rumbo. La inestabilidad económica y la desintegración familiar derivan en la imposibilidad de ejercer su derecho a una vida digna, quedando en un panorama de desolación e infelicidad, que se manifiesta a través de la enfermedad física y/o mental y la tristeza absoluta, evidenciada en forma de llanto, autocompasión, culpa, angustia, miedo, depresión, dolor, sufrimiento, desconcierto y cambios de humor. La verdad en la historia del ahora de las victimas es una situación de pobreza debido a la inestabilidad económica, la exclusión por parte de las comunidades receptoras que desconocen su lugar y los sienten como invasores que expropian sus derechos, la soledad, causada por la desintegración familiar, el desarraigo y el refugio de las victimas en el aislamiento social. En conclusión, las víctimas del conflicto suelen afirmar: “la vida se nos derrumbó”. No obstante, esta verdad que pareciese recurrente entre las victimas escenifica la sociedad que somos, la tolerancia que generamos hacia los valores negativos que niegan la existencia social de cada cual. Esta verdad es el contenido de lo que somos como grupo, es la consciencia de ser un pueblo indolente. La verdad, entonces, permite concentrar en pocas manos lo que pertenece y da valor a todos, lo que constituye un nosotros y un ellos. La justicia La justicia, tal como es requerida por las víctimas, se prioriza en la investigación de los hechos; es decir, el objetivo principal es saber la verdad (representada en el cómo, quiénes, dónde) y así poder conocer los motivos (por qué) por los cuales han tenido que vivir la tragedia de la violencia, encontrar una justificación para lo injustificable, una razón a lo irracional, que les permita comprender el significado de estos acontecimientos y, de alguna manera, ganar tranqui-

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lidad; en la medida que se reivindica el buen nombre del ser querido, de la víctima, ésta se libera de un peso con el cual le es difícil vivir. El camino contra la impunidad inicia en el momento mismo que se denuncian los hechos, lo que va permitir tener esperanzas de que las autoridades identifiquen a los victimarios (quiénes), los capturen (detención) y sancionen sus acciones, acciones que se encontraban encaminadas a quitar un bien preciado (como la tierra y/o un ser querido); sólo de esta forma se garantizaría la no repetición de los acontecimientos violentos que los convirtieron en víctimas. No obstante, el camino a la justicia para las víctimas no se traduce en forma de castigo hacia los victimarios (“con la cárcel, el otro debe sentir algo de mi dolor”); todo lo contrario, se busca consuelo al daño causado, y ese consuelo se alcanza en la medida que la víctima se libera del dolor. A su vez, la liberación ocurre en el marco en que puede conocer la verdad de los acontecimientos y acceder a recursos que trasciendan en una reparación integral. Estos recursos parten de la posibilidad de ser escuchados, el poder contar su versión de la verdad, ser orientados, tener acceso a información clara y precisa que les permita el ejercicio pleno de sus derechos, tener sus derechos garantizados: educación, trabajo, vivienda, alimentación, salud y a ser reconocidos por el Estado a través de representación legal y procesos jurídicos eficientes; pero sobretodo reivindican la justicia a partir de la posibilidad de conocer la verdad, para poder reivindicar su buen nombre y el de los suyos. El camino de la justicia instaurado por la verdad puede asumir dos acciones divergentes en el panorama de las víctimas; por un lado, puede adoptarse el silencio (no hablar del hecho) y enfocar la búsqueda en recuperar los bienes perdidos (estabilidad económica, unidad familiar, el cuerpo de la víctima). Por otro lado, pueden querer ser reconocidos como ciudadanos plenos (recuperar el buen nombre a nivel social: “No soy víctima”, “No soy desplazado”), aunque no deseen pasar por un proceso judicial de tipo penal (“existe la justicia divina, Dios se encargará”). Finalmente, el objetivo es tener acceso a recursos económicos y lograr estar protegido y acompañado. Además, la justicia instaurada por la verdad debe sancionar moralmente el hecho: la verdad es pública

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y debe hacer parte de la memoria colectiva. Los otros (todos: victimarios, sociedad y Estado) deben sentir el dolor que causa la violencia como si fuera en carne propia; esos otros deben devolverle a la victima su condición de humanidad, de dignidad. Para ello, deben empezar por confrontar a los victimarios, a sus motivos y razones; sólo así, se podrá aceptar la realidad, obtener tranquilidad y recobrar el dominio de la propia vida. La reparación La reparación viene a dar cuenta del proceso que envuelve la búsqueda de la verdad y la justicia; por ello, debe ser integral; es decir, debe procurar una justicia distributiva, más que correctiva, en la medida que resulta imposible reparar un daño irreparable. Entonces, es necesario partir de que no podemos volver al statu quo; por consiguiente, se deben procurar espacios para la re-construcción del proyecto de vida de la víctima, el cual se base en la garantía de sus derechos. La reparación debe permitir el empoderamiento de las víctimas. Es decir, que ganen en aprendizajes y experiencias como lo son: gestionar procesos en las instituciones públicas, identificar necesidades vs. posibilidades, tomar decisiones, confiar en los otros, luchar por la garantía de los derechos, sentirse bien consigo mismas, vivir sin dolor, ser constantes, expresar lo que sienten y piensan, recibir la ayuda de otros, enseñar a los hijos el respeto por los demás, reconocer el dolor y relacionarse con el otro; pero la piedra fundamental es aprender a “no guardar silencio, a denunciar, porque la verdad debe ser pública”. La reparación debe procurar la realización de los derechos de las víctimas. En la medida que se conoce ¿Qué son los derechos? ¿Cuáles son? ¿Cómo hacerlos valer?, se puede pensar en vivir dignamente y superar los hechos violentos; de otra forma, partiendo de la inequidad, sin garantías de no repetición de los hechos violentos, no se puede hablar de reparación integral. La reparación económica debe estar garantizada; sin embargo, no desde el marco de “pagar la víctima” o “indemnizar a la víctima” pues la vida no tiene precio: no se recupera al ser amado. La indem-

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nización es sólo la forma como se contribuye a la economía familiar y se solventan algunas necesidades primarias; para gran parte de las víctimas, “es la posibilidad de soñar con una casa, un hogar en el cual volver a ser feliz”. La reparación debe potenciar el reconocimiento de sí mismo como ciudadano, debe dar paso, de la desorientación a la gestión social, de la obediencia a la autonomía, de la posición pasiva a la de agente social participativo de su realidad, de la dependencia a la emancipación y, en especial, de la condición de víctimas a la de ciudadanos. El objetivo es salir adelante, retomar el dominio de sí, para poder continuar con el proyecto de vida. Análisis Identidad narrativa vs. Identidad colectiva ¿Quiénes son las víctimas del conflicto armado en Colombia? Son un grupo de personas unidas por la tragedia; ¿Qué las hace diferentes del resto de los colombianos? Que son las únicas que han sufrido en carne propia las consecuencias del conflicto; ¿Qué tienen en común con sus compatriotas? Un país con una historia prolongada de violencia que parece nunca acabar. Antes de comenzar a hablar de la identidad de las víctimas, se debe hacer referencia inicialmente a la identidad de la nación. Colombia, un país con grandes riquezas en todos los niveles imaginables, se encuentra tranzado con la violencia; una historia continúa de guerras y conflictos así lo visualizan. Entonces, ¿Qué nos hace colombianos? Es decir: ¿Qué es significativo de nuestra historia?, ¿Qué le da continuidad y coherencia? La respuesta es una historia de violencia; aparentemente, todos los colombianos nacemos en un contexto de violencia, crecemos a la luz de ese contexto y morimos viviendo esta realidad; la pregunta es: ¿Estamos condenados a perpetuar esa identidad?, o como lo plantea Ricoeur: ¿Es posible incluir el cambio en la cohesión de una vida? ¿Es posible un cambio en la historia de Colombia? Taylor (s.f) plantea que lo que vendría a darle identidad a una sociedad es un proyecto en común. Así bien, se podría establecer que el potencial de

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Colombia se debería encontrar direccionado a transformar el proyecto de guerra, de violencia, por uno que al menos disminuyera la tragedia, o que permitiera, en alguna medida, alcanzar una imagen menos negativa de la nación, un nosotros más positivo que contarle a los otros y a nosotros mismos. Es en este sentido que encontramos las historias y las identidades de las víctimas, una identidad fragmentada en tres: la vida antes del acontecimiento violento, el acontecimiento violento y la vida después; lo que en un momento dado se consideró como un simple esquema de entrevista, permitió entrever de forma sencilla cómo la vida gira en torno al acontecimiento violento. Se hizo evidente que casi llegan a idealizar lo que era su vida antes: feliz, normal, con estabilidad económica, integración familiar, una vida digna. El acontecimiento violento parte la vida en dos; tiene un poder maligno que los despoja de todo lo bueno que tenía la vida. En la vida después, la carencia reina; ya no hay estabilidad económica, la familia se encuentra desintegrada, hay soledad y enfermedad; es decir, después del acontecimiento violento, la vida se derrumbó. ¿Cómo lograr el cambio en la cohesión de una vida? ¿Cómo integrar en un relato los tres momentos, de forma tal que dejen de instituirse en una historia desesperanzadora? Las víctimas conocen muy bien la respuesta; ésta hace parte de su constante búsqueda, es la capitalización de la verdad, una verdad que contar, que posea una coherencia, un significado personal y colectivo, que le dé sentido a la tragedia. Esta necesidad del sentido hace que la investigación de los hechos, la verdad, constituya una idea persistente para las víctimas, pues ésta es la solución a la crisis de identidad personal y colectiva; al conocer los hechos, las circunstancias en que todo ocurrió, las motivaciones y razones, obtienen un relato, una explicación narrativa que los hace parte de la comunidad, sin dejar de ser casos únicos con lógicas ininteligibles. Entonces, cobra sentido la búsqueda incesante de la verdad, la cual les va a permitir a las víctimas darle un sentido al acontecimiento violento y, a partir de ahí, el giro narrativo de la historia se va a convertir en el giro de la vida, una vida con un final diferente, con esperanza, una vida feliz.

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Historia como patrimonio Contra el olvido y la impunidad, se impone el deber de la memoria. Toda sociedad posee un acervo de elementos culturales que vienen a ser parte de su identidad; sin embargo, no todos los elementos culturales se conservan en la memoria, algunos hacen parte del olvido. Entonces ¿Qué le da vigencia a la memoria? Éste es el territorio del prejuicio; cada sociedad conserva para sí aquello que le da sentido y le hace sentido; es decir, las cosas más representativas, más significativas, más dicientes y más aceptadas socialmente son las que salen a relucir. Aunque la violencia hace parte de la historia de Colombia, ésta se convierte en una realidad por fuera del común; es decir, es una realidad que existe, pero no es aceptada socialmente; no existe una conciencia social más allá de marchas aisladas que, suscitadas por momentos cumbres o cortinas de humo (que los medios masivos de comunicación suelen imponer), dan lugar a la nada. A pesar de la permanente historia de violencia, ésta parece no haber calado en la memoria de los colombianos, quienes sufrimos de un olvido histórico que permite justificar la indiferencia y el refuerzo a los anti-valores, pero ¿Cuáles anti-valores?: “la vida no vale nada, no vale la pena luchar por nada porque todo no lo pueden quitar (desde la tierra hasta las personas); nadie puede cambiar esta situación”. La indiferencia crea la cultura de lo infame, todo tiene lugar porque a nadie le interesa; pareciese que la época de la violencia se limitase a la “antigua” lucha entre liberales y conservadores. En la actualidad, todo es culpa de algún grupo guerrillero; ahí empieza y termina la discusión. Entonces, cabe preguntar ¿Dónde queda la responsabilidad de todos los demás: otros GAML, la fuerza pública, el Estado, la sociedad? Esta responsabilidad no es asumida por ninguno; todos (GAML, fuerza pública, Estado) tenían una causa por lo que sus medios son justificables, lo que genera la pregunta: ¿Qué lugar o rol ocupa la sociedad en todo esto? Esta sociedad apoya la cultura del olvido, de lo infame. Es una sociedad que ha sacado de su memoria colectiva la realidad de sus compatriotas, que dentro de su patrimonio concibe como valores iden-

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titarios, el olvido, la indiferencia y la violencia; todo esto hace preguntar: ¿Qué clase de sociedad somos? ¿Qué sociedad queremos ser? Es en este espacio donde la construcción de la memoria colectiva cobra un sentido, tiene un lugar; somos una sociedad que necesita escuchar la versión de las víctimas, comprender su dolor y, sobre todo, garantizar la no repetición. Pero ¿Cómo se garantiza la no repetición? Asumiendo el deber de la memoria, el compromiso social con las víctimas, con su reconocimiento y contra la violencia que genera el olvido y la impunidad. Si en este país no pasa Nada, entonces no tenemos Nada qué solucionar: si la historia de la violencia le pertenece a Otros, y no a Nosotros, entonces esta historia debe continuar. Así bien, el llamado es a recordar, y a través de las narraciones de las víctimas, nos podemos ilustrar sobre nuestra realidad, no la de ellos. Así, se podrá comenzar a pensar en un país sin indiferencia, con paz, en donde su historia, su patrimonio social y público, es la lucha contra los anti-valores y la cultura de la violencia. Realización de derechos y dignidad humana Los derechos permiten y garantizan, en algunos casos, los mínimos exigibles de los que una persona debe gozar: sus libertades pero, sobre todo, las condiciones que se necesitan para su ejercicio. En el caso de las víctimas, se observa que no gozan de esos derechos; han sido despojados del dominio de sí. Ahora, la pobreza y la desolación rigen y se imponen; las víctimas han perdido la posibilidad de ser los proveedores de su alimentación, vivienda, vestido, ya que no poseen medios (oportunidades laborales) que les permitan garantizar estos fines. Pero ¿Cómo garantizar la condición de humanidad de las víctimas; es decir, sus derechos? ¿Cómo asegurar su dignidad; en otras palabras, una vida justa, cercana a la felicidad? Éste es el espacio para hablar de la reparación integral. Ésta pretende, más allá del ejercicio de una justicia correctiva en donde se devuelva a la víctima a su condición anterior, ser la piedra angular para la reconstrucción del proyecto de vida en torno a las nuevas situaciones que se han generado, siempre con el apoyo de las redes psicosociales e institucionales. No obstante, estas redes

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deben permitir que el sujeto retome el dominio de sí; para que esto sea posible, se debe comenzar por garantizar los mínimos necesarios; es decir, los derechos económicos, culturales y sociales de las víctimas, no en forma de “indemnización” o de “pagar al muerto”, sino de establecer condiciones de vida dignas que, más allá de reponer, reparen o, al menos, aseguren un futuro con dignidad. Se alude a la posibilidad de alcanzar una justicia distributiva que apunte a una transformación de las realidades sociales. Es evidente que por más feliz que fuese la vida antes del acontecimiento violento, las condiciones de vida en sí ya buscaban (en gran parte de los casos) suplir las necesidades mínimas de supervivencia. Ahora, a través de la reparación integral y la justicia distributiva, es imperioso garantizar la realización de la totalidad de sus derechos y; por tanto, la posibilidad de una vida con dignidad. Empoderamiento En un panorama en donde se garantizan los derechos, las víctimas pueden dar paso a recobrar el dominio de sí, como lo propone Naranyan (s.f). Cabe anotar que para retomar el control sobre la propia vida, deben tenerse una serie de activos (materiales) y capacidades (humanas, sociales y políticas) que permitan la apropiación por parte del sujeto de las soluciones a sus problemáticas, lo cual conllevará a que se convierta en promotor de su desarrollo. Participar de los espacios públicos destinados para la toma de decisiones sociales, negociar acuerdos con otros, influir en espacios donde se asumen disposiciones que afectan la propia vida y la de los demás, controlar los recursos que hacen garante de servicios y tener acceso a instituciones responsables, son las claves para situar el empoderamiento por parte de las víctimas. En el espacio de la entrevista se hicieron evidentes los nuevos aprendizajes y capacidades de las víctimas que, en algunos casos, parten de las experiencias y habilidades desarrolladas a nivel personal y, en otros, de la acción de organizaciones locales destinadas a la captación de recursos. En este proceso, se hace evidente que las instituciones juegan un rol vital como generadoras de cambio cuando

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les proporcionan a las víctimas información clara y veraz, cuando las vinculan a programas destinados a mejorar sus propias condiciones de vida, cuando participan en espacios en donde se permite el ejercicio pleno de las libertades y los derechos, cuando las instituciones tienen calidad humana y conciencia de servicio y, sobre todo, cuando fomentan que las mismas víctimas asuman sus propias responsabilidades, ya sea a nivel de movilización personal o colectiva. Es así como el empoderamiento parte de la ganancia de poder del sujeto sobre su propia vida y se extiende hasta el ámbito local, social y público, lo cual permite la transformación de la realidad, el cambio social. Reconocimiento de sí mismo como ciudadano El acontecimiento violento ha hecho que las víctimas salgan de su ámbito privado a la esfera pública, en la medida en que los sucesos que experimentaron hacen parte del legado histórico, social y político del país; el dolor intimo que puede causar la muerte, el secuestro, la tortura y el desplazamiento, se viene a erigir en la realidad social, en las condiciones políticas que se estipulan en la nación, en el tipo de vida que se le ofrece a su población más vulnerable. La búsqueda del bien común, en la que debe centrarse la política, debe permitir la interacción y la toma de decisión por parte de la sociedad. La pregunta es: ¿Existen espacios de interacción social entre sociedad, GAML y Estado? De hecho, estos sí existen; pero ¿Han procurado la discusión sobre el bien común? La esfera pública tiene su razón de ser en nuestra identidad como seres políticos, una identidad colectiva que dé un sentido de pertenencia a la población; además, dicha identidad debe movilizar a los ciudadanos como agentes de su propia vida, como partícipes responsables. En este orden de ideas, cabe mencionar que este libre ejercicio de la vida pública se encuentra generado por todos los actores. El lugar de la esfera pública es donde debe culminar todo el proceso de reparación de las víctimas; por un lado, éstas deben procurar salir del maltrato para poder ejercer como ciudadanos plenos de dere-

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chos. De este modo, lograrán tener influencia e injerencia en la vida pública del país; además, podrán ganar el estatus de ciudadanos. Entonces, se podrá hablar de ciudadanía responsable, participativa, en donde se es agente de cambio social y no un individuo pasivo-receptor. Por otro lado, como la ciudadanía genera nuestra identidad colectiva, la verdad de las víctimas debe ser pública y debe constituirse en la memoria colectiva de la nación pues, en esta medida, podríamos hablar de una reparación integral, no sólo por parte de las víctimas, sino de una conciencia ciudadana que derive en una sociedad responsable. Comentarios A través de este recorrido por las historias de las víctimas se pudo visualizar en cada una de las microhistorias la vida antes, el acontecimiento violento y la vida después; la vida antes era feliz; tenían estabilidad laboral, lo que permitía que sus derechos se encontraran garantizados. Además, sus familias estaban unidas, lo que daba la sensación de tranquilidad. Luego, el acontecimiento violento viene a desestructurar la vida; por ello, la vida después se halla llena de inestabilidad, no pueden suplir sus necesidades básicas debido a la ausencia de oportunidades laborales, se encuentran arrimados en lugares donde no necesariamente son bien recibidos (ya sea por la familia extensa o por la comunidad, en general), su familia se desintegró, han tomado rumbos distintos, están enfermos o han perdido su capacidad de establecer relaciones con los otros. Para las víctimas, el panorama no es muy alentador: se encuentran en situación de pobreza, son excluidos, se han quedado solos, la vida se les derrumbó. ¿Cómo empezar a superar la situación generada por la violencia? Las víctimas conocen la respuesta: la búsqueda de la verdad. Para estas personas, la justicia se encuentra mediada por la verdad; conocer qué sucedió, por qué, así sea en una mezcla de realidad y ficción, les va permitir reivindicar su buen nombre o el de sus familiares vivos o fallecidos. La verdad les va permitir ser escuchados, tener posibilidades para acceder a los derechos que les han sido vulnerados pero, sobre todo, su realidad y ellos mismos serán reconocidos.

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El lugar de la reparación no es estático, sino que hace parte de un proceso en el cual el sujeto va saliendo de esa intimidad maltratada, va reconstruyendo su identidad, en la medida que narra y es escuchado; es así como se va empoderando de la nueva realidad que se le presenta y, poco a poco, los otros (ciudadanos e instituciones) le van permitiendo tejer una red social que le da acceso a la garantía de sus derechos (ya sea con información o con oportunidades). De esta forma, podemos observar que al recuperar el dominio de sí, la víctima va consiguiendo un lugar social, el del ciudadano. Pero, este lugar no es el de cualquier ciudadano; la víctima se ha convertido en un agente de cambio social, apropiado de su realidad y dispuesto a cambiarla si no está conforme con ella. En últimas, este camino que ha emprendido lo llevará, si así lo elige, hacia la edificación de su dignidad, de su felicidad. No obstante, esta verdad que pareciese recurrente entre las historias de las víctimas escenifica la sociedad que somos, la tolerancia que generamos hacia los valores negativos que niegan la existencia social de cada quien. Esta verdad es el contenido de lo que somos como grupo, es la consciencia de ser un pueblo indolente, un pueblo que necesita ser reparado integralmente. No podemos volver a ningún estado anterior; nuestra historia sólo conoce la violencia. Por ello, el deber de esta memoria colectiva es permitirnos recordar la sociedad que somos y, en igual medida, generar una historia no oficial, una historia de todos, una memoria de sí mismos más satisfactoria, en donde la justicia se encuentra traducida en equidad de condiciones. La verdad, entonces, permite concentrar en pocas manos lo que pertenece y da valor a todos, lo que constituye un nosotros y un ellos; es por esto que se erige el deber de la memoria, el deber de recordar, para no olvidar pero, sobre todo, para transformar una realidad de dolor, violencia e inequidad. La búsqueda de la construcción de la memoria colectiva es sólo un camino para empezar a construir la historia. Entonces, que empiece la obra y se abra el telón; la tarea es ardua y hay que empezar la búsqueda de la paz y la felicidad.

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CUADERNOS hispaNOAMERICANOS DE PSICOLOGÍA, Vol 12 Nº 1, 79-84

El programa de las asignaturas como un primer criterio para la enseñanza de la ciencia Tiberio Pérez Manrique1 Universidad El Bosque

Resumen En el presente escrito se analizan los criterios que sirven de parámetros selectores para incluir los diferentes elementos de un curso del currículo de formación de un psicólogo. Puesto que la psicología se considera parte del conjunto de las disciplinas científicas, es el contexto de estas disciplinas el que determinará las actividades de enseñanza – aprendizaje a realizar para garantizar su aprendizaje. La ciencia es una institución social, de estructura y arquitectura convencional, regulada básicamente por principios epistemológicos que determinan su naturaleza. En consecuencia, los cursos de formación científica se estructuran con base en estos criterios, que dan sentido y significado a los distintos quehaceres de quienes se dedican a la producción de conocimiento. Palabras clave: asignatura, formación del psicólogo, material didáctico. Abstract In this study, the criteria used as selectors to include the different elements of a course of the curriculum of a psychologist training are analyzed. Since psychology is considered as a part of the set of scientific disciplines, it is the context of science that will determine the teaching – learning activities which should be carried out to guarantee learning. Science is a social institution, with conventional structure and architecture, regulated basically by epistemological principles that determine its nature. Consequently, scientific training courses are structured based on these criteria, which give sense and meaning to the different tasks of those who are engaged in knowledge production.

Keywords: Subject, Psychologist training, Educational materials.

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Docente de la Facultad de Psicología de la Universidad el Bosque, pereztiberio@unbosque.edu.co; Este trabajo se realiza como parte de las actividades que se realizan para fundamentar la asignatura de psicología contemporánea de la Universidad el Bosque. Recibido. 13 de Marzo de 2012 Aprobado. 08 de Mayo de 2012

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Introducción En términos amplios, las discusiones sobre la enseñanza pueden situarse con la aparición de la Didáctica Magna de Comenio. Este autor planteó la necesidad de explicar cómo debe conocer el sujeto, o cómo debe actuar el maestro para que se efectúe en el alumno el cambio esperado en el estado del conocimiento. En los últimos años, la enseñanza ha estado orientada principalmente por la pedagogía y la didáctica; éstas son profesiones que, en esencia, mantienen un carácter interdisciplinario y se encargan principalmente del análisis crítico de los diversos sistemas educativos que operan en la sociedad. Dichos sistemas resultan de agrupar, bajo un principio lógico, los diversos episodios educativos, o en términos de Wittgenstein (1954, 1998), se trata de diferenciar los distintos “juegos” educativos. Estos criterios de diferenciación varían ampliamente y reflejan las múltiples funciones que los distintos episodios educativos cumplen a través de la sociedad. Si no se tienen presentes las distinciones analíticas mediante las que se significan, valoran y categorizan los distintos fenómenos educativos, se puede caer en ambigüedades, tales como: pensar que existe, sin importar el contexto, un fin único para la educación (e.g., fines productivos, fines políticos), o que existe una forma ideal de enseñanza, o que el discurso pedagógico es intercambiable o convertible en discurso científico. En este orden de ideas, también se puede pensar en que las funciones del docente son intercambiables con las del investigador; y éste no es el caso si se tiene en cuenta que las funciones del docente cobran sentido al interior de una institución educativa, cuya función principal es la de democratizar los distintos discursos legitimados socialmente, y que puedan servir al desarrollo de los individuos que conforman la sociedad. Como bien lo expresa Foucault (1973): “qué es, después de todo, un sistema de enseñanza, sino una ritualización del habla; sino una cualificación y una fijación de las funciones para los sujetos que hablan; sino la constitución de un grupo doctrinal cuando menos difuso; sino una distribución y una apropiación del discurso con poderes y saberes” (p. 5).

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En tanto que las actividades y funciones del científico investigador adquieren su sentido al interior de las comunidades científicas (Kuhn, 1987), los científicos elaboran el discurso científico (teorías), que después el sistema educativo empodera, valora y distribuye. No hacer distinción entre los objetivos de la ciencia y los del sistema educativo ha llevado, en ocasiones, a confundir las responsabilidades de quienes planifican la educación, de quienes la administran, las del educador y las del científico. La ciencia como actividad humana está orientada principalmente por las discusiones epistemológicas de diversa índole (Kuhn, 1987; Lakatos, 1974; Popper, 1977). Y esto es así, principalmente porque sus practicantes han asumido que el conocimiento es un hecho connatural que le ocurre a ciertos sistemas (vivos y, con prioridad, en los humanos). En la misma lógica, así como hay fenómenos físicos que obedecen a leyes, existen también fenómenos de conocimiento que obedecen a leyes cognoscitivas (cf., Piaget, 1970) sobre las nociones de espacio, tiempo, causalidad en el niño. Sería oportuno revisar estas categorías a la luz del pensamiento actual de la física, (Hawking, 1995). Esta lógica ha conducido a discusiones como: la ciencia como una búsqueda de la verdad absoluta (otra alternativa ve la ciencia como un modo convencional de dar sentido a la realidad), o discusiones relativas a lo cuantitativo (ver lo cualitativo) y/o inducción (ver su deducción). En tiempos recientes, la epistemología evolucionista (Lorenz, 1973, 1979) ha presentado una visión de conocimiento dentro de la lógica de las explicaciones Darwinistas, o también conocidas como epistemologías seleccionistas. Esto, con el propósito de superar el dualismo dado entre la naturaleza de las cosas por conocer y la naturaleza de las categorías de conocimiento (entre lo ontológico y lo epistémico). En este tipo de epistemología, uno de los conceptos más importantes es el de función. Una función se entiende aquí como una categoría analítica, cuyo criterio de aplicación se específica en términos de las relaciones dadas entre los eventos que satisfacen los criterios categoriales, establecidos históricamente y que configuran la arquitectura funcional del conocimiento. Una categoría analítica como criterio a satisfacer, difiere de las relaciones mecánicas, en tanto

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que estas últimas son relaciones lineales (de sucesos que se suceden uno a uno, en un orden temporal ajeno a los sucesos mismos) que forman parte de una estructura espacio – temporal, supra natural. En la concepción mecanicista, la idea de tiempo y espacio se aparta de una concepción histórica de los sucesos; más bien, se considera que un suceso se debe al efecto de una fuerza externa, que se considera como su causa. En una concepción histórica de los sucesos, un conjunto de funciones configuran históricamente la estructura o arquitectura de un objeto, cualquiera que sea. Y en coherencia con una epistemología seleccionista, es la ocurrencia de los diversos factores que, al satisfacer ciertos criterios, estructuraron y significaron dichos objetos. Para el caso de los objetos de conocimiento, que es el asunto discutido aquí, el comportamiento verbal es uno de los factores mediadores y estructurador de la arquitectura de los diversos modos de conocimiento. El comportamiento verbal estructura morfologías, tiempos de ocurrencia, espacio y relaciones, aspectos que trata la ciencia en su propósito de explicar tales objetos. Desde los griegos, el conocimiento científico pretende comprender y explicar los diversos fenómenos de la naturaleza. Para esto, se han elaborado, a través de la historia, diferentes sistemas analíticos y, para que estos no resulten vacíos, se les ha delimitado empíricamente. De esta forma, es como se ha significado a través de la historia la realidad, tarea ésta de la que se ha encargado la ciencia. Formación científica Como ya se ha sugerido, la ciencia se encarga de hacer comprensible la estructura y arquitectura de los diversos objetos de la realidad desde su misma naturaleza, es decir, sin apelar a supra naturalezas y, en esa medida, poder dar cuenta del funcionamiento de la realidad y de sus posibilidades de cambio, o de los posibles estados que pueda tomar. Y aunque las teorías se consideran el producto de la ciencia, éstas no serían de mayor utilidad si mediante ellas no se pudieran intervenir de manera efectiva en las distintas estructuras de la realidad; para usar una analogía, los planos de un edificio son valiosos en la

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medida en que hacen posible la construcción y las futuras modificaciones del edificio. Sin embargo, a veces, no hacer estas distinciones ha originado discusiones poco útiles, tales como tratar de establecer distinciones entre ciencia básica y aplicada, cuando de lo que se trata es de hacer distinción entre conocimiento y opinión (entre episteme y doxa, para usar los términos de Platón). No se trata de dos tipos de conocimiento, sino del cumplimiento exitoso de criterios diferentes. La formación científica es un “entrenamiento” en lo analítico y en lo sintético, que no sigue pautas predeterminadas. Krebs (1967) hace un análisis de los posibles factores que pueden determinar un nivel de excelencia en ciencia, y aunque son muchos los factores, uno de los más importantes es contar con un “nicho” que haga viable la actividad científica (se necesita una comunidad científica, contar con políticas para la ciencia, con maestros que hagan ciencia, con laboratorios, con alumnos con actitud hacia la ciencia y con medios de comunicación científica). Y tal vez, uno de los factores más importantes para la formación científica está relacionado con la pregunta de investigación: hacer una pregunta precisa, sin ambigüedades y a la que se le pueda dar una respuesta estratégica (en el sentido de que permita establecer la arquitectura de un fenómeno); de hecho, la elaboración de la pregunta es una de las primeras tareas en la investigación. La calidad de la pregunta depende de la repuesta que se le pueda dar. Una buena respuesta es aquella que autoriza a usar con éxito los “rieles” de las relación entre eventos, trátese de eventos naturales o convencionales; precisamente, el científico se forma para la invención. Peirce (1931, 1958) analiza el descubrimiento científico en términos de un proceso de abducción, concepto que ha resultado útil en la discusión de las estrategias de formación del científico. Prendinger y Ishizuka (2004), al observar la forma como operan los buscadores en la red –Web usage mining–, consideraron su posible aplicación al descubrimiento científico, en lo que ellos llaman, un proceso de abducción creativa. Dicho proceso se describe con referencia a los procedimientos y sus posibles variantes, mediante los cuales se pueden establecer nuevas relaciones entre eventos, o configurar nue-

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vas historias; en el caso de la Web Usage mining, el simple registro de /el usuario IP, la página URL y el tiempo de visita, permiten elaborar las bases de datos mediante las cuales se conectan los intereses de los usuarios, procedimiento que resulta útil en las búsquedas en la Web. En el contexto académico, un concepto análogo al de Web usage mining es el de competencias, las cuales se describen en los siguientes términos: Definición Una competencia se define como una disposición o capacidad para satisfacer criterios de ajuste en situaciones novedosas; es decir, una tendencia a la efectividad, identificable a partir de una colección de eventos (Carpio y Irigoyen, 2005). Sería más preciso referirse a los criterios como patrones de agrupamiento, similar a la elaboración de estándares de W3C, de aplicaciones en la Web. Para el caso de la formación científica, estos patrones los constituyen los criterios que una comunidad científica ha avalado como competencias para hacer ciencia. Algunos ejemplos de lo anterior son los siguientes: una teoría, un sistema de notación, un protocolo de investigación, un reporte de investigación, el análisis de datos mediante el uso de la estadística, o un procedimiento de investigación. Las competencias se diferencian de las habilidades, según Varela y Quintana (1995), porque las habilidades se definen como la integración funcional de tres componentes: (a) los criterios de ajuste, (b) la actividad requerida y (c) la situación problema. Una habilidad es la organización funcional de conductas para la satisfacción de un criterio de logro de acuerdo a las propiedades de un evento específico. La realización de las habilidades resulta en datos, eventos o episodios. Las habilidades se integran luego a las diferentes competencias. Para el caso de la formación científica, constituyen habilidades las siguientes: establecer categorías analíticas que signifiquen un espectro empírico, escribir un párrafo, usar una medida, usar un instrumento, correr una prueba estadística, o elaborar una gráfica. Las fuentes de las habilidades son diversas y, para el caso de la formación psicológica, se relacionan con

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lo que Ribes (1993) denomina ámbitos de desempeño disciplinar, y de los que ofrece la siguiente taxonomía: el ámbito de identificación de los hechos psicológicos, el ámbito de las preguntas de investigación, el ámbito de los procedimientos de investigación, el ámbito de los datos y el ámbito de la comunicación científica. Más allá del quehacer disciplinar del psicólogo, regulado por una comunidad científica en el sentido de Kuhn (1987), existen otros criterios que progresivamente han venido regulando el comportamiento del psicólogo profesional, tales como: Las macro contingencias, que contextualizan el quehacer del psicólogo en el contexto socio cultural, en el contexto de las relaciones con los otros. Las políticas educativas, que explicitan los valores y prioridades de una sociedad. Los programas de formación, que mediante las microcontingencias, actualizan las macrocontingencias. Los campos de aplicación, que organizan las prácticas sociales en lo que se conoce como división del trabajo. Escenarios de actuación y desempeño, que mediante las microcontingencias, actualiza las funciones conductuales. Sobre las didácticas para la formación científica Las didácticas se refieren a las actividades demandadas específicamente con el propósito de valorar el ajuste del aprendiz a los criterios de formación y; por lo tanto, se relaciona con la adquisición de conocimiento como un saber y hacer exitoso. Tradicionalmente, se han privilegiado didácticas basadas en el discurso verbal y escrito, como una primera aproximación al aprendizaje. Para que esta didáctica preste alguna utilidad en los episodios de enseñanza – aprendizaje, se requiere del diálogo continuo con miembros competentes de la comunidad científica (que posean competencias analíticas y sintéticas). También, son de uso común didácticas como los grupos de discusión, que sirven para evaluar y confrontar las preguntas de investigación. Otras didácticas comunes son las prácticas supervisadas, tales como las prácticas de laboratorio, que están diri-

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gidas a la configuración del hacer científico y de las cuales Padilla (2005) dice lo siguiente “Se aprende a hacer ciencia en el contexto particular de las prácticas científicas del especialista que domina un área determinada de conocimiento, lo que implica una diversidad funcional de circunstancias y situaciones de aprendizaje” (p. 200). Las didácticas median la formación científica o de cualquier otro tipo de formación; éstas son elementos que estructuran los diversos episodios instruccionales. Para usar una metáfora, son como las columnas de un edificio; éstas constituyen las bases con las que se diseña la funcionalidad de los espacios y los diversos elementos del edificio. Aunque los programas de las asignaturas constituyen elementos de poco impacto en la formación de la excelencia científica, su diseño, sí pueden constituirse en uno de los elementes de política científica, puesto que su puesta en marcha requiere el compromiso de todos los responsables de implementar las políticas educativas. Un programa está constituido por una serie de episodios instruccionales, dispuestos para establecer en el aprendiz las competencias y habilidades requeridas en los distintos ámbitos de desempeño profesional. Un episodio instruccional se entiende como la unidad mínima requerida para el establecimiento de una habilidad y se delimita en términos de tiempo, lugar, materiales y criterios de conocimiento (un hacer exitoso y significativo). Un conjunto de episodios instruccionales configuran las diferentes habilidades requeridas para establecer las distintas competencias profesionales. En conclusión, la elaboración del programa de una asignatura para la formación psicológica requiere tener presente los siguientes elementos: las principales prácticas estándar avaladas por la comunidad científica, las didácticas requeridas para implementar las habilidades y las competencias y la selección e implementación optima de los episodios instruccionales. Adicional a esto, se requiere del compromiso institucional para desarrollar un nicho en el cual sea posible la producción de objetos de conocimiento, entendidos estos como los criterios que especifican el sentido y los medios de posibilidad de, y para las distintas relaciones que los humanos establecen con

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las cosas, con los otros y con ellos mismos (Pérez, et al, 2010). Referencias Carpio, C. y Irigoyen, F. (2005). Psicología y educación. Aportaciones desde la teoría de la conducta. México: UNAM Foucault, M. (1973). El orden del discurso. Barcelona: Tustquest. Hawking, S. W. (1995) Historia del tiempo: del big bang a los agujeros negros. Barcelona: Crítica. Krebs, H. A. (1967). The Making of a scientist. Nature 215, 1441-145. Kuhn, T. S. (1987). La estructura de las revoluciones científicas. México: Fondo de Cultura Económica. Lakatos, I. (1974). Historia de la ciencia y sus reconstrucciones racionales. Madrid: Tecnos. Lorenz, K, (1979). La otra cara del espejo. Barcelona: Plaza y Janés Padilla, A. (2005). Entrenamiento de competencias de investigación en estudiantes de educación superior. México: Universidad de Guadalajara. Peirce, CH. S. (1931-1958). Collected Papers. En C. Hartshorne, P. Weiss y A. W. Burks (Eds.). Cambridge, Mass.: Harvard University Press. Pérez, T., Bautista, N. A., Forero, P. A., García M. Laverde, M. A. y Álvarez, G. H. (2010). Relaciones entre conducta y evolución cultural – Construcción de nicho. Psychologia: Avances de la disciplina, 4, 2, 57-68. Piaget, J. (1970). Psychologie et epistemologie. Paris. Denoël. Popper, K. R. (1977). La lógica de la investigación científica. Madrid. Tecnos. Prendinger, H. y Ishizuka, M. (2004). A creative abduction approach to scientific and knowledge discovery. Knowledge-Based Systems, 18, 321-326. Ribes, E. (1993). La práctica de la investigación científica y juegos del lenguaje. Acta Comportamentalia, 1,1, 63-82. Varela, J. y Quintana, C. (1995). Comportamiento inteligente y su transferencia. Revista Mexicana de Análisis de la Conducta, 21, 47-66

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CUADERNOS hispaNOAMERICANOS DE PSICOLOGÍA, Vol 12 Nº 1, 85-93

Características psicométricas del Inventario de Miedos de Ollendick Claudia Gutiérrez1, Natalia Bustos, Liliana Flórez, José Parra, Diana Rodríguez y Juanita Rojas2 Universidad El Bosque

Resumen El presente estudio tiene como objetivo presentar las características psicométricas del Escala de miedos para niños revisado por Ollendick (FSSC-R), uno de los instrumentos más utilizados para medir los miedos en los niños. Dicho instrumento se aplicó a una muestra de 400 niños y jóvenes entre los 7 a 16 años de la ciudad de Bogotá. Se encontraron resultados similares a los valores de confiabilidad y validez obtenidos en estudios realizados en Norte América, Inglaterra y Australia. Además, se obtuvo un alto índice de confiabilidad para la puntuación total del nivel de miedos y para las subescalas. Se encontró que los resultados para la muestra de sujetos de Bogotá son consistentes con la teoría y con otros estudios en los que las niñas reportan mayor temor que los niños y, a medida que aumenta la edad, disminuye el nivel de miedo. Por último, la validez concurrente con el CMAS-R mostró una correlación moderada entre miedo y ansiedad, consistente con lo planteado por la teoría. Palabras clave: escala de miedo para niños, miedo, ansiedad, confiabilidad, validez Abstract This study aims to present the psychometric properties of the Fear Survey Schedule for Children reviewed by Ollendick (FSSC-R). This is one of the most used instruments to measure fears in children. The instrument was applied to a sample of 400 children and youth –ranging from 7 to 16 years old- from Bogota city. The results were similar - regarding validity and reliability- to the ones found in studies conducted in North America, England and Australia. In fact, a high rate of reliability was obtained for the total score of the level of fear and for the subscales. So, it can be concluded that -through the items-, it is measured the construct defined by the authors. It was found that the results for the sample of subjects in Bogota are consistent with theory and with other studies in which girls report greater fear than boys. It also was confirmed that as age increases, the level of fear decreases. Finally, concurrent validity with the CMAS-R showed a moderate correlation between fear and anxiety, which is consistent with the theory. Keywords: Fear Survey Schedule, fear, anxiety, reliability, validity

1 Psicóloga, Directora del proyecto de investigación, Universidad El Bosque 2 Auxiliares de Investigación Recibido. 26 de Marzo de 2012 Aprobado. 17 de Mayo de 2012

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Claudia Gutiérrez, Natalia Bustos, Liliana Flórez, José Parra, Diana Rodríguez y Juanita Rojas

Introducción Los trastornos de ansiedad son una de las dificultades psicológicas más comunes que experimentan los niños y adolescentes. Estos trastornos tienden a persistir hasta la adolescencia tardía y la edad adulta, a menos que se reciba un tratamiento efectivo (Essau, et al.; Ollendick y March; Ollendick y Seligman, como se citaron en Ollendick y Grills, 2007). Aunque para autores como Muris, Merckelbach, Jong, Ollendick (como se citaron en Gutiérrez, Castro, Esprilla y Peña, 2007) los miedos en la etapa de la niñez pueden ser de corta duración y disiparse con el tiempo, otros niños persisten con tales miedos en sus distintas etapas del desarrollo. Estos reportan que sus temores causan una considerable angustia e interfieren con sus actividades diarias y sus relaciones interpersonales (Essau, Conradt y Peterman 2002; llendick y King, 1993). De acuerdo con Ollendick, King y Muris (2002) y Grill- Taquechel y Ollendick (2007), la ansiedad y el miedo son respuestas emocionales normales a un estímulo o situación que se percibe amenazante; tener miedo o ansiedad y disponer de un sistema de reacción para la respuesta de lucha a esta situación verdaderamente peligrosa se considera un comportamiento adaptativo que contribuye a la supervivencia. Sin embargo, si la respuesta de ansiedad es provocada por una situación u objeto que no es verdaderamente peligroso, la ansiedad y la evitación limitarán las respuestas de afrontamiento; por consiguiente, se experimenta ansiedad por más tiempo del que necesita el cuerpo para recuperar el equilibrio. Además, en un trastorno de ansiedad, es importante identificar la frecuencia, la intensidad y la duración, así como si se genera un deterior significativo en el funcionamiento del individuo (Ollendick, et al., 2002). Por lo tanto, se considera que el miedo es una respuesta que se manifiesta cuando el peligro está presente; en cambio, la ansiedad es una respuesta de aprehensión hacia un evento futuro que no está presente en el momento (Gutiérrez, et al., 2007). Esta respuesta, de acuerdo con el modelo tripartito de Lang; Marks (como se citaron en Ollendick

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et al., 2002), es un constructo multidimensional que implica reacciones fisiológicas (aumento del ritmo cardiaco y la respiración); ideación cognoscitiva (pensamientos catastróficos) y conductas de evitación del estímulo o situación temida. Para evaluar la ansiedad y los miedos, en los niños y adolescentes, así como para poder diferenciar aquellos que requieren o no tratamiento, es necesario contar con instrumentos que permitan identificar el nivel de ansiedad o temor adaptativo; así mismo, dichos instrumentos deben diferenciar los niveles ya mencionados de aquellos considerados clínicos. Esta investigación tiene como objetivo identificar las características psicométricas y la consistencia interna del FSSC-R en una muestra de cuatrocientos niños de la ciudad de Bogotá, para que el instrumento pueda ser utilizado con esta población. El FSSCR es un instrumento muy útil para la investigación ya que se ha demostrado su confiabilidad, validez y generalización para niños y niñas de varias edades en diferentes países (Fonseca, Yule, Erol, 1994). Por lo tanto, se espera que este estudio arroje resultados similares con respecto a la consistencia interna y la validez convergente. El nivel de confiablidad del FSSC-R ha sido alto en los distintos estudios. Por ejemplo, en Norte América y Australia, dicho nivel es de α=0,95, (Ollendick, King y Frary, 1989); en Inglaterra, de α=0,94 (Ollendick, Yule y Ollier, 1991); en China, de α=0,96 (Dong, Yang y Ollendick, 1994) y, en Suecia, de α=0,96 (Svensson, Ost 1999). Por otra parte, hay hallazgos que dan soporte a la validez convergente del FSSC-R al explorar la relación entre miedo y ansiedad; se ha encontrado que las puntuaciones altas en el FSCC-R correlacionan bien con otras medidas de ansiedad como el CMAS-R (Fonseca, et al., 1994) (Muris, Merckelback, Ollendick, King, Messters, C van Kessel; 2002). Asimismo, se encontró una relación significativa entre el FSSC-R y el CMAS- R. Ésta fue de 0,38; <0,5 en China (Dong, et al., 1994) y de r=0,64 en Inglaterra (Ollendick, et al., 1994). Además, se cuenta con hallazgos de la validez del FSSC-R, los cuales son consistentes con la teoría en lo que respecta al género y la edad. Así

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bien, en estudios de Ollendick, et al., (1989); King, et al., (1989); Ollendick, et al., (1991); Dong, et al., (1994); Ollendick,et al., (1996); Valiente, Sandín, Chorot y Tabar, (2002), se ha encontrado que el nivel de miedo es mayor en las niñas que en los niños. En este mismo orden de ideas, se ha observado que el nivel de temor disminuye a medida que aumenta la edad. Esto se corrobora con los estudios de Ollendick, et al (1989), King et al., (1989), Ollendick, et al., (1996) y Valiente, et al., (2003); allí, los niños pequeños reportan mayor número de miedos, en comparación con los niños mayores. Finalmente, se considera que, en esta investigación, se presentarán resultados similares con respecto a las diferencias del nivel de temor en cuanto al género y la edad. Método Participantes Se tomó una muestra de 400 niños y niñas, con edades entre 7 y 16 años, pertenecientes a dos colegios de estratos 1-2 y 3-4 de Bogotá. Los participantes fueron seleccionados al azar y los colegios, por conveniencia. La muestra se dividió de la siguiente manera: 200 sujetos del sexo masculino y 200 del sexo femenino; 134 sujetos con edades entre 7 y 10 años (denominado grupo A), 134 niños con edades entre 11 y 13 años (denominado grupo B) y; por último, 134 participantes con edades entre 14 y 16 años (denominado grupo C). Cada grupo (A, B, y C) se dividió en 2 subgrupos según el estrato socioeconómico del colegio: subgrupo 1 (estratos 1 o 2) y subgrupo 2 (estratos 3 o 4). Así mismo, cada subgrupo estuvo compuesto por 67 sujetos. Instrumentos El FSSC-R “Fear Survey Schedule for ChildrenRevised” (Ollendick, 1983) es un cuestionario de auto-reporte que contiene 80 ítems en los que los niños indican su nivel de miedo en una escala de tres opciones (Nada, Poco o Mucho). La investigación ha agrupado las respuestas en cinco factores del miedo: miedo a la crítica y la evaluación, a lo desconocido,

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a las heridas o a los animales pequeños, a la muerte y al peligro y; por último, a los temores médicos (Ollendick et al. 1989). El CMAS-R (Reynolds y Richmond, 1978) es una escala de 37 ítems diseñada para medir la presencia de una serie de síntomas relacionados con la ansiedad. Los niños responden a cada pregunta con SI o NO. En general, a través de las diversas investigaciones, se ha encontrado que esta escala tiene un alto nivel de confiabilidad y validez. Procedimiento Se realizaron una serie de tareas para aplicar las pruebas a la población bogotana. En principio, fue necesario solicitar el permiso del Dr. Thomas Ollendick para poder utilizar el inventario de miedos; como siguiente paso, se realizó la traducción al español y la validación por jueces de la misma. Luego, se hizo la prueba piloto en una muestra de 50 niños y adolescentes; posteriormente, se analizaron los resultados obtenidos para poder garantizar la comprensión de la traducción y los requisitos previos a la aplicación. Finalmente se aplicó el inventario de miedos para niños revisado por Ollendick (FSSC-R), acompañado de la escala de ansiedad manifiesta para niños revisada (CMAS-R) a la muestra. Resultados En los resultados obtenidos en esta investigación se utilizaron algunos términos para las abreviaciones, a saber: (a) miedo a lesiones y animales pequeños (Lesyan), (b) miedo al peligro y a la muerte (Pelymu), (c) temores médicos (Temme), (d) miedo a la crítica y al fracaso (Crityfra), (e) miedo a lo desconocido (Desc) y (f) miedos varios (Miedvar). En cuanto a la confiabilidad por consistencia interna que tuvo el inventario de miedos en su totalidad y por subescalas, es necesario remitirnos a la tabla 1. Aquí, se puede observar que un Alfa de Cronbach de 0.944 significa que la consistencia interna de la prueba es excelente, lo cual lleva a concluir que con este instrumento se está midiendo el constructo que se pretende medir. Por ende, la prueba es confiable.

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Claudia Gutiérrez, Natalia Bustos, Liliana Flórez, José Parra, Diana Rodríguez y Juanita Rojas

Figuras

Tabla 1 Estadísticos de confiabilidad Alfa de Cronbach

Nº de elementos

,944

80

En las subescalas de “miedos a las lesiones y a los animales pequeños” y la de “miedo al peligro y a la muerte”, el alfa de Cronbach dio como resultado 0.82. En la subescala denominada “miedo a la crítica y el fracaso”, el resultado de confiabilidad fue de 0.87, similar al de “miedo a lo desconocido”, en el que el alfa de Cronbach fue de 0.86. Estos resultados indican que la consistencia interna de estas 4 subescalas es excelente y los ítems que la componen (en su mayoría correlacionados de manera muy alta ≥ 0,3), en efecto, miden el constructo definido por el autor para dichas subescalas. Sin embargo, es importante aclarar que, para la subescala “temores médicos”, se obtuvo un Alfa de 0.66, lo cual significa que la confiabilidad es media. No obstante, cabe aclarar que dicho resultado puede estar influenciado por los pocos ítems que la componen (4 en total). Además, no resulta un valor tan significativo al observar que, con respecto a la correlación ítem-subescala, todos están por encima de 0,4. Entonces, se puede concluir que dichos ítems sí miden la categoría de temores médicos. Para complementar la información de la anormalidad, y con el fin de dar a conocer de manera más grafica lo que significa que los datos no sean normales, se puede observar una gráfica de dos de las subescalas (figura 1), en las cuales se identifica cómo las barras de resultados no se comportan de acuerdo con la curva normal que se esperaría. En las subescalas “Miedo al peligro y a la muerte” y “temores médicos” son las que mostraron más anormalidad en cuanto a los resultados. Se observa claramente que las barras no siguen esa curva en la que deberían empezar a subir progresivamente, llegando a un tope máximo para luego descender de la misma manera.

Figura 1. Miedo al peligro y a la muerte” y “temoresy médicos” las Figura 1. Miedo al peligro y a la muerte” “temoresson médicos” son las que mostr que mostraron más anormalidad en cuanto a los resultados.

anormalidad en cuanto a los resultados

De acuerdo con el resultado de anormalidad en la mayoría de las subescalas del FSSC-R, para realizar la correlación que existe entre los totales del Inventario de miedos y el Cuestionario manifiesto de ansiedad, se llevó a cabo el coeficiente de correlación de Spearman (tabla 2). A partir de éste, se puede observar que la correlación entre los dos tests es muy buena, lo cual permite concluir que estas pruebas sí están correlacionadas entre sí y que los constructos que miden tienen similitud. Tabla 2 Correlación de Spearman para las variables AnstotCM

fsstotal

AnstotCM

Correlation Coefficient

1.000

.493**

fsstotal

Correlation Coefficient

.493**

1.000

** La correlación es significativa al nivel del 0.01

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Características psicométricas del Inventario de Miedos de Ollendick

Como se había mencionado, el Inventario de miedos está compuesto por 80 ítems; de acuerdo con esto, la puntuación máxima en el nivel total de miedos sería de 240 y la mínima, de 80. La media para el nivel total de miedos de los 399 sujetos de la ciudad de Bogotá fue de 135,6, entendiendo que el mínimo puntaje que obtuvo un sujeto fue de 82 y el máximo fue de 210. Entonces, se puede asegurar que la media está más cercana al mínimo, lo que incluye que e aleja del máximo de miedos que podrían obtenerse como resultado. De acuerdo con la tabla 3, se puede concluir que, con respecto a la media total, las medias de la mayoría de grupos de edad y el de los niños no difieren en gran cantidad; sin embargo, cabe resaltar que la

media del total de miedos de las niñas y del rango de edad más pequeño (7-10 años) sí representan una diferencia notable de 8 y 7 puntos, respectivamente.

En el análisis de los estadísticos descriptivos (tabla 4), la media para el nivel total de miedos de los 399 sujetos de la ciudad de Bogotá fue de 135.6, con una desviación de 26.7. Esto permite destacar la poca dispersión en los datos; además, permite establecer que el nivel de temores en una población escolar como ésta tiende a ser normal, como lo muestra la prueba de Kolmogorov-Smirnov, para el total de miedos y para el miedo a la crítica y al fracaso; pero para los demás, no lo es. Lo anterior, probablemente, se deba a que las demás escalas representan peligros reales a los que la mayoría de niños temen y las distribuciones parten de un puntaje mínimo alto, tal y como se puede ver en la figura 1.

Tabla 3 Comparación de medias Grupo

Media total

Total

135,615

Lesiones y animales pequeños

Peligro y muerte

Temores médicos

Critica y fracaso

Desconocido

28,50

26,64

6,20

37,74

29,60

8

Niños

128,5372

25,46

25,49

5,93

36,85

27,36

Niñas

143,0503

31,55

27,76

6,47

38,62

31,81

7-10 años

142,3458

30,19

26,77

6,63

39,48

31,65

11-13 años

135,7087

28,36

27,05

5,92

38,13

29,37

14-16 años

130,0833

27,22

26,11

6,14

35,80

28,13

Tabla 4 Resumen de casos Género Masculino

Femenino

Total

fsstotal

pelymu

temme

crityfra

desco

lesyan

Media

128,5372

25,49

5,93

36,85

27,36

25,46

Desv. tip

25,72528

6,435

2,063

8,551

6,700

7,016

Media

143,0503

27,76

6,47

38,62

31,81

31,55

Desv.típ

25,93299

5,699

2,093

8,381

7,038

7,351

Media

135,6158

26,64

6,20

37,74

29,60

28,50

Desv. tip

26,79495

6,172

2,092

8,501

7,216

7,795

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Por otra parte, se puede observar que todas las sub escalas presentan una diferencia estadísticamente significativa entre los géneros masculino y femenino (tabla 5).

Por esta razón, se puede concluir que el género sí es una variable que se debe tener en cuenta para identificar los factores de riesgo asociados al nivel de temor.

Tabla 5 Estadísticos descriptivos Mínimo

Máximo

Media

DS

Lesiones y animales

17

66

28,50

7,795

Peligro y muerte

12

52

26,64

6,172

Temores Médicos

4

17

6,20

2,092

Critica y fracaso

23

58

37,74

8,501

Desconocido

18

50

29,60

7,216

Total miedos

82,00

210,00

135,6158

26,79495

Con relación a las diferencias por grupo de edad (tabla 6), también se observa que, en la mayoría de las sub escalas, se presentaron diferencias significativas. Sin embargo, en el miedo al peligro y la muerte, no

hubo diferencias, lo cual indica que, para esta subescala, la edad no es un factor diferenciador y que a cualquier edad los niños o adolescentes sienten miedo por los eventos que atenten contra la seguridad y la vida.

Tabla 6 Estadísticos de contraste fsstotal

lesyan

pelymu

temme

crityfra

desco

U de Mann Whitney

11498, 500

9989,000

14877,000

16619,000

16477,500

11724,000

Sig. asintót. (bilateral)

,000

,000

,000

,004

,034

,000

Nota. Variable de agrupación: Género

Discusión En este estudio se lograron identificar las características psicométricas del Inventario de miedos para niños y adolescentes revisado por Ollendick (1983). El análisis de consistencia interna obtuvo un alfa de Cronbach de 0,94. Esto indica que este instrumento tiene una confiabilidad y consistencia interna altas, lo cual permite concluir que sí se está midiendo el nivel de situaciones temidas en los niños y jóvenes. Tal resultado demuestra una buena confiabilidad,

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basándonos en los estándares propuestos por Barker, Pistrang y Elliot (2002) para evaluar las medidas de confiabilidad y validez. La medida de confiabilidad obtenida es similar a las encontradas en los estudios comentados anteriormente. Así, se demuestra que cuando a un niño de la ciudad de Bogotá se le aplica el FSSC-R, las puntuaciones obtenidas sí reflejarán su nivel de miedo. En este orden de ideas, los psicólogos pueden usar esta prueba para sacar conclusiones y recomendaciones para el tratamiento del miedo con base en las pun-

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Características psicométricas del Inventario de Miedos de Ollendick

tuaciones de los sujetos a los cuales se les aplique la prueba (Ollendick, et al., 1989; Ollendick, et al., 1991; Dong, et al., 1994; Svensson, et al., 1999). En el análisis de la confiabilidad de las diferentes subescalas, también se obtuvo una buena consistencia interna, con lo que se concluye que los ítems de cada subprueba sirven para medir el factor que dicen medir. Estos resultados de las subescalas complementan y corroboran la confiabilidad de la prueba y su utilidad para la investigación y aplicación clínica. De igual manera, a partir de los puntajes que los niños obtengan en las diferentes subescalas, los psicólogos pueden concluir cuáles son los estímulos que provocan miedo y usar los resultados para proponer el tratamiento. Al continuar con el análisis de los datos, la media del total de la prueba, de 135.6, correlaciona con estudios realizados en diferentes países, específicamente en Australia, Inglaterra y China, en los que se obtuvieron medias totales del nivel de miedos de 136.0, 138.0, 133.5, respectivamente (Ollendick, et al., 1989; King, et al., 1989; Dong, et al., 1994). Estos datos demuestran que independientemente del país en el que se aplica, este instrumento tiene una amplia capacidad para medir el nivel de miedos. Así mismo, se demuestra la generalidad del constructo cuando se aplica a niños del medio urbano, lo que facilita el diagnóstico e intervención de los psicólogos clínicos al detectar un caso que se aleja de este promedio y; por lo tanto, puede ser considerado clínico. Igualmente, a partir de estos resultados preliminares se sugiere que se continúe la investigación para obtener datos normativos. La tendencia de los datos indicó también que a mayor edad, menor la media del número de miedos, resultados que se correlacionan con lo encontrado en la teoría, en donde se identifican diferentes explicaciones para este fenómeno. Una de ellas se refiere a aspectos de la maduración y el desarrollo cognoscitivo; a medida que el niño crece, es capaz de enfrentarse a situaciones de riesgo (Fonseca, et al., 1994). Igualmente, en esta investigación, al igual que en otros estudios (Ollendick, et al., 1989; King, et al., 1989; Ollendick et al., 1991; Ollendick, et al., 1996; Valiente, et al., 2002; Valiente, et al., 2003), los resultados demuestran que a medida que la edad

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aumenta, el número de temores disminuye. Así bien, los datos normativos de la prueba aportados por Ollendick, King, y Frary (1989) son consistentes con el presente estudio. Para la diferencia de género, se encontró que las niñas reportan más temor que los niños; estos resultados son similares a los encontrados en la teoría, en donde se explica este fenómeno. Una de las explicaciones se refiere a aspectos de nivel biológico y fisiológico, relativos a la reactividad del sistema nervioso autónomo y el nivel de activación emocional de las niñas (Gullone, 2000). Estas diferencias pueden hacer alusión a los diferentes estereotipos de género, y la expresión del miedo es acorde a la expresión de la feminidad y no de la masculinidad (Muris y Rijkee, 2011) (Fonseca, et al., 1994; Graziano Degiovani, y Garcia, como se citarón en Fonseca et al., 1994). De la misma manera, existe acuerdo empírico según las investigaciones realizadas en América, Australia, Inglaterra, China y España (Ollendick et al., 1989; King et al., 1989; Ollendick et al., 1991; Dong et al., 1994; Ollendick et al., 1996; Valiente et al., 2002; Valiente et al., 2003). En todas ellas se llega a la conclusión de que las niñas presentan mayor nivel y número de miedos que los niños, resultados que adicionalmente son apoyados por los datos normativos del FSSC-R (Ollendick, King, y Frary, 1989). Para el presente estudio, es importante observar la relación entre miedo y ansiedad como reacciones emocionales a estímulos o situaciones que se perciben como amenazantes para el bienestar físico o emocional. Para autores como Muris et al., (2002) y Fonseca et al., (1994), las puntuaciones del FSSC-R correlacionan sustancialmente con otros instrumentos de ansiedad. Lo anterior indica que altas puntuaciones del FSSC-R (mayor número de situaciones a las que se les tiene miedo) demuestran que hay mayor nivel y naturaleza de ansiedad manifiesta (CMAS-R). Otros estudios que buscan explorar esta relación son el de Dong, et al., (1994), que muestra una r= 0.38 < .05 y el de Ollendick, et al., (1991), que establece una r=0,64; estos resultados demuestran que sí existe relación entre estos dos instrumentos. Además, con la validación concurrente del FSSC-R en esta muestra de Bogotá de r=.493 < .05 se observa

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que estas dos pruebas están correlacionadas entre sí y que estos constructos tienen similitud. Con base en los estándares suministrados para los resultados de validez por Barker, Pistrang y Elliott (2002), se puede concluir que la validez concurrente de estos dos instrumentos es bastante buena y, a su vez, indica que la validez es el indicador apropiado, ya que ansiedad y miedo son constructos relacionados y no iguales. Por lo tanto, el indicador no es una medida de confiabilidad, sino de validez. En conclusión, los diferentes resultados arrojados por las medidas estadísticas aplicadas y su respectiva correlación con la teoría, y las investigaciones relacionadas con el tema, permiten establecer que el FSSC-R es un instrumento válido y confiable. Entonces, éste significa un gran avance y supone un apoyo para el trabajo de los psicólogos clínicos en el diagnóstico y detección de los miedos en la infancia y la adolescencia. No obstante, se recomienda que, en futuros estudios, la investigación se enfoque en la exploración a nivel clínico de estos miedos en niños, niñas y adolescentes. Igualmente, se sugiere hacer una aplicación del instrumento a una muestra de 200 niños, niñas y jóvenes de estrato alto, lo cual permitirá tener otra variable de comparación que es el estrato. Así, se podrá saber si las puntuaciones de niños, niñas y adolescentes son distintas según el estrato socio-económico al cual pertenecen. Referencias Barker, C., Pistrang, N., y Elliott, R. (2002). Research methods in clinical psychology. England: Jhon Wiley & Sons, LTD Dong, Q., Yang, B y Olendick, T (1994). Fears in Chinese and Adolescents and Their Relations to Anxiety an Depression. J. Child Psychol. Psychiat 35, 351 – 363. Essau, C., Conradt, J., Etermann, F. (2002) Course and outcome of anxiety disorders in adolescents. Anxiety Disorders, 16, 67-81. Fonseca, A., Yule, W. y Erol, N. (1994). Cross-Cultural Issues. En T. Ollendick., W. Yule. y K, Oller. (Eds). International handbook of phobic and anxiety disorders in children and adolescents (pp. 67- 84). Spring Street: New York.

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Características psicométricas del Inventario de Miedos de Ollendick

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PRESENTACIÓN DE LA MISIÓN La revista Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología es una publicación seriada cuyo primer número apareció en el año 2000; es editada por la Facultad de Psicología de la Universidad El Bosque, con sede en la ciudad de Bogotá, Colombia. La revista tiene como gran marco referencial la perspectiva multidimensional bio-psico-social cultural y axio-ética en términos del denominado, justamente de una manera más abreviada, modelo bio-psico-social. Es decir, que su fundamentación, coherencia y significación está contextualizada dentro del marco de la teoría de la co-evolución biológica, socio-cultural y deóntica de nuestra especie como homo sapiens sapiens. En consonancia con este marco epistemológico general se pretende mostrar el estado actual de la Psicología desde la siguiente perspectiva: (a) como un campo interdisciplinario más allá de las “escuelas tradicionales” y de los “ismos” reduccionistas ideologizados; (b) dar cuenta de una manera crítica sobre los avances del conocimiento basado en la investigación, a lo largo de sus diversas modalidades y procesos; (c) en cooperación interdisciplinaria con redes de investigadores, docentes y practicantes no solo de Hispanoamérica sino de otros países. NORMAS PARA LA PUBLICACIÓN DE ARTÍCULOS Políticas La revista Cuadernos Hispanoamericanos de Psicología recibirá artículos de cualquier parte del mundo y los publicará tanto en español, como en inglés. Le dará especial importancia a los artículos orientados hacia: (a) las diferencias individuales, la personalidad y el ciclo de la vida en diferentes contextos; (b) contribuciones de la psicología a la educación superior; (c) comportamiento y salud (incluida por supuesto la salud mental y la auto-eficacia personal); (d) el mundo del trabajo, las ocupaciones y la ergonomía cognoscitiva; (e) el campo de la psicología jurídica; (f) psicología del deporte; (g) la comunicación y los grupos y la toma de decisiones. Se aceptarán trabajos de los siguientes prototipos seleccionables por su calidad y su utilidad educativa y su relevancia social; epistemológicos, históricos, tecno-científicos, metodológicos y de desarrollo instrumental; informes sobre investigaciones fácticas bajo diferentes metodologías; estudios de caso único; estudios de meta-análisis. Desde nuestras páginas y conforme a las referentes que acabamos de señalar, está abierto este espacio para recibir, en gran aprecio, las colaboraciones de los psicólogos iberoamericanos y de otras partes del mundo. Gracias anticipadas por su acogida. El Editor

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Normas APA (Normas de la American Psychological Association, Sexta Edición) Para la publicación de artículos de investigación científica y tecnológica, artículos de reflexión y artículos de revisión se solicita enviar el escrito en medio electrónico a la dirección de correo electrónico cuadernoshispanoamericanos@unbosque.edu.co Se aceptan trabajos de tipo teórico o aplicado que representen avances significativos en las diferentes áreas de dominio de la psicología científica y en correspondencia con las políticas de esta revista, el cual debe estar redactado en letra Times New Roman, tamaño número 12 a espacio sencillo, sin espacios libres entre párrafos y con sangría de primera línea en cada párrafo. En cuanto a la organización y formato, deben seguirse las normas de publicación estipuladas por la APA (American Psychological Association). Para estos efectos, encontrará a continuación una breve descripción de dichas normas: • Título de la investigación: debe sintetizar la idea principal del escrito de una manera sencilla, con un estilo adecuado y suficiente por sí solo. El título principal deberá estar en mayúscula inicial, centrado, sin negrilla y tamaño de letra 18 puntos. • Nombre del autor y afiliación institucional: utilice el nombre y apellido o apellidos; si va a identificarse con sus dos apellidos, recuerde unirlos con un guion [-]. Ejemplo: Fernando Martínez-Veloza. Omita títulos y grados académicos. Incluya debajo el nombre de la institución principal a la cual está vinculado o que contribuyó a la investigación. • Nota del autor: en este apartado se incluyen los reconocimientos, la institución a la cual está afiliado, se declaran exenciones de responsabilidad o conflictos de intereses percibidos y le ofrece al lector alguna dirección en la cual pueda ser contactado. La nota debe organizarse por párrafos, así: 1er párrafo, afiliación institucional; 2do, cambios de afiliación; 3ro, agradecimientos y 4to, correo electrónico. • Según la APA (2010), el resumen (español) y el abstract (inglés) se ubican en la misma página del título principal (primera página) y debe ser: a) preciso, es decir, que refleje claramente el objetivo de la investigación; b) no evaluativo, esto es, sin hacer juicios de valor sobre el artículo que publica; c) en un estilo coherente, breve, formalmente correcto, no repetitivo y que comunique lo que debe comunicar (recuerde que el resumen no debe exceder de 150 palabras). • Encabezamientos: la organización del documento científico requiere la utilización de encabezamientos y subencabezamientos, que cumplan la función de destacar la jerarquización de la información. Existen cinco niveles de encabezamiento que se caracterizan por: a) nivel 1, estar centrado, en negrilla y sólo con mayúscula inicial; b) nivel 2, alineado a la izquierda, en negrilla y sólo con mayúscula inicial; c) nivel 3, mostrar un encabezamiento en el mismo renglón, con sangría de 0,7 cm, negrilla y mayúscula inicial; d) nivel 4, ser un encabezado en el mismo renglón, con sangría de 0,7 cm, en cursiva, con negrilla, mayúscula inicial y punto final; y e) encabezamiento en el mismo renglón, con sangría, cursiva, mayúscula inicial y punto final. • Citas y referencias: Recuerde que la información proveniente de otras fuentes debe estar citada y referenciada. Las citas pueden ser textuales, contextuales o citas secundarias, es así que, si la información citada tiene tres y cinco autores cítelos a todos por primera vez, y a

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partir de la segunda vez indique el primer apellido seguido de las iniciales et al; si son más de seis autores, a partir de la primera vez se indica el apellido del primer autor, seguido de las iniciales et al. Dependiendo de la fuente de la información, el modelo de referencia va a cambiar. Según las normas APA (2010) existen 96 modelos de referencias (ver http://www.apastyle.org/) Tablas y figuras: se deben presentar en el cuerpo del texto e incluirse al final en un anexo.

El artículo debe traer adjunto una carta en que se declare que el escrito es original e inédito y no ha sido enviado ni será enviado a otras publicaciones. Esta carta estará firmada por todos los autores. Cualquier información adicional será suministrada por el Comité Editorial a través del correo electrónico cuadernoshispanoamericanos@unbosque.edu.co. Si tiene alguna duda respecto a las norma de publicación, consulte la siguiente obra: American Psychological Association (2010). Manual de publicaciones. México: Manual Moderno. Comité de Publicaciones

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