NARRADORES ANTOLOGÍA DE CUENTOS DE DISEÑADORES
Joel Olivares Ruiz Rector
Margarita Acosta Mota Secretaria de Finanzas y Planeación
Arturo Pacheco Panamá Director Adminsitrativo
Alexandro Acosta Olivares Dirección de Sistemas y Desarrollo
Carlos Alberto Cabañas Ramírez Director Académico
Nidia Iliana Pérez Lobato Coordinadora de Posgrados
Alejandra Palmeros Montúfar Coordinación Editorial
Julia Saraid Polanco Chuzeville
Coord. de la Lic. en Diseño Gráfico
Hugo Castañeda Peredo
Coord. de la Lic. en Arquitectura y Arquitectura de Interiores
Edgar Alejandro Sánchez Paredes
Coord. de la Lic. en Diseño Industrial
Diana González Domínguez
Coord. de la Lic. en Diseño de Modas
Ignacio Colosía Velásquez
Coord. de la Lic. en Animación Digital y Diseño Web y Arte Digital
Narradores: Antología de cuentos de diseñadores. Registro de las actividades académicas de la Universidad Gestalt de Diseño. Publicación semestral, febrero-julio 2024.
Ediciones G
Coordinación editorial: Alejandra Palmeros Montúfar Dirección de arte: María Elisa Gayosso Rodríguez Diseño y formación: Sara Xochil Uscebrka Milosevic Ilustración de portada: Sara Xochil Uscebrka Milosevic Ilustraciones: Sara Xochil Uscebrka Milosevic Concepto gráfico: Giselle Herrera Junquera Corrección ortográfica y de estilo: Anaelena Olivares Solís
Contacto: editorial@ugd.edu.mx
Universidad Gestalt de Diseño Av. 1ro. de Mayo No. 113 Col. Obrero Campesina
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NARRADORES ANTOLOGÍA DE CUENTOS DE DISEÑADORES .
Índice
Presentación
Pétalos blancos sobre un bosque azul
Verónica Blanco Ramos
La sombra
Valeria Díaz Izurieta
Rut el duende: camino hacia el heroísmo
Juan Daniel Fierro Guzmán
Cuento
Jocelyn Guadalupe Ramírez Collin
Sin título
Edna Iveth Velasco Rentería El monstruo
Diana Saraí Velasco Rentería
Chispas Camposanto Cuentos
espejo
del
3 4 10 16 17 24 27 42 46 49
Presentación
Los seres humanos somos seres de historias. Nos encanta contar cosas y que nos cuenten. Más allá del escenario de la hora de dormir, el cuento es una base fundamental para nuestro desarrollo cognitivo. La estructura del mundo a través de los relatos configura y define nuestra realidad, desarrolla nuestra imaginación y da estructura a nuestro pensamiento.
Muchos encuentran en las historias una oportunidad para escapar de la realidad, como ejercicio terapéutico, como manera de aprender, como un reto y por supuesto, diversión. Pero ¿cómo podemos hacer que las historias, personajes y escenarios que danzan en mi cabeza cobren forma textual? ¿Cómo hacer un cuento? ¿Es algo intuitivo o hay un método? La Universidad Gestalt de Diseño lanzó la convocatoria al Taller Libre de Cuento para marzo y abril de 2024. De los resultados, creamos la siguiente antología con una selección de los trabajos más destacados del taller.
La primera parte son pequeños relatos para ejercitar lo aprendido en clase. Se divide en chispas (ejercicios rápidos) y camposanto (relatos breves y exploraciones con cadáveres exquisitos). La segunda parte de la antología son cuentos originales de los estudiantes creados a través de las sesiones bajo dos ejes importantes. El primero fue elegido por los mismos jóvenes: la figura del monstruo. El segundo lo tomé como pretexto para explotar los arquetipos básicos de narrativa y éste fue la construcción del héroe/protagonista a través del viaje de iniciación.
Espero disfruten de este trabajo que queda como un antecedente para más historias de estos jóvenes narradores.
Alejandra Palmeros Montúfar
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Chispas
1Verónica Blanco Licenciatura en Animación Digital
Era otra abrumada mañana y mi humana no despierta. Mi humana dejó la ventana abierta, ya que el calor es palpable en el ambiente. ¡Ay! ¡Qué difícil es ser yo, se los juro! Todo el tiempo tengo que estar cuidando a esta manada que me tocó.
Es mi deber cuidar de mi foránea, es por eso que he instalado una cámara en mi humana mientras ella dormía. Tenemos que cuidar a nuestras humanas mujeres, ya que hoy en día el mundo exterior es peligroso para ellas. Algunas de ellas salen y nunca regresan a casa.
¡Qué sería de mí y de Apolo sin nuestra humana! Ya son las 9 am, ya es momento de despertar a nuestra humana. – Apolo, es momento de despertar a nuestra humana. Modo guerra activado - maulló Luz, la espía a Apolo el tierno.
Apolo y Luz comenzaron a perseguirse por toda la cama, brincaban de un lado a otro con toda la intención de despertar a su humana. – Mi humana solamente se movió un poco- dijo Luz, la espía. – Nuestra humana- gritó Apolo el tierno- Recuerda que ya soy parte de la manada.
– Es momento de gritar, Apolo. – MORIMOOOS DE HAMBRE. YA NO PUEDO MÁS CON ESTA VIDA, AYUDAAA. NOS MORIMOOOOS- Apolo el tierno y Luz, la espía comenzaron a maullar.
La manipulación emocional funcionó como todos los días. Mi humana nos atendió, hizo todas sus actividades matutinas y se apuró a hacer la comida, ya que a las 5:00 pm tenía que regresar a la universidad a su taller de cuento.
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Valeria Díaz Licenciatura en Diseño Industrial
No hay manera de empezar este relato más que con cansancio: cansancio que sentí al abrir los ojos, cansancio con el que hice mi desayuno y me despedí de mi familia, cansancio el que sentí al subir esas escaleras, cansancio el haber llegado tres horas antes de mi clase, cansancio de que las tuviera ocupadas, cansancio al acabar mi clase, y cansancio al pensar en quedarme hasta la tarde-noche. Pero no quisiera otro cansancio que el que me da hacer las cosas que amo.
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Jocelyn Ramírez Collin Licenciatura en Diseño Gráfico
Otra vez me quedé dormida, tengo un vago recuerdo de haber escuchado una alarma o tal vez eran las 5. Tuve que salir corriendo de mi casa. Por poco se me olvidaba la mochila sino la hubiera dejado al lado de la puerta; creo que al final sí olvidé algo más no recuerdo qué. Corrí a la parada. Tuve suerte: mi combi pasó, aunque celebré demasiado rápido, ya que el conductor manejaba con las patas (en el mal sentido), bueno, no me quejo, lo importante es llegar (o eso creo yo). Por poco se pasaba mi parada al no escucharme cuando le dije “bajan”, lo tuve que repetir varias veces hasta que frenó de golpe y casi me caigo. Volví a ver la hora y nuevamente corrí, tal vez debería poner un par de alarmas más, o al menos eso repetía en mi cabeza. Me sentía en un maratón, incluso mi obstáculo eran las escaleras. Llegué a mi meta, cuando llegué al salón pude soltar un respiro, hasta que vi un mensaje.
Se suspendió la clase.
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Montserrat Hernández Abad Licenciatura en Diseño Gráfico
Esta mañana perdí la noción del tiempo. Más que retrasarse y llegar tarde, mi día fue como aquellos en los que haces todo en automático.
¡Como un robot!
Desperté, me alisté, tuve un rico desayuno, vine a mis clases, entregué actividades, ¡Hice ejercicio!, comí y ahora estoy aquí.
¿Aproveché mi día? o ¿Hice muy poco?
Como sea, fue un día productivo como un robot.
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vValeria Díaz Licenciatura en Diseño Industrial
El cazador estaba enamorado de la reina, vil y hermosa. Haría lo que fuera por ella, pero ¡horrible fue su desgracia cuando aquella princesa llegó! La vio caer en la locura sólo porque la niña era más bella que ella. Con tal de servirle, él mismo le sugirió matarle. Ella aceptó y la secuestró y se la llevó al bosque. Fue la primera vez que la vió a los ojos. Ahora lo entendía. Nunca antes pudo imaginarse a nada más hermoso que su reina, pero ahí estaba aquella niña. De inmediato sintió asco y con horror dejó a la niña y se fue directo con su reina, suplicando que lo matara por pensar en lo hermosa que era Blancanieves. Pero la reina no quería y ese fue su error. Él mismo se quitó la vida, dejando a la reina sin palabras, solo lágrimas. Él, fue la única persona que no le tenía miedo y siempre estuvo con ella y ahora había muerto por una adolescente… No hay furia que refleje lo que sintió.
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Camposanto
Era una tarde de marzo, parecía tan común y corriente, pero de pronto ¶ ¡Empezaron a sonar trompetas!, ¿de dónde viene ese sonido? –Viene del centro de la ciudad, hay un desfile de ranas trompetistas– “Pero es imposible” ¶ pensé, sin embargo, ahí se encontraban, marchando al ritmo de la música, no podía creer tal espectáculo, me moví más cerca para ver mejor, ahora podía apreciar sus atuendos, todos se habían acercado al escuchar las trompetas y tambores, pero, ¿Qué es esto? ¿De dónde vienen? ¿Cómo es esto posible?, eran unas de las preguntas que escuché del aire, mientras seguían desfilando pude alcanzar a ver el final del desfile, ¿Qué era aquello que estaban cargando esos sapos? ¡Es momento de actuar! ¶ Decidido, y con la curiosidad invadiendo cada uno de mis pensamientos, empecé a caminar, antes de darme cuenta, ya había avanzado más de 15 metros, sin poder parar. Sin embargo, las cosas no son siempre lo que parecen… ¶ Entre más me iba acercando más aumentaba mi curiosidad ¿Qué era eso que llevaban cargando? Por más que trataba ver con claridad no podía, sus atuendos brillantes deslumbraban mi vista, por más que intentaba parecía no lograr resolver esa incógnita, ¶ así que decidí infiltrarme, tomé un traje de una tienda de disfraces y empecé a desfilar, poco a poco empezó a tomar forma la cosa que estaban cargando, ¶ eran unas máscaras enormes de colores muy brillantes y con muchas texturas, unas llevaban cabello, otros sombreros, otras cosas que jamás me hubiera imaginado.
Después de todo, ¶ las ranas alzan más las máscaras y debajo de ellas hay una cabeza de otro ser humano cortada. Comienzo a sudar frío ¿Cómo llegué aquí?, me pregunto. No tengo recuerdo alguno de mi vida, no recuerdo dónde crecí, si tenía familia o no, sólo tengo el sentimiento de que no pertenezco a este lugar.
¿Qué hago aquí? ¿Podré salir con vida?
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Era una tarde de marzo, parecía tan común y corriente, pero de pronto ¶ encontré una caja debajo de mi cama, se me había olvidado que se encontraba ahí, debía tener unos meses, tal vez años. Tenía un vago recuerdo de lo que podría haber dentro, pero eso es imposible. ¶ Había pasado demasiado tiempo y por más de que tratara de recordar no podía saber qué tenía, así que decidí abrirla pero, me di cuenta que tenía una llave, y claramente, no sabía dónde estaba. Así que comencé a buscar y buscar por horas... hasta que la encontré y en mi mente dije –es el momento de actuar–. ¶ Finalmente, después de tantos años, estaba lista para abrir esa puerta que al pasar el tiempo, se había camuflado con la decoración. Mi corazón se empezó a acelerar, mis manos sudaban mucho. Sin embargo, las cosas no son siempre lo que parecen. ¶
Mi abuela jamás quiso que yo abriera esa puerta; me acerqué con paso decidido al final del pasillo, contemplé la puerta un momento. Se veía tan fuera de lugar, era puntiaguda, tenía unos símbolos grabados que no entendía y era de un azul marino tan profundo como el mar. Jugué con la llave, la sentí girar entre mis dedos, mi corazón estaba a punto de ¶ estallar en mil pedazos, me sentía tan mal por desobedecer las órdenes de mi abuela, pero la curiosidad me mataba, sin más, respiré e hice lo que mi corazón aclamaba tanto, abrirla. Introduje ¶ la llave y comencé a girarla –clic– sonó, y está abierta. La puerta rechina, está todo oscuro y me llega un fuerte olor a podrido.
Después de todo ¶ lo que he pasado, no me imaginé estar en esta situación… era mi abuela. Ahora entendía por qué no quería que se abriera aquella puerta, no cabía duda, su pasado me miraba a los ojos, esas cuencas vacías reflejaban inexplicablemente un terror inmenso que nunca se borrará de mi mente.
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Era una tarde de marzo, parecía tan común y corriente, pero de pronto, ¶ a lo lejos se acercó un hombre con un abrigo largo y un sombrero; realmente se veía triste y la nostalgia se reflejaba en su rostro, «pero eso es imposible» ¶ ese hombre era Don Esteban, «eso es imposible» pensó Andrea una vez más, «ese hombre siempre fue tan alegre y compasivo con la gente».
Él solía tener una tienda de chocolates, Andrea siempre pedía las explosiones moradas, y su hermana el grito de grillo. Su tienda era un lugar muy divertido. Andrea quiso acercarse al hombre, pero le angustió ser imprudente. No había estado en su ciudad natal desde hace 10 años. Muchas cosas habían cambiado “es el momento de actuar” ¶ pensó, sería una idea genial que fuera hacia él a animarlo, pero no quería ser molesta, lo que la dejó pensando si es que había una manera de acercarse a ese hombre “su viejo amigo”; sin embargo, las cosas no son siempre lo que parecen. ¶ Su alegre personalidad solo era una máscara para ocultar su profunda tristeza que le dejó la muerte de su esposa. Me contó entre lágrimas su vida con ella, lo mucho que lo hacía feliz, ¶ sus caminatas por el parque y cómo sus chocolates sabían mejor gracias a su cariño y calidez. Comencé a llorar, lo que pareció conmoverlo. Los dos nos abrazamos compartiendo recuerdos de nuestra ciudad, y después de un largo ¶ abrazo –que podría jurar que no duró más de 5 minutos, pero en realidad duró horas– decidimos caminar, para ponernos al día.
Después de todo… ¶ Don Esteban necesitaba a alguien con quien hablar y apoyarse, ser una persona alegre puede resultar agotador y mucho más en nuestros momentos más vulnerables. Encontrar consuelo y apreciar aquellos momentos era lo que necesitaba, era lo que ambos necesitábamos.
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Era una tarde de marzo, parecía tan común y corriente, pero de pronto, ¶ un conejo apareció en la puerta, bien vestido y algo esponjoso; parecía tener ganas de entrar a la casa del vecino, más nadie le abría la puerta, el calor era insoportable y se veía muy cansado. Eso es imposible, ¶ los conejos no usan ropa, pero no le di importancia y lo invité a entrar a mi casa. –Ven, pasa–le dije, –te daré un vaso con agua y una zanahoria helada–. El conejo emocionado corrió hacia mi casa y entró. Le dije que tomara asiento y así lo hizo. Es el momento de actuar. ¶ Agarré al conejo por las orejas y lo alcé al alcance de mis ojos –¡¿Qué haces aquí?! –No puedo creer que no me haya reconocido antes…incluso no sé si podría, solo nos hemos visto en aquellas pesadillas de mi infancia, cómo podría encontrármelo aquí… sin embargo, las cosas no son siempre lo que parecen. ¶ –Soy un mensajero –respondió, con una voz muy temerosa. –Un mensajero de aquel al que alguna vez todos consideraron un rey justo y benevolente–. Comenzó a contarme todo aquello de lo que se había escrito en las santas. ¶ Todo parecía confuso, en primer lugar, estaba ahí hablando con un conejo con ropa de mis pesadillas ¿Acaso era posible? ¿O una vez más estaba en otra pesadilla? ¶ Así que para averiguarlo comencé a hacerle preguntas, ¿Por qué estás aquí?, si tu objetivo era llegar a mí, ¿qué hacías tocando en la puerta de mi vecino?
Después de todo, ¶ me explicó que había sido porque él pensó que yo le había ganado en llegar. Yo le pregunté ¿Cómo sabías que iba a ir a dejarle su control del juego?, me dijo -Muchacho, yo vengo del futuro y eso no es un control cualquiera ¿Quieres saber qué pasó con tu papá el día que naciste? Escribe tu fecha de nacimiento, yo te acompaño.
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Era una tarde de marzo, parecía tan común y corriente, pero de pronto, ¶ todo se volvió al revés, los pájaros hablaban para comunicarse, las personas cantaban sin parar, los niños cuidaban de sus padres y las calles mostraban la ausencia de carros, pero eso es imposible… ¶¿Cómo podría pasar aquello que no era normal? ¡Un sueño! Es el primer pensamiento que invadió la cabeza de nuestro protagonista. Relajándose un poco de esa tensión que lo invadió. Es el momento de actuar, ¶ eso pensó con el miedo y la confusión de no saber si lo que estaba viviendo era real o era simplemente una alucinación. Sin embargo, las cosas no son siempre lo que parecen, ¶ por más que se golpeaba contra la pared no podía despertar ¡ESTO ES REAL!, exclamó, con un montón de sentimientos que lo invadían ¿Era miedo? ¿Angustia? ¿Confusión? ¿Adrenalina? Simplemente no podía creer lo que sus ojos estaban viendo, pero si todo era al revés ¶ ¿Qué en verdad se había vuelto loco todo el mundo? ¿Y si solo me estaba volviendo loco yo? Decidí dar pasos apresurados y ágiles para poder llegar a mí. ¶
A lo lejos veo la figura de un hombre alto, esbelto, su tez es blanca. Lo tomo del hombro y cuando él se gira me veo a mí mismo. Soy yo, esto no puede ser, mi otro yo me mira enloquecido, suelta espuma por la boca, sus ojos estaban totalmente rojos, intento correr lo más rápido que puedo. Después de todo, ¶ no quería morir en esta pesadilla ¿Por qué a mí?, yo sólo quería volver a mi hogar. El hombre logra alcanzarme, no me deja escapar, la impotencia y ganas de llorar del miedo me invaden, –por favor, no me hagas daño–, supliqué en vano, pues ya era muy tarde, podía sentir mi final acercándose, cuando este otro yo antes de su cometido me dice –recuerda, no nos olvides– ... ya no veo nada.
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Cuentos
Pétalos blancos sobre un bosque azul
Verónica Blanco Ramos Licenciatura en Animación Digital
El resplandor de un rayo de luz eclipsa la visión de M. Ella intenta moverse, pero algo la jala al piso. M usa su mano derecha para cubrir sus ojos, las hojas mojadas del otoño bañan el suelo. M siente como el agua de las hojas cubre su espalda; está acostada en el suelo y trata de levantarse sin éxito alguno. Lanza un grito, pero el sonido no lográ salir de su boca.
–M, te extraño. M, ven a buscarme–, suplica una voz aguda y asustada de entre los árboles.
Todo le da vueltas a M. El bosque tiene colores verdes, amarillos y cafés. En nada se parece al bosque en el cual la encontraron las hadas. Es como si este espacio fuera la antítesis de aquella noche azul.
El agitado corazón de M la despierta. Finalmente puede moverse. Fue solo un sueño. M se sienta abruptamente. Toca su cabeza y se para a tomar un vaso con agua. “Esa voz, esa niña, ¿quién es?” pensó M. Su cabeza se siente vacía desde que despertó inconsciente aquella noche azul. M tiene una mente blanca, carente de recuerdos, no recapitula quién era antes de despertar, no sabe cómo llegó a esta dimensión y no sabe quién es.
M aprendió rápido cómo funcionaba la sociedad de monstruos; aprendió a ser todo lo que ellos quisieran de ella, aprendió a cumplir sus fantasías más oscuras. Descubrió que podía modificar su cuerpo a su conveniencia, aprendió a escuchar a los demás, menos a sí misma.
Nadie conocía a M. Ni ella misma lo hacía. Todos se proyectaban en ella. M era el espejo del deseo, simplemente un bello reflejo.
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M veía cómo los monstruos del Sur la idealizaban: ella era la monstruo trofeo que anhelaban poseer, la novia perfecta que jamás los decepcionará debido a que no es real. Los monstruos del Norte veían en M un ícono de empoderamiento; para ellas M era el monstruo más resiliente, un símbolo de lucha. El rostro de M estaba en todas sus pancartas cada que luchaban. Los monstruos del Oeste percibían a M como un monstruo inocente, como una bella flor que apenas está brotando. Ella era la reencarnación de la belleza y pureza. En cambio, para los monstruos del Este, M es una monstruo calculadora y fría, su fama y éxito era un espectáculo, ella era todo lo que está mal con la sociedad de los monstruos.
Todos tenían una opinión de M. Todos querían un pedazo de ella, pero nadie estaba dispuesto a verla. En conclusión, M era todo y nada a la vez.
Una noche azul, M fue encontrada por dos hadas. Rosa y Morado estaban cumpliendo su jornada laboral. Su trabajo era ayudar a las flores a crecer y brillar. De pronto, Rosa escuchó un berrido fuerte proveniente de los árboles. En el hueco de un árbol magenta M estaba envuelta en una manta blanca. Rosa se acercó y, al ver los ojos de aquel monstruo bebé, no pudo evitar no apegarse a ella.
–Tenemos que cuidarla, Morado. Está sola, no tiene a nadie –dijo Rosa. -–Rosita, ¿crees que estemos listas? Y si...–cuestionó Morado.
–Esta vez lo haremos mejor, Morado –la interrumpió Rosa, tomando la mano de Morado.
Las hadas tenían el poder de la naturaleza, ellas podían sentir el mundo emocional de cualquier ser. Cuando Rosa tocó a M sintió un dolor que le quemó el alma. Las leyendas cuentan que, en la dimensión de los monstruos, los seres que llegan hasta aquí, es porque tuvieron una vida pasada como humanos y estos, suelen guardar sus recuerdos más preciados; sin embargo, cuando Rosa y Morado tocaron la mente de M la encontraron vacía; el baúl de recuerdos de M estaba hueco.
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Todas las noches M despierta en gritos desgarradores. Desde los 6 años comenzó a tenerlos, con el paso de los años se volvían cada vez más dolorosos.
–Pobre alma en pena– susurró Rosa.
–Hay que ayudarla– señaló Morado, mientras veía las llamas del fuego consumirse.
–¿Crees que la Bruja del Oeste pueda? –preguntó Rosa, curiosa.
–Ya es hora, Rosita– finalizó Morado.
Una mañana M no despertó. Se quedó en el trance de la mente blanca, sin salida alguna a la dimensión de los monstruos. Las hadas volaron a la habitación de M. Intentaron despertarla con sus habilidades de la naturaleza. No obstante sus intentos, no hubo resultado. M no se movía, solo respiraba. Rosita comenzó a llorar. Morado la abrazó.
–La vamos a recuperar. Te juro que vivirá, Rosita –Morado le da un beso en la frente a Rosita consolándola, entre lágrimas.
Las hadas llevaron a M a la ciudad de los monstruos del Oeste. En el camino, Morado recordó el día que encontraron a M, un 21 de diciembre. Llevaban 20 inviernos juntas. Morado recapituló su sexta navidad junto a M. Esa noche los dolores de M se intensificaban. Rosita sabía el precio de darle a M flores blancas, pero aun así lo hizo para que su dolor disminuyera. En los últimos meses, M ha excedido su consumo de flores blancas, el problema de las flores es que estas traen un precio, ya que M les arrebata sus vidas para prolongar la suya.
A las hadas les dolía ver como cada vez más M se perdía. Es una maldición no mostrar tu verdadera forma. M aprendió a cambiar su forma a través de los años, Morado le advirtió a M de esa habilidad. Cada que M cambiaba de forma, siente como todos sus huesos se rompen y reajustan; entre más se transforma más pierde su esencia, más pierde su voz.
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La Bruja del Oeste al principio se negó a atender a M. Le parecía un monstruo tan superficial y hueco, pero las hadas insistieron, se ofrecieron a vender la mitad de sus alas con tal de que ella las ayudará. M se encontraba acostada en la mesa de madera de la Bruja del Oeste, su rostro fue cubierto con pétalos blancos.
–Tiene un bloqueo. Vivió un evento traumático en su vida pasada, fue tan fuerte el impacto que decidió no recordar, por ende, no tiene idea de quién fue, quién es y quién será. Necesita recordar, si no lo hace su esencia será consumida y no volverá a hablar o pensar por sí misma.
Simplemente será un títere sin vida– dijo la Bruja del Oeste, mientras cubre todo el cuerpo de M con pétalos blancos.
–¿Hay alguna forma de ayudarla?– preguntó Rosa.
–En lo más profundo del Bosque Azul hay un castillo, tienen que subir hasta la última torre. Ahí encontrarán a El Espejo el cual la hará recordar. Ten –la Bruja del Oeste le entrega a Morado un mapa, una brújula y una llave.
–¿Puede darle algo para que despierte? Por favor– la Bruja del Oeste asiente ante la pregunta de Morado y Rosa. Saca de su cajón un frasco con polvo blanco dentro.
–Cuando estén en el castillo pongan en su frente todo el polvo. No durará mucho, sólo tienen una noche.
Al terminar su oración la Bruja del Oeste las transporta al Bosque Azul. Morado voltea a ver a Rosa, suspira y toma su mano.
- Lo lograremos, amor - le dice Morado a Rosa antes de encaminarse al castillo.
M despierta en un castillo abandonado. Mueve su cuerpo para comprobar que no está en un sueño. Ve que a lado de ella se encuentra una bolsa verde. Al tomar la bolsa ve que tiene un mapa, una brújula, una llave y una carta. Toma la carta. La abre y lee lo siguiente:
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“M, desde que te encontramos en el bosque aquella noche azul le trajiste tanta luz, color y alegría a nuestras vidas. Fuiste el gran regalo que la naturaleza nos otorgó. Fuiste la segunda oportunidad de ser madres que el bosque nos regaló. Tu salud ha empeorado, aunque no quieras, mi niña, necesitas recordar. La Bruja del Oeste nos ayudó a despertarte, pero solo será por una noche. Tienes que subir hasta la última torre, ahí encontrarás un espejo, el cual te hará recordar. Te amamos incondicionalmente, tus mamás Rosita y Morado.”
M suelta unas lágrimas después de leer las palabras de las hadas.
M no quiere recordar, pero si no recuerda, jamás podrá volver a hablar con sus mamás y darles las gracias por todo lo que han hecho por ella. Aunque M no sea capaz de hacerlo por sí misma, lo haría por ellas. M toma la bolsa y saca el mapa. Al abrir el mapa, éste cobra vida y se desdobla solo.
–¿A dónde deseas ir? –pregunta el Mapa.
–Con El espejo –responde M.
El mapa señala las escaleras del Oeste. M se dirige hacia ellas. Entretanto, comienza a escuchar en su cabeza:
“Ellos veían en ella lo que deseaban. Ellos veían a una mujer inocente, pero atractiva, tímida pero amable. Ellas veían a una mujer capaz de luchar, liberarse y crear su propio imperio. Cada uno de ellos veía en ella algo que querían consumir, pero cuando ella se veía así misma en el espejo no sabía ni veía quien era.”
–¿Quién...? ¿Quién ha dicho eso? –pregunta consternada M. –A eso has venido, sigue caminando, M. La verdad está por salir –contestó El Espejo.
M sube rápidamente. Después de un rato, M termina de subir las escaleras. Ve una puerta verde al final del pasillo. Camina hacia ella y al llegar nota que la puerta tiene una flor blanca pintada en la puerta. M toca la flor, respira profundamente y abre la puerta. Al estar dentro del cuarto ve a una niña llorando a lado del espejo. M corre hacia ella y le toca el hombro.
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La niña al alzar la cabeza desaparece antes de que M pudiera ver su rostro. M ve cómo la niña se evapora en pétalos blancos que salen por la ventana de la torre.
–Al fin viniste a buscarme, M –escuchó M, la misma voz aguda de su sueño.
M se asusta y levanta la cabeza para inspeccionar todo el cuarto. Es una habitación abandonada llena de polvo, hay un ropero, una mesa con una silla, a lado de la mesa se encuentra una cama junto y hay una ventana, pero no hay rastro del espejo.
–¿Dónde estás, Espejo? Dime, ¿quién soy? –M grita a su alrededor. –Soy un espejo, como tú, pero tú eres la reencarnación del deseo, un objeto sobre el cual los monstruos más egoístas proyectan sus anhelos más profundos –contesta El Espejo con desdén.
–¿Quién soy? Los monstruos del Sur me idealizan, soy un monstruo trofeo que sueñan poseer, soy la novia perfecta que jamás los decepcionara, porque no soy real–.
–Cuando te bajas del pedestal sobre el cual nunca pediste estar, te liberas –dijo El Espejo.
–¿Quién soy? Los monstruos del Norte ven en mi a un icono de empoderamiento, para ellas yo soy la monstrua más resiliente, soy un símbolo de lucha. He visto mi rostro en todas sus pancartas cada que pelean –dijo M, tocándose la cabeza.
–El cometer errores es parte del camino, tienes derecho a no ser perfecta. Jamás pediste ser ese símbolo de empoderamiento, ese ídolo que todo el tiempo es moralmente correcto. Al no serlo, te liberas– contestó El Espejo.
–¿Quién soy? Los monstruos del Oeste me perciben como un monstruo inocente, como una bella flor que apenas está brotando. Ellos dicen que soy la resurrección de la belleza y pureza –grita M al El Espejo.
–Pero eventualmente envejecerás y no vas a perder tu valor por simplemente tener arrugas; eres más que tu cuerpo. Cuando pierdas tu juventud seguirás siendo importante, al romper con estas ideas que no son tuyas te liberas, M –afirmó El Espejo.
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-–¿Quién soy? Los monstruos del Este dicen que soy una monstruo calculadora y fría, declaran que mi fama y éxito es un espectáculo. Proclaman que soy todo lo que está mal con la sociedad de monstruos –M cae de rodillas.
–Estás cansada, ¿verdad? Es agotador tener que estar todo el tiempo con una máscara, llevar una piel que no te pertenece y hablar de una forma que te incomoda. M, no tienes que estar en ese pedestal, no tienes que ser perfecta, no vas a perder tu valor por envejecer y no es tu deber adoptar la narrativa que ellos han creado de ti. Tienes derecho a ser tú, si recuerdas te liberas. ¿Quieres liberarte? –pregunta El Espejo.
–No lo sé –contesta M.
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La sombra
Valeria Díaz Izurieta Licenciatura en Diseño Industrial
Mis ojos se sienten pesados. Cada palabra que escribo se alenta, imposibles de sacar al final. El reloj marca las 2:32 am y yo sigo sin poder dormir. No es insomnio, ni ruido externo, sino que cada oración que escribo no me parece lo suficientemente buena. Cada palabra era borrada después de una corta contemplación.
–Así nunca terminaré –me dije a mí misma mientras otra frase desaparecía.
Después de otra cabeceada me levanto y ya frente al espejo del lavabo, me intento despertar con agua helada. Sintiéndome un poco más atenta, regreso a mi escritorio. ¿En qué iba…? Una historia sobre unos hermanos… que… ¿qué? No recuerdo qué seguía… No, no, ya había cambiado mi historia de nuevo. Era de un perro… sí un perro que… ¿qué hacía…?
Ya van días intentado sacar algo de mi mente. Contar una historia se ha vuelto una tarea difícil para mí. Recuerdo aquellas veces cuando se me decía que escribía muy bonito, cuando se alababan mis historias, incluso si fueran mediocres o apenas originales. Para mí, escribir era sencillo. Venía a mí como una tormenta y caía en las hojas como un huracán…
¡PUM!
Un estruendo me regresa al presente ¡Está lloviendo! Y el viento es tal, que las ramas del árbol afuera de mi ventana caen de golpe. Me acerco para cerrarla, pero en un parpadeo me parece ver una sombra pasa velozmente metiéndose en mi cuarto y me quedo a oscuras.
¿Qué fue eso? ¿Fue de verdad? No lo sé, pero el estar a oscuras no me ayuda a calmarme. Mi imaginación juega con mi mente, y en donde se encuentra mi ropa, veo caras.
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Mis cuadros toman formas raras y los cojines de mi cama son monstruos… Esos ojos… Los miro fijamente y regresa la luz.
Avergonzada de haberme espantado tan fácil, regreso a mi escritorio –por lo menos ya estoy más despierta–. Sigo escribiendo. Después de un rato pude conseguir completar una página.
-–¡Bórralo!
Me pongo de pie rápidamente, volteando a todos lados, tratando de descubrir quién me ha hablado…
–¿Hola? –digo en voz alta, y me río. No puedo creer que acabo de hacer esa pregunta. Me tranquilizo un poco, pero sigo mirando a todos lados mientras me siento y agarro mi lápiz y pienso, “debe haber sido el cansancio”. Después de varios párrafos, estoy a punto de completar mi historia… –¡Qué aburrido es! ¡Bórralo!
Estoy segura. No me lo pude haber imaginado. Hay alguien más aquí. No intento comunicarme otra vez. Salgo corriendo hacia mi puerta, pero puedo ver la sombra frente a ella. Me dirijo hacía la ventana, pero una nueva sombra me impide abrirla: estoy atrapada.
Mis manos tiemblan mientras busco en cada cajón, cada puerta y cada rincón, tratando de encontrar el origen de esas palabras. Nada… no hay nada. El silencio me rodea como un manto oscuro, susurros inquietantes se filtraban en mi mente. “Tiene razón, la historia es lamentable, aburrida, ya no sé qué más hacer…”.
Las palabras se repiten y toman nuevas formas, como un eco incesante que no puedo silenciar, se meten dentro de mi mente y revolotean ideas en mi cabeza. No puedo concentrarme, y el sueño es cada vez más pesado.
Miro mi reflejo en el espejo “la sombra que me atormenta, las voces que llenan mi cabeza”. Paralizada, observo mi rostro y la luz se va de nuevo. En el espejo no veo más que una silueta, una sombra.
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Regreso a mi escritorio, con manos firmes termino mi historia, luchando contra impulsos de borrarlo todo.
Me sumerjo en las palabras y esta vez no permito que las dudas y el miedo dicten mis acciones. Con cada palabra escrita siento un peso levantarse de mis hombros.
Despierto ¿Cómo llegué a mi cama? Estaba escribiendo… Veo el papel blanco en mi escritorio y el lápiz reposando a un lado, siento una brisa viniendo de mi ventana abierta.
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Rut el duende: camino hacia el heroísmo
Juan Daniel Fierro Guzmán Licenciatura en Diseño Industrial
La tranquilidad de los bosques y praderas de este mundo fantástico están siendo perturbadas por el sonido de la batalla, espada contra espada; el metal resuena y se escuchan decenas de gritos de guerra.
Valle Quebrado, donde ocurre todo esto, está siendo invadido por bandidos. Los pueblerinos están escondidos en sus casas, temblando de miedo. Los jóvenes que desean salir a pelear son detenidos por las manos temblorosas y sollozos de sus familiares, y los más curiosos, están viendo por la ventana el desarrollo de la pelea que está ocurriendo en el centro del pueblo, la que decidirá su destino.
El líder de los bandidos, Ardes, un bárbaro corpulento de casi dos metros de altura, sostiene una gran hacha con su mano izquierda y con la otra, a un duendecillo de ropajes desgastados y una pequeña mochila amarilla. Su nombre es Rut, aunque nadie lo sabe y no lo sabrán sí no hace algo antes de que Ardes lo parta a la mitad con su hacha.
El bárbaro ríe a carcajadas viendo cómo Rut forcejea desesperadamente para liberarse de su grande y peluda mano, lo acerca para estar cara a cara;
—Pobre y tonto duendecillo, debiste haberte quedado en tu cueva buscando gusanos para comer.
El horrible aliento de Ardes perfora las fosas nasales del duende y lágrimas salen de sus ojos. Si el hacha no lo mata, la peste de esa boca lo hará. “Quizás tenga razón, no debí salir de casa” Rut deja de intentar liberarse. Con ojos llorosos empezó a observar su alrededor. La batalla está a favor de los bandidos. Los soldados no pueden más.
Sí nunca hubiera salido de casa, sí no hubiera entrado a este pueblo no estaría pasando esto. Después de todo, es un monstruo y los monstruos sólo causan problemas, no pueden ayudar a los demás, no pueden ser héroes.
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“He estado viviendo una fantasía. Mamá y papá tenían razón, debí quedarme con ellos”. Todo el ruido de la batalla estaba siendo reemplazado por las risas de unos niños. Rut cerró sus pequeños ojos poco a poco, aceptando su destino, mientras veía su vida pasar frente a sus ojos.
El Bosque de las Setas es un lugar bastante peligroso, sólo los más valientes se atreven a cruzarlo y los incautos también, como lo eran aquellos niños que ignoraron las advertencias de los adultos y se adentraron para jugar. El bosque, además de peligroso, tiene una apariencia extraña: su pasto es color cian y la tierra rosada. La luz del sol le da un brillo sin igual. Sus árboles tienen los troncos de un color morado y sus hojas son de azul rey; en sus copas se pueden ver pequeñas luces amarillas. Los aventureros dicen que allí viven hadas maliciosas que bajarán para causar desgracia a los que se atrevan a pasar por el bosque. La razón por la cual el bosque tiene su nombre son las setas gigantes, de diferentes colores, algunas alcanzan más de tres metros de altura, otras no pasan de los cinco centímetros. Cada día cambian, por lo que cada visita a este bosque siempre se verán nuevas setas.
Pero nada de esto importa a los niños que se ven fascinados por este bosque mágico. Juegan a las atrapadas y sus gritos empiezan a molestar. Si los aventureros que pasan son un fastidio con el humo de sus pipas y la basura que dejaban tras de sí, estos niños lo son más con sus gritos y risas. Pero para alguien no es así. Un pequeño duendecillo desea unirse a la diversión.
—¡Hola! ¿Puedo jugar con ustedes? –grita Rut a los niños con una sonrisa de oreja a oreja y saluda a lo lejos mientras corre hacía ellos.
Los niños se espantan al verlo. Aunque es un poco más pequeño que ellos, tiene la apariencia de un duendecillo: orejas grandes, nariz ancha, dientes afilados, uñas largas y mal recortadas y su piel es verdosa. Es un monstruo. Echan a correr. No se molestan en agarrar sus cosas del suelo.
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La sonrisa de Rut desaparece al ver a los niños huir. Aunque escuchó algunas voces a lo lejos agradeciéndole por haberlos ahuyentado, el duendecillo ignoró esos comentarios y decidió agarrar las cosas de los niños y guardarlas por si regresan por ellas. Había algunos juguetes como trompos y baleros, también algunas espadas de madera y sábanas recortadas para ser usadas como capas. Unos panecillos y tres cantimploras con agua dentro de una gran mochila amarilla, pero entre todo eso, lo que más llamó su atención fue un libro. Era bastante grande, no podía agarrarlo con una mano, necesitaba las dos para poder cargarlo. Su forro era de cuero con unas letras amarillas y del mismo color, unas líneas forman un castillo y hasta arriba de él, un dragón. Fascinado por el dibujo decidió sentarse en el pasto y hojear el libro mientras se comía los panecillos.
Gran parte del libro era texto, pero al inicio de cada capítulo había una pequeña ilustración para acompañar el título y, al final, otra que mostraba el momento clave del capítulo. A Rut le costaba leer, por lo que se limitaba a ver las imágenes y las veía detenidamente hasta creer que veía todos los detalles en cada dibujo. Su ilustración favorita es la del héroe portando una espada protegiendo a unas personas; no sabe de qué las protege, sólo se ven sus sombras; quizás sí aprendiera a leer lo sabría. Cuando el sol comenzaba a ocultarse Rut toma el libro, se cuelga la mochila, guarda en sus bolsillos los panecillos que sobraron y se va a casa.
Cerca de la entrada de su casa había una seta de casi dos metros de color naranja claro, contrastaba con la cueva que es de color azul oscuro. Cada que pasaba Rut la seta se movía un poco.
—¡Hola, amiga seta! Te traje algo—. Puso uno de los panecillos en el tallo de la seta y lo cubrió con un poco de tierra para que nadie más los viera–. Que los disfrutes, amiga. Quisiera que me guardes esta mochila, por favor—. Y entierra cerca del tronco los objetos de aquellos niños. Abraza a la seta y se mete a su casa. Su madre está preparando la comida; cordero y, de postre, brocheta de insectos. Su padre está curtiendo pieles de los animales cazados, prepara atuendos para el invierno. Sus hermanos mayores están peleando entre ellos por algo irrelevante y los menores que Rut, están escarbando en la tierra buscando gusanos.
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—Me dijeron los vecinos que ahuyentaste a los mocosos ruidosos de la mañana, bien hecho, hijo— dice su padre con una sonrisa. Rut pudo ver los pocos dientes que le quedaban —¿Nos trajiste algún botín?
—No los quería ahuyentar, quería jugar con ellos— le responde. Su padre puso los ojos en blanco.
—Los humanos y los duendes no pueden convivir. Somos monstruos. Así que olvídate que vayan a volver por sus cosas– Y puso su atención nuevamente en las pieles.
—Ya deja eso de querer hacer amigos y sé más como tus hermanos—le dijo su madre mientras le acerca el plato. —Ellos ya salen a saquear pueblos en las noches, nos traen animales de sus rebaños para comer y cosas brillantes para decorar la casa.
El hermano más narizón está sobre el más orejón, victorioso. La madre los contempla con orgullo. Rut hace una mueca.
Más tarde, ahora que tenía el libro, decide empezar a leerlo. Las ilustraciones son bonitas, pero quiere saber qué hay más allá de los dibujos, lo que no podía ver. Un día conoce a unas hadas y decide pedir ayuda para leer. Ellas con gusto lo hicieron y en un par de meses, con la ayuda de estos seres y magia, Rut aprende a leer. Con su trabajo terminado, las pequeñas criaturas se despidieron del duendecillo.
El resto del año, Rut lee el libro hasta terminarlo. Cada capítulo es impresionante: el héroe derrota a los malos de turno, se vuelve más fuerte con cada batalla, se hace amigo de todos. Rut quiere ser como él… Quiere que cada vez que se acerque no vean a un monstruo, sino, a un ser de bien. Un héroe. Quiere conocer el mar, las playas, los desiertos, las montañas. Conocer todo tipo de criaturas y ser sus amigos, salvar a la gente de todo problema, de los verdaderos monstruos, aquellos de mal corazón, como el dragón del libro.
—¿Un héroe? jiajiajia—se burla la madre. —Claro que puedes ser un héroe, hijo, el héroe de los duendes. ¡Destroza a todos los humanos! jojojo—respondía su padre.
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No tomaron en serio el sueño de Rut cuando lo contó. Para ellos es sólo fantasía.
—Deja esa tontería de ser un héroe—gritó su padre—¿Qué crees que te harán cuando intentes acercarte a alguien? Te matarán, los duendes somos monstruos.
Entre lágrimas, Rut se va corriendo. En la entrada, abraza el tronco de la seta y busca consuelo.
—¿Por qué nadie me apoya? —sus lágrimas caen en la tierra —¿Qué importa que sea un duende? También podemos ser héroes—. Mientras cerraba sus puños en la tierra pudo sentir la espada de madera de aquellos niños. La había olvidado por completo ¿Era tanto su dolor y enojo que escarbó demasiado y agarró la espada? ¿O tal vez... su amiga la seta empujó la espada hacia él con su micelio como una forma de decirle que siga su sueño? ¿Qué ella sí lo apoya?
Rut recuerda una parte del libro en la que el héroe saca de una piedra la espada mágica y su camino como héroe comienza. Se enjuga las lágrimas y se levanta. Mira hacia el cielo; los rayos del sol cruzaban las hojas azules de los árboles y levanta la espada de madera diciendo –seré un héroe–.
Un grito regresa a Rut al presente. Era Ardes. Los soldados que se habían atrevido a acercarse estaban en el suelo. “Sus técnicas de combate son las de un novato”.El duendecillo tuvo su propio entrenamiento y desarrolló una técnica única, aunque sólo ha funcionado contra seres de su tamaño o más pequeños, no contra gigantes como Ardes.
Durante varios años, Rut entrena con la espada de madera. No era muy bueno, pero al menos sí ahuyenta animales de su tamaño. Se niega a salir con sus hermanos para saquear pueblos.
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Rut prefiere salir a cazar animales por su cuenta, prepara trampas ya que no le prestan el arco y las flechas. Prueba y error, supo qué herramientas son las más eficaces contra ciertos animales para cazarlos y aprende a cocinarlos. Cuando siente que es lo suficiente bueno para el mundo exterior, decide abandonar su casa.
No se molestó en despedirse. Agarra aquella mochila amarilla y guarda sus cosas. En la entrada de la casa ve aquella seta naranja.
—Dejaré este bosque, amiga seta. Seguiré mi sueño de ser un héroe. Ojalá pudieras acompañarme. –Te extrañaré y siempre estarás en mi corazón–. Le da un fuerte abrazo que dura varios minutos y sus lágrimas recorren el tallo de la seta. Y se va.
—Para eso están los amigos.
Aquella seta nunca volvió a ser vista cerca de esa cueva.
El cálido sol de primavera ilumina las verdes praderas. Rut está impactado por lo diferente que es el mundo afuera del bosque de las setas: el color del pasto y los árboles; que en vez de setas había flores. Se detiene a olerlas cada que ve una diferente. Cada paso que da es lento, se toma su tiempo para observar cada detalle. Las descripciones de la naturaleza en el libro se quedaban cortas. Llega la noche y contempla el cielo nocturno y cuenta estrellas hasta quedarse dormido.
Al día siguiente, pasa por un río y aprovecha para llenar su cantimplora y tomar un baño. En casa no acostumbran la higiene, pero Rut lee en el libro que el héroe se baña en ríos y lagos, por lo que decide imitarlo. No sabía con exactitud qué debía hacer así que sólo se echa agua varias veces en la cabeza con las manos.
—La suciedad y el mal olor han abandonado mi cuerpo, he vencido a mi primer enemigo—. Levanta la espada de madera y suelta una pequeña risa. Mientras juega con sus pies en el río, un grupo de aventureros lo avista. El más imprudente de ellos, por fortuna, dio un fuerte grito de batalla mientras corría hacía Rut con lanza en mano. El duendecillo se levanta e intenta hablar, pero una flecha que cae cerca de su pie le corta las
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palabras y mejor sale huyendo hacia el bosque cercano. Los aventureros lo persiguieron un buen rato hasta que escucharon zumbidos.
—¡Esos deben ser los monstruos que buscamos! —dijo el de la lanza y se dirigen hacia otro lado.
Al dar por perdidos a los aventureros, Rut empieza a caminar más lento. Saca la cantimplora y bebe de ella. Sus zapatitos quedaron cerca del río y aunque puede caminar sin problemas descalzo, prefiere ir con calzado. Quizás la gente lo vea más decente. Mientras va de regreso, huele a humo cerca, escucha gritos y zumbidos “¡Alguien está en problemas!” Comenzó a correr hacia la fuente del fuego.
Un árbol está siendo quemado; los aventureros que lo persiguieron lo están provocando. Mueven sus antorchas de un lado a otro, desesperados. Sus armas están en el suelo ya que eran inútiles contra sus enemigos.
Rut puede ver que están peleando contra unas abejas, unas muy grandes, del tamaño de la mano de un adulto promedio y llevaban armaduras y lanzas. Son “Caballerabejas”. Unas intentan atacar a los aventureros, pero el fuego los aleja mientras que el resto está intentando apagar el incendio. Rut advierte que buscan a uno de los aventureros en particular, el de la lanza y nota que tiene en sus manos un frasco de cristal. ¿Qué es eso?
—¡No dejen que se escape con la reina! —Grita una de las abejas.
—Malditas abejas, aléjense— Dijo el aventurero de la lanza mientras movía de un lado a otro su antorcha. —¡Tenemos que correr pero ya!
El duende no va a permitir que se lleven a la reina de las abejas. Saca de su mochila un trompo, lo envuelve en su cuerda y lo lanza. El juguete rueda a gran velocidad, rebota en las rodillas de cada aventurero dejándolos en el suelo adoloridos. Es entonces cuando los caballerabejas actúan y empiezan a picotear a los secuestradores de la reina. Lamentablemente el trompo cae al fuego y se quema. Sirvió su propósito; aquellas personas, hinchadas por las picaduras y aturdidas por el veneno, escapan como pueden y nunca más vuelven a salir de aventuras.
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Rut toma el frasco y libera a la reina abeja. Temerosa, sale del frasco lentamente. Mira al duendecillo con timidez. El joven le sonríe y la lleva con las demás abejas. — ¡Estamos profundamente agradecidos con usted, señor duende! — Rut trata lo más que puede ser serio. Es su primera hazaña como héroe y está emocionado. Quiere saltar de alegría.
—De nada, caballeros. Me alegra saber que la reina está a salvo—. La abeja vuela hacia sus soldados y hace una reverencia al duende.
—En nombre del reino de las abejas, estamos en deuda con usted. Nunca olvidaremos lo que hizo por nosotros—Rut se ruboriza—¿Podría ser tan amable de darnos su nombre, caballero?— pregunta la reina.
—Me llamo Rut, su majestad—carraspeó. La reina hace un ademán a uno de los soldados que vuela rápidamente hacia el panal y regresa trayendo consigo un cuerno.
—Señor Rut, le hago entrega de nuestro cuerno de guerra, lo utilizamos para llamar a nuestros caballeros. Te lo entrego a ti. En caso de que necesites ayuda, toca el cuerno y mis soldados saldrán a la pelea.
—Muchas gracias, su majestad—Rut hizo una reverencia. Toma el cuerno y éste crece hasta que cupiera en su mano; después lo guarda en su bolsa amarilla.
—Que tu viaje sea seguro, señor Rut— La reina regresa con sus caballerabejas.
Rut comienza a correr. Está súper feliz, no para de reír. Da saltos y volteretas ¡Su primer acto heroico y además, su primer objeto mágico! Cada vez se siente como el protagonista del libro “¡Lo estoy logrando!, ¡mi sueño se está cumpliendo!” Su entusiasmo era tanto que olvidó que había dejado sus zapatos cerca del río, pero sirvieron para el nido de unas aves. Ahí escondieron sus huevos de los depredadores. Sin saberlo, ayudó a otros en necesidad. Otra hazaña para este pequeño héroe.
En su camino encuentra un cartel que decía “Valle Quebrado”, y una flecha apuntando al este. –Aquí podré hacer mi primer contacto con los humanos. Demostraré que los duendes también podemos ser héroes–. Camina con paso firme hacia aquel pueblo.
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Entrada la tarde, llega a Valle Quebrado. El cartel con el nombre del pueblo está rasgado y las letras apenas y se pueden leer. No hay nadie en la entrada, pasa sin problemas. El piso está quebrado y con baches, las casas despintadas y rotas, les faltan partes de concreto y las ventanas están sucias o rotas. “Tal vez por eso este pueblo se llama así”.
Rut está un poco nervioso de conocer otros humanos. Oyó muchas voces, todo el pueblo está en la plaza central. Cuando se acerca, ve que un hombre bastante alto, sosteniendo una gran hacha con una sola mano está en el centro de la muchedumbre. La gente le aplaude y dice su nombre –Ardes– varias veces.
—Gracias por ahuyentar a esos monstruos– escucha, y entonces lo entendió; este señor es un héroe.
Aunque su apariencia y la de sus aliados que lo acompañan es un poco salvaje, ¿quién es él para juzgar el aspecto de los demás? Rut recuerda una parte del libro en la que el héroe se hacía amigo de un hombre gigante “¡Quizás podamos ser aliados!”.
Camina debajo de la gente y cuando está junto a Ardes la multitud ahogó un grito.
—¡Hola! —el hombre se desconcertó y miró al duendecillo—Me lla…
¡Zas! Rut recibe un puñetazo en la cara que lo tira al suelo. Vista nublada, escucha a la multitud aplaudir a Ardes y luego quedó inconsciente.
—¡Muchas gracias por salvarnos nuevamente, señor Ardes! —dice el anciano líder de Valle Quebrado. Ardes mira a Rut con desprecio.
—Esta es la segunda amenaza el día de hoy. Son afortunados de que esté aquí, sino esta cosa habría destruido el pueblo.
—Sí, sí, señor Ardes. ¿Cómo podremos agradecérselo?
—Con dos mil monedas de oro.
—¿Cómo dice? –el anciano palidece.
—Mil monedas por cada amenaza y fueron dos: dos mil monedas de oro—. La gente empieza a intercambiar miradas y empieza a sacar su dinero. No reúnen la cifra.
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El ceño de Ardes está tan fruncido que toda su cara estaba arrugada—¡Vaya pueblo más pobre me encontré! —su rostro enrojeció de ira y la gente empezó a temblar de miedo—. –Los he salvado de unos monstruos. ¿Y así es como lo agradecen? ¿Con unas míseras monedas?
—Señor, Ardes, por favor, comprenda, estamos quebrados. Apenas y nos alcanza para contratar unos cuantos soldados.
—¡Tonterías! Te estás haciendo el tonto, anciano. Deben tener una fortuna escondida y la voy a encontrar ¡Muchachos! ¡Busquen en cada casa monedas de oro! No importa si las casas quedan derribadas. ¡Encuentren el oro que nos pertenece!
Los bandidos aúllan al escuchar la orden de su jefe y comienzan a saquear todas las casas. Meten a Rut en una jaula. La pobre gente de Valle Quebrado tuvo mala suerte con Ardes, un hombre que se hace pasar por héroe para después saquear los pueblos exigiendo una recompensa. Los bandidos entran en cada casa, saquean todo lo que pueden e incendiaron las chozas más pobres. Los gritos y llantos de la gente son música para los oídos de Ardes. Una vez que toman lo poco de valor que había en el pueblo, los hombres se reúnen en la casa del anciano.
—Veo que sí son realmente pobres, me decepcionan—, Ardes escupe en el suelo—. Pero les daré otra oportunidad. Verán, estamos cansados de viajar. Necesitamos un lugar para dormir y parece que Valle Quebrado es el lugar perfecto para descansar. Así que, en compensación por su pobreza, viviremos aquí, comeremos su comida y beberemos su agua, y yo, Ardes, gobernaré este pueblo—. Antes de que pudiera hablar, el anciano fue golpeado en el estómago dejándolo sin aliento. —Llévenlo a los calabozos.
—¿Y qué hacemos con el duende?
—Déjenlo igual en los calabozos. Después lo usaremos como piñata.
Los bandidos aullaron, estaban emocionados. Ardes sale de la casa del anciano y anuncia entre gritos que ahora él será el nuevo líder de Valle Quebrado. La gente, entre lágrimas y miedo, ven un monstruo.
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Rut despierta en una celda. La luz del sol atraviesa una pequeña ventana bloqueada con barras de metal. A su lado, escucha gente susurrando –esto es su culpa, anciano, nunca debió darle la bienvenida a ese sujeto–. El pobre anciano no dice nada, sólo se limita a recibir insultos y aguantar una culpa que no le corresponde. Sólo quería mantener a salvo Valle Quebrado, pero los soldados no vieron nada de eso. Mientras discutían, se puede escuchar el escándalo de los bandidos.
—Disculpen, pero creo que en vez de señalar culpables es mejor que hagamos algo—interrumpe Rut—. Valle Quebrado necesita de nos…
—¡Cállate! De no ser por ti, no nos habrían hecho esto, —chilla uno de los soldados—. Sí estuviéramos en la misma celda te golpearía—. A Rut se le hace un nudo en la garganta. Los humanos pueden ser bastante crueles.
—El duendecillo tiene razón, debemos dejar de señalar culpables y hacer algo—. “Y algunos hombres pueden ser bastante amables” piensa. –Viniera a este pueblo o no, Ardes nos habría hecho esto–. Valle Quebrado nos necesita.
Rut recobra la compostura al escuchar el apoyo de uno de los soldados y lo agradece y promete que los ayudaría a salvar Valle Quebrado.
Aún tenía su mochila intacta; los bandidos no revisaron sus pertenencias. Desafortunadamente no tiene nada que los ayude a escapar. Busca en su celda; paredes de concreto y barras de metal en las ventanas, pero el suelo es de tierra. Podría escarbar, como lo hacía de niño para encontrar gusanos. Sus manos comienzan a sacar la tierra y poco a poco hace un hoyo debajo de su celda. Después de unos minutos logra salir, –creo que me hará falta otro baño–. Se acercó a la celda vecina y los soldados le indican donde colocan las llaves para las celdas. Libres, los soldados agradecen al duende y se disculpan por lo dicho.
—¿Ahora qué? —preguntó uno de los soldados mientras recogían sus armas y armaduras. Rut piensa por unos minutos. Voltea a ver lo que había en los calabozos: cadenas, grilletes y harropeas.
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—Quizás podamos hacer algunas trampas— los soldados intercambian miradas y escuchan el plan de Rut.
Los bandidos están en el centro del pueblo bebiendo y bailando. De repente, una piedra golpea a uno de ellos y todos voltean. Los prisioneros están libres y con sus armas listas.
—Venimos para recuperar Valle Quebrado. ¡Ardes, tú y tus bandidos serán llevados ante la justicia! —Grita el líder de los caballeros.
Los bandidos se ríen, pero a Ardes no le hace nada de gracia. Manda a sus hombres para atraparlos. A un metro de distancia de atrapar a los caballeros, unas bolas pesadas golpean a varios bandidos. Unas cadenas rodean las piernas de otros bandidos y con mucha fuerza son jalados al suelo. Los invasores se sorprenden al ver cómo caen sus aliados y en un momento de distracción, caen más bolas pesadas, dejando a varios inconscientes. Los bandidos retroceden. Aunque hayan dejado fuera de combate a varios, aún quedan bastantes. Cuando ven que están muy asustados, los soldados corren hacia ellos y comienza la batalla por Valle Quebrado.
Ardes está a punto de acercarse a la batalla, pero un golpazo en la pierna lo hace cambiar de dirección. No hay nadie. Un balero le rebota en la cabeza. Ardes se pasa la mano para limpiarse el sudor. Chasquea la lengua. Espera el siguiente ataque. Mira a todos lados y su instinto de lucha le advierte de un ataque a las piernas. Hace un salto hacia atrás, mira al suelo y ve a Rut dando un tajo al aire con su espada de madera. El duendecillo lo voltea a ver sorprendido por haber previsto su ataque e intenta reaccionar para golpearlo con el juguete, pero recibe una patada y aquella arma sale volando.
La batalla entre los caballeros y bandidos está bastante pareja, pero los hombres de Ardes son más salvajes al pelear, ignorando reglas de combate que los soldados de Valle Quebrado seguían, dificultando seguirles el ritmo. Sin embargo, la pelea entre Rut y Ardes es demasiado dispareja. La experiencia en combate del bárbaro supera la poca experiencia
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del duendecillo. Solo había peleado contra aquellos aventureros y uno que otro animal pequeño. Cada vez que intentaba acercarse para golpear, Ardes le da una patada casi sin esfuerzo.
—¿Por qué haces esto? ¿Por qué molestarte en salvar este pueblo? ¡Eres un monstruo! —Grita y la saliva sale de su gran boca.
—Porque mi sueño es ser un héroe, ¡y salvaré a quién sea que esté en peligro! —Ardes empieza a reír al escuchar las palabras de Rut.
—Nunca había escuchado algo tan ridículo: un monstruo queriendo ser héroe ¡Qué risa! —sus ojos estaban lagrimeando, el duendecillo aprovecha ese momento para golpearlo, pero Ardes anticipa su ataque y lo vuelve a patear, dejándolo en el suelo y sus piernitas son agarradas por la enorme mano del bárbaro.
Está cara a cara contra Ardes, su mal aliento perfora sus fosas nasales, Rut puede ver cómo van perdiendo la batalla, empieza a sentirse un inútil al no poder hacer nada más y comienza a cerrar sus ojitos aceptando su destino. Ardes lo empezó a sacudir. Jugaba con él; un grave error porque de la mochila de Rut cae algo en sus manos ¡Era el cuerno mágico! Aquel que le regaló la reina abeja. El duendecillo aprieta el cuerno con su manita, abre los ojos y recuerda las palabras de la reina “En caso de que necesites ayuda, toca el cuerno y mis soldados saldrán a la pelea”. Acerca el cuerno a su boca y sopla con todas sus fuerzas, un último intento para salvar a la gente, para ser un héroe.
El cuerno suena bastante fuerte. Las vibraciones del sonido hacen temblar el suelo y varios zumbidos se pueden escuchar, todos buscan de dónde proviene, pero Ardes, antes que todos lo descubran… ¡Vienen del cuerno! De repente un gran número de caballerabejas salen a gran velocidad portando sus lanzas y listos para combatir.
—¡Ataquen a los bandidos! —Grita Rut, y Ardes suelta al duende e intenta golpearlas inútilmente con su hacha.
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Las abejas empiezan a picar con sus lanzas. Ardes sólo grita de dolor y cae al suelo levantando una gran nube de polvo. Los bandidos se asustan al ver a los insectos y empiezan a huir, los vecinos salen confiados de sus casas para bloquearles el paso a los ahora asustados invasores. El resto de caballeros hace lo mismo y las caballerabejas se encargan de picar a todos los malos. Ni un solo bandido se salvó del potente veneno paralizante de los insectos. Una vez terminada la batalla, aquellas criaturas le hacen un saludo a Rut y éste le responde con una sonrisa
—Muchas gracias—. Las abejas se van volando regresando con su reina.
La gente se reúne para celebrar la victoria, se abrazan entre ellos y los soldados gritan de alegría, agarran los grilletes y se los ponen a los bandidos. Pasarán un buen rato paralizados por el veneno, y mucho más, en la cárcel. Los pueblerinos se acercan a Rut y le agradecen por su ayuda y, se disculpan por tratarlo como un monstruo, el duende voltea a ver a Ardes y luego a la multitud.
—Aquellos que en su corazón guardan maldad y disfrutan hacer sufrir a los demás para su diversión, son los verdaderos monstruos. No lo olviden.
Durante varios días Rut se queda en el pueblo para recuperarse. Los médicos tratan sus heridas, le dan una habitación en la posada y comida. El duende platica con todos en el pueblo, comparte sus pequeñas historias y escucha la de los demás. Está muy feliz en Valle Quebrado, pero tiene que continuar su viaje: allá afuera hay más gente que necesita de un héroe que los salve. En su último día, el anciano le entrega al duendecillo nuevas ropas.
—Esto es más adecuado para ti, jovencito—Era una pequeña túnica de color azul, una camisa de botones color blanca, unos pantaloncillos grises, unas botas cafés y un cinturón con hebilla de plata. Rut se las pone y al verse en el espejo, se siente más heroico. Antes de poder dar las gracias, también recibe una daga.
—Creemos que en tu viaje encontrarás más peligros, así que tómalo. Será mejor que la espada de madera.—Rut la cuelga en su cinturón y agradece al anciano estrechando su mano.
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En las afueras de Valle Quebrado, está todo el pueblo para despedirse de Rut, quien no esperaba tanta gente. Unas pequeñas lágrimas comienzan a salir de sus ojos. Recibe agradecimientos, abrazos y algunos regalos, como provisiones, libros y un cuaderno con pluma y tinta. —Para que vayas escribiendo tus aventuras— le dijeron. El anciano está hasta el frente de todos y se acerca a Rut.
—Joven duende, nos has dado una valiosa lección: no todas las criaturas deben ser llamadas monstruos porque incluso entre los humanos hay merecedores de ese título.
Nosotros te proclamamos salvador de Valle Quebrado—. Rut comienza a llorar. Todo el trabajo que hizo desde su infancia hasta ahora, dio fruto: lo había logrado. Salvó a un pueblo y demostró que los monstruos también pueden ser buenos. Su sueño se estaba cumpliendo. Se enjuaga las lágrimas y con una gran sonrisa se despide de Valle Quebrado, el pueblo que vio nacer a un nuevo héroe.
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Cuento
Jocelyn Guadalupe Ramírez Collin Licenciatura en Diseño Gráfico
Dedicado a aquellas mujeres que alzaron su voz. Espero que pronto puedan hacerlo.
Un día más en el que me encontraba encerrada en mi habitación, como aquellas doncellas que están atrapadas en una torre y con un monstruo merodeando las afueras de éste. Sin embargo, no era una de esas doncellas y este no era uno de esos cuentos que mi madre me leía en las noches para dormir, era mi realidad.
De mi mochila se asomaba aquel pañuelo morado que un día me regaló Paulina. Era la primera marcha a la que iba a ir en la ciudad y quería que la acompañara.
—Aún no me siento cómoda en la ciudad—expliqué con cierta incomodidad.
Ella comprendió eso. Apenas llevaba un par de meses aquí y todo me resultaba nuevo e incómodo. Vivía ansiosa sin saber lo que me pasaría, llorando de vez en cuando, queriendo regresar a los brazos de mi mamá diciendo que todo iba estar bien.
De esa ocasión habían pasado dos años, dos años que veía a Paulina y Marla hablando sobre el anuncio de la marcha, buscando frases para sus carteles y difundiendo la mayor información posible de ello. Aunque en más de una ocasión me invitaron a ir con ellas, siempre me negaba por sentirme incómoda al ir.
—No te presiones tanto Tei, puedes ir cuando te sientas lista —expresó con una sonrisa Mar, mientras acariciaba mi cabeza con la misma delicadeza que lo haría una madre.
¿Cuándo me sienta lista? ¿Cuándo es eso? ¿Cuánto tiempo equivale eso? Eran mis constantes pensamientos por las noches. Sabía que tenía miedo, cualquiera lo tendría si estuviste en una cacería de brujas, dónde tú eras la culpable.
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Habitaban varios monstruos alrededor de nosotros, que se sabían camuflar perfectamente bien entre la gente, podía verlos. Podía verlo. Pero al final, fui yo quien fue a la hoguera.
Claro que todos iban a tirar piedras a una bruja, sin importar que aquella sea una niña, era una bruja ¿por qué tendría que tenerle compasión? Aunque ella llorara, estuviera tirada en el suelo, lastimada, seguían tirando sus piedras.
¿Por qué estaba ahí sola? Ella se lo buscó. ¿Por qué no dijo algo antes? ¿Dónde estaban sus padres?
¿Y la pobre niña? Seguía tirada, ensangrentada. Llorando en silencio al ver que nadie la auxiliaba. Llegué a pensar que ellos tenían razón. Tal vez, si ese día no hubiera aceptado acompañar a ese maestro, si mi madre hubiera llegado a tiempo a la hora de salida, tal vez… Una parte se quería aferrar a esa niña –aquella Tei de ocho años– no habría sufrido lo que sufrió.
Y todavía después de lo que pasó, siguió sufriendo; por mucho que ella quisiera correr, aquel monstruo la perseguía a todas partes. Se aferraba a los recuerdos de la niña que era antes, aquella niñez que fue tan mía antes que se le arrebatara y que ahora parecía desvanecerse.
El timbre de mi celular me hizo bajar la mirada hacía él, mientras las notificaciones empezaban a deslumbrar mi rostro. Dentro de unas horas era la marcha. Ese día había decidido no ir a la universidad y quedarme encerrada en el cuarto que rentaba. Aún con la música al tope en mis audífonos para distraer mi mente, no lograba hacerlo, sólo terminaba llorando.
“Puedes ir cuando te sientas lista”
Cuando me sienta lista, ¿verdad? Aún con el corazón estrujado, ahogándome en mi garganta y dificultando mi respiración, quise intentarlo. Sólo esta vez, quería intentarlo.
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—Iré a la marcha—puse en el grupo que tenía junto a mis amigas. No tardaron Mar y Pau en responderme. Probablemente les sorprendió el hecho que después de varios intentos hubiera tenido la iniciativa de acompañarlas.
—Ahorita pasamos por ti— escribió Pau. Sentía mi cuerpo temblar y mis ojos picar, podría jurar que estaban rojos tal como la blusa que traía puesta; no tenía que verme para saberlo.
Otra vez los estaba viendo, aquellos ojos que me juzgaban a lo lejos. Podía escuchar sus murmullos, como cuchicheaban entre ellos, aunque no lograba entender qué decían, sabía a la perfección de que tanto hablaban.
Otra vez me sentía vulnerable, aquel nudo en la garganta no me dejaba siquiera gritar. Estaba congelada sin poder hacer algo. Cerré con fuerza mis ojos esperando que de esa forma se fueran, pero seguían ahí. Sentía una vez más a la cacería de brujas tocar mi puerta, podía saborear el hierro en mis labios y varias piedras cayendo otra vez sobre mí. Los veía otra vez apuntándome con un gesto de desagrado en sus rostros. Aquel sentimiento de culpa me estaba abrazando una vez más, tan fuerte que estaba cansada de forcejear durante tantos años.
¿De verdad era culpable?
Tocaron dos veces la puerta principal. Como si fuera un hechizo para liberarme, me devolvió la movilidad. Como el juego de congelados, podía volver a correr por el patio. Escuché la voz de Mar diciendo con mucha dulzura mi nombre; Pau iba variando sus tonos de voz cada que decía mi nombre. Corrí hacía la puerta, tratando de dejar atrás aquellas miradas y murmullos que habían a mi alrededor; al momento de abrir la puerta me lancé a abrazarlas, como si ellas fueran mi meta después de un largo maratón. Aún extrañadas, me envolvieron entre sus brazos mientras que el salado sabor de mis lágrimas, navegaban de mis ojos hasta mis labios. Era un recuerdo agridulce, donde encontré un apoyo real después de tanto tiempo.
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El inicio fue difícil de contar, en más de una ocasión sentía como mi voz colgaba de un hilo tan delgado que podría romperse en cualquier momento; en otras ocasiones, fueron mis ojos los que me traicionaron en el proceso. En el desenlace sentía mi pulso acelerado, ansioso estaba mi corazón sin saber cómo reaccionarían, podría ser un desastre, y terminar mal. Sin embargo, ellas me volvieron a rodear con sus brazos, podía sentir como Paulina sorbía su nariz en repetidas ocasiones, en cambio Mar, acariciaba mi cabello con un instinto protector.
Sabía que el camino había sido difícil, pero había encontrado algo que la Tei de ocho años siempre añoró: un lugar seguro. Las tres salimos agarradas de la mano. Mi corazón podía sentirse tranquilo después que alguien pudiera escucharme y comprender el dolor que había cargado por mucho tiempo.
Aquella niña que tanto sufría pudo levantarse a la mitad de la lluvia de piedras. Ella pudo huir. Ella sobrevivió. Como estuviese en un aquelarre, comprendió que no se encontraba sola y que habían más brujas, que también buscaron un refugio. Muchas de ellas encontraron ese refugio en otras integrantes.
—Mujer, escucha. ¡Esta es tu lucha!
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Sin título
Edna Iveth Velasco Rentería Licenciatura en Diseño Gráfico
na leyenda india dice que estamos condenados a reencarnar muchas vidas hasta pagar nuestro karma y remediar nuestros errores. En mi caso, creía que pasar de ser bruja a un gato sería lo que estaba pagando… hasta que me di cuenta que ese era mi don, o al menos, eso fue lo que me dijo el árbol. Mi karma sería ayudar a Lía, y de ella, hablaremos en este cuento.
Lía, estás a punto de comenzar tu 15va vida, y como siempre, tu objetivo será que no te alejes de tu familia. Ya sabes las consecuencias. Y como sé lo mucho que te ha costado, te daré, solo por esta vida, el don de recordar tu error en la vida pasada.
Lía nace, vive su vida normal. Pero al cumplir 30 años, en un punto bajo de su vida, sentada bajo la lluvia, llegué yo. Y de inmediato
–¡A ti te quería ver, maldito gato! ¿No se supone que estas aquí para ayudarme? No debo alejarme de mi familia y es lo único que he logrado–
–Lo siento–le dije–, estoy aquí para ayudar, no para arreglarte la vida. Nos encontramos justo cuando tenía que pasar. Ya me tienes harto de que siempre me reclames cuando lo único que hago es ayudarte.
Con los ojos llorosos y aún enojada, en el fondo Lía sabía que tenía razón. Me pidió disculpas y me dijo que estaba dispuesta a hacer lo que yo le dijera, así que la llevé a casa.
Ya en el cuarto, a punto de concebir el sueño, Lía empezó a soñar. Era algo raro, estaba soñando, pero al mismo tiempo estaba consciente de todo lo que pasaba a su alrededor. De repente la vista se le empezó a nublar y apareció algo horrible frente a ella, era enorme, con 3 ojos y
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-–¡Es un monstruo! –pensó Lía.
–¿De qué te espantas? – exclamó el monstruo con una voz gruesa–. Solo soy uno de tus pensamientos que te sabotean día a día. Me conoces a la perfección, ¿y sabes qué es lo peor? Que mientras tú estés vulnerable, yo tengo el control sobre ti, es por eso que te condenaré: haré que olvides lo que te dijo ese estúpido árbol y de esa manera poder fastidiarte por muchos años más.
Al día siguiente, Lía despertó y se dio cuenta que de verdad había olvidado su objetivo en esta vida. Por más que tratara de recordar, nada le daba una señal de lo que debía hacer, así que me buscó.
–Dime cual es mi objetivo, ¿qué se supone que debo hacer? –dijo Lía muy angustiada y con mucha impotencia.
–No lo sé, a mí también me atacaron esos monstruos… Pero tengo una idea; hay que invocar al árbol para que él nos ayude.
Así que juntos y con mucho miedo, sin saber si funcionaria o no, lo invocamos diciendo lo siguiente:
–Algunos de los mejores consejos que escucharás vendrán del bosque, es por eso que dejarás que hoy te invoque.
–¿Lía? ¿Qué haces tú aquí? ¿gato? ¿Por qué me molestas a media vida? –contestó el árbol muy confundido sin saber qué pasaba.
Lía le explicó la visita de los monstruos y lo que había pasado la noche anterior. Le rogó al árbol que le volviera a decir su objetivo, y tanta fue la desesperación que mostraba Lía que el árbol sintió composición y le dijo:
–Está bien, sé lo mucho que te has esforzado y veo que estás muy desesperada, así que te tengo un trato. Yo te dejaré atravesar este portal, el cual te llevará a tu primera vida. Así es: te daré una segunda oportunidad, pero si fallas, no habrá otro remedio más que volver a vivir las otras 14 vidas restantes, ¿qué opinas?
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Lía aceptó, cruzó el portal y su alma regresó a su primera vida.
Nuevamente, Lía a sus 30, llorando me llamó, ambos sabíamos lo que teníamos que hacer, así que nos dirigimos con su familia, aunque reconstruir sus relaciones nos llevó años.
Finalmente, el ciclo de vida de Lía se acabó, y junto con ella, el mío también. Entramos en el limbo y no quedaba más que despedirnos. Con un sentimiento de melancolía, la miré a los ojos y le dije:
–Tal vez nuestros cuerpos no se volverán a ver, pero aún en el limbo, mi alma siempre te recordará, estoy feliz y orgulloso de ti. Fue un placer compartir contigo todas mis vidas.
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El monstruo del espejo
Diana Saraí Velasco Rentería
Parecía un día normal en la escuela. Laura trataba de hacer el menor ruido posible. No quería que su lamento se escuchara, pues al salir del baño tenía que aparentar que nada le pasaba.
Daniela, su amiga, entró a los sanitarios de la escuela.
–Lau, ¿dónde estás? Te he estado buscando por todas partes. Escuchó una voz quebrantada que le respondía.
–Aquí estoy; ya vámonos de esta escuela de mierda- Su amiga salió detrás de la puerta secando sus lágrimas.
Las dos amigas salieron juntas y se encaminaron a casa de Laura. Daniela no pudo aguantar la curiosidad y le preguntó.
–¿Ya me dirás que pasó en el baño?, es la segunda vez que te veo así y no sé qué carajo pasa o cómo ayudarte.
–¿Acaso no me has visto? Soy gorda, fea, tengo barros y espinillas en toda la cara. Ana y sus amigas tienen toda la razón al llamarme adefesio de feria.
–¡Ay amiga por favor! No les hagas caso. Ana tenía la nariz de chile morrón; solo porque se hizo la rino cree que es la miss universo. Eres bonita y lo sabes.
–Es fácil para ti decirlo: eres bonita y tienes un cuerpazo. No por nada eres modelo.
Al día siguiente en la escuela Laura, escuchó la voz de Ana gritando:
–Hey tú, adefesio de feria. Dejaste tu sábana en la banca. Perdón, quise decir, tu sudadera.
Las personas que estaban alrededor se burlaron y Laura solo se fue a pasos agigantados.
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-Oye Lau, no dejes que te traten así. Deja de llorar y no hagas caso a palabras hirientes que vienen de personas huecas, vamos anímate. Te acompaño a tu casa –dijo Daniela.
Por la noche, después de cenar con su mamá, Laura tomó una ducha antes de dormir. Al salir, se miró al espejo y se espantó, tanto que se fue de espaldas, pues dentro de él había un monstruo feo, lleno de verrugas en la cara y unos cuantos pelos que salían de éstas.
–Mírate, eres fea igual que yo– exclamó mientras la veía con unos ojos burlones.
–¿Quién carajos eres tú y qué haces en mi espejo?
–Soy Lua y tú eres una persona gorda. Mírate: esas lonjas que te salen a los costados, esos brazos de luchadora y esas piernas llenas de celulitis que tienes– dijo el monstruo burlándose.
Laura se acostó en su cama a llorar, hasta quedarse dormida. Al día siguiente antes de irse, mientras se peinaba frente al espejo, apareció Lua y le dijo.
–Cómo es posible que te peines así: mira nada más las orejas y las entradas tan grandes que tienes. Laura decide soltarse el cabello e irse despeinada a la escuela, donde se repitió la misma escena con Ana y sus amigas.
Al caer la noche, la mamá de Laura escuchó un grito desesperante y muy fuerte viniendo del cuarto de su hija, por lo que rápidamente corrió a ver lo que pasaba.
Cuando entró a la habitación, vio en el suelo muchos pedazos de lo que antes habían sido fotos y unas cuantas más en la basura. En la cama se encontraba su hija rota en llanto. Decidió abrazarla muy fuerte, sin decir una sola palabra, pero después de unos instantes, Laura decidió contarlo todo.
–Espérame un momento– dijo su mamá mientras se paraba y salía de la habitación. A los pocos minutos volvió con un objeto en la mano.
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–¿Qué traes ahí? –, preguntó Laura.
–Es un broche mágico. Era de tu abuela y ella decía que cuando te lo ponías, la gente te veía como tú querías que te vieran. Póntelo y verás que todos te dirán lo bonita que te ves.
Laura observaba ese broche antiguo y misterioso de color dorado con perlas formando una flor en el centro.
–Ahora ¿qué te parece si rompemos ese espejo para matar al monstruo que está ahí adentro y mañana yo te compro otro?
Ambas tomaron el espejo y lo estrellaron contra el piso.
Al día siguiente Laura se alistó para ir a la escuela: Se planchó el cabello y se puso el broche en detrás de su cabeza para que sea el accesorio protagonista.
Al salir de su casa, pasó un chico atractivo haciendo la caminata.
–Hola, buen día–le dijo. Ella sonrojada le contestó.
–Buen día.
En el autobús, un joven se levantó para ofrecerle el asiento, cosa que jamás pasaba. Al sentarse junto de ella iba una niña.
–Qué bonita te ves–le dijo.
–Muchas gracias–respondió Laura.
Cuando llegó a la escuela todos se le quedaban viendo. Laura se sentía la más hermosa de todo el colegio.
–Wow amiga, te ves fabulosa–le dijo Daniela. – Gracias, al rato que lleguemos a mi casa te cuento un secreto- respondió Laura susurrando.
Ana se acercó a ella y solo le dijo.
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–Hola Lau, qué bien te ves, ¿qué te hiciste? –Laura solo sonrío y se fue.
Parecía un día normal, solo que, la gente le hacía cumplidos por lo bien que se veía. Al llegar a su casa Laura le dijo a Daniela.
–Te contaré mi secreto. Ayer mi mamá me regaló un broche que hace que la gente me vea bonita. Hoy me lo puse y me ofrecieron el asiento en el autobús, todos me decían que me veía muy bien, ¡y todo gracias a un broche! ¿Puedes creerlo? –dijo Laura asombrada.
–Wow amiga qué bueno, me alegro por ti. Sólo una pregunta, ¿cuál broche?
–Pues el que tengo justo aquí–respondió Laura mientras se buscaba el broche en la cabeza. Al no sentirlo se espantó y se puso a buscarlo por todas partes.
Después de unos minutos lo encontró tirado en las escaleras.
-Aquí estaba! Se me debió caer al llegar de la escuela.
–No lo creo amiga: desde que llegaste al salón de clases no lo llevabas.
–¿Estás segura? Tal vez no me lo viste –dijo Laura con voz dudosa.
–Completamente segura. Ese broche es muy bonito como para no verlo –replicó Daniela.
–Es imposible! Tuve que llevarlo, sino ¿cómo explicas todo lo que te conté?
–Fácil: no necesitas de un broche mágico para que los demás te vean bonita. Porque ya eres hermosa. Todo depende de tu actitud, como tú te sientes es como los demás te perciben, con o sin broche eres perfecta.
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Narradores: Antología de cuentos de diseñadores Tipografías Avenir,
y Minion. Se imprimieron dos ejemplares.
Didot