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SEPTIEMBRE-OCTUBRE 2023
Obregón entrevistado por el reportero de Prensa Asociada J. L. Díaz, enero de 1916
BUSCAR EN EL CEREBRO164
SEPTIEMBRE-OCTUBRE 2023
Obregón entrevistado por el reportero de Prensa Asociada J. L. Díaz, enero de 1916
BUSCAR EN EL CEREBROHace 25 años dos hombres hicieron una apuesta, que bien podría haberse quedado en uno de los muchos “te apuesto que...” que solemos lanzar en conversaciones casuales. Pero se trataba de dos personajes de renombre en sus campos: el filósofo australiano David Chalmers y el neurocientífico alemán Christof Koch.
Y el desafío era uno de los temas intrigantes de la existencia: la consciencia.
Así que el reto no se quedó en un mero “te apuesto que...”, sino que Koch y Chalmers acordaron establecer una serie de estudios con investigadores que colaboraron para probar ideas sobre cómo el cerebro genera la consciencia.
Todo dependía de que se pudiera encontrar algo conocido como “los correlatos neuronales de la consciencia”.
Suena asustadoramente complicado pero Koch lo definió poéticamente en una entrevista con la revista científica sueca Forskning & Framsteg:
“Son las huellas de la consciencia en el órgano de la consciencia, que es el cerebro”.
Lo que se quiere descubrir, añadió, es “qué partes del cerebro son suficientes para tener una experiencia consciente”, lo que ayudaría a entender por fin cómo se logra la consciencia.
Dos décadas y media después, el filósofo y el científico se encontraron en la 26ª reunión anual de la Asociación para el Estudio Científico de la Consciencia, celebrada recientemente en la Universidad de Nueva York.
Y fue entonces que se declaró un ganador indiscutible de la apuesta.
David:
Era 1998, en una conferencia en Bremen, Alemania, sobre los correlatos neuronales de la consciencia, donde surgió la idea de que ciertas áreas del cerebro podrían estar directamente asociadas con la consciencia. Christof estaba muy entusiasmado y apostó que dentro de 25 años habríamos identificado aquellas áreas del cerebro que están ligadas a la consciencia. Yo pensé que era un poco optimista, así que aposté a que no. Christof, ¿qué estabas pensando? ¿Por qué fuiste tan optimista? Junto con Francis Crick, el biólogo molecular británico que descubrió la estructura helicoidal de la molécula de ADN hereditario, habíamos pensado en un programa empírico en 1990 que, para alejarnos de los debates filosóficos sobre la conciencia y la naturaleza de la realidad y la mente y el alma y todo eso, nos enfocáramos en la huella que la consciencia deja en el cerebro. Sabemos que el cerebro es el órgano de la consciencia, no el corazón. Sabemos que no es todo el cerebro, sólo partes de él: puedes perder partes del
cerebelo o la médula espinal, por ejemplo, pero sigues consciente. Con argumentos como ese, pensamos en un programa empírico para hacer progresos empíricos; un programa que fuera independiente, en el que no importara de cuál persuasión filosófica particular fueras -idealista o pampsiquistay pudieras avanzar en esta cuestión empírica. Entonces la idea era que si podemos clasificar el ADN, averiguar qué significan nuestros genes, entonces ¿por qué no descifrar la consciencia?
Christof: Precisamente. La idea es encontrar dónde se origina la consciencia.
David: Aceptaste que perdiste la apuesta, pero ¿cuán cerca crees que estuviste de ganar?
Christof : Bueno, hemos aprendido mucho en los últimos 25 años. Hemos aprendido más sobre el cerebro en la última década de lo que aprendimos en toda la historia anterior de la humanidad. Sabemos mejor cómo manipularlo, ya sea experimentalmente en el laboratorio o tomando sustancias psicodélicas u otras. Así que estamos empezando a rastrear dónde vive, por así decirlo, la consciencia en las densas selvas del cerebro. Pero no hemos logrado un consenso entre la comunidad de neurocientíficos y clínicos y psicólogos que estudian este tema.
David: Como filósofo, ¿piensas que es posible que la consciencia pueda ser, en última instancia, sencillamente incognoscible?
Christof: Pues hay un misterio filosófico gigante aquí: es el problema filosófico mente-cuerpo. Cómo los procesos físicos en el cuerpo y el cerebro te dan una mente en absoluto. Cómo existe la conciencia en primer lugar. Eso es lo que llamamos el problema difícil de la consciencia, y es un misterio filosófico y científico muy profundo. Creo que es importante subrayar que esta apuesta no fue sobre por qué existe la consciencia. Fue deliberadamente sobre una pregunta científica más manejable: cuáles áreas del cerebro están más estrechamente asociadas con la conciencia. Y creo que, en principio, esa es una pregunta que deberíamos estar en condiciones de descubrir la respuesta en cualquier momento. Estoy en desacuerdo con tu pregunta sobre si la consciencia será para siempre incognoscible. ¡No! Tenemos un conocimiento muy íntimo de la consciencia porque es nuestro mundo, lo que ves, las voces que escuchas en este momento son una experiencia consciente. Así que estamos íntimamente familiarizados con ella. De hecho, estamos más familiarizados con la consciencia que con cualquier otra cosa. Lo que podría permanecer incognoscible es por qué somos conscientes en absoluto; ¿cómo surge la consciencia de un órgano como el cerebro? En el centro de nuestra existencia en este mundo está la consciencia. La consciencia es uno de los mayores misterios que enfrentan la ciencia y la filosofía. Descartes decía que la mejor manera de resolverlo era ignorarlo.
Pregunta el entrevistador a David:
David, después de todos estos años, Christof te dio vino... ¿Valió la pena la espera?
David: Sí. La apuesta era que quien ganara recibiría una caja de buen vino y, al final, Christof concedió y me entregó 6 botellas de vino. Terminamos bebiendo un Madeira de 1978 excelente. Además, decidimos hacer otra apuesta por otros 25 años. Así que nos volveremos a ver en 2048 a ver si hemos descubierto los correlatos neuronales de la consciencia para entonces. Christof, tu confianza no se ha visto afectada entonces, ¿estás de vuelta para otra oportunidad?.
Christof: Sí, la tecnología está mejorando, particularmente con compañías como Neuralink de Elon Musk y otras tecnologías relacionadas, estamos mejorando para intervenir directamente en el cerebro. De hecho admití con beneplácito que perdí la batalla, obviamente, pero creo que todos ganamos la guerra por la ciencia: todos hemos aprendido mucho sobre la base neurológica de la conciencia, y eso es progreso. Así es como funciona la ciencia.
Entrevistador: Hace 25 años, ustedes eran unos jóvenes pioneros brillantes en su campo. ¿En qué estarán pensando los jóvenes comparables hoy? ¿La consciencia de la inteligencia artificial en 25 años quizás?
David: ¿Podemos hacer una IA consciente? Ese es un desafío muy grande para los próximos años. También es una cuestión filosófica: ¿Deberíamos construir una IA consciente? ¿Sería conveniente, o podría tener malas consecuencias para nosotros o para la IA? En cualquier caso, la IA es el mayor desafío de nuestros tiempos, creo.
Christof: ¿Pueden las máquinas alguna vez ser conscientes? No lo sabemos. Es una pregunta abierta.
De los orígenes al año mil
Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra. La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas cubrían la faz del abismo, y el espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas. Y dijo Dios: «¡Que haya luz!» Y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena, y separó Dios la luz de las tinieblas; a la luz, Dios la llamó «Día», y a las tinieblas las llamó «Noche» 1
Según estos primeros versos del Génesis, las tinieblas precedían a la luz. Cubrían la tierra cuando estaba desprovista de todo ser viviente y la aparición de la luz era una condición obligada para que la vida hiciera su aparición: Fiat lux! Para la Biblia, o al menos para la primera narración de la Creación, el negro ha precedido a todos los colores. Es el color primigenio, pero también el que, desde el origen, posee un status negativo: en el negro, ninguna vida es posible, la luz es buena, las tinieblas no. Para el simbolismo de los colores, el negro aparece ya, después de cinco versículos, vacío y mortal. El cuadro no parece distinto si en el lugar de la creación divina se coloca el Big Bang inicial y ya no lo situamos en el plano de la teología, sino sobre el de la astrofísica. También en este caso las tinieblas preceden a la luz, y una suerte de «materia oscura» parece haber estado en el lugar primordial de la expansión del universo.2 Al menos en una concepción simplista del Big Bang, que lo imagina como la explosión de un átomo o de un cuerpo primitivo. Es verdad, ésta es una idea que en el pasado tuvo su momento de gloria y ha sido abandonada por la mayor parte de los físicos. Sin duda nunca ha habido un instante inicial. Sin embargo, aunque se admita que la Historia no ha tenido un inicio y que el universo es eterno e infinito, se impone la imagen original de un mundo hecho de tinieblas, es decir de una materia que absorbe toda la energía electromagnética que puede recibir: un mundo absolutamente negro, fecundo, por un lado, terrorífico por el otro; un doble simbolismo que acompañará el color negro en el curso de toda su historia.
Mitología de las tinieblas
La Biblia y la astrofísica no poseen el monopolio de esta imagen que se encuentra en la mayor parte de las mitologías cuando se trata de contar o de explicar el nacimiento del mundo. Al principio era la noche, la inmensa noche de los orígenes, y es saliendo de las tinieblas que la vida ha podido tomar forma. La mitología griega, por ejemplo, hace de Nyx, diosa de la noche, la hija del Caos, el vacío primordial, y la madre de Urano y de Gaia, el cielo y la tierra.3 Su morada se encuentra en una caverna situada al extremo occidental del mundo, hasta donde se retira durante el día, y más tarde, desde ahí recorre el cielo vestida de negro a bordo de un carro tirado por cuatro caballos del mismo color. En ciertas tradiciones ha sido dotada de alas negras, en otras posee un aspecto tan aterrador que le provoca temor al mismísimo Zeus. En una época arcaica en Grecia eran sacrificadas por la noche ovejas y corderos completamente negros. Además del cielo y de la tierra, Nyx, divinidad ctónica, trae al mundo a numerosas entidades, cuya lista varía según las fuentes, pero todas están simbólicamente asociadas, en modo más o menos evidente, al color negro: el sueño, los sueños, la angustia, el secreto, la discordia, la miseria, la vejez, la desgracia y la muerte. Algunos autores presentan como hijas de la Noche también a las Furias y a las Parcas, dueñas del destino de los hombres, y la extraña Némesis, compleja personificación de la venganza divina, encargada de castigar los crímenes y todo aquello que podría entorpecer el orden del mundo. Su principal santuario se hallaba en Rammunte, pequeña ciudad del Ática en la que se podía admirar una gigantesca estatua de la diosa, esculpida en el siglo V a.C. por el gran Fidias
Este negro de los orígenes se encuentra en otras mitologías, no sólo en Europa sino también en Asia y en África. A menudo se trata de un negro fecundo y fértil, como el del Egipto que se contrapone al rojo estéril de la arena del desierto y simboliza el limo depositado por las aguas del Nilo cuyas benéficas inundaciones eran esperadas cada año con esperanza. En otros lugares el negro fértil es simplemente representado por grandes y oscuras nubes, cargadas de lluvia pronta a precipitarse sobre la tierra para fecundarla. O cubre las estatuillas de las diosas-madre prehistóricas o cubre a ciertas divinidades asociadas a la fertilidad (Cibeles, Deméter, Ceres, Hécate, Isis, Kali) que pueden tener la piel oscura, sujetar o recibir objetos negros y pedir que le sean sacrificados animales de este color. Huellas de este negro fértil se encuentran también en el corazón del medievo cristiano donde el simbolismo de los colores asociado a los cuatro elementos constituye de hecho una de las más duraderas continuaciones: el fuego es rojo, el agua es verde, el aire es blanco y la tierra es negra. Propuesto por Aristóteles cuatro siglos antes de Cristo, un simbolismo similar fue retomado por los grandes enciclopedistas latinos del siglo XIII, en particular por Bartolomeio Ángilico,4 y aún presente en los libros de emblemas y en los tratados de iconología impresos a fines del siglo XVI.5 Este negro de la tierra es un negro fecundante, a menudo asociado a la fuerza vital del rojo, ya sea el del fuego o el de la sangre. Ni el uno ni el otro color han sido considerados negativos o destructivos, al contrario, son fuentes de vida y en ocasiones asociarlos significa acrecentar su valor de manera exponencial.
La fertilidad del negro primordial deja huellas también en las organizaciones trifuncionales de muchas sociedades antiguas y medievales: el blanco, por lo general es el color de los sacerdotes, el rojo el de los guerreros, el negro es el de los artesanos. En la Roma antigua, la atribución de estos tres colores a las tres clases sociales resulta particularmente clara,6 pero se la encuentra también en varios autores griegos que describen la ciudad ideal7 y, más tarde, en el corazón del medievo, en la época feudal, en las crónicas y en los textos literarios, a veces en las imágenes: el blanco para aquellos que ruegan (oratores), el rojo para aquellos que combaten (bellatores), el negro para aquellos que trabajan (laboratores).8
Indumentaria, cabelleras, emblemas, atributos muy variados dan testimonio de esta distribución sin que ello, evidentemente, sea nunca sistemático.9 Ciertos eruditos han querido ver en la función social de esta triada colorida una herencia indoeuropea.10 La hipótesis parece fundada, pero en cuanto respecta al negro y su relación con la producción o la fertilidad es sin duda posible remontarse aún más atrás.
El negro fecundo de los orígenes ha quedado por mucho tiempo asociado a ciertos lugares y a su valor simbólico, las cavernas, por ejemplo, y otros espacios que parecen comunicar con las vísceras de la tierra: antros, grutas, vorágines, galerías subterráneas o rupestres. Si bien privadas de luz, son crisoles fértiles, lugares de nascimiento o de metamorfosis, receptáculos de energía y, en consecuencia, espacios sacros que, sin dudas, han constituido los más antiguos sitios de culto de la humanidad11 y que, desde el Paleolítico hasta las épocas históricas, han albergado casi todas las ceremonias mágicas o religiosas. Más tarde, grutas y cavernas se han convertido en lugares de nacimiento favorito de dioses y héroes, y después en lugares de refugio o de metamorfosis: la gente entra para esconderse, regenerarse, realizar un rito de paso. Más tarde, quizá bajo el influjo de las mitologías nórdicas, los bosques tomaron el puesto de las cavernas, pero incluso en este caso los espacios oscuros o privados de luz continuaron siendo considerados sagrados.
4. M. Salvat, «Le traité des couleurs de Barthélemy l’Anglais (XIIIe siècle)», in Senefiance (Aix-en-Provence), tomo 24, 1988, pp. 359-385.
5. A partir de finales del medievo, el azul comienza a tomar el lugar del blanco como el color del aire y este uso se impone definitivamente en la época moderna.
6. G. Dumézil, Rituels indo-européens à Rome, Paris, 1954, pp. 45-61. La fórmula está tomada del historiador Giovanni Lido (Ioanes Lydus, siglo V), quien la utilizaba para indicar la división tripartita del pueblo romano al comienzo de su historia.
7. Platón por ejemplo, que en la República subraya el equilibrio de la ciudad depende la justa repartición de las actividades con base en tres castas, cada una dotada de su emblema: los gobernantes, los guerreros y los artesanos.
8. G. Duby, Lo specchio del feudalesimo. Sacerdoti, guerrieri e lavoratori, Roma-Bari, 1981.
9. J. Grisward, Archeologia dell’epopea medievale. Strutture trifunzionali e miti indoeuropei nel ciclo dei narbonesi, Genova 1989, pp. 53-55 e 253-264.
10. G. Dumézil, Lo specchio..., cit
Sin embargo, como sucede siempre en las mitologías y en las religiones, el simbolismo ligado a tales espacios es ambivalente y conlleva una fuerte dimensión negativa: todos los lugares oscuros y fértiles son también lugares de sufrimiento y de desventura, habitados por monstruos o en los cuales son recluidos los prisioneros, receptáculo de toda suerte de peligros y tanto más inquietantes cuanto más reina en ellos la oscuridad. El fragmento más célebre de la República de Platón –uno de los grandes textos fundadores de la cultura occidental– pone en escena una caverna similar, lugar de dolor y castigo donde las almas humanas están recluidas y encadenadas por los dioses: sobre un muro ven un espectáculo de sombras que simboliza el mundo engañoso de las apariencias, deber ía n romper las cadenas, salir de la caverna para contemplar el mundo verdadero, el de las ideas, pero no pueden hacerlo.12 Muy lejos de ser una fuente de vida o de energía, la oscuridad convierte la caverna en una prisión, un lugar de castigo y de tortura, un sepulcro o un verdadero infierno. El negro aquí es mortal.
De las tinieblas a los colores
El ser humano siempre ha tenido miedo de la oscuridad. No es un animal nocturno, nunca lo ha sido, y aunque en el curso de los siglos, más o menos, ha domesticado la noche y la oscuridad ha sido un ser diurno, resguardado por la luz, la luminosidad y los colores vivaces.13 Desde la antigüedad los poetas, siguiendo el ejemplo de Orfeo, han cantado a la noche, «madre de los dioses y de los hombres, origen de todas las cosas creadas», pero los simples mortales le han tenido temor durante mucho tiempo: temor a la oscuridad y los peligros que ahí se esconden, temor de los seres que viven y se ocultan en la oscuridad, temor de los animales cuyo pelaje o plumaje es del color de la oscuridad, temor de la noche, fuente de íncubos y de perdición. No es necesario ir en busca de arquetipos para comprender que estos temores vienen de lejos, de muy lejos, de épocas en las que el hombre no sabía aún como dominar el fuego y con él, en parte, a la luz. Confieso que nunca he dado mucho crédito a la idea de un simbolismo universal de los colores, independiente del tiempo y del espacio común a todas las civilizaciones. Al contrario, siempre he suscrito el aspecto rigurosamente cultural de todos los problemas ligados al color, y en consecuencia la imposibilidad para el historiador de jugar con las épocas y las áreas geográficas. Existen todavía –estoy obligado a reconocerlo– algunas referencias cromáticas que se encuentran en casi todas las sociedades. Son ejemplos poco numerosos: el fuego y la sangre para el rojo, la vegetación para el verde, la luz para el blanco, la noche para el negro. Una noche ambivalente, incluso ambigua, pero siempre y en todas partes más inquietante y destructiva que fecunda y tranquilizadora.
No se insistirá nunca lo suficiente hasta que punto el hecho de dominar el fuego, a partir de unos 500.000 años antes de Cristo, constituyó un desarrollo esencial para la historia de la humanidad. El control del fuego por parte del Homo erectus distingue definitivamente al ser humano del animal. Subyugado, domesticado, producido a voluntad, el fuego no solo ha permitido al hombre calentarse, cocinar los alimentos y fabricar sus primeros altares, también ha constituido, por encima de todo, una fuente de luz. El miedo inmenso a las tinieblas ha comenzado a atenuarse y con él el terror a la noche y el asociado a los lugares oscuros o subterráneos. La negrura ya no era totalmente negra.
Más tarde, a partir del paleolítico superior, cuando el uso del fuego se diversifica y también vuelve posible fabricar pigmentos artificiales calcinando vegetales o minerales. El más antiguo de estos pigmentos es probablemente el negro de carbón obtenido a través de la combustión, al amparo del viento, de varios tipos de madera, corteza, raíces, cáscaras o avellanas. Según el material de partida y del grado de calcinación, el tono de negro es más o menos brillante, más o menos denso. Procedimientos similares permitieron a los artistas del paleolítico enriquecer su paleta, limitada hasta ese momento únicamente a los tintes directamente proporcionados por la naturaleza. En la gama de negros, estos artistas ahora saben producir sus propios pigmentos y se diversifican los matices. Aprenden, de inmediato, a pulir huesos, marfil y cuernos de ciervos para obtener negros aún más bellos. Después se concentran sobre los minerales: raspados, triturados, oxidados, mezclados con ligantes, proporcionaron nuevos materiales colorantes, más sólidos y más luminosos. Para los negros, el óxido de manganeso tiende a reemplazar o complementar, el puesto de los carbones vegetales. Por ejemplo, es utilizado con abundancia en Lascaux (alrededor de 15.000 a C) para pintar la mayor parte de los animales del espléndido y prolífico bestiario de las grutas, entre los que destaca el célebre toro negro. Pero no por esto los negros de carbón desaparecen. Así, unos milenios después, en la gruta de Niaux (Aríge), el famoso «salón negro», situado a más de 700 metros de la entrada, muestra pinturas murales en un excelente estado de conservación que
representan distintos tipos de animales negros (bisontes, caballos, cabras, ciervos e incluso peces) y el pigmento utilizado es casi exclusivamente carbón de leña, aunque estas pinturas, más recientes que las de Lascaux, se remontan a cerca de 12 o 13.000 años a.C.14
En el curso de milenios, la paleta de colores y el número de pigmentos continúa enriqueciéndose. La civilización egipcia produce un gran número y muchos son nuevos. En cuanto respecta a los negros, todavía el óxido de manganeso y sobre todo los negros de carbón ocupan siempre el primer puesto. También la tinta de reciente invención utiliza el negro de carbón o de la lámpara (negro humo) mesclado con agua a la cual se le agrega cola animal o goma arábiga. En lo que se refiere a los grises, hasta ahora prácticamente desconocidos, hacen su aparición en Egipto, donde ocupan un puesto importante en la pintura funeraria. Se obtienen a través de una mezcla de carbón vegetal y albayalde.
En ciertas regiones del Cercano Oriente a estos distintos materiales se agrega el negro de betún, pigmento muy denso que aflora en los terrenos ricos en petróleo. Más al oeste, en Grecia y en Roma, los pintores utilizan con abundancia el negro de carbón sobre todo para las pequeñas superficies, y obtienen de ciertos carbones magníficos negros. El más buscado es el negro de vid, obtenido de la carbonización de sarmientos muy secos que dan al color un aspecto profundo y reflejos azulados, particularmente amados por los romanos. Por supuesto, el negro de marfil tiene fama de ser aún más bello, pero su alto precio limita su uso. En lo que respecta a las tierras naturales negras u oscuras, ricas en óxido de manganeso, continúan suministrando a los pintores la mayor parte de los pigmentos minerales en uso en la gama de negros y de tonos oscuros. Su costo es relativamente caro porque muy a menudo es necesario traerlos de muy lejos (de España o de la Galia, por ejemplo), y los efectos cromáticos que producen son más opacos que los negros vegetales y negros de lámpara.
Las técnicas están menos desarrolladas cuando se trata de tinturas. Aunque apareció muy temprano, se volvió una actividad social sólo hasta el Neolítico, cuando el hombre se vuelve sedentario y se desarrolla a gran escala la producción textil. Teñir requiere un saber especializado: las materias colorantes extraídas de las plantas o de los animales no pueden ser utilizadas como están, es necesario aislarlas, liberarlas de las impurezas, hacerlas reaccionar químicamente, y después hacerlas penetrar en las fibras del tejido y tratar de fijarlas sólidamente. Todas estas operaciones son largas y complejas. Es en la gama de rojos (granza, kermes, púrpura) que las tinturas han alcanzado, antes que en otros tintes, los mejores resultados. Y ha sido así por varios milenios. Teñir de negro, por el contrario, ha sido durante mucho tiempo, un largo y complejo ejercicio, al menos en Occidente.
Las primeras tinturas a base de carbón vegetal o el negro humo, eran volátiles y se distribuían de manera irregular sobre las telas. Sin ser nunca totalmente abandonadas –al final del medievo todavía se juzga a los tintoreros que afirman haber utilizado una verdadera materia colorante, cara pero sólida, cuando se trataba de un simple negro de carbón– son poco a poco reemplazados por tintes a base de cortezas o raíces ricas en tanino: aliso, nuez, castaño, algunos tipos de roble. Pero estas tinturas vegetales resisten mal a los efectos del sol y de la lejía, así como al uso prolongado. En algunas regiones aprenden muy rápido a asociarlos con barros o lodos ricos en sales de hierro que juegan el rol de mordientes, pero esto no es posible en todas partes. En otros lugares algunos tintoreros recurren a la agalla de roble, un material colorante muy caro, que se obtiene de pequeñas excrecencias esféricas que se encuentran en las hojas de ciertos robles. Sobre estas hojas distintos insectos depositan sus huevos: después de la eclosión, la savia del árbol exuda un material que poco a poco envuelve a la larva y la encierra en una especie de caparazón; es la nuez de agalla. Es necesario recolectarla antes del verano, cuando la larva se encuentra todavía adentro, luego se deja secar lentamente; sólo así es suficientemente rica en taninos y posee notables virtudes colorantes en la gama de los negros. Pero su alto precio limita su uso.
Todas estas dificultades explican por qué en Europa, a lo largo de la antigüedad más remota y hasta el medievo, los negros producidos por tintoreros rara vez eran auténticos negros. A menudo eran más marrones que negros, o grises o azules muy oscuros que cubren el tejido de forma desigual, se fijan mal o dan a las prendas y a los tejidos un aspecto sucio, apagado y desagradable. Poco apreciadas, estas vestiduras negras estaban reservadas a las clases sociales más humildes, para los trabajos considerados sucios o degradantes y para determinadas circunstancias como el luto o la penitencia. Sólo el negro de las pieles era muy apreciado, sobre todo el de la marta cibelina, el más bello de todos los negros del mundo animal.15
Adiferencia de Francisco Villa (1878-1923), de quien se cuenta con una mayor y más nutrida narrativa de su pensamiento y experiencia militar, de Álvaro Obregón (1880-1928) los materiales son escasos, pues quizá se perdieron documentos invaluables del archivo de Obregón en una inundación de Sonora.
En narrativa y en calidad simbólica, le ganó Villa a Obregón. En los hechos, Obregón derrotó en toda su línea concreta a Villa, militarmente hablando y, más tarde, con su eliminación física, hizo cumplir el ciclo martírico, que da ley metálica a las memorias de estos dos caudillos, quienes al inicio de la Revolución mexicana militaron bajo la égida del constitucionalismo y más tarde fueron enemigos acérrimos dirigiendo los grandes choques de ejércitos masivos en las batallas del Bajío.
Una vez dispersado el humo de los fusiles y la artillería y asentado el polvo de los campos de batalla, entre la luz y la sombra, entre el fuego y la ceniza, podemos figurarnos el tránsito de las tropas constitucionalistas, que una vez en el poder, inauguran otra fase de la Revolución donde la guerra surgiría aquí y allá en fragmentaciones, pero ya no en los enfrentamientos de grandes formaciones que fueron sin duda los más espectaculares del principio del siglo XX, contemporáneos a la Primera Guerra Mundial y la guerra civil en Rusia.
Primer ciclo bélico
Álvaro Obregón Luz y sombra del caudillo Felipe Ávila Siglo XXI Archipiélago. 2023
Álvaro Obregón Fuego y cenizas de la Revolución Mexicana Pedro Castro Era 2010
De Pancho Villa se recogieron palabras directamente por Ramón Puente y Martín Luis Guzmán, además contamos con los testimonios de Felipe Ángeles y, luego, con la privilegiada atención del gran historiador Federich Katz, sin descartar la enjudiosa historia narrativa que hizo de él Paco Ignacio Taibo II, inspirado por la visión insuperable que sobre la Revolución Mexicana creó Jorge Aguilar Mora.
El trabajo de recopilación, investigación e interpretación de dos historiadores mexicanos nos permite trazar el siguiente tránsito de las acciones militares que ideó y encabezó quien sería el triunfador de las gestas revolucionarias, luego de un reguero de sangre y destrucción.
En sólo cuatro años (1912-1916) un cultivador de garbanzo en la ribera del río Mayo en Sonora y parte de una tropa de 18 hermanos, pasó de ser presidente municipal de Huatabampo a Secretario de Guerra y Marina, al triunfo del constitucionalismo, en el gobierno encabezado por Venustiano Carranza, cuando el Cuerpo de Ejército del Noroeste creado por él, será una de las divisiones dependientes de esta institución, de cuya titularidad toma posesión Obregón (13 de marzo 1916).
El principio de este arco fulminante y fragoroso está localizado simultáneamente al estallamiento de la rebelión de Pascual Orozco contra el gobierno de Francisco I Madero (1912), proclamando el Plan de la Empacadora, donde se reprochaba a Madero su traición a la Revolución, postulando una serie de reformas agrarias, eco de las principales demandas de los grupos populares que participaron en la insurrección maderista.
En su pueblo en el descenso de la montañosa Sierra Madre Occidental, Obregón se unió a la lucha contra las tropas orozquistas (que ya combatía Francisco Villa en Chihuahua) al frente de 300 hombres con tan solo ocho armas, en su mayor parte ellos nativos de tronco indígena mayo-cahita, lengua común de yaquis y mayos y que Obregón hablaba.
En Hermosillo el gobierno de José María Maytorena les proporcionó armas, equipo y nombramientos en lo que se denominó 4º. Batallón Irregular de Sonora, que junto con otros dos creados como ese y dos cuerpos rurales, constituyeron un ejército profesional de 2 544 hombres (donde estaban Salvador Alvarado, Benjamín Hill, Plutarco Elías Calles y Manuel M. Diéguez, que se volverían famosos).
Su primera acción de guerra de Obregón fue como jefe de caballería de este ejército en la frontera entre Sonora y Chihuahua. Antes de la batalla sugirió construir loberas: pequeñas excavaciones en la tierra donde un hombre se atrinchera con su fusil, táctica empleada por los indios yaquis y mayos.
Obregón, al mando de sus hombres, sorprendió al enemigo atacándolo por los flancos, lo que fue determinante en la victoria. En la refriega enseñó también su valor, al encabezar la persecución de las fuerzas orozquistas, que fueron derrotadas y dispersadas.
Casi de inmediato (20 de agosto 1912) Obregón al mando de 200 hombres sorprendió y aniquiló al enemigo en la hacienda San Joaquín. En Agua Prieta conoció al comisario de policía de esa plaza, el maestro rural Plutarco Elías Calles.
En sus dos primeras pruebas de fuego Obregón dio muestras de las virtudes que lo convertirían en un formidable guerrero: serenidad, astucia, audacia, mente fría y calculadora, además de una sorprendente memoria.
Es ascendido a coronel (diciembre de 1912) y poco después (20 de febrero de 1913) nombrado jefe militar de la plaza de Hermosillo. Rápidamente (El 5 de marzo) Obregón es nombrado jefe de la Sección de Guerra de Sonora, comandando a más de cinco mil soldados en tres regiones militares y al día siguiente, al frente de 500 hombres, sale de Hermosillo por tren al noroeste a recuperar plazas fronterizas, entre ellas Nogales en breve batalla, punto estratégico para el comercio con Arizona.
Días después (23 de marzo) ataca Cananea en tres días de batalla encarnizada, que termina con el rendimiento (26 de marzo) de esa plaza el mismo día que Carranza proclama el Plan de Guadalupe.
En su intensa campaña Obregón encabeza el combate para la toma de Naco que ocupa el 13 de abril. Es una de las batallas más difíciles pues se tuvo que combatir cuerpo a cuerpo.
Sin educación militar, este risueño y pequeño empresario sobre la marcha asimilaba el difícil arte de la guerra. Preparar batallas, estudiar el territorio donde se librarían, detectar los lados débiles del enemigo, utilizar el factor sorpresa, atacando por las noches o en la madrugada, estrechar el cerco de las plazas citadas, cortando el agua, los telégrafos y las vías del tren.
Obregón al frente de 3 mil hombres de las tres armas: infantería, caballería y artillería marcha hacia Guaymas, donde comandado por Medina Barrón, se encuentra asentado el ejército federal, superior en fuerzas, además de contar con tres buques cañoneros estacionados frente al puerto, contra el que hacen fuego para evitar su ocupación por las tropas rebeldes.
Obregón retrocede hacia el norte perseguido por la columna enemiga …hasta que los embosca. Las ametralladoras obregonistas aniquilan a la caballería. La derrota del ejército federal fue total. La mitad de las fuerzas de Medina Barron (casi 3 mil hombres) fueron muertas o heridas, la otra parte se refugió en Guaymas.
Fue la primera demostración de una hábil táctica de atracción y de una sólida defensa que resistía y agotaba las fuerzas del enemigo. Más tarde dominaría esa forma defensiva de combatir, determinante en las futuras batallas del Bajío contra la División del Norte de Pancho Villa.
Carranza lo asciende a general brigadier (Lo mismo hizo con Alvarado).
Llegan a Guaymas 3 mil soldados federales por barco. (Pedro Ojeda al frente) y sale en cuatro locomotoras y 16 furgones, con siete cañones y ocho ametralladoras, una columna de 2 250 hombres hacia el norte en pos del ejército de Obregón.
Obregón lo espera con 2 800 hombres y 14 ametralladoras. Se le suman 700 soldados de Benjamín Hill. Obregón hostiga a la vanguardia, retrocede, vuelve a hostigar, retrocede, buscando alejar al enemigo lo más posible de su base de operaciones.
Da la orden de ataque a las fuerzas que lo siguen (19 de junio) en una maniobra envolvente. Los federales retroceden a la hacienda Santa María y son recibidos con el fuego de las tropas de Benjamín Hill. Ojeda se retira hacia Guaymas (26 de junio) abandonando artillería y heridos.
Obregón decide no tomar Guaymas, defendida por tropas frescas y bien armadas. Prefiere organizar un cerco.
A los 33 años de edad conoce a Venustiano Carranza, que lo nombra jefe del Cuerpo del Ejército del Noroeste (Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Durango y Baja California).
Obregón manifiesta su desacuerdo con el nombramiento de Felipe Ángeles, como Secretario de Guerra y Marina, quien es degradado a subsecretario y pide su traslado a las tropas villistas.
Obregón inicia la campaña en Sinaloa. Cae Topolobampo, Los Mochis (Benjamín Hill) .
Se pone frente a las tropas en Culiacán (25 de octubre 1913). Toma Novolato disponiendo un cerco y asalto con cinco columnas. En dos días de combate se adueña de la plaza. (No se cita parte de guerra).
En Navojoa recluta a cuatro mil hombres entre los indígenas y rancheros de la zona y se dirige a coordinar la marcha hacia Mazatlán. Su fuerza lleva diez cañones y un aeroplano, inaugurando así la etapa de la aviación militar en nuestro país . Formaba parte de la columna el camarógrafo Jesús H. Abitia, quien dejaría un valioso testimonio fílmico.
Ocurre la invasión armada estadounidense al puerto de Veracruz. Obregón exige declarar la guerra a Estados Unidos mientras frente a Mazatlán se estaciona un acorazado y un crucero del ejército norteamericano.
Comienza la campaña para toma de Mazatlán. Cae Tepic ( 4 de mayo 1914) y por las mismas razones que se abstiene de atacar Guaymas, considera no conveniente tomar la plaza de Mazatlán. Establece un cerco.
Se traslada a Tepic y encarcela al obispo Andrés Segura y expulsa del país a los clérigos que secundaron su conspiración. Inicia marcha sobre Jalisco (Junio. 1914).
Recibe telegrama de Francisco Villa narrándole sus desaveniencias con Carranza.
La División de Norte destroza en Zacatecas una división completa del ejército federal.
Obregón es ascendido a general de División cuando (25 de junio) se encuentra reconociendo el terreno de Guadalajara, donde el ejército federal tiene una columna de ocho mil hombres, más cuatro mil de refuerzo.
Son dos días de combate donde mueren dos mil federales y son capturados cinco mil. Ocupa la Perla Tapatía y, sin resistencia, Colima. En Manzanillo tiende cerco no queriendo, como antes con Guaymas y Mazatlán, arriesgar sus fuerzas para tomar una guarnición enemiga, numerosa, atrincherada y con poder de fuego marítimo.
Sale a Michoacán. Toma Irapuato y llega a Querétaro (1 de agosto) con un ejército de 18 mil hombres, con 20 cañones y 28 ametralladoras.
Se entrega sin combatir la plaza de la ciudad de México al ejército constitucionalista representado por Obregón, quien firma los dos acuerdos conocidos como los Tratados de Teoloyucan (13 de agosto de 1914) y el Ejército del Noroeste hace su entrada triunfal a la ciudad de México. (15 de agosto).
Los yaquis fueron los que más impresionaron a la población capitalina. Un cronista narra: “Detrás de la caballería iban los indios yaquis, altos, corpulentos, de tez broncínea y rasgos enérgicos; pantalón corto semiajustado, huaraches atados con una sola correa, llevaban liadas a la cintura tres o cuatro cananas de parque Winchester. Caminaban a grandes pasos lanzando gritos inarticulados de un fiero ulular al oír el bronco repiqueteo de su pequeño tambor tribal de guerra”.
Es un periplo de varios meses donde se suceden trascendentales acontecimientos políticos alrededor de la Convención de Aguascalientes, que inicia sesiones el 10 de octubre de 1917 con 155 generales, gobernadores o representantes militares de las fuerzas constitucionalistas (150 mil soldados) villistas (37 delegados, y alrededor de 90 mil soldados) y zapatistas, con 27 delegados que representan a 60 mil hombres en armas.
Obregón es nombrado por Carranza (13 de diciembre) comandante del Ejército de Operaciones (fuerzas de Veracruz, Puebla, Tlaxcala, Oaxaca e Hidalgo).
El segundo ciclo bélico de la Revolución Mexicana lo constituye el enfrentamiento fundamental entre los poderosos ejércitos de Álvaro Obregón y Francisco Villa, dando lugar a las históricas batallas de El Bajío.
El ejército constitucionalista evacua la ciudad de México (10 de marzo 1915) y Obregón ocupa la ciudad de Querétaro y continua hacia Celaya. Fuerzas villistas lo atacan sin éxito (6 y 7 de abril).
En Celaya lanza su ofensiva contra las posiciones de Villa, fuerzas que se baten desesperadamente en retirada, dejando atrás 1 800 muertos y 500 prisioneros. En otra acción (13 y 15 de abril) los villistas son nuevamente derrotados y se les hacen 8 mil prisioneros.
Felipe Ángeles le aconseja a Villa retirarse a Zacatecas. Villa no acepta. La infantería villista en trenes retroceden hacia Salamanca y Obregón marcha hacia Irapuato.
En Celaya Obregón ordena la ejecución de todos los oficiales enemigos prisioneros (120). Obregón avanza hacia el norte. Numerosos combates parciales. Se captura León, donde Villa tenía su cuartel general. Obregón se dirige a las trincheras del frente ocupadas por el Octavo Batallón de Sonora (3 de junio). Lo derrumba una bomba disparada por la artillería villista. Sangra profusamente del costado con un dolor indescriptible. Narra él mismo: “Tomé con la mano que me quedaba la pequeña pistola Savaje que llevaba al cinto, y disparé sobre mi sien izquierda, pretendiendo consumar la obra que la metralla no había terminado”. Pero su intento se frustró, porque el arma no tenía tiro en la recámara. Jesús M. Garza, teniente coronel, le arrebató la pistola y Obregón fue retirado del lugar. Desde su lecho manda mensaje a Carranza “He caído cumpliendo con mi deber y muero bendiciendo la Revolución”. Nombra a Benjamín Hill al frente del Ejército de Operaciones.
Las tropas constitucionalistas ocupan la ciudad de León (5 de junio). El villismo pierde más de 10 mil hombres, entre muertos, heridos, prisioneros y dispersos.
Medio restablecido Obregón reasume el mando de las tropas (10 de julio) y tras cuatro días de furiosos combates ocupa Aguascalientes. Se
registran 1 500 muertos y heridos, 2 mil prisioneros y 5 mil dispersos.
Villa se retira hacia Torreón mientras Obregón destaca columnas hacia Zacatecas y San Luis Potosí. Los obregonistas después de una batalla ocupan Saltillo (4 de septiembre). El Ejército de Operaciones se apodera de Torreón sin combatir (28 de septiembre).
Tropas villistas invaden Sonora. Obregón envía contingentes para reforzar a Calles, que rechaza los ataques villistas con 12 mil hombres. El coronel Lázaro Cárdenas se apodera de Nogales (26 de noviembre).
Villa emprende la retirada rumbo a Chihuahua (22 de noviembre).
Los yaquis se declaran en pie de guerra por devolución de sus tierras. Obregón instruye reanudar la campaña militar contra ellos.
Obregón viaja a Ciudad Juárez como testigo de la rendición de las fuerzas villistas: 7 500 elementos entre soldados y oficiales.
Se desintegra el Cuerpo de Ejército del Noroeste (Marzo 1916) y pasa a ser una de las divisiones dependientes de la Secretaría de Guerra y Marina, de cuya titularidad toma posesión Obregón el 13 del mismo mes.
Termina el segundo ciclo bélico de la Revolución Mexicana y se da paso al periodo de consolidación del régimen encabezado por los sonorenses y condensado en una fragmentación de enfrentamientos militares (contra los zapatistas, el villismo en guerrillas ahora, y, entre los más importantes, la insurrección popular cristera) pero ya no será la guerra entre amplias formaciones, donde la lista de militares insurrectos y oficiales es tan nutrida, un ilustre diccionario de guerreros, diccionario que registra en práctico y concreto, las acciones militares encabezadas por los líderes de aquellas gestas, afluente narrativo que enriquece nuestra nación.
Pareciera que la estructura y la arquitectura van de la mano, sin embargo, para la mayoría de los arquitectos no es así, se requiere para ello de una especialidad tecnológica donde se ubique la disciplina del Diseño en función de la estructura, para que esta no solo sea el sostén de la forma sino la forma semántica del proyecto.
Ya en el periodo del movimiento del Moderno, desde 1920 hasta 1970, Le Corbusier elaboró el lenguaje de la arquitectura contemporánea al separar la estructura de la forma desde la casa Dominó; y arquitectos como Mies Van del Rhoe y Walter Gropius, siguieron esa línea. Ingenieros como Frei Otto elaboraron las estructuras ligeras y paraboloides hiperbólicos como el estadio Olímpico Múnich, Buckmister Fuller con las cúpulas geodésicas como la construida en la Expo de Montreal y Félix Candela con los paraboloides hiperbólicos construidos en México. Ellos sentaron la base para que en el cambio de paradigma del movimiento Posmoderno se generara el movimiento Higt-Tech
Le Corbusier fundamentó su experimentación continua como evolución en cada obra a partir del concreto armado, los teóricos de la arquitectura acuñaron el movimiento del Estructuralismo en los años 60s con Marcel Breuer y Paul Rudolf como principales exponentes. Aquí en México Teodoro González de León trabajó con Le Corbusier y Abraham Zabludoski fue su socio, los arquitectos más notables para el llamado Estructuralismo mexicano.
La premisa de este movimiento es que la estructura también es una forma y cuando es la protagonista, la forma en conjunto se produce más etérea. En la mayoría de la arquitectura construida la estructura no existe como sistema o se esconde. Es por ello que en el nuevo paradigma del posmoderno aparece como antecedente el llamado Neu-estructuralismo, promovido por el Team 10 y Archigram, donde, a diferencia del Estructuralismo de concreto, se desarrolla la aplicación de las estructuras ligeras, de metal, madera y paneles industrializados. Estos dos movimientos, junto al Metabolismo japonés, visualizaron la arquitectura del futuro, incentivados en esa época por el desarrollo de los viajes espaciales de la Nasa y el descenso en la luna.
El High-Tech como movimiento se desarrolla principalmente en Inglaterra a finales de los 60s y durante los 70s, sus principales exponentes son Norman Foster con el Banco de Hong Kong, Richard Rogers con el Lloyds Bank de Londres y Renzo Piano con Richard Rogers en el Museo Georges Pompidou en París. Lo que es común en estos tres edificios icónicos, es la estructura como forma, el énfasis en los nodos, el uso del metal de acero inoxidable, elevadores panorámicos y, al exterior , todo un alarde de tecnología industrial. Este énfasis proviene del desarrollo del Diseño Industrial y de la Robótica.
Aquí en Xalapa, es Enrique Murillo y José Torres Cházaro, quienes experimentaron la estructura como forma, ambos impartieron lecciones en la Facultad de Arquitectura de la UV. Donde alumnos y luego asistentes en sus talleres, como Alfonso Rodríguez Pulido, se formaron bajo este enfoque.
En mi memoria está, siendo docente en el equipo de José Torres Cházaro en el Taller 5 de la UV y Alfonso Rodríguez alumno en el segundo año de arquitectura, la maqueta que elaboró en un modelo de la casa de cañeros en la zona del Papaloapan.
Cuando se les presentó a los cañeros, quedaron sorprendidos de la interpretación y reconocieron cada parte de su tecnología con sus nombres, a pesar de haber sido modificada en las proporciones y acabados. Ya desde esa época denotó Alfonso un claro interés en la estructura como forma.
La actual obra de Rodríguez Pulido se puede leer, al menos en estos tres ejemplos, dentro del enfoque del High Tech, que con la tecnología regional pudo hacer esta interpretación.
El Centro de Rehabilitación y Educación Especial del DIF-Veraruz, presenta un volumen curvo, con macizos estructurales separando unidades con cubiertas curvas metálicas de aluminio a manera de ala de avión. En la punta podemos ver la solución elegante del acero inoxidable, una doble fachada que une todo el edificio de manera horizontal, con elementos estructurales definidos en los dos niveles superiores y dejando el nivel de plata baja remetido para provocar ligereza al volumen. Es complejo como forma y simplificado con estos elementos.
En la rampa podemos observar un detalle más enfatizado de este enfoque de la estructura como Forma, el remate en la esquina para volar la rampa. Con columnas en diagonal y vigas metálicas en cantiliber, resulta una forma dinámica por la espacialidad que producen las formas superiores, en contraste del bloque masivo de donde se desplanta.
En los cortes podemos observar los detalles de la creación de esta forma arquitectónica, donde el proyecto es la cubierta estructural diseñada como doble cubierta para efectos climáticos y el manejo de la luz, separándose de los bloques e introduciendo la luz cenital por el centro de la cubierta.
La luz es un enfoque fenoménico ya que, al cambiar la posición y la intensidad, se producen diversas sensaciones espaciales durante el día. En las fotografías se ve que solo en las fachadas se logró la doble cubierta, tal vez por costo, pero el haber colocado el plafond en el interior lo hace un edificio espectacular.
El segundo ejemplo es la Unidad de Matemáticas, Física e Inteligencia Artificial de la Universidad Veracruzana. En este volumen, que contrasta con la formalidad del resto del conjunto, se puede apreciar el concepto semántico de la estructura como forma para cerrar la simplicidad del volumen y el detalle de la entrada como pórtico, donde las columnas sostienen un techo de metal y vidrio esmerilado cambiando la iconocidad de las columnas por una interpretación de árboles. Esto hace desaparecer la formalidad esquemática de la estructura para vincularla al medio ambiente.
El tercer ejemplo es el Agrocentro siglo XXI ubicado cerca de Rinconada Veracruz. Es una propuesta de estructura como forma para una sala de exposiciones. La intencionalidad de este proyecto desgraciadamente no fue completada con la visión política que lo generó. El futuro del desarrollo del país está en el campo, nos tocó la fortuna de visitarlo en funcionamiento, constatamos la participación de la región de verse apoyada con la asesoría de profesionales, de las ferias y las exposiciones, para comercializar sus productos.
Literalmente es una arquitectura del siglo XXI, que tal vez tenga un referente del siglo XX en el Palacio de los Deportes de Félix Candela en Ciudad de México por la cúpula de metal de cobre.
Es una arquitectura como Diseño donde predomina la solución de la cúpula, con una forma geométrica ovoide, que por su simetría adquiere la rigidez en una cubierta ligera, por trabajar como una superficie activa.
El manejo de la luz, con los domos, le da una espacialidad en el interior, que no requiere iluminación de día y la ventilación cruzada por la parte inferior, en una zona climática tropical, donde el confort térmico se produce con la sombra.
Resulta un edificio paradigmático para la zona y representativo de la arquitectura siglo XXI, resuelto como High-Tech. Pero sobre todo por la ubicación, es un desencadenante aun ahora, que está destinado hacia la exposición de transporte agrícola de una empresa extranjera.
Lo que nos resulta excepcional es la visión social para hacer este edificio de alta calidad como Diseño para un medio generalmente olvidado, para ellos en la actualidad es una sensación de orgullo.
*Joel Olivares Ruiz es rector de la Universidad Gestalt de Diseño.místico que, cuando menos para la grey católica es un símbolo, tal y como lo plasma Robert Bresson en esa nostálgica película que es Al azar de Baltasar (1966), donde privan la nobleza y la sabiduría del asno.
El okapi de Antúnez consuma una función alegórica: compararlo con los rasgos generales del ensayo. Lo sugiere así: el ensayo toma del cuento, del chisme, de la epístola, del tratado, de la historia, de la leyenda y hasta del poema para integrar este centauro de los géneros que no agota su expresión, sino que es al revés: amplio poliedro que acepta cualquier opción para hibridarse. De tal forma, el ensayo mantendría siempre “su espíritu peregrino y discreto, su aire vagabundo, su amistad con la sugerencia, con el diálogo y su distancia de las doctas afirmaciones y del monólogo académico, de la mentira política, de la cerrazón religiosa…” (p 102).
Umberto Eco escribió en Kant y el ornitorrinco (2013) que este inusual animal ponedor de huevos, venenoso, pico de pato, cola de castor y patas de nutria estaba concebido para poner en crisis las teorías del conocimiento, pues se escapa de las taxonomías más doctrinales. Bastaba advertir el desconcierto de los naturalistas europeos, que consideraban al mamífero semiacuático como una falsificación dentro del árbol filogenético, ya que rompía con la lógica evolutiva de las relaciones de parentesco entre los organismos.
El narrador, traductor y ensayista Rafael Antúnez en La muchacha del verano. Ensayos y artificios (2022), libro publicado por Villatelibros, en Bogotá, Colombia, trae a colación otro animal que le permite, como a Eco, exhibir al raciocinio más ortodoxo con un outsider de la clasificación biológica.
El animal al que recurre Rafael es el okapi, y abreva más allá de la mitad del libro para ir definiendo, de soslayo, estilo y fundamento del ejercicio ensayístico. Antúnez dice que el mamífero artiodáctilo hurta fragmentos de jirafa, cebra y, bien mirado, también del burro, animal
Esta descripción ayuda a entender el corpus del resto de los trece trabajos que integran La muchacha del verano, donde se pergeñan las virtudes del deambular, desviándose por senderos igualmente atractivos con la intención firme de no concluir con la sentencia absolutista.
Hay a lo largo de los textos una lejanía con las afirmaciones totalizantes, se separa de la pedantería y nos introduce en su asombro por lo biografiado y deja en plena ebullicencia las deliciosas contradicciones al evitar juicio alguno.
En La muchacha del verano ninguna máxima se impone, tampoco permea el psicologismo que anule la complejidad de un ángel ebrio, como el poeta Dylan Thomas que terminó sus días alucinando por su delirium tremens, o disipe la riqueza intelectual de una rubia despampanante como Marilyn Monroe, víctima de la cosificación mediática.
Muy en sentido opuesto, el libro está transversalizado por la insinuación afable, consciente de que ninguna biografía podría suplantar al personaje biografiado: Jorge Luis Borges o Andrea Emo, por ejemplo, son situados deliberadamente en el sesgo de los detalles.
Antúnez sonríe de medio lado para verter la ironía con gran toque. Ensayos y artificios, bien nutridos de información, enseñan el momento como en películas tipo Ser o no ser (1942,) donde el director Ernest Lubitsch mostraba ese touch que conservaba carcajada y humanidad. El merodeo de Antúnez permanece prudente y cortés. Las fuentes
a las que tiene acceso carecen de distinción de clase o glamur. Todo cabe en el okapi: chisme, especulación o tratado.
Lo que cuenta tiene esa conmiseración socarrona que conecta a su personaje en “El hombre que fue Shakespeare”, pero también con ese excéntrico solitario que fue el pensador italiano Andrea Emo y al mismo Borges, vestido y alborotado por las pretenciosas burguesas. Se trata de un sentimiento de compasión que también aparece en los textos sobre la citada Monroe, Dylan Thomas, el borracho raro, y con esa pareja del mundo del cine como lo fueron Jean Seberg y Romain Gary, este último un elegante impostor. En esta proclividad al engaño, se aprecia la influencia de Chesterton, por el título con el que juega con Shakespeare, pero sobre todo pensemos en las alambicadas tramas que
descubre el autor, entrenado en los laberintos de la traducción.
El ensayo central, el que da pie al título del libro, La muchacha del verano (divertimento), es un lírico tributo al arte. Es, deslumbramiento puro. El fulgor que desprende una imagen, luz y mujer, sintetiza el anhelo moderno por la belleza y puede fascinar en cualquier clima y en cualquier ciudad, no importando que sea Bombay, Nueva York o Xalapa.
Es fulgor instantáneo y retoza en el volumen que le asignamos a la memoria como principal pistón. Antúnez ensaya atrapar esos segundos que se convierten en bálsamo y que nos colocan entre el cielo y la tierra de la esperanza, más allá de la oscuridad de la fantasmal existencia. Aunque la captura, para el propio Rafael, es inútil calcar la belleza de un instante. A cambio, vale la pena el recorrido y la sus-
pensión del tiempo para que sea presente y rasguemos lo perpetuo, y es aquí donde despliega la metáfora más atinada del libro: “Era ella la que no tiene otro oficio ni otro valor que el de ser bella. Y el aire olía a duraznos” (p. 129).
Esta muchacha del verano evoca a la nueva ola francesa, al cine de Eric Rohmer que descubría una erótica solar evanescente, poética. La muchacha pájaro, la muchacha estrella, viento y fuego ella, fugitiva que desliza a contrapelo de nuestra dirección, que solo roza el ánima personal como ráfaga fresca e inolvidable.
Vamos a concluir esta invitación a leer el libro, imaginando lo que entonces dice Rafael Antúnez: que el aire de esta tarde, huela así, huela a duraznos.
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La Leyenda Mexica, Náhuatl o Azteca del Quinto Sol como mito fundacional del origen, intentaba explicar metafóricamente la existencia de las oscilaciones entre polos opuestos, y el resultado de esta oposición, de esta dicotomía, como fermento de la vida y en particular de la existencia humana.
Según este mito, en el principio, la dualidad en sí misma, Ometeótl, constituida por Ometecuhtli y Omecíhuatl, Padre y la Madre de todas las cosas, se divide como la célula, dando origen al mundo de la luz y de la sombra. Como si en aquella primitiva alegoría del nacimiento del mundo se hubiesen avizorado, o prefigurado teorías cosmogónicas de mucho más reciente elaboración, como la explosión del Big Bang, el resultado energético y material de la singularidad de un universo infinitamente condensado hace más de trece mil millones de años.
En el mito mexica de la creación o “Leyenda de los Cinco Soles” expresada entre otros en códices como el Chimalpopoca, o el Códice Borgia, la dualidad en sí misma, la contradicción universal, tiene su origen justamente a partir de la lucha de contrarios, de la pugna entre el interior y el exterior, de lo individual y lo colectivo, de la fuerza que engendra la polaridad femenina-masculina concentrada de forma simultánea en un punto absolutamente pequeño, pues sólo preexiste él-ella, pero infinitamente grande, pues contiene todo lo que habrá por venir, iniciando el trasiego de lo que será la existencia toda y con ello la vida humana.
De esta forma, el universo, el sol, se construye y se destruye por cuatro veces consecutivas para dar origen al movimiento, al sol que estamos viviendo.
Encuentro que esta interpretación arcaica del origen presenta curiosas similitudes con los descubrimientos recientes, pues a fin de cuentas, el ser humano, ha mantenido desde épocas remotas (más allá del aparente progreso de la ciencia y de la técnica) las mismas preguntas básicas sobre su esencia y condición, sobre su origen.
Y en este sentido el “progreso civilizatorio” (ahora en crisis por la vorágine capitalista) no es sino la acumulación de respuestas fragmentarias a enigmas que han aparecido como reflejo de la incertidumbre o más bien, como parte intrínseca de esta condición, porque el ser humano no es sino preguntas, interrogantes, dudas, deseos de conocer, incógnitas persistentes, que configuran un pensamiento crítico sobre su origen.
Sin embargo, también abriga la certeza de que este conocimiento, aunque incompleto, inacabado, al que como un rompecabezas inconcluso siempre le harán falta partes por completar, al irse descubriendo, revelará también lo que ya se sospecha a partir de una intuición crítica.
Conocer a través de la experiencia es reconocernos. Pero mientras mas se conoce aumenta la certeza de que menos se sabe.
Por eso el mito del origen de los nahuas sirve para expresar esta condición a la vez cíclica y recurrente, pero que simultáneamente evoluciona, no tanto en sus rasgos esenciales, sino en la comprensión y aprehensión de esos rasgos.
En el mito del Quinto Sol, Ometéotl, la unidad, en su faceta masculino-femenina Ometecuhtli y Omecíhuatl, se divide, como se divide la célula a partir de la fecundación, para procrear en particular a dos hijos: Tezcatlipoca (el Espejo Humeante, fuerza -o dios- de lo invisible y de la oscuridad) y a Quetzalcoátl (la Serpiente Emplumada, gemelo precioso, fuerza -o dios- de la vida, la luz y el conocimiento).
A partir de la existencia de estos dos polos opuestos, de las luchas a muerte que entablen, comenzará la evolución y la sucesiva creación y muerte del mundo, del universo humano.
De forma coincidente, aunque en el mito bíblico del origen la dualidad no está expresada de una forma tan directa, aparece sugerida en el Génesis, pues la creación del mundo se da a partir de la transformación de la oscuridad en luz. Y en el paraíso, la caída humana y el “pecado origina”l surgen justamente cuando se experimenta la contradicción entre los principios del bien y del mal.
Dichas interpretaciones convergentes permitieron tal vez la amalgama de culturas y el sincretismo que dieron origen a una nueva conciencia nacional peculiar, calificada como mexicana y que ahora bajo los procesos de globalización y redefinición de las nacionalidades requiere de nuevos paradigmas aún por descifrar.
Es una paradoja que no siempre es sencillo interpretar. O más bien, una serie de conceptos, en apariencia disociados, que sin embargo al agruparse o contrastarse unos con otros van generando una nueva idea, un conocimiento crítico, más elaborado pero subterráneo, que deriva en algún descubrimiento o asombro que con el tiempo terminará por afianzarse como paradigma. Los mitos fundacionales, más allá del dogmatismo y la creencia estática, provocan por una parte una explicación narrativa del origen del mundo y de la comunidad, y por la otra, le dan a esa comunidad un rasgo distintivo, que a fin de cuentas se transforma en un ánimo o en un espíritu colectivo.
Ciertamente, los pobladores originarios de estas tierras (y de los cuales somos herederos por las vertientes subterráneas del inconsciente colectivo) en la medida en que la conquista trastocó todo su universo cultural, terminaron por sepultar sus mitos fundacionales en la nueva ideología propagada por la iglesia y la conquista a golpe de sangre y fuego.
Así que analizar aquellos mitos, no tiene otro objetivo que sondear en las profundidades de nuestra historia secreta los elementos que siendo oscuros, pueden sin embargo clarificar ciertos aspectos de nuestro presente nublado.
Me ocupo en particular de “La Leyenda de los Cinco Soles”, porque considero que contiene como germen simbólico la aceptación del concepto de la sociedad solar, cuyos ritos, organización, visión, deseo, ética y demás formas culturales giraban en torno a aquello que le dio origen: el sol, y no a cuestionables creencias y prácticas macabras, como se difundió en un afán de desprestigio y dominación, que además hizo mella en la aceptación ambigua que tenemos de nuestra herencia indígena y por lo tanto de nosotros mismos.
La idea de una sociedad solar representaba un concepto peculiar y avanzado, no sólo por los numerosos cálculos astronómicos de asombrosa precisión realizados por las civilizaciones precolombinas para darle consistencia a sus ritos, sino porque al elaborarlos se adelantaron de una forma muy peculiar a la concepción geocentrista que dominó a Europa durante tantos siglos.
Esta concepción revelaba un afán meticuloso, positivo y persistente por responder a las interrogantes de la vida (y de la muerte) pues se situaban en la dimensión real que sus sociedades ocupaban con relación a la naturaleza y al cosmos.
Ahora sabemos que la formación del sistema solar y sus planetas, tiene como origen común las reacciones físico químicas de carácter universal que propician la creación de estrellas y galaxias, lo que hace vigente aquella concepción solar.
No se trataba es cierto de una teoría científica como la entendemos hoy, aunque resistiera la comprobación empírica (y en sus cálculos calendarios mostrara una precisión asombrosa), sino de aproximaciones conceptuales, alegóricas, a problemas filosóficos, planteados en torno a una realidad al mismo tiempo evidente –los ciclos solares, los ciclos lunares- pero que requería de un trabajo exhaustivo de observación, interpretación, acumulación de datos, comparación de fenómenos, formulación de hipótesis para arribar a la predicción puntual de eventos cósmicos, geológicos y agrícolas que ceñían sus patrones culturales. En suma, se trató de un proceso civilizatorio de hondo calado.
El mal llamado “Calendario Azteca”, donde de manera simbólica se sintetizan las diferentes eras a las que se refiere la leyenda de los soles, era en realidad un almanaque de eventos astronómicos, calculados con una precisión sorprendente, y que daban sentido a sucesos que tenían una incidencia profunda en la comunidad, desde la manera como se nombraba a los niños, las predisposiciones éticas de las personas o los solsticios y equinoccios, hasta la periodicidad de las cosechas.
Aunque la sociedad y el conocimiento del mundo se ha modificado de manera sustancial, recuperar aquellos elementos simbólicos, nos puede servir como exorcismo, para re-conocer nuestra herencia indígena, como una herencia luminosa y ávida de conocimiento y no perversa o macabra como se hizo creer, siendo este en elemento esencial para la valoración de nuestro presente y la creación bajo nuevos ojos del horizonte por venir.
Regresando a la leyenda de los soles, después de la primera división de la dualidad y del “nacimiento” de los hermanos antagonistas, Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, inició según los antiguos el proceso propiamente de creación del universo. Ambos personajes constituían en cierta medida los caracteres esenciales de la condición humana.
De una forma muy esquemática, el primero representaba al mal, las fuerzas oscuras y malignas, y el segundo, simbolizaba al bien, al que remonta su condición terrestre y logra alcanzar alturas celestiales.
Sin embargo, como lo veremos a lo largo de la narración de la leyenda, sus acciones no siempre se estereotiparán en esta dicotomía maniquea: más bien, en ocasiones, sus actos reflejarán la forma en que la esencia humana se expresa bajo diversas circunstancias: y lo que en apariencia es malo, tendría resultados benéficos y viceversa.
Por esta razón, en su simplicidad y candidez, la leyenda misma expresaba entrelíneas los conflictos y procesos internos de la elaboración del concepto de la “condición humana”. La misma, aunque es simultáneamente “única” y “universal”, individual y colectiva en la medida en que partiendo de la persona abarca a todos aquellos que formamos parte de la humanidad, se distingue y enmarca en procesos individuales muy particulares, y se manifiesta también en hechos y costumbres fermentados en comunidad.
Esta condición humana posee una serie de atributos, valores, rasgos, cualidades, manifestaciones, que pueden encontrarse en todos y cada uno de los hombres y mujeres o personas no binarias que habitan el planeta tierra: la ambición, el deseo, el poder, el temor a lo desconocido, la conciencia de la muerte.
Algunos de estos rasgos esenciales son inherentes y exclusivos de la raza humana, pero otros más primitivos (el hambre, el miedo, el instinto, la necesidad de descanso y reproducción, etcétera) resultan comunes incluso a otras criaturas de la naturaleza, particularmente a los animales superiores, donde los hombres del pasado encontraron también un reflejo y una respuesta a sus propias interrogantes.
Todas las culturas antiguas presentan elementos comunes en la forma como se apropiaban, veneraban, o simplemente observaban y comparaban la naturaleza animal con la naturaleza humana.
Y aunque esta relación se ha ido perdiendo sobre todo en las sociedades industriales y urbanas, donde lo importante parece tener lugar única y exclusivamente en el mundo de los objetos “fabricados”, esto es “humanizados” (aunque su diseminación suponga también una deshumanización aún más severa), el vínculo entre la naturaleza humana y la naturaleza animal no puede disociarse.
Para los antiguos mexicanos (y para muchas etnias contemporáneas) el vínculo entre el hombre y el animal es cotidiano y vital. No solamente porque desde su concepción cada persona posee un alma gemela animal que es también un espejo protector de su destino, sino porque el carácter de cada quien manifiesta esta condición.
De forma burlesca lo expresamos en la vida diaria cuando al ladrón lo llamamos rata; al gordo cerdo; al libidinoso perro; a la chismosa cotorra; al audaz tigre; a la intrigante víbora; al tonto burro; a la inteligente águila; a la inocente paloma, al venenoso alacrán, y así por el estilo, aunque casi siempre con una lógica negativa y un ánimo de degradación no necesariamente existente en las culturas primitivas. Nos cuesta trabajo recordar que nuestra posición en el mundo, si bien peculiar y dotada de elementos distintivos, como la conciencia, en cuanto seres vivos es a fin de cuentas semejante a la de los animales, y la lógica de “explotación de la naturaleza” y no la dinámica de convivencia con la misma, nos ha llevado incluso a la extinción de multitud de especies, al cambio climático y a la crisis civilizatoria que hoy padecemos.
Conciencia “ecológica” que apenas de manera reciente comenzamos a recordar, cuando en algunos casos ya es demasiado tarde, a pesar de que debía estar latente en nuestra memoria colectiva, al menos como remanente de aquella relación casi simbiótica entre el hombre y su nagual o tonal, concepto vivo todavía en muchos pueblos originales mexicanos.
En la “Leyenda de los Cinco Soles”, Tezcatlipoca es el Tigre, y Quetzalcóatl la Serpiente Emplumada. Podemos observar que en el primero, el atributo animal no se modifica y se presenta tal como se da en la naturaleza. En cambio, la Serpiente Emplumada conlleva un ejercicio de reelaboración, en la medida en que a partir de un animal “real” (la serpiente) se genera otro ente mitológico, con poderes en apariencia sobrehumanos, que no es sino una serpiente humanizada, esto es, modificada por la acción de lo específicamente humano.
Se podría rebatir el concepto anterior expresando que el tigre con atributos divinos también presume una humanización, en la medida en que aunque no se modifique materialmente, se le conceden y agregan cualidades especiales, a través de la lupa propia que enfoca la condición humana. Y estaríamos de acuerdo: simplemente resalto la diferencia entre ambos caracteres mitológicos.
A partir de su nacimiento e inserción en el mundo, estos dos animales míticos que simbolizan además elementos contrarios, iniciarán una lucha permanente que traerá como resultado la consecutiva destrucción y reconstrucción del universo, la sucesiva creación y muerte del sol.
Es un simbolismo dotado a la vez de profundidad y sencillez al que se le han querido asignar sin embargo aspectos sombríos e incluso malignos, bastante discutibles. El caso es que a partir de la división de Ometeótl, la dualidad en sí misma y en un paralelismo con el Génesis, el Códice Chimalpopoca señala el nacimiento de la luz (el sol) y la aparición de los habitantes del mundo.
Según el mito, a partir de entonces comienza la primera era de la humanidad, el primer sol, llamado Nahui Océlotl, Sol Cuatro Tigre, en el que reinó Tezcatlipoca, el Espejo Humeante. Espejo que al mismo tiempo que refleja con fidelidad, distorsiona por las propiedades del humo, símbolo de aquella tendencia conceptual a la formulación de figuras que expresan la condición dual y contradictoria de lo viviente.
Es en aquella primitiva era en la que la disputa de “personalidades antagónicas” encarnadas en los hijos de Ometeótl, comienza un proceso de confrontación que finalmente expresa una verdad simple: que el principio que mueve al universo es un principio de oposición, como la energía que se logra a partir de la liberación de los electrones, de signo negativo, y la estabilidad de la materia que se da a partir de la persistencia del protón en torno al núcleo.
El caso es que en aquel primer sol, de acuerdo con la narración de la leyenda, estando disfrutando de un banquete, los hermanos discutieron por alguna querella personal y en la exaltación de la pelea, Quetzalcóatl golpeó a Tezcatlipoca con un bastonazo en la nariz.
El Espejo Humeante cayó al suelo y atendiendo a su primitiva condición, se transformó en tigre, comiéndose uno a uno y de manera feroz a todo los habitantes del mundo. Después, aún poseído por la rabia, derribó al sol, y al final, (en un acto que no se entiende si es de contrición o arrepentimiento) se devoró a sí mismo, dando por terminada la primera era, el primer sol.
¿Expresa esta simbología el impulso de autodestrucción que tenemos los seres humanos cuando somos dominados por nuestras pasiones más oscuras? ¿Acaso el hecho de devorarse a sí mismo implica esa tendencia a la auto inmolación producto de nuestras propias debilidades? Es algo que puede deducirse de este primer episodio en la trayectoria de la fundación del universo, pero que seguramente en la época de su vigencia suponía mucho más elementos de interpretación.
Hay un reconocimiento de la destrucción que es además una metáfora de la muerte, pero también una certeza del renacimiento. Así que según la leyenda, pasaron 13 años de oscuridad total, de absoluta tiniebla. Hasta que llegó el tiempo de Quetzalcóatl y nació el Segundo Sol, Nahui Eécatl, Sol Cuatro Viento.
Fue un reinado luminoso que según la narración duró 364 años. Tiempo de bonanza y consagrado a las artes, recordemos que en la concepción Náhuatl, el artista o Yolteótl, era aquel que endiosaba las cosas con su corazón.
No obstante el ánimo de espiritualidad y florecimiento que privaba en esa era casi dorada, Tezcatlipoca continuó abrigando el enojo y el deseo de venganza contra su hermano. Hasta que una tarde se volvieron a encontrar y con intención de desquite, el Dios Negro se convirtió en tigre y derribó a Quetzalcóatl de un zarpazo. Éste rodó al suelo con tanta fuerza, que se convirtió en remolino. Y el remolino se transformó en huracán, y adquirió tal magnitud, que terminó por destruir a todo el universo. Así se acabó el segundo sol, al que se llevó el viento, y según la leyenda los sobrevivientes se convirtieron en monos.
En esta segunda era, el destructor es aquel que debiéndose identificar con el bien, produce la catástrofe, motivado por una fuerza externa, pero a fin de cuentas, resultado de sus propias acciones. Pero más allá de las interpretaciones directas con relación a la acción de la naturaleza y a la fragilidad de la vida humana, lo cierto es que la leyenda manifiesta además el constante devenir y la existencia de ciclos tanto internos como externos que determinan el avance o la involución de la comunidad. La transformación de los sobrevivientes
en monos, anuncia finalmente una forma de degradación en los procesos civilizatorios, algo que se dio de manera recurrente en las culturas precolombinas, donde pueblos de indudable riqueza y alto grado de sofisticación, florecieron y se extinguieron a la vez de manera súbita y misteriosa (Teotihuacan, Tula, las ciudades mayas).
Así, según el Códice Chimalpopoca, por segunda vez el universo se encontró sin habitantes. Hasta que después de un largo tiempo, Tezcatlipoca coronó a Tlalocatecutli, el Señor Que-Hecha-Chispas, y edificó el Tercer Sol, Nahui Quiyahuitl, el Sol de la Lluvia-que-quema.
Pasaron los años y el mismo señor Tezcatlipoca, le ordenó a Tlalocatecutli que lloviera fuego. Y se hizo la lluvia que quema, y fue tan intensa, que incendió cielo y tierra. Por tercera ocasión consecutiva, destruyó al mundo y los que no murieron, se transformaron en guajolotes, de nuevo un singular retroceso en la cadena evolutiva.
De forma recurrente, el fin de una era marca el nacimiento de otra. El tránsito por los vericuetos de una condición humana siempre cambiante, siempre dinámica, que así como avanza, retrocede, que así como responde de manera sabia preguntas vitales, así descubre que las respuestas disponibles en ocasiones terminan por calcinarle la razón.
Pero más allá de la estulticia o de la pérdida momentánea de la memoria colectiva la vida sigue. Por eso llega de nuevo el día, en el que Quetzalcóatl amanece fecundo, y como no hay sol que alumbre al amanecer, da nacimiento al cuarto sol, Nahui Atl, o Sol Cuatro Agua. Y en esta nueva era corona como reina del mundo a Chalchitlicue, la de las faldas de jade.
Fue el tiempo del sol que florece y crece y en la primavera reverdece. Fue un tiempo de renacimiento, en que se abrieron los corazones como flores. Fue el sol del agua que corre. La metáfora que nos manifiesta la existencia de ciclos, de valles y crestas, la constancia de que nada es eterno, sino la certeza de que una acción genera una reacción, de que así como hay un afuera, hay un adentro, de que a un arriba corresponde un abajo: el cerca y el junto.
De esta forma, Tezcatlipoca que es también una especie de manifestación de la indolencia, de la estulticia, de la ignorancia y de la envidia, ante la exuberancia del mundo y la belleza de las aguas cristalinas, decide ensuciarlas mientras Chalchitlicue se baña en el río. Al verlo, ella se pone a llorar y lloró, y lloró durante 52 años, hasta que inundó el cielo, la tierra y todos los planetas. Y se apagó el sol. Y los que no se ahogaron,
se convirtieron en peces. En esta escena, no sólo una peculiar representación del diluvio universal, se plasma además la noción del exceso. El agua, fuente de vitalidad y pureza, puede ser también océano de desgracia y destrucción (cualquier parecido con el sobre-calentamiento del planeta y la crecida de las aguas de múltiples inundaciones recientes ¿es pura coincidencia?).
Según la leyenda, pasaron otros 26 años en que sólo hubo oscuridad. En ese tiempo se estancaron el cielo y la tierra. Hasta que por fin, los dioses preocupados al ver el universo vacío, mandaron a Quetzalcóatl al Mictlan, el lugar de los muertos, para que buscara los huesos sagrados y así repoblar el mundo.
Después de una larga travesía, llegó Quetzalcóatl al Mictlan, y preguntó por los huesos humanos. Los dioses se los prestaron, advirtiéndole que debía regresarlos. Pero él tenía como misión repoblar al mundo y se los llevó para siempre. Al descubrir la desobediencia, como castigo, los habitantes del Mictlan le pusieron una trampa, e hicieron un hoyo en el suelo. Quetzalcóatl cayó en él. Se golpeó la cabeza y quedó muerto. A poco, resucitó y lloró. Recogió los huesos que se habían esparcido por el suelo, y mezclándolos indistintamente, se los llevó al molino sagrado de Tamoanchan, donde los molió junto con granos de maíz. Con la masa sagrada, moldeó dos muñecos: hombre y mujer. Empleando una espina de maguey como aguja, se pinchó el miembro, y con su sangre , los fecundó, les dio vida. Todos los dioses hicieron penitencia, mientras los habitantes del nuevo Sol cobraban vida.
En aquel hecho simbólico de mezclar los huesos de lo femenino y lo masculino, y moldear a partir de ellos a los nuevos habitantes del mundo, se deduce también una concepción “avanzada” y de respeto a la diversidad sexual. También de alguna forma hay una alegoría a la mezcla genética que entiende las diferencias (del homosexual por ejemplo) no como una desviación de la norma, sino como un reconocimiento de que la condición humana se ramifica en múltiples afluentes.
Estos serían los habitantes de la nueva era. Pero según la leyenda, el Sol estaba entumido y no se movía. Los dioses, preocupados, mandaron llamar al Dios Rico y al Dios Pobre y les dijeron: “hay que mover al sol”. Después hicieron una fogata, y durante 4 días no comieron. Al cabo, le dijeron al Dios Rico: “aviéntate al fuego”. El dios Rico intentó hacerlo cuatro veces, pero tuvo miedo… y no se atrevió. Al ver esto, los Dioses le dijeron al Dios Pobre, “prueba tú”: se aventó sin dudar y mientras ardía en las llamas, comenzó a rechinar. Un instante después, detrás de él se lanzó el Dios Rico y también crujió. Al amanecer nacieron dos soles. Pero su luz se derramaba por todas partes, y no había los contrastes del día y de la noche. Por eso los dioses opacaron el resplandor del Dios Rico y quedó como está ahora la cara de la Luna. Pero el Sol y la Luna no se movían. Los Dioses se volvieron a reunir y dijeron: “¿Cómo podemos vivir si los soles no se mueven? Sacrifiquémonos todos y hagámoslos resucitar con nuestra muerte. Empezó entonces a soplar un ventarrón muy fuerte que hizo moverse al Sol y a la Luna para que anduviesen su camino. Y fue así como nació nuestro sol: el quinto, Nahui Ollin, Sol Cuatro Movimiento.
Este es el mito fundacional de los habitantes del altiplano que experimentaron la llegada de los españoles y con ella su lenta desaparición. En esencia, el mito, revelaba una forma de interacción y una aprehensión particular del universo, donde la noción de cambio, movimiento y transformación era el eje central de su pensamiento.
El director británico Christopher Nolan consigue en “Oppenheimer” (2023) una representación de tono pétreo e ígneo de la desmesura criminal más atroz del capitalismo moderno. Suena paradójico que la bomba atómica no necesariamente pertenecía a ese carnaval macabro donde la desmesura criminal se proyecta en el mundo contemporáneo, y cuyos protagonistas son el terrorismo, sobre todo el islámico, la vesania de los cárteles de la droga y el asesino serial. Y es que el discurso de la Guerra Fría fue un periodo tan largo de control mediático y propaganda que invisibilizó la bomba y sus nefastos estragos.
Acaso inédita, “Oppenheimer” debe leerse en un contexto global donde el agigantamiento de la violencia refractada en los medios de comunicación, así como la propia saturación de contenidos agresivos, inocula a una sociedad que se harta y naturaliza los hechos haciendo mutis frente a esa desmesura criminal de la que habló Sergio González Rodríguez en Campo de guerra. Hemos llamado a este fenómeno como parálisis tóxica, que es el efecto extremo ante la vorágine visual que supone agigantamiento y saturación.
Con esta muestra del cínico poder en los Estados Unidos que arrojó la bomba atómica en Hiroshima, Japón, para marcar el fin de la Segunda Guerra Mundial, Nolan se suma a un grupo de directores que han sido claves para entender el pensamiento capitalista: Orson Welles, D. W. Griffith, Paul Thomas Anderson y Oliver Stone.
Welles expuso en “Ciudadano Kane” (1941) la avaricia de los medios como un emporio basado en el escándalo y la mentira. Griffith en “El nacimiento de una nación” (1915) realiza un grandilocuente fresco sobre la ideología supremacista blanca. Anderson en “Petróleo sangriento” (2007) toma una radiografía de la ambición tras descubrirse los yacimientos de crudo. Y Stone se volvió un cronista de Vietnam, “Pelotón” (1986) y “Nacido el cuatro de julio” (1989) entre otras, la herida más incómoda para la escalada bélica.
Narrado en la misma entraña del Leviatán, el filme de Nolan desvela la paranoia rampante y cacería de brujas del macartismo que fue la huella que inaugura la Guerra Fría, una intensa fabricación de culpables que justificó el armamentismo: la demonización de la URSS y el peligro inminente del comunismo en América Latina.
Se trata de una narrativa con pericia para exhibir entramados del poder. La emboscada al científico por parte de la elite de seguridad, tercer acto de la cinta (Zeus castiga a Prometeo), quizás sea de los más logrados guiones para los géneros
de thriller político o películas de tribunal. Paul Schrader, guionista de “Toro salvaje” (1980) de Martin Scorsese, dice que “Oppenheimer” es la mejor película de lo que va del siglo XXI.
El retrato complejo y hasta contradictorio de Oppenheimer es parte del tino de Nolan; por ello es pétreo e ígneo a la vez. Y es que, aunque se aprecia afectación personal, “Oppenheimer” nos vuelve a recordar lo que es la banalidad del mal, como lo hizo hace 60 años Hannah Arendt con el juicio a Adolph Eichmann.
Entendemos que no hay inocencia entera en un científico que sabe de las consecuencias de una bomba. Las enigmáticas pláticas entre Albert Einstein y Oppenheimer delatan preocupación, conscientes que existían las bases para un arma letal. Pero, también se encuentra una especie de rutina del quehacer burocrático en donde el estado ordena y el empleado ejecuta al igual que Eichmann en los campos de concentración.
Banalidad del mal elevada a política de Estado, tal y como actúan implacables el desalmado presidente Harry Truman y unas oscuras fuerzas armadas que operan tras bambalinas.
Recordemos que la Guerra Fría tiene dos eventos de simbolismo espantoso: la citada Hiroshima y Chernóbil, Ucrania. La bomba arrojada en Japón culmina de manera abrupta la Segunda Guerra e
inicia una época de tensión entre potencias. Mientras que el accidente en la planta de Chernóbil fue el fracaso más estruendoso de la cultura atómica -tres años más tarde cae el Muro de Berlín.
A diferencia de “Oppenheimer” que es una cinta seminal de la energía nuclear, la estética de la serie de HBO, “Chernóbil” (2019) dirigida por Graig Mazin, resultó una vuelta de tuerca para la representación apocalíptica. La serie asume distancia de la vorágine visual del terror desarrollada desde los albores del siglo XX y subvierte el paisaje postnuclear con estilo sincopado, minimalista y objetivo.
“Oppenheimer” es un espectáculo subjetivo del terror. Nolan ha escarbado en el pozo del miedo y encontrado más demonios. Con “El caballero de la noche” (2008) plantea una sociedad ácrata en crisis de conciencia con esa sombra que es el doble de Batman: Guasón.
“El origen” (2010) e “Interstellar” (2014) son piezas estresantes, la relatividad de la percepción y la soledad del hombre frente al tiempo; algo parecido replica en “Tenet” (2020).
“Dunkerque” (2017) pudiera ser la obra maestra de Nolan y el puente con “Oppenheimer” es directo. “Dunkerque” es realista a diferencia de las ficciones citadas de Nolan; sin embargo, la sintaxis, textura y sobre todo la edición de sonido nos transportan a un interregno que linda en las angustias laberínticas de la repetición e impotencia de los sueños. El segundo acto de Nolan en “Oppenheimer”, tiene su apoteosis con la prueba de la bomba en Los Álamos, Nuevo México, secuencia onírica de composición suprema por su estética magnificente y sorda, suerte de contrapunto que deja en el limbo el enorme hongo de fuego, es la belleza de la destrucción que parece infierno, donde se palpa más que nunca el silencio divino en un mundo secularizado
El enfoque de “Oppenheimer” es lapidario, pues los científicos quedan rebasados ante la banalidad del mal. La impronta política le pesó a Oppenheimer: el titán no coincidió con arrojar la bomba “contra un enemigo en esencia derrotado” y esta disensión le trajo enemigos del Olimpo que lo acusaron de deslealtad. Entonces queda claro que, para atacar a Hiroshima, alguien fútil movió los dados, y no fue Dios precisamente, en uno de los actos de desmesura criminal más bárbaros que se tenga memoria y comprobar así que la infamia es un agujero negro.
Raciel D. Martínez GómezEl arte suele habitar los museos, pero… ¿y si el museo está cerrado? ¿Y si no hay espacios para desarrollar nuestra creatividad y talento? Durante el confinamiento ante la amenaza del covid 19 se tenía que recurrir a la creatividad para no marchitarse. Quizá recuerden cómo una iniciativa a cargo de una joven holandesa, quien representó el icónico cuadro de La joven del arete de perla de Jogannes Vermeer comenzó a propagarse para combatir el tedio y el miedo… y la ola llegó a todo el mundo.
Muchas obras icónicas y desconocidas fueron representadas con lo que se tenía a la mano, evidenciando el ingenio y la necesidad de todos por compartir ideas, jugar y sonreír. Chicos y grandes participan por igual y de pronto, estamos ante una tendencia global. Un simple hashtag marcó una época, pero también un interés por la historia y el arte, convirtiéndose en un recurso creativo que sigue cambiando y adaptándose a las necesidades de cada individuo.
Hoy en día, el juego sigue estando en la mesa y aunque ha recibido muchos nombres, en esencia, sigue buscando lo mismo: representar un discurso de pintura a través de la fotografía.
Y es que en esta era tan visual, la fotografía es un lenguaje atractivo para contar.
Los estudiantes de la Universidad Gestalt saben del poder de una imagen y por ello, además de conocer los aspectos técnicos para la elaboración de imágenes fotográficas de impacto, deben poder acercarse a ella desde un aspecto lúdico y creativo.
Al final de la asignatura de fotografía digital en el segundo semestre de la Licenciatura en Animación Digital, los estudiantes pudieron explorar los fundamentos del lenguaje técnico de la fotografía, su nomenclatura y aplicaciones prácticas. Gracias a esta asignatura tuvieron un primer acercamiento técnico, académico y creativo a la labor de la foto, aún cuando el entendimiento del lenguaje visual es destreza del ojo cotidiano.
Como cierre de la asignatura, su profesor Germán Romero, ha traído a su salón de clase el famoso Art Challenge. Para ello, los jóvenes debían desarrollar la representación de una obra de manera libre, conservando rasgos básicos que permita identificar la obra referida.
Para lograr estos objetivos se requirió de una capacidad de síntesis y sobre ello, la construcción de la interpretación propia. Así, cada alumno escogió la obra de un artista, ya fuera fotografía, still de película o una pintura, y elaboró su propia versión a partir de los elementos que tuviera a la mano.
Al final, vemos como el manejo de la técnica y el desarrollo del oficio de fotografía requiere absorber muchas cuestiones técnicas, entender una nomenclatura muy específica y experimentar mucho para poder establecer las bases de una lingüística propia en la que los alumnos han tenido una prueba de lo que ello conlleva.
En la Universidad Gestalt de Diseño celebramos su nuevos conocimientos adquiridos además de el reconocimiento de su creatividad. ¡Sigan por más!
EL
Vino a invitarme a comer mi amigo de infancia al que le dicen el “Brujo”. Él es, efectivamente, nuestro brujo tradicional. Sabe muchas cosas que nadie entiende, pero se podría afirmar que lo respetamos y escuchamos sus consejos. La tradición le viene de su abuelo y su padre, que siempre fueron los curanderos del país. Él ha seguido con éxito el paso de sus mayores. Nos conocimos en el internado del gobierno cuando cursábamos la escuela primaria.
Pues bien, el “Brujo” me invitó a comer en su alejada casa de la sierra, desde donde se contempla el inmenso mar. Primero me sirvió un gran plato de carne deshebrada con verduras; después una carne suave en mole verde, que estaba para chuparse los dedos y, por último, un trozo de carne enchilada con sabor a cerdo. Ya en el café me explicó que el primer plato era para que viviera mucho y se trataba de víbora de cascabel; el segundo era carne de iguana, que dice que se alimenta de rayos cósmicos y el tercer platillo era jabalí, para que tuviera valor
cuando fuese necesario usarlo. Complacido, me informó que además había consagrado los alimentos a mi nombre y a la botella de mezcal para tener una agradable digestión.
Como se darán cuenta el amigo esotérico no es cualquier sujeto vulgar y es digno del hombre de esta República de contrastes. Es sorprendente, pero tengo más de diez días que estoy radiante de energía y sí creo que es por estos peculiares alimentos.