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ALPHONSE MUCHA

El gran cartelista del art

París, Navidad de 1894. En la imprenta, Alphonse Mucha se encontraba corrigiendo unas impresiones cuando de pronto entró en el local una figura vestida de blanco. Alphonse la reconoció de inmediato; no necesitaba presentación: se trataba de la gran actriz S arah B ernhardt A la “Divina Sarah” no le gustaban los carteles promocionales de Gismonda, su última obra teatral, y estaba buscando a un artista que diseñara otros a su gusto. Y al parecer ese artista iba a ser él. Alphonse evidentemente aceptó el encargo, no sin cierto nerviosismo. Pero salió victorioso de ese trance: Mucha diseñó para la actriz un cartel innovador y completamente rompedor que esperaba que fuera del agrado de la diva. Y, en efecto, así fue. Cuando lo vio, Bernhardt quedó absolutamente entusiasmada. El cartel le gustó tanto que contrató al artista para los siguientes seis años. De este modo, Mucha pasaría del anonimato a encargarse del diseño de vestuario y de la escenografía de la compañía de Sarah Bernhardt en un abrir y cerrar de ojos.

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El 1 de enero de 1895, aquel cartel era ya una preciada pieza de coleccionista que todo el mundo quería tener en su casa. No era extraño ver por la noche a la gente recorrer las calles para arrancarlos de las paredes, e incluso la propia imprenta vendía ejemplares a escondidas, hasta que la diva lo descubrió y puso fin al “negocio”. El estilo del artista checo no se parecía en nada al de otro famoso artista de carteles como toulouSe-lautrec, y el cartel que Mucha hizo para Sarah Bernhardt, pintado en colores pastel, convertía a la actriz en una especie de diosa: la elevaba sobre un pedestal y la disponía bajo un arco. A partir de entonces, la cartelería de Mucha se convertiría en una auténtica obsesión para los parisinos. “Gustó tanto porque era muy fresco visualmente, utilizaba los colores de una manera distinta y alargaba la figura que, además, quedaba dignificada, muy bella”, explica al respecto la artista japonesa Tomoko Sato, conservadora de la Fundación Mucha desde 2007 y especialista en su obra.

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Mientras que Mucha retrató a S arah B ernhardt sobre un pedestal, las mujeres que el artista acostumbra a representar en su obra se caracterizan por la gran femineidad de sus gestos, el cabello suelto, una ropa muy ornamentada, sus sinuosos movimientos en medio de la naturaleza...

La especialista en el arte de Mucha Tomoko Sako también cree que el artista checo “rompió las barreras entre el arte comercial y el arte elevado”. Muy pronto empresas de todo tipo se rifarían los servicios del gran cartelista, que diseñó envoltorios para la famosa marca de chocolates Nestlé, carteles publicitarios para la prestigiosa marca de champán Moët-Chandon y también para promocionar la cerveza Bières de la Meuse, originaria de una zona a pocos kilómetros de la Abadía de Orval. Todos ellos, carteles promocionales que se hicieron famosos en toda Europa. Sabedor de la fama que estaba adquiriendo su obra, Alphonse Mucha publicó un manual en el que plasmó el proceso de creación de setenta y dos de sus litografías.

Pero Mucha no solo pretendía realizar carteles publicitarios. Entre sus numerosos intereses artísticos se encontraba también un tipo de arte muy particular: la joyería. En 1899, Mucha (que en 1898 se había unido a la logia masónica del Gran Oriente de Francia) colaboró con el famoso joyero francés GeorGeS Fouquet para diseñar una pulsera en forma de serpiente, hecha de oro y esmalte, para la actriz Sarah Bernhardt (su pasión por los diseños de joyería quedaría plasmada en un libro que publicó en 1902 titulado Documents decoratifs, en cuyas páginas se sucedían las láminas que reproducían elaborados broches con incrustaciones de piedras de colores). En 1900, Fouquet hizo un importante encargo a Mucha: le pidió que decorara el interior de la nueva joyería que iba a inaugurar en el número 6 de la rue Royale de la capital francesa. El resultado final puede considerarse el súmmum de la belleza decorativa del art noveau. Pero la tienda insignia de Fouquet abrió justo cuando las tendencias artísticas y decorativas empezaban a cambiar, por lo que el local al final fue desmontado tal cual y poco después remodelado en busca de un estilo decorativo más tradicional. Por fortuna la decoración original se conservó y hoy en día puede contemplarse en el Museo Carnavalet de París.

En 1909, en el momento culminante de su carrera, Mucha decidió trasladarse a Praga, y en 1918 fue testigo de cómo su Checoslovaquia natal se convertía en un país independiente. Mucha se implicaría entonces en el diseño de los primeros billetes y sellos del nuevo país. Pero todo terminaría unos años después, cuando las tropas nazis invadieron Checoslovaquia el 15 de marzo de 1939. Los vehementes y agresivos discursos de Hitler amenazando a la población convencieron al artista, que creía firmemente que el arte era un vehículo que servía para unir y no para separar, de retomar los pinceles y empezar a pintar un tríptico dedicado a la humanidad, obra que nunca llegó a terminar. Mucha fue detenido por la Gestapo, encarcelado y torturado, aunque finalmente fue puesto en libertad. Pero pocos días después, el 14 de julio de 1939, el gran genio de los carteles moriría de una neumonía.

Aubrey Vincent Beardsley

Fue uno de los artistas más interesantes de la época victoriana en el Reino Unido. El hijo perfecto del fin-de-siècle. Muerto a la tierna edad de 25 años, tuvo tiempo de escandalizar, fascinar e influir en los artistas de la época. Su estilo modernista, mezclado con su humor crítico e incisivo, dio lugar a una obra artística satírica, estética, moderna, hipnótica… maravillosa.

Beardsley destacó muy pronto como «niño prodigio» en la música y más tarde en otros campos creativos. Tenía pinta de que iba a ser arquitecto, pero las artes plásticas entraron en su vida y todo se fue al garete. Ingresó en la Escuela de arte de Westminster y ahí empezó su aventura.

Sus ilustraciones empezaron a tener fama por su estilo innovador. Libros y revistas quisieron ilustrarse con su arte. Por supuesto también ilustró la obra de su amigo Oscar Wilde.

Beardsley tenía un estilo modernista, basado en la naturaleza, con formas orgánicas y un gran decorativismo. Salvando las distancias, era un Alfons Mucha más joven y radical. Usó mucho la tinta blanco y negro en su obra se aprecia una gran influencia del grabado japonés.

Tocó variadas temáticas: religiosa, mitológica, histórica, caricatura… Y en todas ellas hay una carga de erotismo (destaquemos sus escandalosas ilustraciones para Lisístrata y Salomé).

En su vida, era un dandy. Un decadente como Wilde, un excéntrico, un Tristram Shandy.

La tuberculosis, enfermedad de lo más romántica, acabó con él con sólo 25 años de edad.

Gustav Klimt, el más célebre artista austriaco de esos tiempos (la fama de Schiele sería póstuma) y a la vez el más refinado, complejo y hermético. Eran años en los que Viena estaba empezando su decadencia como capital artística mundial, pero Klimt brilló por su estilo entre el Simbolismo y el Art Nouveau.

Sus obras, cargadas de sensualidad, tienen un estilo pictórico absolutamente ecléctico y cada vez están más cargadas de abstracción y plásticas innovadoras como sus extraños puntos de vista, cortes poco habituales y un valor expresivo de la línea que anuncia el expresionismo posterior.

Nació en la época dorada del Imperio austrohúngaro (la edad de oro de la seguridad burguesa), que cuidaba ante todo a sus artistas. Se formó en Viena, muy interesada en la promoción de las artes decorativas, y se codeó con artistas, arquitectos y artesanos.

Antes de cumplir los 30, Klimt era ya uno de los artistas más prestigiosos de Viena pero a finales de siglo entra en la Secesión (el modernismo vienés) muy interesada en todas las disciplinas creativas europeas y muy hostil con el arte académico oficial. Por ello perdería cierta seguridad económica.

Nunca se casó, pero tuvo bastantes hijos (al menos 14). Las mujeres (preferiblemente pelirrojas) eran musas, amantes y catalizadores del simbolismo de Klimt. Símbolos de la vida y de la muerte; amenazantes y seductoras al mismo tiempo (las conocidas como femmes fatales). En este sentido su obra se calificó de «pornográfica» por su lenguaje abiertamente sexual. Por esa época, por cierto, andaba el Dr. Freud por Viena.

Abunda el oro propio del arte bizantino (era hijo de un grabador de oro), los motivos geométricos y la sensualidad con un exquisito equilibrio entre líneas curvas y rectas.

En su vida privada vestía con sandalias y túnica. Se obsesionaba artísticamente con las mujeres que posaban para él y acabaría teniendo aventuras con muchas de ellas, desde damas de la alta sociedad a prostitutas. Tras su muerte por neumonía hubo 14 demandas de pensiones alimenticias.

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